NUESTRO AMBIENTE
Serie: IDEAS SOBRE LA SALUD MENTAL Folleto núm. 3
DEPARTAMENTO DE INSTRUCCION PUBLICA
División de Educación de la Comunidad San Juan, Puerto Rico 1ra. edición - 1976 Libros para el pueblo, núm. 32
La División de Educación de la Comunidad del Departamento de Instrucción Pública y el Programa de Salud Mental del Departa mento de Salud de Puerto Rico colaboraron en la preparación del contenido de estos folletos que esperamos ayuden al lector a familiarizarse con los conceptos sobre la salud mental y su relación con nuestro diario vivir.
Este es el tercer folleto que hemos preparado de la serie titulada “Ideas Sobre la Salud Mental”. El propósito de estas publicaciones es el de ayudar a la comunidad a adquirir concep tos más claros de lo que es salud mental. En el primer y segundo folleto se enumeran y explican al gunas de las necesidades emocionales básicas y nuestras res puestas más comunes ante la presencia de las tensiones que tur ban nuestro balance emocional. Se titulan “Nuestra Manera de Sentir” y “Nuestra Manera de Actuar”. La lectura de los dos primeros folletos ayuda mucho a en tender más a fondo los puntos planteados en este, a pesar de que no es indispensable para captar su contenido. La amplitud de los temas tratados tan sólo han permitido cubrirlos en forma breve. Confiamos en que el lector se estimule a seguir inquiriendo en ellos.
FACTORES SOCIALES QUE INFLUYEN EN LA SALUD MENTAL El Hogar Las actitudes de una persona se empiezan a formar en el sitio donde se cría. Es ahí donde se inician sus posibilidades de ajuste adecuado a la vida. El pan de cada día, la cama que brinda oportunidad de des canso, la ropa que protege y todas las demás necesidades ma teriales que se le ofrecen al niño, son muy importantes para la capacidad que va a desarrollar de sentirse en paz con la vida. Pero más importante que todo eso está el sentido de armonía que se origina en el saberse querido por los que le rodean. Un plato de sopón calientito que se le sirve a un niño cuan do tiene mucha hambre le penetra hasta los huesos y lo deja re gustado, tan solo si junto con el plato de comida percibe el ca lor del sentimiento. Porque si ese plato se sirve con un rechazo profundo al niño que lo recibe, ni el más caliente sopón evita el frío que siente en el corazón. El hogar es la piedra angular donde se pone la zapata de nuestra conducta posterior. Esto sigue siendo cierto aún cuando la composición del hogar haya cambiado dramáticamente en Puerto Rico en las últimas décadas. Ya es muy raro, sobre todo en la zona urbana, encontrar el tipo de hogar donde era el padre el que salía a trabajar y la ma dre estaba siempre presente en la casa. Hoy en día son muchas las madres que tienen que salir a trabajar. Casi siempre es por razón de que se necesita un ingreso para poder pagar la casa, o los muebles, o la ropa de graduación, o los gustos y apetitos
que ofrece el mundo moderno. Hay que reconocer las tensiones de nuevo orden que se han producido en el hogar, pues tan solo así, en vez de tapar el cielo con la mano, se podrán examinar las causas de conflicto y bregar positivamente con ellas. Veamos las situaciones que se producen y preguntémonos como se pueden evitar muchos de los problemas con que se con fronta una familia hoy, cuando la madre trabaja fuera del hogar.
