Lora Leigh Fuerzas Especiales 1,5 Halcón Nocturno
LORA LEIGH
HALCON NOCTURNO NIGHT HAWK ARGUMENTO: Durante tres años, Halcón Nocturno y Black Jack se encontraron para intercambiar información relacionada con las misiones de las Fuerzas Especiales. Pero ahora Lilian quiere que la vea como más que a una mensajera y Travis decidió que sería un delicioso precio que pagar por cumplirle su voluntad.
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Él no era exactamente lo que había esperado. Un asesino no debería ser tan atractivo y que con sólo el pensamiento de saborearlo, hiciera agua la boca de cualquier mujer. No debería ser tan masculino al punto de hacer su corazón golpetear más rápido con el pensamiento de montarlo duro durante toda la noche. Un asesino no debería deslumbrar en sus sueños, fantasías o deseos. Como él lo hacía. Black Jack. Ese es su nombre codificado en las misiones de las Fuerzas Especiales. Cuál era su verdadero nombre, no lo sabía. Ella no era una de esas personas que pudiera tener acceso a esa información y probablemente jamás supiera qué o quién había sido en su primera vida y tenía la seguridad de que él, como ella, habían sido personas muy distintas a las que eran ahora. Observó embelesada como entraba en el oscuro y pequeño bar dirigiéndose al encuentro que habían acordado para conocerse personalmente. Principalmente porque tenía la oportunidad de verlo entrar y observar sus movimientos felinos. Un paso confiado que atrajo su mirada directo a sus muslos a pesar de sus mejores esfuerzos. Tenía muslos musculosos y fantásticos. Estaban cubiertos con jeans que abrazaban eróticamente cada músculo y entre sus muslos… Contuvo un suspiro evaluando el modo en que los jeans cubrían amorosamente una protuberancia impresionante. No había dudas, el hombre no tenía ninguna razón para sentirse avergonzado de sus dotes físicas. Mientras que le hacía a una mujer desear saber ¿Por qué la mayoría de los hombres atractivos eran sólo un envoltorio? Casi se ríe de sí misma. Por supuesto que lo eran. No importaba si el hombre era atractivo. En la mayoría de los casos, el egoísmo era su mejor amigo y claro, él siempre era el mejor, sin importar la cantidad de esfuerzos que tuviera que realizar.
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Lilian Belle dio un pequeño suspiro apenado cuando su objetivo caminó por el lugar sombrío, sus ojos de un azul ceniza miraban cada rincón y su cuerpo bien armonizado caminaba con precisión. Él era un hombre en guardia, un asesino que entendía muy bien las reglas. ¿Pero debería juzgarlo por lo que había hecho y volvería hacer? ¿Ella era mejor que él? Ambos firmaron un contrato en el cual daban sus vidas a las Fuerzas Especiales por doce años a cambio de tener otra oportunidad de vivir. Los agentes de Fuerzas Especiales estaban frecuentemente seguros de que habían firmado por toda la vida, ya que sus misiones no eran nada menos que suicidas. Ella había sobrevivido tres años con esas misiones. Tres años de los cuales había vendido su alma más veces que durante los cinco años que pasó siendo agente en Europa. Era un fantasma. En realidad ella no vivía. Ella realmente no había vivido en todos esos años. Hasta que conoció a Black Jack. Sus ojos ceniza la miraban como fragmentos de hielo pero al mismo tiempo quemando como una llama interna. Caliente y frío con una mirada llameante hacia ella, con un interés masculino con la medida justa para enviar a sus hormonas como fuego líquido por su sistema. Un interés que la hacía acordarse de que, en este momento, a pesar de las circunstancias de su vida, todavía era una mujer. Una mujer que quería todas las cosas que una vez se había prometido no volver a desear. Ella no lo conocía, pensó cuando él se aproximó. No sabía nada sobre él. Jordan Malone, el capitán de las Fuerzas Especiales, se negó a dar cualquier información. Su propio capitán reaccionó como si ella estuviera cometiendo un pecado por preguntar. Ella no debería interesarse por agentes de fuera de su unidad, le comentaron. Pero no podía no interesarse por este agente. Por este hombre en particular.
