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Er1 algl1no de sus relatos Gabrjel García T\!lárql1ez 11abla de un hon1bre que está r11L1rie11c.io de i11digencia en el paraíso. Cualqttier colo1nbiano, rico o pobre, pt1ec1e hoy reconocerse allí. Hemos hecho del 111ás privilegiado territorio del ' . conti11er1te ltna desoladora pesac.iilla. Las s·i erras eléc.... .. tricas aniquilan una 11aturaleza que podría salvarnos; la conqt1ista de An1érica pros iglte con Sll viejo rostro . . brutal contra los 11on1bres y las selvas; la peste del olvido borró nt1estros orígenes y nt1estros sue11os. Pero todos necesita1nos tin país, Las páginas qt1e sigue11 no son 1nás t]Ue L111 esft1erzo sincero. por e11tencler lo que so1nos: u11 esc ritor t.ier1e el c1eber de ser parte de su tierra y de su época. Rei11,¡e11tar el 1)aís i10 pl1ede ser t;.irea de u nos c\.1a11tos, pero la e11ormiciad ele la labor casi exige rnilagros. Rect1erclo entonces aqL1ellas palabras de Voltaire sobre los hon1bres de SLl tie11·1po: Necesitaban milagros: . . . . l os h. ic1eron . ..a~
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Una de las más i11discutibles verdades ele t1llestra tradició11 es qL1e la sociedacl colo111 b iana se fu11 da e11 el eje1nplo de la Revolt1ció11 Francesa y e11 la Decl·aración de los Derechos del Ho1nbre, lo misn10 que e11 sus · icleales de libertad, igualdad y fr atern jdad . Cuando recientemente se celebró el segu11do centen ario de esa revoluciót1, mucl1os i1os recordaro11 cttá11 intensa1ne11tc procede1nos de ella y so111os 11ijos de stt ejemplo. Si11 en1ba~·go, . yo creo que si algo demttestra la sociedad colo1nbiana y el aparato de sus i11stituciones es que nadie procede de tina revolució11 dista11te y nadie puede simple.roen te ser l1ijo de su ejen1plo. U11a revo1ución se vive o no se vive, )' 1a pretensió11 de 11ercdélr sus emblemas sin 11abcr participJ"do de la di11án1i ca n1c11tal y social qtte le clio 'licia, sin l1aber conquistado sus victorias ni' padecido stts sufrimientos, no es i11ás que tina so11ora.;..-impostL1ra.,Nuestra l1istoria suele caracterizarse por esa tende11cia a pe11sar qt1c basta repetir con en)beleso las palabras qtte e:cpresaron L111 a época para ya participar de ella. B;ista que gritemos Liberté, Egalité y Frater11ité, para CJLte rei11en entre nosotros la lu111i11osa libertad, Ja gei1erosa i gL1aldad, la llOl)}e frater11idad, para l} Lle ya r1ayamos J1ec}10 nuestra revolttción. fJero e11 rea[icla<l nos apresura111os a proferir esos gritos para evitar que llegt1e esa revolt1ciói1 y para simular que ya la l1ici1nos. ' Ciento ochenta años cles1JLtés de sLt i11depe11cle111
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Williarn Ospi11a
cia del Imperio Español, la colombia11a es una socie-
dad anterior a la Revolución Francesa, anterior a la . Ilustración y anterior a la Refo rma Protestante.- Bajo el ropaje de una república liberal es una sociedad seño-
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rial colonizada, avergonzada de sí misma y vacilante en asumir el desafío de conocerse, de r·econocerse, y
de intentar instituciones que nazcan de su propia con1posició11 social . Desde el Descubrimiento de 1'~rnérica, Colombia ha sido una
sociedad i11capaz de trazarse un destino propio, ha oficiado en .los altares
de varias potencias planetarias, ha procurado imitar st1s cultL1ras, y la única ct1ltura en· qt1e se ha neg~do radicalmente a reconocerse es en la suya propia, en la d~ st1s i11dígenas, de sus criollos, de sus negros, de st1s m t1Jatajes y ·sus mestizajes crecientes. También se ha negado, después de que fuera ahogada en sangre la experiencia magnífica de la Expedición Botánica, a reconocerse en su natt1raleza. Por ello ahora paga las consecuencias de su inaudita fal... - ,_,""' ta de carácter.~ Ha p~rmitido qtte sean otrós pueblos 'ética los.. que le impongan una interpretación social y .. de algt1nas de sus riqt1ezas natt1rales. Ha asL1mido el '\ '. .. .... pasivo y miserabl e papel de testigo de cómo la lógica (ie la sociedad industrial transforma por ejemplo la hoja de coca e11 cocaír1a, la consume frenéticamente, [_rtg.~.. con stt comercio las venas de Sll economía, y fi11al in ente declara a los países que la cultivan, la pro9t11.,.~~
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¿oónde está la franja amarilla?
cesan y .la venden como los verdaderos responsables del hecho y los únicos que deben corregirlo. Así, un problema que compromete la crisis de la civilización, la incapacidad de las sociedades modernas para brindar serenidad y felicidad a sus muchedumbres el vacío ético propio de una edad que declin·a, y la necesidad cre~iente de esta época por ~Sl.~,e~con espectáculos y sustancias cada vez inás excitantes, es convertido ' por irresponsables gobier11os y por i1nperios inescrupulosos en un problema de poiicía, y siempre son los serviles países periféricos que se involucran los que terminan siendo satanizados por el dedo imperial. Ello porque es ley fundamental de todo poder que la culpa siempre sea de los otros, y sobre todo de los débiles. La razón por la cual a los seres humanos nos cuesta tanto trabajo encontrar las causas de los males es porque lo último que hacemos es mirar nuestro corazó11. Siempre miramos el corazón del vecino para encontrar al culp_able, y nos aturdimos con la P!<;_i~D.S!.éll infinita de nuestra propia inocencia. Así obra el imperio. Incita 1 paga 1 consume, produce substancias procesadoras pule procedimientos, desarrolla métodos de mercadeo, sostiene inmensos aparatos estatales dedicados a insti2ar el tráfico para conocerlo y ~~-.-.. poder reprimirlo, permite ql1e legiones de fllncionarios se envilezcan y traicionen en nombre de la patria y de la comu·n1dad, sacraliza prácticas <legra.dantes y 1
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[14] Willian1 Ospi11a
rept1gnantes bajo la vieja e11seña de qt1e el fin justifica
los n1edios, y finalmente se declara inocente víctima de una co11spiració11 y convoca a la cruzada de los puros contra los demonios.