El Niño Tomemos en primer lugar al niño. Pasa muchas horas fuera de la influencia de la madre. Lo cuida a veces un familiar o a veces una empleada en la misma casa. A veces se le traslada a otra casa cerca o lejos del propio hogar. ¿Cómo podrían esos padres asegurarse que en el desarrollo de la personalidad de sus hijos, criados por otras personas, van a predominar los valores que ellos quisieran inculcarles? Una manera ideal sería si se pudiera escoger aquel familiar o emplea da que está de acuerdo con la manera de criar que uno tiene. No siempre esto es posible. Aún con las abuelas se producen con flictos en ocasiones, o porque se cree que son muy estrictas o al revés, muy alcahuetes. ¿Cómo se podría conseguir que la fuente de seguridad y cariño que una madre no le puede dar a sus hijos durante las largas horas que pasa en su ocupación, no le faltan a éste? Lo más deseable sería que al niño lo cuidase siempre la misma per sona, que se convertiría para el niño en la imagen de protección y cariño cuando la madre está ausente. No habría mucho des calabro. Infortunadamente, no siempre es así. No siempre hay una abuela o tía amorosa cerca y se recurre a la empleada. Ya no 6
existe aquel tipo de criada que pasaba toda una vida en un ho gar, compartiendo con la madre la responsabilidad de velar por los hijos. La verdad es que aquel ser humano se conformaba con tan poco la mayor parte de las veces que no vemos mal que haya desaparecido el tipo de explotación a que se le sometía. Hoy la empleada doméstica se va cuando menos se espera y empiezan a pasar por la casa una sucesión de entes cuyos nombres a veces es difícil de recordar. Hasta la más dócil de las criaturas se rebela ante tanta incertidumbre y es capaz de pegar le un mordisco al que se le interponga en su camino cuando quie re retener a la madre, colgado de su cuello. Si se meditara a fondo lo importante que es conseguir la mejor persona posible para cuidar de los hijos cuando la madre trabaja, se haría un esfuerzo más consciente por seleccionar y retener una buena empleada. A veces puede ser tan sencillo co mo pagar el jornal en lo que vale.
Hemos oído a menudo a una pareja que busca desesperada quien cuide de los hijos, decir que necesitan una “sirvienta”. A renglón seguido añaden que tan solo le exigen que cuide bien de los niños aunque no le dé tiempo a recoger la casa. La pala bra, con sus connotaciones tradicionales, ya indica que no se le tiene en otra estima que la del concepto de fregar y cocinar co mo una autómata. No puede ser “sirvienta” la que forma el carácter de nuestros hijos en ausencia nuestra. Vale tanto su presencia en el hogar que vale una buena paga. Quizás las deserciones frecuentes bajarían, si lo que se pagase guardara proporción con los requisitos que debiera exigírsele para su ocupación. Otra solución que puede ocurrírsele a una comunidad es la de proveer para el cuido de los niños a base de la organización de servicios grupales tales como los jardines de infancia. ¿Qué otras soluciones puede haber? Es menester darle pen samiento, puesto que estaríamos preocupándonos por una causa de vital necesidad en la comunidad del presente.
La Madre Veamos ahora, no ya el lado del hijo, sino el de la madre, cuando sale a trabajar fuera. En esa madre ocurren conflictos que no podemos negar. Muchas veces cuidan a los hijos en otro hogar, pero ella tiene que regresar a su casa a hacer todas las labo res. Después de luchar contra el “tapón” llega desarbolada a reco ger los hijos, a preparar la comida, a pensar en el traje que se va a poner el otro día, a calmar la irritación del marido que no en cuentra el periódico. Salud Mental al máximo es lo que necesita para no mandar a los hijos, al marido y el trabajo al infierno en uno de esos momentos.
El Marido No olvidemos al marido. Muchos de ellos comparten hoy con gusto las tareas cotidianas. Pasan el mapo, echan la ropa a lavar y hacen sinfín de otras labores que antes hacía sólita la esposa. Aún así, pueden surgir conflictos. Cuando él quisiera desahogarse con la esposa de un mal rato que pasó en el trabajo, ella puede a su vez consumir el tiempo que pasan juntos descar gando los problemas que tuvo en el día. Se va el marido a com prar los alimentos y se le ocurre traer, para que se lo preparen enseguida, un antojo que tan solo puede prepararse con la cal ma y el tiempo que la esposa no tiene. Son muchísimas las tensiones que produce la situación tan común hoy de la madre que trabaja. No podríamos agotar el te ma por más ejemplos que se diesen. Lo mejor en cada caso es que la familia estudie su propia situación y determine la mejor mane ra de aliviar aquellos problemas donde reconoce que la raíz del mal está en las complicaciones que se producen con la ausencia de la madre. Es mucho también lo que podrían producir en ideas sobre el tema los grupos que se dispusiesen a estudiarlo a fondo. Se
ría interesante saber qué opinan, no solamente los esposos y es posas, sino también los adolescentes, los familiares y la comu nidad en general.
