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La superación de barreras

100 años de una pasión

Loles Vives

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Los retos que afrontan los atletas, cuando son exigentes y difíciles de lograr, se convierten en barreras. Este libro es un buen testigo porque refleja cómo se han superado muchas de ellas. Ser campeón olímpico es probablemente la barrera más emblemática en la imaginería del aficionado. Para ver un atleta nuestro en lo más alto de ese podio tuvimos que esperar a 1992, y hasta 2016 para que lo lograse la primera mujer. Esto nos da una idea de todo el trabajo de desarrollo que ha sido necesario durante muchas generaciones para poder alcanzar estas cimas.

Son muchos los que han aportado su granito de arena rompiendo límites y resulta imposible que todos queden reflejados. Descontando a los que tienen su protagonismo en otras páginas, ofrecemos algunas pinceladas a continuación:

Comencemos por una barrera mítica, los ocho metros en salto de longitud masculino. Rafael Blanquer la superó por un centímetro el 27 de mayo de 1976 en Vallehermoso, cuarenta y un años y dos días después de que lo consiguiese por primera vez Jesse Owens en “The Day of Days”. Para el valenciano fue su octavo y último récord nacional al aire libre, acumulando otros cinco en pista cubierta. Fue la figura nacional dominante durante casi una década, como lo atestiguan sus doce títulos entre 1969 y 1978 (ocho al aire libre y cuatro más bajo techo). A todo ello ha unido una larga y exitosa carrera como entrenador. Sin lugar a dudas, la barrera más mediática a nivel internacional fueron los cuatro minutos en la milla masculina, rota por Roger Bannister en 1954, el mismo año en que el onubense Manuel Macías bajaba de ese mismo crono en los 1.500 metros masculinos. En nuestro país el honor de superarla le corresponde al aragonés Alberto Esteban, el vencedor de la prueba de 800 metros en los II Juegos Iberoamericanos. Eligió un marco incomparable, el Estadio Olímpico de Estocolmo, durante la milla de la reunión DN Galan de 1968, al parar el crono en 3:59.2.

La prueba de 100 metros también cuenta con barreras que atrapan nuestra atención. A pesar de la modestia del nivel global de nuestro atletismo femenino en los setenta, atrajo mucha expectación la lucha de la mujer por bajar de 12.00 segundos con cronometraje eléctrico. Si estuviéramos en 1980 diríamos que fue la manresana Loles Vives al parar el crono en 11.96 durante una prueba celebrada en el INEF madrileño en mayo de ese año. Pero en la actualidad sabemos que lo logró un año antes al imponerse en los campeonatos catalanes con 11.99, si bien en resultados y prensa se reflejó como 12.00, igualmente récord eléctrico. El conocimiento de la corrección por la foto-finish llegaría veinte años después. Todavía deberemos esperar algún tiempo a que nuestros atletas bajen de 10.00 en categoría masculina y de 11.00 en la femenina. Cuando lo hagan marcarán un nuevo peldaño en esta mejora constante.

La imparable evolución de alguno de nuestros lanzamientos no nos debe hacer olvidar unos comienzos con medios mucho más precarios y mucho pundonor, como cuando el barcelonés Alfonso Vidal-Quadras llevó el lanzamiento de peso desde 14,08 m en 1956 hasta 16,13 m en 1963, rompiendo las barreras de los 15 y 16 metros. La siguiente, la de los 17 metros, la superaría el cántabro Alberto Díaz de la Gándara en 1964, logrando mejorar ese año el récord nacional en trece ocasiones consecutivas. Por supuesto Manuel Martínez, del que hablamos largo y tendido en otro apartado de este libro, llevó el peso a otra dimensión al superar la barrera de los 20 metros en 1994, mientras que entre las mujeres a Martina de la Puente le correspondió el honor de superar los 18 metros en 1999. Siguiendo con los lanzamientos destacar que en jabalina masculina el primero en superar los 80 metros con la vieja especificación fue Gonzalo Juliani en 1973 mientras que para lograrlo con el nuevo artefacto hubo que esperar a 2018, correspondiendo ese honor

Odei Jainaga

a Odei Jainaga, mientras que en las mujeres hay que citar que Natividad Vizcaíno rompió el muro de los 60 metros con la vieja especificación en 1986 y Mercedes Chilla hizo lo propio con la nueva jabalina en 2004. Otras barreras rotas en este sector son los 60 metros en disco femenino a cargo de Ángeles Barreiro en 1994 y los 70 metros en martillo femenino por Berta Castells en 2016, documentados convenientemente a lo largo de este libro. Quedan pendientes al cierre de estas líneas superar los 80 metros en martillo masculino, algo que persigue el extremeño Javier Cienfuegos, que de momento se ha quedado en 79,32 (sí que superó esa barrera con el artefacto de 6kg en 2009 con 82,97, que en su momento fueron plusmarca mundial Sub20), y también los 70 en disco masculino, algo que también estuvo a punto de lograr Mario Pestano en 2008 como hemos visto a lo largo de este libro.

Las especialidades de más reciente incorporación en el atletismo femenino también merecen reseña destacada. La palentina Conchi Paredes fue la protagonista de la superación de dos barreras en triple salto, los 13 y los 14 metros, y la responsable de que la prueba alcanzara nivel internacional. Su último récord de 14,30 metros en 1994 tardó ocho años en ser rebasado, a pesar de una vertiginosa evolución global en esta especialidad. Por su parte la malagueña Dana Cervantes, en dura pugna con otras grandes especialistas, fue la primera mujer en superar los 4 metros en salto con pértiga. Entre su primer tope nacional de 3,41m (aire libre) en marzo de 1996 y el último de 4,46m (pista cubierta) en enero de 2004, se contabilizan 42 mejoras del récord nacional, siendo ella la protagonista de 24 de ellas, en una pugna apasionante con otras grandes especialistas como Naiara Larrea y Mar Sánchez.

Se podrían glosar muchas más historias de esfuerzo y superación, porque la memoria de nuestro deporte es rica y variada, aquí re reflejan apenas unos retazos.

Rafael Blanquer junto a su entrenador, Bernardino Lombao

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