Cerrejon 30 historias dobles

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En este libro están las historias y las emociones. Está la relación de hechos que fueron configurando el proyecto minero más importante de Colombia, y los sentimientos de miles de personas que dejaron su aporte en La Guajira para que el carbón fuera una oportunidad para el país y la región. Está el pasado con sus aciertos y sus lecciones; está el futuro, con sus expectativas. Están las cifras y los equipos de gran tamaño; están los rostros y las ilusiones. Este es un homenaje a La Guajira y sus habitantes.

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EDICIÓN GENERAL

Carbones del Cerrejón Limited DIRECCIÓN EDITORIAL

Sandra Ocampo Kohn TEXTOS

Gabriel Antonio Bustos Kerguelen Ernesto McCausland Sojo Ramón de la Torre Lago Enrique Manuel Andrade Rodríguez Nicolás Beltrán Franco Alonso Javier Franco De León Eduardo Gutiérrez Tapias Luis Felipe Henao Rojas William De Jesús Blanco Ahumada Robinson Arturo Martelo Jímenez Óscar Alberto Londoño Escobar Manuel Alfonso Uribe Ayala Carlos Miguel Ramírez Aranda Mauricio Domínguez Echeverri Edgar Villadiego del Portillo Martha Aminta Robles Bonivento Claudia Marcela Bonilla Uriana Néstor Raúl Monroy Rojas Luis Gómez Lemus Raúl Gouriyú Uriana Esperanza Torres Ospino Lina Robles Luján Nancy Murgas De Fernández Reyes Rodríguez Ipuana José Ramón González Pushaina Juan Pablo Lozano Silva Tahirih Socarrás Pimienta Alberto Meza Palmar Margarita María Giovanna Savino Lloreda Rosario Leonor Guiérrez Gómez Adalberto Marulanda Nieves Orieta Celina Ortiz Estrada Waldir De Los Santos De La Rosa Pertuz

DIRECCIÓN DE ARTE Y DISEÑO

Gatos Gemelos Comunicación FOTOGRAFÍA

Carbones del Cerrejón Limited CORRECCIÓN DE TEXTOS

Nelson A. Rojas V. PROYECTO DE CONSULTORÍA UNIVERSIDAD DEL NORTE

Director del Proyecto Alberto Martínez Monterrosa Corrector de estilo Hernán Bahos Ruiz ISBN 978-958-59336-0-6 Copyright © 2015 Carbones del Cerrejón Limited Reservados todos los derechos de autor-editor Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin previa autorización del editor. Primera edición, diciembre 2015 Impreso en Panamericana Formas e Impresos S.A. CARBONES DEL CERREJÓN LIMITED

Calle 100 No. 19-54 Tel.: (57) (1) 595 5555 www.cerrejon.com

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PRÓLOGO 16 EL COMIENZO DE UN SUEÑO 18 Los grandes descubridores del cerro pequeño 21 Así comenzó todo 26 “Fue como encontrar una mina de oro” 30 ¡Puerto! ¡Puerto! ¡Puerto! 37 Los camiones más grandes del mundo 44 La legión de extranjeros en la mina 49 Fábrica de nostalgias 52 Los primeros días en la mina 57 Los gurúes de General Electric vinieron a ver sus locomotoras 60 Cerrejón: impulsando el progreso del país 67 CONSTRUYENDO EL CAMINO 74 Camiones con perfume de mujer 76 Santa sepultura para el buey supervisor 81 ¡Haga el cambio, Víctor! 84 La historia laboral también se teje 89 Manuel Elkin Patarroyo nos enseñó a insistir 95 El día “D” 98 La luna engendró a su hijo entre los wayuu 105

Contenido

TEJEMOS ALIANZAS 114 Aprendimos juntos a hacer responsabilidad social 117 En el tejido se conoce a la mujer 123 Misión: tortugas 126 Voladura a las 12:15 132 La unidad móvil que salva vidas 137 Los técnicos que necesita La Guajira 141 Historias de amistad 144 DE CARA AL FUTURO 156 La Guajira, tierra de riquezas naturales 159 La Guajira tiene su “parque jurásico” 164 El parque natural, en puerto seguro 171 Un mito pasado por agua 179 Capacidades propias 182 Bienvenidos al Hotel Waya 186 AGRADECIMIENTOS 199

CONTENIDO

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Sueño de 30 años EN 30 AÑOS, 30 HISTORIAS se presenta la relación de los hechos que han venido configurando la historia de el Cerrejón, el proyecto minero más importante de la historia de Colombia, y refleja los recuerdos y sentimientos de cientos y, quizás, de miles de personas que dejaron su aporte en las entrañas de La Guajira, con el fin de conseguir que la explotación del carbón fuera una oportunidad de trabajo con un beneficio económico y social real para el país y la región. En estas historias se refleja el pasado con sus aciertos y sus lecciones; se vislumbra el futuro, con todas sus expectativas. Están las cifras y los equipos de gran tamaño; están los rostros y las ilusiones. Este libro recoge las memorias, anécdotas y aprendizajes que hemos generado y asimilado a lo largo de nuestra operación.

Prólogo

Este libro narra la evolución que ha tenido nuestra empresa desde cuando era solo un proyecto, pasando por 1986, cuando realizamos el primer embarque de carbón en Puerto Bolívar, hasta nuestros días. Es un libro relatado y construido por los protagonistas, ciudadanos, líderes, madres y trabajadores que soñaron e hicieron realidad una de las minas a cielo abierto más grandes del mundo, con entusiasmo y decisión. Es un homenaje al pueblo guajiro y a las empresas, líderes, autoridades que sumaron esfuerzos y apoyos para que Cerrejón se convirtiera en el principal productor de carbón del país y la compañía minera que más aportes ha hecho al desarrollo económico y social del país. Nuestro compromiso no solo ha sido con la balanza comercial, mediante la creciente dinámica de exportaciones, sino con el desarrollo de la región en que nos encontramos inmersos.

A través de estos relatos, queremos extender nuestra gratitud a todas aquellas personas que han hecho parte del equipo Cerrejón y contribuido a la construcción de esta gran empresa, desde su concepción, hace ya varias décadas, por parte del gobierno nacional y de directivos de compañías de ese entonces, como INTERCOR y CARBOCOL. Queremos también agradecer a las entidades, líderes y aliados que nos han acompañado durante estos años y han impulsado nuestro crecimiento, a todos aquellos quienes han creído en la minería responsable para apalancar el desarrollo y nos han enseñado buenas prácticas que hoy hacen parte de nuestro día a día. Hoy seguimos trabajando para aprovechar mejor las oportunidades de desarrollo generadas con nuestra operación de manera más integral y articulada en la región. En ese sentido,

desplegamos alianzas de largo plazo con el Gobierno, actores internacionales, comunidades, empleados y proveedores en frentes prioritarios como el agua, pero también en la consolidación de alternativas que dispongan mejor del potencial que tiene La Guajira y permitan transformar efectivamente sus realidades sociales y económicas. Esa es nuestra apuesta en Cerrejón, y también la invitación que extendemos a todos en el país para que se vincule a los procesos que en cultura, turismo, minería y diversidad está demandando el departamento para encarar sus enormes retos económicos y sociales consolidando sus potencialidades de desarrollo. En Cerrejón hemos tenido oportunidad de conocer en profundidad a esta región guajira, con su geografía privilegiada y diversa, un litoral que es el más grande del país y un complejo excepcional que forman la Sierra Nevada,

Albania, que recibe visitantes de todo el país; la construcción del museo desQbre, que permitirá comprender la cultura wayuu y la riqueza fósil del departamento, y con la mina misma, que atrae más de 13 mil visitantes cada año.

los Montes de Oca, el desierto en la alta Guajira, el cabo de La Vela y el oasis de la Makuira. Allí, sin duda, hay oportunidades excepcionales para el turismo, la infraestructura y el comercio. La Guajira es la tierra de los wayuu, una cultura ancestral que gracias a su riqueza oral es hoy patrimonio de la humanidad, y con sus tradiciones hila los tejidos que hoy son reconocidos en el mundo. Allí están los recursos para impulsar inversiones sociales y empleo de calidad y construir las bases del desarrollo de los próximos 30 años. Allí estamos trabajando a diario para fortalecer y preservar la cultura, educación y sistemas productivos, en el entendido de que son elementos clave para para permitir a los guajiros un mejor bienestar. Estamos apostando, por ejemplo, por un gran desarrollo turístico, con la construcción del hotel Waya en

Pero queremos, con la publicación de esta obra y con el accionar y el impulso de Cerrejón, coadyuvar a que el país redescubra La Guajira y decida apostarle a esta región con proyectos que apalanquen sus riquezas. Que estos 30 testimonios que recrean nuestra historia, pasado y presente, sean la puerta de entrada para las alianzas con las que nos atrevamos soñar con una Guajira más próspera en los siguientes 30 años.

Roberto Junguito Pombo Presidente de Cerrejón

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PRÓLOGO

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El comienzo de un sue単o


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Los grandes descubridores del cerro pequeño Fue un viernes 22 de junio de 2007, cuando funcionarios del Departamento Técnico de la compañía, acompañados por un grupo de geólogos, subieron al cerro Cerrejón para cumplir el último deseo de Víctor Oppenheim: esparcir sus cenizas en el lugar que descubrió.

Por Diana Reales

LOS DESPOJOS HABÍAN LLEGADO VÍA AÉREA desde Estados Unidos y fueron recogidos en el aeropuerto al servicio de la mina, que el 28 de enero del 2008 sería bautizado en honor al poeta colombiano Jorge Isaacs. Los dos nombres estaban grabados en la memoria del proyecto, mucho antes, inclusive, de que este existiera. Pero no serían los únicos. Tampoco los primeros.

El carbón como poesía | Jorge Isaacs nació en 1837, en Cali. Su padre, un judío inglés con vocación minera, se instaló primero en el Chocó, donde acumuló una gran fortuna con la explotación de las minas de oro y el comercio con Jamaica, y después viajó a la capital del Valle, en la cual adquirió, entre otros bienes, tres haciendas: La Manuelita, Santa Rita y El Paraíso, que sumaban alrededor de 13.000 hectáreas. El Paraíso fue, entre todas, la propiedad más célebre de la familia, y no por cuenta de la producción de riqueza, sino de la literatura: ese es el escenario de María, la destacada obra del romanticismo hispanoamericano.

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El libro, publicado por primera vez en 1867, fue, sin embargo, una vocación tardía del escritor. En 1854, de hecho, combatió la dictadura del general José María Melo, y en 1860 la del general Tomás Cipriano de Mosquera, levantado en armas contra el gobierno central. En medio de las guerras civiles que vivió el país, su familia entró en una difícil situación económica. Su padre, en efecto, murió lleno de deudas en 1861, lo cual lo obligó a hacerse cargo de los maltrechos negocios. En las pausas de sus aventuras militares y sus desventuras económicas, escribía poemas. Tras retirarse de la política fue nombrado, a finales del siglo XIX, secretario de la Comisión Científica, y recordando la herencia de su padre, se dedicó a esas búsquedas en los departamentos de Magdalena y La Guajira. En sus labores de explorador dijo haber descubierto las minas de carbón, petróleo y hullas, que los registros históricos habían atribuido en 1880 al norteamericano William Fleig, autor con otros ingenieros de los primeros estudios geológicos en la zona.

Como legado publicó sus notas sobre una expedición geográfica por los hoy departamentos del Magdalena, La Guajira y Cesar, recopilados en el libro Tribus indígenas del Magdalena.

para la explotación de las minas de carbón de la Goagira (sic) y el Valle de Upar asociada al gobierno de los Estados Unidos de Colombia”. La propuesta, traducida al español y publicada por la Imprenta de Padilla en Riohacha, en 1883, incluía la construcción de una línea férrea desde la mina hasta el mar, y un muelle. Pero ahí quedó.

Buscando socios para “La Goagira” | Pero el

En los archivos de la Notaría Primera de Riohacha del año 1855 (29 años antes de la llegada de Isaacs y 10 antes de la llegada de John May), existe un documento que (da fe)… de una sociedad comercial entre Juan Gómez Osío, propietario de las tierras, y el capitalista Antonio Cano, para explotar la mina de carbón en el sitio llamado Corazonal, jurisdicción de Barrancas.

historiador maicaero Fredy González Zubiría, caracterizado por sus escritos sobre economía, cultura e historia, dice tener en sus registros otros dos nombres, que existieron, inclusive, antes de Isaacs. Se trata del ingeniero civil norteamericano John May y del hacendado guajiro Juan Gómez Osío.

“EN LAS PAUSAS DE SUS AVENTURAS MILITARES Y SUS DESVENTURAS ECONÓMICAS, ESCRIBÍA POEMAS”

En 1886, Isaacs obtuvo la concesión para la explotación de las hullerías de Aracataca y las que se descubrieran en el macizo de la Sierra Nevada de Santa Marta, territorio de La Guajira y el golfo de Urabá. Pero la falta de capital y de inversionistas interesados lo llevó a ceder la concesión en 1891.

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En una de las anotaciones aparece señalado Cerrejón como un rico yacimiento de carbón, lo que llevó a algunos funcionarios del gobierno a decir que Isaacs fue el descubridor de la mina.

El primero fue contratado por el Gobierno Nacional dos décadas antes de que Isaacs pisara la península. El informe de las exploraciones de May quedó plasmado en el Diario Oficial N.º 471, del 31 de octubre de 1865, lo que no deja dudas sobre su conocimiento adelantado.

Gómez Osío había nacido en Barrancas, pero vivía en Riohacha, después de contraer nupcias con Luisa Daza, de San Juan del Cesar, que aportó un hijo al matrimonio. Su conocimiento y aparente propiedad sobre el carbón surgieron cuando, justamente, May buscaba socios en Estados Unidos para explotarlo.

Su aporte, sin embargo, va más allá de la simple develación. González Zubiría escribió:

René de La Pedraja, otro historiador que estudió el proceso jurídico, narra que Antonio Amaya Daza –el hijastro de Gómez Osío– alegó que las minas de carbón estaban bajo su dominio, y presentó unos títulos de 1778 y de 1782. El notario protocolizó así la escritura: “Antonio Amaya Daza presentó título original de propiedad que el gobierno español le entregó al señor don Nicolás Landaeta, en el año 1778, del globo de tierras nombradas Cerrejón, y conocido también en el de tierras de Corazonal jurisdicción de Barrancas”.

El estudio comparativo del carbón de Cerrejón con los carbones de Escocia, que hizo John May en 1882, dio un sorprendente resultado: el mineral de La Guajira superaba en calidad al de cinco importantes minas británicas: más materia volátil y carbono fijo, y menos cantidad de ceniza, azufre y humedad. Con esos elementos, el mismo ingeniero May lanzó en Nueva York el primer intento de explotación comercial de Cerrejón, que se denominó “Proyecto de formación de una compañía americana

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Los documentos tenían 80 años de antigüedad, pero solo se registraron cuando May anunció su descubrimiento. Con la escritura se inició un ciclo de demandas, fallos y revocatorias,

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que la Secretaría de Hacienda de la Presidencia de la República subsanó el 29 de agosto de 1883, al volver a declarar que Cerrejón pertenecía a la Nación. Lo cierto es que de Corazonal habría salido el primer cargamento de Cerrejón. Antes de que llegaran los exploradores se registró un embarque de carbón mineral desde Riohacha hasta Colón (Panamá), en 1883, realizado por el comerciante judío Samuel Pinedo, posiblemente para suministrarle al ferrocarril que unía ambos océanos. Los vecinos mayores de la zona de Barrancas dan fe de la existencia de por lo menos un pequeño tajo. Aparentemente, aquella era una explotación artesanal, sin mucha técnica, que aprovechaba el mineral que brotaba de la tierra.

El geólogo lituano quedó enterrado en la mina | Sin embargo, entre todos, el más fervoroso de los exploradores de Cerrejón fue el geólogo lituano Víctor Oppenheim.

Durante su recorrido en el valle del río Ranchería, haría por primera vez un reporte geológico, con mapas, mediciones de mantos, cálculo de reservas y análisis químicos del carbón; reporte que, conteniendo múltiples recomendaciones para la explotación y exportación del carbón, se constituiría en el primer estudio de factibilidad de la mina. Con ese rigor resultaba fácil captar la atención del Gobierno y la industria minera.

“EL MÁS FERVOROSO DE LOS EXPLORADORES DE CERREJÓN FUE EL GEÓLOGO LITUANO VÍCTOR OPPENHEIM”.

Había nacido en el año de 1906, en Latvia, antigua Unión Soviética. Pasó muchos de sus primeros años viajando en el Lejano Oriente, en las asignaciones de trabajo de su padre, un ingeniero civil de minas que fue asesinado cuando Víctor apenas era un adolescente. Después de regresar con su madre a su país de origen, estudió en Francia, donde recibió su título de geólogo en 1927. Ya en el siglo XX, en 1929, Víctor Oppenheim visitó por primera vez Suramérica. Y durante los años 1939 y 1949, lideró a pie y a lomo de mula 23 expediciones geológicas en Colombia. Encomendado por el Gobierno, exploró a finales de 1940 a La

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Guajira –en ese entonces departamento del Magdalena–, en busca de yacimientos petrolíferos.

Oppenheim también realizó publicaciones acerca del petróleo en los Llanos Orientales, estudios pioneros en los glaciares del Cocuy, Ruiz y la Sierra Nevada de Santa Marta, y hallazgos paleontológicos a lo largo de los ríos Ranchería, Atrato y el Magdalena. A su vez, fue el primero en realizar mapas geológicos en Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú, para compilarlos en el primer mapa geológico de Suramérica.

Geólogo, caminante, explorador, paleontólogo, arqueólogo, etnógrafo y minero, Oppenheim tuvo una especial devoción por La Guajira. De ello hay constancia en la página que, aun después de su muerte, mantiene abierta la Universidad de Texas sobre sus exploraciones en Suramérica, y, por supuesto, en aquel acto póstumo del 22 de junio del 2007. Quienes estuvieron presentes recuerdan que en medio de una espesa vegetación del cerro pequeño, como le llamaban los españoles (por eso, Cerrejón), una leve brisa esparció suavemente las cenizas. A lo lejos se divisaba el valle del río Ranchería.

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Así comenzó todo El reto inició en 1973, cuando el Gobierno Nacional vio la conveniencia de desarrollar un proyecto minero con miras a la exportación. Desde entonces, Intercor empezó a demostrar interés por esa iniciativa, e inició los estudios para desarrollarla.

Historia reconstruida a partir de los relatos que dejaron, por separado, Ramón de la Torre, Enrique Andrade y Nicolás Beltrán, directivos de la compañía Exxon-Intercor.

COMO CONSECUENCIA DE LA CRISIS ENERGÉTICA que por esa época se vivía, en el mundo se despertó un gran interés por la producción de carbón, y muchos empresarios internacionales vinieron a preguntar por los proyectos de Colombia. Solo hasta 1975 el país abrió la licitación para desarrollar un proyecto en el área específica de Cerrejón, que en principio involucraba a 17 firmas de reconocido prestigio internacional. En junio de 1976, el Gobierno adjudicó la licitación a Intercor, filial de la Exxon, y en diciembre de ese mismo año firmó el contrato de asociación, en cuya primera fase obligaba a la empresa a efectuar un estudio para determinar la factibilidad de este proyecto. Colombia no tenía instituciones para negociar y tomar decisiones en carbón. La que más se acercaba era la Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol), que intervino canalizando la actividad oficial y aportando su experiencia en el manejo de inversiones en exploración y explotación. Con la posterior creación de Carbocol, el Gobierno consolidó su representación en el negocio, ya con el objetivo y la mirada puesta en el desarrollo del complejo minero.

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Desde la firma del contrato de asociación, hasta la declaración de comercialidad y las fases iniciales, Cerrejón fue toda una travesía. Evidentemente, el caos era el sistema natural para la naciente organización de Intercor en los años 1977 a 1980. La empresa contaba con su propio grupo de geología y consultores del exterior. Muchos de los trabajadores de un grupo dependían de trabajos previos de otros. La organización disponía, en forma contractual, de escasos cuatro años para estudiar y definir física y económicamente viable el gigantesco proyecto. No era mucha la información básica, por lo que había que desarrollarla casi toda en un tiempo récord.

Los primeros estudios indicaban que aun tomando egresados del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), con los sistemas clásicos de entrenamiento se tardarían más años en preparar a este personal ultraespecializado, que en formar a un ingeniero.

Pero la necesidad es madre de la invención. El grupo de Recursos Humanos de Intercor, y en especial su División de Entrenamiento, logró diseñar unos cursos de prenivelación para bachilleres clásicos, y así equipararlos a bachilleres técnicos. Después, mediante un fructífero convenio “COLOMBIA FUE, con el SENA y aprovechando las magníficas SIN DUDA, UN instalaciones de esa institución en PAÍS ANTES DEL Barranquilla, logramos preparar los técnicos PROYECTO Y UNO de mantenimiento que requería el proyecto. MEJOR DESPUÉS”. Esto implicó, entre otras cosas, tomar la decisión temprana de iniciar el programa antes de definir su viabilidad, o sea, a costa inicialmente de Intercor y soporte de Carbocol.

Una de las principales preocupaciones era darle la importancia debida al estudio del elemento humano. Para analizar los aspectos mineros y de ingeniería había numerosos asesores a nivel mundial. Para diseñar una organización efectiva, que debía operar en un medio remoto, casi sin infraestructura, con una proporción desconocida de personal de la región y el resto fuera de ella, no encontrábamos muchos antecedentes. ¿Era posible entrenar especialistas en mantenimiento del gran equipo minero, desconocido en el país, partiendo de bachilleres clásicos de La Guajira? ¿O habría que traerlos de otras latitudes, mientras se entrenaba el elemento criollo?

La necesidad, madre de la invención | Mientras el proyecto avanzaba era necesario encontrar soluciones a algunos inconvenientes, y el primero de ellos, establecer un sistema

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modular de entrenamiento para formar, en relativo poco tiempo, a los técnicos del equipo minero, de características y dimensiones desconocidas en el país.

La organización muy inicial de Intercor fue mínima, por estar en etapa de estudio. Como muchas compañías de ingeniería, iba creciendo a medida que los distintos estudios perfilaban la magnitud del trabajo y la dimensión del proyecto.

reservas de carbón de alta calidad, cuya explotación podría hacerse comercialmente. Con base en esta reserva, en su potencial de producción, en las ventajas competitivas que se vislumbraban y en la posibilidad de desarrollar un programa de minería flexible y a costos competitivos, el Gobierno aceptó la comercialidad del proyecto. La construcción y montaje estaban a punto de comenzar. Una de las etapas más complejas fue la que siguió a la definición de comercialidad, pues surgió un gran debate nacional y a nivel parlamentario sobre las bondades del contrato y del proyecto mismo. Solo la entereza de los altos miembros del gobierno, y su profundo convencimiento de los beneficios de lo que se había venido haciendo, permitieron superar este difícil episodio. No fue fácil el reto. En una de las áreas más remotas y menos desarrolladas del país, fue necesario crear una infraestructura, que hoy en día nada tiene que envidiar a las existentes en países más avanzados. La compañía fue capaz de entregar las obras dentro de los plazos y costos en un comienzo anticipados, y el complejo minero estuvo operando normal y eficientemente. En medio de la coyuntura energética del mundo, el equipo humano en su totalidad continuó desarrollando las operaciones con la máxima eficiencia, y logró competir exitosamente dentro del mercado internacional.

Fin del conflicto | Después de tres años y medio,

Lo que fue y ha sido Cerrejón para Colombia muchos lo saben, pues, seis años antes de la inauguración, el proyecto ya estaba generando millones de dólares en divisas, que fortalecieron la economía e hicieron posible la valiosa participación de la industria colombiana, cuyo aporte fue fundamental en el desarrollo de este complejo.

que representaron un costo de 52 millones de dólares para Intercor, una intensa actividad exploratoria y estudios sobre la infraestructura que se requería y el mercadeo internacional de carbón, se pudo concluir, en efecto, la existencia de cuantiosas

Con esta obra se creó riqueza, trabajo y bienestar para La Guajira, la Costa y todo el país. Colombia fue, sin duda, un país antes del proyecto y uno mejor después.

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“Fue como encontrar una mina de oro” Aquel día de San Rafael Arcángel, Esmelín Pérez amaneció con un guayabo clínico que no le permitía levantarse de la cama. Ignoraba que era el gran día de su vida.

Por Ernesto McCausland Sojo

DÍAS ATRÁS HABÍA APARECIDO en el pueblo de Albania Fabio Esteban Barrera, un antioqueño alto y locuaz, que sorprendió a todo el mundo con sus conocimientos de música vallenata. Era representante de la firma que muy pronto iniciaría la extracción de carbón en las adyacentes e inexploradas minas de Cerrejón. El antioqueño le entregó a Esmelín un formulario para trabajar en la mina. Esmelín, que acababa de terminar su bachillerato, no tomó muy en serio la propuesta. “Llené el formulario así como quien no quiere la cosa”, cuenta hoy Esmelín, cuya aspiración era más bien seguir estudios de Agronomía en la Universidad de Córdoba. Pero allí no lo habían aceptado. Jamás en su vida Esmelín había visto un pedazo de carbón. “¡Qué iba a pensar yo que iban a llenar todo esto de máquinas!”, cuenta hoy. La noche anterior, víspera de San Rafael, la pequeña población de Albania estuvo de fiesta. Hubo acordeón del bueno, ríos de whisky importado y almas delirantes hasta el amanecer. Esmelín, fiestero como buen guajiro, se sumó a aquel jolgorio desbocado, y esa mañana de octubre estaba pagando las consecuencias. Hacia el mediodía, cuando su guayabo hervía en medio del calor agobiante, fueron a buscarlo para avisarle que lo habían

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seleccionado para trabajar en la mina. Pero lo encontraron tirado en la cama, en un estado tan lamentable, que no le dijeron nada. Hasta ese momento, y sin saberlo, Esmelín estaba quedando por fuera del grupo de bachilleres pioneros que iniciarían la explotación. Años más tarde, en 1991, en Cerrejón habían de extraerse trece millones y medio de toneladas en un año. Con Esmelín a bordo, desde luego, porque dos días después de las fiestas de San Rafael, cuando el guayabo hubo desaparecido, se fue para el campamento, dijo que estaba dispuesto a trabajar, juró que no volvería a emborracharse y finalmente fue aceptado con el nuevo proyecto. Hoy día, Esmelín Pérez trabaja en coordinación, anda en una camioneta rodando el denominado “hueco” de la mina y tiene fama entre sus compañeros de ser un magnífico trabajador. “Es un teso manejando cualquier máquina”, dice Norman Daza, que también hace parte de aquel grupo de pioneros. Pero en 1983, cuando empezó a trabajar, Esmelín no tenía ni idea de cómo funcionaba nada. Al grupo de aprendices les entregaron diez tractores D9L para que practicaran, y les asignaron instructores norteamericanos para que les enseñaran. Pero la cosa no fue fácil. “La verdad es que yo a esos gringos no les entendía”, cuenta hoy Esmelín. Por eso, el primer día que le soltaron uno de los diez tractores, Esmelín trató de tumbar un árbol gigantesco, y este se le vino encima, de modo que le reventó los vidrios y le causó graves daños al tractor. Usados y abusados por el grupo de aprendices, los diez tractores quedaron muy pronto inservibles. Pero para algo sirvieron. Aquellos tractores fueron herramientas claves para la labor de descapote que los 50 pioneros iniciaron en enero de 1983, no solo con maquinaria de ese tipo, sino con picos, palas, machetes o la herramienta básica de la naturaleza: las manos peladas.

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El alemán Max Schmeling fue un campeón mundial de los pesos pesados, que en un memorable combate en 1936 noqueó a una gran leyenda del boxeo: “El Bombardero de Detroit”, el inigualable Joe Louis, quien sufrió así la primera derrota de su vida. Entusiasmado con la contundencia de aquel gigante del ring, Hitler lo convirtió en un ejemplo de sus teorías sobre la supremacía aria, hasta que el mismo Louis tomó venganza y lo derrotó en 1938, cuando le reventó dos costillas y avergonzó mundialmente a Hitler. Esmelín Pérez no se parece en nada a Max Schmeling. No es alto, y es moreno oscuro, como su padre, don Loreto Pérez. Por eso, Esmelín no alcanza a explicarse por qué su padre le puso ese nombre. Esmelín sabe que fue por Schmeling. Únicamente. Pero así ha sido siempre don Loreto, obstinado, impredecible. Fabio Esteban Barrera conoció a Esmelín cuando trataba de comprarle a don Loreto sus tierras para el proyecto de Cerrejón. Don Loreto jamás quiso vender, ni ha querido hasta el sol de hoy. Loreto Pérez es oriundo de Albania, así como sus padres, abuelos y bisabuelos, que vivieron en esa población cuando quedaba en otro lugar. Al fin y al cabo, Albania hace parte de ese gran departamento mágico de La Guajira, donde hay poblaciones que desaparecen un día de un lugar y aparecen luego en otro. Esmelín Pérez creció entre Albania y la población de Remedios, donde vivía su tía Ana Lucía Asís. La primera gran lección de prudencia en la vida la recibió a los diez años, precisamente en la casa de su tía. Estaba cocinándose en una olla gigantesca un sancocho de conejo, y Esmelín trató de robarse una presa. La olla le cayó encima y los quemones le sirvieron como lección. Hoy día, Esmelín sabe perfectamente que las cosas se ganan con trabajo. Así se lo hizo saber en una ocasión al periodista

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José Fernández Gómez. Un grupo de empleados de Intercor fue invitado al programa de Fernández Gómez en la televisión nacional, y Esmelín fue seleccionado. Cuando el periodista español le preguntó que por qué trabajaba en la mina, la respuesta que disparó Esmelín aún es recordada con risotadas entre sus compañeros. “Por el cururu”, dijo. Lo cual, en castellano puro, no es otra cosa que “por el dinero”.

“A nosotros nos habían explicado ya que el carbón venía en mantos”, cuenta Esmelín. “Pero la verdad es que uno nunca alcanza a imaginárselo así. No sé por qué. Pero yo pensaba que venía sopladito”.