Pero esto que ocurre en el campo de las relaciones internacio11ales, y que repite lo que ocurrió siempre en las desiguales relacio11es entre el país y los otros, es apenas uno de los n1arcos en los cuales se 1nueve la increíble realidad de i1uestro país. ¿cómo se sostiene una sociedad en la que todos saben que práctica1nente nada funcio11a? Desde los teléfo11os públicos que no sirve11para11acer lla111adas 11asta los pue11tes qt1e no sirve11 para ser usados y los fu11cio11arios plíblicos qtte no sirve11 para atender a las personas y las fuerzas arn1adas que no sirven para defender la vida de los ciudadanos y los jueces que no sirve11 para juzgar y los gobiernos qtte no sirve11 para gobernar y las leyes que 110 sirven para ser obedecidas, el espectáculo que bri11daría Colo111bia a u11 l1ipotético observador bie11inte11cio11ado y se11sato sería divertido si r10 fuera por el cl1arco de sa11gre e11 que reposa. Cualquier colombiano lo sabe: aquí nada sirve a u11 propósito público. Aquí sólo existen i11tereses particulares . El colon1bia110 sólo concibe las relacio'nes perso11ales, sólo co11cibe su reducido interés personal o fa111iliar, y a ese único fin subordina toda su actividad pública y privada. Palabras como "patria" causan risa '
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[15] ¿Dónde está la franja amarilla?
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e11 Colombia, y los únicos seres que creen e11 ellas, los soldados qttc marcha11 cantando hacia los campos de guerra, son inocentes víctimas que lo único que pueden hacer por la patria es inorir por ella. Todos los de1nás tienen montado un negocio particular. Y lo más aso1nbroso es que el Estado mismo es el negocio partic111ar de quienes lo ad1ninistran a casi todos los niveles. iAy del que pretenda llegar a moralizar o a dar ejemplo en semeja11te . se11tin~de apetitos! IAy . """*• ztf!...... del fu11cio11ario que intente trabajar con eficiencia, cuando todos los otros derivan su seguridad de u11a suerte de acuerdo tácito para entorpecerlo todo y para . "'"" permitir que el Es a ·o 1"10 sea más que t111 organ ismo perpetuador del desorden y de la ineficiencia social 1 Del Estado colombiano se .puede decir que presenta dos características absolutamente contradictorias. Esto es: es un Estado que no existe en absoluto, y es un Estado qLic existe i11fi11itamcnte. Si se trata de cumplir con las ~nciones qL1e universalmente les corresponden a los Estados: bri11dar seguridad social, brindar protección al ciudadano, garantizar la salud, la educa• ción, el aseo público, la igualdad ante la ley, el trabajo, ]a dignidad de los i11dividuos, reconocer los méritos . y castigar las culpas, el Estado i10 existe en absolt¡to. ,.., Pero si se trata de cosas ruines: saquear el tesoro pt.'iblico, atropellar a la ciudadanía, perseguir a los vendedores ambula11tes 1 desalojar a los indigentes, lucrarse
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[16] Willici111 Ospi11a
de 1os bie11es de la comL1nidad y sobre todo garantizar privilegios el Estado existe infinitamente. Nunca se ha visto nada más servicial con los poderosos y más crecido con los humildes que el Estado colombiano. ¿y ello por qué? PorqL1e desde hace mucho tiempo el Estado en Colombia es simplen1ente un instrumento para permitir ql1e una estrecha franja de poderosos sea cll1eña del país, para abrirles todas las oportunidades y allanarles todos los caminos, y al mismo tiempo para ser el inuro que impida toda pro1no€ión social, toda tra11sforn1ación, toda sensibilidad realmente generosa. El Estado colo1nbiano es un Estado absolutamente a11ti11opular señorial, opresivo y i11ezquino, 11echo para mantener a las gra11des mayorías de la población en la P~E..~ét.U y en la indignidad. No hay en él ni grandeza ni verdadero espíritu nacional. Antes, para comprobar esto había que ir a ver cómo se mantienen en el aba11dono los pueblos del litoral pacífico, Jos pueblos del interior de Bolívar, las regio-r1es agrícolas las aldeas perdidas; ahora basta con recorrer las calles cé11tricas de la capital, ahora no 11ay u11 solo can1po de la realidad ei1 el que podan1os decir ql1e el Estado está ayudando a la nación, está formu lando un propósito, está construyendo trn país. Pero ¿dónde están las autorrutas, dónde están los pl1er1tes, dónde están los ferrocarriles, dónde están los astilleros, dónde están los puertos, dónde está la 1
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¿Dónde está la franja amarilla?
justicia, dónde está la seguridad social, dónde está la agricliltt1ra 1 dónde está el empleo, dónde está la segu -
ridad de los campos, dónde está la labor del Estado? ¿Esta rapiña) esta mezqliindad, e,s ta irresponsabilidad en todos los campos de la vida, es el Estado ante el
ct1ál debemos doblegarnos, y aJ cual no podemos criticar porque se 11os acusaría de atentar contra 1as i11stituciones? A mí n1e enseñaron desde niño q1ie toda '
tiranía se disfraza con la máscara de la respetabilidad, pero que es fácil saber cuándo una nación está en manos de un tirano. Si nadie puede esperar de él soluciones, si el país entero pi~rde la espera11za, si la
.ge11te tiene miedo de exigir, de criticar, de reprobar. Si reinan la impunidad y la lniseria, si los campos están en mano~ de la guerrilla, las ci11dades en manos de la, delinc11encia, la economía en manos de los traficantes y las relaciones con el mundo en manos de los delegados del in1perio, ¿es eso un Estado nacional? ;
¿No será más bien la vergonzosa tiranía de una casta de bt1rócratas itresponsables dedicados a ~W~~e los unos a los otros, la coreogra-f ía de venias recíprocas de todos los agentes de la corrupción? ¿ Dón,de está la .
inmensa riqueza nacional que pregonan los diarios
económicos especializados? ¿por qué beneficia tan poco a la comunidad en sii conju·n to? ¿Qué mascarada es esta
a la que le dan1os el nombre de instituciones?
Pero lo más grave de todo esto, b tal vez lo único
[18] Willian1 Qs1Ji11a
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grave, no es qL1e no sepa1nos dónde están las grandes obras ni los grandes propósitos ni Jos grandes ejemplos. Lo grave es que 110 sabernos 'dó11c.{e está el ini11e11so país qL1e padece estas miserias políticas. Nadie se queja, nadie se rebela. Nadie sale en defensa del 1egíti1110 derecho a la i11dignació11 . .f'.J adie viene a repetirnos que Colombia fue una gra11 nació11 y• que se ft111dó sobre gra11des ideales. El pueblo está inttdo. Que está pobre, lo sabe1nos por las estadísticas. Que está si11 trabajo, lo sabemos por las estadísticas. Que no tiene protecció11 lo sabemos por las estadísticas . • Pero ¿dó11de están los que recla1nan, los que .se afirn1an, los qt1e exigen? ¿Dónde están siquiera los que pide11? V
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jNo se oye nada. ,; \,,1 Sile11cio y bru1na. Soplos de lo arcano. La luz 1ne11tira, la canción mentira. , Sólo el ru11.1 or de u11 vago viento vano i Volando en los velá111enes expira*, . ~""
Esto qlle oía el poeta 11ace setenta a11.os, es lo que segt1i1nos oyendo. Pero si nadie se queja, ¿no será en-
tonces que tocia esta i.!~)~,a es una des111esurada injusticia? ¿No será que sí hay un esfuerzo del Estado '·
* Porfirio Barba Jacob, "Acuarimántima" .
