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LA MEMORIA #México | #Guatemala | #Ecuador | #Colombia #Venezuela | #Perú | #Bolivia | #Chile | #Argentina |#España Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México | Número 1 | Agosto - Octubre 2020 | www.cielosur.org
Consejo Editorial
Diseño de logotipo: José Domingo Flores Saldaña Fotografía de portada: Diana Padilla Diseño Editorial: Imagina Diseño Consejo Editorial: Luis Daniel Pulido Jesús Hernández Martín Vargas Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México Año 1. Número 1. Agosto - Octubre 2020 www.cielosur.org colaboraciones a: cielosur.org@gmail.com
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Contenido Artículos Las púlaclas, una receta de las abuelitas totonacas Erika Méndez Zozocolco de Hidalgo, Veracruz, México Don “Beto” Sol, construcción para la memoria colectiva de un pueblo Jaime Alonso Flores Hernández Villaflores, Chiapas, México Espacios sagrados del pueblo Ch’ol de Tila Emilio Pérez Pérez Tila, Chiapas, México
¿Por que lloraba tanto la nieta del Gubá? Máximo Maváz Ciudad de México, México Octubre 4 Mireili Nolasco B, ejido Agustín de Iturbide, municipio de Cacahoatán Chiapas, México Notas del recuerdo Delmar Penka Chiapas, México El que no oye, tiene que sentir Kevin M. Klatt Tapia Lima, Perú
Cambios Generacionales Angel Galmiche Nanni Villahermosa, Tabasco, México
El abuelo de Lulú Luz María Rubio Nájera Álvaro Obregón, San Fernando, Chiapas, México
Bordado Zoque de Chiapas José Alonso Ambrocio Ríos Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México
Il paese Daniel Frini Berrotarán, Córdoba, Argentina
Narraciones Entre la costa y el Tacaná Nombre: Ángel Gabriel López Amores Tapachula, Chiapas, México Francisco Daniela Rivas Arenas Ciudad de México, México El Pacto Laidi Hernández Constantino Mapastepec, Chiapas, México Guazapo, historia, la calle y la estridencia Gerson Osorio Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México Reflexiones Diego Ceballos San Miguel de Allende, Guanajuato, México El grillo y la paloma Alain Maldonado Morales Tuxtla Gutiérrez Chiapas. Reminiscencia Fredy Giovanni Delgado Chaves Cali-Colombia
Frijol Laura Navarro Gallegos San Cristobal de las Casas, Chiapas, México
El hambre de los muertos Paulo Neo Buenos Aires, Argentina La composición del guitarrista Rusvelt Julián Nivia Castellanos Ibagué; Tolima, Colombia
Pint uras Mis recuerdos y yo María Irma Romero Nieto Zapopan, Jalisco, México Mogotes de avena María Alejandra Bernal Metepec, Estado de México Rural Daniel Sdack Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México Pachamama Juan Carlos Ponce Quispe Sora-Oruro, Bolivia Felipe y el negro Luis Felipe Rizzuti Las Flores, Pcia de Buenos Aires, Argentina
Ahí va Rosita Autor: Cynthia Sotelo Yerena Cdmx, México
Oxchuc Francisco Javier Sánchez Santiz. Oxchuc, Chiapas, México
Toda la vida en mismo lugar / el final del camino (foto) Emanuel Galvan Buenos Aires, Argentina
Desolación Laura Mendoza Rodríguez Tuxpan Veracruz, México
Mijo, vaya al huerto y tráigale a su mamá las cosas para el desayuno Javier Arias Londoño Barrio Belen Las Playas – Medellín, Colombia
Fotograf ías
Me aterra que me olvides Francisco Juan Barata Bausach Puertollano, España Chocolates y almendras Maria Susana Lopez Quilmes, Buenos Aires, Argentina Los brujos nahual Romeo Duvalier Peña Román Pijijiapan, Chiapas, México romeo297@hotmail.com
Oficios Melissa Perez-Singer Guatemala, Guatemala / Quito, Ecuador La desmemoria Lola Marín Murcia, España Lectura de Maiz Isabel velázquez Moyotepec, Guerrero, México Navidad en La Unión Isaac Laguna Muñoz Bogotá, Colombia
Mapas Rosa María Silva Flores Lima, Perú Chacalapa Moises Fuentes Chagala Chacalapa, Veracruz, México To Tono Jorge Antonio Morales Galdámez Ocozocoautla de Espinoza, Chiapas, México Vestigios Javier Segura Bogotá, Colombia De fuego y cenizas, fotografías de sueños y sentimientos Diana Padilla Tapachula, Chiapas, México El precio de la memoria Octavio Sánchez Vázquez Puebla, Puebla, México Luz Carla PalaciosMorales CDMX, México Instantes y magia Andrea Milagro Tarma, Junín, Perú Niño avispa Daniela Ariza Rojas Colombia Tio Luis Jesús Emilio Espinosa Álvarez (Emilio Álvarez) San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México Leve y Eve Adrián Estrada Hernández Pijijiapan, Chiapas, México Entierro segundo Joaquín Salvador Molina Saavedra La Paz - Bolivia Nativos Marcos Zaquilan Sañogasta La Rioja, Argentina DES - Apareción Ángelo Ocampo Pereira, Colombia
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Recuerdos Ana Pobo Castañer Teruel, España De monaguillo a diablo Camero David73@gmail.com Venezuela Mi cuna, su antigüedad en la historia Yoshuel Homero Ortiz Rosas Perote, Veracruz, Mexico Rostros Fernando Zamudio San Cristóbal de las casas, Chiapas, México
Es culturas Día de Muertos Carla León tirado Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México Pelo vivo Macarena Urbina Chile mk.urbina@gmail.com
Ilus t raciones Una máscara es una cara más Luis Felipe Hernández Domínguez Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México Pandemia Darry Colombia mareslovi@yahoo.com
Poe mas Recuerdos de olvido Santiago Marin Robles Bogotá D.C Los sueños en la memoria Vanessa Chinolla Casas Grandes, Chihuahua, México Nostalgia Martha janet torres amortegui Villavicencio, Meta, Colombia Alma, (Ch’ulel) tseltal Patricia López Díaz Campo Santiago, Teopisca, Chiapas, México Hierbas para sanar Ivett Peña Azcona San Pedro Comitancillo, Oaxaca, México
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Por la vergüenza. María José Vázquez (Hierba Marina) Tonalá, Chiapas, México El consejo de la Abuela abiduría Raquel Torres (Mujer Serpiente Quetzal) Linares, Nuevo León, México “Batchué” Juan Pablo Díaz Páez Duitama / Boyacá, Colombia El espartano Pedro Darynel Interiores Eduardo Tovar Herrera Saltillo, Coahuila, México
Vide os Heine Mix Toro Jorge Espinoza Lagos Tomé, Región del Biobio, Chile Sabiduría ancestral y el tejido andino Yovana Chuquichampi Huanca Pitumarca, Provincia de Canchis y Departamento Cusco - Perú. El zorro y el ratón Julissa Camacho Cuzco, Perú El río de la memoria Casa Arte: Daniel Baena D Sara Quintero Vargas Paola Aristizabal Juan Fernando Muñoz Altavista, Medellín, Colombia La maestra ociosa Romelia Palacios Colombia
Audios Orfa Orfea Libre Alejandro Buitrago Arias Pereira, Colombia General Mendóza Osvaldo Martínez Cali-Colombia Cien palomas volando Pepa Paiva Chile Elegía Oscar Martínez Molina Yajalón, Chiapas, México
La memoria Digamos que el caminito silencioso aquél, mío, tiene ramales y que el historiador — el de mi gusto — lo que viene a hacer, con su narración, es revelármelos, volvérmelos platicables. -Jesús Gardea
La memoria no es fiel –dicen; para el melancólico es un acto de retracción, y para el extrovertido un estado de disponibilidad: ambos, palabras más, palabras menos, narran, inventan, mienten, aciertan. Pero la memoria –la social– nace de la conciencia de lo perdido. Idea de tiempo e historia pero no en el sentido académico, sino como un dóberman que muerde o el rayo que irrumpe en la noche. “Nos han dado la tierra”, reza el clásico, ingenuidad que no basta como no basta pisar la arena, hacer camino sin ver el desempleo, la corrupción, la violencia, la inseguridad, el espiral de supersticiones y de breviarios espirituales hacia la misma casa de espejos: tradiciones y costumbres, liturgia de luz y sombra. La memoria –antropológica en su fondo– es un continuo de evidencias, proyecto de largo aliento que no se alinea al testamento, al contrario, es testimonio vivo, una sociedad de lectores e intérpretes. Fantasmas y seres humanos que se mueven. La memoria no como fetichización de los territorios, de los protagonistas, de los herederos y desde los guiños del poder político y de las instituciones, sino desde los finales abiertos que dan los cruces de caminos, los supervivientes, cada hijo pródigo que vuelve. Gravita la geografía, lo que deja el tren, los hombres y las mujeres y los niños y las niñas reflejados en un charco de agua después de la lluvia en Chiapas, resquicio de humanidad contra lo geopolítico –término que avala la ambición autoritaria de gobiernos y empresarios, principales usurpadores de la información e historias oficiales. Que la memoria, entonces, parta la tierra y encuentre agua para los necesitados. No olvidamos.
- Luis Daniel Pulido
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Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria. -Louise GlĂźck
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La s púlac la s
una r e cet a de las abuelit as totonacas Erika María Méndez Martínez | Zozocolco de Hidalgo, Veracruz, México Integrante del seminario “Vida y Cocinas”, adscrito a la DEAS-INAH. Actualmente estudiante de Doctorado en Antropología en la UNAM. Sus principales líneas de investigación son la alimentación mesoamericana, la patrimonialización alimentaria, la ritualidad y la organización en el Totonacapan.
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Molenderas picando la calabaza para las púlaclas. Fotografía: Erika Méndez (29 de marzo del 2018).
A lo largo del año, tanto en la Sierra Norte de Puebla como en la Sierra de Papantla, Veracruz, los totonacos preparan comidas y bebidas para sus fiestas. En Coxquihui, un pueblo totonaco de la Sierra de Papantla, las mujeres cocinan lo mismo para su familia que para 100 o 200 personas. Pues cuando se celebran las mayordomías y la fiesta patronal, las “molenderas” como se le llama a las mujeres que cocinan en las fiestas, preparan grandes cazuelas de mole con pollo o con cerdo y arroz, y nixtamalizan y tortean hasta 100 kilos de maíz. Y en el contexto de las peticiones de lluvia, hacen diversos platillos y bebidas, entre ellos, tamales. Por ejemplo, para la Cena del Señor que se celebra el Jueves Santo, las señoras preparan los pintos, las púlaclas (o púlacles) y los tamales de pescado con mole. Y para las posadas preparan varios litros de atole agrio de maíz en grandes pailas; en esas noches frías de invierno, el atole se acompaña con chile piquín y ajonjolí tostado y molido. El resto del año, los totonacos preparan comidas y bebidas con 8
lo que obtienen de la milpa y del traspatio: maíz, frijol, calabazas, chayotes, chiles, yucas, camotes, tomatito de milpa, quelites, hongos, mangos, plátanos, zapotes, chalahuites, papayas, piñas, capulines, piñón, ajonjolí y muchos frutos más. Todo ello, llegando a las cocinas de humo, se convierte en chilmolito de pollo, tamales con frijol como los pintos (que también pueden ser con haba o chícharo), chayotes y calabazas con ajonjolí, salsa de chile piquín verde, atole agrio, atole de calabaza, atole de camote, tortillas, molotes, gorditas, totopos… Y con tantos colores y sabores parece que todo el año hay fiesta. Entre los totonacos, el trabajo de la milpa y todo lo que ello implica es parte de sus saberes, los cuales están en su memoria y se han compartido a través de la transmisión oral. Al respecto, encontramos algunos relatos en los que se cuenta porqué es importante y necesario ofrendarle a los muertos y otros, como los mitos, que narran el origen del maíz. Y así se han transmitido también los saberes
Molenderas preparando tamales de pescado con mole en hoja de plátano. Fotografía: Erika Méndez (29 de marzo del 2018).
culinarios, con la palabra y con las manos, como la receta de las púlaclas, un tipo de tamal de frijol que se hace con ingredientes de la milpa y el traspatio. Se consume en la Semana Santa y en Día de Muertos. Las señoras Brígida, Gudelia y Celia de Coxquihui, platican la receta: «Esa púlacla tiene frijol, ajonjolí… vas a cocer el frijol (no es tierno), es frijol normal, lo vas a cocer el frijol, que no esté muy cocido, se cuece bien, bien en el envoltorio, si quieres con chayote, le echas chayote, o si quieres con calabaza, con calabaza, o si quieres con los dos, vas a cortar tu calabaza, tu chayote, lo picas de a’cachito, de ahí ahora le vas a echar ajonjolí molido, lo vas a tostar en el comal, bien tostadito, de ahí ahora lo vas a echar, lo vas a revolver, y si quieres con chile le echas chile, yo le echo cilantro, y bien molido el ajonjolí. Si le puedes echar gasparito, le echas gasparito, está bien sabroso. Si le quieres echar manteca, le echas manteca a la masa, ya lo vas a echar tu tortilla, aquí así comemos» (marzo del 2016).
Pero la primera receta que conocí fue la de mamá, ella es originaria de Coxquihui. Y 40 años después de haber salido de su tierra, mamá se sabe de memoria la receta, hace poco la recordó y la platicó: «Se pone a cocer el frijol. El ajonjolí se tuesta. El chayote y calabacitas se cortan en cuadritos chicos. El chile serrano y jitomate se muelen en la licuadora. Y cuando ya está cocido el frijol se le pone el chayote y las calabacitas. El ajonjolí también se muele en la licuadora y se le pone. El cilantro se pica en pedazos chicos y se le pone » (agosto de 2020).
Para envolver las púlaclas se pueden usar las hojas de maíz, pero mamá prefiere las de plátano porque “le dan mejor sabor”. Las púlaclas, parecen tamales sencillos tanto en los ingredientes como en la forma de preparación, pero en realidad son parte de un marco complejo, como el ritual, pues se preparan en el contexto de festividades importantes del ciclo agrícola como son la petición de lluvias y el agradecimiento de las cosechas, de ahí la importancia de los ingredientes de la milpa: frijol, calabaza, chayote, ajonjolí, cilantro y por supuesto, maíz. Entre los totonacos, las tradiciones, costumbres y saberes, como los culinarios, están en la memoria de las abuelitas y pasan de generación en generación de una manera muy particular, las recetas para preparar platillos y bebidas se platican, se cuentan, así es como han compartido sus conocimientos, de madre a hija, de abuela a nieta, de suegra a nuera. Así es como llega hasta nuestros días la receta de las púlaclas. 9
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DES – APARICIÓN Angelo Ocampo | Ciudad de Pereira, Colombia.
Fotógrafo orientado en el área Street. Escuela Secuela proyecto independiente creado por el fotógrafo Juan Carlos Londoño / participante del los WorkShops realizados en el ICP y BDC de New York.
El sombrero como símbolo de identidad cultural, de herencia o solamente como representación de elegancia y caballerosidad relata distintas épocas, acontecimientos y costumbres que han estado presentes a lo largo de la historia Risaraldense, el origen de este se remonta mucho antes de la conquista Española cuando diferentes comunidades indígenas ya empleaban en su cotidianidad esta prenda que hacia presencia en ceremonias sagradas, rituales, bailes así como también los resguardaba de inclemencias ambientales, años más tarde producto de la colonización e incorporación de costumbres extrajeras el sombrero fue mutando y teniendo distintas características dependiendo de la ubicación geográfica y creencias construidas de diferentes grupos y comunidades originadas posteriores a la descolonización. Mediante archivos fotográficos como los del recordado y hoy ausente Don Manuel García fotógrafo nacido en la ciudad de Pereira, Colombia y quien dedicó toda su vida a capturar y recopilar la cotidianidad y momentos relevantes de la ciudad mediante la imagen se logra observar en la gran mayoría de sus fotografías, como el sombrero quien en la década de los años 40s
estaba presente en cada rincón del diario vivir y que hasta finales de los años 70s se preservo como elemento fundamental y característico de la identidad propia de la región no solamente en las áreas rurales donde el campesino utilizaba esta prenda con propósitos benéficos para combatir las inclemencias del clima sino también en el área urbana donde el sombrero estaba presente en casi todas las situaciones desde distinguidas reuniones sociales, citas entre novios hasta los domingos día de compras en la plaza de mercado. Es así como un objeto tan valioso y predominante perteneciente a la cultura e identidad Risaraldense se ha ido desvaneciendo poco a poco debido a la modernización generada por la globalización donde las fronteras culturales y étnicas desaparecen paulatinamente y con ello también desaparece un legado cultural, un componente fundamental de dicha identidad los cuales expresan constantemente quienes son los individuos nativos y pertenecientes a este grupo social. La obra DES – APARICIÓN no tiene como fin generar una resistencia a la globalización o satanizar aperturas e intercambios de distintas culturas ya que gracias a esta expansión
hoy en día la mayoría de individuos pertenecientes a distintos contextos pueden ser autónomos en cómo y de qué manera desean construir su propia identidad, la obra pretende generar conciencia al observador y al contexto en general en como un objeto tan representativo como lo es el sombrero de la región Risaraldense está en su etapa final, ya que los únicos que lo portan en el día a día y por tanto preservan su existencia son los abuelos, lamentablemente dicho objeto al día de hoy solo hace presencia en cabalgatas o fiestas populares sin darle así el debido respeto a esta prenda sumamente relevante la cual que hace parte de una identidad cultural que está al borde de la desaparición. La solución no está en imponer el uso de prendas forzadamente a las múltiples identidades que hoy se observan dentro del contexto para que de esta manera el sombrero no desaparezca, una opción mucho más viable es reconocer y apersonarse de la propia herencia cultural y de los elementos que constituyen a esta para así incorporarlos de distintas maneras a las diversas manifestaciones de identidad que hoy se encuentran en la región.
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En memoria de las víctimas del Huracán Stan
04 de octubre de 2005
—Buenos días doña Lupe, ¿qué hace aquí a esta hora? —Buenos días vecina, andaba viendo esta ceiba y me acordé de lo que pasó en el 2005; nada más de recordar, siento cómo se me revuelve el estómago, parece como si hubiera sido ayer. Ese día estaba yo en mi casita con mi hija que acababa de aliviarse, sepa Dios cómo es que ahora cuento esto, pero haciendo memoria creo que fue porque siempre he apoyado a la gente. La noche anterior no podía dormir, daba vueltas en mi cama porque la lluvia no se calmaba, estaba preocupada por el café de mi terrenito que ya comenzaba a madurar. —Ay doña Lupe, nomás de acordarme a mí también se me pone la piel de gallina y se me hace un nudo en la garganta. —Sí vecina, no es para menos, si esos días fueron de los peores que hemos pasado porque se murió mucha de nuestra gente, aunque en los periódicos hayan dicho que fueron como 25. —Pues sí, estaba en que en la madrugada me despertó el ruidero, parecía como si se hubieran desatado los animales del rastro. No me dio tiempo siquiera de pensar más, porque cuando sentí, ya el agua se había metido por todas partes. Como pude saqué a mi hija y a mí criaturita que no paraba de llorar. Eso que vi enseguida no lo voy a olvidar, pues cómo, si ver tanta agua y a la gente pidiendo auxilio uno nunca se lo imagina. Se me quería salir el corazón por la boca porque por mi mente pasaba toda mi familia y mis vecinos. Salimos sin nada, sólo con la tristeza de alejarnos de aquella casa que nos dejó mi difunto esposo, y con una sábana para tapar a mí nietecito. —Quisiera borrarlo todo, pero eso no se puede, es como un casete que da vueltas en mi cabeza. Y hoy cuatro, se me revelan más todas esas cosas. Aquél día pude ver los árboles que se arrancaban desde lo alto; también me acuerdo de las casas que se desaparecían junto a la gente, se venían rodando una tras otra. Unos lloraban desesperados por encontrar a sus familiares, y otros ingratos solo andaban viendo que cosas podían robar. —Ay señora Lupe, eso que usted vio, tal vez yo no lo pude ver, pero si tengo el mismo sentimiento porque perdí a una parte de mí familia. Un hermano, dos sobrinas y a mis amigas del cachibol. —Tantas cosas han pasado desde que el huracán Stan nos quitó nuestros patrimonios, y que nos escondió a nuestros muertos. —En fin, yo seguiré aquí repasando esta ceiba, preguntándole dónde estará Anita, don Roque, doña Mari, los niños de las Américas. Yo le seguiré preguntando como siempre a esta ceiba, ¿Dónde estarán nuestros muertos?
Mireili Nolasco | Ejido Agustín de Iturbide, Cacahoatán, Chiapas; México. Se desempeña como docente en educación primaria. Participar en actividades de promoción de lectura, escritura y otras expresiones culturales, ha permitido que, a través de la práctica docente, pueda transmitir el interés por la conservación de la identidad cultural y la sensibilización hacia los problemas del entorno social por medio de lo que se vive, se lee y se escribe. 16
DESOLACIÓN Óleo sobre tela 60 X 50
Laura Elena Mendoza Rodríguez | Tuxpan Veracruz, México. Artista plástica. Ha participado en exposiciones de grupo: Centro Cultural de la Delegación Magdalena Contreras. Centro Cultural helénico y el Museo Dolores Olmedo.
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DonFranciscoJavier RivasCarriedo, en su memoria Daniela Rivas Arenas | Ciudad de México Licenciada en Diseño de Interiores en la Universidad Motolinía del Pedregal. Diplomada en Fotografía Digital en la Academia de Artes Visuales con una Especialización en Fotografía Contemporánea y otra en Fotografía Blanco y Negro. Participó en el programa de intercambio fotográfico entre la Neue Schule für Fotografie y la Academia de Artes Visuales, Berlin/ Ciudad de México.
Mi papá nació en la Ciudad de México, llamada entonces Distrito Federal, un 28 de diciembre de 1950, en la Primera Cerrada de la 7ª del Nogal 4, su casa de ese entonces. Llegó a este mundo como el octavo hijo de diez. Su mamá antes de casarse trabajó en la Chocolatería la Cubana, después fue ama de casa. Su papá fue maestro tornero y en ocasiones trabajaba doble turno para poder mantener a su numerosa familia. Tuvo una infancia humilde pero muy feliz. Muchas veces le gustaba comenzar sus anécdotas diciéndonos “¿Ya les conté de cuando era chiquito?” En todas estas historias relataba los juegos que practicaba con sus amigos siendo niño; sus favoritos: las canicas, el balero y las escondidillas. También nos contaba las aventuras que tuvo mientras asistió a la escuela; sé que siempre le tocó el turno de la tarde y lo disfrutaba mucho, sobre todo porque le daban una buena merienda, y quizás de ahí tomó la costumbre de comer tortas de plátano; no he conocido a nadie más que lo haga, pero mi papá toda su vida lo hizo. Cada vez que comprábamos pan partía un pedazo y le ponía un plátano. También solía relatarme cómo en ese entonces se podía jugar en las calles y cómo celebraban todas las posadas, cada año, tradición que yo nunca he tenido la fortuna de vivir, aunque mientras él vivió se no dejó de organizar cuando menos una al año. Alguna vez también nos contó que en ese entonces, cuando él era niño, su familia no tenía televisión, pero una de sus vecinas sí, y por 20 centavos, cada domingo, les permitía ver El cuento fantástico de Cachirulo en su casa. Cuando terminaba el programa la vecina les decía “a volar, a volar” y todos los niños extendían sus brazos y hacían como si volaran al salir del cuarto. 18
Otra de mis anécdotas favoritas era cómo mi abuela hizo durante todos los domingos de su vida mole poblano para comer; ella criaba sus propios pollos y gallinas y la única que vez que mi papá se atrevió a decirle que un domingo no cocinara porque él la invitaría a comer a la calle, mi abuela le contestó “¿Quieres que sea como esas viejas fodongas que no cocinan los domingos?” Fue la primera y última vez que se lo propuso. También nos contaba que mi abuelo solía llevarlos a pasear los fines de semana a Chapultepec y que cuando llegaban a su destino mi abuelo repetía doce veces la palabra “bajan” y eso siempre molestaba a los choferes del autobús. Siempre me pareció graciosa la forma en como nos contaba esto, algo más que extrañaré de él. Siendo muy chica me hizo saber lo mucho que admiró desde muy pequeño a Pedro Infante, gusto que compartí después con él. Entre nuestros artistas favoritos también estaban Los Tecolines, Álvaro Carrillo, Los Panchos y Javier Solís. Por suerte tuve la fortuna de asistir con él a algunos conciertos de Tríos en el Teatro Tepeyac y en el Teatro Metropolitan. Y de disfrutar con él todas las películas de Pedro Infante y de Cantinflas. Nuestras favoritas: Escuela de Vagabundos y Ahí está el Detalle; mi papá se sabía los diálogos de memoria y reía cada vez que las veía, como si fuera la primera vez. Nunca perdió la capacidad de maravillarse, tampoco su alma de niño. Mi abuelo enfermó cuando mi papá era muy joven y no pudo seguir trabajando. Por esta razón mi papá sólo tuvo oportunidad de estudiar hasta tercero de secundaria. Pero como siempre en su vida vio el problema como una oportunidad para crecer a muy corta edad empezó a trabajar: su
primer trabajo fue a los 7 años cuidando y lavando coches en un restaurante muy cerca de su casa. A los 16 años jugó frontón de mano y apostaba en cada juego para poder llevarle dinero a su mamá. También a los 16 años entró a trabajar en una constructora ubicada por el rumbo de San Ángel, al sur del entonces Distrito Federal, ocupando el puesto de officeboy. Gracias a su espíritu competitivo, siempre destacó. Mientras sus compañeros ocupaban el tiempo de comida para ir al billar, él lo ocupaba en aprender más. Destacó tanto ahí que escaló y llegó a ocupar el puesto de Jefe de Compras. Unos años más tarde uno de sus jefes lo invitó a trabajar con él en otro lugar otorgándole el puesto de Gerente de Planta, en una fábrica ubicada en la zona industrial de Tizayuca, Hidalgo. Aparte de ser el encargado de la planta, fue el encargado de las ventas. En ese entonces descubrió un nuevo talento, el de vendedor nato. Como hace poco nos dijo uno de sus jefes de ese entonces, el Sr. Méndez: “Javier era una esponjita, un hombre como pocos, muy valioso, entregado a su familia, un maestro para las personas, siempre ávido de salir adelante y de hacer las cosas”. Yo soy la cuarta hija de cuatro, mis papás no tenían planeado mi nacimiento e incluso tenían muy pocas posibilidades de tener más hijos. Pero me anuncié yo y como mi papá me lo contó amorosamente en muchas ocasiones, fui su milagrito, la persona que lo impulso a independizarse. Durante toda su vida él procuró lo mejor para todos nosotros. Cuando yo nací se percató que su sueldo de empleado no sería suficiente para mantener a una familia grande como la nuestra por lo que decidió independizarse y formar su primer empresa. Mi mamá se integró a trabajar con él hace 32 años y juntos con mucho trabajo, dedicación, esfuerzo, sacrificio y sobre todo amor, crearon un exitoso negocio. La pasión que compartieron y las ganas de destacar y salir adelante rindieron frutos. Hace unos años, cuando me integré a trabajar con él, tuve la oportunidad de acompañarlo a algunas comidas y reuniones de negocios. Siempre admiraré su forma de desenvolverse y la pasión que sentía al expresarse de su trabajo y de sus proyectos en puerta. Siempre estaré orgullosa de todos los reconocimientos que recibió en vida y de todos los que sigue recibiendo.
