BIBLIOTECA ESPIRITISTA.
DEUDAS PAGADAS J
HistoiiiilelaexpiiiáÉdeiinEspirliE Obra Medianímica Recibida en el CENTRO FRATERNIDAD i
(por el Médium
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Isabela, P., R-j 1890.
PBIMEBA EDICION —PRECIO POR CADi EJEMPLAR! 76 -CtvoH.
U ..AC,lOEA'.MArAaim.l>OI,TOUWO. TTP0GR4FIA "AL
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INTRODUCCION.
Al Centro ¿"RATERNIDAD.
Todwi nuestras existencias están
enlazadas, el bien y el mal.se re
percuten d través de lostiempos.
¡ESEAIS conocer las vicisitudes de mi vida plauetavin, y me dispongo á complaceros.... Mas, no extrañéis que un pobre e.spíritu ignorante, como el que os habla, cometa dislates y falte á las re
liEOK UBNIS;
glas del arte, produciéndose mal; porque ya sabéis que no po seo inteligencia bastante para desarrollar satisfactoriamente una historia tan accidentada como la mía, evidenciada por las prue
bas, á vuestro juicio, terribles ma existencia planetaria.
_
que experimenté en mi últi ^
—
Pez'egrinacióues be tenido de continuas luchas, oti*as de pruebas cruentas qite casi me han anonadado, y muy pocas apa^^
3*^
cibles, pues la tranquilidad huye del espíritu corrompido como huyen las tinieblas de la luz. Por tanto, perdonadme si en mi relato os canso, y, considerad que, si me atrevo á bosque
jaros los miles de accidentes de mi vida planetaria, es para que busquéis en su fondo el algo que deposito para ejemplos de aque llos que, obsecados, sólo buscan la satisfacción, en los goces mundanos sin importárseles' nada los primeros y más esen ciales, que son los goces del espíritu. Y, para que éste deje su túnica de vicios; para que ese mis mo espíritu, comprendiendo su brillante misión, se eleve sobre las miserias humanas, sólo necesita una cosa, que es: "Educa ción moral y social".
Tipogl-afía AURORA, Mayagüez, P. R., Me Kinley St.
Esta es la llave que le deja penetrar en el sendero del prolii
greso, la piscina que limpia su historia de accioues vituperables. Sin la educación moral, seríamos unas fieras; y sin la edu cación social, no existiría la harmonía, no existiría tampoco la reciprocidad, y la sociedad sería un caos.
Por eso os digo, que la Educación es el todo para el pro greso del espíritu.
Ahora bien; no entendáis que os hablo de esa educación que se basa en el formulismo, ni de la que os impulsa a concu rrir á ceremonias insustanciales ó á la práctica de preceptos que sólo hieren los sentidos, no....; os hablo de la educación basa
da en los principios de la Confraternidad Universal; de la que aproxima á los hombres por la simpatía y el amor, y trae, la to lerancia para los defectos del prójimo, la compasión para las afiicciones agenas y la rectitud en la manera de comportarse.
f
Primera existencia.
En una palabra, me refiero á la Educación que va directamente al Espíritu.
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EN GRECIA.
.
Por la educación se adquieren buenos hábitos y mejores
costumbres, y espiritualmente tiene mucha más significación porque, la educación moral es el termómetro que marca el giado de adelanto que hemos conseguido; pues las acciones y la mane
CAPITULO I.
ra de ser del hombre, evidencian el adelanto y progreso que ha adquirido su espíritu.
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Tamos, pues, á cumplir nuestra oferta; vamos a ciar piiuoi-
Una tempestad
mundo de los vivos, todos vemos retratada ea el rayo de luz que
y un crimen::::
pio á la historia ele nuestra peregrinación, que al se desprende del planeta que se habitó....
^
nnrlrpís
Empezemos nuestro pobre relato en el que tal vez podie s aprender algo que sirva en lo sucesivo para vuestro adelanta
IRASLADÉMONOS á la ciudad de los filósofos y los poe
T°para hacerme comprender mejor de vosotros, adaptare mi
tas, á la ciudad donde florecieron los antiguos genios,
lenguaje á la época actual y, á las condiciones psíquicas del mé
á la patria de Hipócrates y Diógenes; trasladémonos
dium que me sirve de instrumento.
á, la Grecia y á su capital, Atenas, á esa ciudad que fué la cuna de la civilización. i ' .
'ff^ariano.
En una de sus calles se encontraba, en la época de mi
primera encarnación en «se planeta (450 años antes de J. 0.,) una (»• Ti 4 • m
casa de bastante magnificencia, suntuoso Asilo de una familia de las llamadas nobles.... en la tierra, que se creían privilegiadas y
que obstentába blasones en vez de virtudes; de una familia exce sivamente rica y vanidosa, pues para ella los demás no valiau na
da y solamente ellos eran grandes entre los grandes de la ciudad.
El hombre cabeza adusto de dicha familia queque llamaremos—Hipólitoera un é ignorante,... odiaba á todo el que supiese algo.
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.
Hablarle de Horacio, de Hipócrates, ó de Diógenes, era m-
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digestarle; hablarle de su poderío, de su maguificencia era rego
paseo en silla de manos, sin más escolta que algún criado de con
cijarle.
fianza.
Tenía como uuica heredera una niña de 15 primaveras, bella cual el despertar de uua mañana de Abril; pero que había adquirido al lado de los pobres seres que eran sus padres la mis
Siguiendo dicha costumbre, Claricia salió uua tarde á paseo, y se dirigió hácia una de las poblaciones más cercanas, á visitar amigas de su cariño y ju'edileecióu. Iba conducida por cuatro criados y además uno que hacía de '"mayordomo" de la pequeña escolta. Llegó Claricia á la población, empezó á cumplir el móvil que allí le coudnjo y se entretuvo tanto en las visitas....que al darse cuenta de que se iba haciendo tarde, ya empezaban á notarse en la atmósfera señales de una tempestad .,. Emprendió su retorno apresuradamente, y el mayordomo la hizo conducir por el camino más corto, por el cual acostumbraba á pasar el poeta Agenor....
ma petulancia y el mismo desvío que ellos tenían para con los demás.
Aquella niña que llamaban Claricia era hermosa y fasci nadora como la tentación; era uno de esos tipos griegos que nos presenta la Historia y que hacían las delicias del mundo.
La vida se había deslizado apaciblemente para aquella fa milia, basta la época en que empieza nuestro relato. Hipólito vivía ambicionando para su hija lo más noble y
mejor de la ciudad; y Claricia gozando la dicha que proporcionan la riqueza, la belleza y la juventud. El dolor no había lanzado aun sus punzantes dardos sobre aquellos seres; mas, como el orgullo humano ha de verse siem pre abatido, vislumbrábanse,—tras los mantos de piirpura y gra na que ocultaban las manchas de sus espíritus,—Jos negros nu
barrones que presagian las tempestades de la conciencia. Se había anunciado, una fiesta olímpica en uno de los pueblos de las cercanías de Atenas.
De la cindad salían á millares las gentes para asistir á los
juegos florales, y los poetas preparaban sus liras para entonar himnos á los Dioses y cantar las excelencias de la fiesta y la be
¡Misterios del destino!
La encantadora joven no sabía que iba-á sufrir la primera prueba.... y á entrar de lleno «n el Calvaiáo de la expiación pa ra pagar deudas contraidas en otras existencias. Se desencadenó la tempestad y Claricia, imploraba en voz al ta á los Dioses, la favoreciesen y la acompañasen hasta regresar felizmente á su palacio.
Agenor, que se había quedado dormido en el tronco de un árbol, soñando con el bello ideal de sus amores...' despierta á
la detonación de una chispa eléctrica ... y oye las voces de Cla ricia—que como hemos dicho—clamaba álos Dioses.
lleza de las damas.
Conoce Agenor la voz de Clai'icia, cuyo eco repercute en su alma y hace estremecer todo su ser
Hipólito que le gustaba figurar en todo, se preparó también con el mayor lujo posible en aquella época, para asistir con su familia á dicha fiesta; jse trasladó al pueblo donde aquélla se
Se opera en Agenor una transformación violenta y, sin re flexionar lo que iba ¿hacer, se lanza, rápido como el pensamien
celebraba.
Acomete al mayordomo y sin que mediaran palabras, lo asesina, yéndose después sobre los demás criados: estos,'al ver caer a su Jefe, llenos de terror, abandonan la litera, emprenden la fuga y. . .. dejan á Claricia en el camino....
Después de estar en dicho pueblo unos cuantos días, regresó á su casa, sin que, al parecer, hubiera alteración alguna en la familia. Esta no sabía que, durante las '"trovas," uno de los poetas, á quien denominaremos Agenor, miraba de hito en hito al lugar donde estaba Claricia, mirada que iba siendo por
to
cuchillo en mano, al camino por donde pasaba Claricia.
Agenor se dirige hácia ella y, al verla exánime, sin dar se ñales de vida, la toma en sus brazos y.... loco, delirante, cubre
momentos más intensa, hasta retratar en sus pupilas un mundo
de caricias sú'precioso rostro.
de fuego, un volcán de pasiones contenidas por el respeto. Agenor, se enamoró de Claricia... y desde aquel momento,
El demonio de las pasiones clavó sus,garras en el pobre poe ta, y se despertaron on él lo.s instintos perversos que alimenta
sus cantos fueron de desesperación y de amargura.... Agenor, que era pobre y de instintos perversos, conocía la
ban su espíritu...
inmensa distancia que lo separaba del objeto amado: él sabía que
á su suerte, ó á su estrella como se dice en la tierra?
aunque llegara á igualarse en posición á Claricia, nunca llegaría á serlo en la estirpe, y, renegando de su suerte pasaba horas en teras en el campo, sentado á la sombra de los árboles, pidiendo á los Dioses piedad para el martirio que sentía en el alma.... Existía la costumbre de que las jóvenes pudiesen salir á
Que pasó entre Agenor y la candorosa Claricia, abandonada No podemos decirlo; solo sabemos que el ángel de la pureza, vertiendo lágrimas, batió sus alas, remontándose ai infinito...
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estaba Claricia y, viéndola un tanto restablecida, le dijo: que un joven poeta la había recojido del camino donde la encontró aban donada y desmayada junto al cadáver de un criado que parecía ser el Jefe de su escolta, lo que indicaba que en aquel lugar se había ejercido alguna violencia en la litera que la conducía; que el joven poeta, con un desinterés digno de loa, la tomó en sus brazos y la condujo allí para después que se restableciera acom pañarla á la casa de sus queridos padres. Estas razones y algunas palabras más, dichas por aquella in
fame mujer para conmover á Claricia é interesarla óu favor del poeta, hicieron su efecto, pues la pobre joven demostró deseos
CAPITULO II.
I
Eí niño abandonado. ÜÉ nocbe terrible. . .! El zumbido del viento, el re tumbar de los truenos, el agua que caía á torrentes, todo en fin infundía terror y espanto; parecía que se desquiciaba el mundo - tal era la furia de los elemen
Este, violento por sus pasiones, echó á un lado la máscara del disimulo, é hizo á la joven proposiciones en las que dejaba
Agenor, abochornado de su inicuo proceder, se dirigió al monte para ocultarse, dejando á Claricia abandonada.. .
traslucir sus deseos de volver 4 cometer otra acción vituperable como lo anterior.
Poco trecho había caminado, cuando el estampido de un ra■ yo que hizo temblar los arboles, le obligó á detenerse. En ese momento la conciencia le abofeteó su vituperable
Claricia indignada ante tal proceder, se levantó como una
leona herida y, mirando con desprecio al insolente joven, se diri gió á la puerta en ademán de pedir auxilio. • • • Abochornado el poeta, no dió lugar á que la joven llamase y se lanzó á la calle, dirigiéndose á otra población por temor de
acción y le hizo retroceder; volvió nuevamente al lado de su vic tima que continuaba desmayada y, tomándola en sus brazos se
escarnio de la moral, y para mengua y baldón de la Sociedad, vi ven traficando con el honor de las incautas.
¡Cuantos dramas terribles han pasado por causa de esa le pra social. ..! ¡Cuantas familias se han visto hundidas en el fan
Más tarde, Agenor, que estaba de acuerdo con la dueña de la casa, entró á la habitación donde se l^llaba Claricia y con pro testas de respeto y simpatías la hizo creer que él era su protec tor y libertador. Pero como el crimen deja tras sí un rastro por el que llega á descubrirse al criminal, Claricia se fijó en una flor que Agenor ostentaba en su pecho y conoció que aquella flor era la misma que ella llevaba puesta antes del suceso. Desde este momento sospechó que el que había profanado su virginal seno podía ser á la vez el robador de su honra.... y, esta idea hizo que brotase de su alma un sentimiento de repulsión hacia el poeta.
tos
dirigió á la ciudad, cuyas primeras casas estaban ya muy cercas: llegó á una, llamó, le abrieron y, penetró en ella con Claricia. . . Esta casa estaba habitada por una de esas mujeres que, para
de conocer á su protector.
sor sorprendido por la justicia que trataría de averiguar la muer
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te del criado de confianza de Claricia.
La familia de ésta tuvo conocimiento de que al regresar su
hija de la visita, había sido asaltada la litera y asesinado el cria do que hacía de Jefe; que ésta fué recojida pór un transeúnte y depositada en una de las primeras casas de la ciudad, y seguida mente Hipólito acompañado de criados y una escolta se dirigió
go de la degradación!
á aquella casa en busca de su hija. Al regresar á su morada,
Poco después de estar Claricia en aquella casa, despertó de su letargo; y. ¡cual no sería su sorpresa al encontrarse en aquel lugar desconocido y ver mancillada su virtud!... Las lá
fué Claricia recibida con grandes demostraciones de cariño por
grimas corrían por sus mejillas cual fuego candente, y el recuer
cuperó las fuerzas; pero el espíritu estaba profundamente afecta
do de su familia, la torturaba, sumiéndola en la más cruel deses peración.
do, sufría con ese dolor intenso y profundo que deja en pos de sí la violencia unida á la deshonra, y todo esto ocasionado por un
La dueña de la casa entró al poco rato al aposento donde
toda la familia.
Claricia se repuso de tantas fatigas, su cuerpo descansó y re
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traba la pobre joven en uno de esos momentos que no tienen igual en la vida: si continuaba viviendo, su deshonra se traslu
joven (le quien le separaba una distancia inmensa en la Sociedad.
No se atrevía comunicar á sus padres lo que había pasado en su excursión y, esto hacía redoblar su sufrimiento, puesto que tenía que aparecer alegre y satisfecha, cuando su corazón era f)resa de las mayores tristezas. Su salud desmejoraba de día eu día; cada vez subía un grado más su aflicción, que no tuvo lími tes cuando,notó que un ser se agitaba en su seno. Ya en esto
ciría; si se suicidaba, caía sobre su familia un borrón infamante. De todos modos destruía el buen nombre de su casa y manchaba
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el honor de su familia
—¿Qué hacer. Dioses, en situación tan angustiosa?... se pre guntaba y una voz, allá en el fondo de su conciencia, le
estado, la desesperaciófi se apoderó de su alma y más de una vez
decía: "Sufre.y espera". . .
acarició su mente la idea del suicidio.
el cáliz hasta las heces. Por eso una fuerza superior la sostenía induciéndola á correr los azares de su destino. ..
¡Ved aquí las consecuencias que ocasiona el no brindar los padres á sus hijos esa confianza que hace de ellos dos amigos! La educación es, sin duda el freno que contiene al hombre en el desbordamiento de sus pasiones. , .. por eso los padres de ban ser para con los hijos, vigilantes activos que no les dejen dar un paso sin ver á donde van.
Desde pequeños deben los padres ver con quienes se acom pañan y que sentimientos revelan sus amigos; es decir si son dís
colos y de malas costumbres, ó si les gusta la pereza, para pro curar alejarlos de aquéllos, pues en uno \i otro caso es peligrosa
La pobre joven pagaba una deudo sagrada y, debía apurar
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Se conformó, pues, con su suerte y dejó a la Providencia que obrara como árbitra de su porvenir. Enfermó un día, no gravemente y, habiendo conocido el
médico de la casa que la jóven tenía los síntomas de la materni dad, lo manifestó así á los padres de aquélla, que—al saberlo—
locos, frenéticos, quisieron asesinar á su pobre hija, "victima de una violencia..."
Pero,.poco á poco, fué la razón aplacando en ellos la ira,
hasta qiie volvieron á una calma aparente, y, dispusieron se.tras
su intimidad. A la vez deben los padres inspeccionar sus juegos infantiles y demostrarles que deben respetar á los autores de sus días, no permitréndoles licencias que no sean para su edad y,
ladara Claricia al campo, á atemperar, y, en las cercauías de una
evitando condescendencias que sólo serán oportunas cuando se
recibía la primera envoltura material eu ese planeta,—se vió lle gar á la alcoba de Claricia un hombre embozado, y, apenas di mos el grito de despedida á la libertad del espíritu, nos tomó en sus brazos y, cabalgando en un buen mulo, empiendió viaje con
les vea que han variado de conducta, y esto para estimularlos á continuar en el bien.
En la adolescenc-ia debe ser mucho más activa la vigilancia del padre, pues entonces debe estudiar sus maneras, sus inclina
ciones, sus procedimientos sociales, y de ese estudio sacar armas con que combatir los malos instintos que se desarrollen en su hi jo, así como fuerzas .para sostener los buenos. Eu esta edad de be ser el padre cariñoso y cuidarse de formar el corazón de su
hijo dándole saludables ejemplos de virtud, trabajo y honradéz. Ta hombre, si es de buenas costumbres y sano criterio, pue de el padre descuidar un poco la inspección de su hijo, procu rando ser de éste un buen amigo que comparta con él familiar mente los proyectos del porvenir y la realización de los del pre sente.
La educación, basada en los principios de la moral cristiana,
es la que ofrece mejores resultados para la familia y la humani dad; porque siendo los padres los mentores de los espíritus que vienen á su hogar, pueden con ella hacer hijos dignos y buenos, que como de altos sentimientos los respeten y quieran, siendo su báculo en la vejez. Si Claricia hubiera sido educoda en esas condiciones, no se
ría tan in enso su sentimiento; pero sus padres le inspiraban te mor y no se atrevía comunicarle sus penas; así es que, se encon-
pequeña aldea, estuvo, hasta que pasó su alumbiamiento. Cuando éste hubo ocurrido-^que fué cuando este espíritu
dirección á unas montañas vecinas, donde se^ asentaban vanas
casas de pobres que vivían de la pezca, el pillaje y otias indus trias más dehonrosa.s y, nos dejó allí á la puerta de una de aque llas casas, con'un saco de monedas aliado.
Por lo dicho, pues, comprenderéis que aquí empieza nuestra primera existencia eu ese planeta terrestre.
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Claricia sintió en aquellos momentos un dolor inexplicable;
sus deseos, su conciencia, le decían: *'Detenlo, que él no es cul pable del mal que te han hecho"; y de otra parte veía ante si a su familia y se ahogaba aquel deseo, moría aquella santa aspira ción, pues su padre había dispuesto el secuestro del niño pa ra salvar el nombro de su casa. Por esta razón Claricia no fue
culpable del abandono de su hijo, y sólo pecó por no haber
opuesto alguna resistencia á que lanzasen del hogar a .a inocen te criatura que buscaba su ternura y su ayuda para progresai.
CAPITULO III.
Sobre sus orgullosos padres y la sociedad caía de lleno toda la responsabilidad de confiar el niño á manos mercenarias para que lo educasen. jx i u Cuaudo al día siguiente, en el lugar donde quedó deposita do el niño empezaron á abrirse las puertas de las casas, todo fue admiración, al reconocer en éste una criatura acabada de nacer y
abandonada.
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El niño lloraba, pero nadie se atrevía a entrar en el cobertizo de la casa, donde estaba, porque era de un hombre temido
por todos, llamado Héctor, á quien apellidaban el^ Capitan, el
La escuela del crimen.
cual Cuando dormía el mas de lo acostumbrado en aquel caserío. ... esposa referido Héctor se levantó en unión de su
Elena, vió con asombro que cerca de su casa había mucha gente |L AMOR material, es el iiuico cariño en la tierra que tie ne una débil semejanza con el amor espiritual, Y>ues to dos los demás están revestidos—por lo general—con algiin fin interesado; ya dependa de vuestro modo de ser, ya de necesidades propias é ineludibles á la materia én que estáis envuelto.
¿Porque, habrá un cuadro más conmovedor que el de una
madre que vé ir apagándose el principio vital en su hijo? Habrá dolor más sincero que el que siente al separarse de aquel ser que rido?
No lo hay Nuestra madre, es decir, Claricia, á pesar de su orgullo y de las conveniencias sociales que debía respetar, cuando sintió el primer grito que exhaló su hijo, al entrar á formar parte de ese
mundo, no pudo meuos que acercarse á él darle un beso, deposi tando lágrimas en sus mejillas. Nosotros entonces no vimos ni sentimos tan ex])resiva ma nifestación de cariño, j^orque estábamos en la turbación que acompaña al nacimiento en ese planeta y que, poco á poco, se va
quitando con los años; pero,cuando volvimos á la vida espiritual gozamos mucho en el espacio.. .. al ver en la luz del infinito á aquel ser desgraciado, rindiendo tributo a una de las leyes divi nas mas sublimes que ha dado el Hacedor á su Creación: la Ley de Amor.
apiñada de un asalto otra cosa.que lo perjudicase, preguntóy átemeroso la muchedumbre que úsucedía. a i 'a Enterado del hallazgo de un pobre niño abandonado, bajó
con su esposa y tomándolo en brazos lo llevo a su alcoba, recogiendo antes el saco de monedas.
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Fué registrado minuciosamente el niño y entre los panales que lo envolvían encontraron un manuscrito sin ^nombre, previ niendo se le cuidara esmeradamente. A El Capitán, (Héctor), bolsa y entrego el niño a su e.sposa, retirándose líiegoguardó de su la casa. Elena tomó el niño en sus brazos y después de acanciailo lo
alimentó, prorrumpiendo en palabras como estas: ¡pobrecito! quien seiía la fiera que te engendró....? ¿y cual la madre des... po'-q-1»
"'"\m!6l'«nrujei-,'ob«(iec¡elldo á un
po»-
d,ra co™7.6.,
"adoptó" gustosa al niño, á quien puso por nombre ülises, y se dispuso á cuidarlo entre con elvosotros mayor esmero La compasión dura..posible. . lo que dura la nove dad d^e líu síiceso...., así es que á los dos días ya nadie se acorda ba del pobre niño abandonado; solamente la esposa del Capitan continrba alimentándolo y cuidándolo como si fuese su verda(Jera madre.
—12 -
T preguntaréis vosotros, ¿Cómo una mujer rxistica, sin no ciones de moralidad, acostumbrada á ver acciones vituperables, .eia tan compasiva con un pobre niño bastardo y lanzado inicua mente de su bogar?
contestaré: que en existencias sentadas en otro plane
ta, Elena era deudora de servicios y atenciones que ülises le liabia hecho, las cuales pagaba en justa reciprocidad, pues todas, tanto las buenas como las malas acciones, tienen su recompensa ó castigo: nada queda impune, nadase pierde en el infinito; pues, el que ha sido bueno, recibirá beneficios de aquellos á quienes ha protejido, y quien ha hecho males, recibirá males para que expíe: esta es la vida, esa es la Ley; y quien no lo crea, sobre él vera la verdad de ésta afirmación.
CAPITULO IV.
El Capitán, en vista del cuidado que tenía Elena á ülises, egó a dudar de la lealtad y fidelidad de su esposa; así es que prohibió á ésta que lo viese y lo cuidase y con tal motivo el niño tuo sometido á personas extrañas, que no eran cariñosas.. . sé-
les que casi lo odiaban.... hasta que llego á la edad en* que por SI solo pudo cubrir las necesidades de la materia.
Cuando Ülises tuvo cuatro años, el que lo recogió había gas tado todo el dinero que le habían puesto al abandonarlo, y, el pobre niño se vió entonces sucio, andrajoso y presenciando esce
El criminal endurecido.
nas repugnantes, como es el robo á mano armada á los pasajeros, que morían en i^oder de aquella gente sin freno ni principios re ligiosos.
BN la equilibración del trabajo y el cai3Ítal, está la harmo nía social: sin aquella es imposible que esta subsista.
^
^ desgracia ülises había ido á j^arar á manos de una cua drilla de bandidos, que no tenían otro culto que la orcía y. .. el
Si los que poseen cuantiosas riquezas atendieran conio se debe á los pobres que ganan con el sudor de su
Estos desgríiciados ¿que podían enseñarle? solamente lo que ellos sabían; así es que ülises fué creciendo entre aquellos séres,
frente un miserable jornal ayudándolos así á acrecentar sus bie nes, no se vería tanta miseria ni se perpetrarían tantos crímenes como se ven, porque tendría entonces el obrero su compensa
y a la vez aprendiendo á practicar el mal.
ción al retirarse de su faena diaria.
crimen.
&
^ •
A los diez años se emboscaba para contribuir á un asalto y (ai diesticamente una puñalada, y á su vez esconderse á la acción de la justicia humana.
Eso vió desde pequeño: ¿qué otra cosa había de aprender? Grustó el arrojo del joven salteador y, el Capitán de la cua drilla, satisfecho de sus proezas, y cuando apenas contaba doce años de edad, lo nombro ''Teniente
"
Hoy día se ven muchas maldades y en ello tiene grande cul pa la sociedad, porque ésta recibe con la risa del desprecio y el sarcasmo, la honradez del pobre, con lo que enseña á los demás, que no es la virtud el mejor camino para llegar á ser considera do y respetado.
jCuantos casos se ven, y en numero considerable, de despre ciarse á un pobre que prefiere pasar hambre y estar sumido en triste condición, á ser rico.... por medios ilícit()s! Y cuantas ve
ces se agasaja y distingue áotro que ha adquirido un capital por medio de la espoliacióu y el fraude, ¡todo porque tiene un puña do de dinero!
Esto acontece muy amenudo y es porque no hay verdadera educación social.
Sólo se estima lo que representa el individuo y no lo vale su parte moral.
que
—15 -
quede» fotogr.aedoe e„ 1.
—14—
La liumaüidad terrestre está aiui muy atrasada: los beueñ-
cios de la instrucción y la caridad no alcanzan á la mayoría de los que viven en ese planeta, y de ahí que los vicios y la inmora lidad tengan aún sentados sus reales en la tierra.
Faltan Escuelas para instruir a los espíritus en el conoci miento de las ciencias y falta educación moral para que los pa
ride planelarie, eoii lo que e„„estas ooueeeueuoias que produ-
dres puedan formar el corazón de sus hijos y, hacer los hombres
jCe el desbordamiento de las p ^ .«í^Hmieis las virtudes para aiexpiación, rechacéis los vicios y pi Obra saldar una deuda con-
Una, que viendo vosotios las
virtuosos y buenos, con plena conciencia de sus deberes. ¡Cnautos dejarían de estar en las penitenciarias si al caer se
, dolores cruentos de la -
les hubiera dado la mano en vez de lanzarlos al abismo de los vicios!
Por eso Ulises fué malo.
La sociedad no comprendiendo su misión, lo arrojó de su se no como á un ser podi ido. Si Claricia, como madre, lo retiene a
Coutiuuemos nnesU-a uaiiíWiou.
murió Héctor, vio-
su lado y lo educa, para el bien, el estigma social hubiera caído
rrifirtile^íLutu^clude.^
A. cumplúJJ.1-^ZZSM uou.b.uao C„pl-
sobre ella; la sociedad hubiera cerrado sus puertas al bastardo,
. L» perlid» geuí
al hijo de la violencia y del crimen, y hubiera despreciado á la
"f¿X'í°«ñteeeso.-, eiuí que se
malos instintos; pero éstos podían ser combatidos con la severa
eó su iiue.o Oupitiu eu leeetis meldudeu extvemOináseusermalo. P de ^robarle cuauto llevaba deecaartmr d un hombre deepnes de
educación moral que d^bía y podía darle la que había elegido
cousifío.
pobre madre y á toda su familia.
Por eso, repetimos, fué Ulises malo.... El traía, es verdad,
Por desgracia no fué así; pues viéndose Claricia obligada a abandonar al hijo de sus entrañas por las razones sociales que ya se han expuesto, Ulises se encontró en un círculo, en el que, le jos de recibir una lección, ni oir siquiera una palabra de religión y moral, se fué formando su corazón para el mal, y se le indujo á
ción enferma.
La cuadrilla de bandoleros de qiíe formaba parte Ulises, se
entregaba á ferocidades inconcebibles, y cada día adquiría más fama el joven Teniente, porque á su intrepidez y ferocidad unía un valor y serenidad á toda prueba. Triste es, en verdad, para nosotros, descorrer el velo del pa sado y, presentar á vuestra vista cuadros horrorosos y escenas f trájicas de la vida licenciosa y tnrbulenta de nuestro ayer....; pe ro es necesario que así sea, jno vacilo en desarrollar ante voso tros, con los más detalles posibles, el drama real de mi peregri nación terrestre.
La humanidad necesita, para caminar hácia la perfección, qué se presenten á su estudio hechos que, además de despertar
„n,i(iuce la Escuela del crimen,
y sin nociones del bien, se exniación, para luego lavar Lal basta »Xlfirlueí.« con lagrimas candentes la
aprender el asalto, el pillage y el asesinato, y, como consecuen cia lógica, se desarrollaron las inclinaciones perversas que traía de otras existencias; su conciencia se adormeció al sopór de los
vicios y del libertinage y fué apto para los más c^randes crímenes y los más censurables hechos que pudiera concebir una imagina
.,
-,A tal grado de perversid , u .gg^ convierte en una verque l'lega »u momeuío eu que el ^Y^Xtruir. dadera fiera sin otioUhses auhe des^^^l^q ueoneño á vivir en la holganza Acostumbrado ¿gl
por madre.
espiritu. No sabía m. podía „«„cebir concebí qque todo ^ se paga; qne solamente o y
arrastrando cadenase rehabiht '■diente por ladiente I
i 'i 'Ifi
/ Lzaba exterminando ^ crueldad,a
sus hermanos y haciendo fecbouas cada
con más salvajismo. avisó el espía que á lo lejos se Uu din,-iuf.usto P«' » y oeguidameuto divisaba un séquito como de peisoi priuolpí^l, v conseguir
preparó su ■'partida"
abundante "botm
Se presentó a su
había obtenido,
en silla de manos, una
^ g^ad, acompañada de su
l~^r;:ruVlfime?:l cnados que componiau una --í'^rXSrXrcu de. .u..t la partida de malhechores se lanzaion
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mas couJ-auaron^eíeTudo
qne'"cimtro'''dé'1r''' ^ t''"
„Tví;o!:r;„';;rto'4ÍT'° r'"cayó desmayada, miieito a su padre,
Uuo de JÓ^ hn«
brazos y la presentó á Ulisés^^^F'.'f
perversa.s la tomó en
con su cufti'lHn" fueron escrupulosamente registrad^.
mcautarse de todo lo
lia matrona había sentido al<vn o "i ^'3"®
q"e víó á tan be-
que llevaban de aleón valor 1. i
^
ülises retícriados, que
camino fin darsefialL'Te señora en el traron ecbadfenTerfa fn , h' "" «endero, encon"alto" preguft:ndr q'ubn recia hcaUarse ébrio ó profunda'mente' tí^icK ses se figuró que^q^úefsería^^
vantarse! oM^nó ^."0 ?e la cuaZl7""f
cuchillo que llevaba al cinto.
mano!
'1"®
atrave.sase con el
os de la \idal Aberraciones del entendimiento híl
ese sér frT.'!\-Wnde^etcto^ Ulises! Era igenÓr! uada'tTnoTcfurittfeVIÍLlT lo en su senol EÍa^Chuíciái las pasiones.
persigue,"Cli-
Y, el autor de'"'^ofenso! los días de ^
7 esa alimentándo dama era....
conduce ai hombre el desbordamiento de
tadas hmgo sus ffc^dtade?ejerciendo fa^i"f
cfftraba Tsu parilTa^íatf
®'"'"i®o;.fi»bo-
J 'ifSymuü ct^ko em
níión'í: ®"®"" ^®'®l'o" dos por\)n desgraciado'^miVnoVeu?'^'^'^ horrorosos cometi do hi moral y qL
¿A quién pueden achacarse si particular el doble crimen ohp li J "■®e'oues vituperables y en
I«80c¡cd„a<,„e¿TaT.2 fie las cosas.
í" 1°'"» A
®® ®^®®"oiidades que en el fondo
emapldaños os^lcausados I^fbv^áí^^^^^^^ de ^sus los para alcCilzar im día sir.r?*'"'-
actos
"íi SU perfecciouamieuto;
pero la Sociedad era responsable moralraeute de sus punibles hechos por haber puesto á Hip(3lito en condiciones de lanzar del hogar al niño inocente que le pedía hospitalidad.
-Im
purezas y cayendo en un abismo sin fondo, cual es el de loa vi cios y el crimen, para levantarse tarde y á costa de cruentos su frimientos.
Ved, pues, como por el cúmulo de circunstancias que hicie ron primero á Hipólito secuestrar al niño, y luego á éste ser un
bandido de profesión, tiene fundamento nuestra apreciación y por lo tanto esta probado que la Sociedad fué culpable de que uno de sus miembros se desviase de la senda del bien.
Como ya os dije, Ulises se retiró con su gente del teatro, sangriento, de su hazaña y se dirijió hacia el monte. H"
CAPITULO V.
Allí pasaron unos días y cuando estuvieron tranquilos y convencidos de que no se leis perseguía, regresaron al caserío donde moraban y donde hacían la vida de pobres pescadores. Tal puede la hipocrecía, esa hidra de cien cabezas que nos persigue hasta en lo más santo que los hombres instituyen: "las asociaciones religiosas y políticas."
En todas partes está y no hay quien se libre de sus agasajos mezclados de odio, porque el hipócrita odia al que tiene que li
La justicia huma»
sonjear.
; ^,
na satisfecha
siderable y les daba lo necesario para algunas semanas.
Estuvo la cuadrilla varios días,sin salir a sus correrías, pues
íil botín adquirido en el asalto hecho a Claricia, había sido con •• • • •
10 pecamos de exagerados .al afirmar que la Sociedad fué culpable del camino que emprendió Ulises, y va mos á probarlo.
