Catálogo: Niños de la mano de mamá, Mario Santizo

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Niños de la mano de mamá, 2011 Mario Santizo Fotografía digital



Mario Santizo: el simulacro del yo

L

os ritos a través de la religión han sido la manera más cómoda de sentirnos cobijados y acogidos. Son, quizás, amortiguadores naturales ante la realidad de nuestra soledad. En ese principio, la dominación cultural a través de las épocas ha partido de esa premisa para controlar y al mismo tiempo construir un teatro que no ha sido desmontado, que se repite constantemente y simula nuestros retratos apaciguados o bélicos, nuestras actitudes sociales y nuestras debilidades más profundas. Nos retratamos a nosotros mismos en ese espejo que no es más que la angustia de nuestro propio desconocimiento ante la vorágine de los tiempos y la conjetura de las necesidades espirituales ritualizadas. Los procesos de dominación se han encargado entonces, aprovechando esa debilidad, de moldearnos, haciendo que nuestras autorreferen-

cias se anulen por completo, dejándonos estáticos, zombis e impotentes, pero haciéndonos creer que somos libres, somos producto de una delimitación espacial a manera de la caverna platónica.

En el proscenio Es difícil abordar la fotografía de Mario Santizo, quizás porque no es predecible, y además porque muestra una transgresión múltiple a partir de los estereotipos culturales y religiosos, transfigurados en un proceso plenamente autorreferencial. Parodia sobre el juego teatral de la vida, absurdo y cáustico, irrisorio y cruel, borrando los territorios delimitados por las costumbres y las nociones fáciles de la conformación social, y todo aquello que incluya alienarnos para sacralizar lo invi-


sible, condenar nuestro cuerpo y vender M. Santizo parte de esas arbitrariedades nuestra voluntad. y angustias, pero les da un sentido lúdico; revierte las apariencias y les confiere Yukio Mishima1 tomó el escenario cruel un valor cualitativo: el disfraz, la máscara de la vida valiéndose del refinamiento in- y el juego de lo real. Es un ritual teatral telectual de su cultura, sobreponiéndola a codificado donde se incluye a sí mismo lo occidental. De su compleja personali- como actor, ironizando los complejos dad y su oscuro narcisismo voy a tomar fenómenos de la personalidad, los deseos un fragmento para acercarme a la foto- y travestismos sociales inmersos en las grafía de Mario Santizo. La personalidad políticas de la sexualidad, la religión y los de este escritor y dramaturgo, pocas veces roles que estructuran sus jerarquías. discutida en occidente, está más ligada al espectáculo de su autoinmolación que a M. Santizo hace parodia de esos roles utila profundidad despiadada y exquisita de lizando el concepto de “puesta en escena” su pensamiento. Pero hay que entender su y el lenguaje teatral. Las ambigüedades vida para entender el proceso –cuidado- del disfraz y de la máscara son alteradas, samente planificado– de su muerte. Me además de parodiar sobre el concepto de parece interesante tomar esta referencia belleza y de las particularidades de las para hilarla con la fotografía de Mario fórmulas aceptadas. Se detiene en estos Santizo, que superficialmente se podría puntos y juega con las posibilidades tearelacionar (no se puede escapar a ello) con trales del mundo -lo confrontativo y prola fotografía performativa y una drama- vocador existen como parámetros agudos turgia de la imagen. para destacar la fragilidad y el hastío como Mishima los experimentó-. Quizás Encontré en Mishima algunas caracte- no exista relación directa entre Mishima rísticas sutiles pero fuertes que podrían y Santizo, pero conceptualmente formuvincularse con la fotografía de M. Santi- lan las mismas alteraciones del sentido zo: La corporeidad exaltada de un cuerpo humano hacia el cuerpo, la exhibición de político y el anatema legal occidental que sus atavismos y la necesidad implícita de la sociedad impone a la sexualidad y cier- dejarse ver, pero, a la vez, de esconderse en tas costumbres; asimismo, el misterio de ese disfraz transgresor o abordar la conla muerte, ritualizado en el refinamiento tundencia de la muerte para exponer las corporal entregado a su abismo y erotiza- fragilidades del cuerpo ante los fenómedo en la imagen fotográfica2. nos implacables de la vida. M. Santizo

