Magazine 1 desarrollo personal

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Magazine Desarrollo Personal

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Contenidos El complejo de príncipe azul Pág 3-7 By Rosetta Forner

Encuentra trabajo: Desarrolla tus competencias profesionales Pág 8-10 By Cristina de Alba Galván

Saca a pasear tu niño interior Pág 11-14 By Mamen Garrido

Miedo a no ser suficiente Pág 15-17 By Mamen Garrido

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El complejo de príncipe azul By © Rosetta Forner A pesar del complejo de príncipe azul, no todos degeneran en “sapos-sapetessapones”. Los hombres que se dejan amar, saben amar y ser amados ¡existen!

“Cuando el Príncipe Azul encuentra a su hada madrina se convierte en un hombre fuera de serie, ése con el que todas las mujeres sueñan pero a cuyos ojos del alma pocas se atreven a mirar para desnudar de toda impostura el sentimiento de su corazón primigenio”. (1)

Asumo que he dicho en muchos de mis libros que “el Príncipe Azul no existe, y que, además, destiñe”.

No todos los hombres son sapos, al igual que no todas las mujeres son damiselas.

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Empero, hay hombres a los que les impusieron ser príncipe azul y pasarse la vida besando damiselas que nunca despertarán de su letargo de princesas y, por tanto, jamás se convertirán en reinas ni aprenderán a amar al ser más importante de sus vidas (ellas mismas).

Por otro lado, también es de memos tragar con semejantes culpas y responsabilidades ajenas, en el caso de los hombres.

A pesar de ello, algunos fueron capaces de superar su complejo, el sentimiento de culpabilidad que le atribuyeron y su supuesta incapacidad de amar por el hecho de ser genéticamente hombre.

Ni ellos son superiores, ni ellas inferiores. Cuando se es adulto, ni los hombres necesitan a una mujer que les haga de mamá, ni las mujeres necesitan de un papá.

Algunos hombres saben amar. Algunos poseen un buen corazón y un alma limpia. Algunos son honestos y de fiar y proporcionan amor a la mujer que a su vida se acerca.

Cada uno es responsable de su vida. Ergo, se acabó el jugar a papás y mamás como suplantación de la responsabilidad del vivir.

Éstos deberían liberarse de una vez por todas de esas obligaciones que no constan en Biblia alguna.

Algunos han sufrido mucho debido a una culpabilidad o “pecado original” que nunca existió.

Las descalificaciones sobre los hombres son producto, a mi entender -basado en mi praxis profesional y experiencia vital-, de las frustraciones de las mujeres y de un no querer asumir su cuota de responsabilidad.

El arquetipo de príncipe azul El arquetipo de príncipe azul es un hombre que está harto de besar damiselas que nunca se despiertan de su letargo existencial, que sólo saben insultarle, rebajarle o echarle las culpas de su desastre vital empeñándose en hacerle pagar sus sueños rotos.

Al igual que los machistas y misóginos, ellas han desarrollado un tic disfuncional: el hembrismo, que les permite criticar, apabullar, acusar, culpabilizar y ningunear al hombre en nombre de la propia superioridad que les otorga el hecho de ser genéticamente mujeres.

Empero, nadie nos hace nada que no consintamos.

Proceden igual que los machistas y los misóginos, a los que tanto han denostado.

Es desastroso para la dignidad femenina el empecinarse en relacionarse con un hombre exigiéndole que le haga de papá cuando es una adulta con edad suficiente como para asumir las riendas de su vida y responsabilizarse de con quién, por qué y cómo se relaciona.

¿Cómo se puede amar a un hombre si se piensa así del colectivo masculino? Mal.

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Eso sí: los morros se les quedan hinchados cual sapo inflado al besar a tanto ídem.

Ponte la corona y no te la quites ni para dormir.

Hay mujeres que se pasan la vida en una mala relación, con un hombre que ni sabe amarlas ni quiere comprometerse, en vez de irse a vivir sus vidas y ocuparse de su felicidad propia.

En vez de meter a todos los hombres en el mismo saco, deberíamos aislar a los buenos de los malos, igual que aíslo a las reinas de las damiselas, porque tampoco todas las mujeres son iguales.

Lo mismo que hay hombres que aguantan en una relación sosa y fría con una mujer que no les ama y que, en el mejor de los casos, les hace el vacío.

