Por designio del despojo
y solo soy un capitán de la vagancia por eso y solo por eso me voy de artillería pesada a lomo de relámpago Efraín Cuevas
La poesía de Luis Manuel Pimentel conserva el aliento del habla común, de los giros coloquiales que develan franqueza y serenidad. El poeta habla con un tono que le es propio, por designio del despojo: su yo-lírico está mezclado explícitamente con el hombre de las costumbres, de lo cotidiano, del aburrimiento, del desparpajo. La vida en familia, el oficio poético, las otras abundancias, la fantasía de lo inmaterial, hacen su aparición vibrante en cada espacio de escritura. Detrás de sus poemas, levantados sobre un decir austero y denudo, se deja ver una especie de apología al desprendimiento. Se retratan lugares, cosas, personajes y símbolos que, aún inmersos en una cotidianidad sin resplandores ni adornos, no pierden el trato fantástico de lo ya visto: Miro hacia la izquierda, /y no puedo olvidar el árbol de mango que se convirtió en lentejuelas. Esa transfiguración de lo real, que se trama desde un desamparo verbal que parece a ratos descuido, es lo que resalta en esta poesía. No se trataba de que un chaguaramo era un chaguaramo /sino que era un espejo largo que podía tocar las nubes, dice Luis Manuel siguiendo ese ejercicio de sueño-transferencia simbólica que recrea lo mundano en una escena de modesta maravilla. El poeta no busca el orden, sino el asombro esencial de lo espontáneo. Ya lo dice el mismo Luis, en tono confesional: Hay una fuerza magnética que me atrapa junto a lo cotidiano. De ahí que la lectura de su poesía debe hacerse en clave dialógica, sin máscaras, en el contexto de una interlocución no preparada. En el planeta de los poetas las oraciones son materia, dice Pimentel recreando el universo etéreo de la palabra, de los objetos flotantes, de los entes que se agrupan en el sueño y en el abismo inmediato. Toda su poesía dialoga con la casa, con la calle de enfrente, con la ciudad onírica que se ve desde la ventana. Su lenguaje cae a tierra y camina, se arropa y se aísla en su espacio de intimidad y enunciación. Porque el poeta no sale al mundo para conocerlo: lo encierra en su casa para hacerlo nuevo.
Zakarías Zafra Fernández
El planeta de los poetas Al Conde Blu En el planeta de los poetas vivimos todos a veces cable a tierra a veces más arriba de la nube 370. Cerca de una casa anaranjada, donde los ciclos matinales duran 17 horas las curvas son rectas entre el pastizal amargo y las noches azules. En el planeta de los poetas navegamos sobre las mesas luego de un olor a fiesta vamos soñando con las calles y montañas recibiendo pasos sigilosos y en el firmamento hay un color cobre que va arreando los rebaños, detrás del avestruz está la flora que brota mientras los dedos van esculpiendo las carnes. En el planeta de los poetas las oraciones son materia y los vasos regados por las casas, también hay rinocerontes atrapados por la luz y una mata de guayaba orinada. En el planeta de los poetas anduvimos sonriendo, confabulando con los crepúsculos y amaneceres sobre la expansión. Tras el silencio del sereno, fluyen en el ojo de agua matices silvestres y el quejido de algún cachorro tocándote a la puerta pidiendo paz; y afuera hay un león que te persigue y la leona olfateándote la médula espinal. En el calendario; el roce de la brisa borrando las huellas y entre las clases compartiendo comidas aderezadas con cayenas. En este planeta estamos tocados por la poesía, que silbando va llamando al despertar.
Magos en la cocina A William Osuna Soñé con ellos, entre botellas de whisky y tragos que subían y bajaban al compás de unos violines que rasguñaban la inmensidad. Compartíamos en un salón donde el día no era de día, sino que habíamos pasado varias noches bebiendo y jugando al que pensara más rápido. Un poeta santificado por el pecado literario apareció en el despojado espacio y quiso seguir nuestro ritmo que, hacía rato, se había convertido en un barril sin fondo. Estábamos en una cocina y esta vez picábamos unos pastelitos con picante trujillano, y de nuevo otro trago para volver al viaje. El alcohol como cohete al cerebro, pero de un despegar despacio cada segundo se convertía en una pintura de quintas dimensiones, el poeta seguía entre nosotros y nosotros con él en una conversación donde lo alabábamos por su ingenio callejero sobre unos versos que componía con tal majestuosidad con los que fue capaz de convertir un río en una galería de nostalgia. Seguíamos libando y mi padre entrando en la ebriedad empezó a jugar con nuestras mentes y emprendió adivinar sobre nuestro presente y el futuro. Primero le hizo una cartografía existencial a mi primo-padrino, luego vino a mí, contando y reverenciando las sublimes formas de la creación /sin duda había conexión de su Ser con un ente Supremo/ seguía eternamente endulzando la vida y tocando lo duro de ella, cada uno de nosotros escuchábamos sentado en unas sillas blancas de plástico. Mi padre se paró y fue con sus manos medio tembleques a donde estaba sentado el poeta y empezó a mirar su futuro en cada pausado paso, junto al ritmo armonioso de sus pensamientos fijó su mirada en la frente e intentando agarrarle su mano para leérsela,
el poeta de sĂşbito subiĂł la voz y en tono de defensa, le dijo: deja la vaina asĂ, deja la vaina.
