Habitar entre líneas

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Costa del Sol

HABITAR ENT RE LÍNEAS Chema Segovia y Jesús Quintanilla




Habitar entre líneas

Como toda metrópoli, estaba sometida a riesgos y contingencias, a progresos, avances y retrocesos, a inmensos letargos, a colisión de cosas y asuntos, a grandes movimientos rítmicos y al eterno desequilibrio y dislocación de todo ritmo, y semejaba una burbuja que bulle en un recipiente de edificios, leyes, decretos y transiciones históricas. Las dos personas que subían por la calle ancha y animada no caían en la cuenta. ‘El hombre sin atributos’, Robert Musil

A comienzo de los años 60, con la llegada del turismo de masas como fenómeno de cambio global, la Costa del Sol [1] sufrió una de las transformaciones urbanas más radicales del s. XX español, pasando de ser una zona al margen del -ya de por sí- irregular sistema productivo del sur del país a convertirse en su principal destino para el turismo internacional. Paradójicamente, este brusco cambio se cimentó sobre las carencias y posibilidades futuras de la Costa antes que en su realidad existente y sus tradiciones. Mientras que la dictadura franquista imponía el modelo radial centrando el mapa de España en Madrid, a una costa periférica desde la que se divisa África cuando el cielo es claro, llegaron los nuevos tiempos con la promesa de un futuro inacabable. El escaso desarrollo de la zona -urbano, económico y político- no sólo no opuso apenas resistencia al cambio, sino que se convirtió en facilidad e incentivo. La Costa del Sol caía rendida a los pies de la modernidad.


La ausencia de una regulación y unos modelos de gestión de base abrió la puerta a una inversión privada que llegó en tropel, tomando el timón del desarrollo urbano con el consentimiento la mayoría de las veces de la administración pública, la cual vio en la imparable atracción de plusvalías justificación sobrada para dejar hacer. Vista desde un presente que paga los abusos de la desmedida especulación inmobiliaria, afronta el consecuente deterioro ambiental y exhibe sus vergüenzas conforme se destapan casos de corrupción, la transición de la Costa del Sol suele narrarse insistiendo en el retrato de una sociedad sumisa que vendió su alma al diablo para dejarse arrasar por la voracidad de los intereses privados, incauta o incluso cómplicemente. Sin embargo, ese relato parece incompleto e injusto cuando se cruza con miradas como la propuesta por Diego Santos. En ‘El Estilo del Relax’ [2], el artista malagueño trata de ampliar la comprensión de los cambios de la Costa del Sol poniendo la atención sobre el feliz estado de ánimo general de quienes, de la noche a la mañana, descubrían posibilidades que hasta entonces les habían sido negadas. El Relax describía aquella actitud feliz y optimista con la que una zona hasta entonces fuertemente deprimida celebraba la llegada de los nuevos tiempos, caracterizándose por encima de todo por el desprejuicio identitario con el que la Costa del Sol abrazaba influencias externas de un modo libre de imposiciones y respetos, reinterpretando la modernidad desde sus tradiciones y maneras, dándole la vuelta a sus cánones para dar lugar a una creatividad ad-hoc, espontánea y nueva. Este punto de vista otorga a los costasolenses un papel activo y participativo en sus cambios en lugar de hacerles víctimas o culpabilizarlos, reconociendo la innovación positiva que subyace en las inercias de todo lo que es verdaderamente social.