'ni • • despreciándola j sabiay que la Sociedaddelanzaría de suque seno a Olaricia, murmurando la desgracia le
aconteció, tan pronto como se hiciera pública su deshonra; y que a la vez, caería sobre su casa un borrón infamante, pues ésta era la Ley establecida por la costumbre;ley que él procuró evadir á
todo trance, disponiendo el secuestro del niño, por cuyo acto pu nible adquirió inmensa responsabilidad moral.
Se sabe y. está demostrado hasta la saciedad que el holga zán es siempre de malos instintos, pues el hombre quiere adquirir lo que necesita para la vida sin rendir tnbuto a la sabia ''Ley del Trabajo," procura bacer que, pese sobre los demás la, carga que él debiera llevar.
Así era Ulises y su partida.
r.
to, no respetando la propiedad, la casta doncella m la virtupsa matrona; de modo que la infame cuadrilla fue el terroi e os viajeros y de los pueblos comarcanos.-
. . i i
Pasaba cerca del caserío uno de los grandes de quien se hizo acompañar de un buen numero de
por el nnal vino al mundo ese niño inocente",¿no creéis que Ulibien educado y instintos puesto por en ap titudi".!deifirasido contrarrestar los malos queconsiguiente se le desarrollasen,
aquellos, dejando los demás que lo acompañaban,
J no sucedió por así, su y esmejoramiento claco, ülisesmoral que évino á la t erra dispuesto a trabajar intelec-
mavoílíinT sus propósitos, raayoi giado de atrasorealizar al manchar su espíritusino con que milesadquirió de im-
j.
Continuó Ulises en esa vida licenciosa y criminal hasta ya bastante entrado en edad, ó sea, hasta los sesenta anos, en tiempo fué cojido por la justicia humana de
Si la Sociedad hubiera dicho á Claricia: Tu no has sido cul pable, sosten y educa á tu hijo, que nos mereces la misma consi deración y respeto que antes de realizarse el hecho vandálico
consiguiendo con mas rapidez su progreso? Sin duda que sí.
u i '
Concluidos los comestibles comprados con el robo hecho a Claricia, volvieron ásus fechorías con más y más encarnizamien
por precaución, al emprender su marcha, se adelan o
^ ^P
.
^
liado todo de tal modo, que si los primeros sufua^ ^ífiSDrevemientras los desbalijaban, llegase la reserva y cojiei
p
uidoa á los malhechores."....
Así suóedió.
..
No bien supo Ulises que venía un seis criados, dió orden para que se armasen algún
ría
^
de su
—21—
—20—
cuadrilla 3-, preparados couveuieDtemeDt.e, se abalanzaron sobre
los traiiseiintes, que sin hacer resistencia entregaron todo lo que llevaban encima de algún valor.
En los momentos en que XJlises 3' su gente observaban lo
que traían aquellos señores y se disponían á recojer el botín pa ra luego distribuirlo entre los de la partida, llegaron de impro viso los que se habían quedado atras y dieron á los bandoleros tan fuerte batida, que despuos de matar el mayor número de és tos, los que quedaron, que fueron cuatro, incluso XJlises, fueron
hechos j)i'isioneros y conducidos á Atenas amarrados 3' escolta dos jDor sus vencedores.
Allí los encerraron 3' juzgaron, siendo XJlises, como triste mente celebre Jefe de la cuadrilla, condenado á servir de recreo al publico en el Circo de la ciudad.
Llegó jDor fin el momento de expiar XJlises; entre los hom bres, loa crímenes que había cometido, con otro crimen que, no poi ser autorizado por las leyes humanas, deja de ser tan btirbaro y horrible como otro cualquiera.
XJlises iba a ser destrozado por una fiera entre la algazara de un pueblo inculto y atrasado.
Amanece el día fatal y, desde los primeros albores de la ma ñana empiezan á hacerse en Atenas los preparativos para el gran* espectáculo que la justicia ofrecía á las masas populares. La noticia cundió por toda la ciudad y los pueblos cercanos; y como el nombre de XJlises se había hecho demasiado célebre por sus proezas de capitán de bandidos, un gentío inmenso acu
llas muchedumbres.
Quedó satisfecha la justicia humana, el bandido desapareció del libro de los "vivos," quedando solamente de él....el recuer do de sus infamantes proezas. ¿Quedaría también satisfecha la
justicia Divina^ No; pues aquel suplicio fué - puede decirse—el preludio de la verdadera expiación de XJlises, que empezaba en los umbra les de la tumba, según se verá en el capítulo siguiente. Con la muerte aparente de XJlises, terminó á los ojos de los hombres, el drama trágico de su primera peregrinación terres tre, quedando cumplida la sentencia divina que dice: ''El que d hierro mata d hierro muere," pues él, que quiso vivir violentamen te, sobre los demás, debía morir también violentamente, ya
que nunca quedan impunes las infracciones á la ley de amor. Consignemos ahora algunos detalles que sirven de comple mento á nuestra narración.
Cuando Claricia volvió de su desmayo y se encontró sola á oi'illas del camino contemplando el cuadro de destrucción que
había dejado la cuadrilla de bandoleros, su dolor no tuvo limi tes, la desesperación embargó su ánimo y quedó luego como atontada, sin darse'cuenta real de lo que le pasaba.
Así estuvo algunas horas, hasta que unos campesinos que pasaban la* vieron 3^^, compadecidos de su triste situación, lalleyai'on al pueblo más cercano, donde la esperaba su desconsolada madre.
dió por la tarde al^'*Circo" á presenciar su muerte. 1 oirecia La vindicta una víctimaely Circo como la se le estaba pública rodeadanecesitaba de tanta celebridad, se que llenó de.bote en bote para presenciar la destrucción de aquella.
i'Gcer en la tierra *pruebas tan terribles como las de haber sido, primeramente, violada su pureza de niña y luego despojada y
realizarse el lúgubre espectáculo, sacalon a Ulises de la mazmorra 3' entre soldados fué conducido á la
Rucesüs con el criterio de las Escuelas positivas, porque cre3'en-
p aza donde estaba el Circo y en el cual le esperaba un *'Leóu hambriento," moviendo la cola, al olor de la carne humana.
Al llegar XJlises al ''Circo," estaba profundamente afectado... por mas que procuraba aparecer sereno.
Se agitaban en su cerebro miles de ideas; se retrataban en SU imaginación las víctimas sacrificadas por sus malos instintos y da pronto se trasparentó ante su espíritu la figura de la hermo sa Olaricia, victima de sus hechos terribles.
Sintió ülises que se le conturbaba el alma, flaqueó. y hubiela caído en tierra sinó lo sugetau fuertemente los soldados, lo
leó^ /
destrozado por ésta y devorado entre los.gritos salvajes de aque
aquel desgraciado, lo bajaron á
^ ^^ lanzado dentro de la valla donde rugía el Después dé una lucha tenáz é impotente con la fiera, fué
¿Qué faltas había cometido la desgraciada Claricia para me-
abandonada en un camino?...
Imposible es contestar satisfactoriamente si juzgamos los
do, como creen, que el hombre sólo tiene una existencia y que el
Creador está continuamente formando almas y enviándolas a la
tierra, unas á sufrir, otras á gozar, tendríamos que decir que Dios, había sido injusto con la pobre* Claricia, ó confoimes con iíí» apreciación que se suele hacer en ese planeta, cuando no se busca la razón de ser de los acontecimientos, ó sea, que le
^enía así y por eso sufrió la violación y siis consecuencias de (Jolores 3^ lágrimas. Ahora, mirado desde el punto de vista espirita, tienen expli cación racional los sufrimientos de Claricia, pues en a actual
existencia, que sólo era la continuación de otras, sentadas en (liforentes planetas, debía expiar faltas cometidas en es a y e a 1 sufriese tantas contrariedades.
—22—
Ellíi liabííi sido cfisiida,, ffiltó a sus delieres y se entregó en " He ahí la causa de haber sufrido la violación, y de no po der constituir familia, porque á pesar de que fué asediada por muchos Jóvenes y señores de Atenas, atraídos por su belleza y brazos de la prostitución, y el libertinaje.
su riqueza, no quiso nunca aceptar las proposiciones de enlace
que le hacían en virtud de no haber sido divulgada su deshonra. Algún tiempo después de haber sido robada y asaltada Claiicia, murió su madre que llevó el nombre de Diana, y aquella se encerró en su hogar como una matrona sin salir á la calle, du^n e el tiempo que vivió, muriendo algunos años antes de caer Ulises en poder de la Justicia.
UliseSj^había sido en su anterior existencia, "un hombre muy malo; causó muchos males á los padres de Claricia, á quie nes sumió en la miseria más espantosa y luego.. ..los abandonó. 1 TTtambién tuvo su especial razón de ser, la actitud
les había^hecho^'^'^^°
CAPITULO VI.
puertas de su hogar al que tanto daño
Tempestades en la conciencia::: |ÜE diferente es la realidad de la vida espiritual, á lo que se cree en la tierra!
Ninguna teoría ni creencia de las que reinaban en ese mundo hasta mediados del presente S^glo XIX.,
podía dar una idea completa de la vida ultraterrena, ^ hasta que
se divulgó la doctrina espirita, la que, llenando un fin providen
cial, vino á descorreros el velo que ocultaba la.vida que surgía tras la tumba.
,.
i
x •i
En efecto, hoy, con la luz que el Espiritismo os ha traído,
ya sabéis que el infinito es la verdadera patria del espíritu; que
la muerte no existe, para el espíritu ni pai*a la materia, poique aquél es eterno é inmortal y ésta, sólo sufre transformaciones en virtud de la ley de Evolución de átomos y moléculas.
Sabéis también que el espíritu al recobrar su libertad, ó sea, cuando abandona la auvoltura material, trae al espacio sus im
perfecciones, como sus virtudes, y está rodeado de una envoltui'a fluídica que, según el grado de progreso del espíritu, es mas d menos materializada. Por esta envoltura fliiidica que lamáis
perí-espíritu, el alma ó espíritu no solamente conserva la fipra que tuvo su cuerpo en el planeta, sinó que hace expeiimen ai a éste todas las sensaciones que tenia en la existencia ma eiia, a
—25-^
-24—
extremo de séntir uu espíritu hambre, frío y las demás uecesidaes luherentes á la materia. Y, si el espíritu es muy eudurecic o y atrasado,lo veréis conservando sus vicios y pasiones; en fin,
une al espíritu con su envoltura material, es un nuevo dolor que experimenta aquél, porque el ser encarnado desea vivir. Y no creáis, que amar la vida material revele inferioridad en el espíritu, no; porque la conservación es una ley divina y quien atenta contra ella prevarica. Dios la ha impuesto á las humanidades con fines sabios y justos, pues, si no atnara el hombre la existencia no se verían
cio con más velocidad que la luz.
interrumpidas sus pruebas? ¿No fructificaría la idea del suici dio? Sí, fructificaría y se haría general.
el espíritu libre, es una verdadera individualidad en poseai(5u de' todas las facultades ^ue desarrolló en la vida planetaria y con otras mas que adquiere al renacer espiritiialmeute, como la de leer y comunicarse por el pensamiento y la de recorrer el espa
Hechas estas aclaraciones necesarias para que se compren
da mejor nuestro relato, vamos á presentar á vuestros oíos el cuadro de nuestra expiación moral en el infinito.
A medida que el león iba destrozando el cuerpo material de Ulises, su espíritu se desi>reudía violentamente de la materia, p coloies tei 1 ible.s cada vez que la fiera hincaba sus cairas y dientes en la envoltura y desgarraba las carnes.
.^1 cuerpo desapareció por fin en las entrañas del animal, pero Uhses se encontró revestido con otro cuerpo sintiendo siem1 e f^nsaciones horribles que le hacían estremecer.
otó que algo le faltaba; pero no comprendía lo que era. A veces se preguutaba tocándose ¿No estoy aquíV ¿No soy JO. y.. ¿como sentí ra.sgarse mis carnes y sepultarse en el vien tre de ese animal? ¿Porqué éste dolor que me devora? o podía contestarse ni tampoco moverse de allí. ■
Asi estuvo luucbo tierupo.
Vm desfilar ante él á todo aquel pueblo indiferente y que
do completamente solo en la plaza; con un charco de san^"^ rsprit^r^""' ^ cruentos en el ajustidadoÍ°'°"' transformación para los que mueren rrndfV"' terrestre así, ya estaría bo llada de sus codigos la penalodecomprendiera muerte. menfpT frfmllvl
ati^rerin r
ttlwe M lev
® infamante, por la que se sacrifica iniítilsemejante hundiéndolo en un abismo de su-
acusa un verdadero
"•»™ ¡"«on-
hombres rindan ferviente culto á la sacrosanta
Es una verdad incontrovertible que el hombre siu principio
religioso y sin educación moral y social es uu ser desgi*aciado, porque éstas son las palancas que lo levantan del cieno de los vicios y las que lo elevan á otras regiones más puras. Ulises, un pobre ser que no tuvo otra sociedad que la de los bandoleros ni otra religión que la del crimen, se encontró en el espacio manchado de sangre, faltándole el cuerpo material, pero teniendo otro, el fluídico llamado *'per¡espíritu" sin que pudiera darse cuenta de lo que era ni de lo que debía hacer. Esa incertidumbre es muy triste para el espíritu; más- toda vía: es horrible... Y.más horrible aiin es el despertar de ese delirio.
Cuando el espíritu consigue rasgarla niebla que le oculta ba verdad y se convence de la desunión del cuerpo y el alma; cuando mira á todas partes y sólo divisa oscuridad encontrán dose en la soledad más aterradora; cuando lanza gemidos de dolor y no o^^e ni una voz ni un acento, de ternura que murmuie
en sus oídos palabras de consuelo ó de esperanza; cuando le ro dea el silencio imponente de las tumbas ¡cómo se acobaida y tiembla de espauto! ¡cómo echa de menos las horas que perdió inútilmente sin ocuparse de nada bueno! Esa fué la situación de Ulises en el espacio.
Después que estuvo mucho tiempo solo en el Circo, conteny piando su propia sangre y sin que le fuera dable moverse^de allí, fné arrastrado por una fuerza superior y quedó en tinieblas en espacio, sumido en un sueño agitado, y presa de terrib es pe
sadillas en las que se le presentaban sus victimas pidiéndole i'eparación....
Al despetar se encontró solo, sin que una mano se posaia
en.sus hombros, sin que una voz amiga le prestara fuerzas;
por casas de corrección «"«"entren la manera de rehabilitarse y
siempre rodeado de soledad, de silencio, sintiendo únicamente
La clesencarnación es el acto más supremo para ol esnírifn
"u'entos. Ulises vió uu raj'o luminoso que hirió a su espiiitu, y
do^u efórí;®" tía as leves stan
vayan á expiar faltas cometidas con
trLsitodl^^^ . CadTTT Lada eslabón que se rompe de la ^cadenavida"^ ó lazo ñiiídico que
torturas horribles en la conciencia.
j
Muchos años corrieron sin que pudiera salir e. ese , áe tinieblas. Mas, como la Providencia vela solicita por todos
sus hijos, llegó un dia en que cambió el ou'idro^ nna voz dulce le dijo: *'Ven, sigúeme'... •
nansaBSB
—27—
-26 —
dijo: ''Luchemos que siempre se alcanza lo que se desea; traba jemos que nunca es tarde para la rehabilitación."
Sin hacer objeción alguna el pobre solitario siguió la estela de luz que tras sí dejaba aquel espíritu y se lanzó á la inmen sidad. Vuela tras él con velocidad inconcebible; pero nunca lo
El guía le dijo: Sí, pobre espíritu, tienes que levantarte por tu propio esfuerzo, pues las faltas contra la Ley divina sólo se redimen con la expiación: prepárate pues, para volver á la Tie rra á pagar hasta el ultimo cuadrante y lavar con dolores y lá grimas las manchas que te afean; adquiere antes con el estudio de la ciencia espirita las fuerzas que necesitas para la lucha pla netaria y.... tú mismo elijes las pruebas que creas necesarias
alcanza, hasta que llegó á un sitio, que Ulises no conoció, y en-
touces aquél le dijo: "De aquí saliste á purificarte de tus iin-
perfeccioues y redimir tus faltas eu la Tierra; mira quien eras.
ülises vió entonces en la luz de un planeta su existencia an terior. "Agi-ende-le dijo el Guía.—¿Recuerdas cual fué. tu re
solución al deséncarnar de esa existeucia?" Lo recordó Ulises y
para tu rehabilitación."
se anonadó quedando abochornado de sí mismo.
—Ahora ven—le dijo el Guía.
i
ülises lo siguió por el espacio hasta que empezó á distin
guir el color verdoso de la tierra y llegaron al teatro de sus echonas. Allí le presentó el Guía el cuadro de la última exis-
encia y pudo aquel desgraciado abarcar, eu conjunto, lo que
habla hecho durante su primera peregrinación terrestre v lo malo que había RÍdo.
Vió á sus víctimas, contempló los cuadros de desolación y
ruma que dejaba tras si su cuadrilla y de pronto se estremeció
de espanto, sintió un miedo que no puede expresarse. Figuraos, que^ reconoció en una de las mujeres que había asaltado y viola do a tdancia, la que fué su madre; y en el hombre indefenso que asesinó en un camino <á Agenor, que fué su padre, y calculad vo
sotros la impresión terrible que experimentaría Ulises.
Esos padres que debían ser los seres que más regocijo tu
viesen por el renacimiento espiritual del hijo, huían de éste por que el á un enemigo que había procurado hacerles to do elveían dañoen posible.
Lo mismo hacían todos los que enseñaron á ülises á ser ma lo y lo acompañaron eu sus felonías
Todos huían de él como él huía de todos, porque el remor-
c imiento los hacia alejar unos de otros cada vez más.
1de ,la®filo el espíritu de Claricia era ely sequele se compadecía algoy angustiosa situación de ülises manifestaba triste como con deseos de ayudarle á rehabilitarse.
Cuando ülises contempló el cuadro de su lütima existencia;
cuando se vió en toda su desnudez convertido en una fiera ex-
terminando a sus semejantes, sufrió horriblemente y, cayó pos-
ñoírlt invocando al Creador y diciendo: ¡Piedad, Senol. Compadeceos de este pobre criminalf descender
cayendo sobre su sér como gotas de mitigaba su ardiente sed, sintiendo á la vez, lenacer sus fuerzas.
Le alentó la fe; sintió germinar en su alma la esperanza y
f' í(í
Se preparó ülises para ingresar nuevamente en la peniten ciaria y unido á Claricia, que también debía volver á la tierra, establecieron un pacto para ayudarse mútuameute hasta alcan zar su progreso.
Hecho esto, Claricia ingresó en la Tierra y, Ulises se quedó en el Espacio algunos años más, preparándose para llevar la cruz ííe la expiación.
l
I s
Segunda existencia EN JUDEA.
CAPITULO VIL
El huérfano pobre y la rica ciudadana. ÍEIS años antes ele la Eia cristiana,
^°\®3es
de Jernsalén un niño, á quien sus
labradores, recibieron con jubilo y pnsieion poi bre Samuel.
..
Tomás y Salomé, que eran sus
estrechez y, auuque rústicos aldeanos, rendían honradez y á la virtud.
,.
Greció Samuel entre las privaciones y a es ^ hiendo saludables consejos de los autores( e si
curaban inculcar en el tierno corazón de su h ]0
i ■ .«nvnr
culto a ía reei-
i^ieas del
^Sabla
hien y los procedimientos de la honradez y a a vez lo cuulaban
con esmero dentro de sus muy limitadas tacú y La vida para Samuel parecía que se iba en camdulce, porque si bien la abundancia no exis la y'tVanquihio reinaba la harmonía entre sus moradores, y la paz y tianq.
/ 4
i■
—81—
—30 -
liOad hacían que siempre estuviesen contentos los de la familia.
Pero, ¡que misterios guarda el destino para los pobres desterrados de la tierra!
Al cumplir Samuel seis años de edad, se encontró .solo en el
mundo, siu que una mano cariñosa le brindase protección
Salomé murió cuando Samuel tendría cinco años de edad y lomas no pudo resistir la separación de .su buena esposa En fermó y tras penosos y prolongados sufrimientos, fué al año si-
huérfano desaniparado y, qu^ziis si iras la figura de Samuel creéis ver la de Ulises. *Y do os equivocáis, pues efectivamente es el mismo espíritu que para probar sus fuerzas y empezar á la var cou sufrimieutos penosos, las manchas adquhddas con sus desaciertos anteriores, había venido á la tierra por seguuda. vez,
ingresando en una familia de labradores.
Eríi, ]uies, justa, muy justa, la situación del huérfano, todo tieue su razóu de ser, v por lo tanto, debía empezar su expiación,
pieute a unirse con Salomé en el inñuito, quedando Samuel
sufriendo escasez y miserias.
ayudase"
haber descansado y tpuiado un frugal alimento en un "Mesón,^ se lanzó ¡lor las calles á implorar la caridad publica. Subió a una casa de hermosa apariencia habitada por personas llamadas de "lo principal" y desde la antesala pidió su limosna. Lo man
pariente ni un amigo que lo
¿Qué había de hacer el pobre niño, abandonado á su propio
esfuerzo eu una edad en que ni sus fuerzas ni su inteligenda, le
ayudaban para ganar.se el sustento y cubrir su desnudez? Tuvo ^ ^ vecinos iin pan para
íów
comarca donde él había nacido era muv
des
le alcanzaba para cubrir las necesidn-
Si 1
1'
«'^^"'^cióu estuvo unos seis años, concí-
llelv'1 ?'í?'l® é ir mendigando, y 8uf?l1 Jerusalén. Así lo hizo y, durante el viaje aldñí T y mucho cansancio, pues tenía que tlni ! y taban a su exclamación de "Una limosna para un gcotes pobre conteshuérfauo
estas secas palabras: "Perdone Hermano."
sauercrbír''""®'°"f® planetaria,y que pasan desapeicibidas para la generalidad de los hombres; sin embargo. Cíe gran enseñanza a la humanidad.
Samuel^ es una de éstas,
sin
hftbía cometido la infeliz criatura para quedar
JerufinlÁn?
^ 1"' íiventura por las campiñas de
Llegó Samuei, por fin, á la Ciudad de Jerusalén, y luego de
daron entrar á la sala, donde se encontraba una joven de rostro
angelical que respondía al nombre de Magd&iena, la que parece observo algo en la mirada suplicaute que le dirigió Samuel, pues llanjándolo cariñosamente á su lado y poniéndolo eütie sus rodi
llas, le preguntó: ¿Quién eres, pobre niño?... ¿Porque pides li mosna? A lo que él'coutestó: Me llaman Samuel, y soy un pobre
linérfano sin guia ni hogar.
.
,^
¿Por qué esa misteriosa atracción? Magdalena, al ver aba-
muel sintió conmoverse su alma á impulsos del sentimiento tra-
teimal, y Samuel al verla a ella, sintió latir mas apiesuia
te su corazón y experimento dulces sensaciones ce a ec C) y alegría. Es por la cadena de simpatías que une a
La rica y elegante señorita á quien interesó tan o a
cía de Samuel, no es otra sino,Claricia, la que liga a con
desde el espacio por un pacto solemne se ayudan Magdaleua, cediendo á un impulso de su bonc hc o. dijo á Samuel: ¿quieres venir á vivir á mi casa } ponclió decididamente que sí. Dui^ó.se ®"''®1¡'®®® ® ^ ^ g^',g i'iñosos padres nombrados Rafael y Esther, y e.
1
nSítnL' Solamente con«1"® la teoríata dede lala reencar leé if® compairia veld T f® ®®P?®'"®"®® Y esa teoría, íue "Para el Divino Maestro con sus palabras J-aia vei el1®r"'Reiuo de mi padre es necesario renacer de nuevo."...
Seos de acoger al pobre huerfaiiito y ponerlo a su cu
dad arcano de
cariño y solicitud como pudiera hacerlo una in
neralidad nn
i*i
suS uní.?„/ Justicía'dp n
clcl celemín y la humanit época actual, de investigar eu el gran
®,® eternas, se creía y aun se cree por la ge-
®®
eicistencia, criencia ah-
fatalmente al ateísmo, dudando de la
vicisitudes convida ellomaterial. no se comprende el por qué de las vicisitudes ^'®®'P"®® que ofrece la a modeiua, os esplicareisq»® perfectamente situación de dellapobre ciamoSr'n!®^'''!"®*®®' ®c®Pl^®l® 1^®laconquistas cien-
Aquello's séres que queríau á su hermosa hija
y que su maj'or felicidad era complacei'la y'y , tisfecha, accedieron gustosos á sus deseos y < e einpezó Magdaleua á pagar á Samuel la deru
cou él dtsde la anterior existencia pues lo
Observad, como por la fuerza invisible qi S
bres al cumplimiento de los Cariño fraternal los espíritu? de
do espiritual están ya unidos en la tieiia
,
• 1^.1 ,i.
moineiito .
contraitanto hom-
en'el mim
„¿ndose deudas de "°J;or que naciendo
Ulises se dijo eu el espacio. • • A .® ,, empezaré á pagar
iiu círculo pobre y eu un estado miset
j
-32—
mis coiisulerables deudas? Y viuo á tomar la envoltura de un poorp. aldeano.
Y CJaricia, también reflexionando sobre las pruebas que más Je convenían para su proffieso, se dijo: donde realizar mejor mis bimes propósitos de serque buena 3'virtuosa, y proteger Yla volvid iúdipncia y la horfandad, Paciendo en la opulencia? a la tierra en un círculo elevado por sus cuantiosas riquezas, •i GS cjiie a cada cual se daba lo c]u6 merecía.
Samuel había quedado estacionado en su anterior existen cia, complaciéndose en arrebatar violentamente á otros lo que le
pertenecía; y Magdalena había sido una verdadera mártir, su-
CAPITULO" VIlí.
dadn 1 s» «uerte, y por lo tanto, había íoir teníasocial pues, derecho para gozai comodidades, riquezas yprogreso, consideración
Pvn,? v""®-y apurai expiación
llevar la copa deládolor.
desde niño la cruz de la
Efectos del ódlo
¡CEPTADA como fué la proposición Magdalena, Sa miiel fijó su residencia en aquella de casa, Al principio fué muy bien atendido tora nunca so desviaba del cariño que ^ P inspiró el huérfano; pero después que ®cs, los criados do la casa procuraban niarbrizai haciendo falsas deduucias á los padres de Magi a . ' ^la experimentar á Samuel no pocos sinsabores y < Magdalena lo defendía, y cou frases " 'i
«lestruir el mal efecto que tales hechos podían piod
animo del infeliz huérfano.
^ ^ ^•
. i^g
'
j,.
gi
one Simuel
Escasaineate un año había trauscusrido • todos el había sido recogido en la casa, cuando acón _gg ¿ peJuas triste suceso; Magdalena contrajo una ei • —g gg prác-
«ar de los grandes é inusitados esfuerzos qnese pus eion en t'ea, le ocasionó la muerte, dejando recomendado el Uueitan cl^esconsolados padres . La muerte mate,rial de Magdalena fue ^'n tudes que poseía, las que le enaltecieron
-
sentida, dada las grado. Sapérdida
niiiel, el pobre huérfano, oufrió un terrible o I ggQ{.f^lJa en el
aparente de su protectora, úunico apoyo con q "'indo, por lo cual estuvo mucho tiempo tus '
gg¿igr olvidar j fuera su
»» momento el ser que lo atendía y cuidaba como madre.
—35—
—34—
Rafael y Esfcher, atendiendo la recomendación de sn biia,
de°l ^ considerando á Samuel como si fuera j *Í'^c I'"' sido malo,endonde quiera piutus atrasados que se complacen hacerle dañoencuentra y desearessu í>H lr>
venganza, ó por (5dio traído de otras existencias,
do P«,r
Magdalena había un criado llama-
InHnl f'imilia y el cual v!fab„ Vn''''' r tanta era, que da oue U ^ ® cualquiera circuustandueño^ f oneciese ocas.ou para indisponer al huérfano con los PeZ , resignado el espionaje de ciue á vpfOQ
° ^ "Sar en su alma los impulsos de venganza
tainfame de aqud crirdo."""" SUS ííidiZ plíf ^ de huérfnnn p1 aprecio de téd
ver la conducde Magdalena y
vamente, dada su humilde posición "■ P^^tarse bien y captarse el
Sase toZ la1 revancha del rechazando todadeidL que le im pulsase aá tomar procedimiento Pedro. gencia un nncZ iT con su intelifunto bZLte oí®'!^"^ hermosa, de conrí?n? agr-dable. Con el desarrollo físico vino el de
?
en la tierra.
Cuando se divulgen los sacrosantos principios de la conso-
^dora doctrina espirita; cuando se enseñen en el hogar y en las
Escuelas las puras y sublimes máximas de moral que aquella tio en Evangelio; cuando el pueblo tenga conciencia de sus Gnu tiene y que son las mismas promujgadas por el Divino Maes-
beberes morales y sociales y los cumpla, eutonces, sólo entonces
feliz la humanidad terrestre, pues el hombre desde niño ^onipi-enjerá que su misión es estirpar por completo de su alma
resolución buscó á Pedro y lo
1
Wnucid. pav. l,»,,..!,
•
i.
i
La falta cometida por Samuel quedó impune ante los ojos
tanta fuerza
^ué débil, faltando
^^í'^s de exVed los efeitos terribles riZlir'^Pe?""?" '"'i de sus instintos rencorosos al pobre huéSuo'
n»«d„ e,
^Lida, á Ja poca educación moral y social que por lo general se
^í^'S de Magdalena y sus padres, que él iba guardando, J 900 nunca se le acabarían, por cuya razóu empozó a di api i ?
s i¿' core.r„:rJ'Protectores estaba " »"•lesuelto á vengX con
piación hrgaT/mnori as
El odio es la causa primordial del atrasó en que se encuen
tra la humanidad, pues todavía, en la época actual, se ve traspai'entar la horrible fáz de aquel, tras las luchas de las ideas, tanto en el orden político, como en el religioso, y esto es debido, sin
los hombres, que en aquella época uo se cuidaban de los ho^^^icidios, por que predominaba la Léy de la fuerza.
• ^ 'l"®de®'"tió las anteriores y tan hacia su existencias, enemi<ro oue al
á la Ley1l?l'rv So t'
<Jo culto á la Ley de amor.
P®''° ^^bultando de tal
deshonrada su sin caInuzarse á la calle
los nía^los^l^níoTmíZ^^'f asesinó
expiación, porque la felicidad espiritual solo.'se consigue rindien-
pronto su propio progreso.
s^y n'q s!m pásor^° saberdespTdiWon donde dirigir sanLe e T-'"'-
tan repugnante sentimiento. Mientras el espíritu ódia, está alTastrando la cadena de la
<^iei-á.á su bien ayudándolo en todo cuanto pueda para alcanzar
ció los°amZ^7''^^1^^^^^^
grande fué In ín T sabZe
medios estuviesen al alcance de aquél, extirpar de su espíritu
odió 3^ desarrollar el sentimiento amando y practicando el eu todas sus manifestaciones; y an vez de hacer victima a semejante de la antipatía y rencor que por él sienta, propen-
fueTSozrixi^£r manera los hecílor
El odio! Ese soufciiniento innoble que aliinéntau Jos espíri tus atrasados, estaciona al hombre y no lo deja seguir el sendero del progreso. Si pudiesen calcuhir cuantos sufriraieatos y cuan tas lágrimas cuesta saldar una deuda contraída á impulsos- del bdio, que es la antítesis del amor, se prócurai% por ciíantos
El huérfano tenía algunos recursos, producto de las ciaüi-
«'vsta que más tarde comprendió su error. Eedicó todo su tiempo á la orgía y no pausaba en e P del prestJiiuü, presente, jy como no procuia a^ ., solo _.v^ se ocupaba (.lei ^ j ficía, sus sus recursos recursos iban iban disminuyendo disminuyendo progresivamen progresivamen e.e. lio amigo,s ainigos que que le le iuduoíiin inducían á divertirse divertirse con con el el 3juego, las lio
liftnrna y TT ésto le trajo por consecuencia inclinación «d gauf 'Jos o.s licores, y bi taberna. Todos los días frecuentaba esas casa , . o é iumoralidad, donde iba dejando sus "•^®vro®, hasta
? ®
un día á encontrarse sin una ínfima mone a y
donde satisfacer las necesidades más imperiosas de 1» v utió hambre y no encontró quien se la aplacara, pue.
•
—36—
gos, al notar que se le habían agotado sus recursos, le volvieron la espalda.
Que triste y dolorosa es la nb'seria, y más cuando la busca mos con nuestra imprevisión!
Si al cometer Samuel su fea acción y quedar al parecer im pugne el delito, se hubiera dedicado al trabajo honrado y metó dico, no le habría faltado lo necesario y, tal vez, hubiera tenido una ancianidad descansada y rodeada de comodidades. Porque,
debeis saberlo, en las existencias planetarias hay pruebas elegi das que son necesarias para el progreso del espíritu, y otras, que las trae la manera de proceder del hombre, ya por falta de reflexión, ya por dejarse predominar por los goces materiales;
CAPITULO IX.
asi es, y á menudo se ve.
El hambre hizo reflexionar á Samuel, pues no hay mejor Maestro que la experiencia, y tras titánica lucha con sus pasio nes, lesolvió abandonar sus nuevas y pervertidas costumbres y buscar colocación en una casa acomodada.
Victima de la
tlMUnL recorrió la ciudad de
^
trabajo y sólo en una casa de mediano lecuiso
^"Sl^de'un señor que no tenía
dos sobrinas que vivían en su compañía. ® y Elias, era de carácter adusto, aunque de maneras distinguida y ^«y pagado de su importancia.
i
j
Las sobrinas, no mal parecidas, se
y
lescencia, siendo de carácter díscolo, sumamente envidiosas y creyéndose mejores que las demás.
Tnn.nfl
A una, la mayor, llamaban Isabel, y a la otra Juana.
A esa casa llegó Samuel.
lo lo
^
\r éste
°víontrft'^o quettera oostumbre de en-
llevó a presencia de su senoi, } ^ ^ í-r/i
él, recibió al huérfano con mucha afa y. 7 fcrarse de su situación y antecedentes le dió
y
Casa.
