Mis primeras palabras quiero que sean para los mil quinientos socios de “mi” querido Club Cocherito. Su respuesta a estos actos centrales de la efemérides que supone nuestro centenario ha sido extraordinaria. Ellos están dispuestos a disfrutar una celebración tan especial por todo lo alto, superando cualquier adversidad. La lamentable ausencia de José Tomás nos ha obligado a todos a dar lo mejor de nosotros mismos. Se ha realizado un gran esfuerzo y, afortunadamente, el resultado han sido dos grandes carteles a la altura de todo un centenario. También quiero saludar a los miles de aficionados y clubes taurinos que desde los más diversos lugares de España y del extranjero se han dado cita en Bilbao para homenajear así a nuestro club en una conmemoración tan especial. Si el Club Cocherito es hoy día un emblema de la fiesta de los toros y de Bilbao, es, sin duda, por su brillante y centenaria historia. Por los presidentes, directivos y socios que han hecho grande a este club a lo largo de los años. Un club que ha sido fiel a su torero Castor Jaureguibeitia Ibarra “Cocherito de
Bilbao”, el mejor torero vizcaíno de la historia y un torero honesto donde los haya. Pero también es la hora del agradecimiento. A nuestro alcalde Iñaki Azkuna, que estimuló e impulsó desde el primer momento todos los actos de nuestro centenario. A la Junta Administrativa y a Pablo Chopera, que han trabajado codo con codo con nosotros para que la programación alcanzara el máximo relieve. A los patrocinadores que con generosidad y sensibilidad han sabido apoyarnos en tan ambiciosos proyectos. Y por último, que no en último lugar, a mis directivos. Muchos de ellos junto a voluntarios ejemplares han dedicado de manera emocionante miles de horas de esfuerzo y sacrificio para que la empresa sea todo un éxito. Sólo me resta por añadir que para mí es todo un orgullo y un altísimo honor presidir el Club Cocherito en este momento histórico. ¡GRACIAS a TODOS!
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
EL ORGULLO DE SER COCHERISTA
LEOPOLDO SÁNCHEZ GIL
Coordinación general: Alfredo Casas • Fotografía: Manu de Alba, Francisco Romeiras y www.burladero.com • Edición: Servisistem
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PALHA,
MÁS DE 160 AÑOS DE HISTORIA
Hacia 1848, Antonio José Pereira Palha decidió crear una ganadería brava, razón por la cual compró vacas oriundas de Dámaso Xavier Dons Santos, cruzadas con sementales vazqueños de Miguel I de Portugal –el rey torero–, a varios ganaderos portugueses. Las primeras corridas que fueron lidiadas a nombre de Palha datan del 11 y 17 de septiembre de 1854 en la plaza de toros de Lisboa. Fallecido Antonio José en 1871, fue su joven hijo José quien heredó la ganadería. No tardó en tentar las cerca de quinientas vacas que había por entonces en la casa, quedándose con poco más de cien. Posteriormente fue añadiendo más nodrizas de procedencia vazqueña y sementales de Eduardo Miura y el Duque de Veragua. Como consecuencia de los sucesivos cruces, en la ganadería fueron destacando dos líneas perfectamente definidas: la noble –“las duquesas”– y la dura –“las miuras”–. El 4 de noviembre de 1883, José debutó en Madrid con una corrida completa. El cartel lo completaron dos “cavaleiros” lusos: Luis do Rego y Alfredo Tinoco, y los matadores Manuel Fuentes, “Bocanegra” y Fernando Gómez, “El Gallo”. Bajo la dirección del segundo propietario, la ganadería de Palha “brilló con luz cegadora en el firmamento ganadero peninsular”. Fueron significados los éxitos cosechados por Joselito el Gallo con “palhas”: el 27 de mayo y el 11 de junio de 1913 en Madrid y el 31 de agosto, también del 13, en San Sebastián.
José Pereira Palha Blanco tuvo por visitante habitual al rey Carlos I, penúltimo representante de la monarquía portuguesa. Era tal la admiración del rey por José que, en una ocasión, éste levantó su copa para brindar diciendo: “Yo, Carlos de Braganza, rey de Portugal, y también labrador del Alentejo, brindo por el rey de los labradores portugueses”. Después de 66 años al frente de la ganadería, José murió en su casa el 9 de julio de 1937 a los 83 años de edad. Al no tener hijos varones vivos, heredan la ganadería sus cinco nietos: Antonio, José, los mellizos Carlos y Francisco y Fernando Palha VanZeller. Después de cinco años de gestión, los mellizos Carlos y Francisco se hicieron cargo de la ganadería en 1942. Carlos y Francisco Palha Van-Zeller –terceros ganaderos de Palha– habían nacido el 5 de julio de 1909 y ambos morirán, solteros y sin hijos, en 1968 y 1980 respectivamente. Al heredar la ganadería tenían tan sólo 28 años y fueron criadores de toros bravos hasta su muerte. El cambio de titularidad provocó un cambio de origen de los sementales y vacas de la ganadería de Palha. La década de los treinta no fue más que un lento declive de una ganadería que por sus condiciones de lidia no se prestaba ya a las nuevas firmas de torear. Debido al inicio de la Guerra Civil, los “palhas” dejaron de lidiarse en España y no será hasta 1957 cuando Francisco y Carlos logren superar la situación, ya con la ganadería totalmente remo-
Tras 21 años sin lidiar en España, los palhas de Vistahermosa volvieron a lidiarse en los ruedos españoles, el de Vistalegre de Madrid, de la mano de Domingo Dominguín el 11 de julio de 1957. Su éxito fue tal que aparte de la salida en hombros del mayoral la empresa repitió
a la ganadería a la semana siguiente, con idénticos resultados. Muerto Francisco sin mujer ni hijos, la ganadería pasó a manos de los hijos y nietos de su hermana mayor. Estos eran los hermanos Pedro, Francisco y Frederico Palha Botelho Neves y sus sobrinos Madalena y Joâo Folque de Mendoça. Entramos así de lleno en la gestación de la cuarta ganadería de Palha, la actual. Tras sucesivas compras, iniciadas en 1981 y culminadas en 1995, Joao Folque de Mendoça quedó como único titular del hierro Palha. La evolución de este cuarto período empieza ya en 1980, al comprarse un nuevo lote de veinte vacas y un semental de Oliveira Irmâos. Posteriormente, ya en 1989 se compraron dos sementales de la ganadería de Torrealta que cruzan con una parte de la vacada. Finalmente, en 1992, deseando implantar algo nuevo y encastado para proporcionar más espectáculo a sus corridas, Joao compró 60 vacas y 3 sementales de la ganadería de Baltasar Ibán, procedencia de Contreras cruzado con sementales de Don Juan Pedro Domecq Núñez de Villavicencio. El primer toro de esta procedencia, “Yegüero”, se lidió en Madrid el 26 de abril de 1998, en una corrida concurso de ganaderías en la que compitió y venció a toros de Pablo Romero, Gavira, María Luisa Domínguez Pérez de Vargas, Cura de Valverde y Conde de la Maza.
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
delada. En 1943 compraron 25 vacas y un semental, procedencia Gomero Cívico, al ganadero José Pinto Barreiros. Fue el comienzo de la extinción de las castas procedentes de Veragua y Miura y la entrada en la ganadería de la sangre Vistahermosa. En 1955, una nueva compra de vacas y sementales de Isaías y Tulio Vázquez, pura procedencia Pedrajas, lleva a la eliminación total y definitiva del antiguo encaste. A las nuevas vacas, tras los experimentos con sementales de Domingo Ortega y Juan Belmonte, se juntó un semental de David Ribeiro Telles, de nombre “Cordovoso”, pura procedencia Pinto Barreiros que tuvo en esta tercera ganadería de Palha una importancia similar a la del famoso “Guitarrero” del hierro de Concha y Sierra 80 años antes.