Mi papá tenía una mente curiosa y una inteligencia como pocas. Fue, entre muchas otras cosas, un hombre justo, emprendedor, trabajador, buen amigo, consejero, excelente hijo, hermano, tío, esposo, padre, abuelo y jefe. Una persona admirable con una disciplina férrea y una puntualidad excepcional. En casi 35 años que conviví con él, nunca lo escuché quejarse por tener que ir a trabajar, al contrario era una de las actividades que más disfrutaba hacer en esta vida. Y lo hizo hasta un día antes de ingresar al hospital infectado por COVID. Compartir con él era un placer, siempre tenía una anécdota novedosa que contar o alguna enseñanza que compartir, es reconocido por muchos como un gran maestro, inspiró a muchas personas a lo largo de su vida. Además tenía la cualidad de siempre ayudar a quien pudiera. Todos en la oficina recurrían a él cuando tenían un problema familiar, emocional o algún apuro económico. Siempre nos dijo que sentía más placer dando que recibiendo. Además de su forma muy peculiar de ser, en donde siempre te hacía sentir protegido. También fue poseedor de un gran optimismo. Al hablar con él te convencías de que cualquier sueño era posible de lograr. Ningún sueño fue imposible para él. Llegó el 2020, que empezó para nosotros como un año muy feliz, con trabajo. Mis papás hicieron un último viaje a Michoacán, al Santuario de las Mariposas Monarcas a principios de año. A mí me acompañó a un par de exposiciones de arte; en cuanto tenía oportunidad compartía ese gusto conmigo. También fuimos con mi mamá a un concierto en Bellas Artes a mediados de febrero. Tanto mi papá como yo estábamos sorprendidos con la capacidad de interpretación del español Pablo Sainz Villegas; y así, sin saberlo, fuimos por última vez a Bellas Artes a disfrutar de un concierto y después caminamos, por última vez, juntos por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, recorrido que nos gustaba hacer frecuentemente. Sobre todo cuando nos escapábamos de la oficina entre semana con mi mamá para ir a algún lugar a comer y después a “divagar” como le gustaba decir a él.
disfrutamos mucho esos últimos meses juntos. Mi mamá me enseñó a preparar algunos platillos mexicanos, así que degustamos con afán la comida. Diario escuchamos un nuevo disco; mi papá aprovechó esos días para acomodar y escuchar todos sus discos, casi diario vimos videos musicales mientras comíamos, vimos juntos algunas series, platicamos, brindamos y también nos reímos juntos. Por primera vez me acompañó a hornear a galletas y a mi mamá a limpiar verdolagas. En esos últimos días festejamos los veintiún años de la empresa actual, el día de las madres, el cumpleaños de mi mamá, y nuestra última festividad juntos: el Día del Padre. Ahora lamento mucho haber guardado para el próximo año la tarjeta que le compré. La enfermedad se anunció, nunca sabremos con certeza ni cómo ni cuándo llegó, pero lo que si sé es que sus últimas palabras en persona para mí fueron: “Hijita ahorita regreso, voy al hospital a hacerme una tomografía, ya no te puedo abrazar”. Y aunque luchó hasta el final, y aunque todos sus órganos se mantuvieron sanos, después de 53 días hospitalizado y 43 días en terapia intensiva, sus pulmones no resistieron. Su noble corazón que repartía amor, generosidad y calidez por donde pasaba dejó de latir para siempre. Mi papá dejó muchos sueños atrás por cumplir y a mí siempre me dolerá el no haberlo podido ayudar cuando más me necesitó. Más que un amoroso papá para mí fue el mejor amigo, consejero y cómplice. Aprendimos mucho juntos, vivimos muy gratos momentos. Siempre estaré agradecida con la vida por haberlo tenido como papá. Mi corazón siempre estará con él y sé que él estará siempre conmigo. Sin duda además vivirá a través de mis palabras y acciones. Tal como diría su querido compadre Zeferino: “Hasta la victoria siempre”.
Se anunció la pandemia en México y a mediados de marzo decidimos cerrar temporalmente la oficina para trabajar desde casa. Sin saber lo que pasaría, 19
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Leer el maiz
Isabel Velázquez Biseño | Moyotepec, Guerrero México Narradora visual Don Álvaro Anastacio Cantú lee el maíz en su comunidad Moyotepec en el estado de Guerrero, México. Los habitantes de la comunidad perteneciente al municipio de Malinaltepec acuden a él para consultarle sobre el porvenir o la causa de sus enfermedades.
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Don Alvaro es el guía que resguarda la palabra sagrada, habla con los ancestros, con la tierra, con el nahual, con el maiz y con las deidades... El maiz es la guía para encontrar la respuesta a las consultas realizadas por los habitantes de la montaña de Guerrero, acerca del porvenir o para aliviar enfermedades físicas y espirituales.
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Ge n e r a l Me n d o z a Esta historia inicia en un cuartel general, hace setenta años aproximadamente. —¡Coronel Serrano, es la última vez que se lo pregunto! ¿Tenía usted conocimiento sobre lo que se proponían el comandante Arbeláez, y el alférez Vidal? —gritaba a voz en cuello, el General de brigada, Mendoza, sujetando con una de sus botas la cabeza de papá, tumbado en el suelo. —¡Mi general, le repito que ese día no me encontraba en la unidad militar, estaba enfermo, así que tuve que ir de urgencias al médico! —¡No me coma los cojones comandante!, sabemos que es parte de todo esto. Solo quiero que tenga la puñetera valentía, de confesar que intentaban matarme. Papá no tenía otra salida. O confesaba su participación en el motín, y así dilataba un poco más la sentencia, o lo fusilarían en ese mismo momento. Mi madre y yo, mirábamos desde lejos, la manera tan brutal como interrogaban a mi padre. Ella pedía a gritos que por favor lo soltasen, no había pruebas para inculparlos, así que esa no era la forma. Pero todos ustedes lo saben. No hay manera mas efectiva, para hacer confesar a una persona, que llevarla hasta su máximo grado de tolerancia. Y creo que papá, estaba llegando a ese punto. El sudor corría por su rostro. El cual, se combinaba con la sangre, de una de las heridas propiciadas por el contacto con el cemento brusco sobre el que se encontraba, formando un liquido grasoso que se extendía por el suelo. Sin pensarlo. Y aprovechando el momento en el que todos, tenían la mirada puesta en el interrogatorio clandestino que le hacían a papá; el soldado Carrasco, tomó de un jalón a mi madre y nos condujo hacia uno de los túneles, por donde sacaban la basura en la unidad militar. Todo estaba oscuro. No paraba de llorar. Al salir de aquel túnel largo, que muy seguramente nos conducía a la parte trasera del lugar, fuimos descubiertos. Solo fueron necesarios dos disparos para acabar
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con la vida de mi madre, y de aquel soldado que solo quería proteger a la familia de su coronel Serrano. Sabia que todo era por orden del general Mendoza. Rápidamente me escondí en uno de los arbustos que había alrededor. Solo sollozaba al ver el cuerpo de mi madre ahí sin vida. Anocheció. Los cuerpos ya no estaban. Así que, aprovechando el cambio de guardia, atravesé la valla y empecé a correr por un campo lleno de pinos. Corría con furia. Llena de ira, desconcierto y una chispa de venganza. Sabía que mis padres estaban muertos, y conocía la mano del verdugo. Caminé por varias horas. No conocía ese lugar. Mi padre jamás permitía que saliera de la unidad militar. Además, el sitio era lo suficientemente grande, como para querer salir a conocer más allá. A lo lejos. Pude observar a un grupo de mujeres que caminaban en sentido contrario a mí. —Pero ¡quién eres tú niña, y que coño haces por aquí tan sola! —me preguntó una de las damas al verme mugrienta y casi sin fuerzas. —Vengo caminando desde muy lejos. Tengo mucha hambre. —es lo único que recuerdo, antes de desmayarme en los brazos de inmaculada. Me llevaron al lugar de su morada. No era un lugar propio para una niña de diez años, pero, con el tiempo, me fui a costumbrando a ellas. A sus vidas. El espectáculo empezaba a las nueve y treinta de la noche comúnmente. Candela, Inmaculada, Ángeles y Nerea, eran las encargadas de abrir el show. Unas bailarinas estupendas. Me encantaba verlas danzar. Se sentían libres. Dueñas de su voluntad y de sus cuerpos. El resto de las chicas, atendían a los clientes en las mesas. Servían el licor y daban ese final feliz, a todo hombre que visitaba el Puticlub Laidy´s. Como solían llamarle las esposas, de aquellos uniformados que nos visitaban muy a menudo. Al cumplir mis diecisiete años, mamá Mary Carmen, dio la autorización, para que me uniera al grupo selecto, de las bailarinas de Casa Laidy´s. Como realmente se llamaba nuestro hogar.
Makhabith Ross | Cali-Colombia Escritor y narrador colombiano, creador de cuentos, mini cuentos y novelas.
Me había convertido en una mujer. Era sensual, bella, y astuta. Cada vez que empezaba el show, mi mayor motivación, era poder volver a ver la cara de aquel maldito Mendoza. Ese canalla que acabó con la vida de mis padres y por consiguiente con la mía. Era un hombre de costumbres, chapado a la antigua, así que difícilmente, frecuentaba este tipo de lugares. Pero el día llegó. Había recibido una condecoración por merito a sus esfuerzos, y sus compañeros mas cercanos, no hallaron mejor celebración que visitar Casa Laidy’s. Se veía un poco mas viejo. Pero no perdía ese interés de macho, que siempre lo caracterizó. Desde que entró, hice todo lo posible para que pusiera sus ojos en mí. No fue para nada difícil. Pasadas unas cuantas horas y dos botellas de coñac encima, lo tenía rendido a mis pies. Había preparado este momento desde hace dos años. Las chicas estaban de acuerdo y sabía que contaba con su apoyo. Le conduje hasta una de las habitaciones. Me manoseaba con bastante desenfreno, y aunque me molestaba, hice mi papel de la mejor manera. —¡Soy uno de los hombres más importantes de la unidad militar Castablanca! —exclamaba, mientras alardeaba de su poder. Yo solo podía mirarlo con odio, veía en sus ojos, el dolor de todos estos años de sufrimiento. Tuve todas las oportunidades del mundo para matarlo. Para acabar con ese cerdo que tanto me desgració. Pero era inútil. No era capaz de hacer daño. Por mas odio que hubiese acumulado todos estos años. Recordar el rostro de mi padre en sus últimos momentos, y el desconsuelo de mi madre, no fueron suficientes para que tomase la justicia por mis propias manos. —¡Espera! para un momento. ¡Escucho gritos en el salón! —le dije bruscamente, mientras me ponía de nuevo el sostén. Salí inmediatamente de la habitación. Afuera, todo era un caos. Las chicas estaban amontonadas en un rincón. Y varios hombres buscaban bruscamente al famoso General Mendoza.
Me encerré en la habitación nuevamente. El hombre estaba medio desnudo, acurrucado en un rincón de la cama. Una a una, fueron abriendo las puertas de las habitaciones contiguas, hasta llegar a la que nos encontrábamos. Indudablemente era una cita con el destino. El ahora teniente coronel Arbeláez, excomandante de la unidad militar, apuntaba firmemente a la cabeza Mendoza. Y el ahora teniente Vidal, antes alférez, le cuidaba las espaldas y vigilaba que nadie se interpusiese entre ellos dos. Y yo, como testigo presencial de los hechos. Como si la vida me regalara el placer, de ser parte ese momento. Estar los tres allí nuevamente para cobrar venganza. Un disparo en la sien, fue suficiente para acabar con el distinguido Capitán General Mendoza. Dejándo en mí, una plena satisfacción que hasta ahora conservo. Me marché de aquel lugar. Ahora quería vivir mi vida realmente. Sabía que Casa Laidy´s me había dado todo, amaba a aquellas mujeres, pero ese no era lugar para mí. Me casé años después. Formé una familia muy numerosa. De la cual me siento más que bendecida. Tengo ochenta años, puedo decir que he cumplido. He terminado la carre... <<Tomado del diario de Ainhoa Serrano. Una mujer española, en sus últimos momentos de vida>>. “En honor a su nombre. ¡Que en paz descanse!”.
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Instantes y magia
Instantes y magia Andrea Milagro Pérez Llacza | Tarma, Perú Estudiante de ciencias y tecnologías de la comunicación. Todas las emociones, experiencias, pensamientos y sentimientos que posee son expresadas mediante la fotografía, pequeños fragmentos escritos, dibujos y en sí su esencia.
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... Caminaba por el parque algo frustrada, me senté en un banco. Sin conocernos, un par de ancianitos me hicieron conversación, hablaban de lo hermoso del día, de ellos, de sus nietos, de la vida, del parque, me preguntaron de qué lugar venía, de mi cámara y las fotos que estaba haciendo, volvíamos a hablar de otros temas, hacían bromas e incluso se reían. Los abuelos y las abuelas están llenos de historias mágicas, hermosas, de amor, de aventura, de reflexión... Esta historia -de la que fui parte- me hizo entender la magia y el poder que tiene una sonrisa. Ellos, aquel día, me enseñaron con esta historia, a disfrutar cada momento, abrazar la persona que somos, perdonar, saber vivir el presente, y -a pesar de las dolencias que puedan tener por el pasar de los años- ellos irradian una alegría única y transmiten la magia de la experiencia. De ellos aprendí que: “El arte de la vida es ser feliz con poco y vivir con todo lo que tenemos en el momento porque no podremos tenerlo todo al mismo tiempo”
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Felipe y el negro Luis Felipe Rizzuti |Las Flores, Pcia de Buenos Aires, Argentina Médico Veterinario de profesión y acuarelista por hobby, “aunque por momentos me replanteo invertir esta frase”.
Felipe terminaba su jornada diaria en la peluquería. No conocía de domingos o feriados. Rigurosamente cenaban con Sarita y luego salía a su paseíto diario. Previamente calzaba su gorra, su saco Y, tal vez, bufanda cuando el frio acosaba. Salía con su amigo fiel, el negro, un barbucho pelo duro del que nunca se separaba. Mientras él caminaba el negro iba y venía hasta que agarraba el paso y los seguía a la par. A dos cuadras llegaba al kiosco “El Batacazo” compraba sus Embajadores Ventil y charlaba con Zaire, hablaban sobre caballos de carrera, caza y algún comentario del pueblo. De ahí continuaban su camino al boliche, donde siempre había una copa, unas barajas y conocidos para hablar y pasar el rato. Más de una vez las charlas eran extensas y el negro se aburría y volvía solo a la casa. Antes de la medianoche, el abuelo Felipe salía del boliche y emprendía la vuelta. Sí había algún taxista en la terminal, sobre todo esas noches de verano que llaman para estar afuera, se quedaba charlando un rato más y ahí, si no se había aburrido antes, el negro se volvía solo. El paseíto terminaba de regreso a la casa para dormir y estar nuevamente temprano barriendo la peluquería, preparando el mate y comenzando una nueva jornada.
Felipe Rizzuti fue mi abuelo, nacido en 1913 en Las Flores, un pueblo del centro de la provincia de Buenos Aires. Un pueblo de campaña, típico del interior. A sus 10 años, lo mismo que sus hermanos, ya trabajaba en la peluquería del padre. Fue su profesión y trabajo de toda la vida, se puede decir que nació y murió peluquero. Siempre tratando con gente como él, simple, honesta, humilde. Tanto cobraba plata, como algunos huevos o verduras a quien no tuviera dinero como fruto de su trabajo. Como todo paisano fue observador y conocedor de las cosas simples que, tal vez por no rebuscarlas, fueron la esencia de una vida muy placentera. Recuerdo un abuelo con consejos justos y miradas cómplices a quien quiero dedicar, en lo plasmado en esta acuarela, un tributo que se merece.
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Lum Jk’inaltik Sbeelal smalebal lekil ot’anil Ya xmalbeel ta alumetik animajel akanil xt’ojina beel ta awaketik stoy te spixolik spatbe yot’an te ts’osel k’inal sjuebal U, la yak’sba ta ilel sna’o te jme’tik u la yak ilel te xtale te jts’umbaltik ma xlaj yijtao te sk’opike sna’ojibal jlumaltik ya skejansbaik ta awakan ya sk’elambatik te apoxe seraul slamajil k’uxul ot’anil spomul smalebal lekil ot’anil ch’ultesbil bak’etik ya xp’ojtel ta awakan xkotel ta abak’etal muk’ul yaxal yabenal yajwalil ts’umbajelil ska’anan jimxolaletik.
Nuestra Tierra Cuencas de esperanza corren por tus tierras presurosos pasos galopean en tus campos Levantan sus sombreros saludan la alborada Mayo se presenta cómplice la luna anuncia su llegada Ancestros inmortales nos dejan su palabra símbolo de tu gente se postran en tus pies te ofrecen aguardiente Ceras de consuelo copales de esperanza semillas bendecidas renacen en tus surcos Descienden en tu cuerpo inminentes hojas verdes Díos de la cosecha guardián de Teopisquences.
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Ch’ulel Ya xbeen jun ch’ulelal ta ijk’al balumilal ta xch’ababet k’inal xbeen ta beibal te xtal xbajt’ juxuxet ik’etik ya yutsube yot’an ya sle’ sbak’etal sbejtijib K’unil lajel jochol bak’etal ya sna’ te sbejtijib sch’ulele ta juxuxet ik’ ya yay xk’opoj te sch’ulele te pome ya sjachbe te sbak’etale Ch’ul k’opetik ya spet te ch’ulchane nichimetik ya xch’al te kuxlejale najt’ be ya sjamtel ch’in beetik xojobal kantela ya xtujk’tel kuxlejal K’eltotel ya xbeentel ch’ulelal muk’ul xojobal x-ik’bantel ya xaxk’utel ta sbeelal xakta ya smuk sbaitel ta sch’ail pom Jun ch’ulel ya yilsba sok sbak’etal ya tsobsba te snopel yot’ane jun-nax bak’etal soy sch’ulel spoxil te kuxlejale Alma Alma confusa vaga en penumbra en silencio transita senderos el vaivén de los vientos la alienta en busca de su innata silueta El vacío de un cuerpo agoniza añora su innata conciencia el viento susurra su esencia incienso que suma presencia Plegarias abrazan el cielo flores adornan la vida distancias abren veredas velas de luz emanan existencia En la distancia un alma se acerca un resplandor inminente la guía se desliza en caminos de juncia se envuelven en humos de incienso Un alma se refleja en su cuerpo se complementa el pensamiento unión de cuerpo y espíritu medicina para la vida.
Patricia López Díaz | Campo Santiago, Teopisca, Chiapas; México. Hablante de la lengua originaria Bats’il K’op Tseltal. Estudió la licenciatura en comunicación Intercultural en la Universidad Intercultural de Chiapas.
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PACHA MAMA
La elaboración de la pintura mural fue una iniciativa particular en la idea de rendir un homenaje a la memoria de la Mama Domitila Quispe del rancho “Challavinto” de la comunidad Originaria de Sora del municipio de Machacamarca en el departamento de Oruro en Bolivia; mujer campesina emprendedora trabajadora incansable del agro, sembradora de sueños y madre de 9 hijos, a los cuales inculco el trabajo esforzado del campo, algunos tristemente muertos antes de la partida de doña “Domy” como era más conocida en la comunidad ocomo le decía la familia Mama Domy, tuvo la dicha y la amabilidad de criar a nietos y conocer a bisnietos Por eso el nombre de la pintura es “Pacha Mama” por que representa la mama que trabaja con y en la tierra; sembrando y cosechando los frutos de nuestra madre tierra que nos ayuda a convivir con nuestras raíces más allá del mero consumo, sino más bien , hacer uso racional de solo lo que se necesita.
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Juan Carlos Ponce Quispe | Sora-Oruro , Bolivia. Artista plástico nacido en la “Comunidad Originaria de la Nación Sora”, bachiller del “diamanté q se pule solo” Villazon, Estudios en el ISBA Oruro, Licenciatura en artes plásticas en la UATF de Potosí, miembro de varios grupos y colectivos de arte; actualmente EPIDEMIA de Cbba. Y miembro de la ABAP- Oruro.
El p a c t o Un siglo, un anciano, un sinfín de leyendas: Un anciano de escasos cabellos canos, espalda encorvada por el peso de los años, hundido en una vieja silla, con voz temblorosa y una mirada firme, nublada por eternos días de vida, contaba historietas y leyendas ante el atento público que le escucha, niños, jóvenes y adultos observan los labios delgados y una boca vacía por la ausencia de dientes y molares, atentos, mientras aquel anciano sujeta suave pero firmemente un bastón burdo, rudo y viejo entre sus piernas sin fuerzas... EL PACTO Un cierto día del mes de Octubre de 1920, al sur de México, Huehuetan, Pueblo, habitaba un joven de 17 años de nombre Fidel Hernández Gómez, huérfano de padres y desesperado por la escasez de alimentos y falta de trabajo en las fincas aledañas decidió mantenerse de la caza con ayuda de una vieja escopeta, solía adentrarse a los espesos bosques, su principal objetivo “venados”, un día Domingo regresaba del bosque cabizbajo y triste pues habiendo caminado mucho no encontró presa alguna, decepcionado saludó a un hombre alto, de ropa oscura, cuyo rostro era oculto debido a un sombrero enorme y llamativo, este le respondió diciéndole: los venados tienen dueño! El joven ingenuamente preguntó: quién es su dueño? Este le respondió: el amo de este mundo que habita en las tinieblas, si quieres saber cómo tener su permiso para cazar venados, búscame en este mismo camino y yo vendré… sólo llámame… amigo! Desde ese día era imposible que aquella revelación saliera de sus pensamientos, aún así continuó saliendo a la montaña, las cosas seguían igual regresaba a veces sin nada y otras con algún conejo o un par de tórtolas (palomas), hasta que ya desesperado decidió ir en busca de aquel hombre, en busca de aquel “amigo” Llegó al solitario camino y le llamó: amigo te ando buscando, esperó escasos minutos y de pronto vió una sombra y al levantar la mirada, estaba el mismo hombre y sin rodeos le dijo: Ve a lo más profundo del bosque, justo a la media noche, busca la ceiba más grande que está en medio de la Montaña y al pie de ella rezarás de rodillas y con ojos cerrados pedirás la piedra del venado, mientras enciendes una veladora , después abre los ojos y espera atento,
cuándo la vela comience a moverse de un lado a otro y escuches un fuerte viento en la copa del árbol en ese preciso momento levántate y camina, por nada de este mundo vuelvas la vista atrás, escucharás voces de extraños y conocidos, pero ay! de tu alma si volteas, mi reino está lleno de miedosos, si logras salir de la montaña verán tus ojos el venado más grande que nadie ha visto jamás, ese venado debes matar y el pacto será sellado!... Cuenta el viejo anciano que así sucedió, al levantarse del suelo cuando la vela comenzó a ladearse de un lado a otro, en la copa de la ceiba había un fuerte viento, en ese momento se dio la vuelta y caminó, comenzó a oír voces que le hablaban por su nombre, de pronto detuvo sus pasos al oír la voz de su madre (hijo mío, Fidel ven), a su mente vinieron las palabras del hombre aquel y continuó su camino, escuchó voces de sus hermanos fallecidos también pero aún salió de la montaña… Y cómo le dijo aquel “amigo” en frente suyo vio el venado más grande que jamás había visto, el cuál ante su asombro comía echado bajo el agua transparente de un río, tomó su escopeta y disparó, el venado aquel salió de las aguas herido y cayó inerte ante sus pies, al ser tan grande fue a buscar su caballo a unos metros del lugar pero al volver del venado aquel sólo quedaba sangre estancada llena de gusanos y las trillas (huellas) de aquel venado en dirección a las entrañas de la montaña. Los próximos años cazaba venados apenas salía de su casa, lo cuál con el pasar de los años le agotó, pensó dejar de ir de caza y olvidarse un buen tiempo de los venados decidió romper el pacto. Desde entonces cada noche llegaban a hablarle, cada día le buscaban, así cumplió muchos años de vida y se escuchaba que aquel anciano platicaba con el “amigo”, los vecinos le veían caminar buscando venados, lo veían descansar o simplemente parado en los caminos solitarios mientras el anciano sin fuerzas permanecía en su vieja cama al mismo tiempo. Siempre cerraba con aquel consejo No hagan pactos sino quieren pagar con su vida ó los perseguirán por el resto de sus días. Mientras el anciano cuenta historietas ó leyendas, alguien lo mira buscando venados con su legendaria escopeta. A los 102 años, en el último día del mes de Julio del año 2005, a muchos kilómetros de Mapastepec, Fidel Hernández Gómez trascendió a un mundo dónde seguramente la vigencia del pacto terminó, hasta entonces dejaron de llamarlo, de perseguirlo, dejó de ser visto en dos lugares distintos. Un grito de dolor allá a lo lejos resuena ¡“Abuelo descansa tu alma es buena”!
Laidi Hernández Constantin | Mapastepec, Chiapas, México. Empresaria. 35
Por la vergüenza Lo poco que sé sobre mi linaje materno es que vinieron del istmo en tren, huyendo del caos de la Revolución. Que mis ancestr@s se consagraron a estas tierras, de la mano de Dios y con la esperanza de florecer en tranquilidad; a costa de dejar atrás lo propio, a l@s suy@s y la tierra donde fueron engendrad@s; de aprender la palabra castellana y abrazar la cultura moderna; y de vestirse de mestiz@s, disimulando la ascendencia nativa para así poder encajar en el orden del mundo. Mundo aquel que glorificaba el pasado ancestral precolombino, pero reprendía a sus contemporáneos por sus raíces indígenas, latentes a flor de piel; y les enseñó a sentir vergüenza de aquello a lo que atribuía mal agüero, pobreza e ignorancia, al grado de que el abuelo arremetía violentamente contra la abuela cuando ésta se dirigía a sus hijas en zapoteco –aún cuando ya había estirado la pata–, pues “no fuera la gente a mal mirarlas, o peor aún, a saberlas indias”. Y es por eso que no les heredaron la lengua, su cultura, ni su identidad, tan sólo el castellano; de modo que lo poco que puedo decir sobre mi linaje materno es que llegaron del istmo en tren, huyendo del caos de la Revolución.
María José Vázquez (Hierba Marina) | Tonalá, Chiapas; México. Creadora Visual turula, ilustradora y escritora ocasional, estudiante de la Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, y participante en diversas exposiciones colectivas, festivales culturales universitarios y de índole local. 36
“Una máscara es una cara más” es una ilustración que pretende representar la manera en que nos relacionamos con nuestros orígenes y tradiciones, a través de 2 elementos principales que son máscaras utilizadas en diferentes regiones del estado de Chiapas. Éstas hacen alusión a 2 generaciones. También muestra la construcción de íconos que forman parte de nuestras tradiciones, a partir de la enseñanza y el intercambio, como un ciclo. Luis Felipe Hernández Domínguez | Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Creador visual, ha incursionado en diversas técnicas como la pintura, la ilustración, la cerámica y el grabado, además de la pintura mural, con la que lleva trabajando junto al Colectivo Keme casi 3 años. Convencido del poder de la imagen y su retórica, busca en su obra, describir los comportamientos humanos y lo cotidiano.