1 1 '
Samuel agradeció mucho la
sintieiiclo muchas simpatías por aquel señ
q
cióu lo recibiorn. , Tiíinn No sucedió así cuando conoció á Isabe y .a j
Ni él simpatiicó con ellas, ni ellas con el: a putaBis.
yjgjg
—39—
-38 -
Samuel protestaba de su inocencia, pero como el cuerpo del
explicarse.
delito apareció en su propio cuarto,^ f teniendo que lanzarse nuevamente a la
Y sin embargo, la singular acogida del tío y el sentimien to de repulsi(3n délas sobrinas tenía su especial razón de ser: baste decir que Elias era el espíritu de Elena, la que había
salir Samuel de la casa.
liabíau sentido los tres una antipatía que ni uno ni otro podían
sido madre de crianza de Ulises en la anterior existencia: Isa
"^n ni hSr
Triunfó la mald id de aquellas ^ palma al radas por la envidia y el egoísmo....las que baten palma .
„„inmViiidor se vuel-
No sabían, que la piedra que
bel era Héctor, el Capitán de bandidos, y Juana el poeta Age-
ve contra sí propio, y que un día habían de expeiime
uor.
rribles efectos de la calumnia. Porque, no lo dudéis lectores,
¿Por qué misteriosa casualidad se encontraban reunidos otra
vez en la tierra los espíi itus de Ulises, Héctor y Agenor? Era que al ingresar de nuevo en la penitenciaria terrestre, todos tres hicieron propósitos de extinguir su odio, y empezar á formar la cadena simpática que un dia había de unirlos por
los dulces lazos de la fraternidad y el amor. Mas, como esos desgraciados espíritus no tenían todavía conciencia de sus deberes y estaban dominados por influencia maléficas, en TÍrtiid del predominio de la materia, fácil será que
olvidando los piopósitos hechos en el espacio, particularmente los de los dos que revestían la envoltura de mujer, acogiesen (d sentimiento de j epulsión sentido á primera vista y tratasen de hacer en la tierra Ip contrario de lo que se propio nían en el mundo espritual.
Y en efecto, así sucedió; pues al cabo de algunos dias de haberse instalado Samuel en la casa de Elias, siguió la esti mación de su señor y la inquina y envidia de sus sobrinas. Samuel, como los deínás criados de la casa, tuvieron la
creí ncia de que la antipatía de Isabel y Juana fuese, por la dis tinción y cariño que le demostraba su'tío, hombre que á nadie trataba con afabilidad.
Se coTifabuhiron Isabel y Juana contra Samuel para con tra el mil y mil chismes y denuncias falsas que no les daban lesu ado, pues Elias, procediendo con calma, por el afecto que
seguir que su tío lo echase de la casa, y, al efecto, tramaron con-
Je inspiraba el huérfano, procuraba inquirir las causas antes de tomar una resolución definitiva y se convencía de la inocencia ele bamuel.
Pero como aquellos atrasados séres tenían pervertido el sentimiento moral y habían jurado la perdición de Samuel, tan to cabilaron hasta que encontraron un medio fácil de hacer percier al nuesped
su colocación.
Isabel se robó á sí propia desarrajaudo uno de los tmiebles
cíe su aposento, é hizo de modo que las monedas sustraídas
'..p,,
one somey,
terse por la voluntad ó por la fueiza ^ j e(.ncilia con la iuscreedlo, ésta es la más justa, la que mas (.(vstiga; ticia divina,-pues bien lo sabéis,—Dio» ^ j.ecompeusa: el espíritu es el que pcir si propio
j„niediata, ósea.
Si practica una buena obra tiene la i ec P
la satisfacción del deber cumplidci,
^1 re-
„ „ qu© el hombre He-
mordimiento viene á torturar su alma, J
1
condena:
va en sí propio el tribunal que le absuelve ó
_
CONCIENCIA. Y ésta podrá adormeceise c
•siones; pero luego que el espíritu v
esencial
sus defectos, sus faltas y le impone
m esto es; devol-
para su progreso, la reparación y a ®^l
«jism- por los mis-
ver en «'bienes" los «'males" causados y es ai j pa»a p ^ mos hechos y acciones reajizadas, fi"'® vita no puede, y, considerad que os o to, no i.uede, repito, rehabilitarse sin
mismos dolores y amarguras fi"®
- •
sentido absoluantes loa ^ semejantes',
• P espinas en su peiio-
Ved, sino, á Samuel pisando abiojosje.p
sa peregrinación planetaria.
Ya lo tenemos c,tra vez, loda
,, ventura, sin recursos
imperiosas que satisfa-
de ninguna clase, y con necesidades un ermsa y eer....tales como el "hambre y a ®" ,
Q,.é
...? Se preguntó»»
Jerusalen, y, no hallaba qoc reso uci
jos campos de
P°',' ,
trance el ingre-
Se le ofreció como aliciente en tan ap ^^^.^^g^ban por las
so en una partida de bandidos, de aos q . —mejor diqbo, cercanías de la ciudad; pero una voz ..g^cnérate por el traMagdaleiia,—le decía: "no peques mas,..• • o bajo". . . .procurando tra-
Y siguió el impulso de su concienci. Hai". , . Uro" V lachando con las couSe dedicó al oficio de Z viviendo, trariedades de la vida planetaria,
apareciesen.en la habitación destinada á Samuel metidas deu-
tio (le su ropa y, luego se presentó á su tío haciendo la formal
Así estuvo mucho años ganando u paralaviday, otras sufriendo miles
clenuucia del hecho y acusando al infeliz acojido como autor del
sidacles
mismo, lo que testificaba su hermana Juana
bo-
^goes lo necesario
^^^.j^tigmpos y nece-
-41-
creencias que doiniuen en la conciencia uumana se le tiene por loco, ó visionario.
Ved sino á la mayoría del pueblo excecrando hoy á la hei*mosa y consoladora doctrina espirita.
- ¿Y no sabéis por qiié sucede así?... No es porque su fuero
interno la rechaz'e, no; es porque las masas populares están aún dominadas por las religiones positivas y la tiranía, y no se atre ven cortar las coyundas de la esclavitud moral á que ellos los sujeta.
Tja ignorancia, esa remora del progreso, trae tras sí la in dolencia del espíritu. Edúquese á la humanidad bajo los prin cipios de la fraternidad y el amor; difúndase la instrucción eu todos los círculos sociales y no se verá reinando el retraimiento ni imperando la fé ciega. Cada ciudadano expondrá sus ideas y las defenderá y del choque de las opiniones, por la propagan da pacífica, brotará la luz, y conocerá entonces el hombre la
CAPITULO X.
Con los escribas
inutilidad de los mentores, teniendo una razón que indaga, una
y los fariseos!; *
les; desaparecerán también las religiones positivas y las clases
conciencia que juzga. Entonces desaparecerán las casas de ex plotación de la conciencia, convirtiéndose en escuelas-y hospita
privilegiadas que viven explotando la conciencia de lo.s pobies peregrinos de la tierra.
Cada hombre será el ministro de su religión, la cual se sin
II esa épo^"ocurri6 tecímieiito que
^ nueve afios= degrande edad.acouEu
^.l Empezó la doctriifa Criar
de las predicaciones de Jenía
esa humanidad.
^ .®^*®nder8e por medio
W^larntrntií^
cdo por lo. ™¡„,,1.
"""
pero escInTO de los^saceMo^"ÍT
eosefianeas de Jesús;
gión de Abraham y de Moisés '
innovador de la reli-
inspiraciones de sus mentores'v linot ^*1 ®
seguir las
Samuel formaba parte de ese unol^1r^ i l>a]o el yugo sacerdotal, rechazaba In i
que viviendo
edificio de amor que levantaba el Divino Ma^e En el fuei'o interno de su conoi*ia«^-
destruir el
®
lo que Jesús predicaba era una verdad t ^r®®°"ocía Samuel que humano!, pero á la vez contenía su mJ ® ®" ®1 nn Ser sobremandaban los sacerdotes y jueces. ^ atendía sólo a lo que Aconteció en aquella éuoca lo ono
rá siempre, mientra^ la huiSSad^" Tr!T que lanza una idea tendente á innovar ''l!
y acontece» todo el
ovai las leyes, costumbres y
tetizará eu el cumi^iimiento del deber, adorando á Dios en espí ritu y en verdad y practicando el bien por el bien mismo. Mien tras así no suceda; mientras hfíjti masas inconscientes que, como las de Jerusalem, abdiquen de su libre albedrio y de su criterio para dejarse conducir por otros,-la humanidad estara estacionada. JesiiJ3 predicaba la verdad y esparcía la semilla del bien, atrayendo con sus" divinas y elocuentes palabras^ a as gen es sencillas y de buena voluntad; pero llegó un día en que os grandes, vieron desmoronarse el alcazar de su so orjia y se
conjuraron contra el Justo, haciéndolo aparecer como impostor.
El pueblo, acostumbrado á dejarse dominai de boinbres, se rebeló contra el divino Maestro, y puj su
Pero no fué el pueblo judío el que concibió tamaña
*
Tí»Qná
ÍHerou los Sacerdotes los que viendo coa la
destruidos los privilegios y hecho añicos su ®®P®.''!
'
úüpulsarou á las muchedumbres á pedir el sup icio
Samuel, coufuudido eütre la multi^d, ei® ®, p'itabau eu el pretorio:/CVaci/ícaJfe.' vi^n.s v aritos ^oa que acompañarou á Jesús al Gólgota, eu '® , ^ basta salvajes; fué uno de fos que
alegres el más injusto, pero á la vez el exDiacióo de ¡Bien merecida ha sido la larga 1".vaa V dolorosa expiación de
ii ((irifeíí
—43—
—42—
solo, como todo un avaro; no tuvo a nadie en su compañía con
Scimnelj ¡Y qué cierto es que las religioues mal obsei'vadas hau
<iuien sostener lazos de amor y sólo ocupaba los criados necesa rios, sin relaciones afectuosas. Y así murió. Y con su muerte
sido siempi'e una remora al perfecciouamieuto bumauo!
Si el pueblo judío no hubiera estado fanatizado, hubiera visto que Jesús no venía á destruir la fe sino á purificarla y ele
material finalizó en aquella existencia su peregrinación ten'estre. Pero antes de cerrar lo'i páginas de la segundf^ existencia del espíritu de Samuel, completemos nuestra narración consig
varla hasta las regiones del infinito.
pueblo al cual, desde que sus miembros empiezan á balbucear, se le enseña que debe seguir el camino que le tra zan sus mentores, ¿c(5mo queréis que tenga conciencia de sus actos y aspire a libertarse? No es posible; sería lo mismo que pretender hacer adquirir buenos modales á uno que ha encane cidoeso viviendo en loscomo montes de un país nosumiso, civilizado. i-or eu aquella, en vírgenes esta época, el pueblo sin atreverse a pensar por sí propio, consideró contrarias á sus
creencias y a su fe las reformas á sus tradiciones predicadas por Jesús; como cree hoy que las manifestaciones del Espiritismo son emanadas del Satanas de la fábula y por e-solas rechaza.
^ Después del glorioso martiriotde Jesús en el Gólgota, des pués que le pasó el furor, del sacrificio hecho, al pueblo judío, volvio a restablecerse la calma, y los escribas y fariseos conti-
celemín^" explotación, consiguiendo ocultar la luz debajo del Sólo de tiempo en tiempo sacrificaban algunos de aquellos
seffm'an^^nV r derramado el él Cristo, seguían valientemeute eli camino del martirio trazado por do
y miserable.que había adopta-
en un avnm ^i*^ D^'serable; pero más tarde se convirtió una ™ V l ®" gúaiídarla porcioues: paia alimentarse muy malamente y otra para con
objeto de acumular fondos y llegar á ser rico^ Se^desíS/ pues
del camino del bien y cayó otra vez ®n los antros del mal. Al
exhobftaZa aV''
Só á uSZainM^ su oítZonio
Daba su dinero á réditos ^
ZIfrsZhZ TSpT"" te
^
iZeZí^nn
pleto el H^ifnd su nriml. esDÍi-itu d«
Snlofa. á o
SerL á f«n 7" • .
TarZIón mnY ' wIZ f
f
necesitados, y así suarrebatándole
>■ I»»
®apital bastan-
seres, hecho con
había perturbado por comdesgraciado y volvió á «""q»® en otra forma distinta á la de 1^0® "if'os instintos predomiua-ban eu el
""77
pero reducía á la
7 bastante viejo^ocurrió su desenpor cierto. Estaba muy apegado á los
enes teirenales y no quena de.sprenderse de ellos. El vivió
i
nando algunos detalles sobre los espíritus que figuran como ac tores principales en este drama. . .
Elias murió, al poner el pie en los umbrales de la anciani-
dad. Juana se casó y murió veinte años después. Isabel quedó
soltera, desencarnando á los cincuenta años de edad, en su casa solariega.
-45-
f
sueño horrible, en el que predominaba la pesadilla. Todo para él era uu enigma, y cii indo despertó de su sueño, se veía con su mismo cuerpo, se tocaba y hablaba; pero sus palabras no eran escucliadas por nadie. El espíritu se quedó en su propia habi tación, retenido allí por una fuerza superior é invisible. Allí vió cuando personas extrañas se apoderaron de su tesoro y lo reiííirtíau con la satisfacción de la codicia y las risas y alegrías
que ofrece la posesión de una fortuna inesperada. ¡Cuánto su frió Samuel! ¡Qué turbación horrible experimentaba el misera ble avaro! Hablaba, gesticulaba, lloraba, y sus quejas y sus gritos no eran escuchados. Soberbio e iracundo, pretendía im
ponerse por la fuerza á los que se repartían su tesoro; pero su.
fueza.no pesaba ya ante los humanos y estos seguían impasibles su tarea, sin ni siquiera sospechar que el diieño de aquellas ri quezas estuviese presenciando su distribución. ¡El dueño!... En
CAPITULO XI.
Idealidad el hombre no posee nada en la tierra, puesto que las
i'iquezas sólo se le dau para administrarlas y aplicar sus pro
ductos á cubrir las necesidades materiales y hacer todo el bien
Renacimiento éspi=
posible. Y tan es asi, que el hombre al deseucarnar sólo puede traerse á su verdadera patria las virtudes adquiridas. Los bie
ritual de un avaro.
nes materiales se quedan en el planeta, y cuando esos mismos
bienes se han adquirido malamente, se ven desapaiecei como por encanto, consumidos en los vicios y las orgias.
ffo se le niiríi ^ ® toda la hnnnniT"i
talles y por lo tanto no
ser admirados.
'
vida jjlaiietaria. T, sin einbariQcliferencia que caracteriza á comprender fenómeno digno de
de un
'°™.'Vnr están dias y aun meses sin^de"
Ha; y otras en rarcualeronl- '"®"^^
'?
--ci/nct personasque las sufren la mate-
Luego que fué distribuido el tesoro de Samuel, los agracia dos abaudonaron el sitio y el avaro quedó solo en su habitación, sin que una lágrima ni una oración se tributase a su memoiua.
Aquel espíritu sufría cruelmente y el tormento le anonadaba. No podía comprender su estado; no sabía lo que e pasa a. ser y.no ser á uu tiempo mismo. Pero de
batndo. Un torbellino lo empuja y cae...; las tinieblas lo en■«^nelveii de modo tal que ni aun puede distinguir su piopio
¿Cuánto tiempo estuvo Samuel
el espíritu del hombre virtuoso v W
^ romperse, y,
allá, no ama en esos momentos lo efíneío de'T"• y hasta siente gozo por su reereso á «
]\
Ta os lo he dicho: el moSo di l í
i"'
P
•
infinito! . . . . Samuel estaba acobardado; a su ^
silencio. Se encoutraba eu una
lateuai.
ta poder m>ir\"Jevame'utrios'iTz^^ '"cíiar y más luchar has-
tal estado?
Precisarlo, porque no se puede medir el tiempo eu e , ^ i Qué verdad es que el egoísta y el avaro
los dní-
¿Y no sabéis la causa de esto?
e veía
.f «"a ^
' ucado eu el mal, uo se doblegaba; creía sa i
" "T y volver á lo que antea fué. Se creía pv®sa
y no podía apreciar la realidad. Mas, todo eu
nuindos como las humanidades que 1°
<1
.
j
|jQg¡¿n
]os
,„atem
' |g_
planetaria
el estado del espíritu que deia 1n '^esencarnacu'm revela ofreció una prueba de ello Fn i o"^oltura material. Samuel
... ,nnl.r¡n .Ltintot:1" dSr".rZut'* ""'íf fsu auna se sumergió eu
un
„
, - ... ..^..reguez y á la escasa luz q"®
'gas á su
in"^aciable "".^ninuel cuadrossehorribles. Las extenúa ® 1 . g| iiambre ambición le presentaban
-46 -
y enseñándoles sus desnudas el enavaro que su conciencia e c ecia: "Tu fuistecarnes; el que ylassentía pusiste ese estado." lluego....vió correr sangre á torrentes y á seguido se le dibujó
la figuia siniestra de Pedro, asesinado traidoramente por él..Ke-
tiió su vista con horror de aquel cuadro sangriento; pero, en lostm^e^rr ocultaba el nasabfl lo» 1 T'
te: aquel cuadro de horror tra-
Ílmíln u ®^ con los ojos del £fW í? ""'"I""" rodando á sus golpes inhumanos y cCiencia enlí^^" «e había fotografiado en la conde su asesino toncSTÍÍifl® ^ tinieblas sucedió la luz; pero, eumSa; espectros qué lo atorSh" O^aé del , "" instante de reposo, éxpiadónde Y oo'^o penosa es la rSc bíelfv^'r En cambio, ¡qué dulce biersii miijA "l'^''"terreua, cuando el espíritu ha cumplido
lo esperan en eíeTpL'io! " ell08^?bL"Í'dw"'°'
verdad oua no
bastante. Pero
Tercera existencia. EN ITALIA.
CAPITULO XIT.
^ri para iniciarse la regeneración."¿Será
Pero en dónde^at'i
material? ¿.Acaso estoy solo?
íó v éiutifde L?
Y cuando pen-
En el Seminario
"¡Hoiruna llí^nV exclamaba: pSrrsiéite ta it' "'®to la luz este pobre esSamuel se volvió con ílíS^de ""t^nlsos del arrepentimiento!"
Conciliar::::: »
una voz dulce em
ROV tu hei-mn...í^
?'
^
claridades de aurora y oyó
"¡Di»' i"io. ^ .. Í)lo3 .oio,...
la wisma voz )e contestó: "No soy Dios:
SélerreoZvT .".f'''«Sej«oy tu guin. ¡Quiere» ser bueno?
, 1si?o/?r:ée'"t': oT''4'"'^0^:rtf S2 próS-' y5'""í da SLEen.-
"t,t "rouTu
Samuel sintió más despeja-
esVaeiit'SS^r,:£::iSír,4tfe"r, Tierra V luchfir pnii F
imperfecciones y al efe"7
zas y irewSdo,e "i! 1 i-^u
ií' '°"1í
'v
? ©ucnrnar nuevameute en la
tomando fuer-
cunstancias fueron favorables"!"^ planetaria; y cuando las cir-
Hbre «ibeSio:Tii'sr:,":;:,rdrrí:;':'' 'i'," tar temporalmente en la tierra. espíritus para habí-
(50RRÍA el año 980, de la Era cristiana.
^
TTn In Ciudad de los Cesares, en la celepie líoma, y
en „nl <10 su. pri.oip.Ics 0.11» "sid..
PCS'C'*^'^ do^csfl <las por los lazos del amor y gozando de esa dicha inefable quo surje de la complacencia mutua y de .0 Llamábau.se Felipe y Margarite.
Felipe quería con idolatría a Margar ta su
esposa, y Mar-
P
y
garita adoraba con delirio al amado e Verdadero amor . Este matrimanio, unido por los laz el cielo de su ^^vía feliz, sin que ni una nube vinieia .f,,„o límite.s, cuando MarLa felicidad de esos dos seres n , comunicó á Feligarita siutía un sér agitándose en sn s P® que ¿ ggj. luadre. qJj.o á becef los preDesde ese momento empezaron un }
i .i!'?::.,
{'M:
M )íli l ljg
-48—
—49—
que se llevan á cabo entre las asoo.iaciones religiosas y los mi nistros de Dios; entre los Conveutos y el Clero Secular!. . En el Seminario había un Sacerdote llamado el
causa la risa y el desdén de los demás^^tal Sacerdote era objeto de la burla de sus compañeros que lo ñamaban ''fanatizado". . . .
v aletvSn!®
1'°»" "ombre, recibiéndolo con ese júbilo """"'™'»«p-'"» y ei ..üo «¿u.» tándose^prfn'ri^ uiedida que el niñosusfuépadres creciendo, iba aumentandose el carino que le profesaban ción ni'nadTde nofnÍdf'°
lai-ayo edL\ de en Irzque opa f;«..
tranquila y dichosa, sin altera-
'
m
vino á cond'ensnr « ^
nii en L es."plo activa y laboHnQn
cuando el-raciocinio, ese
V
y co„t.,nplal¡v.
®
Padre.s, y fué puesto
í '^P^ ender lo necesario para ordenarse
leiio, coniPiAr comete monstruosidades v Lio r"
iustitucién que, en el mis-a
en In vwio , m t
conelHablamos ,.,aot„dela.,,ásre6„„d,í'b7;<!:r,st;! en términos generales
"°
apremLnd?!í'"'"''''°r Inpúcrita; allí fué íairdadrA^ que había adquirido con la educación que le ha
dad ai «vpÍo
y é manifestar la fingida bnmil-
eu élTs Snr '"^^«tros y compañeros.... desarrollándose e^screSy tanto se sentía Y crst rtfo la primera "virtud", «uitertodn percibía su cambio, creía con la misma fe que
iireflpvdÍA -77° ''
de la líínA
r®
se reía del Padre Antonio, haciendo lo contrario de lo que aquel le indicaba; todo debido á las malas compañías de otros amigos
cuando salían á la calle, inclinaban la vista al suelo y con^voz
en un Seminario Conciliar.
y á conoe'er en
vino Maestro". Angelo atendía momentáneamente á tan salu dables consejos, más luego, con el aturdimiento de la juventud,
quiso retirarse de la vida
como una intS?.'.*^"® 'J'l"®","' ®P"ca se conceptuaba por todos espíritu filé no elestial, ñ que Dios íiabía iluminado el a ?'
I
y condiscípulos que, despreocupados, tomaban aquellas máximas
"'5°'
l>«''"i«o á so, padrea para Imoer sus estadio»,
senuidamenfA A^'
El Padre Antonio daba á Angelo magníficos consejos sobre la manera de portarse. Le decía: "Si tomas el traje de Sacerdo te, hónralo, buscando la manera de imitar lo más posible al Di
espintu y le hace presentir el mañana, v
deiZlvScT
Padoe "An
tonio, Profesor de latiiydad, que era un modelo acabado, de vir tudes. Era modesto, caritativo y de bellísimos sentimientos. Pero como lo raro llama siempre la atención y por lo regular,
5:0 de Mar<íaritíi, que se realiíiue que se nronn^'M piopasaban ""aquellos esposos. nmo vino á afianzar más el cariño
Acoutece a.sí ameundo eu la
del adulto que se educa eu la escuela
Lsel aTr^ loúue se le iio s!rí« nmuy prolijo.Coutaros vida Angelo en el Seminano sena ... y estolano es de nuestro interés. tnnv Ín7r' ^'7®'y ®®taba en posesióuterminado «73 ♦' de todos su los carrera," £ecreto.s era de ch77« 7.', "ada, pues había aprovechado bieu las lecmp«tn ¡A cuautos de compasión se 1 lesta el1 couocericia. de cerca las mil pensamientos y una acciones vituperables
como si fuera una mentira, y. . . . no obstante, muchos de ellos,
meliflua decían á los transeúntes: ¡Dioá te bendiga, hermano. . !
¡Ah, Hipocresía ¿hasta cuándo seras la reina que domines
en esa sociedad?. . . .Pero. . . .hablo de la sociedad, y ella no ha
tenido la culpando que se le haya vaciado eu unos moldes de los
que no podrá salir sino por la fuerza potente del progreso
La humanidad terrestre esta ya identificada con los vicios y las
corruptelas, y se necesitan grandes esfuerzos para conseguir que l^oco á poco se le vayan extirpando las imperfecciones que la de tienen en su marcha progresiva. Las clases privilejíiadas que se constituyeron en mentoras de los pobres desteriados de ese planeta, son las que más han contribuido al estacionamiento de la humanidad, con sus falsas y erróneas interpretaciones de las Leyes divinas y la adulteración de los mandamientos promulga rlos eu el Sinai por el gran legislador Moisés. Pero la luz de la verdad se abre paso, y restablecido que sea, en toda su pureza,
el imperio de la Ley Divina, la humanidad comprendera eutonees que sólo se necesita cumplir los deberes inoia es y piac icai
el bien, para alcanzar su progreso, y apróntala a oía e ^e Úoucióu social, raorigeraiKlo sus costumbres, ainaut o e i us rau-
úo su espíritu en el couocimieuto ele las ciencias.
Llegó el (lia eu que Angelo fué sacerdote. La ceremouia
de su ordenamiento se verificó con graí pompa y Recibió lo.s hábitos con fe, "^¡.¿^úic'o le invistió cou los de emoción cuando el superior y absolver toda
poderes de atoi^ y dí^HoJar e iinponei P®
clase de pecados por enormes 5^"® Aquel liiisero mortal creyó
nn representante
, a\mfh la idea de seguir lo.s
Dios, en la Tierra, y abrigó en su
—51—
-50—
consejos del Padre Antonio, su buen profesor de latín, y por lo tanto, ísv virtuoso y honrar el sacerdocio. ¿Cumplirá Angelo an loames propósitos?....No puede precisarse dadas las condi
ciones de la educación religiosa que ha recúbido, y dadas también las condiciones del e-spíritu que anima al novel ministro de Dios.
Jüse espíritu, que ha sido débil en otras jornadas de su peregri nación planetaria se encueiítra otra vez en la tierra llevando la
cruz de la expiación y por las circunstancias de su pasado, se evidencian las lUchas terribles que ha de sostener con las pasio nes hasta dominarlas y reiiabilitarse.' Y ¿no os figuráis quién puede ser ese espíritu que afronta una de 'las misiones más de
licadas e importantes en ese planeta?
Ceeréis, tal vez, qne
sea un ser privilegiado enviado por el Creador á la Tierra para
gozai todas las comodidades y ejercer más poder que un Rey, puesto que como Sacerdote ofrece abrir ó cerrar á los mortales
las puertas del cielo?
Pues no lo creáis, porque ese espí-
iitii no es otro que el de TJlises, de Grecia y el de Samuel, de
Judfea, convertido hoy en un sacerdote católico para regenerarse coü la virtud y la practica del bien. Ved aquí ahora, las mani festaciones de la justicia divina, El huérfano que ayer pedia^ñl pan de la caridad para alimentarse, viene á ser hoy el iin^^ido, el privilegiado. El bandido que se complacía en exterminar a sus hermanos, ó semejantes, va á ser ahora el pastor que lleve al redil á las ovejas descarriadas; el médico de almas que con sus recetas morales cure las llagas de los espíritus. Esa es la
Ley. La compensación regulando las vicisitudes del espíritu en la carcpl de la materia, y como consecuencia, el mendigo de ayer Riendo hoy un gran señor; así como el dolor de hoy es el crimen, de ayer y los beneficios que se reciben en una existencia son los
resultados de acciones buenas y generosas practicadas en otras etapas planetarias. Angelo entró de lleno en la misión elegida.
Después de su ordenación fué agregado á .una de las iglesias mas concurridas de Roma y en ella pasaba la vida entre el cau
to del coro, las misas y el confesionario. Parecía que su exis tencia iba á ser apacible y que cumpliría satisfactoriamente su misión; pero como el que se ha desviado de la senda del bien
encuentra siempre á su paso espinas y abrojos, aquel desgracia do se*halla viviendo en un círculo donde por un sér benévolo que lo inclina á la virtud hay varios que lo empujan por el sendero'del vicio y la degradación Espíritu benévolo es el de su Profesor de latín, que no es otro que el espíritu de Claricia pro pendiendo á su progreso, ayudándolo á salir del lodazal iumun-
do'del crimen; y espíritus perveráos, vengativos y triviales, son los de Agenor, Héctor y Pedro, que lo inducen á despreciar los buenos consejos del Padre Antonio y á deshonrar el ministerio sagrado que va á ejercer entregándose en brazos del libertinaje.
La lucha está, pues, empeñada y muy fuerte tendrá que ser An gelo para resistir las teutaciones de sus enemigos que lo persi guen tenazmente, porque desean su ruina moral.
.
—53—
realmente hubiera tenido una creencia firme y sincera en Dios,
hubiera procurado ajustar sus actos á la moral cristiana y ser un digno apóstol de la doctrina de Cristo. ¡Qué funestas son para los jóvenes las malas compañías!.... Angelo venía dispuesto á ser virtuoso; pero sus buenos de seos se estrellaron contra las seducciones de los desgraciados
que, aparentándole amistad, sólo aspiraban á vei'lo degradado por el abuso de las pasiones. Luego esa educación recibida en el Seminario, cimentada en el fanatismo y la hipocresía, contri-
huyó á que su espíritu se desviase del sendero de la luz que se
propuso seguir al ingresar en el planeta y, por lo tanto, la mi sión afrontada por Angelo se hizo superior a las fuerzas adqui ridas en el transcurse de su carrera. Si se le hubiese educado
CAPITULO XIII.
Apurando la copa del placer
i 1;?
en la escuela de Ih más pura moral y dádosele, como ejemplos que imitar, hechos virtuosos, Augelo hubiera honrado su sa grado ministero siendo iitil á sus semejantes y dando a la vez
nn paso en la vía de su regeneración; pero no fue
poi* ef
contrario se le enseñó á ser hipócrita; se le brindó luego con la
copa del placer y apuró con delicia el néctar embriagador que endulzando sus labios había de envenenar su espintu. Quedo
por cousiguente estacionado sin que trabajase por adquirir bie
ldes morales, volviéndose un verdadero egoísta.
Este es el liu, por lo recular, de! que se educa en la escuela
j|N LA Parroquia donde estaba colocado Angelo, por ser, como dijmos en el capítulo anterior, una de las más concurridas, había varios Sacerdotes entre los qim
encontraban sus condiscípulos Agenor, Héctor y Pedro que se conocían entonces con los nombres de Octavio, Francisco y Andrés, los cuales eran muy aficionados á las orgías. Viva mente deseaban ellos la muerte, moral de Angelo, para satisfacer la antipatía que sentían por él, y se propusieron seducirlo y 6^'
golfarlo en los vicios hasta hacerlo caer en la abyección. Al fi'^ lograron sus deseos. El joven Sacerdote cayó en el lazo tendi do por sus enemigos de ultratumba y gustó de las orgías q"^ aquéllos preparaban. Olvidó devociones; olvidó Jos consejos de su Preceptor y las máximas de virtud y honradez que le in culcaron sus amorosos padres; y sólo se ocupó en vivir explotan do, por el dia, la credulidad en la iglesia, y gozando, por la no che, la satisfacción efímera que producen los placeres mundanos. Se entregó en cuerpo y alma al libertinaje, sin comprender qne el abuso de las pasiones enerva las fuerzas del espíritu y entor
del fHuatis.no y la hipocresía, aaivo Us honrosas exoepc.oues que ofrecen los espüútus adelantados qüe han temdo tes para resistir las teutaciones del mal, y sai , „ .
sus pruebas. Trauscurrierou algunos años, los cuales pasó Aú pelo eu esa vida de placeres y holga/.aneria. »» sí ni para nadie. Inteligente como era f taba entre los sacerdotes como un nombrado Vicario de otra Parroquia, a la
como ama
de llaves á una de las mujeres que le hacían en ^ 7 género de vida ta de Angelo. El Vicario continuó coa el mi p ® euiprendida por el "j^ggtino ejercía autoridad y cínica diferencia de que eu su nuevo la imponía á todo el qne de ®' f«iXirc^lUólica un cisma entre
sus fiestas inmorales: ésta se llamaba
yurgió por eutouces paia o sus mismos parciales y Angelo toni ^^bandera capitaneando g, interés bando cismático, no con Angelo ayudaba. Por ése
ni,a elmitra. el paid.ido motivo vicarioVenció ascendió a obispque < ^ pues. Angelo uii
pece el desarrollo de las preciosas facultades con que le dotó el Creador. No pensaba en su porvenir; pasaba la vida engañando
las más gratas aspiraciones de su aima. Si'aii paso de avance en el eamiuo , m.
al mundo y no creyendo en nada; lo piimero porque cubría sus vicios con el manto de la hipocresía y pasaba por uno dé los
aduladores que figuraban eu el
sacerdotes más humildes y virtuosos; y lo segundo porque si
como
y desde cohorte de
aquel momento sintió su "'^""|"¿„,.(,:o''Episoopnl, eutre los que
—55—
-Si
se hallaban Octavio, Francisco y Andrés. Angelo dió franco acceso a a soberbia, al extremo de creerse un dios en la tierra.
Jje mortificaba que hubiese quien le contradijera ó le hicier» a guua observación; pero él era muy reservado y sólo demostra que desempeñaba á las mil maravillas. Era un modelo de su
de Angelo, que deseucarnaron antes de el ser Obispo, eran los espíritus de Diana y Elena; el primero, había tomado la misión de padre y el segundo la de madre.Se unieron por el dulce lazo
su casa con sus inferiores. Amenudo se ven esos seres hipócri tas que esconden sus ruines sentimientos con la máscara de fin
Ulises, haciendo que la madre que contribuyó ayer á que se lan zase del hogar un niño inocente, viniese mas tarde a ser el padie
ba Humildad y benevolencia ante los hombres. Ese era su papel,
misión y religiosidad en el templo y un verdadero déspota eu
I'
<
en Grecia, Hipólito. Y él, como el del P.^ Antonio y los de Ra fael y Margarita, que sirvieron de padres a Angelo, son los seres simpáticos que trabajan por el progreso moral e intelectual del que ha llegado á cubrir su cabeza con una mitra. Los padres
gidas virtudes. Angelo ofrecía un ejemplo de ellos. Continuó su santa misión, como aun en esta época se llama el aceptar un
puesto retribuido como el de cualquier otro Empleado del G-oleino, solazándose con las comodidades que le brindaba su posi ción, no haciendo males de consecuencias funestas, pero tampo^ co ningún bien á la humanidad; y como síntesis, una existencia lutructuosa para aquel espíritu que tenía deudas tan sagradas que satisfacer.