ASOCIACIÓN CULTURAL AMIGOS DE PALHA
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MANUEL LUPI Manuel Lupi nació en Lisboa el 17 de enero de 1986. Su padre, José Samuel Lupi, indiscutible figura del toreo a caballo, recibió la alternativa de las manos del gran maestro João Núncio el 16 de junio de1963. Ya en 1965, José Samuel actuó en las principales ferias de España y Francia. Desde la campaña de 1967, Lupi, los hermanos Ángel y Rafael Peralta y Álvaro Domecq, integraron “Los cuatro jinetes de la Apoteósis”. Aquel recordado cuarteto llevó a su más alta expresión el rejoneo en todos los rincones del planeta del toro. Siendo muy joven, Manuel Lupi comenzó a integrarse en ese fantástico ambiente de toros y caballos. Junto a su padre dió los primeros pasos en la lídia a caballo de reses bravas. Manuel se presentó por primera vez en público en la plaza de toros da Moita en 1995, después se fogueó toreando varios festivales
en pueblos de Portugal y finalmente debutó en Lisboa en la plaza de toros de Campo Pequeno en 1997. Superó la prueba de praticante en Sobral De Monte Agraço después de torear varias corridas de toros, también en Campo Pequeno, coso de máxima responsabilidad. El 8 de Mayo de 2008 tomó la alternativa de “cabalero tauromáquico” en Lisboa de las manos de su padre y alter nando junto a João Moura y Rui Fernandes y teniendo como testigos de honor a los hermanos Ángel y Rafael Peralta. Aunque su primera actuación en España data del año 2004, en junio de 2009, en la plaza de toros de Badajoz, Manuel Lupi recibió la alternativa de rejoneador de manos de Pablo Hermoso de Mendonza, siendo testigo Diego Ventura. Cortó 2 orejas y salió a hombros por la puerta grande junto a sus compañeros de cartel. Con especial recuerdo guarda muchas de sus actuaciones en Francia, en particular la tarde en la que actuó junto a Joao Salguiero y Pablo Hermoso de Mendoza en la plaza de toros de Méjanes. Además de cosechar una nueva salida a hombros, Manuel fue distinguido con el prestigioso “rejón de oro”. Tras una fuerte preparación en la finca de Barroca D’Alva, propriedad de su padre que se dedica a la agricultura y también a la cría de toros de Lídia y caballos toreros, Manuel Lupi se presentó esta temporada en la plaza de toros de Valencia, donde paseó una oreja de ley. En este momento tiene una notable cuadra de caballos. Destacan: “Sado”, “Valete”, “Viriato”, “Saon” y “Sábio”, “Romero” y “Viajante”. Muchos de ellos con el hierro.
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SAMUEL LUPI
Honrar el nombre de los toreros
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Siendo un adolescente, Víctor comenzó su carrera taurina como banderillero en Portugal, donde llegó a tomar alternativa de subalterno. A sus 17 años decidió marcharse a España para tentar suerte como aprendiz de torero. Se instaló en Sevilla, más concretamente en Triana, en la pensión de la tía Gertrudis, una especie de madre adoptiva para todos los chicos que, por aquella época, querían ser toreros. Es ahí cuando empezó a dar sus primeros pasos y visitar el campo bravo. Venia recomendado y ayudado por “Gonzalito”, el mozo de espadas del maestro Curro Romero. Y así fue como Víctor se asomó a las tapias por primera vez. Lo hizo junto a Curro Romero, a quien entretanto le hacía las funciones de chofer. Cuentan que tentar con el maestro de Camas era una delicia, puesto que éste, con dos tandas de muletazos a cada vaca quedaba más que satisfecho; las vacas quedaban prácticamente enteras para los aprendices del oficio de torero. Su otro gran compañero, y también inspirador profesor, fue Francisco Rivera “Paquirri” –qepd–. Juntos pasaban largas temporadas entre los cercados de la finca “Cantora”. Cuenta Víctor que aquellas largas jornadas eran “brutales”. Paradójicas fuentes inspiradoras; ramas profundamente opuestas, si bien originarias del mismo tronco, la del árbol del toreo. De todos es conocido que Víctor Mendes triunfó como matador de toros en los coliseos taurinos que lucen orgullosos a ambas orillas de océano Atlántico. También en Las Ventas de Madrid, epicentro del toreo. Recuerdo que un día, después de cortar tres orejas y salir a hombros por la puerta grande de la Monumental venteña. Víctor decidió subirse a pilotar una avioneta. No perdió la vida, tras estre-
llarse en unos terrenos cercanos a Toledo, por la gracia de Dios. Por fortuna, en el azar estaba escrito: Víctor Mendes será inmortal. Y hoy lo vamos a poder admirar en la plaza de Vista Alegre de Bilbao. A sus 52 años, con más de 1.200 festejos lidiados a sus espaldas –y muslos– y cerca de tres millares de toros estoqueados. Los cuatro matadores de toros que le acompañarán en el paseíllo –Juan José Padila, “Rafaelillo”, Luis Bolívar e Iván Fandiño–, por su corta edad, podrían ser sus hijos. Se preguntarán ustedes la razón por la que Víctor Mendes se anuncia hoy en Bilbao. Porque la vida para mi admirado amigo es un continuo desafío. Así de simple. Es por ello que lleva recluido en el campo más de cuatro meses entrenándose a diario y pasando hambre. Y todo por celebrar junto a ustedes el siglo de historia del Club Cocherito de Bilbao. Lejos de lo que puedan pensar, no es un gesto; tampoco viene a medirse con nadie ni contra nadie, únicamente se medirá a un “palha” en Bilbao… sí señores es una “gesta”. Quitémonos pues el sombrero ante un torero macho que se viste de luces para honrar el nombre de los toreros.
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
VICTOR MENDES
JOAO FOLQUE DE MENDOZA
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JUAN JOSE PADILLA El niño de las rodillas sucias Cada tarde que torea –y son muchas…–, la estampa de Juan José Padilla se repite: sale de la plaza como un niño de rodillas sucias. A veces lo hace con una sonrisa que alumbra su rostro entrecomillado por dos patillas singulares, a caballo entre la estética gitana y el look del rock de los años 70, a hombros de sus partidarios. En otras ocasiones, ese mismo rostro tuerce el gesto y expresa una mueca de desagrado. La descarga de su tormenta de muletazos sobre la testuz del animal (muchas veces, ¡tantas!, arrodillado, como ante aquel toro de Victorino que estuvo a un paso de partirle el pecho en una porta gayola tremebunda, digna del Goya más feroz…) los pares de banderillas clavados a ritmo trepidante, su toreo vertiginoso y en espiral no ha calado en los tendidos. Y él, que es torero del pueblo, abandona la plaza contrariado, como si no hubiese dado a los suyos la ración de espectáculo de cada día, como si no hubiese sido capaz de alimentarle. Frente al canon y el espejo de salón, Padilla torea con las entrañas. El suyo no es un arte de pajarita ni a la violeta; no es el toreo de los ¡olés! secos que nacen del hondón del alma, sino la lidia en estado de fiesta, un toreo en el que se hermanan la sonrisa y el asombro. Bien pudiera decirse que es el hombre orquesta de los ruedos, capaz de hacer sonar las castañuelas con los vuelos del capote, encender los fuegos de artificio de las banderillas, con las que acomete al toro con la fe de un samurái, una muleta recia y vibrante como cuerda de guitarra y un estoque templado en la fragua de los corazones valientes. En los corrillos del toro, donde la pureza se mide con ojos de tasador de diamantes, Padilla es considerado un advenedizo, un mestizo entre el tremendismo y el bombero torero. Entre el pueblo soberano, el que paga, Juan José es un ídolo.