Partiendo así de entender esa agilidad oculta de la sociedad a la hora de reivindicarse ocupando los huecos dejados al descubierto por quienes aspiran a controlar el territorio, ‘Habitar entre líneas’ propone una relectura de la historia del desarrollo de la Costa del Sol para descubrir trincheras de resistencia en un territorio aparentemente sometido por el capitalismo, reivindicar el potencial creativo de la zona poniendo al habitante en primer plano y, en último término, descubrir capacidades diferenciales desde las que superar el estancamiento de la ciudad post-especulativa. Mientras que el planeamiento vigente trata de reorientar el desarrollo territorial tratando inútil y tardíamente de imponer criterios propios de coherencia y el orden [3], las lógicas especulativas introducidas en el proceso de construcción de la Costa del Sol la han convertido históricamente en un escenario idóneo en el que retratar el continuo desencuentro entre la estrategia (el Plan - Vertical) y su realidad urbana (el Proceso - Horizontal). En la tensión de este desajuste se desvela un espacio de imprevisibilidad individual que escapa del control a través de su entrelínea. De nuevo, más que con una serie de temas o casos concretos, el fenómeno parece tener más que ver con una actitud popular: aquella que entiende la Costa como territorio plural de libre interpretación individual. A raíz de esta reflexión, surge la duda de cómo registrar ese espacio de resistencia (‘la entrelínea’) que vive precisamente de evitar reconocimientos y mantenerse velado. Todo intento de institucionalización supondría una violación. Así pues, se opta por dejar hablar al territorio, atentos a su vibración, proponiendo una mirada a ras de suelo, abierta a lo imprevisto y sin ansias de enunciado. Recorremos el lugar siguiendo la reverberación del habitar entre líneas, buscando rastros, hurgando en los márgenes del proyecto oficial, siguiendo caminos abiertos por otras pisadas, preguntando a los actores que construyen su propia isla en la entrelínea de la Costa.


La incursión en el territorio se formula, en cierto modo, como un documental estructuralista. La cámara, como agente instituyente, demanda permiso a la hora de penetrar la entrelínea, un espacio interior al que el observador es ajeno. El libre movimiento de la cámara conferiría subjetividad al punto de vista, convirtiendo al que observa en intruso de un territorio velado. Se opta así por el plano fijo como automatismo que descubre, distorsionando en la menor medida posible, el pulso del territorio. El planteamiento se convierte en método de recogida de pistas, dejando espacio al espectador para rehacer la exploración haciéndola propia. El resultado de esta investigación es un mediometraje con forma de cadena no conclusiva de hallazgos, historias veladas, interpretaciones individuales, ritmos propios e imprevistos identitarios. Doce episodios aparentemente inconexos que dibujan un paisaje social hecho de divergencias que cobran coherencia en el sentido de pertenencia, sacando a la luz algunas de las múltiples facetas que componen sin poder agotar un territorio de pronunciada y potencial diversidad.

[1] Aunque hablemos de Costa del Sol, la denominación correcta de nuestro ámbito de estudio sería Costa del Sol Occidental. Si bien ésta se diferencia por delimitación administrativa de la Costa del Sol Oriental, nos justificamos en el uso general que las reconoce como ‘Costa del Sol’ y ‘Axarquía’ respectivamente. [2] Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez, ‘El Estilo del Relax. N-340. Málaga 1953-1965’ (OMAU y COA Málaga, 1987) [3] Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, ‘Plan de Ordenación Territorial de la Costa del Sol Occidental’ (Junta de Andalucía, 2006)



Ficha técnica del mediometraje.

DIRECCIÓN: Chema Segovia y Jesús Quintanilla AÑO DE PRODUCCIÓN: 2013 NACIONALIDAD: España FORMATO: MPEG-4 GÉNERO: Documental DURACIÓN: 45’

Hace apenas cincuenta años comenzaba en la Costa del Sol Occidental una de las transformaciones urbanas más radicales del siglo XX español. Impulsado por un espíritu de cambio optimista y desprejuiciado, el litoral malagueño se soñó a sí mismo formulándose en el futuro inacabable prometido por la modernidad. Ante la necesidad actual de recapitular todo lo fugazmente vivido y conocerse a sí misma para poder inaugurar un nuevo ciclo, la Costa del Sol deja sentir gran cantidad de historias veladas, ritmos propios e imprevistos identitarios. ‘Habitar entre líneas’ rompe la postal clásica planteando una cadena de episodios aparentemente inconexos, que cobran coherencia en el sentido de pertenencia, desvelando algunas de las múltiples facetas que componen sin poder agotar un territorio de pronunciada y potencial diversidad.