Una cosa es conocer a alguien que merezca la pena, y otra muy diferente enamorarse. Cuando ello no sucede en una o en ninguna de las dos direcciones, ninguno de los implicados es un sapo o una damisela, simplemente no se dio esa magia.

Los hay que se pasan la vida con una suerte de “bruja” o mujer frustrada que sólo sabe criticarles y acusarles de lo mala que es, ha sido y será su vida.

Sin embargo, las damiselas parece que poseen “el botón del amor” y, en cuanto ven a un hombre, lo convierten en “candidato para saciar su hambre emocional”.

El sentimiento o complejo de culpabilidad hace que algunos hombres aguanten lo inaguantable.

El “acusismo” “quejismo”

Se encandilan y, obviamente, él debe corresponderlas sí o sí. Imposible. Un hombre no es un muñeco con mando a distancia que se le aprietan botones y ejecuta acciones.

y

el

¿Príncipe o sapo?

El “acusismo” y el “quejismo” son los dos cánceres que matan el amor y que hacen de la vida humana un campo de concentración tipo Siberia.

No te confundas: que un hombre no se enamore de una mujer no lo convierte en sapo.

Un hombre no debería permitir que nadie le diga que no sabe amar o que tiene la culpa de que ella no sea feliz.

Irónicamente, sí que hay mucho sapo que se “enamora” de mujeres que, al no darse cuenta de su verdadera naturaleza, lo toman por su príncipe azul.

Nadie deberíamos asumir la responsabilidad de hacer feliz a nadie. La vida de cada uno es responsabilidad propia, como su nombre indica.

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¡Se acabaron los ósculos redentores!

Los hombres buenos, los metroemocionales, esos hombres fuera de serie, han de rebelarse y mandar a paseo a las damiselas de aflojada diadema.

En lugar de seguir besando sapas que nunca se convertirá en reinas, cómprate un despertador y pónselo a toda mujer que se cruce en tu camino. Así sabrás si es reina o damisela. En vez de la prueba del algodón, queda inaugurada la era de “la prueba del despertador”. Si estás adormilado, despiértate antes de salir al amor.

Cómo superar el complejo de príncipe azul en ocho pasos y medio 1.- Aprende a creer en ti y a valorarte

3.- Se acabó consentir: “No al azulear”, “sí a la dignidad masculina”

Mientras no te valores, no dejarás de besuquear damiselas que jamás serán reinas.

Nadie te hace nada que tú no consientas.

Por consiguiente, valórate y no se te volverán a hinchar nunca más los morros. 2.- Averigua cómo te gusta que te amen Tenemos con los demás la relación que tenemos con nosotros mismos. Por consiguiente, el cómo te relacionas con los demás o el tipo de relaciones que tienes refleja el cómo te amas y el cómo te odias.

Por consiguiente, de ahora en adelante, sólo debes permitir que te traten bien y te amen como a ti te gusta que te amen. 4.- Asume que amar y rescatar no son sinónimos Sólo tú, y nadie más que tú, estás al mando de tu bienestar emocional. Hacerte feliz y ser feliz es personal e intransferible, pues ningún adulto es responsable de la felicidad de otro.

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Todos, sin distinción, poseemos la capacidad de expresar nuestras emociones, cada uno según su propio estilo.

7.- Amante si, malquerido no

5.- Haz añicos el techo de cristal emocional

Si concilias los opuestos en ti te convertirás en un ser humano completo y equilibrado, y nunca más serás un malquerido.

No todas las lágrimas son el latido de la alegría que da vida a un corazón –cuya contrapartida es la risa genuina que brota de un alma sin trampa ni cartón-; algunas son interesadas y tramposas.

Sólo las personas “completadas” desconocen la inferioridad y la incapacidad emocionales. 8.- Con tu padre te reconciliarás y así desteñirte definitivamente podrás

Dado que sólo un alma sincera almacena sensibilidad, es primordial que aprendas aprender a diferenciar entre sensibilidad y sensiblería.

Independientemente de los matices –éstos son los defectos, es decir, aquellos aspectos que no te gustan, no comprendes o con los que no estás de acuerdo - que tus progenitores exhiban, si quieres fluir en tu vida y aprender a amar de verdad, la interiorización (arquetipos) de tus padres deberás sanear, reestructurar y depurar.