El hallazgo del primer yacimiento de carbón causó revuelo entre el grupo de pioneros. “Fue como encontrar una mina de oro”, cuenta Julián Brito. Como si se tratara de un hallazgo De aquel escuadrón de cincuenta pioneros aún queda más de la sagrado, los trabajadores dejaron el manto intacto. Es decir, mitad, repartidos entre Caciques (hoy Caribes), Conquistadores no hubo explotación inmediata. Solo recogieron algunos (Patriotas), Tesos (Titanes) y Fuetes (Líderes), los pedazos, para llevárselos a sus familias, en sus cuatro grandes grupos de trabajadores. Muchos de pueblos. Así, para esa época las casas de los ellos, como Esmelín, tienen responsabilidades pioneros fueron escenario de una romería muy delicadas en la operación de un proyecto de vecinos, que acudían maravillados a “DESDE AQUEL colosal, que les demanda a sus operarios contemplar la exótica piedra negra que DÍA INOLVIDABLE conocimientos, concentración y dedicación. surgía de su tierra. EN QUE ENCONTRARON Pero en enero de 1983, cuando fueron Fue un día inolvidable para ellos. Aquel CARBÓN POR contratados para que iniciaran el proceso de primer hallazgo hizo palpable la realidad PRIMERA VEZ, montaje, llegaron al primer campamento sin de que los suelos y subsuelos de Cerrejón MUCHO HA la más mínima idea de lo que el destino tenía estaban repletos de carbón, y así se SUCEDIDO”. para ellos. confirmó un descubrimiento que se había hecho decenas de años atrás. Duraron tres meses en el pequeño “Campamento de Tabaco”, recibiendo extensas charlas, viendo películas Desde aquel día inolvidable en que encontraron y matando el aburrimiento con fogosos partidos de fútbol. Luego carbón por primera vez, mucho ha sucedido. Hoy, diez años comenzaron el proceso de descapote en el territorio de la mina, después, Cerrejón es una de las minas a cielo abierto más para lo cual los llevaban y traían diariamente en una busetica. importantes del mundo, dotada de grandes comodidades y avances tecnológicos. No obstante, a pesar de lo intensivo del entrenamiento, a pesar de que ya les habían enseñado todos los módulos de aprendizaje, Esmelín Pérez vive con su familia en Albania. Ya tiene casa a pesar de que destruyeron los diez tractores D9L que les llevaron propia, y aspira a comprarse una finquita muy pronto, para ser para el entrenamiento, a pesar de que teóricamente sabían todo ganadero como su padre. Pero eso no será por ahora, afirma, lo que necesitaban saber, la sorpresa fue mayúscula cuando una mientras contempla con ojos maravillados el gran “hueco” de tarde de agosto de 1983 encontraron el primer manto de carbón. carbón. “Por ahora hay mucho carbón que sacar”.

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BUSCO A MIS COMPAÑEROS, con los que compartí mi inicio en la compañía. No los encuentro: solo me cruzo con algunos pocos. Casi todos se han ido. Han pasado muchos años. Hace más de 35 años fue mi primer día de trabajo. Ese 3 de julio de 1978, la empresa tenía un pequeño departamento de búsqueda de carbón, al que pertenecíamos unos pocos: geólogos, ingenieros de minas y un grupo de dibujantes, entre otros profesionales; éramos, en ese momento, el personal de la compañía en Bogotá.

La mina era solo un dibujo

Mi primera asignación fue dibujar el yacimiento de carbón, y hacer la proyección de los mantos del mineral y la roca que se estaban explorando. A los jóvenes de hoy este trabajo podría parecerles extraño, porque con los sofware que ahora existen es menos compleja la tarea.

Por Margarita Savino Lloreda

En mi época, la labor era totalmente manual, dispendiosa y de mucho cuidado; los geólogos traían las muestras y las lecturas de los pozos exploratorios, y nosotros las calcábamos en secuencia en el papel mantequilla, en unas planchas de más o menos tres metros de largo por un metro de ancho. Después, usando reglas de diferentes tamaños, uníamos las líneas marcadas en tinta china y rapidógrafo. No podíamos utilizar el lápiz, porque era demasiado claro para las copias heliográficas que se debían sacar después. Había que hacer la distribución topográfica del plano e indicar con círculos grandes o pequeños, líneas, puntos, aristas, dónde había más carbón y dónde menos, así como los límites geográficos del manto del mineral. En otras palabras, la mina misma. Lo más difícil era cuando los geólogos y los ingenieros de minas llegaban con más muestras, que debíamos insertar en estas planchas para correlacionarlas nuevamente. Para no repetir todo, hacíamos como un trabajo de microcirugía: cortábamos con cuchilla el pedazo de la plancha en donde se iba a insertar la nueva muestra y lo pegábamos con cinta transparente, de una forma casi mágica para que no se notara. Luego, utilizando de nuevo la cuchilla, borrábamos con suavidad para no dañar el papel. Los dibujantes éramos tres. En Bogotá esperábamos las muestras para empezar a trabajar. No había otra forma de hacerlo. Cada

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plano tenía, además, la información sobre el número de la plancha, la fecha, el nombre del dibujante que lo hizo o el del ingeniero que entregó la muestra. Escribir cada letra representaba otro esfuerzo. Después, había que unir todo en un gran plano que fuese entendible para los ingenieros, los gerentes y todos los que esperaban la presentación de los informes. Éramos un grupo de nivel avanzado, que interpretaba con rapidez y precisión los esquemas de los ingenieros, y trabajábamos para todos los grupos de minería. Las presentaciones se elaboraban en unos acetatos, que pintábamos también a mano, con tintas de colores, y marcábamos con díngrafos, otros aparatos que en la actualidad pueden estar en los museos. Estos acetatos se reproducían en proyectores de view-graph.

En 1981 nos trasladaron a Barranquilla. Ahí me delegaron la tarea de montar el área de Dibujo, con doce personas a cargo. No se imaginan el volumen de trabajo, todo hecho a mano. Junto a Planeación y Control Ambiental, el área de Dibujo Especializado completaba las tres secciones que conformaban el Centro de Planeación de Minería, que tenía como propósito definir las reservas de carbón que económica y técnicamente se podían extraer, y desarrollar los planes de minería más eficaces para recuperar el mineral. Aunque no había el boom nacional de la conciencia ecológica, ya consideraban este aspecto en las proyecciones de modelación.

En 1987 entró a operar el Minex, tecnología avanzada de cálculo minero y proyecciones, que permitía dibujar toda la mina en diferentes planos y dimensiones. El Departamento de Dibujo fue desmantelado. Triste, pero inevitable. Las mujeres debíamos usar faldas a la rodilla, “SIENTO QUE LA Todo lo que hicimos manualmente se nada de pantalones. Podrán imaginarse lo COMPAÑÍA ES UN convirtió en una base de datos que incómodo de trabajar así, teniendo en cuenta LIENZO EN EL QUE automatizó el proceso. lo altas que eran las butacas donde nos CADA TRABAJADOR sentábamos, junto a una mesa de dibujo. HA TENIDO LA A pesar de los cambios, tuve Los hombres –por su parte– no podían tener OPORTUNIDAD DE varias asignaciones después: en el cabello largo, ni usar bigote o chivera, y DIBUJAR SU PROPIA el Departamento de Minería, en el siempre debían estar en traje entero y corbata. HISTORIA”. Técnico, en el área de Excedentes de Materiales y, por un largo tiempo, en En esa época no había celulares, computadores el área de Logística. Por varios años fui ni mucho menos internet. Nos comunicábamos por la encargada del transporte de carga nacional teléfono, y por cartas escritas en máquinas eléctricas IBM, e importada, y nacionalización de materiales que que se transcribían después de ser dictadas por los jefes a unas ingresaban a puertos diferentes a Puerto Bolívar. Al regresar secretarias que tomaban notas en taquigrafía. La comunicación a Bogotá con el plan Retobo, fui asignada como Supervisora interna era a través de memos, en papeles que distribuían las de Cuentas por Pagar del Departamento de Contraloría. personas encargadas de correos. Los comunicados del exterior se Ya no pintaba nada, pero tenía el reto de bosquejar, línea a hacían a través de télex, que debían transcribirse y circularse. línea, cada cargo que me encomendaban. Íbamos y veníamos de la mina. Así vi crecer el campamento y Finalizando mi recorrido en la empresa, a punto ya de la la línea férrea, y tuve la oportunidad de recibir el primer clavo jubilación, siento que la compañía, independientemente de conmemorativo, el día de su inauguración. Inclusive, pude quién, cómo o en qué momento la mire, es un lienzo en el dar un paseo en la locomotora, lo que hoy es prácticamente que cada trabajador ha tenido la oportunidad de dibujar su imposible. Hasta tuve el privilegio de bajar al tajo en operación propia historia. con mi mamá.

“FUE COMO ENCONTRAR UNA MINA DE ORO”

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¡Puerto! ¡Puerto! ¡Puerto! Media Luna era un caserío de indígenas, que los designios de la naturaleza ubicaron en Bahía Portete. Sus habitantes dejaban transcurrir los días en el sopor del sol tropical, acostados en un chinchorro bajo la sombra de su enramada de yotojoro, mientras las embarcaciones de contrabando cruzaban con su carga de mercancías.

Por Eduardo Gutiérrez Tapias

ENTRE MUJERES TEJEDORAS Y NIÑOS correteando chivos, los hombres esperaban la noche sin luna para lanzarse, encaramados en sus canoas de vela, al mar de sus misterios. Y regresaban al amanecer con la pesca del sustento. Ese era el devenir de una rutina diaria que a algunos les podría parecer monótona, pero que ellos relataban con magia. Lejos estaban de imaginar lo que, más allá, estaba ocurriendo en los días sedientos de los años 80. A 150 kilómetros, en las entrañas de la península, un grupo de geólogos constataba la existencia de carbón en cantidades apreciables y de alta calidad. Para la producción en gran escala del mineral se hacía necesaria la construcción de una infraestructura sin precedentes en la historia de la ingeniería colombiana. Y para impulsar su desarrollo, había que buscar un lugar en la costa caribeña de Colombia, donde se pudiera levantar un puerto capaz de recibir buques de hasta 150 mil toneladas de capacidad para exportar el mineral. Desde hacía meses la compañía venía haciendo estudios en Santa Marta, Magdalena, y Punta Gallina, La Guajira, pero ya había que tomar decisiones.

¡PUERTO! ¡PUERTO! ¡PUERTO!

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Un grupo de 16 norteamericanos y un colombiano (ese era yo) tuvimos la responsabilidad histórica de surcar las aguas de esa parte del Atlántico, para encontrar el sitio privilegiado en el que embarcaríamos el carbón colombiano para el mundo. A bordo de una embarcación con un nombre peculiar, La “Strega” (palabra italiana que significa “bruja”), navegamos en busca del lugar apropiado. La nave, que, según nos enteramos, en sus tiempos de gloria había sido el yate privado de Frank Sinatra, ondeaba ahora por las costas tropicales del Magdalena y La Guajira, en una misión diferente a la que imaginó para sus ratos de ocio su antiguo dueño. La investigación nos llevaba a Bahía Honda, Bahía Hondita, Castilletes, Río Ancho, Cabo de la Vela y Bahía Portete. Al

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final nos quedamos con las tres últimas opciones, pero todos sospechábamos cuál era la mejor. La profundidad del canal que salía de Bahía Portete para adentrarse en la inmensidad del océano nos atraía, y hasta alcanzamos a imaginar cómo se vería allí un muelle de exportación de carbón, con una dimensión tres veces mayor que la del más grande puerto que existiera en Colombia. ¿Qué tal un enorme y pesado buque de carga acercándose desafiante, pero con prudencia, al puerto carbonífero más importante de América Latina? Desde hacía varios días habría estado surcando el Atlántico Norte con sus bodegas vacías. A cuatro millas de ahí comenzaría a detenerse por completo y fondearía en el mar azuloso de La Guajira. A lo lejos se divisaría un gigantesco brazo mecánico, que busca la boca de las bodegas

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de otro buque que está terminando de cargar el carbón. Atrás, una fila interminable de barcos esperando su turno. Así lo pensamos, y así sería. Pero de vuelta a nuestra realidad, llegábamos a Media Luna. Todas las mañanas debíamos levantarnos temprano, bañarnos debajo de un trupillo –al aire libre–, desayunar con los alimentos típicos de la región y enfrentarnos a los oleajes de aguas saladas montados en los remolcadores. Dormíamos en chinchorro. Compartíamos con los indígenas. Los niños dejaban sus quehaceres momentáneos para entregarse a la dicha del espectáculo inolvidable, cuando el helicóptero de los alimentos llegaba. Corrían maravillados, abrasados por el calor del sol peninsular, para hacer en el suelo las mismas piruetas del aparato cuando realizaba las maniobras de aterrizaje. Todos

¡PUERTO! ¡PUERTO! ¡PUERTO!

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gozaban sumergiéndose en el remolino de arena que levantaba el helicóptero. Y cuando ya estaba sobre tierra, trataban de acercarse a él para satisfacer la curiosidad infantil de tocar ese aparato extraño que volaba. Nosotros, mientras tanto, seguimos adelantando los estudios sísmicos iniciales. Sin embargo, hubo un momento de frustración, porque encontramos que el fondo de Bahía Portete era aparentemente de roca dura. Esto no estaba en los planes. El costo de dragado hacía antieconómico el proyecto. Al fondo se iba todo, incluyendo los barcos y las palas mecánicas que nos imaginamos.

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¡PUERTO! ¡PUERTO! ¡PUERTO!

Las cartas de navegación de la costa nororiental del país estaban signadas por el Almirantazgo Británico en el siglo XIX. No había información sobre corrientes marinas, mareas, ni vientos. La eventualidad implicaba usar equipos de medición que no teníamos. El tiempo era insuficiente para tamaña tarea. ¡El desastre! La organización, decidida, optó por traer del exterior buques con taladros especializados, que durante unas semanas estuvieron haciendo perforaciones en el lecho de la bahía y en su canal natural de entrada. Con los equipos pudimos determinar que el lecho no era realmente de roca dura, y se podría dragar a un costo razonable.

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Se decía que alguna vez Puerto Bolívar fue más grande que Mushaisa, el campamento de La Mina, y creo que así era, porque todo entraba por el puerto: las casetas, los carros, la maquinaria, todo. Pero en 1986 fuimos testigos de algo muy importante: el zarpe del buque Bulk Venturer, que transportó 23.000 toneladas de carbón a Europa. Fue el primero de todos después del embarque anticipado a Dinamarca. Este, como aquel, marcó un hito en la empresa y en nuestros corazones. Lo recuerdo como si fuera hoy.

Tal como se hizo. Cuando estuvo todo dragado, le escuché decir a uno de los norteamericanos que ese no era el mejor lugar, sino el mejor del mundo. Así, tuve la misma sensación de aquellos exploradores perdidos, que creyendo haber llegado a las Indias Orientales gritaban de júbilo cuando por fin vieron la tierra: ¡Puerto! ¡Puerto! ¡Puerto!

Pero como si la vida me atara definitivamente a mi destino, en diciembre de 1981 fui contratado como Ingeniero Residente del puerto.

Pues justamente allí la empresa construyó Puerto Bolívar, que lleva ese nombre desde noviembre de 1983, después de que el Gobierno Nacional otorgó en concesión a Carbocol unas zonas de playa y terrenos de bajamar en Bahía Portete, y autorizó la construcción y operación del puerto privado para la explotación y exportación del carbón.

En enero de 1983 comenzamos las obras para la construcción del muelle de suministros, por donde se descargaron y recibieron los tractores de orugas, traíllas, tráiler, los primeros vagones y rieles, y los demás equipos para la iniciación de la construcción de la carretera y el ferrocarril.

Atendiendo al llamado de otros proyectos fuera de La Guajira, me retiré de lo que hasta ese momento se había convertido en mi gran obsesión profesional.

A través de este muelle entran y salen en la actualidad elementos indispensables de la operación diaria: las llantas, el nitrato de amonio y el combustible.

Hoy, después de los procesos de expansión, la empresa cuenta con tres muelles: dos carboneros y uno de suministro, que operan las 24 horas del día.

EL CAMIÓN TRANSITABA CON DIFICULTAD sobre aquella carretera, que más parecía un camino de herradura. El polvo se pegaba en la piel de quienes la ocupábamos. Los intensos rayos del sol guajiro nunca perdonaban el que algún ser humano tuviera el atrevimiento de desafiarlo a las doce del día, y menos aún montado en un vehículo destartalado en una vía sin gloria.

que aprendí de mi raza. Entonces, me dieron unas instrucciones rápidas, y me dictaron un párrafo para que lo pasara a máquina en 15 minutos.

La primera secretaria que llegó al puerto Por Rosario Gutiérrez Gómez

Feliz por estar de nuevo cerca del mar, volví con mi esposa. Aún estaba en construcción la infraestructura del puerto, y se avanzaba en el dragado y los estudios de geología marina.

Hacía menos de quince días había dado a luz a mi primer hijo en Venezuela. Allá recibí el telegrama que cambiaría, quizá para siempre, el rumbo de mi existencia: Intercor me llamaba para hacerme una entrevista de trabajo. Desde mi ranchería en Ishamana, había oído hablar de una empresa que extraería el carbón de la Zona Norte de Cerrejón. Cuando me enteré de que necesitaban personas de la región, que además del español hablaran wayunaiki, no dudé un instante para enviar mi hoja de vida. Después de recibir el mensaje sobre la entrevista, me comprometí a cumplir la cita. Llegué a Maicao con el niño recién nacido. Se lo dejé a una de mis tres hermanas. Apenas entré al campamento, me sentaron frente a una máquina de escribir eléctrica. Nunca antes había escrito en una de ese tipo: –Yo sé escribir es en máquina manual, les dije, con la sinceridad

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Frente a la majestuosidad y belleza de Bahía Portete, está la inmensidad del puerto y las operaciones que alguna vez dibujé en mi mente. Desde siempre nos hemos sentido orgullosos de hacer parte de Cerrejón. Yo, mi esposa y mis hijos gemelos, que nacieron aquí. Los cuatro sabemos que en esta empresa hicimos historia.

En ese mismo año finalizó la etapa de construcción y montaje de las instalaciones e infraestructura de Cerrejón Zona Norte, que dio inicio a la operación de minería en gran escala.

Me convertí en la persona que servía a todos los empleados de Intercor que estaban por esa época en el puerto. Era su soporte, así que me esforcé por hacerlo con mucha eficiencia, lo que me permitió ganar el aprecio y respeto de mis compañeros.

Mi tranquilidad inicial se perdió por completo, para darle paso a un nerviosismo incontrolable. Era la hora del almuerzo. Los habitantes del campamento se fueron a comer. Cuando quedé sola, le di rienda suelta a mi emoción; no podía creer que esa máquina borrara, sin necesidad de pasar “YO SÉ ESCRIBIR nada sobre la hoja. Tuve tiempo de repetir ES EN MÁQUINA cinco veces mi escrito, hasta quedar en una MANUAL” –LES DIJE, presentación impecable, pues los 15 minutos CON SINCERIDAD. se convirtieron en casi una hora. En los primeros días de noviembre de 1983 me llamaron. Me puse feliz: iba a firmar el contrato. En Barranquilla me dijeron que me correspondía trabajar en Puerto Bolívar, como secretaria de Relaciones Públicas. El 7 de ese mismo mes llegué al puerto. A pesar de ser nacida y criada en la llanura árida de la extensa Guajira, no conocía a Bahía Portete, ni a mis paisanos pescadores de Media Luna.

¡PUERTO! ¡PUERTO! ¡PUERTO!

Fui testigo de las monumentales obras que se realizaron. Veía admirada la maquinaria pesada que arribaba, y me tomaba fotos al lado de cada una de ellas, para mostrarlas orgullosa como único testimonio que afirmara mi asistencia a esos eventos históricos. Mi vida, allí, fue feliz. Dos de mis hijos nacieron en esta estación, que le dio progreso y estabilidad económica a mi familia, mientras llenaba de desarrollo a mi tierra.

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Los camiones más grandes del mundo Mi abuela contaba con frecuencia un pasaje bíblico, en el que un frágil joven, llamado David, derrotaba con su onda al gigante Goliat. Desde entonces me preguntaba cómo sería estar frente a un hombre enorme, al que yo no le llegara ni a las rodillas.

Por Luis Felipe Henao Rojas

A LA MINA HABÍA LLEGADO EN EL AÑO 1983. Por los estudios que hice y las prácticas que estos exigían, venía con el conocimiento suficiente para maniobrar equipos, aunque en realidad me faltara mucha experiencia. Ingresé a la compañía como técnico electricista. En esa época había un solo equipo de trabajo y todos reparábamos de todo. Éramos alrededor de ocho personas por turno. Las jornadas transcurrían en total normalidad, en medio de las herramientas y equipos livianos, que hasta ahora le permitían a la operación abrir caminos en la mina; hasta que nos notificaron que pronto llegarían camiones de 150 toneladas para el trabajo pesado. Ciento cincuenta toneladas eran mucho, pero en realidad no alcanzábamos a dimensionar el tamaño. Los carros más grandes que conocíamos eran los buses de palito que transitaban las averiadas vías de mi pueblo. Las claridades llegaron un martes por la noche. Desde puerto –nos dijeron– viene una procesión de camiones que todo el mundo sale a ver.

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LOS CAMIONES MÁS GRANDES DEL MUNDO

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Lo primero que vimos fueron las luces a la distancia. Lo que era se movía como pueblos iluminados. A medida que se acercaban, se sentían como el resuello de varios dragones. Cuando detuvieron su marcha, estalló en mi grupo lo que podía ser una fiesta sorpresa. Mis compañeros los tocaban y se tomaban fotos. Lo que más nos impresionaba era que las llantas fueran más grandes que nosotros mismos.

que bajaron del tren fueron los dos chasíses, que pesaban, cada uno, 46 toneladas. Después descargaron los enormes contenedores, en donde venían metidas las demás piezas de los equipos mineros. Eran camiones más cómodos y confortables y, evidentemente, con mejor tecnología. Además de mayor amplitud en la cabina, los instrumentos y controles minimizaban el ruido y proporcionaban una mayor seguridad en nuestra labor.

Yo me acerqué con lentitud. Aquellos eran, evidentemente, los Un supervisor que sabía inglés fue leyendo las camiones más grandes del mundo, y yo, el diminuto instrucciones, pero era como si nos repitiera una guerrero de los cuentos de mi abuela. Sentí mucho lección que nosotros mismos, a base del trajín miedo. No estaba preparado para reparar con los otros equipos, ya nos sabíamos. equipos tan monumentales. Tomé, entonces, una decisión que con seguridad habría No fue difícil. Tampoco fácil. Pero al cabo “AL CABO DE UNOS molestado a mi vieja: “¡Yo me voy, cuadro! de unos días, vimos andar aquel coloso DÍAS, VIMOS ANDAR A ¡Un año más aquí y me voy!”. que nosotros mismos habíamos armado. AQUEL COLOSO QUE Hubo aplausos. Algunos compañeros NOSOTROS MISMOS Pero aquello era apenas una muestra de lo saltaban de la emoción. Todos reíamos. HABÍAMOS ARMADO”. colosal de este proyecto. Aquí todo sería Era como si entre todos hubiéramos grande: las palas, las voladuras, los trenes, las parido un hijo. metas… Era cuestión de acostumbrarse. Actualmente en la operación contamos En 1995 llegaron nueve camiones de 240 con más de 240 camiones, de 320, 240 y 190 toneladas, más uno que adicionó la empresa proveedora toneladas de capacidad. Caterpillar, para garantizar la disponibilidad de los restantes. Eran diez nuevos gigantes, que, sin embargo, ya no me intimidaban. Ya no tengo mucho contacto con ellos, pues ahora soy Diez nuevos retos, que gracias a la práctica ganada con los años, Coordinador de Seguridad de la Intendencia de Ferrocarriles. cada vez se hacían más pequeños. Como ven, me fui acostumbrando a vivir en esta tierra de Nuestra prueba de fuego apareció meses después, cuando nos gigantes. El miedo desapareció, a sabiendas de que cada reto tocó a nosotros mismos armar un camión. Hasta ahora todos que vendría sería superior. venían ensamblados. De vez en cuando visito a mi abuela. Ella me sigue hablando Los compañeros encargados utilizaron tres grúas: una de 80 de la Biblia. Yo aprovecho y le muestro mis fotografías, junto a toneladas, otra de 35 y una cama baja también de 80. Lo primero los monstruos que alguna vez me asustaron.

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La legión de extranjeros en la mina Al principio todos eran extranjeros. Contratados por la Morrison Knudsen, la compañía a la que Intercor había encomendado la construcción de la infraestructura física de la mina, venían de todas partes del mundo.

Por William Blanco Ahumada

LAS EMPRESAS QUE TRAÍAN las primeras maquinarias y equipos, del mismo modo, enviaban expertos para hacer los montajes iniciales. Las primeras palas, por ejemplo, llegaron de Japón. Ellos conocían lo que nosotros no. Al fin y al cabo, para La Guajira los componentes del proyecto eran sobrevinientes: solo sabíamos que teníamos grandes reservas de carbón y que había que buscar la manera de llevarlas hasta un terminal seguro para luego ser exportadas. Colombia no contaba con los suficientes recursos técnicos y humanos para emprender el proyecto, así que necesitábamos gente con vasta experiencia que adicionalmente pudiera formar al personal. Por esa época se graduaban siete u ocho ingenieros de minas por semestre. Todos los egresados de la Universidad del Norte terminaban trabajando en Cerrejón. Había que encontrar y construir un puerto en el mejor sitio de la península. La misión fue encomendada a 16 norteamericanos, quienes durante varias semanas surcaron el agreste mar del Caribe, antes de proclamar que sería Puerto Bolívar.

LA LEGIÓN DE EXTRANJEROS EN LA MINA

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Después vino el descapote que despejaría el yacimiento a cielo abierto. Y la construcción de la ciudadela en la que vivirían los ingenieros y operarios que harían el montaje del puerto. Y la línea férrea que traería el carbón desde la media Guajira. Y todo el engranaje de la mina en Cerrejón, con sus silos, bandas transportadoras y plantas trituradoras. Y el campamento. Todo ello de la mano de una legión de foráneos que con cada labor fue transfiriendo conocimiento al personal de Colombia; este, desde distintas regiones del país, fue integrando la mano de obra especializada, la cual a su turno capacitaría a la de la región Caribe que apenas se empezaba a preparar. La minería es una actividad que se domina trabajando en el campo, y los nuestros la aprendieron sumamente rápido. Entre los nombres que quedaron inscritos figuran Tom Basley, Superintendente de Transporte de Personal; Tom Dixon, Superintendente de Ferrocarril; Nick Butler, Superintendente de Puerto, y Bill Morrel, Gerente del Departamento de Puerto y Transporte que los dirigía a todos. En Mantenimiento, mis compañeros recuerdan a Andy Lowe, primer Superintendente en la mina; a Frank Bates, Joe Cote, Art Mueller, Rudy Correa, y Bob Langston, responsables del área mecánica, y a Bob Buntin, Al Irvy, Carl Chadtzutko, Henry Smith y Tony Freeman, del área eléctrica. George Hughes fue un especialista de silos que trajo también la Morrison. Con él, Cerrejón cargó el primer vagón. Don Studebaker fue el Subgerente de Relaciones Industriales, cuando ya todo estaba más o menos organizado. Él era un ingeniero civil de la Universidad de Missouri que tenía como afición pilotear aviones. Al frente de la División de Recursos Humanos estaba el ingeniero químico Tom Altman, de Houston que jugaba softball con el equipo de Intercor.

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Y Larry Stockman, un sociólogo de la Universidad de San Luis, se volvió experto en dos cosas: en asesorar a los extranjeros que iban llegando a la organización, y en los nombres y la historia de las calles de Barranquilla. De aquellos primeros días, mis compañeros recuerdan a un grupo de excombatientes de Vietnam que habían sido traídos por las compañías contratistas para desplegar las tareas de ingeniería de suelo que habían aprendido en la guerra. Eran hábiles en los trazados y rigurosos en los procedimientos, pero no podían sentir el ruido de un helicóptero, porque inmediatamente se tiraban al suelo. Algunos de ellos, inclusive, no dormían tranquilos, por las pesadillas que cada noche los atormentaban, al imaginar que aún estaban en los campos de batalla. Algunos directivos de Cerrejón, como Óscar Londoño, tienen muy presente a Bill Barret, Superintendente de Operaciones, quien se dedicó a reclutar a buena parte de los ingenieros colombianos que fueron vinculados a la mina. Por ejemplo, Barret le ofreció trabajo a Londoño mientras se lo encontró caminando por la calle 72 en Barranquilla. Otro Bill, de apellido Dotche, elaboró el primer plan de movimiento a la mina, y recibió a los primeros operadores junto con el personal nacional que ya había sido incorporado. Ellos fueron los responsables de hacer los entrenamientos en el campamento de Tabaco, con un carro de tanque alquilado y una motoniveladora 12G. Nuestros instructores eran especialistas en cambiar los nombres de algunos trabajadores: a Jairo siempre lo llamaron Jaro, y a Eudaldo le decían Alaldo. Cuando Jairo y Eudaldo coincidían en los turnos, aprovechaban para remedarlos; uno a otro se llamaban por radioteléfono, y pronunciaban mal sus propios nombres para burlarse de sus jefes. Un día Marck Kenner, el jefe de Eudaldo, escuchó cuando lo estaban imitando. Los autores de la chanza y quienes los

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apoyaron, se asustaron al sentirse descubiertos. A cambio de la reprensión, se encontraron con las carcajadas sonoras de Kenner y sus allegados. Los venidos de otras latitudes que en principio llegaron a enseñar, terminaron aprendiendo a adaptarse al clima, las costumbres y un idioma diferente que les costaba enojos y también risas. Una tarde acompañé a mi jefe a hacer un recorrido en su camioneta. En medio de una trocha por la que transitábamos, encontramos un tractor varado. Conseguimos al técnico para que lo revisara y esperamos un largo rato, mientras él cumplía su tarea. Impaciente por la demora, mi jefe le preguntó al mecánico si tardaría más de dos horas, pero el interrogado no entendió. Intervine y le traduje la inquietud. El muchacho miró al gringo y le indicó: quizás. Mi jefe enfureció tanto que casi le pega, porque entendió que con la palabra “quizás” su interlocutor le decía: “béseme el trasero”. Volví a intermediar para aclarar que esa respuesta lo que expresaba era: “maybe two hours”.

Cuando llegó uno de los instructores a revisar, me preguntó en su idioma por qué la pala botaba humo. Yo lo calmé, y le aclaré que era normal. Más adelante vimos otra pala en la misma condición, y ahí si comenzamos a preocuparnos. El instructor creyó que en poco tiempo habíamos dañado las palas, pero terminó entendiendo los beneficios del procedimiento, y hasta copió el modelo.

“HOY, HAY QUE RECONOCERLES QUE CIMENTARON LAS BASES PARA QUE LA MINA DE CERREJÓN PUDIERA SER RECONOCIDA”.

Los malos entendidos no solo fueron causados por el idioma. Un Vicepresidente de Operaciones, de apellido Finlay (o Finley), prometió que si la meta de ese año se cumplía, nos daría libre el 31 de diciembre. Nos esforzamos, y a finales de noviembre alcanzamos las toneladas solicitadas. Apesadumbrado, el Vicepresidente nos reunió para admitir que se había excedido en el ofrecimiento, porque no era autónomo en esas decisiones. Así que ese año tuvimos que recibir el año nuevo trabajando. En otra ocasión, las palas que utilizábamos tenían un sistema de presurización (bombeo) que inyectaba aire a un ventilador y lo pasaba por unos filtros para expulsar polvo. Cuando esos filtros se tapaban, la pala perdía la presurización. El mantenimiento era complicado, y desmontarla nos quitaba mucho tiempo.

LA LEGIÓN DE EXTRANJEROS EN LA MINA

Decidimos meterle la mano al sistema de arranque, para que el ventilador girase al revés y así sacar el aire. En menos de tres minutos limpiaba los filtros y quedaba lista la pala. El gerente aprobó la rudimentaria alteración.

Por esa época Cerrejón era un desierto al que pocos querían venir. Para hacer más grata la estancia, en alguna ocasión los extranjeros trajeron un avión de Arizona, cargado con especies vegetales de todo tipo que nunca pudieron germinar. Se pudrieron porque no se adaptaron a nuestro fuerte clima. En el verano el polvero las asfixiaba y en invierno el agua las inundaba.