Barriada El Calvario. Torremolinos, 1969


Un preámbulo de norte a sur

En la película ‘El reportero’ de Michelangelo Antonioni (1975) se narra el viaje de un periodista que aprovechando una pequeña grieta en su cotidianeidad huye de sí mismo. En esta huída -como todo aquel que escapa de algo- traza un recorrido de norte a sur en el que se confunden perseguidor y perseguido, viniendo a acabar en una Andalucía imaginada, eternamente crepuscular, despoblada por el calor, infradesarrollada en comparación a la Barcelona de ensanche en la que comienza el trayecto. Allí los rastros acaban por perderse quedando apenas una leve vibración imperceptible de lo que se ha dejado atrás. No es casual que en este espacio simbólico los topónimos se hallen desplazados. Se dice Cádiz cuando en realidad se graba en Almería, como queriendo decir que realmente no se está ni en un lugar ni en el otro. Esta Andalucía de ritmos suspendidos simboliza la última frontera antes de desaparecer del todo. Un instante entre paréntesis que encuentra contexto físico en el mismo paréntesis que cierran la costa andaluza y el continente africano sobre el Mediterráneo. Una relación de cercana lejanía que supone un estado de desvinculación, que no es ni estar dentro ni estar fuera, brindando al que huye la posibilidad de construir un refugio al que escapar sin desaparecer del todo. Éste es el potencial de una situación entre líneas: La posibilidad de imaginar una isla.


Torremolinos, 1959. ReciĂŠn contruido el Hotel Pez Espada


Aquel Torremolinos

Antes de la llegada del turismo como fenómeno de cambio en la segunda mitad del siglo XX, la costa occidental malagueña era un espacio a rebufo del sistema productivo autonómico. Entre la línea de costa y la fuerte presencia orográfica de los montes de Málaga, a lo largo de una franja territorial de 150 kms de longitud y apenas 10 kms de profundidad, discurría el rosario mal engarzado de nueve pequeños municipios de débil actividad agrícola. El escaso desarrollo de la zona en los años 50 -urbano, económico, político y social- no sólo no opuso apenas resistencia al cambio, sino que se convirtió en facilidad e incentivo. Factores como el bajo rendimiento del sistema productivo, el reparto de suelos y su bajo precio, las facilidades a la inversión privada, la ausencia de una regulación o modelos de base, y sobre todo su privilegiado clima y el valor relativo de su medio natural, abrieron las puertas a una inversión privada que llegó en tropel. Las posibilidades se hallaron precisamente en las carencias y puntos flacos. Astutamente, desde arriba se consintió esta desprotección, viendo en la atracción de plusvalías al entorno cercano de Málaga capital una oportunidad para fortalecer su papel de puerta de acceso internacional y diferenciar su competitividad en Andalucía.

¿Dónde hay que buscar las lógicas del desarrollo urbano que han llevado a la Costa del Sol a su momento actual? Tradicionalmente se apunta a la diferencia de intereses entre la administración y la participación privada, denunciando la permisividad consentida de los poderes públicos y la laxitud de la reglamentación. Si bien esto es cierto, tampoco debería llevar a pensar que la construcción de la Costa del Sol haya sido guiada exclusivamente por la voracidad del capital y la mala intención del interés propio.


Sala de fiestas ‘El Dorado’. Torremolinos, 1963


Cuando el 1972 el ministro de turismo Alfredo Sánchez Bella dice que ‘si se hubiera hecho la infraestructura al mismo tiempo que la estructura no hubiésemos crecido en la medida conveniente’ la afirmación, que bien vista podría ser acusada de cinismo, bordea también lo ingenuamente inspirado: La posibilidad real de construir la casa por el tejado: El permiso para saltarse la norma y dejarse llevar.