Sucede así con frecuencia: cuando un sufrimiento ó una con laiiedad ños hiere, sentimos malestar, nos desesperamos y
desaparecer su causa; sin comprender que aquel prfecciones pasadas y van siendo abonos en nuestra larga cueu-
su iiiniento y aquella contrariedad, nos van limpiando de iui'
saldada
modo, y no de otro, quedará algún día
^ ^1 fuera verdad católica, ningún servida humano sería mas privilegiado quelaunteoría Obispo. Figuraos una completa mente inútil; cuidado, solicitado por todos; adorado por sus in teriores y los profanos; rodeado de todas las comodidades, y»
luego, a su muerte, un lugar de preferencia en la mansión divina, en la que se continua la vida terrenal aunque en otras con
diciones. Tal es el cuadro que ofrece la litúrgia católica a sus 1 epresentantes y a aquellos que sin nociones de lo verdadeic
cumplen sus sofísticos preceptos creídos de que haciéndolo al canzan la eterna bienaventuranza. Tal fué la existencia de An
gelo: de todos atendido, de todos adulado; un deseo suyo una órden para sus inferiores y por exagerado que fuese lo veía realizado ó satisfecho.
El Secretario del obispado, Augusto, sacerdote de apreciables condiciones, se desvelaba por cumplir bien su misión y ha cerse acreedor á la confianza y estimación de Angelo. Por su
trato, por su manera de conducirse, consiguió que el Obispo simpatizara con él y lo distinguiera con el mayor cariño. Au gusto intervenía en todos los asuntos oficiales del Obispo y tra
taba de inclinar á éste por eF camino del bien. Con tan digno proceder empezaba á pagar una deuda contraída eu anteriores
existencias. El espíritu de Agusto es el mismo que se llainñ,
del matrimonio eu la tierra para mejor impulsar el adelanto de
cariñoso que impulsase á ser bueno a ese mismo niño cuyo ©spíritu va subiendo por el calvario de la expiación. El Obispo vivió muchos años en el mayor boato, con el mayor
grandes comodidades, apurando á gusto la copa del placer. . Así lo sorprendió un dia la muerte material. Una enfermedad brevísima. Padecía de obesidad, y por sus excesos en la mesa,
sufrió un ataque de apoplegía que destruyó enpocas horas aquel organismo, que contaba ya cuarenta y seis anos de edad.
-Si
los lazos de la simpatía y el amor. Y se preguntaba Angelo: "¿Qué reconocimiento es éste? ¿Por qué y para ^e tantos mis terios y tantas formalidades, si yo estoj' vivo?... veo....siento.. pienso ¡Sin embargo! no me escuchan.... no me hacen caso... Acaso estoy soñando?....¡Oh, qué agitación.....Pero... bién......mué me sucede?...." Y su razón se confundía, sin
poder explicarse su estado. Lo que sucedía allí era un fenóme no digno de ser estudiado. Angelo era un espíritu 'lore; y no
obstante, no podía separarse de su envoltura material. Estaba retenido allí por una fuerza invisible y en un estado do '
que le permitía ver y sentir todo lo que pasaba a su ®lred®doi.
Cuando, poco despué.s, trasladaron su cueipo a
CAPITULO XIV.
¿Dónde está la Gloria?:: |ÜÉ doloroso es para el espíritu que iio tiene en In ^ tierra nociones de la vida espiritual, verse en el espacio en completa turbación, sin darse cuenta de: en donde e.stá y lo que ha de hacer, ni comprender lo que le pasa.
En ese estado se encontró Angelo en el momento de ocurrii
su repentina desencarnación. Sintió que un sueño profundo lo dominaba. Cerró los ojos, y, apesar de e.so, veía la luz del día. Procuraba inquirir la causa y no podia darse cuenta de tal fe nómeno. Era que se habían roto los lazos que unían al espíritu con su envoltura corporal, y aquel ser, sin darse cuenta de ello, recuperaba la libertad regresando á la verdadera patria.
habitaciones; adornan el altar y el reclinatorio y queda el Obis po en capilla ardiente expu^^^^^^ por ¿«1 ^ou frecuencia ibau al altai ios s vnfcina Obiapndo « entonan loa rere» ^s que caracteriza a esas plegaiias, ciio
p
'"'T::::::;,„i.non .0. t..e, d¡.s embargo, aquel espíritu no podía au
p
ha ni la razón de las ceremonias <1"®
luouias no le conmovían, porque e
^p.r-
Aquellas cerehijas de la
vanidad y del o.gnilo hn.nano A I" Xdive? de" Obiepo .1
formalidades de ritual, fue ín llevaron entre música sitio destinado para darle sepul ^ grandes muchaydumbres cantos, que y tañidos de 'Ja om-fmonia. En el asistieron por cunosidad ^ nionieuto de ser colocado el cae
comprender su verdadero
gelo á la realidad, viniendo enton
,
gg verdad....
estado. —"¿Yo muerto?.. "T : «g ¿egún los terrenales.".. yo no pertenezco al mundo de ^csnedir el duelo, y alabanÜn compañero tomó la palabia p -niretraba una lágrima tamdo las falsas virtudes de Ange o, s l>ién¡Qué falsa,confesión que parecía derramar horrible para®A
con el asombro pintado en el rostro, y luego con e.sa
fiía horriblemente y se preguntaba. ¿
cia que caracteriza á los encarnados cuando no están unidos po
a
, ^ nrefiiada y con las
Angelo quedo algunos momentos como en un éxtasis; mas, luego sintió que alguien se acercaba á su lecho y contemplanao su rostro por algunos instantes, salió, con el semblante desenca-jado, gritando: "¡Corred, corred; venid á ver cómo se ® señor Obispo!" A las voces de este criado de confianza "eo' los empleados del Obispado al dormitorio de Angelo. Este !. • ve llegar; ve asimismo que le auscultan el corazón, que le toma el pulso, y después ve que desfilan uno á uno, ante el, P',""®,
.
él se dió cuenta á vió perfectamente que lo vis leio u.,oieron pa pontifical, y que levantaron un túmulo sobre el que P"®!®!®" ™ 6,,„qui. y «llí lo «bmudo l».go 1«8 p„«rlM del obispado y dejandoas trenos ° can blandones alrededor del tumulo, n,,Sn, «1 Obis-
que tanto ambiciono,
jg aquél. -DóndesuestabAl cuerpo cieeu
, gj. fiu, sepultura á la eu-
e«tiKlo de descomposición? ^iggfiindo ante él aquel pueyoltura de Angelo después de banei contemplán dolo indiferente. El espíritu de .g„¿ndo8e su materia. Su<lo su tumba y mirando como lOa « fe
gg^ la gloria que
-59—
—58—
me prometierou eu la tien-fi, ñutes tle >'0 ser Sacerdote, y qu®
nito los mártires que inspirados por la Caridad predicaban la
Juego yo prometí á mi vez á los fieles que <le que fui pastor? Ln buscaba y no la
vem tumbas, esqueletos y un cuerpo del
componíau el rebaño encontraba, pues sólo que, por
•^ey de transformación, brotaban á millares seres
aquel pobre espíritu que como no había sembrado bienes mora-
Jes en la tierra, se encontraba en el espacio pobre de virtudes y •SU iiendo un verdadero tormento al no poderse dar cuenta de su
estado y de su destirjo. Pero como ningún ser racional está fíe lo en la Creación, pues el Creador ha permitido que todo espíntu tenga su guía u otros seres que le ayuden á levantarse de la aflicción, Angelo vio venir hacia él á un ser que con benevolen cia le preguntó : ¿qué haces ahí tan triste y abatido? no creo estar aquí mu
cho tiempo pero ignoro lo que. me pasa Entonces el espíritu que le habló ó sea su guía, le dijo * Has muerto para el nnindo material : mira tu cuerpo como s© disgrega : abandónalo y ven al espacio que ya eres libre. Angelo siguió el consejo que se le daba y se lanzó en la in mensidad, tras su protector que lo dominaba con su dulce y ar moniosa voz. Se elevó á inmensas distancias; contempló millajes de mundos que giraban con una regularidad admirable, y quedaba estático ante la contemplación de tantas maravillas y se decía : j '*Que idea tan pobre se tiene en la tierra de lo que
es el Univeiso !" Se creen que la tierra es el único mundo ha
bitado y sus rnoradoi es se consideran Tínicos séres racionales del orbe; todo lo creen sometido á su satisfacción : hasta los mun
dos que pueblan los espacios son para ellos luces brillantes que embellecen sus noches; luces que tapizan el firmamento para
alumbrarle. ¡Qué eri or
sufriendo todo por la causa de la libertad, por la emancipación de la conciencia! Pero luego que el Catolicismo se des vió del sendero de luz que trazara Jesús, cuando pretendió ha cerse dueño del mundo ¡qué de cuadros repugnantes presenta
virtud de la vivientes, que
a su vez ^ transformarían eu otros. Y volvía Angelo á i)reguntarse: ¿Dónde están los Angeles y Santos, los Arcángeles y Se rafines y dónde, por último, mi poderdante Pedro, que no viene a a 111 me las puertas del Cielo? Todo era soledad y podredum bre a su alrededor siendo los cipreces y los sáuces los únicos que e hacían compañía. La angustia iba apoderándose de
Angelo le contestó : No lo sé
buena nueva entre las muchedumbres, siendo rnartirazados y
qué soberbia! Recori ió Angelo,
como os he dicho, distancias que no es posible calcular y cuan do más embebido se encontraba en la contemj)lacióii do tantas
maravillas, fué detenido eu el espacio por iin espíritu- por el de Claricia-^que le dijo : ^'Tu eres ilustrado y posees ya inteligen cia bastante; estudia en ese gran libro del intíiiito, en la luz que
que refleja la historia de Jos planetas y fíjate-en Ja de la tierra . que tienes delante." Angelo fijó su atención en la- tierra y viO pasar ante sí, con maravillosa rapidez, los primeros anos de la Era Cristiana y luego los posteriores hasta la época de su ultmui i-eencarnación. ¡ Qué cuadros sublimes presentaban en el lun-
i
ba la mayoría de los que se decícan ysus elegidos 1 ¡La soberbia humana erigiendo en Dios de la tierra á un hombre de iguales ó peores condiciones que los demás; el orgullo y la ambición pre sidiendo los actos de aquel mismo hombre que creyéndose re presentante de un Dios de justicia, amor y caridad, buscaba ya
en aquella época, la manera de dominar a todas las testas, coro-
ifadas y lo iba consiguiendo con su adulación a los soberanos!.. Todo ésto que se trasparentaba en la luz de la TieiTa, y que veía Angelo con pena, Je hacía exclamar : ¿Es esta la religión del Di vino Maestro, con sus mártires y sus predicaciones de Amor y Caridad? No lo es yo la desconozco. Y esto por desgracia íicoutece en todas las religiones positivas, porque sois los terre
cíales muy iuperfeetos. Se os traza lui camino, lo seguís; peio llegado á la meta apetecida olvidáis el fin por los medios, olvi dáis lo principal por lo accesorio. Negar que en todas las reli -
giones ha habido y hay dignos representantes; negar que todas
han nacido para procurar el bien moral de la humanidad, aena lidiculo; pero negar que todas han sido y sou adulteradas y que la mayor parte de las teorías iiredicadas, no son piacticadas por
sus represputautts, seria querer oscurecer la luz
Después que Afigelo estudió en la luz del planeta Tierra la ■ l'ifitoria del Catolicismo (del que había sido un aue hh desarrolló ante su vista el cuadro de las tres
bía teni.lo en la tierra y pudo estudiar una a
Iji® 1, un aeí
peregrinación planetaria. En una se vió conveitido en
"O con tanta perversidad;
de trascenpasando una j^g'placeres materiales, y gjn querer ami-
eoiJtra la ley de amor, y en otia, <enci.n, ui adquiriendo lene xistencia inactiva, ocupada
dar un solo paso hacia e 'Hu-ar el valor de las deudas
,¡.
•uisino invocó al Dio.s de ili'o afean mi espíritu! ^®''°' ^ -Rehabilitándote por el liedlos; practic.iudo
Reconcetrándose en sí exclamando: "Dios
¿jggáparezcan las manchas hacerlo? el sufrimiento; reparando «na voz dulce y ug^rte por el camino de la
"'lo, ))(n clóuaine! Yo quiero hacei q
oariiio.sa_—Asi es como podías eu
i'egeneracióu.
'•
Angelo sintió en su alma como si «•'
rocío benéfico cayese
—60—
sobre su ser y refrescase el ardor que lo auiquilaba. ''¡Yo quie ro sufrir, se dijo; yo quiero que mi soberbia sea humillada; yo. quiero que mi cuerpo reciba las torturas que á otro he hecho pasar; y puesto que la g^loria no se puede alcanzar mientras la
conciencia no está limpia, procuraré rehabilitarme con mi pi'O-
pió esfuerzo...." A esas raflexiones de Angelo el guía «anadió: "Prepárate, pues, ¡oh, espíritu arrepentido!, que volverás? á la tierra. Fortifícate con el estudio, practica la caridad espiri tual, ama, alecciónate en el bien; mira que te espera una existen cia de luchas en las que deberás apurar hasta las heces el cáliz de la amargura. Y cuando te sientas bien preparado para la jornada, elige libremente el excenario donde deba desarrollarse la nueva etapa de tu existencia.^'
Angelo siguió los consejos de su guía y se preparó para in
Cuarta existencia.
gresar por cuarta vez en el planeta Tierra.
I
En Italia por segunda vez.
CAPITULO XV.
El Mozo dé Cordel. iOLVAMOS á la célebre Roma. Vayamos por segunda * vez á visitar la antigua ciudad bañada por el Tiber;
vayamos, pues, á fijarnos una vez mas en la ciudad que
se prepara para serla Señora del mundo, por la prepon derancia ciue adquirirá el "Vaticano .
^
En uSrde las acomodadas, calles más humildes dedos esasseres en que residen las familias menos habitaban umdos por
el laz"matrímoniaI; pero sin que en s"S epiritus existmse osa
simpatía Fiiwa v y pui" puro" amor que i hace _ contribuir la dicha del a la hogar, redención ^ejandio de un y Regina se habían war á pedirles hospitaUdad, espíritu que había de
había de confun-
para empezar a formal^ a
seres son muy co-
dirles un dia en estrecho abrazo.
"ocidos de nuestros
e Capitán, que luchan
, oaníritus de Acenor v
¿¿gy'®,, para vencer las pasiones y
.. ^ gg jejao oaer con facilidad i
Rehabilitarse; pereque, debiles aun, oo
-02—
—63—
en el abismo del mal. Así vemos ahora á Alejandro, de oficio
otro cariño: el del e.sposo; y como es natural, de esos extremos
vienen luego las complacencias, ya disimulando faltas que corre
sastie, muy dedicado á las orgías, llegando con frecuencia em
gidas á tiempo evitarían males mayores, ó ya procurando oscu recer ó paliar hechos punibles, sólo porque soii realizados por sus hijos. Y esto no debe .ser así porque reporta males de trascendencia para la juventud. Tanto los padres como las ma dres, deben atender con solícito cuidado á que sus hijos, á la vez que desarrollen las fuerzas físicasf reciban los efluvios de la educación moral que ha de hacerlos útiles á sí mismos, á la so ciedad y á su familia. El niño, permitidme la comparación, es como el árbol; si á éste se le deja crecer sin quitarle las ramas
briagado, á su hogar, y formando en él graves disgustos á esposa.
Una vez Regiuo sintió que un sor so agitaba en su seno. Iba á ser madre y esta idea la conmovía. Su pensamiento se remon taba hasta las regiones dilatadas donde el alma se expansionaba con las caidcias del ángel que iba á ser su hija. ¿Y quién es ese espíritu que viene á la tierra bajo los tristes auspicios de una
familia j^obre, cuyo jefe, por estar engolfado en los vicios, hace
que su casa sea un verdadero infierno?.... Ese espíritu es el del Obispo Angelo que viene resueltamente a luchar con fe y constancia en pro de su regeneración.
.El espíritu de Angefo ingresó en el hogar de Alejandro y
Regina en el año 112 Le pusieron por nombre Humberto. Su infancia no fué apacible. Las privaciones que siempre reinan en el hogar'de los que llamáis desheredados de la fortuna, poi
una parte, y, por otra, los disgustos que de continuo se fomenta ban entre los autores de sus dias, originaron, que estuviese Hum berto siempre triste y que su espíritu no tuviera esas horas ce expansión que se experimentan cuando la paz y la alegría les-
plandecen en el hogar. Además la circunstancia de que Alejíin dro y Regina eran enemigos de Humberto, desde auteiioies existencias, hizo que no fuese tranquilo ni dichoso el tieinpo que vivió éste en su compañía. La educación de Humberto ne muy descuidíxda. Sus padres, en vez de corregirle, encausaile y proteger el desarrollo de su inteligencia, se^ ocupaban en ma tratarlo, mirándolo con indiferencia y desvío. Poco^á poco ue esta actitud formando huella en el corazón de aquel niño,
es
pertando á su vez rencores que los espíritus guardaban coi
"reminiscencias de existencias pasadas. ¡Y qué horrible^ es a
juventud él descuido de su educación moral! Es de
^
generalmente depende el buen porvenir para los hombres y p
las sociedades. Regularmente el niño se siente mas ^"clin aprender lo malo que lo biieuo; por esto
padres ejerzan una del observación en e carácter
Lrando educarlo con la persuación y el ™°tieae.) los padres que no comprenden la importante misión J f
Jí
torcidas que lo han de afear y sin darle la condición correspon diente, no crecerá hermoso y lozano ni dará sazonados frutos.
Si el niño crece sin que nadie se cuide de corregirlos malos ins tintos que se vayan presentando en el transcurso de su primera edad, no desarrollará las preciosas facultades con que lo dotó el
Creador y se engolfará en los vicios, siendo por iiltimo un des graciado que naufragará en el agitado mar de las pasiones. Des de que el niño empieza á tener razón, conocimiento y voluntad,
deben los padres ir estudiando sus costumbre.s, sus iuclinacioy hasta el carácter y condiciones de aquellos con quienes tiene amistad, á fin de corregir los defectos que se vayan mani
festando; porque después es tarde para hacerlo. Como hemos dicho, la educación de Humbeito fue muy descuidada; p-ues en vez de dársele buenos consejos y mejores ejemplos de virtud y honradez, se le presentaban ante su vista
oiiadrog repufinantes que contemplar, como el de llegai su paá la casa on completo estado de embriaguez, y el de provo car esceuas violeutas con Regina que causaban el mayor escán dalo. Bajo tan tristes auspicios creció Humberto sin tener m ftdmitir á "nadió como autoridad, haciendo, en su casa desde pe
queño, todo lo que se le antojaba, sin que se le hiciese ni una
sola reprensión. Tampoco sus padres teman fuerza moral para corregirlo por lo que se crió eu la holgazanería y eu la ignoi-ancia pL iba á la escuela cuando le pai^cia; asi fue que lle gó á i; mayoría de edadhecho un ser inútil y hasta pernicioso. No hacía males pero no trabajaba ni hacia bien a nadie. -Sus nnri ? Jo^QfAnerlo V darle lo necesario para vivir; mas padres teman que f
¿ eambios inevitables, llegó
como la vida plañe aiia „' . abandonaron la tierra quedáti-
, g^euta
uu día eu que A «ja"d o 7^1^^ c ose Humberto huérfano ^ desa^^
que una mujer asalariada no sentua can u i ,,?ooios defectos
dió éste la realidad; y vió que la miseuu
en la tierra. Entregan sin ningún temor sus *'7'
nos extrañas para que los cuiden y dirijan sm tenei en
te V ñor lo tanto, ni procurara corregir sus piopi -
^
Ííára íue no sirvan de enseñanza al niño, ni tampoco ev.ta.a qae se deLrollen malos instintos en el ángel
Luego las madres, generalmente sienten •cariño desmedido y deliran por aquellos seres qu
un
táudole con sus J'ori-ibles alas. Se vió abandonado
aniigiv que le sacase de
Entonces compren,P
hubiese una mano
¿Qué hacer?,se preguntaba,
no he comido! ¡todavía no
—¡Hace veinticuatro hoi as que"
—64 -
he dormido por no tener donde recostar mi cabeza y.... no sé hacer nada....! ¿Qué será de mí? Entonces recordó que los demás trabajaban para buscarse
el sustento y se dijo:—Trabajemos para no perecer de hambre. Se lanzó á la calle buscando trabajo y, como no sabía hacer nada, no encontraba colocación en ninguna parte. Al fiu ^se resolvió á adoptar el oficio de''Mozo de Cordel", y, á regaña dientes, porque era muy pei'ezoso, ganaba con que echarse un pedazo de pan á la boca y tener un mal lecho.
Así estuvo algún tiempo hasta que la fuerza del destino lo condujo un día al calvario de la expiación.
gapitulo xwi.
Ojo por Ojo. I) |üESim
ñor 'ge cuautos estuviesen á su al-y de lamedios educación del hombre, g canee, deben a ocup cárceles y presidios,
porque sin duda a g ' porque no ha habido quien lo det S
<3a á corregir las El abandono, la indifere «le esa humanidad, precipita
sTenfpíecamino, el imipl lo es y propeu/ipcftvrollaiL.
^ue preside en todos,los actos ¿g gua miembros en el ^ pueblo; bagase en^
abisino sin fondo del mal
actos V que ha dé
tender al hombre que es p® po^gr salir de lo cárcel de pagar hasta el último cuadran p 'P ^ contener sus pa la expiación, y veréis como, no solo procuu^.^^^^^^ aioues y sus instintos perversos,
Para hacerse útil á sus
<1
gufrió las conse-
'rembiera. No le gustaba
enencias la tan malaindolente educación trabajar ydeera queqa _
quedíu'se sip _ , „jocuraba P g^jp acudía éomer antes que rendir tributo al mucho tiempo, obligado por la necesidad-....... Un dia, iníausto basta que cumplió lo edad de _ .gip un hombre con uin bulto
para él, estaña Humtji, pasó piiHU por pUl donde vav—'—' * A fiíarSé GOil insistencia lU8í*ayv^>'-— en —— brfi los ino hombros, i.r>mVirrta. V despucs oe u] „„„;i,„-n,.a una casa de sobre y después ae ny gondujera á uno I, d|ndQle berto,le hizo tomar el bulto paJ^a q dándóle antes antes
hospedaje que se hallaba ceica buena propina.
'
-GG—
-67—
Humbeito fué, lleno de contento, a deseinjjeñar sii cometitlo
sin notar que el que había traído el baúl emprendió la hi^n en cuanto el tomó lo dirección que le indicaba. Halagado por la buena propina que había recibido, avanzaba contento y satisfec o con deseos de llegar cuanto antes á la casa de hospedaje. Antes de divisar lá casa se presentan ante el dos agentes - de hi autoridad que lo detienen y le dicen con el laconismo propio de los servidores de la justicia humana:''Síganos usted en nombre de la Ley" y lo condujeron á la cárcel. El desventurado mozo
de cordel fué encerrado en un calabozo, donde lo tuvieron unas cuantas horas sufriendo un verdadero suplicio, ya que ignoraba poi que se le trataba con tanto rigor. Al dia sig'uiente fue Ha* inado ante el tribunal encargado de forma^rle el proceso. Alh supo, de labios de los jueces, que el baúl que conducía para la casa de hospedaje había sido robado á uno de los viajeros de más renombre que habían llegado el mismo día á Koma. Hum
berto protestaba ser inoceíite; pero por más que trataba de per suadir a los jueces de que, como mozo de cordel, sólo había ido
a desempeñar una comisión que se le había conferido, no valie ron de nada sus pobres razonamientos. El baúl, cuerpo del de lito, estaba allí acusándole por habérsele cogido con él al hom aro, y, sin justitícar quien fué el que se lo entregó, ni poder tam poco precisar sus señas personales jDor haber desaparecido inme diatamente de su vista.
bían quedado en el espacio le ayudaban con sus buenas influen cias pura que saliese triunfante de la prueba terrible porque pa saba, siendo tanto más de notarse el benéfico influjo de esos seres,
cuanto que el infeliz.huérfano se vió en el presido rodeado de séres abyectos en su majmría, enemigos ultraterrestres, que con tinuamente le proponían proyectos de evasión, para volver al ro bo y ni crimen. Humberto rechazaba siempre las ideas de fuga y acogiendo
los buenos pensamientos que le inspiraban sus protectores, des terró de sí la pereza y se dedicó al trabajo, procurando portarse siempre bien, con lo que se hizo m'enos penosa su expiación.
Cumplió al fin Humberto lacoudeua impuesta por los hom bres y llegó un dia (3Q que se le puso en libertad; pero^el poqre jíresidiario estaba extenuado y enfermo; p;idecia de ulceras, y Causaba asco á cuantos se le aproximaban. El infeliz, al ver que
su mala suerte se complacía en acumular sobre él sufriniieutos
tan penosos, á veces se desesperaba y dudaba «le la justicia di vina diciendo: ¿Es justo Dios?....No, no lo es.... ¿Que males he hecho yo, para que me castigue de esta.manera?.... No pre sentía Humberto que su propia conciencia le hahia impuesto la cadenii de sufrimientos qim arrastraba. Si hubiese podido le
vantar una punta del velo que cubría su pasado, hubiera visto que el que fué uii déspota con sus iuferiores. el que asesimí. i'e;
bü y fué luego U.1 miserable usurero, tema que sufrir el despret
El pobre huérfano fué condenado á algunosaños de prisióü por robo, y, cuando reunido el tribunal se le leyó la fatal sen tencia, el frío de la decepción invadió su alma. Solo confusa mente se daba razón del estado de su ser; y cuando oía las acu saciones probadas ante la Ley, conociendo lo injustas qne
clamaba pidiendo piedad y jurando siempre que era inocente.
sabía el mozo de cordel que empezaba á pagar deudas contraída-
en otras existencias,—ó mejor dicho que empezaba á cumph^''^®
el precepto divino
'ojo por ojo"
que simboliza la pena
Taiión.
El que había sido salteador; el que había robado á mano ai*:
mada, justo era que fuese condenado por robo, á una peniten^ ciaría : ved como la condena que á los ojos de los hombres . ,
Ingresó Hurabeito en el Pi^sidio : al principio no po(lia n ^
bituarse con'la idea de haber sido condenado á trabajos l^rz^ dos siendo inocente; más, luego, una fuerza superior e invisi le daba alientos para hacer frente á su penosa situación y
»
frir resignado la esclavitud del penal y los malos tratos de q son obieto los desgraciados que cometen una mala acción. ^'
que los espíritus de Claricia, Hipólito, Diana y Elena, que se na
iusio es -Dios! ¡Oómo se cumplen sus soberauas y sapientísimas leyesHubiera visto también Humberto que el desconocido
<,ne .nii aba con insistencia al mozo
á'nuiraLtl
badi robado, uo era abyección, trataba de lió en Jiidea, y el cua • . , , enemigo eii la deshonra pretomav la revancha hundiendo que yDios cipitandcie en la caí ce . era injusto con el.....•
sericordia, porque
rece injusta, no es más que el saldo de una cuenta ante la ]us cia divina.
y desnudé'pé -que todo esto lo liabí.w hecho pasm a sus semejan
tes EutonceB hubiera dicho como decimos nosotros ahora:¡Que
su infinita bondad y mi j.j.y niás rigores merecía el que
Kj.gg cargas tan graudes y pesadas había echado sobre sus _ . ^ erSainuel y el Angelo, duraucoino adquiridasperegnuaciones poi el U . planetar , gj.gj.jjjg te suslas turbuleutas
-C.)
íitíiite al Palacio episcopal y veía las }»ramles dignidades cleiícales pasar iunto á él, con la mirada iudilerente y el ademan so berbio del que vive entre la abundancia y las riquezas.^.. Si ellos luibiemn .sabido que aquel leproso fue un día el señor de
esa morada ¡qué asombrados y confusos hubieran quedado! Pe ro, por una ley iusta, se olvida en la tierra lo que el espíritu ha
sido en otras existencias, y, esto es para que sea mas meiitoiio
el trabajo del hombre en ese mundo. ¿Que
®
saber vosotros que habiais.sido príncipes sanguiuanos o ladic«es de esos sin conciencia cuya úuica relipón es «1 «^ Niügiuio; antes al contrario, los malos sentimientos dos por la soberbia se revelarían en el espiUtu que no p dar Humberto paso en rodo I'"» «f poi las canes Koma sufriendo humillaue . hnsfa nue lleoion es, hambre y frío por espacio c e vei ^ víarnos Ta en este
CAPITULO XVIÍ.
gó á la avanzada edad de sfsenta y tiempo la prueba era superioi a s •
^
q^e se acostó en
piulo sus propósitos á la próxima iglesia á imsiyniserable jergón para ir ^tem^^ bienhechor le dominaba y plorar socorro, sintió Que
Diente por Diente.
x.Yfrnñft7a nue su cuerpo yacía
cuando hubo amanecido
inerte sin el movimiento q»«
v../ notaba agilidad en
s^iga^
1 i-s terribles que le
ESPERANZA es la única qnf alienta al espíritu y do
e.^plicación satisfactoria de su es-
Humberto uo podía da , tado. Era que había abandoua o
le abandona en su peregrinación planetaria. Humberto salió del presidio con el corazón lien
mnl^eria* era qge habíaitígrej^j^udo espiritual,
sado el espíritu en su
esperanza, diciendo : todo el mundo sabia q"®
cuando los vecinos se ente-
^ como era pobre y no
s^Vimiual: que fui condenado inocentemente y se
. muerto dieron cuenta á los agen-
irarou de que Humberto hab
cerán de mi triste
fuese conducido el cada-
ver a un cementerio <lou ■
esparcido?.. soledad en que se veíNniguoo! P"®f!^"v„i'jufeliz" presidiario.e.spiritiial es traurificó la desencarnacióu del luie g
!:t;LS»yUorf»nd«d,lnchando,n^^^^
E1 tráusito de la vida 'D®' quilo ó desesperado, según ^ píritii. Cuando el espn' d • ha amado á su prójimo opera como uno de «sos
les por cierto, pues a. su escasa educación leligios 5 ^ ^ el'íener un orgnniamo P»'.!" Sjarqne le bri.idaban minándolo; empero, por la protección 1 ^„fvía resignad®
!:nr.%tsfar,í^nnK^
cerraron su tum
bía lágrima de amor, m una p b.;i! Y ¿qué derecho tenuya
Sociedad lo rechazaba evitando sn contagio. decepción, lucha terrible y se encontraba frente a frente con la n S„ua-
loa aérea qno velaban por c deed.;¿ -P»r.
ordenó sn enterramiento. Nx
abandonado de todos. Ii.ista qno •
mZ m le quieo admitir. Tenía el ..tigma drf
P»'
portados á regioues en
jg condición moral del es . ¿g progreso moral; cuando j^jgj¡jo, la deseucarnación se .¡ges eu que nos vemos trausgoza ante acoiitempla-
®^J®forja. Cuando hay manchas
ción de^as bellezas q"®.!"; tortura, aqnel sueño se troca en el espíritu, y la "creáis que ese estado de sonno-
eu horrible pesadilla.
. -íq ¿g una á otra vida dine solo el
lencia que acompaña al transito de diendo "una limosna poi l>ios
sentía los dolo-
i i
-70—
tiempo necesario para desligarse del espíritu de su envoltura, uó; lo acompaña al espacio y es lo que llamáis turbación. El des pertar de ese sueño es, para el que ha sido malo, como uno de esos momentos de angustia que se sienten cuando el que está en
la miseria sueña que posee sumas fabulosas y rico y cómodo albergue y al despertar se encuentra en un miserable jergón y ante el cuadro de la miseria. En cambio, el despertar del que ha sido bueno es satisfactorio, porque los seres queridos qi^i® moran en el espacio, vienen á recibirlo y lo llevan á contemplar la grandiosa obra de la Creación.
El tránsito de Humberto fue apacible. Había llevado su martirio con resignación y salido triunfante de sus pruebas y, por lo tanto, había dado un paso en el sendero del progreso mo
ral. Su turbación fué corta y cuando despertó á la realidad cómprendiü su estado, y cayendo de hinojos hizo una plegaria a Dios, escuchando voces dulcísimas que le decían: "Bienvenido seas espíritu hermano, al mundo de la luz; te felicitamos, porque
al fin has entrado en la era de tu progreso*.'' Y su guía le dijo: ''JRepara tus fuerzas, agotadas en la lucha terrible que has sos
Q,uinta existoncia.
tenido en tu última existencia y prepárate á continuar en la jor
ENNAPOLÉS.
nada." Ante el cuadro suntuoso de mundos que poblaban el infinito, descubrió Humberto la miscroscópica tierra y se dijo: —Quiero volver á ese mundo; en él he empezado mi obra y en él quiero co?itiuuar hasta el fin....
