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INTRODUCCIÓN

Desde sus inicios, la Iglesia Católica se convirtió en uno de los pilares más importantes dentro de las estructuras de poder de las diferentes sociedades del continente europeo al grado de influir en diversos aspectos de la vida cotidiana. Empero, durante el siglo xvi , las prácticas y los abusos de las jerarquías eclesiásticas provocaron una serie de cuestionamientos que desembocaron en la reforma protestante (1517). Ante tales señalamientos, el papado convocó al Concilio de Trento (1545-1563) con el objetivo reformar de fondo diversos aspectos sobre su doctrina y disciplina. Aunque las resoluciones emanadas en Trento fueron aplicadas dentro de los reinos europeos católicos, sin duda, los territorios americanos –conquistados una centuria antes por parte de los españoles– fueron el mejor escenario para que la Iglesia pusiera en marcha dichas disposiciones. Asimismo, la celebración de los concilios provinciales en los virreinatos americanos fue determinante para que el clero diocesano y los obispos posicionaran su poder frente a las órdenes religiosas.

Desde el siglo xvi en la Nueva España, el descubrimiento de minas y la fundación de diversos poblados y villas por parte de los conquistadores fueron factores determinantes para que la Corona pudiera tener el control administrativo y religioso de sus territorios más alejados. Así, las minas de Zacatecas encontradas en 1548 permitieron la erección del obispado de la Nueva Galicia (1549). Más tarde, los territorios de la Nueva Vizcaya (los más alejados y norteños de este obispado y con un gran número de vetas minerales) fueron segregados para formar parte de una nueva diócesis: la de Durango (1620).

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Tal decisión ayudó al proceso de institucionalización diocesana en el septentrión, el cual fue lento debido a las constantes rebeliones de los indios, las condiciones geográficas de la región y la poca recaudación del diezmo. Fue hasta el siglo xviii cuando esta mitra norteña vivió su máximo esplendor.

A pesar de la importancia de la Iglesia Católica en México, los estudios que se han hecho hasta ahora no han permitido analizar por completo los procesos históricos de cada una de las diócesis del Virreinato y del México Independiente. Es decir, aún falta por conocer a cabalidad los contextos regionales y locales. Los primeros acercamientos para el estudio de la Iglesia Católica en México comenzaron a finales del siglo xix –en medio de una tolerancia por parte del régimen porfirista– mediante la realización de las biografías de sus máximos jerarcas. Uno de los primeros autores fue el canónigo de la Colegiata de Guadalupe de la Ciudad de México Vicente de Paula Andrade (1844-1915), quien publicó en 1899 sus Noticias biográficas sobre los ilustrísimos prelados de Sonora, de Sinaloa y de Durango. No puede obviarse el hecho de que, de alguna manera, Andrade completó las noticias que siglos atrás había dado sobre estos mismos obispos Gil González Dávila en su Theatro eclesiástico (1649). Cabe destacar que el modelo apologético y rankeniano de Paula Andrade se utilizó por algunos historiadores de la provincia mexicana, por lo menos hasta mediados del siglo xx .

El primer trabajo que ofreció una visión sintética y general de la Iglesia mexicana fue Historia de la Iglesia en México (1921-1928), autoría de Mariano Cuevas (1879-1949). Posteriormente, Gerard Decorme hizo algo similar, pero para hablar sobre los jesuitas mexicanos (1941).

Fue a partir de la década de los treinta del siglo xx , justo después de la guerra cristera (1926-1929), cuando el gobierno mexicano puso especial interés por inventariar, clasificar y conservar los archivos parroquiales y diocesanos del país. El objetivo se cumplió, pero con algunos desencuentros entre las autoridades locales y federales. Estas acciones encaminadas en la conservación de los repositorios históricos permitieron que historiadores estadounidenses y mexicanos comenzaran a publicar documentación valiosa relacionada con la Iglesia, lo que detonó en un creciente interés por el estudio de esta institución. En caso del norte novohispano no fue la excepción.