Los Jovenes Hay otra área de salud mental relacionada con el hogar que necesita exámen cuidadoso. Se trata del cambio que ha ocurrido en la manera en que los hijos responden a los esfuerzos de sus padres por orientarlos. Son muchos los padres que se quejan de que la crianza de los hijos se les ha ido de las manos. Este problema cobra vigen cia dramática cuando se trata de los adolescentes. Algunos pa dres se violentan al ver que sus hijos, después de cierta edad, no les quieren obedecer. Otros prefieren ignorar las presiones del ambiente diciéndose que en el caso de su familia nunca ha brá problemas como los que ven a su alrededor. Se espantan cuando surge un incidente donde están envueltos sus propios hi jos y entonces se paralizan. Hay quienes deciden que es mejor aceptar cuanto suceda. O se sienten incapacitados para orientar a sus hijos o presumen que el ambiente en que viven es tan ma ravilloso comparado a lo que tuvieron ellos en su juventud que no quieren ser obstáculo para sus hijos. Así permiten todo cuan to al adolescente se le ocurra. Cuando quieren atajar lo que ya no puede tolerarse, es a veces muy tarde. Cada vez que ocurre un problema de relaciones con los ado lescentes los padres se recuerdan con nostalgia de los “tiempos de antes”. Había una vez que los niños no salían ni al balcón ex cepto con el permiso de sus padres. Un joven de 16 ó 17 años no se atrevía a llegar de una fiestecita más tarde de la hora fijada,
que en muchos casos no pasaba de las 9:00 P.M. En aquel entonces la crianza de los hijos tenía unos ribetes autoritarios que afectaban el crecimiento democrático de la per sona. Eran muchas las veces que caía un joven o una jovencita en un matrimonio mal hecho, con tal de salir del ambiente opre sivo a que se le sometía. Quería acabar con el sistema donde a él o a ella lo mandaban. Pero, total, lo que buscaba era tener la oportunidad de mandar a su vez. Y se caía en un círculo vicioso. Los padres que pretenden la obediencia ciega de entonces se olvidan que la mente del hombre tiene un cerebro que Dios le dió para usarlo. Trae mayor satisfacción a una persona, no importa su edad, el poder conducirse a base de lo que la razón misma le dice que a base de la decisión hecha por otro, sin posibilidades de cues tionarla. La imposición sobre un hijo de una conducta en particu lar puede funcionar muy bien, al parecer.
El hijo parece muy obediente porque se baña a la hora que le dicen, come lo que se decide que debe comer y casi hasta res pira como le dicen que debe respirar. Y nadie se da cuenta que, a más represión, más grande puede ser la rebelión de la criatura que parecía tan dócil a los 10 ó 12 años. Entiéndase bien que no estamos predicando la libertad sin límites. Salud Mental no es hacer lo que a uno le venga en ganas, pues nadie vive solo y sin responsabilidades hacia los demás. Lo que sugerimos, a los padres, es que examinen sus métodos de guiar a sus hijos adolescentes. No es fácil hacerlo. Cuando tenemos un problema encima ya no queremos volver atrás y ver que parte del problema fue creado por nosotros mismos. Leer lo que dice un “experto’’ en un folleto no proporciona soluciones. Si una comunidad quiere darse a la tarea de meterle mano a los problemas de la orienta ción adecuada a los adolescentes necesita dedicar tiempo a es tudiar la situación, utilizando consejos profesionales que un Cen tro de Salud Mental puede ofrecer.
Los mismos jóvenes tienen que ser incluidos en la tarea, si es que se quiere elaborar con ellos los mejores medios de llegar a un entendido de paz y tranquilidad común. Al menos podemos hacer algunas anotaciones sobre los cam bios que han ocurrido en la sociedad moderna y que afectan las relaciones con los adolescentes. Uno de los factores de cambio ha sido el hecho de que hoy el grado de escolaridad es mucho más alto. Un joven que ha adquirido por lo menos su diploma de cuarto año de Escuela Superior tiene mucha más confianza en su capacidad de opinar y decidir por sí mismo que antes. Es capaz de desafiar conceptos y patrones de conducta si no se le dan razones que lo convenzan.