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No podía hacer que su corazón aminorara el ritmo, no podía impedir que sus manos temblaran en su presencia, y cuando dormía, no podía parar sus sueños. ―Llegaste temprano, ―su voz parecía whisky añejo, oscura y lisa,
mientras acariciaba y calentaba sus sentidos. ―Siempre, ―Lilian descruzó las piernas y se alejó de la muralla
donde estaba recostada, mientras lo miraba acercarse al bar poco iluminado―. Debes acostumbrarte a eso a partir de ahora. Sus labios se estrecharon. Labios hechos para besar a una mujer. Finamente moldeados, no muy delgados, y tampoco muy llenos. Tenía un rastrojo de barba de tres días que cubría sus mejillas, tentándola. Tonos castaños claros y rubios entremezclados, dándole una apariencia de bribón, de chico malo. ―Me acostumbraré, ―él concordó. Su voz, como la de todos los
agentes de las Fuerzas Especiales, estaba bien modulada. No tenía acento de ningún país. No había ninguna posibilidad de saber de dónde venía o qué nacionalidad tenía. No había forma de saber nada de él, y ella estaba desesperada por saber. Lanzando su cabello hacia atrás de los hombros, Lilian miró hacia los rincones del bar. Era un lugar seguro, pero últimamente, como ahora, no podía detener el miedo de estar siendo observada. La sensación de la vista de un arma apuntando directamente hacia ella. ¿Paranoia? Desearía que su miedo terminara con una explicación tan simple. ―¿Vamos a dar una vuelta? ―ella preguntó, mientras miraba como
sobresalía en frente de ella, con su metro ochenta y cinco. Tenía una ventaja real por encima de su metro setenta. Él elevó sus cejas curiosamente, sin embargo no había ningún rasgo en su expresión que demostrara sorpresa. A final ella no dudó 14
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en ceder información que había descubierto sobre él. La comprobó personalmente para sentirse segura, era un hábito suyo familiarizarse con la propiedad dónde iba a estar. No se sentía más segura. ―Un paseo sería agradable, ―él concordó, mirando directamente a
sus ojos. Entonces levantó la mano y la extendió en su dirección. Como si supiera, como si él quisiera tocarla tanto como ella quería ser tocada. Lilian miró su mano no más de un segundo antes de poner la suya sobre la de él, y sintió como él envolvía los dedos alrededor de los suyos. Como había imaginado. Su mano era tibia y fuerte. Los dedos de él encajaban sobre los suyos mientras la sacaba del rincón oscuro y la llevaba por el salón. Pocas personas miraban con atención. A final la conocían y sabían que encontraría a un hombre para tomarse una copa. No era una persona extraña y por lo tanto dejó de ser una curiosidad para las personas del bar. Aún así no dejó de mirar a las personas por el salón a través de sus pestañas. Podía sentir cómo se le erizaban los vellos de la nuca, y aquel sentimiento le daba la seguridad de que para alguna persona, era realmente merecedora de ese interés. ―La noche está fría. ―Comentó cuando se acercaban a la puerta ―.
¿Trajiste un abrigo? Él deslizó la mirada pasando por sus hombros desnudos, observando el corto vestido negro que usaba hasta los zapatos de tacón alto. ―Estoy bien.
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La noche realmente estaba fría, de la misma forma que lo estuvo durante el día. Su chaqueta todavía estaba en el auto, en el estacionamiento del bar. Había preferido no taparse el vestido. Era una de sus ropas más atractivas. Terminaba sobre los muslos, mostrando sus piernas bronceadas mientras el sostenedor abrazada sus senos. Quería ser admirada. Quería ser mirada no solamente como una mensajera, como una fuente de información. Quería ser mirada como una mujer. Qué estupidez, pensó cuando él abrió la puerta y salió, empujándola detrás de él. Inmediatamente su corazón casi se detuvo en su pecho cuando sus fuertes brazos rodearon sus hombros atrayéndola hacia él. ―El auto está estacionado cerca. ―La voz de él era baja como un
susurro―. ¿Fuiste seguida? Siempre en guardia. Siempre atento porque su vida podría terminar rápido si un pequeño engaño se produjera. Ella ya lo había aprendido, no necesitaba que se lo recordaran. Negó con la cabeza. ―No hasta donde pude ver.