Y Humberto se preparó para ingresar de nuevo en ese pl^^'
CAPITULO XVIII.
neta de reparación, de expiación y de j)ruebaa
l a ffllaa educación. ^SgMAKA l»s
P"*
E* nosotros, Italia, üa
Su sus p^io. j constelaciones, meso cielo cuajado de bullan^
lodías, la dulzura de su
pirandones las mas gran
¿ías. Por eso escogimos a
nrimera existencia. En esa Ciu-
^^ápoles por cuna de
dad de los placeres reina conti
mente la alegría; sus oostum-
habitantes, sólo se
brea asimiladas al carácter gen
concreta á lo que halaga los deseo^ el napolitano se olvida de tod,o P'
expansión a sus senti-
-73—
lilieiit-os por Jo Jjeilo. Ks ^ríiudioso ai pauoraiuji c[ue presenta
convierte en torrente impulsado por una fuerte avenida^ se des borda, por los campos tramando, arrastrando cuanto encuentra
Xilpoles cuando se le coiiteínpla en una hei mosa mañana de Abril. La aurora que asoma por el liorizonte rasoaudo Ja túnica de la noche que la envolvía, presenta en la cumbre del Vesubio
á su paso, sin que haya fuerza humana que pueda detenerlo. Otro tanto sucedió con Gracellina. Niña de rostro angelical, en
las rascaduras de esa túnica adornada con los colores de oro y
traba en la pubertad y así como su infancia pasó, al parecer, apacible, luego, agitada por el desarrollo de sus sentimientos, empezó á desbordarse como el torrente, no respetando á nadie en
C'rana que hacen mas bello ese cielo, cuyo espectáculo hace que se eleve el espíritu á otras regiones, al oír la harmonía de la i)iiisica y la poesía y ver la luz desbordada del infinito en infini tos cambiantes. En esa simpática Ciudad sentada en la Penín sula Itálica, ingreso H>imberto por el año 1274 con la envoltura
su casa y haciendo cuanto se le antojaba, sin detenerse a mirar ^ si con ello hacía sufrir á sus padres. Ved las funestas conse cuencias de una mala educación obscurecida para sus padres por
de mujer. Nació en la "clase media" y se le bautizó con el nom
el cariño fanático que le tenían, el cual les hizo caer en la debi
bre de Graciellina. Sus padres, comerciantes de bastante capi tal, se llamaban Fhilippo y-María. Estos recibieron con el mayor jubilo á la preciosa niña que venía á embellecer su hogai.
lidad tolerando defectos considerables que luego habían de ha
cer sufrir grandemente á aquella criatura que pedia su auxilio para progresar y desarrollar sus sentimientos con la piactica del
Tanto Philippo como María, se desvelaban á cual más por
bien y del amor en todas sus manifestaciones.
rodear á Graciellina de ese cariño y comodidadas que hacer fe liz y dichosa á una criatura humana, porque entre esos espíritus existían lazos de otras existencias que venían ahora á extrechai-
Los padres de Graciellina determinarotí ponerla en un con
vento de Carmelitas para que recibiese la educación coiiespon-
dieute á sn posición y para que las moiqas la instruyeran en el
se poivel mútuo afecto, con lo que hixbía de saldarse una deuda
Sanio temor de Dios, palabras aun usadas por los católicos al encenar 4 sue Lijas en esos aelros ■)« ".po»».. 7 aprenden todo, menos a reconocei la , i g^peGraciellina en el convento y cambiar sus Snáda El
eontraida ef) épocas lejanas.
Graciellina pedía hospitalidad á dos antiguos conocidos de nuestros lectore.s, ó sean los espíritus de Hipólito y Diana convei'tidos ahora en padres de aquélla para pagar con amor la ac-
riora. Sor Purificación, se sintió gratamente impre^^^^^ carácter dulce y afectuoso y la auieóla d o atraía á
<'i<'»n de haberla lanzado de su hogar en Grecia. La infancia de si(3n desahogada, confiada á los cuidados de una niñera que á to
^a en la miradl dulce ydesde ben voel apide aquella praciellina y simpatizó
do la enseñó menos á ser comedida y respetuosa. Como hija
table abadesa que la trataba
Graciellina pasó como pasa generalmente la de las niñas de posi-
madre. ¿Y cómo tibian de^ Ta tSaVsupei-iora es el es-
única se le trataba con un mimo exagerado en demasfa, por o
esos dos espíritus, SI. la qn
* que aquella niña fué acostumbrándose á satisfacer sus menojcs caprichos, coutribuyendo esa circunstancia á que su carácter cada dia más díscolo y voluntarioso hasta el extremo que a ocho años, era un tirano de su familia.
Cuántas veces
piritu de la simpática C aii
su
.
llamada Teresa, de muy
En el convento había un 1^^ sdocanda y pronto se bizo
n-preciables condiciones, Las dos se trataban con un "na buena amiga Graciellin . g ¿e corazón, cual dos
cariño sincero y profmido,^o _ jag horas que no esbermanas del alma° „ c-aciones, ó al estudio. Tere-á tabnn'dedicadas á las clases, a ^ se esmeraba en guiar
.
hubieran reprendido la falta con severidad amorosa, nao
sa, apesar de ser una
aquélla aprendido á conocer sus deberes y á respetar los au oi ^ era tarde para contenerla. Sucedió como al arroyuelo <1^® ^ apacible y tranquilo por las sabanas lanzando acompasados
quitarle los arrebatos casa.
de ira que le daban y que
bieran puesto dique á éstos, accediendo nada más que a las u^^
lebrar sus peores hechos, y cuando notaron que obraba
Vg pudo dominar algo el ca-
rácter de Graciellina; pero
sus padres; porque si en vez de satisfacer sus caprichos^ les Hu
de sus dias, así como á todas las personas de su íamiUa; i lio fué así; se empezó por reír sus palabras incorrectas, por
con su persuación, con
«
sus sanos consejos y mejores ^ P.
los
amorosa madre lloraba por la manera de proceder de su hija! quiénes tuvieron la culpa de todo? Sus padres y nadie mas qu^ cesidades legítimas; si la primera vez que Graciellina herbeció y dejó de cumplir el mandato de sus padres,
verdadera „ sentirse atraídos
,
virtud, procurando al propio
Graciellina por el .sendero de la ¿gig^tos de educación que tiempo corregir cariñosamente jj.¡tu que animaba ála simnotaba en su amiga. Era Elena, madre de crianza do
_
J
pática Teresa era el de la gn S.
Ulises.
,
p„istencias que tiene el espíritu.
Ved ahí como en todas las ex
murios al quebrarse entre las breñas de los montes;/ y cuando
i
— 74—
encuentra a los sferes que le fueron queridos, en condiciones de reanudar los lazos que los unieron. Graciellina estuvo en ©1
convento seis años, y aunque la educación religiosa no ofrece a los encarnados las ventajas de las Escuelas modernas, tuvo la
suerte de ingresar en un Establecimiento dirigido por-un espí ritu benévolo que estaba á la altura de su misión, y esto hacia que la instrucción que allí se daba fuése cimentada en el amor,
•en la moral, separándose por comideto de la rutina que ofrecen los conventos donde impera en sentido absoluto el fanatismo
religioso. Por esto Graciellina regresó al hogar paterno con bastantes conocimientos y convertida en una joven que empeza ba á vislumbrar en el crepúsculo de la aurora de la juventud, de esa edad de flores y aromas, delirios y armonías.
CAPITULO XIX.
Amor de los sentidos. IM^A irnTirAClÓN q»e generalmente da la sociedad á la
P S hace de la mitad del hombre más bien una co-
sa míe' uu un ser y libredesde albeidno. sa que bo» con voluntad e/iii/.ftción pequeña; ese Ese rut'oansmo en su afan de acostumbrarla a ¿e-Jiabituárla á rezar y á estar con glffl
mo, ese empeño
formulas insustanciales para
frecuencia en la iglesia pi
impresiona los sentidos sin
sostener un culto externo q
fuerzas de los espíri-
tocar el corazón; hacen que
misión de llevar la envoltura
tus que han elegido la
de mujer y que
ogfcraoión terrible que los esta-
Lto ese formulismo y se han ele-
cidena. Algunas que otras ha Vado sobre su condición; pero (
¡cuántas burlas han tenido que ®
Por lo general bajo los falsos P" ^ las escuelas positivas, no s ^
tenido que luchar! madres, educadas
moral en qué descan-
otra cosa que de enmandarlas á misa,
gnlauar y ataviar el cuerpo ae adornar su espíritu con ñ á la iglesia, sin cuidarse , ...jas á practicar¿el bien. Esto la túnica de la virtud y Jegohogada, al sacerdote que,—
lo dejan las familias de posición desan g
Ir
—77—
—7(5 —
salvo hoDrosas excepciones,—de todo entenderá menos de diri
cual cayó en nn estado de postración y de vértigo que la hizo
gir bien los primeros pasos de un ser inocente por el camino de la vida. Si la madre es pobre, la veréis trabajar con exceso y,
sufrir horriblemente. Pero al volver de aquella postración com prendió que debía ser hipócrita, de manera que nunca traspasa
v¿no sabéis para qué?.... No es para cubrir una necesidad leffí"
se á su rostro el estado de su corazón......Y desde entonces
tima, y sí, para que su hija lleve un buen traje á la fiesta religio
Graciellina entró en lo que formaba la educación general de la
sa ó profana. Si es de posición, las blondas, las sedas cubrirán
mujer: el esplendoroso atavío, la moda, el baile, el amor matei*ial, el matrimonio por pura convepiencia, todo, todo, menos el
el cuerpo de sus hijas.... Ambas madres, la pobre como la ri- • ca enseñan á sus hijas el inmoderado uso del lujo y el coquetismo, causa principal de los males que afligen á las familias. Si * pueden, dejan crecer á sus hijas en la holganza, prefiriendo IftS madres echarse sobre sí todos los trabajos de la casa, antes que obligar á sus hijas á cargar con una parte de ellos. De esto re-,
sulta un mal de inmensa trascendencia, pues cuando las niñas así educadas lleguen á la adolescencia, no serán útiles á sus fa milias y, al contraer matrimauio, serán objeto de lujo en el ho gar doméstico, cansando la desgracia de sus esposos. Esbo, y
no otra cosa, hablando en tésis genei-al, es la mujer actual, es
clavizada por la ignorancia y el fanatismo. Por eso hay que tra bajar mucho para que adquiera la verdadera educación moral,
sea, que á sus virtudes una la laboriosidad y á ésta bastante iluS' tración para desempeñar su triple misión de hija, esposa y
con canciencia de sus deberes y á la altura de su importan e
destino en la tierra. Pero, basta ya do disgresioues,y continue mos nuestra aarración.
Como decíamos, salió Graciellina del convento a los catoice años de edad, con un mundo de ilusiones en su espíritu y cre
yendo que la sociedad era un jardín ameno....cuando no es otra cosa, dado su estado de atraso, que un depósito de con un poco de agua cristalina en su superficie. Estndiancios detenidamente las costumbres sociales, se puede apieciai
©I espíritu se educa, la familia se regenera, los pueblos progre
san. ¡Miserias humanas! ¡Cuándo acabareis de tentar al espí ritu en la tierral Graciellina era jóven, adolescente. Esa es la
©dad de la irreflexión. En esa edad todo se ve de color de rosa^ Sin embargo, una sólida educación facilita a la mujer divisar, a través de las nubes de oro y grana de sus ilusiones, la realidad
de las cosas, que casi siempre resulta contraria á como la forjan
las ilusiones. En cierta ocasión vió Graciellina, primero en la
Iglesia y luego en el paseo, á un joven llamado Gaetano. De ele gante fiffura, de facciones bellas y de trato finisipio, Gaetano lla mó la atención de Graciellina, quien sintió por el vivas simpa
tías. El también se apresuró á demostrar sus afectos a la joven
napolitana y así fueron aumentando aquellas simpabas hasta
se convirtieron en ardiente pasión amoiosa. ^ «ffirno v unir comunicarse sus pensamientiw; -„g amores- no sus destinos en la tierra. Graciellina ocultó sus amores, no .b.lé su eo.-.s.uá sus si Siquiera á su madre pmmetida de un
nías que los impulsos de
matrimonial, porque los p
,
imperdonable, efecto de
.oven a quien aP®®'^\®®°°f''';.]'fbiera en sus primeros años. Nína descuidada educación ^ ^ porvenir sin anuencia de pina joven bien educada de®ide alende á veces la felicidad los apores de sus dip, P"
triste realidad de lo que dejamos dicho. Pero Graciellina, q salía del convento llena de ilusiones, segura de encontrar
conocimiento de las cosas buenas, con la practica de las cuales
j^g Uamados á conocer las
.^tendiente, y juzgar por ellM
condiciones buenas ó malas a p ^ • jun^gogabacon la ima-
sociedad vasto campo en dondei^ozar de la libertad que s" esp ritu ansiaba, no podía detenerse á meditar y observar sobre
el porvenir que á su hija ®®P® ' gjja uno de esos amoRen de Gaetano: este a su ve .-nteresa; pero en que el espírp en que solamente el corazón s figura de Gaetano
íes derinundo social, ver lo que eran las costumbres y establecidas, sihtió oprimido el pecho y
impresionaba los sentidos de G
que la sociedad era en el fondo. Ella estaba ansiosa de ® pansión á sus sentimientos, de aspirar el dulce néctar que j» amistad en el seno del hogar. w Pero al traspasar los'nmbrala er»
ción. No podia ni debía dar expansión a sus
una esclava. La sociedad le decía imperativamente. tus deseos, tus sueños: sé indiferente é las tes inspiración hacia lo bello, si te lo noáloquien expreses; tuprohibido corazón debe ser un clava le está pensar.. . enigma , y, tu
Tal fué el cuadro que Graciellina vió ante si, al influjo
ritu no recibe los efluyms de ®" . conmovía cuando élla decía: -A
ensueños"
El amor de
pero su espíritu no se ^jg
» gj gmor de los sentidos,
, g¿¿ Vl alma, y que viene con
y no el amor puro, sublime, . _jgndo poemas, apoteósis, en el de otras existencias r naj ¿g jog sentidos la espíritu, humanidad, sin descender jamas materiales
del
-79-
contestación hasta consultar con ella tan * interesante asunto.
Conforme Gaetano con el aplazamiento propuesto por Filippo, dio por terminada su primera entrevista, ofreciéndose como un amigo de la casa. Luego que Gaetano hubo salido, Filippo lla
mó a su hija y á María para comunicarles la petición de aquel joven, preguntando a la vez á Graciellina, si se sentía inclinada á unir su suerte con la del citado joven. Graciellina contes
tó afirmativamente, y entonces su padre creyó de su deber ha
cerle juiciosas observaciones sobre la delicada cuestión del ma trimonio y sc^re la necesidad de pensar con detenimiento antes de tomar una determinación definitiva que decidiera el porvenir
feliz ó desgraciado de la joven. Graciellina, que se creía verda deramente apasionada y que por otra parte era de un carácter violento y altanero, no quiso oir los consejos de su padre y Je
íiseguró que estaba resuelta á todo, con tal do ser esposa de Giietano. Filippo, padre débil y que quena con idolatría a su
hija, se rindió pronto ante las exigencias desuella; no procuró informes y con dolor de su alma contestó a Gaetano concedién GAPITÜL0 XX.
dole la mano de la niña. ¡Con que regocijo joveu ta fausta nao«l Proo.«»ou
Jo necesario para celebrai la boda,
matiimomol Debí, existir en fafcmilm
g i..,^v.rA/lA miA mían-
de.i» mujer llegase i la edad necesaria P»™
Matrimonio por conveniencia:::
¡RESUELTO Gaetano á casarse con la bella Graciellma, penetró un día en el hogar de ésta para pedir su roa no. Gaetano era de un carácter muy jovial, muy tra
table, como se clasifica al que sonríe á menudo, sabe
hacer una cortesía ó sostener una conversación trivial; ^ ciellina hubiera podido por un momento sondear el ^„
se aleccionara á ésta en los debeies ñera de proceder, ya para
°
esposo yapara bajo los más severos
que la famila que va a presentasen los escollos que principios de moral y a la ve/, se p ligereza, ya en la matrae cualquier falta, ya con criádL ñera de tratar a su mando, a su fa^ fuerzas bastantes en la instruida la mujer, y uo sufri^ fíLasos como difícilAsísenda del matrimonio ^
sufre én su triple misión d® corazón late de amor á la luja, cuando llega a la ^ hombre, se le debe atem primera impresión que le pío , niueáu género, á fin de der, sin demostraciones violen , torcerle el camino del evitar que caiga eu faltas que P
^ gg ocupa del paseo á
prometido, hubiera visto a gimas manchas negras que lo afeaba ,
la Iglesia ni del confesonario piensa eu cumplir con sus
gi geno del hogar, á amor donde el esposo
aportaba y lo que pudiera dejarle su padre cuando fal ecie
amantísimo descanse las
esos tipos que tanto abundan en las grandes capitales.
Ataría también que deseaba hacerla su
bien. Que la que así llega a
aterías" sino que sólo
fiu de que éste sea siempre el oasi
los sufrimientos y
refresque el fuego de
. jg vida material. Y la que
«or el camino del bien y de la
así llega á ser madre,sabe dirigir p hospitalidad para virtud á los seres que han venido a »;^g^.ggc^ impulsándolos á i'cgeiierarse y entrar eu amor, trabajo, virtud. practicar la sublime trilogía de aMOB,
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—80—
Graciellina no se detuvo a pensar en las consideraciones cjiie anteceden, aunque sus padres llamaban su atención sobre ellas,
encargándole que meditase sobre la difícil misión que quería emprender. La joven sólo atendía á que se terminasen pronto
los preparativos para realizar sus deseos y unirse á Gaetano. Llegó por fin el dia soñado para la boda. Filippo, como
hombre de posición, había preparado grandes fiestas en su casa para celebrar el matrimonio de su única hija, que se realizaba al cumplir ella los veintidós años de edad. El sacerdote bendijo
la unión de los cuerpos de Gaetano y Graciellina ytfué un dia do satisfacción para ambos. ¿Se habrían unido asimismo sus espí
ritus? Nó. El destino aun preparaba á aquellos dos seres dias de luchas terribles, dias de pruebas cruentas, porque aun no eian acreedores á aspirar el grato perfume del amor espiritual, á po zar la dicha inefable de los espíritus que se han rehabilitado. Graciellina era deudora de Gaetano, y éste era un acreedor qoe
no perdonaría fácilmente la deuda contraída en otras existencias por Graciellina. ¿Y no suponéis,lectores, quien puede ser ese espíritu que á pesar de ser acreedor viene á la tierra á iiuirs® precisamente con su deudora, jurando ante los altares ayudarse y protegerse mútuamente? Pues es el espíritu de Pedro el q"® asesinó fcíamuel en Judea.
Ved como la cadena de la expiación une á dos enemigos qne se habían jurado,odio eterno y eterna persecución. Ellos no se conocen por la distinta envoltura material que tienen, pnes, a haberse conocido se hubieran rechazado; pero debían unirse pa
ra empezar con el amor mútuo á extinguir su odio y á formal a cadena de unión entre los dos espíritus. Ellos no podían sei^ felices, porque Infelicidad huye del hogar donde no se un
forviente y sincero culto á la ley del amor, y Gaetano y Gí-iacin lina no se amaban: se deseaban nada mas: Uno y otra sen la
pasión; pero era esa pasión brutal de los sentidos que les á ese fingido cariño que tan desgraciados hace á la mayoría los matrimonios. Filippo montó una casa con todo lo
para que su hija la viviese y entregó á Gaetano un la misma noche de su enlace, compuesto de dinero y j des sobre fincas que aportaban muy buenas rentas. UuranE
tiempo de la luna de miel de Gaetano y Graciellina toda P ellos,alegría y contento, ne se «eP^^^an un instante; pero
do hubieron satisfecho sus deseos, el hastio a bos y aunque procuraban borrar aquella
ye
daba que les hacía conocer a uno y otro que la ilusión iba d
pareciendo de ellos, dando lugar a la realidad.
nrouósitos
Sé despertaron en Gaetano las inclinaciones y P».®?®®"
perversos que ya de antemano; vivir g y tando sin tasa ni había medidaforjado y explotando el cariñoy quiso que F.bppo
y María tenían á su bija. La dote de Graciellina fué dilapidada
en el juego y en las orgías, y cuando Gaetano se encontró sin re cursos, aparentó que se enmendaba para poder penetrar hasta Filippo, que estaba muy enojado con él por su mala conducta. He ahí el cuadro que ofrecen, los matrimonios realizados por
conveniencia. Al principio, la ilusión de los sentidos ciega a la juventud, al extremo de creerse que no pueden ser dichosos si no van al altar á ratificar la unión de sus voluntades, sin com
prender que ese lazo, estimado como perpetuo e indisoluble, se
convierte en una cadena muy pesada cuando se
esvanece a
ilusión y queda la realidad; cuando se rasga la túnica d^s la
ficción, y Jpavece al desnudo la verdad de sus sentimientos
cuando se seca la flor del falso amor J
secas, sin el olor ni los colores que le daban lozanía antes de satisfacerse el deseo de la materift.
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secuencias. La falta de previ.sión en que incurrían había ele llevarlos forzosamente á carecer de lo necesario para^ la vida material. Todo capital desmembrado sin que el trabajo metó
dico y honrado venga, si no á aumentarlo, a lo menos a balan cearlo, tiene que desaparecer pronto, dejando a los hombres en peores condiciones que antes, puesto que á su influjo se han creado necesidades que no se tenían. Y esto había de acontecer a Gaetauo y Graciellina: ni uno ni otra pensaban trabajar, y solo se ocupaban de gastar en el placer y en el lujo opulente que la po sición que aparentaban les exigía. De tal .1"! haberes más rápidamente de lo que parecía....Bien a ,
ílo el capital piLto en manos de gaetano,^hubiera po^^
i-entas bastantes para cubrir todas las necesidades de sp War y vivir con decoro. Durante los Pvimeros^ «^las de matu^ Gaetano y Graciellina disfrutaron de una s» hogar.-"^ Ambos estaban alegres, fe ices, los deseos realizados y no les preguntaban nada al corazóm nian una continua orgía en la que se
GAP1TÜL0 XXI.
mxítuas libertades; pero cuando empezaron a
daba como capital mas que las alhajas ^ las propiedades estaban en manos ^
^ina reacción entre los dos.
horrorizarse Graciellina,
ai veía en Gaetano un csP®.®®
.Entonces veía claro y se
horrorizaron uno de otio. 6^ co
Luchas con los vi-
cios ylas pasiones.
dote, dote que
había desaparecido por la lareflexi
-Lncieiicia! Gaetano, por
veía unida á un hombre sin amor y ^ Graciellina á la ®u parte, también se sentía ,'1 huHicio y délas orgías
mujer voluntariosa, amante del "1°^
aristocráticas. — jsiocraticns. Sus »us aumin, almas, ... al -repc -r aquelias horas venturossa auceu'
SRACIELLINA contribuyó en gran manera á la dilapi dación de los recursos puestos en manos de su esposo,
porque luego de casada quiso figurar en todas partes y montar su casa á la altura de las primeras. Quiso
además,^ lujosos trajes, valiosos aderezoso y servidumbre apropia
da al lujo que se ostentaba en aquel bogar. Y Gaetano asentía
en ello- hasta se le importaba el gasto excesivo que haciatambiénsu esüosa-Y procuraba,poco él, por su cuenta, derrochar Wn las crandes jugadas, en los aristocráticos saraos, en tocias
rrtes donde se derrochaba el oro, aparecía él gastando prodifl-amente sin poner tasa. No había ganado este capital con ei Kdo!"ae'!n tílüte. Por lo tnolo, oo podia apreoiar las voato,«»
Que ofrece una posición desahogada, reinando la abundancia en el hoear Ninguno de los esposos pensaba en el porvenir, fsoio se ocupaban del presente, creyendo tal vez que nunca se agota
rían sus recursos; error funesto que pronto haría sentir sus con-
entonces hubo reconocieron y se
se eomprendieron eomprendieron yy á á
•
de sinsabores ginsabores y y amar amarjg presentaba aqnel
fíuras: para Graciellina, por el P^^,^ terminado hombre y su pobreza; para gaetano,«ocoise pq el cual no nal
'lombre y su pobrezfi; paia
®1 objeto que lo había el
° ^^festudíó gg estudió Gaetano la manera
otro que la especulación. E" En ni-ocuró amistad con su suegro, de volver á ser rico, y, al efe efecto,Imiducta piocuio de sus hijos. Intentó que estaba muy enojado por la Eiliopo se mostró inflexible; hJsiuuarla, pero todo fué en * -jjgdn concepto la merecía. ho ofrecía protección a quien P ^ , ^g^der las, alhajas y os Tuvieron vieronyios los esposos esi"'»"--'u ', 1,,.^ é hxuebles despedir laque servidumb»«, e irse 1 a, otro barrio,en don-_ de tomaron una casa má.s mo
' gomo Gaetano no sa
Así vivieron algún tiempo; peio^u^^^^^^^ ^ I"®
quería trabaiar, y Gracielhua,
no
g„to en que se vieion po-
Piocuraba economizar, Hegé un
hres, teniendo que desocupar-
hardilla. Alli entró de lleno la-expm
¿ habitai
"
^g ggos dos espuitus.
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Gíietiino en la (lesesperaci()n íIo sn estado, le dió por einbriagarse y por jugar y todas las noches había en sus casa disensiones,
porque á veces jugaba o se bebía lo que tenían ])ara procurarse al día siguiente la subsistencia.
Mientras tanto Graciellina su
fría terriblemente procurando revestirse de paciencia para llevar la pesada cruz que su destino le había proporcionado. ¡Qué fu nestos son los vicios para la pobre humanidad terrestre! El jue go y la embriaguez causan infinitos males á la sociedad y esta, que aun no ha podido descorrer, del todo, el velo de la ignoran cia que cubre sus ojos, consiente que en su seno se juegue y qn®
la mayor parte de sus miembros busquen en el alcohol un leni tivo á los sufrimientos que produce la lucha con las pasiones, sin comprender que uno y otro vicio no sólo son una remora pa ra el progreso, sino que hacen desviar á los espíritu de los p^'^'
pósitos adoptados para procurar su adelantamiento; porque f^l juego hace al hombre egoista, soberbio y ambicioso cuando lo impulsa por el oscuro sendero del crimen; y la embriaguez «o sólo convierte al hombre en un-ser irracional, puede decirse, si no que lo hace suicidade su propio organismo. Cuando en ese
ción; aqufil corazón que no latió al bello sentimiento del verdero amor, durante su juventud y al principio de su matrimonio; al ser perseguida por los jóvenes que pretendían asediarla, empe zó asentir, primero, la compasión hacia el sér á quien se había unido, y luego el cariño pero ese cariño que llega hasta el sa
crificio, ese carillo que es todo abnegación. T bábía que ver aquella orgullosa y voluntariosa joven procurando luego dulcifi car las horas de aquel infeliz esposo, que era mas desgraciado que criminal. Había que ver a la esposa indiferente, como pro curaba entonces extrechar los eslabones de la cadena de simpa-
fias que quería ahora formarcon su esposo, en virtud de un ra3'o de luz que iluminara su espíritu y le hiciera comprender la misión que le hnbía traído al hogar de Gaetano. Yed^ como to do es Providencial: del sufrimiento que anonadaba a la joven
esposa, surgió para ella un bien inapreciable: el de quedar apta para hacer frente á las vicisitudes de la vida planetaria, y para dar un paso mas en el sendero de su progreso.
planeta impere la Lej'^ de Amor, y el sentimiento de fraternida estreche á los hombres, uniéndolos como verdaderos hermanos,
desaparecerán esos vicios censurables, como el juego y la embria guez, que causan la ruina moral y material de tantas familias. Ved el cuadro que que ofrece el hogar de Gaetano y
ciellina. Aquel haciendo víctima de su ambición y de sus vicios á la bella napolitana, y ésta pasando por una prueba terrible qn® había de decidir el porvenir de su felicidad espiritual. Y esta prueba surgió para ella en momentos azarosos en que desespe
rada por el inicuo proceder de su marido, acariciaba la idea cíe
suicidio para salir de una sitación tan angustiosa. Graciellina» como hemos dicho, era de una belleza no vulgar y al notaise o
la sociedad napolitana el estado de escaséz que la rodeaba, y vida licensiosa do su marido, no faltaron proposiciones
zosas por una parte de la juventud depravada que vivía en ss' poles, la que quería someterlo todo á su voluntad, creyendo q i la dignidad del matrimonio era una palabra ''hueca", todo p que algunas incautas se habían dejado arrastrar por
faltando a sus deberes y haciendo rodar por el suelo el
sus esposos y familias. Esta prueba fué
'
Jao
ra Gracielliua y hubiera sucumbido a ella a uo fuerzas suficieutes para uo caer en el abismo de la desnon
Gracias á los sentimientos de virtud que le inculcaron sus amoi^
sos padres, gracias áy los consejos con que le leresa, cya am saSor Purificación su predilecta hermana
tad frecuentaba, pudo salh- triunfante déla prueba. ^ sa extraña! se operó en Graciellina una completa tiansíoima
i liti
-87—-
criterio, hasta que llega un momento en que
lado por completo. Así aconteció á Cxaetano Gracielliua: que por aquel dineroilícitos que 3'^ . sa padre, eracreía ganado medios embargo tomaba aquel dinero que, con
sin . Qggg. y queé
mane Tas manos, y\o -alistaba en
-i
sustor-
pes deseos. Graciellma, victima de i-.-Uellino de las pasiograciado, que se dejaba arrastrar poi e ^ ^ deslianes, le llegó á tener "" t^nciag. La pobre napoli-
cer darle quejas taiia,sinregenerada pornilahaceile virtud suf
'resig.Usada lasrecibía vicisitudesalgún
de su penosa expiación planeta ■ ^ jjjaá, visitar á su consuelo, cuaudo, abandonada cerca de su moqnerida amiga y hermana leresa q , ..¡ g \ g„g pesares, era
md». L» ainistnd Is otisp»
'
y t.snquilid»d qn.
«1 oáais donde lefissonbs I» sed de ntnoi J ®®"tía.
Gaetano tenía un amigo
le unía una couffauza y "c ca
CAPITULO XXll.
i
> L- ^ iio,«ndo Luisrgi, con quien
joven de buena y ejemplar cou(
™
límites. Luiggi era un
' nosioión desahogada, que
^f^ble y de^ simpática
le permitía vivir de rentas, y ¡ge^ia en que se veía obligado fi gura. Estejoveu.ápesarde a jg quería ená vivir Gaetano, siempre procu ^ cuando en ella estaba
trañablemente. Iba á 'f
El Qíxe á hierro mata —nr
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Ti
á hierro muere
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gg'uo si fuese de U familia
su amigo, y Gracielliua lo "■!" ^ je encomió. Una iioch.e pues él s; portaba de una dió -la coiucid^ocia^^ fué Luioo-i de visita á casa 4® ,^^®A g,es momentos con Grao elli-
I Mil I II "
que éste no estaba en ella,
■-■■iMi I rwfll—wtggp»
s
na y se retiró inraediatameu •
OIDOS de Filippo y María, Hcg» la nueva table situación en que
manera digna de comportarse Oiaciellina e." MW/jWJM
Srtan acfrbos de su vida,
foa tan aceróos ae au viuíi-,
"J^ia
-noinen-
^
'pareció ■"* toc¡S£» ^comu^ r .aí^cldar, creeilo, peio com gn lo íntimo del sci Loioiies de q»e brotó Ift duda, dii( ''.'1 conducta respecto al hoga . y sigilando •
£aga"n
haciéndole vnil».' es quemanera siempreactiva, estaba creyendo ,i,.tuo-
«.á» n.ás ra perdiendo e. ratonar de
.¡ocleua ñvolcan sn .nogar que heivia mientos
Gaetano
costumbre, y disi
_
pa«¡.»gu razón. P", " ÍS'q.f «ñ s» ^ oihfíirientos
i alimentaba e"
^jgto bajar desgraciado, por cieit j.^ participarlo desgraciado de odio, lo había llamado l^aia p^ ^^.^giellina. _ á un hombre de la „u iudustrial, 4^?° Qj^etn^no. Este que tal coufidencia ^ casa '^®"*^®7gmnia T en vez de brerería establecida t gélo era "ua ca , v atener-
acogió como
procurar
^
con su esposi
ui.a palabra
°°"^^gi;abÚ.ación y estuvo^ á salir, y tengo que
«e, se encerró en su nit
\uy
.
liasta'la siguiente nocne q ^ ir muy lejos." / i ^^ue sucedía ci y
G-raciellina, agen^^
I. di¡„, y ..
buscar en les ^
alma, que qgofo no y áellosconsuelo pocos momentos lieg IiUig&
esposo amiga del jnarcbó Gl'aeta-
i»»» 1"™""-"'"'-
— 88—
Griicíelliiiíi le coutesto que su había salido. Liiiooí sólo perniaiieció allí alguuos momontos, despidiéndose de Gracielli-
iia y bajando apresnradanienfco la escalera. De pronto oyó Graciellina una detonación que le dió nnicho miedo y la hizo recojerse en su aposento; pero ¿cuál no sería su sorpresa cuando vió entrar
a su esposo que ebrio, loco, puede decirse, la llamaba y al encon
trarla, disparó una pistola sobre ella exclamando: "¡Infame, ven
días mi nonra!". . ..Graciellina sólo pudo pronunciar estas pala bras: "¡Soy inocente!" y cayó exánime sobre el piso de su ha bitación, convertido su cuerpo en un cadáver. Muri() violenta mente la bella napolitana á la temprana edad de treinta y tres años. Sobre aquel espíritu infeliz se cumplía la terrible senten cia evangélica de "el que á hierro mata á hierro muere". El espí
ritu de Gaetano cobraba una deuda contraída en Judea, cuando caía asesinado traidoramente por Samuel. Pero no creáis por eso que el espíritu de Pedro viniese predestinado á dar muerte violenta á su esposa. Esta debía deseilcarnar en esta forma para expiar la falta cometida en otra época. Y Pedro debía resistir
el impulso de sus instintos perversos. No lo hizo así, y sucum bió otra vez en el iuñerno de la expiación, porque su punible falta, cometida en virtud del libre alberdrío, le reportaba in mensa responsabilidad.
Gaetano, después de cometer un doble crimen, pues había
GAPITUbO XXIII.
Regreso á la ver=
matado á su mejor amigo y á su esposa, intentó suicidarse; pero no lo dejaron sus amigos y los agentes de la autoridad que ha bían subido á la casa al oir el doble disparo de un arma de fue go. Reducido á prisión y sometido á un proceso,. Gaetano fue condenado poco después por la justicia humana.