Otro factor de peso es el grado de progreso económico que hemos alcanzado. Se ha puesto a la disposición de la juventud una serie de recursos que no se conocían antes. A los 16 años se puede obtener una licencia para guiar automóvil y se puede comprar un “cacharro” con una cantidad que el joven se puede ganar por sí mismo. La composición del vecindario dejó de ser en muchos sitios aquel que conocíamos los mayores donde no había vecino que no supiera quien era el hijo de quien y cual de ellos había hecho la travesura. La gente se ha agrupado más cerca unos de los otros, lo mismo en la zona rural como en las urbanizaciones públicas, como en las privadas, pero están más lejos uno de los otros en la convivencia. Los niños no van todos a la misma escuela ni se juntan con los mismos grupos. Las diversiones dependen mayor mente de facilidades que requieren salir del vecindario en que se vive. Los padres tienen muchas más oportunidades de hacer su propia vida social o de negocios que limitan la oportunidad de supervisar las actividades de los hijos. ¿Qué se puede hacer? ¿Cruzarnos de brazos y decir que no se puede hacer nada, que los cambios son inevitables y que te nemos que aceptar que la familia está abocada a desaparecer? No lo creemos. La familia dentro de la estructura que conocía mos antes, es cosa del pasado. Pero la familia, dentro de cual quier nueva condición que exista, seguirá siendo la piedra angu lar donde se pone la zapata de nuestra conducta posterior. Vale la pena buscar los medios de conservar los valores en que se cimenta.
LOS GRUPOS A LOS CUALES UNO PERTENECE: El Trabajo El grupo con el cual uno se relaciona más después del hogar es casi siempre el grupo con el cual uno trabaja. Son muchas las maneras en que las personas que nos rodean en el trabajo pue den afectar nuestra salud mental, unas veces muy positivamen te y otras en forma negativa a nuestro ajuste. Un buen compañero, con su generosidad, le puede hacer a una persona apreciarse más en sus buenas cualidades. No siem pre pasa así. Un jefe autoritario que se goza en crear un ambiente de te rror psicológico entre los subalternos puede causar múltiples pro blemas emocionales. Un compañero ambicioso que utiliza medios de poca honra dez para lograr ascensos a base de desprestigiar la labor de otro, puede causar tanta ansiedad que la tensión en que está la perso na puede trascender hasta el hogar. Una competencia desmedida en una joven por exhibir la vestimenta o los peinados o las prendas más modernas o costo sas, puede no solamente dar al traste con el presupuesto familiar, sino también crear estados de intranquilidad tan grandes que permean a través de todas sus relaciones con los demás. Es necesario confrontarse a las situaciones de trabajo con una visión clara de las satisfacciones que en verdad puede uno esperar del trabajo en sí y de las relaciones con los demás com pañeros. Es saludable reconocer el sitio que ocupa ese trabajo en la vida total de uno y preguntarse si no se está esperando demasiado del trabajo. O por el contrario si es que uno mismo no está dando todo lo que puede dar para hacer del trabajo una experiencia placentera.
"EL PROFETA" Gíbrán del Trabajo —(Fragmento) Se os ha dicho siem pre que el trabajo es una maldición, y que la tarea es una desgracia. Pero yo os digo que, cuando trabajáis, cumplís una parte del más alto sueño d e la Tierra, parte qu e se os asignó al nacer de ese sueño. Y al ser fieles al trabajo, en verdad amáis la vida, y amar la vida, m ediante el trabajo, es penetrar en su más íntimo secreto. Pero si en vuestro dolor consideráis una aflicción haber na cido, y la carga del cuerpo una maldición escrita en vuestra frente, os respondo que sólo el sudor de vuestra frente lavará lo en ella escrito. Tam bién se os ha dicho que la vida es oscuridad, y en vues tro hastío sois un eco de lo que han dicho los hastiados d e la vida. Y yo digo que la vida es oscuridad, salvo cuando hay ansie dad, y que toda ansiedad es ciega, salvo cuando hay conocim ien to, y que todo conocim iento es vano, excepto cuando hay traba jo, y que todo trabajo es fútil, salvo cuando hay amor; y que cuando trabajáis con amor, os unís a vosotros mismos, y a los demás, y a Dios. Y, ¿qué es trabajar con amor? Trabajar con amor es tejer la tela con hilos de vuestro corazón com o si el ser am ado fuera a usar esa prenda de vestir.