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Cambios Generacionales En pleno siglo XXI es muy común que exista discordia entre las distintas generaciones por cómo aprecian y coexisten con el mundo que nos rodea. El contexto histórico de cada sociedad ha repercutido en el pensar colectivo de los seres humanos desde el umbral de lo que denominamos “Historia”. De una u otra manera la cosmovisión, idiosincrasia, ideología y un extenso etcétera de nichos que conforman una identidad (tanto colectiva como personal), se encuentran estrechamente entrelazados con el entorno donde están inmersos. Con este breve escrito no pretendo entrar en el debate de hasta qué punto la identidad intrapersonal es factual a la realidad que la rodea, pero lo que es un hecho irrefutable es que existe una sustancial correlación entre ambas. El devenir de la Historia ha demostrado que las sociedades no son estáticas (aunque en casos específicos pueda parecer lo contrario); el cambio es algo inherente, por ende, la identidad colectiva va deconstruyéndose así misma con el trascurrir del tiempo. Hasta hace no mucho, estos cambios eran procesos paulatinos y de larga duración –excepto cuando se presentaban coyunturas históricas–, pero en el presente vivimos en una época cuya principal bandera es la de la renovación. La innovación y el cambio constante son parte toral de una actualidad –conceptualizada por Bauman como modernidad líquida– marcada por lo convulso y efímero; este estado de incesante transición está presente en todos los aspectos; cosas tangibles como la arquitectura, industria, utensilios, transporte, etc. son prueba de ello, así pues, lo intangible no es diferente, las corrientes del pensamiento, mentalidades, imaginarios e identidades colectivas se encuentran ante un ininterrumpido proceso de alteración, cosa que nos es nada nuevo –como mencioné anteriormente–, lo que es diferente es la duración, los siglos que podían durar estos procesos se han transformado en décadas. Habitamos una sociedad donde se tiende a impugnar lo “viejo” y aclamar lo “nuevo” (material e inmaterial), nos encontramos ante una problemática nunca antes vista, el “cambio generacional” es más notorio y agresivo que en cualquier otra etapa de la Historia, jamás había existido una diferencia tan evidente en la manera de concebir la realidad entre 38
padres/madres e hijos/as, y por obvias razones, estas divergencias generacionales son más radicales entre abuelos/as y nietos/as. La última centuria ha estado plagada de cambios en las sociedades del globo; muchos valores, costumbres, formas de actuar y pensar – que estuvieron vigentes durante varios siglos– han entrado en franca decadencia, desfasados por nuevas maneras de interacción con la realidad, las personas de edad avanzada son testigos –y participes– de primera línea de esta transición, donde el entorno actual dista en demasía del que los vio nacer y crecer. A las nuevas generaciones nos puede llegar a parecer obsoletas, arcaicas y hasta despectivos algunos modos de pensar y actuar de las generaciones anteriores, bajo nuestra perspectiva –claramente influenciada por nuestro ambiente–, muchas de las concepciones y actitudes del pasado ya no tienen cabida en el razonar de los tiempos modernos, y por ende, son tildadas con el mote de retrogradas. El objetivo de esta corta reflexión es poner estas ideas y pensamientos sobre la mesa, desde nuestro lugar como jóvenes es fácil caer en posturas disruptivas frente a ideales de épocas previas, juzgando y emitiendo sentencia como un juezverdugo, sin pensar en el trasfondo del juzgado, y con esto no quiero decir que se deba de defender acciones e ideas nocivas, discriminatorias o peyorativas con la vana justificación de “así pensaban en otras épocas”, pero sí ser conscientes de ello. La identidad de nuestras abuelas y abuelos fue forjada con preceptos que divergen a los actuales, naturalmente su pensar será distinto, y no aspiro a mostrar qué hacer frente a las diferencias ideológicas –y conflictos que estas puedan crear– de las brechas generacionales, sólo invito a intentar vislumbrar el panorama completo y lo que implican estas. Quiero cerrar este escrito con una de las ideas que Aristóteles plasmó en Ética Nicomáquea: “tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales”. Ángel Galmiche Nanni | Villahermosa, Tabasco; México. Estudiante de la licenciatura en Historia por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y miembro de la Asociación de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales de Tabasco.
Autor: María Irma Romero Nieto Título: Mis recuerdos y yo Técnica: Óleo / tela Medida: 60 x 45 Cm.
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Navegante El océano está para presagiar aquel viaje donde se vislumbra la noche de todas las aguas he preferido la mar.
De f u e g o y c e n i z a s Diana Padilla | Huixtla, Chiapas, México Licenciada en Comunicación por la Universidad Autónoma de Chiapas. Cursó estudios de intercambio nacional en la Universidad de Guadalajara en las ramas de Historia del Arte, Literatura y Comunicación Pública. Se ha formado como escritora y fotógrafa independiente interesada en la poesía libre y teoría de la imagen.
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En una vida cada vez más sacudida por la ansiedad y el miedo, la fotografía me otorga una visión estética de mis espacios habituales. Con los roles sociales que experimento surgen emociones donde rescato la memoria de mi infancia, de los lugares donde he pasado y las personas que han acompañado mi existencia. La fotografía como los poemas narran el sentir de mi cotidianidad, hacen contemplar la manera de asociarme con el mundo, esa amistad entre mis ojos y la ausencia. Salgo con mi cámara y, aunque temerosa, me acerco a las historias, camino y me reencuentro con los lugares en donde fui creciendo. Este proyecto es una construcción basada en sucesos, viajes, compañías, soledades y amores. A través de la imagen manifiesto el pasado, lo que fue pero que
aún persiste. Libero recuerdos y al mismo tiempo los congelo: una silla que al llegar la tarde espera por escuchar las historias de mis viejos. En mi búsqueda evoco esa emociones que en mi interior florecen y que a mi alrededor conviven, las transporto a otros en forma de imágenes y palabras, historias basadas en acontecimientos verdaderos o de sueños: De fuego y cenizas. De fuego y cenizas nace de la necesidad de contar historias y de la memoria. Es una serie poética fotográfica que evoca sentimientos vívidos basados en viajes, amores y ausencias; una conexión entre la cotidianidad y los recuerdos.
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Ella Había cambiado no tenía sus vestidos que me protegían desapareció el cabello hasta la cintura su lunar era más pequeño voz que susurraba despedida.
Seño
Ya encuentro su ro romp aprie lo
Desayuno Espérame he de llegar probaré el café junto a tus ojos color miel beberé suspiros de esos que duelen. 42
La señora
Tu mirada a desaparece ent camina hasta que s el camino a casa
or de las flores
a estoy loca ostro en cualquier cuarto po los espejos eto los dientes o acaricio.
a y el gato
aún fastidia tre los arbustos se cansen tus pies a lo has perdido.
La tina Recuerdo sus dedos acariciándome nadaba en sus ojos los que me hacen falta no por muerte por soledad.
Mamá gallina Cuando despiertes habré caminado al norte quedaran sólo las brumas.
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Qué más da
Sin a
El aire caliente pasa que más da en cualquiera veo sus ojos.
Mis brazos clavad hojas que pronto s
Búsqueda Deja buscarte entre el otoño que su voz sea la guía al caer de las hojas darte mis noches y ser usted mi muerte. 44
Foráneos
alas
Mis versos en tu idioma nunca serán nuestros he perdido los dedos y el rumbo postrada en la silla nada que escuchar no queda más.
dos entre troncos e susurran seré libre
Presagio La muerte cerca huyo todos los días de ti y de ella.
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Entierro segundo Pueblo de peñas 23.JULIO.2020
Joaquín Salvador Molina Saavedra | La Paz - Bolivia
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En pleno invierno andino los restos de Don Walter son trasladados del Cementerio General de La Paz al cementerio del pueblo de Peñas. Él falleció hace cinco años y su tiempo de descanso en la ciudad terminó,; sus restos deben ser trasladados a un nuevo lugar, un lugar alejado de la ciudad, su familia se reúne a corear las últimas plegarias de despedida, a pesar del tiempo transcurrido y las expresiones enmudecidas por los cubrebocas, los rostros de preocupación y desconsuelo son tan perceptibles y duras como lo fueron en el primer entierro. El cementerio de Peñas junto a ese silencio invernal aguarda el retorno de uno de sus hijos. La pasividad del aire seco envuelve la atmósfera como si de un suceso esperado se tratase. Una última oración es elevada por doña Isolda, la esposa de Don Walter, imprimiendo su voz con el viento: “ Tata Walter, protégenos desde arriba, protege a tu familia, te hemos traído donde siempre querías estar, ya nos vamos a estar viendo” Lo que en un principio debía ser una gran ceremonia junto a toda su familia y el pueblo que tanto lo amaba, se vio diezmado a un pequeño encuentro familiar debido a las restricciones de distanciamiento social en tiempos de Covid-19.
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Cuando sentimos miedo, disparamos. Pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos -Susan Sontag
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Autor: María Alejandra Bernal Título: Mogotes de avena Técnica: Óleo sobre tela Medidas: 50 cms x 60 cms Lugar de residencia: Metepec, Estado de México
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Espacios sagrados del pueblo Ch’ol de Tila Emilio Pérez Pérez | Tila, Chiapas; México. Académico Ch’ol. Licenciado en Sociología por la Universidad Autónoma de Chiapas y Maestro en Ciencias en Desarrollo Rural Regional por la Universidad Autónoma Chapingo.
El objetivo de este escrito es comprender la importancia que tiene el uso de la memoria colectiva. Se toma como punto de análisis dos espacios sagrados que tienen los ch’oles, La Cueva que se encuentra en San Antonio y la parroquia de San Mateo, santuario que alberga al Señor de Tila. Estos dos espacios están ubicados sobre las tierras del ejido Tila. Para el análisis se retoman las propuestas de Pierre Nora con el concepto de lugar de memoria, al igual que de Maurice Halbwachs, que hace referencia a los marcos sociales. Lugar de memoria y marcos sociales La memoria es uno de los elementos centrales que se deben de retomar para los estudios dentro de las Ciencias Sociales, ya que es sedimento de la historia de un pueblo y ayuda a explicar los acontecimientos presentes y futuros. El lugar de memoria se refiere a los lugares donde se cristaliza y se refugia la memoria colectiva (Allier, 2008). Este concepto hace referencia a los lugares donde se condensa y obtiene un significado la memoria colectiva, y es definido como “el
conjunto de lugares donde se ancla, condensa, cristaliza, refugia y expresa la memoria colectiva; la noción se extendería a toda unidad significativa, de orden material o ideal, de la cual la voluntad de los hombres o el trabajo del tiempo ha hecho un elemento simbólico del patrimonio memorial de cualquier comunidad” (Allier, 2008: 166-167). Dentro de los componentes materiales de la memoria colectiva se pueden considerar los monumentos, iglesias antiguas, bibliotecas, museos, edificios, espacios de reunión, diccionarios antiguos o algún símbolo, en el caso de los elementos inmateriales se pueden contemplar los cuentos, leyendas, mitos, poemas, fiestas, rituales, conmemoraciones, canciones y todo aquello que represente y dignifique la memoria del grupo. Existen infinidad de símbolos que representan la memoria colectiva, sin embargo, es importante diferenciar que existen aquellas que representan la de los oprimidos y explotados, y aquellas que representan los grupos de poder, ejemplo de ello podrían ser los palacios de gobierno municipal, 59
Espacios sagrados de estatal o nacional, recintos donde se encuentran los legisladores, ministros, presidentes de una nación, y porque no, los centros religiosos, que son también espacios donde se conglomeran las élites religiosas. Es claro que sus feligreses, representan a la población que asiste por sus creencias religiosas más que por el objetivo de obtener un bien para tener el control ideológico, político o económico. La permanencia de estos elementos tiene que ser comprendida desde los marcos sociales, cuyos componentes principales son el espacio, el tiempo, la música y el lenguaje (Mendoza, 2014). Los marcos sociales son elementos que perduran con el paso del tiempo y serán recordadas como parte de la memoria colectiva de un pueblo, y existen dos tipos, los globales y los locales. Los marcos globales son aquellos que ayudan a entender en un proceso de larga duración y abarca a un mayor número de personas; mientras que los locales son aquellas que pueden perder la esencia en un lapso de tiempo más corto y se pueden considerar los núcleos más pequeños, como la familia, la red de amistades o un grupo religioso, donde son menos fijos y fuertes los lazos, pero a pequeña escala funcionan como referentes para comprender la memoria colectiva. 60
Los marcos sociales sirven como elementos de identidad del grupo, lo que permite que las personas siempre retomen el valor simbólico y material que será trasmitida de manera generacional a sus integrantes. Por esta razón, el lugar juega un papel fundamental en estos constructos, porque cuando hay una situación que afrontar se recurre a estos espacios como sinónimo de lucha e identidad, que da fuerza y motivación para continuar con el proceso. Los integrantes de un colectivo difícilmente pueden desprenderse de ciertas piezas, monumentos u olvidar un acontecimiento, ya que son parte constitutiva de su identidad y depositario de experiencias. Para nuestra reflexión se toma como ejemplo dos símbolos materias que representan la memoria de los pueblos, llámese indígenas y no indígenas, puesto que son lugares muy representativos por las personas locales y foráneas. La iglesia San Mateo: la Morada del Señor de Tila El Señor de Tila es el principal atractivo religioso del pueblo Tila, razón por la cual concurren una gran cantidad de visitantes al poblado. Los feligreses que acuden a estos lugares son personas
el pueblo Ch’ol de Tila locales de la etnia Ch’ol del mismo poblado, del interior del municipio y de la región. Su fama a traspasado fronteras, lo que ha permitido la llegada de otras etnias como los tseltales, tsotsiles, tojolabales, y personas que no se consideran indígenas y se encuentran fuera de Chiapas. La popularidad del Señor de Tila se acrecentó durante la guerra cristera, debido a que intentaron invadir la parroquia San Mateo, en aquel tiempo, la población se organizó y con banderas, cantos, flautas y tambores demostraron que había un gran ejército dispuesto a defender la morada del Señor de Tila. Los visitantes foráneos son mayormente tabasqueños, en menor proporción de Campeche, Yucatán, Veracruz y otros estados del sureste mexicano, logrando mayor realce de las principales fiestas que se celebran en el pueblo, como es el 15 de enero, Semana Santa y Corpus Christi. La Cueva del cerro San Antonio Otro espacio que va ligado al santuario del Señor de Tila es la cueva que se encuentra en el Cerro San Antonio. Un lugar mítico que tiene como componentes un espacio de oratorio para celebrar las homilías; la cruz con vista al pueblo de Tila y viceversa; por último, la cueva cuyo interior
alberga un rupestre donde se observa el rostro del señor de Tila, y sobre la misma ruta se encuentra un pequeño cenagal de la medida de una jícara donde se recolecta agua, considerado sagrado por los feligreses. La creencia de los ancestros es que visitar este espacio renueva la fe y es motivo de orgullo y trae a la memoria la resistencia que tuvieron sus antecesores frente a lo que consideraban una amenaza para el símbolo de unidad que tenían los indígenas ch’oles. En la actualidad, indígenas y no indígenas se identifican con estos dos espacios. Es importante mencionar que el cantante Joan Sebastian (+), debido a la enfermedad que padecía, llegó a este lugar para rendirle tributo al Señor de Tila, lo mismo ha sucedido con su hijo, José Manuel Figueroa, que ha llegado a visitar este Santuario. Chico Che también era un creyente del patrono del pueblo y su legado quedó confirmado con la canción que compuso en honor al Señor de Tila.
y no quede en el olvido. Estos elementos identitarios dejan huella para las generaciones presentes y futuras, de allí el valor de ciertos acontecimientos que quedan marcados en un tiempo y espacio determinados. La permanencia en la memoria es lo que hace que sea una memoria viva y sea reproducida en las prácticas y acciones de las futuras generaciones. Por eso hay que entenderlo como los lugares de la memoria, en plural, puesto que existe una gran cantidad de elementos que hacen y forman la memoria colectiva de un pueblo. Bibliografía Allier Montaño, Eugenia (2008). Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis de la memoria. Historia y Grafía, núm. 31, pp. 165-192. Mendoza García, Jorge (2004). La reintroducción de la memoria colectiva: visión panorámica. En: Mendoza García, Jorge. El conocimiento de la memoria colectiva. (pp. 9-39). Tlaxcala: UAT.
Reflexión final La memoria colectiva está formada por todos los integrantes, es decir, es una construcción interna, el colectivo aporta cada elemento que considera más valioso para el grupo al que pertenece y que desea que permanezca en el tiempo 61
GUATEMALA ECUADOR CO
1. Magistrada Corte Pilar Merlyn 2. Doña Carmen Agricultora, PERÚ 3. Cesar Barista, COLOMBIA 4. Pedro Gaucho, ARGENTINA 5. Doña Rosa Fritada, ECUADOR 6. Agricultores, PERÚ 7. Salinero, Maras PERU 8. Fanesca Magda, ECUADOR 62
OLOMBIA PERĂ&#x161; ARGENTINA
OFICIOS Melissa Perez-Singer | Guatemala Haber vivido en distintas partes del mundo, (5 paĂses) cada una con su cultura e idioma ha sido una gran oportunidad en mi vida para captar esencias. Actualmente vivo en Quito, Ecuador. No califico a ninguna mejor que otra, simplemente me ayudaron a considerarme una ciudadana del mundo y apreciar lo mejor que cada cultura ofrece. 63
Don “ Beto” Sol construcción para la memoria colectiva de un pueblo
La región de la Frailesca, especialmente el caso particular de la cabecera distrital que es Villaflores, sufrió un proceso de aculturación y sincretismo muy diferente a las demás regiones del estado de Chiapas. La zona de los altos y norte del estado de Chiapas, generaron una resistencia histórica y cultural muy diferente a la nuestra y que podemos ver reflejada en las síntesis de los textiles de Zinacantán, la alfarería de Amatenango del Valle, la metalistería de San Cristóbal de las Casas y los tallados de madera de Chiapa de Corzo y zona de la Frailesca. Particularmente nuestro proceso de resistencia cultural y artística fueron nulos en nuestra región Frailesca, puesto que los elementos que nos daban identidad se fueron perdiendo al paso del tiempo, adoptando y generando un sincretismo cultural muy propio que se consolidó en los pocos referentes artísticos, sobreviviendo en forma de oficios y transmitidas de generación en generación a la propia comunidad. Los oficios forman parte del quehacer cotidiano de todos los pueblos, le dan sentido a la vida 64
local, activando la economía de los sectores primarios con los procesos de creación artística. La producción marimbistica ofrece, más allá de su belleza auditiva, un mensaje de respeto hacia la historia del propio terruño, por el valor identitario que éste conlleva, es así que sin darnos cuenta, en la región de la Frailesca propiciamos canales de proyección para nuestra cultura, ya que con la producción artística, lo hacemos tangible a los oídos de todo público, pudiendo apreciarla y generando ciclos y canales para la difusión, creación, promoción y preservación de la cultura material e inmaterial de los pueblos. Es por ello que conservar estas pedagogías comunitarias que se han transmitido de generación en generación, donde la integración de los oficios, genera en la comunidad el rescate de nuestra historia y tradiciones y a su vez impulsa con sus producciones artísticas, un factor de identidad local que proyecta nuestra cultura regional a niveles internacionales. La identidad cada vez se ve el poco interés preservación de
de los pueblos diezmada por del rescate y los oficios y
técnicas artesanales, es por ello que la conservación de estos referentes identitarios, le dará a nuestra cultura regional un sentido de propiedad y arraigo, paralelamente el gremio artesanal tendrá un canal de difusión para contextualizar su arte, apropiándose de estos canales de difusión para proyectar sus creaciones y que el mismo arte no muera. Es por ello que en el trabajo de generar una memoria colectiva tratamos de difundir a nuestro maestro constructor de marimbas, Alberto López, mejor conocido como “Don Beto Sol”, originario de Villaflores Chiapas, nacido en la finca Nandalonda, el 8 de agosto de 1939 y que actualmente tiene 81 años de edad. Hijo del señor Pedro Sol Narcía, desde muy pequeño incursionó en la fabricación de marimbas ya que su tío Flavio Sol y su padre se dedicaban a la carpintería como oficio primario. El proceso de aprendizaje empírico, al que estaban inmiscuidos diariamente, pasó de ser algo cotidiano y sin sentido, a formar un proceso identitario que generaba satisfacción en cada trabajo terminado. Don Alberto López participó activamente en muchas de las agrupaciones marimbísticas que hicieron historia en Villaflores a finales de la década de los 70 y la década de los 80, donde su auge mayor fue en el Concurso Estatal de marimbas, realizado en Villaflores en el año de 1991. Villaflores fue y será cuna de grandes agrupaciones marimbisticas que le han dado identidad y orgullo a la Ciudad de las Gardenias. Son pocos los testigos presenciales de tan buenos momentos artísticos, puesto que esa generación, amantes del arte y la música, han muerto, es por ello que esta es una forma de rendirle un homenaje en vida a Alberto López, uno de los muchos hijos predilectos de Villaflores que con sus aportaciones artísticas y técnicas hicieron grande esta noble actividad. Recordemos, también, que de esos años surgieron grandes representantes de nuestro terruño y formaron agrupaciones como: La clave azul, Sones del Nambiyugua, Lira Villaflorense, Marimba orquesta Hermanos Vidal, Marimba Hermanos García. Desafortunadamente los mejores tiempos de las agrupaciones marimbisticas fueron pasando, ya que el desarrollo de la tecnología y las nuevas innovaciones digitales, vinieron a dar otras alternativas de entretenimiento más demandadas por la comunidad.
Jaime Alonso Flores Hernández | Villaflores, Chiapas, México Licenciado en Historia, colaborador activo en el colectivo “ Villaflores Pueblo que Dios me dio”, grupo multidisciplinario cuya principal función es la creación, difusión, preservación y proyección de los referentes culturales e históricos que le dan identidad a nuestro terruño, pretendiendo así proyectar los valores culturales e históricos de la zona de la Frailesca. 65
Nat ivos es una serie de ensayos acompañado de fotografías que tratan de traducir la presencia de nuestros ancestros en las montañas, su esencia se puede sentir en cada sendero recorrido.
Marcos Zaquilan | Sañogasta La Rioja, Argentina taller de escritura fotográfica organizada por el festival internacional de fotografía de Valparaíso fifv y el centro de estudios fotográficos Cef - MARATONA DE EDIÇÃO durante o V Fórum Latino-americano de Fotografia de São Paulo, com os editores Ana Casas (México), Claudia Jaguaribe (Brasil) Julieta Escardó (Argentina) e Musuk Nolte (Perú), no Itaú Cultural, em São Paulo/SP.
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Doña Aurita es una de las pocas personas por no decir de las únicas que aún se dedica a la labor de urdir cabuya en el municipio de Nariño, oficio heredado de sus abuelos
SUR-CANDO HISTORIAS Este proyecto tiene como propósito fundamental compartir algunas de las Artes y oficios heredados que se desarrollan en el Sur de Colombia, en el Departamento de Nariño. Las series fotográficas retratan diversos personajes tales como: Artesanos, Campesinos, Creadores empíricos entre otros. Lo anterior, empleando la fotografía como medio de divulgación y documentación histórica de estas prácticas que develan el arduo trabajo y la pericia de las manos de nuestros abuelos de la región. Las series fotográficas están acompañadas de textos breves resultado de la transcripción de audios grabados durante el desarrollo de la labor fotográfica, en donde podremos conocer de primera mano, anécdotas en relación al oficio y la importancia para la vida de cada uno de los personajes. 70
URDIR LA PALABRA EL TIEMPO Y LA VIDA “Mientras se iba hilando la cabuya también se iban hilando las historias y así aprendíamos nosotros de nuestros abuelos” Los municipios de Nariño y la Florida fueron de los más grandes productores de elementos realizaos a partir de la fibra de cabuya, entre aquellos productos de mayor demanda estaban los costales donde se empacaban algunas hortalizas y por supuesto el café Colombiano que se exporta a todas partes del mundo, “en algún momento usted venia acá y solo encontraba siembras de cabuya, ahora vaya a ver no se encuentra ni para remedio” estas son las palabras de nuestra protagonista Doña Aurita como todos la conocen en el municipio de Nariño, una persona de gran carisma e interés por compartir su arte, su labor y uno de los estilos de vida que hasta el día de hoy la acompañan. Con un poco de tristeza me cuenta de cómo en sus tiempos todo giraba alrededor de la cabuya, para ella una de las actividades principales de la economía, cuando la industrialización empieza a expandirse estos municipios no fueron ajenos a su paso, trayendo con sigo nuevos costales no tan resistentes como los que se hacían, pero si más económicos y su tiempo de producción era menor, “trajeron esas máquinas y le hacían todo rapidito y poco a poco la gente se fue olvidando del oficio y se dedicó a otras cosas” Doña Aurita es una de las pocas personas por no decir de las únicas que aún se dedica a la labor de urdir cabuya en el municipio de Nariño, oficio heredado de sus abuelos y que en el día de hoy aun lo practica, por costumbre y también para ganarse unos pesos dice ella, mientras va urdiendo también teje su palabra su historia y su tiempo, después de varias sonrisas, y muchas Historias la actividad del día se había terminado, y así también nuestra visita a esta gran persona que con su labor resiste al tiempo y también a los cambios abruptos del mundo. John Alexander Rosero Paspur Pasto-Nariño, Colombia Artista Visual 71
T í o Lu i s
El tío Luis, es el último anciano que en 2018 portó por última vez el traje de jatajama etzé, o del padre sol. El penacho es el símbolo principal del carnaval Zoque y la representación del sol y su movimiento en nuestro universo. El tío, heredó su conocimiento a su nieto Luis Alias. En la fotografía se le puede ver en la peregrinación de las vírgenes de Copoya. Sin duda su herencia y su ausencia marcada por su muerte terrenal en este año 2020, dejan un espacio difícil de llenar, ya que él y su familia son fieles seguidores del costumbre y hoy se encuentra en el “meké” eterno. Emilio Álvarez | San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. Licenciado en Comunicación, fotógrafo y videógrafo documentalista, miembro de la comunidad Zoque de Tuxtla y amante de las tradiciones ancestrales y pueblos originarios. Nacido en San Cristóbal de las Casas, Chiapas en el año de 1988, hijo de migrantes chiapanecos, hermano mayor.
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Lo s b r u j o s na hu a l Romeo Duvalier Peña Román | Pijijiapan, Chiapas; México*.
