6 minute read
BUENAS LECCIONES APRENDIDAS EN UN MAL AÑO
Por Kieren Moffat
La naturaleza de las relaciones entre las comunidades y las empresas que trabajan junto a ellas sigue evolucionando a un ritmo vertiginoso, incluso más en este tiempo de convulsión, incertidumbre y disrupción, pero en lugar de ver al 2020 como una aberración, este año podría pensarse como una ventana hacia un futuro en el que la incertidumbre, el cambio y la necesidad de resiliencia son circunstancias dominantes en lugar de excepcionales.
DEFINIENDO RESILIENCIA COMUNITARIA
Entonces, comencemos esta reflexión con un vistazo a lo que hace que una comunidad sea resiliente. Es complejo, pero según la investigación sobre el tema, hay varios factores que sustentan la resiliencia de la comunidad como la vitalidad económica, la preparación para afrontar altercados y la presencia de instituciones sólidas para ayudar a gestionar el cambio.
También es importante un liderazgo local fuerte que pueda navegar a través de aguas turbulentas, al igual que la potencia de las redes sociales dentro de las comunidades, la capacidad de comunicarse dentro y entre estas redes de manera efectiva y la perspectiva mental de cada uno de los miembros de la comunidad.
Si bien las comunidades mineras pueden estar acostumbradas a gestionar el cambio, convivir con un “auge y caída” de la industria es parte de su naturaleza. Durante una caída del precio de los productos básicos, por ejemplo, las reducciones de personal significan que las y los empleados de la empresa minera, quienes también desempeñan roles clave de liderazgo dentro de la comunidad, puedan irse de la noche a la mañana. La capacidad de estos grupos para apoyar a sus miembros y a la comunidad en general también se ve disminuida justo en el momento en que esa cohesión es más necesaria.
RESPUESTAS ÚNICAS PARA UNA PANDEMIA
Sin embargo, este cambio ha sido diferente para las comunidades regionales y remotas. La distancia física hacia los principales centros urbanos, las ha aislado en gran medida de la propagación del COVID-19 y al mismo tiempo, ha reforzado para algunos una sensación de aislamiento.
En nuestro trabajo, con las respuestas ante la pandemia en las comunidades mineras en el 2020, hemos visto cómo se desarrolla esta complejidad. Las comunidades han confiado en gran medida en su propia capacidad para gestionar los desafíos de la pandemia a nivel local.
Específicamente, las comunidades mineras en los territorios donde trabajamos han manifestado de manera consistente que sus dos mayores preocupaciones son: la transmisión del virus COVID-19 a sus comunidades a través de los movimientos de personal y los impactos económicos a nivel local para las pequeñas empresas.
Resultados de los datos científicos del Programa Voces Locales muestran que la respuesta de las empresas mineras durante el COVID-19 fue reconocida por la comunidad y vista de forma positiva. La preocupación por la pandemia se intensifica, al igual que los esfuerzos de las empresas por seguir apoyando a la comunidad durante este período crítico.
Las y los participantes coinciden en general en que las empresas mineras cooperan con la comunidad y trabajan para ayudarla. El sentimiento positivo de la comunidad respecto al papel de las empresas mineras en la gestión de COVID-19 indica que existe una base de confianza entre las partes.
En particular, en los territorios en los que operamos, las comunidades están muy preocupadas por la pérdida de personas queridas y la carga que supone para el sistema sanitario, pero también por las repercusiones financieras, la pérdida de trabajo y la descapitalización de las pequeñas empresas.
LO QUE APRENDIMOS SOBRE LA CONFIANZA Y LA CAPACIDAD DE RESPUESTA
Durante esos primeros meses del 2020, la incertidumbre fue mayor y nuestras vidas cambiaron drásticamente. Muchas empresas mineras iniciaron importantes fondos comunitarios para apoyar y garantizar la seguridad de las comunidades, las y los proveedores y el personal, a través de pruebas de COVID-19, donaciones, programas de salud y la aplicación de regímenes y protocolos sanitarios.
Toda esta actividad se inició pocas semanas después de la declaración de la pandemia. Nuestro análisis de los datos de las encuestas comunitarias que estábamos realizando en ese tiempo, nos mostró por qué: la calidad de las interacciones que las y los miembros de la comunidad tenían con el personal de la empresa mejoró considerablemente.
La gran ironía fue que con la emergencia sanitaria, las empresas mineras y todas y todos nosotros, nos vimos obligados a pensar de manera activa y diferente sobre cómo involucrarnos con las personas, lo cual condujo a interacciones más profundas y auténticas.
Los niveles más altos de confianza también se asociaron con una distribución generosa y equitativa de importantes recursos económicos durante esos primeros meses.
También quedó claro que, si bien el movimiento de personal Fly-In, Fly- Out (FIFO) y Drive-In, Drive-Out (DIDO) era para los miembros de la comunidad una preocupación real, ellos y ellas mismas también calificaron de manera bastante positiva los protocolos de seguridad de la empresa para gestionar este tipo de riesgos. Además, la capacidad de respuesta de la empresa es siempre un fuerte impulsor de la confianza para la comunidad, tal como hemos visto en muchos lugares.
CREANDO RESILIENCIA DURADERA
Pero ¿qué tiene esto que ver con la resiliencia? Para mí, en la forma en que muchas empresas mineras respondieron al COVID-19, reflejaron algunas de las cualidades fundamentales requeridas para que crezca la resiliencia en una relación entre la empresa y la comunidad minera.
Por el lado de la empresa es fundamental ver y comprender la naturaleza del desafío a través de los ojos de la comunidad. La distribución liberal y equitativa de los recursos ante una emergencia es un factor clave para la resiliencia, al igual que demostrar un liderazgo fuerte y decisivo.
El COVID-19 produjo grandes cambios en muy poco tiempo y pudimos observar cómo los miembros de la comunidad empezaban a reevaluar sus relaciones con las empresas que operaban a su alrededor.
Ya no se trataba solo de empresas mineras, sino de una verdadera fuente de continuidad y tranquilidad que permanecía estable cuando la mayoría de las demás actividades económicas se detenían.
Entonces ¿qué nos depara el futuro? A esta crisis le quedan todavía varios actos antes de regresar a cualquier tipo de normalidad.
DESAFÍOS DEL 2020 Y 2021
Como parámetros para identificar dónde se encuentran nuestras fortalezas y debilidades:
• Centrarse en las fundaciones de las relaciones y no solo en sus funciones. Es ahí donde las empresas y las comunidades mineras sacarán mayor provecho a la energía invertida.
• Aferrarse a los beneficios que tiene la interacción auténtica y personal entre las y los miembros de la comunidad y el personal de la empresa para fortalecer lazos, mientras las empresas vuelven a “la normalidad”.
Estos factores son los que hacen que todo lo demás sea más eficiente y efectivo ante una crisis o problema y permiten que en estos tiempos turbulentos se creen verdaderas oportunidades a través del cambio.
La resiliencia de la comunidad es compleja pero la pandemia por el COVID-19 ha demostrado que cuando la situación se pone difícil, las relaciones importan. Mientras esperamos años más positivos, haríamos bien en reflexionar sobre cómo profundizar los vínculos entre la industria minera y las comunidades en las que operan.
Kieren Moffat es CEO de Voconiq. Correos: ana.santiago@voconiq.com clarisse@esaconsulting.com.br