El lamento de Ariadna

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El lamento de Ariadna Edgar Vidaurre PoesĂ­a

Editorial Diosa Blanca


Todo lo que para ti es cielo y viento Se hace piedra aquí adentro Una gran sombra Salvo ese último rincón Donde están mis manos Y mi corazón Una inclinación Una puerta cerrada Una inquietud por escuchar Aquella rama en el viento que quiere florecer Florecer es entregarse a la luz “Mas yo debo madurar Y eso es sufrir y ser oscura”


Apartada Separada de la luz Aquí todo es amplitud Y el rostro del deseo Como una imagen de piedra sobre el vacío Camino a tientas tocando este lado del muro El ojo de la cerradura Lo oscuro de esta puerta Y el eterno corazón de su hondura Nadie se atrevería a forzarla Nadie de adentro Nadie de afuera En mi sueño él Tan ilimitado Transformándose Como un árbol en la noche


Me asomo a la ventana Envuelta por el viento Apenas los ojos en el borde “Y un poco más de mi misma Incluso mis manos leves” Sobre esta casa de agua En esta estancia de la que soy la dueña Una ofrenda tierna y abierta Como el interior de una fruta


Tú jamás lograrás verme Porque no te has visto En esta estancia donde estoy oculta No te tocaré Sólo te iluminaré Amarte con los ojos Creer que va a ser mía Toda la seducción de tu boca Aún no sonreída Y entregarme a todo esto A todas estas cosas


Dame de beber… Entonces yo estiraba mis dedos húmedos Hacia tu boca Tú apartas los ojos Y miras hacia el muro Con una de tus manos Agarrando fuertemente la mía Un rostro hendido contra el fuego Para purificar la mirada Para abrir esta puerta abandonada ¿Quién se atreverá a atravesar la noche? Tú…tú te atreverías


Sedienta De la dureza de tu mano Mi espalda que se ofrece y se dobla bajo la misma fiebre Mis rodillas apenas un puñado de tierra ¿Qué buscabas en medio de la sombra húmeda del sueño O en el hondo calor de mi respiración O en el rumor de mi deseo Cuando la flor de sal apuntaba con su dedo tu corazón? ¿Qué buscabas? ¿Dónde estaban tus ojos? ¿Qué buscabas?


El anunciado Si me está negado Por qué entonces su figura silenciosa De pie De repente presiento sus ojos mirándome -Estarse quieta No hacer nada, no desear nada… Acaso así con los días estivales Traiga el viento del sur La fecundante lluvia Del mar


Caminamos hacia el fuego que está en el oriente, avanzando hasta que haya eternidad. Luego la noche para curar los pies heridos, con agua salada y dormir. La tierra nos amarga y nos empuja. En el fondo encontramos una estrella y la echamos a suerte…La ganó el de los brazos más fuertes, abriendo todas las puertas sin voltear la mirada. En la mañana partimos con nuestros pies todavía heridos y nuestros cuerpos que olvidan cómo amar.


Presentíamos la tormenta que nos empuja hacia fuera, ciegos. Salir de mí mismo, yo que soy mi única morada: ¿Es esa tu exigencia? ¿No ves acaso nuestras espaldas quemadas? ¿No ves la sangre que gotea del cielo? Entonces buscábamos el verdadero rostro de la noche, perdidos hasta el dolor….


- Esos ojos Que me hieren de lejos Una flecha más honda que la sombra Algún día seré tu amante E inclinarás el rostro inmóvil sobre tu destino Algún día recogerás tus ojos hacia mí Más cerca, más cerca que mi propio respirar


La dádiva del amor es tímida y callada Nunca dice su nombre En el borde Ese hombre que danza con las grullas Entregado por completo al capricho de las espigas Yo lo espero para amarlo Como un resplandor en la noche Pero la dádiva que se puede tocar Es apenas una frágil flor en medio de la sombra Una lámpara de llama débil y voluble


He soñado con la muerte debajo de la rama de este árbol. Ella vino por las sombras, contra mi cuerpo, con su exigencia helándome la sangre. ¿Por qué me repudias? me dijo ¿Entonces no soy sangre de tu sangre? No sé quien eres, le respondí, y se pegó de mí, respirándome en los ojos ¿Entonces no soy carne de tu carne? En medio de la blancura, su puerta negra abierta...apenas protegida por un velo ¿Entonces no vas a entrar? Y yo entro como un ciego, sobre el espasmo que la eleva, sin poder mirarla a los ojos.