Ella no era una principiante, pero eso no significaba que fuera inmune a los errores. Estaba tan preparada como se podía esperar. Podía sentirlo observando atentamente, provocándole un incontrolable deseo de apoyarse en él. Quería ablandarse en su contra, sentir sus brazos alrededor de ella, mientras mantenía su calor. Estaba perdiendo el control. No podía explicar el deseo que la asaltaba, porque era mucho más que faltas de caricias. O quizás lo fuera. Quizás lo que necesitaba era una caricia, calor humano para combatir el frío que tenía en su alma.
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―El auto debe estar tibio. ―Él dijo, sacando las llaves de su bolsillo
del pantalón y presionando el censor. Lilian permaneció callada mientras la llevaba al coche, abrió la puerta del copiloto y la ayudó a entrar. Luego cerró la puerta, caminó por delante del vehículo, y entró por la puerta del conductor. Ella debería haber insistido en utilizar su auto. Si estuviera conduciendo, estaría controlando la situación, o por lo menos, tendría un poco más de control que estando en el lugar del pasajero. ―¿Algún destino en particular? ―preguntó él al cerrar la puerta y
encender el motor. Lilian negó con la cabeza. ―No, donde quieras… ―No te sentías segura en el bar, ―puso la marcha atrás y salió por
el portón del estacionamiento―. ¿Tenemos problemas? Si tenían un problema. Ella tenía un problema. Sus bragas estaban mojadas. Querido Dios, no tenía ese tipo de problema desde hacía mucho tiempo. ―Estamos limpios. ―Se encogió de hombros y miró el reflejo de él
en la ventana en vez de mirarlo ―. Quizás sea lo excitada que estoy esta noche. ―Quizás… ¿humm? ―Había rastros de diversión en su voz ―. No lo
creo. Nunca he visto a Halcón Nocturno excitada. Cómo estaba empezando a odiar ese nombre. Le exigían que utilizara el nombre que había adoptado después de su “muerte ’’. Un nombre nuevo para una vida nueva que, no era realmente una vida. Entonces se volvió y lo miró, observándolo atentamente dijo. ―¿Estás excitado, Travis? ―no le dijo Black Jack. Usar su nombre
parecía más personal, más íntimo.
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Él estrechó sus labios al escuchar su nombre. ―No tengo tiempo para estar excitado. ―Tenía un tono sombrío en
su voz que estaba presente en todos los agentes de las Fuerzas Especiales. Un profundo pesar, un sentido de pérdida. Todos habían perdido todo lo que amaban en una situación que no fueron capaces de controlar. Un recuerdo de que todos eran humanos, a pesar de la arrogancia que había entrado en sus anteriores vidas. Pero Lilian tenía la seguridad de que su vida había sido perfecta en algún momento. Sabía que era rápida, inteligente y que tenía mucha suerte para poder sobrevivir la vida que estaba llevando, y que no llevaba más. Cómo había sido engañada, muy engañada. ―Yo me excito, ―dijo formando una pequeña sonrisa burlesca en
sus labios cuando él la miró ―. Y la noche está preciosa, tienes que admitirlo. ―Lo admito. ―Él controlaba el coche suavemente por el tráfico de
St Louis y estaban yendo en dirección al río, cuando la sorprendió diciendo, ―La noche no está tan bonita como lo estás tú. Una onda caliente bajó por su estomago, apretando su útero, llegando rápidamente para golpear su sensible clítoris. ¿Él pensaba que ella estaba bonita? Se sobresaltó en el asiento, su boca quedó seca, mientras deseaba encontrar algo provocativo para decir, sólo para devolverle de forma muy simple un… ―Gracias, ―susurró finalmente.
Se sentía como un pez fuera del agua con este hombre. En territorio desconocido. Casi inocente. La hacía sentirse como una adolescente atravesando su primer romance. La sonrisa de él, antes cuidadosa, era ahora ligeramente caliente.