Entre los forasteros también había defensores incansables de la justicia. Bob Shorette, a quien los operadores consideraban un “genio loco”, hizo una particular protesta. A una reunión de directivos no llegó en su carro, como era costumbre, sino en un burro, como reproche por la falta de camionetas en la sección que dirigía. Llegó muy serio, pero fue inevitable la risa entre quienes lo vieron. La iniciativa dio frutos: al poco tiempo mejoraron el parque automotor del grupo del que Bob era líder. Todos esos nombres nos dejaron las anécdotas y los conocimientos. Hoy, cuando no queda ni uno solo, pues el capital humano que maneja la empresa es el que ellos formaron en La Guajira y Barranquilla, hay que reconocerles que cimentaron las bases para que la mina de Cerrejón pudiera ser reconocida en todo el mundo como una gran productora de carbón.

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Fábrica de nostalgias En una conversación de tarde sabatina, rememorando historias de 30 años en Cerrejón, alguien bastante cercano me recordó que, conociéndome tal como me conocía, si me hubiese preguntado en los lejanos años 80 si podría quedarme tanto tiempo en una sola empresa, la respuesta obvia sería un no rotundo, dados los ímpetus y alas que caracterizaron mis primeros seis años de carrera.

Por Óscar Londoño Escobar

PERO ¡CÓMO NOS CAMBIA LA VIDA!: heme aquí después de 32 años y ya cerrando la puerta de mis aportes y aprendizajes, rebobinando el casete (si es que los jóvenes saben qué es eso) de esos ayeres que, parodiando a Benedetti, hoy son nostalgias para descongelar. ¿Y qué fue lo que pasó?: que cada uno de esos más de 11.500 días fueron únicos, sin repeticiones, llenos de experiencias y de nuevos retos, de nuevas tecnologías, de nuevos saberes, de nuevas personas con quienes interactuar y a quienes apreciar; en fin, cada día de mi permanencia en este complejo se fue convirtiendo en una oportunidad de crecimiento constante. Corría el año 1980 cuando, llamados por un profesor de la Facultad de Minas de la UN, vinculado a la Exxon y asignado a lo que era el Proyecto Cerrejón, aterrizábamos en Barranquilla tres de los pocos ingenieros de Minas y Metalurgia que paría el país cada año, para continuar un proceso de selección cuyo fin era enrolarnos en un sueño aún de papel; se quedaron dos. En ese momento mis condiciones de juventud me permitían licencias difíciles de superar por el ofrecimiento de Intercor: trabajaba construyendo túneles para hidroeléctricas, pasaba por abrir minas de carbón subterráneas con tajos largos, de iniciar las primeras

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FÁBRICA DE NOSTALGIAS

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operaciones a cielo abierto en Córdoba, de aprender mucho cada día, y por ello, como valor adicional, recibir salarios y primas de campo que me permitían ayudar mucho a mis padres y hermanos, y la posibilidad de poder ajustar mis horarios y llegar a visitar a mi eterna novia, con quien al fin me casé en el 81. Al ser llamado, como cosa excepcional, por segunda vez en el 82, decidí llegar a Intercor y a Barranquilla como paso para instalarme por ya casi 30 años en mi segundo hogar: La Guajira. ¡Qué primeros años 82 y 83 tan sobrados! Llegar a La Guajira, a la que conocía someramente gracias a Eduardo Zalamea en su libro Cuatro años a bordo de mí mismo, y a Henry Cherrier con su Papillón. Adaptarme a una cultura caribe maravillosa y conocer gente mucho más maravillosa. Recibir en enero del 83 a los primeros operadores e iniciar de la nada la construcción de un complejo que transformó a Colombia y, sin temor a equivocarme, a la región. ¿Anécdotas? Todas. Las situaciones más bizarras se presentaron, los personajes más curiosos, la transculturalidad con personas de todos los pelambres, los gringos, los chicanos y los encargados de las obras civiles, todos enfrascados en un inicio febril de una construcción donde todos los campos de la ingeniería y de las ciencias sociales tuvieron que ver. Y por ello, cada amanecer era una nueva sarta de experiencias valiosísimas para quien quisiera mantener los ojos abiertos, la mente despierta y apropiarse del conocimiento que aparecía en todos los rincones, desde este valle del Ranchería y hasta la majestuosidad del desierto de la Alta Guajira. Miles han pasado por aquí, y por ello, dondequiera que uno va encuentra un amigo, un conocido o alguien que lo reconoce. Me los he encontrado por todo el país y por todo el mundo, desde un pueblo perdido en Dakota del Sur (Deadwood) hasta una ciudad minera en Australia (Lemington), y de tantos conocidos vivos y muertos (que permanecerán y seguirán existiendo mientras

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alguien los recuerde), con certeza puedo decir que su paso por Cerrejón los marcó de manera indeleble con esta cultura de valores, ética, respeto por la diferencia y por el otro que ha sido el eje vital desde el comienzo. Ha sido lo mejor que ha podido sucedernos al 99,9% de quienes hemos participado en esta construcción de país.

donde recibían instrucción los primeros operadores. Y comenzó la operación aérea con unos avioncitos Twin Otter para pistas cortas, porque la de Tabaco sí que lo era, además de tener en la cabecera una ceiba inmensa al lado del arroyo que el dueño de la finca nunca dejó derribar y que obligaba a unos aterrizajes casi en caída libre y unos ascensos como de cohete.

Este espacio no es suficiente para tantas anécdotas y nombrar a tantos seres especiales que se cruzaron con mi espacio vital en 32 años, y mencionar unos cuantos sería injusto con ellos y conmigo mismo, pero sé que si alguien se toma el trabajo de leer estas líneas, va a encontrar referencias comunes:

Así hacíamos los cambios de turno los supervisores y técnicos Mientras transcurrían los inicios de la operación minera, paralelo que vivíamos en Barranquilla en el famoso “4xCacho”, como a ello se gestaba en Bahía Portete otro “portento” de la Ingeniería: mis compadres guajiros denominaron los cuatro días fuera Puerto Bolívar; y allí sí que la condición fue más compleja. En su del hogar. Los operadores y alguno que otro supervisor momento fue tanta la gente y familias de Morrison viviendo allí viajaban hasta y desde Riohacha y los pueblos del sur en que la unidad residencial era inmensa, con un hospital muy bien buses de TransSol, del famoso “Puro” Solano; aunque dotado y un colegio grande que fue el “papá” del Colegio había otra línea de buses con un nombre mucho Albania; las casas metálicas que comenzaron a sobrar más sugestivo y que movilizaba otro tipo de a medida que terminaban las obras, viajaron pasajeros: Transportes Cosita Linda, con armadas hasta la mina, donde fueron ubicadas más de 10.000 contratistas a lo largo de en Techos Rojos. El puerto se fue reduciendo 150 kilómetros, y transportaba a los que de tamaño, mantuvo su horario 7x7, y hasta construían silos, talleres, línea férrea y el P40 (proyecto de expansión a 40 millones “LOS HOMBRES demás. de toneladas de carbón) mantuvo una PASAN, LAS OBRAS “calma de mar” envidiada por muchos. QUEDAN”. A la gran mayoría de los de Intercor nos encontraban en el campamento descansando Los hombres pasan, las obras quedan. Aún de las más de doce horas al sol o aprendiendo hay mucho por construir en esta Guajira a utilizar los primeros equipos: una con tantas necesidades, y hay que potenciar motoniveladora 12G sin cabina y un viejo tractor estos 30 años futuros de bonanza carbonífera. D6 (heredados de Geología), un cargador Komatzu Que todas las anécdotas que se consignen en sobre orugas y de mandíbulas (el primer equipo propio de estas páginas sirvan para que al solaz de su lectura se Intercor), un “volteo” azul y amarillo alquilado y un tanquerito de aprenda y se razone para que lo bueno se multiplique. Atrás 5.000 galones de flauta en tubería galvanizada. quedarán los apellidos de los pioneros, tantos y tantos que dejamos gotas de sudor y sangre en la construcción de un Cuando estuvieron las primeras barracas en Mushaisa, el futuro que ahora es tremenda realidad. Y los invito a que no Comedor M1 operativo y Casa Azul lista, empezamos en forma: caigamos en lo que bien nos advierte José Ingenieros: “Los las casas prefabricadas de Morrison que iban a ser temporales hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de pasaron a ser definitivas, pues el Gobierno decidió no construir dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo la ciudadela abierta planeada en La Sierrecita (en la vía hacia necesitan saber a dónde van”

Llegué a Cerrejón en diciembre del 82, con un compañero que aún sigue batallando hombro a hombro conmigo y comprometido con la operación de excelencia que nos trazamos desde el comienzo. En ese sitio, medio localizado en una copia heliográfica de un mapa, preparamos el lugar donde construiríamos la primera oficina de operaciones: un prefabricado de madera que llamamos techo azul y alrededor del cual se fue creciendo y reproduciendo Cerrejón de hoy. El sitio ya no existe, y está bajo millones de metros cúbicos de material, pero cuántas anécdotas, vivencias, aventuras y primeras cosas sucedieron allí. Mientras Morrison Knudsen se instalaba en tráileres y centraba las operaciones en todas las construcciones requeridas para la futura operación minera, incluidas las barracas, comedores, salas de recreación, etc., en donde hoy es Mushaisa, los primeros Intercorianos llegábamos al campamento de Tabaco, donde se contaba con unas instalaciones básicas de exploración y donde arrancó todo este cuento: se construyeron unas barracas temporales, compartidas y con ventilador de pared; se amplió el comedor, se medio armó una sala de recreación, se organizaba la oficina de Recursos Humanos y la enfermería, se acondicionaban precariamente unos talleres muy básicos y aulas al aire libre,

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FÁBRICA DE NOSTALGIAS

Cuestecitas); la malla que pasaba por el Parque de los Puentes y dividía a Morrison de Intercor se fue perdiendo, ya que los primeros residentes en las casas del valle llegábamos a reemplazar a los contratistas que salían, y las barracas de los contratistas sirvieron para albergar a operadores y técnicos. Y desde entonces no hemos parado y nos ha pasado de todo.

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Los primeros días en la mina En 1975 el Gobierno colombiano invitó a 17 firmas a participar en la licitación para la explotación del carbón que en la actualidad compone Cerrejón Zona Norte. Únicamente cinco de estas compañías se presentaron, tres cumplieron con los requisitos, y solo Intercor, filial de Exxon, fue la escogida. Para esa época, Exxon tenía operaciones mineras en otras partes del mundo, aun cuando su negocio principal era la producción de petróleo y químicos.

Por Manuel A. Uribe Ayala

CON ESTA ELECCIÓN, EN DICIEMBRE del año siguiente Carbones de Colombia S.A. (Carbocol) e Intercor firmaron un contrato de asociación por 33 años, para el desarrollo del complejo carbonífero de Cerrejón Zona Norte. El contrato contemplaba tres etapas: la primera de exploración, desde 1977 a 1980; la de construcción, desde 1981 a 1986, y la de producción, desde 1986 al 2009. Con esas firmas se comenzaría a escribir una nueva historia para la minería de Colombia. Cuando comenzó la primera etapa, aún no sospechaba que años más tarde yo haría parte de la historia de esa gran obra. Hasta 1980 los primeros protagonistas iniciaron la exploración, para lo cual realizaron estudios geológicos y de factibilidad, de los que se obtuvieron resultados positivos que llevaron a la firma de la declaratoria de comercialidad de Cerrejón Zona Norte. Llegué a mi primer día de trabajo en la mina el lunes o martes de la primera semana de febrero de 1983; corría el tercer año de la segunda etapa del proyecto. Yo tenía poco más de un año de estar en las cómodas oficinas de Intercor en Barranquilla, y había pasado casi dos meses en Estados Unidos, en un programa de entrenamiento, con varios de los que íbamos a formar parte del primer grupo de Supervisores de Primera Línea de

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LOS PRIMEROS DÍAS EN LA MINA

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Mantenimiento, llamados también Front Line Supervisors (FLS). La expectativa era grande. El viaje a la mina se realizó en una avioneta Twin Otter de 14 pasajeros, operada por Tavina, la cual aterrizó en una pista junto al caserío de Tabaco. En este sitio se había montado el campamento base del proceso de exploración minera, y allí íbamos a permanecer casi hasta finales del año, cuando se inaugurarían las primeras barracas que alojarían a técnicos, operadores, supervisores y personal administrativo, y que sería el embrión de lo que más tarde se convertiría en Mushaisa, la unidad residencial que hoy continúa vigente. Fuimos ocho ingenieros mecánicos y cinco eléctricos, los primeros supervisores asignados al área de mantenimiento del entonces llamado Departamento de Operaciones. Luego llegarían refuerzos con la inclusión de otros ingenieros que se encontraban asignados al Centro de Entrenamiento de Barranquilla, y quienes tenían la responsabilidad no solo de preparar material de instrucción, sino de ser los instructores de los aprendices que más tarde serían los técnicos de mantenimiento. Los equipos que conformaban esa primera “flota”, y cuyo mantenimiento estaba bajo nuestra responsabilidad, eran un tractor Caterpillar D4, una motoniveladora Caterpillar 120G, un camión 350 de estacas, un compresor, un motosoldador, un tanquero de combustible, 11 camionetas Chevrolet-Luv y un campero Nissan. Lo único nuevo eran las camionetas, y el resto, equipos usados. Adicionalmente, teníamos la responsabilidad del mantenimiento de algunas instalaciones del campamento, entre las que estaban la planta de energía, redes eléctricas, motobombas y otros equipos menores. En cuanto a la gente que nos reportaba, teníamos a cargo los primeros técnicos que salieron del Centro de Entrenamiento, la mayoría provenientes de La Guajira, algunos barranquilleros y otros técnicos del resto de la Costa. La gente de otras regiones del país hicieron su aparición después, cuando se agotaron los

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candidatos en los procesos de selección y reclutamiento en la Costa, y hubo que salir a buscar técnicos en el interior del país, por la exigencia para cumplir con las cifras de personal exigidas en el Plan del Operador de Intercor. Iniciamos la operación con turnos de cuatro días de trabajo por cuatro de descanso; salimos el primer día de Barranquilla, en un avión a las cinco de la mañana, para poder llegar a Tabaco con la luz del día, ya que la pista no disponía de luces para aterrizaje nocturno. El vuelo era de una hora y 15 minutos. Una vez en tierra nos dirigíamos al comedor, a desayunar (la pista estaba a 200 metros del campamento), de manera que este primer día la jornada empezaba aproximadamente a las siete de la mañana, y terminaba a las siete de la noche, para cumplir con las 12 horas de trabajo reglamentario. El último día el asunto era a la inversa: el turno comenzaba a las 4:30 a.m. para poder terminar la jornada a las 4:30 p.m., y de esta manera permitir que el avión despegara con la luz del día. En esas condiciones rara vez era posible una ducha, y prácticamente íbamos de la mina al avión. Aquellos primeros días y semanas fueron difíciles, pero llenos de motivación y entusiasmo. Todo estaba por hacer. Como profesionales nos sentíamos viviendo una experiencia única, y como personas, orgullosos de hacer parte de un proyecto inédito en Colombia. Las condiciones de trabajo en campo eran duras: no había oficinas ni talleres, debíamos estar casi todo el día a la intemperie, expuestos al sol y al polvo generado por los primeros movimientos de tierra. Cuando ocurrió el primer aguacero, mi jefe llegó rápidamente hasta donde yo estaba refugiado de la lluvia, y me entregó un paquete de ponchos plásticos: uno para mí y el resto para mis técnicos. Con eso me dio a entender que iríamos a trabajar con lluvia y sin ella. El almuerzo lo llevábamos en loncheras, y lo consumíamos donde encontráramos la mejor sombra de un árbol.

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A los técnicos los transportábamos por una trocha desde Tabaco hacia el campo, en la parte trasera del camión de estacas o en los camionetas Luv (después llegarían las busetas) que eran conducidas por los supervisores; allí también iban las herramientas, los tanques de aceites y de refrigerantes, filtros y suministros menores para los mantenimientos, y algo que no podía faltar: el hielo y el agua. Los que la tenían “suave” eran los que se quedaban en Tabaco, atendiendo el mantenimiento de las camionetas y los equipos del campamento.

10 barracas, de 20 habitaciones cada una que fueron ubicadas en el sitio que hoy ocupa la “perrera” y el hotel. Con el traslado a este nuevo campamento se inauguró el turno nocturno, y no podré olvidar que en mi primera noche de trabajo me tocó dormir de día con un ventilador, porque las unidades de aire acondicionado no estaban en operación todavía. Estuvieron disponibles en el siguiente turno.

Las instalaciones de Mantenimiento fueron inicialmente un Al finalizar la jornada cenábamos en el comedor que tenía par de tráileres, ubicados en un sitio cercano al área donde se un abundante y delicioso menú, y después nos sentábamos a comenzaron los primeros movimientos de material estéril, uno conversar sobre el presente y el futuro, con una cerveza de ellos para guardar herramientas y repuestos, y el otro helada de acompañante. Luego dormíamos en se acondicionó a manera de oficina. Además, se habitaciones de varias camas. Al día siguiente organizó una “enramada” para protegernos del sol había que madrugar, y estar listos para tomar el y la lluvia, donde había una mesa y unas bancas desayuno a las 5:00 a. m. de madera para tomar el lunch. Lo que siguió “LO QUE SIGUIÓ después fue la construcción de oficinas y FUE UNA LARGA Las primeras tareas que se comenzaron talleres, acordes con el crecimiento de la HISTORIA DE LA QUE a ejecutar fueron los mantenimientos mina, primero en lo que se llamó “Early YO, COMO PIONERO, preventivos (PM, por “Preventive Start” y luego en “Talleres Permanentes”, NO HE DEJADO Maintenance”) que quedaron bautizados nombres con los que quedaron bautizadas DE SENTIRME así, con esa sigla en inglés, aun cuando más por siempre. ORGULLOSO”. tarde se castellanizó por SEIS (Servicios e Inspecciones). Con relación a la estructura de Mantenimiento, continuó diversificándose y fortaleciendo, y en la La organización de planeación era muy incipiente medida en que los extranjeros se fueron retirando, (se llamaba Base 2), y casi toda la información se llevaba la adoptaron paulatinamente los colombianos, hasta a mano y en papel, como las listas de chequeo de los PM y las convertirla en una organización de clase mundial y referente para órdenes de trabajo. Esa pequeña organización de Mantenimiento operaciones mineras similares. fue creciendo con el tiempo, y con la llegada de más equipos y más gente. Estos fueron solo los primeros meses de la operación de mantenimiento en Cerrejón. Lo que siguió fue una larga historia, El campamento de Tabaco se quedó corto en su capacidad, y en difícil de resumir en pocas líneas, y de la que yo, como pionero, octubre o noviembre de ese año fue necesario el traslado a las no he dejado de sentirme orgulloso. Creo que ese mismo nuevas instalaciones, más cerca de la mina, junto al campamento sentimiento lo tienen también todos aquellos que participaron en de Morrison Knudsen, de donde nos separaba una malla (ubicada el comienzo de este camino y fueron artífices de su desarrollo, de en un costado de lo que hoy es el Parque de los Puentes). Eran su construcción y de sus logros.

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Los gurúes de General Electric vinieron a ver sus locomotoras En el 2014 nos anunciaron la llegada de los gurúes del mantenimiento de la General Electric que venían a conocer el estado de las locomotoras viejas que le habían vendido a Cerrejón, hace 30 años. Esa sería nuestra prueba de fuego.

Por Carlos Ramírez Aranda

CERREJÓN, COMO SABEN, TRANSPORTA su carbón en el ferrocarril que es el medio más económico después del fluvial. ¡Imaginen cuántas tractomulas necesitaríamos para llevar diariamente a puerto! Para hacerlo, tuvo necesidad de construir una línea férrea de 150 kilómetros, con trocha ancha entre rieles (1,43 metros) –la mayor parte por el desierto de La Guajira–, y adquirir las locomotoras que activarían la operación. Este era el primer sistema ferroviario minero a escala industrial que se construía en Colombia, muy similar a los grandes ferrocarriles mineros de Australia, Canadá y Estados Unidos. Entre 1985 y 1986, cuando empezó todo esto, teníamos unas ocho locomotoras. Hoy ya son 18: cinco de 4.400 caballos, y 13 que llamamos viejas, de 3.600. Pues esas viejas eran las que venían a ver los expertos de la empresa multinacional. Yo había entrado a la compañía en el año 85, como supervisor de línea, después de una experiencia previa en Ferrocarriles Nacionales de Colombia.

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Mi papá me había dado un consejo sabio, cuando me gradué de la universidad: “mande 100 hojas de vida a las empresas, con una carta de presentación en la que cuente cuáles son sus habilidades”. Y así lo hice. Primero me llamaron de la Morrison Knudsen, pero luego de las pruebas me informaron que no requerían mis servicios en ese momento. Dos años después me llamaron de Intercor y me preguntaron si estaba interesado en laborar en el área de ferrocarriles. Llegué con mi esposa y un horizonte de trabajo de dos o tres años. Siempre le dije: analizamos cómo es el trabajo allá y si no funciona, nos devolvemos. Al fin y al cabo somos solo dos. Empecé en Puerto Bolívar que era donde se concentraba el movimiento. En esa época no había computadores, como hoy. Lo más avanzado en tecnología eran unas terminales IBM para accesar a consulta de materiales y repuestos. Las estadísticas de mantenimiento y operación se llevaban con kardex o bitácoras. Y las notas se hacían por cartas, con máquinas de escribir Olivetti o IBM, a cargo de unas secretarias que sacaban las copias con papel carbón. Como yo era muy inquieto, anotaba cada vez que entraba una locomotora o un vagón a mantenimiento: la fecha, cuánto se gastó, cuánto duró, la razón del ingreso. Y armaba las estadísticas en un papel que, al final, nos permitía saber cuáles eran los equipos que más molestaban. Cuando la empresa decidió formalizar la planeación corporativa, me llamaron porque yo era el hombre de los papelitos. Así, ingresé a Planeación. Hoy soy Analista, en un departamento que

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tiene alrededor de 260 personas y unos 150 contratistas que dan soporte al mantenimiento de equipos y vía férrea. Entre todos estamos pendientes de los movimientos detallados de las cinco conformaciones que tenemos –vagones-locomotorasvagones-locomotoras– que hacen entre siete y ocho viajes diarios a Puerto Bolívar. El ciclo completo de cada una de ellas –cargasalida-descarga-regreso– tarda aproximadamente 13,5 horas. Las máquinas llevan el nombre de alguna población de La Guajira y están pintadas con paisajes nativos que destacan el cactus o el sol radiante, o animales míticos como el perro que para los indígenas representan la buena suerte. De cada una de ellas, así como de los 737 vagones que tenemos disponibles, llevamos una hoja de vida que es una especie de historia clínica para que nada sorprenda nuestro “cactchup” o capacidad de respuesta a las necesidades de transporte y exportación de la compañía. Por recomendación de fábrica, siempre intervenimos el equipo por calendario, es decir, hacemos inspecciones semanales, trimestrales, semestrales, anuales, bianuales, y unas inusuales. Tras revisar la estrategia de mantenimiento, acordamos pasar a intervalos por horas de operación. Es que tenemos un solo ferrocarril y este tiene que estar, siempre, en óptimas condiciones. Por eso nunca hemos dejado de transportar la mayor cantidad posible de carbón planeado para cada año. Pero, bueno, había que esperar que llegaran los extranjeros a revisar los equipos. Aquella no era propiamente una visita de inspección, sino de conocimiento. En apariencia, estaban haciendo una gira por los

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países donde habían enviado sus locomotoras y querían chequear el estado en que se encontraban. Nuestra operación –lo supieron entonces– pasaba por eventos que no conocieron en otros lugares: uno, los atentados terroristas que en la peor época de violencia alcanzaron a sacar de circulación cerca de 65 vagones, y dos, la imprudencia de algunos ciudadanos que, casi siempre bajo la influencia del alcohol, se acuestan sobre los rieles. En previsión, tenemos un hy rail que va tres kilómetros adelante del tren, vigilando que no haya personas ni objetos sospechosos. Cada año el hy rail levanta de la vía férrea algo más de 100 personas. El día llegó. Entre nosotros había una gran expectativa. De entrada, los visitantes quisieron ver sus locomotoras que en nuestro caso llevaban 30 años de operación. La pregunta que nos hicieron empezó a despejar el panorama. ¿Cuáles son las viejas? Ellos esperaban encontrarlas en un estado igual al que hallaron en otras partes del mundo, es decir, viejas, oxidadas, deterioradas o chatarrizadas. Pero no. Las vieron pintadas y operando como casi nuevas. No lo podían creer. Se montaron en las locomotoras, activaron los botones de encendido, miraron las ruedas… Nos preguntaron cómo estábamos haciendo, si, por ejemplo, los repuestos de esas máquinas eran obsoletos y no se conseguían. Me acordé de una pregunta parecida que me hicieron un día en que la empresa estaba realizando un ejercicio de correct size para

determinar la cantidad de personas necesarias. ¿Qué hace usted en Ferrocarriles? Lo resumí tanto que los ejecutivos de la compañía contratada me dijeron que eso lo terminaba en una hora y quedaba libre. La verdad es que me aturdí en el momento y olvidé todo lo que había planeado decir. Pero les pedí un papel y les dibujé lo que hacía. ¿Y a qué hora hace usted todo eso? Me dijeron que el diagrama les había gustado que preparara una presentación y volviera al día siguiente. Y así lo hice. Con calmita pinté un diagrama de flujos, con la asesoría de mi jefe, y se lo llevé. Les pareció tan bien que a todos los que entrevistaban les pedían lo mismo. Pues esa vez también teníamos nuestro diagrama que en esencia explicaba la estrategia de mantenimiento y la calidad del personal que trabajaba en ello, para que no se olvidara nada. Paso a paso. Sin obviar detalle. Los gurúes se fueron gratamente sorprendidos y yo me quedé con una sensación de triunfo, porque fue la respuesta a todos los esfuerzos que aquí realizamos. En ese momento confirmamos lo que a veces se pierde en medio de tanto trajín: que lo que hacemos en Cerrejón es de clase mundial. Me fui dichoso a la casa, donde tenía más de un motivo para celebrar. Ya no éramos dos, sino cinco, con mi esposa, mis dos hijos y nuestro perro Motoso. Llegamos por dos años, pero en diciembre cumplo los 30. Cuando escuchó mi relato, mi esposa repitió una frase que siempre me oía y con la que ahora intentaba resumir nuestra vida y la vida de esos otros hijos que son los trenes: es que al que toma caldo de rieles –me dijo– nunca se le pasa el efecto.

Fui el primer guajiro en operar un tren en mi tierra Por Adalberto Marulanda Niebles

EL TREN ESTABA CARGADO. La suave y persistente brisa mañanera se contoneaba con libertad por el espacio lleno de luz de la atmósfera guajira. Traía consigo el ruido lejano de la maquinaria pesada que laboraba en el área de la mina. El sol había salido sin dificultad detrás de las últimas ramificaciones de la serranía del Perijá. Y se alzaba impetuoso, sin que ninguna nube interrumpiera su andar monárquico. Eran un poco más de las seis. Sin embargo, el tren no arrancaba. Yo era el más veterano de todos los ayudantes de la locomotora. Esperaba al supervisor para poder partir hacia Puerto Bolívar y cumplir con el deber sagrado de llevar el primer viaje del día. El tren estaba atrasado 15 minutos: debía haber arrancado a las seis. Pero el supervisor no llegó nunca. No pude imaginar entonces lo que pasaba. Recuerdo haber visto a unos gallinazos que merodeaban en busca de cualquier carroña.

Por un momento pensé que se trataba de una broma. Ese instante removió todos mis recuerdos. Me vi en Fonseca, en los albores de mi niñez, jugando bola’e trapo en la calle; en Maicao, bajo la estricta disciplina de mi padrino Saturnino Hernández; en Tomarrazón, dictando clases en un salón de primaria; en La Junta, supervisando cultivos de marihuana cuando esta era la única posibilidad de trabajo que teníamos los guajiros; en San Juan, intentando terminar estudios de tecnología de minas; en el Sinaí, prestando el servicio militar en el Batallón Colombia.

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No puedo olvidar ese día. Al llegar al quinto piso del edificio Ejecutivo me encontré con que no era el único. No me importó: los demás también tienen derecho a aspirar, me dije. Me senté entre el grupo de muchachos nerviosos. Esperé a que me llamaran. Me preguntaron qué quería operar, si camiones “Wabco” o trenes. Entre la pregunta y la respuesta no dejé que pasara ni una centésima de segundo. Con toda la sinceridad salida del alma le dije: “cualquiera de los dos, de todas formas no conozco a ninguno”.

“AQUEL DÍA TENÍA QUE PONER EN PRÁCTICA TODA LA TEORÍA. ALGUIEN LLEGÓ Y ME ENTREGÓ LAS LLAVES”.

Escuché la voz que salía del radioteléfono de la locomotora: “Ya puede salir”. Era una orden y había que cumplirla.

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Fue terminando la misión militar que escuché decir que una empresa minera necesitaba vincular personas para su operación carbonífera. Presenté mi solicitud de empleo en las oficinas de Riohacha, y un día me llegó a la casa el telegrama donde me citaban a entrevista. Me presenté exactamente a la hora prevista.

Me mandaron para ferrocarriles. Hice dos meses de entrenamiento teórico y estuve cuatro meses en el puerto aprendiendo a maniobrar las locomotoras. Durante ese periodo tuve la oportunidad de compartir con mis 27 compañeros guajiros, con quienes conformaba el grupo de trenistas que pronto participaríamos del transporte diario de miles de toneladas de carbón desde la mina hasta el puerto, y de ahí a los mercados internacionales.

Aquel día tenía que poner en práctica toda la teoría. Alguien llegó y me entregó las llaves. Miré a mi compañero Roque Palacios y entonces comprendí lo que estaba pasando: ¡Me habían promovido de trabajo! Entonces moví la palanca y el tren empezó a avanzar sobre sus rieles metálicos. Hubo tensión y, por supuesto, mucho miedo. Pero me mantuve en frente mientras aquel gusano enorme emprendía su curso, y seguí adelante. Fue el día más feliz de mi vida. Jamás olvidaré que ese 18 de junio: el mismo día que mi esposa Alma Leonor Ruiz cumplía años, un guajiro operaba por primera vez un tren de 110 vagones, con sus propias manos.

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Cerrejón: impulsando el progreso del país El contacto permanente con quienes han sido elegidos para presidir el destino de la nación ha sido esencial para el desarrollo de la compañía, pues sus planes han estado alineados constantemente con las prioridades del país. Por ello, el crecimiento de la organización ha dado frutos también en la sociedad colombiana

EN SUS 30 AÑOS DE EXISTENCIA, Cerrejón ha conversado con los mandatarios nacionales, con el ánimo de aportar desde su actividad al progreso de Colombia. Es un compromiso innato a la organización y que se traduce en la formalización de sinergias con los diferentes sectores. Desde 1970, todos los presidentes de Colombia han tenido que ver con Cerrejón. La mina contó con el respaldo de los jefes de Estado, que la vieron como una iniciativa estratégica para los proyectos de desarrollo que en cada mandato se propusieron desde el Gobierno Nacional.

