“Innocence of muslims”: más allá de la libertad de expresión

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Instituto de Ciencia Política- Hernán Echavarría Olózaga

“Innocence of muslims”: más allá de la libertad de

expresión

Un video online de muy baja calidad, publicado a partir de julio pasado en Youtube y titulado “Innocence of Muslims” ha generado desde controversia hasta indignación en los tres meses que lleva circulando. Y no es para menos: no solamente personifica a Mahoma -lo que constituye una ofensa de por sí para los musulmanes- sino que lo presenta como pedófilo, asesino y ladrón. Como es natural, el video ha desatado la ira en distintas zonas del Norte de África y Medio Oriente como Libia, Yemen, Egipto y Afganistán, generando protestas que se intensifican día a día con repercusiones cada vez peores, como la muerte del embajador estadounidense Chris Stevens el 11 de Septiembre en Libia. Algunos medios se empeñan en afirmar que teniendo en cuenta la fecha en la que se produjo y siendo encubierto gracias a los disturbios, este asesinato responde a un hecho planeado en honor a lo sucedido el 11 de septiembre

de

2001.

Parte de los protestantes culpan al gobierno estadounidense por la producción de tan denigrante video, a pesar de que


endilgarle la responsabilidad sólo a un actor es excesivo. Las investigaciones apuntan a que el responsable es un egipcio llamado Nakoula Basseley, quien usando el seudónimo de Sam Bacile, habría sido el director y el encargado de doblar y montar las voces de los actores. Aparentemente, estos últimos accedieron a ser parte del video, creyendo que se trataba de una película de aventura en el desierto. El Presidente Obama condenó el video pero también la muerte del embajador y otros tres estadounidenses, a la vez que pidió a Google (empresa dueña de Youtube) retirar el video del servidor para evitar su reproducción. Google por su parte, aseguró que el video no incumple con ninguno de los términos para ser publicado, por lo cual negó la petición y accedió únicamente a bloquearlo en los países de Medio Oriente donde abundan las protestas y en Indonesia, el país con más población musulmana

del

mundo.

A pesar de los esfuerzos, el video ya ha dado la vuelta al mundo y como es de esperarse, ha generado un alto impacto no sólo en los gobiernos, partidos y movimientos políticos, sino también en los individuos, quienes gracias a los medios y las nuevas tecnologías de la información, pudieron acceder fácilmente al material. Precisamente, estos medios han contribuido a hacer visibles las opiniones de las personas del común y las reacciones de los formadores de opinión con respecto al video. Algunas de éstas no están menos cargadas de fanatismo y xenofobia que el propio video, pues culpan a toda la población musulmana de los asesinatos de los estadounidenses y descalifican por completo a todo aquello que tenga que ver con el islam. Las posturas que se pueden identificar de manera general, pueden condensarse así: por un


lado, están aquellos que justifican la existencia del video -sin aprobar su discurso-, basándose en lo estipulado en la primera enmienda estadounidense: la libertad de expresión. Otros aducen que el video se limita a decir la verdad y que las reacciones de los musulmanes así lo confirman. Finalmente hay otros que, sin aprobar la violencia generada, consideran el video como una burla al islam, ofensivo y provocativo, por lo que afirman que el video nunca debió haber sido producido. Estas posiciones dirigen el debate a una pregunta de fondo: ¿tiene realmente esto que ver con los límites de la libertad de expresión?

Uno de los aspectos por los cuales la libertad de expresión es defendida como un principio básico de la democracia, es que gracias a ella cualquier persona sin importar su origen, puede tener acceso

a la información

que

es

considerada

indispensable

para formarse como ciudadano y para

contribuir a ejercicios fundamentales para la salud de la democracia como el control político. El hecho de que a través de los medios se reproduzcan mensajes cargados de estereotipos, preconcepciones y posiciones desinformadas, no es motivo suficiente para hablar de la censura o poner en cuestión la libertad de expresión. Las preguntas que deben surgir a partir de casos como este son mas bien ¿cómo hacer buen uso de la libertad de expresión? ¿Cuáles son los principios que deben residir detrás del ejercicio de la misma? ¿Cuál es el deber que tenemos como ciudadanos frente al ejercicio de la libertad de expresión? Más allá de apelar a los gobiernos o a terceros para evitar los efectos nocivos de un mal uso de la libertad de expresión, hay que preguntarse


驴c贸mo podemos formar ciudadanos conscientes de que el ejercicio de la libertad implica una gran responsabilidad?


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