Hace mucho tiempo en la pesquería de Joaquín Amaro se veían luces en la montaña. Los abuelos decían que eran los brujos que andaban haciendo sus ritos en ese espacio y ahí se transformaban en gato, perro, y caballo. A media noche la gente escuchaba a estos animales y procuraba tener su machete orinado en la puerta, por si llegaban a molestar pegarles sus cinchazos con el machete. Las personas caminaban por las veredas que había en la montaña, procuraban caminar muy temprano menos a las doce del día, seis de la tarde; y por la noche nadie se atrevía a caminar. Un día a Timoteo le entró la tarde en el pueblo, se echó sus traguitos para poder agarrar valor y caminar por la noche, dice que a las siete de la noche empezó a caminar, pero a la media hora de hacerlo le entró un gran sueño y se durmió; cuando a la media noche escuchó voces y luces ahí en la piedra de la tortuga, hasta la borrachera se le fue, estaba a medio camino, si regresaba era esperar toda la madrugada o si se atrevía a caminar era la misma situación. Cuando escuchó los cascos del trotar de un caballo, pero la luz de la luna reflejó ese hermoso caballo blanco y bien grande: estaba solo. Se espantó. Corriendo se fue a meter entre unas piedras, y el caballo relinchaba muy fuerte, de ahí apareció un gran gato negro, que maullaba muy fuerte, el miedo se estaba apoderando de Timoteo que quería desmayarse, cerraba los ojos y al abrirlos vio un gran perro negro que ladraba y vio que los tres animales bajaron hacia la pesquería, y sacó su navaja y comenzó a cortar una rama e hizo una cruz, se quitó su ropa para que se la cambiara al revés, pues había 74
escuchado de sus abuelos que si andas la ropa al revés no te asustan los malos espíritus que quieren espantarte; orinó la cruz y comenzó sigilosamente a caminar a un costado de la vereda, escuchaba ruidos y se detenía y veía a todos lados; caminó y de repente la luz de un quinqué alumbraba las primeras casas, y escuchaba cómo los perros peleaban y lloraban porque el perro negro les había pegado; se subió a un árbol y desde ahí observó cómo los gatos gritaban porque el gato negro les había pegado. El caballo corría de un lado a otros y los caballos salían huyendo para que no les hiciera daño, y vio como retornaban los tres animales, eran las cinco de la mañana, de pronto, escuchó unas voces distorsionadas que decían “vieron que fácil es tener un nahual ustedes no creían y mira como los animales nos tienen miedo y salen huyendo, aquí les podemos pegar y no pasa nada, se reían de su maldad que hacían, si alguien nos ve lo tenemos que matar, pero recuerden que si nos llegan los primeros rayos del sol, así quedaremos convertidos para siempre en animales”. Timoteo conoció las voces de estos brujos, le dio mucho miedo porque si comentaba algo podían matarlo o convertirlo en animal; se perdieron en la montaña y el salió caminando para su casa, llegando su mujer le dijo que por qué llegó en la madrugada, él no dijo nada, al otro día se enfermó con mucha calentura, así estuvo casi un mes, su cabello comenzó a crecer muy rápido y empezó a bajar mucho de peso. Un día llega a su casa don Checho que era el curandero, lo iba a ramear cuando cayó casi desmayado, al levantarse le dijo “no te puedo limpiar
*Presidente de la Fundación Armando Duvalier A.C. Asesor de La Honorable Academia Mundial de Educación. Cronista Independiente de la Asociación de Cronistas del Estado de Chiapas A.C Director de la Revista Duvalier. Integrante del Club de Periodistas de San Cristóbal de Las Casas A.C. Presidente de la Corresponsalía San Cristóbal de La Sociedad de Geografía de Chiapas.
porque yo moriré” y salió huyendo, meses después don Chencho falleció, nadie supo que le pasó, y muchos decían que Timoteo era brujo y le echo mal de ojo. Timoteo al poco tiempo comenzó a recuperarse, continuaba realizando su labor de pescador, ya no tomaba por temor a que lo apreciaran los nahuales, habían pasado muchos años cuando una noche nuevamente se escucha un caballo que andaba suelto acompañado de un perro, él los vio y empezó a temblar de miedo, estos fueron a hacerle travesura a su casa. Al otro día su cocina estaba destruida, lloró de coraje, llegó el agente municipal y le dijo “ Timoteo andabas tomado anoche mira cómo dejaste tu casa”, “no fui yo, fue un caballo y un perro”, contestó Timoteo, el agente municipal soltó la carcajada y preguntó “ ¿qué andas metiéndote?”, “nada, señor agente, mi esposa también lo vio”, dijo Timoteo ya desesperado, su esposa contó la misma historia; a la siguiente semana vieron nuevamente al caballo y al perro pero esta vez se metieron a la tienda de Conasupo e hicieron mucho daño. El domingo después de la misa se fueron a tirar agua bendita a casi todas las casas para que estos animales no se acercaran, a dos meses de todos los incidentes fueron a tirar la puerta de la estación del ferrocarril, el agente citó a una reunión y Timoteo relató que había callado por temor, porque la gente iba a hablar que andaba tomado, que era mentiroso, nadie iba a creer tal historia, todos creyeron la historia. En la noche los hombres orinaban sus machetes y cinturones, escuchaban ruidos y salían porque se silbaban para estar prevenidos, y no aparecían estos animales. En la tarde reciben un telegrama que pronto iba a llegar una máquina para hacer el camino de terracería que comunicaría a la pesquería, así fueron a esperar a las máquinas e iniciaron a tirar árboles, el trabajo avanzaba bien rápido. Cuando llegaron a la mitad de la montaña las rocas parecían muy sólidas, difíciles de romper, los martillos se quebraban, perforaban y dinamitaban, ni así se quebraban, Timoteo comentó
que había que ir a traer al padrecito para que hiciera una oración ya que la montaña era ocupada por los brujos por las noches, hacen sus rituales, él los vio ahí; llegó el padre y antes de echar el agua bendita se quiebra la botella, todos se persignaron y empezaron a caminar, escuchaban ruidos muy fuertes y no había nadie, se hincaron y comenzaron a realizar oraciones y cantos; en la noche, la gente de comunidad se quedó a cuidar las máquinas, de repente aparece el caballo y el perro, y empiezan a correr y ellos se escondían entre piedras, árboles y las maquinas, muchas maquinas sufrieron muchos desperfectos. En la mañana llegó toda la gente y planearon qué iban a hacer, fueron al pueblo por muchos litros de agua bendita, compraron sus rosarios, afilaron sus machetes, los orinaron y así estuvieron velándolos por varias semanas; días después en la isla estaban las luces, se subieron a sus cayucos en la madrugada, estaban alrededor de una fogata el caballo y el perro, bien dormidos debido a que cruzaron nadando, rodearon toda la isla y les aventaron agua bendita y a estos se les caía la piel, ya estaba por amanecer cuando pedían clemencia, “perdón por todos los males que hemos causado”, y pidieron que les dieran la oportunidad de vivir como humanos, que se iban a transformar en personas; antes los ojos de todos se volvieron humanos, no lo podían creer que eran sus conocidos, que en cada actividad se hacían del enfermo para no poder estar con ellos, porque todos las noches el resto de sus vidas tendrían que convertirse en nahuales, pero se comprometieron a no hacerle daño a nadie, que se iban a ir de la pesquería y no iban a volver jamás; y sí cumplieron su palabra porque hasta hoy en día no han regresado las luces y menos a estos animales se les ve por las noches en las calles o en la montaña.
Ilustración: José Domingo Flores Saldaña 75
Título: Rural Autor: Daniel Sdack Técnica: Mixta Medida: 40x30 cm Año: 2020 Lugar: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
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Batchué Oh Diosa madre de la vida, que desde Iguaque surgiera con refulgente divinidad entre las aguas cristalinas, profundas y frías y de cuyas entrañas se gestó la humanidad. De cuerpo robusto, torneado y cobrizo prominente y fértil en toda su extensión; ojos brillantes, figura esbelta, pelo largo y cenizo y un aura dorada, que recubre su dimensión. Ha venido desde el seno de la tierra misma para fecundarla con su sabia materna, vino como encargo de los dioses universales para quedarse y hacerse eterna. Aquel niño que en brazos trajera al bullir el lago, adornado de flores frescas; en hombre se convirtió tras años de espera, para ser su pareja y poblar la superficie entera. Dejando como enseñanza, digno cuidado y cultivo de la tierra, los seres y su esencia, los valores de un mundo vivo del amor a la inmensidad, su divina presencia. Cumplida su misión en remotos tiempos, bajo el resplandor de la repleta luna; la naturaleza sierpe de sus cuerpos se fue perdiendo entre la laguna. Aún hoy, en aquellas aguas de apacible faz, vigilando con su pupila penetrante, vertical; aquellos seres de reptil figura, circundan en paz, evocando la magia de nuestra memoria ancestral.
Juan Pablo Díaz (Nathair) Escrito, psicólogo, budista e investigador.
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La desmemoria Examinar la memoria supone irremediablemente un encuentro con los recuerdos, los mismos que se descubren tras estas fotografías despojadas de su anterior vida aunque, tal vez, sólo en apariencia. La acción de recuperar – objetos condenados al olvido y a la desaparición - convive con un intento de valoración que me permitirá dotarlos del prestigio perdido, reubicándolos, devolviéndoles un nuevo lugar. Este hecho de recuperar-valorar me lleva a la memoria personal que todos poseemos y que constituye lo que somos, actuando como hilo conductor, como eje central de la creación. La necesidad de trabajar a partir de fotografías encontradas, analógicas y en blanco y negro, viene de mi infancia, cuando mi abuela y yo abríamos su único álbum de fotos y ella me contaba historias, saltando de una imagen a otra, de un momento vital a otro, uniéndonos aún más, valorando y disfrutando de esos momentos. Ella ya no está pero continuo su legado contando nuevas historias. Algunas de las fotografías incluidas en este proyecto son de dicho álbum. Este proyecto está compuesto por pequeños y sencillos poemas visuales que parten de fotografías encontradas, recortadas, recosidas… En cada obra, en cada fotografía, los personajes que las habitan han perdido su memoria, han cedido a mi juego de nuevos significantes, pequeño archivo de recuento de memorias inventadas y, ahora, hablan de tiempo detenido, de pasado hecho presente y sobre todo de soledad. Con el presente proyecto, continuo poniendo de manifiesto la importancia que tienen para mí conceptos como la memoria, el tiempo y su huella, así como lo olvidado y lo encontrado, la reconstrucción y el texto en cada obra.
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Lola Marín | Murcia, Epaña
Artista visual e investigadora en artes. “Mi preocupación e interés creativo se centra en la memoria como hilo conductor de tiempo detenido, de pasado hecho presente y, sobre todo, de soledad. Con los años, el campo de acción se vio ampli objetuado y descontextualizado, mostrando especial interés por los volúmenes anatómicos, los entramados venosos, la investigadora remarco la importancia del arte como medio para la transformación social. La creación como acto de resis 80
r, como eje principal de la creaciĂłn. En el paso del tiempo y en su huella. En el Yo y el Otro. Un juego de nuevos significantes, iado, pasando del objeto al dibujo y a la pintura. Y del objeto al cuerpo, aunque sin abandonar el primero. Cuerpo fragmentado, piel y el mĂşsculo. Actualmente mis referentes creativos siguen creciendo, unidos siempre a la memoria. En mi faceta de stencia y supervivencia ante la vidaâ&#x20AC;?. 81
Multimedios
General Mendóza Osvaldo Martínez Cali-Colombia
El río de la memoria | Casa Arte: Daniel Baena D, Sara Quintero Vargas, Paola Aristizaba, Juan Fernando Muñoz Altavista, Medellín, Colombia
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Cien palomas volando Pepa Paiva Chile
El zorro y el ratón Julissa Camacho Cuzco, Perú
Con el apoyo de la radio comunitaria GUENDALIZAA en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, México
Es en
Heine Jorge Esp Tomé, R Biob
Orfa Orfe Alejandro Bu Pereira, C
spera las publicaciones de los videos y audios que nos compartieron para esta edición, n www.cielosur.org y en la página de facebook, instagram y twitter. Próximamente en el podcast estaremos entrevistando a las personas que participaron. Muchas gracias.
e Mix Toro pinoza Lagos Región del bio, Chile
ea Libre uitrago Arias Colombia
Sabiduría ancestral y el tejido andino Yovana Chuquichampi Huanca Pitumarca, Provincia de Canchis y Departamento Cusco - Perú.
La maestra ociosa Romelia Palacios Colombia
Elegía Oscar Martínez Molina Yajalón, Chiapas, México
Podcast Cielo Sur Agosto-Octubre 2020
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Lo s s u e ño s d e l a m e m o r i a Los recuerdos el tesoro más valioso la historia, el legado y la memoria la foto en aquel marco lujoso de la dulce señora Victoria Sus ojos verdes esmeralda se inundaban y en su memoria sus anhelos atesoraba al posar su mirada en la foto que abrazaba sus labios rojos rubí una sonrisa formaban Una foto de su gran amor era lo que quedaba el del retrato de un joven apuesto sin color alto, sonrisa encantadora, mirada que paralizaba el recuerdo de aquel viejo corazón, su nombre, Víctor Eran las cinco de la tarde, el tiempo más bello del día un vestido blanco y la mirada de una joven ilusionada la iglesia ya estaba lista y un gran día hermoso sería se fue la luz de sus ojos, al ver al horizonte y no ver nada El amor de su vida, Víctor, en aquella iglesia no estaba al escuchar aquella noticia, su corazón se destrozó y al ver aquel cuerpo vacío, el blanco se tornó en negro nublado quedó el recuerdo de aquella que sería su boda Su mirada vacía, atesorando el anhelo de ver a su amado el tiempo pasó y esos ojos verde esmeralda no cambiaron el marco de su mirada, una piel arrugada, y un sueño creado estar algún día por la eternidad con aquel hombre a su lado La última gota de lágrima fue derramada el último suspiro dedicado a su amado cumplido quedó el sueño que anhelaba y al abrir sus ojos, él estaba a su lado
Vanessa Chinolla | Casas Grandes, Chihuahua, México Estudiante de bachillerato
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Re c u e r do s d e l o l v i d o No se cuentan las historias sin balas atravesadas en la columna vertebral de aquel país que vio morir a millones en los pastos verdes, y la tierra café que se pintó de rojo carmesí Este país con un presente que carece de recuerdos con acciones que han olvidado el olor putrefacto que se penetra en el viento que viene del pasado Los recuerdos ya no cuelgan en aquellas tablas del rancho y por las ventanas se ve que los pájaros siguen cantando y las abuela siguen tejiendo sin importar que la costura está rota.
Santiago Marin Robles | Bogotá D.C Estudiante de educación bilingüe español-inglés
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El c o n s e j o d e l a abue la Sabiduría
¡Hija, ten cuidado! Pues tu pecho se ha ido enfriando Has ido entrando en la frustración Silenciosamente, el miedo de ti se está apoderando ¡Si! La energía está muy densa y nos arrasa Mas, mantente vibrando alto Reconoce la tristeza, llórala, cántala Deja salir el enojo, grítalo, dánzalo Solo tú tienes el poder de cambiar las cosas Eres luz, eres amor, eres fuego que no se agota Regresa el calor a tu pecho, tu corazón debe estar caliente Detente por un momento Toma cacao Quema canela Prende tabaco Escúchate, siéntete
Raquel Idalia Torres del Hoyo | Linares, Nuevo León, México “Soy mujer medicina, esposa y madre de 3 retoños, licenciada en Relaciones Internacionales por profesión y escritora por gusto y convicción” Se dedico a trabajar con las enseñanzas Mayas Toltecas, de ahí su nombre de Mujer Serpiente Quetzal, “ Yo solo siembro la semilla, es tu responsabilidad hacerla florecer”
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El Es p a r t a n o Cubierto de un rompevientos pero no lo cubría de los años. Tez sensata, turbia y ambigua, en cada ojera denotaba una derrota y en cada pelo blanco que pintaba su cabeza: la victoria de la vida, bajo un sombrero de paja, eran arropadas sus caídas y el plácido dolor de pelear con el tiempo. Los inviernos le pegaron, cargaba una tos cansada de filosofar, ya sólo hablaba por cortesía, diestro en el mar de sabiduría. El cansancio ya es un enemigo, lo atacaba constantemente y él, un guerrero nato, duro de raíz, como los de su época, como los que ya no hay, se defendía, atrincherado en su asiento.
Pedro Darynel | Acayucan, Veracruz, México
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Inte riore s Ha i k ú
Un viejo vuela, el fuego es lento y triste, desgrana su alma.
En l a c u m b r e d e l a s p a l m a s El cuerpo se deteriora y el corazón dictamina. Si el umbral de mi conciencia sigue rejuveneciendo no importan esos destellos de imaginación ya que he anclado la realidad sin experiencia, dentro de las memorias de mi nostalgia sabré que mi mente podría estar en mi pecho y el corazón en la cabeza, que las famélicas manos han dejado de menearse en este ignoto universo para poder acostumbrarme a sostener un hogar. ¡Oh familia que en nuestras palmas dejaron de cesar!
Sobre la briza Escatimó ver el final Todo cambia y nada es efímero alude el tiempo es cuestión de segundos para una revolución. Como el yugo de conciencia que te muestra el anticuado pensamiento de mi linaje que hoy se observa como atildados Esos pequeños inmiscuidos dentro de los huesos del hombre, no permanece la ausencia en la mañana.
Eduardo Tovar Herrera | Saltillo, Coahuila, México Ha publicado en la revista “EL Pozo”, en el periódico “7 de junio”. Seleccionado en el VI concurso de “Erotismo poético” de la página Diversidad literaria. 88
No s t a l g i a La nostalgia invadió mi memoria, invitando a mi corazón, a dar un paseo hoy. El crujir de las hojas secas al pisarlas, se mezcla con el ruido de la corriente, del viejo arroyo. Sonrió al recordar la algarabía que formaba de chico al jugar en sus aguas, golpeando las rocas. Mojado de pies a cabeza, era emocionante ver a mi madre, detrás de mí. con rejo en mano correteándome. Tiempos inocentes. Ese olor inolvidable a tierra mojada, me atrapa. Espejismos nublados en mis ojos, creo ver el diminuto cristal del roció, era hermoso ver como arropaba la pradera. Él viento, por aquellas épocas nos traía olores a leña seca, a café molido; Extraño la menta fresca. Suspira mi alma. Aromas de ensoñación, mezcla de sensaciones, siento el frio de la madrugada, el tibio calor de la cobija de lana. Así eran aquellas mañanas, ahora lejanas. Sentimientos encontrados, palpita mi corazón más de lo normal. Solo recuerdos. Añoró escuchar un canto de ruiseñores y turpiales. Recuerdo aquella vez, que di mi primer beso, bajo la sombra de un almendro. Temblaban mis labios, el corazón, quiso estallar. ¡Oh tiempos efímeros! Él sol, emanaba sus tibios rayos dorados. él gallo de vistosos colores, cantaba al clarear el día, las gallinas cacareaban, al poner sus huevos. Así se levantaban, los hijos de las estrellas. Una estufa de barro consumiendo los leños, el sonar de las ollas, sonata ruidosa, poco apreciada. Silencio nostálgico, bello pasado. El vuelo de mi mente, sigue divagando a través del tiempo, las calles en piedra, el relinchar de las mulas, los caballos halando las carretas en el camino de herradura. Se esparcían olores a tabaco, caña, jazmines y clavel. El sudor bañaba nuestras ropas debido a las labores del campo, acompañados por chicha y guarapo. Manos aguerridas y callosas, dejaron huellas profundas En un tiempo olvidado. Todo eso nos acompañaba en nuestro diario vivir. Creo tener alas y alzó el vuelo ¡Oh alma déjame soñar! Martha Janet Torres Amortegui | Villavicencio, Meta, Colombia. Nacida en los llanos de Colombia. Madre de cuatro hijas y abuela de tres nietos. Escritora de corazón y en formación. Trabaja en nivelaciones energéticas, estudia narrativa creativa y un diplomado en PNL. 89
Hi e r b a s p a r a s a n a r
Quita espanto El espanto, es un mal para el alma, un dolor que sólo tu entiendes. El cuerpo lo siente y mientras no lo trates, estará ahí y carcome por dentro el alma. Remoja ruda, chile, chanté, epazote y albahaca. Corta unas flores y sumérgelas en agua. Agrégale trago, un litro es suficiente para limpiar profundamente. A media noche o media mañana, baña tu cuerpo con jícaras de esta agua. El olor a hierbas cubre tu cuerpo y como arte de magia, gota a gota te quitará el espanto que hirió tu alma
Perdí el olfato Temo por mí, por los míos, por el alba. Una sensación extraña. Perdí el olfato una madrugada. Estaba sola, en un cuarto de una casa extraña. ¡Por qué no huelo nada¡ Corrí al baño y busqué el jabón, ese que tanto me encanta. Mi mente estaba angustiada. Perdí la calma. Mi olfato ya no funcionaba. Buscaba hierbas con aromas fuertes, distinguir olores era lo que deseaba. Aprendí a oler de nuevo, con orégano, epazote, canela, pimienta, chile, romero, ruda y árnica. Las froté con las manos, activé sus aromas, y al pasar el tiempo reviví mi olfato con ayuda de las plantas.
Baño de flores Siento en el corazón una puñalada. Ese dolor que deja un abandono. Mares de lagrimas me inundan. Nadie me entiende, es el mal del alma rota. No hay médico que lo cure, no hay medicina que lo calme. Corría para olvidar, quería irme y no volver más. Me salvaron las flores, esas que saben como sanar de amores. La flor de mayo, las buganvilias y las rosas, desbrozadas se hicieron una y me rearmaron de nuevo. Sumergí mi cuerpo en agua de flores. Me lo dijo la abuela, juntar la luna, el mar y el tinte de flores son remedios para el alma y el mal de corazones.
Ivett Peña Azcona | San Pedro Comitancillo, Oaxaca, México. Mujer indígena zapoteca y afrodescendiente. Agroecóloga, creativa, amante del arte y la naturaleza. 90
Luz. luz que guió mi caminar. Ella me enseñó el amor por la tierra, el respeto hacia el agua y los recursos, el valor de los animales y las plantas. Abuelita Luz, no dejes de iluminar a la familia y demostrarnos que por más pequeña y frágil que se manifieste ante nosotros la Naturaleza, merece el trato como la gran y bondadosa madre que es.
Carla E. Palacios Morales | CDMX, México. Artista visual: fotógrafa, grabadora y tallerista. Siempre ha tenido interés y pasión por la conservación del patrimonio natural y cultural de México. 91
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Niño avispa Daniela Ariza | Colombia
Hace cuatro meses llegó el niño avispa a mi familia, debido a la situación actual, los juzgados cerraron y los procesos de adopción quedaron en pausa. Él hace parte de la fundación de la cual también hacía parte mi hermano cuando lo adoptamos, fue así como recibimos la llamada en búsqueda de ayuda para recibir a un niñx en hogar de paso. Este pequeño ser humano llegó a alegrarnos la cuarentena y a iluminar nuestros días en esta época confusa y difícil, y a la vez a retarnos de maneras inesperadas y enseñarnos mucho. Me siento agradecida por ese niño que tiene las pestañas más largas que he visto en mi vida, que casualmente se parece a mis hermanos, que le ha tocado aprender a ser independiente a sus cortos dos años, que así muchas cosas eran totalmente nuevas para el en un par de días les perdió el miedo, que se pone un pedacito de tela en la boca para sentir seguridad, que da besos y abrazos todo el día porque si. Nunca pensé que una persona de dos años me pudiera enseñar y marcar tanto. Cada vez se acerca más la fecha de soltarlo y dejarlo ir. Quedan tan solo unos días, ese día que parecía tan lejano ya se aproxima. Comienza la nostalgia y los cuestionamientos. Me pregunto si se acordará de mi y de mi familia, todo el mundo me dice que es muy pequeño para acordarse de algo pero yo insisto en pensar que en su memoria si se quedará el amor que le dimos y los momentos que compartió con nosotros así sea de manera inconsciente. A veces me pongo a imaginar que cuando sea adulto estará caminando por la calle y le llegarán el repentinos y borrosos recuerdos de este tiempo. Cómo también, puede que no sea así y no se acuerde absolutamente de nada, la verdad no se. Lo que si se es que por lo menos en nuestros corazones y memoria siempre se quedará. El día que me enteré de la fecha de su partida mientras dormía le cogía su manito y me preguntaba si esta relación tan cercana podía pasar a ser inexistente e insignificante en un futuro, me preguntaba en que tipo de persona se convertiría y me daba tristeza saber que no podría estar ahí para presenciarlo. Este proyecto habla de identidad y memoria, es una mirada intima a la cuarentena en mi familia, habla sobre ese niño en representación de muchos niñxs en Colombia, ese que me está enseñado a querer de una forma nueva, a querer con una fecha limite, a querer sabiendo que tendré que soltar. 93
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Daniela Ariza | Colombia
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En t r e l a c o s t a y e l Ta c a n á Entre las montañas del Tacaná, y las olas del mar caminé. Escuchando en mi andar los cantos del quetzal, el arrullo de las conchas, el palpitar de mi corazón; encontrando mi ser, encontrando mi identidad. He caminado durante 27 años, tiempo lleno de amor de mi madre Elizabeth, de mi madre Carmen y de mi madre Nelissa. Alimentando mi cuerpo físico con sus toques de amor; amor como el amor que le tengo al maíz, amor como le tengo al cacao, amor como le tengo al timpinchile, amor como le tengo a los quelites que con tan solo agua, calabaza, frijol y algunas tortillas, vida me dan igual que mis madres. Sumergido en mis pensamientos por el mercado de la estación de mi hermoso Tapachula, camino recorriendo mis recuerdos en ese espacio lleno de nostalgia; recuperando mis pasos de la mano de Juan. Entonces recuerdo también los aromas, del mole de iguana para los tamales de mi abuelo, del bolillo recién salido del horno de doña Guadalupe, de la crema y el queso de don Fernando, del chocolate de doña Carmen; recuerdo tanto esas vías del tren que me dan ganas de volver a recorrerlas. He caminado por tantos lugares, he disfrutado de cada aroma para que mi alma capture ese momento de mi vida para mis otras vidas. He caminado tan poco, pero caminado tanto con mi alma, que se despierta a las cinco de la mañana para ir al mercado. Suspirando por ver tanta algarabía entre los frescos quelites, los guajolotes, los tamales y los atoles. He caminado tan poco, pero caminado con mi alma, que cada vez que recorro un mercado, hacia el de la estación, mi alma es llamada. Y así camino: sumergido en los recuerdos y viviendo el presente. De la riqueza dada, de la riqueza en mi vida. De lo que fui, de lo que soy.
Ángel Gabriel López Amores | Tapachula, Chiapas. México. Cocinero y académico de Cocina Chiapaneca. Represéntate de México de la Academia de Letras e Arte de Poesía Gastronómica instituto con sede en Brasil, fundado y dirigido por el Chef Fernando Calderón Boris. Forma parte del equipo Unidos por el Pulmón de América dirigido y fundado por la Chef Maricel Sandra Bazán. Docente en la Universidad de Gastronomía y Artes Culinarias Gourmand.
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Fr i j o l Frijol abrió los ojos y se sobó la frente después de una fuerte caída desde la mesa de cristal. Esa mañana Tita fue a la alacena y agarró la bolsa de frijoles para limpiarlos y ponerlos a cocer. Todos los frijoles estaban tan pasivos, felices y somnolientos, cuando de repente sintieron un fuerte movimiento. —¡Un tsunamiiiiiii! —gritaron varios, y es que todo fue tan rápido que casi todos los frijolitos quedaron inquietos y asustados. No les quedó más que tomarse de sus pequeñas manos porque Tita colocó la bolsa sobre la mesa. Y como estaba abierta, varios frijoles salieron rodando y otros más dando brinquitos. Frijol, que estaba cerca de la abertura de la bolsa, salió tan rápido que rodo muy fuerte y fue a dar al piso. —¿Y ahora? ¡Pero qué golpe me he dado! —dijo Frijol frotando su frente. Abrió los ojos y vio que todos estaban sobre la mesa y pregunto. —¡Hey amigos!, ¿todos bien? —¡Si¡ —respondieron muchos. Negrita, amiga de Frijol, se acercó a la orilla de la mesa. —¡Frijol! ¿Estás bien? —Sí, un poco aturdido, pero bien —contestó Frijol. Negrita iba a gritarle otra vez pero la mano de Tita recogió a todos. Frijol se quedó triste y solo. Demasiado alto, demasiado lejos para regresar, pensó. De repente vio cómo el piso se alejaba de él. —¿Estás perdido? —preguntó Laurita. Y es que Tita, su abuelita, le ha dicho que los frijoles lloran si están en el suelo. —¡Pobrecito, lejos de casa! —dijo Laurita. Ella sabía que si lo regresaba no le vería más, entonces lo puso en su mesa de trabajo, al lado de sus pinturas y pinceles. A la mañana siguiente Laurita tomó a Frijol, lo puso en una pequeña maceta y le dijo: —Aquí estarás seguro—. Frijol abrió sus pequeños ojos y sintió unas gotitas de agua sobre él. Se puso feliz, se sentía seguro y tranquilo aunque extrañaba un poco a sus amigos. Pasaron varios días y Laurita salió al patio para ver a Frijol y ¡sorpresa!, en la maceta había un verde y pequeño brote saludando a la niña. —¡Hola¡ —dijo Laurita sintiéndose satisfecha, pues sabía que muy pronto Frijol tendría mÁs amiguitos y ya no estaría solo. *Cuento breve inspirado en mi madre. Septiembre 10 de 2020. Laura F. Navarro Gallegos | Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México
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Mi cuna, su antigüedad en la historia
Una fotografía es la captura de un momento específico en el tiempo que queda plasmado para la posteridad. Sirve como una marca en el incesante transitar de la vida humana. Es una herramienta que ayuda a generar recuerdos, vivencias y elementos que siempre estarán presentes para todas las generaciones y su importancia radica en la apreciación y en el entendimiento de lo que se quiere contar mediante esta imagen que queda plasmada. Este proyecto lo que busca es el mostrar parte de la antigüedad de un lugar que ha escrito su historia en la eternidad y en la importancia de un país; y que sin duda es un símbolo de una región, de un espacio y de un entorno y de una identidad especial al ser humano. Lo que busco con esta serie fotográfica es el mostrar a todas las personas parte del lugar que me vio nacer, crecer, irme y regresar... lugar del que estoy muy feliz y orgulloso de pertenecer, hablo de la ciudad de Perote, Veracruz, México, parte fundamental de la historia mexicana y veracruzana formando parte del camino real así llamado antiguamente entre Veracruz y la ciudad de México.