Restaurante ‘El Remo’. Torremolinos, 1951


Plaza de JosĂŠ Antonio. Torremolinos, 1956


10 de enero, el Mañana

Recurrentemente se identifican dos hitos de fundación para la Costa del Sol según el gusto. El primero de ellos señala a la apertura de la N-340 en 1950, la carretera nacional que conectó los municipios costeros dando por primera vez sentido de conjunto a pueblos hasta entonces solamente vecinos. El segundo apunta a la inauguración del Hotel Pez Espada en Torremolinos en el año 1959 como símbolo del comienzo del turismo de masas. Rastreando en la hemeroteca, encontramos un tercer episodio que por su sutil cotidianeidad bien podría ser la brecha por la que se abrió paso el cambio de paradigma de la Costa del Sol: El 10 de enero de 1956, Joaquín del Toro Utrera, propietario del bar ‘El Mañana’, fue sancionado con una multa de 500 pesetas por tener abierto el establecimiento a las cuatro de la madrugada, ‘con púbico en su interior consumiendo bebidas alcohólicas y originando escándalo’. Es interesante imaginar que el cambio llegó aún en la resaca de una noche de reyes, en una explosión de júbilo imprevista y atentando contra el orden público; un cambio anunciado ya desde el nombre del bar, ‘El Mañana’. En aquella época, El Mañana se encontraba en la todavía Plaza de José Antonio, que antes de la llegada del régimen fue Plaza de la República y que después, siempre al hilo de los tiempos, pasaría a llamarse Plaza de la Costa del Sol.



Plaza de la Costa del Sol. Torremolinos, 1969


Extranjeros en Torremolinos, verano de 1951


El Estilo del Relax

En el magnífico álbum ‘El Estilo del Relax. N-340. Málaga, h. 19531965’, el artista Diego Santos identifica un lenguaje de estilo en la arquitectura turística primigenia de la Costa del Sol. Lo hace con la intención de comprender las claves que guiaron la transición histórica y social iniciada en la costa a mitad del siglo XX. Observando detalles ornamentales, señalética, mobiliario, iluminaciones, referencias vernáculas e inspiraciones aeronáuticas, identifica un estilo arquitectónico que en realidad es ‘estado de ánimo’, caracterizado por ‘la despreocupación, el frenesí, el optimismo, la ironía, la vanguardia tibia sin revolución trascendental’. Éste sería el modelo original de construcción de la Costa del Sol contemporánea. En un segundo volumen, ‘El Relax Expandido. Economía turística en Málaga y en la Costa del Sol’, esta vez dirigido por Tecla Lumbreras, se retoma la reflexión. Dándole continuidad temporal, retrata la tematización y posterior colapso del estilo, proceso paralelo a la masificación y crisis del turismo. El primer relax queda reducido a recuerdo romántico de un pasado casi borrado. Esta desvirtuación tuvo lugar, pero se podría discrepar al entender que fuese extensión directa del relax, que lo transformase, suplantase y agotase del todo. Más bien podría haber ocurrido que germen y perversión discurriesen por líneas paralelas y que la desmedida industrialización de uno sirviese de pantalla a la ligera espontaneidad del otro, situándolo en un punto de observación ciego, dándole mayor libertad de movimiento.



Urbanización ‘Playamar’. Torremolinos, 1969



La mirada que proponemos sobre la Costa del Sol comienza por reflexionar sobre el modo en que se ha construido el espacio urbano moderno. El instrumental ‘oficial’ del urbanismo del siglo XX ha estado fundamentalmente enfocado hacia el problema de hacer ciudad. Hacerla crecer, para ser más concretos. Una ciudad entendida según la categorización de las posibilidades de desarrollo administrativo (urbano / urbanizable / no urbanizable). Las líneas del planeamiento pretenden ser claras en su trazado hacia el futuro, sirven de tamiz a las voluntades implicadas en la construcción de la ciudad, imponen orden, coherencia, equilibrio, criterio y también sus propios vicios: Velan por el sueño de una ciudad terminada.


