mĂtica fanzine nĂşmero 2
Centauros
Mítica Fanzine Número 2. Centauros junio 2016 Maquetación y edición: Cinco lobos cincolobos.info@gmail.com copyright © 2016 de los autores.
Reconocimiento – No Comercial – Sin Obra Derivada (by-nc-nd): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas. Mítica Fanzine no se hace responsable de las opiniones vertidas por ninguno de sus participantes.
Sumario
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Editorial Bajopierna www.facebook.com/bajopierna
Pura alegría Chefo www.proyec.com
Lo que hay que ver... Laura Campos lau71287@yahoo.es Alpha Centauri Bajopierna www.facebook.com/bajopierna
Centauro Teresa Ramos tramosr@yahoo.es
LaCentaur Moversinmover www.moversinmover.com
El centauro Quirón Chema Arake
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www.arake.es
Polvo de galope 5.17 5.17@gmail.com
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Colonoscopía Elmelgares elmelgares@gmail.com
Hijos de un hombre llamado caballo Pablo Loperena ploperen@gmail.com
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Cen-Ta-U-Ros Juan Antonio Fernández Durán juanferdu@terra.com
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El origen de los centauros Rubén Bellido
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Bárvaros y civilizados Rubén Bellido www.rubenbellido.com
www.rubenbellido.com
Centauro a punto de realizar un descubrimiento XCar Malavida www.tebeosmalavida.blogspot.com
Cien tauros Kalitos karlitos@asociacionmalavida.com
Editorial por bajopierna Caballos....
El mito clásico
El caballo ha fascinado al ser humano desde los primeros tiempos. Nuestros antepasados más lejanos los dibujaban en las cuevas en un intento de aprehensión de esa realidad cargada de potencia sexual, fuerza, belleza y rapidez. Animal totémico asociado a la realeza, la mitología lo relaciona con las personas de múltiples maneras.
Los centauros de nuestra herencia cultural más cercana son esos seres cuyo tren superior es humano y el inferior es de caballo. La versión femenina son las centáurides. Ixión, rey de Tesalia, había prometido a Deyoneo una suculenta dote para poder casarse con su hija Día. Pero no era un hombre con prisa por pagar sus deudas así que el suegro, harto de esperar, tomó sus yeguas como contraprestación. Disimulando su ira, Ixión invitó a Deyoneo a una fiesta en Larissa donde le pagaría. Pero lejos de cumplir su palabra, una vez tuvo a su huésped en casa lo arrojó a un foso de fuego. Repudiado por todos por romper las reglas de la hospitalidad, imploró perdón a Zeus. Cosa extraña, el dios lo acogió en su mesa aceptando que hasta los dioses cometían locuras por amor. Una vez más, Ixión fue dominado por los instintos más primarios y trató de seducir a Hera. La historia se hace confusa aquí: hay quien dice que respondió a sus “atenciones” para castigar las infidelidades de su esposo Zeus, mientras otros autores narran que, enfadada, se lo dijo a su marido. El caso es que éste de un modo u otro se enteró y para probar si era cierto mandó a Néfele2 mimetizada como Hera. De esta unión nació el primer centauro, quien engendró los hombres-caballo con la ayuda de las yeguas magnesias. Más tarde Néfele protegería a los centauros ayudándoles durante la batalla contra Heracles, narrada en la Centauromaquia.
Uno de los ritos más antiguos, y que podría estar en el inconsciente colectivo que creó los futuros centauros, es el “asvamedha” (literalmete: sacrificio del caballo, de la época védica de la cultura indoaria, mediados del I milenio AC-siglo VI aC). Sólo podía realizarlo un rey victorioso quien de esta manera aseguraba el triunfo universalmente, purificando y haciendo próspero a todo el país. Durante un año se dejaba en libertad un corcel junto a otros cien, mientras cuatrocientos jóvenes vigilaban que no se acercara a las yeguas. El primer día se celebraban diversas ceremonias y en el segundo se le asfixiaba, asimilándolo a Prajapati1 en trance de sacrificarse a sí mismo (acto que provocaría la creación del cosmos). Cuatro reinas con cien acompañantes cada una danzaban dando vueltas en torno al cadáver, mientras la esposa principal se acostaba a su lado y cubierta con un manto simulaba mantener relaciones sexuales. A la par, sacerdotes y el resto de la concurrencia intercambiaban expresiones obscenas. Cuando la reina se incorporaba, el caballo y el resto de víctimas eran descuartizadas. Al tercer día se concedían los tributos y los participantes eran remunerados. Como nota adicional comentar que el “purusamedha” es un drama con la misma estructura ritual, que literalmente significa “sacrificio del hombre”.