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En estas fotografías se plasma una gran historia y un emblema que para la ciudad de Perote y para el país son estructuras, lugares vivientes que aún siguen vigentes y son el rastro de lo que una vez fue un lugar, estoy hablando de la belleza arquitectónica de la Fortaleza de San Carlos en Perote, Ver. Cuna del heróico colegio militar y lugar de descanso del primer presidente de México Guadalupe Victoria y también de sus alrededores mostrando construcciones antiguas paisajes y su eco en la historia y en la eternidad. Es una serie de doce imágenes que muestra la estructura de dicha fortaleza y de otras construcciones, de emblemas, decoraciones, paisajes y su desgaste através del tiempo pero que sin duda muestra el cariño y la admiración a su historia, realizada con cámara fotográfica y usando el estilo blanco y negro lo que se busca es que el espectador se maraville con la belleza y valor histórico y que vea en unas cuantas imágenes el cariño que una persona le tiene a su cuna.
Yoshuel Homero Ortiz Rosas | Perote, Veracruz, México. Diseñador Gráfico que explora los elementos del objeto y de figuras tanto humanas y no humanas como medio de comunicación en donde procura plasmar la esencia de las cosas. 101
Ahí v a Ro s i t a Ahí va Rosita con las bolsas del mandado. No ha cambiado nada o quizá es la memoria del amor que me hace verla; como aquella niña que salía de la escuela con las rodillas raspadas, la cara colorada por correr en el recreo y la falda deslavada de tanto heredarse. Cada tarde pasaba a la tienda donde ayudaba a mi madre —que en paz descanse— despachando. Se paraba de puntas frente al mostrador y con una sonrisa pedía algún dulce; a veces merengues, otras veces obleas. Yo, un hombre, el hombre de la casa, como decía mi madre —que en paz descanse—, quedaba sin habla, perdido en una mocosa que seguía usando moños en las trenzas. El tiempo pasó, los moños desaparecieron y dejamos de correr en los recesos. Ambos íbamos en la misma escuela, Rosita en primer año y yo en último. Había pasado la mitad de mi vida en pañales y la otra mitad enamorado de ella. Tenía que invitarla a salir, era el inevitable desenlace de nuestro destino. Así que tomé el valor que me había faltado estos quince años, le pedí que saliera conmigo, y dijo que sí. Sé que debería decirlo con más emoción, poner dramatismo a mis memorias, pero estaba tan asombrado con su respuesta que es un milagro que lo mantenga como un recuerdo y no como un sueño. Esa tarde me bañé y perfumé como nunca, mi madre —que en paz descanse— me observaba de reojo sospechosa. Justo antes de salir de casa, me dijo con una sonrisa para disimular la nostalgia: — Mi niño está creciendo—. Tomó mis manos entre las suyas, acto seguido, besó mi mejilla. Tenía años que no me llamaba “mi niño”, ni siquiera sé si antes lo había hecho, siempre había sido “muchachito”, y apenas pude ir y venir solo de la escuela empecé a ser “el hombre de la casa”. En su defensa, no había tantos hombres en la casa, como para poder elegir a otro, en realidad era su única opción. Podría contar sobre mi primera cita con Rosita, y sobre las posteriores al pasar el tiempo, pero al recordarlas gasto “nuestras memorias”, por ello prefiero abstenerme de relatarlas. Fueron buenos momentos, todos en el pueblo creían que íbamos a sentar cabeza pronto, claro, eran otros tiempos, pero Rosita jamás mencionó indicio alguno, ella quería aventuras, tenía sueños, me sentía pequeño a lado de sus deseos de vivir la vida, y yo, yo la amaba tanto que me contagió esas ganas e hicimos planes. Sobra decir que no se realizaron, ninguno, ni irnos a la capital, ni las aventuras, ni las ganas de vivir la vida. Ya lo dije, eran otros tiempos, otro México, uno 102
que se iba recuperando de todos los azotes desde la Independencia hasta el último levantamiento en armas, ya nadie sabía por qué peleaban, ni en contra de quien. Los caudillos eran cosa de cada día, y así se fue mi Rosita. Un día llegó un campamento al pueblo y para cuando partieron, ya no la encontré por más que busqué. Todos la vieron partir junto a un militar, nadie se atrevió a detenerle, seguro eran tantas sus ganas de irse de este lugar alejado de Dios que no importó con quien fuera. Aparte del corazón roto, era el hazmerreír del pueblo, dejado por aquella mujer que decían siempre había sido muy buena para mí, y para este lugarcito olvidado. Mi madre me insistió en continuar con mis planes e irme a la capital, pero no iba a dejarla sola; para irme también solo. Me quedé como si fuera una fotografía, en el mismo lugar, en la misma tienda y rodeado de la misma gente. Las familias crecieron, tuvieron hijos, yo atendía a todos en la tienda, mi madre murió —que en paz descanse—, yo continué atendiendo a todos. Un día entró una niña con moños en las trenzas, la cara roja y una falda recién comprada, se paró de puntas, mientras pedía una alegría sonriendo. Fue ahí donde sentí el peso de los años, porque me acordé de Rosita, mi corazón se encogió tanto que empecé a llorar, le regalé a la niña la alegría, ya fuera porque me trajo recuerdos o por la vergüenza de ver a un viejo llorar. —Mira, abuela, el señor me regaló una alegría — exclamó la niña a una persona que no alcanzaba a ver. Mi corazón creció todo lo que se había encogido hace un momento y más. Salí a la calle para saber quién era la abuela, pero ya no era Rosita, ni siquiera Rosa, ahora debía ser Doña Rosa o Señora de alguien. Lo supe apenas mirarle, no se había ido por voluntad. De la sonrisa ni rastro quedaba, el cuerpo parecía pesarle cada hueso, el cabello grisáceo estaba trenzado más por costumbre que por afán, de la ropa; un estricto luto, y una mirada melancólica que nunca le conocí. Ay, mi Rosita, habías envejecido de tristeza. Sabía que no me dejarías, las promesas no estaban vacías. Te llevó ese militar porque pudo y porque nadie hizo nada para impedirlo, pero es que eran otros tiempos, otro México. No te he dejado de amar, quizá la nuestra hubiera sido la más bella historia de amor, pero te arrebataron de mi lado, y sobre todo ese viejo militar te arrebató tus años, tus ganas de irte de aquí, de vivir. Ahora que volviste, puedo verte cuando vas al mandado. Cynthia Sotelo Yerena | Ciudad de México “Soy un ratón de biblioteca que ahora quiere escribir”
El g r i l l o y l a p a l o m a
Ayer se encontró un grillo con una paloma y fue allá sobre el campo detrás de una loma; el grillito estaba cantando, cuando la paloma llegó volando. El grillo se detuvo para decirle a la paloma -Yo creo que tú no cantas ni de broma. –si sé y lo hago cuando ando de viajera, no sólo cuando comienza la primavera, o para ver si hay quien me quiera y quien quita y su amor me diera.- Contestó la paloma al grillo. -Yo creo que tú no sabes nada, por eso es que tu mente vaga. ¡Grillo escucha de lo que hablo, y deja la lucha para el diablo! Cuando cambian las estaciones, son siempre al ritmo de las pasiones, tengo que emigrar de zona, porque a fin de año es lo que funciona, yo viajo por bonitos lugares, sobre recintos populares, conozco todos estos sitios de memoria, porque son paso de mi ruta migratoria, deberías saber que mucho he volado, casi hasta sentirme saciado. El grillito asombrado, contestó algo trompicado -¡oiga amigo que maravilla! yo creo que la cosa es más sencilla, si nuestros destinos se cruzaron, fue porque a dar vida no se negaron, y aunque pasó un momento grato, mi destino me llevó a su plato. Después de un breve instante, el grillo continuó hilarante. -Ahora creo que debería servir de alimento, pues de morir nadie sale exento, la naturaleza para eso nos concibió, y ahora la suerte a usted lo premió, dar vida a otro por el momento es mi función, así que siéntase libre de aflicción. Mi pequeño amigo, no sé ni como le digo -dijo la paloma- aunque quisiera devorarle, ahora no pienso cazarle. Entonces el grillo añadió y no cambió- no puedo permitirle esto, por favor no me haga sentir funesto, siga su instinto natural, haga caso omiso al laberinto neural y a la naturaleza no le haga el feo, que da tristeza lo que ahora veo. Gracias mi amigo, por hacer algo que no le obligo -dijo la paloma, que sin dudar se tragó al grillito, y de un
bocado se lo pasó todito, al fin se le había abierto la mente, la vida está en peligro latente, ahora sabía de cierto, que habría de acabar bien muerto. A partir de aquel momento, decidió vivir contento, y se dedicó a ser feliz, viendo la vida con otro matiz. Disfrutando todo lo que veía a su paso, casi hasta que caía el ocaso, algunas noches las pasó en Venecia, por ser lugar que mucho aprecia, pero a París se fue de día, cuando volar ya no quería, y por último se detuvo en Barcelona, ahí al lado de una vieja casona, ya cansada de la aventura, sintió un dolor en la cintura, y quiso dormir un rato y no tomar las cosas con arrebato, pero como parte del destino, a la paloma nadie la previno, pues se le apareció un halcón, allá posado en un balcón. -Amigo aquí estoy para saciarte y sólo ahora puedes fiarte, yo no reniego de esto, pues tiempo tiene que estoy dispuesto- Gritó la paloma, cuando vió que no era broma. -Todos somos parte de esta historia, lo sabe hasta el de modesta memoria, por eso bajo este sol ardiente, yo de una vez te hinco el diente- Así habló el halcón, con uso de razón. Y al final, todo quedo en silencio
Alain Maldonado Morales | Tuxtla Gutiérrez Chiapas. Licenciado en Administración de Empresas en la Universidad Autónoma de Chiapas. 103
Andrés, pide apoyo para casa hogar
señora observa el encabezado de el periódico Si vas a universidad y te llenas de datos, de conocimiento técnico. Y estudias, no sé, Arquitectura, y eres un arquitecto sabrás utilizar la memoria del conocimiento técnico para diseñar una casa. Esa es la memoria “factual”. Hay también una memoria psicológica. Si alguien ha dicho algo sobre ti, agradable o desagradable, y lo retienes; y cuando vuelves a encontrarte con esa persona, lo haces con aquel recuerdo, con el recuerdo de lo que ha dicho de ti, sea bueno o desagradable para ti. Por consiguiente, parece que existen dos facetas de la memoria: la psicológica y la “factual”. Me parece que siempre están relacionadas entre sí, y por lo tanto no se distinguen claramente un a de otra, pero también hay otra memoria, la memoria en nuestro rostro, esa que se ve en nuestras arrugas, cada una de ellas es un recuerdo de lo que somos, de lo que fuimos y en ellas se ve hacia donde caminamos, tienen un costo y las tarifas varían, las tarifas las cobra la vida y ella es la que determina el ángulo de tu sonrisa , el grado de felicidad, o el grado de dolor en las otras memorias y se ve reflejada en la memoria física en forma de experiencia con un rostro de cansancio. Ese es el costo de nuestra memoria.
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El precio de la memoria
Alejandro, lo regresaron de USA, hace cuatro años
Josefina vende verdolagas
Octavio Sánchez Vázquez | Ciudad de Puebla, México. Fotógrafo documental Interesado en temas sociales, culturales, de identidad y migración.
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No t a s d e l r e c u e r d o Amnesia del recuerdo Esta pandemia ha cambiado nuestra forma de recordar el presente. Cada quien tendrá su lectura de los modos en que la expansión de un virus modificó nuestra manera de ser-estar en el mundo. Cuando esta contingencia pase, sabremos si acaso somos los mismos de siempre o si algo, por más diminuto que aparente ser, nos ha llevado a reencausar nuestra existencia. Así descubriremos lo que este acontecimiento ha dejado o no, en cada uno de nosotros. Medio año Hace medio año que no veo a mis abuelos. Es posible que demore un poco más para volvernos a encontrar. Seguramente trataremos de ponernos al día, con las cosas que nos han pasado en estos meses. Tal vez para ellos no resulte extraño este tiempo de pandemia y de confinamiento, pues viven en un pequeño ejido en la selva de Chiapas donde la vida se realiza entre la casa y la milpa, recorriendo las mismas veredas y riveras que envuelven al ejido. Usualmente cuando voy a visitarlos, me cuentan sus anécdotas de los animales que se aparecen en su camino, como aquellas cotorras que mi abuelo Domingo intentó atrapar, al descubrir que ellas se comían el maíz que él había sembrado. Durante un lapso mantuvo una batalla campal con dichas aves, hasta que un día se mudaron a otros cielos. También suelen contarme sus recuerdos de la infancia, de esa manera, de poco en poco, he conocido las memorias de mi familia. Quizá yo no tenga nada nuevo que decirles. Los caos del mundo no son noticias que se comentan durante el desayuno, mientras nos tomamos el café que mi abuela Antonia seguramente preparará. Es posible que les cuente que no he dejado de escribir y que sus palabras aparecen en mis relatos, porque con el tiempo he aprendido que al tejer mis recuerdos con el de ellos, apelo por un deber de memoria más que del olvido. Espero verlos pronto, abrazarlos y mirarnos como solemos hacerlo, intentando descubrir las arrugas y las canas que seguramente atavían nuestra piel y nuestro rostro. De esa manera hemos aprendido a leer las marcas del cuerpo, porque como dice mi abuela Antonia: “Las marcas corporales revelan muchas de las cosas que nos han tocado vivir”. Manifestación Somos de memoria corta, de olvido constante. Mar La última vez que visité a mis abuelos, les conté que había ido al mar. Traté de describírselos de tal forma que pudieran experimentar aquella sensación de la sal pegada en mi piel, y la tranquilidad que emerge con el solo hecho de ver la inmensidad del azul. Al contarles de aquel viaje, descubrí que mis abuelos nunca fueron a la costa de algún puerto para ver la finitud del océano, y sin embargo, en sus manos nacen mares, olas torrenciales sin fronteras, sin muros que las contengan. Fluyen libres como la brisa, como las nubes.
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Sobre la memoria La memoria, como la define Maurice Halbwachs, es un proceso social de reconstrucción de un pasado vivido y significado por un grupo o sociedad, que se localiza con los marcos del tiempo y el espacio, sostenida por el lenguaje. El recuerdo es un efecto y la impresión de lo vivido que se impregna en la mente, en el corazón, en la piel y en el alma. Todos somos seres de memoria y también de olvido, porque no todo lo que se vive se logra sostener con el tiempo, se desvanece sin dejar evidencias. Tal vez por desinterés, quizá por el desapego de aquellas personas con quienes experimentamos los mismos sucesos pero que ahora, en nuestro presente, ya no están. Fotografía análoga Desde pequeño el deber de memoria fue una práctica en mi familia. Mi padre se compró una cámara análoga para registrar los momentos que para él resultaban importantes. Una vez que terminaba el rollo de 16 disparos iba a revelarlos. Después, nos reuníamos en la sala para ver las fotografías que tomaba. Algunas salían borrosas, otras con la luz sobreexpuesta. Era todo un ritual el de vernos enmarcados en una fotografía de 4x6 pulgadas. Esta práctica fotográfica de mi padre la repitió casi por 15 años, hasta que la cámara se descompuso. Entonces llegó el tiempo de los celulares y la fotografía digital. Todo podía capturarse y verse en ese mismo instante. Eso modificó la magia de capturar los momentos que se consideraban importantes, para fotografiar todo excesivamente, casi sin ningún sentido. Sin embargo, aquellas fotografías de nuestra infancia las vemos de vez en cuando con mucha nostalgia, porque nos recuerda quienes fuimos, y porque el proceso de crear una foto cambió sustancialmente, incluso nuestra convivencia. Epílogo La memoria es el resultado de la suma de todo lo vivido. Existen múltiples formas de reconstruirla: mediante una fotografía, mediante la narración de un recuerdo, con una canción… así como sea posible, entretanto yo seguiré empleando las palabras que conozco.
Delmar Penka |Chiapas, México. Documentalista, ensayista y académico tseltal. Maestro en Comunicación y Política. Doctorante en Ciencias Antropológicas (UAM-I). Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2017-2018), de las Becas Literarias Interfaz (2018), y del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico, PECDA-Chiapas (2019).
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Dignidad y trabajo
Los problemas de empleo para los adultos mayores conllevan a una situación que difícilmente se lleva con dignidad, inconveniente que se agrava con el actual escenario económico y social provocado por la pandemia Covid19. Con esta muestra trato de especular de dónde venimos (hacer memoria) para saber hacia dónde deben dirigirse nuestros esfuerzos para proteger a los miembros más vulnerables de nuestro grupo, para ofrecerles no sólo salud y seguridad, sino también otorgarles su derecho al trabajo y el descanso digno.
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Pequeña serie fotográfica que intenta reflexionar sobre el rol que los adultos mayores se ven empujados a desempeñar en nuestra sociedad por la evidente carencia en los servicios de salud pública y de seguridad social en nuestro país. Nos olvidamos de que en los mayores se encuentra depositada nuestra herencia cultural y hoy más que nunca esta memoria humana se encuentra en peligro de desaparecer. Todas las tomas son digitales y han sido realizadas en México en diferentes momentos entre 2015 a 2020.
Rosalía Aguirre B. | Arandas, Jalisco, México. Como fotógrafo he realizado mi trabajo desde hace 15 años y he participado en diversas exposiciones y publicaciones dentro y fuera de mi entidad, así como mi experiencia en el campo de la docencia del arte, imparto el taller de fotografía que ofrece el ayuntamiento dentro de mi ciudad desde hace 5 años. 109
Il paese La bandera reluce en lo alto del mástil; sola, en medio de la plaza del pueblo. El sol le da de lleno y la hace aún más hermosa. Abajo, a nivel del piso, la directora de la escuela comienza a leer su discurso. Un paso detrás de ella están las autoridades: delegado municipal, cura y comisario. A su frente, medio centenar de alumnos; y, a espaldas de ellos, los padres. Y entre estos últimos, Anita. —Hoy la Patria cumple doscientos años —dice la docente—. Y es nuestro deber… Anita escucha las primeras palabras de la alocución; mira a su hijo —tan chiquito en su guardapolvo blanco—, luego a la bandera brillante. Se emociona y se pierde en el recuerdo del abuelo y su noción de Patria. —¡Nono! —grita Anita—. ¿Qué hacés afuera? ¡Te vas a enfermar! Imaginen la escena: la penumbra que anuncia el próximo día, y que sólo deja entrever las formas de las cosas, el tenue brillo de la escarcha de un crudísimo invierno en la llanura; y el Nono parado en el centro del patio, a medio camino entre la parra deshojada y el gallinero; desnudo, con una botella de grapa Montefiori en la mano derecha, y levantando el puño izquierdo a la luna menguante. —¡Porca miseria! ¡Viva l’anarchia, caraco! —¡Nono! ¡Entrá a la casa! ¡Estás borracho! Y el Nono parece recuperar algo de cordura, entra a la casa y se sienta en su mecedora, a centímetros de la cocina a leña en la que Anita avivó, con unas ramas, el rescoldo del día anterior. Ella lo tapa con una manta que hiciera la abuela María, con cuadrados de lana tejidos al crochet; simulando, como otras veces, que no se da cuenta de la desnudez del viejo. —¿Sabés qué pasa, nietita? Extraño il vecchio paese —la voz se le estrangula y se apaga. En un susurro repite—. Il mio paese… El Nono reclina la cabeza y se duerme. Anita lo mira con ternura, le acaricia el cabello blanco, retira la botella de la mano huesuda y se sonríe. El anciano se estremece levemente. Anita sabe que está soñando con su guerra. Los proyectiles silban sobre el claro desierto del pequeño bosque. Lo que queda del octavo escuadrón está inmovilizado tras una pequeña colina desde hace dos días, oculto a la vista de los austríacos y su artillería. El desastre de Caporetto quedó atrás, y la huída hasta el Piave resulta interminable. Al otro lado del claro está la ayuda. El teniente pide un voluntario para llevarle vituallas a los sitiados, lo que significa cruzar ese espacio despejado con un carro arrastrado por una mula, pretendiendo ser invisible para el enemigo. Un suicidio. Nadie se ofrece. ―Hay franco de servicio para el que se anime ―dice el oficial. Nada―. Hay licencia por un mes ―redobla la apuesta. El riesgo es muy grande y el miedo es sabio―. El valiente que se anime, se va a su casa y se le acaba la guerra―. Ahora sí se alzan varias manos, pero el elegido 110
es el Nono, que aún no cumplió veinte años. Toma la mula por las riendas y, apurándola, arranca el camino. Se hace uno con el suelo vacío. Por supuesto, los austríacos lo ven; pero quizá no entienden el cometido o no lo creen importante y le disparan casi jugando. De milagro, ninguna bala lo toca a él, ni a la mula. Llega donde está el octavo y los salva. El oficial se juega entero y consigue cumplir su promesa. Diez días después, el Nono está en su paese, que ya no es el que dejó no hace tanto tiempo. Todas son ruinas, no quedan hombres, casi todas las mujeres visten de negro y los niños muestran sus costillas y sus estómagos inflados por el hambre. Todo es gris, no hay nada verde. ―Acá no hay futuro para vos ―le dice una prima vieja—. Andate. ―¿Adonde? —pregunta él. ―A fare l’América Pasan ocho meses y el Nono ve las aguas turbias del Plata. Baja en el puerto, con un miedo atroz. Se da cuenta que con los austríacos sabía a qué atenerse, pero, ¿y aquí? La corriente de hombres lo sube a un tren que deja esa ciudad extraña, y atraviesa campos más grandes que el mar. Algún viejo, en horas de modorra por el acompasado traqueteo, le habla de Kropotkin y Bakunin, y el Nono entiende a medias. El tren lo deja, junto a unos pocos, en el pueblo recién fundado, apenas un bote en el océano verde. Y allí la realidad lo golpea: ya no verá nunca más a su Italia. Las balas y los morteros enemigos asustaban, pero acá el silencio desorienta y mata. No hay montañas con picos nevados y castaños en las laderas. El nudo que le impide respirar está más apretado que nunca. Cuando se despierta, sesenta años más tarde, Anita está preparando el mate, amargo y con dos gotitas de grapa, para empezar la mañana. ―Mi nietita… Ella gira la cabeza y, jovial, lo saluda. —¡Hola, papelonero! La vieja Molina debe estar rezando una novena por tu alma, Nono. ―Me nefrega. Mientras vos me quieras… —¿Y a vos qué te parece? El Nono calla un momento. Mira, a través de la ventana, la fría y diáfana mañana en la pampa. Se le hace ver a María tendiendo la ropa recién lavada, a los hijos jugando en el patio. Palpa una vida tan alejada de la guerra, que le parece imposible. Despacio, tomándose un tiempo para elegir las palabras, le pregunta a su nieta: ―Nena ¿vos sabés cuál es mi paese? Daniel Frini Pagliano | Berrotarán, Córdoba, Argentina. Ingeniero de profesión, escritor y artista visual. Profesor en la Escuela de Escritores del Círculo Literario de General San Martín.
Me m o r i a s : B o r d a d o Zo q u e d e Ch i a p a s La historia de mis antepasados engloba muchas facetas, entre la costumbre, la tradición, la vida misma se desenvuelve en una trama que se torna difícil; vienen los cambios, dejamos de ser, perdimos identidad y comenzamos a ser quienes temíamos, en la memoria queda el recuerdo, en las imágenes las formas que fueron, en aquel huipil antiguo yacen los diseños más espectaculares, entre los bordados vemos la fauna y flora de aquel entorno que ha cambiado. Las memorias de aquellos que vivieron aquel tiempo resuenan en mi mente y comienzan a decir “Recuerdo que el huipil antiguo, el Zoque de Tuxtla era de telar de cintura, finamente elaborado, en las bocamangas se bordaban aves como pavitos, florecitas, todo lo que veían las personas, era un trabajo de calidad, que con la evolución, el material cambió, vinieron las hilazas, los hilos, las telas; allí la gente aprendió a bordar en telas como cuadrillé, con otros hilos finos, se modificó la puntada y evolucionó el huipil a una camisa de corte al estilo campesino, se agregó a él el escote que ciñe la camisa tradicional, donde las señoritas usaban la camisa con bordado en fondo negro y las figuritas (iconografía) era ya de color, en tanto las señoras de edad, utilizaban sus camisas con tira bordada en negro y las figuras sin color”. Es inevitable no decir que mi Tuxtla Gutiérrez ha cambiado, ya no ondea la nagüilla de Vichí, ni en la cabeza se porta el antiguo huipil de tapar, el reboso de Santa María es escasamente visto entre los mestizos y afrodescendientes, los bordados de mi región se ven ocultos entre las calles de la ciudad, donde de vez en cuando veo cruzar señoras alegres vendiendo dulces tradicionales como suspiro, gaznate, caballito, turulete, y mientras me regocijo en su atavío, veo que en su pecho desfilan las más bellas aves de su lugar de origen, a veces una guía de rosas de castilla, un pavorreal, una flor grande como el árnica, el gorrión, los gallos, el colibrí, en muchos otros la representación del Santísimo Sacramento, el danzante del Weya Weya, porque la Zoquedad no se delimita entre divisiones políticas, independientemente de si somos de Tuxtla Gutiérrez, San Fernando, Berriozábal, Copainalá, Coapilla, compartimos memorias, costumbres, tradiciones, que nos permiten compartir,
es eso mismo que nos hace “O´de püt”, como se nos nombra “Gente de palabra”. Pero, bueno, siguiendo con las memorias, recuerdo la primera vez que ví un dechado antiguo de Copainalá de 100 años de antigüedad, elaborado sobre una tela que se llamaba género (que actualmente ya no existe), los hilos negros y los dibujos finamente confeccionados para todos los gustos, y luego al voltear mi vista, ver que se han vuelto parte únicamente de un traje folclorizado, traje autóctono que solo se ocupa para eventos sociales, la verdad yo no sé porque dejamos nuestra vestimenta, no comprendo porque no nos sentimos orgullosos e identificados con lo que tenemos, con lo que somos, como Tío Luis y Tío Cirilo maestros tradicionales de Copainalá que visten de manta. Por otro lado recuerdo el día de ese regalo tan grande que me dieron el día de mi cumpleaños, precisamente mi Tío Julio Pimentel, que al regalarme mis primeros hilos de seda fomentó en mí el deseo de bordar finas tiras y rememorar a quienes ya no están, pero lo mejor fue desenvolver el lienzo antiguo con las muestras de mis antepasados, el ver detalle a detalle lo fino de los trabajos que se realizaban, entre ardillas, colibrís picando flor, rosas, flores, todo confeccionado con hilo negro, exaltó de inmediato mi corazón y me hizo pensar el porque tal arte había perdurado hasta mis días, hoy puedo decir que cada patrón bordado lleva mis pensamientos, el de los míos, la esencia de mi madre, el amor propio y el de mi cultura, que espero que mientras que Dios quiera y yo viva, vivan junto conmigo mis tradiciones, mis costumbres y ante todo mi identidad y orgullo por considerarme descendiente de los Zoques.