[19] ¿Dó11de está la frar1ja amarilla?
por cumplir con su deber y que por ello la ciudadanía cal] a y espera?¿ No tendrán !azón los grandes diarios cuando dicen que este es un pueblo ejemplar y pacie11te que sabe comprender los esfuerzos de la clase dirigente por educarlo, por cultivarlo, por adecentarlo] La;.turba~ignara tal vez t10 merece mucho, pero por lo ttCMQi f!@fJplJL~ 4"visto sabe agradecer. No se rebela, ni siqLiiera pide, si1npleme11te espera con u11a pacie11cia ejemplar a que caiga en· su rhano a]gú11 día Ja recon1pe11sa de tan larga espera. Pero la verdad es que el pueble nada espera. O dicho • mejor, i1i siquie1·a espera. Colombia, l1ay qLle decirlo, tiene una característica triste: es u11 país que se l1a •f)¡!t,¡Q~····
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a~1119..,rai.o....~.<l.ª-..U1.!!l.q.Lc;.Lc;J._~d , y el lo significa, es un
país que ha renun.ciado a la dignidad. No sólo hay meh(ligos en las calles; el Estado quiere acostumbrar a la ciudada11ía a mendigar. El Estado, por ejemplo, no cumple con sus fttnciones. No tiene di11ero, dice, ya que los ci1;ldadanos 110 tributan como debieran. Al1ora bie11, los ciudadanos no tributan como debieran porque el Estado no invierte si110 que malversa ... '1"'4.. fondos, malgasta y roba. Así el círculo irremediable se cierra. Pero corr10 el Estado no cumple, aquí está11 los particulares. La empresa privada., por ejemplo, va a hacernos el favor de ayudar a la gente. A las comunas depri1nidas, a los litorales abandonados, a los pueblos ' perdidos, llega11 a veces las misiones de beneficencia ~,,,,.~~-
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William Ospi11a
de las empresas a hacer lo que el Estado no l1izo. Por un lado, por supuesto, todas estas misiones filantrópicas obtienen del Estado exenciones y reconocimient~s. Pero además la socieda'<l l~s debe gratittld a.estos generosos apóstoles del interés público. ¿Qué hay de malo en ello? Que nos acostumbran a recibir y agradecer como limosna lo que se nos debe por derecho. Así 1a vida se vt1elve un milagro sólo posible por la filantropía de unos cuantos, y la sociedad nL1nca está compuesta por individuos libres y altivos, por seres dignos y emprendedores c1ue se sientan con derecho a exigir, qlte se sientan voceros de la vo1t1ntad nacional, si110 por sumisos y agradecidos mendigos . Pero el Estado mismo mendiga sin cesar, y sólo en este terrer10 asu1ne Sll ft1nción de dar ejemplo. Si hay un a catástrofe, lln terremoto, digamos, y en una ciudad mediana se caen diez edificios, podemos estar seguros de que al ser entrevistado el jefe de la oficina de desastres a propósito de qt1é se está haciendo para responder al problema, el funcionario dirá: "Y::1 estamos pidiendo ayuda a los organismos internacionales". ¿cómo? ¿un país que no es capaz de reconstruir diez edificios derrt1mbados? ¿un país que en lo pri-. n1ero que pie11sa es en pedir limosna a los organismos pla11etarios? Ese es el ejemplo de nuestro Estado. Mientras aquí dentro los funcionarios y los contratistas Vl1elan con el dinero de los contribuyentes, que ~
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¿oónde está la franja amarilla? 1
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los organismos internacionales nos rec.onstrL1yan los edificios. Y así se extiende el más peligroso, el más desalentador, el más adormecedor de los males de la nación, la indignidad, la falta de orgt1llo 1 la aterradora falta de carácter que carcome al país y de la qt1e so11 notables exponentes casi todos nuestros goberna11tes. A veces pl1ede fallarles la memoria, a veces pltede fallarles la responsabilidad, a veces pttede fa.llarles la ética: sie1npre, en el momento en que es más necesa..._,I"' --."T ri-o, les falla el carácter. Y en eso sólo demuestran que son ta11 colombianos como el resto, porque si de algo cárece nuestro país es de carácter. Por eso no confia··-- ..,-. ' . mos en nosotros mismos, por eso no nos sentimos en buenas manos cuando estamos en manos de nuestros paisanos, por eso no compramos lo que producimos y por eso sólo valoramos lo qt1e producen otros, por eso c.asi no ínventamos nada, y a la vez nunca valora1nos lo qt1e inventamos. Pe,ro ¿somos culpables de no tener carácte,r? ¿y en qué se revela qt1e careceha llegado a mos de él? En primer lugar, cuando,¡-,'""'algo ... ,.... ,. ... ser tan propio, ya es preciso ast1mirlo como i1n desti,.,..,.,.' .. no, y fre11te a esto sólo es posible o afrontarlo o cámbiarlo...••·r:r No nos podemos refugiar en el pretexto de que no somos los causantes de, nuestros males, de que somos hijos de la historia. Si somos hijos de la historia, la historia ha enseñado que puede dar vuelcos •1···1 ~-, ,,_ ...... '{\~~
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[22] Williarn Ospi11a
súbitos J11ovida por la voluntad colectiva de ca1nbiar. Pero ¿para qué cambiar? Allí es do11de es necesario
des11 u el ar el peligro d·e la falta de~~ 4r_ª.ct~r. Por eje111plo, una enfer1nera se equivoca en la administración de L111a medicina. Si tie11e carácter será capaz de afrontar la responsabilidad de su error, dará la alarn1a, dirá: ' Me he equivocado, asu1110 ini falta, pero 11agamos algo, 110 permitamos que esta persona. se i11uera". Sl i10 tie11e carácter, procurará iinpedir que los otros se enteren del error, y con ello producirá L111a cade11a de hecl1os horribles. Despttés el director de la clí11ic4, con su correspo11die11te falta·· de carácter, e11 lugar de asLtmir el 11ecl1cJ, ocultará por tres días e.l error, negará a11te los rnedios que haya ocurriclo, y todos sentire1nos que este es un país en el que 110 pode1nos confiar en nadie. Esto se prese11tará e11 todos los can1pos de la vida, y terminaremos si11tie11do qLtt~ esta111os ei1 inanos de irrespo11sables y de 11ecios ql1e no tienen el valor y Ia entereza de astlmir las difict1ltades y de resolverlas con gallardía y con respeto por los demás. Por eso aqttí, cada vez que a1gt1ien se eq tiivoca, le ruge a SLl vícti111a, para que no se crea que va a rnostrar la-debiJtdad de asu1nir el -- . . etro r. Y si el otro reclan1a, se po11drá agresivo, Buena parte ' de nuestra agresividad es debilidad y estt1pidez. Así co1no i1 uest1·a cruelda.d corresponde a una pe110sa falta ele i1naginació11 .