Reflejo de Araguaney A Izaima Dayana Las hojas por encima de tus cabellos, que nacieron de un espejismo pictórico /capullos en una mixtura de ilusiones/ mientras reconocíamos el intenso amarillo. Recogimos las flores que caían de tu cabeza y los pájaros del sueño las picoteaban sacudiendo la pólvora de los instintos. Necesitábamos creer en el fuego atravesando el corazón del círculo y el forajido árbol casi a punto de estallar de tanta luz. De nuevo sonreías cuando llovían las flores y danzabas girando hacia la izquierda como en un invocación sufí atrapando los sueños de los sueños de un sueño y en tus senos dos flores de pétalos hilachosos. Adormecidos en una tarde silente con el trinar de las aves que gustan vivir en las bocas de los volcanes te sentías animada con tus araguaneyes de fondo, con una fortaleza de otras vidas estabas reflejada en una laguna cristalina.
Detrás de la ventana A esta hora todo pasa lento, oscuridad total en la habitación, puedo escuchar cómo pasan los carros por la Avenida mientras los pájaros están cepillándose los picos para salir de sus casas, ya el olor del alba entra por estas rendijas. Pasa por mi cabeza un escarabajo caminándome por encima ya algunos cangrejos estuvieron por aquí temprano y dejaron su mensaje desde aquí piloteo esta embarcación de tentáculos ardientes hace calor y desapareces, mi Dulcinea con poca ropa. Abajo los muchachos que todos los viernes beben están bebiendo escuchan una salsa que presumo sale de algún radio improvisado, siempre suben antes que los espante el color de la mañana. Ya no puedo seguir con los ojos pegados a este sueño detrás de esta ventana todos los amores del mundo ronronean, y alguien cobrará mañana nomás salga el sol alguna apuesta.
Un mundo que se reinventa Al Sindicato del Ocio Este país en emergencia que se reinventa todos los días y las señoras que salen a trabajar a los moteles sacuden sus manos para seguir lavando los pecados de todos, de nosotros los pecadores ante el reino apocalíptico, animales vertebrados que invaden los espacios de la mente testaferros que se adueñan del tiempo de nuestra vida, este escrito es para la gente que día a día busca dinero para comprarle mortadela a los niños y llevarles un pan relleno con la marca del Sindicato. Dale señor el descanso eterno, pero ya, a todos los que matan al ser humano muchos de ellos ricachones dueños de transnacionales otros malandros, violadores, justicieros que son pagados, que le meten el dedo en el ojo al mundo, todos miopes dejamos que la herida no se cure y en plenitud de la ceguera, justo antes de la muerte, confiesan que son seis los títeres que están detrás de ellos. Hijos ilustres de esta nave espacial, despertad en medio de esta avalancha social de sangre y guerra porque nos tienen pisoteados despertad entre las paredes del cuarto y busquen sonrisas entre las gavetas del escaparate, llenemos de dicha el alma y dale señor el descanso a aquellos que no dejan que el mundo reinvente, la tecnología, la estética, la humanidad despertad con el amor entre las piernas y dejemos que el tiempo suene como una canción de un futuro ecléctico y sideral, démosle rienda suelta a la fantasía, señor sin invadir al vecino como si fuera el enemigo. El mundo se recalienta y los cuatro gatos que deciden son políticos de poca monta que quieren cenar esta noche con el dueño de la proter and gambles, paga prote de ilusiones destructivas, silueta de un mundo que se descompone y se vuelve en sí una contradicción. Que se vayan estos señores a jugar con aquellos que cenan en puras sillas Luis XV conversando en cómo pueden tener todo el poder del mundo,
denle de mi parte al enemigo un abrazo con perfume de estiércol y entréguenle una carta que de este puño también saldrá para que regalen espaguetis a África, en vez de soltar pestes mortales. Relajemos un poco, señor, pero no abandonemos la lucha y dejemos que la sangre caliente las esquinas de las calles, pero no, por favor, callemos a la irrupción abrupta ante la miseria humana. Tanta gente que pasa hambre y tú que no das ni una limosna, pero mientras los gatos sigan bailando no podrán con las almas nobles del mundo, las que piden cambio, humanidad, amor. ¿Qué has hecho hombre con tu mente brillante? si en el desconcierto de la vida te sumerges entre el agua contaminada por petróleo y te conformas con tetas de silicón, no justifiques la existencia en cada litro de gasolina. Suenan las campanas de la catedral cuando recuerdas que ni la fe ya forma parte de ti. Pero tranquilos, amigos, que los muertos han vuelto con el último canto del gallo.