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¿De dónde fluye esa electricidad, de dónde brota ese toreo a dentelladas? A Juan José le apodan el Ciclón de Jerez y el mote encaja con su aparición en la plaza, siempre impetuosa como un repentino fenómeno atmosférico. Entra dando un portazo, con un “ya estoy aquí” que revoluciona la plaza. Lejos de la ortodoxia, sus años de militancia en el ejército de los toreros de fortuna le han dado una visión “caliente” del toreo, entendido como un choque de fuerzas de la naturaleza donde –y aquí conviene no equivocarse…– la inteligencia decanta la balanza. Ese es el secreto. Padilla no es un arrebatado, uno de esos jinetes sin cabeza de los cuentos góticos de Edgar Allan Poe. Más al contrario, la efectista puesta en escena que realiza acostumbra a ser eficaz. En Bilbao se ha visto en repetidas ocasiones. En tantas que los asiduos a la plaza comienzan a reconocerle un ascendente, ese sello de los diestros queridos por los tendidos. En unos sectores porque se comulga con esa visión pirotécnica del toro. Y en los otros, más disimulados, porque, sin que lleguen a reconocerlo en público jamás, les saca del aburrimiento. JON MUGICA
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RAFAEL RUBIO “RAFAELILLO” Ser grande es una actitud Los toreros que tienen el gesto de anunciarse a diario con las corridas más duras sufren, por añadidura, antes y durante la lidia, un desgaste psicológico tan brutal que el propio Luis Francisco Esplá ha descrito la angustia que de él se deriva como: “Un gusanito que se mete en el estomago y te va comiendo poco a poco”. Digo esto porque hoy me toca hablar de Rafael Rubio Rafaelillo, un diestro que en poco más de tres temporadas se ha convertido en un consumado especialista en este tipo de encastes. A Rafaelillo le colgaron el sanbenito de niño prodigio apenas iniciada su andadura en el toreo y a la postre pagó las consecuencias. Era la época en la que, sin saberlo, jugaba al toro, cortaba las orejas sin perder la sonrisa y disfrutaba de una popularidad prematura. Pero tras dos temporadas con picadores, los éxitos de su etapa anterior se esfumaron como por arte de magia. En 1996 su vertiginosa carrera se precipitó al vacío cuando con tan sólo dieciséis años se vio forzado a tomar la alternativa en su tierra natal, en Murcia, de manos de Enrique Ponce. Luego, un toro de Guardiola indultado en la feria de San Lucas de Jaén dio paso a un largo e injusto periodo de ostracismo. Hasta que en 2003 comenzó a torear de nuevo. El torazo áspero y bronco de las plazas portátiles, el bullicio pegajoso de los tendidos y el ruido ensordecedor de las charangas de pueblo curtieron al hombre y pusieron a punto al torero. Ya lo dijo Gregorio Corrochano: “Torero y hombre deben marchar juntos, al mismo paso. Si alguno se adelanta, que se adelante el hombre y que abra paso al torero. El que resuelve los momentos difíciles del torero es el hombre”. Poco después, la muerte repentina de Joaquín, su hermano del alma, que un año antes le había visto cortar su primera oreja
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en Las Ventas, terminó de forjar el carácter de un tipo autentico y bragado donde los halla. “Rafaelillo llama a las puertas del cielo desde el infierno” fue el titulo con tintes premonitorios de Vicente Zabala de la Serna en su crónica de ABC, publicada tras su épica actuación en la feria de San Isidro de 2007 con toros de Dolores Aguirre. Desde entonces su carrera se viene desarrollando en tono ascendente, sincero y entregado en el fragor de la batalla, sin ceder un ápice en su empeño de ser figura del toreo. Ser grande es cuestión de actitud. IGNACIO DE LA SERNA
Luis Bolívar quiso cumplir su sueño demasiado pronto. El torero nacido en Panamá y criado desde los tres años en Cali tuvo que cambiar las lentejuelas del traje por el casco, la careta y la manopla del receptor en béisbol. Luis no tenía edad para apuntarse a la escuela de tauromaquia de Cali, pero sí para recoger las bolas del lanzador. Quién sabe si Bolívar imaginó en muchos partidos que el bateador que tenía delante recibía por ayudados por alto a la bola y que muy pronto le llegaría la hora de hacerlo delante de los toros. Cuando ya pudo ingresar en la escuela de tauromaquia de Cali, César Rincón estaba deslumbrando con su toreo a todo el orbe taurino. Sus cuatro puertas grandes conse-
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cutivas en Madrid en 1991 produjeron un maremoto. Años después, y ya con el César del toreo lleno de triunfos, fatigado por una grave hepatitis y colmado por la cuenta corriente, aparecía por el patio de cuadrillas de Las Ventas Luis Bolívar para hacer su debut con picadores. Pocos minutos tuvieron que esperar los aficionados para ver un buen proyecto de candidato a la sucesión de Rincón. Ese día Bolívar sorprendió poniendo en la arena una propuesta muy similar al estilo de su idolatrado compatriota: larga distancia en el primer cite, muleta adelantada y el pecho por delante. Forjado en los cuarteles de Victorino Martín, su apoderado hasta 2007, la finca Las Tiesas ha sido durante varios inviernos el teatro de operaciones para probar el fondo del caleño. Quienes conocen la casa saben que los tentaderos significan muchas veces un cara o cruz, en un ensayo muy real de lo que puede suceder en la plaza. Como dijo una vez ante las cámaras de televisión, le está costando mucho, pero los que le vemos de lejos intuimos que Bolívar tiene una fe inquebrantable para hollar la cumbre de esta larga ascensión. El colombiano es, como se dice en los corrillos taurinos, un torero probado tras haber superado inoportunas cornadas. En estas últimas temporadas Bolívar ha dejado entrever que estamos ante un torero cocinado muy despacio y que en cualquier momento puede llegar. Desde hace dos temporadas gestiona sus contratos Luis Álvarez, todo un experto en lanzar al estrellato a toreros desconocidos. Álvarez era el apoderado de Rincón en la temporada de 1991 y casi cuatro lustros después confía en hacer lo mismo con este torero. Este año Bolívar necesita triunfar en las grandes plazas y Bilbao debe ser una de esas piedras de toque que le ponga rumbo a alcanzar el objetivo que se marcó cuando era un niño.
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LUIS BOLÍVAR
DAVID PLAZA
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IVAN FANDIÑO gue, poco a poco, hacerse un hueco en este mundo tan esquivo de los toros.
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Sus padres son gallegos, él nació en Orduña y no tiene antecedentes taurinos. Pero lo mismo que Cocherito, Iván acabó envenenándose de toro. Este vizcaíno fue tomando dosis del cianuro de la bravura y, porque así tenía que ser, decidió ser torero. Y para ello escogió el camino más difícil. Pero también el más puro. El más gratificante. Vio claro el hoyo de las agujas de su destino, y no le quita el ojo en cada tarde que torea. Se tira a matar a por él, con la misma decisión que emplea a la hora de hacer la suerte suprema. Incluso, si es necesario, se echa sobre los pitones sin muleta, como en aquella tarde de la Aste Nagusia de 2008. Pero, que no les lleven a engaño, lo de Fandiño no son las concesiones a la galería. Tiene claro que, para alcanzar ese hoyo de las agujas que siempre tiene presente, lo mejor es el camino recto de la honestidad. Y así, citando con la muleta plana, ofreciendo el pecho, y cargando su propia suerte, consi-
Porque nada de carteles a modo. Nada de una carrera novilleril con ganaderías escogidas. Nada de ferias de relumbrón quemando hasta el último cartucho del crédito, muchas veces dudoso, con el que cuentan los que entran en esto por la puerta grande de la facilidad. Fandiño llegó sin hacer ruido, y nunca ha vuelto la cara con hierros de todo tipo: La Quinta, El Ventorrillo, Adolfo Martín, José Luis Pereda o Palha, como es el caso de esta tarde. Cuando puede, y cuando no también, este vizcaíno demuestra que sabe, y quiere, hacer el toreo puro. En redondo, al natural… o por verónicas. Y es que se recomienda prestar especial atención al capote de Fandiño. Sabe muy bien cómo jugar los brazos a la hora de entrar en quites o de parar de salida hasta un toro de Guardiola. Así sucedió hace unos días en Madrid, donde cortó una oreja de ley. Esta tarde, Fandiño vuelve a una de las plazas claves de su carrera, en la que nunca ha defraudado. Pero ya sea en Bilbao, en Las Ventas o en Sevilla, donde debutó la pasada Feria de Abril con otro encierro de Palha, si se anuncia el nombre de Iván Fandiño tengan por seguro que es porque este espada, que sigue con la vista fija en el hoyo de las agujas del éxito, se lo ha ganado a pulso. COVADONGA DEL PESO
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CLUB COCHERITO
DE
BILBAO,
UNA SOCIEDAD CENTENARIA El Club Cocherito celebra el centenario de su constitución, cien años de historia indisolublemente vinculada a Bilbao y a la fiesta de los toros. En su larga trayectoria, ha sido un agente activo en la organización de actividades benéficas, culturales y festivas, y su historia, es también parte de la historia de Bilbao. Fue fundado el 20 de noviembre de 1910, en honor al torero Cástor Jaureguibeitia Ibarra “Cocherito de Bilbao”. Bilbao vivía unos años muy dinámicos en el terreno económico, artístico y cultural, y el epicentro de toda aquella actividad, era el Arenal, donde tuvo el Club su primera sede. En el año 1913 se asentó provisionalmente en la calle Jardines, y en 1925, en la calle Nueva, donde continúa en la actualidad. El Club Cocherito se implicó tempranamente en la vida social bilbaina, organizó numerosos festejos a favor de los más necesitados, y era considerado una de las fuerzas vivas de la Villa. Ni la despedida profesional de Cástor Jaureguibeitia, en 1919, ni el fallecimiento del torero, en 1928, impidieron que el Club se mantuviese en activo, de hecho, en esas fechas, disfrutó de un período de renovado esplendor, muy activo desde un punto de vista social e intelectual.