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¿Dónde está la franja amarilla ? •
¿No tene1nos entonces ninguna virtttd? Yo creo que tene1nos inuchas.. Pero la verclad es que sólo las advertiremos cuando reco11ozcamos nuestros defectos. Uno de ellos es l~ilñ~uHl~ió;;;ts Ltn defecto que .... _ nace del se11timiento de i11ferioridad. La se11orita que viaja a Miami siente que por ser colon1biana es t1aturalmente i11ferior a los i1orteamerica11os. Así que al volver intentará mostrar que su viaje la ha transformado por el inétodo abreviado en una extranjera, o ha aligerado su vergonzosa co11dición criolla. Simulará en-t o11ces perte11ecer a esa tradición ilustre. Así, esa si1nulación, esa impostura, que parece arrogancia, es un acto de servilis1no y de ·ridícula l1umildad. Es lo que pasci cuando los pt1blicistas criollos hablan entre sí en i11glés para deslu1nbrarse mutuamente, cuando los jóvenes tratan de impresionarse co11 las marc"as·-de lª~ P.renc!_as qLte Úsan~ Toda autéñticidad-es • ~~
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considerada una P<;!.2J.;!~ porqL1e ~ e tiene un se11ti1niento prof~11do de indig11idad y de peqt1eñez, et1tonces hay que afirmarse en las marcas, en las poses, ei1 los símlJolos. El jove11 gue pase u11os n1eses en Fra11cia llegará visiblemente metódico, el que pase unos en Ale1nania llegará severamente sistemático, y ello en principio no evidencia capacidad de apre11dizaje 11i 11ospitalídad mental sino la inisma antigua debili, dad de carác~~I· Esa que hace que los comerciales de televisión estén lle11os de gente de rasgos finos y ojos
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[24] Willia1n Ospina
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claros, porque los n1estizos que manejan el país desde siempre siguen avergonzados de s11s rostros, de su . lengL1aje, de Sll espíritt1: sólo las fisonomías sacralizadas por una estética servil, sólo los gustos heredados por nt1estra tradicional falta de originalidad, pueden ser expresados. Así seguimos jugando al juego de que somos exclusivamente una nación blanca, católica y liberal, aunque nuestras cit1dades sean el ejemplo...de , .,..... .. . mestizaje y de mulataje más. notable ··del contine11te; . aunqt1e nuestra vida religiosa sea la más asombrosa • combinación d~ espiriti$I]lO, sa11tería, brt1j ería, ani.,. . mismo e 11ipocresía q11e pt1eda encontrarse: aunque nuestra vida política se caracterice porque el presidente de la república es elegido por el diez por ciento de la población, exactamente el mismo porcentaje que vive directa o l11directamente del Estado. Desde m11y temprano en nt1estro país se dio esa tende11c:ia a excluir y descalificar a los otros, que nos ha traíd.o r1asta las cimas de intolerancia y de hostilidad social que hoy padecemos. Un colombiano casi no se reconoce en otro si no median una larga serie de comprobaciones de tipo étnico, económico, político, social y familiar; si no se hace una pormenorizada ·:snlw: "' · ,....., exploración acerca del sitio en que trabaja, el barrio en que vive, la ropa que usa y la gente que conoce. Y por su pt1esto esta hostilidad no es sólo de los ricos hacia los pobres: éstos a su vez sienten el malestar de ...
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[25] ¿Dónde está la franja amarilla?
relacionarse con gente que pertenece a otro mt1ndo, y no dejan de expresar el desagrado que les ca usa el ritual de simt1laciones que caracteriza la vida social de las otras clases; El desprecio señorial ·por los humildes tie11e en este país ltno de sus mayores r~;s..'K'-·· Mttchos creerían qt1e esto es ttn fenón1eno universal, pero basta visitar otros países para comprender que en ellos ciertos principios de la democracia ,,son realidades, no perfectas por supt1esto, pero sí mucho más aproximadas al ideal qtle la demo.cracia sugiere. Países sin c·ondiciones extremas de miseria, países que respetan el trabajo humano, lo valoran y lo recompensan, países que no se permiten la indignidad de tener sus calles infestadas de mendigos, países que no se permiten el espectáculo degradante de tener en las . ca.lles personas qi1e se alimentan de las basuras. Porque ahí están desnudos el absurdo y la i11significancia de nuestras ínfulas cortesa11as. Mientras en Norteamérica se dice simpleme11te "La Casa Blanca", para aludir al centro de gobierno más poderoso del planeta, ei1 este país la sede de gobierno sig11e llamándose "Palacio", como aprendimos a decirlo desde los tiempos en que la sornbra del Escorial daba pe11umbra a nuestras almas. Y los gobiernos no sienten vergüenza de que El Palacio esté a unos cuantos metros del último pozo de la miseria humana: "La Calle del Cartucho'' donde se confunden con la basura y con las costras
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Willia111 Ospi11a
de la tierra i1u1nerosos seres l1u1nanos de esos que 11 11 nt1estra i11se11sibilidad llama desecl1ables • Pero tal . vez lo que quieren los gobier11os es que se advierta en ese sín1bolo: el poder y la escoria conviviendo e11 el mis1no barrio, la ple11itud caricatura! de nuestras i11stitucio11es. Tradicionalmente los países logra11 u11a ide11tificació11 consigo mis1nos a partir de sentirse mie1nbros de una 111isn1a et11ia, de u11a inisma tradición, a partir de la evide11cia de L111as afinidades. Pero la principal característica de la moder11idad inaLtgttrada por el Descubrimier1to de A111érica, es la co11vergencia sobre Gada territorio de la n1ayor diversiclad étnica, religiosa y cultural i111agi11able. Los imperios siempre fuero11. vícti1nas de una contradicción profLtnda. Pretenden unificar al mundo bajo una sola potestad, pero en este afán arra11ca11 a las culturas particulares de sus i1icl1os aislados y las pone11 en contacto con otras. El resultado no suele ser la cji_solt1~ió1,1,~de las i1acio11es y de las tribus bajo el i11flujo de la cultura oficial, sino más bien ur1a ~~ cetb_ acié,!l_,de los nacionalismos. El Imperio Romano .. fracasó er1 el i11tento de u11ir a la humanidad, siguiendo la divisa de Alejandro: Un solo i1nperio bajo un
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solo Dios. Las culturas locales nunca dejaron de exis" tir, y hoy, veí11te siglos después, Europa es un co11tine11te ta11 esci11dido e11 cultt1ras particulares en 1
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¿oó11de está la ÍTa11ja amarilla?