Los historiadores del sur de los Estados Unidos (Arizona, Nuevo México y Texas) enfocaron sus investigaciones en el norte mexicano, debido a que sus orígenes se hallaban dentro de la antigua jurisdicción del obispado de Durango, la cual iba desde los actuales estados de Zacatecas en México hasta Nuevo México en los Estados Unidos. Así, el texano Charles Wilson Hackett (1888-1951), siendo profesor de historia latinoamericana de la Universidad de California editó y publicó entre 1923 y 1937 Historical documents relating to New Mexico, Nueva Vizcaya, and approaches there to 1773, trabajo que reunió una serie de documentos recolectados en el Archivo General de Indias y otros repositorios sobre las misiones franciscanas en Nuevo México.

Entre los historiadores mexicanos se encuentra el general coahuilense Vito Alessio Robles (1879-1957), quien publicó y rescató varios textos, autoría de fray Agustín de Morfi (1735-1783). Por ejemplo, Morfi escribió sobre Parral, Chihuahua, Nuevo México y Texas, debido a los viajes que realizó junto a Teodoro de Croix hacia el último tercio del siglo xviii durante el reconocimiento de las Provincias Internas de la Nueva España. Robles también rescató un manuscrito llamado Demostración del vastísimo obispado de la Nueva Vizcaya (1937), escrito en 1765 por el obispo Pedro Tamaron y Romeral. Se trata de una descripción sobre el estado material que guardaban los templos del obispado de Durango y su administración. Cabe señalar que Robles en su estudio introductorio dijo que esta Demostración ya había sido dada a conocer en una serie de fragmentos al público especializado desde los tiempos de la caída del Segundo Imperio, pero no de manera íntegra. He aquí su relevancia. Lamentablemente, se desconoce la ubicación de los manuscritos que Robles vio de esta Demostración en el Seminario de Durango, en la Biblioteca Nacional de México y en el Archivo General de Indias. Lo cierto es que los registros del obispo Pedro Tamarón tuvieron una gran relevancia para los historiadores del siglo xx , quienes los utilizaron constantemente en sus investigaciones. Además, hoy se sabe que esta descripción general del obispado sólo es un resumen de las diversas visitas pastorales que realizó el obispo Tamarón entre 1758 y 1765 y que quedaron asentadas en tres grandes legajos depositados en el A h A d . Afortunadamente, estas visitas eclesiásticas están en proceso de publicación.

El duranguense Atanasio González Saravia (1888-1969) fue el primer historiador que abordó otros aspectos del clero diocesano de la Nueva Vizcaya y su funcionamiento, así como, el tema de las misiones y el clero regular. Sus fuentes principales fueron la Biblioteca Nacional de México (Fondo Reservado), y en menor medida, el Archivo Histórico del Arzobispado de Durango. Tal fue la relevancia del trabajo de Saravia que llegó a ser miembro importante de la Academia Mexicana de la Historia. En 1980 sus obras fueron recopiladas por la Universidad Nacional Autónoma de México en varios tomos.

En 1966, el historiador texano Guillermo Porras Muñoz (19171988) escribió Iglesia y Estado en la Nueva Vizcaya, donde abordó la relación que hubo entre estas dos instituciones, pilares de la monarquía hispánica.

Cabe señalar que ninguno de los historiadores que se mencionaron en este breve recuento consultó físicamente los documentos en el archivo diocesano de Durango, excepto Saravia (1888-1969) y José Ignacio Gallegos Caballero (1907-2001). El resto recurrió al Archivo General de Indias. Gallegos, otro historiador duranguense, fue más afortunado que Saravia y entró sin mayores restricciones al archivo diocesano debido a que formó parte de una familia muy cercana al clero. Lo anterior permite entender su evidente apología hacia los obispos y su escasa crítica a los procesos históricos de la Iglesia. Su obra más importante fue Historia de la Iglesia en Durango, publicada en 1969.

El presente libro titulado La conformación del arzobispado de Durango y sus diócesis sufragáneas, junto al de Arte y Música de la Catedral de Durango: archivos y documentos, son el resultado de varios años de trabajo académico por parte de investigadores e investigadoras adscritas a diferentes universidades del país, quienes intercambiaron, debatieron, sistematizaron y reflexionaron sobre el papel de la Iglesia en la Nueva Vizcaya. Puede decirse que ambos libros sólo son los cimientos para dar paso a una historia más crítica y reflexiva sobre el papel de la Iglesia en las diferentes esferas políticas, económicas, sociales y artísticas.