Líneas de Costa

El planeamiento de la Costa del Sol siempre ha sido un problema. Después de medio siglo de fugaz crecimiento, las deficiencias estructurales son notables, los recursos naturales escasean, se ha dañado el patrimonio ambiental y el desarrollo especulativo ha echado por tierra muchas previsiones de futuro. Pero todo esto no son más que consecuencias de una misma causa por encima de responsabilidades particulares: Las deficiencias de los modos de hacer ciudad empleados. Al dar el paso al modelo turístico, la Costa del Sol desveló un repentino potencial que se presumía inagotable. No se contempló la posibilidad de una ciudad acabada, el futuro se había vuelto infinito. Si bien la necesidad de un planeamiento integral y sostenible estuvo sobre la mesa desde el inicio de la etapa desarrollista, nadie creyó firmemente en su conveniencia. En un territorio de límites administrativos especialmente difusos, los ayuntamientos recelaban de todo intento de proyecto territorial por miedo a perder presencia municipal, el poderío privado era considerado el principal aliado y éste exigía desregularización y facilidades, y a niveles administrativos superiores la atracción de plusvalías iba en aumento y con eso bastaba. Así, toda la Costa del Sol se construyó a la carrera, a base de Planes Generales Municipales descoordinados, cuando no Normas Subsidiarias eternizadas, sin coherencia interna en muchos casos y de conjunto nunca. Se construyeron grandes ensanches, se llevaron a cabo ambiciosas obras de reforma interior (el furor del bulevar), se trazaron circunvalaciones y rondas, se vincularon elementos de atracción a la trama urbana (la fiebre del puerto deportivo), se ejecutaron grandes conjuntos de nueva creación, aparecieron las primeras urbanizaciones de baja densidad en la periferia urbana, la nacional se convirtió en autovía y a ésta vino a completarla una autopista de desdoble.


Si bien no se resolvieron de modo oportuno los problemas de coherencia y funcionalidad, se evidencia sin embargo una cierta preocupación por el control, aunque éste desatendiese al orden y diese lugar a fugas. De este modo, a falta de un proyecto integral y un mejor planeamiento municipal, la A-7 se convierte en el principal articulador territorial por su predominante presencia y claridad de trazado. Y es que, por encima incluso de los 300 días de sol prometidos, la experiencia de vivir la Costa del Sol está marcada por la presencia de la N-340. Habitar la Costa va ligado a transitarla. Una playa de curvatura aerodinámica anunciaba la apertura del ‘Auto-Hotel Torremolinos’ en 1956. Dirección: Carretera de Cádiz, km 21. Desde entonces, entre los grandes municipios se vive a una altura kilométrica contada por el número de gasolineras dejadas atrás. La N-340 se transita para ir a trabajar al municipio cercano, para hacer la compra en el supermercado, para visitar a la familia, para ir a pasear al puerto deportivo, para salir a cenar, para salir de fiesta, para ir al cine, para buscar una playa más tranquila, para volver a llenar el depósito después de una semana en tránsito. Hollywood escribe su nombre sobre la colina del Monte Lee y Estepona lo hace en la rotonda que le da acceso. La carretera se vuelve símbolo de identidad. La decisión de hacerse visible o esconderse de ella adquiere significado social. En la Costa se habla orgullosamente de la A-7 como ‘la calle más larga de Europa’. Por su presencia cotidiana, la carretera comienza a formar urbanismo doméstico y a convertirse en símbolo de identidad, volviéndose elemento raíz en la construcción del paisaje urbano y también social de la Costa del Sol.




En el arranque del siglo XXI, la escasez de recursos y el deterioro ambiental comienzan a ser imposibles de obviar. La Costa del Sol pierde competitividad turística a velocidad de crucero, mientras que el anuncio de que la zona se halla construida en un 60% y un decrecimiento de la estacionalidad parejo al aumento de la población, motivados por la constante migración llegada desde el interior de la provincia, destaparon la urgente necesidad de redefinir sus perspectivas y oportunidades. Llegados a este punto, la Costa del Sol se soñó a sí misma una vez más convirtiendo sus excesos en potencialidades. Actualizando el discurso de la modernidad al mandato global, en los despachos, informes y medios de comunicación se empezó a hablar con insistencia de ciudad lineal, de ciudad de escala territorial, de ciudad nodal, de metrópolis difusa… avivando el sueño de una ciudad integral.