1 Yukio Mishima, (1925-1970) escritor y dramaturgo japonés que planificó un acto redentor en protesta contra la occidentalización del Japón. Ayudado por algunos de sus seguidores secuestró al general en jefe de las de autodefensa japonesa y, tras algunos preliminares, realizó “Seppuku”, el trágico ceremonial de autoinmolación. 2 Mishima se recrea de manera casi performativa como el “San Sebastián” de Guido Reni. Es la más difundida de sus fotografías y expresa simbólicamente su muerte. Veinte días antes de su autoinmolación realizó una exposición póstuma en vida, la “Exposición Mishima”, muestra antológica de su vida y obra. En una muestra de narcisismo que caracterizaba su compleja personalidad, trabajó su cuerpo en un intento por redimirse a través de la belleza física. Ironiza el estereotipo occidental y al mismo tiempo se complace en él. Véase: Juan Antonio Vallejo-Nájera, Mishima o el placer de morir, Editorial Planeta, Barcelona, p. 147.


usa la estrategia de la parodia para librarse y exorcizar las mismas angustias que quizás atormentaron a Mishima. En la mayoría de sus fotografías veo mucho de intimidad, una mirada caleidoscópica de su propio yo, un diálogo de sí mismo para sí mismo. En otros casos, exalta el diálogo de los otros en su propio yo y toma sus roles para ridiculizarlos en el travestismo de sus apariencias: el payaso, el travesti, el cura, el pastor evangélico, el ladrón o el policía. La identidad múltiple y la virtualización del “yo” El cuerpo es un lugar de posibilidades extremas; a los estragos y transformaciones físicas les sigue su angustiante condición efímera. El ciclo de nacimiento-vida-muerte es solo amortiguado por el rito y la religión, como he apuntado arriba. “La importancia de darse por vencido”, (2010) es una fotografía que critica con humor la intrascendencia y el vacío humano ante la intransigencia de la sociedad y la religión, y que apunta ante la vulnerabilidad física, a las promesas y las ofertas de la delectación espiritual. Es un tríptico que representa una escena transformada de la creación, donde dos personajes inquietantes, uno vestido de cura y otro de

3 Tanto la religión judía como la cristiana, que están ligadas en principio, han reajustado sus dogmas a partir de estructuras míticas poco ortodoxas, valiéndose de deidades muy antiguas y travistiéndolas. El origen de los sexos sigue siendo un problema obsesivo al que no escapa la naturaleza de dios, que es nombrado en masculino. Pero la teología se ha lavado las manos aduciendo que el concepto Dios está más Dios está más allá de toda determinación. De esta manera la religión ha usado la filosofía para explicar algo que solo existe para justificar nuestra orfandad. La misma dominación patriarcal nos ha dado muchos padres durante toda la historia. Véase Jean Libis “El mito del Andrógino” Ediciones Siruela, Madrid, 2001.


pastor evangélico, con poses y ademanes condenan y tratan de convencer a dos seres del mismo sexo (revirtiendo por completo lo establecido, y acá radica la ocurrencia y contundencia de la fotografía de Santizo) que fueron creados por un Dios homosexual o por un Dios andrógino3. En su historia personal de la creación, Santizo cuestiona y desvanece por completo el concepto judeocristiano de “Dios Hombre”, las dualidades del principio masculino-femenino y las justificaciones dogmáticas para abordarlas, además de las normas y prohibiciones para separarlas social y culturalmente. Pero, ¿qué sucedería si hubiéramos sido como los caracoles que se gestan a sí mismos? M. Santizo reclama y cuestiona la regla general del Dios masculino creador, por uno travestido y andrógino. Más allá de esa imagen provocadora, existen códigos yuxtapuestos. Es interesante ver cómo se reinventa por medio del molde de su rostro, atendiendo a una necesidad específica de narcisismo, y lo proyecta a través de la multiplicación de factores en el travestismo arquetípico o el cliché. El impecable traje del pastor evangélico lo relacioné con el traje del humanoide Loughton que Matthew Barney interpreta en Cremaster 4 4. Estas representaciones evidencian los códigos morales que M. Santizo satiriza a través de su propio rostro, un diálogo ante el espejo, ante el yo: el sexual, el religioso, el ambiguo o el real. Por otra parte, los

personajes de felpa rosa representados en ese remedo del génesis recrean de manera antagónica el arquetipo de belleza occidental aceptado, pero totalmente ridiculizado y falso. Pienso en las transformaciones físicas a las que se someten miles de personas para parecer más “bellas” o detener el proceso degenerativo y real de la vejez, los productos para agrandar el pene, o los esteroides para agregar masa muscular al cuerpo, y todas las mentiras que niegan nuestra condición, ante una sociedad leprosa, cada vez más sumida en la soledad y la insatisfacción porque todas las ideas y tendencias sociales han fracasado, y mientras esto pase seremos siempre víctimas de nuestros retorcidos argumentos históricos religiosos y culturales. Hacia sí mismo Desde el principio, Mario Santizo mostró una predilección asumida por retratarse a sí mismo, y no es simple, sobre todo porque a la repetición de las imágenes propias que denotan identidades ajenas pero que a la larga les son también propias, le sigue un ejercicio tanatológico sexualmente preconcebido, que a través del humor depara en un desasosiego asumido y una verdad determinante: la del destino del cuerpo después de todo lo que el mundo nos ha dado o negado, y el deseo como motor. El deseo-placer traza el proceso real de la existencia; el deseo iguala a la vida y el placer a la muerte. Es por ello que