Llegamos a lo más alto de la montaña, en el sitio exacto de las transformaciones. Esa noche soñé con las mujeres del amanecer. Olían como el mar y chorreaban agua sus cabellos…Hay una llama que se apaga. Cerraba los ojos y me dejaba llevar por el viento: El viento me acaricia, el viento me abraza…


Te abrazaría Si vinieras ahora Con ese rostro inclinado Todas las inclemencias marcadas en la frente Como calentar las manos De aquel que sólo pide que se desentiendan de él Mira mis ojos amor Dime que provoca entrar en ellos Quitarse el sol del verano y desnudarse Dormir en ellos Te consolaría Si vinieras ahora Con ese rostro inclinado…tan perdido


Las mujeres, al igual que en el nacimiento, asistían al momento de nuestras muertes. Lavaban nuestros cuerpos con perfumes. Eran las mujeres de la casa, con sus cantos y sus trenos. El día en que nos fuimos, me detuve un instante frente a los balcones. Desde allí vi cómo mi madre resplandecía, en su templo, inefable.


- La promesa fértil de tus ojos Que no termina de llegar Ahora también sueño la soledad Mezclada con la música de las aguas Nombrarte ¿de qué me sirve? ¿Qué palabra podrá abrir el pecho del silencio A la más pura llama?


Te espero amor mío Yo soy tu ofrenda Todo lo que tengo es tuyo Apenas me queda el rubor de la delicia Sometido a la voluntad de tu aliento No te burles de mi exigencia De mis surcos abiertos De este humedad que brilla en la noche Serían hermosos tus ojos si me vieran Sería luminoso tu pecho extendido Sería cálida como en mis sueños tu boca Si me llevaras e hicieras una cama para mí Y encendieras todas las lámparas…


Tres grandes rocas incrustadas en la luz, gravando nuestro destino en la luz. Mientras viajamos, la sangre del verano y la alegrĂ­a de las uvas, que sostienen nuestras piernas.


Tejiendo desde el laberinto donde me encuentro Lo llamo a través de mi deseo Aquí lo espero Donde la belleza del mundo Espera también el advenimiento inminente La niebla que precede aquello que nos será revelado. Entraré al lugar de la apariencia Me retiraré para calmar la sed Sin caminos de regreso y llamándolo Llamándolo dentro de la sed En lo más alto de las ventanas Vestida apenas con el perfume de mi deseo Por si retorna... por si acaso regresa


Mordiendo el corazón de la manzana, desnudando el cuerpo de una perla en el sol. Un salpicar de espumas en la orilla de la luz. Las muchachas que sólo intuyen el amor, bajo las faldas la amargura de los frutos y sus rodillas que son una brisa del sur. Yo era su amante cuando la tierra florecía. También bajo la sombra del invierno y el calor de los veranos. Más para ella, la soñada, la única, tengo en el cuerpo un mar suspirante, el ruido de pájaros liberados, un soplo de miel contenido, entrando por su puerta abierta como un relámpago profundo. Manantial que brota en el centro de su rosa.


Aquí estamos, desnudos, sufriendo, esperando la hora de fuego. La distancia Tiene la medida del sueño, y yo recorro ese largo camino entre mis ojos abiertos y mis ojos cerrados. Me he visto. Me he visto por un instante en los ojos de una mujer hasta convertirme en un desconocido para mi mismo. Pero ella ¿dónde está? Ella sigue apareciendo silenciosa entre las rosas colgantes del sueño. Tú dices que el camino del alma es hacia el centro. Dame entonces la señal estremecida. Dame la respuesta para esta encrucijada. Dame esa respuesta Alma de mi alma!.