Cerraréraos, pues, las páginas de esta quinta existencia. El espíritu de Lniggi era el del poeta Agenor que en su anterior existencia había por fin entrado en la senda de su progreso y
había venido en esta última á ser un buen amigo de Graciellina,
para empezar así á formar la cadena de la unión. El espíritu del capitán Héctor animaba al sombrerero que delató ante Gae tano á su antiguo compañero, por satisfacer el sentimiento ó im
pulso de odio que le inspiraba la bella napolitana, prueba ine
quívoca de que ese desgraciado se revolvía aún en el lodazal del mal, tascando el duro freno de la esclavitud moral, de los vicios y de las pasiones.
m nuierte violeuta viene & ««f
"íñ
m¡&M^ suefio personaprofundo un narcótico ^ismo tiempo y ^ 'g^tremecen todo susobre.or-
^^^^^vieuen fuertes coiivuImou , guando pasa por a Ranismo. Otro tanto l^«"°®f®/„^desencarnación prematura terriblo prueba de
y violenta. El espíritu uo se
qwe no es decible, al sentir
nta de su estado y sufre lo
°
un modo repentano de
¿uto sufrió la pobre G-racie-
lazos que lo unen á la le produjo la bala al peuel'ina al sentir el punzante 9 ^,Jo la exasperaban! Aquel t'-ar enaguidTy su pecho!doloroso ¡Qué se sufrumentos jmciendola ««efio prcdo^n ^ yo. Mas, como permanecer en el espacio, sin nocí
.mjtió que mi
«>empre Dios vela por sus «"atu ^'^^j^u^ola ver que eia
Protector la sacase de aque ^ gu verdadera pa"'^ (jrao.eil.ua salió de otra que el mundo esijintual.. °
««Pirita libre que había regreaado a
-91— 90—
su turbación, con la a3m(la do su ^nía, este la invitó á luia ex
cursión al planeta tierra para visitar los lugares y seres queridos. Y en efecto, descendieron á la tierra, visitando primero la casa
que Gracielliua habitó últimamente, y después la morada de los padres de Graciellina. En ambos recoció tristes impresiones: en ^
'otro, porque habían tam-
^
^
rimientos que
les había ocasionado la muerte de su única hija, de la cual se
creían en parte culpables, por el abandono en que la dejaron, cuando solamente lo fueron por no haber procurado educar sa
espíritu para la lucha planetaria. Siguieron visitando y fueron á una cárcel y Graciellina vió al que fué su esposo tendido en
un mal jergón, teniendo por toda morada un pequeño cuarto de cuatro varas ó seis, cuadrado donde tenía que hacerlo todo, vivir, comer, dormir, pues estaba separado de los demás presos,
abandonado de todos, y enterrado, puede decirse, en un antio asqueroso y repugnante, como un irracional, atado con una pa sada cadena, sin tener un minuto de distracción, y solo,
acción. Graciellina se conmovió profundamente al contempJn.^ ^
biera querido por un impulso de su alma, librarlo de tantas p®^ nalidades; sin embargo: aquella corrección era necesaria; gana^ ba el espíritu sufriendo mucho. Aquel espíritu era de los c es graciadqs que necesitan conmociones violentas para ver la luz y entrar'en el sendero del progreso.
Hay hechos que pasan inadvertidos para vosotros, á los cua les soléis llamar, á veces, casualidades; sin embargo, esos
tienen, cofno todos, su origen y su fin providencial. El .9"®. separase á Gaetano de la compañía de los demás presidian , contribuyó mucho á que su espíritu sintiera remordimiento, j á que-inspirado por algunos caritativos.seres del espacio, rase hacer menos penosa su expiación, revistiéndose de y aceptando resignado la condena que le impusiera
^
humana. En aquel oscuro y lóbrego calabozo empezó ^ Gaetano el doble crimen que cometiera, m-ocuraba
á los qniuce años de estar en e. presidio.
ayudarle con sus influencias; cumplía ese deber
P'"" «yor
gfusto cuanto qqe deseaba que aqijel desgraciado se levanta
pronto □ üO de Cltj 1»..abyección. 'l«-« tult-'J' üVyv./iv.'"* _ T» T «nrnuetx Gbiebenética y Vil labor no fue perdida, r^ Su benéfica y cantan caritativa porque
taño, en medio de los sufrimientos cruentos que le to . , hecho, y deseaba reparar con creces de bien los males 1"® por el daño causado por sus imprevisiones y ligerezas, claman P
hfi SU expiación, sentía güi.x.»"-- — —
do se verificó su d¿sencaruación. ese espíritu iba d'sP"«sto ^ entrar en la senda del progreso, siendo recibido na y otros espíritus que contribuyeron a que saheva etó te pronto de la turbación.
^®
/n'el eran li-
tauo á ver la luz. Gracielliua se dedico a
bro del infinito las fases de sus diversas
gu pro-
ta de ellas adoptar los propósitos q»!®
(,-.e.o i.teUctL y aprende mucho el
f^gj^rrolla sus facultades con el
i'i:: .¡...d
Eo'"^
oUi idnd, P»' ''?'"'"«"'5 'Í°5'„tauót»ndo dowy «nducÍMdo espinas y abrojos y el del inm o
Axniación, y en uso
• aquel á la perfección, este a la^^^
botado
de la preciosa facultad dei 11
conciencia, que continuamente le acusaba su fea y vitupeia
la situación de aquel desgraciado, lo perdonó de corazón, y
los espíritus de Luiggi y Graciellina y pidiéndoles porddii por haber cortado el hilo dé sus vidas planetaria y demandando a Ja vez perdón al Dios de las misericordias por haber asesinado aqne-, líos seres que venían con los propósitos de unirse a él por el amor y los únicos que podiau brindarle cariño. Asi es que cuan,
.1 Oledor ,d
I'"?.'»'!
de ser bueno, com-
y pr»cU.« 1« W
batiendo por todoR los medios
-jj^offiriones ^ pai'n- realizar
bliiue del ».nor 6D todas se»
^Itíma Vnifímn existonoia, existencia, quedí quotiu en
eso»i pi opiiaitos yiielve ^• propósitos vueivo otoa wu.
Graciellina del estudio de parte satisfecha y en parte ®® a j.q había dado un paso mas en el sen
jjgbía expiado' algo, 8U progreso; pero no gi amor con sm-
había desarrollado el sentimiento ni^p sentidos, ceridad, puesto que se hizo escla existencia dedicada y esta circunstancia la , ge„fc¡uiiento, rindiendo t"hnto a exclusivamente á desarrol a ^ pesada carga que 1 n^^a aligerau graciellina, m amor, parai-a continuar continuar ¿igey Graciellina muiodo cuan^
sobre ¿US hombros. Eu taj J ^tud peregrinación plf llegado el momento de ?o"^'^„aole la esperanza adormeció en el espacio . i-jr por sexta vez al pía pronto su redención, para habitar p
se
para sus cariñosos padres. ¡Ciertamente! La primera caricia de un hijo, en su cuna, es la apoteosis de la felicidad, porque en ella no vemos más que el dulce lazo que une los corazones de aquellos seres que vienen á remlir tributo a la ley de amor.
¡Qué precioso cuadro ofrecía el hogar de Gonzalo y Laura, cuando se extasiaban contemplando á su hija en la cuna, la que
pagaba sus amorosos besos con puras y dulces sonrisas! En esos momentos formaban aquellos tres seres una cadena de amores cuyos eslabones fundidos en el más purísimo y sincero amor, no
había poder humano que los pudiera romper. Y esta cadena y estos lazos.de amor, no eran formados de momento; eran los re
sultados de propósitos realizados en el mundo espiritual; en una palabra, era la resultante de la lucha planetaria que sostuvieron esos espíritus, que antes se profesaron un odio qu| pm;ecia inex
tinguible, pues son nada menos que los espíritus de ñor, y Ulises, padre, madre é hijo
tencia, que babían extinguido la antipatía y el odio
existencia.
fosaban, por medio de las leyes de a
inación, viniendo hoy á realizar
nos espíritus, que no eran otias que,
EN ESPAÑA.
ííre.so y rehabilitarse con la practica
CAPITULO XXIW.
íainilia de los esposos se unieion a nio.strnciouea de alegría el ingreso ^ Transcurridos algunos días s
propender á su pro
-.P P . . .
^ "^tron por
Ei natalicio de aquella
nombre Leonor, se celebro
de una manera suiituo.sa. ÍTT''*" Sus p
Cadena de amores.
celebrar con de-
P
hogar. bautismo de la niña
estaban en situaciiin
.......iin «Áretnonia del aquella céremonia
desahogada, creyeron que culto católico de una maueia ^ . UílüUílUU
^ra demostrar el cariño
iuútil, pues el bíiwtismo
viva de las virtudes las
Ellos, en las creencias que que sentían por su idolatrada Ija. niKis O" ¿ piog gastando dominaban en aquella época, c^^ material completamente crecidas sumas para celebrai n,.isto fué el del espíritu,
ó sen lavarse el hombre con el ngua UORRIA el año de 1297. Allá en la pintoresca y simpáti ca ciudad de Sevilla, vivían, en una de las principales
calles, dos jóvenes que, unidos por el lazo matrimonial, constituían una familia feliz y dichosa, pues en su hogar
se disfrutaba la' paz y la tranquilidad que traen la unión por el
cariño y la simpatía y el ferviente crftto al amor, á la virtud y al trabajo. Gonzalo y Laura se amaban con delirio y, en la época que empieza nuestro relato, á los diez meses de haberse realiza do su matrimonio se disponían á celebrar el natalicio de una
preciosa niña, que cual ángel de luz, venía á ofrecer con sus ino
centes sonrisas, que retrataban al cielo, un mundo de felicidad
«e
manchas de los vicios y
espíritu y no lo
fflHcidnd; en vez de someter .a
vtojíui ascender asceiiaer á » los mundos ;ntelií?e"<5ia ^ dejan inteligc"®'" desarrollada a que /,noiií1o la la razón le. UQ ser que no tiene p.nnciencia ni rechace, cuando razón le acepte creencias que quiza d P creencia se basa. Aquellas liagVveViós'«roi-eBe» que u» tuviese» "" P»"
iir»
.lialdbuidu. eutve
sumas distribuidas entre ra
^^b'ezu cabeza "«,1» de la i»»e¿ute^«™;
K,t,tuS,ír.Ve^e^e.«.iau. que giícirczrisébíeua»
^
—es
—94—
res. Sus juegos eran inocentes y la eclucaci(3n que le iban (lan do sus padres era sólida, basada en la moral. Con tal educación era la niña más querida de todos. Ella era dócil, apacible, afec tuosa. Sabía aprovechar las lecciones que le dabau sus amautísimos padres. Cuando tuvo la edad correspondiente fué pues ta en la escuela, donde se atrajo, con su comportamiento, las
simpatías de su maestro y el cariño de sus condiscípulos. Todos
los padres deseaban que sus hijas se reunieran con Leonora. Y era que la candorosa niña, con su rostro angelical jsus maneras
delicadas se atraía el aprecio general. Leonora érala predilec
ta de su profesora llamada Inés. Una y otra se profesaban el cariño puro y sincero que emana de las almas nobles y genero
sas. Guando Inés vió por primera vez á Leonora no pudo^ me nos que atraérsela hacia sí y cubrió de besos y caricias su pre cioso rostro. La niña, por su parte, experimentaba dulces sen
saciones; parecíale que la madre más cariñosa rodeaba su cuello y le imprimía en su frente el ósculo de paz envuelto en el mas
tierno cariño. Y no se equivocaba. Las demostraciones del l^uro y sincero amor de Inés tenían su razón de ser; eran remi niscencias de un amor del alma, de épocas lejanas. La maestra
que iba á ofrecer á Leonora pan de la ciencia, era el espíritu de Elena, la que fué esposa del Capitán de bandido en Grecia. Ved pues, cómo el afecto que brotó del conocimiento de Inés y Leo nora tenía su historia fotografiada en el espacio y en la concien
cia de esos dos espíritus unidos, ha luengos siglos, por la cade na de la simpatía y la gratitud. .• i Siguió creciendo Leonora rodeada de cariños y adquiriendo buenas costumbres, creándose un genio apacible y un carácter
respetuoso, apesar de ser simpático. Leonora salía á la calle, a
paseo, y cuantos la veían exclamaban: "¡Es un ángel;la felicida de sus padres; con su modestia, con su dulzura, seguramente que sus padres son dichosos. Les esperan dias de ventura.' Esa
fué la infancia de Leonora: querida de todos y mimada de su
familia, sin dejar de darle una buena educación y los mejores
ejemplos. Creció Leonora á la sombra bienhechora del amor, y,
como consecuencia natural, no le gustaba la ostentación, ni e
lujo ni niguna de las exigencias de aquella sociedad, laie
costumbres que están arraigadas en el seno de la
y que tanto trabajo ha costado y costará exterminar, no naoni encontrado adquiecencia en Las diverÜ1 W— el corazón de Leonora. /lorín. . 1 _ ^ _i.^ 1 ^^ 1-^1 i/trka nlln. n.na . los espectáculos públicos, eran para ella cosa^ I. . ?y r\T\ 11* Ó. nn /»Y">n xron f.n ntIA había V su distracción consistía en ir á un convento que
sioncs
COI e
de su casa y permanecer allí horas y horas orando en de las religiosas. Cuando tuvo una edad como de veinte anos,
quisieron sus padres que frecuentara la alta sociedad;
ñora se negó á ello y, al contrario, manifestó a sus padies aidien
tos deseos de entrar Como novicia en dicho convento y profesar.
Al principio cansó extrañeza tal resolución. Pero como Leonora da y accedieron, al fin, á sus pretensiones no sin exclamar su cariñosa madre, derramando lágrimas: «Mi hija no estam mucho en este mundo; se me irá pronto para sienapre, pues esposa del Señor". Y en verdad^ que debió "Mi hija quiere ser un eslabón mas de la cadena llamada monlaniaino que aprisiona á la pobre humani ^ • «uien desde insistía de una manera formal, sus padres no sabían negarle na
L« «l»c»e¡í« que recibí» Leoeere d.
fT' !
que la niña tenía siete años la llevaba
todas las semanas confesaba y
sión en aquella virtuosa joven. E
ñeci-
encargado de la
frnnnuilo v dulce de
Perrocui» co.ociC
Leonora y pensó seguido hacei
lo cual consiguió ^
de 1» Iglesia,
contémpla
^día elevarse á Dios para la sal-
tiva era la mejor ofienda que po .,
vaoióu de su alma y la de
se resolvió satisfecha Leonoia ^ padres', con harto sentimiento, P diereu loa pasos "ccesai'oa P»» cienes. El fanatismo había tiiuntaao un
i_ga
Por eso, pues,
co»^^
I aaa
¿e no contrariarla, jg^lizase sus aspira^
—97—
Eutr<3 por fin Leonora en el convento, con un pesar profun do de.sus cariñosos padres, demostrado muy patéticamente en
los momentos que tuvieron qne dejar a su liija enterrada en vida en las cuatro paredes de uu monasterio.... Leonora, fanatizada por el Párroco, sintió separarse de sus padres que la querían con delirio; pero este sentimiento se borró pronto con la idea de que iba á profesar y podría ayudar con sus oraciones y peniten cias, á la salvación de aquellos seres queridos. Ella vistió el
traje de novicia, siendo recibida por la comunidad con grades demostraciones de cariño y simpatías. Desde e piimei ( empezó á dársele la instrucción necesaria para su profesión-, que
ImL d. veriñc».,. 4 I-.S .6¡. me..8_ <le hab» wrasado ™ «I convento Lleffó por fin el cha señalado paia Leonoia tomai
los Lábitos. Ese dia se creía ella
era para ella la palma que se le ofrecía
lanera suubien'aventurados. La --moma se ce ebro^de~
tuosa; á ella asistieron Gonzalo y
•.9
mente conmovidos al celebrarse
•
Leonora
Murió al
Se hizo la
CAPITULO XXV. esposa del Señor, según cree
¡bió con fe y sin-
Sor M,m» de 1. Co„»l«e.b..^¿«
4
ceridad los hábitos, y se
La esposa del Señor. los qne se han eílucaílo en el catolicismo, la vida conventual es nna vicia santa, donde no tienen acceso
las tentaciones de la materia y donde las pasiones adormecen al influjo de la oración, los cilicios y la p©*
uitencia' Pero no hay tal cosa. El hombre, así como la mujer, .
I :
' i-
cumplir deberes con granlos fervor; conque frecuencia ayunaua
y se^
de sus
x.Ytniñeza qn© inugu^a de^«4.^ sus ci ceraciones, aeraciones, auuqne huulimc notaba ^ con^ .. cuando llamaban al retrectocompañeras hacíau lo inism . , , gj altar de la Iglesia, rio era que eutouabau preces meses cumpliendo satis1
Sor Consolación estuvo
eXliHnc/dít
^"ggb^vrde
estable-
factoriamente su misión de ^ja en que el hastio por cidas oidas eu aquel couveiito; ^f'^gcio 1 ' , de prácticas que tema que una parte, y por otra el cansa j„bnn sus compañeras, in-
están revestidos de materia, animada por espíritus mas ó menos
hacer sola, y «1 mal ejemplo q culcaron sulcaron eu en su su candorosa canfioiosa ala ^ _
Verdad es que el hombre puede refrenarlas, y el mérito esta en
compañeras y juntas pasa '. . gpg aspiracioue.s. a los cuales se coutabau sus 'jg de una de las piimeias ■
imperfectos. Y las pasiones que el espíritu lleva en sí, se desa rrollan con ma^'^or facilidad al pasar por el organismo animal. hacer esfuerzos para ello y en utilizarlas para el bien. Pero ex
tinguirlas es imposible; no podrá conseguirlo aún ya que en es
tos planetas de expiación se viene á luchar con las pasiones hasta que el espíritu alcance completo dominio sobre ellas. La bella y simpática Leonora creía, en su candidez, que iba á ser dichosa en el convento, disfrutando una vida santa durante la cual su
pensamiento no estaría más que en el cielo, sacrificando con gus to su cuerpo para hacerlo más accesible á las pasiones. Y cuan equivocada estaba la bella y candorosa ]oven, porque las inoup». consumen, por tener que contrarrestrar las leyes naturales,
se
y no poder refrescar su alma el rocío divino del amor.
u-a ya la entu.siasta
Amentos de espansión dnraut^
ei
el convento una novicia
de U dmíad á la.cual
Imilia á profesar porque e la
le á-l'^ba eu posición,
pretendía unirse a u u min^
Con esta novicia, qne
^ i,^g demás, no jjúscó amigas amigas enwe entre sus »u»
ggp el
oímoati/.ó ronceo
heroína. desde
M8H„d.
•on se esta ^ j^gj.p.j^úas de corazón
el momento eu que "f^^'vgrds'i^—® i^^iI'ffioóHto^^ venía co.no If,;® .¡gmemel de&^ lies tan íutimas íutimas com" / „ovicia e»'»' c'' el
El .euirit,. qn«
'.IV u.
—98—
de Leonora el amor pnrísímo del alma. Por eso, cuando las dos
monjas están juntas, se creen,(como lo son, en efec.to) conociclas de antiguo y relacionadas desde otras existencias.
Sor Redenci(3n contaba á su amiga todo lo que sufría y lo mnclio que amaba á su prometido; haciendo nacer en el alma de su amiga, con sus vehementes confidencias, sentimientos y de
seos para ella desconocidos, los que ésta procuraba atajar y no lo podía conseguir. El celibato forzoso es un tormento más
ciuel qiíe el de Tántalo. ¿Sabéis lo que es desear lo imposible, sentir dentro de nuestro ser un alma que desea dar expansión á sus sentimientos y no poder ni siquiera pensarlo?.... Es horri
ble. No hay, lo repetimos, tormento más grande para un ser. encarnado en un mundo de expiación como es la Tiei-ra. Sor
Consolación oía hablar á su enamorada amiga sobre los proyec tos que había concebido con su amante, sobre las horas de dicha
que había pasado á su lado, la ternura y cariño que la dernostraba y todo ésto se fotografiaba en el alma de la inocente monja y»
luego alia, cuando se retiraba á su celda, sii pensamiento iba re cordando uno tras otro aquellos cuadros que la fantasía hermo
GAPITUbO XXVI.
seaba en sus contornos haciéndola aparecer como heroína de tantos y tan frecuentes momentos de felicidad. Y esto le hacía
daño; ella procuraba orar por si eran sugestiones diabólicas, pe ro en vano eran sus preces, concluidas éstas aparecían de nuevo
aquellas; eran sus pasiones que se revelaban en su espíritu con
Amor platónico.
más fuerzas que nunca por el estado de reclusión en que se encon traba. ¡Lucha terrible que había de consumir á la i:)obre jóven! Aquellas emociones en el alma enfermaron su cuerpo. Empeí^ó á palidecer; un desgano muy grande la impedía comer lo nece sario y frecuentemente los nervios le hacían sufrir de una mane
ra horrible. Tuvo que acostarse y en la cama fué cuidada con esmero por sus compañeras y en particular por su íntima aniigí^' ünas y otras ignoraban las causas de su mal, pues á nadie se Ins
había comunicado. Esta reserva, aun con su mejor amiga, causa de que sufriese más tormento íáor María de la Consolación.
Cou tan buena asistencia, mejoró la saluvl de la monja; pero
bol oou ConRoInoi<5n o nuevo j,, jcoQvenfcu • ]g iiabia situado producido «"."n pnobloSor cercano a Seyd ftla^^^^l^^ distraccio-
Wi ™"ín cuadrosdequeflores presentaban .<^1^ nes en e/tm>Íto el 'los .,,„j,„dos aromosas,aquéllos de veren la pintoresca priniaveia, p .
oombra al camino que re
des árboles, con sus
del alma? quizá
corre el viajero, bicieioii q ,,„evo destino más animada j más que del cuerpo, llegase ■ • _,.ggn,r otra vez en el claustro.
inspiraba lástima y era que un volcán bramaba en su corazón;
«h,tí5„d.„e coa
era que la Naturaleza le exigía el tributo que fila le había ne gado por creer, eu.su inocencia, que el estado de soledad místi
con marcada atención; delicia las simpatías eu pero que se irui
era ni una sombra de lo que había sido; su rostro cadavérico,
ca sería lo único que le daría la felicidad. Los médicos del con vento acordaron que la ^monja debía ser trasladada á otro pne^
blo; y, dados por la Superiora los pasos necesarios, se consignó la traslación á un monasterio situado en un pueblo de mejores
aires. Sor María se ausentó con harto sentimiento de su predi lecta amiga que quedaba llorando.
Sor Uonsolacu'ui fue
7" ohI sopÍ™.'» <1.1 convento
¡^egtras de ese cariño que evi]ob espíritus afines. Igual monjas que componían la
i'ecibimiento le liicierou^ as ,, .j, gus compañeras esa indiOomunidad. Ln pobre joven uoc ^^^j.^^ fanatismo, fereiuua que caracteriza a la.s aima ¿e) r-quey
viven muriendo, sin
por este motivo sufría
mpuja, pues ella empezaba ya a
® "rollaudo sus sentimientos, y se
amar y al mismo tiempo iba desalío
—100— I
'f
—101—
hacia la ilusión de que iba á ingresar eu un círculo donde vivie9 ' ■s como verdaderas herinauas, ayudándose niutiuiinente,
+ní.«V lo contrario, pues vivía en un núcleo de seres que esno completa desarmonía por su carácter y procedimientos taba do to á la moral. Sor Consolación se lamen-
iXn rTindiferentes, que no le inspide nroood? ^ hubiera deseado volverse al convento de donvailar sn« nir inesperado para ella vino á hacer
embargo, para el progreso de estos espíritus convenía no se rea lizase su unión en la Tierra, porque ellos debían amarse con un amor intenso, profundo, debían á la vez sentir el aguijón de las pasiones para probar el temple de sus almas y sacrificar su amor en aras del deber para salir victoriosos de la prueba y adelantar un pasó en el sendero de su perfeccionamiento.
Si fuéramos á
describir la vida monástica con todos sus accidentes, necesita
adquiridas^n ^ ^ iC'.ycz á poner á prueba las fuerzas su Iletrada . iV,P®^®Si'nacion planetaria. El dia siguiente de
ríamos volúmenes que no podríamos de ninguna manera escri bir; tanto es lo que se puede decir de esa esclavitud moral y
de conjunto simpáticcT las celosías del pnm r¡ a en su alma un amor'sublime'"''
sa que abdicar de los deberes que todo ser trae consigo que son:
coro ifmirmm bT' T
^ iglesia, á oir desde el
capellán, que era un joven a ver Sor Consolacióu por ^ armoniosa, y sintió nacer
Pellán llamado Fray José- r.or« ' '
®"mnoró Ipcameute del ca-
alma, no de los sentidos ' O - T? Platónico, amor del ya quedaba su llegar alma, sus oidosextasiada los tiernoscomo ecos dp"bf^ ",ncantar ángel seel conmovía que hiciese mas del infinito que infilf? celestial, de esas armouna vida mejor. nuestro espíritu la esperanza de
vento y anhelaba°vfvh-°nm-n"^°'''°''^" dichadely amado en ello de encontraba voz su alma en mas plácidas las nu»
¡^Ima. en Su oir iiuica felicidad, consistía la
'^"■"taba la niisa. iQué horas
material que el mundo llama coiisa¡frarí<e. d D¿oí<, y no es otra co
hacerse útil á la humanidad y levantarse de la abyección, aman
do, estudiando y trabajando para la redención humana. La vida conventual estaciona á los pobres peregrinos de la tierra. Muy pocos son los que pueden salir airosos de la misión que se imponen al dedicarse á la vida monástica, en la que tienen que sostener una lucha terrible de las pasiones que les inducen
á faltar á los deberes contraídos. Tal y no otra cosa es en sí esa
vida de continua quietud: en algunos produce la obecidad, que trae las congestiones; eu otros el raquitismo, la neurastenia, que degeneran en tisis, y eu todos el hastio que enerva las fuerzas del espíritu. Esto se ve á menudo: quien, en un convento, con tiene sus deseos, y los ahoga, por cumplir religiosamente la mi sión que se ha impuesto, sé tornará eu un espectro: pálido, oje
roso, con el insomnio reflejado eu el semblante, con la mirada
opaca, como si le faltara luz, —y ciertamente que le falta; por que uo tiene la luz de la Naturaleza que le invita á unirse a'l con Consola-
j un ®amor la monja, lo ínfií 7^ ^ de pij'ro sintió q^e noenvenil sifiiif
del planeta, venia del «
despedía la poreminiscencia ine traspasaba les
ino..,-
era un amo,. ®sos amores q"« monja tía el recuperando \®®'^P®''audo en su =„i.'^V®«P"-itual. salud y .^^P'^tual. Poco Poco áá ñoco poco fué fué 1la
fiiSn
1'^ mitilí iré ?
®alor que seu-
Y estfi''*"^ ®®g"'"idad de qnp' '^'^"■d^. cuando había ocanuuco puro como eranrl ^'''''iño era correspondido. eran lo y^f'hcado con la palabm^' atraía á esos dos séres, ■! I H
res delatab^ qZ ,'" sinínatí'^^r^'^^'^® «fu'ce y estrib ^ '«SKbtr°,''•>"« prohibido on^, i"^ ®®fablecida8 no .'í uástica fio?
®® consagran ' i
promesa. Los ojos aquellos dos sev»'- 1»«!«»« <1" "í "mrse en la tierra si
- hombres uo hubieran
do los Jazos iazoe de d? ^"? "ometersq ^ ®®^®a'ástica mutua yantaraalqlcelibnf"^ í'''^°?"°mpiendo de eseó in"mo S07.arian aquellos seres. Sii^
i. I| iil'
cierto universal fecundante y creador. — Y quien se ha desenga
ñado, eu el fondo de aquellos claustros, y da riendas á sus de
seos pronto cae en la holgazanería y en el vicio. A Sor Conso-
lífinf? " cumplir afttisfactoria^ contenía loa impulsos su alma yenamoiada; pero la lucha que tuvo que sostener fuédeterrible su ^ cousumieudo. Una anemia terrible iba minando su cuerpo débil y enfermizo oue camiuaba a pasos agigantados hacia la tumba. Llegó un' dia en 2na tisis HV pulmonar violenta, que levantarse la cama, se lelos declaró una había dedecortar pronto hiínt
es. b-/lí'de la simpática Claricia candorosaque, monja Sor Consolación el espíritu ratificando Z naLeí¿
ZT
?" «' fispacio'con Ulises, se aceros Pra^
íl¡
lili!
A1 "
-103-
grimas del triste, ayudando al que no puede soportar sus prue bas, siendo meutora de la humanidad que se levanta, a la que liará más ó menos mejor, segiin que eduque bien ó mal a los hi jos que buscan en su regazo el ósculo de paz y amoi. *s a y no
otra es la augusta misión de la mujer en la tierra. Cuando la
cumple es feliz y hace la dicha de las personas que a lo ean.
Sor Consolación iba cada vez peor en su ««^'^^medac : la tisis
avanzaba rápidamente. ®"terma sufiia muc o, p g„j..¡. sigilación cristiana, lo cual le vaho mucho en ® gomo se hutual. Ella veía con pena que sus/lernmaa-i le 7*"° Tía dé
ye de una epidemia. Sólo una: Sor Mana de'a PazJa serbia de Jf^mpe^ } espíritu dé
enfermera y la acompañaba y la auxiliaba co Esta monja que el destino traía al Consolación, para cuidarla en su P®""®*!!
con su cariño á formar la cadena de V^^Td^uesto rprogie! Pedro, y que ya ® ando al Jue tonta antipatía y sar, empezaba a ve^abilitnise, am
Abonos en la
la providencia de aquella pob otras compañeras y que sufría bles que agobian á la pobre Sor Consolación quiso to á dejar SU envoltura y
. ^ j j g ^¿3 terrií^gt^e. fgg¡^l.ge; sabía que iba pronTon ios preceptos de su ? Capellán del Convento,
ta de cargos
quiío „1 Mcibir lo ooDte..On <!«
ó «so mujer y
>ís:
'ií V/.
H'
i
odio le había inspirado antenmmente.^bor^^^^^^^^^^^ ^
CAPITULO XXVIL.
religiíi. Fué ll«m«.l»•
p™p«»i."do lo.impul-
so,s de SU corazón, que le ueci. . exhortacioues para que dile que la.amas con delirio , ,, que dedicase to-
sólo pensara en-el mas alia,
¿ jog piés del Señor; la
do su anhelo á que su alma ? • „ ¿ reconciliar.se con la
exhortaba también á t®_"®' P"'"'
IRlSTEes, en verrlnrl i
J tizada en una escuefa íehV* i
hoffar^nv
cuaFes zando de
Trie
abandona un día fami-
convento ^ a encerrarse en las cuatro ^
^n^ar d
un imposible,
«'r;"f™- PÓfl:, r'-'-oi» e„ el cielo, Ro-
niiento y le eToie"
todos modos
y «e co^ri
""Pulso de liw''
bieuhechor qúe l^b
"umre de í.?
^
«' vicio. Pe
Plan't^^ 'Agosta sn sentimiento
•laí, porque k
r«l^yá kveTi'^'rsevlo.s^3^ Plir en k tierra.' No Ta*'''
fioando su iuventiwl
"" iDfien'O
•" '"•'ta á sim ÍJ' Pasiones; el estaoiouft-
'« f-^'tfl el rocio
"» lozanía. Y es
™'8íóq b,?T 'T
pulmones y se apagó su vid . ^gj-aciones y doblar de campa muerta, la monja todo tueio ., gn bi comunidad; peio la mis en el Convento; reates no la verdadera que nace del
tristeza fingida de los en un sueño profundo. corazón. La monja quedó suii g^^ y gn su celda. Cuando despertój se «Tor á la enfermedad tronchó nlk verificadoque ¿-inhuma Había sfribandonada sfdo abandonada por tena ,■ .,^g,.iticado k_ inhuma
rezando ni li,,„: J '^'e que debe ciini-
b!„.rpl¡c.r..l«,q..l«P»»^^^
'ei'ra, enjugando ks lá-
-¿Pretenderán mis hermanitas
«ieodo U éS Si,""""' «""«8.i°
á'las mansiones de la luz.
conciencia para ir ''""P'."'/^7b-,n. veía en sus ojos la luz espiritual. La monja lequedó oía concomo satisfacción y oyéndole en u vmae tranquilamente. Después de
P®"ite"ois <> «»«"'
—105—
—lOá—
siempre en esta soledad? ¿me tenclráu miedo?....— Pero ella no sabía que era pura ilusión de su mente, ni podía reconocerse
en su periespíritu. Por fin un día cansada de aquella postra cion, hizo un esfuerzo para levantarse, y cual no fue su sorpresa al encontrarse ágil y buena de sus dolencias. Corrió a abrir la puerta y la encontró cerrada; qui.so emplear sus fuerzas paia abrirla, pero no le fué posible. En esos momentos sintió que m
troducían una llave en la cerradura y la puerta se abriij para dai paso á una criada á quien acompañaba la Abadesa y a la ^ ta le dijo:—Ahora tienes que lavar este cuarto y dejar las pe sianas abiertas para que se ventile, a fin de que sea pintado nu Tn ^nte y sirva para habitarlo otra mouja.-Sor Consolación quedó atónita. Luego se dijo: -Por qué esa so estalami celda y no saben que es oyque en sucedía eima en habitahaeia Superiora para preguntarle ^ ción- pero sintió un pequeño estremecimiento y
níau para alcanzar más pronto la rehabilitación de unos y otros. Cuando Consolación hubo estudiado las fases de todas sus exis
tencias se dijo:—"Volvamos á la Tierra; queremos otra vez pisar su árido suelo y para activar nuestro adelantamiento, piocuiemos nocer en un círculo donde podamos ser util a la humanidad y ayudar á romper la cadena de la esclavitud.
Elegida la familia en cuyo seno había de nacer, se sometió gustoso ese espíritu á la Ley de la rencarnación P»"-»
su jornada y para empezar una nueva existencia en el planeta donde había adquirido sus considerables deudas.
líf!
donó Hjeramente el sitio, procurando observar a la
J}"
li
diriffiendo miradas de terror por todas partes, empezó a desb
.mtor s» pobre cama y ó qaitor cuaotos fj»'?»
.ln firando unos y otros por la ventana al patio. t)Oi
irer
tencia
:a;sina"ss' e
«u.
