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E leído estos dias varias colecciones de crónicas. La única, tal vez; que puede calificarse, en rigor, de «parisiense» (¿por qué dirán parisién algunos?) es la de Fernand Vanderem. La esfera en que se mueve su musa irónica no traspasa las fortificaciones y, si las traspesa, es para asistir en Lonchamps a las carreras de caballos. A menudo se pasea por el boulevar: entra y sale de los cafés, de los teatros, de los salones. Vanderem es un escritor instruido, que prefiere el género alegre a las obras graves. Prefiere el sainete a la tragedia; se ríe de los dramaturgos de tesis y de los autores a quienes el peso de una ardua labor impide saborear el éxito fructuoso de la producción fácil y ligera; odia la <platitude» y la vulgaridad. Hay en sus crónicas siluetas muy finas y de tipos parisienses y paradojas ingeniosas, como aquella, por-ejemplo, en que pretende probar que el divorcio ha ingerido en el matrimonio una vida nueva. La grafomanía femenina no escapa a sus burlas. ¡Oh, sí! En Europa hay muchas mujeres que escriben y nmo precisamente .con la mano. Se le antoja insólito que una «femme du monde» nc escriba A mi también me sorprende. Las crónicas de Henri Lavedan están impregnadas de un parisianismo delicioso. El autor del «Vieux Marcheur» es un moralista a quien la <blague boulevardiere» sirve de disfraz a incisivas observaciones. Algunas crónicas suyas exhalan una honda poesía sentimental.
Lavedan, como Michel Provins, cultivó en el «Journal» la sátira dialogada, que venía a ser una comedia minúscula dictada por la actualidad. Eran crueles, de un realismo doloroso, reflejo fiel de las costumbres parisienses. Hace tiempo que no leo nada suyo en aquel periódico.
dor alemán y hasta me gusta muchas veces; pero sus discípulos me revientan con sus negativas que. acaso, no son sino respiraderos de la envidia y la impotencia. Suárez gusta de hacer frases y a mí, francamente, los hacedores de frases me encocoran. Aplaudo la sencillez, porque concuerda con mi temperamento. con mi educación estética y con mi concepción de la vida social. La pompa, el afán de llamar la atención, de ir conmtra la corriente, sin ton ni son, no son títulos para mi justificativos del elog:o.
¿Qué escritor contemporáneo nmo cultiva hoy el periodismo? Las novelas aparecen en revistas y folletines antes de salir en volúmenes; los sesudos estudios críticos, las. investigaciones eruditas llegan al público al través de la hoja volandera o del semanario a <vil prix.>
La crónica, como se vé, no es cosa despreciable. Después de todo, lo principal no esel género, sino el autor. Los «caprichos» de Goya son verdaderos borrones; pero ¡qué sugestivos! Los cuadros de Wiertz, el célebre brochista belga, son sábanas de intenciones pictóricas que mueven a risa....
H
El Oriente habla a los artistas una lengua entusiástica. En general, detestan la colonización; pero la colonia les seduce por su color exótico Gautier fué turcófilo. Louis Bertrand es,talvez,de lospocos que se burlan del «miraje oriental» y de las plumas que le describen. Pierre Loti lleva su propensión contemplativa hasta no ver sino lo piatoresco, mientras más cargdo de siglcs, mejor.
Otro cronista, aunque de menos ingenio,, que también ha publicado una colección de impresienes en prosa, es André Suarez. Es un discípulo de Nietzsche, con lo cual me basta para no admirarle. Soporto al pensa-
Los hermanos Tharaud. autores de «La Fete árabe», siguen la tradición de Gautier: pero son de estilo nenos redundante y están menos dominados por la pura poesía, Confleso que el arte al servicio de la política no me parece arte. En el libro de que hablo hay elementos para una discusión parlamentaria sobre la política de Africa, ¡Horror!
CANDIL.