El jardín se eterniza en el fondo de mi mirada El jardín cerrado El jardín prometido Ella soy yo Un barro virgen –tierra y lágrimaEsperando por tu huella El sueño tan distante El dolor aquí mismo En mis hombros ya siento su respiración Aquel que será bienvenido a este fuego Porque lo busca dentro de sí mismo Ella soy yo El más Amado…ella soy yo Desde el comienzo estoy Contando los latidos de tu corazón No hay regreso: todo es laberinto


Tratábamos de regresar, pero era como si la noche y el mar se lanzaran sobre nuestros pechos. Maderas mojadas, restos de sueños que aun no terminan, bocas de sal que ya no saben amar. Presentíamos nuestro destino mirando sus ojos que nos devuelven siempre la mirada. Luego la lluvia sobre nuestras almas, los latidos de nuestro corazón, el calor de nuestra respiración. A quien tanto veneramos le pedimos: danos la paz… danos la gracia.


Le voy a pedir a tu boca Lo que sólo puede hacer en el silencio En la niebla de la espera –lágrima y suspiroEl advenir de la belleza entre los lirios nocturnos Y los balcones de la noche La soledad del mar Levanta la mano Sosteniendo una copa llena de valentía Yo soy esa última gota en el fondo Este silencio


De quĂŠ fuego estĂĄn hechos nuestra sangre, nuestros cuerpos. Pero la boca pertenece al alma. Volvamos pues al principio aunque nos llamen elegidos, aunque nos odien. Volvamos a las casas para encender la luz.


Tus ojos Profundamente hundidos en los míos Mirarme en la oscuridad Hasta el fondo de la más pura sombra Para ti Una gota vacilante Un tímido fulgor Una roja vergüenza “Sembrador-de-mis noches-estivales” “Cazador-del-fondo-de-mi-mirada”


Solo, en la noche, la pienso. Toda la noche luchando con la verdad. Ves este hilo del que pende mi alma? Ahora te recuerdo. Algún día arrancaré mis recuerdos de ti. Tu recuerdo de mí también será borrado para que nada nos separe. Sólo la brisa y este viaje hacia nuevas islas de luz.


De las dos Ella fue la elegida. Nacida a partir de mi mismo, imagen de mi imagen. SĂłlo aceptarĂŠ la visita a plena luz, lejos de la sombra donde me acechas tĂş, la que fue repudiada.


Abro los ojos, los cierro ¿Cual de las dos contiene la verdad? Nosotros que también las buscamos sólo podemos ver la luz. Pero a ella que está tan sola como yo, no le gusta dejarse ver. Flor que se abre en lo más alejado. Oculta tras la presencia de todas las demás. Hemos preferido abrir los ojos, amar lo visible… Por eso también estamos solos.


Tú pides que te miren lo más hondo posible. Un hombre de polvo y viento, sin madre, ciego de sed y de hambre. Me he de beber tu corazón, el agua de tu dolor. Pero no podré mirarte así, a ti que eres oscura: habría que amar lo invisible para tener una mirada semejante.


Aquí estoy Vacía de luz por dentro Y estas aguas estremecidas Mira lo que queda en el fondo de la sal Apenas un puñado de sombra Un hilo en los cabos de mi corazón Un hijo nacido dentro del alma Nadie vendrá a este rompimiento de olas Sólo yo y el dolor Dueña de mi propio centro Nadie me ha dado a luz Nadie Esta soledad arrebatada Estado de gracia en donde me doy a luz A mi misma


Soñé con una roca en el centro de la noche. “El largo camino hacia ella todavía está ligado a mí, pero me llevará hasta ella. Seguiré buscando hasta darle lo que ya era suyo”.


- Despierta Desde esta roja distancia Te nombro “El largo camino hacia mí todavía está ligado a ti Pero te trae hasta mí Sigo deseando que me des lo que ya es mío”


El mar es la extensión de la luz. En la superficie rocas blancas y el azul. El pecho húmedo deslizándose sobre el amor como el viento del sur, que se disipa pronto. Pero en el fondo, el color espera inalcanzable a la mirada. Me sumerjo con los ojos cerrados para mirar con el espíritu y descubrir donde comienza la hermosa isla. Ella a su vez me mira con toda la luz y toda la sombra.


En el coraz贸n de todos los veranos, mis brazos envolviendo la desnudez de la vida. Acostado en la arena, la boca quemada acaricia el cuerpo blanco de la sal. Un Sicomoro en el mediod铆a que ya no soporta la delicia. El horizonte al alcance de la mano para tocar todas las bienaventuranzas.