Metáfora de la tensión entre el instinto y lo racional, rápidamente se asimilaron a los pueblos bárbaros (los que no pertenecían a la civilización griega, los otros, los desconocidos). No podemos olvidar que los primeros griegos no conocían la equitación y muy probablemente reaccionaron
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con estos mitos tras los contactos con las culturas nómadas que sí montaban a caballo.
tender, como sociedad, que necesitamos esa dualidad animal-humano, instinto-razón, para poder desarrollarnos plenamente sin aniquilar al “otro” quien también es fuente de sabiduría.
El centauro más famoso es Quirón, hijo de Cronos (el tiempo que pasa y mata a sus hijos) y Fílira (oceánide). Vivía en una cueva en el monte Pelión de Tesalia, y gracias a sus dotes en la música, el arte, la moral, la medicina y la cirugía le fue encomendada la educación de héroes como Aquiles, Teseo, Jasón o Heracles entre otros. Éste último lo hirió accidentalmente con una de sus flechas envenenadas con sangre de la Hidra de Lerna. Una de las versiones cuenta que tras su muerte Zeus lo colocó entre las estrellas.
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Prajapati es el dios supremo y creador de as divinidades védicas.
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Néfele es la diosa griega de las nubes.
Si quieres profundizar en los mitos sobre centauros, aquí tienes una pequeña bibliografía que quizás te sirva de brújula.
Centauros en las estrellas
- Las metamorfosis, Libro XII, OVIDIO.
Centaurus es una constelación muy extensa que se encuentra en el extremo norte de la Vía Láctea. En ella se encuentra Próxima Centauri, la estrella conocida más cercana al Sol, que parece ser orbita gravitacionalmente junto a Alpha Centauri (Rigil Kentaurus) y Beta Centauri (Hadar), formando un sistema estelar que recibe el nombre de la más grande (Alpha Centauri).
- Historia de las creencias y de las ideas religiosas I, MIRCEA ELIADE. - El centauro, JOHN UPDIKE. - Divina Comedia, DANTE (Quirón es el guardían del séptimo círculo del infierno). - Centauros del desierto, JOHN FORD (The searchers). No es un libro, es una película, pero profundiza desde una perspectiva moderna en las implicaciones sociales del mito.
La constelación Sagitario se asocia directamente con el signo zodiacal del mismo nombre, simbolizado por un centauro con un arco apuntando su flecha hacia el cielo. Es una alegoría del equilibrio entre instinto y razón que permite mirar más allá de la realidad inmediata.
Quiénes somos Desde Mítica observamos el devenir del mito de los centauros especialmente en relación a la comparación con los pueblos “bárbaros” del caballo. Esos “otros” vistos como salvajes pero a la vez dotados de una libertad que parece haber perdido la “civilización”. Ese “nosotros” que también fuimos el pueblo rudo y temerario a la conquista de otras civilizaciones en diferentes hitos históricos nada simétricos con lo precedente. Y seguimos sin en-
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Somos Rigil, Hadar y prĂłxima kentaurus
acĂŠrcate y conoce 9
CENTAURO Me regalaron el liquen, no sabía que significaba esa palabra, apretaba el calor la médula espinal de los sueños verdes. Huí de lo poroso del cemento, me incitó el animal a quebrarlo con el cincel del pensamiento, precipitó la sangre sobre una mesa de hospital, entregué el fruto y la marca del órgano. Y algo de mí quedó incrustado en el siglo que partió, quedó la huella de lo innominado. No sé quién eres, quién cabalga mi pradera, animal, animal, hombre, hombre, bestia imposible, no sé qué me deparas, imposible animal, imposible ser hombre, imposible ser animal, imposible ser mujer, imposible ser humano. Qué fue de ti y del vino de tu copa, qué será mañana del púrpura estadio, en dónde ubicar el dolor del hastío de la máquina, cómo curar la pústula y ser mujer o ser hombre. Personaje indecible que se volvió sombra tras la pantalla.
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Centauro, cien veces animal, fervor que arde en el amor de lo minúsculo en la hojarasca, el del disparo certero. Tráeme la semilla que venció a este ser amado y extinguido por el miedo. Habítame en las calles, renuévame la sangre, trae el calor de tu presencia a quien se dice hombre, perdido ya su instinto. Al expulsado de los bosques. Centauro, cien veces te invoco para que me salves lo animal, y me compongas lo humano. Para retornar al origen, tráeme la bestia, y entrégale la luz del pulso rojo que habite la ciudades y sus entresijos.