En páginas anteriores, postales de Torremolinos en la primera mitad de los 70


La N-340 es el mejor lugar para encontrar la fe en el gran proyecto de ciudad territorial. Permite recorrer la Costa de extremo a extremo en una hora exacta a una media de 110 km/h. Corriendo en paralelo al mar, pasaremos Sabinillas, Estepona, Marbella, Fuengirola y Torremolinos antes de llegar a Málaga. Entre ellas un sinfín indiferenciado de urbanizaciones, gasolineras, restaurantes, supermercados, algún pinar, los montes y la playa. La velocidad construirá una percepción de continuo urbano: la fachada de la N-340. No podemos asegurar que exista una ciudad lineal, pero sí una ciudad contenida en una línea.



N-340 a su paso por Mijas, 2012


En esta línea, llegó la aprobación del POT (Plan de Ordenación Territorial) en 2006, anunciado desde la Junta de Andalucía como el proyecto más ambicioso de su historia. Según describe, su objetivo es ‘vertebrar el continuo urbano ordenando un crecimiento discontinuo y disperso que de manera espontánea ha originado trazas de gran ciudad’. Para ello establece tres líneas prioritarias de actuación: Una trama de trasversales que mejoren la movilidad, un eje ferroviario articulador a lo largo del cual se establecen nuevos núcleos de equipamiento y, por último y de tapadillo, la solución al longevo problema del tratamiento de aguas. Ideas nada nuevas, ya presentes con ligeras variaciones de enunciado en los primeros intentos de planificación integral de los años 60. Resulta paradójico que la solución a un problema generado por el exceso constructivo pase en su totalidad por construir más. Siete años después de su aprobación, y aún hoy sufriendo correcciones esporádicas, la valoración del POT es imposible. Los resultados son cuanto menos escasos, la crisis económica ha frenado en seco su corto recorrido, la espera se eterniza pareciendo ser la única condición posible.


A un lado de la carretera histórica que entra hacia Ronda, un grupo de caballos pasta junto al cauce del río Guadaiza. Sin saberlo esperan la construcción de uno de los nuevos puntos de centralidad propuestos por el POT. En esas 200 hectáreas, que una vez fueron suelo agrícola no urbanizable, están anunciados una universidad, un parque empresarial y un parque logístico, además de un fuerte desarrollo residencial asociado. Como se espera a Godot, al parecer el progreso no vendrá hoy, ‘pero mañana seguro que sí’.




La entrelínea

Como se ha venido señalando, las lógicas especulativas introducidas en el proceso de construcción urbana de la Costa del Sol hicieron que la estrategia (el plan) y la acción (la gestión) hayan vivido en un desencuentro continuo. Sin entrar a juzgar actitudes y consecuencias, el problema y su realidad construida sacan a la luz un espacio de imprevisibilidad que escapa de la regla a través de su entrelínea. Este espacio no tiene una localización única. No se trata de un asunto de legalidad, ni de visibilidad, ni de vínculos, ni de relato oficial, aunque por capítulos tenga que ver con todo eso. Lo que sí parece seguro es que el fenómeno no puede ser enunciado en los mismos términos en los que se expresa el urbanismo oficial, ya que vive en gran medida de huir de sus reconocimientos. Parece tener que ver, más que con un instrumental preciso y una serie de temas o recursos, con una actitud: aquella que entendía la Costa como territorio de posibilidad interpretativa y excepción cotidiana, trayendo de vuelta aires del espíritu del Estilo Relax.


Tratar de componer una visión ampliada de las lógicas territoriales de la Costa del Sol –una que deje cabida a lo urbano, lo social, lo económico, lo político y lo cultural- hace necesario dar la espalda al proyecto oficial para construir una percepción abierta a lo imprevisto; abandonar la vertiginosa carretera del desarrollo atravesando la línea continua para buscar desvíos que nos lleven a conocer zonas ocultas. Se debe también renunciar al atractivo de mirar la tierra desde el cielo -punto de visión total que ofrece el espejismo de poder de un control integral- para poner el punto de vista a la altura del caminante, al encuentro de rastros que desde la altura aparecen velados. Renunciamos a la categorización, a la linealidad y a la certeza. Recorremos el lugar siguiendo la reverberación del habitar entre líneas, buscamos pistas, hurgamos en las traseras, curioseamos en los trasteros, seguimos caminos abiertos por otras pisadas, preguntamos a los que por allí pasaban. La exploración desvela así una cadena no conclusiva de hallazgos, historias veladas, interpretaciones individuales, ritmos propios e imprevistos identitarios. Episodios aparentemente inconexos, que cobran coherencia en el sentido de pertenencia, sacando a la luz algunas de las múltiples facetas que componen sin poder agotar un territorio de pronunciada y potencial diversidad. No aspiramos más que a cazar algún fantasma dibujando el contorno de su sombra en el suelo. El espíritu del Relax cobijado en la entrelínea.