Concluidas las celebraciones por las Bodas de Plata, comenzó el año 1936 con grandes expectativas y proyectos que se vieron frustrados por el inicio de la Guerra Civil española. Al término de la guerra, el Club fue recuperando poco a poco su actividad, y en los años cuarenta, surgió, en su seno, “El Grupo Club
El objetivo del “Grupo” fue la organización de festejos taurinos en Bilbao, en principio, festejos menores, pero en los años 1952 y 1953, se atrevieron, con gran éxito, a organizar las Corridas Generales. Instauraron un sistema de bonos para adquirir entradas, restablecieron la tradición de vestir a los clarineros con vistosos atavíos, e instauraron las banderillas y divisas de lujo. El 17 de mayo de 1959, el Club Cocherito recibió el título de Entidad Ejemplar, y se solicitó, del Ministerio de la Gobernación, su ingreso en la Orden Civil de Beneficencia. Pocos meses después comenzaron las celebraciones por las Bodas de Oro, con la preparación de banquetes, exposiciones, la publicación de un libro, y dos festejos taurinos. Se celebró una becerrada en la que participaron conocidos aficionados bilbainos, junto a Antonio Ordóñez; y el 4 de septiembre de 1960, una gran corrida de toros. Antonio Ordóñez, Diego Puerta y Juan García “Mondeño”, con reses de Atanasio Fernández. Juan Belmonte fue invitado de honor del Club. Ese período coincidió en el tiempo con un suceso fundamental en la historia de la plaza de toros de Bilbao. El 19 de junio de 1962 se inauguró el nuevo coso de Vista Alegre, ya que el anterior, que databa de 1882, había
desaparecido pasto de las llamas la noche del 4 al 5 de septiembre de 1961. El Club se ofreció para cualquier aspecto relacionado con la edificación de la nueva plaza, y se creó un premio al toro más bravo de las Corridas Generales, que aún se mantiene. La década de los setenta fue muy compleja, como lo fue para toda la sociedad en general. En parte por la situación económica, y en parte también, por la situación política. Los presidentes que dirigieron la Sociedad aquellos difíciles años, fueron Juan José Abrisqueta, Alberto Olmedo, Facundo Álvarez y
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Cocherito”. Algunos de sus integrantes, habían sido o fueron posteriormente, presidentes del Club: Pedro Villarejo, Esteban Macazaga, Silvino de Diego, Carmelo Sánchez Pando, Gregorio Martínez Casado, Dionisio Álvarez, Mariano San Martín y Juan Meaza.
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14 Mariano San Martín, que a pesar de las dificultades, llevaron a cabo numerosos proyectos. En agosto de 1978 se organizaron los primeros coloquios taurinos, y el gran éxito que tuvieron, animó a organizarlos en los años sucesivos, hasta la actualidad. Los coloquios pasaron a convertirse en un emblema más del Club Cocherito, junto con el banquete anual y la entrega del trofeo al toro más bravo. Repuesto el Club de las graves inundaciones que asolaron Bilbao en agosto de 1983, se tomó el acuerdo de formar varias comisiones de cara a la celebración de los festejos conmemorativos de las Bodas de Diamante, en 1985. Con el objeto de dar más realce a la celebración, se programaron dos novilladas con picadores, un encuentro taurino cultural, y un libro, obra de Germán Azumendi. El presidente que llevó adelante las celebraciones fue Carmelo Sánchez–Pando, que en 1986, pasó el testigo a Azumendi, quien, en los meses que ocupó el cargo –falleció en el transcurso de su mandato– realizó un trabajo excepcional de modernización del Club. A partir de 1988, y bajo la presidencia de Manolo Vicario, el Club experimentó grandes cambios, fue una etapa de numerosas iniciativas. Se editó el primer número de un Boletín Informativo, se reinventó en dos ocasiones un nuevo espacio festivo que sacó al Club Cocherito a la calle, y se programó, en 1989 y 1991, una Semana Taurina Cultural. En 1995, el presidente Patxuko Abrisketa, organizó el Congreso Internacional Taurino,
fueron invitados todos los clubs y peñas taurinas del mundo, y la acogida fue desde el principio muy satisfactoria. La labor realizada en esos años se vio recompensada con la Medalla al Mérito Taurino, galardón otorgado en 1998 por la Real Federación Taurina de España. En diciembre de 1998, Javier Molero accedió a la presidencia del Cocherito, los retos eran muchos, y la respuesta a éstos fue sensacional. Dirigió el Club durante los cuatro años siguientes, hasta diciembre de 2002, en que cedió la dirección a Leopoldo Sánchez Gil, quien ha ido marcando el rumbo en la última década. Ambos presidentes han prestado un gran interés al papel de los jóvenes. Llama la atención la gran cantidad de actividades celebradas, que han difundido los valores de la fiesta a un número elevado de personas. Todo ello ha propiciado un espectacular incremento en la cifra de socios, durante la presidencia de Leopoldo Sánchez Gil, se ha alcanzado el número de asociados más elevado de toda la historia del Club. Se han organizado excursiones a todo el mundo taurino, destacando las programadas a México, Colombia y Lisboa, y han sido muy numerosos los reconocimientos que el Cocherito ha recibido de otras instituciones bilbainas. Cien años después de su fundación, el Club ha conseguido mantener su esplendor y aún acrecentar su fama y posición en el mundo taurino, tratando de dar respuesta al significado de un Club Taurino en Bilbao en el siglo XXI. LAURA DEL REY
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LA
EXPOSICIÓN “TAURUS. DEL MITO AL RITUAL”, EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO El Museo de Bellas Artes de Bilbao participa en la celebración del centenario del Club Cocherito con una exposición Taurus. Del mito al ritual, que estará abierta al público entre el 7 de junio y el 5 de septiembre de 2010. La muestra será instalada en la sala principal de exposiciones temporales, la llamada Sala BBK, puesto que la Bilbao Bizkaia Kutxa es patrocinadora del acontecimiento, junto a Iberdrola, y con la colaboración de Euskaltel. Casi desde el mismo momento en que el Club Cocherito se puso en relación con el Museo para que éste estudiara la posibilidad de una colaboración en el centenario, surgió la idea de organizar una exposición singular que excediera del mero testimonio de homenaje al club, y se impusiera como un acontecimiento de referencia dentro del mundo taurino; una exposición que abordara con seriedad las relaciones entre la tauromaquia y el mundo del arte. No nos hizo falta reflexionar mucho sobre el particular, para tomar conciencia de su variedad, riqueza artística e intensidad expresiva. Y, más allá de un arte taurino usual y de consumo, ver el desfile de primeras figuras de la historia del arte, sobre todo desde el siglo XVIII, que se habían interesado con verdadera pasión por el tema. Por una parte estaba la obra basada en la propia tauromaquia moderna, la del toreo a pie. En este tema, la figura de Goya en los primeros estadios de la consolidación del toreo tal y como lo concebimos actualmente, y Picasso en la primera mitad del siglo XX se imponen con la fuerza de sus respectivas personalidades. Entre ambos enormes genios aparece un tercer pináculo del arte también interesado por el tema taurino, como es Manet, que recoge el toreo entre otros motivos culturales españoles, que tanto le sirvieron para revolucionar la pin-
tura universal. A su alrededor, sin embargo, aparecen una pléyade de importantes artistas que dedicaron partes importantes de su trabajo a la tauromaquia, desde los rococós como Carnicero o el goyista Lucas, hasta los artistas modernos como Zuloaga, Iturrino, Vázquez Díaz, Solana, André Masson, Óscar Domínguez o Botero, que han desarrollado ciclos extensos de su pintura con tema taurino. Por no citar a los numerosos artistas que lo han abordado episódicamente: Anglada-Camarasa, Juan Gris, Lipchitz, Gargallo, Manolo Hugué, Alberto Sánchez, Luis Fernández... Es evidente que el arte contemporáneo ha sabido percibir la enorme carga dramática del espectáculo taurino, su carácter ritual, la complejidad de los significados que se derivan de su práctica. Particularmente los autores surrealista vieron en la fiesta un espectáculo estremecedor, en el que admiraban que fuera no una representación teatral, en la que la tragedia se representaba, sino un acontecimiento en el que la tragedia, la muerte, ocurrían de