Salíamos del mar por esta única orilla. Entrábamos a la doble orilla de este río de sombras. Sendas desconocidas, sin palabras, ciegos. Pero yo jamás lograré verte porque no me he visto a mi mismo. Dos sendas cruzadas y este lamento que apenas llega hasta nosotros.


Perdidos ante los mil caminos ¿Qué buscaban? Toda la luz golpeándoles la frente. La dulzura de las sábanas del alba, los labios entreabiertos del verano, gotas de sol resbalando sobre los hombros, el vientre de la tierra sobre los pies desnudos. Cerraremos nuestros ojos un momento para bebernos tu última gota, sin nada que se anteponga a esta oscura pureza para volver luego y siempre… a la luz.


El interior de m铆 mismo. Luego llegaron los mensajeros. En el centro del fuego golpeaban llama contra llama. Dos deseos que se juntan para transformarse en esta roca Inamovible. El rostro del vac铆o que se petrific贸 en el coraz贸n de tu ardiente soledad. Ya no soy este hombre que estira la mano para tocar la piedra.


Una gran herida en el pecho En la frente una estrella de sal que el dolor ha hecho mía. Nosotros que escogimos este viaje ¿Hasta dónde ha de arrastrarnos? Y olvidamos aquellos dedos que nos dieron de beber. Sentíamos que la vida era eterna, los labios unidos a la dureza de la piedra. Derrochadores del corazón disperso de la noche… y el mar.


Por la senda de los vientos sin beber una gota. Este desamparo encerrado en mi puño es la única compañía. Lo que amamos se ha perdido en la tormenta: estas piedras que quizá fueron nuestras casas. Al avanzar más, nos transformamos, dispersos, perdidos… Dejo a mis ojos que viajen desprendidos y me hundo bajo el peso de esta roca.


Esta noche El olor del verano sobre la boca Así comienza el deseo Parada en el umbral Con los brazos sobre mi pecho Enciendo una luz en el medio de la noche Para llegar a este temblor Tendrías que atravesar un incendio Para llegar hasta aquí y beber Esta gota que tengo reservada para ti… Exigencias del alma


Sólo deseo la unión Cubrir el pequeño espacio que hay entre los labios Un suspiro sobre mis ojos cerrados Dos manos surgiendo de la noche Y este hilo de luz donde termina mi corazón ¿Cómo no saber de tus lluvias Los pasos ciegos sobre la violencia del verano? Es el viento que viene Boca suplicante de la sombra Que se lamenta en esta casa vacía


Si, lo sé Lo que pides es agua Agua para tu sed Hambriento de belleza Tu mal no tiene remedio Pero la belleza está más allá de las formas Esas manos que te dan y te quitan Esa desnudez que se muestra y luego se oculta Y aparecerás ante mí Una y otra vez Con los ojos enrojecidos por la sal Por esta gota El peso de luz Sin saber cómo morir


Te arrancaré del sueño Barquero del alma de las golondrinas Toma la respuesta Es tuya la respuesta Pero no dudes, amor No te equivoques Sólo una de las mil sendas Solo una…


Para que no dudes Te has de mirar en mis ojos A ti mismo en este laberinto Algún día sabrás que la isla es hermosa Un lugar aquí En cuyo círculo andas y desandas a tientas Un poco más allá Un poco más cerca Una distancia mínima


Vuelvo mi rostro Hacia el misterio Las manos sobre la falda El alma que mira Por las ventanas abiertas Como la sombra he sido repudiada ÂżCĂłmo debo poner mi cuerpo para que roce el tuyo? Sobre la curva de mis labios Se levanta esta distancia Es mi boca todavĂ­a no usada Que te reclama a la noche


¿Qué tienes que decirme? Acércate y dímelo despacio Como si se lo dijeras a mi alma Y no a mi oído El viento persistente y rojo nos arrebata Mi propio deseo que me colma los pechos Sí, estos pechos que tú desechaste Volteando el rostro Te vas y no regresarás El viento permanece


Todo es deseo Como si esto tuviera que ser Una y otra vez Mis pechos son leves Pero exquisitos Como la sangre de una manzana Te deseo a ti Oscuro fugitivo Ardiente y suave Cuando te inclinas Cubriendo los flancos de mi alma Cuando fijas un instante los ojos Ensombreciendo las cejas