Alonso Ambrocio Ríos | Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, biólogo de profesión con Maestría en Ciencias en Biodiversidad y Conservación de Ecosistemas Tropicales, actualmente se dedica a la recopilación de los patrones bordados a lo largo de toda la región Zoque de Chiapas, es miembro Honorifico del Patrimonio Cultural de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 111
Javier Segura | Bogotá, Colombia. Profesional en medios audiovisuales de la Universidad Politécnico Grancolombiano, egresado en el 2005. Se desempeña como docente en la Universidad Unilatina Bogotá, como maestro en el area de fotografía desde el 2015. Su trabajo lo ha llevado a exponer en paises como: Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, España y Colombia. 112
Ve
estigios
Este trabajo surge de un proceso de sensibilización y observación de como estamos perdiendo la riqueza de las tradiciones a través de los años, perdiendo los vínculos entre naturaleza, vida, muerte, herencia, vestigios y riqueza que nos transmitían la herencia del hombre con su sabiduría. A través de estas fotografías en blanco y negro, busco representar la simplicidad y la energía con la magia de la luz que deborda en los ojos de cada personaje retratado, y que nos muestran sus historias y enseñanzas de vida, que en estos momentos de incertidumbre se estan apagando por una pandemia que no tiene fin. 113
Gu a z a p o , h i s t o r i a , l a Amable y directo en sus palabras. A simple vista se le percibe un carácter positivo y soñador. Las personas que lo rodean confiesan que sabe ser un buen amigo. Conocidos y personalidades del rock en Tuxtla testifican el temple del personaje. De estatura baja, tez morena y complexión delgada, sin embargo, la figura de Guazapo en la historia se hace respetar por sí sola. Historia e inicios en la música Rafael, Rafita, como le dicen sus amigos de la juventud, se encontraba esa tarde de la entrevista, como en la mayoría de las ocasiones, pensando en medidas y cortes, concentrado y con una singular sonrisa que sus compañeros de trabajo distinguen a lo lejos. Playera manga larga, de jeans y botas tipo obrero visten a un personaje cuya peculiaridad han sido sus ideas plasmadas en su música a lo largo de más de dos décadas. “Soy Rafael Anza Vázquez, nací en Tuxta Gutiérrez Chiapas, tengo 47 años y soy rockanrolero, me apodan el Guazapo”, se presentó con aplomo. Situados ante él, inició la charla en el lugar de su descanso dentro del taller donde labora y ejerce su oficio ya con más de 30 años de experiencia. Una vidriería ubicada al sur oriente de la ciudad de Tuxtla. “Soy vidriero, este oficio lo conozco desde que tengo 11 años, me he dedicado a esto todo el tiempo, es lo que me da de comer, fuera de ser obrero, sigo siendo rockanrolero pero hay mucha raza que me identifica como el vidriero, desde niño tuve que trabajar para vivir, para ser independiente y autosuficiente”, confesó. Tuxtla Gutierrez es una ciudad que se encuentra en pleno crecimiento, su historia en muchos aspectos de la vida social, se continúa constituyendo con los años. El arte y la cultura popular no se han hecho esperar, pues, si hablamos de música, Chiapas ha dado una cantidad importante de compositores, melómanos, maestros y concertistas. Sin embargo, con el paso del tiempo en el mundo se fueron gestando diferentes géneros musicales. En México, el rock llegó en los años cincuentas con interpretes y agrupaciones que trataban de imitar a las bandas inglesas y estadounidenses, pero con el paso de los años aparecieron agrupaciones con una identidad propia y que posteriormente marcarían generaciones de jóvenes, y con esto se generaría un movimiento importante de rock que se prolongó varias décadas hasta finales de los noventas. El estado sureño no estuvo lejos de ese proceso, pues en los años sesentas y setentas aparecieron las primeras bandas de rock, como la “Moi Plastik Band” y “Octopuss”, quienes encabezan la lista de míticas bandas de la escena del rock en Chiapas, para que posteriormente abrieran paso a otras agrupaciones del género, así como subgéneros. Guazapo, creció en el barrio del Niño de Atocha, uno de 114
los barrios más antiguos y populares de la ciudad capital, ahí fue donde vivió su niñez y dio sus primeros pasos como “Chavo banda”. “A los quince años ya sabía que me gustaba el rock, ya escuchaba rock, bandas como AC-DC y es hasta el año 87 donde empiezo a integrarme a un grupo”, nos explica. Así fue que, con la intención de formar un grupo de música punk y sin saber que serían un parteaguas en la escena underground del estado, Guazapo, en compañía de Julio Armando Mora Ramírez, se integró a la agrupación de heavy metal llamada “Diez Diez”, quienes en ese tiempo ya figuraban en la escena local. Posteriormente, en el año del 89, conformaron “Los cerebros podridos y las rosas marchitas”, debido a una fuerte influencia punk en esos años. Fue así, pese a la carencia de equipo por la situación económica, que “Los cerebros podridos y las rosas marchitas” se colocaron como la primera banda de punk, denotando en sus letras una cierta agresión hacia el sistema y lo establecido. Abrir los espacios para el movimiento underground era difícil en ese momento en una ciudad cuyo tinte conservador dominaba en todos los sentidos; fue así que “Los cerebros podridos y las rosas marchitas” se abren camino a través de la identificación con la banda de los barrios y colonias donde existían focos de marginación como pandillas, drogas, alcoholismo y pobreza. Fueron temas como “No hay precio”, “Que poca madre la sociedad” y “La última opción”, los cuales expresaban y exponían temáticas sociales y por lo cual, los seguidores del movimiento punk, lograron identificarse con las letras de la banda desde el año 1989 hasta 1992 cuando se desintegró la agrupación. Aunque por naturaleza histórica las primeras bandas que influenciaron a Guazapo eran extranjeras, con el paso de los años comenzó a seguir a las bandas de rock en español, tanto mexicanas como españolas, como El Tri, Kortatu, entre otras. También en esos años, la situación económica y social en Chiapas en muchos casos era deplorable, tiendas de música, artículos y accesorios del mundo del rock eran inexistentes y no alcanzaba para comprar un vinilo o cassete de exportación, la banda, la raza obrera y los jóvenes clase medieros optaban por escuchar estaciones de radio que transmitían rock, o en el mejor de los casos palpar la realidad de la escena callejera, es decir, acercarse a las tocadas, los conciertos y el movimiento rockero para interactuar con mas personas que seguían el mismo gusto por la música rebelde: El rock. A la par, Guazapo continuó su excursión por los sonidos estridentes como lo es el hardcore con la banda D.E.P (Descanse En Paz), donde también gracias a la identificación de las letras con la banda de las calles y las tocadas, inicio a colaborar con el Consejo Popular Juvenil Fuego Nuevo, una
calle y la e stride ncia organización que ayudaba a rehabilitar a “chavos banda” a través de talleres de oficios, como vidriera, carpintería, música, entre otras actividades laborales. Enseguida, después de explorar un terreno desconocido y nuevo para la cultura urbana en Tuxtla, Guazapo, aún con la inquietud de seguir manifestando las ideas de él y de sus amigos, a partir del año 92 al 95 compartió escenario y tocó con diversas agrupaciones, donde pudo desarrollar y aprender otras habilidades dentro de la música. Fue en el año 95 que en compañía de Fila Domínguez y Julio Armando Mora que formaron Encrucijada, una nueva agrupación de rock latino que meses más tarde los llevaría a realizar una gira por todo el estado y pisar en ese entonces uno de los recintos más prestigiados del rock nacional como “Rockotitlan”, en el antiguo D.F ahora CDMX, así como también grabaron un disco de estudio titulado Sumando ideas para que a principios del año 98 la agrupación se desintegrara y cada integrante continuara su camino musical; sin embargo, con una decisión una unánime, deciden emprender y abrir otro camino más a la escena under de Chiapas: el Ska. La primer banda de Ska en Chiapas Eskamoza fue la primera banda de Ska en Chiapas, cabe mencionar que en la década de los noventas en la ciudad de México se vivía un fuerte apogeo de las bandas pioneras del género, bandas que ahora despuntan de la escena underground, como Panteón Rococo, La tremenda Corte, Salón Victoria, La nana pancha, Sekta Core, Tijuana No, Inspector, por mencionar algunas que comenzaron en esa década; sin embargo, Chiapas también tuvo sus primeros acercamientos al movimiento del ska, pues en el año de 1998 se forma Eskamoza, agrupación conformada por Rafael Anza Vazquez “Guazapo”, Julio Mora, Alejandro “El Loco”, Raúl González “El Simpson”, entre otros. “Realmente Eskamoza fue un grupo característico, con un sonido peculiar en la onda de ska, reggue y punk fusionado... hay una identificación muy plena y hay una apertura hacia un nuevo movimiento, cuando empieza Skamoza, nadie baila Ska, nadie baila el reguee, no hay un boom de eso y empezamos abrir el espacio, eso lo dice la banda: Skamoza es el grupo pionero del Ska en Chiapas con temas originales”, señaló. Así fue que con altas y bajas, Eskamoza cumple su cometido de iniciar una nueva época en la música underground en Chiapas, y durante varios años suenan en diversos espacios de Chiapas y comparten escenarios con bandas nacionales, se convierten en un referente importante del sur de México. Graban dos discos y un demo con temas propios y de igual forma manifestando y siendo portavoces del descontento social. Eskamoza, con el paso
de los años forma parte de un acoplado de bandas mexicanas de punk y Ska donde agrupaciones de todo el país se juntan en un sólo disco el cual les ayudaría a darse a conocer en la escena nacional. Fue hasta el año del 2007, después de un concierto de la banda de rock urbano El Haragán, donde Eskamoza decide dar la última tocada y así despedirse de los seguidores del movimiento en Chiapas. Para ese año ya eran más bandas que se iban abriendo camino, como la Chicatana Ska, La Tambora Lacandona, Juana Rasta, entre otros. Actualmente y luego de darse un descanso de los proyectos musicales desde el 2007, Guazapo apareció en el año 2010 con un nuevo proyecto con canciones propias y “maduro en capacidad creativa”, como menciona él. “Los Hijos del Baúl” es el proyecto en acústico que lanza después de pasar cerca de cuatro años componiendo y reinventándose en la música. Tiempo más tarde, Guazapo presenta el proyecto en el Foro Cultural San Roquer, donde por tres años consecutivos exhibió y afiló su proyecto acústico. Hoy en día Los Hijos del Baúl se preparan para salir de una forma seria y con proyección nacional de la mano de diferentes músicos y un grupo de amigos que ayudan en la logística y los planes de la agrupación. La historia de Guazapo quizá sea como muchas otras: de lucha y perseverancia, sin embargo, cada quien la escribe de manera diferente. Sin duda Guazapo es un referente del rock y de la historia de la música popular urbana de Chiapas y principalmente de Tuxtla. Aunque han aparecido muchos músicos, cada uno guarda una peculiaridad diferente que lo lleva a otros niveles. El rock en Chiapas actualmente se ve cubierto de ciertas poses que tratan de ser similares a grupos ya existentes, pero sin duda la singularidad, el alma y la entrega que le impregnan a una banda y a sus letras supera toda expectativa de los que viven el rock únicamente a través de lo virtual y lejos de la experimentación dura y contundente de la realidad que vivimos.
Gerson Osorio Sosa | Tuxtla Gutierrez Chiapas, México.Comunicólogo de profesión, se ha desempeñado en prensa escrita y televisión. He cubierto la fuente de cultura y política, sin embargo, su pasión y curiosidad por la música lo ha llevado a documentar parte de la historia de rock en Chiapas. 115
“Siempre he preferido fotografiar a personas terriblemente reales en un mundo terriblemente falso ya que siempre me parece extraordinaria la manera en la que viven sus sueños y luchan por conseguirlos a pesar de las dificultades; a pesar del sufrimiento”.
Fernando Zamudio | San Cristóbal de las casas, Chiapas, México. Fotógrafo, colaborador en distintos proyectos artisticos.
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Retratos
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¿Po r qué l l o r a ba t a nt o l a ni e t a de “ La nieta de “El Gubá” tenía tres días de nacida y lloraba todas las noches. Apenas se metía el sol, empezaban sus quejidos y lamentos como si algo la estuviera molestando. Al amanecer se quedaba bien dormida en brazos de su madre, Aspasia. Pero como ésta, era “primeriza” y le daba miedo la responsabilidad de cuidar a una criatura tan “chocosa”, le pidió a su madre doña Chabelita que le ayudara a cuidarla, junto a otras tres mujeres que colaboraban en su caserón. Pero esa anoche la paciencia de Aspasia llegó al límite. Se desenredó el rebozo con el que cargaba a su hija y se la dio a una de las mujeres para acostarse a dormir. —De plano no aguantas nada —dijo Chabela, que entró a la habitación con un quinqué para alumbrarse. —No naciste para criar niños—. —Cálmenla ustedes —rezongó su hija. —¡Ya me tiene harta! —y se tapó hasta la cabeza con sus cobijas. “El Gubá” entró a la pieza sin inmutarse, miró el bulto en la cama y preguntó que si ya habían limpiado con huevo a su nieta. —Ya hicimos todo, don Jacinto, y nada. —Isabel, ¿dónde está mi machete? —Chabelita lo sacó detrás de la puerta y se lo dio. —Voy a vigilar al patio, pa’ mí que ese cabrón anda por acá rondando. Sin decir más, salió del cuarto para sentarse debajo del quicio, por fuera de la puerta, luego sacó un farito y lo encendió con mucha calma. La noche era fresca, sin nubes. La falta de electricidad en el pueblo espesaba lo oscuro y las estrellas podían verse a montones. Además la luna que servía para alumbrarse, estaba llena y redonda como un queso. El único ruido era el chirrido de los grillos y el llanto de la niña adentro del cuarto. El petricor fue envuelto por un apestoso olor a hueso quemado que se esparció por todo el patio. Jacinto, “El Gubá” se encomendó a Dios, arrojó su farito aun encendido hacia una bugambilia sembrada junto al pozo, y esta se movió intempestivamente. Ahí estaba lo que imaginó. Para protegerse de esa fetidez, se tapó boca y nariz con el pañuelo que acostumbraba llevar al cuello. Levantándose del quicio de la puerta, se quedó muy alerta. Un gruñido largo y lento como de un perro al acecho se escuchó entre las ramas. “El Gubá” con aplomo se dirigió hacia él ruido. 118
Las mujeres también percibieron el olor desde adentro y corrieron a asomarse por entre las rendijas de la puerta. Pero al percibir el gruñido se juntaron alarmadas, todas a la luz del mismo quinqué. Estaban seguras que esa noche Jacinto, “El Gubá”, había encontrado la causa del por qué su nieta lloraba tanto. —¡Dios ampare al patrón! —dijo espantada una de ellas. —Shhht —murmuró Chabela. —Cállense, que ahí está— —¿Quién? —preguntó otra. —El hombre que se vuelve perro —respondió casi a regañadientes. —Al que le dicen Nahual—. Vieron después que Jacinto avanzó sigilosamente hacia el matorral de bugambilia. Sus pies se volvieron tan ligeros que parecía flotar por encima del lodo. No en vano le apodaron “El Gubá” porque se movía con la agilidad del vapor que brota de las ollas que tienen agua hirviendo. Antes de empuñar su machete, se escupió y frotó una con otra la palma de sus manos para hacer faena. De la bugambilia ladró violentamente un bulto negro, traía los ojos encendidos y un par de colmillos que se iluminaron fugazmente en la oscuridad. Jacinto quiso verlo de frente y no se movió: El nahual era una especie de canino, pero con el tamaño de un hombre andando a cuatro patas, con el pelaje hirsuto, espeso y duro como las púas de un cerdo; además unas garras listas para encajarse y el hocico lleno de una baba tan espumosa como amarilla. Dicen que hay dos tipos de nahuales: los que cuidan y los que pecan por matar; este era uno de esos. Al ver que el nahual se preparó para atacar, todas las mujeres adentro lanzaron un “¡Jesús María!” de espanto. Menos Aspasia, ella se había quedado dormida. El nahual gruñía y cabeceaba como si tuviera consciencia. No era cualquier fiera; eso Jacinto lo supo cuando sintió la embestida, porque se le arrojó con tal habilidad que lo tiró al suelo. Al caer, el machete se zafó de su mano y rebotó cerca del pozo. A “El Gubá” no le quedó otra cosa más que dar puñetazos limpios a las costillas de su oponente, pensando quizá en sacarle el aire como en las peleas de humanos. Un breve quejido se escuchó, luego el “animal” se lanzó hacia su cuello para morderlo.
“ EL GUB Á? Ambos cayeron sobre el lodo del patio, una mano de Jacinto, apretaba fuertemente el hocico de la bestia y con la otra mano intentaba alcanzar el machete. —¡Cuídate los ojos Jacinto! —grito Chabelita desde adentro, porque decían que la baba de nahual, los podía dejar ciegos. Perdida su única arma, Jacinto reforzó los golpes en las extremidades de la bestia para debilitarlo. En la oscuridad, eran como dos animales de gran tamaño revolcándose por el suelo. Pero arar la tierra, jalar la yunta o levantar vigas en el campo sirvieron de entrenamiento a “El Gubá” para aguantar todo el combate. Duró poco la reyerta pero fue mucho el desgaste. En un arte, el hocico del nahual quedó apuntando al suelo. Jacinto aprovechó ese descuido para rodear el gañote del animal con su brazo, apretándolo fuertemente. Un chillido agudo más parecido al de un gato herido, salió de la bestia y después perdió el aliento. Jacinto asestó un golpe, luego otro más duro y al final, el cuerpo lleno de pelo se retorció agonizante para quedarse quieto entre las gruesas manos de “El Gubá”. No lo pensó dos veces, noqueado o muerto, lo amarró y se lo llevó arrastrando al río. Ahí en la orilla, lo aventó esperando que la corriente se lo llevara de paso. —Uta madre —dijo a las azoradas mujeres que lo vieron regresar con la camisa batida en lodo y su cabello revuelto. —Cómo le apestaba el hocico a ese pinche nahual—. —¡Santo remedio! —dijo una de las mujeres al ver a la niña dormir plácidamente en los brazos de Aspasia, que cuajada en sueño, dormía en la silla mecedora. —Dios nos libre —rezó Chabelita, limpiándole a su esposo el fango de su cara. —Ojala no regrese—. Y es que todas intuían que el sueño de su nieta lo interrumpía aquel “animal”, que aseguraban se aparece siempre que hay recién nacido para llevarse su alma. Aunque hasta esa noche, nadie lo había visto, nadie dudó tampoco que existiera. El nahual, estuvo en el patio de la casa de los Bautista; tangible, apestoso y gruñendo sin que nadie más que el “El Gubá” tuviera el privilegio en conocerlo de frente.
Máximo Maváz | CDMX, México. Actor, director y escritor. Ganador del certamen internacional “Otras latitudes” convocado por la editorial Iaspiss en Atenas, Grecia, con su trabajo: El poder perverso.
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El hambre de los muertos El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. -Julio Ramón Ribeyro
Apenas si quedó algún edificio en pie, alguna casa con techo, algún árbol que no obstruya el camino. Los sobrevivientes organizaron el rescate de los cuerpos bajo los escombros, los hospitales y los centros de salud colapsaron. Nadie estaba preparado para una tragedia de esa magnitud. —La historia utiliza métodos crueles para aleccionar ¿no te parece? —me dijo Camila mientras se ataba el pelo en una cola alta y ajustaba el marco de los anteojos sobre la nariz. Se tomó un momento para suspirar profundo. Luego, continuó despacio, sopesando las palabras. La ciudad era un gran caos donde la muerte se paseaba a sus anchas. En el mercado de la Ciudadela se improvisó un centro de campaña para primeros auxilios y a un costado, sobre el cemento, se depositaban los cadáveres hasta tanto fueran reclamados por alguien. En medio del desconcierto, de la confusión generalizada, una viejita machacaba unos chiles en su pequeño molcajete. Cada tanto, la mujer dejaba el pilón a un lado para agregar algún ingrediente: un trozo de jitomate, un poco de cilantro, etc. Luego reanudaba su labor en silencio, en una completa y profunda abstracción. Uno de los soldados que pasaba con un cuerpo al hombro, se paró al verla. Le dijo, casi a los gritos: —Oiga madre, ¿para qué tanta preparación? ¿Acaso no ve la cantidad de muertos? Sin levantar la vista de sus utensilios, la mujer contestó: —¿Y acaso no van a tener hambre allá? El soldado levantó las cejas como otorgando un consentimiento que nadie pidió. Atrás, una nube de polvo se asentaba lenta, parsimoniosamente. El pilón volvió a rodar sobre la concavidad de la piedra. Otros ruidos y otros gritos llenaron la tarde. Camila interrumpió su relato y nos quedamos mirando el cielo por la ventana. Las palomas se posaban sobre un cartel, las cortinas apenas se movían. Creo que teníamos un poco de miedo del futuro.
*Acerca del terremoto en México 1985
Paulo Neo | Santa Cruz, Argentina. Ha colaborado en diversas revistas y medios de Argentina, Perú, Colombia, España, Venezuela, México, Guatemala, Cuba, España y Estados Unidos. Es autor de los libros “Microficciones Ilustradas”, Editorial Libris (2015, Buenos Aires, Argentina) y “Amor sonámbulo y otros breves”, La Pereza Ediciones (2020, Florida, Estados Unidos). Escribe quincenalmente para la revista Apócrifa Art Magazine.www.pauloneo.com
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Recuerdos Ana Pobo Castañer Teruel, España
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Ox
Francisco Javier | Oxchuc, Chiapa “Hablo y escribo no en su totalidad ideas a través de lo que nos gusta h Creaciones, están situadas en las c 122
xchuc Chiapas
as, México. d la lengua Tseltal, (Bats`il kôp). Formo parte de un grupo de amigos, creado con el fin de expresar libremente nuestras hacer, dibujar. He participado en convocatorias locales de mi pueblo, centrado en concurso del Graffiti. La mayoría de mis calles de mi pueblo, dándole color y diferentes perspectivas a las paredes. 123
La c o m po s ic ió n de l guitarrista El músico se sentó sobre un escaño de metal. Estaba en el parque de Livinio. Reposó su cuerpo delgado allí, por placer. Una vez sosiego, se puso a elevar la conciencia. A solas sintió los silencios. Esto lo rejuvenecía, lo colmaba. De concordia, cerró los ojos para atraer la armonía a su aura. Nada lo perturbaba, ni el vaivén del desconsuelo. De a poco, Ignacio, como así se llamaba este artista, imaginó unos fantasmas de hielo. Los creyó danzando por los tejados. Esta pericia tan inhabitual, le parecía curiosa. A ellos, los vislumbraba vaporosos en medio de la oscuridad. Sobre lo fabuloso, cada uno de estos seres, se divertía de lo lindo. En compañía, iban y venían por entre la atmósfera. Todos en grupo, brincaban con plena libertad. En cuanto al cantor, pudo entreverlos a través de sus espejismos. Ya con el paso del frío volvió a su presente, abrió las vistas. Allí mismo, se supo más lúcido. Delató a los pueblerinos vespertinos, con ansias, quienes no paraban de pulular por los senderos. De modo que él promovió un poco de bondad para ellos, les brindó la sonrisa. Casualmente a una negra de ojos pardos, vestida con sedas, le rumoreó pronto tres de sus versos, radiantes de pájaros susceptibles. Ella, por lo humilde, asintió el piropo y sonrojada se fue yendo hasta su casona. Más adelante del destino, Ignacio influenció la esperanza en esa gente melancólica. De repente, sacó su guitarra de marfil. Parco, la puso sobre su pierna izquierda. Con maestría empezó a afinar las cuerdas. Lo hizo con delicadeza. Fue soltando a la vez sus manos. Las movía con precisión. Según lo acompasado, rasgó una que otra tonada para oír la exactitud de la música. Paulatinamente, vibró en los sonidos que fue ensayando, concertando. Una vez que estuvo preparado, se dispuso a tocar una melodía aguda. Esta nació penetrante por lo perfecto de la partitura. Los arpegios fueron creciendo y transmitiendo emanaciones purpúreas. Entre la calidez de lo inspirado, las muchachas y hombres de los alrededores se emocionaron con esta serenata. Cada nota resurgida, la figuraron como un río estelar. Ellos se hallaron en una satisfacción increíble. Fue tanta que los asistentes más viejos lo circundaron con admiración. Y él, contento en su arte, les siguió 124
ofrendando su resplandor de aquelarre. Sobre lo consecuente, cuando acabó de abrir la velada, resolvió puntear y cantar esta rapsodia tan suya: —Nosotros somos del firmamento. Allá, nadamos en la verdad. En sus aguas azules, nos tendemos para curar las dolencias. Mansamente limpiamos la sangre. Rescatamos el cuerpo natural. La mentalidad a la vez oleamos. Por su mar puro, ascendemos hacia las alturas del nirvana. Nosotros somos sibilantes. Con esfuerzo, superamos las tempestades. De oleaje a espacio, nos trasmutamos en lo sagrado. Suavemente los rostros ablandamos. Nos hacemos piadosos con la experiencia. Más en libertad navegamos. Nosotros somos de la infinidad. Mientras, las madres y los señores, quienes gozaban de su voz, se animaron a alzar las palmas. Cada quien fue aplaudiendo en coro. De providencia, prendieron un jolgorio. Al ímpetu de lo eufórico, se pusieron de pie. Los unos batieron los sombreros en tanto que los otros bambolearon los pañuelos. La mayoría se fraternizaron con emotividad. Según lo rumboso, los fantasmas se dieron cuenta del evento y entonces bajaron hasta donde ellos. Manifestaron sus formas etéreas. De seguido, saludaron a las damas y las convidaron a fantasear y los hombres asediaron a las fantasmas para abrazarse. De este modo, los humanos con los espíritus nocturnos, empezaron a convivir. Y el músico Ignacio, no paró de rasgar la guitarra. Por medio de su pulsión acústica influenció lo desconocido, que fue hacerle sentir lo imposible a su pueblo menesteroso.
Rusvelt Julián Nivia Castellanos (Fedorvelt) | Tolima, Colombia. Comunicador social y periodista / Universidad del Tolima / Colombia.