El inicio de una gran historia | Antes que se iniciara la explotación, era de vital importancia encontrar una propuesta que permitiera la asociatividad de empresas públicas y privadas en torno al objetivo de la mina. Durante el mandato de Misael Pastrana Borrero (entre 1970 y 1974) se creó el modelo de contrato de asociación, con el que se explotarían los recursos minero-energéticos del país a instancias del Estado y empresas privadas.

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Esta decisión revitalizaría la actividad del sector minero-energético en el país y daría paso a la firma del contrato para la explotación de Cerrejón, la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo, localizada en el departamento de La Guajira. Posteriormente, durante el mandato de Alfonso López Michelsen (1974-1978), se realizó el proceso de licitación para la explotación de la mina. El Gobierno Nacional invitó a 17 empresas a participar en la licitación internacional, y fue adjudicada a la firma Intercor. El 17 de diciembre de 1976 es un día esencial en la historia de Cerrejón. En aquella jornada se firmó el contrato de asociación entre la recién creada empresa comercial e industrial del Estado Carbocol y la International Colombia Resources Corporation, Intercor. Las compañías fijaron el día primero de enero de 1977 como fecha oficial para la iniciación del contrato; desde ese instante la explotación se abrió paso y se empezó a forjar el camino de éxito por el que hoy transita Cerrejón.

Cerrejón. Entre 1990 y 1994 (bajo el mandato de César Gaviria Trujillo), el Gobierno impulsó una gran reforma al Estado, de la mano de una nueva constitución política, y se consolidó la internacionalización económica que levantó las barreras arancelarias al comercio en las fronteras.

Más tarde, en 1984, finalizó la construcción de la línea férrea de trocha ancha que recorrería 150 kilómetros desde el área de minería hasta el puerto. El presidente Belisario Betancur (1982-1986) llegó al campamento de Albania a bordo del primer tren que hizo el recorrido.

En estos años Cerrejón puso en marcha programas de mejoramiento continuo y de recuperación y protección de la cuenca alta y media del río Ranchería. La compañía llegó a la primera década de exportaciones, y alcanzó un acumulado histórico de 100 millones de toneladas de carbón.

“EL CRECIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA ORGANIZACIÓN SIEMPRE HA ESTADO CONECTADO CON EL PROGRESO DEL PAÍS”.

En 1980, en la presidencia del gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982) se conocieron los resultados de más de 200 estudios geológicos y de factibilidad de la mina, por lo que la asociación procedió a la firma declaratoria de comercialidad de Cerrejón Zona Norte. Las investigaciones revelaron la existencia de alrededor de 3.000 millones de toneladas métricas de carbón bituminoso de buena calidad, a una profundidad de 300 metros. Tres años después, el Gobierno Nacional otorgó en concesión a Carbocol unas zonas de playa y terrenos de bajamar en Bahía Portete, y autorizó la construcción y operación de un puerto privado para la exportación del carbón y la importación de los equipos

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necesarios para la infraestructura de los proyectos carboníferos. En noviembre de ese año, la organización le dio el nombre de Puerto Bolívar al que sería el más importante terminal carbonífero de América Latina, con una capacidad inicial para recibir barcos de hasta 180.000 toneladas de peso muerto.

Fue el mismo Betancur quien puso oficialmente en marcha el sistema de exportación de carbón de la Zona Norte, con las siguientes palabras: “Roberto (operador de equipo de transbordo), le ordeno en nombre de la República de Colombia y en nombre de la empresa Carbones de Colombia que ponga en marcha las barcazas para el primer embarque anticipado de carbón de CerrejónZona Norte”.

En el siguiente período, la presidencia del país estaría a cargo de Ernesto Samper Pizano (1994-1998). En su mandato se abrió un debate sobre la viabilidad de vender a inversionistas privados el 50% de Cerrejón, perteneciente al Estado. Con la premisa de que el sector público debía concentrarse en las funciones inherentes a su naturaleza, el Gobierno le dio el visto bueno a la enajenación, que solo se produciría unos años más tarde.

Luego, en la administración de Virgilio Barco Vargas (1986-1990), se dio un gran impulso a las obras públicas, y se dictaron los primeros decretos con los que Colombia abandonó el modelo de sustitución de importaciones, y empezó su proceso de apertura económica. Gracias a una inversión de 3.000 millones de dólares, finalizó la etapa de construcción y montaje de las instalaciones e infraestructura de Cerrejón Zona Norte, que dio inicio a la operación de minería en gran escala.

El 7 de julio del 2001, Cerrejón inauguró la ampliación de la infraestructura para el manejo, transporte y embarque de carbón, con la presencia del entonces presidente Andrés Pastrana Arango (1998-2002). Las nuevas instalaciones estaban compuestas por una segunda planta trituradora de carbón, con su propia tolva y banda transportadora, dos locomotoras de propulsión eléctrica y ocho vagones de acero inoxidable, con capacidad de 110 toneladas cada uno. Adicionalmente, se habían hecho importantes inversiones para agilizar el cargue de buques en puerto.

Se consolida una gran compañía | La llegada de una nueva década abriría un importante capítulo en la historia de

Ese mismo año el Gobierno vendió la participación de Carbocol en Cerrejón Zona Norte (50%) al consorcio integrado por dos subsidiarias de Billiton Company, una de Anglo American y una de Glencore, que conforman la Sociedad Cerrejón Zona Norte

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CERREJÓN: IMPULSANDO EL PROGRESO DEL PAÍS

S.A. En febrero del 2002, las mismas compañías adquirieron el 50% restante de Cerrejón Zona Norte, mediante la compra de la participación de Exxon Mobil en Intercor, y se convirtieron así en dueños únicos por partes iguales de Carbones de Cerrejón Limited. En ese momento el carbón ocupaba el segundo renglón de exportación en Colombia. Durante su mandato, el presidente Álvaro Uribe Vélez (20022010) destacó los desarrollos en materia ambiental de la compañía carbonera. Visitó y recorrió la mina en momentos en que esta se disponía a alcanzar exportaciones acumuladas por 444,9 millones de toneladas de carbón y a consolidarse como una de las diez empresas más grandes del país. En ese lapso Glencore vendió su participación a la empresa europea Xstrata plc, cuyas subsidiarias son actualmente propietarias de Cerrejón, junto con BHP Billiton y Anglo American. Ahora, las noticias siguen siendo positivas y auguran un futuro aún más promisorio para Cerrejón. El presidente Juan Manuel Santos (2010-actualidad) ha sido testigo de dos nuevos desarrollos de la compañía. El mandatario inauguró el segundo muelle de carbón de Cerrejón, ubicado junto al Parque Nacional Bahía Portete. El muelle cuenta con dos cargadores directos, con capacidad de 6.000 toneladas de carbón por hora cada uno. En el evento, Santos resaltó la responsabilidad social y ambiental de Cerrejón, que, según dijo, desde la primera exportación de carbón ha contribuido a escribir la historia de Colombia. El crecimiento y el desarrollo de la organización siempre ha estado conectado con el progreso del país. Los líderes de Colombia han dejado huella en la consolidación de la compañía, así como en cada uno de los colombianos. Porque esta historia no es solo nuestra. Es de todos.

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Construyendo el camino


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Camiones con perfume de mujer Podrá haber más bellas, habrá otras con más poder e incluso hasta tendrán coronas de cristal; pero aquí, nosotras somos las reinas. Al principio éramos la cara amable de la mina. Una vieja tradición de la industria decía que el trabajo fuerte estaba reservado al poder masculino. El trabajo minero y la mujer no compaginaban.

Por Claudia Bonilla Uriana

NOS TENÍAN RESERVADAS PARA LOS CARGOS ADMINISTRATIVOS, por lo general en funciones secretariales. Entre más bonitas éramos, más opciones tendríamos para esa labor. Mucho antes, inclusive, cuando ninguna de estas posibilidades se daba, nuestro papel era el de conseguir un buen marido que trabajara en la mina. Ahora, cuando intentábamos asomarnos a los oficios que aparentemente eran del resorte de ellos, nos hacían bullying. Era explicable. Estábamos en medio de una comunidad masculina de trabajadores y, además, de una cultura machista. Nos decían que solo nos veíamos bonitas dentro de un cubículo con aire acondicionado. Pero poco a poco nos fuimos abriendo espacio. A puro pulso. A diciembre del 2014, Cerrejón contaba con 6.241 trabajadores contratados de manera directa; 476 de ellos, mujeres. La cifra representa cerca del 8 % de la mano de obra de la compañía. Como se ve, aún falta camino, pero nuestra presencia se hace sentir de tal forma que marcamos la diferencia en cada departamento donde nos desenvolvemos.

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Como operarias de pala o de camiones, ya es normal que nos vean con otros ojos. Nunca buscamos ser reconocidas como las caras bonitas de la mina. Al igual que el resto, solo pretendíamos resaltar por nuestras cualidades laborales y por un alto desempeño dentro del sector. En verdad hemos roto muchos paradigmas, y si lo miramos bien, esta es la empresa de la minería que ha marcado la diferencia. Los datos hablan solos: Hoy somos 78 operadoras de camiones, tanqueros, tractores, palas, voladuras, bombas, taladros y transporte de explosivos. Sobresalimos por la mano suave en el manejo del equipo y la precisión al momento de colocar el cucharón. En la actualidad, cuando los operadores reconocen el movimiento, saben que es una mujer quien está operando. El lenguaje usado por la radio también ha cambiado. Antes eran desmesurados en las relaciones interpersonales y se trataban con tono soez. Ahora son más medidos, porque saben que hay presencia de damas en la frecuencia, y cuando nos ven actúan de manera caballerosa.

Cerrejón nos acompaña en nuestro proyecto de vida, de tal manera que nos capacita tanto en lo profesional, como en manejo de presupuesto, en relaciones de pareja y planificación familiar. Si ya decidimos tener hijos, tenemos que organizarnos. Con tantos halagos y ventajas, se pensaría que una mujer tendría más opciones que los hombres en Cerrejón. De ninguna manera. Si una mujer es buena operadora y un hombre también, lo que define el cargo son los resultados que obtengan en las pruebas de admisión. Quien alcance la mayor puntuación se queda con el puesto. Aquí la cosa funciona en igualdad de condiciones.

Los roles, pues, han cambiado, inclusive en la misma relación social. Antes éramos las que aspirábamos a tener como pareja a un buen partido de Cerrejón; ahora somos nosotras las pretendidas por los galanes de nuestros “COMO OPERARIAS DE pueblos. PALA O DE CAMIONES, YA ES NORMAL QUE Pero que no se hagan muchas ilusiones, NOS VEAN CON pues con todos los valores que hemos OTROS OJOS”. logrado en la compañía, aprendimos a ser más asertivas a la hora de escoger a un hombre que nos quiera y esté a la altura de la calidad profesional que nosotras tenemos.

Cuando una operadora queda en embarazo, de inmediato es reasignada en otra labor. En ese caso, recibe una capacitación para que se desempeñe en labores de oficinas operativas, pero no pierde su cargo como operadora. Cerrejón ha creado una estrategia para esta situación: existe un grupo de vacantes que está dispuesto y capacitado para cubrir el puesto, a fin de que ni la empresa ni la madre sufran durante el embarazo.

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CAMIONES CON PERFUME DE MUJER

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Santa sepultura para el buey supervisor Cada vez que cuento la historia, Ramón se muere de la risa. Pero ese día sí lloró; él y todos los acompañantes que dimos sepultura al buey supervisor.

Por Gabriel Bustos Kerguelen

NOSOTROS TENÍAMOS LA RESPONSABILIDAD de realizar el proceso de rehabilitación de tierras. En particular, respondíamos por la fase de siembra de la gramínea, en las partes planas e inclinadas. En las zonas planas era sencillo: con un tractor agrícola y un arado de cincel que permite labrar el suelo sin invertirlo, entremezclando superficialmente los restos vegetales, teníamos suficiente. Detrás, los muchachos esparcían la semilla del pasto buffel para finalizar la primera fase de estabilización del suelo. Lo complicado estaba en las partes inclinadas. No podíamos utilizar el tractor porque podía voltearse en esas zonas. Averiguamos en Estados Unidos por una hidrosembradora; la compramos, pero los resultados no fueron muy efectivos. A Ramón se le ocurrió que hiciéramos una prueba con bueyes. No faltó quien creyera descabellada la idea… y quizá comprar bueyes en una compañía que trabaja con palas de US$10 y US$20 millones y camiones de US$3 millones, con tecnología de punta, tal vez lo era. Desde años remotos, los bueyes se habían utilizado para labrar la tierra, así que no perdíamos nada con hacer la prueba. Ramón y

SANTA SEPULTURA PARA EL BUEY SUPERVISOR

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yo asistimos a dos o tres ferias ganaderas para averiguar por los bovinos. En Fundación había unos muy bonitos. Preguntamos los precios y, lo más importante, si eran capaces de trabajar en terrenos inclinados. La respuesta fue contundente: esos no. Un señor que estaba allí nos interpeló: “ustedes necesitan bueyes con experiencia”. La afirmación nos pareció más extraña que nuestra propia idea de trabajar con esos animales. El mismo hombre nos recomendó llegar donde un santandereano que tenía lo que andábamos buscando. Encontramos el lugar, vimos los bueyes trabajando con su yunta y su arado, y no nos quedó duda. Esos eran. Teníamos que informar en la empresa, compraríamos cuatro de esos ejemplares. Debíamos cumplir con los procedimientos pertinentes de la compañía, el de compra en este caso. Llenamos el documento que correspondía. Equipo: bueyes; peso, tal; capacidad, tal; experiencia: comprobada de no menos de tres años. Hicimos la requisición. El día llegó. Me llamaron de la oficina encargada de compras: “señor Gabriel, aquí hay un pedido para usted, pero tenemos una duda; como ustedes requieren bueyes con experiencia, entonces, ¿esto se compra por materiales o por recursos humanos?”. No supe qué responder.

Tenía una especial conexión con nosotros. Sabía cuándo estábamos de mal genio, y se apartaba; cuando nos veía contentos, se acercaba. En esos momentos le sobábamos el lomo y él nos miraba, como queriéndonos decir algo. Cuando cumplíamos las metas, él era invitado de honor. Al fin y al cabo, era el que mandaba. Supervisor fue el guía, el líder, pero con los años se fue enfermando. Le teníamos su veterinario de cabecera y sus medicinas a tiempo. Pero se recuperaba y volvía a caer. Presentíamos que el final estaba cerca.

“NUESTRO PROGRAMA DE REHABILITACIÓN DE TIERRAS ES REFERENTE EN EL PAÍS”.

Un día nos avisaron que habían llegado cuatro bueyes. Empezamos a entrenar a las personas, mientras a los animales les hacíamos la evaluación estándar de operación y los análisis de riesgo, y los pusimos a trabajar. Como ellos cumplen su tarea en parejas, armamos dos equipos. No había pasado mucho tiempo cuando nos robaron un buey. Lo lamentamos. Tanto luchar para comprarlos y perdimos uno. El compañero del buey robado se negó a trabajar porque no tenía a su compañero. Le poníamos la yunta y no andaba. Los otros dos tampoco trabajaban porque no lo veían a él. Para solucionar la huelga, decidimos llevar al buey solitario, así no trabajara, donde los otros dos para que los viera. Entonces, la gente le puso por nombre “Supervisor”.

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El buey se volvió parte de la familia. Cada mañana nos esperaba en la puerta del corral y nos seguía apenas íbamos en procura del trabajo.

Con su vejez –15 años– llegó el tiempo de la jubilación. Lo llevamos a una zona rehabilitada, con buena alimentación, en un potrero muy rico en pastizal y mucha agua. Allá lo cuidamos. Fue su sitio de reposo, hasta que murió. Ese día todos estábamos tristes, y decidimos darle un sepelio de jefe de Estado.

Formamos una caravana de cuatro carros, con 12 ó 15 personas a bordo, y lo llevamos a nivel 160 del botadero norte. Lo pusimos en una camita, cerca de una cruz, y hasta le hicimos una misa simbólica. No se enterró, para que sufriera el proceso de descomposición normal y su materia orgánica alimentara la tierra. Acordamos no contarles a los otros bueyes, para que no se deprimieran. Ellos siguieron trabajando, y se fueron poniendo viejos también, y los fuimos reponiendo por otros. La idea que surgió de aquellas conversaciones con Ramón, es la que se sigue implementando hoy para arar la tierra. Los bueyes resultaron ser no solo las mejores herramientas para cumplir nuestra tarea, sino personajes memorables en esta historia de Cerrejón.

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¡Haga el cambio, Víctor! Ser reconocido como uno de los mejores narradores del país, y que mi voz retumbara en cada rincón del continente, era mi ilusión. Como apasionado por la radiolocución quería ser un transmisor de sueños. Sin embargo, en un medio tan competitivo como ese, llegar a la cima era toda una hazaña, y me estaba resultando difícil.

Por Roberto Hernández

AUNQUE VISITABA EMISORAS y escuchaba radio a cualquier hora, sabía que todo iba a ser posible si terminaba la carrera de comunicación social. En una de esas correrías escuché una noticia que me dejó perplejo. Estaba a punto de firmar un proyecto con una cadena radial, cuando el locutor de noticias dio una información sobre un accidente laboral que acababa de ocurrir en Cerrejón. Un obrero de la mina había sido arrollado por uno de los gigantescos camiones que transitaban por el tajo. El nombre de la víctima me sacudió el alma. Era mi padre, quien laboraba allí desde hacía varios años. Como pude fui a casa y me abracé con mi madre y mis cuatro hermanos. Sin él quedábamos completamente solos. Mi sueño de convertirme en comunicador se enredaba. Debía afrontar la realidad y hacerme cargo de mi familia. La empresa había decidido que cuando sucediera una tragedia con algunos de sus empleados, un hijo de estos contaría con trabajo en la compañía. Así, me ofrecieron una vacante de acuerdo con las necesidades de la empresa, mas no con las aspiraciones que tenía.

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¡HAGA EL CAMBIO, VÍCTOR!

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A esas alturas ya había terminado la carrera y decidí tomar la opción que Intercor me brindaba. Ingresé como analista, encargado de transcribir documentos y sacar fotocopias. Fueron cuatro años duros. Sacrifiqué mi sueño de locución por brindarles estabilidad económica a los míos. En una compañía sólida como esta acariciaba el sueño de ingresar al Departamento de Comunicaciones. El estrés y la rutina empezaban a hacer de las suyas. Durante esos años tuve que tomar un bus todos los viernes, para llegar en la madrugada del sábado a llevar algo de dinero a mi familia y ver a mis amigos, y regresar nuevamente el domingo en la tarde para cumplir con mis tareas el lunes bien temprano. De tanto insistir se abrió una puerta en el Departamento de Comunicaciones que contaba en ese entonces con dos personas. Mi responsabilidad consistía en manejar las carteleras informativas. Como profesional en comunicaciones asumí el reto. Me ingeniaba diseños para la edición de la revista que publicaba la oficina, con recortes de otras publicaciones. Poco a poco fui ganándome el espacio que me convirtió en el editor de Rumbo Norte, una de las revistas más reconocidas dentro de la empresa.

En otra ocasión, a finales del 2003, la compañía fue objeto de los problemas de violencia que atravesaba el país. Un atentado a la línea férrea ocasionó el freno de la producción por más de tres días. La incursión dejó grandes pérdidas y la necesidad de construir maratónicamente un nuevo muelle férreo. Era necesario recobrar la esperanza en cada trabajador, brindar un poco de tranquilidad y retomar la operación. En los tres días de paro productivo, y como si se tratase del mayor acontecimiento de mi vida, me fui con un teléfono celular a transmitir el retorno de funciones del tren:

YO APRENDÍ QUE “PARA ATRÁS NI PARA COGER IMPULSO”.

Pero el sueño de la locución me perseguía. Cuando podía animaba las reuniones, presentaba los eventos y narraba los partidos de fútbol que veía junto con mis compañeros en el televisor del puesto de seguridad. Para el año 1992 hubo un bloqueo en La Guajira, y en ese momento era necesario mantener despiertos y alerta a los operadores. Con turnos de 24 horas y la imperiosa necesidad de batallar contra el sueño y la fatiga de los trabajadores, afronté el nuevo reto. Con radio en mano iba de camión en camión, pasando la voz y animando a los operarios para mantenerlos en pie: “Estamos con el camión 228, con el operador Daza, ¿a quién le pasa la voz?”, le preguntaba. A mi dinámica contestaba el operador Daza, quien le pasaba la voz a otro operador. ¡Haga el cambio, Víctor! Era la consigna. Entre saludos de operario a operario, vestido de animador, pude mantenerlos alerta hasta la salida del sol y finalizar la tarea a las 6:30 a. m. Cumplido el objetivo, entendí el gran poder que tiene

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la radio y lo útil que resultó tenerla dentro de la compañía como una de las mejores herramientas para la seguridad.

¡Señoras y señores!: ¡a esta hora podemos transmitirles que Colombia nuevamente va a sentir y va a vibrar! Porque el tren de Cerrejón de La Guajira vuelve a tomar su rumbo. A pesar de la manera como nos truncaron por estos días, hoy nuevamente sale, no nos van a detener… ¡Y allá viene! LO VEMOS LLEGAR. ¡ALLÁ LO VEO! Una bandera adelante flamea, y el tren de Cerrejón va pasando. Los aplausos de la gente, los gritos y los saludos acompañan su paso.

Ahí sale de la mina, el carbón de Colombia, allí va el tren. ¡Pita, maquinista! ¡Pita!, llevas contigo el sueño y el progreso de La Guajira. Era la época en que el “escarabajo” Lucho Herrera dominaba las rutas europeas. La emoción del país, y también se vivía en la mina, cuando el tren escalaba la línea férrea y se volvía a sentir. Me sentí como el mejor comentarista. Mi voz no se escuchó en toda Colombia, pero la sintieron los tres mil operadores que veían su sueño hecho realidad. De la muerte de mi padre la empresa aprendió de seguridad, de manera que casos como ese en lo sucesivo fueron pocos. Yo aprendí que “para atrás ni para coger impulso”. Gracias a mi carisma seguía ascendiendo en la compañía, y con nuevos roles pude tener mejor acercamiento a las comunidades indígenas. De vez en cuando echo mis narraditas, y provocó emociones en mis compañeros con mi voz. No seré el Édgar Perea de Colombia, pero sí el Édgar de Cerrejón.

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El gallito que puso a sonar la emisora Por Wildir De La Rosa Pertuz

CUANDO EMPEZÓ LA EXPLOTACIÓN MINERA, los trabajadores nos la ingeniábamos para hacer el turno más ameno y regresar a casa así como salimos de ella. Por el canal de comunicaciones de producción siempre había alguien que refería un chiste, entonaba una canción o buscaba la mejor manera para pasar la jornada. La consigna era que lo que se decía y hacía en la radio, ahí se quedaba. Algo particular me sucedió en la primera noche de turno de estas casi tres décadas de mi estadía en la empresa, cuando pertenecía al grupo Fuetes, ahora Líderes. A eso de las dos de la madrugada cogí el micrófono del radio y empecé a cantar como dos horas, sin descansar. Solo soltaba el botón del radio para tomar aire, y seguía en mi “presentación”, entonando las canciones que se me ocurrían. Cuando olvidaba la letra de alguna, la silbaba, la tarareaba o la inventaba. Como en esa época la tecnología no estaba avanzada, como ahora, los supervisores Carlos y Mario Cuello hacían de todo para terminar con la pesadilla en que se había convertido el cantante nocturno. Las camionetas que ellos conducían las colocaban delante y detrás de los equipos mineros, para así dar con el infractor. Me encontraron en esa faena, en el camión Wakco 22-003. Fue un tremendo regaño del chicano Ernie Ruiz. Lo recibí, y adorné mi respuesta con la promesa de no volverlo hacer, por lo que eso implicaba para la operación. Por ese suceso, en el grupo me llamaban “el cantante de los Pelú”, ya que siempre usaba el cabello largo. En ese entonces la compañía abrió un concurso para cambiar el logotipo de la época, que llevaba por eslogan “Prudencio Precavido”. Quien lo representaba era un personaje bonachón, mayor de edad y pasado de kilos. La intención era reemplazar a esta figura que nos

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acompañó desde los primeros años de vida de la empresa, por una más fresca y emblemática que estuviera acorde con la actividad que realizábamos. Participé en el concurso y me quedé con el primer lugar, y así le di vida por muchos años al “Gallito Seguro”. La idea fue inspirada en mi compañero Kike, a quien de cariño le decíamos “Cara’e gallo”. A él le comenté la idea: compa, voy a concursar en lo del logotipo y te voy a dibujar a ti. Con su venia, me le medí a la competencia y gané. El canal de radio lo tomábamos para hacer concursos de cultura general. Una vez lo hacía Popo Leal, otras Wilber Coronel, el popular “Ayaquita”, o yo en algunas oportunidades. El compañero Wilber, con su voz particular, volvió una frase muy popular: “sale de la bolsa”. La pronunciaba cuando alguno de los concursantes no sabía la respuesta a la pregunta que se le formulaba. Con la insistencia de todos los operadores, logramos que la empresa dotara a “Ayaquita” de un radio y una casetera para realizar los concursos. La Superintendencia de Producción nos dio además unos regalos, para entregarlos como premios a los ganadores. Recuerdo que fueron unas tazas color zapote. No sabíamos de dónde sacaban tantas, que ya nos daba risa el premio, pero en aras de la seguridad seguíamos con el propósito de mantener a todos despiertos. Fue pasando el tiempo, y al operador de Base 10, Ciro Guerra, le equiparon un radio pasacintas para que nos pusiera música que se traía grabada en casetes, a fin de alegrarnos los turnos de trabajo. Las canciones se interrumpían cada vez que llamaban a la base. Así duramos un largo tiempo, hasta que se le vendió la idea a la administración de hacer una emisora, con el argumento del beneficio que esta traería para las labores diarias, y se podría aprovechar para que los compañeros incapacitados fueran los encargados del control técnico. Ahí se fue madurando la idea, hasta que por fin nació Radio Cerrejón. Para todos resultó de mucha alegría que un pasatiempo fuera el origen del canal, que ha sido ejemplo para la mina y otras empresas, y que en el 2013 obtuvo el premio de la Red DirCom de Iberoamérica como la mejor experiencia de comunicación en Colombia.

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La historia laboral también se teje Ayer fue mi última entrevista. Desde hacía tres meses había venido disminuyendo el número de aspirantes. Primero éramos un grupo numeroso, que luego se redujo a siete; la vez pasada fuimos cuatro, y ya éramos solo dos las que quedábamos para ocupar la vacante. Al final sería solo una.

Por Martha Aminta Robles Bonivento

ME PREPARÉ COMO NUNCA. Es claro que la presentación personal para una entrevista de trabajo era clave. No se contrata a un desordenado para un cargo de tanta responsabilidad. Pero no quería despertar falsas apariencias: decidí ir como suelo ser, muy natural y firme en mis costumbres. El día llegó. En la sala de espera estaba sola, pero en mi mente me acompañaba un mundo de interrogantes y pensamientos. ¿Será que me van a escoger? ¿Qué le habrá pasado a la otra muchacha? ¿Por qué no vino? ¿Ya vino y se fue? O ¿lo haría más tarde? No creía que me hubieran citado para decirme que muchas gracias. Pero persistían las dudas. Yo les había contado en la entrevista anterior que trabajaba con las comunidades indígenas, que pertenecía al clan Epieyú y que era de una comunidad cercana a la operación que se llama Urapá. Vine con mi manta, porque me gusta lucirla. Mi wayuu shein, o manta, hace parte de mi ser y de mi esencia. Además, me hacía juego con los tejidos de mi mochila. Los tejidos, para nosotros los wayuu, son más que una práctica cultural y herencia ancestral.

LA HISTORIA LABORAL TAMBIÉN SE TEJE

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Cuenta la leyenda que Irunuu, un joven cazador, se encontró un día con una niña huérfana, abandonada a su suerte, y la llevó a casa para que sus hermanas la cuidaran. En vez de hacerlo, estas la maltrataban. Una noche la niña se transformó en doncella y de su boca empezaron a brotar hilos multicolores, con los que iba tejiendo chinchorros y wayuucos a su benefactor, con quien comenzaba a florecer un romance. Cuando el joven volvía, las hermanas le hacían creer que aquellas eran obras suyas, hasta que todo quedó al descubierto. Mientras, en castigo, las hermanas fueron convertidas en murciélagos, Irunnu se abalanzó para abrazar a la bella doncella, pero, en el instante, esta se trasformó en araña y desapareció entre los árboles. Adolorido, Irunnu guardó los trenzados para que las nuevas generaciones aprendieran a tejer. Le conté a mis entrevistadores que cuando tenía cuatro o cinco años, miembros de Cerrejón hicieron una brigada de salud y recibí sus servicios. Vi que muchos de los que trabajaban allí hacían parte de mi cultura. Yo pensaba que los empleados de la empresa eran todos arijunas, porque usaban la misma ropa, y en vez de sandalias tenían unos cascos en los pies, que luego vine a saber que se llamaban botas. Ellos me contaron, por el contrario, que en Cerrejón trabajaban 5.960 funcionarios, y que la empresa se preocupaba por captar mano de obra de su zona de influencia, por lo que había vinculado a muchos trabajadores wayuu a lo largo de su trayectoria. El mismo paisano que me informó de la convocatoria para este trabajo, me había dicho que de los primeros operadores wayuu en llegar a Cerrejón estaba un tal Jorge Camargo, que se vinculó el 14 de octubre de 1983 y había llegado a ser operador de pala, el máximo nivel en este sector.

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Vincular a un wayuu al sistema productivo de la mina –me dijeron– no era tarea fácil. Se debían superar distintas barreras, sobre todo entendernos con el mismo idioma, ya fuera el wayuunaiki o el español, asumir todo el proceso de aprendizaje y poner en perspectiva nuestras concepciones culturales. Era lógico, nosotros concebimos la vida de manera diferente.

que contaban quienes me habían antecedido, si entraba a la compañía, sería líder entre los míos. No era fácil, pues el simple origen wayuu no nos tendía una licencia de trabajo en la empresa. Todos teníamos que cumplir un proceso de selección, en el que buscaban formación, estándares de calidad y valores.

