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El Coliseo Romano
Roma cuenta con cientos de atractivos para satisfacer a los incontables turistas que recorren la ciudad hambrientos de historia; pero sin duda, ninguno es más emblemático que el Coliseo. Además, es un lugar reproducido hasta el cansancio en cientos de películas de distintos idiomas. Fue un escenario para todo tipo de espectáculos públicos en el antiguo Imperio romano, entre otros las luchas a muerte entre gladiadores y esclavos, o el terrible martirio de los cristianos en la época de Nerón.
Ubicado en el mismo centro de la antigua Roma, el Coliseo fue construido en el siglo I por orden del emperador Vespaciano, y fue denominado Anfiteatro Flavio, en honor a la dinastía Flavia. Más tarde pasó a ser llamado Coliseo debido a la gran estatua “el Coloso de Nerón” que fue edificada junto a este, pero destruida con el paso de los años.
El edificio es un enorme óvalo de 189 metros de largo por 156 de ancho, con una altura de 57 metros. Se lo considera un modelo para los modernos estadios deportivos, debido a su diseño apropiado para los espectáculos populares. La arena donde se desarrollaban los juegos se encontraba vertida sobre una plataforma de madera. Debajo de esta podía abrirse un subsuelo lleno de túneles y mazmorras, donde se alojaban tanto los gladiadores y prisioneros condenados a muerte, como algunos animales salvajes. Había cuatro enormes cloacas que eran utilizadas para drenar rápidamente el agua con que se inundaba el terreno en las batallas navales (naumaquias), espectáculo que, al parecer, se representaba para el entusiasmo del público en los primeros años del Coliseo.
El anfiteatro podía albergar a unos 50.000 espectadores, ubicados en ochenta filas de gradas. Obviamente, los lugares más cercanos a la arena, considerados de privilegio, correspondían al emperador (quien se ubicaba en un palco llamado pulvinar), los senadores, magistrados y
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Shutterstock/ Iakov Kalinin sacerdotes. Este piso (pódium), debido a su cercanía a las fieras salvajes, tenía una red metálica de protección y varios arqueros apostados para casos de emergencia.
En el siguiente piso se hallaban los aristócratas, que no pertenecían al senado. Luego los ciudadanos ricos y, por último, los pobres. La parte más alta del Coliseo, una sección construida en madera y sin comodidades, se reservaba a mujeres pobres.
El Coliseo sufrió serios daños en el año 217, a causa de un incendio provocado por una tormenta eléctrica. El suelo de madera de su interior quedó destruido, y su reparación finalizó el año 240. En el año 306, con el ascenso al poder
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de Constantino, el cristianismo fue instaurado en todo el Imperio romano. A partir de entonces el anfiteatro entró en un paulatino declive, ya que la Iglesia no apoyaba esa clase de espectáculos. En el año 435 quedó registrada la última pelea de gladiadores, en tanto que el último espectáculo de lucha de fieras data del año 523. Abolidos los juegos en el siglo VI, el Coliseo pasó a tener diversos usos. En la arena se construyó una pequeña iglesia junto a un cementerio, y en otro sector se instaló una orden monástica. También se utilizó como fábrica y hasta llegaron a alquilarse parte de sus instalaciones para locales comerciales.
Durante el papado de Gregorio Magno, el Coliseo quedó bajo el control de la Iglesia, pero debido a la falta de recursos para mantenerlo, pronto cayó en total abandono. A esto se suman los terremotos de los años 801 y 847, causantes de grandes destrozos en su estructura. Alrededor del año 1200, la familia Frangipani se adueñó del anfiteatro y lo fortificó utilizándolo como castillo. Luego de pasar por diferentes manos, en 1312, el Coliseo volvió a manos de la iglesia. En el año 1349 nuevamente un gran terremoto causó graves daños a la estructura de la edificación, haciendo que el lado extremo sur terminara por derrumbarse. Gran cantidad de las piedras desprendidas fueron utilizadas para construir iglesias, hospitales y palacios. A tal punto alcanzó la expoliación insensata del anfiteatro, que llegaron a arrancarse tanto la fachada de mármol, como las abrazaderas de bronce que sostenían la mampostería, para ser usadas en otras construcciones. Recién en el año 1749, Benedicto XIV consagró el monumento como un “lugar santo”, homenajeando a los mártires que fueron ejecutados en su arena.
El Coliseo Romano fue declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en el año 1980 y, desde el 2000, el edificio es iluminado durante 48 horas cuando en algún lugar del planeta se conmuta, o aplaza, la sentencia de muerte a un condenado. Cabe agregar que el día 7 de julio de 2007, el Coliseo Romano fue designado como una de las nuevas Siete Maravillas del mundo moderno.