El q u e n o o y e , tie ne que se ntir Estas palabras no tenían mucho sentido para mi cuando era chico, y con forme fui creciendo, les encontré una serie de propiedades mas místicas que otra cosa, como si tuvieran la magia de poder predecir las cosas, o simplemente hacerte fallar en eso que jurabas que podrías hacer. Cuando era chico y estaba apunto de mandarme una travesura, o alguna aventura de esas que terminan con un raspón en la rodilla como mínimo, mi abuela me miraba y me decía: no deberías hacer eso Kevin, a lo que yo siempre respondía testarudo: yo puedo hacerlo abuelita, déjame. Ese déjame venía seguido de: El que no oye, tiene que sentir; y en su momento, yo no entendía nada, pues como todo niño a veces necesitas tocar el piso y dejarte unas cuantas cicatrices encima; algunas para recordar con cariño, otras para presumir o, por último, para acabar escribiendo una de estas. Lo más curioso es que después de mis múltiples caídas, era ella quien venía a curar esas heridas causadas por la desobediencia y la rebeldía que me caracteriza hasta el día de hoy. Recuerdo que mi abuela siempre llevaba consigo un frasco con alcohol yodado, para cuando su nieto maravilloso se vuelva a cortar o algo. Sin embargo, hoy, ya un hombre de 28 años, con más cicatrices en el alma que en las rodillas; visito a mi abuela con un grito sorpresivo, me pregunta como estoy y me regala esa sonrisa que siempre la ha caracterizado. Hablamos durante horas, y reímos, porque hoy por hoy mi rebeldía y cinismo a veces me llevan a problemas o a fuegos artificiales en la espalda; pero ella siempre esta lista, para ofrecerme su frase, lista para advertir mi caída, y lista por su puesto para recibirme cuando algo pase. El otro día, mientras terminaba de jugar con la navaja negra que me regalo mi padre, me corté la mano; fui donde mi abuela y le dije, por esas casualidades de la vida ¿tendrás alcohol yodado? Me mira siempre preocupada a pesar de mi edad y me dice: ya no se si te cortas por descuidado o por venir a usar mi alcohol yodado. Un poco de ambas le respondo yo. Pero hay algo especial en mi abuela a parte de todo lo que acabo de decir, y tratare de abarcar con palabras algunas de ellas.
Siempre sabe de qué lado saldrá el sol; está atenta a nosotros sus nietos cuando nos pica una araña, cuando tenemos un problema o cuando tenemos el corazón roto. Ella siempre esta ahí, como gota en la piedra, enseñándonos cosas, que por pequeñas que parezcan, repercuten en nuestras vidas diarias. Me encuentro sonriente cada vez que voy a tomar desayuno y corto el pan como ella me enseño para no cortarme. Y es cada pequeña cosa, ya sea en los idiomas que me enseña, ya sea en su terquedad que probablemente heredé, o con su preocupación a veces justificada por mí y los suyos. No quiero dejar pasar estas líneas sin mencionar que es ella quien siempre entiende todo. Ella es mi luna y mis lentes de sol Mi viento en la cara ante los disfraces de la vida Mi corazón en llamas cuando sonríe Mi novicia rebelde Mi dos veces madre y la verdad más grande que tengo delante. Ahora debo agradecer nuestras noches juntos, nuestras películas, las recetas que me enseña, la sabiduría que comparte, sus migas de pan hacia casa, y su olor a maracuyá en verano. Gracias mamá, por enseñarme a estar listo para la vida, por prepararme con alcohol yodado para el alma, y por dejarme siempre en claro, que oírte es la mejor manera de sentir.
Kevin M. Klatt Tapia | San Miguel, Lima Perú Promotor y expositor de arte y cultura, Callao/Lima .
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P e lo v iv o Los proyectos visuales que presento en esta convocatoria hacen alusión a la tradición antigua de cortar y guardar el primer mechón de pelo cuando somos bebés, con el fin de guardar un recuerdo como grandes tesoros y conservarlos para toda vida. En la historia se han buscado diversas formas de ser perpetuos y el cabello humano es un símbolo de ello. Es así que intervengo diversos objetos que traen a la memoria el recuerdo, el tiempo, la infancia, la fe, buscando un espacio físico para ser perpetuos en la eternidad.
Macarena Urbina Rojas | Chile Licenciada en arte, ha participado en exposiciones colectivas en la república de Chile. Su trabajo es una investigación que deja en evidencia el valor y el significado estético del cabello en la historia. “Es así como experimento e intervengo diferentes objetos con el pelo, generando diversas reflexiones a partir del dialogo visual que produce con los objetos intervenidos”. 126
Quize plasmar en 3 pzas, el diablito nuegado que aparte de ser un dulce típico para las ofrendas es también uno de los dizfraces que recuerdo cuando era niña, los veías tanto en el mercado como en el súper salias a pedir dulces y éramos como 15 con el mismo dizfras, la brujita calabaza dulce que es lo principal en nuestros altares y pues el famosísimo disfraz de bruja con su caldero y por último el riquísimo pan de muerto momia que está tan bueno que se come a si mismo, como olvidar cuando tu mamá te enrrollaba en vendas y no podías ni ir al baño perooooo ya estabas con tu disfraz. Están elaborados con una técnica mixta en arcilla de polímero, pasta flexible y masilla epoxica.
Día d e m uertos
Carla Leon Tirado | Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México Estudiante de la licenciatura en Historia por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y miembro de la Asociación de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales de Tabasco. 127
Mijo, vaya al hue r to y t ráiga mamá las cos as para e l des Mi padre era campesino sin tierra así que su oficio era cosechar café, plátano y criar ganado de la cual se sacaba la leche para despachar en tinas al mercado. Cada mes venía un camión con terneros pequeños para engordar y recogía ya los becerros más adultos que llevaban a vender en las ferias. Por supuesto, los ingresos de todas las ventas eran para el patrón, el dueño de la finca. Como parte del pago, mi padre tenía derecho a un pedazo de tierra para cultivos de pan, coger y espacio para una vaca con su ternero. Ese pedacito era nuestro paraíso. Cultivábamos toda clase de plantas, hortalizas, frutas, un corral para las gallinas y una caseta pequeña con dos marranas y un marrano. Cada tarde, después de la escuela, debíamos encargarnos de hacer las labores de recoger el ternero, llevarle comida a la vaca mientras la ordeñaban, lavar la cochera del cerdo y recoger leña en el bosque, porque aún no se usaba gas. Había que madrugar a ordeñar la vaca y llevar comida al gallinero y a los cerdos. Teníamos un patio grande para juegos donde cada tarde llegaban nuestros compañeros de escuela en sus bicicletas y un balón. Las primeras veces debían esperar largos ratos a que nos desocupáramos de los deberes, pero pronto se dieron cuenta que la diversión estaba precisamente allí. Intentar subirse al lomo del ternero como si fuera caballo, o ser correteados por el inmenso gallo de mil colores con cresta colgante cuando entrabamos a recoger los huevos dispersos por todo el gallinero, genera tanta emoción como hacer un gol. Entrar al huerto era toda una aventura, había tanta variedad y abundancia que los primeros días mis amigos decían “una plaza de mercado pero las canastas, son las ramas de los árboles”. Manzanas, limones, aguacate, zapotes, mangos, naranjas, grosella, ciruelos, uvas, maracuyá. Tomates, cebollas, apio, ají, yucas, arracacha, frijoles, arvejas, garbanzos. Yerbabuena, ruda, albahaca, tomillo, orégano, jengibre. Rosas, geranios, azucenas, dalias. Todo en abundancia matizado en rojos, azules, amarillos, verdes, mil colores y aromas. 128
ale a s u s ay uno
En memoria a mi padre fallecido y gratitud a mi madre viva.
Nunca olvidaré la expresión de mis amigos la primera tarde que llegamos con tres carretas llenas de cosecha hasta el corredor de la casa y salió mi madre de la cocina con una bandeja, seis vasos con jugo de guanábana y una canastilla de panderos. “Deben estar muy cansados, cosecharon todo” y detrás, mi padre con cinco canastos, “vamos, llenemos estos canastos, de cada cosa van poniendo en cada uno”, mientras el envolvía los huevos en papel periódico que luego acomodó en ellos. Lo hicimos pensando que era parte de los deberes, pero una vez terminado, él los acomodó en las carretas y mandó traer plátanos verdes y bananos, así como cinco botellas de leche y queso, y ¡oh, sorpresa! “Niños muchas gracias por ayudar a Javier con sus deberes, vayan con cuidado y llevan cada uno un canasto a sus casas. Pueden traer las carretas mañana”. Mis amigos no daban crédito a lo que estaban escuchando. Dieron las gracias y los acompañé de regreso. La fiesta continuaba, comentaron todo el camino sobre la experiencia, las cosas que nos habían ocurrido. La patada del ternero, la caída en la quebrada, Pedro, el hijo del panadero se subió al naranjo y su peso hizo que una rama se desprendiera, mientras Carmen la hija de la costurera cayó en la cochera por coger uno de los marranitos. Augusto era el más pequeño, hijo de un vecino desplazado que vivía en una a orillas de la carretera, comió frutas todo el tiempo y tomó un vaso de leche recién ordeñada. Lucy era hija de doña Flor, la dueña de la tienda en la vereda, llevaba un ramo de flores que recolectó del jardín, y el más grande: Alejandro dueño del balón, iba muy emocionado porque su padre había sido despedido de su trabajo hacía pocos días. Claro que todos quedamos con moretones. ¿Y la ropa? ni pensar, sucia y mojada, pero nada era tema de preocupación, sólo risas. ¡Tiempos aquellos! En los comentarios por supuesto no faltó tema sobre todas las cosas que llevaban para sus casas y la cara de su familia cuando supieran que era un regalo. Al día siguiente sólo era mirar el regreso de las
carretas para saber cuál había sido la reacción de sus padres en las casas cuando llegaron con los canastos llenos. En la de Pedro, un gran pastel de naranjas y una chuspa con parva recién horneada. Carmen traía una bolsa con una hermosa colcha de retazos cocida a mano, Lucy en cambio trajo el canasto con sal, azúcar, bicarbonato, aceite, galletas y dos tarros uno de leche en polvo, el otro con milo. El padre de Alejandro había escuchado a mi papá que le gustaba leer, así que le envió un libro sobre como adiestrar perros, un tema muy fascinante y una cajita con variedad de agujas para tejer. Pero sin demeritar los regalos, el que más emocionó fue el del pequeño Augusto. Desde su casa se veía la nuestra y su padre era pintor así que había dibujado el paisaje de la montaña donde se podía apreciar los corredores de la finca, la huerta e incluso, mi padre recibiendo el café en la torre antes de entrar a la peladora. La amistad y la convivencia pasan por compartir lo que cada uno pueda sin mirar si compensa o no lo entregado. No hay que cambiar de sistema político, tampoco pensar que los tiempos pasados eran más fáciles, sólo hemos dejado de darle valor a la vida, a su esencia; la sonrisa hoy es miedo, la amistad dio paso a la desconfianza. Pero están ahí, sólo es una actitud para recuperarlos, para volver a ser correteados por un gallo en el gallinero.
Javier Arias Londoño | Barrio Belén Las Playas, Medellín; Colombia. “Economista que extraña tanto la parcela que se convirtió en Compostador Urbano. Soy valluno que llegó a Medellín para poder cumplir un sueño: probar que si es posible hacer compostaje en parques públicos, así que instalé veinte con ayuda de la Alcaldía y el Jardín Botánico”. 129
LEVE Y EVE
Adrián Estrada Hernández | Pijijiapan, Chiapas, México Médico de profesión y fotógrafo de afición.
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De Monaguillo a Diablo
David Camero | Venezuela
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Re f l e x i o ne s ÚLTIMO DÍA El día que me fui entendí que no volvería a ver. No es más fácil para el difunto por ser quien se muere, porque después del último día, algunos no podemos creer que seguimos aquí llorando sin lágrimas, queriendo sin movernos, recordando sin seguir viviendo. Al morir alcanzamos el horizonte justo al atardecer para saber a dónde se va el sol. Exhalamos desde adentro para abrir las crisálidas de nuestros pulmones, liberando una parvada de gorriones porque ahora nos toca pisar el cielo a través del vuelo. Lo primero que perdemos al morir no es la vida, es el brillo de nuestros ojos. La mirada se nos seca como dos pabilos apagados, y como polillas, seguimos atraídos a la vida cuando vemos una vela encendida. Aquí siempre es de noche. Nos despertamos con la melancolía y las ganas imposibles de ver otra vez la luz del día. Nadie se acostumbra a estar muerto. Nos da tanto miedo morirnos porque nadie nos enseña cómo hacerlo bien. No sabemos cuál es la mejor manera de decirnos adiós. No sabemos cuáles son esas palabras que puedan bastar durante toda nuestra ausencia para consolar a aquellos que dejamos. Morir no es sólo cerrar los ojos para dormirse aquí y despertarse en Otro Lado. Estamos tan acostumbrados a la vida, que nos asusta perder todo lo que una vez conocimos y siempre extrañaremos. Pero, si tan sólo morirse no fuera la mayor incertidumbre, nadie respetaría a la Muerte ni nadie temería rendir cuentas en el último instante. Todo está en «lo último», y por ello, es lo más recordado: el último padecimiento, la última decepción, la última hambruna, la última angustia, 132
el último abrazo, la última sonrisa, el último encuentro, el último mensaje, el último «te quiero»… «Lo último», es esa herencia que nosotros les dejamos a quienes amamos, y es justamente lo primero que ustedes pensarán de nosotros al recordarnos. Al final, para volvernos aire, entregamos los significados de todo aquello que fuimos en nuestras pertenencias. Y sembramos bajo tierra la presencia para quedarnos vigentes en las anécdotas que ahora contarán de nuestra persona. NUESTRA CASA EN COMÚN Lo feo de morirse es el imprevisto de tener que obedecer a nuestra primera Madre cuando nos llama. Nos sorprendemos porque ni siquiera nos da tiempo de reprocharle nada. Porque ni siquiera para morirse a uno le da tiempo de hacerlo con gusto, con calma. No da tiempo para nada. Ni siquiera para hacer una maleta. —Vamos. No necesitarás mudas de ropa. Anda— nos dice ella. Si hubiera sabido, ahora que conozco todos los secretos del mundo, que la vida no pide demasiado más que disfrutarla, nada más que vivirla, quizá me hubiera detenido más veces durante mi camino. Así no habría ansiado tanto lo que quería y llegó casi en último lugar. Porque cuando obtuve lo que más codicié, quise regresar a donde me había sentido feliz para sentirme realmente satisfecho, pero no hay caminos que lleven de nuevo al pasado. Así fue que la vida terminó por dolerme tanto. Porque el remordimiento es un sentimiento tan pesado que, casi siempre, nos ancla a estos terrenos y nos vuelve fantasmas sin saberlo. Quién sabe cuánto tiempo tuve que esperar para existir.
¿Perdí otra vez mi oportunidad de estar vivo? De camino, mi primera Madre me preguntaba: —Hijo, ¿qué tanto usaste lo que te di para el viaje? Espero que no hayas llegado hasta aquí entero. Sería un desperdicio. Yo te quiero desgastado, resquebrajado, rebosante de anécdotas; de sonrisas, de lágrimas, de paisajes y de cuentos para mí. —No lo sé, Madre. ¿Has visto cómo se ve un día cuando el cielo se cayó de tanto llover, pero después todo es quietud una vez que cesa? Se siente una enorme quietud; una paz que nos vuelve felices, un sentido absoluto de sentirnos pertenecientes como si se estuviera en todos los lugares del mundo a la vez… Morir, es un día lluvioso que terminó. El primer día después de morir, el alma nos huele a rocío porque nosotros somos eso para nuestra primera Madre: tierra mojada y hojarasca de los años que fuimos acumulando. Se nos entierra en un cementerio para regresar aquí desde la tierra, y así, ser cosechados por ella. Porque antes de nacer acordamos la promesa que después olvidamos. Tragamos la semilla que hace crecer a la Muerte, mientras ella sueña con la dicha de estar viva a través de nosotros. Y cuando la semilla germina es que florecemos aquí, en su Jardín de Almas; perfumados de recuerdos y coloreados de amor propio y ajeno. Desde la bóveda celeste nocturna, como estrellas, también otros bajan hasta donde nuestra primera Madre los espera sentada en el alfeizar de su ventana. Regresamos a nuestra casa en común para reunirnos y sentarnos en la Gran Mesa, donde uno por uno familiares, amigos y parientes lejanos van llegando para ocupar su lugar reservado, que con paciencia nos vamos esperando, para volver a comer y reírnos; festejando de nuevo que juntos estamos. Diego Ceballos | San Miguel de Allende, Guanajuato. Lic. en Artes Escénicas de la Universidad de Guanajuato. En 2018, fue becario del Edo de Guanajuato en la 38º Muestra Nal. de Teatro.
El a b u e l o d e Lu l ú Hace muchos años, en una época cuando no existía la internet ni los teléfonos inteligentes. Allá en la sierra madre en el norte de México, Entre las montañas cubiertas de pinos había una casita con muros de piedra, piso y techo de tierra, jardines llenos de flores y una gran nopalera, también había un corral con todo tipo de animales: gallinas, puercos, una vaca, un caballo, un burro además de muchas cabras y borregos. En esa bella casita, vivían los abuelos de Lulú, con sus hijos y sus nietos. Lulú era la nieta consentida del abuelo. Siendo ella una niña hermosa, graciosa, simpática y muy inteligente; su abuelo le permitía que fuese su compañía e iban juntos, a casi todas partes, en las mañanas a apartar las chivas y borregas, el abuelo las arreaba y lulú mientras las contaba del uno al diez una y otra vez, después de dejarlas pastando volvían para desayunar, era muy conocido cuando ya estaba listo el desayuno pues la casita olía a frijoles guisados, tortillas recién hechas y leche de cabra hervida. Algunas veces el abuelo le decía, mi muchachita, hoy nos toca ir temprano por las chivas, tenemos que traer algunas plantas. El abuelo era muy sabio, conocía plantas para remedio de todos los males. Así ya en la ladera del cerro iba diciéndole para que servía cada planta, mija esta es Salvilla, es el té que tu mamá te da cuando te enfermas de la panza, vamos a llevar raíz de la Yerba del Indio, es muy amarga, pero, sirve para juntar la bilis y ésta, es Arnica, vamos a llevar bastante para curar el pie lastimado de tu papá. Subían hasta lo alto la montaña donde estaban unas peñas blancas, ahí crecían unas plantas sin hojas, como unas varas rojas. El abuelo cortó una y la partió, abre la boca le dijo y Lulú sintió un desagradable sabor jajajajaja, _reía el abuelo, al ver las muecas que hacía la niña_. Es Sangregada y con esa no se aflojan los dientes, le dijo. Felices el abuelo y Lulú arreaban de
regreso el atajo de cabras y chivas, mientras el abuelo tarareaba una canción y ella imitaba los saltos y movimientos de una cabrita. Por las tardes Lulú ayudaba a la abuela a regar la rosa de castilla, el duraznero, el romero y el jazmín, en ocasiones la abuela, en silencio rellenaba el colchón del abuelo. A la abuela no le gustaba platicar, siempre estaba callada y a veces llorosa pero, a Lulú le gustaba ver como amarraba basta por basta y formaban figuras. Ya para ponerse el sol, quizá a petición de la abuela, el abuelo la llamaba para que, juntos vieran las nubes y encontrar figuras en ellas, “una borreguita, una naranja, un burrito, ¡una ardilla con su cola! ¿Ya la viste abuelito? si hijita_ le contestó el abuelo mientras dulcemente le sonría-. Mañana habrá viento, mañana lloverá, hay cambio de clima, _le decía el abuelo dependiendo del color del cielo al meterse el sol_ El abuelo era divertido, platicón, dulce y risueño, además de muy conocedor, era un hombre de buen entender y gran corazón. A Lulú le gustaba ver, junto a él, cuando la luna se asomaba y parecía un disco de fuego, roja igual que el sol, aparecía de entre los cerros, y después se volvía blanca. ¿Abuelito, por qué la luna me sigue a todas partes? _preguntaba ella, mientras corría de un lado a otro del patio_, ¡mira ahora esta acá conmigo! Vas a ver que, si me voy contigo también la luna va, _exclamaba la feliz chiquilla-. El abuelo, entonces le decía, ten sosiego criatura, ven siéntate aquí. _Ella lo escuchaba muy atenta mientras él, mesuradamente, le decía_ “la luna no te dejará sola nunca, estará ahí siempre acompañándote, alumbrando el camino por donde vayas. En las noches oscuras de verano, el abuelo le mostraba las estrellas, mira ahí, ¡busca! es una carreta pequeña formada por estrellas, esa es la osa menor, ahora voltea mira allá, busca otra carreta de estrellas, sí, gritaba Lulú, _ mientras daba
giros con los brazos abiertos_, ¡esa es la osota abuelito! Porque está bien grandota. No niña, esa es la osa mayor, corregía, paciente, el abuelo-. Algunas veces hacía que saliera toda la familia para mostrarles, en el cielo, la vía láctea o como él la llamaba “el camino de Santo Santiago” y muy solemne les explicaba ya va a llover, cuando podemos ver ese camino completo, que atraviesa el cielo, es que empezarán las lluvias, era justo como un camino formado con estrellitas pequeñas. Mientras Lulú dormía soñaba como tomada de la mano del abuelo volaba sobre las montañas hasta subir muy alto y sentarse en una nube que, el viento llevaba por todo el cielo, mientras ella y su abuelo reían alegremente y contaban las estrellas. Un día el abuelo enfermó, ni sus manitas dándole masajes ni el té de plantas medicinales lo pudieron curar. Al amanecer la abuela con los ojos llorosos le dijo, mientras la peinaba, tu abuelo, se ha ido, se fue al cielo, ¿cuándo va a regresar?_ preguntó inquieta Lulú_ la abuela la abrazo y Lulú empezó a llorar pero su abuela, limpiando con su mano las lágrimas que rodaban por su carita de manzana le dijo, No llores él nos cuida desde el cielo, tu abuelito es ahora un ángel. Abuelita, mi abuelito ¿Tiene alas y vestido largo? _Preguntó ingenuamente Lulú_. Lulú vivió feliz para siempre buscando el ángel en el cielo, platicando con la luna, admirando la colibrí, persiguiendo mariposas, soñando en jugar con las estrellas y recordando la sabiduría de su abuelo.
Luz María Rubio Nájera | San Fernando, Chiapas, México. Maestra de Educación primaria jubilada que ahora disfruta de escribir, leer, pintar y hacer jardinería. 133
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To Tono Cuando traes el dolor incrustado Cuando crees que el dolor te traerá la calma, Cuando son las lágrimas que te agradecen por dejarlas salir, puesto que, antes, no lo podías permitir. Hermosa tonada que me haces recordarla, hermosa luna detrás de la lluvia. Hermoso recuerdo que aún me haces amarla, claro está su mirada en mi alma. Piensa en mí cuando tengas ganas de llorar, piensa en mí cuando beses, piensa en mí tantas veces, las mismas veces que pienso en ti.
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El modelo quien me apoyó es mi Abuelito, en casa le decimos: to Tono, Viejito, Papá; tiene 89 años, le gusta el campo, salir al parque y platicar con otros abuelitos, antes que sucediera esto se la pasaban horas bromeándose entre ellos platicando sus aventuras recordando sus amores (lo sé porque igual en algunas ocasiones lo acompaño) pero lo que más le gusta es el café y el cigarro. Le fascina leer, ha perdido la vista de su ojo derecho y parte del izquierdo, pero eso no ha sido impedimento para que continúe con sus lecturas matutinas (ahora que no puede salir por la pandemia lee más tiempo). Lo mejor de mi Papá es que tiene la hermosa costumbre que terminando la comida nos cuenta historias, leyendas, mitos, fabulas, pasajes bíblicos pero a su propio estilo, cuenta chistes, adivinanzas, bombas, cantos de su época, en fin es sin lugar a duda una persona excepcional y lo disfrutamos mucho, agradecemos que el ser supremo nos permita tenerlo con nosotros.
Jorge Antonio Morales Galdámez | Ocozocoautla de Espinoza, Chiapas, México.