Eduardo Zamacois (Bilbao, 1841-Madrid, 1871) Niños jugando a los toros, 1863 Óleo sobre tabla. 21 x 26,8 cm Museo de Bellas Artes de Bilbao N.º inv. 69/246
Mariano Fortuny (Reus, Tarragona, 1838-Roma, 1874) El saludo del torero, c. 1869 Óleo sobre lienzo. 61 x 50,2 cm The National Gallery, Londres. Legado de Marcus van Raalte, 1916 N.º inv. NG3138
verdad. Y de la relación de sus personajes principales, el torero, el toro y el caballo obtuvieron símbolos de gran eficacia con los que recogieron penetrantes visiones de la conflictiva realidad contemporánea. El hecho mismo de la pervivencia en la trama social de determinados países, y con tal arraigo, del espectáculo taurino, es un fenómeno extraordinario. La fascinación que ejerce va más allá de la pura diversión y es difícil dejar de ver detrás de él toda una historia que la civilización humana ha trenzado en torno a la potente figura del toro, un mito complejo y ambiguo desflecado luego en mitos que el toro protagoniza y que constituyen relatos ancestrales llenos de belleza terrible. Porque, si bien es cierto que actualmente se rechaza que la tauromaquia moderna tenga sus orígenes en los juegos cretenses, tesalios o romanos, como muchas veces se ha aducido, y que probablemente los tiene en antiquísimas fiestas populares de la Península Ibérica, no puede olvidarse al contemplar el actual enfrentamiento del torero con el animal la larga acumulación de enfrentamientos y zoolatrías que han relacionado al toro con el hombre desde la Prehistoria en Europa y Asia, y particularmente en las culturas mediterráneas. Estas ideas expuestas son las que han dirigido la concepción de la muestra Taurus. Del mito al ritual y por las que se ha dividido en dos grandes apartados: “El mito y los mitos del toro” y “El ritual de la fiesta”. En el primero
se han reunido una serie de imágenes del toro, aislado, hierático, como ídolo, con una presencia sagrada, como figura votiva, tanto a través de piezas arqueológicas como otras medievales y contemporáneas que conservan el antiguo espíritu numénico. Junto a ellas aparecen escenas de los viejos mitos griegos, recogidos tanto en objetos artísticos varios siglos anteriores a Cristo, o casi coetáneos, griegos y romanos, como renacentistas, decimonónicos y contemporáneos. El segundo apartado, “El ritual de la fiesta”, está formado por seis secciones que giran en torno a la tauromaquia: “Los orígenes”, “Los lugares”, “Los personajes”, “La lidia”, “La tragedia y la gloria”, subdividida en “Las víctimas de la fiesta” y “El torero en triunfo”, y finalmente, “Después de la fiesta”. Para realizar este recorrido se han conseguido reunir más de doscientas piezas de calidad, aunque la exposición no pretenda ser una revisión exhaustiva de los temas taurinos ni convocar los diferentes argumentos sobre sus orígenes e historia. La exposición pretende poner frente al público la riqueza artística que la figura del toro ha sido capaz de generar desde tiempos muy antiguos y con significados muy diversos, y que detrás de la actual fiesta de los toros hay una historia culturalmente muy rica y profunda, que está enraizada en la civilización del hombre desde sus mismos orígenes.
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
Atribuido a Juan Cháez (?-?) El matador Pepe-Hillo herido acompañado por dos toreros, c. 1789 Madera policromada y textiles. 64,5 x 46 x 34 cm Museo Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid N.º inv. CE2709
JAVIER VIAR DIRECTOR DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO
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CASTOR JAUREGUIBEITIA IBARRA “COCHERITO DE BILBAO” A finales del S.XIX y primeros años del XX, cuando nació Castor Jaureguibeitia Ibarra (1876), las corridas de toros constituía el único espectáculo de masas. En realidad, cuando vino al mundo “Cocherito de Bilbao” no se había fundado el Athletic Club y el fútbol era un deporte tan minoritario como el golf. En la Villa los únicos espectáculos multitudinarios eran las funciones taurinas, fiestas que acontecían en temporadas completas, que comenzaban en primavera y se extendían hasta los meses otoñales, coincidiendo con las principales efemérides religiosas (Santiago, Corpus, San Ignacio, la Virgen…) y civiles (2 de mayo). Cuando “Cocherito” tomó la alternativa (1904) era el personaje más popular de Bilbao,
mucho más que los players del Atletic. Y además eran numerosos los jóvenes que se miraban en el espejo de Castor, soñando con emular sus hazañas en las arenas. De manera que a este periodo de tiempo –que alcanza hasta el inició de la guerra civil– se le puede definir como la edad de oro del toreo vizcaíno; época en la que alcanzaron el grado de matador de toros: “Chiquito de Begoña”, “Torquito”, “Ale”, “Fortuna”, Muñagorri, Martín Agüero, Joselito Martín, “Rebonzanito” y Jaime Noain. La relación de destacados novilleros, deslumbrados por el brillo de los vestidos de torear, la componían: Zacarías Lecumberri, “Ocejito”, “Recajo”, “Chavacha”, Iraola, “Torquito II”…Hasta la aparición de “Cocherito de Bilbao” solo el durangués Domingo Mendivil Belacortu, y elgoibarres Luís Mazzantini Eguía, habían recibido el titulo de matador de toros. “Cochero” fue un estoqueador de enorme voluntad, sangre fría y serenidad –virtudes necesarias para enfrentarse a las reses difíciles–, al que se etiquetaba como de torero del “norte”, y que no aceptaban de buena gana los aficionados más puristas, especialmente de Madrid y Sevilla; quienes no concebían un matador de toros nacido a la vera del Cantábrico. En la mayoría de los carteles se omitía su primer apellido, dejando su nombre en Castor J. Ibarra, debido a la dificultad de pro-
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nunciamiento, y también porque Ibarra sonaba mas taurino. Como afirmó “Don Ventura”*: “Cocherito” es corto de palabras, pero en obras largo”; personalidad que sirvió al bilbaíno para hacerse un hueco en el exclusivo grupo de figuras de la lidia, y de paso para destruir los rancios recelos acerca del lugar de nacimiento de los lidiadores. “Cocherito”, como escribió Ventura Bagües, era un torero vasco, “y los prejuicios que entonces había en los públicos para otorgar o denegar méritos, según fuera el origen del nuevo luchador, era para éste, una barrera poco menos que infranqueable”. El escritor, Jaime Armiñan, amplió el perfil artístico del diestro: “Cocherito
trajo al toreo sus verónicas espacialísimas. No recibía los toros en posición firme, sino que en el primer tiempo juntaba las zapatillas, cargaba luego la suerte un tanto y rápidamente volvía a juntarlas, dando al espectador la sensación, por la rapidez del movimiento, de haber tomado, dejado de pasar y toreado al toro inmóvil”. Otra característica sobresaliente del manual práctico de Castor, era la colocación de dobles pares de rehiletes, a veces tres si erraba en algún intento. “Cocherito de Bilbao” participó, a lo largo su carrera (1987/1919), de novillero y matador, en 616 festejos taurinos en las que pasaportó 1.668 astados. De estas actuaciones 132 corresponden a novilladas (1897/1904) en las que mato a estoque 304 utreros. Mientras que ya en el escalafón superior (1904/1919), ofreció 484 actuaciones, en las que estoqueó 1.162 bureles, en plazas de España, Francia, Portugal, Méjico y Perú. En Vista Alegre, y tras recibir la alternativa, tardó dos temporadas en acudir a las Corridas Generales (1906); ruedo donde ostenta el * Don Ventura, seudónimo del periodista y escritor, Manuel Ventura Bagües.