6.- ¡Adiós culpa, adiós! La mujer que practica el “acuseiner” y el “quejeine” no es reina sino damisela de diadema floja, y le amargará la vida a todo hombre que se relacione con ella, además de amargársela a sí misma.

Sin, por supuesto, olvidar conciliar los opuestos en ti. Ésta, y sólo ésta, es la auténtica iniciación a la madurez existencial.

Por consiguiente, te usará como cubo de sus miserias emocionales y como diana de sus frustraciones. Si no quieres acabar en el cubo de la basura, ya sabes: tómate en serio la primera acusación y pon límites.

Rosetta Forner,

Coach ejecutiva y empresarial. Ha

participado en numerosos programas de televisión y publicado más de 20 libros. Artículo basado en el libro © El Príncipe Azul que dio Calabazas a la princesa que creía en cuentos de hadas.

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Encuentra trabajo Desarrolla las competencias profesionales más demandadas Para tener un perfil profesional competitivo ya no basta con poseer una determinada titulación y experiencia laboral. En la actualidad, lo más valorado por las empresas son las competencias profesionales. ¿Sabes qué son y cómo desarrollarlas?

¿Qué son las competencias? Pueden definirse como las características de las personas que están relacionadas con unos mayores niveles de efectividad en el trabajo.

En el mercado laboral actual las exigencias son cada vez mayores; no sólo en conocimientos o experiencia, sino también en competencias requeridas.

Las competencias profesionales hacen referencia al comportamiento de las personas en el trabajo. En las entrevistas de trabajo, el evaluador no sólo se interesará por verificar tus conocimientos; también indagará en tus

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competencias, como la orientación al cliente, el liderazgo, las habilidades de comunicación, el autocontrol, etc.

Tanto si ya tienes trabajo y deseas mejorar tu situación (promocionar, asumir nuevas responsabilidades, conseguir un aumento de sueldo, etc.) como si te encuentras desempleado y en búsqueda de empleo, desarrollar tus competencias profesionales te ayudará a conseguir tus objetivos.

Por ejemplo, si un entrevistador te pide que le indiques los problemas habituales en tu último puesto y cómo actuaste para resolverlos, probablemente estará analizando competencias (iniciativa, autonomía, capacidad de resolución de problemas, etc.).

¿Puedo desarrollar competencias?

¿Cuáles son las competencias más demandadas por las empresas?

las

Sí: las competencias pueden entrenarse y desarrollarse. Debes complementar tu formación con el desarrollo de las competencias profesionales.

Las competencias requeridas dependerán de cada puesto de trabajo. Aun así, existe una serie de competencias demandadas por la mayor parte de las empresas:

En muchas ocasiones nos encontramos con personas desencantadas con sus estudios porque comprueban que éstos no predicen su éxito profesional. Necesitan desarrollar sus competencias.

Orientación al resultado: es la tendencia a la consecución de objetivos planteados, realizando las tareas asignadas persiguiendo la efectividad.

Lo primero que debes hacer es analizar tus propias competencias, identificar tus puntos fuertes y tus carencias.

Iniciativa y autonomía: son la predisposición a actuar proactivamente, crear oportunidades, resolver problemas o realizar mejoras sin un requerimiento externo. Trabajo en equipo: es la habilidad para participar activamente en el logro de la meta grupal común. Implica tener facilidad para las relaciones interpersonales y dar prioridad al éxito del equipo frente a los objetivos personales.

Esto te ayudará a conocerte mejor y a saber cuál es tu punto de partida. Para identificar tus puntos fuertes es útil que pienses en algunas situaciones laborales de las que te sientas orgulloso y, después, formúlate las siguientes preguntas: ¿Qué hice en esa situación?, ¿por qué lo hice?,

Flexibilidad: es la capacidad de adaptación a diversas situaciones o personas. Implica la capacidad para ajustar el comportamiento a los objetivos empresariales.

¿cómo lo hice?, ¿cuándo lo hice?, ¿dónde lo hice?, ¿a qué personas implicó mi comportamiento?, ¿qué consecuencias tuvo mi actuación?

Poseer estas competencias hará que tu perfil profesional sea más atractivo para las empresas.