tradiciones y lenguas distintas, co1no lo era cuando el i1nperio intentaba prevalecer. Finalmente el arroga11te poder de los emperadores y los patricios sucumbió a las migracio11es que el 1nismo poder de Roma suscitaba. La esplé11dida y turbulenta capital se convirtió en un centro magnético que atraía hombres y mujeres de todos los co11fines, y ese asedio de las orillas contra el centro del Imperio es lo que llamamos •
su declinació11 y caída. Hoy ocurre algo a11álogo. El gran imperio co11temporáneo, al exaltar su modelo de vida como ley u11iversal, no logra impedir que las crédulas n1uchedumbres del planeta se precipiten hacia el ce11tro atraídas por el imán irresistible. Pero las b . a_ de inmigrantes
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vienen a someterse a
los paradigmas de la civilización, vienen ~W de aprovechar sus ventajas sin renu11ciar a sus peculiaridades nacionales. Alguna vez los i11migrantes a l territorio norteamerica110, por ejemplo, buscaban ser
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a1nericanos, olvidar en el esplendor de su nueva condición las penurias de sus viejas patrias, la persecución y la pobreza. A1nérica era el reino de la esperanza. Hoy nadie ignora que los pobres del mundo llegan allí, no porque estén decepcionados de sus patrias de origen, a las que lleva11 cada vez más ardientes en el
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corazó11, sino porque los arrastra la necesidad. A1nérica no es ya reino de esperanza sino reino de desesperación. No es extraño que los inn1igrantes aprovechen
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Willion1 Ospina
las ventajas del nuevo mundo pero se sientan pertenecer cada vez más al pequeño país del que proceden, y ello es más fuerte atin porque las comunicaciones
modernas les permiten un contacto casi cotidiano , con sus or1ge11es. Colombia fue incorporada a la modernidad por el Desc11bri1niento, y sería difícil encontrar una nación que reílna e11 su seno tantas contradicciones típicas de nuestra época. Está en ella desde el comienzo el conflicto entre los pueblos nativos y los p11eblos invasores. Como este conflicto no llevó a un exterminio de la población nativa al modo de Nortea1nérica, surgió un tercer elemento en conflicto, el mestizajé, que por ser hijo de razas que se r~-R~~ y se descali. ficaban m11t11amente, no vino a ser una síntesis sino ' "t. t.tn n11evo co11tendor, incapaz de identificarse consi,.. go mismo y que buscó siempre en lo distante y en lo ilustre s11 justificación y su lenguaje. Están también los pueblos afroan1ericanos, cuyos padres llegaron en co11dición de extranjeros y de esclavos. Sus hijos actuales, liberados teóricamente de la esclavitud, siguen siendo mirados como extranjeros por el resto de la sociedad , y aún no han emprendido una gran toma
de posesión del mundo al que irrenunciablemente pertenecen. Pero además de los conflictos étnicos, negados enfáticamente por el establecimiento aunque saltan a la vista de i11il maneras distintas en la vida
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[29] ¿oónde está la franja amarilla?
diaria, un conflicto más hondo es el que se da entre las elites económicas y políticas y el resto de la sociedad, discriminado por su pobreza y excluido de toda oportunidad. A esto se añade el hecl10 de que a partir de los años cuarenta comenzó un proceso descomunal de éxodo de los campesinos hacia las ciudades, huyendo de la despiadada violencia rural, proceso qt1e invirtió en menos de medio siglo las proporcio11es de población urbana y de población campesina. Esto no sería tan grave si no fuera porque ese reducido sector urbano, acaudillado por la arrogante capital de la república, se avergonzaba profundamente del "\,país al que pertenecía, y recibió a los campesinos cbn una incomprensión, ttna hostilidad y una inhumanidad
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verdaderamente . ~~io,sas:.. ~os campesinos venían de una cultura largamente establecida. Tenían una sabiduría en su relación con la tierra, un lenguaje lleno de gracia, en el que la rudeza y la ternura encontraban una expresión elocuente y vivaz. Eran seres dignos y serenos incorporados a tina relación profunda y provecl1osa con el mundo. De la noche a la mañana, estos seres se vieron arrastrados por t1n viento furioso que los arra11có a la antigua fi1·rneza de su ttniverso y los arrojó sin defensas en un mt1ndo "Lm: placable. Su sencillez fue recibida como ignorancia, tt»••• ... su nobleza como estupidez, su sabiduría elemental como torpeza. Es in1posible describir de cuántas ma~
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Willia111 Ospi11a
i1eras las i11mensas 111asas de campesinos expulsados se vieron de pronto convertidos e11 extranjeros en su propia patria, y el calificativo de "n1ontafíero" se convirtió en el estig111a con el cual Colo1nbia le dio la espalda a su pasado y aba11donó a sus hijos en 111anos de los prejuicios de la modernidad. De. pronto el país de la simulación, incapaz de construir algo propio ei1 qt1é reconocerse, descubría los paradigmas del progreso .sólo para utilizarlos contra ~í mismo, y se(.P,.legab~a \ como siempre, sin criterio, sin carácter, si11 reflexión y sin memoria, a los dictados de un hipotético mun-. do superior. La principal característica de las clases dirigentes colon1bianas no ha sido la maldad, la crueldad o la falta de nobleza, si110 ft111damental1nentc la ,cs,tupidez . "t· .~ O, mejor dicl10, es de esa estupidez que brotan como cabezas de hidra todos los otros males. En todos los países del n1undo 11ay ricos y pobres, hay gentes favorecidas por la fortu11a y gentes aba11donadas por ella. Pero las clases dirige11tes de muchos países r10 sólo asumieron desde te1nprano sus deberes patrióticos, se ide11tificaron co11 la realidad a la que perte11ecían y ad111itieron un princi1;io de dignidad e11 las inultitudes de sus naciones, si110 que inte11taron ser coherentes . Cuando fundaron i11stituciones basac.ias en principios eleme11tales de igualdad de oportL111idades y de respeto po r la dignidad l1u1nana, procuraro11 al menos ser ~
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[31) ¿Dónde está la fra11ja amarilla?