Castor Jaureguibeitia realizó el paseíllo junto a los más destacados toreros de su generación, y de manera más regular con, Ricardo Torres “Bombita” (69), Rafael González “Machaquito” (63), Vicente Pastor (55), Gaona (45), Antonio Fuentes (36) y Rafael “El Gallo” (33). En sus ultimas temporadas en activo, completó terna con “Joselito” (27) y Belmonte (18). En esta época, “Cochero· encabezó varios carteles de sabor bochero en compañía de “Chiquito de Begoña” (22), “Torquito” (10), y Diego Mazquiaran “Fortuna” (6). Castor fue un especialista en la lidia de toros de Eduardo Miura (43), seguidos por los pertenecientes al hierro de Veragua (21), y de sus paisanos, Félix Urcola (20), y Marqués de Villagodio (9). La popularidad de “Cocherito” le permitió ser protagonista de numerosas acontecimientos. En diez y siete ocasiones actuó como único espada; en cinco más, su trabajo sirvió para inaugurar otros tantos recintos taurinos; y solo otorgó dos alternativas, una a Rufino San Vicente “Chiquito de Begoña”. Al menos en siete ocasiones actuó por motivos benéficos, cinco en Madrid, y dos en Bilbao. En Madrid, prestó su colaboración a la Corrida de Beneficencia, tres veces; una al festejo de la Prensa, y fue además impulsor del primer festejo promovido a beneficio del Montepío de Toreros, (29 de octubre de 1908), del que levantó acta Ginés Carrión, en Sol y Sombra: ”...añadiose al cartel Cocherito de Bilbao, diestro que ofrecía al publico madrileño las mayores garantías de triunfo, aparte de la grata satisfacción de poder aplaudir su toreo serio, concienzudo y de diestro cuajado e inteligente”. Dos festejos benéficos más se dispusieron en socorro de novillero, “Recajo”, y del rehiletero, “Chatarra”. Otra chirene actuación del espada
bochero, tuvo como escenario un cinematógrafo madrileño, un día de 1904 en que el Partido Conservador de José Canalejas, intento imponer la Ley del Descanso Dominical obligatorio, decreto que ponía en peligro las celebraciones taurinas. El mitin contó con la presencia de varios cientos de aficionados, y en el mismo intervinieron, además del torero de Bilbao, “Lagartijillo”, “Quinito”, Antonio Fuentes, “Machaquito” y “Regaterin”. En 1918, un año antes de cortarse la coleta, ex alcalde y escritor, José María de Areilza, se sentó por primera vez en los tendidos de Vista Alegre –en compañota de su padre, vecino sietecallero–, quien definió las características físicas del torero: “Tenía ya 40 años corridos, pero aún mantenía una planta de arrogante juvenilidad. Era hombre de tez colorada, nariz aguileña, ojos grandes, oscuros, inquisitivos y alegres. Era sencillo y abierto, aficionado a comer y beber con sus amigos y seguidores”.
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
record de mayor numero de actuaciones: 83, como matador de toros, y 28 de novillero. En el coso de capital de España, compareció en 39 corridas de toros y 28 de novillos. Por el contrario, en La Maestranza sevillana, solo vistió de luces siete tardes, en quince temporadas; aunque no acudió a la feria de 1912, a consecuencia de una cogida.
ANTONIO FERNÁNDEZ CASADO
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TOROS
EN
BILBAO, 1910
Imagine por un momento que ha entrado usted en la vieja Vista Alegre. En el mismo solar, con distinta estructura. Corre el año 1910 y Cástor Jaureguibeitia es la estrella de las Corridas Generales. De hecho, Cocherito de Bilbao se anuncia en tres de las cuatro tardes de la feria, igual que las máximas figuras del momento: Bombita y Machaquito. Es tarde de toros en el Botxo. Da igual el día de agosto. En los chiqueros espera una corrida de Murube, Miura, Parladé o Félix Urcola. El 15 de agosto los toros fueron desenjaulados en el ruedo de Vista Alegre a la vista del público, que les dio la aprobación por su serio trapío y buenas hechuras. Y últimamente más: estamos a primeros del siglo XX y desde la retirada de Guerrita, que hizo y deshizo a su antojo, los ganaderos han recuperado el poder. Le llaman a esta época la de los toros de “la edad del grano”, pues desde hace décadas no se han visto salir a los ruedos animales tan serios y cuajados como ahora. Ni el poderoso Bomba, ni el arrojado Machaco ni el recio Pastor han conseguido contrarrestar la dictadura de los ganaderos, representada por el duque de Veragua y Eduardo Miura, que lidian cientos de toros por temporada, casi siempre duros y problemáticos. Y a unas diez mil pesetas por corrida, frente a los mil reales, como mucho mil quinientos, que ganan los primeros espadas. La lidia ha vuelto
Despedida de “Lagartijo” en Bilbao 1893
Rafael González “Machaquito”
a convertirse casi en una lucha de gladiadores, por mucho que Antonio Fuentes, Rafael El Gallo o Rodolfo Gaona, vayan avanzando las nuevas líneas artísticas del espectáculo. Es en ese contexto en el que Cástor ha sabido hacerse hueco entre los grandes. Y su ejemplo ha fomentado la aparición de docenas de aspirantes vizcaínos, muchos de los cuales, aprendices en la escuela local de tauromaquia de los Campos Elíseos, han hecho o harán el paseíllo esta temporada en las dieciséis novilladas y cuatro becerradas que rematan la temporada bilbaína. Y, ya un paso más allá, Chiquito de Begoña, que también lleva un par de años de alternativa y que ha entrado una tarde en la feria. Pero el orgullo del Botxo es Cocherito, que acabará toreando las cuatro corridas porque Machaquito se clava una banderilla en su
segunda actuación. Cuatro paseíllos de seda y mucho oro en los golpes y chorrillos de las chaquetillas y chalecos, que dejan al descubierto pecheras de camisas rizadas de valor. Y detrás de los de a pie, la caballería arriscada de los picadores de brazo fuerte sobre jamelgos de desecho, varilargueros de bien ganada fama a quienes los toreros casi encomiendan su alma. Cambiada la seda por el percal, los montados no abandonan el ruedo, sino que esperan sobre la arena la aparición del toro. A la izquierda de toriles, a unos quince metros de la salida natural de las reses, aguarda siempre el más nuevo, el que desata las hostilidades, el que recibe el primer impacto de la furia astada. Y, con toda probabilidad, también la primera caída. Cada temporada los partes reseñan cientos de fracturas y contusiones de picadores, y alguna muerte, a consecuencia de tan estrepitosos derribos. Enfrente, en la contraquerencia, ya están también los dos jinetes de tanda, los de confianza, los que sujetan, los que calarán más y mejor la sangre de los morrillos, una vez que los subalternos hayan fijado, a una mano, las arrancadas primarias de los serios toros de la época. Caballos sin peto, abrupta suerte de varas. Aunque no todos los enemigos empujen, ni recarguen, los brazos de los curtidos picadores, impiden mayores masacres equinas, aunque no siempre logran evitar la imagen dantesca de las vísceras al aire. Mientras tanto, en la meseta de toriles, los mayorales anotan sólo tres números por toro en sus libretas de hule: el número de varas, el de caídas y el de caballos muertos.
Tocan ya a banderillas, y el toro, como la gran mayoría, empieza a mirar las tablas, si es que no se ha refugiado ya en ellas tras la salida de los picadores. Las querencias deciden el guión: la de toriles, la de un caballo
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
“Chiquito de Begoña”, “Torquito“, “Fortuna” y “Cocherito”
Derribos, puyas de limoncillo que apenas rajan las pieles cuando los toros no empujan, o empujan demasiado, pitones que rompen cinchas o tripas, caídas al descubierto o de latiguillo. Urgencia y necesidad de los quites en esencia. Capotes sin apresto que cambian terrenos alejando el peligro y que rematan airosos el gesto humanitario con adornos de orgullo. Tantos quites como entradas del toro al caballo, el ruedo invadido por matadores, cuadrillas, caballos y picadores, monosabios, areneros… Caótico orden del primer tercio de la lidia, acto central de la representación, el más largo de la época heroica. Todos presentes en un ruedo superpoblado. Tiempo de barreras sin burladero, ventaja que iba a imponer Juan Belmonte unos años después, y que sólo se contempla entonces si alguno de los matadores alega con parte médico alguna dificultad física.