Teresa ramos 11
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Hijos de un hombre llamado caballo - por pablo loperenaDaniel Miranda se despertó con el canto del primer gallo, igual que cada día. Hundido en su cama de cinchas de cuero curtido, peleó con el colchón de lana de oveja para levantarse. Desayunó algo de pan casero y medio queso criollo. Se vistió, se puso su sombrero retobado y salió de la casa. Se mojó la cara y la nuca con agua de la pileta. Preparó un tereré y se lo tomó mientras daba de comer a las gallinas. Revisó las tejas de palma del dormitorio. El piso de tierra se había encharcado durante la tormenta de aquella noche.
meses sin que nadie lo viera, hasta que de pronto surgía a trompicones de una maleza tan tupida y espinosa que no parecía posible que nadie la traspasara; desgreñado, manchado de tierra y más flaco que la rabia. La gente bondadosa solía dejarle carne cruda en un platito al lado de la puerta, a él no le gustaba la comida cocinada. Si hubiera nacido en algún lugar civilizado, estaría en un psiquiátrico, pero al ser de allí, vivía en la naturaleza junto al pomberito y la porá.
Al comprobar el celular, vio que tenía un mensaje de Don Natalio, capataz de la quinta de Santa Catalina. Había carneado un chivito y cazado tres quirquinchos el día anterior, y estaba preparando un asado para almorzar. Daniel decidió ir al monte para comprobar si la vaca mocha ya había parido, después compraría un vino Toro en el puesto de Canuto Vera y galoparía hasta el predio de su compadre.
Daniel entró en el galpón, recogió unos cuantos huevos y llenó una jarra con agua de lluvia. El viejo Anselmo lo miró con gesto desconfiado, le arrebató los huevos y les fue haciendo agujeros en la cáscara para sorberlos de uno en uno. Luego derramó el agua sobre la tierra y se tumbó para lamerla como un perro.
—Esperame un momento.
—Si no es marrón, no me gusta —dijo al terminar, limpiándose los morros con la mano—. Pero dime, mitaí, no sos vos ese que llaman Cabichuí.
Nada más traspasar la cerca, se encontró con Anselmo, que se había agachado junto a un hormiguero y metía un palito por el agujero. Lo sacó lleno de hormigas y se lo llevó a la boca.
A Daniel le sorprendió que le dirigiera la palabra, puesto que solía ser muy reservado.
—Pero no, chamigo, no hagás eso…— le dijo con cara de asco.
—Sí, pues. Igual que esa avispa a la que dicen peluquerito, porque cuando estoy desmalezando, agarro el machete con una mano y el hacha con la otra, y destrozo el monte por donde paso.
Anselmo era un aborigen que vivía en estado salvaje, como un animal. En realidad nadie sabía cuál era su verdadero nombre, aunque todos le llamaran así. Recorría la selva descalzo, adornado con plumas y pieles de animales, y vestido tan solo con un taparrabos. En ocasiones pasaban
—Tan grande es tu destreza como tu generosidad —asintió Anselmo—. Quedate un rato a mi lado, voy a contarte una historia. 16
Poca gana tenía Cabichuí y mucho que hacer, pero tras la mirada perdida del anciano se escondían fuerzas que no se atrevía a desafiar.
para pagar su deuda y se enamoró. Los dioses de la montaña y la ribera le concedieron tres hermosos niños con la hija del pastor.
Atrás en los lejanos tiempos, el Sumo Orador Motēcuhzōma Xōcoyōtzin regía en el gran Mēxíhco-Tenōchtítlān. Hasta que una columna de fuego surcó el cielo nocturno, los lagos hirvieron, la plañidera lloró su canto fúnebre, en las pupilas de los pájaros aparecieron gentes extrañas que hacían la guerra, y uno por uno ocho presagios aciagos aterrorizaron al estado mexica.
Cuando el mayor cumplió cuatro primaveras comprendió que, si continuaba con ellos, jamás llevaría a cabo su misión. Abandonar a su familia fue lo más duro que había hecho en su vida, mucho más que todas las dificultades sufridas durante sus largos años de búsqueda. Mientras remontaba de nuevo la ladera, derramó sobre la nieve hasta la última lágrima que contenía su cuerpo.
Motēcuhzōma el Serio hizo llamar al sobrino de su segunda mujer, Tleyotl, Corazón de Fuego, su familiar más querido y el más hábil de los Cuāuhpipiltin, los Guerreros Águila, quien había vencido en solitario a cinco temibles Ocēlōpilli, los Guerreros Jaguar. Le confió la misión de encontrar a Quetzalcōātl, la Sierpe Emplumada, para preguntarle qué significaban aquellas señales que les enviaban los dioses. Tleyotl vistió su yelmo de cabeza de águila y su coraza de cuero, tomó su escudo de plumas, el arco, la cerbatana y el macuahuitl, una espada de madera con filos de obsidiana, e inició su búsqueda.