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fieles a esos pri11cipios. Algo les enseñó que uno no puede in1pune111ente permitir que prolifere11 la miseria y la indignidad. A ello co11tribt1yó en muchas partes la ética de unas religio11es qt1e se sentían responsables por sus fieles, u11a ética que com1?ron1etía la conducta, mientras ya se sabe que la ética religiosa de nuestra nació11 se basa ason1brosa1nente e 11 el criterio de que "el que peca y reza empata", y s11giere que la vida religiosa no consiste ei1 obrar bien si110 en arrepentirse a tiempo. Aquí las gentes se sienten cumpliendo con sus deberes religiosos no si son i1obles y generosas co11 los de1nás, de acuerdo con el ~~~S~J1~~e Cristo, si110 si cu1nplen co11 la liturgia. Pata salvarse no l1abía que cumplir con la humanidad, bastaba cu1nplir con la Iglesia . Desde tempra110 se permitió, p1Jes, que proliferara a<.JUÍ la pobreza, porque esos seres de otras razas y otras culturas no merecían el respeto y la solicitud de la "gente bier:i", y apenas sí eran dignos de caridad. Por eso desde los tien1pos colo11iales 11ay en Bogotá "ga1nines 11 , y 110 deja de ser significativo que hasta para nombrarlos se haya recurrido a la i1npostura de otra lengua. Llamándolos así, a la fra11cesa, no sólo se legiti1naba su existencia, si110 que se establecía una dista11cia cultural con ellos. Hasta los niños indig~ntes '· les servían a estos criollos sin carácter para sentirse superiores, para sentirse fi11os e ilt1stres.
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Willian1 Ospina
La i<.iea de qtte la pobreza es problema de los pobres
se abrió muy fácilmente camino en estas tierras de Dios. Desde entonces los poderosos sintieron que cumplía11 sttficientemente con su deber si destinaban una fracción de sus riquezas a la caridad. Pero el Estado existió desde el comienzo para defender privilegios, y a pesar de pregonar con clarines su raíz repttblica11a y revolucionaria, era ya ese engendro bifronte .que seguiría siendo por siglos. Tenía un rostro para atender a los poderosos, hecho de deferencia y de servilismo, y otro, hecho de arroga11cia y
cidad, para despachar a los pobres. ..
de fero..
Las castas sensatas de otras naciones comprendieron qt1e permitir la generalización de la miseria es avivar un peligro extremo. La pobreza no es problema
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de los pobres, es problema de toda la sociedad, y bien ••
dijo\ ..,Bernard Shaw hace muchas décadas que permi"T • tir qite haya n1iseria es permitir que la sociedad entera
se corrompa. Esa insensibilidad, ese egoísmo, esa falta de compromiso con los demás no nos los cobrarán en el i11fierno, nos los están cobrando aquí, en la tierra. Por permitir que haya miserables, seres desamparados l}Ue crecen en el l1ambre, en la indignidad y
en la i11certidumbre, todo lo demás va arruinándose.
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No es que en este país los pobres no puedan vivir, es
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que ya tampoco los ricos plteden hacerlo. Permitir que haya extrerr1a pobreza es hacer que crezcan las
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[33] ¿Dónde está la franja amarilla?
verjas en torno a las residencias, que se multipliql1en . -4~;"1'· r;s cerraduras, que sea necesario un ejército de vigilantes privados; es l1acer que ya los hijos no puedan ir tranquilos .al colegio, que no puedan salir confiadamente a los parques. La clamorosa estupidez de los dueños del país ha 11echo finalmente que tampoco ellos puedan ser los dueños del país, que las calles sean tierra de nadie, ql1e todos nos sintamos sentados sobre un polvorín. A11ora, por fin , quienes se lucraron siempre de las miserias nacionales, los que aun de la pobreza de los otros hicieron su negocio, comienzan a se11ti ~.... <que .. "algo 1~!1 Dinamarca" y se aprest.1ran a bU:~car, como siempre, al culpable. Tardarán en comprender, como Edipo, quién es el responsable de las pestes de .;
Tebas.
Una inc~l.~~·· ~-~t.llPJ.~~z.,,.h.Lz9"' gµ,~•. finalm..e nte !]; ~~Jt...Pµ.~d a._y.,a"'cli.$.Íf-l:!i~,9.~~-91!~.!ls.!1~-J~L~J. .P..&5,.,gs;1 egoí.~~~'-,9~1.~~:U?:$!~q~.~;~ .sl.~ t?..~~.~J}.t?1P-I1..se, q~y:qra, a sí mismo mientras se pregunta por: fl'!J~., si todos . ..... ' ..,. ... " .. ..,.,..--·•lf> • . soñamos la felicidad y la prosperidad, todos nos vemos hundidos en la incertidumbre y ahogados por el mal . Entonces nos agitamos señal4ndo el n1al fllera de nosotros, en la falta de valores de los demás, en la pérdida de las virtudes republicanas por parte del resto, er1 una satánica conspiración de malvado·s, porque no somos capaces de mirar nuestro corazón. l~'"cF!~~i.e::E,~[9ecía que el bien no consiste simple-'l'•"f'l""l·<t'I"~"-·
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[ 34] Willia1n Ospi11a
mente en abste11erse de hacer el mal, que el bie11 no puede ser una virtud merame11te 11egativa· y pasiva, qtle el bien debe ser algo que obra, algo perceptible por sus frutos, así co1no el bla11co es u11 color y no una si1nple ausencia de color. Por eso he dicho al co·mienzo que el •peor de los males de Colo1nbia no es lo que se ve sino lo que no se ve. El i111ne11so pueblo excluido que no se ma11ifiesta, o que ta11 ple11a1ne11te l1a perdido la confianza que prefirió replegarse hacia la vida personal, vivir al margen del Estado corrupto y hostil, procura11do salvarse solo, como pueda, y e11tregado a la tarea a la vez precaria y heroica de rebuscar la subsistencia en una lucl1a de todos contra todos , porque ningún propósito colectivo puede ser reivi11dicado, porque ya nadie ~· pt1ede se11tirse parte digna y orgullosa de u11a nación. Ello es compre11sible en la medida en que la retórica nacional envileció todo el le11guaje de las gra11~ des causas, 111algastó todas esas palabras enormes, esas abstracciones ilustres, hasta convertirlas e11 símbolos de la traición y de la i1npostura. Creo sinceramente que después de Jorge Eliécer Gaitán 11ingú11 político ha vuelto a pro11unciar palabras que de ve1·as instaure11 __,,,.,... una co1nunidad, u11os lazos de solidaridad e11tre los colo1nbia11os . Desde entonces Colombia sigue despidie11do sus esperanzas en los cementerios y ahora, como un alto sí1nbolo de la época, "110 cree e1111ada". •
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¿oó11de está la fra11ja amarilla?