Ricardo Torres “Bombita”
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24 muerto sobre la arena o, raramente, la de los medios. La inteligencia sobre el arrojo, los subalternos barajan un amplio abanico de estrategias para clavar: de poder a poder, a topacarnero, de dentro a fuera, a la media vuelta, de sobaquillo. Ligeros todos, siempre prácticos. Y más si del palco ha asomado el pañuelo rojo y el manso debe ser fogueado. Pero este año en las Corridas Generales no hay banderillas de fuego. Todas las corridas se prestan a que el Cochero coja los palos e, igual que con su diestra verónica, luzca de nuevo su bizarría. Y, a veces, “muy de Bilbao” y con anchura de manos, los clava de cuatro en cuatro y hasta de seis en seis. Especialidad de la casa. El último tercio ya es harina de otro costal. A esas alturas, a los toros ya no les daba para más. Aquerenciados en tablas, apenas si daban tres o cuatro embestidas descompuestas. Y las faenas de muleta no eran tales, sino simples catones de recursos para preparar la buena muerte: pases de tirón para sacar de las maderas, tres o cuatro telonazos, algún natural robado y un par de adornos que añadan cierto lucimiento, o doblones y toques de orejas para que el enemigo junte las manos cuanto antes. Sólo los “vistahermosas”, como ya sabía Guerrita, permiten trasteos lucidos y de mayor extensión, como más extensa y duradera es también su bravura. Llega entonces la hora de la verdad, en corto y por derecho. Gesto arrogante, mirada fija en el morrillo, piernas y brazos en tensión. Plaza en tembloroso silencio. Tiempos de estoqueadores legendarios, arrojados agresores del volapié, que, como Machaquito esta feria, se dejan en el empeño las lentejuelas de sus vestidos en los pitones del toro. Espadas de acero toledano con peso y anchura de tizonas que no siempre encuentran su objetivo. Pinchazos hondos, medias lagartijeras, descabellos sin cruceta y, cuando hay suerte y destreza, estocadas sin puntilla que valen por todo lo demás: el premio poco habitual de la oreja, galardón impuro que aún las plazas de Madrid y de Sevilla se niegan a conceder. Pero Cocherito, aunque confirma una vez más su fama de desigual estoqueador, destaca esta vez también
Fabián Bilbao, picador y amigo de “Cocherito”
con la muleta y corta varias orejas esta feria bilbaína del año 10. Tres de ellas a la corrida de Miura. Y las pasea orgulloso por la arena parduzca de Vista Alegre, mientras el ruedo vuelve a poblarse de gente y animales: los picadores del siguiente turno, los areneros, los mozos de espadas que saltan a asistir a los toreros, los vendedores de naranjas para refresco, las cubas de riego sobre carretas y, por supuesto, dos tiros de mulillas, bien sea para arrastrar cadáveres de toros o de caballos. Y el ídolo hasta sale en volandas, a la “sillita de la reina” como es costumbre, que no en hombros como años después. Sucede un par de tardes, en las que se va de la plaza rodeado de paisanos entusiastas que confirman que tienen torero. Hasta tal punto que, terminada la feria, en los cafés del Arenal los hay que deciden echar para adelante con esa idea que alguien ha sugerido ese mismo verano: fundar un club, al estilo del que en Córdoba se le dedicó a Guerrita, en homenaje perpetuo a Cástor Jaueguibeitia. Concretarlo era sólo cuestión de meses. PACO AGUADO
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JOAQUIN NUÑEZ
DEL
CUVILLO
Hijo de Joaquín Núñez Manso, y por tanto sobrino del genial Carlos, que en “Los Derramaderos” creó un encaste que sigue siendo santo y seña de la cabaña brava, Joaquín Núñez del Cuvillo, pese a la tradición familiar, tardó muchos años en hacerse ganadero de bravo. Hasta entonces criaba excelentes retintos, pero sólo la insistencia de sus hijos mayores le hizo comprar toros de lidia. Corría el verano de 1982, y Joaquín, siguiendo el consejo de varios amigos, se hizo con la vacada de Jaime Osborne, que hasta tres años antes se había anunciado “Osborne Domecq Hnos.” y que estaba compuesta por animales del hierro paterno de José Luis Osborne Vázquez. Joaquín Núñez compró todos los ejemplares que había en la ganadería, así que pudo empezar a lidiar cuatreños sin solución de continuidad, siendo los primeros de su historia tres que se embarcaron con destino a la plaza murciana de Abarán ese mismo año. Sin embargo, tuvo que esperar hasta 1983 para ver su nombre anunciado en un cartel. Fue en Tomelloso, donde lidió una corrida de muy buena presencia, en la que se incluía el burraco “Comilón”, nº 21, que fue premiado con la vuelta al ruedo después de ser estoqueado por “Paquirri”.
Este fue irse a “Lo Álvaro”, de Juan Pedro Domecq, de donde Joaquín Núñez se trajo un lote de eralas y tres sementales, llamados “Histrión”, “Ladrón” e “Impecable”, en una compra que fue decisiva para cimentar definitivamente la vacada. Ocurrió en 1992, precisamente el primer año que los toros de Joaquín triunfan con fuerza. El escenario es la plaza de Valladolid, donde el día de la alternativa de Manolo Sánchez salen a hombros por la puerta grande los tres toreros y el ganadero. A partir de ahí, Núñez del Cuvillo se puso de moda. Y más todavía después de la corrida lidiada en Sevilla en 1993, donde a un par de toros César Rincón y “Espartaco” le cortan dos ore-
jas. Ya las figuras no dejaron de anunciarse con los pupilos de Joaquín. En aquella época lo hicieron nombres como Roberto Domínguez, Ortega Cano o “Espartaco”. Después, Enrique Ponce o “Joselito” y en la última época han sido fieles a la ganadería toreros tan importantes como “Morante de la Puebla”, Miguel Ángel Perera, “El Juli” o el que ha sido auténtico paladín de estos toros, José Tomás. A lo largo de dos décadas todos han cincelado algunas de las mejores faenas de cada temporada con animales de Cuvillo. Para alcanzar tales metas ha sido clave que el ganadero tuviera las ideas muy claras a la hora de saber hacia dónde debía evolucionar su vacada, tanto por dentro como por fuera. Aún basándose siempre en la sangre “Domecq”, varió de Osborne a Ybarra, y de ahí a Juan Pedro, sabiendo amalgamar con sabiduría todas esas líneas hasta crear una propia. Al tiempo lograba que el comportamiento de los astados fuera progresando del toro blando y suave de sus principios hasta un animal encastado, pero con clase, acorde a los gustos actuales. Y, lo que es más importante, cincelando, sin perder las buenas hechuras, un tipo de toro de perfecto trapío, con muy buen desarrollo de pitón, que sirve perfectamente para plazas de categoría, como Bilbao. Y haber conseguido esa alquimia es el mayor éxito de Joaquín Núñez del Cuvillo, sin duda, uno de los ganaderos más importantes de nuestro incipiente siglo XXI.
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
A partir de ahí comenzó a forjarse la ganadería, que en 1985 añadió a los “osbornes” originales una punta de ganado de los hermanos Núñez Moreno de Guerra, de la que sólo quedó un goterón testimonial. No ocurrió así con lo adquirido poco después a los herederos de “Paquirri”, ni con las eralas compradas a Atanasio Fernández en 1989, porque ambos lotes fueron eliminados completamente. Sí dejaron su impronta las reatas con sangre Maribel Ybarra llegadas en 1986, sobre todo los hijos de dos sementales, “Suspicaz” y “Bambinoso”. Después, esa rama se reforzó con ganados de “Torrealta” y “Marqués de Domecq”, pero los animales de esa línea tampoco tuvieron peso específico posterior en “El Grullo” donde, nada más alborear la década de los noventa, se dio un paso trascendental.
LUIS MIGUEL PARRADO
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PABLO HERMOSO
DE
MENDOZA
Sumo pontífice alado del toreo a caballo Pablo Hermoso de Mendoza ha convertido el arte del rejoneo en una disciplina alucinante porque es capaz de hacer con sus caballos y ante el toro verdaderas faenas, cabriolas y piruetas, trincherazos, desplantes y contorsiones que parecen imposibles por inauditos. Pablo ha logrado la belleza más serena del toreo a caballo y ha convertido en sutil armonía la violencia misma del encuentro de dos animales antagónicos. Sin levantar una mota de polvo conjuga varios verbos taurinos sin un solo estrambote: parar, templar, mandar y cargar la suerte, que decía el maestro Domingo Ortega, hijo de Borox, paleto y amigo a la vez de Ortega y Gasset, Cossío o Díaz Cañabate. Pablo Hermoso de Mendoza es el mejor rejoneador de toda la historia del toreo, el más innovador, el más técnico y el que más ha sabido hacer llegar a los aficionados su concepto del toreo a caballo, tanto por sus cualidades como por su enorme capacidad para conectar con los tendidos, porque Pablo torea con el alma, porque Hermoso de Mendoza se fusiona con los espectadores porque cada uno de los lances que dibuja en el albero los saca de ese espacio indómito donde habitan los sentimientos. Veinte años en la cumbre hablan por sí solos de su capacidad, de esa fuerza interior que derrocha para lograr torear cada día más despacio, con más armonía, con esa rara fragilidad de acero con la que anda de costado con “Chenel” para resolver cada recorrido después con un bellísimo remate por los adentros en el que la embestida parece ya de seda, o con esas banderillas aladas que clava en todo lo alto con una suavidad para engañar sin mentir al toro yéndose siempre a la verdad, y el precipicio, donde yace el pitón contrario.