4 El conjunto de filmes del artista estadounidense está integrado por una mezcla de autobiografía, historia y mitología. Éstos no tienen un argumento definido, pero sí una compleja estructura muy bien trazada en un mundo único basado en ideas preconcebidas sobre la masonería y ciertos ritos. Muestra al hombre enfrentado a su sexualidad. El Cremaster, por su parte, es un músculo del aparato genital masculino que mantiene suspendidos los testículos y permite su movimiento retráctil ante estímulos externos como cambios bruscos de temperatura, la excitación o el miedo. Barney utilizó éste título como tema central para expresar de manera personal los mitos religiosos y sexuales. Por otro lado, la parafernalia mediática, escenarios barrocos y yuxtaposiciones semánticas reúnen lo que Wagner definía como obra de arte total.


muchas veces deseamos morir, porque lo que se nos ha negado es la vida misma ¿quién no ha dicho alguna vez: “esto no es vida” o “estoy muerto en vida”? Esta dialéctica se resume perfectamente en la fotografía de M. Santizo: performatividad identitaria sobre la vida y la muerte, las influencias del teatro y la literatura como vehículos y ejercicios conceptuales que oxigenan y se resuelven en un proceso creativo de “poner en escena” las arbitrariedades de la existencia y canalizarlas a través del juego, el humor y el absurdo. La foto Familiar es un ejemplo de lo apuntado arriba. Es un tríptico que aborda el tema del nacimiento; un personaje masculino, con traje, de pie en una tina de baño, emula el proceso del nacimiento, un alumbramiento ambiguo, doloroso. Acá el humor desaparece. El remedo de niño que sale de la bragueta del pantalón es a la vez una erección voluntaria como el acto de parir el orgullo de narciso, o como Hans Bellmer lo dibuja en Águila señorita, una niña hermosa mirándose el pene que nace de su vagina. Así, Santizo se desentraña, nace de sí mismo. La máscara de sí mismo, en sí mismo y para sí mismo. Mishima mandó a fabricar varios uniformes para su ejército personal, ese que lo ayudaría a promulgar y defender su propia muerte. En ese ejército se reflejaba Mishima, quería que fueran como él, y él como el ejército. M. Santizo retoma en su fotografía ese ciclo confuso que la personalidad refleja en las cosas, en los fetiches o en las personas. Desde las primeras fotografías de Mario Santizo noté un arraigado sentido de dolor, un dolor amortiguado por el juego y el humor. Sería tan fácil hablar de su obra solo como “puestas en escena” retomadas de la pintura del renacimiento o el barroco, pero no solo se quedan en ese lapso, van más allá. Desde El Payaso Cirineo o la

Ciudad vencida, la Extracción de la piedra de la locura hasta Familiar, se escudriña el sentido profundo de una psiquis aguda. Actualmente veo su fotografía más pura y personal, libre la paráfrasis de la imagen conocida para desplegar algo tan íntimo como arcano. Es por ello que en este ensayo quise retomar sus últimas fotos, esas que me han mostrado de frente que la muerte es una condición íntima y personal como el nacer. M. Santizo satiriza la condición humana y sus estragos dentro de las estructuras sociales y las ortodoxias más recalcitrantes. Una poética del narcisismo y el autorretrato nacidos de las sombras de la inconsistencia.

Plinio Villagrán Galindo



Mario Santizo Zaragoza, Chimaltenango, Guatemala. 1984. Artista plástico y miembro del Taller Experimental de Gráfica de Guatemala (TEGG). Egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, “Rafael Rodríguez Padilla”. Su propuesta artística abarca el trabajo en la pintura, grabado, fotografía y vídeo. Ha expuesto en la X bienal de Cuenca Ecuador y en varias bienales de Arte Paiz.








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Coproducido por:

Con el apoyo de:

© de la edición: Asociación Ciudad de la Imaginación, 2013. © de las imágenes: sus autores. © de los textos: sus autores.


Inauguración de Niños de la mano de mamá 2 de febrero de 2013.




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