Es construir una casa con esm erado afecto, com o si el ser am ado fuera a vivir en esa casa. Es arrojar semillas con ternura, y cosechar con alegría, com o si el ser am ado fuera a com er ese fruto. Es impregnar todo lo que hacéis con un soplo de vuestro propio espíritu, y saber que todos los bienaventurados muertos están junto a vosotros, presenciando lo que hacéis. Os he oído decir, a menudo, com o si hablaseis en sueños, que el que traslada la form a de su propia alma a la piedra es más noble que el que ara la tierra. Y que quien se apodera del arco iris para trasladarlo a la tela que capte la imagen del hom bre, es más honorable que quien hace las sandalias para nuestros pies. Mas yo os digo, no en sueños, sino en la alerta vigilia del m ediodía, que el viento no habla más dulcem ente a los gigan tescos robles que a la mínima hoja d e hierba, y que sólo es grande el que transforma la voz del viento en un canto más dulce, al influjo de su propio amor. El trabajo es amor, hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor, sino sólo con disgusto, será mejor que abandonéis el trabajo y os sentéis a las puertas del tem plo, a recibir las limosnas de quienes trabajan con alegría. Porque si cocéis el pan con indiferencia, haréis un pan amar go, que sólo saciará a m edias el ham bre del hom bre. Y si piséiis la uva d e mala gana, destilaréis un veneno en el vino. Y aunque cantarais com o los propios ángeles, sin amar el canto, harías insensibles los oídos del hom bre a las voces del día y a las voces d e la noche.
En la actualidad, tanto los adultos como los menores, tienen mucha ocasión de pertenecer a grupos de distinta naturaleza en la comunidad. La experiencia de ser miembro de cualquiera de estas instituciones puede llenar plenamente algunas o varias de nuestras necesidades emocionales y contribuir a nuestra salud mental. Veamos algunos ejemplos. Ser miembro de un club, asistir a las reuniones y participar de las actividades de ese club puede llenar un vacío de cariño. Al ser aceptada la persona por el grupo tiene un sentido de per tenencia que le estaba haciendo falta en su caso. Un envolvi miento creador en los asuntos de una organización a la cual uno pertenece puede ocupar tiempo libre en cosas productivas y evi tar el aburrimiento. Un logro obtenido puede hacer sentirse a una persona orgullosa de su propia capacidad de servir bien a los demás. O simple y llanamente la participación en la organi zación puede proveer la recreación que la persona necesita. Esto lo pueden entender muy claramente los vecinos de las comunidades orientadas por la División de Educación de la Co munidad, que asisten regularmente a las reuniones que su comu nidad lleva a cabo. Al participar en las actividades estos vecinos
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están siendo miembros de la institución básica a la cual el ciu dadano pertenece en una democracia: su propia comunidad. Lo que aprende la persona en la convivencia con sus vecinos le ha ce mejor miembro de cualquier otro grupo social al que perte nece. Si la participación nuestra en una organización de cualquier tipo no consigue el logro emocional que buscábamos y lo que nos trae es un aumento en las preocupaciones, entonces hay que buscar la base de esa insatisfacción. Puede estar en nosotros mismos. Puede muy bien ser que nuestras motivaciones estén un poco confusas. Nos decíamos, por ejemplo, que queríamos entrar a una organización porque deseábamos ayudar a los semejantes y luego nos duele el tener que hacer el más mínimo sacrificio de nuestro tiempo y esfuerzo. Nos engañábamos pretendiendo 19
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que tan sólo queríamos ser útiles calladamente y luego nos des vela la necesidad que tenemos de que nuestro nombre brille a todas horas. Creíamos que nos íbamos a distraer con asistir a las actividades sociales y luego lo que hacemos es sufrir cuando no podemos estrenar un traje cada vez que hay una fiesta. En casos como los que hemos citado la organización no va a poder ofre cernos, por mejor que funcione, una salida favorable para nues tra salud mental. A veces la falla puede estar en la organización misma. Se supone que el eje central de cualquier organización o asociación se basa en el crecimiento continuo de cada uno de sus miembros, que tienen la oportunidad de utilizar sus