rica y el sentido, más bien metafórico, que nos remite al anhelo, al ideal, a la fantasía, a la utopía. Sueño, anhelo, alucinación, delirio, qué importa. Mientras no perdamos el sentido de realidad, lo que importa realmente, y lo esencial que puede darle el psicoanálisis al ser humano, es una mirada que permita ver el mundo que habitamos transfigurado por nuestro activo ojo prensil, coloreado por el cinabrio que le imprima nuestro corazón, dilatado por la irradiación de nuestros altos hornos. Por eso yo creo que lo más importante que tiene un psicoanalista es su capacidad de ensoñación, y creo que eso es lo que más tiene que resguardar, como persona y como profesional. Si uno no es fiel a sus sueños, si uno no se atreve a soñar sus sueños propios, si uno deja que sus sueños devengan sueños de franchise, como muchísimo de lo que la cultura contemporánea nos propone, debido a lo que Fidel Tubino nos dijo ayer sobre la universalización de la racionalidad instrumental, si uno deja que sus sueños sean jaloneados, vaciados, percudidos, sanforizados, liofilizados, no tendrá para ofrecerle a sus pacientes una auténtica marsopa canguril, sino una mera cáscara que reciba su calor de unos cuantos quemadores de aceite residual. Por eso a la vez me preocupa y me alegra que hayas empezado a soñar el sueño del psicoanálisis. Me preocupa porque es una especie de condena, condena a la autenticidad a ultranza, porque no hay paciente, por perturbado que esté, que no olfatee al instante lo inauténtico. Y me alegra por eso mismo, porque esa vocación pondrá siempre en primer plano lo que es, también un privilegio: el mirar tu propio sueño, el escuchar tu propia voz interior.
Sueño de una niña que quiso entrar en la Salpêtrière. Collage digital de Ángela Caro.
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Hoy me despierta con su delgado resplandor abstracto la esperanza la oscuridad del naufragio se escapa como un gato por la ventana y alguien vuelve sí alguien vuelve desvelado y sin prisa con un pequeño rectángulo de eternidad entre las manos.
Para terminar, quiero leerte un poema de Blanca Varela. Mujer, como tú; poeta sin duda singular, solitaria portadora de una palabra insólita en pluma de mujer, en la época de las poetisas, me parece que estas estrofas pueden servir para aludir, también, al efecto iluminador –y esperanzador– de la palabra cargada de sentido y cobijada por la ensoñación:
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