Mientras esperaba afuera el resultado de la entrevista, pensé que muchas personas nos reconocen como seres poco conflictivos, Pero para muchos wayuu, sin embargo, era un sueño, y mayor si capaces de defender a toda costa la labor que se nos asigna. padre e hijo lo realizaban juntos. Dentro de nuestros valores wayuu sobresalen el compromiso y el cumplimiento de normas, lo que nos diferencia de los “arijuna”, Jesús “El Tuto” Iguarán y “El Tutico” trabajan en la empresa, y eso que pueden ser un poco más flexibles al momento de siempre ha sido motivo de orgullo en la familia. acatar una orden. Por lo demás, en las comunidades indígenas se dan situaciones que generan Por lo pronto, ahora quería ingresar yo. Esos desconfianza cuando los interlocutores no son habían sido los 45 minutos de espera más de la misma etnia. largos de mi vida. Veía gente con uniforme “SIEMPRE QUE SIGAS entrar y salir; mientras, allá adentro mis LOS PROTOCOLOS DE Eso podría jugar a mi favor. entrevistadores seguían conversando. SEGURIDAD PUEDES SEGUIR USANDO Desde la mirada de un arijuna, el principal A los pocos minutos salió una joven muy TU MANTA”. Y ASÍ reto que enfrenta un wayuu es establecer simpática y me pidió excusas por la demora. LO HAGO HASTA relaciones con otros semejantes. Que a Le respondí que no había ningún problema, AHORA”. alguien se le ocurra llamarnos indios nos pero los nervios me traicionaban. De inmediato produce desestabilidad anímica. Al no hablar pronunció su sentencia: A partir de hoy 12 de claramente el español podemos ser objeto de junio de 2012 haces parte de Cerrejón. A primeras, burla por parte de los compañeros, y eso también no entendí lo que pasaba, me quedé muda, y al cabo le nos afecta, por el respeto que damos y esperamos de otro pedí que me repitiera: “Desde hoy trabajas con nosotros”. ser humano. Quise saltar y gritar de la emoción. Lo único que me inquietaba Eso, por lo que me habían contado y sabido en la entrevista, era era que a partir del día siguiente me tocaría usar el uniforme. Mis un valor inobjetable que cumplía y hacia cumplir la empresa a la familiares y amigos me verían de entrada como una arijuna. que ahora estaba aplicando. Cuando iba saliendo, la misma joven que me dio la noticia me Mi familia y mi comunidad tenían muchas expectativas. detuvo. “Ah, siempre que sigas los protocolos de seguridad Trabajar en Cerrejón era símbolo de superación. Por las cosas puedes seguir usando tu manta”. Y así lo hago hasta ahora.

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Manuel Elkin Patarroyo nos enseñó a insistir Pintaba ser un día como cualquier otro. Después de mi último turno de descanso, llegué a Cerrejón con toda la disposición para continuar con mi trabajo en el Departamento de Seguridad. Entre las actividades del día, una despertó mi entusiasmo: la visita de Manuel Elkin Patarroyo..

Por Mauricio Domínguez Echeverri

ERA COMÚN VER EN CERREJÓN grupos de visitantes recorriendo la inmensa empresa; estudiantes y profesores de diferentes colegios, miembros de entidades públicas y privadas, personas del común con algún interés en el yacimiento carbonífero, todos ansiosos de conocer con profundidad los procesos técnicos, ambientales y sociales que se desarrollan en la compañía. Por supuesto, también era normal encontrarse uno que otro día con algún famoso. Yo, esperaba ansioso al que se aproximaba. Para algunos de mis compañeros sería uno más de los ilustres personajes que arribaban de vez en cuando por este complejo minero, con la intención de conocer la inmensidad de sus instalaciones. Para mí, la oportunidad de ver al hombre del que tanto había escuchado en mi casa cuando apenas era un muchacho. Había aprendido que gracias a sus investigaciones, el nombre de Colombia podía ser mencionado entre los países con algún avance científico de gran impacto. Patarroyo descubrió la primera vacuna contra la malaria. Desde 1983, este inquieto inmunólogo y virólogo inició con su equipo las investigaciones sobre la malaria que constituía un problema mayor de salud en gran parte de los países tropicales.

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MANUEL ELKIN PATARROYO NOS ENSEÑÓ A INSISTIR

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Con dedicación y disciplina pudo obtener, en 1984, una vacuna sintética que aún hoy sigue perfeccionando. Casi diez años después los trabajadores que laborábamos en Cerrejón, en medio de un clima que no descartaba la enfermedad, tuvimos el privilegio de conocer a quien optó por poner sus conocimientos al servicio de la humanidad.

Lo que leí de él es que nunca paraba. En 1979 identificó la susceptibilidad genética a tres enfermedades (tuberculosis, lepra y fiebre reumática) que le valió un Premio Nacional de Ciencias. En 1981 descubrió los anticuerpos en la población colombiana por medio del mieloma múltiple; en 1984 ya era reconocido por la síntesis química de la vacuna contra la tuberculosis, y en 1986 recibió otro premio por las estrategias para el desarrollo de una vacuna antimalárica.

Patarroyo donó la vacuna, en nombre de Colombia, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en mayo de 1993 que la avaló en 1995. En ese último año, Cerrejón cumplió una década de exportaciones con un acumulado histórico de 100 millones de toneladas de carbón, sin ningún reporte de malaria entre los 4.500 trabajadores directos y 3.500 indirectos que anualmente trabajaban en ese lugar. Entre esos miles de empleados estábamos nosotros, esperando al personaje. Desde el Centro de Visitantes nos mandaban siempre invitados muy especiales. De hecho, anualmente más de 13 mil personas de diferentes regiones de Colombia y el mundo visitan Cerrejón. En la lista han figurado presidentes de la República, primeras damas, ministros, gobernadores, alcaldes, artistas, directores de medios, ejecutivos de grandes compañías. Ninguno había despertado tanta expectativa como este.

Yo era un privilegiado por tener un gran trabajo que me permitía llevar a mi familia el sustento diario, pero me invadió una duda: ¿era suficiente lo que había obtenido? En 1983 llegué a la mina a coordinar la inducción del primer grupo de operadores en el campamento de Tabaco. Poco después, en 1987 ingresé a Producción, en el área de Servicio de Minería. Dos años más tarde pude ingresar al Departamento de Seguridad. “ANUALMENTE MÁS DE 13 MIL PERSONAS Tenía muchos sueños aún: quería DE DIFERENTES aportarle más a la compañía en la que REGIONES DE había crecido profesionalmente. ¿Cómo COLOMBIA Y EL podría lograrlo? ¿Podría Manuel Elkin MUNDO, VISITAN Patarroyo darme la respuesta? Él, graduado CERREJÓN”. de Medicina en la Universidad Nacional, con una especialización en Inmunología en la Universidad Rockefeller de Nueva York, seguía trabajando, inclusive, en su proyecto de mejorar la efectividad de la vacuna contra la malaria.

Todo estaba dispuesto para su llegada. Los encargados de la logística, cuidando que no se escapara detalle alguno que evitara recordar ese día como un gran acontecimiento. ¿Sería Patarroyo un señor muy presuntuoso y sobrado por todo lo que había conseguido después de su descubrimiento o, tal vez, un hombre noble y humilde? A lo mejor descubriría las respuestas cuando llegara, si es que lograba acercarme a él, porque con tantas personas reunidas esperándolo, tuve que ubicarme muy lejos del escenario central.

Lo vi acercarse a algunas personas. Lo había imaginado menos joven. Lo noté calmado cuando empezó a hablar. Yo estaba muy lejos. Escuché desde el fondo todo lo que decía, pero pendiente de mi cuestionamiento no atendí a todas sus palabras. Alguien del público hizo, entonces, la pregunta que resolvía mis dudas: ¿Hay una fórmula para cumplir los sueños? Sin inmutarse, Manuel Elkin Patarroyo respondió: “insistir, insistir e insistir”.

Yo también tuve un sueño Por Orieta Ortiz Estrada

CONOCÍ LA MINA HACE MUCHO TIEMPO. Recuerdo muy bien ese día: desperté con una sensación de hormigueo en el estómago, llamado emoción. Mientras me alistaba, solo pensaba en estar a tiempo en el punto de partida: la plaza principal de Barrancas, frente a la casa de la cultura José Agustín Solano. El profesor había sido muy claro: el que no llegue a tiempo –nos dijo–, se queda. De la mina me había hablado insistentemente mi abuelo materno, José Nicolás Estrada, quien la describía como “el lugar que guarda el oro negro”. Mis amigos, por su parte, la asociaban con los “lon” (lunch) cargados de frutas y bebidas que sus padres les llevaban todas las noches cuando salían del trabajo. Por fin había llegado el momento de descubrir lo que había detrás de aquellos relatos. En el viaje iban conmigo otras 29 ilusionadas niñas, de entre 12 y 13 años, cargadas de emociones iguales o superiores a las mías. En la garita llenamos todos los requisitos para el acceso, con casco amarillo bien puesto, video de seguridad y proceso minero en maqueta. Ah, y la foto en la llanta de “Guaco”, con cámara de rollo tomada por un fotógrafo a sueldo (no había digitales y mucho menos smarthphone) que los guajiros nos moríamos por tener en casa. En el Centro de Visitantes conocimos un grupo que, según nos dijeron, venían de la Conferencia El Carbón de Las Américas que se celebraba en Cartagena.

Él, nos dijo, era el más vivo ejemplo de ello. Eran 56 compradores de todas partes del mundo que se congregaban en torno al mismo lenguaje: el del carbón. Entonces supimos que anualmente visitan Cerrejón entre 12 mil y 14 mil personas, de las cuales unas 7 mil son estudiantes, como nosotras, y mil son visitas especiales, entre las que se cuentan los compradores que llegan a conocer el sitio de donde extraen el carbón que usan sus fábricas o plantas térmicas, como nuestros vecinos de viaje. El resto son turistas.

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MANUEL ELKIN PATARROYO NOS ENSEÑÓ A INSISTIR

Envueltos en el furor de la brisa guajira, estudiantes y compradores, cada grupo por su lado, vimos la perfecta organización de las casas del campamento, las canchas verdes, los camiones gigantes que circulaban por el lado izquierdo, la imponencia de los silos, la precisión de las operaciones en la mina. Yo era de las más animadas y valientes, porque tomé fotos hasta en la corona de una berma de seguridad para cubrir hasta el fondo de la mina (algo que hoy no se puede hacer por las estrictas reglas de seguridad). Nosotras nos maravillamos con el descapote de la mina y el cuidado que luego tiene Cerrejón para repoblar de flora las áreas explotadas; ellos, con el tamaño del yacimiento que según les alcancé a oír después, era el doble de grande de las minas de Australia, de por sí gigantes. A nosotras nos encantó que La Guajira tuviera una riqueza tan grande; a los extranjeros, el trabajo profesional que se despliega en cada una de las fases de la explotación. Ellos nos dijeron al cabo del recorrido que teníamos que estar muy orgullosos de la mina; y nosotras simplemente sonreímos. Evidentemente, comprobamos que eran ciertas las versiones que hablaban de la riqueza de mi departamento y el trabajo monumental que realizaba la empresa carbonífera. Al regreso, mientras festejábamos en el bus las ocurrencias del viaje e imitábamos la manera de hablar de los extranjeros, se me ocurrió un poema que describe la experiencia de todos y, particularmente, la mía: Oh tierra de carbón / Bañada por el caribe / Y bronceada por el sol / Hermosa tú, mi Guajira / Tierra de paz y calor… Inspirada, como estaba, le dije a mi abuelo que trabajaría en “el lugar que guarda el oro negro”. Claro, tendría que terminar mis estudios y luego ser una profesional. Y aquí me ven: hoy soy ingeniera de minas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, y actualmente me desempeño como supervisora de vías y botadero en Cerrejón.

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El día “D” El 23 de febrero de 1985, Colombia hizo un embarque anticipado de carbón de Cerrejón. Las 33 mil toneladas iniciales del mineral colombiano arribarían al puerto de destino en Dinamarca el día 11 de marzo, a bordo del buque Giovanni. Así se completó la primera exportación del proyecto que con los sucesivos avances estaría llamado a impactar la economía regional y nacional.

Por Néstor Monroy Rojas

HABÍAN PASADO DIEZ AÑOS desde que la Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol), en nombre del Estado colombiano, invitara a 17 firmas internacionales a licitar el proyecto de Cerrejón-Zona Norte o Zona B, en un área aproximada de 38.000 hectáreas. El contrato de asociación, en el que participaría la recién conformada compañía estatal Carbocol, fue firmado finalmente en 1976, y un año después se iniciaron las perforaciones en el área señalada. Además de la producción, los trabajos tenían la misión de confirmar las reservas de la zona. Para cuando los daneses recibieron el primer cargamento de carbón, la única infraestructura que estaba lista era la del puerto y la del ferrocarril. En la mina apenas estaban concluyendo las obras de silos, trituradoras y bandas transportadoras que el complejo necesitaba. Sin embargo, el mercado empezaba a reconocer la calidad del carbón guajiro. En su definición más simple, este mineral se presenta en forma de roca heterogénea. Aunque no hay un carbón igual a otro, todos tienen los mismos elementos.

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No obstante, el nuestro es relativamente puro, con un bajo componente de azufre y materia inorgánica, y con poco contenido de cenizas. Con su alto poder calorífico y rendimiento, tiene la ventaja de ser un combustible limpio que genera bajos niveles de contaminación y de residuos fácilmente controlables. Por eso el mercado lo considera un carbón de excelente calidad. Conocedora de ello, la firma danesa Elsam firmó el primer contrato de compra, cinco años antes de que el proyecto estuviera listo. Realmente Cerrejón debía empezar a exportar en 1986, pero el afán de los compradores internacionales se conjugó con el alistamiento rápido de la infraestructura minera en La Guajira. Ya entre 1982 y 1984 el proyecto había registrado unas primeras exportaciones por Puerto Zúñiga, en la vía de Santa Marta. En ese tiempo pudieron haber salido unas 300 mil toneladas de carbón. Pero eran casi experimentales. Yo llegué justamente en noviembre de 1984. Tenía conocimientos en el mercado y entendía la terminología técnica. Sabía muy bien de combustión de carbón en calderas y podría debatir con los clientes temas álgidos, como índice de motorabilidad del producto, por ejemplo. El uso principal del carbón de Cerrejón, según me contaron, sería la generación de electricidad mediante plantas que necesitan la inyección de un energético para producir vapor a condición de presión y temperatura que, a su vez, mueven una turbina y la acoplan a un generador de electricidad.

EL DÍA “D”

Las termoeléctricas eran, pues, el principal cliente de nuestros carbones, aquí y fuera del país. Cuando los daneses aparecieron, Colombia no era propiamente una nación con tradición exportadora, pero ya tenía que entrar al mercado y competir con industrias carboníferas ubicadas en Sudáfrica y la costa este de Estados Unidos. La empresa Carbocol, el socio colombiano en el proyecto, había vinculado personal hábil para las ventas, pero sin experiencia en carbón. Con el tiempo reclutó a ejecutivos que se pudieran desenvolver en el mercado internacional. Entre todos teníamos que vender un hueco en la tierra que era la mina. Pero poco a poco el equipo fue ganando capacidad de mercadeo y negociación, animado por esa primera experiencia de la firma Elsam que, por supuesto, determinaba que nuestro producto era el mejor o por lo menos uno de los mejores. Y así teníamos que ratificarlo en todas las etapas del negocio. Me acuerdo de unos clientes finlandeses que vinieron a ver embarcar su carbón. Como nunca, las grúas sacaron la mano y no funcionaron. Las habíamos ensayado una semana previa y habían operado muy bien, pero cuando llegaron los compradores, las cosas se complicaron. Y justo cuando se fueron, como por arte de magia, las grúas cargaron las 45 mil toneladas faltantes. Para limar posibles asperezas con el cliente, me fui a la planta de Mecoo, en Finlandia, a ver quemar nuestro carbón en sus calderas. Hice la cita, siguiendo los protocolos. Pero no pude llegar a tiempo por un paro de trabajadores de la aerolínea, en Madrid. Afortunadamente el carbón quemó de manera excelente y las condiciones de generación de energía fueron las mejores. Fue

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nuestro mineral el que restableció las relaciones y pudimos conservar al cliente por unos años más.

toneladas de carbón. Era el barco más grande que llegaba a costas colombianas.

Ahí supe por qué los compradores son tan exigentes con la calidad que nos piden, y encontré la explicación de la compra anticipada de los daneses.

Hoy todo el proceso en mina se ha ajustado a los más altos estándares de calidad que demandan los compradores y las exigencias de los socios.

Nosotros exportamos el carbón con promedios de cinco centímetros de diámetro por pieza. Del área de almacenamiento, donde lo dejan los barcos exportadores, pasa, lo más seco posible, a una planta de pulverización que lo muele y deja sin aglutinamientos ni desperdicios.

Con la operación conjunta de BHP Billiton, Anglo American y Glencore, la exportación desde Cerrejón se ha consolidado como un proceso de clase mundial. Mediante la comercialización que hace la firma asociada CMC - Coal Marketing Company, con sedes en Dublín y Atlanta, el complejo exporta a los mercados tradicionales de Europa y Norteamérica, pero también a Suramérica y Asia.

El carbón pulverizado es introducido en las calderas, donde los quemadores alimentados con gas propician su combustión y producen temperaturas elevadísimas que calientan una red de tuberías con agua, antes de transformarla en vapor a una presión tan alta que es suficiente para mover las turbinas que generan finalmente la energía eléctrica. Una parte de los desechos y cenizas de la combustión es evacuada por la base o fondo de la caldera, y otros residuos, como el polvo que circula con los gases y el humo, quedan atrapados en las láminas de los precipitadores electrostáticos.

“LA EXPORTACIÓN DESDE CERREJÓN SE HA CONSOLIDADO COMO UN PROCESO DE CLASE MUNDIAL”.

Apoyado en una infraestructura con tecnología de última generación en la operación y mantenimiento de los equipos; una línea férrea de trocha estándar de 150 kilómetros, y el terminal carbonífero más importante de América Latina, con capacidad para recibir barcos de hasta de 180.000 toneladas de peso muerto, exporta alrededor de 33 millones de toneladas por año.

Estos volúmenes representan el 43 % de todas las exportaciones colombianas, lo que le ha permitido al país, 30 años después de aquella primera aventura internacional, captar el 4 % del mercado mundial del carbón.

• El carbón que sale de Cerrejón satisface las necesidades de energía de 36 diferentes lugares del mundo. • El 95 % de la carga que produce el suelo guajiro se utiliza en la combustión de plantas termoeléctricas. • Con el carbón de Cerrejón se ha suministrado el fluido eléctrico a lugares como New England y Jacksonville, en los Estados Unidos; Belledune, en Canadá; Tarragona, en España, y Asnaes, Stignaes, Enpsted y Aarhus, en Dinamarca que es uno de nuestros mayores consumidores históricamente, así como a las ciudades de Rouen, en Francia; Moneypoint, en Irlanda; Willenshaven, en Alemania; Pori e Inkoo, en Finlandia, y Hadera y Ashdod, en Israel.

Cuando esto sucede, el humo que producen las chimeneas y torres de las termoeléctricas es blanco, casi vapor puro de agua. Esto ocurre, obviamente, si el carbón es bajo en contenido de azufre y cenizas, como el de La Guajira.

La mayoría de los compradores lo siguen utilizando para electricidad, aunque algunos volúmenes van para la industria y la calefacción doméstica.

• Además de electricidad, el carbón guajiro también se usa en la industria siderúrgica de Japón y Francia, y el proceso de fabricación del cemento para construcción en las plantas de Ponce, en Puerto Rico, y Pacasmayo, en el Perú.

Después que el buque Giovanni hiciera la primera travesía con nuestro carbón, todo fluyó con superlativos tanto en las cargas como en los volúmenes de ventas y la propia seguridad. El 10 de abril de 1985 zarpó de Puerto Bolívar el buque Berge Master, con bandera de Singapur; transportaba 131 mil

Y si bien desde Europa llegan buques cargueros con bandera de Alemania, Holanda, Irlanda, Portugal, Eslovenia, España y Gran Bretaña, las ciudades de Asnaes, Stignaes, Enpsted y Aarhus, en Dinamarca, siguen generando energía con el carbón colombiano que conocieron un día de primera mano.

• Europa es la región que más compra carbón colombiano, con un 42,2 % de participación, seguida de los países del Mediterráneo, con el 29,5 %. • Israel y Turquía compran 10 millones de toneladas; Suramérica, 5,8 millones; Norteamérica, 3,2 millones, y Centroamérica y el Caribe, 533 mil toneladas.

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La luna engendró a su hijo entre los wayuu Apenas lo vi bajar por primera vez del carro, descubrí que era un hombre alegre. Su sonrisa no reflejaba la timidez del novato que llega a enfrentar un mundo desconocido, sino la seguridad de quien desea ser amigo. Por esa época, ya me acercaba a los 75 años de estar lidiando con una vida difícil por estos parajes áridos de mi Guajira legendaria, y era el indígena más viejo de las comunidades asentadas en el corredor ferroviario.

Por Reyes Rodríguez Ipuana

EN ESE ENTONCES NO ME PASÓ por la cabeza que catorce años más tarde yo sería el gestor de una ceremonia que enmarcaría el sentir sincero de mis hermanos indígenas hacia ese señor que acababa de descender de su vehículo mostrando su dentadura brillante de hombre pacífico y a quien Raquel, mi sobrina, bautizó enseguida. “Kasukish”, dijo ella. Y con ese nombre que significa Cabeza Blanca, se quedó entre nosotros. Recuerdo que Alberto Giraldo venía a reemplazar a Fabio Esteban Barrera en la evaluación de las mejoras de las tierras reservadas por el Incora a Carbocol, para la construcción del ferrocarril minero y el puerto. Y el saludo de bienvenida que le dimos fue similar al que brindamos los indígenas wayuu para que el recién llegado se sienta en confianza: le pedimos la cinta métrica a Fabio Esteban, con la que él medía los terrenos, y se la entregamos a Kasukish. “Tome, empiece a hacer su trabajo”, le dijimos. Todavía me río solo cada vez que llega a mi memoria el resultado de aquella bienvenida fortuita. Alberto Giraldo cogió su cinta métrica y comenzó a desenrollarla caminando de espaldas. Eran las nueve de la mañana de un día intenso y el sol calentaba ya con su acostumbrado brío. Todos seguíamos con atención el descorche de Alberto como negociador. Entonces sucedió: el

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talón derecho de Kasukish tropezó con una piedra y el hombre cayó sentado sobre las espinas desafiantes de un cactus. Muerto de risa, Alberto corrió hacia nosotros para que le ayudáramos a sacarle las puyas que se le habían incrustado. Fue el comienzo de una gran amistad que hoy, tantos años después, se mantiene intacta, a pesar de las embestidas que le ha propinado el destino. Nosotros entregando sin reservas nuestro cariño primitivo de indígenas altivos. Y él, mereciéndolo cada día más con su sonrisa de siempre y ayuda oportuna que por su intermedio nos brindan las empresas Carbocol e Intercor.

que tuvo Uribia, como Süchon Kaime que significa Hijo del Sol. Era la primera vez que los wayuu le entregábamos a alguien tan alta distinción. En el transcurso de esas seis décadas quizá nadie se volvió a merecer semejante honor de parte nuestra. Pero ya en el ocaso de mi vida, sé que ninguno otro como Kasukish se ha ganado con creces y sin proponérselo una distinción similar. Cada vez que ha empeñado su palabra con nosotros, él y su empresa cumplen. Y mi raza sí que le da un valor a la palabra. Creo que los 69 ahijados que ha bautizado son una muestra suficiente del inmenso cariño que le tenemos: nosotros los wayuu no le entregamos un hijo a cualquier compadre que se aparezca.

Por eso, cada vez que distinguimos a lo lejos el campero blanco que se acerca a nuestras rancherías, sonreímos. Porque tenemos el pleno Y una noche, viendo la luna esparcir su claridad convencimiento de que Alberto Giraldo, sobre los confines de esta tierra desértica, “CADA VEZ QUE analista de Relaciones Públicas de Intercor, supe que el mejor homenaje que se le puede DISTINGUIMOS casi nunca viene a pedirnos ayuda, sino a hacer a un hombre que ha sacrificado gran A LOS LEJOS EL ofrecérnosla. Y la rara vez que la necesita, parte del tiempo que pudo dedicarle a su CAMPERO BLANCO ahí estamos nosotros, dispuestos como propia familia, para estar con nosotros, es QUE SE ACERCA siempre a apoyar al amigo. declararlo hijo de ese astro misterioso que A NUESTRAS nos alumbra desde la inmensidad del cielo. RANCHERÍAS, Casi todas las noches recuesto un asiento de SONREÍMOS”. cuero sobre la pared de barro de mi ranchería Con esa determinación fui a la casa de y desde allí escudriño el misterio de la noche. María Idalides Plata de Brugés, una licenciada Miro las estrellas con su titilar constante y entre en Educación Básica Primaria que lleva ya 16 ellas, con su esplendor y su imponencia para someter años investigando la cultura de sus antepasados la oscuridad, está la gran luna. Todos: estrellas, oscuridad, wayuu, para que me ayudara a cristalizar la idea. Y luna, brisa, lluvia, sol, en fin, la vida misma, son elementos de la acordamos en que yo debía consultar con los demás líderes de naturaleza. Y en cada uno de ellos está representado Mareigua, las 21 comunidades. De antemano sabíamos la respuesta: todos nuestro Ser Supremo que siempre busca el bien para nosotros. apoyaron la idea. Hace 60 años, a finales de 1936, tuve el honor de presenciar una ceremonia en la que los ancianos de mi tribu declararon al capitán Eduardo Londoño Villegas primer Comisario Especial

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El miércoles 28 de febrero de 1996, en la ranchería El Cacique se vivió un ambiente de fiesta. Entre un reguero de cámaras de televisión y fotográficas, al frente de insistentes micrófonos y

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grabadoras, me vi respondiendo con mi lenguaje habitual a las preguntas de los periodistas que habían llegado hasta allá para cubrir la ceremonia en que Alberto Giraldo fue bautizado como Süchon Kashi que significa Hijo de la Luna. Nunca antes, en los 14 años que llevo de estar compartiendo con él no solo alegrías, sino también tristezas, había visto hablar a Alberto con su voz entrecortada por el llanto que se le atragantaba por la emoción cuando agradecía el gesto con que los indígenas lo honrábamos aquel día. Debo decir además que uno nunca termina de conocer a los amigos. Porque me sentí gratamente sorprendido cuando una de las hijas de Alberto me llamó para entregarme una placa de reconocimiento con la que su familia nos agradecía el buen trato que le dimos a su padre. “FUE UN FESTEJO INOLVIDABLE, Ese día, no solo Alberto bailó la Yonna bajo EN EL QUE SE el candente sol del mediodía. También ESTRECHARON LOS lo hicieron Mario Wild y Ricardo Plata, LAZOS DE AMISTAD mientras el gringo amable que vino desde ENTRE NUESTRA Houston miraba complacido. Fue un festejo RAZA Y LOS ARIJUNAS inolvidable, en el que se estrecharon los lazos DE CARBOCOL de amistad entre nuestra raza y los arijunas de INTERCOR”. Carbocol - Intercor. Quizá no tan inolvidable como el día aquel en que Alberto Giraldo recibió como saludo de bienvenida unos puyazos en su trasero que lo cosieron para siempre a estas tierras guajiras.

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Tejemos alianzas


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Aprendimos juntos a hacer responsabilidad social Cuando me llamaron a trabajar desde Cerrejón, en 1982, llevaba siete años en Colombia. Había regresado de Estados Unidos con una maestría en Relaciones Públicas, de la Boston University, y me dedicaba a la academia y a asesorar empresas. Aunque suene jactancioso, era la primera colombiana en estudiar esa maestría.

Por Nancy Murgas De Fernández

EN LA MINA ME CONTRATARON para una asesoría de seis meses. Al año siguiente, un 29 de junio, me llamaron de nuevo ya para trabajar con ellos. En el Departamento de Relaciones Públicas, como pomposamente le llamaban, éramos dos y medio: el gerente, Manuel Dangond; yo, que tenía a cargo la coordinación de comunicaciones, y Merly Bolívar, la secretaria que compartíamos con otra dependencia. Lo que sí parecía claro eran las funciones que desempeñábamos. Teníamos a cargo el trabajo social y de comunicación de la compañía naciente. Lo que me enamoraba era el trabajo en proyectos sociales, que al principio no calaban porque la gente creía que estábamos locos, pero que luego iban dejando maravillados y agradecidos a los guajiros. Hoy tengo que decirlo: Cerrejón y La Guajira aprendieron juntos a hacer responsabilidad social. En la década de los 80 no se hablaba aún del tema en Colombia, pero la Exxon Mobil, filial de Intercor, ya hacía responsabilidad social. La filosofía que la guiaba era que debíamos ser buenos vecinos, y eso implicaba que no

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podíamos llamarnos socialmente responsables si nuestro entorno estaba en graves condiciones. Los diagnósticos que nos entregaron y la evidencia misma que podíamos observar indicaban que este era uno de los departamentos con más demandas sociales del país. Teníamos que sacar carbón de la tierra, pero al mismo tiempo involucrándonos con las soluciones de la gente por medio de una política corporativa de buen ciudadano.

La empresa tomó la decisión de prepararlos en el Centro de Entrenamiento que quedaba donde hoy está ubicada la Universidad del Atlántico, en la vía de Puerto Colombia. De ahí salieron auténticos contingentes de técnicos, listos para la operación minera. Con el tiempo fuimos asociándonos con otros actores sociales, a partir de las carencias que ellos mismos identificaban. Como muchos rectores de colegios no habían concluido su formación básica secundaria, y la comunidad lo echaba de menos, nos juntamos con la Universidad Javeriana para que se iniciara un proceso de formación, que al final los graduó como licenciados en educación.

Entre los años 83 y 86, mientras avanzaba la construcción de la mina, el puerto y el ferrocarril, la empresa creó el Programa Integral de Ayuda a la Comunidad Indígena Con las esposas de los trabajadores construimos una (Paici). Fue el inicio de todo, aunque no sería dieta balanceada, a base de alimentos propios suficiente. de la tierra guajira, para que los operadores cumplieran sus turnos con suficiente energía, “TENÍAMOS QUE Ahí nos encontramos con un departamento aliento y seguridad. Nuestra oficina se SACAR CARBÓN DE que por momentos parecía otro mundo. El encargó de la misma manera de mediar ante LA TIERRA, PERO país no se había preocupado por enseñarle las familias, para que cuidaran sus horas de AL MISMO TIEMPO al guajiro, por ejemplo, los símbolos descanso en casa. INVOLUCRÁNDONOS patrios. Desde Gustavo Rojas Pinilla, en la CON LAS década de los 50, ningún presidente había La comunidad también empezó a afianzar SOLUCIONES DE LA visitado la región, así que cuando llegó una cultura del ahorro para aprovechar GENTE”. Belisario Betancur a inaugurar el tren, los los ingresos que, de la mano de la actividad guajiros entonaron por primera vez el himno minera, iban a estar llegando a los hogares. de Colombia, que días antes habían decidido La empresa impulsó la iniciativa de aportar a sus aprender. trabajadores 70 centavos por cada peso ahorrado, eso sí, con el compromiso de no retirar antes de cinco años, lo que fue Desde siempre la empresa había definido que los guajiros serían apartando a su comunidad de los hábitos derrochadores. su prioridad, de manera que al proveer las vacantes que se fueran generando, estos tendrían la primera opción; luego los del resto Como la infraestructura de Cerrejón atravesaba todo el de la Región Caribe y finalmente las personas de otras ciudades departamento, llegamos a conocer a cada una de las personas del país. Sin embargo, había una dificultad: muchos guajiros no que vivían a lo largo de los 150 kilómetros de la línea férrea. Por tenían formación académica. ejemplo:

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En un principio pensaban que éramos colonizadores que, como otros en épocas remotas, llegaríamos a sacar el oro y luego nos iríamos. Pero trabajamos hombro a hombro con los guajiros en el fortalecimiento de su identidad y preservación de su cultura, y ellos cambiaron su actitud. Por eso nos permitieron apoyar en la conservación del idioma wayuunaiki mediante su enseñanza a los niños. Este fue un proceso interesante, pues nosotros nos encargamos de buscar bilingüistas de Venezuela, y la comunidad, de construir los salones. Hoy podemos apreciar el fruto de lo sembrado. Al comienzo era un departamento de la organización haciendo prácticamente de todo; según sabemos, en la actualidad dispone de un sistema de fundaciones que tiene la misión de generar cambios sociales y tejer alianzas con las comunidades vecinas, en temas como: la problemática del agua, el progreso del departamento, el fortalecimiento institucional y la defensa de las etnias indígenas que habitan en esta región de Colombia.

