Primera edición (electrónica): Octubre de 2013 © De la traducción: Carlos Manuel Cruz Meza © Todos los derechos reservados
Retrato del autor: Héctor Montes de Oca
La colección Obras reunidas recoge y sistematiza la obra del escritor mexicano Carlos Manuel Cruz Meza, revisada y corregida por el autor. Pretende fijar las versiones definitivas de cada texto, por lo que muchas veces difieren de las aparecidas originalmente en libros, revistas, periódicos y suplementos. Incorpora poesía, narrativa, ensayo, guión, fotografía, géneros periodísticos, así como ediciones recopilatorias facsimilares de textos publicados en diversos medios.
Una oscura medianoche, cuando en tristes pensamientos abstraído sobre un tomo de vetustos argumentos, mi cabeza bajo el sueño ya inclinaba, en la desierta, sola entrada oí llamar, como si alguien quedo y suave se afanase con incierta y leve mano allí a tocar. "Es" —me dije— "un visitante que llamando está a mi puerta. Eso es todo y nada más". Claramente lo recuerdo. Era diciembre y el hielo su fantasma en cada brasa consumida enviaba al cielo. Con mis ansias la alborada deseaba, con lectora actitud, por pronto hallar alivio a mi desconsuelo por la muerte de Leonora, la radiante, la sin par, virgen casta a quien Leonora querubines llaman y ahora, ¡no se nombra nunca más! El crujido entristecido de los rojizos telones me aterraba, me inundaba de espantosas sensaciones y era en vano que el latido de mi pecho sin paciencia luchase por domeñar. "Es sin duda un visitante", repetía con insistencia, "que a mi cuarto quiere entrar; un noctámbulo viajante que persiste en su presencia. Será eso, nada más". Lentamente ya sentía mi valor ir resurgiendo: "Caballero" —dije— "o dama: sus disculpas voy pidiendo; pues sucede que dormía, y con tan suma elegancia me habéis venido a llamar, y con suavidad tan tersa, y tan ligera prestancia os habéis puesto a tocar, que no os escuché", y las puertas abrí raudo de mi estancia. ¡Sólo sombras, nada más!
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Asustado e intentando vislumbrar persona alguna me quedé, teniendo indicio de ser visita ninguna; mas completo era el silencio; no lograba, aquel que llora, sonido alguno escuchar. Sólo un nombre murmuraba, que en aquella fría deshora yo me puse a susurrar, y que el eco en su cansancio repetíame: "¡Leonora...!" Esto sólo, nada más. A mi cuarto retornando, con dolor en alma y mente, escuché tocar de nuevo, esta vez violentamente. "Es seguro" —dije— "que algo se ha atorado; en improperio con certeza he de encontrar la razón simple y sencilla del evento, del misterio que podré desentrañar. Calmo mi ánimo un momento; sé que no será algo serio. Es el viento, nada más". La ventana abrí de golpe y con aleteo arrogante entró un cuervo proveniente de algún tiempo equidistante. Sin detenerse un momento, ni asustarse en su ralea, con un aire de maldad fue a posarse sobre un busto, en la cabeza de Atenea en el dintel, que es lugar de la piedra que esculpida a esa diosa regodea. Allí estuvo, nada más. Convirtió el pájaro torvo mi tristeza ya en sonrisa con su extraño luto, añejo; majestuoso en la cornisa. Susurré: "Aunque sea lustroso, tu plumaje el negro puebla; no eres ave nocturnal. ¡Dime, incierto, antiguo, oscuro vagabundo entre la nie-bla...! ¿Cuál será tu nombre, cuál en la plutónica noche, en el reino de tiniebla...?" Contestome: "Nunca más".
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Me quedé asombrado oyendo la respuesta del volante, pues explicación no daba a su eterno andar errante, ya que es menester aclare nadie en la Historia olvidada pudo algún día contemplar ave parda en los dinteles de su puerta allí, posada; ébano alado mirar sobre el busto que ha nacido de la roca cincelada con tal nombre: "Nunca más". Mas el cuervo inmóvil, quieto sobre el busto de la diosa repetíame esas palabras, letanía sonando odiosa; ni el plumaje sacudía, ni un acento separado le escuchaba mencionar. Y afirmé con decaimiento: "Otros antes se han marchado cuando empieza a despuntar la mañana; y él también seguramente habrá escapado". Respondióme: "Nunca más". Ante su palabra clara, habíame el duelo vencido y afirmé, sin duda alguna: "Lo que dice es aprendido de algún amo a quien destino tan infausto y espantoso flagelara sin cesar, lo condujo hasta el sepulcro, obligando en lo luctuoso de su vida, a terminar toda frase que aludiera a su sino pavoroso con el triste ‘Nunca más’". Pero el ave en su postura me causó sonrisa nueva y arrastré el sillón, mirando hacia el busto en la tiniebla para proceder con lenta dormición, elucubrante a lograr averiguar, conocer las intenciones del emplumado migrante que, vetusto, sin parar, lúgubre, hosco, de plumaje tétrico e impresionante contestaba "Nunca más".
