Los Enciclopedistas

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LOS ENCICLOPEDISTAS Daniel Rojas Pachas



Hace dos semanas recibí el email más extraño de mi vida. El asunto decía: lamento haber expuesto tu nombre en un miserable debate virtual. No transcribiré aquí el mensaje en integridad,


pues es una situación laberíntica y absurda. El remitente comenzaba disculpándose de mil formas y luego decía -Nos conocimos, pero seguro no te acuerdas de mí. Fui tu alumno en la universidad hace varios años.


Claro que lo recordaba, era un chico callado, responsable y muy amistoso. Algo tímido, pero entusiasta. Buen lector, quizá demasiado entusiasta. Yo me fui a México y por esa fecha me encontraba preparando otra


mudanza, esta vez a Suiza. El muchacho me contaba que tras terminar la carrera se mudó al sur y allí empezó una maestría y fue conociendo en profundidad la literatura de los extremos del país.


Un nortino que veía vacas, descubría la magia del sur y de pronto reconocía que este rompecabezas que llamamos hogar era un mapa sin sentido. En ese entonces yo andaba con un grupo de locos de mi edad y


otros mayores, en un rollo de la literatura territorial, pueblos abandonados y cuanta basura transfronteriza se nos ocurría, a partir de nuestros delirios y vivencias. Me llamaban el terremoto del norte y era el rey


indiscutido de esos feudos limítrofes. Ego mal enfocado. La cosa es que el chico decidió hacer su tesis en mi obra y la de unos pares que escribían gonzo del desierto, poemas cumbiancheros o épica de traficantes.


Yo era parte de esos provincianos dementes que planeábamos la destrucción sistemática de la capital con nuestras novelas y cuentos. Monos ilusos. Cargado del entusiasmo que le dejó su investigación,


este compa decidió crear unos artículos de Wikipedia en nuestros nombres. No voy a negarlo, me dejé regalonear con esa entrada, de hecho la usé en algunas postulaciones a fondos de literatura y en


algunas conversaciones trasnochadas, algún colega sacaba el tema, esporádicamente, pero lo hacía más para burlarse que otra cosa. No sabía que estaba con alguien famoso aquí. Cuando llegué a la parte del correo que


decía -Hace unos días recibí una notificación de que iban a cerrar la entrada y le colocaron una etiqueta de autopromoción o algo por el estilo- dejé de leer y agarré mi celular y puse mi nombre con Wikipedia adjunto y


ahí estaba, un lunar rojo que me hizo decir en mi impostada manera de hablar a lo mexicano -esta pinche chingadera se va a madrear mi postulación al FONCA-. Resulta que antes de irme a vivir a los Alpes, envié


una postulación a unos fondos públicos de creación y puse esa cochina página de wiki en mi currículum y en unas ligas que te solicitan, creyendo que ahorraría tiempo. Era preferible usar la entrada en la gran


enciclopedia virtual, en vez de hacerme una página de autor o buscar algún otro registro de mi trabajo. Soy un tarado, por qué había confiado en algo tan endeble y más aún, si yo no había tenido injerencia alguna en su


existencia. Mi paranoia comenzó a hacer su trabajo y maldije a mi condenado exalumno por hacerla de fanboy y haberme puesto en semejante nivel de exposición. De hecho, no tuvo que ni pasar una hora, para que


un amigo, un pinche poetastro que siempre anda compitiendo en cosas literarias, me dijera, siempre supe que te gustaba el autobombo cabrón. Destapé una cerveza y dejé sin terminar el correo. Salí a resolver


unos asuntos de mi viaje y a comprar unos tacos para que se me pasara el enojo. Quería que mi cabeza dejara de trabajar los peores escenarios. Regresé tarde y ahí estaba sobre la mesa mi notebook con


gmail abierto y con el mensaje a medio leer. Parecía una puerta al infierno, pero como hubiese dicho mi madre, todo tiene solución menos la muerte, precepto sencillo, pero acudía a él de vez en cuando.


Me senté a terminar de leer la misiva virtual y descubrí pormenores kafkianos de un mundo subterráneo del conocimiento. Me dijo que había un tablón, grados como bibliotecarios, burócratas y revisores.