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Responder a estas cuestiones te dará algunas claves sobre tus principales competencias. De igual manera, si te planteas las anteriores cuestiones referidas a situaciones en las que tu rendimiento no fue el esperado, podrás empezar a identificar tus carencias. Te ayudará a identificar las competencias valoradas en tu profesión y te proporcionará

las herramientas desarrollarlas.

necesarias

para

También podrá darte las claves sobre cómo tener éxito en una entrevista de trabajo en la que se evalúen tus competencias. Para identificar tus competencias y tus áreas de mejora, lo más eficaz es acudir a un profesional especializado en la materia.

Cristina de Alba Galván, Psicóloga experta en Recursos Humanos, Desarrollo Personal y Comunicación Eficaz

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Saca a pasear a tu niño interior “Todos los mayores han sido primero niños, pero pocos lo recuerdan”. (Antonie de Saint-Exupéry) ¿Cuántos años tienes? ¿Cuánto hace que dejaste de ser niño? ¿Cuánto darías por volver a serlo? Si hace mucho tiempo que no sabes lo que es disfrutar de verdad, si ya no

te acuerdas de lo que es llorar de la risa, si reconoces que con los años has ido perdiendo ese brillo en la mirada, esa capacidad para disfrutar de las pequeñas

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cosas, es porque te has olvidado de que dentro de ti sigue estando aquel niño que un día fuiste. Quizás haya llegado el momento de que lo saques de nuevo a pasear.

Problemas emocionales Muchos de los problemas como el estrés, la ansiedad e incluso la depresión vienen derivados de la falta de atención de ese niño interior del que estamos hablando.

El niño interior

Ese ser emocional es real, y habita en el fondo de nuestra conciencia. A menudo quiere ser escuchado, atendido, y amado, y lo que se encuentra es a un adulto desconectado de sus emociones.

El concepto “niño interior” se utiliza a menudo en el ámbito de la psicología para hacer referencia a esa parte de nosotros que está viva, llena de energía. Simboliza nuestro ser emocional, nuestra parte creativa, nuestro yo más auténtico.

Cuando nos hacemos mayores empezamos a reprimirnos cuando nos apetece hacer cosas que no son “propias de adultos”. Utilizamos expresiones del tipo “ya tenemos una edad” o “eso ya no toca”, e incorporamos a nuestra lista de miedos uno más: el miedo a hacer el ridículo.

Es ese impulso que hace que te subas a un columpio cuando pasas por un parque, que te pongas a hacerle cosquillas a tu padre para que se ría cuando está muy serio; son esas ganas de meter el dedo en la comida, es esa sensación que tienes cuando te comes un algodón dulce de la feria, es la excitación que sientes cuando te cuelas en el metro o en el autobús… ¿te suena?

Las personas que con el paso del tiempo centran sus prioridades en cuestiones de trabajo, de dinero o de responsabilidades no se dan cuenta de que están dejando de lado cosas tan simples pero tan necesarias como sentir, reír, soñar, descubrir, aprender… todo eso que es el centro de tu vida cuando eres un niño.

Aunque crezcamos, ese niño no nos abandona; sigue estando dentro de nosotros. Él es quien nos ayuda a reconocer nuestra propia voz, quien nos desnuda de todo aquello que no somos.

Las personas que viven envueltas en la vorágine de un estilo vida en el que todo es material, superficial, estresante y muy rápido son víctimas de una falta de ilusión, de ganas de vivir, que a menudo son la antesala de crisis, depresiones y problemas emocionales.

Ese niño es el amor que nace de la aceptación de tu persona. Ese niño es tu parte más genuina, tu esencia, tu Ser sin límites ni barreras. Todos tenemos la necesidad de volver a ser niños de vez en cuando, y no es nada malo. Hay quien lo confunde con inmadurez, pero nada tiene que ver.

Cualidades y virtudes que conviene retomar

Cuidar del niño que llevamos dentro es una muy buena manera de mantener una autoestima sana, y además nos ayuda a sanar nuestras heridas emocionales cuando ya somos grandes.

De niños, todos compartimos una serie de cualidades como el entusiasmo, la inocencia, la espontaneidad, la alegría o la imaginación. Lástima que muchos de nosotros vamos dejándolas por el camino.

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Lo bueno de esto es que esas cualidades o virtudes siguen dentro de nosotros, aunque estén enterradas bajo un montón de creencias limitantes y contaminación social. Si tomamos conciencia del bien que nos haría recuperarlas, nos resultará más sencillo reencontrarnos con ellas.

que te hace feliz y lo que no. Vive y deja vivir.