Florece mi cuerpo Y tiembla como una plegaria Pero mi nombre es espera Tú me miras sin reconocerme ¿Quién eres? ¿Qué esperas? -Mi propio deseo Que me mira desde niña Una estrella que permanece encendida en el templo Sobre este altar que lleva tu nombre


El podría si lo quisiera Abrir todo mi ser Abrirlo todo Así en la sombra Su sangre vertida Se haría también alma dentro de mí La boca del alma que se lamenta Que clama por ti Tú sin embargo solo la contemplas Oscuramente callado Y me dejas así Desnuda Penetrada


Ensimismada Amantando el deseo Un nacimiento en la muerte Este lamento, esta seĂąal Que ya no es para nadie Por mi cuerpo transcurre ya Lo eternamente venidero Hacia el centro de mi rosa Ahora yo tambiĂŠn te reconozco sentada Sobre esta huella muerta Roja y abierta


Te acercas sin saber Al centro del Ser En un estado edénico Tú que te estás muriendo Y sigues andando con valor Mi sombra que también se acerca a ti A ti que te estás muriendo Las olas te empujan Además de tu valor Te arrastran hacia el fondo Implacables Ya no eres tú quien se hunde Estás muerto al final una puerta abierta Que te muestra fijamente la luz


La tensión del arco… sobre los hombros irrompible. Aguantar completa una mirada de mujer, lanzar esta inquietud al centro del alma y en mi cuerpo esta inclinación hacia las sombras. No saber amar y ser amado: a ellas que son más dulces, lo amargo. Una pasión inocente, el derramar del deseo…mi abrazo que las empuja inexorable hacia una gran soledad.


Arrojado al fondo del enigma, sin misericordia, la respuesta. Cerrar los ojos es un acto de amor para no desear… para no ser. En lo que tú llamas distancia está la respuesta. Tú que siempre estás esperando por los oscuros gemidos del deseo.


Las olas van y vienen sobre nuestros cuerpos, lejos de nosotros mismos. La intensidad de este viaje que parece no llevarnos a ningĂşn lugar, que no se ha venido de ningĂşn lugar, que no hay ruta. La luz siempre a las espaldas, arrojando una larga sombra en nuestro camino hacia ella.


Perder la luz. Sentir solamente el sonido de una voz‌ adentro. En el rincón mås alejado una mujer que se parece tanto a mi sombra. Pero no era tu voz lo que yo anhelaba, Alma de mi alma! si no la forma de tu pie. La huella que me marca el camino donde me espera la respuesta.


Alma de mi alma Tú que tienes una sola voz profunda. Sigo caminando perdido en el corazón de una piedra, buscando el sosiego en los ojos de la muerte. Aun así, desde este lado lejano oigo tu voz que me nombra. La voz de aquella en cuyos ojos quisiera morir. Era el dolor sobre nuestro destino, cuando volví a nacer y te abandoné, convirtiéndome para ti en este largo…eterno lamento.


Nos acostábamos en la orilla de la noche. Tu cuerpo inmóvil junto al mío en un amplio abrazo que nos marca la distancia. Ninguno de los dos puede moverse… ninguno de los dos. Ahora estás aún más sola. Tu pecho que intenta respirar donde duermes, donde rompen las olas, donde el mar se retira y uno queda abandonado en la arena volviéndose sal y piedra.


Arde mi ventana ¿Hasta dónde el deseo? ¿Dónde termina la noche? Todo lleno de mí Pues yo soy esta espera que aun respira En el prado donde empecé a amarte A retenerte


Antes de que te vayas Susurraré un canto sobre ti Inútilmente estas huellas de sal Que voy dejando sobre tu pecho Sobre tus miembros Sobre tu boca Una puerta Eternamente abierta Que me deja a solas con lo tuyo: Este jardín y el viento


La manera en que me mirabas Suave y oscuro ¿Cuál de los dos fue capaz de amar? El me toca con la punta de su dedo Y así me entiendo por dentro Sin sentidos Envuelta por el mar Que ya no es para nadie… Saberme a mi misma proyectada A lo largo de esta ondulante ola


Desprendido sobre la sed interminable, yo soy esta única roca que resplandece en el corazón del silencio, otra vez el dolor, otra vez lo indecible y el mundo entero en los ojos. Tu rostro nostálgico, arrojado al viento del verano hasta la más extrema pobreza.