Se trataba de modernos Robespierres que dada su antigüedad como editores en esa enciclopedia virtual, algo que ni Diderot pudo imaginar, se jactaban del debate de una coma, la precisión regional de equis postre


de leche o tipo de ají, la urgencia para dar de baja una nota defendida por cuentas títere, una enorme cantidad de normas y códigos con la cual se redactaba etiquetando y entrando en un hoyo cada vez más profundo


de metadatos por las razones más peregrinas: un tipo que pedía cambiarán la foto de Harley Quinn de la biografía del personaje u otro rogando que se actualizara el link donde se explicaba mejor el origen del


himno de su equipo de fútbol de tercera división. En medio de ese fango virtual estaba mi buen nombre en una lucha por su validez y relevancia. Me contaba que trató de explicar de forma respetuosa que no había relación


entre nosotros y que tampoco existía un interés mayor que el bibliográfico, pero que cada intento lo llevaba a confrontar a otro juez virtual, cual más ridículo y despersonalizado y cual más ignorante.


Sin querer, terminé por descubrir que la supuesta puerta de entrada grande al conocimiento global estaba secuestrada por un grupo de resentidos, incels y otakus, sujetos que a las tres o cuatro de la mañana, en


algún lugar del mundo donde todavía no amanece, han estado por los últimos quince o veinte años, mientras nosotros dormimos plácidos, baneando en cuestión de segundos páginas como si fueran pistoleros jugándose la


vida en un duelo. Han acumulado un poder de funcionario público en nombre de la sapiencia global mientras juegan LOL o algo por el estilo e intercambian links de páginas para ver a sus waifus gratis o se ríen de cuantas entradas


han cerrado. Se trata de una logia, una cofradía esperpéntica sólo comparable a unos hijos del átomo adorando un misil nuclear. Deberíamos rezar y pedir por estas almas honestas y bondadosas que nos


han protegido de algún niño idiota que se creó una cuenta apócrifa desde una provincia tercermundista. Asunto: Amantebandido7000 escribió cara de caca en biografía del presidente Trump.


Revisión urgente. Espero respuesta de máxima urgencia de bibliotecario de turno para banear la cuenta. Justo esa semana había comenzado a ver Mr. Robot, una serie que me habían recomendado mucho y


no había tenido tiempo de echarle un ojo. Me sentí como el pinche Elliot y decidí seguir los rastros que dejaba el mail de mi exalumno. Empecé a buscar toda la información que pudiera públicamente escarbar sobre estos


wikipedistas que estaban jugando a la pelota con mi nombre en salones mierdosos, en los que jamás siquiera aluciné terminar arrastrado, lo juro, ni siquiera en mis fantasías cyberpunk podría haberme puesto


en este predicamento. Al primero que encontré en google fue al que puso la banderita de autopromoción. El tipo tenía en su cuenta de Wikipedia como ocho páginas, cada una con cincuenta reclamaciones


pendientes, respecto a cierre de entradas de todo tipo y eso solamente en lo que va del año. Al navegar hasta el 2009 encontré un panteón de quejas, desde un corredor de autos hasta una fiesta patronal en Bolivia.


Rápidamente pude ver que se declaraba historiador y en realidad sus aportes al conocimiento eran notitas de platos de comida y cultura chica de la televisión peruana. Cómo se trenzaron nuestros


caminos, pues por los datos de mi exalumno, al parecer el tipo había editado la página de un escritor clásico de su país que fue mi amigo y una vez presentó mi novela. Pensé que eran celos, luego vi que todas sus redes sociales


con cinco o siete seguidores estaban restringidas, claro, si te has dedicado por once años a vapulear a gente que busca compartir un conocimiento, debes hacer algunos enemigos en la ruta. Lo más triste fue ver que se dedicaba


a destazar a escritores chilenos, pensé entonces en cierta tendencia chauvinista, por ahí vi que su gran aporte a la cultura era una nota o foto, no entendí bien, sobre muñecas sexuales y pude imaginarlo siendo


golpeado de niño, pero ahora con poder, capaz de mutilar a otros, claro de forma anónima, tras una pantalla, escudado por un nick y una foto de gorda caricatura sonriente, luciendo centrado e íntegro, con un epígrafe de entrada


a su página personal que sentenciaba: el conocimiento nos hará libres. Pude notar con claridad dos momentos, su postulación a bibliotecario, un rango mayor y cómo se presentaba: soy cálido, sereno y empático, sin