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Re m i ni s c e nc i a Hoy los recuerdos se muestran vivos en mi mente. Parece que fue ayer que vivía en aquella lujosa casa al occidente de Bogotá. Junto a mis padres y seis hermanos. Jugábamos en la terraza. Nos divertíamos tanto, que parecía que el tiempo no pasaba. Mi madre preparaba las onces típicas de todo bogotano. Chocolate con queso y almojábana. Ja, ja, ja, ja. Si, sé que están pensando que eso parece un desayuno. Pero para nosotros, era la mejor comida de la tarde. Después de tan delicioso manjar, mis hermanos mayores debían continuar con sus obligaciones escolares; mientras que los más pequeños, seguíamos en el patirralo. Como le llamaba mi padre al juego. A eso de las seis de la tarde, todos debíamos entrar. —¡No más sereno, a la casa patos! —decía papá. Nos veíamos obligados, a sentarnos en la alfombra de la sala, a ver la televisión de los grandes. Mi hermana y yo, seguíamos nuestro juego, con las muñecas y la vajilla que nos habían regalado en navidad. Eso sí, nos cuidábamos de no hacer ruido, o nos castigarían. “Años hermosos, que espero no olvidar”. Cuando menos te das cuenta, creces, al igual que tus hermanos. Las obligaciones del colegio se vuelven cada vez más duras. Más responsabilidades se suman con tu edad y el pasar del tiempo. Mientras yo estaba en primaria, algunos de mis hermanos, ya estaban por terminar sus estudios secundarios. Recuerdo con tristeza, el día en que José, mi hermano mayor, salió de casa. Lo amaba mucho. Pero su sueño siempre fue irse a estudiar y vivir en el extranjero. Ese día, todos lo acompañamos al aeropuerto El dorado. Nos quedamos con él, hasta el momento que se desvaneció por aquel túnel, al que llamaban muelle internacional. Su destino lo esperaba. Mi madre no paraba de llorar. Ella siempre tan sobreprotectora. Nos amaba muchísimo. Mi padre la abrazaba y aunque hacía fuerza para no llorar, sus ojos se veían un tanto aguados. Esa tarde, la casa no se sentía igual. Me faltaba oír el “Ranita” como me llamaba comúnmente. Después de un mes, mi madre dispuso que esa sería la habitación, de otro de mis hermanos. El tiempo 138
pasó. Cuando me di cuenta, estaba en secundaria. Todo hasta ese momento fue maravilloso y tranquilo. No faltan los inconvenientes o problemas como en todas las familias, pero, se superaban fácilmente. Hasta que llegó la peor de las tragedias. Esa que nunca se espera. Pero, que algún día tiene que llegar. Siento que aún no era el momento. Mis lágrimas brotan empujadas por ese triste recuerdo. Uno de los dolores más grandes del mundo. Nadie está preparado para ver morir a su madre. Fue muy traumático. Al ser la menor, siempre estaba en casa. Cumplía con mis deberes después del colegio, y colaboraba en todo lo que podía. Esa tarde, recuerdo tanto que, llegué a casa. Abrí el portón, y entré como siempre lo hacía. —¡Hola mamita ya llegué! Todo era silencio. Lo primero que pensé, fue que mi madre había salido a hacer alguna diligencia. Mi padre trabajaba en su almacén de repuestos de vehículo. Y mis hermanos, para ese tiempo, con sus parejas, en la universidad o trabajando. Así que descargué la mochila sobre el sofá y me dirigí a la cocina a buscar algo de comer. Cuando entré, lancé el grito más fuerte y desgarrador de mi vida. Creo que todo el barrio lo escuchó. Mi madre estaba tirada en el piso de la cocina, con el cucharon en la mano. Hice lo que pude en ese momento. Corrí. Tomé el teléfono para llamar a papá. Él llamaría a la ambulancia. Volví donde ella de un salto. Me tiré al suelo y coloqué su cabeza sobre mi regazo. —¡Mamita, mamita! ¿Estás bien? ¿Qué te pasó mami? —le repetía desesperada. Ella abrió sus ojos y me miró. Noté algo en su mirada. La sentía perdida. Como si no supiera que pasaba. Mi padre llegó casi de inmediato. Entró estrepitosamente, dejando la puerta abierta. Al verla, se lanzó de rodillas al suelo y abrazándola, con tanto amor le decía. —¡Gordita que pasó! No me vayas a dejar. ¡Ya viene la ambulancia! Mis lágrimas no paraban. Por un momento mi madre nos miró a ambos con lucidez. Intentaba decir algo. Pero no pudo. Su boca estaba torcida al igual que su mano izquierda. La que yo masajeaba desde el primer momento. De repente, una lagrima rodó por su mejilla derecha y cerró sus ojos. Cuando la ambulancia llegó, era demasiando tarde. Un infarto cerebral se la había llevado. Ese fue el momento,
en que tomé la decisión de estudiar medicina, y especializarme en neurología. José llegó de Estados Unidos, con su esposa e hijo ese mismo día. Nadie en casa pudo conciliar el sueño esa noche. Mi padre y Carlos, uno de mis hermanos, organizaron todo para despedirla. Al día siguiente, estábamos reunidos alrededor del ataúd de nuestra madre. Una imagen que nunca pude olvidar. Como fue su voluntad, la cremamos y sus cenizas fueron esparcidas en una laguna muy cerca de la ciudad, la cual ella adoraba mucho. Los días pasaron y poco a poco tratábamos de volver a nuestras actividades. Mi hermano viajó nuevamente. Yo continúe con mis estudios, y mi padre se quedó unos días mas en casa. Claro, nos poníamos de acuerdo, para no dejarlo solo. El local era atendido por los empleados, bajo la supervisión de Carlos. El tiempo pasó y decidimos vender la casa. Compramos una más pequeña. La otra tenía tantos recuerdos y aunque muchos eran felices, había uno, que nos llenaba de dolor. Nos recordaba tan funesto suceso, era la mejor decisión. Igual ella, siempre estaría en nuestros corazones. Mis hermanos se casaron y tuvieron hijos. Los nietos daban felicidad a mi padre. Carlos se encargó del negocio completamente, dando una mensualidad a papá; lo suficiente, para vivir bien. Siempre había sido el negocio familiar. Era la menor, así que me dediqué a estudiar. Mi hermana Margarita, sus hijos y yo, vivíamos con Papá. Siempre fuimos muy unidos, así nos lo enseñó mamá. Los años pasaron y me gradué. Todos asistieron a la ceremonia, incluso mi madre. Ella iba en el corazón de nosotros y en una foto tamaño postal, que papá llevaba ese día consigo. La celebración no se hizo esperar. Era la última, la niña de la casa en ser profesional. Logré ubicarme laboralmente. Hacer una especialización y volverme neuróloga como lo había dispuesto. Todo estaba marchando bien, hasta que papá enfermó. Estaba viejito, lo amábamos tanto, que todos estábamos pendientes de él. Un día, le di el beso de buenas noches, el me dio su bendición como siempre lo hacía y se durmió. Nunca volvió a despertar. Nos dolió mucho su partida. Pero murió en paz y tranquilo. También lo cremamos y sus cenizas fueron esparcidas en el mismo lugar de nuestra madre, volvían a estar juntos de nuevo. Al mes de su partida, los bienes fueron divididos en partes iguales. Carlos junto con otro hermano nos compraron la parte del negocio. Nunca hubo discusiones o peleas por dinero. Con mi parte de la herencia, compré un apartamento y un carro. Por primera vez en mi vida viviría sola. Mis hermanos estaban al pendiente, me llamaban con frecuencia, y yo
a ellos. Nos visitamos y compartimos muchas veces. De un momento a otro, cupido se acordó de mí. El amor tocó a mi puerta. Había tenido algunos romances, pero ninguno tan importante como Raúl Mejía. Un médico cirujano de la clínica donde trabajaba. Nuestras miradas se cruzaron, y de inmediato supimos que éramos el uno para el otro. Fue tal el amor, que, a los ocho meses de noviazgo, nos casamos y compramos una bella casa. Y con ella, la certeza de un amor eterno. Laura y Simón nuestros amados hijos, llegaron al poco tiempo. Tuve el hogar más maravilloso del mundo, y el hombre más especial sobre la faz de la tierra. Recuerdo los viajes en familia, Cartagena, San Andrés, un tour por Europa, un crucero por el caribe, y la infaltable finca. Los niños crecían. Llegaron a la adolescencia. Una época muy difícil. Luego vino la universidad y fueron a las mejores. No escatimábamos en gastos. Queríamos lo mejor para ellos. Así como mis padres, lo hicieron conmigo y por supuesto con Raúl. Laura terminó y decidió viajar a Inglaterra a realizar su especialización, y allí se quedó. Conoció a un chico y se casó. De vez en cuando nos llamaba. Por otra parte, Simón terminó su carrera e hizo especializaciones y maestrías. Le fue muy bien en la vida. Consiguió un buen cargo que le exigía viajar mucho; y en uno de sus viajes, conoció una chica con la que decidió hacer su vida. Raúl y yo nos quedamos solos. Nuestros hijos nos llamaban de vez en cuando. A veces se les olvidaban las fechas importantes, fechas que nosotros nunca olvidamos. Decidimos trasladarnos a vivir a la finca, por cuestiones de clima; como saben, Bogotá suele tener temporadas mucho más frías que de costumbre. Allí pasamos hermosos años juntos, hasta que Dios, decidió llevarse a mi amor. Raúl murió un día de mayo. Justo para la fiesta de la madre. Un infarto al corazón. Al funeral solo vino Simón. De Laura no habíamos vuelto a tener noticias. Nuevamente, tuve que devolverme para aquel apartamento grande y vacío lleno de recuerdos. Me parecía verlo preparando la cena, jugando con los niños, riendo a carcajadas viendo programas de televisión; compartiendo las pizzas de los domingos, jugando monopolio, en fin… Para ese entonces, mis hermanos habían muerto. Algunos de mis sobrinos
de vez en cuando se acordaban de mí y llamaban. Simón me contrató una dama de compañía. Así la llamaba él. Ella se encargaba de mis medicinas, la alimentación, llevarme a dar una vuelta al parque y los controles médicos. Era quien me marcaba esos números raros internacionales que ya ni veía; pero la mayoría de veces, Laura nunca respondía. Y si lo hacía, siempre estaba de afán. Un día, mi hijo llegó inesperadamente al apartamento. Fue algo que me llenó de mucha emoción, hacía meses que no lo veía. Debía conformarme con oír su voz. La verdad, ese fue un día muy feliz para mí. Aunque me sentía cansada; me puse en pie y lo abracé tan fuerte, que no se imaginan. Lo sentía en mis brazos nuevamente. Después de almorzar, me dijo que debía decirme algo importante. De inmediato, me contó que lo habían trasladado a Canadá y que era la oportunidad de su vida. Para ese entonces ya tenía dos hijos, a los cuales solo había visto algunas veces. Me dijo que no podía llevarme con él, pero que no me preocupara, dejaría todo solucionado para mi bienestar. Así que firmé los papeles que me pidió. Vendió todos los bienes y me internó en este lugar. Decía que aquí estaría bien. No me faltaría nada. Vendrían de vez en cuando a visitarme. Hasta este momento, y después de tantos años, no he vuelto a saber de ellos. Hoy a mis ochenta y cinco años, y viendo desde la ventana de un ancianato, cuento la historia, de una mujer que gozó de una vida hermosa. Llena de momentos felices y tristes. Que vivió el amor más sincero, puro y grande del mundo; pero que corrió con la mala suerte, de tener unos hijos ingratos. Les dimos todo para ser felices, pero nada se de ellos. Tan solo guardo su recuerdo en mi corazón. Y en este álbum, que siempre llevo conmigo… En memoria de aquellas madres y padres que han sido olvidadas por sus hijos.
Fredy Giovanni Delgado Chaves (Gio Sevahc) | Cali-Colombia “Joven Bogotano, administrador logístico, que por cosas del destino conoció a una persona que le hizo amar el mundo de la escritura”. Actualmente escribe cuentos, relatos e historias de suspenso, su género favorito.
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“El final del Camino” Emanuel Galván
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Toda la vida en un mismo lugar Elsa estiró la mano y tomó una lata de tomates. Se dirigió a la línea de cajas con el carrito a medio llenar. Afuera el sol iluminaba las calles y el pasto reverdecía irradiando sus vivos colores como un cuadro de Monet. Las dos personas de delante pasaron sus productos rápidamente y pronto se encontró fuera del supermercado caminando por las calles con sus bolsas colgando a ambos lados de sus fragiles manos. El peso la hacía encorvarse levemente, aunque no hubiera comprado demasiado. Avanzó lentamente por la calle y dobló la esquina. Paso a paso atravesó las cuatro cuadras que separaban el supermercado de su casa. Pasó por la puerta de la intendencia, muy quieta los sábados salvo por alguna pareja en las escaleras. El camino de los sábados por la mañana. Las veredas casi vacías y algún auto en la calle de vez en cuando, a treinta o cuarenta nomás. Esta mañana había dormido un poco más. Ya eran las once y la ciudad abandonaba su desértico esplendor para mostrar en sus calles algun que otro peatón. Una familia compuesta por una pareja con un bebé y un perro avanzaban lentamente. En la plaza unos chicos jugaban a la pelota. Música en algún primer piso mezclada con las campanas de la iglesia que sonaban dando las once en punto. Se detuvo una vez en la esquina, faltando media cuadra para llegar a la casa para descansar los brazos y esperar el semáforo. Cuando tuvo el paso, cruzó la calle y encaró los últimos metros. Si esa esquina hablara... Elsa nunca sufrió una mudanza. Toda su vida había vivido en el mismo lugar. Nunca sintió lo que es subirse al camión apretada entre el sofá y la heladera y ver como la puertecita de salida va quedando atrás, diciendo tristemente adiós. Nunca vió a su casa desamoblarse al máximo hasta decir ¡que blancas estaban las paredes! O ¡pucha, mirá, era más grande de lo que pensaba!. Nunca sintió el sórdido asombro de despertar y encontrar un nuevo techo, perderse en los espacios, zozobrar ante el mareo de una nueva dimensión, que parece tornarse flexible hasta perder la perspectiva y volverse contra nosotros hasta que de golpe (a veces de a poco) recobramos la conciencia descubriendo ese nuevo lugar. Nunca perdió un muñeco de porcelana ni un libro, y nunca tuvo la mala suerte de que la cómoda se rayara en el viaje o bajando las escaleras o que se le cayera oblicuamente al fletero haciendo añicos una pata contra el piso. Llegó a su casa, abrió la puerta y se quitó los zapatos. Ya en la cocina ordenó la comida en la despensa y en la heladera y se lavó las manos. Tuvo algún amor perdido pero más fueron los olvidos. Algún familiar que otro, todos lejanos, de esos que nunca visitaba viajaron al extranjero. Algunos se quedaron. Otros sufrieron exilios. Alguno que otro ligado indirectamente habrá inventado algo o escrito un libro, o rodado una película. Se dirigió a la sala y abrió el ventanal del balcón. Salió y se sentó en la silla. Prendió la radio y se quedó mirando hacia la calle como unos chicos en una plaza jugaban a la pelota.
Emanuel Galván | Buenos Aires, Argentina. Texto publicado en su libro “Ejercicios Para Mantener la Cordura” (2008). 141
Na v i d a d Este ejercicio fotográfico nace del primer contacto que realizamos mi familia y yo, con una prima lejana de mi abuela, quien vive en la Unión, Valle. La navidad del 2017 fue peculiar para nuestra familia, ya que tuvimos la oportunidad de hacer contacto con una mujer que a través de otros familiares se había contactado con nuestra abuela para organizar un reencuentro después de más de 50 años. Según la mujer, su madre era prima de la madre de mi abuela, lo que para resumir, las hacía prácticamente primas en algún grado. Parecía que lo que motivaba el reencuentro, más allá del interés por establecer lazos de comunicación permanentes, era la ilusión de sentir que había más algún lazo familiar perdido en otro lugar del planeta. Sin mucha preparación decidimos embarcarnos en el viaje hacia la Unión, tras la iniciativa de la mujer de hospedarnos en su casa durante la víspera de navidad. El reencuentro no tuvo ni grandes algarabías, ni abrazos excesivos, ni euforia desbordada; se sintió más bien como un regreso postergado de un viejo conocido. Edilma Cabales, la mujer de casi 70 años de edad que nos recibió en su casa las últimas semanas del año 2017, nos contó un poco sobre su historia en La Unión. Su historia personal se relaciona intrínsecamente con el desarrollo del barrio en el que vive. Así como vio crecer a sus 4 hijos, también presenció la llegada y la partida de varias generaciones, la construcción y demolición de varias casas, la violencia que asoló la región y el desarrollo apaciguado de la ciudad. A pesar de las dificultades y limitaciones que vienen con la edad, aún mantiene la misma fortaleza para profesar su fe asistiendo a las misas y procesiones para recibir el nacimiento del niño Jesús, que se ofician con frecuencia en la Ermita, e incluso le alcanzan las fuerzas para aguantar el viaje hasta la Basílica de Nuestro Señor de los Milagros en Buga. Si bien se pensionó hace ya un tiempo y recibe los recursos de sus hijos que viven en el exterior, hace lo posible por abrir ocasionalmente el salón de belleza que adecuó en la sala de su casa para atender a sus vecinos y a sus amigas. Mantiene la charla con sus clientes apelando a las mismas historias que lleva contando por años, ilustradas con inmediatez por las fotografías y los dibujos de sus hijos y nietos, colgados por toda la casa y adornados con laminillas religiosas. Por fortuna, aunque los años hayan afectado su vista, su postura y su andar, aún sobreviven en ella las ganas de seguir conectada con el mundo, de salir a recorrerlo, así sea saliendo a caminar unas cuantas cuadras o viendo lo que sucede en la calle a través de su ventana. Nosotros, en cambio, encontramos todo un mundo nuevo solamente en ella y en su propia casa.
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EIdilma y su hermana en una calle de Guadalajara de Buga
Mateo Isaac Laguna Muñoz | Bogotá Colombia Diseñador industrial de la Universidad Nacional de Colombia. Le interesan los temas de diseño para la salud, Innovación social y sostenibilidad.
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Me a t e r r a q u e m e o l v i d e s Me enloquece perder tus recuerdos. Poco falta para que ésta infame enfermedad, ni repetir quiero su nombre, arrebate lo más inestimable que mi vejez fundamenta, la memoria de todo lo que ha sido mi vida. La miserable ladrona de mentes galopa alocada, ignorando mi resistencia a perder lo que fui, lo que me hizo ser quien soy; mis recuerdos, mí pasado…, todo aquello que he sido. Cuando diagnosticaron lo que me depara el futuro, más que morir me mataron, enloquecía de no saber que sentiría cuando no sintiera nada. Poco a poco, con traidor sigilo se aproxima el momento, lo presiento, esas lagunas de mi mente, titubeos inexplicables, y me pregunto, ¿qué pasará cuando oscurezca mi mente?, ¿qué sentiré en ese instante, cuando esa maldición consiga arrebatarme la última de mis nostalgias? Lo que definió mi vejez, lo que disfrutaron mis sentidos, el recuerdo de lo compartido, y será sin duda lo peor, lo que más duele, no poder decir cuánto te amo, porque hasta eso, habré olvidado. Al apagarse mi cerebro confundiendo mi razón, acabaras conviviendo con una sombra; en eso se habrá convertido quien fue tu compañero. Cuando solo quede un ser sin memoria, necesito que leas y releas esta carta para que mis palabras perduren, iluminando el recuerdo de nuestros amores; de cómo gozamos compartiendo nuestra vida. Necesito retenerte en mis escritos, perderlo todo me rompe. Pero este maldito “Alzheimer” cada vez va minando mi memoria, lenta, imperceptible a cada segundo, inexorable, semana a semana. El recuerdo de toda una vida pierdo poco a poco. Desde que te conocí, tu cuerpo de ensueño, tu alegría, tu seductora inteligencia. Me resisto a olvidar ese primer día, cuando hicimos el amor, y nos convertimos para siempre en uno. No quiero que olvides que 146
estuve loco de amor por ti, porque cuando yo lo olvide, y decírtelo no pueda, mi vivir será la nada. Disfrutando tu compañía, desde que vimos más cercano nuestro final, cuando juntas las mecedoras que acogen nuestras veladas, me das la mano, aun ahora siento el calor que de joven, tu contacto transmitía y conservo en la memoria cada instante de placer que juntos nos hemos dado. No quiero que jamás olvides lo mucho que te amé. Cuando mi presencia sea un bulto de recuerdos privado, quisiera que con esta carta no olvides mi amor; recordarte la vida tan maravillosa que me has dado, para que consolando tu soledad, te alivie el desamparo que sin mí sentirás. Y al llegar la cruel enfermedad, viéndome a tu lado, y la mano me cojas, no sentiré el calor de antaño y quizás sufras, si mirándote no sonrío, porque no recuerde quien eres…, vida mía. No quiero perder tus recuerdos, mi amor. Deseo que cada uno de tus sentidos no me olvide, porque no estando, me tienes. El viaje a ninguna parte presiento cercano; los síntomas no engañan y antes de que el cofre con mis memorias, escondido en algún lugar de mi mente se pierda y huero de ellas, me vaya como hombre y quede como vegetal, recordarte cada minuto, lo que tanto te quise, necesito. La alegría de una vida que íbamos dejando en el camino, nuestros hijos la iban llenando, con sus proyectos los mayores, con sus travesuras los pequeños, con ese olor del recién nacido. Tanta felicidad quiero que no olvides, porque aunque yo no esté, mi cariño, entre estas líneas te dejo. No quiero perder tus recuerdos mi amor, de tanto que te quise. Aquí los cincelo, para que mi espíritu se deslice por estos trazos cada uno de tus días. Y si tú no puedes leerlos, cuando la vista te
deje, que te lean cada día estas notas para que jamás olvides el amor y el cariño que en mi existió, porque mi vida contigo ha sido la felicidad. Junto a un cuerpo de razón vacio, ya sin vida racional, todos evoquen que como te he querido, jamás nadie lo ha hecho. Como te he amado nadie lo pudo hacer y tanto hemos usado el amor que no quiero, vida mía, que lo olvides mientras vivas. No quiero perder tus recuerdos, amor, pero más me aterra que olvides cuanto te quise. Esa última vez que pueda recordar toda la vida de ilusión que junto a ti he tenido, y ese mero hecho, me llena de alegría y consuela mi tristeza cuando tenga que dejarte sola para siempre. No quiero perder tus recuerdos, mi amor, para que nunca olvides que juntos construimos una vida, gozando del amor y que de ese amor dejamos nuestros hijos y la alegría de los nietos. Todos ellos sin la pasión que por ti sentí, no podrían acompañarte cuando estando junto a ti, mi mente no esté contigo. Te ruego mujer, que me recuerdes en sus gestos, en sus palabras y que orgullosa les digas que ese hombre al que demasiado pronto secuestraron los recuerdos, por nuestro amor nacieron, parte de mi son ellos, y los recuerdos de nuestra vida harán que mis sentimientos olvidados nunca mueran…, mientras en vosotros vivan.
Francisco Juan Barata Bausach . Puertollano Ciudad Real, España. Economista jubilado. “No soy escritor, solo estoy aprendiendo a escribir. Soy un tipo ya mayor, con 68 años, que nunca antes había hecho literatura”.
Ch o c o l a t e s y a l m e n d r a s Olorcito a café recién hecho, el sol tenue de otoño, las hojas caídas, sillas al sol, tía hilvanando las lanas que iba a tejer; papa fumando esos cigarros que tanto tiempo saboreaba. Me gustaban esas charlas de café, donde las palabras salían solas. Hablando de los brotes, del picaflor que venía de vez en cuando, de que si el café de Colombia era más gustoso que el de Brasi. Cualquier tema podía ser motivo de discusión entre ellos; a mí, me gustaba escucharlos, por el solo hecho de tenerlos juntos, por la risa que me daba la forma en que entrelazaban las conversaciones, algunas sin sentido, pero siempre a la misma hora, al calor de ese sol, de esos colores cálidos que solo el otoño otorga. Cierro los ojos y aparecen en mi memoria la imagen de esos encuentros en el jardín, café, tabaco, lanas. El pleito terminaba cuando compartían esos chocolates con almendras que tanto les gustaban. En eso si que coincidían. Ahí terminaba la discusión, hasta la tarde siguiente.
Maria Susana Lopez | Bueno Aires, Argentina Nacida en Quilmes, provincia de Buenos Aires, Argentina. Profesora de Ciencias Naturales y Enseñanza Primaria, artista plástica, ceramista, escritora amateur. Participó en varias muestras, exposiciones, concursos literarios y formó parte de varias Antologías y colaboración de Revistas nacionales e internacionales. Actualmente, continúa con la Enseñanza Y la expresión artística. 147
Ma p a s Este trabajo fotográfico en movimiento, resumido en 3 capturas realizadas en Puebla y el pueblito mágico de Cholula (México) a inicios del año 2019, (cuando la pandemia aun no nos cambiaba la vida), nos acerca hacia la memoria visual de l@s ancian@s en su quehacer diario más cotidiano, en el trabajo de la calle, en el espacio público más invisible. Enfocando la significación vital de los gestos, los pasos y las miradas como detalles esenciales para traducir el mundo y las generaciones del tiempo pasado. . Al paso del tiempo, ellos responden con experiencia y esperanza. Es el cuerpo anciano, entonces, un mapa y un territorio de autonomía, dignidad y resistencia. Rosa María Silva Flores | Lima, Perú Investigadora y fotógrafa latinoamericana. Egresada de la E.P de Filosofía en la UNMSM, recorre países de LaTam capturando caminos, rostros y vivencias en países como México, Argentina, Perú y Bolivia. 148
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Bexée La palabra zapoteca bexée, en zapoteco del valle de Oaxaca, se refiere a presencias, fantasmas o apariciones. La necesidad de captar estos seres, proviene de experiencias personales, en las cuales he escuchado y sentido diversas presencias durante la noche, ya que mi casa se ubica en uno de los caminos más viejos de mi comunidad, dejándome una sensación de temor y ansiedad, por lo que me ha interesado saber cómo son sus formas. Recuerdo las historias qué mis abuelos contaban, me hablaban de todo lo que sucedía por las noches. Contaban sobre las apariciones del Diablo, en una cueva ubicada en el campo; de la Matlacihuatl, que conduce a los hombres borrachos por caminos difíciles hasta perderlos; de la Carreta de la Muerte y su dedicación a cosechar almas; del Chaneque y su encomienda de cuidar al campo. Actualmente, la cercanía del pueblo con la Ciudad de Oaxaca, ha ido generando un ritmo de vida muy diferente al de mis padres y abuelos, dando pie a que estas leyendas y tradiciones se diluyan en la memoria. Esto me motivó a realizar una búsqueda, recorriendo parajes, arroyos, presas, ríos, calles, cañadas y veredas, para encontrar a estos bexée y registrar fotográficamente la experiencia.
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Octavio López Jiménez |San Andrés Zautla, Oaxaca, México. En 2014 es seleccionado para la primera Bienal de Fotografía de Oaxaca. En 2015 es seleccionado para el programa Trasatlántica PhotoEspaña, realizada en el Centro Cultural España, en la Ciudad de México. En 2015 es seleccionado para la beca PECDA Oaxaca. En 2017 es seleccionado para el XXXVII Encuentro Nacional de Arte Joven.
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Chacalapa d
de los grandes Moisés Fuentes | Chinameca, Veracruz, México Músico tradicional, ingeniero, fotógrafo.
Chacalapa es una comunidad de Veracruz muy particular en el conglomerado actual que forman los pueblos del sur del estado: indígenas nahuas y popolucas, además de las ciudades que nacieron a la par del desarrollo de la industria del petróleo. Es singular porque Chacalapa es tierra afromestiza, gente morena herencia de los esclavos negros de las haciendas en los llanos veracruzanos. La influencia hacia el son jarocho se nota en la Leona o guitarra grande, un enorme instrumento hecho de una pieza de cedro y que da los tonos bajos en los fandangos, se nota también por el zapateo que se escucha imponente sobre estos tambores-tarimas, con un ritmo fuerte y acompasado que caracteriza a los Chacalapeños. Es éste el pueblo del sur de Veracruz en donde la fiesta de la mayordomía dedicada a San Juan adquiere una connotación plena, y en donde el fandango alcanza dimensiones insospechadas, es como el centro, el eje, el ejemplo de las fiestas comunitarias donde el son jarocho es sumamente importante. Cocineros y cocineras, leñadores, un sinfín de personas que son ayudantes de la fiesta (...) la bailadora, el viejo jaranero, el cantador impetuoso, niños zapateadores, los mayordomos, la procesión acompañado de los jaraneros por las calles del pequeño pueblo, la entrega de la mayordomía que se mantiene en incognito hasta cuando se llega a la casa del próximo responsable de la fiesta religiosa, familia a la que se le baila al son de la jarana y se le entrega una bandera que en lugar del águila lleva en el centro al santo patrono. Extracto del texto de Ricardo Perry Guillén
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Cielo Sur es un proyecto editorial/didáctico, cuyo propósito es fomentar la imaginación y sencibilidad en las personas, para recuperar esa capacidad de asombrarnos de las manifestaciones más sencillas de la vida. Más allá del romanticismo, folclor, nostalgia y modas, al fomentar/provocar ese “asombro hacia lo sencillo” la intención es volver a sentir intensamente la vida y descubrir nuestras conexiones o desconexiones con todo cuanto existe. Y también se trata de identidad, de revalorizar quiénes somos, lo que sabemos y lo que tenemos aquí y ahora, como habitantes del llamado “Sur Global” (el “tercermundo”, los “subdesarrollados”, los “en vías de Desarrollo”): Revalorizar la naturaleza, el alimento que no viene del supermercado, el aire limpio, el río que agoniza en la ciudad, las estrellas, las flores que crecen junto a medidores de “agua potable”, las cosmovisiones y culturas antiguas (las de nuestras abuelas y abuelos: su vida en el pueblo, la montaña o a la orilla del mar). Revalorizar la contemplación, la palabra, el honor, la honestidad, la comida, los abrazos, la alegría, las sonrisas... Cielo Sur tiene sus fundamentos en una cultura viva, en una memoria milenaria y en una diversidad imprescindible: elementos que en sintonía pueden generar la transformación de nuestras realidades. Esta propuesta que surge al sur de México, desde el centro del continente americano, podría definirse como contracultural, anticolonialista y antisistémica, y lo es porque uno de sus objetivos es también contrarrestar esas visiones que nos desvalorizan (¿discriminan?) como personas, visiones que recibimos a destajo desde la infancia a través de la academia, de los medios masivos de información, de las religiones e incluso a través de nuestras propias familias. Sin embargo, Cielo Sur no suscribe ninguna declaración de guerra, sino que empuña una declaración de vida, de obra creativa. Por ello la misión es compartir y difundir signos, discursos, experiencias e historias que sensibilicen y provoquen esa capacidad de asombro de lo sencillo, lo cotidiano, lo desvalorizado por civilizaciones cada vez más inhumanas. Sabemos que es posible tejer redes sociales reales (amistades o alianzas) con personas de nuestros barrios, pueblos y ciudades, así como con personas de otros países que comparten nuestro propósito o alguno de nuestros objetivos... Muchas gracias a todas las personas que hicieron posible este primer número de Cielo Sur gracias por ser parte, gracias estar aquí.
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