Capacidad de entretenimiento: ¿Cuál era tu juguete preferido? ¿Qué necesitabas para pasar un buen rato? Es posible que coincidas conmigo en la respuesta: cualquier cosa.

Quizás nos ayude hablar de ellas como capacidades. Capacidades que todos los seres humanos tenemos, puesto que nacimos con ellas y que, con un poco de ayuda y mucha práctica, podemos recuperar:

Cuando eras pequeño podías entretenerte con la cosa más absurda: una cuchara, un zapato o una servilleta. ¿Por qué? Porque el resto ya lo ponías tú: tu entusiasmo y tu imaginación hacían el resto.

Capacidad de asombro: Cuando eres niño, todo, absolutamente todo, es nuevo, por lo que sorprenderte con cada descubrimiento es algo lógico.

Hoy en día, la queja principal de los padres cuando los niños llegan a cierta edad es siempre la misma: “Es que no se entretiene con nada”, “se cansan de todo enseguida”…

Pero aunque pasado un tiempo ya las cosas más comunes sean conocidas, nadie nos impide seguir aprendiendo cosas nuevas. Para eso sólo hay que conservar una cosa: la curiosidad.

Y resulta que a ellos les pasa lo mismo. Hemos aprendido a que la fuente de estimulación ha de ser externa, y somos incapaces de divertirnos simplemente pensando, soñando, imaginando.

Capacidad de olvidar y perdonar:

Nuestra imaginación no tiene límites: empieza a utilizarla a diario, en las cosas más cotidianas, y te sorprenderás.

Los niños se pelean con un amigo y tardan dos minutos en perdonarse y volver a jugar. Los adultos inventaron aquello de “perdono pero no olvido”, lo cual indica que no perdonaron de verdad.

Quizás sea el momento de que te sientes delante del niño que eras y le mires a los ojos. Pregúntale si eres el adulto que quería ser; pregúntale si está orgulloso de en quien se ha convertido.

El perdón es la manera más fácil de sanar una herida y acabar con el dolor.

Capacidad de no juzgar:

Si la respuesta es sí, ahora en tu cara se dibujará una gran sonrisa. Si, por el contrario, te mira asustado y no sabe bien qué decirte, es que hace mucho tiempo que no te acuerdas de él, hace mucho que le ignoras, y estará entre triste y enfadado.

Si quieres vivir en paz contigo mismo, una de las primeras cosas que te conviene retomar es la capacidad de relacionarte con los demás sin juzgarlos. Olvídate de lo que está bien o está mal, de lo que es bueno y de lo que es malo, y dedícate a pensar en lo que te apetece y lo que no, lo

Piensa en qué puedes hacer para sacar a tu niño interior: jugar, cantar, patinar, dibujar, pintar, reírte, disfrazarte… Son sólo

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algunas ideas; seguro que se te ocurren muchas más.

Y para terminar, te dejo un vídeo con un precioso mensaje. Escúchalo con atención; lo menos importante es que sea un anuncio de pastillas.

Si quieres llenar tu vida de alegría, no esperes a ser padre: ¡saca al niño que hay en ti!

https://www.youtube.com/watch?v=SoyNE yAQOmU

Mamen Garrido, Psicóloga colegiada nº 11020, Coach y experta en Desarrollo Personal

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Miedo a no ser suficiente Este artículo nace tras la lectura del libro Un lugar llamado destino de Javier Iriondo, un hombre humilde, cercano y sobre todo inspirador. El miedo a no ser suficiente es uno de los temas principales que se trata en el libro y estoy de acuerdo con él en que es una

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verdadera lástima que tantas personas se queden atrapadas en este tipo de pensamientos. Todos alguna vez hemos tenido esa sensación de hacernos pequeñitos ante algo o ante alguien. Cuando admiras o valoras las cosas que otros han conseguido, sin darte cuenta te


acecha la duda de si tú también lo conseguirás. Y detrás de esa duda se esconde ese miedo a no ser capaz, a no ser suficiente.