embargo, orgulloso ostentaba el mérito de haber cerrado 4000 entradas. Rechazado por sus pares en la votación, en un conciliábulo al cual llegas luego de descender a la ñoñez máxima, rematé mi


búsqueda de esta rancia marioneta, leyendo cómo una mujer de República Dominicana le pedía por favor no cerrar el artículo de su fallecido padre, un orfebre que había inventado en su pueblo una técnica especial


y que alguien, no sabía ella quién, había dado de su tiempo para fijar la biografía y pasos del artesano. Orgullosa, ella decidió subir unas fotos que documentaran el talento de su progenitor, sin saber


que este tipo, sin escuchar razón, terminaría enviando al olvido ipso facto la nota. Lo último que supe del caso, fue un lastimero pedido de la mujer, llorando al ser la causante de la destrucción del


legado de su padre y su exposición frente al mundo. El otro personaje involucrado era un llamado bibliotecario, lo imaginé como una pesadilla borgiana, más bien como un ser lleno de tentáculos,


pero esa pretensiosa construcción de mi imaginario se derrumbó cuando vi su nombre Tofu Blanco y vi su perfil con una imagen de Inuyasha. Allí pude ver sus dictámenes históricos, por quince años, el tipo nos había


salvado de una coma mal puesta en la entrada de Christiano Ronaldo o había evitado que una nota sobre Mario Kart expusiera de forma correcta el nombre de Koopa. Ese nivel de responsabilidad lo llevaba a desvelarse


y pude ver como en su horario continental, respondía cada petición en cuestión de segundos. No tuve que esforzarme demasiado para entender cómo opera esta red, o sea alguien pone una etiqueta en contra de


una entrada, tienes un plazo perentorio para argumentar, y cuando lo haces, pues ellos por interno ya que de seguro se conocen virtualmente y son compas en este 4chan glorificado, se protegen, se ponen de


acuerdo vía emoticones y le piden una mano al otro para fraguar su juego y dar por conciliado o muerto el asunto. El usuario no tiene derecho a réplica, además se dan el gusto de hacer sentir a las personas


como la mierda, como un torpe miserable, un aprovechado, alguien que juega de mala fe y que busca asaltar a los demás como un bucanero. En ese momento entendí la pena de mi antiguo alumno, su deseo de


aportar algo desde su conocimiento, quizá sentir que me apoyaba, y en ese punto encontré esta línea en su mail. -Admiró tu trabajo, jamás creí que te haría daño de algún modo, pues la verdad, en nuestra


desértica ciudad, cuando algo condenado a fosilizarse, en este caso la literatura, era movido por una fuerza, sentí que había que ser parte, echar una mano, aunque fuese a la distancia. Lo siento-.


Cómo guardarle rencor, sólo pude imaginar a Tofu blanco en su habitación, en la casa de sus padres y mientras estos follan a sus cincuenta años, el con treinta y algo come su sopa maruchan y maldice pensando,


joder porque hacen eso, no ven que estoy aquí salvando al mundo de los criminales del conocimiento, acaso estas referencias se van a corregir solas, mañana un niño va a buscar información de la última Resident Evil


con Milla Jovovich y necesita saber que ese personaje, el rubio, era Leon Kennedy y hay que dejar claro quien lo interpretó. Cuando termino de escribir este último párrafo estoy al tanto de que en una parte de


la galaxia de internet, hay una entrada con mi nombre con los días contados, como un condenado a la cámara de gas. Reconozco que he visto más de lo que desearía, siento que mis ojos se han quemado con tanta sabiduría


desplegada. Háganme caso, hay ciertos agujeros de conejo que es recomendable no explorar por patéticos. En todo caso reconozco que he ganado un amigo. Somos como dos personas que se conocen de toda la


vida, sentados en un patio lleno de basura que uno acumula y esperamos con una sonrisa el fin de año y los fuegos artificiales, sólo que en esta ocasión nos reunimos en una sala de zoom, uno en Chile


y el otro en México, riéndonos con pantalla compartida al ver como estos verdugos deliberan la extinción de un monolito hórrido con mi rostro y nombre, el cual se hunde en la pantanosa mierda de esta era virtual.



Daniel Rojas Pachas danielrojaspachas.com cinosargoediciones.com

Este libro fue diseñado e impreso en los talleres de La Calaquita. Otoño 2021


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