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―¿St Louis es el lugar donde resides desde hace algún tiempo,
verdad?, ―preguntó finalmente, doblando hacia el puente viejo y siguiendo la carretera que terminaba en la calle del río. ―Ocasionalmente. ―Ella amargamente se obligó a recordar las
reglas. No podía dar información personal. “No hacer amigos’’. Una parte de su tarea era retransmitir la información que había encontrado con sus contactos. La unidad de Lilian era especializada en recoger información para las otras unidades de las Fuerzas Especiales. Juntando ciertas pistas ella había encontrado una información que sabía que estaba relacionada directamente con la operación en la que la unidad de Black Jack estaba envuelta. Aquella información era bastante sensible, tan imperativa que no le habían exigido que pasase por los canales regulares para tener la reunión. Sólo por eso ella estaba tremendamente contenta. Significaba que no iba a ser interrogada en relación a esa reunión. Sería parte de su informe y nada más. Siguieron callados. Él redujo la velocidad del coche y entró en el área de estacionamiento al borde del río. Un barco casino estaba pasando, su remo giraba lentamente agitando el agua y sus pasajeros reían alegremente. Qué inocentes eran, ella pensó. No se había dado cuenta de que tan cínica se estaba volviendo a medida que pasaban los años. Parando el vehículo, Travis apagó el motor antes de mirarla. Podía sentir su mirada fija, cómo recaía sobre ella, formando una onda de calor llameante por todo su cuerpo. ―Pediste un encuentro, ―finalmente preguntó―, ¿Cuál es el
problema? Todo el encuentro.
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Lilian levantó los ojos y dejó que la mirada de él la cautivara. Se sentía en suspensión, luchando entre su deber y su deseo, entre las reglas y el hambre que sentía que no se lo podía explicar ni para sí misma. ―Risa Clay. ―Carraspeó―. La hija de Jansen Clay. El traidor que
conspiró en contra de Sorrel. La conozco. Lilian sabía. No había ningún agente de las Fuerzas Especiales que no haya escuchado hablar de ella. Jansen, junto con la escoria de amigos, eran la principal razón de la creación de las Fuerzas Especiales. ―Hay un precio por su cabeza, ―ella declaró―. Dos millones e
información de que Orion está detrás de ella. Lo miró a los ojos. Éstos se estrecharon y apretó la mandíbula. Era una reacción apenas perceptible, pero aseguraba que la búsqueda de un asesino mortal conocido como Orion todavía tenía prioridad en su unidad. ―¿Por qué el trabajo? ―preguntó.
El rumor es que ella está empezando a recordar cosas que no quieren que recuerde. Cosas como al hombre que conspiró con su padre. ―El hombre que la violó. ―La voz de él oscurecida por la furia.
Risa Clay había sido brutalizada por su violador y nuevamente por su padre, quien la mantuvo drogada y presa durante diecinueve largos y horribles meses. La joven escapó de la muerte cuando la verdad fue revelada. Ella asintió con la cabeza ante su declaración. ―Él hombre que la violó. Evidentemente el hombre es más
influyente de lo que creímos inicialmente. Orion está llegando a los 14
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Estados Unidos dentro de una a dos semanas. Tiene cuatro semanas para terminar su trabajo con un cuchillo. Ese era el método más utilizado por Orion para matar. Había sido conocido por utilizar balas muchas veces, pero le gustaba jugar con sus víctimas, principalmente con las mujeres. ―¿Alguna sugerencia de cuál será su punto de llegada o la
identidad que utilizará? ―Travis preguntó. Lilian negó con la cabeza. ―Nada. Todavía estamos trabajando en eso, si embargo llevamos
años trabajando en esto sin tener nada nuevo. Yo no esperaría nada para poder salvar la vida de ella. Sabes cómo trabaja él, Travis. Por lo menos tuvimos un aviso antes. Es más de lo que tenemos normalmente cuando hombres como él aceptan el trabajo. Deberíamos considerarnos con suerte. Ella lo sabía. Un hombre como Orión había destruido su vida, había para todos sus efectos, tomado su vida. Y ahora se preguntaba si no sería un precio demasiado alto el que tuvo que pagar para seguir viviendo. Era un precio que había posibilitado su regreso, su silencio y la forzaba a negar la necesidad de un hombre que estaba tan muerto como ella. Travis miró a la mujer que él llamaba “Lady Halcón’’ desde hacía mucho tiempo. Halcón Nocturno era su nombre en clave y él no se había dado cuenta de cuánto lo odiaba hasta que casi muere de curiosidad por esta mujer. La curiosidad estaba pasando a deseo y bien rápido. ¿Cuando empezó? Infiernos, quizás siempre estuvo ahí. Mirando sus ojos color esmeralda y viendo la suavidad femenina, percibió que siempre estuvo ahí hasta el final. Almacenó la información que ella le dio. Iría hoy en la noche al comando para pasarle esa información a Jordan. No mencionaría un