Espacio slido'en sufri-
SrmoSU:el
uteSa d"eí
cuentra ^ f; ®ehabiHtación con el trabajo. A lograr esprogreso, buscaia . j espíritu de Sor Consolación, desto se de dedicara en con el sup g ua y otros pués recorrer otros ^seres que la amaban, parte del infinito, y de existencias y
que luchar pafa llegar Crso^^^^tendráaígún tiempo en el es-
ápació la nieta apetecida. para - ^^lyer preparándose volver á la tierra á continuar su p©^® grinación
con los ©spi^it
José, Gonzalo, Pania, Sor
ftcflidiaban en la graudiosa obra del U
íll 'I
-107—
En el seno de esta familia ingresó Consolación, con la en
voltura de un robusto y herraosísiino niño, á quien se bautizó con el nombre de Arturo, y al que recibieron sus padres con
cierta indiferencia hij.a del cax'ácter y posición de éstos. Su ma dre lo quería, sentía muchas simpatías por él, pero conio hemos dicho, era muy amiga de las diversiones y éstas absorbían casi todo el tiempo que podían dedicar á su hijo. Su podre procu
raba simpatizar también con el, pero era mas serio, más fiio su
cariño. Esto sucedía porque Fernando y María Antonia, padres
de Arturo, eran los espiritas de Pedro y Ageuor que se habían
unida otra vez en la tierra para ayudaa á Ulises en su progreso,
Séptima existencia. En España por segunda vez.
pagando con cariño puro y sincero las deudas contraídas en otras eyietencias. Ageuor, aunque había entrado J"' 8®°"
da del progreso, no.cumplió satisfactoriamente sus deberes de madre, que se impusiera en la axistencia anterior y tema que volver á ejercer tan sublime misión para purificar sus sentimien tos; y por esa razón vuelve á serlo otra vez. (f^nnr v te, tenía como hijo una deuda de cariño contraída con Agenoi y
CAPITULO XXVill.
AcompañadTunicamente de
En la opulencia.
síte
tación, mientras su madre gus a a
Arturo la me-
aislamiento contribuyó a que Inncolía y ese hastío propio del que
voz carifio-
Ra que lo llame, sin una mana frente y venga con sus
,
3^br.e ,su
disipar las ideas lúguen que se siente el frió
bre quAse conciben en esos
Í682 existí.i en Madrid una familia de posición desalia-
í'gada, qne vivía en una calle principal. Por sn puesto y por su orgullo, podía tomarse como de las más opulentas. T, en efecto, lo era. El dueño de la casa, Hft' mado Fernando, era banquero que giraba por miles de pesos y
figuraba en la categoría de rico. Era casado. Su esposa—Ma ría Antonia—era muy aficionada á las diversiones y á dar mu
chas fiestas en su casa, donde se reunía lo mejor y más escogido
de la sociedad madrileña. Ellos eran felices, disfrutaban de^ !«•
paz en el hogar; pero como las operaciones de banca absoibían
toda la atención de Fernando, y las diversiones ocupaban el pen
samiento de María Antonia, no había entre ambos ese lazo ínti
mo que se forma al influjo del amor espiritual. Por lo tanto, la felicidad que difrutaban era ficticia. Ocupados en gozar las de licias que les ofrecían el gran mundo y las riqueza.s, no se cuida ban de las afecciones íntimas que se desarrollan allá entre los
seres que rinden ferviente culto á la sacrosanta ley del amor.
nifio. Este nece-
de lapara indiferencia infiltrado ® ^ .ge alagado con demos, Rita desarrollar sus sentimien^^^^^ traciones de carino, y el po
.
rencia y frialdad conque lo tn taba su ay
yeai mujer asalariada
oue nn smitía por él ninguna simp madre, acariciando nia cria María Antonia cría "«"^^^^se, á cuando salía al paseo y
á su hijo porpues la rnftfiana mañana ^ pm^ noche no^he á su casa, la tertulia; cuando aregresaba enterarse de suya eses
taba su hijo dormido y se e «-níritu que viene á la tierra a bus-
tado. ¡Qué triste es para el
car amor, cariño y
apatía y el despego. La
Jj^a sólo la indiferencia, la.,
por 1®
®
¿e 1» familia, sino los que
los espíritus goces ® „ jos de reímirse para pasar las ha creado la sociedad, "V ja murmuración de 1®®.^®^®®horas entre el bullicio de 1^. '„acen entre los comitentes tos del prójimo y las 1'®®"" f Las riquezas son en verdad con la asiduidad á esas leu
- 108—
una prueba muy rlifícil de cümplir bien. Necesita el espíritu tener bien templadas sus fuerzas pasa resistir la prueba y salir triunfante. El rico cuando no se deja dominar por la ambición, el orgullo y el egoismo; la molicie, el lujo y los placeres enervan
las fuerzas de su espn-itu y no le dejan dar un paso en el camijio
de su mejoramiento. Ved, si nó, á Fernando y Mana Antonia que ofuscados por las riquezas, se olvidan délos propósitos he chos en el mundo espiritual y hacen víctima de su indiferencia
al niño que venía á buscar en su regazo el cariño y las simpatías
que necesitaba para salir airoso de su misión. Cumplió Ai-turo seis años y sus padres resolvieron ponerlo en un colegio y darle la educación que correspondía á su clase. Se le matriculó como interno en un colegio dirigido por los jesuitas. Toda la semana la pasaba el niño en el establecimiento escolar y sólo se le per
■^11.
GAPITUbO XXIX.
mitía ir á su casa los domingos y dias festivos. Estuvo Arturo
por espacio de tres años recibiendo la instrucción primaria y secundaria y, como era aplicado, aprovechaba bien las lecciones que recibía y tomó el grado de bachiller con J'®'
bresalientes. De allí salió para ingresar en I^Un^ersidad. Fei-
Nueva deuda contraída
nando quería que su hijo cursase la carrera de Medicina, m por el lujo de que ostentai-a uii titulo universitario, que paia
¡ERNANDO, conturbada su
oue practicara su profesión. El no la necesitaba para vivir.
La educación que Arturo recibió de los jesuítas ei-a basad
tpb
' queza, de8vió su ^'1®
en el fanatismo. Se procuraba adornar su enteiidiiniento co»
^iviar á la humanidad
diendo que es^®
uecesitaba su carrera para
bastantes conocimientos; pero no se el #.-.£infA ríA In verdad el affua viva de la moial, la vntua y ^
«.Kstssis. doliente, vivir. ¡Error funesto
¡jabía de lamentar! El trabajo i.„«n|07a Sometiéndose a ella, el
so oé1;;,;^ priosipio» de trnternided y de virtud ee le eoeenab» ge» /.nn los deberes señalados por la Iglesia y asist endo
hombre se engrandece
.J c„ando están cubiertas las ne-
e,
cumpliendo c pootuolmeote «I oultó núblico, p^^sería considerado como ,, un liom bre piadoso, y Dios den amanas Bg
^
rf."r^ar
—'XX aes
ee%ffln.ee enn
^ cedida que
,fvez"oX"« í» I"""'""''
L, inelodibl, f
P»..g«
trabajo se adquiere lo necesan y hombre su ac„ adquirir con esto la riqueza tividad en bien de sus semejan^ .^oi.ales, la que se 1 eva más apetecible, que es la joven educado en la holel individuo al muinlo espir tuaJ. ^ gi ho gazan aco^ gazanería está expuesto a c"®' e" ^h^oa ser molestado pnia
cesidades de la vida
i
tumbrado.ya á la "ol'®'®'J°n cuando está en la
I
Veeh«r el ««"P" ®°n'rtato é 1. adolesoenL AI enmplir veioy I«a nqnezes. Ll g Médico oiroj.no, dnlid te y dos años de
antea brillantes examenes J bnl»b» el elnuetro
recibiendo los plácemes que le tn
„ estableció definitivamente p, de
pero como a su paar
de Médico y le ofiecia t ella, éste posición era
fortuna pai» 1
.ofouaba
^oces qne le 1 P^^ se fué acostiim-
la 1"'®°!^""^'P. ; ¿ fioo y <''®*'"^"'f„ceres. Dedicaba su tiempo
t':ñtio^°t:nr;U%.%iríibEtoé.."L.yae> tr.b.jo» n. «evelarse por hacerse un porvenii.
brSo éi. vM» '1« á divertirse y
^
i*!»
""" '
I
—no
tes. Un dia, fatal para él, vino en sn busca nn pobre hombre y le suplicó fuera á recetarle un hijo, que padecía de un fuerte dolor en una pierna. Arturo se negó rotundamente; pero aquel padre rogaba aferrado, suplicaba, y el médico sintió impulsos de complacerlo; su mirada le atraía; pero 3^a se había negado y su orgullo no le permitía volver sobro su negativa. Acalló, pues, el impulso de su alma ofreciéndole una receta para el enfermo. Aquel padre aceptó con alegría. Mas, con esta acción Arturo
contraía una nueva deuda que un dia había de pagar con cruen tos sfrimientos. Las faltas contra la ley de amor no quedan im punes y sólo se lavan á costa de dolores y con lágrimas. Algún tiempo después, pasaba Arturo cierto dia por una de las calles de Madrid, y vió á un anciano conduciendo en un ca rrito á un paralítico que mendigaba un pan para alimentarse. Se fijó Arturo en el conductor y reconoció al que lo había ido á buscar en cierta ocasión para ver un enfermo 3' á quien él desai ró. Hizo parar el carrito, pidió explicaciones al anciano, y éste
mucho con él. Le pareció que era un viejo amigo; parecía^ que los unía, afectos del alma. Y en efecto; entre esos dos espíritus
existen antiguos lazos de familia. Por eso al verse en la tierra experimentaron ambos gran satisfacción y alegría. Mariana es el espíritu de Elena, la esposa del capitán Héctor, que se en cuentra ahora en la tierra, ayudando a ese mismo capitán a salii
de la abyección. Ella le da el dulce nombre de hijo y con sus caricias, con sus amorosos desvelos, endulza las horas del infeliz
paralítico que se encuentra sumido en una eterna noche, poique la parálisis ha invadido el nervio óptico, así como al auditivo y todos los nervios y músculos del sistema. Al encontrarse Ai tu ro con Roberto brotó en su alma, con la compasión, la mas pura y sincera amistad. Roberto también sintió geimiuai
el cariño y la gratitud hacia Arturo, porque este le
consuelo, y al proceder á recetarlo con el mas
le dió ásii padre recursos suficientes para remer 1
le dió les detalles de la enfermedad de aquel paralítico que era
influjo de la ley de la reencarnación, y
el hijo único que tenía y le a^^idaba con su trabajo á cubrir las necesidades de la famimilia. Arturo supo con sorpresa que al
uniOu
prolongado dolor que sentía el joven enfermo había sobrevenido una parálisis parcial sin que hubiera sido posible encontrar un
remedio para su dolencia, llegando al extremo de quedar inútil para el trabajo y para valerse de sus pies y de sus manos. Ar turo sintió remordimiento de conciencia, al pensar que él podía
haber curado á aquel paralitico. Se informó de la calle y del uiimero déla casa en que residía el paralítico, ofreciendo visitar
lo y auxiliarlo en todo cuanto le fuera posible, aunque ya eia
tarde para devolverle la salud. Arturo abrigaba buenos senti-
irientos en su alma, á pesar de la pésima educación que había recibido. Por eso, al ver al pobre paralítico se conmovió en extremo Bien temprano, al otro dia, visitó Arturo al paralitico,
que vivía en la mayor estrechez, eu la miseria. Los padres del paralítico, Agustín y Mariana, eran ya ancianos y siempre esta ban achacosos. El paralítico, que se llamaba Eoberto era el que sostenía la casa; pero desde que por efecto de la parálisis que. o
inútil para el trabajo, no pudo mas adquirir lo necesario y desde,
entonces empezó la miseria hogar. a^ Al aquel cuadro de dolores queeusesupresento su vista, sintuJ un°
\^
clades materiales. Los antiguos o.bos se h-^^ian ex ing„^ habíin al fin reconciliado, disponiéndose a
h»bi» a.
i'afTde's» favorecía y del fondo de s"
joven médico que con
,
ni
j (;T,¿ena <le
-i q»e 1»
beBdioiones el gnoreía. Arturo par» estuvo
. „ nrestándole sus auxilios
algunos (lias visitando al paralit p-ofesionales; pero pronto formaba con socorrer a aquel < sus criados con quien enviaba
y 1 ^
^ l^rmediación^^de uno de
ni paralítico. Este pp,ro este joven
muchas ^eces deseaba tener a^u^^^ presencia, pasaba parte del luexperto y rico, y dotado <..,.^,,11^, sociales, sin importarle úia y la noche en reuniones o t^^'Xrniédíco; pudo,haber liada el clamoreo ú® aliviado á muchos pacientes, P ®jcrcG)* su profesión Arturo inf-ii ejercer sn nrofesióu.
sentía amor, no quena cuantos años gozando jiii tiempo era ^poco para - .
esa vida, sin ocuparse ^-eperoatía allá en su alma el satisfacer sus placeres. A . ^^<^0á no tener tiempo ir uombre del paralítico; peio p -m^jir preguntn" P®'" ® para y i®é- vigitarlo, se conformaba co mitirle un socorro.
fuerte estremecimiento de conciencia ante la impresión que le X 4.
f riocryrnpia de la cual se consideraba en gran parte su
ZZt t",
á á 00= lo. ,ocur.o. .ro'.„'f001» í 00 f «f del doloi. A cándidft y por», Arturo se sintiO grfttsment© íl
■ f~
■ J —113—
SU amor. Aquella vida licenciosa les duró hasta que se aproxi mó el primer alumbramiento de Amelia. Entonces se retiraron un tanto de los círculos sociales. Por fi n llegó el momento y una
hermosa niña obrió los ojos á la luz en aquel hogar. Al con
templar Arturo el rostro angelical de la recienuacida sintió en su interior algo nuevo que le decía: "ama a esa niña, que trae a tu hogar el ramo de olivo". Arturo la acarició con frenesí; se sentía amarla.
Y desde entonces germinó en su alma el amor
espiritual; su hija, ángel de luz y de bondad, habíale tocado, las
cuerdas del sentimiento. Sin embargo, pasados^ los primeros dias del alumbramiento de su esposa, volvió todo a ser en aq^iol
hogar lo que había sido antes, y Arturo casi no veía a su hqa,
pretextándose á sí mismo el poco tiempo de que podía disppner, cuando en realidad no hacia nada de provecho.
a nina, au i
zada concomo el nombre de Amparo, sola, recluida miento, lo estuvo Arturo encrecía su ninez, a ^en el aisla madre de crianza, que, como alquilada, raras veces sentía caiiño ■ ,' jl'
más.
CAPITULO XXX.
Al dar á luz el
último, Amelia dejó su envoltura á consecuencias^d^^^ ¿S- de2
fué muy laborioso.
Enlace matrimonial.
■
dejarlo la tierra, aulee de
Artoro, poee, rlie'ld
dientlo coito 4 la íN UNA de las grandes fiestas que daba la alta sociedad
y Varía Antonia habían
dfeaesperaiite. Sus padies
tolece en las pruebas de
\fa„'p|a„.laria. H apenas se alejaba ¿Veles que constituían suencan-
del hogar. Sos hijos eran .es aogelee
mada Amelia. Pertenecía á una de las principales fa milias de Madrid. Arturo se enamoró de ella perdida
arrobaba cada dia
to, sobre todo Amp.aro, qu' ® ®
mente. Lo igualaba en posición y era bella, distinguida. El la ofreció su mano y fué aceptada á condición de que solicitase el
mento que Arturo prefería
tas se efectuaron para celebrar las bodas. Y luego se situaron los nuevos cónyuges, en una de los mejores palacios del Banque
cenciosa. fcíe acostumbró
ro Pasaron algunos dias. Los esposos continuabau aún la vida del soltero: Amelia frecuentando las tertulias en la sociedad; Arturo por su lado, asistiendo á las orgías. Vivían iud^endientes entre sí. Tal era la costumbre en la vida social. Y de tal costumbre se han derivado muchos males para la familia. Jii amor se debilita y cae. Y el hombre olvida sus «beberes y no
jos, á concurrir á las de la soci . AcgreMeroí/o. Y ciertamente qu
despertó é tiempo;
.
,
veladas rodeado de sus hi-
•
g^g amigos le decían El gnior de sus hijo, le ^ hastiar la vida li-
¿ la vida tranquila del hogar y de sus hijos, que iban
mucho amor que le br-n'l^ban sus h
gg,, „o haydidesearse? Cuando la;pa/-7 el ^ ggpíritus imidos yj
cha que le iguale.
unión en el amor. Entre tales espíritus no existían, seguramen
cías de sus hijos el poro rocío
te relaciones de otras existencias. Por eso eran indiferentes en
^ precocidades,
j libertino. Llegó un mo-
se dedicó á la instrucción y ¿ ^ba, de buenos sentimiencreciendo robustos, y, diíciles y obedientes con los jus tos, muy estudiosos, aplicados, dóciles y tos mandatos de su padre. aquella parte de su existen Arturo se sentía Vo.- bienestar para la familia, amor, cía. Tranquilidad en el boga , ¿ dicha puede
cuida de su mujer. Por eso, pasada la primera ilusión de Artuio
Vkba Amelia, cadamundo, uno se sin dedicó á gozarunode los placeres que briuel gran ocuparse y otra de afianzar su
o 4 elloe, riu-
^ 'l^ oee ee el qoe .,03 tor-
madrileña, conoció Arturo á una ■candorosa joven, lla
consentimiento de su padre. Así lo hizo Arturo y pronto quedó todo preparado para verificarse el matrimonio. Magníficas fies
¿meija su tercer trijc.
amo?, formaban un
' Ufiiiígimo. Arturo bebía en
"^aquellas almas
refrescaban con sus sonrisas y
•
J"®
espíritu de Aitu-
—114-
Y Amparo y Rafael y Salvador sentían por sn padre un ca lino intenso Los cuatro formaban un poema de amor. ¡Y así
ríJin^ y eran los espíritus de Clabnn ófvo'^ ^ t 1 los cuales se encontranínírvi ayudándolo al lado deaUlises, impulsándolo hacia el sendero del progreso, rehabilitarse CAPITULO XXXI.
La madrastra. IRTÜRO procuraba inculcar en el corazón de sus caros
hijos máximas mondes, y con el ejemplo, lo invitaba á ia práctica del bien y de las virtudes. Habíase ope-
rado en él una verdadera transformación, desde que
rechazó los vicios y se alejó de las casas de libeitiuaje^ y escán dalo. Ocupaba desde entonces sus fuerzas en hacer bien a sus
semejantes, para hacerse útil y á la vez poder guiar mejor a sus
hijos por el sendero del progreso. Arturo dedicaba un día de
cuulad visitando los euferla semana a recorrer los Viorrinfi bainos fifi ae la la cnnm
^08 pobres y auxiliándolos con su ciencia y
T
P
•
.elalivan»»'. M¡', POT.^'"I"" ^ """T
en ... hn«». Co.»p.™b.. In
bn con los placeres
Sir... t.f.n.po precio.,
pns.ones, y se lamentobn do bobe P gastando sus fuerzas en los vic ,
bnbcrina ímnrevisiones déla iu-
empleado en beneficio de su
ventad le hicieron olvidai esposo, y á la vezpues fueron su regeneración, que cte
^ retardase la hora de «ufriricario las consecuencias de su de sus expiaciones.
conducta haciéndose
loyar una mancha del espíri-
Porque no basta arrepentirse p j
pero gracias gracias á los espíritus sudoeste detenerse-en ei ca-
«lino tortuoso que había
j ¿era felicidad reside en el
t'u. jijs preciso
queridos que rodeaban a Arci ,H
hicieron comprender que j.J,
ftniorosos hijos le
foletamente en su manera
hogar y esta creencia le mo i c
de ser y de pensar.
Arturo era el de haber
q„e más hacían sufrir á
.j.-io ¿ Roberto, pues se acusaba,
,e con tanto cariño lo había
de ingrato con la buena Mariana que
-117—
—116—
que daba Arturo con su segundo matrimonio era uno de aquéllos y sus hijos, que le adoraba, no merecían que su padre llevase al hogar una madrastra que no podría ofrecerles otra cosa que un cariño superficial. Arreglado, pues, todo lo necesario, Artu ro y Ludovina se uhieron por el sagrado lazo del matrimonio,
favorecido. El paralítico y .sii.s padres sucumbieron.;'el primero
por efecto de la terrible enfermedad que le aquejaba; los padres poco después. El pobre paralitico vivió treinta años en la tierra
y en sus últimos dias sentía más la ausencia de Arturo. Y murió
queriendo con el alma al Médico que lo había asistido y procui'ado remediar sus necesidades. El que un dia enseñó a^ XJlises
sagrado, sí, porque por él se unen dos seres que buscan progijsar, los ásimila el uno al otro, para así, unidos segiur la jornada en ese mundo espiatorio. Todo fué alegría; todos fueron fiestas durante los dias de bodas de Arturo y ^
todo lo malo, el que lo lanzó al abismo del mal, el que fué el te rrible capitán Héctor, tuvo que someterse al fin á la Ley del pro
greso, y después de haber perdido el uso de todas sus faculta--
aquél parecía que gozaban al ver tanta suntuosidad pe.o teman
des, después de convertido en un pobre paralitico, se extinguió en su alma el resto de odio hacia Ulises y empezó á amar'á este
con un puro amor al que se unió la gratitud. ¡Justa ley la de la
I ;
el alma lácerada. Pasados los primeros días, 'olvió todo ^en la
A¡! ,'
reencarnación! Por ella se extinguen los ódios; se rompen las cadenas de la esclavitud moral y se levanta el espíritu de la ab
yección para remontarse á las mansiones de la luz donde se sién tela dulce expresión de ese cariño que nace en el espíritu yesiuinortal. La vida transcurría apaciblemente para Arturo y su
familia; pero como el que debe no se ve libre de reclamaciones hasta-que pague el iiltimo cuadrante, tuvo lugar un aconteci
miento que trastornó la situación de Arturo. El se había retira do de las tertulias y no frecuentaba las casas de juegos; peí
él en la y esta circunstancia le obligaba Juerfi^ruraba relaciones desociedad, amistad con numerosas familias, de entrea Ja^ cuales visitaba algunas de tiempo en tiempo llevando siemp» sus hijos En una de esas visitas estableció relaciones con una
joven llamada Ludovina. Era bella como el ideal de un poeta, delicada y de fino trato; pertenecía a una familia distinguma.
Arturo se enamoró perdidamente de Ludovina y se propuso ha cerla su esposa. Poco tiempo después los padres de la joven crn»eBtia ¿n et Los hijos de A,toro, o sob i lesohiotón de su pndie sufrieron aioargnmenle, peio, bo buenos callaron su dolor para no disgustarlo. Artuio
ellos alegría al comunicarles su propósito, y con tal motivo act vó los ni^eparativos del matrimonio. No se detuvo a pensar qi
la que contrae ''i'®
dest'"^ ha puesto bajo su égida,
progresar a los seres que ei a
Arturo resplandecía la
En conjunto, "ír^Tei vefdaA lS corazones de Lu didla, pero en el ¡^zos de la simpatía y dovina y Arturo no ®®t^ bahía sido de los sentidos, partiel amor espiritual, bu amoi
, , aléanos meses de ca-
cularmente el de la
los salones y le causaban
sada, echaba do menos el b ,. ^gj bogar, que tanto halati-ÍBÓz, y b.,l!» lo. e~!»Srj gaban á Arturo y a sus ^.g^te en la familia; pero Lurrieron dos años sin alteiaci
P
• gg y estaba acostu#-
dpviua que era, como hemos dicho muy j^^^^
brada á lasaunque fiestas ynunca e en la casa, su descontento.
averiguar la causa que 1»
{„.nada áArturo Arturo llorando; ni demostraba quiso Jílla le dijo que no
' nevaban;.que le gustaba fre-
acostumbraf á la vida so i
gn Ja vida socid,
r ui
í Yn J a era im joven é inexperta y no podría, por lo tanto
cumplir satisfactoriamente la misión de madre de
Jo
• irrín desde el momento que secon casase el. que Consulto impon "cásate ella, con puesto la amasco y
su corazón J
apresuraba su segundo matrinio-
tu amor es
iba á poner á sus hijos, qu®
nio sin e ®
^ p ^ del raciocinio, una madrastra que estam o
estaban en la edad
Gil la eclac
ding r por I"
marido a dai ■
to no las acompañaba. Al P ^ Arturo con estrañeza que se en-
Dospiií,
_
acaso no podía ser propia para
del progreso á aquellos seres y ayudar a
correopiodieole. Hay paso, eu I"
pg^^ar la, conRecueocias que puedan repor
£';rc¡deó'X«°er:r porvenir de io, enearnadoe, E, P-»
ele ijudovina. i on, i-^nhia exper á'rdtíínT í aquel corazón que sólo«'«ti había exp
de los sentidos.
-^119—
611 la iutimidad, puesto que una valla de hierro separaba a los
dos esposos, que cada día se iban alejando más y más uno de otro, en virtud del indigno comportamiento de Ludovina. Transcurrió algún tiempo y Ludovina continuaba resbalan do por la pendiente del vicio hasta que fué á estrellarse en el inmundo centro de la depravación. Tanto abusó de la indife rencia de Arturo, que aquel tuvo que hacerle comprender sus de beres y ¡allí fué Troya!.... promovió Ludovina un gran escán dalo, y como consecuencia lógica, se impuso e i^r^fvnn^
ella á una casa que le señaló Arturo, y este se marchó al extian-
jero donde permaneció cón sus hijos unos cuan os a os.
'
>o,. mficl ácibcrt los últimos «So..lo A''»";
W oí oxtr«oie.-o uo iofic.-oo en el .üm», 7
sonreirle porque todas sus ilusiones habían
Mientras
ra él la es'pos'a que un tanto Ludovina se engolfaba en los on fnq altares Esda del hombre á ^J^?^^"onoieícS de su misión en la tie-
GAPITULO XXXII.
ta desgraciada joven no
o
hipócrita no podía tener
rra y por su mala educación 7 ®J \o más nauna idea de la enormidat e nlaceres sin comprender que
tural gozar de la uventnd y 1°®/jXeípLió y ezperimen-
La esposa infiel....
un día había de arrastrar la
á Arturo. ¡Qué
tar los miamos sufrimientos descuidada se tiene en la
n ,.gj.j.ggti.e la educación de a ciegas por el escabroso
la mnjer, Est., por lo
'/éít.. P««<¡«
camino de la vida planetaria.
|liTURO,eii la. apai-iencia, se hizo indiferente al canibio que notaba en su esposa; pero interiormente sufría de una manera inconcebible. Las horas pasaban para él, como siglos de esclavitud y oscuridad. Procuró con
vencerle de la verdad, y al efecto, comisionó á un amigo de
confianza que indagara lo cierto sobre la conducta sospechosa de su esposa. Por ese amigo supo con profunda pena y no menos extrafieza que no sólo Ludovina faltaba á sus deberes, sino que
daba malos ejemplos á la simpática y candorosa Amparo Indig nado Arturo se apresuró á retirar de la compañía de Ludovina a mí hiia Amparo: con un pretexto la mandó junta con sus herma-
quedó su los espósasela. Ludonos ' a 'oan de una tía V asiduidad círculos deEntonces su predilección
Ti-crío vo"«rj» prete.toao h»b.r,« i=a¡,pu..to «u futuro a^sdeque^supo con certeza de Lnd^es"® q divorciarse de las ella,livinndades pero no lo hizo por
dovina uvo
había do producir en la sociedad, y en su
evitar f
¿e Ludovina del seno del hogar. Mas, smo
fnSzó seguidamente la separación ante el mundo, se realizó
f„gtj.cye desde pequeñas sobre
que son la mayor parte, "®.® . eiercer en la Tierra, en su trila importante misión que vie , J j gg j^s hacen conocer los pie carácter de es impone. T ese desconocídeberes que esa subhrne tri » ^ con facilidad suma en miento y esa ignoraücm ®'P adulterio es; sin duda, el que brazos de los vicios. P® ® 'p hombre como en da mujer, más daño hace á las
„ efectos desastrozos, por e se
y en ésta píH'ticularmente, c
pruebas de los esP""»"
disuelve una familia, 8®'"^ "^umón que los tus. rompiéndose la cadena de la un
impulsarlos hacia el
niiendo en el sufrimiento
progresar con la practica
P^ú f g^
'¿erbo á espíritus que venían a ¿g amor.
ja sagrada misión que i
ae ilustre, cuando comprenda la sag
i.-xs. J ser la lo éo-ida del ^o, bo'""'®/'„Jnies tierra, de inculcando es la la
^
corazones de los
semilla del bien, indigno.
seres que vienen a su 1 o . gchar por el suelo
,. _
entonces la mujer ®^j'®g^bre que IC '^"/"ggpííó ayudándole á proceder el honoi del
vamr, procurara nac
«.Ugidad de su esp y
lleva; la cruz de la expiación 7
>
ftnriftíftS sin-
—120—
ceras, las horas amargas que proporcioua esta vicia. Entonces y
sólo entonces, procurará pasar hambre y miseria antes que su cumbir.al vicio. Pero para que esto suceda, ya lo hemos dicho,
es necesario que la educación de la mujer se base precisamente en los principios del cristianismo puro, ó sea, en la confraterni dad universal; es decir, que los padres deben inculcar en el co razón de sus hijos, sobre todo en la mujer, el amor á la virtud. Ludovina estuvo algunos años en esa vida licenciosa hasta
que hastiada de los placeres y contrariada porque no podía te ner el lujo de antes, siendo mirada con prevención en las casas
honradas, se retiró á vivir modestamente y, por último,se fué a un convento de arreiDentidas, donde el remordimiento empezó á torturar su alma. Cuando conoció lo mala que había sido, la
GAPITÜbO XXXIIl.
falta enorme contraída al echar al descrédito el honor de su
marido,se propuso hacer penitencia y lavar con su arrepenti miento las manchas contraidas con su indigno proceder. T tan intenso fué su sufrimiento que la afección moral afectó mortalmente su organismo, produciéndole una tisis violenta que con cluyó en pocos dias con su vida material. Ese es el cuadro que ofrece el adulterio: rodar por el suelo el honor de una familia; hacer desgraciados á seres que busca
ban su perfeccionamiento; atraerse el desprecio de la sociedad y por último, ver destruido su organismo por una enfermedad cruel, cuando no es asquerosa y horrible, y, después como pena moral, sufrir los mismos dolores y derramar las mismas lágrimas que se han hecho experimentar. Fijaos en ese cuadro, esposas y esposos, y procurad por cuan tos medios estén á vuestro alcance, no caer en las redes de los
vicios y, menos, en las del adulterio, pues el que cae en ellas se levanta tarde y á costa de crueles dolores.
La bonanza tras
la tempestad:::: ITTANDO Arturo de que Ludovina de«UANDÜ Al tul o tuvo I.UVU noticiasvPflolvió regresar ahabía su país, jado la
¿ Madrid al cumplir cuatro afios
mm^ Je y «síhaber lo hizo, 1^ salidolegando para ela Madria^^^ ^
continuó" com-
con el mismo género de vi « Pero el i-ecuerdo de Ludovina pletamente á velar por sus J acerbo de haber per no se borraba de su mente, , v . comprendido ellamujer, sus dedido un ser que amaba, poi sucumbido, débil en beres. La compadecía; el a
gj tiempo,
el agitado mar de as pasiones ^
que es el gran «médico de las al^os,^ y dolorosa herida que le caiisa
^
cicatrizar la profunda
^
debilidades
de la que fué su f^Sn se hubiera apoderado de Artuhilos la desespeiacion jimorosa solicitud. ero aquello» vv.- a- sus nesares.^ xraii»ou...».v/" algún™ íau gran lenitivo ^rtu^o; traiiquili-
afios de calma y
go^^daba el sufrimiento en lo
dad aparente decimos, po^l í"tLTde,u«mtó»
^rdan los restos de unlígnm« desas4 "'l-r
tre nue uos lo recuerda y
nm'argas. i^h! ««
puesto ese moti-vo ti
^
Arturo no se hubiera intei-
®¿Sbn,el resto de sus dias plauetanos
^ 7" —122—
—123—
íneuos triste, menos amargo; pero á la vez no bnp" progreso como alcanzó, .eiiiendo una can-
de indisposición, decaimiento general del organismo, un poco de abatimiento en el espíritu, así iba preparándose al fin. Y, ro deado de sus seres queridos; dibujándose en sus labios una son risa de amor y en su rostro venerable la conformidad, así rindió Arturo su tributo á la tierra y se elevó el espíritu á la mansión de la luz. Había recobrado la libertad; pero no se daba perfec
cot?pl «-cía sufrir. El sufrimiento hace progresar, porque los tpíritus; pero inluT es necesario que el sufrimiento sea en vuelto en la humiklacl sublime que recomendó Cristo. Arturo Sil via con bumi dad y paciencia. Por eso su espíritu ganó apuran
Z
ta cuenta de su estado. Veía llorar á sus hijos y quería consolar
do e cahz de la amagura El hubiera querido exünguir de su
los. Al fin salió de aquel estado; obtuvo lucidez y se vió rodea do de seres queridos que lo esperaban y que lo recibieron con
n e a imagen de Ludovina; pero no podía conseguirlo. Aquea imagen estaba fotografiada en su alma, y la veía siempre, á todas horas, en sueño como en estado de vigilia. Arturo podía haner evitado aquella expiación y ser relativamente feliz; pero no comprendió su misión. Debía haber encauzado á aquel espíritu debí! por la senda de la virtud, en vez de dejarlo ir por el ca mino de los placeres mundanos. La consecuencia, fué dolorosa. Ella sucumbió al influjo de las pasiones y él recocía el fruto
regocijo. Con ellos se elevó á la inmensidad y desde allí diri gió su pensamiento hacia sus hijos en la tierra, derramando so bre ellos el bálsamo del consuelo.