Aunque el libro que aquí se presenta, en parte sigue las propuestas metodológicas utilizadas por los historiadores de las primeras décadas del siglo xx al ofrecer una visión general y actualizada sobre la conformación del clero diocesano, también apuesta por la inclusión de nuevos datos y reflexiones más críticas.

Miguel Vallebueno ofrece una historia general de la mitra de Durango desde su fundación hasta el establecimiento de las reformas liberales del siglo xix , donde aborda con puntualidad las diversas épocas de esplendor, pero también de carestía y deterioro, lo que evidencia las verdaderas adversidades que enfrentó la diócesis para mantenerse viva.

Arturo Burciaga analiza cómo se fue conformando la gobernación de la Nueva Vizcaya desde las primeras exploraciones que partieron del obispado de Nueva Galicia hasta el tiempo de la fundación del obispado de Durango. Sobre todo, su propuesta brinda un panorama muy claro del avance de la Corona española hacia el norte. Por su parte, Wilfrido Llanes aporta un novedoso trabajo referente a uno de los temas y periodos poco estudiados: la secularización de las misiones de la provincia de Sinaloa hacia 1636. Su trabajo pone de manifiesto la intención de la mitra por hacerse desde sus primeros años de fundación del control de las misiones, tal y como sucedía en otros obispados.

En su texto, José de la Cruz Pacheco narra de manera puntual la presencia de los franciscanos desde épocas muy tempranas y el largo proceso de conformación del obispado de Nuevo México, así como, la relación entre los franciscanos y los obispos de Durango. Además, el autor rescata aspectos relacionados con la identidad local y sus prácticas devocionales.

Dizán Vázquez brinda una historia general de la instalación del clero diocesano en el territorio de Chihuahua y su relación con la autoridad episcopal de Durango, por lo menos hasta 1891 cuando se creó la diócesis de Chihuahua. Además, Vázquez ofrece al final una breve historia de los primeros mitrados chihuahuenses, quienes mantuvieron una estrecha relación con Durango, no sólo por su condición de sufragánea, sino porque llegaron a aquella diócesis personajes oriundos de la ciudad de Durango.

Alonso Martínez aborda los embates que la Iglesia sufrió tras el proceso de centralización política del Estado mexicano desde finales del siglo xix hasta las primeras décadas del xx . Cabe señalar que, aunque se pueden identificar claramente los intereses y el posiciona- miento del autor, su aportación no deja de ser novedosa, debido a que la Iglesia del siglo xx en Durango aún no ha analizada.

Puede decirse que, aun y con la apertura de los archivos eclesiásticos en los últimos años por parte de las autoridades eclesiásticas, los esfuerzos académicos por abordar otras líneas de investigación no han sido suficientes, como se ha hecho para otras diócesis, entre ellas la vallisoletana, la poblana y la metropolitana. Se necesita motivar con mayor ímpetu a las nuevas generaciones dedicadas a la Historia. Queda pendiente conocer la conformación del Cabildo de Durango y sus actores a lo largo de las centurias, así como, su funcionamiento, su relación con los obispos en turno, sus desencuentros y sus acuerdos; la relación entre el clero diocesano y las órdenes religiosas; los ingresos del obispado; los registros parroquiales; los padrones de población para el cumplimiento de los preceptos sacramentales; el papel de las cofradías y sus miembros dentro de la sociedad local; las devociones; la secularización de las misiones; la Iglesia durante el proceso de Independencia; y por último, la Iglesia ante las problemáticas de los siglos xix y xx .

Finalmente, se pretende que, tanto este libro titulado La conformación del Arzobispado de Durango y sus diócesis sufragáneas, como su compañero Arte y Música de la catedral de Durango: archivos y documentos, abonen al estudio de esta institución religiosa y sean motivación para que las nuevas generaciones de historiadores puedan llegar a nuevas interpretaciones y nuevos conocimientos.

Durango, Dgo. 4 de abril de 2021

Coordinador general del proyecto editorial

400 años de Historia del Obispado de Durango

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