Junto con los programas de gestión social en salud, educación, cultura y deporte, desarrollo de proyectos productivos, más el relacionamiento con comunidades indígenas y no indígenas, y su sistema de fundaciones, Cerrejón ha generado inversiones sociales del orden de los $105.668 millones en los últimos cinco años. Las fundaciones son cuatro y se dedican a atender los temas más significativos para el desarrollo de la región, así:

“NO HICIMOS NADA SOLOS. LA GUAJIRA NOS PERMITIÓ INVOLUCRARNOS CON SU GENTE, PARA QUE TODOS FUÉRAMOS MEJORES”.

• La Fundación Cerrejón para el Progreso de La Guajira apoya la creación y el fortalecimiento de otras industrias. El Hotel Waya, la planta de reciclaje de llantas y el museo DesQbre son ejemplo de ello.

En síntesis, no hicimos nada solos. La Guajira, antes de dejarnos explotar la primera onza de carbón, nos permitió involucrarnos con su gente, para que todos fuéramos mejores.

• La Fundación Cerrejón para el Agua de La Guajira busca construir soluciones para el acceso sostenible a este recurso.

Pasado el tiempo lo que hacíamos guajiros y empresa empezó a ser parte de la literatura nacional, con términos como contabilidad o responsabilidad social que generaban debates en foros y eventos académicos, y que en esencia decían lo mismo que nosotros aprendimos a hacer en las rancherías.

• La Fundación Cerrejón Guajira Indígena apoya y fomenta iniciativas para fortalecer el tejido social de las comunidades indígenas.

La lección más importante de esta experiencia es que cuando una compañía tiene una política, unos valores, una misión y una visión orientada al concepto social, y con ella involucra a toda la comunidad, se vuelve parte esencial de la región donde trabaja.

• Y la Fundación Cerrejón para el Fortalecimiento Institucional incentiva mejores prácticas de gestión en gobiernos locales y fomenta la participación de la ciudadanía en la planeación y vigilancia de los recursos públicos.

Animada por eso permanecí en la empresa durante 24 años, aunque llegué a ella, lo confieso, pensando que solo sería por 12 meses.

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En el tejido se conoce a la mujer Para Carmen Palmar, mi mamá, la mujer se conoce en el tejido. Eso lo aprendió desde los 12 años cuando la primeras manchas de sangre en su cuerpo, le indicaron que empezaba a dejar la niñez. Como es costumbre en nuestra cultura, fue aislada y encerrada para recibir las instrucciones sobre la vida. Su abuela, entonces, le puso una madeja de hilo en las manos y le enseñó el arte con el que tejería su vida y la de su comunidad.

Por Alberto Meza Palmar

LOS FUNCIONARIOS DE LA ASOCIACIÓN Carbocol-Intercor se sorprendieron con su talento, después de un curso sobre unidades productivas al que mi mamá asistió como una alumna más. Recuerda que por pura intuición se comió una parte del dinero generado por su primer negocio, y decidió guardar la otra. Los profesores le echaron el ojo y recomendaron a la compañía que le hiciera seguimiento. Carmen no solo era una excelente artesana sino una mujer con espíritu emprendedor. Sus tejidos empezaban a caracterizarse por una marca muy particular, pues con una sola hebra le iba poniendo a sus chinchorros y mochilas acabados que únicamente ella dominaba, con un valor agregado adicional: sin perder los acentos culturales propios, que es lo que siempre la inspira, todo el tiempo estaba haciendo innovaciones que sorprendían a compradores y nativos. Pero había algo especial en ella, más allá de lo que los instructores veían como la verdadera encarnación del mito wayuu de los tejidos. A pesar del escasísimo dominio de la lengua española, asistía a capacitaciones, hablaba con la gente de Artesanías de Colombia, se entendía con corporaciones internacionales.

EN EL TEJIDO SE CONOCE A LA MUJER

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Como era muy inquieta, se interesaba por las nuevas gamas de colores, preguntaba por sus combinaciones, indagaba por las tendencias. Ella fue la primera wayuu en asistir a Exportesanías, por ejemplo. Al final el país la reconoció como una artesana excepcional, de manera que el Icontec le entregó el sello de calidad que nunca antes había recibido tejedora alguna y el propio Presidente de la República le extendió en el 2012 una denominación de origen, que en el comercio internacional significa que lo de ella no lo hace nadie más ni en Colombia ni el mundo. Con el apoyo de Cerrejón –me dice- montó en el año 96 un taller artesanal del que salían, con destino a todo el país, sus producciones excelsas. De Medellín, Bogotá, Cali, Barranquilla e, incluso, de otros países, venían todas las semanas admiradores de su arte, a llevarse por lo menos un recuerdo. Con el tiempo muchas mujeres de la comunidad quisieron emularla y ella vio en ese interés la posibilidad de apoyar su desarrollo, así es que buscó la ayuda de Cerrejón y las organizó en la Asociación de Artesanos de Aruatachon, Asara, que con unos 45 asociados, tiene su almacén en la propia comunidad, en el kilómetro 53 en la carretera que va de Cuatro vías a Uribia.

Yo estoy muy agradecido con ella. Cuando era hora nos mandó a un internado en Manaure. Y gracias a sus tejidos, los cinco pudimos seguir estudiando.Tres de nosotros somos etnoeducadores, y nos dedicamos a apoyar a nuestra comunidad. Aunque siempre me presenta como su secretario, y eso sí lo dice en buen castellano, yo soy apenas su español: el canal de comunicación con el mundo exterior. Lo demás lo hace ella. Hoy, mientras coordina que todos cumplan sus funciones en la asociación, verifica que en el almacén haya suficiente stock de chinchorros, mochilas, bufandas, carteras, bolsos para jóvenes y señoras, con tal disposición que al mismo tiempo sirva para contar la historia de los tejidos ancestrales. El local comercial más parece un museo. Pero buena parte del día lo dedica a perpetuar su legado. Un día, en una conversación con sus amigos de la Fundación Guajira Indígena, salió la idea de enseñar a tejer a otras generaciones. Mi mamá ya había hecho ese curso con los artesanos de la comunidad. De hecho, tiene dos sobrinas en la casa, a las que se le dedica con la misma pasión de mi bisabuela con ella. Pero esto era de más impacto. Y no lo pensó dos veces. Hoy Carmen es instructora de la Fundación en arte wayuu y se la pasa de capacitación en capacitación en las comunidades aledañas.

En las tardes, cuando el cielo de Aruatachon se pinta de colores anaranjados, salen las arañas tejedoras de sus rancherías. A su lado marchan los maridos que antes no tocaban ni una aguja, pero ahora ayudan a combinar colores o a desenredar el hilo, cuando no son ellos mismos los que también tejen.

Ahí les dice que el tejido no es una unión de hilos sino de vidas. Con los hilos bien hilvanados, la mujer proyecta su textura, su estética, su consagración, su cuidado, su bien juicio. El tejido es lo que la identifica.

A esto nos ha llevado Carmen.

A veces veo que es un trabajo duro porque le toca andar mucho, pero siento que es su misión y que la hace con el amor de sus manos y sus palabras.

Porque mi mamá tiene eso: es rica en conocimiento, en amistad, en servir a su gente y en romper paradigmas. Y eso lo enseñó a sus cinco hijos, desde que estábamos pequeños.

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Todo, según me ha dicho, vale la pena. Su propósito es que la cultura nunca muera con la tarde.

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Misión: tortugas Caminan solas por la arena. Durante un tiempo no era común verlas por aquí, pero ahora parecen las dueñas de estas playas. Algo de magia y encanto tienen esas especies. Algunos se atreven a decir que compartieron el mismo ecosistema de los ya extintos dinosaurios; otros las vinculan a mitos ancestrales relacionados con la paciencia.

Por Raúl Gouriyú Uriana

UN DÍA LE ESCUCHÉ DECIR A UN PESCADOR que la variedad era tan amplia como lo pueden ser en estos momentos la de los felinos o las aves; hoy son pocas las que quedan. De hecho, en el mundo solo existen ocho especies de tortugas, de las cuales cinco visitan las costas del Caribe colombiano. Recuerdo tanto el sabor de su carne. Mi madre las preparaba con una sazón única que fascinaba a mi abuelo. Yo mismo las cazaba para llevarlas a la casa, hasta el día en que pasó lo que pasó. Como de costumbre, madrugué a sorprenderlas en el desove. Esperaba encontrar entre mil y mil quinientas, tal como en otras épocas. Esta vez, sin embargo, no conté más de cincuenta. Algo estaba pasando. Un amigo que vendía productos a la tripulación de los barcos anclados en mar abierto contó haber visto en uno de ellos de 300 a 500 tortugas atrapadas en guacales. Allí estaban, la extinción y la explicación de ella. Me enteré del programa que impulsaba Cerrejón y no dudé en convertirme de cazador a guardacostas. Al principio fue difícil,

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pues esta es una forma de sobrevivir; pero fui comprendiendo lo importante que era conservar a las tortugas. Muchos de nuestros pescadores las atrapan sin querer con sus grandes redes. Por eso acordé con ellos que si rescatan ejemplares con vida, deben liberarlas, y si las atrapan muertas, enterrarlas. Desde el 2011 firmamos un acuerdo de conservación marina que compromete no solo a los pescadores, sino a las comunidades indígenas wayuu de Bahía Hondita y Punta Gallinas, con el propósito de eliminar algunos hábitos tradicionales de consumo, como comer carne y huevo de tortuga, y realizar un monitoreo a las costas y las especies principalmente a cargo de los biólogos. El trabajo que se ha realizado va más allá del complejo cuidado de las tortugas. Entre todos hacemos un trabajo de formación en las comunidades aledañas a la costa. Cerrejón, por su parte, nos ha formado en emprendimiento e identificación de alternativas de producción y de consumo. El programa no es solo responsabilidad mía: ya somos 39 voluntarios, entre wayuus y arijunas, y se espera que seamos más en los próximos años.

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El día de la liberación es una fiesta entre niños y tortugas. Aunque sienten un poco de nostalgia cuando las ven adentrarse al mar, saben que en el fondo acaban de cumplir una misión fundamental para la preservación de la especie que los marcará para toda la vida. No todas sobrevivirán. De mil huevos llegarán a la edad adulta unas diez.

“LA MISIÓN MÁS ADMIRABLE ESTÁ EN SALVAGUARDAR LA ESPECIE, CUIDANDO PRINCIPALMENTE SUS HUEVOS” .

En ese empeño la comunidad ha fortalecido su sentido de pertenencia por las tortugas; tanto que cuando alguien encuentra alguna, de inmediato nos da aviso y nosotros hacemos un proceso que va desde su registro y evaluación hasta su liberación.

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Ese será su hogar hasta que alcancen el tamaño preciso para defenderse solas. En esto tenemos que ser muy estrictos. Si pasan más tiempo del necesario, no podrán adaptarse al hábitat natural cuando sean liberadas, y morirán.

Quienes defendemos las tortugas sabemos que existen penalidades para los que las atacan. La Ley 599 del 24 de julio del 2000 sanciona a las personas que maten, capturen o trafiquen especies silvestres, con una pena de prisión que va de los seis a los nueve años, dependiendo de la gravedad. Con la caza indiscriminada, captura por comercio y consumo de su carne, sería muy probable que estas especies desaparezcan por completo, si las instituciones se niegan a desarrollar medidas y estrategias de conservación.

Por eso, no me desanimo. El tiempo que invierto en el cuidado de los animales se me retribuye con la satisfacción personal. Es indescriptible lo que siento cuando veo a estas especies libres en su hábitat natural, en tanto que mi comunidad progresa con otras actividades productivas. Son los beneficios que recibo por hacer lo que me apasiona, es decir, cuidar el mar y sus animales.

Pero la misión más admirable está en salvaguardar la especie, cuidando principalmente sus huevos. Cuando encontramos estos embriones, los guardamos con cuidado bajo tierra hasta que nacen las tortugas.

Desde 1978 estamos sugiriendo que la costa guajira sea vista como zona estratégica de anidación, migración y forrajeo de las tortugas marinas.

Las recién nacidas son apadrinadas por los niños de la comunidad, quienes las cuidan mientras permanecen en las albercas que construimos para la ocasión, donde son alimentadas con trozos de lechuga y pequeños peces para que se entrenen en el difícil arte de la caza.

Por lo pronto, las tortugas anidan sus huevos de mayo a agosto, gracias a nuestra labor. Soy consciente de que no tendremos la variedad de especies de las que se habló en siglos anteriores, pero con el aporte de todos mantenemos vivo el sueño de que nuestras nuevas amigas visiten estas playas por muchos años más.

MISIÓN: TORTUGAS

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Voladura a las 12:15 “Voladura a las 12:15 en el nivel 85. Agradecemos a todos los supervisores desalojar del área al personal que pueda verse afectado por la explosión”. La voz se escucha cada mediodía en la mina. Todos saben que deben tomar precauciones y ubicarse en un lugar seguro.

Por Édgar Villadiego del Portillo

UN SEGUNDO AVISO APARECE cuando faltan tres minutos para la hora indicada. Luego se escucha una sirena, y a partir de este momento solo el personal de voladura puede hacer uso del canal nueve del transmisor. Enseguida, la explosión. Es como un pequeño terremoto. Solo que sabemos a qué hora se produce, cuánto dura y qué efectos genera. Cuando llegué a Cerrejón tenía apenas 20 años. Había sido contratado para realizar una operación de una semana, pero me dejaron siete meses más que se han extendido por años. Ricardo Gaviria, el Superintendente de Perforación y Voladura de esa época, me dijo: “Édgar, tú vas para Voladuras”. Cuando vio mi cara de susto, me indicó: “Tiene una ventaja, esa es la sección en toda la minería donde asciendes más rápido”. Emocionado por la afirmación, sonreí. Las sonrisas se convirtieron en carcajadas cuando completó: “Asciendes más rápido porque en cualquier momento hay una explosión y vuelas por los aires”. Así me dieron la bienvenida a Voladuras.

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Este procedimiento, del que muchos hablan pero casi nadie tiene certezas, es mi diario vivir. El proceso consiste en fragmentar la roca para acceder al carbón que hay debajo del suelo duro. En nuestro caso se hace a cielo abierto y es controlado por personal especializado. Cuando aún no hacía parte de la empresa, la roca se volaba con dinamita; los encargados acabaron ese material en dos meses.

Una vez que recibíamos el sitio perforado procedíamos al cargue de barrenos que incluía el amarre del iniciador, una cápsula encargada de detonar la columna de explosivos. Finalmente conectábamos el cordón detonante con el tubo de choque Nonel (una tubería plástica delgada, conductora de la onda explosiva que da el fulminante) y activábamos la explosión. Los que pertenecemos a esta sección sentimos que el evento más significativo desde que comenzó esta operación, ha sido la llegada de la voladura bajo manto.

Luego se pasó al anfo, una mezcla de nitrato de amonio y El nuevo sistema, implementado en 1989, fragmentó el combustible diésel que se depositaba dentro de los material estéril, localizado por debajo y por encima barrenos o agujeros, de los que se extraía material del manto inclinado, en una sola operación, sin sólido perforado. Otro equipo que llamábamos que se mezclara el carbón con el estéril. “EN CERREJÓN “el retocador” rellenaba con material estéril el HEMOS RECORRIDO espacio que el anfo dejaba libre. Con esta técnica se minimiza la TODOS LOS SISTEMAS necesidad de perforar y cargar en taludes DE INICIACIÓN, Corría el año 1984. En esa época el anfo se inclinados. Podemos separar la roca sin HASTA LLEGAR AL MÁS llevaba en bolsas de 40 kilos que el personal afectar el carbón. Así, los mantos son ACTUALIZADO. Y CON tenía que cargar en hombros. Los pozos que resquebrajados por el impacto, pero se NINGUNO HEMOS se perforaban se llenaban a punta de baldes. evita la mezcla con el material estéril REGISTRADO UN que es fracturado lo suficiente para ser ACCIDENTE”. Pero la empresa, siempre buscando mayor cargado por las palas. Y, lo más importante, seguridad, por minimizar el impacto del con estándares de seguridad y protección medioambiente y proteger a las comunidades ambiental. vecinas, un año después implementó la mecha lenta y el El proceso empieza en el mismo momento en que el barco atraca cordón detonante que actualizaban el proceso. En esas estaba en puerto. cuando llegué a la compañía.

El nitrato de amonio es descargado en contenedores especiales de 24 toneladas que se transportan hasta la mina en los trenes de suministros. Allí los contenedores son almacenados en un patio especialmente construido, con bermas de cerramiento de más de cinco metros de altura. Los demás materiales explosivos, como detonadores de fondo, retardadores y cordón de disparo Nonel, son transportados separadamente y almacenados en depósitos cubiertos que conocemos como polvorines.

Las voladuras se ejecutan durante el descanso de mediodía, de manera controlada, con retardos para reducir la vibración y evitar la proyección de rocas.

La emulsión se prepara en una planta con capacidad para producir toda la requerida en la operación que luego es transferida a un silo donde se cargan los camiones cisterna que la transportan hasta los sitios de cargue de voladura. Estos camiones están dotados de dispositivos especiales que permiten cargar los barrenos con la cantidad exacta de emulsión requerida en cada uno. La emulsión así preparada es inerte y solo puede ser iniciada con explosivos especiales de alto poder (boosters o detonadores de fondo), los cuales son colocados en los agujeros cilíndricos del suelo.

La sirena suena. Siguen dos minutos más de absoluto silencio. Treinta segundos después se dispara una alarma por el canal nueve, y por último, la explosión.

Al principio fue difícil adaptarnos, pero ahora todos los procesos de preparación de emulsión, manejo y transporte de explosivos y cargue de áreas son manejados por personal altamente entrenado.

En Cerrejón hemos recorrido todos los sistemas de iniciación, hasta llegar al más actualizado. Y con ninguno de ellos hemos registrado un accidente que lamentar.

La adrenalina es la misma, los cuidados reforzados. El acceso a la planta de emulsión y a las zonas de cargue es restringido. Las áreas de perforación y voladura son acordonadas y señalizadas, y solo se permite el acceso a personal autorizado.

Un sistema GPS-DMS ubica las coordenadas del pozo que se va a perforar. La información se envía a cada taladro electrónicamente y este, con el sistema incorporado, se ubica en las coordenadas definidas. Solo entonces comienza la perforación.

Para el control de vibraciones se lleva a cabo un monitoreo en la totalidad de las voladuras ubicadas en sectores que puedan afectar a las comunidades que incluye seguimiento a las condiciones ambientales, ubicación de las voladuras y direccionamiento de la secuencia de amarre y control de la cantidad de explosivo por retardo.


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La unidad móvil que salva vidas ¡Ahí viene! ¡Ahí viene! La voz se escucha entre las mujeres y los pocos niños y hombres que las acompañan.

Por Esperanza Torres Ospino

HOY SON 20 LAS PACIENTES que esperan en Campo Herrera, una comunidad de Albania, en La Guajira. La cita es con la Unidad Móvil de Salud que ha traído esta vez servicio de ginecología. Madrugar no es nada pesado, cuando se hace para llevar bienestar a quienes no lo tienen. Así lo hago siempre que me corresponde llegar a las comunidades del programa de salud del Departamento de Responsabilidad Social de Cerrejón que coordino en todos los municipios vecinos a la operación minera. Desde que llegué a la empresa, hace 25 años, fui la doctora del campamento. Atendí a las familias que habitan en la mina hasta hace seis años, cuando mi labor cambió rotundamente. En vista del difícil acceso que los habitantes de ciertas zonas rurales tienen para acceder a los servicios de salud, por falta de recursos económicos y medios para transportarse, establecimos una alianza con los hospitales de los municipios, a fin de llevarles la atención directamente a su comunidad. Como quien dice: si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

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LA UNIDAD MÓVIL QUE SALVA VIDAS

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Así creamos la Unidad Móvil de Salud, administrada por Cerrejón y operada por los profesionales de esos centros de salud. Se trata de una alianza público-privada, en la que los ganadores son definitivamente los pobladores de La Guajira. Comenzamos con el Hospital de Barrancas y 11 comunidades que habían sido reasentadas o estaban en proceso de reasentamiento. En el 2010, inclusive, logramos convenios con Hatonuevo, Uribia y Albania.

Para llegar hasta Campo Herrera avanzamos por un camino rodeado de cactus, levantando el polvo de las trochas sin pavimentar, aunque fácil de transitar. Cuando ideamos la móvil, pensamos en un equipo que tuviera la posibilidad de trasladarse por vías en mal estado. Pero el recorrido no siempre es sencillo. Como este es un camión grande, en ocasiones tenemos dificultades para pasar por algunas calles, lo que exige ubicarnos en puntos estratégicos, a los que pueda llegar la comunidad.

En Campo Herrera, donde ahora nos encontrábamos, ubicamos Mi compañero Juan Carlos Fuentes es el encargado de transportar la unidad en el lugar más central del pueblo, muy cerca la móvil de un lugar a otro. Él es el único que la ha del colegio. Rosa Ángela Toro, la enfermera wayuu conducido desde que se inició el proyecto. Trabaja en que coordina la móvil, empezó a llamar a las Cerrejón como conductor profesional desde 1991. pacientes. La primera en la lista fue una “CADA COMUNIDAD mujer como de 40 años que nos sonreía Él es también asistente de brigada, por SABE CUÁNDO VA LA mientras subía las escaleras que conducen eso su tarea va más allá de conducir. En UNIDAD MÓVIL, DE al consultorio donde el doctor la esperaba esa misión ayuda a los pacientes a subir ACUERDO CON EL para revisarla. Afuera, en un quiosco que las o bajar las escaleras de la móvil, está CRONOGRAMA QUE protegía del fuerte sol, esperaban su turno atento a lo que necesiten los doctores y la ORGANIZAN LOS las otras 19 pacientes. enfermera, y de vez en cuando es quien HOSPITALES QUE LAS le lleva hielo a las comunidades: como en TIENEN A CARGO”. Cada comunidad sabe cuándo va la unidad muchas de las rancherías no hay energía móvil, de acuerdo con el cronograma que eléctrica, él carga con una cava de hielo, y va organizan los hospitales que las tienen a cargo. poniendo algunos pedazos en los baldes que los Ellos convocan a las personas dos días antes y hacen pacientes llevan para recibirlos. las planillas con el número de pacientes solicitado por el doctor. La idea es que nunca pasen de 20 para prestarles el mejor Esta vez Juan Carlos debe estar muy atento, porque algunas servicio. pacientes están en estado de embarazo. A ellas, como a las demás, les hacemos el diagnóstico y también les entregamos Ahí reciben atención en medicina general, odontología, controles medicamentos. prenatales para las embarazadas y crecimiento y desarrollo para los niños. Hay casos, como los de hoy, en el que traemos a Los especialistas que nos acompañan hacen un listado de las drogas especialistas. que acostumbran a pedir, de acuerdo con cada diagnóstico. La

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mayoría de pacientes reciben su receta completa; en casos especiales, algunos deben esperar la entrega en próximos días. La mayor dificultad se presenta cuando el hospital no le presta el servicio de farmacia a la EPS del paciente, pero Cerrejón siempre lo logra solucionar porque prima el bienestar de las personas. Los acompañamientos en salud no solo comprenden la móvil, sino otras líneas, como las brigadas con especialistas, capacitación a médicos y enfermeros en actualización médica; los convenios con los hospitales de Albania, Hatonuevo, Barrancas y Uribia; otra unidad móvil que es a la vez ambulancia, ubicada en Uribia y habilitada por el hospital de este municipio, y el servicio de salud visual que incluye entrega de lentes si lo amerita el paciente

bien. Así de feliz me siento yo hoy, porque mi equipo está cada vez más comprometido. Cuando comenzó este proyecto, no imaginé la cantidad de necesidades que podemos encontrar en lugares tan cercanos a la empresa. Por eso, atender a las personas a tiempo para prevenir enfermedades graves y concientizarlas de la importancia de cuidar su salud es lo que pretendemos. A pesar de ser poblaciones indígenas que prefieren la medicina natural, han accedido a los servicios sin mayor reparo, sobre todo al programa de salud oral que es, entre todos, el de mayor acogida.

Las cifras son muy elocuentes: alrededor de 18.000 pacientes atendidos en 95 comunidades y unas 178 vidas salvadas desde el 2012.

Los jóvenes asisten cada vez con más frecuencia. Los más complicados son los adultos mayores que se resisten a salir de su casa para ir a las citas médicas.

Pero con la móvil hemos desarrollado 5.700 actividades en medicina general, odontología, enfermería y ginecología, en un ritual sagrado que empieza desde muy temprano.

Pero seguimos insistiendo. Nuestra iniciativa ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales, como el Premio de Responsabilidad Social de Comfamiliar Huila y los premios que entrega PHG Australia. Esta es una experiencia replicable. Nuestro reto es llegar a más comunidades y poder, así, seguir llevando salud preventiva que salva vidas. Ese es todavía un mejor reconocimiento.

Juan Carlos sale de Papayal cada madrugada, a buscar la unidad en el campamento de Cerrejón, y luego va por Rosa Ángela, la enfermera. Juntos llegan a la comunidad que corresponde ese día, preparan lo necesario para las consultas, organizan los medicamentos y saludan a los pacientes mientras llegan los médicos que los van a atender. Después de la jornada de trabajo, se van al hospital. Allí hacen la asepsia de la móvil para luego conducirla nuevamente al campamento, donde reposa hasta su siguiente viaje. Ya estamos terminando en Campo Herrera. La última paciente, la más adulta de todas, está feliz. El doctor la ha encontrado muy

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Los técnicos que necesita La Guajira Algunos llegan en moto, otros en bus o taxi, y los que viven más cerca lo hacen caminando. Ninguno pierde su rumbo, todos vienen directo a Barrancas, a la Institución Educativa Pablo Sexto, donde funciona TecnoGuajira.

Por Alonso Franco De León

SENTADOS, TOMANDO ATENTA NOTA de lo que les enseña su profesor, los jóvenes nacidos en La Guajira o los que llevan muchos años viviendo en este departamento, asisten a sus clases diarias para formarse como técnicos. Cuando comenzó la operación minera, la pretensión de Cerrejón era contratar mano de obra guajira, pero en las poblaciones de los alrededores eran escasos los bachilleres, y mucho más las personas con formación técnica o profesional. Ante ese panorama, la decisión fue contundente: había que preparar el talento humano de la tierra que daba el carbón. En ese proceso Cerrejón también cumple 30 años. Al principio fueron extranjeros los que llegaron a instruir a los nuestros, en el centro de entrenamiento que Intercor tenía en lo que hoy es la Universidad del Atlántico. Luego, los de aquí viajaron a otros países, como México, Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña, a seguir aprendiendo. Y en adelante, en alianza con instituciones de formación técnica del país, logramos los resultados esperados. Así es como la mina tiene hoy a más de 5.700 empleados directos. De ellos, el 62 % son de La Guajira; el 28 % de otros lugares de la región, y el 10 % del resto del país.

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LOS TÉCNICOS QUE NECESITA LA GUAJIRA

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Esos mismos parámetros los pide Cerrejón a las empresas contratistas que suman otros 4.700 trabajadores. En el 2009 surgió la idea de TecnoCerrejón. Era necesario que habiendo acumulado toda experiencia no formal en entrenamiento de equipos humanos, Cerrejón la vertiera en un proyecto de formación. Yo había trabajado para la empresa durante sus inicios, como administrador de su primer campamento en Tabaco. Después pasé a administrar el campamento de Mushaisha y finalmente fui el supervisor en bodegas y control de inventarios. En todas esas estuve seis años. Cuando regresé, luego de trabajar por más de 15 años en el sector de la educación en mi natal Cartagena, comenzamos desde la Fundación Cerrejón para el Fortalecimiento Institucional de La Guajira, a gestionar la creación de una institución dedicada a la formación integral de capital humano, mediante el desarrollo de competencias laborales. La idea era tener una oferta académica que correspondiera a las necesidades del sector productivo, en este caso la minería.

Podíamos predecir cuál sería el impacto que generaría esta nueva institución, pero nunca sospechamos la inmensa alegría que causaría entre las familias guajiras. Lo supimos por las sonrisas de los padres cuando acompañaban a sus hijos en los primeros días de clase. Los de mantenimiento debían cumplir la etapa académica durante 14 meses, y los que optaban por ser técnicos en operación de equipos mineros, siete. Ambos grupos debían hacer luego un año de prácticas en Cerrejón.

Desde el 2012, cuando comenzaron las primeras clases, hemos recibido a 595 técnicos y graduado a unos 300. Muchos de los recién egresados han tenido la posibilidad de vincularse a la compañía minera o a sus empresas contratistas, de acuerdo con su desempeño y las vacantes disponibles. El 60 % está vinculado al sector productivo. “AL VERLOS DESEMPEÑARSE Al instituto lo llamábamos antes CON LUJO DE TecnoCerrejón, pero desde marzo del 2015 COMPETENCIA, lo conocemos como TecnoGuajira, porque ME EMOCIONO decidimos ofrecer, además de los programas MUCHO”. enfocados al sector minero, unas nuevas carreras orientadas a otras áreas, a fin de ampliar la posibilidad de empleo en diversas ramas de la actividad económica del departamento y la región.

La Fundación tenía a su cargo el desarrollo de iniciativas que incentivaran mejores prácticas de gestión en los gobiernos locales y fomentaran el control social y la participación de la ciudadanía y de sus comunidades en la mejor planeación y vigilancia de la inversión de los recursos públicos, en especial de las regalías.

Ahora tenemos técnicos laborales en Instalaciones eléctricas residenciales, en Servicios turísticos y en Mantenimiento de equipos de cómputo e instalación y reparación de redes.

Pero entre sus áreas de intervención estaba, además, el desarrollo de la capacidad para la inclusión productiva, buscando el fomento de la educación y la formación para el trabajo.

Eso me pasaba cuando me los cruzaba en la empresa o en el bus que transporta al personal de la mina. Y me pasa ahora, cuando los veo con sus implementos de seguridad por las calles de Barrancas o Hatonuevo, al frente de sus propias empresas o como empleados de otra, aplicando a cabalidad lo que aprendieron y ratificando el sentido de la formación de capital humano que históricamente ha gobernado las relaciones de Cerrejón.

Así fue como en el 2011 TecnoCerrejón recibió la licencia de funcionamiento y registramos dos programas técnicos laborales, uno en mantenimiento y otro en operación de equipo minero.

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Al verlos desempeñarse con lujo de competencia, me emociono mucho.

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Historias de amistad Algunas historias que dan cuenta de las oportunidades de progreso que se han tejido a lo largo de los años, gracias a una gestión cercana a las comunidades.

Por Robinson Martelo Jíménez

Los sueños de oro de Sugey SUGEY PATRICIA SOLANO CARRASCAL quería ser beisbolista, pero en el pueblo no la dejaban. A sus 5 años asistía cada semana al Estadio de Baseball de Hatonuevo, donde vivió la mayor parte de su vida, para ver jugar a sus tíos y deleitarse con las jugadas. La encantaba el juego de señas entre el manager y los bateadores, y las estrategias que unos y otros desplegaban en el diamante para ganar partidos que solo acababan en el último out del último inning. Ahí entendió por qué sus familiares decían que el béisbol era un juego de inteligencia. ¿Quién dijo entonces que ella no podría jugarlo? Sugey Patricia Solano se imaginaba de cátcher. El siguiente paso era buscar a un entrenador. Pero el de turno le respondió que el béisbol era exclusivo de hombres y que ella no tenía cabida en su equipo. Sin flaquear por la desilusión siguió insistiendo. Y, cuando nadie la veía, ensayaba la cuclilla de los receptores cuando esperan el lanzamiento desde el montículo.

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Lo que le llegó fue un globito al receptor. Se llamaba Francisco Cuestas, a todas luces el preparador más abierto e incluyente que conocería. Cuestas le enseñó las bases de este juego, la disciplina y los valores y la metió en una rutina de la que nunca más querría escapar. A los 8 años ya hacía parte del Club Pequeñas Ligas de Cerrejón, uno de los programas de desarrollo deportivo con los que la empresa contribuye a que los niños y jóvenes del departamento tengan una actividad física dirigida, disfruten de un sano esparcimiento y construyan, si es del caso, un proyecto de vida. En los programas participan 4.026 niños de 96 comunidades, en disciplinas como fútbol, tiro al arco y ajedrez, y en torneos departamentales y nacionales. En el caso particular de las pequeñas ligas, en 15 años de trabajo hemos visto crecer a muchos prospectos que hoy están en las grandes ligas del béisbol de Estados Unidos.

Todo eso la ha hecho crecer como deportista y como persona. Sus grandes virtudes se resumen en tres frases: tiene un brazo de oro, es muy inteligente para jugar y está muy clara en lo que quiere hacer en la vida. Sugey, de hecho, también quería ser ingeniera industrial.

“QUIERE RECORRER LOS PASOS QUE SIGUIERON JOSÉ TÉLLEZ Y ÉDGAR RENTERÍA”.

Por ejemplo: Kenny Escorcia, de 20 años, y Bryan Martelo, de 18, son jugadores de Arizona y el Tampa, respectivamente, de la Rocky League; Roberto Noguera, de 18, fue firmado en marzo del 2014 por los Piratas de Pittsburgh; Bijelic Mena, también de 18, desde julio del 2014 hace parte de los Indios de Cleveland. Y estamos esperando que en el 2017 sean firmados: Juan Camilo Chaves, Alan David Arregocés, Gabriel Moreno, Jesús Rodríguez y Hernán Pineda, quienes desde ya están siendo seguidos por varias organizaciones. Pero a mis 40 años en el mundo deportivo, no había visto un caso como el de Sugey.

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Al poco tiempo de ingresar al club, empezaron a llegar los reconocimientos: Champion Catcher, Champion Primera Base… Y hoy, a sus 17 años, tiene un récord de participación en más de 40 torneos en las categorías preinfantil, infantil, prejúnior y júnior a lo largo de toda la Costa caribe.

Un día se presentó, con ese fin, a la Universidad de Córdoba. Aunque siempre me dijo que deseaba tener un futuro en el deporte, nunca perdió de vista el otro sueño de ser una profesional. Pues bueno, en Montería consiguió más que eso: fue fichada para la Selección Colombia de Softball y representó recientemente al país en Oklahoma, Estados Unidos. Hoy juega de receptora y primera base. Según me ha dicho, quiere recorrer los pasos que siguieron José Téllez y Édgar Rentería.

“Muchos creen que el béisbol es un deporte de hombres, pero no, a pesar de las adversidades que se me han presentado, con mi trabajo he demostrado que las mujeres también podemos. Este deporte me ha abierto muchas puertas que sin duda me permitirán cumplir mi sueño de convertirme en un símbolo de mi municipio y de la empresa que me apoya. Invito a todas las niñas que, al igual que yo, sueñan con jugar este deporte, a que pierdan el miedo y se atrevan; en La Guajira siempre tendrán la mano de Cerrejón para ayudarlas”, dice Sugey.

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José Manuel ya puede ser gobernador DE NIÑO, JOSÉ MANUEL BARROS ROBLES soñaba con ser gobernador de La Guajira o senador de la República. Por eso, mientras culminaba sus estudios de bachillerato, hizo parte de cuantas actividades políticas y culturales se organizaban en el colegio. Ahora que lo ve en la Universidad, estudiando para ser abogado, su madre, Lucirene Robles Jusayuú, lo recuerda como un niño inquieto con un gran espíritu de liderazgo y solidaridad con todos los que lo rodeaban.

El proyecto ha favorecido ya a 98 jóvenes de la región, bien con el patrocinio de su matrícula y/o el auxilio de sostenimiento. Se trata de una beca integral que brinda, además, acompañamiento académico y psicosocial para optimizar la experiencia universitaria de los alumnos y garantizar la feliz culminación de sus estudios.

José Manuel nació hace 25 años en la comunidad indígena de Paradero, y creyó en algún momento que su ilusión de liderar los destinos de su departamento o estudiar las leyes de Colombia ya no se cumpliría. Las circunstancias económicas de su familia no lo permitían, Pero en el año 2013 Cerrejón empezó el programa de Excelencia educativa, en desarrollo del cual extendió un fondo de becas reembolsables para aquellos jóvenes sobresalientes de la región que no tuvieran los modos de seguir una carrera de educación superior. Uno de los primeros beneficiados fue José Manuel, quien primero fue tecnólogo en Gestión Ambiental del Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, y hoy en día cursa quinto semestre de Derecho en la Universidad de La Costa en Barranquilla. “Para mí, Cerrejón es un amigo incondicional que siempre me ha tendido la mano y me ha ayudado a cumplir mis metas”, afirma el estudiante, que, como en sus épocas de colegio, actualmente está representando a su universidad en diferentes eventos locales, departamentales y nacionales que ponen a prueba sus talentos de liderazgo.

HISTORIAS DE AMISTAD

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Una sinfónica por la vida A SIMPLE VISTA LO QUE ENCUENTRA el visitante son músicos e instrumentos. Los músicos pudieron haber llegado de Roche, Patilla, Chancleta, Trupio Gacho y Oreganal, animados por alguna vocación musical que sus padres pudieron ver desde que eran más pequeños. Los instrumentos hacen parte de los aportes que está haciendo Cerrejón para respaldar un proyecto cultural que, al principio, inspiraba a uno de sus trabajadores y a un profesor del Colegio Albania. Los talentos de esos niños y jóvenes eran elocuentes al oído de todos, y probablemente algunos de ellos terminarían en exitosas agrupaciones musicales, como las que salen permanentemente de La Guajira. Pero ¿qué pasaba si se integraban a una orquesta sinfónica? La idea parecía una locura, pero Luis Barrios y Robinson Martelo se propusieron sacarla adelante con el apoyo de la compañía.

Hoy la orquesta Sinfónica Cerrejón es un programa integral que apunta a fortalecer el talento artístico y musical, mediante el rescate del gusto por la música, las prácticas y los saberes de este arte entre niños y jóvenes. Con el proyecto, que empezó en el año 2007, la compañía cultiva e incentiva el desarrollo en valores como el respeto, la integridad, el compromiso, la disciplina y la transparencia entre los miembros de la Sinfónica. Eso, según los profesores, es estimular un proyecto de vida.

“DE ENTRADA SON INSTRUIDOS EN GUITARRA, XILÓFONO Y FLAUTA; LUEGO SE VAN ADENTRANDO EN LAS COMPLEJIDADES SONORAS DE OTROS INSTRUMENTOS”.

“Este proyecto es un semillero donde se cultivan valores importantes que desarrollan el talento y las ganas de salir adelante de estos jóvenes”, manifestó Néstor Villanueva, actual director de la Orquesta Sinfónica Cerrejón. Bajo esas premisas, la mañana de los sábados ya no volvió a ser la misma en los pueblos de La Guajira por donde pasan los buses que recogen a los músicos.

Lo primero fue preparar una amplia convocatoria: las audiciones se realizaron en 11 municipios del departamento, que permitieron reunir inicialmente a 29 músicos entre los 8 y 14 años, y después a 96.

En jornadas que se extienden hasta casi terminar la tarde, los jóvenes artistas se preparan en el Colegio Albania en apreciación musical y práctica de nuevos instrumentos.

El siguiente paso era completar la dotación de instrumentos musicales a partir de la existente en el área de música del Colegio Albania.

De entrada son instruidos en guitarra, xilófono y flauta, pero luego se van adentrando en las complejidades sonoras de otros instrumentos hasta adquirir el dominio total.

El reto que continuaba era mayor, y consistía en hacer entender el concepto: una sinfónica no es un conjunto musical sino la agrupación de varias familias de instrumentos de viento madera, viento metal, percusión y cuerda, que se juntan para interpretar obras magistrales.

La orquesta cuenta en la actualidad con casi 100 integrantes, que a lo largo del año deleitan a sus públicos con ritmos que van desde el vallenato, la cumbia, el porro y el currulao hasta el bolero y el vals, en eventos de gran nivel como el Hay Festival en Cartagena de Indias.

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Los nuevos empresarios del campo Yo había sido vendedora de ropa en un almacén de Maicao, y no comprendía las lógica del emprendimiento ni nada de esas cosas.

Por Lidis Campuzano

LO PRIMERO QUE HAGO cuando llego a la hacienda es verificar que todo esté en su lugar. Entonces, recorro las plantaciones, hablo con los trabajadores, consiento a los animales…

Pero el 6 de diciembre de 2012, después de un trabajo de equipo, de muchos sacrificios personales y de superar grandes retos, recogimos nuestros primeros 1.921 kilos de fruto de palma. Ahí dimensioné lo que teníamos en frente.

Aún no puedo creer que todo esto sea verdad. Con el proyecto, fueron construidos una vivienda, tres pozos artesanales y dos pozos profundos para el sistema de riego. Del mismo modo, adquirimos maquinaria agrícola que está hoy al servicio de la producción, corte y recolección.

En vista de nuestra mayoría de edad, Cerrejón nos organizó en la Cooperativa Multiactiva Agropecuaria de Oreganal (COMAO) y nos donó esta finca de 160 hectáreas, al lado de Machobayo, donde empezamos a construir nuestro sueño. En total somos 45 socios, de igual número de familias de Oreganal, que un día pensamos que la vocación agrícola se acababa. La vida moderna poco a poco iba sacando a nuestros campesinos de la zona rural y los sumía en unas rutinas nostálgicas que llenaban al pueblo de tristeza.

“HOY PODEMOS DECIR A BOCA LLENA QUE SOMOS LOS NUEVOS EMPRESARIOS DEL CAMPO EN LA GUAJIRA”.

Había que verlos sentados en un taburete, recostados sobre el marco de la puerta, mirando lejos y perdidos en sus recuerdos. Pero ocurrió todo lo contrario: gracias al esfuerzo y compromiso con esta causa de todos, hoy podemos decir a boca llena que somos los nuevos empresarios del campo en La Guajira. Cuando la empresa nos hablaba de un proyecto para mejorar la calidad de vida de nuestras familias, confieso que no lo entendía muy bien.

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HISTORIAS DE AMISTAD

Cuando nos organizamos, hicimos alianzas estratégicas con el Ministerio de Agricultura y la Gobernación de La Guajira y nos apoyamos en el Sena y Corpoguajira para el soporte técnico. Además, pactamos un crédito con el banco Davivienda.

De las 160 hectáreas de la finca, utilizamos 110 para el cultivo de palma de aceite. Otras 40 las dedicamos a maíz y pastizales. Y en el resto tenemos ganadería mayor de levante y cría de ovejos. Nuestro proyecto asociativo va muy bien. Nos hemos quemado el espinazo, pero ha valido la pena: el año pasado vendimos 320 millones de pesos y lo que nos ha dicho el gerente es que en unos años podemos estar superando los mil millones. Ahí está, ahora sí lo tengo claro, el futuro de nuestros hijo y nietos.

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De cara al futuro


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La Guajira, tierra de riquezas naturales Desde la época precolombina, muchos años antes de la colonización por parte de los españoles, el territorio guajiro, ubicado al noreste del país, era considerado fuente importante de riquezas naturales. Cuenta la historia que sus indígenas habían desarrollado una gran técnica de buceo que utilizaban para la recolección de perlas de los lechos que se encontraban en las costas del Cabo de la Vela.

POR AÑOS, LA PESCA DE PERLAS fue una de las actividades más importantes del territorio guajiro, tanto que a la llegada de los conquistadores se convirtió en uno de los principales productos de intercambio. De esta manera, los españoles negociaron caballos, burros y toros, entre otros animales, por las mágicas perlas que recolectaban los indígenas. El libro Herederos del jaguar y la anaconda, del autor Jaime Arocha, señala que iniciando la década de 1540, la pesca de perlas era tan abundante en el territorio que se creó una provincia dedicada y legislada exclusivamente a su actividad; se trataba de la provincia del Río de la Hacha. “Las fauces de ambición de quienes manejaban la pesca y el comercio perleros en la isla de Cuba se abrieron desorbitadamente con las noticias de la existencia de lechos interminables de ostras en el Cabo de la Vela”, señala el libro. Pero además de la pesca de peces y perlas, el mar guajiro le ha ofrecido a sus pobladores, por años, diversas actividades de sustento que se han convertido en patrimonio de la región; otra de ellas es la explotación de sal marina, producto que en los tiempos de la Colonia era llevado hacia las tierras del interior para intercambiar por oro.

LA GUAJIRA, TIERRA DE RIQUEZAS NATURALES

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Este naciente intercambio comercial impulsó el desarrollo de la actividad minera en la región; sin embargo, solo hasta inicios de la segunda década del siglo XX se fortaleció, gracias a su explotación industrial.

lo que sustenta una dependencia de la minería extractiva de base exportadora, concentrada especialmente en el carbón.

Si bien todos estos recursos fueron por muchos años los productos comerciales de mayor intercambio, en el territorio estaba aún por descubrir una de sus mayores riquezas; se trataba de otro mineral, en este caso de características energéticas; estamos hablando del carbón.

El boom carbonífero | De acuerdo con la investigación La Guajira y el mito de las regalías redentoras, del codirector del Banco de la República Adolfo Meisel Roca, para 1950 La Guajira era el segundo territorio más pobre del país, después de Chocó, debido en gran medida a sus problemas de escasez de agua, situación que reducía los territorios aptos para la agricultura.

Aunque la presencia de carbón en la región se conocía, también, desde la época de la Colonia, solo hasta 1864 el ingeniero norteamericano John May oficializó el descubrimiento de las primeras minas del mineral, en la zona conocida como Cerrejón, ubicada en la cuenca del río Ranchería, al sureste del departamento. May decidió contratar la explotación de la mina con el Gobierno Nacional, con el propósito de utilizar el energético extraído como combustible para las locomotoras de tren que unían los dos mares en el istmo de Panamá; propuso, además, construir un ferrocarril y un muelle para iniciar la explotación y exportación del recurso, iniciativas que no se lograron desarrollar por falta de financiación.

Pese a estos inconvenientes, los principales sectores económicos del departamento se concentraban en la agricultura y el comercio. LOS PRINCIPALES SECTORES ECONÓMICOS DEL DEPARTAMENTO SE CONCENTRABAN EN LA AGRICULTURA Y EL COMERCIO.

Pese a estos primeros traspiés y debido a la crisis energética registrada en el mundo a mediados de la década de los años setenta, en el siglo XX, y que obligó a los diferentes países a buscar sustitutos del petróleo, incentivó al país a darle, por fin, rienda suelta al proyecto carbonífero más importante para la nación, la explotación de Cerrejón. Para 1985 se hizo realidad el primer embarque anticipado de la mina de carbón que, ya se sabía, era la más grande de América Latina, con potenciales para varias décadas de producción. En adelante, La Guajira se convertiría en uno de los departamentos mineros con mayor potencial de la nación. Al cierre del 2014 aportó más de 34 millones de toneladas de carbón, la segunda producción más importante del país, después del Cesar. En la actualidad, de acuerdo con la Fundación para el Desarrollo del Caribe, Fundesarrollo, la explotación de minas y canteras representa el 53,4 % del producto interno bruto departamental,

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Para la década de los años sesenta el panorama económico del departamento cambió sustancialmente con el incremento del comercio, en especial el que tenía que ver con el contrabando procedente de las islas del Caribe.

“La participación del comercio en el PIB de La Guajira se incrementó de 37,5 % en 1960, hasta 56,9 % en 1964. Luego bajó hasta 42,2 % en 1970, para incrementarse nuevamente hasta 1975. Los ciclos de expansión y contracción relativa del sector comercio guajiro en el período 1960-1975 dependían de la rentabilidad del contrabando; a su vez, esa rentabilidad estaba relacionada con la situación del sector externo colombiano, en particular la tasa de cambio”, señala la investigación. Iniciando la década de los años ochenta y luego de experimentar estos altibajos, el departamento estaba a punto de registrar una de sus transformaciones económicas más importantes de su historia. El inicio de la producción y exportación de carbón de Cerrejón ubicó a la minería en su actividad más representativa, y desplazó de manera significativa a los sectores agropecuario y de comercio.

Aunque para las décadas siguientes (1991-2000, 2001-2010) la tasa de crecimiento promedio anual del departamento se ubicó en 3,5 y 4 %, respectivamente, la extracción de carbón continuó siendo la fuente de ingreso más importante de La Guajira.

Las regalías y sus beneficios | De acuerdo con la ley colombiana, la producción minero-energética derivaba transferencias o regalías a los municipios o departamentos donde se explotaban recursos naturales no renovables, entre estos el carbón. Hasta el 2011, el 80 % del total de las regalías del país se destinaba a las entidades territoriales productoras, y el otro 20 % era dirigido al Fondo Nacional de Regalías, entidad encargada de hacer la distribución de estos recursos a las regiones no productoras. Entre 1995 y el 2010, La Guajira recibió alrededor de $3,9 billones, que representaron el 10 % de los recursos generados por regalías en todo el país. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el 54 % correspondió al departamento; el 8 %, a Barrancas; el 10 %, a Uribia; el 9 %, a Albania; el 6 %, a Hatonuevo, y el 5 %, a Manaure. El 8 % restante fue redistribuido en los demás municipios. Los recursos de regalías han permitido reducir la tasa de analfabetismo al 9,3 %, según el último censo del DANE, realizado en el 2005. Por su parte, el número de personas que han culminado estudios universitarios pasó del 0,39 % del total de la población, en 1973, al 17,8 % en el 2005.

El empleo también recibió un impacto notable. Si bien el mercado laboral del departamento se ha movido de manera paralela con los cambios del nivel nacional, la presión de la población sobre la tasa global de participación (relación porcentual entre la población económicamente activa y la que está en edad de trabajar) ha ido en aumento en los últimos años, inclusive por encima de la tasa del país, lo que significa que hay más gente trabajando o buscando empleo. Adicionalmente, la actual capacidad instalada del departamento, producto de los encadenamientos económicos (empresascontratistas-productores de insumo), ha venido absorbiendo la mano de obra calificada. A principios de las operaciones de extracción de carbón, por ejemplo, la mayor fuerza laboral de Cerrejón estaba compuesta por extranjeros (de otras ciudades o países) y la mano de obra guajira no superaba el 8 %. En la actualidad, el 64 % de la fuerza laboral es oriunda de distintos municipios del departamento. Con el nuevo Sistema General de Regalías, que empezó a regir a partir del 2012, La Guajira ha obtenido la aprobación de 212 proyectos, por valor de $782.122 millones, para vivienda, agricultura, ambiente y desarrollo sostenible, ciencia y tecnología, turismo, defensa, educación e inclusión social, entre otros que han beneficiado a Maicao, Uribia, Urumita, Hatonuevo, Barrancas, Albania, Dibulla, El Molino, La Jagua del Pilar, Distracción y Fonseca, principalmente.

Los nuevos retos | Si bien son indudables los beneficios de la actividad minera, en especial de la extracción de carbón en La Guajira, su impacto podría ser mucho más representativo.

Según cálculos del Centro Regional de Estudios Económicos del Banco de la República, entre 1981 y 1990 el boom carbonífero le permitió a La Guajira registrar una tasa de crecimiento promedio anual de 14,6, un porcentaje sin precedentes en su historia económica. Una mejoría que se dio gracias a los encadenamientos que genera la extracción del mineral, frente a los demás sectores productivos.

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Así lo contempla el antropólogo Weildler Guerra Curvelo, quien señala que el rezago del departamento fue tan grande que los recursos de regalías son insuficientes para eliminarlo en unos pocos años. Lo que también explica el rezago es la dispersión de la población en un territorio denso y desértico que lleva, a su vez, a la baja cobertura en los servicios públicos.

Los cálculos de Meisel, según afirma, sirven para mostrar que los culpables del atraso de La Guajira en sus niveles de bienestar material no son los guajiros. Por el contrario, el codirector del Banco de la República cree que “los habitantes de este territorio han sido excluidos durante décadas del desarrollo nacional, en buena medida porque la mayoría son indígenas que han defendido su identidad cultural en un medio que les ha sido hostil en los últimos 500 años”.

Justamente Fundesarrollo estimó la población indígena en 417 mil personas que en su mayoría viven en rancherías de un promedio de 50 habitantes cada una, separadas unas de otras a lo largo de una extensión amplia. Apelando a un ejercicio de fotointerpretación realizado por la Gobernación de La Guajira, Fundesarrollo dijo que en Uribia, Manaure y Maicao, los municipios más al norte de Colombia y en los que se concentra gran parte de la población wayuu que sufre los principales problemas asociados con la desnutrición y falta de agua, se encuentran cerca de 31 mil de esos puntos poblados, esparcidos en un territorio tres veces más grande que el departamento del Atlántico.

El documento afirma en forma categórica: “Claro que la era del carbón y el gas ha sido buena para los guajiros y que las regalías los han beneficiado. Si no hubiera ocurrido esta bonanza minera, probablemente, La Guajira ocuparía con el Chocó el último lugar entre los departamentos colombianos en cuanto a ingresos e indicadores sociales. Pero esa bonanza y esas regalías tampoco pueden redimir el efecto de siglos de exclusión social “ESPACIOS REALES que han padecido desde la Conquista los Y MÍTICOS AL habitantes de esta hermosa península”. MISMO TIEMPO QUE SEDUCEN Guerra está convencido de que el país sigue Y DISPARAN LA percibiendo a La Guajira como una región IMAGINACIÓN”. problemática, asociada al contrabando,

En un análisis publicado en El Heraldo del 8 de junio del 2015, los investigadores de la Fundación argumentaron que esa disipación poblacional no permite aprovechar economías de escala, y las intervenciones de prestación de servicio difícilmente se ven reflejadas en la calidad de vida de la población. Además, en La Guajira hay un mayor porcentaje de jóvenes en comparación con el nivel nacional. Una menor proporción de población en edad de trabajar implica la necesidad de mayores recursos para educarla y resolver sus problemáticas básicas. En términos económicos, una población joven representa más costos para los presupuestos públicos. Guerra Curvelo acepta que la región también echa de menos un manejo de los recursos con alta eficiencia. Por su parte, Meisel Roca señala: “La magnitud del rezago de La Guajira, antes de la era de la minería, era tan grande que aun si las regalías se hubieran invertido en forma eficiente y con cero corrupción, éstas no eran suficientemente grandes como para cerrar esa brecha”.

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la corrupción y la desnutrición infantil. “Sin duda, el departamento encierra diversas ambigüedades y paradojas, pues a veces se le percibe como una región joven llena de riquezas naturales y, en otras ocasiones, como una rebelde y lejana provincia que sirve como reservorio extractivo, con habitantes que aún no han ingresado plenamente a la nación”. Pero el departamento en realidad es una tierra propicia para las heterotopías, es decir, “espacios reales y míticos al mismo tiempo que seducen y disparan la imaginación”. En la actualidad y gracias a la diversidad de sus recursos y a su estratégica localización, La Guajira se proyecta como un departamento de enormes oportunidades. Sus innegables ventajas como plataforma de intercambio comercial y su extraordinario potencial turístico, se consolidan como sus nuevos ejes de desarrollo y competitividad regional.

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• Desde el año 2002 hasta el primer semestre del 2015, Cerrejón pagó regalías al país y a la región por 2.308 millones de dólares, equivalentes a 4,7 billones de pesos. • En materia de impuestos, las contribuciones de la empresa en el mismo período ascienden a 3.420 millones de dólares, es decir, unos 6,9 billones de pesos. • Solo en los últimos 14 años, Cerrejón pagó, entonces, entre regalías e impuestos, más de 11,6 billones de pesos. • Del 2008 al 2014, la empresa realizó compras a proveedores e hizo contrataciones por 546,57 millones de pesos en La Guajira. • En este Departamento, Cerrejón trabaja en la actualidad con 145 proveedores y contratistas, a los que solo en el primer semestre del año pagó cerca de 14,5 millones de dólares, es decir, unos 44.652 millones de pesos. • En todo el país, Cerrejón tiene registrados a 963 proveedores y contratistas, a los que pagó alrededor de 183,3 millones de dólares, 446.375 millones de pesos, por concepto de servicios, obras y provisiones suministradas entre enero y julio.


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La Guajira tiene su “parque jurásico” Al llegar a la mina el paisaje recibe al visitante con una bocanada de aire caliente que pareciera que estuvo guardada desde tiempos inmemoriales. Aquí hay tractomulas y maquinaria de tamaños inverosímiles. También hay cerros que se elevan a más de 500 metros de altura y largos tajos de mina de más de dos kilómetros que han sido cavados hasta 200 metros bajo el nivel del mar.

Por Lina Robles Luján

EN CERREJÓN TODO CAMBIA DE ESCALA. Y muchos siglos atrás, también fue tierra de gigantes. No es la primera vez que esta zona del mundo se estremece con el ímpetu de la evolución. Hace 58 millones de años, después de la desaparición masiva de dinosaurios del periodo Cretácico, la vida tomó un nuevo curso y creó una selva tropical húmeda que contenía una fauna y una flora colosal con la entrada del Paleoceno que fueron descubiertas en nuestros días. Solo la fuerza de la colosal flota minera de Cerrejón pudo excavar la roca compacta para hallar, además de carbón, una veta hacia el pasado que le entregó al mundo a la Titanoboa, la serpiente de trece metros más grande que haya existido, además de otros gigantes prehistóricos ocultos bajo el lodo fosilizado de ese Paleoceno perdido. “Fue una casualidad”, dice Iván Gutiérrez, geólogo de exploración de Cerrejón, quien explicó que durante una caminata dentro del tajo llamado La Puente, en el 2004, una practicante de geología quedó asombrada con lo que encontró plasmado en el lecho rocoso. “Cuando se efectuó una de las explosiones, la voladura no destruyó toda la roca, sino que

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dejó una pared expuesta. Allí encontramos una piedra que nunca habíamos visto”.

fotografía del hallazgo de la tortuga gigante pegada en el tablero de la oficina.

La muestra que parecía una vértebra fosilizada, llegó hasta las manos de los científicos colombianos que trabajaban en el Instituto Smithsonian de Investigación Tropical, Carlos Jaramillo y Fabián Herrera, quienes ya habían investigado la zona seis años antes del descubrimiento, patrocinados por esta institución. “Al principio ellos no sabían de qué se trataba y clasificaron la vértebra como de un cocodrilo”, afirma el geólogo.

“No había que buscar a la tortuga, sino encontrar las formas geométricas de su caparazón dibujados en la roca, porque armar a la tortuga gigante fue todo un rompecabezas”.

La colección de fósiles de Cerrejón fue organizada por los geólogos de la mina, el Instituto Smithsonian de Investigación Tropical y la Universidad de La Florida. Con estas entidades firmaron un convenio para el estudio de los restos. El hallazgo produjo un gran debate sobre la identificación del fósil entre científicos del Smithsonian, con sede en Panamá, y el Museo de Historia Natural de Florida en el 2005. Estos últimos finalmente descifraron el misterio al comparar el fósil con una vértebra de una boa actual. “Esta serpiente gigante era muy común en su tiempo”, afirma en Barranquilla Andrés Cárdenas, paleontólogo del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, durante la exhibición de la réplica de este espécimen en la Universidad del Norte.
Los científicos encontraron que alrededor de 60 Titanoboas vivieron en la zona. Cárdenas también destacó los hallazgos de “osos perezosos de entre 2 y 3 metros de alto, y también armadillos”.

La tortuga ancestral | Todavía en el centro de exploración de Cerrejón guardan en una larga oficina, como si hubiese sido ayer, los restos de la investigación que dejaron los paleontólogos durante el trabajo de campo que iniciaron en La Guajira después del descubrimiento de la Titanoboa. Entre varios muebles archivadores, cerros de cajas rotuladas, bolsas clasificadas, planos y fotografías, este banco de fósiles contiene parte de los hallazgos del parque guajiro del Paleoceno. “Para poder hallar los fósiles hay que tener el ojo entrenado”, advierte Gutiérrez, mientras señala con el dedo imitando la forma de un hexágono imaginario en una

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El geólogo finalmente devela en el recinto, con cierto grado de suspenso, el fósil fragmentado de la tortuga bautizada con el nombre de Carbonemys cofrinii, otro de los especímenes que vivieron en el mismo periodo de la Titanoboa y cuyo caparazón mide un metro con 72 centímetros y 24 centímetros el cráneo. El hallazgo de la tortuga se produjo en mayo del 2012.

Todo un ecosistema | La Titanoboa y la tortuga no estuvieron solas en esos humedales prehistóricos, con ellas también convivía en una lucha continua por estar en la cima de la cadena alimenticia el cocodrilo gigante o también conocido como Acherontisuchus guajiraensis, encontrado en 2011. Una tierra que no tenía nada que envidiarle a los paisajes y criaturas que mostró Spielberg en su saga Parque Jurásico. Solo que en la península, los hechos fueron reales y ocurrieron en el Paleoceno. Se presume que este cocodrilo, nombrado así por el río Acheron de la mitología griega, que significa ‘río del dolor’, fue el primer animal terrestre del Paleoceno. Según estudios del paleontólogo Alex Hastings, estas especies vivían en un ancho río que desembocaba en el Caribe. “Lo interesante de Cerrejón es que se trata de la primera vez, en el registro fósil, en que podemos entender cómo era todo el ecosistema. No solo los animales, también las plantas, porque tenemos fósiles de plantas, hojas, frutos, polen y esporas”, explica para Cerrejón el paleontólogo Edwin Cadena. Durante las perforaciones el geólogo Iván Gutiérrez aseguró que también han encontrado peces pulmonados, caracoles, hojas de palmeras colosales y hasta muestra con orgullo una placa piedra con “perforaciones elaboradas por los antepasados de nuestros gusanos actuales que medían entre diez y veinte centímetros”. Toda la evidencia científica hallada en la mina ha demostrado que este ecosistema prosperó en largos periodos de tiempo y en medidas de gran escala.

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Protocolo fósil | Para llegar hasta el tajo La Puente, hogar de la Titanoboa, el visitante recorre anchas vías de dos carriles rodeadas por arena color negro azabache que brillan con la luz del sol. Por ellas transitan tractomulas descomunales que hacen temblar la tierra y que pueden cargar hasta 320 toneladas de peso equivalente a lo que cargarían 10 tractomulas comunes.

Los primeros dos edificios, de siete que ocuparán 4,5 hectáreas, giran alrededor de un árbol de carreto que mide 10 metros de altura. El complejo está casi a diez minutos del tajo La Puente, donde fue encontrada la vértebra de la serpiente. “Este será el hogar de la Titanoboa nuestra princesa gigante de La Guajira”, dice con emoción Álvaro Rojas, director ejecutivo de DesQbre Guajira.

Esta titánica maquinaria que parece sacada de la película Transformers es conducida por hombres minúsculos que desde una pequeña cabina se elevan en llantas de hasta cinco metros de altura.

Rojas desea convertir este espacio en un clúster turístico que muestre a los visitantes el cielo, el suelo y la gente de esta región tanto en el museo como en diversas rutas culturales y científicas que ha diseñado para “descubrir” los atractivos de la península. “Los científicos Edwin Cadena, Fabián Herrera, Jaime Allí trabaja Walter Daza, director de línea de Jaramillo ya afirmaron que esta es una de las canteras operaciones de Cerrejón, en el tajo La Puente, más ricas en fósiles que ellos hayan conocido”, quien también encontró una de estas fotocopias señaló Rojas. “ESTE NO SERÁ del pasado reproducidas en la piedra. “Yo UN MUSEO PARA hallé un fósil vegetal que reposa en el museo DesQubre Guajira ofrecerá a sus visitantes VISITAR, SERÁ UN de Cerrejón es una hoja de helecho gigante una ruta científica hasta Castilletes, en la MUSEO PARA VIVIR Y que mide aproximadamente 6 metros de Alta Guajira, para observar la paleoflora y la REVIVIR LAS ÉPOCAS largo por dos metros de ancho”, recuerda paleofauna encontrada allí que data de 60 DE LA TITANOBOA Daza con emoción. millones de años. Y OTROS GIGANTES COLOMBIANOS”. En Cerrejón existe una política interna que El museo, cuya fase final estará abierta al regula el procedimiento que deben tener sus público a finales de este año, contará con 33 empleados cuando encuentran un fósil, que por experiencias interactivas diseñadas por Maloka, lo general, empiezan a aparecer a sesenta metros de un laboratorio de paleontología dirigido por el profundidad. “Primero se cura la roca y se remueve en una Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP) de Villa operación especial al interior del tajo hacia el exterior de la mina de Leyva, salas múltiples, cafetería y tres modelos a escala de para finalmente llevarlos al centro de exploración”, explica Daza. la Titanoboa, la tortuga y el cocodrilo diseñados por el artista y modelista Santiago Cifuentes “para que los niños puedan tocarlos En el centro de exploración terminan reposando los fósiles, y jugar con ellos”, agrega Rojas. El proyecto, liderado por la para que sean estudiados por comisiones de especialistas del Fundación Cerrejón Progreso, arrancó con una inversión de Instituto Smithsonian que vienen periódicamente al país para 2.600 millones de pesos del Ministerio de Comercio, Industria y evaluar los restos. Turismo, con recursos de regalías del Fondo para la Ciencia y la Tecnología, y el Ministerio de Cultura aportó $500 millones para la primera fase.

La casa de la Titanoboa | En el kilómetro 1,5 vía Cuestecitas, Albania, a 45 minutos de Riohacha, ya se encuentra terminada la primera fase del Museo Centro Interactivo DesQbre Guajira, finalizada en mayo de este año.

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La obra final y casa del parque jurásico de La Guajira tendrá un costo de 12 mil millones de pesos. “Este no será un museo para visitar, será un museo para vivir”. Y revivir las épocas de la Titanoboa y otros gigantes colombianos.

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El parque natural, en puerto seguro Era absolutamente improbable. Un parque natural al lado de un puerto carbonífero, con toda la mala fama que injustamente cargaba la industria minera, no estaba en los planes de nadie.

Por Luis Gómez Lemus

LO QUE HABÍA ESCUCHADO era que la explotación minera y la preservación del medioambiente no iban de la mano. Peor aún, la tendencia de los procesos económicos que decía la literatura apuntaba a sacrificar un factor productivo para poder alcanzar un bien final. Pero Cerrejón estaba dispuesto a cambiar la historia. Y nosotros lo haríamos con él. De un lado teníamos a Bahía Portete, un territorio ancestral sagrado para los wayuu, con una extensión de 14.079 hectáreas y una boca de dos kilómetros de ancho, donde habita la mayor porción de pastos marinos del país (unas 1.300 hectáreas, aproximadamente), y al mismo tiempo sala cuna de peces y otras especies. Y del otro, al puerto carbonífero más grande de Colombia. Por ahí se exporta todo el mineral que la empresa extrae de la mina a cielo abierto de la Media Guajira que transportan 18 locomotoras que diariamente recorren 150 kilómetros entre uno y otro sitio. En la bahía están las formaciones coralinas más desarrolladas del departamento, con fondos lodosos donde crecen moluscos

EL PARQUE NATURAL, EN PUERTO SEGURO

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y crustáceos, playas en las que desovan las tortugas caguama y verde, y manglares que refugian una numerosa población de iguanas, aves migratorias y caimanes aguja (Cocodrylus acutus) que en el mundo se encuentran en estado de extinción. En un pequeño círculo que se ve desde el aire, a un costado del contorno de esta bahía, Puerto Bolívar carga directamente unas 7.000 toneladas por hora, con picos de hasta 11.000 toneladas por hora, mediante una intensa actividad mercante que solo se detiene un día de los 365 del año.

Los que habíamos tenido la oportunidad de conocer la complejidad que el mar esconde bajo su apariencia homogénea, sabíamos de sus grandes riquezas. Cuando nos sumergimos en ese mundo de hábitats, donde la vida escribe un capítulo con cada marejada, volvemos sorprendidos a la superficie.

La operación es cuidadosa. Sabemos de la responsabilidad que tenemos con la biodiversidad de esa “perla del mar Caribe”, como le llaman los indígenas, y la honramos diariamente.

Allí hemos visto formaciones coralinas, arrecifes rocosos, fondos fangosos y arenosos, manglares, praderas de vegetación marina, donde anida el ciclo de vida de muchos seres que le dan equilibrio a ese y otros ecosistemas.

El mineral es cargado mediante bandas transportadoras que van conectadas entre la mina y los barcos de todas las latitudes que llegan al puerto, con todo el cuidado sobre el mar verde y altanero. La operación es regulada por los más exigentes estándares internacionales.

“LA OPERACIÓN ES CUIDADOSA. SABEMOS DE LA RESPONSABILIDAD QUE TENEMOS CON LA BIODIVERSIDAD DE ESA ‘PERLA DEL MAR CARIBE”.

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Encerrada y bien protegida de las influencias hidrodinámicas, la bahía ha permitido el desarrollo de importantes comunidades de langostas, camarones, moluscos, almejas, caracoles, ostras, tortugas y peces, como mero, róbalo, pargo, lisa, lebranche, sierra, sardina.

Desde que fue inaugurado en 1984, el puerto ha sido ampliado en dos ocasiones. Gracias a la última inversión, hoy cuenta con dos muelles y tres cargadores directos, con los mismos estrictos controles que garantizan la seguridad ambiental de la operación.

Arriba, en medio de la vegetación característica, hay toda una población de reptiles, tortugas, aves, erizos, armadillos, murciélagos, zorros, erizos y saínos, entre otros que hablan de la nutrida biodiversidad de la región.

Por eso, en los 30 años que llevamos no ha habido nunca un incidente.

Paralelamente, en la zona vive una extensa comunidad, conformada por familias como los Epinayú, Ian, Media Luna, Youlepa y Kamuschiwou que se han enfrentado a fenómenos de violencia y sequía que en cada momento han dejado estragos muy fuertes.

La mayor prueba de esa relación con nuestro entorno llegó el 20 de diciembre del 2014. Ese día concluyó un proceso complejo

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que probaría nuestra responsabilidad con el medioambiente y, también, el compromiso que seguiríamos asumiendo de ahí en adelante.

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Por todo eso la empresa animó, desde el 2007, el proceso que inició el Estado para declararla parque nacional natural. La Oficina de Parques Nacionales del Ministerio de Ambiente, con The Nature Conservancy, el Fondo Mundial para la Naturaleza, Conservación Internacional y el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), no tardaron en declarar el proyecto como prioridad científica. Así, fue necesario que en el 2012 se hiciera una consulta previa con la población wayuu que, a decir del presidente Juan Manuel Santos, fue la gran socia del proceso. “Quienes más saben preservar nuestro medio ambiente son las comunidades indígenas”, diría después. Pero faltaba el veredicto de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Y este llegó en agosto del 2014. “Hemos comprobado que un puerto como el de Cerrejón, situado muy cerca de lo que será la zona de reserva, no implicará daños para el ecosistema resguardado, así el puerto sea ampliado”.

“HEMOS COMPROBADO QUE UN PUERTO COMO EL DE CERREJÓN NO IMPLICARÁ DAÑOS PARA EL ECOSISTEMA RESGUARDADO”.

El Gobierno Nacional procedió, entonces, y un sábado con brisas de Navidad declaró a Bahía Portete-Kaurrele, en el departamento de La Guajira, como el Parque Nacional Natural número 59. Así quedaron bajo protección especial 14 mil hectáreas de manglares, pastos marinos y formaciones coralinas.

La declaratoria fue presidida por el Jefe del Estado, Juan Manuel Santos, en persona. “Miren lo simbólico: estamos declarando un parque natural, preservando el medio ambiente, preservando nuestros ecosistemas, al lado de un puerto de carbón”, dijo ante diversas comunidades y autoridades regionales. El ordenamiento del nuevo parque, según dijo, observará los fundamentos ancestrales de este pueblo que en esa zona afrontó también fuertes episodios de violencia. Mientras el Sistema de Parques Nacionales Naturales aumentó la superficie de áreas protegidas a 14.268.223 hectáreas, Bahía Portete demostró que desarrollo y conservación pueden ir de la mano.

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Un mito pasado por agua Cada mañana, cuando el sol despunta, una laguna empieza a llenarse de animales característicos de la región. Las garzas rosadas posan sus patas sobre las aguas quietas, mientras sus picos ansiosos buscan en la quietud el alimento de la primera hora. El picoteo se suma a los cantos de las aves lugareñas, de manera que juntos van armando tonadillas que regocijan el silencio del paisaje.

Por Juan Pablo Lozano Silva

ESTAMOS EN UN CUERPO DE AGUA que desde hace más de 30 años es un orgullo ecológico de la operación. La compañía Morrison Knudsen, empresa responsable del montaje, construyó primero una laguna de estabilización en julio de 1982, e instaló allí un sistema de tratamiento para su propio campamento. Todas las aguas residuales domésticas (conocidas comúnmente como aguas negras) de la unidad residencial, las oficinas y comedores de la zona de mina o los cantones de la Policía Nacional, llegan hasta allí por medio de sistemas de alcantarillado o camiones cisterna. Aunque, por lo general, las lagunas de estabilización en promedio tienen tres celdas de depuración, el sistema de tratamiento de aguas residuales domésticas de Cerrejón cuenta con cinco celdas en serie, en las que el agua permanece por períodos de 48 días, para que los agentes naturales, el sol y la brisa proporcionen energía y oxígeno a las bacterias presentes en ella, de modo que estas hagan su trabajo y la depuren. Al final obtenemos un agua residual tratada que si bien por sus características de residual no es apta para el consumo humano,

UN MITO PASADO POR AGUA

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los niveles de sus principales parámetros indican que esta agua podría ser vertida perfectamente a un cuerpo de agua natural. Esto lo sabemos, pues parámetros como la saturación de oxígeno, temperatura, turbiedad y coliformes fecales son monitoreados en forma regular, y verificamos el amplio cumplimiento de lo establecido en las normas colombianas al respecto; por ende, podemos asegurar que esta agua no tiene riesgos de contaminación. Adicionalmente, con el ánimo de hacer un uso eficiente del agua y en la búsqueda de ciclos cerrados que disminuyan al máximo los vertimientos, Cerrejón en 1998 diseñó un proyecto de reutilización de esta agua, para lo cual, por una parte, conectó este sistema para utilizar el agua en riego de canchas deportivas, y por otra parte, lo enlazó con una laguna de retención denominada Laguna Este, la cual se utiliza en algunos procesos industriales, para promover un uso integral del agua (inicialmente potable, reúso de residual en riego de canchas y en procesos industriales) y disminuir al máximo los vertimientos al río Ranchería. Sin embargo, el reto de Cerrejón no está solo en manejar aguas residuales domésticas; debe administrar otros dos tipos de aguas residuales, y por tal motivo busca siempre que el principio rector sea la reutilización del agua, con el ánimo de disminuir al máximo los vertimientos. Así encontramos otro tipo de agua residual, denominada agua residual industrial que es aquella que proviene como subproducto de los talleres y de los lavaderos de equipo, y sus características están asociadas por lo general a la presencia de hidrocarburos o aceites propios de estos procesos (talleres

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y lavaderos de equipo). Teniendo en cuenta que la ley establece que estas sustancias no se pueden verter a cuerpos de agua, Cerrejón tiene sistemas de control que consisten fundamentalmente en separadores agua-aceite y trampas de grasa para retenerlos. Además, con el objeto de disminuir vertimientos y, por ende, la posibilidad de que se viertan este tipo de sustancias, Cerrejón tiene procesos de reutilización de agua en sus lavaderos, los cuales han llegado a porcentajes de reúso del 70 %. Finalmente encontramos el agua residual de minería que es el resultado de nuestro proceso más grande y, en consecuencia, la mayor cantidad de agua residual que tenemos. Estas aguas de minería se producen de tres formas: el agua que llueve dentro del tajo o pit minero, y que escurre hasta el fondo del mismo y se almacena en un reservorio que se conoce como sumidero; la segunda forma es también el agua que llueve, pero sobre los botaderos de material estéril, que son captadas mediante canales que rodean a los botaderos y se llevan a lagunas denominadas de retención, y la tercera forma es el agua que está contenida en los mantos de carbón, la cual por seguridad industrial debe ser bombeada fuera de los mantos antes de su minado, en un proceso que se conoce como despresurización de mantos de carbón. Las aguas de minería comparten una característica, por la cual se identifican: la presencia de sales y de sedimentos, y es por eso que su manejo está asociado al tratamiento por sedimentación y al reúso, este último representado en los procesos de control de polvo (en los tanqueros que riegan las vías, los cañones puestos en las paredes de los tajos, los aspersores colocados en donde avanzan las palas y el agua utilizada en las plantas de trituración y lavado de carbón).

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Según lo mostrado, podemos resumir que Cerrejón busca hacer un uso integral del agua, entendiendo la importancia de la misma como recurso escaso en la región, y por eso promueve los programas de reúso y reutilización en el manejo de los tres tipos de agua residual que debe administrar, y de esta manera disminuir el uso de fuentes frescas y más limpias, como lo son el río Ranchería y su acuífero aluvial.

Embajada de Holanda, para buscar alternativas confiables a largo plazo que resuelvan las penurias por las que ha pasado el departamento.

De hecho Cerrejón, mediante sus permisos de captación, está autorizado legalmente para utilizar una cantidad de agua del río, y hoy en día solo usa el 16 % de lo que tiene autorizado, sobre todo para el consumo de sus trabajadores.

Para producir un kilo de carne, por ejemplo, se necesitan 15.500 litros; de queso, 4.500 litros; de arroz blanco, 3.900, y de huevo, 3.300 litros. Para obtener un tomate, los cultivadores usan en promedio 13 litros de agua, y un solo vaso de cerveza requiere 75 litros.

Hay una doble razón para ello. La primera es la sensibilidad del departamento sobre el tema que la empresa ha venido acompañando con la creación de una fundación dedicada exclusivamente a la identificación de soluciones de emergencia y de fondo (Fundación Cerrejón para el Agua en La Guajira), y que le ha permitido, por ejemplo, entregar –entre abril del 2014 y septiembre del 2015– 19 millones de litros de agua, asegurar una disponibilidad de 2,7 millones de litros diarios mediante perforación de pozos o reparación de molinos, y la instalación de sistemas de captación y almacenamiento de 1,8 millones de litros con fines agropecuarios, entre otros, para beneficio de unas 355 comunidades.

“TENEMOS UNA COMPAÑÍA QUE CUIDA CADA GOTA DE AGUA, MAXIMIZA SU USO INTEGRAL Y PROMUEVE EL REÚSO”.

Es más: la Fundación tiene activados convenios con el Servicio Geológico Colombiano (anteriormente Ingeominas) y la

UN MITO PASADO POR AGUA

Lo otro es que la industria minera, a diferencia de lo que la gente cree, es, entre todas, la actividad económica que menos demanda agua.

Un kilo de carbón, en cambio, usa 0,36 litros. O lo que es lo mismo: 360 litros por tonelada. Y en el caso de Cerrejón, esa agua es de baja calidad, no apta para consumo humano o animal.

Entonces, tenemos una compañía que cuida cada gota de agua, maximiza su uso integral y promueve el reúso. Se orienta a consumir lo mínimo necesario del agua de alta calidad. Eso explica que algunas de sus lagunas, como las de tratamiento de aguas residuales domésticas, sean hoy hábitats en donde confluyen algunas especies de mamíferos, como mapuritos, mapaches y zorros, reptiles y aves, como guacharacas. Por eso, decir que la minería responsable consume grandes cantidades de agua de calidad es un mito.

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Capacidades propias El 1 de enero de 2012 empezó a regir en el país un nuevo Sistema General de Regalías, que le dio un vuelco a la distribución de los recursos territoriales por concepto de explotación de recursos naturales

Por Tahirih Socarrás Pimienta

FUNDAMENTADA EN LA EQUIDAD SOCIAL y regional, la reforma estableció que, en adelante, el 10 por ciento de las regalías se destinaría a ciencia, tecnología e innovación; otro 10 por ciento para ahorro pensional territorial; hasta un 30 por ciento sería para el Fondo de Ahorro y Estabilización, y del 50 por ciento restante, una parte (10%) se distribuiría directamente a las regiones; otra (24%) iría al Fondo de Compensación y una más (16%) al Fondo de Desarrollo Regional. Los recursos del Fondo de Compensación Regional tendrían el objetivo de financiar los proyectos de impacto regional o local en los territorios más pobres del país, principalmente de zonas fronterizas, costeras y periféricas. Y tanto esos recursos, como los de los fondos de inversión de Ciencia, Tecnología e Innovación y de Desarrollo Regional, serían administrados por órganos colegiados de administración y decisión (Ocad), que, de acuerdo con la reforma, integrarían representantes del gobierno nacional, Planeación, los gobernadores y los alcaldes. Antes, las regalías eran distribuidas directamente por la Nación a los entes territoriales productores y/o afectados por el transporte

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de productos minero-energéticos, lo que daba un lugar de privilegio a Arauca, Casanare, Cesar, Huila, Meta, Santander y La Guajira. Ahora serían los Ocad, los encargados de aprobar los proyectos presentados por las entidades territoriales y las comunidades. De algún modo había que competir por los recursos, lo que en nuestro caso planteaba una ruptura de modos y costumbres presupuestales entre los municipios bajo la influencia del proyecto Cerrejón.

desarrollo agropecuario, deporte, agua y atención a población vulnerable, entre otros. De esas iniciativas fueron aprobadas 10 proyectos, por valor de $17.175 millones, de los cuales $15.451 millones fueron financiados con recursos de regalías, lo que sin duda muestra la efectividad de la respuesta. Pero tal vez lo más grato ha sido el trabajo con las comunidades. Si las nuevas reglas de juego planteaban exigencias para los funcionarios públicos, que de cualquier forma podían estar familiarizados con las lógicas de los cabildeos presupuestales, imagínense lo que podía estar pasando en las rancherías.

En primer lugar, el nivel de decisión, que antes dependía del Alcalde, ahora se remitía a tres niveles de gobierno: nacional, departamental y municipal. Y si bien las regalías tenían una destinación específica (agua potable, saneamiento, salud, Pues diseñamos un plan para dotar de educación, seguridad alimentaria), el jefe de competencias a la sociedad civil, sus “LOS HEMOS VISTO la administración local era el que aprobaba organizaciones y líderes para que, con SATISFECHOS, PORQUE su distribución a partir de las prioridades de toda autonomía, pudieran llegar a SIENTEN QUE ESTÁN su plan de desarrollo. Pues, ahora existía la identificar, plantear y autogestionar su GESTIONANDO SU obligatoriedad de presentar proyectos. desarrollo, y de esta manera aumentar PROPIO DESARROLLO… sus niveles de participación frente a las Y ASÍ ES”. La primera reacción fue de confusión e diferentes instancias cooperantes públicas y incertidumbre, dado que en esta región, y privadas. probablemente en las otras regiones, no había las competencias adecuadas para enfrentarse a los Ya tenemos 51 personas capacitadas de las nuevos retos. asociaciones AIWA, 4 de Noviembre y Santa Fe, a las que además acompañamos en la formulación de 12 proyectos La reforma garantizó un mínimo del 50 por ciento de los niveles comunitarios. de regalías que había en el viejo sistema, pero la transición finalizaría en el 2014. De ahí en adelante, el drama sería peor. De los 7 proyectos que alcanzaron a presentar en busca de financiación, las comunidades indigenas y no indígenas de la Nos dedicamos, entonces, a fortalecer las capacidades y línea férrea, lograron la aprobación de 5, por un monto de 627,7 competencias de las entidades públicas territoriales. millones de pesos. En ese propósito la Fundación Cerrejón Fortalecimiento Institucional capacitó a 151 personas de Hatonuevo, Barrancas, Uribia, Maicao, Manaure, Dibulla, Albania y la Gobernación, en herramientas de planificación, formulación de proyectos y seguimiento a plan de desarrollo. Así mismo apoyamos la formulación de 15 proyectos encaminados a resolver necesidades en educación, vivienda,

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Es un buen comienzo que nos hace felices a todos, porque lo que en algún momento se sintió como una amenza para la región, hoy se ha vuelto una oportunidad para sus habitantes. Da alegría verlos con sus portafolios de proyectos, viajando a Bogotá o a Riohacha y defediendo con argumentos técnicos las inversiones. Los hemos visto satisfechos, porque sienten que están gestionando su propio desarrollo… y así es.

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Bienvenidos al Hotel Waya Welcome to the Waya Anshi jia suulu emerrayave Waya

Por José Ramón González Pushaina

BIENVENIDOS AL HOTEL WAYA. Mi nombre es José Ramón González Pushaina, miembro de la comunidad wayuu de Pararae, y estoy aquí para servirles. Nací y crecí en Manaure, donde realicé mis estudios de primaria y bachillerato. Luego salí del pueblo a buscar un mejor futuro. Al principio no tenía muy claro a qué me enfrentaba. Desde hacía varios meses mi familia me veía haciendo vueltas, pero no les contaba nada. Busqué una convocatoria, me inscribí, tramité la visa, respondí preguntas, mandé un proyecto… Solo faltando una semana les di la noticia: Georgetown University me acaba de dar una beca para ir a estudiar turismo cultural y ecológico. Había participado con otros 4.000 postulantes de comunidades indígenas y afrodescendientes, y gané. – Así que te vas - me dijo mi mamá, Alba Rosa Pushaina, encogida de hombros. – Tengo que ser alguien en la vida, le respondí.

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El impacto fue notable. Mi madre lloró varios días sin derramar una sola lágrima. Yo soy uno de sus 12 hijos –el séptimo, para ser más exacto– pero que marchara tan lejos y por tanto tiempo, le desgarraba las entrañas en que aún me llevaba. La despedida fue rápida y sin demoras. Era mejor así, pues yo también llevaba mi procesión. Con unos abrazos y apretones de mano, resolví el duro trance. En el avión me desplomé. Si bien había vivido todo el tiempo en Manaure, solo ahora dimensionaba la falta que me haría. Cuando el avión aterrizó, también lo hizo la realidad que me esperaba. Ahí estaba, sin más allá ni más acá, la universidad donde estudiaría durante tres años con sus 104 acres de campus y 58 edificios. Georgetown University es la más antigua universidad de origen católico de Estados Unidos, con más de 2 siglos de existencia y una población que supera los 14 mil estudiantes. De esa universidad han egresados estadistas famosos como Bill Clinton, de Estados Unidos; Laura Chinchilla, de Costa Rica; Ricardo Arias, de Panamá, y Gloria Macapagal, de Filipinas, así como el actual rey de España, Felipe de Borbón, y el rey de Jordania, Abdalá II.

algunas lecciones básicas en el colegio y yo mismo había aprendido vocabulario, desde que llegué al aeropuerto supe que se iba a ser el reto más grande. La comida también me daba duro. Ustedes no saben cuánta falta me hacía un vaso de chicha, como el que preparaba mi mamá. Mis amigos me daban ánimo, especialmente King, de Corea, con quien aún mantengo contacto y hablo de vez en cuando. Había tardes enteras en que me sentaba a orillas del río Potomac a ver pasar las aguas y hablar conmigo mismo. Al mes, fue inevitable: me dieron ganas de dejar todo y regresar. No soportaba las ausencias. Me hacía falta mi gente, la comida, los paisajes, la palabra. Pero cuando me acordé que cuando empaqué la maleta incluí una prenda que nunca me había quitado: ¡la ilusión! Y con la ilusión limpia y bien planchadita, fui espantando todas las angustias. El día más feliz de esos tres años ocurrió cuando ya llevaba uno de estar allá. Un domingo, que era el único día que podía dedicar a mis cosas porque tenía actividades de lunes a sabado, de 6 de la mañana a 6 de la tarde, pude hablar con mi mamá por skype. Verla después de tanto tiempo representó una emoción que no puedo describir. A ella le pasó lo mismo. – Mijo ¿estás ahí?

Todo eso me aturdía un poco, pero me ratificaba que estaba en el lugar adecuado y haciendo lo correcto. El idioma era un dolor de cabeza. Aunque había tenido

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– Soy yo, mamá. Aquí estoy. Así continuaron los días hasta que regresé.

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En mi casa, entonces, hubo fiesta. Tener un hijo profesional y de una universidad extranjera, era muy sifgnificativo para la familia. Me recibieron con el tributo más grande que los wayuu le dan a un recién llegado que se fue pero nunca lo hizo: un vaso de chicha Maya, un salpicón de pescado y un chinchorro que mi mamá tejió cada día de los los tres años que no estuve con ella. De ahí en adelante me dediqué a cumplir mi proyecto de vida, que como les he insinuado, tiene que ver con el servicio a la comunidad: dicté clases de inglés y ecología en los colegios, fui profesor de la Universidad de La Guajira… Pero mi realización llegó cuando fui llamado a trabajar en el Waya, el lugar en el que ustedes están hoy. Había oído hablar de un hotel de cuatro estrellas que Cerrejón estaba construyendo en Albania, y me propuse hacer parte del proyecto.

organizados y llevaban mucho tiempo trabajando en el sector turismo. Ahí se descubrió que la gran mayoría de negocios que existían eran informales; no tenían, por ejemplo, cámara de comercio, así que al hotel le tocó promover su fomalización. En total fueron identificados alrededor de 244 proveedores, de los cuales ya están trabajando con nosotros 118; más de la mitad de ellos (unos 62) de origen local. En la lista figuran 28 negocios inclusivos y 14 más que, a instancias del hotel, entraron a participar en un convenio a través de Innpulsa, la institución del Gobierno Nacional que apoya y promueve iniciativas de negocio y las hace crecer de manera rápida, rentable y sostenida. Los 14 fueron preparados en los temas de financiamiento básico, mercadeo y atención al cliente, con un meta que el hotel les puso: después de un año de capacitación debían tener más clientes, haber mejorado su producto o servicio, y ofrecer una mejor calidad de vida para su familia.

Pronto verán que este no es solo un hotel, con el que la empresa, a través de la Fundación para el Progreso de La Guajira, está haciendo un aporte significativo al desarrollo del turismo.

Sus negocios son los que hoy nos surten de hortalizas y verduras, yuca, lácteos y frutas, pescados y mariscos, antipastos, dulces, que pronto verán en la mesa. Entre ellos también están los proveedores de nuestros uniformes wayuu, y los que nos prestan los servicios de lavandería y transporte que están también a sus órdenes.

Para echarlo a andar, la Fundación suscribió alianzas con instituciones educativas del departamento y el municipio de Albania, para que, primero, formaran al personal que iba a necesitar. Hoy el 74% de los más de 70 empleados es de La Guajira (Albania, Hatonuevo, Barrancas, Maicao, Riohacha), y el resto, de la Costa y el interior del país.

Del sector de artesanos tenemos dos proveedores que surten la tienda que tenemos en el hotel, y cuando así lo necesitamos, acudimos a las microempresas que nos facilitan conjuntos vallenatos y presentaciones culturales para cualquier evento.

Pero en esencia el hotel es la cabeza de un gran clúster de turismo que vincula artesanías, gastronomía, transporte, logística y servicios culturales. Esto es lo que nos hace especiales y lo que a mí, en particular, más me entusiasma. En desarrollo de un proceso de encadenamiento productivo, el hotel hizo un inventario de los proveedores que necesitaba, inicialmente con las empresas y personas que ya estaban

BIENVENIDOS AL HOTEL WAYA

Como ven, el Waya es al mismo tiempo punta de lanza del desarrollo de esta zona del departamento y mirador desde el cual el visitante descubre las bellezas de nuestro suelo. Aquí nos esmeramos para que nuestros huéspedes se sientan como en casa y nunca los supere la nostalgia. Un tema del que también me gradué cuando andandaba en tierras extrañas aprendiendo cómo atender pasajeros para que fueran felices en las mías.

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AGRADECEMOS a los trabajadores y ex colaboradores de Cerrejón que participaron en en el concurso Tu historia cuenta la nuestra que, como base de este proyecto editorial, nos permitió recrear los itinerarios de la empresa y recoger gran parte de las anécdotas y experiencias que finalmente quedaron consignadas en el libro.

Agradecimientos

AGRADECIMIENTOS

En definitiva, esta publicación, que logramos con el respaldo de la Universidad del Norte, ha sido posible gracias al trabajo, el cariño y la pasión de todos los que hacen y han hecho parte de Cerrejón durante sus 30 años de vida.

Nuestra gratitud es también para los diversos grupos operarios, supervisores y directivos que compartieron con nosotros sus recuerdos y nos ayudaron a construir, desde la memoria colectiva, esa historia común que se ha tejido por tres décadas en La Guajira.

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En este libro están las historias y las emociones. Está la relación de hechos que fueron configurando el proyecto minero más importante de Colombia, y los sentimientos de miles de personas que dejaron su aporte en La Guajira para que el carbón fuera una oportunidad para el país y la región. Está el pasado con sus aciertos y sus lecciones; está el futuro, con sus expectativas. Están las cifras y los equipos de gran tamaño; están los rostros y las ilusiones. Este es un homenaje a La Guajira y sus habitantes.

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