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Continué allí meditando frente al cuervo ya intranquilo, pues sus ojos como brasas tenían mente y alma en vilo, recostado entre almohadones que, de mi mente, querella conseguían atestiguar, junto al rojo terciopelo donde el haz, trémula estrella del farol veía formar, tela carmesí que aquella delicada y fiel doncella no rozaría nunca más. Parecióme que en el aire se aspiraba olor a incienso cual si un ángel se pasease por mi cuarto, aún lo pienso, aromando con su esencia, respuesta prometedora que mi Dios queríame enviar; el tan anhelado alivio que el olvido de Leonora me podría proporcionar. "He de ingerir ese elíxir que manda el Ser que se adora". Dijo el cuervo: "Nunca más". "¡Oh, profeta!" —dije— "¡O duende, más profeta, seas bendita ave o deidad demoniaca, por la tormenta maldita, arrastrado por el viento, por la noche o quien ignoro y empujado a este lugar por la muerte devastado, dime, dime, te lo imploro si algún día podré encontrar alivio o simple consuelo por la pérdida que lloro!" Graznó el cuervo: "Nunca más". "¡Oh, profeta!" —dije— "¡O diablo, en el nombre de ese cielo que nos cubre, de ese Dios que veneramos en desvelo y a quien ambos adoramos, dile a mi alma que devora el terrible, cruel pesar, si es que acaso en otro mundo, doncella enternecedora mis brazos han de estrechar, casta virgen que es llamada por los ángeles, Leonora". Clamó el cuervo: "Nunca más".
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"Sea esa voz, ¡oh cuervo infausto!, la señal de tu escapada", exclamé de pie. "¡Retorna, vuelve a fúnebre mirada que en plutónica ribera de la noche, sitio adusto falsamente has de habitar! ¡Ni una oscura pluma dejes, en memoria, sobre el busto! ¡Deja en paz mi soledad! ¡Del dintel tu sombra aleja! ¡De mí aparta este disgusto!" Gritó el cuervo: "¡Nunca más!" Y allí sigue, hasta esta noche, sobre el quicio de mi puerta, posado sobre la estatua que, en su quietud, ornamenta; y sus ojos son los ojos de un demonio que, soñando, las visiones ve del mal; y la luz sobre él cayendo, va en el suelo proyectando su amplia aureola sepulcral; y mi alma de esa sombra que en el piso está flotando no ha de alzarse... ¡Nunca más!
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SOBRE EL AUTOR
Carlos Manuel Cruz Meza (Xalapa, Ver., México, 1973). Escritor, editor, periodista, fotógrafo y difusor cultural. Cursó estudios de Letras Españolas, Sociología e Historia en la Universidad Veracruzana; de Publicidad y Relaciones Públicas en la UEH; y de Criminología y Criminalística en el Colegio Libre de Estudios Universitarios (CLEU). Cursa actualmente la Maestría en Educación. Ha obtenido premios y reconocimientos de la UNAM, la Universidad Veracruzana, la Universidad Autónoma de Sinaloa, la ONU, la Asociación Nacional de Periodistas, la Secretaría de Educación Pública, el Colegio de Sociólogos y el Instituto Veracruzano de Cultura, entre otros. Fue becario en el Programa de Jóvenes Creadores del IVEC en 1994 y 2004, en el área de Literatura. Se desempeñó como editor en la Dirección General de Educación Media Superior y Superior, dependiente de la Secretaría de Educación y Cultura (1998) y como investigador en la Coordinación de Publicaciones y Bibliotecas del Instituto Veracruzano de la Cultura (2001 a 2002). Ha colaborado en revistas circulantes en Europa y Sudamérica, así como en periódicos y suplementos de diversas partes del país, entre los que se incluyen Tierra Adentro, Archipiélago, La Ciencia y el Hombre, Graffiti, Hojas de Utopía, La Ventana Cerrada y Albatros viajero. También en publicaciones electrónicas, como ficticia.com. Algunos de sus ensayos sobre Artes Plásticas han sido publicados en Europa. Colaboró en el programa La Revista, de Radio Universidad Veracruzana. Igualmente, condujo segmentos sobre cine y literatura en programas de televisión. Dirigió varios años el suplemento cultural de Gráfico de Xalapa (1995 a 2006), y entre 2000 y 2002 fue coordinador del suplemento cultural semanal "Palabra Otra" en Diario de Xalapa, además de cofundar y dirigir la sección cultural diaria del mismo periódico, y fungir como Asesor de la Dirección del mismo medio. Coordinó además el Cine Club de la Galería de Arte Contemporáneo del IVEC (2003 a 2006). Ha publicado los libros Zona de guerra; Al otro lado del espejo; Muestra de poemas veracruzanos; Voces diversas. Antología de ensayo veracruzano; Nirvana (incluido en el Fondo Editorial Tierra Adentro); El jardín de Babel. Poesía joven de Veracruz; Corpus; Funeraria; y Paisaje onírico, en coautoría con Héctor Montes de Oca. Coprodujo el largometraje Escrito con Sangre, del cual también escribió el guión, mismo que obtuvo el Premio a la Mejor Película Extranjera en el Festival de Cine de Belfast (Irlanda del Norte) en 2011. Sostiene un blog del mismo nombre. Se ha desempeñado además como publicista y asesor cultural en diversas instituciones públicas y privadas. Sus fotografías han aparecido en revistas especializadas sobre el tema. También como colaborador en programas de radio y televisión, con secciones fijas sobre arte y cultura. Desde 2009 es miembro de la Sociedad Mexicana de Criminología.
Foto: Héctor Montes de Oca
Claramente lo recuerdo. Era diciembre y el hielo su fantasma en cada brasa consumida enviaba al cielo. Con mis ansias la alborada deseaba, con lectora actitud, por pronto hallar alivio a mi desconsuelo por la muerte de Leonora, la radiante, la sin par, virgen casta a quien Leonora querubines llaman y ahora, ¡no se nombra nunca más! “El cuervo”. Edgar Allan Poe