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Porque no hay un Plan(eta) B
El presente número de COCINA INTEGRAL está marcado, a nivel de contenidos, por el tema de la sostenibilidad y el respeto medioambiental. Y ello es así, no solo porque sea tendencia (y una tendencia obligada, porque al paso que vamos no hay otro camino), sino porque estamos convencidos de que siempre ha sido el mejor camino.
Es verdad que comenzando a ver las orejas al lobo, con los efectos del cambio climático más patentes que nunca; sufriendo la suciedad de nuestros mares y ríos, es relativamente fácil subirse al carro de la sostenibilidad. Y a pesar de todo, hay quien aún lo duda. Para nosotros es igual, porque aunque todo fuera mentira, aunque contásemos con recursos infinitos, las cosas bien hechas, bien hechas están. A lo largo de
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toda la historia de la humanidad la naturaleza nos ha enseñado que es sabia, lo mismo que el ser humano que forma parte de la misma. Nuestros ancestros, cuando comenzaron la agricultura y domesticaron los primeros animales tenían muy claro que había que cuidar los recursos para asegurar el futuro de la especie. Nuestros abuelos nos enseñaron a guardar las sobras de comida para preparar otros platos, nuestros padres, a cerrar el grifo mientras nos lavávamos los dientes...por eso todos sabemos cuál es la manera correcta de obrar. Respetando nuestro entorno y tomando de él solo lo necesario, más que nada para asegurar el futuro. Esta tendencia, sin embargo ha estado siempre presente con otra, también muy extendida, que nos ha llevado a la actual situación: llamémosle codicia, egoísmo, soberbia... Durante muchos años hemos utilizado los recursos del planeta en beneficio propio y sin pensar a largo plazo. En definitiva, hemos estado mucho tiempo escupiendo al cielo y ahora parece que empezamos a notarlo...
Hay un dicho que se atribuye a los indios norteamericanos de la tribu Cree que nos parece francamente motivador para iniciar la senda de la sostenibilidad y dice así: “Sólo después de que el último árbol sea cortado, de que el último río haya sido envenenado, y de que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta de que el dinero no se puede comer”. Pongamos en práctica esta filosofía en nuestro
día a día y en el de nuestras empresas. No sólo porque está de moda, y porque es lo correcto, sino, sobre todo y, fundamentalmente, porque no tenemos un plan(eta) B.