capacidades al máximo y desarrollar destrezas sociales de valor para ellos y para los de más. Si esto no está presente la experiencia del socio puede ser frustrante. Las metas de una organización pueden ser tan confusas que el trabajo del socio se diluye. Los métodos utilizados por los di rigentes pueden ser represivos y ahogar la capacidad de expresión. El reclutamiento de socios puede ser tan deficiente que el gru po no tenga intereses en común de acuerdo a los verdaderos ob jetivos de la organización. Cada persona tiene que examinar su propia situación y de terminar si su participación en la organización a que pertenece está en verdad contribuyendo al desarrollo de su personalidad. Si cree que la función del grupo es valiosa y que su participación es necesaria le es menester colaborar a la medida de sus esfuer zos para ayudar al éxito de la organización. Pero para eso nece sita analizar más a fondo sus propias actuaciones y lidiar con las áreas que le traen conflicto.
LA COMUNIDAD DONDE UNO RESIDE Como dijimos antes, los cambios sociales que han ocurrido en Puerto Rico durante las últimas décadas han traído una situa ción radicalmente distinta en los vecindarios, sobre todo en la zo na urbana. Muchas veces no se conoce el nombre de los vecinos que quedan más cerca, ni se sabe de donde vinieron, ni que hacen. Son muchos los hogares en las urbanizaciones modernas que perma necen cerrados durante todo el día. Los miembros de la familia llegan casi de noche a comer y a dormir. Esta falta de conviven cia acarrea en muchos casos conflictos serios de relaciones entre los vecinos. Podíamos desentendemos de la situación diciéndonos, en forma egoísta, que hoy en día no se necesita de los vecinos para vivir tranquilos. Podemos salir fuera a buscar amistades y diver siones. Con vivir cada cual en su casa, sin meterse en la vida aje na, ya tiene. Al asumir esta posición estaríamos escapando de la realidad. Dondequiera que haya gente viviendo cerca uno de los otros van a surgir situaciones de interrelación, quiérase o no. Tomemos, en primer lugar, el aspecto puramente físico rela cionado con las facilidades que existen en una comunidad. Si las condiciones que existen son indeseables, constituyen una fuente de irritación común. Cuando falta lo más indispensable, como la carretera ó el agua potable, ¡Qué desesperación! Pero aún cuan do estas facilidades existieran hay otras cosas que pueden moles tar. La disposición inadecuada de la basura lleva ratas y sa bandijas a cualquier hogar. Un negocio que estimule el vi-
ció es un peligro para cualquiera de los residentes. La falta de una farmacia o de teléfono, o del servicio de correo, trae molestias para cualquiera de los que viven en el sitio. No se puede alegar que no tenemos nada en común con nuestros ve cinos. Cuando se trata de áreas que trascienden lo puramente material es más importante aún reconocer la importancia vi tal de la comunidad en la salud mental de sus residentes. No es igual vivir a la defensiva, sospechando de quienes nos ro dean que saber que estamos entre amigos. No es igual tener que mantener los hijos encerrados en la casa que poderlos de jar salir a jugar sabiendo que no hay peligro. Se siente uno mejor si ha podido poner su piedrecita para ayudar a aquellos
hogares donde surge una crisis y uno ha podido poner su par te de buen vecino. Cuando se ha llegado a conocer la importancia que tiene la manera de vida de una comunidad en la salud mental los mismos vecinos se interesan por ayudar a que se desarrolle el mejor clima posible de relaciones. Cada comunidad tiene ante sí la responsabilidad de es tablecer los mecanismos de comunicación que le permita a los vecinos incorporarse a un proceso constante de labor común para beneficio de todos. Se está entonces alerta a las presio nes que produce la misma cercanía de unos con otros, se an ticipan las situaciones que podrían causar problemas y se bre ga con ellas a tiempo. La reunión periódica y continua de la comunidad, donde todos tienen la oportunidad de participar es el eje de la vida democrática de la comunidad. No sabemos cuantas cosas sería capaz de producir para su propio provecho una comunidad que ha logrado ese alto grado de desarrollo cívico. Estamos seguros, sin embargo, de que la actividad creadora de la comunidad puede ser fuente de salud mental para todos sus residentes.
