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LOS DIPUTADOS REPUBLICANOS.

Pi Y Arsuaga

Acaba de caer como el soldado terido, al pie de su obra, después de lucha cruenta, amorosa y Casi sa- grada por los ideales de la república federal. Hijo de aquel genio de la dialectica y de la política que se llamó Pi y Margall, heredero de sus talentos universales, Pi y Arsuaga era una fuerza, un prestigio dentro el republicanismos.

Sa tribuna en la que se hacia oir del país y de los partidos, cuando necesitaban de sus consejos y de su ayuda. era El Nuevo Regimen diario que por si solo vale por rodo un ejército. En las hojas de este periódico, Pi y Arsuaga ha dejado hondas huellas de su espíritu estudiando día por día el movimiento de las ideas con tino tan certero, con lógica tan irrebatible que aquellos lec:ore: acostumbrados á nutrirse y pensar con el privilegiado cerebro de Pi y Margall no echaban de menos ni la belleza del estilo ni la profundidad del concepto del padre, y es que Arsuaga era un pensador á la moderna, un filósofo atento al clamor del siglo, personificado por sus luchas de clases y por los partidos que representan el ideal de las grandes comunidades en la defensa y progreso de los intereses colectivos.

Sus campañas en El Nuevo Regimen" resonaron en el extranjero, que rendía homenaje al esclarecido patricio que acaba de morir. No quiso ser nunca una gran figura á pesar de que poseyó todas las cualidades que se necesitan para brillar en las altas esferas.

Frisaba sú orgullo en mantener incolúme el programa de Pí y Margall, esa forma de go- bierno que por cansas que no hemos de estudiar aqui no entendieron ó no supieron implantar á su tiempo, aquellos que de sus principios habían hecho un escudo y una bandera.

Su modestia no estaba reñida con su voluntad pues si bien se apartaba por temperamento, de los incidentes que pudiesen aminorar el crédito de su partidc, la seriedad de sus actos, la firme convicción de su doc ' trina, el prestigio de su apellido, á veces lo empujaban á resoluciones enérgicas. lLos lectores de El Nuevo Régimen no habrán olvidado aquel rasgo suyo al discu- tirse la ley de Administración local. Era diputado por Madrid y ocupaba el poder el señor Maura.

El gobierno y los jefes de esencialísimo é intangible del su las minorías. Pí y resolución que iba partidos adoptaron graves resoluciones en perjuicio del principio fragio universal, base de la soberanía popular. No se consultó á Arsuaga, enterado del hecho y sin notificar al Parlamento la importancia de la á tomar pronunció un breve discurso. Vien: siendo costumbre -dijo- que el gobierno y el jefe de las minorías acuerden en reuniones privadas la solución de todos los grandes temas que se discuten. Es natural que así sea, porque no puede el gobierno ir pidiendo su parecer á cada uno de los miembros del Parlamento. Pero eso deja á los no consultadosen la plena libertad de sus juicios. Usando de ella, hay que reconocer que la ley de administración lo- cal vá á inferir dos agravios al principio esencialísimo é intangible del sufragio universal, primero con el voto corporativo para la elección de concejales y ahora con el colegio único para la elección de diputados provinciales.

Yo -añadía Pí y Arzuaga,- tengo que dar cuenta á mis electores de mi conducta y como no he podido impedir que el sufragio universal, base del derecho democrático, sea menoscabado, solo puedo ofrecerles una prueba de que he hecho cuanto me era dable y no he intervenido en las combinaciones del fracaso. Esta prueba es la renuncia de mi acta de diputado que presentaré al Congreso en cuanto sea aprobada esta fórmula en que de acuerdo las minorías democráticas un gobierno se ha consumado el retroceso en lo que parecía inalterable por acuerdo de todos, en el principio y en los procedimientos del sufragio universal Acto seguido tomó su sombrero y salió del salón de sesiones.

El gobierno, algo torpe, nó tuvo percepción de loque signifibaba la renuncia de Arsua- ga, íero el pais, atento ála política, felicitó al diputado federal por el rasgo dehermosa ab- n ión.

- Arsuaga cumplió con su deber de ciudadano, marcando con un ¿nri la política de infanti- lismo que ha caracterizado siempre las tutorías monarquicas.

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