Desafiando al frío y la tormenta, ignorando el hambre y el cansancio, ascendió durante más tiempo del que le era posible recordar. Cuando al fin llegó a la cima, cayó de rodillas con el corazón apagado, sin fuerzas para nada más. Vacío, observó el universo a sus pies. Aquellas montañas eran las columnas que sostenían el cielo. —Mucho has sacrificado, Guerrero Águila, pero al fin me has encontrado— dijo Quetzalcōātl. —¿Por qué? —susurró Tleyotl—. Nos abandonaste, huiste al confín del mundo, ¿por qué? —El Centauro llegaba a nuestras costas, el Hombre Caballo, y no había nada que pudiéramos hacer para evitarlo.
Durante cinco años vagó por la tierra buscando a la serpiente más hermosa. Combatió y decapitó muchos enemigos, pasó hambre y penurias, sus pies lo llevaron de la jungla a la playa y de ahí a la montaña. Las historias de sus andanzas viajaron de pueblo en pueblo, de tribu en tribu, de nación en nación, hasta que fueron conocidas por todos.
—¿Centauro? ¿Caballo? No comprendo… —Los Centauros poseen la astucia y la perfidia del hombre. Sus ciencias, sus tácticas y su falsedad superan en mucho las nuestras. Pero también poseen la fuerza, la velocidad y la resistencia del caballo, una bestia de tierras lejanas capaz de cabalgar durante días sin comida ni descanso hasta morir reventado. Su fortaleza es mayor que la del Guerrero Jaguar, su destreza eclipsa a la del Guerrero Águila.
Pero un día la enfermedad lo alcanzó en una ladera perdida. El invierno lo atrapó, y la debilidad y el frío lo dieron por muerto. Así habría sido de no ser por la gentileza de un pastor de una cultura extraña, que lo encontró medio enterrado en la nieve. Gracias a los cuidados de su hija y los remedios inspirados por la Pachamama, Tleyotl sobrevivió.
—¿Cómo? Entonces debemos volver, luchar para…
Mientras su vigor roto volvía poco a poco, el Guerrero Águila aprendió la extraña lengua de aquella familia humilde, compartió su trabajo
—Ya es tarde. Mientras tú me buscabas, llegaron y vencieron. Ahora matarán a vuestros dioses, se 17
apropiarán de todas las riquezas, destruirán vuestra cultura, os usarán como esclavos, tomarán a vuestras mujeres y sembrarán la simiente del caballo en ellas. Arrasarán vuestra herencia, cortando las raíces que os unen con vuestros hijos.
Miranda, el último de tu estirpe— dijo Quetzalcōātl. Tleyotl se incorporó. Su corazón se había apagado, ya nunca latiría en llamas. Trató de llorar pero su cuerpo se había quedado sin lágrimas. Muy lentamente, caminó hasta el borde de aquella montaña que sostenía el cielo. La sangre manó de sus ojos, mojó su cara y manchó de rojo la nieve a sus pies.
El corazón de Tleyotl humeó y una pequeña chispa se encendió en él. Pero no te preocupes. De las cenizas surgirá un nuevo pueblo mestizo de orgullo criollo. Aquí y allá, vestigios del viejo mundo perdurarán, y la sangre del caballo se mezclará con la del águila y el jaguar para crear algo nuevo, cimarrón y hermoso a la vez. Es la naturaleza de las cosas, todo nace para morir.
Se asomó al precipicio y contempló el universo. Él era Tleyotl, Corazón de Fuego, el más querido por Motēcuhzōma el Serio, aquel a quien confiara su misión, el más hábil de los Guerreros Águila. Y, como tal, voló.
La chispa prendió en ascua y el Corazón de Fuego volvió a latir en llamas. —¿Y tú no piensas hacer nada? Quetzalcōātl sonrió. —Contar historias. Daniel Miranda observó durante un rato el rostro sonriente de Anselmo, esperando a que dijera algo más. —¿Y eso es todo, viejo? —Así es como sucedió— asintió él. —De más linda fue tu historia, pero ahora me debo marchar— se excusó Cabichuí. Anselmo le ignoró como si no existiera, agarró su palito y se agachó para continuar con el postre: aquel festín de ricas hormigas. Daniel se fijó en el collar de piel de serpiente del anciano y las plumas que le colgaban del pelo, y pensó. Arriba en el cielo, el chillido del águila sesgó las nubes. En lo más recóndito de la selva, el jaguar clavó sus zarpas sobre la tierra empapada y rugió. Cabichuí se encogió de hombros, dio media vuelta y galopó y galopó. —Y así será la historia de Cabichuí, alias Daniel 18
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En la antigua Grecia lucharon contra los centauros: la civilizaciรณn contra la barbarie.
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No muy lejos de allĂ los tĂŠrminos se confunden de nuevo.
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el origen de los centauros
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