LOS PATRONES CULTURALES Y SU INFLUENCIA EN LA SALUD MENTAL En la manera de ser de los individuos hay reacciones que son producto de los patrones culturales de su país. En múltiples ocasiones se responde a una situación del presente haciendo uso de las respuestas que se han ido formando en el pasado. Los pue blos van creciendo y adaptándose a las circunstancias particula res a su desarrollo. Se adoptan maneras de pensar y actuar en determinadas situaciones que se van transmitiendo de genera ción en generación. A veces es posible reconocer los modos de respuesta que son producto de la influencia cultural y a veces no. Muchas veces se puede llegar a definir claramente el porqué de un determinado patrón cultural y en otras no es tan fácil. El clima, las condiciones económicas, la ocupación de la gente, la manera en que se agrupan para vivir, las oportunidades de ex presión, el tipo de gobierno, las raíces étnicas; todo esto y mu chísimos factores más son fuerzas que van moldeando la perso nalidad de la gente.
Algunas de las manifestaciones culturales de un país son tan positivas que contribuyen mucho al bienestar general. Están tan adentradas en la costumbre popular y crean tales satisfaccio nes que pueden resistir los embates de los cambios, adaptándo se de alguna manera a las nuevas circunstancias. En Puerto Ri co nos distinguen de otros pueblos algunos rasgos que seguirán siendo siempre un puntal de fortaleza emocional.
Ya mencionamos antes la importancia que tiene aquí la fa milia. Cierto es que habrá muchos hogares donde los miembros casi no se ven durante la semana, pero en un día domingo hay miles de familias que se congregan en algún lugar común de reu nión. Puede que no sea ya en todos los casos la casa de los padres, la cual visitan todos los hijos casados que ya están establecidos en su propio hogar. A lo mejor se juntan para una jira en la playa, o se va un grupo al cine mientras otros se quedan en la casa vien do la televisión o jugando una partida de dominó. Lo cierto es que la familia se sigue buscando en Puerto Rico. Dentro de su seno se resuelven infinidad de problemas que de otro modo cau saría desbalance en algunos de los miembros. Es uno de los pa trones culturales que no debiera descuidarse. Tiene sus desventajas también, cuando se pretende obligar a todos los miembros de la familia a seguir un mismo patrón de con ducta. 26
Hay padres que tratan de evitar que sus hijos se muden le jos, buscando nuevos horizontes y nuevas oportunidades. No se percatan de que el lazo de afecto puede ser más fuerte si no se le ponen nudos. Una cercanía llena de inconformidad trae más tensiones que una ausencia salpicada de visita, que aunque cor tas o espaciadas, conservan la amistad sin trabas que caracteri za una buena relación familiar. Aún estando la familia cerca, hay que cuidarse de caer en el egoísmo inconsciente de tratar de vivir la vida de los demás. Cuando se quiere constreñir la relación social, sobretodo en el adolescente a la familia nada más, el círculo familiar resulta limitado. Por eso es deseable que se acepte la necesidad que tie nen distintos miembros de la familia de tener sus propias amista des y sus propias formas de recreación aparte de las que existen dentro de la familia.
