JULIO
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premio nacional de periodismo simón bolívar 2018 Editado por la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Nicaragua / Edición 1536 / Año 5 / 2018 / @ChavezViveNews / chavezvive@embajadadevenezuela.org.ni / Teléfono: +505-22760266
DOMINGO
En blanco y negro
Si Umtiti no fuera jugador de fútbol seguramente sería detenido por la policía francesa a diario, para pedirle sus papeles. Lo mismo sucedería con Mbappé, la joven estrella futbolística que hoy disputará la final del Mundial Rusia 2018, cuando Francia enfrente a Croacia. Umtiti, Mbappé y los otros africanos que jugarán hoy, serían los sospechosos de siempre si no fuesen futbolistas estrellas en sus países. ¿Sus países? Responder la pregunta es más complejo de lo que parece. O quizás no. Veamos, en blanco y negro, esta realidad.
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Por qué Umtiti decidió jugar para Francia y no para Camerún, si nació en Camerún? Qué piensa Mbappé de sí mismo: ¿Que es francés, porque nació en Francia, argelino como su madre, o camerunés como su padre? ¿O se ve a sí mismo como esa totalidad indivisible? Intuyo que esa última es la respuesta. Tal vez deberíamos empezar por ahí, por preguntarles a los jugadores, ¿qué piensan de un debate que tiene, al menos, veinte años, en el caso de Francia, con el mundial de 1998? Esa selección tenía entre sus
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mejores jugadores a varios hijos de inmigrantes, a Zidane como estrella, nacido en la ciudad de Marsella, hijo de argelinos. Si le preguntan ¿qué piensa de sí mismo?, creo que respondería que es francés hijo de kabyles, o francés y kabyl. Otras preguntas serían, ¿qué piensan de Zidane los franceses de largas descendencias francesas, o qué piensan los argelinos de él? Se puede cambiar su apellido por el de cualquiera de los que visten la camiseta de la selección francesa, y tienen descendencias de otros países o nacieron en otro país y decidieron jugar en Francia.
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l debate sobre la selección de Francia, de Bélgica o Inglaterra, es complejo y en esa complejidad también tiene evidencias. El caso francés es paradigmático por la profundidad del asunto. ¿Cuál asunto? El de la inmigración, la transformación del tejido social desde hace cincuenta años, evidenciado en el plantel de la selección. Cincuenta años quiere decir que son dos o tres generaciones: Hijos, nietos, ya bisnietos de inmigrantes. Con marcas coloniales de masacres, adjetivos, y con la fuerza de la fundación que trae un proceso inmigratorio masivo.
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Los argelinos, por ejemplo, hasta lograr su independencia de Francia, a costa de un genocidio, tenían cédulas de identidad donde figuraban como “indígenas de la República”. Francia se parece más a su selección de fútbol, que a una fotografía de mayo del 68. Es un asunto de clase: Cuanto más rico, más blanco, cuanto más popular, más mezclado. Esta situación se refleja en el país rural y semi-rural que posee una sociedad desocupada y tradicional, donde avanza el partido de extrema derecha de la familia Le Pen. Sin dudas, hay cierto paralelismo con el país que votó a Trump.
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i Umtiti no fuera jugador de fútbol, seguramente sería detenido por la policía, día por medio, para pedirle sus papeles. Igual Mbappé. Peor Benzema, que por el apellido y los rasgos sería un potencial terrorista para la policía, los servicios secretos y una parte de la sociedad, que aceptan el estado de excepción luego de los atentados recientes. Los profesores en los colegios deben “detectar a los jóvenes en vía de radicalización islamista”, y avisarle a la policía. Eso pasa en las profundidades de una sociedad que no pudo, o no quiso rearmarse sobre la potencia de la diversidad, y se descose a la vista de todos.
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Umtiti, Mbappé, Benzema, son la excepción. La regla son los millones que, desde hace años y años, son detenidos por la policía, desplazados a los bordes geográficos y laborales. Los sospechosos de siempre. El Estado, los clubes, se aprovechan de la potencialidad de la inmigración, para ganar títulos y millones de euros. ¿Qué causa la inmigración? El hambre, la guerra, la necesidad. En esas causas está la política extranjera de Francia, de Inglaterra, entre otros gobiernos. Dentro de unos años, habrá jugadores hijos de sirios, y serán aplaudidos por quienes, hoy, los miran en silencio, en París, Bruselas, Londres. Traerán gloria a las federaciones de fútbol, la alegría que dan las victorias.
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e pueden nombrar otras hipocresías y crueldades del sistema que reproduce la pobreza nacional, internacional, y la utiliza cuando le sirve, o la descarta cuando no le interesa. ¿Cuántos chicos de nuestros países gastan lo que no tienen, para intentar jugar en un club de fútbol europeo? ¿Cuánto dinero mueven las agencias internacionales, como Aspire Academy, para reclutar jugadores de once, doce, trece y más años, en África, para ganar millones? Si no sirven, los desechan. ¿Cuántos miles de niños son abandonados, en capitales europeas, por sus representantes, porque no llegarán a la promesa que les habían dicho? Ya sabemos lo que le espera a un chico africano en una calle de París, Madrid o Turín.
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¿Por qué entonces Umtiti decidió jugar para Francia? Habría que preguntarle. Besó el escudo nacional luego del gol contra Bélgica. Trezeguet, hijo de argentinos, nacido en Francia, criado parte de su vida en Argentina -donde empezó a jugar fútbol-, decidió ponerse la francesa, y el día de la copa de 1998 salió a festejar con un gorro con los colores argentinos. ¿Hubiera jugado Zidane en la selección de Argelia, si significaba gloria y dinero? No lo sé. No dudo de lo francés que es y se siente Zidane, aún con toda la historia de muerte, saqueo y exclusión que carga en su historia. Existe una dimensión de la decisión personal - condicionada como toda decisión-, en cada caso. Incluso, cuando se negaba a cantar la Marsellesa, el himno francés.
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al vez, los hijos o nietos de inmigrantes han decidido pelear por un país que ya es suyo, que nadie, a pesar de todos los intentos, puede quitarles. Tal vez, en eso esté la posibilidad de futuro que tiene una Europa que se ve enfrentada, entre una pulsión de muerte que rechaza, escupe y cierra puertas a los inmigrantes y a sus hijos, y una pulsión de vida que busca darles techo, comida, oportunidades, un lugar en un sistema que también es injusto. No toda Europa es colonial o racista. Eso también es una evidencia que se ve en asocia-
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ciones, iniciativas civiles, barrios, libros, música, amistades, parejas, opciones políticas que proponen síntesis y no caminos retrógrados hacia sociedades que son el pasado. Ya no existe el fútbol europeo sin los Zidane, Mbappé, Umtiti, con Lukaku, Company, Sterling. Ya no existe Francia, ni Bélgica ni Inglaterra, ni Europa sin ellos. No existe, sin quienes nacimos en su tierra siendo hijos de extranjeros -argentinos en mi caso-. Ya es indivisible. Su imagen es la del presente y el futuro que llegó. El fútbol, Francia o Europa, es mejor con ellos, en blanco y negro. Marco Teruggi
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Créditos Texto: MARCO TERUGGI Publicado en: Publucado en Venezuela Es Noticia Diagramación, Diseño y Montaje: ARTURO CAZAL / Diario Chávez Vive
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