Foto: www.burladero.com
Pablo, el maestro, es el sumo pontífice del rejoneo, el íntimo y verdadero creador del toreo a caballo porque ha convertido cada lidia en una auténtica sinfonía de elegancia y riesgo, de colocación y magia. Y es, además, un renovador, un adelantado a su tiempo… Un torero que el destino ha querido colocar en el nuestro haciéndonos así profundamente dichosos poder contemplarlo. PABLO G. MANCHA
Santander Feria de Santiago 2010 La Feria del Norte
Plaza de Toros de Cuatro Caminos SANTANDER
Foto: José I. Aguado
Los toros llegan a Santander por Cuatro Caminos Las mejores ganaderías y las principales figuras estarán en la Feria de Santiago 2010. Del viernes 23 al sábado 31 de julio, con un total de diez festejos: una novillada con picadores, dos corridas de rejones y siete corridas de toros. El domingo 1 de agosto, se celebrará la Corrida de la Beneficencia. Completan el programa, un espectáculo de Recortadores y una becerrada para las Escuelas Taurinas.
Información: Teléfono 942 33 22 89
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“EL FUNDI” El reconocimiento a un Maestro No ha sido fácil para José Pedro Prados “El Fundi” llegar al sitio de privilegio que ocupa. Admirado y respetado por todos los compañeros de profesión, el fuenlabreño ha conseguido en 22 años de alternativa ganarse el respeto de toreros, de crítica y de aficionados desde la parte más dura del toreo. Quizá por ello, tiene mucho más mérito lo de este Fundi tan personal, tan tío, tan macho. El sólo, con su espada y su muleta, ha sido capaz de dar la vuelta a la tortilla y demostrar, en el último lustro, que también puede tener sitio en otros carteles, con otro tipo de toros y con las figuras. Muy pocos son los que lo han conseguido. Quitarse ese “hierro” con el que un sistema viciado marca a determinados toreros y los encasilla en la parte más amarga del toreo, no es tarea sencilla. Durante muchas temporadas, a José Pedro lo relegaron a ese circuito en el que robar dos muletazos buenos a un toro ya era toda una hazaña. Y lo hacía. Lo bueno es que, en estos años, muchos se han dado cuenta de que El Fundi también se los pega a los toros buenos, a los que exigen seis y siete por abajo, a los que hay que templar más que esquivar. Con los que se puede disfrutar toreando.
ruedo. Porque ha sabido superarse a sí mismo, a las trabas que le ha impuesto un sistema que cuesta un mundo romper, a los aficionados más reacios como el “7” de Madrid, que durante muchos años le vetó; y finalmente, a todos los que pensaban que hoy en día no podría hacer otra cosa más que evitar hachazos y cornadas de toros sin embestir. Un día, una figura del toreo me hizo una apreciación entre las figuras y los maestros. Acostumbrarlos a englobarlos en el mismo saco y no debe ser así. Figuras son los indispensables, los que mandan, los que deciden el pulso. Maestro es quien tiene el respeto de su profesión, del sistema, de sus compañeros y a quienes los nuevos ven como espejo. Él me dijo que siempre antepondría el ser un Maestro a que lo consideren figura. Y unas pocas Puertas Grandes de Las Ventas lo avalan. Es Palabra de Maestro. MARIO JUAREZ
El Fundi siempre ha sido un torero de raza. Quizá por ello ha sido capaz de salir del duro bache que el destino le tenía reservado para la pasada temporada. La caída de un caballo en las vísperas de San Isidro y la fortísima voltereta que sufrió en San Sebastián, con esa imagen yacente en el centro del ruedo, deben obligarle a uno a replantearse el porqué se quiere jugar la vida tarde sí y tarde también. José Pedro lo hace porque siempre ha sido un torero de raza. Un ejemplo para todos los que ahora dan sus primeros capotazos o sueñan con hacer un día el paseíllo en este ceniciento
Foto: Manu de Alba
Marcar una época “Quiero marcar una época, mandar en el toreo”. Como un martilleo permanente, así repite una y otra vez Sebastián Castella, el único francés que sabe lo que es llegar y mantenerse en lo más alto del toreo, que su meta es la más alta. Desde que tuve la ocasión de conocer a Sebastián, cuando su carrera apenas no había hecho más que arrancar, siempre ha repetido lo mismo. Y lo deja igual de claro en privado como en gran parte de las entrevistas que concede. Pero además, desde su timidez sincera, su verbo corto pero lleno de contenido y su personalidad solitaria, Sebastián también asume ese compromiso en el ruedo. Su entrega está patente en cada paseíllo y su objetivo entre ceja y ceja, o entre pitón y pitón. Las veces que he tenido la suerte de coincidir con Castella y acercarme a la persona que está tras ese torero que congela corazones al mismo ritmo que los acalora, tiene claro el camino que le puede llevar al triunfo que él busca. Verdad en el toreo, pureza y entrega. Y Castella es de los que se entrega en todos lados, de los que se dosifica para dar lo mejor de sí mismo. Pero hay plazas en las que el triunfo es más alto, más duro, más placentero, y para conseguirlo hay que ir más allá de los límites. Bilbao es, sin lugar a duda, una plaza en la que el torero que quiera que su nombre dure más allá de su carrera, debe dar la cara. Castella lo sabe y lo ha demostrado en diferentes ocasiones. En el oscuro ruedo del bocho se enfrentó por primera y única vez en su carrera a una corrida de Victorino. Allí ha lidiado el toro de “Bilbao” con el compromiso del que busca la seriedad en su profesión: “Esa plaza, esa afición y ese toro dignifican la Fiesta”, suele comentar con frecuencia en privado. Una teoría ésta que está ratificada por las ocasiones que Sebastián ha acudido
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a alguna conferencia o a recoger un premio a Bilbao, la plaza en la que todo es grande y grandioso, desde el toro hasta los números que anuncian su peso. A las puertas de su Francia natal, en Vistalegre, Castella se crece y desarrolla su toreo como ha ocurrido en multitud de ocasiones. Siempre ha mantenido que Bilbao es plaza de gestos y gestas. Entre el emparedado de Madrid y su San Isidro y Aniversario, llega el torero de los ojos claros a una de sus plazas. Donde a él lejos de pesarle el toro y el público disfruta sólo con verse anunciado…
CORRIDAS DE TOROS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO
SEBASTIÁN CASTELLA
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MIGUEL ANGEL PERERA Perera en la cumbre del toreo La carrera artística de Perera se divide en tres etapas: una primera de nacimiento al toreo y formación; una segunda en la que consigue dotar a sus faenas de argumento; y una tercera, en la que está inmerso, en la que ha llegado la madurez. Del Perera de los inicios decían que se miraba en José Tomás. Parecidos en la quietud, el ceñimiento y en tratar de evitar los toques. Pero poco más; además de tener un concepto distinto de las distancias, el extremeño cita con la muleta acusadamente adelantada. Perera, desde el principio, mostró esa virtud que muy pocos como él ha sido capaz de llevar tan hasta sus últimos extremos: la extraordinaria longitud de sus muletazos. De siempre ha enganchado a los toros por delante y los ha llevado profundos y con la mano baja, siempre ha buscado la ligazón, mirándose en los toreros que hacen del toque un recurso y nada más, una excepción y no una norma. El toreo de Perera se sustenta también en el valor. Un valor sereno. Tomó a la alternativa en 2004 y llegó a ella formado en cuanto a su técnica, la cual se manifiesta, sobre todo, en un sentido del temple excepcional. Sin embargo, aún en sus primeros tiempos de matador, sus faenas, muy puras a retazos, podían estar faltas de argumento, de continuidad. Perera pronto acortaba distancias. Pero en la vida torera de Perera hay un personaje definitivo: Fernando Cepeda. Con él inicia Perera su segunda etapa, la de la evolución. El sevillano le ha transmitido la necesidad de que las faenas se planteen y discurran en función del toro y que el torero sienta lo que hace. Perera ya no es aquel torero que acortaba pronto distancias, planteamiento éste que más que un recurso constituía un fin. Hoy da
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sitio a los toros y el eje de sus faenas son series por ambos pitones en redondo, con esa longitud paradigmática del muletazo. Son tandas de suave fluir, extraordinariamente intensas, pues a menudo se componen de seis, siete, siempre por ambos pitones. La tercera etapa de este torero se le ha podido apreciar a partir de la temporada de 2008, la de la eclosión. Ha llegado porque ha conseguido la maestría y es la etapa final a la que sólo llegan los grandes toreros cuando son capaces de hacer un toreo engrandecido por la rotundidad. De esta forma el toreo de Perera cobra un sentido estético, además de avanzar en la afirmación de la propia personalidad. Esta etapa definitiva del gran torero extremeño ha hecho posible un gran salto en la calidad. Sus faenas ahora tienen su más profundo porqué, pero además han ganado en redondez, en parsimonia, en belleza, conservando sus virtudes innatas, muy especialmente el temple, la hondura y, sobre todo, el extraordinario trazo de sus muletazos. ANTONIO CASTAÑARES