Te abrazaré cuando menos lo esperes. Tu cuerpo atormentado ¿Cómo has podido aguantar este doble rigor de viento y de deseo? Bastaría un leve roce de mis dedos, mi mano hundida en tu pelo para encender la noche. Contener en el fondo del pecho tu lamento entrecortado.Hacer mía por un instante tu única… grave voz.


¿Por cuánto tiempo más? Me levanto, me caigo y me vuelvo a levantar. Mil caminos en esta noche llena de imágenes y deseos perdidos. Tu señal, tu rastro me persigue en el sueño y no puedo ocultarme. Tu presencia en el centro, más cerca o más lejos. Dar vueltas a tu alrededor, mirarte por todos los lados con los ojos cerrados. Sólo permanece fija esta luz interna como el dolor. Mi cuerpo y el mundo que tienen ahora las dimensiones del alma.


Me lanzas esa única mirada Una inquietud desnuda Intensamente visible Tú me abrazas el alma Con el cuerpo Aquello que se ofrece Sin defensa alguna Me llamas y a la vez me dejas marchar Con ese gesto Esa mirada Una señal ya no dirigida a mí Un leve seguir mirando de lejos Cuan cercano está el dolor Indescriptible Irreparable


Solo Perdido en la luz… la única a la que puedo llamar mía. Prefiero entonces la noche, los ojos del alma que me fijan en la sombra para entender. Te dejo allí de pie… en el estallido de esta ola que te religa a la sagrada belleza.


Por el beso de su boca... Donde está ante mí totalmente presente Su abrazo que contiene La Totalidad del nacer Un nacimiento en el Alma Un nacimiento del Alma Y mi cuerpo…único camino posible Este desfallecimiento que no tiene duración Y después abrir los ojos más allá, más adentro Cómo es posible una eternidad semejante: Su boca, un único latido y la transfiguración Pero su huella es indeleble Era su boca en mi boca lo que yo anhelaba…


El anunciado a m铆 Un ser sin alas En silencio Un hombre cegado que ve Por el roce de mi mano Quien entonces bes贸 mi boca? Alguien que no era nadie -Soy yo quien puede llevarlo hasta la luz


El camino es interminable. Comienza en donde acaba y no hay salida. Esa mujer que me levanta, y me vuelve a levantar. Estuve contemplando todo el día tu sombra mientras el sol me atravesaba la espalda. No importaba que me acercara o me alejara, siempre veía tu sombra, sin distinguir muy bien si la luz venía de adentro o de afuera. Ya no hay caminos amor, “sólo tu sombra que le da presencia corporal a mi alma”.


“Todo el día te busco desesperadamente Oh! Amor. Por la noche, cuando duermo eres tú quien me busca…cuándo será que nos encontraremos?”


El anunciado a ti te mira a los ojos, que son como una inmensa espera llena de alma. Aquel que se va diluyendo en lo más profundo de ti repitiendo tu nombre. Un hombre ciego que ve, que repite tu nombre como un susurro y los dedos que recorren el muro buscando tu boca como un presentimiento. Fundido a ti será como tu sombra hasta morirse. Un nacimiento en la muerte. Con su boca abierta muy cerca de la tuya te entregará una gota de saliva para que la guardes. Sellarás tus labios con el gesto del dolor. Oh! Tú que te has compadecido de mí, que me contienes ahora en mi totalidad. Una canción, un lamento sobre mi destino. Tu nombre. Tu nombre será mi susurro…


Con el alma hundida en la carne, le haz dado a luz. TĂş boca temblorosa que mira el lado izquierdo del camino, donde estĂĄ el dolor. Por un instante lloras por aquello que se ha vuelto visible en tus brazos. Yo en cambio retorno a la luz, que te hace transparente en mi abrazo.


Detrás del velo Una imagen desnuda El mar del deseo que la trae y la lleva La imagen raptada por el abismo de tus ojos Mas no eres tú el que ha regresado Es otro hombre Transparente Me abraza con intensidad Cuando retorna a la luz El que posee en silencio El poseído en silencio Más allá del amor En el borde Seré de nuevo En el centro de mi propia alma Frente al horizonte que se levanta Por encima de su espalda Cuando todo haya pasado Cuando él se haya ido


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