FotografĂ­as, Jueves 18 - Domingo 21 de Octubre de 2013



















Inauguración del Parque de Atracciones ‘Tívoli’. Benalmádena, 1972


Créditos

La base teórica de este trabajo se referencia en innumerables artículos del geógrafo Federico Benjamín Galacho, en la amplitud de miras de los análisis del equipo de investigación Rizoma Fundación y, muy especialmente, en el calor de ‘El estilo relax’ enunciado por Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez. Las fotografías históricas que aparecen en este documento han sido extraídas en su mayoría del valioso archivo on-line de aqueltorremolinos. com (también ahí se encontró el recorte de prensa sobre la denuncia al bar El Mañana), cuando no de una colección propia de tarjetas postales; no figura acreditación de autoría en estos casos. La fotografía de familia en Playamar ha sido extraída de playamar.net, una página de recuerdos de un grupo de amigos que veraneó en la urbanización entre los años 70 y los 90. La vista de la N-340 en la página 27 corresponde a una captura de Google Street View. Exceptuando el par de la página 36, extraídas de panoramio, y la primera de la página 42, captura de Google Street View; las fotografías desde la página 35 hasta 51, junto a la que aparece en la página 33, son propias y fueron tomadas durante unas jornadas de exploración previa realizadas junto a Antonio Laguna e Inés Almorza entre el jueves 18 y el domingo 21 de octubre de 2012. Esta investigación se hizo por iniciativa propia y estuvo movida por el deseo de comprender algo mejor un territorio vivido desde la infancia. El inicio fue planteado por Chema Segovia, contando con la ayuda de Antonio Laguna. Este trabajo halla conclusión en el mediometraje documental ‘Habitar entre líneas’, dirigido por Jesús Quintanilla y Chema Segovia. Esta película se grabó entre el lunes 11 y el viernes 16 de marzo de 2013. Desde entonces ‘Habitar entre líneas’ se entiende como un trabajo compartido entre ambos. Una edición reducida del documental obtuvo una mención de honor en los premios MálagaCrea‘13. ‘Habitar entre líneas’ se presentó por vez primera el día 9 de mayo de 2013 en el marco del seminario internacional ‘Perspectivas y oportunidades de la Ciudad Construida’, celebrado en la sede valenciana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo bajo la organización de Aula Ciutat.



Chema Segovia (La Línea de la Concepción, 1982) Arquitecto titulado por la ETSA de Sevilla. Fue alumno de Elena Turetti en el Politécnico de Milán, avivando su interés por la investigación teórica. Su trabajo desde entonces entiende la reflexión como ejercicio propositivo enfocado a la acción, concentrándose en la atención sensible del entorno urbano cercano y el estudio de los modos en que la ciudad es construida. Jesús Quintanilla (La Línea de la Concepción, 1983) Licenciado en Periodismo e investigador en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. Fue productor y guionista de la serie documental ‘Andalucía es su nombre’, galardonada con el Premio Andalucía de Periodismo 2007. Su guión para el capítulo documental ‘Casas contra el olvido’ está considerado como Bien de interés documental por la Junta de Andalucía.

Ambos dirigen juntos el video-collage ‘El patio de mi casa’, incluido en el archivo ‘Doc Next Network’ de la European Cultural Foundation, y actualmente trabajan en ‘Contravalación’, documentación paisajística y exploración de los ritmos internos de la frontera que separa a España de Gibraltar. Contacto: chema.segovia@gmail.com quintanilla.azzarelli@gmail.com


La Línea-Valencia-Barcelona-La Costa Agosto 2012 – Mayo 2013


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