Estas advertencias no significan en ningún momento que se acepte como válido que no vale la pena tratar de conservar la unidad familiar. Lo que estaríamos haciendo al negar la impor tancia de la vida familiar sería igual que botar el grano junto con la paja. Otra característica que de veras distingue al puertorrique ño es la hospitalidad. El que ha viajado sabe que la hospitalidad, en una u otra manera, puede existir dondequiera. Sin embargo, en Puerto Rico toma una forma muy puramente nuestra. Porque es un abrirle los brazos y el corazón completos al semejante, pa ra darle ayuda, no solamente física sino espiritual. Eso es así por que una de nuestras virtudes es también la compasión. Ante el infortunio por el cual pasa otro ser humano nos sale adentro una frase que ya nos caracteriza, el “Ay Bendito”. Surge tan espon tánea y tan sincera la frase, que a veces, con eso nada más, le estamos dando alivio al que nos cuenta sus pesares. Nuestro pueblo sabe dar. Desde la taza de café o refresco que se le ofrece al extraño una vez traspone el umbral de las puertas de nuestro hogar, hasta las colectas públicas para las víc timas de una inundación, nuestro pueblo tiene el don de saber compartir lo que se tiene. Por otro lado hay patrones culturales que en algunos de sus aspectos no son muy saludables, porque aprietan y estrujan la posibilidad de crecimiento emocional en los individuos. El tabú serio sobre el sexo al cual nos referimos en el folleto número uno es uno de los moldes más rígidos a que hemos esta do sometidos. Ya dijimos que este tema merece atención separa da.
La falta de suficiente conciencia colectiva sobre el deber ciudadano de participación democrática conlleva a una actitud de indiferencia del individuo cuando surgen asuntos de interés público. La herencia de patrones de imposición autoritaria restringe la expresión individual. Tenemos muchísimos defectos, pero tenemos muchas más virtudes. Tenemos la responsabilidad de conocernos mejor. A ma yor conciencia de los valores reales que se quieren conservar hay menos posibilidad de tensión y angustias en las relaciones armo niosas que pueden tener las distintas generaciones, ya que se pueden aceptar los cambios que surgen sin querer detener el paso de los años. Al mismo tiempo se puede orientar a las nuevas ge neraciones a preservar la esencia de las cosas buenas que nos ha legado el pasado.
VALLE DE COLLORES Cuando salí de Collores, fue en una jaquita baya por un sendero entre mayas arropás de cundeamores. Adiós, malezas y flores de la barranca del río, y mis noches del bohío, y aquella apacible calma, y los viejos de mi alma, y los hermanitos míos. Qué pena la que sentía cuando hacia atrás yo miraba y una casa se alejaba y esa casa era la mía. La última vez que volvía los ojos, vi el blanco vuelo de aquel maternal pañuelo empapado con el zumo del dolor. Más allá, humo, esfumándose en el cielo.
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Después en pos de ideales. . Entonces me hirió la envidia. Y la calumnia y la insidia y el odio de los mortales, y urdiendo sueños triunfales, vi otra vez el blanco vuelo de aquel maternal pañuelo empapado con el zumo del dolor. Lo demás humo esfumándose en el cielo.
La campestre floración era triste, opaca y mustia. Y todo, como una angustia, me apretaba el corazón. La jaca, a su discreción, iba a paso perezoso. Zumbaba el viento, oloroso a madreselvas y a pinos. Y las ceibas del camino parecían sauces llorosos. No recuerdo cómo fue. (Aquí la memoria pierdo). Más en mi oro de recuerdos, recuerdo que al fin llegué. La urbe, el teatro, el café, la plaza, el parque, la acera, y en una novia hechicera hallé el ramaje encendido donde colgué el primer nido de mi primera quimera. ¡Ay la gloria es sueño vano! ¡Ay, el placer sólo es viento, y la riqueza tormento, y el poder, hosco gusano! ¡Ay, si estuviera en mis manos borrar mis triunfos mayores y a mi bohío de Collores volver en la jaca baya por el sendero de mayas arropás de Cundeamores! Luis Lloréns Torres ( Puertorriqueño)
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Escritores: Carmen Isales Dr. José Núñez López Diseñador Gráfico Diseño de Portada: Ilustrador
Rafael Tufiño
Impresión:
Talleres de la División de Educación de la Comunidad