A veces pienso que debo salir volando de los espacios que no me dejan en paz. Hay una fuerza magnética que me atrapa junto a lo cotidiano. No estoy seguro que la respuesta esté en perseguir a algún gurú en la India o en Indianápolis, los espacios por donde transito a veces se parecen a un país sin rostros, y otras veces nos desintegramos juntos de tanto cocuy. Pudiera querer establecer un contacto con otros seres más místicos, luces espirituales que se abren en la poesía, y en aquellos iniciados que pueden transformar la oscuridad en un simple sueño de aves que van bajándole las cortinas a la tarde.
Sentada como una gata y nadie la mira La señora Julia viene a pedir un poco de verde del aguacate que está en el frutero se lo ofrecemos en una espátula texturizada para que le de vida a su laberinto mira con atención el color y busca entre las verdes ramas un parecido siniestro compone desde su mente el atardecer de ayer y ubica casi exactamente el recuerdo de una tarde que junto a su abuela le daban comida a las gallinas. Transitaba entre los 10 y 67 años con abismal rapidez saltando los charcos que un día pertenecieron a los Kabudari trazando con las estrellas las casuales semejanzas con los tesoros entre los caminos de Tarabana. Julia vientre parida de cinco muchachos está sentada como una gata y nadie la mira, Debajo del marco del apartamento que compara con una pajarera mira hacia arriba y observa pasar una golondrina que la saluda con una vuelta en U, sus dientes ya cansados de masticar la carne que heredó de sus ancestros pensaba en el amarillo maíz dándole forma a la silueta del viento que mueve la caña de azúcar; de abril hasta junio celebrara su cumpleaños, tiempo de cosechas y el regreso de sus nietos y familiares. Parada en la penumbra de un amor que murió cuando el hijo mayor tenía 8 años el alma gris y desvelada, de trasnochos y de fiebres voraces en estado de alerta se limitaba a oír la canción de los turpiales. En el jardín de la señora ya no cabía ni porrón, ni matero, ni un helecho siquiera siempre agradecida del Poderoso cuando ve crecer una matica que no se la esperaba La mata agradecida, decía para su inacabable mundo; tras la tala de ayer, se mordía los labios y fruncía el ceño. Pasó toda la vida mirando la transformación que le impuso el progreso pensaba en los indios y en el futuro político de Venezuela. En medio de tormentas, de brisas y pajonales, la Sra. se fue volando con sus siete gatos.
De Espejismos en Cabudare
Vía verde Pasamos por la vía a casi cincuenta kilómetros por hora verdes indígenas, amarillos opacos, rojos grisáceos, un poco de blanco azulado al fondo del camino. En medio de los parques hay huecos y pájaros que anidan en el pelo de Izaima y el olor a mastranto que no aparece por ninguna parte, ya apareció. El movimiento continuo con un recorte de la velocidad, pasa un Dodge del año 70 tocando corneta porque parece que lleva prisa, y yo con mi familia dentro en esta capsula amarilla que un día se convirtió en submarino. Veo al cielo por el poco espacio que me da el parabrisa aprovechando el rojo detallo una bambalina en la alta punta de un arbusto que está en la isla y recreo imágenes sobre cómo llegó hasta allí; entonces, vendría un niño de un salto alto y la colocó en un acto acrobático, algún muchacho creyó que podía pasarla con su brazo y casi dejó el brazo al lado de la bambalina si fuera una muchacha tuvo que ser muy alta, tan alta como el espagueti más largo del mundo que hicieron en África unos foráneos italianos y aprovecharon de dejar diez mujeres embarazadas, tal vez detrás del árbol estuvo un gigante que subió la bambalina o mantuvo una conversación arquitectónica con una hada sobre cómo iban a colocar otras bambalinas en otros árboles no tan altos. El monstruo de atrás tocó la corneta para seguir el verde que daba la pista y los zamuros salieron de los retrovisores algunas gacelas movieron sus ojos confundidos con edades tempranas, y de la panadería San Benito salió volando el santo para la licorería del C.C. Almarriera buscando unos feligreses que le brinden un palo e´ Ron. Las notas del motor sonando en las esquinas cruzadas. Miro hacia la izquierda, y no puedo olvidar el árbol de mango que se convirtió en lentejuelas. Recuerdo que tras tus palabras hubo el pedido de un pan para los cuatro y el retorno de un día en tercera, cuando se abre la noche.
A María Auxiliadora Chirinos No se trataba de que un chaguaramo era un chaguaramo sino que era un espejo largo que podía tocar las nubes, tampoco se trataba de que el piso era más virgen que los cachetes de la vecina, la que siempre mostraba entre sus pasos un hilo que a cualquiera le daba por comerla y ver cómo junto a su hijo era la justificación de un amor confundido entre las actuales perversiones del sexo. Una cucaracha voladora tocó la puerta y trajo malos presagios, porque de pronto todo oscureció, y un rayo fotografió los malos espíritus, el apartamento colapsó por haberme quedado cinco minutos más al teléfono de lo debido, de la vida… qué casualidad cuando ayudaba a resucitar a un poeta muerto. Ni los niños que a esta hora andan diciendo groserías en el patio andan por aquí, buscando los caracoles fósiles ni los pájaros de la tarde aparecieron a picotear sobre la cama ni los porrones, ni la manguera, ni la toalla está seca al parecer hay como un salto en el tiempo que muestra el reflejo de todas las licuadoras apagadas en los apartamentos.
Contando cada cuadrícula Te espero, como un pepito espera ser la encomienda para la cena te espero, creyendo que llegarás un poco más temprano del tiempo que siempre espero, y en esta espera, el diente flojo de Fabián sale flotando por el apartamento. Querida, cada segundo que nos dejas para amarte en medio de la luna llena se convierte en un aliento cercano a mi esternón que pide a grito que llegues como una Blanca Nieves con tus dos enanos que también son míos aunque uno de ellos reniegue de mis capacidades paternas. Te espero, porque aquí en Almariera se han construido los mejores deseos que van trazados en los caminos de hormigas prehistóricas, aquí, como una alma que vuela a buscarte y a decirte que llames porque ya estoy en casa, y tal vez piensas que ando jugando basquetbol. Si quisiera seguir esperando entonces me pongo el abrigo de lana y alpaca y sudo demostrando que te quiero esperar despierto, como si fueras un cometa que no vuelve a pasar sino hasta dentro de 73 años, quiero seguirte esperado entonces me quito la camisa y me pongo a escribir poesía para intuir que estás cerca de este alquilado espacio donde los ratones comen gatos. Te sigo esperando, como un gobernador quiere ser electo en los próximos comicios, como una hoja en el desierto que tiene sed, puedo creer que te espero, y no solo a ti, sino a los tres que me hacen falta para patear el balón de futbol, jugar con los carritos, y cuando todo aparentemente está normal sale Ananda de un hechizo como si el carro se estuviera quemando. Puedo decir que te espero, porque realmente los espero pero tu espera significa mucho más que todo esto que estoy apuntando de la espera,
Tocó el alba un amor fundido entre copas de un viñedo larense. Vuelvo de nuevo, y quiero esperarte, pero corro a pedirle dinero al vecino que es chofer de noche para comprar mañana un celular y que no amanezcamos sin conexión, ahora, empiezo a entender que sí te espero, porque camino cada cuadricula de la cerámica del piso buscando una taza de café y verter la ceniza. Y el tiempo pasa como si fueran siglos y el amor en la casa se vuelve memoria temporal.
Fotografía: Anebert Rivera
Luis Manuel Pimentel
(Barquisimeto, 1979)
Estudió Letras en la Universidad de Los Andes (Mérida, 2004) y es Magíster en Literatura Iberoamericana por la misma universidad (2012). Ganador de la I Bienal Nacional de Literatura “Rafael Zárraga” (Yaracuy, 2011) con el libro Esquina de la Mesa Hechizada. Tiene un poemario publicado: Figuras Cromañonas (2008) y ha salido en varias antologías de poetas venezolanos, entre ellas: 70 poetas venezolanos, en solidaridad con Palestina, Irak y Líbano (2006), Amanecieron de bala (2007), Doce orugas al viento (2008), Arquitectura de la palabra (2008), El corazón de Venezuela, patria y poesía (2008), Revista Poesía 153 (2011), entre otras. Actualmente es profesor de Semiótica de las Artes en la Universidad Centroccidental “Lisandro Alvarado” de Barquisimeto.