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paseo en coche a media noche ni el hecho de que su polla estuviera pulsando de necesidad de tocar a su contacto, estaba volviéndolo loco. Maldición. Ella se parecía a un ángel sombrío cuando se sentó cerca de él en el auto, mirando con una soledad dolorosa. Esa soledad era fácil de identificar, vivía y respiraba muy dentro de él. ―¿Alguna información adicional?, ―forzó a la pregunta para que
traspasara por sus labios. No quería hablar de muertes o de asesinos. No quería hablar de nada, pero lo que él quería estaba prohibido y podría transformarlo en un hombre muerto, ¿verdad? ¿O no? Ella negó con la cabeza, su cabello castaño oscuro caía sobre sus hombros y brazos, atrayendo su mirada y su hambre. Quería sentir su cabello acariciándole la piel, ver cómo caía sobre su rostro cuando se inclinase para besarlo y sentir su aliento tibio. ―La información fue enviada directamente a mí por un contacto que
tengo desde hace mucho tiempo, ―ella le dijo―. Orión es una de nuestras misiones priori tararías. Travis asintió con la cabeza cuando lo que quería hacer era nada más que besar sus labios abiertos que fueron humedecidos por su pequeña lengua rosada. Ella lo deseaba de la misma condenada manera que lo hacía él. ―Tomaremos todo el cuidado necesario, ―él dijo―. Informa a tu
comandante que la unidad de Fuerzas Especiales Elite OPS 1 recibió la información como también la tarea que está unida a ella. No había ni una oportunidad en el infierno de que esta misión fuera rechazada por Jordan. Ella asintió lentamente, mientras aún lo miraba. Black Jack se dio cuenta que se estaba hundiendo en la mierda. Tenía la plena seguridad de que no iba a poder parar.
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Había seguido las reglas durante toda su vida anterior, siempre había hecho lo correcto y lo perdió todo. Abandonó ese hábito cuando entró a las Fuerzas Especiales. Seguido las reglas. Infierno, si tenía un buen motivo para quebrar las reglas, era este hambre que crecía dentro de su cuerpo. Sus labios se estrecharon cuando levantó la mano al rostro de ella. Las pasó por su mandíbula delicadamente mientras los ojos de ella brillaban por la sorpresa. ―¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos? ―él preguntó.
Halcón Nocturno se estremeció. ―Algunos años.
Tres años. Ella había sido encargada para trabajar en su unidad, como correo y recolectora de información, tres años y Black Jack se preocupaba de que fuera siempre él, el responsable de recibir la información. ―Tres años es mucho tiempo, ―dijo él suavemente.
Los labios de ella se separaron y sus senos comenzaron a subir y a bajar, su respiración se aceleró. Con la pálida luz que llenaba el auto, él podía ver sus pezones presionando el apretado material de su vestido y también podía ver el tentador rubor que subía por la visible piel de sus senos. ―¿Mucho
tiempo?, ―era una pregunta, pero no acerca de la cantidad de años que se conocían. Le estaba preguntando acerca de la cantidad de tiempo que se habían deseado y nunca habían hecho un movimiento para suavizar esa curiosidad. Él siempre había deseado saber si sus labios eran tan suaves como parecían, si su beso sería tan caliente como se imaginaba. Con la palma de la mano en su mejilla dijo, ―Pagaremos por esto, ―advirtiéndole.
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―Ya lo pagué, ―ella susurró antes de que los labios de él cubrieran
los suyos. Cuando le mordió los labios, ella los abrió y él pudo sentir el aumento de su respiración y el hambre en su repuesta, entonces supo que el castigo sería mucho peor. Era el hecho de que tendría que dejarla al final de la noche. Que tendría que irse y que este momento era el único que se podrían permitir. Entonces llevó los brazos a su cuello. Los labios de ella se separaron nuevamente para liberar un pequeño gemido que vibró en el aire. Un gemido lleno de necesidad, y él no le negaría nada. Él era un hombre muerto, un hombre hambriento y estaba a punto de realizar la misión más arriesgada de su vida. FIN
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