El cuadro que nos ofrece la Colombia de hoy, inti-
midada por sí 1nisn1a, acorralada por sí misma, hundida en un nudo de gt1erras crueles y estériles, donde todos los que obtiene11 algún beneficio cierran los ojos y se dicen de nuevo que es sólo por al1ora, que ya pasará la tor1nenta, ese cuadro confuso podría ser descrito por estos versos de »1...:-~· Ycat~l Los mejores carece11 de toda co11vicció11, En tanto que los peores Está11 lle11os de apasionada intensidad.
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Si, el mal de Colombia es la incapacidad de reaccionar, la pérd ida de la c:on.fianza-.1 la pérdida de la esperanza, ·-
. cometido el error de llegar a la socieda.d que tene1nos
' la abrumadora falta de carácter que l1acc que hayamos
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viven de la guerra y del caos, nos l1aremos dignos de
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Willia1n Ospi11a
un destino distinto, y podremos cambiar este coro de quejas in útiles que se oye en todas partes, por algo más alegre y más fecundo . Nos gt1staría que los teléfonos públicos sirvieran para hacer llan1adas; que funcionaran los medios de transporte: que las autorrutas sirvieran para ser transitad as , que estuvieran señalizadas correctamente para que no nos cueste tanto trabaj o el viaje más elen1cntal; que la tecnología qtte tisamos consulte al país en el que se aplica, y así no se hundan las carreteras porque esto ni se agrieten porque aq11ello; que los productos de nuestra i1aturaleza sean co11ocidos y utiliz,ados de tln modo razonable, que no permitamos que sean otros pueblos y otros prejuicios los que nos dicten cómo inanejar nuestras riquezas; qt1e la Jt1sticia fun--=· cione. Pero pa ra ello es necesario saber cómo somos y a qtté podemos comprometernos en u11 contrato social. Llevamos siglos desobedeciendo códigos perfecto s, transgrediendo normatividades admirables y vanagloriándonos de la.,. perfección de unas institu,... . ciones a las que nadie respeta. Nos gustaría que los pL1entes no se cayeran. Que las fuerzas armadas sirviera11 para defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Qtte tuviéramos de verdad derecho al trabajo. Qt1e el trabajo, como qttería Jorge Eliécer Gaitán, fuera tan valorado entre l1osotros como en esos pt1eblos a los qtte tanto admiramos y ~
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[37] ¿oónde está la franja amarilla ?
de los que tan poco aprendemos por entregarnos sólo
a la vana simulación. Nos gustaría vivir en un país de gente digna, donde la pobreza no signifique desprecio social ni miseria moral, donde el Estado se esfuerce por dignificar a la población; donde los policías tengan para los pobres algo mejor que garrotes y aprendan a ser los servidores de la comunidad, en vez de las potestades arbitrarias q11e ahora se ven obligados a ser. Quisiéramos encontrar a lo largo y ancho de la incom-
parable geografía nacional pueblos dignos y serenos; que lo mejor que somos aflore en nuestros rostros; que no se mt1eran esa nobleza, esa hospitalidad, esa familiaridad que siempre caracterizaron a nuestros pt1eblos campesinos y que alientan todavía bajo las tensiones y las violencias de la modernidad. Nos gustaría ver los ferrocarriles, los astilleros, los puertos; ver los litorales favorecidos por un Estado verdaderamente nacional y verdaderamente respett10so, Y nos gus.t aría qt1e el Estado colombiano, que ya ha obligado a la nación no sólo a vivir sin estímt1Jos y sin protección, sino a vivir a pesar de sus instituciones, se convirtiera en un Estado mínimamente eficaz en las cuestiones básicas de inter¿s pt'1blico que le ata.. ..... ~ --...~-
ñen, dejara de ser un instrumento para defender pri·~
vilegios y garantizar desigualdades, y nos diera, como
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qt1ería l~~~ tp.d.o~q, "un severo mínimo de •.
gobierno".
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Willia1n Ospi11a
En Colon1bia hoy no se trata de construir un Estado infi11itan1e11te poderoso, i11terve11cionista y inolesto, ya que la sociedad por fortuna 11a aprendido a vivir sin él, si110 de desmontar la ii1iguidad de un Es,..~.~···~·tado antipopular y abusivo, caml'Jiándolo por una admi11istración simple pero respetable y activa, que le sirva a la sociedad para desplegar sus posibilidades y para enfrentar la rica e indócil naturaleza que i1os 11a correspo11dido. U11 Estado que por fin se parezca al país, y que esté dirigido por una volu11tad nacional, Pero para que eso pueda ocurrir, el Estado de los pri... -,. , vilegios, las siJnulacio11es y las i1npostt1ras 1 el E'Stado . -· de la corrt1pció11 y del saqueo, de la insensibilidad y ~ del irrespeto por el ciudadano debe desaparecer de un modo absoluto y no merece la menor co11sidera~. 1 ción. Sus funcionarios, sus autorídades y sus polítif cos son apenas producto de los malos l1ábitos de una ; larga historia; no son ellos la causa sino la conse,~ . cuencia del Estado qt1e existe, así como el Estado es la consect1e11cia de la sociedad qtte somos y que debe ca1nbiar si queremos .sob1·evivir. Así, es claro para mí que 110 es el Estado el qlte puede cambiar a la sociedad, sino por el contrario la sociedad la que debe can1biar al Estado: no sólo su ad1ninistració11 y sus fu11cionarios sino su estructura y su lógica. Pero para ello la sociedad mis1na debe 11acerse otra, y sólo de la iniciativa social i10 estatal -
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¿Dónde está la fra11ja amarilla?
podrá salir esa socied.ad nueva cuyo fu11da1nento sea la semilla inoral que hay ei1 todo.s, y la insatisfacción y el l1astío que ya siente la sociedad entera. Colombia es l1oy un país donde los pobres no pueden cotner, la clase media 110 puede comprar y los ricos no pueden dorn1ir. Sólo ca1nbiando i1uestra ma11era de estar juntos, ·sólo convocando a la dignidad de millones de seres e instándolos, a ser el país, su rostro, st1s voceros y sus propósitos, sólo dando por fin su lugar en la l1istoria a las mayorías excluidas y degradadas por una arrogancia asombrosa, podremos esperar un país do11de de nuevo sea rnotivo de orgttllo y de grandeza vivir y morir. Lo que nos ensefían las sociedades modernas es que todos estamos en las manos de todos. ¿ourante . cuá11to tiempo se resig11arán los privilegiados a pagar sus privilegios co11 zozobra, avanza11do por las aver1idas entre nubes de guardaespaldas, sólo porque el país en que nacier.on ha dejado de ser una patria y se ha . ~~ de ene111igos? ¿cuánto tiempo tardarán en entender que algo anda mal en el orden social si los ancianos no pueden caminar s~~s;l"""~~e por los parql1es, si la desaparición accidental de un tl.iño en un centro comercial produce un espa11to indescriptible? Nuestro mundo se ha enrarecido, pe1·0 ¿cómo extrañarnos · de eso si su historia ha sido u11 proceso .....~~~~~r.--
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[40] Willian1 Ospi11a
creciente de expropiación, no sólo de los haberes materiales sino de la dignidad y de la misma condición hLt1nana de legiones y legiones de seres? Si los funcio•
11arios del Estado delinquen, si los depositarios de la fe pública saquean el tesoro, si los encargados de defender la ley y de velar por su majestad no se sienten
sometidos a ella y la violan a Sll antojo, ¿cómo podremos reclamar que se comporten como ciudada11os los qtle crecen en el abandono, formados en la amargura y el resentimiento, los que no tienen nada qL1e agradecerle a la sociedad, los que no esperan nada de ella? Es fácil ciescargar censuras y reprobacior1es, pero Lln país digno no es ya algo qtte se nos deba por justicia, sino aJgo que tenemos que merecer por nuestros actos .