Después estudió en la luz de ese planeta el cuadro de existen cias terrestres que había pasado, observando con no poca extra-
ñeza que los espíritus de sus esposas habían sido, los dos seres
que más iefluyeron para que él cayese en poder de la justicia cuan
amargo de sus debilidades.
do fué un bandido griego. Todo se encadena en virtud^de las le yes de encarnación y progreso. La acción de esos espíritus en volvía una infracción á la ley del amor y por eso venían á borrar
Pasaron algunos años y el tiempo mitigó mucho los sufri mientos de Arturo. Este tuvo la dicha de que ^us hijos eran queridos y considerados de todos. Eran virtuosos y buenos.
en la tierra con el amor de esposas un punto negro que se di
Amparo recibió.una magnifica instrucción en un afamado
bujaba en su conciencia. Todo, pues, se paga; nada se queda impune. Y Arturo, que había extinguido ya de su alma el ren.-
colegio. Y cuando su padre cumplía setenta años, ella casó con
cor, 86 dedicó & ayudar á los espíritus de Amelia y particularínente de Ludovina que se encontraba envuelta en tinieblas en
un rico comerciante llamado Juan Bautista, el cual era de muybuenos sentimientos y de un conducta intachable. Arturo no
el espacio, iiresa de violenta tempestad en la conciencia L1 in-
peiraitio que Ampai'o saliera de su hogar y allí vivían en familia
complaciéndose miituamente. Rafael estudió Derecho, y Salva
paia que una y otra vieran continuó adelantando en esfluíaI para la luzArturo y procuraran rehabilitar
dor se dedicó al Magisterio, siendo un buen catedrático, después de haber llegado á una edad regular, y conquistó muchos lauros en su carrera. - Amparo era un dechado de virtudes y al cum
Re con su sn tiaDí] trabaio
Ur'.TS TZ
plir cuatro años de casada, Rafael y Salvador también contraje ron matrimonio con apreciables y distinguidas señoritas. Los
por octava vez en ese planeta.
que habían sido modelos de hijos eran también modelos de es posos. Arturo había llegado á la avanzada edad he ochenta años. Anciano venerable que mostraba la pureza de su carácter bondadoso en la blancura de sus cabellos. Tras los embates de
la lucha planetaria, tras la tempestad que produjo en su alma la desgraciada Ludovina, renació la calma, y la bonanza sentó sn-'' reales en la conciencia de Arturo, y era entonces relativamente
feliz. Su vejez se deslizaba dulce y apacible en su casa solarie ga, rodeado de hijos y nietos que lo querían con idolatría y «e desvivían por complacerlo. Con frecuencia se reunían las tres familias en la casa de Arturo, y era de ver allí al venerable abue-
lito jugando con sus inocentes nietos y formando con ellos esos ^ cuadros de amor, esos idilios venturosos en el seno de la familia»
que hacen experimentar al espíritu una dicha inefable.
Después Arturo volver a^ la tierra p ]econtinuó hacía necesario
El oc
io geunrio iba sintiendo agotadíis sus fuerzas físicas. Pocos dias
M
J
-125—
Creció Mariano, entre el amor de su padre, llamado también
Mariano, y los solícitos cuidados de su cariñosa madre, llamada Cándida; ambos se desvivían por su hijo primogénito que paga ba con sus caricias infantiles el amor de los autores de sus dias.. La infancia de Mariano corrió feliz, sin experimentar sufrimien
to alguno, hasta que, al cumplir loa catorce años, ocurrió paia el
un infausto acontecimiento, que lo hizo derramai las piimeias
lágrimas de dolor. Ese suceso inesperado fué la muerte aparen
te de su querido padre que partía para el infinito dejando su vida material con el desconsuelo-de abandonar una esposa cari
ñosa y tres hijos, que aun no podían, por su corta edad, ayudar
á su madre como correspondía, al sosteniinieuto de la familia. • Restablecida la calma en el hogar, se dedicó Candida a edu
Octava existencia. EN PUERTO RICO.
car á sus hijos, procurando infiltrar en sus espíritus las nociones
del bien loÍ pHucipios de la virtud y de la honradez, teniendo
la eatisfilcción de ver que sur consejos no sus hiios Con la muerte del jefe de la familia, fue necesaiio
retirar de la escuela al joven Mariano, á fin J®.
los trabajos de la finca rástma que poseían
la familii La instrucción
CAPITULO XXXIV.
Otra vez en la
penitenciaria.
fúríegular
tst;ias elem^enta:
con ari^glo a la que P¿i^e^ adolescencia y, como á todos los les de P"erto-Rico. fjiego a , .
sociedad, concurrir á
jóvenes de ht época, 1© g
á las oiie siempre dedicaba
"Tú debes permanecer
día. Sentía en su tañar heridas de tu alma.
®".¡J^tud, f„é apacible. Llegó á
I,. .¡.fl .1., q». «a na acción de eeaa que
i P»»' d. q»». ,|e e<1ad y freciieutaudo
, presente existencia para resj. .„viera que reprobaide ningu-
huérfano de padre a los cat
.
uua eociedad donde ee "Pf
¿ jos placeres y los
S°1 loVbelllL de la. pa-
vicios, estuvo expuesto a d ] rincipios de moral que ineulca-
fiN LAS cercaDÍas de la piiitorezca villa de Aguadil'^; Puerto Rico, y en el barrio de ''La Victoria", situado a
un cuarto de legua de la población, residía una faniiba ^^25^ acomodada compuesta de un matrimonio que por o mero hecho de rendir culto al trabajo y á la virtud y profesarse
un amor puro y sincero, era feliz, sin que la más ligera nube vi niera á oscurecer el cielo de su dicha. En el senoVde esta fajwi-
sioiies, á no ser poi los oue ra en ra en su su corazón corazón su su
lecciones que recibiera _ ...n
Ai*n. fifí
una de lashacían más lucidas sesiones P/^^és P ^ j nía lo niás intelectua de » soc^^^ explicaban la causas; los efectos del T''c„ito hasta la promulgación del.LspiSU casase
porqne ésta debía quedan oonU. Espiritismo. Propagando'
ritismo. El Magnetismo pued
más deudas de amor que venía á pagar gustoso. Por estas cir
geueracióu liinoO'*^^*
con sinceras demostraciones de alegría y de cariño.
aprovechando las
nronaffadoras del Magnetismo. En
hli
lia ingresó Arturo en el año 1840, con la envoltura de un ninO al que se puso ¡lor nombre Mariano. Este espíritu tenía en áquO' lia familia lazos de simpatías que le ligaban á ella, y tenía ade cunstancias el ingreso de Mariano en aquella familia fué acojido
P .
. inolvidable . jdable _ esposo esposo Mariano, Mariano, mn m-a iii*-' _ ii/r_ i.^ TS!r»
cen su grano <le «ren" » 'evai.c^
fué el precursor del Buiitiioao edificio de la re
Muriano, contribuyó
<l.spuesta ya a re-
-126—
cibir la Inz espirita, cuyos albores se divisaban por el horizonte, aceptó las teorías del libre pensamiento cristiano tan pronto como se divulgaron en la Isla. Mariano, emancipado de las Es cuelas positivas, era muy despreocupado en los asuntos religio sos. El creía que debía rendirse culto á la virtud y hacer á sus semejantes todo el bien posible sin esperar recompensa alguna, siendo indiferente á las fiestas y á todas las manifestaciones del culto externo. Al cnmplir los treinta y un años de edad, sufrió una afección al pecho que le hizo mudar de aires por prescrip ción facultativa. Trasladado á la parte alta de la jurisdicción de Aguadilla, a los pintorezcos campos que se denominan Jaicoa,
CAPITULO XXXV.
pasó allí una larga temporada reunido con toda la familia. Esa época de la vida de Mariano fué la más dichosa para él, pues recuperó la salud del cuerpo, sintiendo el alma gratamente im presionada al encontrarse con un espíritu con quien se hubiera
unido si hubiera podido variar el curso de las pruebas elegidas en su octava peregrinación planetaria; pero como debía llevar
En el Calvario
de la expiación.
solo la cruz de su expiación, sobrevinieron obstáculos insupera
bles para realizar sus deseos y regresó Mariano á sus lares sin haber podido unirse con el espíritu que le había hecho suspirar de amores. Corrieron ocho años sin que sobreviniera ningún acontecimiento notable en la vida de Mariano. En el año 1880 Mariano cumplía cuarenta años de edad. T desde entonces pue de decirse que empezó para aquel espíritu una verdadera ex piación, expiación tan grande y terrible, como turbulentas y malvadas habían sido sus primeras existencias.
3A.S vicisitudes de la vida planetria babía Hedido íU heri ruano menor de Mariano á ocupar dest.uo de im-
IMi So S)rtancia al pueblo dequedaudo Isabela, Mariano se había PH su cariñosa madre, con trasladasu otro
iierm^io al freute déla posesión que teman en el barrio de
un S'en que estaba acalorado, recibió Mariano unas lloviznas y auuque no „®a"gravreS^medad! que había de
y fué que su brozo y pierna dere-
inentar un
Lmera notable. Consultado un
cha se iban
«baños de impresión", que no le
reputado medico, le P'®®" , _ prod„j.rou «I"" " tivo de desconsuelo. tinuamente en el ceie ro,
proporcionándole nuevo moM de la misma enfermedad que afectado co
lé producía acerbos aoloies y
ael sonido aumentaba
nio estaba el „{,,7áue parecía sentir en su cabeza un de manera tan .'® Ipcift le impedía percibir las palavolcán. y esta misma "'"f^rmedad avanzaba á pasos agibras que se le dirijian.
i I'
11
gnntados: La to, sin que pudieran
por los diferentes y taniientos dabau
todo el cuerpo de Maria-
aTos mejores tratamientos aplicados ^aicos que le vieron, cuyos trapoutrapá^'l"®®®''®®' f aadai-sino con mucha dificultad y
llegar un díapara eu qSe no pu^ apoyándose no caei en ti
jjn tan.triste estado se tras-
—128—
—129—
ludo Mariano al pueblo de Lsabeln, al lado de su familia. Esta
dieron la unión de Mariano y la madre de dicha niña, a pesar de
no omitía sacriñcio, consultando todas las opiniones para conse
que esos seres se profesaban cariño verdadero y por lo tanto es
guir la salud de Mariano; viendo con pena que cada dia acusaba
taban unidos desde el mundo espiritual. La madre y su hija se encontraban al lado de Mariano, procurando ambas con cariñosa solicitud endulzar las horas de martirio del desgraciado espíritu
más progreso la enfermedad. Llegó un dia en que Mariano no
pudo levantarse de su sillón; las piernas se negaron á sostener lo, y tuvo que concretarse á pasar la vida sentado y en una com
que por haber abusado antes de todas sus facultades se veía hoy
pleta inmovilidad. Para distraerlo se le proporcionaron libros.
subiendo al Calvario de la expiación, agobiado con la pesada
Su hermano menor le puso en sus piernas los libros espiritistas,
cruz del sufrimiento para poder alcanzar un día la rehabilitación. La enfermedad de Mariano avanzaba cada vez mas, hasta que
y Mariano bebió con ansias el consuelo que le ofrecía la sublime filosofía espirita, particularmente "Los Cuatro Evangelios", le hicieron el mayor bien que pudiera epetecer en su angustiosa situación, pues hicieron renacer en su alma la fe religiosa. Encontró explicada razonadamente su dolorosa expiación, que venía á ser una consecuencia de sus desaciertos anteriores y
llegó un momento en que quedó ciego, en cuya época habíase ya ido al infinito su cariñosa y buena madre Candida, asi como un queiKiü amigo j al ySillón donde estaba querido y vecino• que veníaIfipho mañana ® caigarlo e sus brazos para conduciilo de su lecno a
onnrentemen-
sentado seniacio todo touu el oí dia. ui». La coincidencia de sepaiaise nueridos como aparentemen su amo-
bendijo á la carnea increada que permitía sufriese para alcanzar la
te ,nan mismo Ji«, de,» lado, do>,e^
rehabilitación. Desde entonces, es decir, desde que bebió en la fuente del Espiritismo el agua viva que brotaba de las interesan
rosa madre y el amigo que tauto l mente á P"'® ritismo, y las maximas .
tes obras del "Racionalismo Cristiano", se operó en Mariano una
completa transformación, y fué relativamente feliz, porque en
cía, pudo resistir
fermedad que padecía, sentía renacer la esperanza en su alma, le alumbraba la fe, 3^ como consecuencia, la resignación venía a
tenía fe y esperanza, J
consuelo, salía de sus labios y hubo una circunstancia que puso á prueba su resignación y su paciencia. Un dia en que la familia no estaba en la casa, un pequeño
ofrecía el Esnide Jesús, que haindelebles en su concien-
bían quedado impresas con caiacteies inaeie^
medio de los sufrimientos que le proporcionaba la terrible en
confortarle, de modo que ni una queja, ni una palabra de des
_
pr„f„»d«-
^g^^paciencia ó soberbia. Mariano
queja siquiera que demostras
p
.. .. antes de morir, al recuerdo para todos loa
consignar su úlfima volun sel _ 'VICIO. ^ El paralítico se enteraba de que le halóíau hecho algún cuantas novedades ocurrían en la casaj
^
„erturba-
que se había quedado jugando con su uifiera, en un aposento de la casa, encontró un papel y corrió á ponerlo en manos de Ma riano. Este papel era una carta que le escribía su hermano Ma
nuel desde Aguadilla al hermano menor y contenía el resultado de una consulta celebrada entre dos médicos y en la que se pronosticaba que Mariano noilustrados sólo quedaría ^ paralitico, sordo V ciego, sino que podía perder el uso de la palabra y hasta la razón porque se encontraban iifeotados todos los sentidos, asi
como todLAístema nervioso. Mariano leyó la carta y apuró en
silencio el cáliz de amargura que la misma le brindaba.
nadie comunicó la lectura de aquel papel hasta antes de morir, á uasar de que iba paulatinamente acortandosé su vista y
pfoudstico,pudo de lo,esemédico. ^ to V consolador1«»Espiritismo espíritu 8™, salir tiuiutante deia prueba y sufrir resignado el tormento JV producía la terrible enfermedad que padecía y que había
.^®%"óLo"rrsultrdo'd^r^ •
amohosas que
^
inc-resó en este planeta un espíritu, simpático pni a
II ir;„e °Íó;;S"o co™o hu.'; pe.o v,„i«. Ciro,.neta.,ci»s .mp.-
..ci -- en -S^Í^níniSrá recibir las manb que aprendió por c®® ""ed familias. La vida sedentaria a' fflatnniones de sus hermanos y festaciones
,
declai-aque.la anemia se declara-
que tuvo que se^^eterse Mauano^^^^^^ 4^
se y con ella sobrevino la
rial el dia 9 de Setiembre '^e I»»®'
la muerte máte
después de haber expenmen-
de uu mes. Momeu-
tado una agonía g^^piro, llamó á su lado á todos los tos antes tos antes de eledelanzar lauziu c «1 ^y se f^^^Pgróú'decir overoiíi' las siguientes paindividuos la famiha le oy labras:
' vo .' .' .'.' a f
■ No pudo decir mas, ría, elevándose a
^hn
..
.dad
os.
es....te tía....vi. la tum ba.
jga ■ vSoió al'"lin," ^ prodpciendo la desprendió el espuxtu de su mate-
-131—
da, en quien reconoció á Claricia, que lo exhortaban y le hicieron
comprender al fin que era un espíritu que había salido de su cautiverio terrestre.
Entró Mariano en la plenitud déla vida espirita y quedó
estático ante la magnificencia del Universo, iliclinando su fíente
para dar gracias al Creador porque le permitía ver la^ luz. Y se reconocía lleno de gratitud y amor hacia los- espíritus que le
CAPITULO
XXXVi.
ayudaban á darse cada vez mas cuenta de su estado. Luego, acompañado de su ángel guardián, se Ipaizó á la inmensidad a buscar el diminuto planeta Tierra para ingresar en el y visitar los seres queridos que quedaban allí arrastrando la cadena de la expiación. Estuvo en la casa donde había sufrido el martirio
terreL-e que, por.haber sido sufrido con resignación cnshana, le proporcionaba en el espacio luz en su inteligencia y satisfac ción en la conciencia y permaneció al lado de
Balance de cuentas.
Viaje por el infinito.
raudo infiltrar en ella el bálsamo del
rificó el enterramiento de su envoltura, material. De allí salió,
á unatndicación de su espíritu protector ción ñor el infinito, acompañado de aquel, que lo llevaba a con de'la Creación expansionase y recuperase
ultima expiación
^pAPIDO y apacible fué el acto de la desencaruación de Mariano. La turbación que sobrevino al espíritu du ró pocos momentos y pronto se dió cuenta de su es-
tado. Seres queridos lo esperaban para darle el abra zo fraternal y ayudarle á salir de aquel estado. En los primeros momentos, es decir, cuando el espíritu se encontró en el espacio,
pudo dirigir su asombrada vista hacia uno y otro lado, contem i
plando un piélago inmenso de luz, de bellezas y maravillas infi nitas. Su vista se deslumhró, su razón se conturbó y no podía comprender, él que era un pobre ciego, cómo se encontraba en medio de tanta claridad, y desarrollándose ante su vista cuadros
tan hermosos y bellos, como los que ofrece la grandiosa obra de la Creación. Se pasaba las manos por los ojos, se tocaba para saber si realmente existía, ó si era ensueño, producido por la en
fermedad que le aquejaba. En ese estado oyó distintamente la voz de su padre la cual reconoció como la del espíritu de Diana
que le decía: ''Hijo mío: ya has salido del mundo material. Ahora estás en el mundo espiritual, que es la verdadera vida" Mariano miró hacia el sitio donde salía aquella voz cariñosa y distinguió á manera de un lucero, color de rubí, que derramaba
sobre él su benéfica luz, suave como el primer rayo de la aurora
y se pregpntó: "¿Cómo un ciego sumido en tinieblas puede per
cibir la luz?. ..
Y volvió á oir: pero fueron otras voces que
ridas: la de su ángel guardián y la de su amorosa madre Cándi-
lacea. Era un
^ ^ J^l veces mayor que la Tierra,
. inteligencia es inconcebible para
^8 Vi í?eÍi°guen las máximas del Mesí|s; amar, práctica. # "Esa el.sera tu
los terrenales. A li se si^
la fratenidad constituyeii
..
morada", le di]o el Guia a Maiia '^
Tierra y recorrió los sitios había desencarnado, en
s^isfeobo volvió á la
yj
(.^ga donde
reunida la familia , j migmo médium que escribe
orando por él. Entonces impulsó ^sí se estas líneas, á tomar el ^ ,.¡^era comunicación en la noche
veriiicó, dando 1-famibaja
^
¿ ,^3 ¿os
del once de septiembie a . .. . y gg{ continuó su qbradesdias de su renacimiento icimieuto espi ®P , }„ nosi'ble posible á los seres queri
do el espacio procurando
gus espíritus la san-
dos encarnados en la lieiii^
ta y noble idea
ciencia, que emana del Es
gí f^milia áconstituir un Oentro Espi-
piritismo, é consiguiendo con gran satisfacrita y y media ¿e del domingo 27 de sepciónde queestudios alas nueve a la nochesimpática y pintoresca tiembre de 1885, se
del que se le nombró
población de Isabela el Ger^^ro^ ^^ral, y. "Guía" y al que bandera del progreso en esa Isla luego, impulsarlo a.levautai ift de Puevto-Ríco
*^
* *
—132r-
—133—
Mariauo continuó en compañía de su Guía, viíijauclo por el
guía venía en su ayuda y con la sonrisa del justo le decía: "Lo fjue contemplas es un destollo de las bellezas que hoy te es da ble admirar, pero que no gozarás sino á costa de ímprobos tra bajos cuando hayas alcanzado limpiarte de todas las impeiuec«ióneUumanas. Hoy disfrutas de grandes espansiones. Oca
Infinito, experimentaíido ^^ratas impresiones, al coutemplar la portentosa obra del Creador. A veces quedaba abismado ante
. los cuadros de luz j belleza que se destacaban
aute
su vista.
Luego recoma con libertad latitudes inmensas, viendo sucederse continuamente un sistema á otro sistema, un universo á otro
sión tienes de estudiar y comprender tu destino ulterior y de ac- •
universo, sin que jamas su vista pudiera abarcar el conjunto de
tívar tu adelanto."
tantas bellezas. ¡Cuan feliz es el espíritu cuando tiene la dicha de
contemplar una parte siquiera de la obra grandiosa del Gran Arquitecto del Universo! ¡Y cuan pequeño se siente en medio de tantas grandezas, comprendiendo entonces lo eíímera que es la vida planetaria y el tiempo precioso que pierde el hombre gas,tando sus fuerzas en los vicios, en vez de emplearlas en ser bue
tes; mundo de amor y sabiduría, en relación completa con el
mundo espiritual. Las prácticas religiosas allí han desparecido y sólo reiSa la religión del deber y el único culto la adoración a Dios en espíritu y en verdad ante el augusto templo de la Naexiste lo verdadera fratei nida l. Luella humanidad con
no y en ilustrar su inteligencia para poder ascender á las man siones de la dicha suprema. Llegó Mai'iano en su excursión por el espacio á un mundo donde observó qne sus habitantes se ocu paban de descubrir otro mundo que muy cerca divisaban, y el cual no era más que una de las lunas que poseía, donde por des gracia la humanidad que la poblaba era muy atrasada y no po día recibir aquel gran beneficio, porque le harían, quizá, enso berbecerse y no conseguir otra cosa que retardar su adelanta miento. El mundo á que hacemos referencia no es otro que el planeta Saturno, el cual tiene un anillo á su alrededor que le presta' su luz amarillenta, como la vuestra, pues pertenece á vues tro Sol. Allí vive una humanidad un poco más adelantada que la
sujeto alh contemplando 'o
la practica sincera de la ^ey Creación á esa sublime Ley.
compacto. En el planeta a el fenómeno que
el juego de luz que las lunas y el anillo enviaban al planeta, que Mariano sentía su alma henchida de gozo al contemplar tan pre
cioso y sorprendente espectáculo, y así se lo expresó al Guía, el
cual le dijo: "Lo que veis no es más que un cuadro sombrío
haber estado en el Sol que es el foco que presta vida y calor a
vuestra humanidad y es el centro donde viven espíritus superio
res que tienen misiones sagra<ias que cumplir en loa diferentes mundos del sistema. Llegaron á otro sistema mucho más per
fecto que el vuestro, donde cuatro, soles de diferentes colores prestaban en combinación su luz á mundos mucho más grandes
y hermosos que la microscópica Tierra. Siguieron ascendiendo
y á veces la claridad ó luz que despedía un espíritu puro ofusca ba al peregrino, creyendo encontrarse ante la Divinidad. Otras veces la luz, la belleza de la vegetación planetaria y todo el con
junto embargaba sus fuerzas y quedaba estático hasta que el
mundosenguardan virtud
ti.
acercaba el .no anciano. \Y qué regocijo
meiito de la desencaina
queridos que lo rodeaban! Era
sentían tanto este como un espíritu que iba a
coutinuó apreciando Mariano Estaba contento del progj-e-
las grandezas de aquel «o q,,e BU aspírit.. b« lativamente feliz yjo Todo sentimiento de re"®®'
te, mientras que otra que salía estaba en su plenitud, y era tal
no puedes llegar aún por tu atraso". Prosiguió ascendiendo, traspasó los límites de vuestro sistema planetario, después de
^ ^,^¿0 obedece en la
^
ese equilibrio que fugas los y centi petas^^^^^^^ por el amor germina la^ de las leyes centr planta, se nutre el ^mor para formar un todo hasta los átomo se unen po y . ^ j presenció Mariano
vuestra. Ese planeta tiene varios satélites. Cuando Mariano in gresó en él, era de noche, dos lunas estaban en su caarto crecien
comparado con pl que sfrecen los mundos de felicidad, álos que
j
Recorrieron todo aquel sistema, viendo bellezas sorprenden
gi cual le permitía sentirse reportotos. ob« da Dios. extinguido de su alma. ¿g ips que habían sido sus
Amaba y era amado <1® j®2a se preparaba á buscar la sabienemigos. Estaba en la boba 7 « ^ duría en el mundo sideral. C®" , pg¡bie penetrar. Y sintió
r. M tie"^raTSf." » ellas nos conduce esta b®"? ®® También has visto que amando, estudiando y traba]ando,^es
paso firme .7
^®"rr.eLüaráral.
ferviente culto ^'Jg^gerL purificados,
mas. ,''^^opsiones donde sólo . , jpgtrpecioQes de su S" ™ il. In aHaínitodalpar.dentro imJMarmao s« «ropos» i
^l-r^CaaiooeolosJ j-mtenudud.ayudaudo a
¡aflaaacla, í mitig»: b»
—134—
f
:
dolencias que experimentaban sus seres queridos, inspirándoles tortaleza para que mejor cumplieran las pruebas y expiaciones que han de experimentar mientras estén en el cautiverio terres■le. asi termina la historia de un pobre y humilde espíritu que teniendo vehementes deseos de ser útil y sus hermanos de la tierra, otrece a su estudio y consideración, la narración de su
paso por el plnneta, con el solo objeto de que sirva de ejemplo para practicar lo bueno que pueda encerrar, y de enseñanza los cuadros de sufrimientos tristes y penosos que ofrece la cadena ele Ja expiación.
4
GAPITUbO XXXVIL
Conclusión. A mis hermanos de la Tierra. relataros ,- nniíRIDO QUJiiitii't; le Moita «»««• del
la historia verídica mi peregrienseñaros la de fealdad de los
„e ha impulsado i detallar loa distintas existencias accidentes que tuve ^ educación es la
Tal ha sido el móvil qu
numerosos
terrestres, en •
lli 'I ■
"I;
B« .bn» de dlM; J .1
base fundamental
humana.
No veáis, pues,
¿e arte hijas de mi escasa inte-
humilde trabajo las ía as guarda para la salud ligencia. Buscad en el fontm la detenimiento las situamoral de los encarnados. planetarias; cómo ha tenido ciones del espíritu ®"®fdeSr, de amargura, por sus exque arrastrar largas etapas ae estas paginas que travíos é ignorancias. Leert « del espíritu en su viaje en mi
en ellas encontrams la verd^d_^
fV®í d«^
de la obscuridad a la luz^gi^abilarme por la practica del único objeto de ser bueno y ' ¿ ja Tierra y mi familia me bien V el culto de la virtud. Ldrilla de bandoleros y aquelanzó del hogar. Caí
Con aquella educación hasta no fué mi oa»'»»"u JJJT'^i. mis padres fueron Victimas a . perv.r.ld«i«. Uo. ospm-
—137—13G—
materia. Tan ciego me encontraba, que
ciüii por más ele ciicitrocieiitos años, fué la (ionsecuencia de la vi da de crímenes con que emprendí mi carrera. Huid, pues, pe
regrinos de la Tierra, déla Escuela del Crimen, 3' edúcaos en la virtud y el bien, para que alcancéis pronto vuestro progreso. Me propuse, por primera vez, expiar mis faltas y reparar
los daños que había causado. Ello era necesario para poder progresar. Y me sometí al hambre, á la desnudez, con la envol tura de un huérfano de aldea. Los azares de mi prueba me lle varon al seno de una familia en la que había de encontrar un
espíritu protector y otro espíritu enemigo. Desencarnó el pri mero y yo quedé luchando con el segundo, que consiguió con RUS trabajos de zapa que me lanzaran a la calle. Tal procedei despertó los instintos perversos de mi espíritu y volví a ser un asesino. La vida planetaria en las condiciones en que se en
contraba mi espíritu, no podía ofrecerme paz ni sosiego. Me en
prominentes, no para ser bueno, sino para gozar todas
como
didades de la vida. Y así me sorprendió la luueite mateiial,
cuando apuraba la copa de los placeres mundanos y era considerado como un Dios en la Tierra.
^
ni pnnfrario
Mi tercera jornada no acusa nmgun P^ogieso, al algunas negras aparecieron en y el Huid denubes la hipocresía, hermanos de humanidad que tiene sentadas sus es el vicio «,l»Ue.ái..lolo todo con ...» angidas '''tod'»TUría. So capítol q..8
alimenta del odio, y fomenta
ignorancia y el
sosteniendo al efecto la
» , .. g
creáis á los
q la gloria eterna á cambio de una
hipócritas. Cuando os o rneó la misa, decidles que las faltas s que la gloria sólo
cia por la satistacción del de
expiación; y lo, al obispo
en su propia concien-
P
^ espacio, viene vo-
último, perturbado mi sentido moral, me hice esclavo de la ava
Aufíelo, cómo, anoconvertirse 'la• Cía en un mozo de cordel luutariainente . espiritnalmente des
ricia y del egoísmo, procurando riquezas á costa de las lágrimas
para empozar á
contré con los seres que me hicieron víctima de su odio y por
de muchas familias, á las cuales despojaba sin conciencia. He ahí el cuadro de mr segunda existencia en la Tierra. Me había
prometido aligerar la cárga que pesaba sobre mis hombios, y ofuscado con las pasiones la aumenté con un crimen más, ad
quiriendo de paso, el defecto oprobio.so de la usura, lo cual ha
bía de costarme muchas lágrimas y muchos sufrimientos. Des terrad de vuestro corazón el ódio, ese sentimiento innoble que ata al hombre con la cadena de la esclavitud moral. Eechazad
la venganza que iguala á los hombres con las fieras y les hace de peor condición que su víctima. El que atenta contra la vida de su semejante es un desgraciado que, al satisfacer su pasión, esta blece una vida de tinieblas para su propio espíritu. Hay, pues,
que combatir esa pasión, y cuantas puedan obstaculizar el mejo berbia que son el cáncer que corroe el corazón humano. Odiad, en fin, el mal en sus diferentes manifestaciones, y amad la virtud que redime al hombre y le eleva á las regiones de la luz. Estu-
ramiento del espíritu. Eechazad el egoismo, el orgullo y
pués de haberse desliz ya, dar un paso en el
mucho debe mucho ha ¿e Paga^'
nroereso; pero como el que u tierra y rendí mi
alma, lachando
quinta existencia para PJ , . ja unión coi/un espíritu que con los vicios y a la vez jjjable enemigo. Pe^o. se sermala mi educación del cariño desmedido que bíapreciaba recibidode una surgiesen
me prodigaban á caer nie^ainente liara mí pruebasmis terribles que me expusieron p brotó de
en el abismo de la
"galir triunfante, después de haber
mi espíritu me nafrado la pena
'«7 dlss»»"'"-''». educación
Z
del influye de una Kción de un brazo homicida espíritus. Ved,y manera directa y poderosa educamón padies I hqos , la educa padres ae de familia, losj^^g f«ii®®^° educación moral que se basa en
.diad los sufrimientos que encontró el avaro en el espacio, en su
renacimiento espiritual, estando seis siglos en tinieblas y sintien do la saeta de los remordimientos que torturaban su conciencia;
piaciones, con i»
procurad, pues, no caer en las redes de la avaricia. Necesité ingresar otra vez en la penitenciaria terrestre 5
f.!®':Íf?'l^íoKarme de frentejija
busqué en el sacerdocio católico las fuerzas que necesitaba para practicar la virtud, y para rechazar el torbellino de pasiones en
ires amigos e.eJS»''» en ^ así Z: "creTtmíos nueva labor en la -t'®" ae iban desarrouanu
que había de caer envuelto mi pobre espíritu. Peros
los resultaron fallidos. Me encentre en lucha con la
^
que me arropó con su negro manto y me egolfe en los V cío .
Jamás me ocupé de otra cosa que de gozar los placeres
i
-
il inflijo deTamor espir
satisiaco."" —
librando-
'
prestaban
>■-? »
en mi alma
—139—
-138—
bastante aligerada la carga que me agobiaba. Por séptima vez , debía ingresar en la Tierra y procurar con mi trabajo la rehabi litación de mi espíritu. Nací en la opulencia y mis padres, ofus cados con las riquezas, no me hicieron cultivar la virtud y el
"Ln, educación moral y social es la base más firme del pro greso humano. Educad, pues, á vuestros hijos en la Moral cristiaua, sobre la base del Espiritismo, y asi habréis
trabajo, y si se ilustró mi inteligencia con los conocimientos
individuo ó del espíritu encarnado, tal cuales son
grandemente á la Regeneración humana por la f
científicos inherentes á una carrera tan importante como la de la Medicina, no me inculcaron los sanos principios de la moral.
del Cristo establecido, en su Evangelio. Asi
tros hijos en la Tierra y todos en espíritu y en vei a ,
Así contraje nuevas deudas por faltas contra la ley del amor; y no sucumbí, gracias á tres espíritus benévolos que ingresaron en mi hogar, trayendo el ramo de olivo, los cuales tocaron los sentimientos de mi alma y me hicieron pensar bien en la impoitante misión de padre de familia que estaba desempeñando en la
Tierra. Se operó en mí una transformación radical. Yo procuraba cumplir con mi deber, siendo un amantísirao padre de familia. Y eso me causaba una dicha inefable. Sin embargo, yo debía conquistar mi progreso á fuerza de expiaciones, y surgió enton ces una nueva prueba para mí, la cual me costó acerbos sufri
mientos, pero me hizo en cambio dar un paso de avance en el camino de mi regeneración. El sufrimiento es un crisol en que se depura el espíritu. Yo contraje segundas nupcias con una joven que por su edad ni por sus condiciones morales era capaz para dirigir y educar una familia. Y sucedió lo que debía su ceder. Pasada la primera ilusión, quedó la realidad que impo nía á un espíritu débil, como el de mi segunda esposa, deberes ineludibles de los que no tenía conciencia y á ios cuales no pu do ser fiel, rodando en brazos del vicio y amargando de ese mo do los últimos dias de mi séptima existencia. ¡Pobre espíritu qué, por falta de educación rodó al abismo! Debía volver á la Tierra, afrontando en mi octava existencia
una posición desahogada que me permitiría cumplir mis propósi tos de progresar. Corrió apacible la primera parte de mi exis tencia; pero luego llegó la hora de subir el calvario para saldar
hasta el último cuadrante. Sufrí tremendos dolores; apuré,.el cáliz hasta las heces, pues mi firme propósito era experimentar las mismas angustias, los mismos tormentos que había hecho pa sar á mis semejantes. Y cumplí bien mi tarea, saliendo triun
fante de la prueba y alcanzando al fin la libertad de mi espíritu
jiara volar por la inmensidad, admirar la rnagestuosa obra del Universo y adorar á Dios.
Estudiad, hermanos, la enseñanza que os ofrece mi octava existencia, en la cual se reasumen todas las demás, porque en
ella saldó muchas y cansiderables deudas, teniendo la satisfac ción, hoy, de poder conseguir la luz espirita á través de la cua
admiramos las grandezas de otros mundos superiores al vuestro en donde se goza del amor purísimo del alma.
Torminaré, pues, mi modesto trabajo, haciendo un llama»
miento á la sociedad para decirle:
desea vuestro hermano,
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