Miedo a no ser suficiente Este miedo surge por la maldita tendencia a compararnos con los demás. Lo hacemos de una forma automática, sin ser conscientes de ello. Cuando te enfrentas a una entrevista de trabajo, es muy probable que los pensamientos que aparezcan sean del tipo “madre mía con la de gente que hay, seguro que están más preparados que yo”, “no creo que mi perfil sea suficiente para ese cargo”, “seguro que yo no valgo, ese trabajo es para gente más joven, más cualificada, más experimentada, con más experiencia…”. Existen personas con perfiles profesionales increíbles, que siguen pensando que les falta formación, que les falta experiencia, y no se atreven a dar el paso de lanzarse. Cuando hablas con ellas te cuentan un sinfín de justificaciones que se repiten a sí mismas para no aceptar que detrás de todo eso se esconde el miedo a no ser suficiente. Y todo ello viene porque se comparan de manera injusta con quienes llevan años haciendo aquello que ellos quieren hacer. Hay que ir paso a paso y ser paciente, pero de nada sirve marcarse unas expectativas irreales y luego sentirnos decepcionados si no lo conseguimos. La sociedad, las costumbres, el ritmo de vida que llevamos nos lleva a que a menudo la idea que teníamos de lo que debíamos haber conseguido no se ajuste a las expectativas que la familia, los amigos o que incluso tú mismo habías pensado durante años. ¿Qué pasa si tienes 40 años y no te has casado, no has tenido hijos y no tienes un trabajo estable, un piso propio y un coche familiar?

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Que no has alcanzado todo aquello que se esperaba de ti, que no has cumplido con lo establecido y a no ser que te hayas ocupado de crecer como persona y valorar lo realmente importante, estás condenado a vivir con la odiosa sensación de no ser suficientemente bueno y esto te causará verdaderos estragos emocionales.

Miedo a no ser amado Cuando tú mismo tienes un concepto infravalorado de tu persona, cuando tú mismo convives contemplando tus carencias y poniendo la atención en todo lo que te falta, en lo que no has alcanzado, corres el riesgo de hacerte cada vez más pequeño y acabar por creerte que no eres merecedor de lo bueno. Y es entonces cuando piensas que no estás a la altura de otras personas, y te encuentras con el miedo que subyace al anterior: el miedo a no ser amado.

¿Cuántas personas viven con la inseguridad y la creencia de no ser lo suficientemente atractivas para aspirar al hombre o a la mujer que les gusta? Personas que entienden que para ser atractivo hay que TENER un buen físico, una determinada condición social, unas determinadas posesiones, etc. En lugar de pensar que para resultar atractivos en realidad hay que SER una persona segura, auténtica, honesta, congruente, que se ama y se respeta a sí misma. Hay quien piensa que para tener pareja, o para ser padre tienes que haber conseguido ciertas cosas en la vida, sino no será capaz de dar felicidad a otra persona.


Una vez más anteponemos lo material, los logros y los resultados a la parte humana de nuestra condición como personas. Hay quien piensa que para ser amado se debe de estar a la altura de lo que tienen otros, sin darse cuenta de que para ser amado no tiene que hacer otra cosa más que amar.

Condicionados por el ambiente

Enseñarles a los más jóvenes a no moverse por lo material, por las apariencias o por las opiniones de los demás. Valorar y reforzar lo que consiguen, sin condicionar vuestra atención o cariño a los resultados para evitar que crezcan creyendo que sólo si ganan o si aprueban serán dignos de ser queridos.

Simplemente se tú mismo En psicología a menudo se recurre a la pregunta: ¿la causa es genética o ambiental? Pues en este caso es puramente ambiental, ya que al nacer todos somos merecedores de atención, nadie tiene que hacer nada especial para ser amado. Y por supuesto los miedos no vienen en el ADN sino más bien es el entorno quien nos los enseña. La mejor manera de acabar con estas inseguridades es educar a los niños desde pequeños a comprender y a construir una fuerte autoestima y fomentar la confianza en sí mismos. Y por supuesto no condicionar sus valoraciones personales a los resultados, ni a las expectativas que los estándares nos imponen.

Nadie es feliz aparentando ser algo que no es. Quienes se inventan un disfraz para gustar, para ser aceptados, para despertar interés o para parecer atractivos viven con un vacío interior, viven sin saber lo que es vivir, por ese miedo a no ser suficiente, por no creerse merecedores del amor de los demás. Así que simplemente sé tú mismo, no necesitas nada que no sea tuyo, y solo es tuyo aquello que llevas dentro. No necesitas alcanzar nada para ser feliz, sé feliz y no habrá nada que no puedas alcanzar.

Mamen Garrido, Psicóloga colegiada nº 11020, Coach y experta en Desarrollo Personal

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