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Co1no me decía hace poco un a1nigo, empezar de
cero seria más fácil. Si la tarea fuera cambiar al gobierno, o cambiar a los fLtncionarios, o cambiar al Estado, todo sería relativamente sencillo. Sería un problema de ca1npañas electorales, o de campañas moralizadoras, o a lo.?r.~ de grandes c.ambios constitl1cionales.
Pero es algo 'más y~y a la vez más sutil lo qtie se
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reql.tiere : es cambiar ese modo de nuestro ser que es ~...,,,
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el s}l!?s!rato ~ n. que reposa todo el desorden de nues••~ 4
tra nación. Y el principal legado de nL1estro ser colornbia110 tiene qtte ver con lo que .más nítidamente
11os tipifica <:lesde el comienzo.
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[41] •
¿Dónde está la franja an1arilla?
La tarea más urgente de la humanidad en general es la tarea de reconocerse en el otro, la tarea de asumir la diferencia como una riqueza, la tarea de aprender a relacionarnos con los demás si11 exigirles qt1e se plieguen a lo que somos o qtte asuman nuestra verdad. Frente a los fascismos que hoy resurgen en tantos lugares del planeta se alza esta urgencia de hacer que
en el mundo. persista la diversidad de la que depende la vida misma. El triunfo de un solo modelo, de un solo camino, de una sola verdad, de una sola estética, de una sola lengt1a, es una amenaza tan grande como lo sería en el reino animal el triunfo de tina sola especie o en el reino vegetal el tl·iunfo de un solo árbol o de un solo helecho .
En esta defensa de la diversidad cabe la lucha por la existencia de muchas naciones distintas, con sus lenguas distintas, con sL1s culturas, con sus indumentarias, con sus dioses y, si se quiere, con sus prejuicios.
·y así se ve mejor el peligro de las hegemonías y de los imperialismos. Ct1ando la guerra de los "boers" en Sudáfrica, a comienzos de siglof~s~q~ se declaró partidario de los nacionalistas sudafricanos en •
nombre del nacionalismo inglés. Acusado de traició11 ••
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respondió: "Yo soy nacionalista. Ser nacionalista no
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es sólo querer a la propia i1ación sino aceptar que los
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demás tengan .la suya. ·Ser imperialista, en cambio, es
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Willion1 Ospina
en nombre ele la propia nación querer quitarle su nació11 a los otros". Es e.n esta lucha por el reconocimiento del otro y el respeto por él donde se i11scribe en nuestro tiempo la singular tarea de los colombianos. Porque co1110 1nucl1os ·países inoder11os y acaso un poco más , Co101nbia es por excelencia el país del otro. Y toda su desdicl1a l1a co11sistido e11 la i11capacidad de reconocerse e11 el otro porque el otro es siempre disti11to, no es el her1na110, i1i el miembro de la et11ia, .ni el miem-· bro de la tribLt, i1i el correligio11ario, ni el mie1nbro de la i11is1na. clase social, i1i del inismo partido. Cada colo1nbiano es "el otro", lo distinto, lo que i10 se confunde co11migo. Esta extrema individl1alidad es el fruto de todas las te11siones de Occidente co11densadas en ..-:· ttn solo territorio. Del choque e11tre Europa y Ainérica_, del cl1oque e11tre los bla11cos y los i11dios, del cl1oque e11tre los católicos y los paga11os, del cl1oque entre los a1nos y }()S esclavos, del choque entre las metrópolis y las color1ias, del cl1oque entre la barbarie y la civilizació11 (y la in1posibilidad de saber cuál es cuál), del cl1oque e11tre los pcni11sltlares y los criollos, del cl1oque entte la capital y la provi11cia, del choque entre los citadir1os y los 'i mo11tafíeros", del cl1ogue entre los ricos y los pobres, del cl1oque e11tre los educados y los ignorantes, del choql1e entre los funcionarios y los particulares, del cl1oque entre los caribeños y los •
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¿oónde está la franja amarilla?
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a11dir1os, del cl1oque e11tre los que so11 gente y los que i10 son ge11te, del c11oque e11tre los federalistas y los centralistas, del choque entre: los tradicionalistas y los radicales, del cl1oque entre los ca1na11duleros y los comecuras, del choque entre los liberales y los conser• vadores, del choque entre los bandoleros y las ge11tes de bien, del choque entre las fuerzas armadas y los subversivos, de las largas y recíprocas descalificaciones entre todos estos ba11dos que se odian y se i1iegan, sin saber que no s.011 más que los herederos y los p;;.:11etuadores de una a11tigua maldición, en el país de los odios heredados y de las pedagogías de la intolerar1cia y del rese11timiento. Cada colombiano es "el otro", y te11drá que luchar contra su propio corazón para lograr ser un poco más generoso, t1n poco más tolerar1te, un poco más amisloso, un poco más hospitalario. Si no lo hace111os, segttiremos siendo el melancólico país donde ser i11teligente consiste en ser "avispado", es decir, capaz de engañar al otro sin escrúpt1los; donde ser noble es. ser idiota, l1011de diferir de los otros es " 4"15 L .,• • despertar el coro de las murmu.raciones, y do11de una suerte de oscuro y a~~ig,I¿,~-~ fascis1no sigue nutriéndose del odio y de la exclusión. ~.~t~!~~~habla de los hidrógrafos que afir1naba11 que basta un solo rubí para desvia.r el curso de u11 río. , Bastaría una sola cosa para que Colombia ·cambie 11asta lo ini111agi11able. Bastaría que cada colombiano
Willian1 Os¡1i11a
se hiciera capaz de aceptar al otro, de aceptar la dignidad de lo que es distinto, y se sintiera capaz de respetar lo que no se le parece. Ese es cambio a la vez vasto y sutil del que hablaba. Esa es tal vez la única revolución que necesita Colombia.
el
Julio de 1995
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