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Arces.,
¡Lh muerte! ¿Qué tiene de terrible para mí ? Puede desasimie de este cuerpo, convertirlo en tierra y reducirlo á lanada. Oh! yo la deseo, pues ella pondrá término á mis males. Ven ¡ oh muerte ! toma el aire mas espantoso, el aspec to mas formidable, nada me importa. ¿Qué es la. muerte para aquel que en el rigorde los comba tes lidiando al frente de sus hueste caia cubierto
,
de heridas gritando embriagado con la gloria del triunfo y luchando con la mortal agonía i i \ictoria!! Pero entonces vuestro amor pres taba fuerzas á mi brazo, mas hoy que veo fene cer mis dulces ilusiones, que estáis próxima á formar eternos lazos, ¿qué esperanzas me restan? ¡Ingrata! ¿ por qué me hicisteis abrasar
en la inestinguible llama que me devora, si este había de ser el resultado ? Desabais una corona
y el desventurado Arcés solo puede ofrecéi-os-
la de mirto y rosas, y por esto es un objeto des
preciable á vuestros ojos. Olvidásteis vuestras
solemnes promesas; aquellos gratos instan tes pasaron, y con ellos también el recuer
do de vuestro amor; pero.... mas no, perdo
nad, señora, me olvidaba que sois la Reina y yo \ uestro vasallo. Estoy fuera de mí; perdonad mi arrojo.
Antígosk. Arcés, no despedacéis mi corazón con injustos y amargos reproches. Si el adverso hado me se
para del ser que adoré no tengáis la crueldad de añadir nuevos tormentos á los que sufro. Os
he hecho venir aquí para haceros presentes
vuestros deberes, no para, oír los lamentos de
vuGvStra pasión. Os amé, no lo dudéis y si hu biese podido decidir mi destino hubiera r)refe-
iido \ uostiq amoi al brillante solio ; pero antes que todo es el bien de los pueblos y si fomen táis en vucsti'o pedio tanto heroismo como amor espero que liareis el sacrificio de renun-
ciai á vuestra patria. Sois amante y yo i^ronto seré esposa. No debo oir vuestros suspiros ni en jugar vuestras lágrimas. Partid, que esa inven
cible espada os proporcionará laureles donde
quiera que vayais. Alejaos por piedad, y vivid
t
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sr
Arces.
para inmortalizar vuestro nombre. Yo os lo su plico y si no basta, os lo mando. Señora, si algún secreto interés ó una mal fingi da compasión os obliga á exigir que abandone mi patria,es inútil empeño. No os ocupéis mas de un infeliz que desterráis de vuestro corazón. As cended al sólio, haced venturoso ámi rival y go zad de un feliz himeneo y de un floreciente rei nado, y no temáis que Arcés turbe vuestro re poso con una sola mirada, pues antes que Apo lo toque el meridiano, mis ojos estarán cerrados y vos libre de que os ofendan (Qw/erc y-d;/tígone lo detiene).
Antígom» Esperad, tened, no así os entreguéis al dolor ¿qué me queréis? ¿Padezco menos que vos? ¿Os lo figuráis así porque tengo mas imperio sobre esta fatal pasión? ¡Ah! si os viese con la indife rencia que me atribuís ¿os pediría que os alejáseis? Sí, Arcés, fomentar esta llama es un cri
men; pero apesar de mis esfuerzos no puedo ocultarlo, os amo.
Arces. Vos me amais, repetídmelo. Antígone. Os amo, pero alejaos. Arces. Sí me alejaré, pero no solo. Venid querida An
tígone; partamos en este instante, irémos á Cre ía, y allí los Dioses recibirán el recíproco voto dé nuestro amor, y acaso compadecidos de nues tros males nos proporcionarán un solitario al bergue donde pasar nuestros días. Venid, ¿qué os detiene?
Antígone,. Temerario! ¿qué osas proponer? Aunque fasci
nada por una loca pasión accediese á tu deseo
¿qué lelicidad pudiéramos esperar, mereciendo el general desprecio, violando los deberes mas • sagrados, cubriendo de oprobio el respetable y augusto nombre del Rey de Mesenia, hecha blanco de sus baldones, caería sobre nuestras cabezas la maldición del Cielo. ¿Piensas que se riamos felices? No, Arcés, los Dioses no deja
rían impune este crimen. Sometámosnos al in flujo de nuestra funesta estrella y no nos deje-
moa seducir por la vana esperanza de una qui mérica dicha, y acaso los Dioses.... 4: