REVISTA del IN$TITUT,Q de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA UTER.ATUR.A ARTES PLÁSTICAS TE.ATRO MOSICA ARQUITEC7V1Ul
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ABRIlrJUNIO, 1974
San Juan de Puerto Rko
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Carlos Conde, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Elías López Sobá Arturo Santana - Esteban Padilla Milton Rua
Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegria Apartado 4184 AÑO XVII
SAN JUAN DE PUERTO RICO
1974 ABRIL-JUNIO
Núm. 63
SUMARIO Historia de una poesía por Angel López Cantos
1
Quinta exposición de la Escuela de Artes Plásticas
7
Notas sobre el paisaje de Puerto Rico por Samuel Giú' Gaya. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
Elogio de Tomás Blanco por Eladio Rodríguez Otero
11
Poema por Eisa Tió
15
Eugenio Fernández Méndez: "Art and Mythology oí the Taino Indians oí the Greater West Indies" por Roberto D. Agramonte . . . . . . . . . . . . . . .
16
Exposición de tallas de José Manuel Torres Santiago
20
Don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz de Zárate por Vicente Géigel Palanca . . . . . . . . . . . . . . .
22
Las relaciones entre los taínos de Puerto Rico y los de La Española por Ricardo E. Alegria
~1
Valoración geográfica sobre la arquitectura religiosa en Puerto Rico por Arturo Dávila
~4
Exposición de Augusto Marin . . . . . . . . . . . . . . . . .
~9
Guillaume Coppier y su "Historia y viaje a las Indias Occidentales" por Manuel Cáraenas Ruiz .... . . . . . . . . . . .
41
SEPARATA Vista de la Casa Blanca Museo de la vida en San Juan durante el Siglo XVI.
PUBLICACION 'DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUE~A Director: Ricardo E. Alegria Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual .. oo .. oooo.oooo................................. $2.50 Precio del ejemplar oo ... oooo .. oo .... oooo.oooooo .... oooo .... oo... $0.75 [Application for second class mail privilege pending at San Juan, P. R.]
DEPÓSITO LEGAL: B.
3343 -1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
Angel López Cantos, nació en Churriana de la Vega (Granada), ei 10 'de diciembre de 1935. Estudió el bachillerato en Córdoba; Maestro Nacional por la Escuela Normal de Granada; Graduado Social por la Facultad de Derecho de la misma ciudad; Licenciado en Filosofia y Letras, y Doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla. Tiene publicado Don Franeisco de Saavedra, segundo intendente de Caracas, e Histon:a de Puerto Rico, 1650-1700; amén de varios artículos en diversas revistas.
Samuel Gili Gaya. Profesor y lingüista español, nacido en Lérida en 1892. Catedrático de literatura del Instituto Escuela de Madrid. Colaboró en el Diccionario de la Real Academia. Ha colaborado con su maestro Ramón Menéndez Pidal, en el Centro de Estudios Históricos. Ha publicado trabajos de investigación en la "Revista de Filología Española". Sus ediciones criticas de autores clásicos son de interés. Autor de: Tesoro Lexicográfico (14921697); Curso Supen'or de Sintáxis Española; Vox Dicáonan'o de Sinónimos (l958); Elementos de Fonética General; Nuestra Lengua Materna.
Eladio Rodríguez Otero nació en 1919 en Río Piedras, Puerto Rico. Hizo sus estudios en la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico graduándose en 1935. Obtuvo su grado de Bachiller (1939) en la Universidad de George Washington y en Derecho (1942) en la Universidad de Puerto Rico. Hizo su Maestria en Derecho (1943) y Maestria en Artes (Ciencias Políticas) en la Universidad de Harvard (l947). Tiene en preparación los siguientes libros: El Ateneo Puertorn'queño; Funáón y Destino (ensayo histórico e interpretativo de la Significación del Ateneo en la Historia Nacional de Puerto Rico); La generación de la Libertad y otros ensayos (Reflexiones sobre el desarrollo histón"co-político de Puerto :~z"co); dos volúmenes de documentos históricos; en colaboración con el Lic. Roberto Beascoechea Lota, sobre la lucha para la obtención de un episcopado autóctono, y
el otro, sobre la lucha en pro de la puertorriqueñización de las escuelas privadas en Puerto Rico. Ha publicado numerosos artículos en los periódicos y revistas del país principalmente sobre temas culturales y políticos. Preside el Ateneo Puertorriqueño desde 1967.
Eisa]. Tió nació en Santurce, Puerto Rico el 19 de marzo de 1951. Cursó estudios primarios y secundarios en el Colegio del Sagrado Corazón. Luego se graduó de Bachillerato en Artes con concentración en Literatura comparada de la Universidad de Puerto Rico. Terminó sus estudios de Maestría en Estudios Puertorriqueños en el Instituto de Cultura. Publicó su primer libro de poesía en el 1958. Tiene en preparación su segundo libro.
Roberto D. Agramonte nació en Santa Clara, Cuba en el 1904. Catedrático de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, es miembro fundador de la International Sociologial Association, del Institut International de Sociologie, de la Deutsche Gesellschaft fur Soziologie, de la Sothern Sociological Association y de la Asociación Mexicana de Sociología. Fue decano de la Facultad de Filosofía en la Universidad de la Habana. Ha desempeñado la cátedra de profesor extraordinario de la Universidad Nacional Autónoma de México (1941), catedrático honorario fundador de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala (1945), profesor honorario de la Universidad Autónoma de El Salvador (1946), profesor Honoris causae de la Universidad de Panamá (1949), y profesor visitante de la Universidad de Miami (1958). Entre sus obras de carácter científico y filosófico se cuentan las siguientes: Tratado de sociología general (2 vols.); Introducción a la sociología; Biografía del dictador Carcía Moreno; Tratado de psicología general; Los orígenes de la conciencia cubana; Varona, el filósofo del escepticismo creador; Sociología de la unz'versz'dad; Mendz'eta y Núñez y su magisten'o sociologico; Estudz'os de sociología contemporánea y La concepción del mundo del Apostol Martí, así como un Tratado de soáología latz'noamen'cana.
Arturo V. Dávila nació en San Juan. Hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad de Madrid, donde se especializó en historia Y obtuvo, en 1960, el grado de doctor en filosofía y letras. Su tesis doctoral se titula: La isla de Vieques en su histona.Ha publicado numerosos trabajos de investigación sobre la historia religiosa y el arte en Puerto Rico, además de su libro: Las encíclicas sobre la Revoluci6n Hispanoamen·cana y su divulgaci6n en Puerto Rico. Ha dirigido el Departamento de Bellas Artes en la Universidad de Puerto Rico. En la actualidad es Director del Museo de Antropología, Historia y Arte de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Manuel Cárdenas Ruiz es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de cñtica de arte en revistas y periódicos del país.
Vicente Géigel Palanca. Natural de Isabela, se recibió de abogado en la Universidad de Puerto Rico. Cofundador de la revista cultural "Indice" (1929). De 1934 a 1940, figuró en la Junta de redacción de la "Revista del Ateneo Puertorriqueño". Ha colaborado en la prensa del país con trabajos de diversa índole. Su obra principal la constituyen ensayos interpretativos de la realidad puertorriqueña y de crítica literaria. Se ha destacado como orador, conferenciante y legislador, y ha ocupado cargos de importancia en las esferas políticas e intelectuales, entre ellos el de Presidente del Ateneo Puertorriqueño, fundador y secretario de la Acad<lmla Puertorriqueña de la Historia, catedrático de Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico. Presidió la Sociedad de Autores Puertorriqueños. En 1970, recibió el Premio Nacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña por su valiosa contribución al fomento y enriquecimiento de la cultl,lra nacional. Entre sus obras, figuran El despertar de un pueblo (1942), Valores de Puerto Rico (1943) ambos en prosa y los poemarios Canto del amor infi'nüo (1962) y Bajo el signo de Gémz'nis (1963), Canto de tz"erra adentro (1965).
Ricardo E. Alegría nació en San Juan. Antropólogo e historiador. Estudió en las Universidades de Chicago y Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología, folklore y cultura puertorriqueña en revistas del país y del exterior. Es autor de los libros Histon'a de nuestros z'ndz'os (1952), La fiesta de Santiago Apóstol en Lozza Aldea, (1955), Los renegados (1965), Cuentosfolklón'cos de Puerto Rz'co (1968), Descubn'mz'ento, conquista y colonzzaez"ón de Puerto Rz'co (1969), y Elfuerte de San Jerónz'mo del Boquerón (1969). Desde hace varios años es profesor de Prehistoria en la Universidad de Puerto Rico, y dirige, desde su fundación en 1955, el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Documentos Históricos
Historia de una poesía* Por ANGEL
LÓPEZ
CANTOS
Año de 1703
A
DON GUTItRREZ DE RIVA
Toda mi musa dedico un demonio en traje humano que ha venido a Puerto Rico. No sea tu fe Don Gabriel que hable así con mis amigos, que una vez que me ha tocado, he de echar por esos trigos.
Por copas más bien quisiera que fuera aquí el estribillo y según alza de codo ha de dar de colodrillo. Señores, no es un rigor para hacer perder el tipo que nos "haiga" de mandar un hombre "jarto" de vino. Dice que es un gran caballero, y yo diré si me pica que el tener tan buenas botas caballero le publica. El hábito den las lustres que tiene su señoría, el hábito de beber toda la noche y el día. Dicen que es un gran soldado, el Don Gutiérrez de Riva, * Compulsa de la causa criminal seguida de oficio de la real justicia por su señoría el maestro de campo infan· tería española D. Gabriel Gutiérrez de la Riva, caballero profeso de la Orden de Santiago y capitán de esta ciudad e isla de San Juan de Puerto Rico por S. M. (que Dios guarde), sobre las traiciones y delitos a.troces que cometió Ni· colás Fernández Correas, albañil. Archivo General de Indias. Santo Domingo. 560.
y quiere que por los frascos, la información se reciba. Este ministro de Baca Don Gutiérrez se apellida, lo demás trae en ]a copa que el vino es quien lo derriva. Es una rara figura la del tal su señoría, que parece por los humos la sota de copas viva. Para que sepa que sigo, estas verdades le digo, y sepan que Don Gabriel de buena cepa ha venido. Esa coja de maldades es de Baca cofradía que la frecuentan alegres una honrada compañía. Gabriel y el maestro Correa y el pulpero Valentino todos son de una tijera con el dómine Agustín. Puerto Rico desdichado, a qué poder has venido ¡ay! que temo han de tragarte pues beberos no han podido. Qué cosa buena han de hacer, unos pícaros sin juicio, que sólo en emborracharse es su mejor ejercicio. 1
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Manuscrito original de la poesía de Nicolás Fem4ndez CaTTeTas (Reproducido de una ¡olocoP,ia cedid~ por el Archivo General de Indias de Sevilla, lugar donde se conserva el original).
Las demás virtudes callo por ser Gutiérrez mi amigo, y sólo por disculparle lo que es público le digo.
También dicen que por vino queréis de vender la plaza y según lo que bebéis de venderla tenéis traza.
El quiere hacerse casto, aunque dicen tiene amiga, yo creo que será falso, que de Sota es la querida.
Todos dicen que el negaros sin vergüenza y sin empacho, cuando van a visitaros es porque estáis borracho.
El dice que no ha de hurtar y que tiene manos limpias: al ,fin se verán las trampas, que en Dios no falta justicia.
Que no rezáis también dicen y que sois en vuestras obras calvino o luterano.
Acuérdate borrachón del otro, tu compatricio, a quien por tres trasqueras se lo arrebató el maldito. Es un buen pobre, señores, el Don Gutiérrez de Riva, que el fuerte mal de la gota de toda razón le priva. Cuando le arrecia la gota, su tema son los hechizos, y yo digo sin engaño, que su hechizo es el vino. Pura curar este achaque, que él dice que son hechizos, Gregario le ha asegurado, que ha de ser con bebedizos. Señores, nadie se espante, . cuando hiciere desatinos, si saben que se emborracha, no se les dé dos pepi~os. Puerto Rico ruega a Dios, que te mande algún alivio, que según va aqueste loco mil desgracias te adivino. Quien hay en este lugar, que no viva en un martirio con el demonio en carne descendiente de tal vino. Bebe vino Don Gabriel a todas horas muy potentes, y mira que los hechizos los tienes en los pipotes. Como tuyo te 10 digo y como amigo _te 10_ advierto, que los pipotes están dentro de t':1 mismo aposento.
Temo que os han de curtir, y por tus maldades infiero, que de vino y viqagre te han de cargar como cuero. Las brujas andan diciendo que viene gobernador, mira, no tengas las moscas en el cubo de la Concepción. Perdonen mis disparates que no alcanzan más mi juicio, y rueguen. a Dios le quite a este borracho este vicio. A continuación viene dibujado en el documento una figura, un tanto rudimentaria, que representa al Gobernador Gutiérrez de la Riva, alzando su copa, y al pie la siguiente estrof~: Este hombre que está bebiendo en su vaso aguardiente y vino, es Don Gabriel Gutiérrez que de los infiernos vino. Esta poesía fue escrita en-la cárcel de San Felipe del Morro por Nicolás Fernández Correas, maestro cantero según él, y albañil, simplemente si atendemos a la información del gobernador D. Gabriel Gutiérrez de la Riva, a quien satiriza en esos mal construidos cuartetos, carentes de la ilación en la forma, siendo cada estrofa un pequeño islote, sin conexiones entre sí, aunque el tema de unas y otras sea el mismo: Tildar a la primera autoridad de Puerto Rico de gustar en demasía del fruto' de la vid, y también de-la caña, y de no ser un fiel administrador de los -bienes, que la Corona española mandaba a la isla para la construcción de la ca· tedral. Había sido encarcelado Nicolás Fernández por haber escrito al rey de los gastos de las obras del templo metropolitano. A diario anotaba el dinero que se consumía en la edificación. l-ógicamente sus
cuentas no coincidían con las del gobernador. El cantero ni corto ni perezoso escribió al rey informándole de lo que allí sucedía y al mismo tiempo adjuntaba una relación detallada de los gastos, que según él, eran los verdaderos. Estos, como se su· pondrá, no coincidían con los enviados por el gobernador poniéndolo ante el gobierno de la metrópoli en una situación 'bien delicada. Llegado que hubo tales noticias a los oídos de D. Gabriel Gutiérrez, montó en cólera y ordenó que el tal fiscalizador fuera encarcelado, bajo la acusación de f~lsear la verdad. Fue llevado a los "calabozos del Morro, y es aquí donde engendra y nace la cit~da poesía. Pero aún no había dado sus primeros pasos y atravesando el umbral del fuerte, cuando llegó a conocimiento de la primeJ;a autoridad isleña. DesconoCía su contenido, pero se imaginaba que no podía ser muy laudatoria para su persona. Por lo que inme· diatamente mandó a su ayudante, Juan Guerra, a obtener de buenas maneras o a viva fuerza la poe· sía satírica. Y después de porfiar con su autor duo rante un buen rato, el uno afirmando y el otro negando la existencia de tal escrito infamatorio, cedió el preso, sacándola "de una pierna del calzón, junto a la rodilla", donde la tenía escondida. Como se supondrá, su lectura encolerizó al gobernador e inmediatamente le incoó un proceso. Gracias a él conocemos esas desilvanadas estrofas: la biografía un tanto esquemática, pero bien significativa del frustrado poeta, y el triste destino que en suerte le cupo. De las :Platas que más arriba apuntábamos, ya conocemos la primera. En cuanto a la segunda sao bemos que Nicolás Fernández Correas había nacido en la isla de Gran Canaria, aunque desconocemos el lugar exacto. Era su madre mulata y su abuela negra, y según afirmaban sus conciudadanos ambas profesaban la bruJería, muriendo la primera en la Inquisición, "en que confesó que debía muchas muertes, entrando en ellas sacerdotes y seculares". En Terol, pueblecito de su isla natal, el encartado pretendió a una moza, que lo rechazó a causa del color de la piel de su madre y abuela, "porque eran: muy prietas y brujas". La madre "la amenazó diciéndole, que ya que no había querido casar con él, que no se había de gozar muchos días con el mozo con quien se había casado, y sucedió que a los tres o cuatro meses de casada murió de repente la moza, quejándose del estómago". Tuvo también un pleito con un clérigo, que se iba a ordenar. Le calumnió, diciendo "que era un perro morisco judío". De su isla natal tuvo que huir nuestro cantero por haber dado muerte a un hombre, y se refugió en Tenerife. En esta isla se comprometió a reparar el campa· nario de la iglesia de la villa Guimar, pidió por adelantado la mitad del dinero y "anocheció el dicho Nicolás Correas, y no amaneció, ni 10 vieron más". Por aquellos días estaba el electo gobernador de
Puerto Rico, Juan Fernández Franco de Medina, re· clutandp gente para llevarla consigo a la isla, ya que se le había concedido su dirección a cambio de llevar 20 familias canarias o 100 personas, para paliar la falta de población que en la isla se padecía. Se enroló en la expedición y durante ocho días estuvo escondido en una pipa, hasta que el barco zarpó rumbo a Puerto Rico. Allí fue empleado como maestro de obras, y en recompensa a todo lo que había hecho por él Franco de Medina, en el juicio de residencia testificó en su contra, lo mismo que ya había hecho en su isla natal con el capitán general D. Juan CoeHo de Portugal que así mismo lo había protegido. Los juicios que sus nuevos conciudada· nos, los puertorriqueños, hicieron, de él, no fueron muy favorables, y todos coincidían en una "nota común: que murmuraba de todo el mundo. He aquí algunas afirmaciones que hicieron de su conducta: "que su vivir fue siempre muy inquieto y de natural chismoso", decía uno; otro comentaba "que desde que llegó a esta plaza no ha oído otra cosa 5
que clamores contra el dicho Nicolás Fernández, diciendo que él ha sido la causa con sus enredos y chismes de los disturbios que ha habido en esta ciudad", y otro más aseguraba "que su lengua no ha dejado estado seguro". Y como ya hemos visto al leer su poesía de estos juicios, y por cierto poco favorables, no se escapó ni el gobernador. En un principio llevándole las cuentas, y después utilizan· do su musa contra su vida privada. A esto se le unió en el proceso otros cargos como el de haber desobedecido al gobernador en la construcción del fuerte de la Perla, utilizando ladrillos en vez de piedras de cantería, como se le había ordenado. Tal hecho fue considerado como delito de alta traición por ser fortificaciones de plaza. También se le acusó que las obras de ]a catedral no eran ]0 sólidas que debieran haber sido y todo esto debido a un capricho suyo. Por todo ]0 cual se le sentenció a muerte en los siguientes términos: "Fallo atento a los méritos del proceso que está probado y justificado, convicto y
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en ]a mayor parte y más sustancia] confeso e] dicho Nicolás Fernández Correas reo de semejantes deli· tos, que debo condenar y condeno en pena de muer· te de horca, que se ejecutará sin remisión alguna. y que su cuerpo sea colgado de un árbol en el camino junto al puente de Martín Peña para escaro miento y ejemplar de otros". "Y se declaren por perdidos todos sus bienes, aplicados a las fortificaciones y reparos de esta plaza por ]0 mal que ha obrado en ellas." La sen· tencia fue dictada e] martes 17 de abril de 1703. El reo la oyó "y no respondió a ella cosa a]guna", pero ese .. mismo día por ]a noche me llamó -al escribano real- y pidió apelación cosa que no fue atendida". Dos días después, el 19 se hizo el siguiente documento: "Certifico, doy fe y verdadero testimonio como hoy jueves y ]9 de abril de este presente año de 1703 a las 10 de ]a mañana vide ahorcado y colgado de ]a horca a Nico]ás Fernández Correas." ¡Triste destino para una vida aventurera e in· quieta!
Quinta exposición de la Escuela de Artes Plásticas
SIGUIENDO SU TRADICIÓN ANUAL, LA ESCUELA DE ARTES
Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña organizó una exposición de obras de sus alumnos con motivo de la graduación de la clase de 1973. que constituyó la quinta de sus promociones. En las amplias galenas del antiguo Convento de Santo Domingo, sede del Instituto de Cultura. noventa y siete artistas de ambos sexos presentaron un conjunto de 370 obras integrado por grabados. dibujos, diseños, pinturas, acuarelas, serigrafías y litografías. También formaron parte de la muestra obras en mosaico, grisallas policromadas, murales, esculturas y piezas de cerámica, además de escenografías. fotografías y muestras de arte caligráfico. De la exposición. que estuvo abierta al público del 1.0 al 29 de junio, ofrecemos algunas ilustraciones en estas páginas.
Una de las obras presentadas
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Aspecto de la e:cposici6n
Pinturas murales
Páginas de nuestra literatura
Notas sobre el paisaje de Puerto Rico Por
SAMUEL
GIL!
GAYA
.. En este calor húmedo todos los frenos se sueltan. Comienzo a sentir la mayor indiferencia por la crítica del conocimiento; me halaga el deslizarme por la atmósfera de las posibilidades ilimitadas." Keyserling.
CON ESTAS PALABRAS RESUME EL CONDE DE KEYSER-
ling la impresión que le produjo su visita a la isla de Ccylán. El haberlas traído para encabezar este ensayo acerca del paisaje boricua no significa más que una adhesión parcial a ellas. Porque si bien el paisaje puertorriqueño contiene las notas generales de la naturaleza tropical, el viajero encuentra suficientes rasgos especificas para que se dibuje en su mente un perfil inconfundible. Se siente aquí en efecto, el halago de deslizarse por la atmósfera de las posibilidades ilimitadas. La angostura de los frenos racionales se quiebra pronto, y el afán de saltar más allá de toda lógica se convierte en necesidad del espíritu. Junto a esa palma o aquel mango, desearíamos hundir como ellos nuestras raíces en el suelo, y sentirnos por arriba suavemente mecidos por la brisa blanda que hace ondular las ramas con graciosa coquetería, como si quisiera juguetear un poco antes de entregarse a los abrasadores rayos del sol. El gallego previsor y el yanqui activo son un contrasentido recti· línea en esta isla de las curvas gráciles. La terquedad es algo insÓlito en su paisaje físico y moral. La lujosa vegetación del trópico tiene aquí toda su excelencia, pero dista mucho de ser imponente. Todo adopta un aire suave, halagador, amable. y profundamente femenino. Las montañas no son más
(Reproducido de la revista Brrijula. San Juan de Puerto Rico)
9
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que colinas vestidas de verde claro, donde pace una vaca que no embiste, una vaca casi vegetal. El Asomante parece como si quisiera embravecer un poco, pero en seguida se arrepiente de sus gestos de mat6n, y se inclina con toda cortesía, ante el azul cobalto de la costa sur. Echamos de menos las serpientes venenosas, y no podemos creer en los ci· clones ni en los terremotos que dicen ocurren. Las estrellas están cercanas y nos imponen menos respeto que en otras latitudes; parecen lucecitas familiares y amigas que no quieren aterrarnos hablándonos de misterios distantes. La luna está colgada muy lejos del cielo azul y luminoso que brilla detrás de ella. En la zona templada es un disco pegado al cielo; aquí parece como si quisiera acercarse a nosotros en un gesto hospitalario de errabundez despreocupada. Para hacer un viaje a la luna habría que salir de aquí. Puesta de sol: rápido y cambiante, juego de tonos perlas, nácar, grises ligeros y radiantes, sin plomo, rosas transparentes, oros pálidos. Los colores crepusculares no están pintados en el lienzo del cielo, sino que tienen volumen: parece como si la luz no les viniera del sol, muestran incandescencia propia. El atardecer boricua nos convence sin más de que la luz es material y tiene peso, sin que necesitemos los argumentos matemáticos y físicos de aquel lento teutón llamado Einstein. A medida que nos vamos acercando al norte, la noche se va apo-
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derando del paisaje. Aun el paisaje diurno adquiere matices de nocturnidad. Aquí, por el contrario, pre. domina el día. La noche tiene un esplendor meridiano que no nos deja creer por completo en ella, noche risueña, expresada por la sinfonía optimista del sapo y el coquí, pleneros innumerables, gozadores simpáticos y un poco ebrios de caricias hú' medas y tibias. Los nocturnos musicales han sido inventados por compositores norteños en sus países de noches silenciosas y ceñudas. A ningún compositor puertorriqueño se le ocurriría producir un nocturno que no fuese bullanguero y saleroso. En la zona templada el sol se pone con lentitud y nostalgia cavilosa: sabe que han de llorar su ausencia. Aquí se marcha de prisa como en alegre pirueta de efebo saltarín, soltero y petulante, sin viuda que lo llore y con muchas novias que le esperan. El paisaje no se entristece, porque en su huida atolondrada se ha dejado unos cuantos cabellos de oro que la noche metálica y tirante combina con la plata estelar. Las olas van llegando a la costa con la suave ondulaci6n de un vals. Nada de encrespamientos inh6spitos ni de espumas desmelenadas. Las sirenas de Ulises se han refugiado aquí y vuelven la mente del extranjero en una canci6n acariciadora que le hace olvidarse de la patria lejana. Nadie puede sentirse extraño en Puerto Rico: es la isla de la flor de loto, sedante y borradora de nostalgias.
Elogio de Tomás Blanco * Por ELADIO RODR1GUEZ OTERO
"E treintaCIUDAD DE SAN JUAN DE PUERTO RICO de abril de mil ochocientos setenta N LA
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y seis, habiendo sidO' convocadas por don Francisco de Paula Acuña, don Ramón María Moreno, don José Pérez Moris, don José Ignacio Béyens, don Alejandro Tapia y Rivera, don José Ramón Becerra y don Manuel Elzaburu, cuantas personas se consideraron que pudieran ser afectas al pensamiento de establecer en esta localidad un Ateneo científico, artístico y literario, se reunieron en los salones del Excmo. Ayuntamiento los señores que al margen se expresan, y se constituyeron en Junta, para lo cual los señores Béyens y Elzaburu habían alcanzado el competente permiso, y conseguido del señor Alcalde don Rafael Palacios la sala principal del Excmo. Ayuntamiento." Así lee el primer párrafo del acta de fundación del Ateneo Puertorriqueño. Presentes entre otros, en aquella memorable reunión celebrada hace 98 años, se encontraban, además de los convocadores, don José Géigel y Zenón, don José Julián Acosta, don Gabriel Ferrer y don Felipe Gutiérrez Espinosa. A mi modo de ver, a este histórico acontecimiento, que rubricó la toma de conciencia cultural de nuestro pueblo, todavía no se le ha reconocido su verdadera significación en la formación y desarrollo de la personalidad nacional de Puerto Rico, como tampoco se reconocía la profunda trascendencia del Grito de Lares hasta hace relativamente pocos años. Es cierto que en todas las historias de Puerto Rico aparece consignada la fundación del Ateneo. Pero en ninguna de ellas se le atribuye a ese hecho y a la actividad cultural y de afirmación de los valores patrios que de él se ha derivado, su verdadera ir Discurso pronunciado por el presidente del Ateneo Puertorriqueño, con motivo de la imposición al doctor Tomás Blanco de la insignia del Premio de Honor de la Docta Casa, acto celebrado el 30 de abril de 1974, nonagésimo octavo aniversario de la fundación del Ateneo.
Don Tomds Blanco
dimensión en el proceso formativo de la nación puertorriqueña. Igual podría decirse de la Sociedad Económica de Amigos del País, fundada en 1812 y cuya existencia se proyectó hasta fines del siglo. Me inclino a creer que este error de perspectiva debe atribuirse a la marcada tendencia a no 'reconocer toda la relevancia que en el acontecer histórico reviste la dinámica cultural de un pueblo, mientras se le concede la misma, casi con exclusividad, 11
a los hechos políticos y económicos. Este desbalance se ha venido acentuando cada día más hasta alcanzar su mayor desproporción durante las dos últimas décadas. Bastará con hojear las páginas de nuestra prensa para comprobar que ésta casi ha perdido contacto con la vida de la cultura en el país. Verdaderamente, los que en el futuro escriban la historia de nuestros tiempos van a tener graves dificultades en realizar dicha labor si pretenden valerse de la prensa como fuente principal de los hechos históricos. Podrán obtener de ella gran caudal de información sobre los acontecimientos políticos y económicos, y por supuesto, en lo referente a Jos hechos delictivos y a la vida deportiva. No así en lo tocante a la historia de las letras, las artes y las ciencias. En vista de esta penosa realidad, sería muy conveniente que el gobierno, además de recopilar la información estadística de carácter social y económico, asuma también la responsabilidad de mantener un registro oficial de todas nuestras actividades culturales. Creo que nos sorprenderíamos agradablemente si tuviésemos la oportunidad de enterarnos de los múltiples actos culturales que se celebran en el país, tanto a nivel nacional como municipal. Esta persistente actitud de no concederle importancia al impulso cultural de nuestro pueblo -claramente observable desde el inicio de la prensa en Puerto Rico en el siglo XIX y recrudecida en nuestra época- tiene una clara explicación. Es en el ámbito de las letras, las artes y las ciencias en donde el espíritu del hombre se manifiesta a plenitud en su lucha por impulsar hasta lejanos horizontes los ideales de cultura, justicia y libertad. Por eso, es natural que en la conciencia de los conformistas, de ayer y de hoy -sean éstos puertorriqueños, norteamericanos, españoles o soviéticos, por sólo mencionar algunos- exista la actitud muy arraigada de no confiar en los hombres de profun. da sensibilidad intelectual y artística, por razón de que en el fondo de su espíritu, d~erme, cuando no se agita peligrosamente un grito de protesta y rebeldía contra las injusticias del orden social y político vigente. La toma de conciencia nacional de un pueblo, sus luchas reivindicadoras y sus gestas heroicas tienen su origen en causas tan dispares como el injusto salario. de los obreros y la ausencia de libertad política o religiosa. Pero todo grito de protesta se moldea finalmente como arma efectiva en un poema, en un ensayo, en una pieza oratórica, en una composición musical, en una pintura, en una expresión artística o literaria. Son estas expresiones las que, por su poderoso impacto espiritual, impulsan a los grandes hechos a los hombres que qtarchan al frente de los acontecimientos históricos. Y ¿qué es el Ateneo sino el cenáculo que congrega los espíritus más liberales de un pueblo en su ruta hacia 12
el logro de los nobles ideales de cultura, justicia y libertad? Es por ello que las poderosas fuerzas que obsta· culizan el progreso de la humanidad, tratan de restarle preeminencia, principalmente en la prensa y los medios de comunicación social, a la actividad intelectual y espiritual de los pueblos, con el consiguiente perjuicio para la labor de los historiadores, quienes no habrán de disponer en el futuro de una relación completa de todos los hechos de relevancia histórica acaecidos en el presente. Invito a reevaluar la significación de la obra del Ateneo en la vida de nuestro pueblo. Creo que procede el reexamen, a lo largo de los 98 años de su existencia, pero sobre todo en nuestros tiempos, en que las obras del intelecto y del espíritu resultan lamentablemente orilladas por la exagerada importancia que se le concede a las realizaciones de orden material. En lo que a nosotros toca, pláceme informar que desde hace cerca de un año hemos iniciado la bús· queda de informaciones referentes al Ateneo, desde su fundación hasta el presente, en las actas y otros documentos que conserva la institución, así como en periódicos, revistas, libros y tQda clase de material impreso. Se trabaja con intensidad en este proyecto para ofrecerle al pueblo de Puerto Rico, al cerrarse al año del centenario de esta Casa, la más completa relación de la labor realizada por el Ateneo durante sus primeros cien años de vida. Esperamos que esta obra ayude a nuestros historiadores a ubicar la institución en su adecuada perspectiva dentro del desarrollo nacional de Puerto Rico. Dije antes que el Ateneo es el cenáculo que con. grega los espíritus más liberales de un pueblo en su ruta hacia el logro de los nobles ideales ue cul. tura, justicia y libertad. Es lógico, pues, que sea aquí donde nos reunamos esta noche para tributar.le reconocimiento público al doctor Tomás Blanco. Nuestro homenajeado -una de las más promi· nentes personalidades de la Generación del Trein· ta- es de los pocos pensadores y hombres de letras puertorriqueños que ha alcanzado niveles de verdadera excelencia artística e intelectual en los variados géneros literarios que ha cultivado: el ensayo histórico y literario, el cuento, la novela, la poesía, la prosa poética y la critica literaria y artística. Su primera aventura mayor en el campo de nuestras letras es el Prontuario Histórico de Puerto Rico, obra definitoria de nuestra personalidad na· cional, que por sí sola, le hubiese valido los más altos reconocimientos de sus compatriotas. Todavía no nos hemos percatado cabalmente del enorme poder que ejerció este libro en el curso de los históricos acontecimientos que le dieron categoría rectora a la década del treinta. Casi cuarenta años después de Guánica, en medio del desconcierto, la de-
sesperación y la angustia existencial de aquellos años, desde Madrid, Tomás Blanco nos hizo llegar su mensaje de aliento y esperanza. "El dilema es, pues -nos decía- o tomar en nuestras manos, con serenidad y firmeza, nuestro destino, o someternos, como retrasados mentales, a una lenta agonía, prolongada por paliativos y aparatos ortopédi· cos, hasta llegar al límite de la miseria física y la postración moral... Fe, esperanza y voluntad son virtudes imprescindibles en el empeño. Fe en naso· tras mismos y en la razón que nos asiste. " Muy difícil sería encontrar un escritor más auténticamente puertorriqueño que Tomás Blanco. Su afán por penetrar en la entraña de nuestra autoctonía se hizo presente en su producción literaria, desde su célebre Elogio de la plena, anterior al Prontuario Histórico, y leído por vez primera en este Ateneo, hasta esa exquisita e inigualable descripción sensorial de la guajana, el coquí, el café, las frutas y las brisas contenida en su libro Los Cinco Sentidos. De Tomás Blanco puede decirse, que en su obra ha logrado plenamente lo que la mayor parte de nuestros escritores sólo han alcanzado en forma limitada: la más íntima identificación con el espíritu y el cuerpo de la Patria. Por eso, en una noche de San Silvestre, en las playas del Condado, le declaró su amor a Puerto Rico con las siguientes palabras:
Hubo una vez que el ritmo, el compás, la medida, ante tu imagen se me quedaban cortos. Por mis tercos sentidos absorbía fonnas, escorzos, trasluces, movimientos... No encontraba palabras para decir quién eras. Pues para capturarte y decantarte me sobraban vehemencias y me escaseaba el tiempo y el acierto. Después de años y años -o quizás sólo meses, quizás díasde haber entrado en ti y de tenerte dentro, no es necesario ya que te describa -iya ni siquiera importa que seas bella!para quererte más, para que sigas siendo -tal cual eres, indescriptiblemás que nunca mía. El mensaje de Tomás Blanco es de autenticidad, de amor a lo entrañablemente nuestro, sin que por ello ignore o desprecie lo que de valor hay en las cosas ajenas. Hace mucho tiempo que nos alertó al decirnos: "Para ser algo, hay que ser lo que se es, antes que nada; lo demás -si lo merecemos- se
nos otorgará por añadidura:' Y en su forma sose· gada y reflexiva hace poco nos dijo: "Alguna enaje. nada buena gente de esta antilla no se cura de sus propias cosas. Son gustadores de químicos menjurjes forasteros, de sabores, olores y colores sintéticos. Son entusiastas de igualmente importados despropósitos en varios otros modos. Sin que exista la más mínima razón sensata para ello. Gozan, algunos, hasta del fraude y la falsía que pagan caros, con tal que sean urdidos en rascacielos de cuarenta pisos. Son gentes que, en 10 íntimo, están deseanciliadas con sus propios tuétanos. Pero no se dan cuenta. No entienden ni el cómo, ni el cuándo, ni el por qué de la oquedad y del desasosiego. Tal vez les pase igual que al pobre don Cristóbal Colón, que descubrió estas islas. Las descubrió, pero nunca jamás llegó a creer en la verdad de ellas. Creía sólo en Cipango y en Catay -como quien dice en Hollywood y en Nueva York." Por ser un espíritu tan enraizado en lo nacional -al igual que todos los grandes escritores de todos los países y de todas las épocas- es que Tomás Blanco pudo penetrar con éxito en el ámbito de lo universal, enlazando lo nuestro con profundos plan· teamientos de carácter general. Una de las cosas que más le he admirado y admiro es que, a pesar de ser un escritor comprome· tido con altos ideales patrios y universales, ha sabido cultivar el ocio noble y amar la cultura por la cultura, sobre todo en tiempos en que, con muy contadas excepciones, la actividad cultural casi se ha convertido en instrumento puesto al servicio exclusivo de ideas y organizaciones políticas y económicas. Dudo que haya en Puerto Rico un escritor con más completo dominio del idioma que Tomás Blanco. Se regocija el espíritu al leer y releer su prosa tersa y cristalina a la vez que ágil, plena de evoca· doras imágenes y de ricos y reveladores matices, en la cual cada palabra está engastada con gracia, acierto y precisión; prosa rica en vocabulario, giros y tonos expresivos, donde lo racional y lo estético se abrazan en admirable armonía, y todo ello con un carácter personalísimo, con un estilo propio e inconfundible. Verdaderamente, leer a Tomás Blan· ca es áventura enriquecedora, es penetrar en los secretos y reconditeces del alma del idioma. Nuestro homenajeado es personalidad polifacética, excepcional, literato de dramáticos contrastes; hombre de formación científica y a la vez poeta; pensador, que además de mente lógica y reflexiva posee una frondosa imaginación; gustador de ensue. ños y quimeras y analista juicioso de asuntos temo porales; divulgador del lenguaje popular y poseedor de un admirable dominio del idioma culto; animador de la décima y la plena y admirador de la más refinada música; profundamente enraizado en su tierra y noble exponente de los valores hispáni13
cos y cosmopolitas; escritor que enlaza lo usual y cotidiano con el distante mundo de la mitología; mente crítica y traviesa pero de sensibilidad dolida y angustiada ante los grandes problemas humanos; espíritu que se deleita en lo sensorial a la par que disfruta de las altas ejercitaciones del intelecto. Podríamos decir que lo único que no admite contraste en Tomás Blanco es la elegancia, la exquisitez y la finura, siempre presentes en todos sus escritos. Leer sus páginas es una de las más eficaces y agradables formas de alejarse del mundo de fealdad y vulgaridad que desafortunadamente circunda nuestras vidas. Tomás Blanco: hace 98 años que este Ateneo proclamó la validez y la vigencia de la cultura puertorriqueña dentro del amplio y generoso marco de la cultura hispánica y occidental de la cual somos una de las múltiples manifestaciones. Veintidós años después, en 1898, el proceso de crecimiento ~e nuestra expresión nacional dentro del amplio cauce de la cultura hispanoamericana recibió un súbito y
violento golpe. Cincuenta y cuatro años más tarde, para 1930, acosada por las poderosas fuerzas que desde el 98 han tratado de conducirnos a la negación de nuestros valores nacionales, la cultura puertorriqueña luchaba angustiosamente por sobrevivir. Fue en ese momento decisivo que en defensa de lo nuestro, lanzaste a la- arena del combate, tu serena, pero recia y vigorosa palabra. Más tarde, reagrupadas las fuerzas de la puertorriqueñidad, ofrendaste generosamente tu noble inspiración poética para cantar los secretos y bellezas de la tierra amada. Tu vida estará por siempre unida a nuestra historia cultural, la cual has enriquecido con las extraordinarias aportaciones de tu refinada y fecunda obra artística. Por eso, en esta noche en que recordamos el comienzo, hace 98 años, de esta Casa de cultura y de puertorriqueñidad, nada más propio que celebrar este acontecimiento honrándote a ti, creador de belleza, fiel enamorado de todo lo nuestro, ilustre exponente de las letras patrias.
PoeUla Por ELSA TIÓ
ESTÁS HECHO DE BALA Y DE MACHETE
de pecho y escondite. Tu furia corta al aire que te toca yal viento que te sigue. Tu sangre te la tiñe la amapola. y en orgías de heridas eres un bosque en flor de llanto rojo. Tus sueños peligrosos tienen el filo de las estrellas que nunca han caído y en tu mirada de caracol ocultas el eco de tu muerte y de tu vida y miras desde adentro y desde afuera tu tierra en tumbas de semilla. 1974
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Eugenio Fernández Méndez: «Art and Mythology oC the Taino Indians oC tbe Greater West Indies» * Por ROBERTO D. AGRAMONTE
L A ARQUEOLOGíA
Y ETNOLOGíA DE M~XICO, DE LAS ANtillas y de toda el área circuncaribe está de plácemes ante la aparición de un libro notable, fruto de la rigurosa y metódica investigación del egregio maestro don Eugenio Fernández Méndez, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, y autor de Ensayos de Antropología Popular y La Identidad y la Cultura. Nos referimos a la obra Art and Mythology of the Taino Indians of the Greater West Indies, publicada en 1972, en Ediciones "El Cemí" de San Juan, Puerto Rico, para provecho y orientación de los estudiosos de la géne· sis de las culturas americanas. La obra está escrita en lengua inglesa. y ya está reclamando su ver~ión al castellano. No sólo trata de arte mesoamericano, sino que tipográficamente, por su excelencia y beBe· za, es, como libro, una obra de arte, con sus 31 grao bados a toda página, cada uno contentivo -y sobre papel cromo- de dos a cuatro figuras' de ol:-jetos de cerámica, de deidades, de dujos y collares y figuraciones de los más exotéricos y esotéricos símbolos de las culturas estudiadas. La obra del profesor Fernández Méndez está dedicada a los maestros de estas disciplinas que fue· ron don Fernando Ortiz, don Alfonso Caso y Morris Siegel. Una exhaustiva bibliografía apoya cada tesis, cada teoría, cada hipótesis. Aquí fundamenta un concepto en la Historia de Indias del Padre Las Casas, allí busca como fuente la Historia general y natural de las Indias, de Fernández de Oviedo; en este lugar se acoge a la descripción de un rasgo histórico o cultural de Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la Conquista de Nueva España; en ese otro su hontanar es la Historia Gene· ral de Indias, de López de Gomara. Y hay que re:
* Ediciones «El Cerní_, San Juan, 1972.
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cardar cómo el gran americanista Germán Arciniegas sostuvo que esos cien cronistas del Nuevo Mundo, que desde el siglo XVI se adelantaron a Comte y a Spencer, tenidos como los fundadores de la sociología, fueron en verdad sociólogos precursores por el método con que trataron las cuestiones del orbe del Nuevo Mundo. Un segundo repertorio de fuentes arqueológicas y antropológico-culturales en que apoya su construcción son las pacientes pesquisas hechas sobre el terreno por arqueólogos de la talla y nombradía de J. W. Fewkes, tal en su estudio "On Zemes from Santo Domingo", o en "Prehistoric Culture of Cuba", o en "The Aborigenes of Puerto Rico and Neighboring Islands"; o los de Alfonso Caso sobre "La religión de los aztecas" o sobre" El calendario mexicano"; o los de Harrington -que por desdicha no llegó a publicar su libro orgánico, que debía subseguir a Cuba before Columbus; o se basa en Sven Lovén, en su sólido libro Origins of the Tainan Culture. Tampoco faltarán los descubrimientos señeros 'de Irving A, Rouse en sus estudios "Areas and Pe· riods of Culture in the Greater Antilles", de 1951, importante para la periodización, ·ni su "Mesoamerica and the Eastem Caribbean", de 1966. Obra original y nueva en sus certeros planteamientos, el examen a fondo del Arte y la Mitología taínas y de las áreas circuncaribes y del resto de la América del Centro, son los goznes sobre los cuales gira el cimero estudio. La sociología del arte y la mitología profundizadas, llevan a su autor a la intuición -corroborada por un abundante y sistematizado material empírico- de ver con claridad algunas de las "ideas fundamentales" que forman la urdimbre mitológica de las culturas estudiadas y comparadas, y de su cosmología primeval, y su teogonía. Pone de relieve el autor, a través de su tensa y continuada argumentación, que una cultura no es
sólo la percepción e interpretación de unas cuantas piezas arqueológicas, sino también un llegar a dar con los conceptos típicos sobre la vida y el mundo, haciendo de la mitología a más de' un estudio del otro mundo, un examen de la correlación entre ese mundo mitológico y el "aquí" y el "ahora". Uno de esos conceptos es el de la deidad una con una dual o cuádruple forma. Así demuestra el investigador que la idea de fertilidad -esfera de la existencia material- es un concepto básico de la mitología taína y de la centroamericana. Un arcaico dios representa'al fuego y al viento -que es vida intensapolarizados éstos con sus opuestos la muerte y las inundaciones. y ello está concretado en las piezas arqueológicas halladas en abundancia. La diosa Madre rige las aguas y los vientos, y es el complemen· to femenino del dios masculino Yocahú, máximos representativos del Panteón Taíno. He aquí el planteo fundamental de Femández Méndez: que, sin duda alguna, los conceptos míticoartísticos-religiosos de nuestros taínos son análogos a los de otras culturas mesoamericanas, especialmente a los de originación remota visibles en las sociedades proto-olmecas y olmecas. Clava así el eminente etnólogo su banderín sobre cimientos de roca, en defensa de la teoría difusionista de la cultura, en estos casos; o sea, la cultura, a pesar de la identidad de la naturaleza humana, y de la análoga circunstancia física y ambiental, y de 10 imperioso de las afines soluciones a los problemas, se compone de préstamos, y hay una predisposición imitativa en los espacios culturales. Ello, ya sea la comunicación directa o la indirecta. Tal tesis ha sido construida y concluida después de un estudio muy cuidadoso de las esculturas en piedra o arcilla altamente elaboradas de los taínos; y a base de ello y a conciencia llega a afirmar el pesquisidor que muy pocos ejemplares de la cerámica taína fueron superados por los de la cuenca andino-caribe y que las reliquias arqueológicas de la zona taína son comparables a- las del área caribe· venezolana. Es que no hay modo de explicar -afirma- la excelencia del arte lítico y la cerámica taí· nas, y el desarrollo de complejos conceptos religiosos, y su alta organización sociopolítica (de suyo aristocrática, según Lovén) de Santo Domingo y Puerto Rico, si no aceptamos como hecho consumado el impacto de la difusión o contacto cultural. Los medios de comunicación (digamos, una desarrollada "cultura de canoa", según Wissler) dentro del cuadrilátero de Centroamérica y posiblemente Yucatán, y el área huasteco-totonaca y nuestras An· tillas Mayores fueron adecuadas para tales contac· tos de sus sistemas culturales, aunque a veces llegaran hasta nosotros en forma debilitada o sujetas a lo que Gabriel Tarde, recordemos, llamó. "refracciones imitativas", como ocurrió con la Danza del sol.
No omite el profesor Femández Méndez la posi~ bilidad de influencias chibchas o andinas de la América Nuclear, según la llama Kroeber. Ni el posible contacto desde Venezuela-Guayana, que proba-blemente dio a nuestros taínos su base lingüística primigenia arawak y el complejo agrícola a base de la manihot utilissima, de la yuca amarga y venenosa, que se cree nativa de Sudamérica, si bien, como señala Femández Méndez se ha sugerido que creció originariamente en las zonas costaneras secas del Caribe. Y también no cree imposible que la zona centroamericana de TalamaIÍca, hogar de los chiriquís y los nicaraos puede haber sido un canal indirecto a través del cual corrientes de cultura mesoamericana llegaron a nuestras Antillas Mayores.
* * * Insiste Femández Méndez en la tesis de que la escultura en piedra cerámica antropomórfica de gran arte fueron trabajadas y producidas en las Grandes Antillas bajo el influjo huasteco-totonaca, cultura que fue acaso la fuente de los misteriosos yugos y collares rituales de piedra. Y asimismo el área maya-quiché yucatanense hubo de ejercer positiva influencia en nuestra sociedad primigenia. De ella vinieron los complejos mitológicos que en forma similar describe el agudo y perspicaz fraile catalán Ramón Pané, según se pormenorizan en las Crónicas de Puerto Rico, edición de 1957. Y ve también nexos con el Libro del Consejo o Popol Vuh, cuyo manuscrito copió Brasseur con fonetización francesa, e indica que a fines del siglo IX de nuestra era la corriente cultural mesoamericana penetra en nuestra América, confiando en la periodización cronológica investigada por Irving Rouse y por G. )Villey. El mito del Diluvio, central en la cosmogonía del Popal Vuh, lo tenemos en la cosmogonía antillana formulado con toda claridad. E igualmente asociado a los cuatro héroes mitológicos de la raza. y el concepto del dios Hurakdn, corazón del cielo, es compartido. Es más, el concepto del dios de la lluvia asociado a las montañas y a los cuatro tlalogues o cisternas, donde se recogió el agua, es asociado en las Antillas al culto de la rana, que representa lluvia e inundación y posiblemente huracán. Son complejos culturales comunes el juego de pelota, universal acaso entre los indígenas del Nue· va Mundo, y probablemente la comunidad de con· ceptos persiste en la significación religiosa de este deporte, y en el sacrificio de la víctima humana, que era sacrificada en la plaza ceremonial por obra del sacerdote o bohitihu de que hablaremos más adelante. Y el robo de los ídolos -digamos a virtud de una magia por contacto-- era común a Yucatán y a las Antillas. 17
La teoría que podría llamarse canónica sobre el poblamiento y difusión cultural ocurridos dentro del triángulo hidráulico que forman Venezuela·Las GuaYanas.Las Antillas, y que las Mayores fueron pobladas a través de una emigración -aportadora de la cultura arawak- saltando la constelación de las islas Antillanas Mayores, advierte Fernández Méndez que es poco favorecida por los investigadores, pues no puede ser basada en argumentos arqueológicos ni históricos ni sociopolíticos ni lingüísticos. En cambio, acepta Fernández Méndez la tesis de Rudolf Schuller a base de un contacto marítimo directo con Mesoamérica, pero cree que que· da aún por investigar sobre estas correlaciones. El capítulo 1 de este importante libro se consa· gra a estudiar la deidad del fuego. La bella cubierta del libro representa al dios del fuego. sentado en un dúho, en una actitud impresionante dada por el escultor taíno. Ese dios del fuego se tiene en Guatemala, en Kaminal.juYÚ; y un ejemplar de Fewkes del propio dios lo hace padre de las montañas; y hay un hermoso ejemplar del dios hecho sobre un tambor, descubierto en Cuba por Harrington en 1921. y lo hay en Haití y en Puerto Rico y en Teotihuacán. Como este dios principal, Fernández Méndez ha identificado los otros también principales del culto taíno. Fuego, tierra, viento yagua -elementos primordiales de la naturaleza- fueron encamados en deidades adoradas y temidas por esos nuestros ancestrales primitivos. _La vegetación tiene su dios propiciador. Se trata de una sociedad matrilineal, y la deidad madre estaba investida de varios poderes y atributos, y uno era controlar el huracán destructor. Y es la tesis de nuestro sociólogo cultural que el estudio comparativo de esos dioses revela que los cernís antillanos "no podrían haberse creado sin sus modelos rnesoamericanos". El autor del libro Art and MytholDgy of the Taino Indians así lo afirma y prueba. En el libro previo se demuestra una vez-más que el mito interpreta la realidad de la existencia y que para los taínos los poderes sobrenaturales intervienen en los asuntos y anhelos de los humanos. El mito tiene un carácter sagrado. Y nada como el mito sirve para crear un otro-mundo. Es admitido por el grupo como una explicación verdadera de los hechos. Nadie dudará de la explicación del diluvio; y cohesiona y unifica al grupo en un mismo pensamiento. El mito remodela al grupo; por eso siempre hay en él un hombre modelo, un héroe. Es que -como dice Ruth Benedict- el hombre no se resigna a aceptar un universo mecanizado, tal como es; y sustituye lo malo y los contratiempos de este mundo por otro mundo mejor, y ello lo hace a través del mito. Fernández Méndez con verdadero acierto y ciencia presenta, en primer término, a Yocahú Yagua
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Maorocotí, la deidad del sustento, y padre creador, según Pané, y que habita en el cielo, y es invisible, e inmortal, y que tiene una madre. El principio masculino, Yocahú, se une al principio femenino Atabex, o Atabei, o Guabancex. La fuerza femenina -asevera el sociólogo- tiene gran importancia como principio creador, dentro de la cultura taína, por su matriarcalidad. Yocahú, padre, aparece con cuatro encarnaciones de un único principio, asa· ber: Gautauba (el viento), Maquetaurie-Guatauba (la muerte), Boinayol (el Sol) -con su serie de mitos y ciclos solares esculpidos en piedra- y Coatriquie (dios de la lluvia, -la luna y las aguas). La conexión entre el sol y los caciques es significativa en la mi· tología taína -si bien la adoración del sol y la esti· mación del metal oro es acaso universal. Agueybaná, el muy famoso cacique de Puerto Rico -como lo pintan los cronistas- llevaba en su pecho un cerní de oro. En los mitos de México y de las Anti· llas se habla del origen del hombre, del Sol y de la luna saliendo de cuevas sagradas. Así hay un pa· raíso, que está en el cacicazgo de Mayobanex, situa· do en la península de Samaná, y allí según Pedro Mártir de Anglería se hacían peregrinaciones. Otra deidad que el antropólogo ve en común es la serpiente, que lejos de ser una deidad astuta y perversa e insidiosa, como en el mito bíblico, es benéfica. El capítulo VII es consagrado al juego de pelota. He aquí la tesis. Como entre los totonacas y los mayas, la conexión entre la madre serpiente y la serpiente emplumada con el juego de pelota y con sacrificios es clara. Los bajorrelieves de Tajín exhiben sacrificios ceremoniales en que las víctimas en· tregan sus vidas a los sacerdotes, que usan yugos de piedra como parte del ceremonial. En las Anti· llas el capitán español Diego de Salazar tuvo que interponerse, pues un joven español estuvo a punto de ser sacrificado, de arrancársele su vida, como premio aI equipo vencedor en la lid. Fernández Méndez ve en ciertos hallazgos arqueológicos que el batey es una versión simplificada -digamos, lo que Gabriel Tarde llamaría "refracciones imitativas""del Pok la pok" -reflejo adaptado al nivel cultural de las taínos. La descripción e interpretación que hace el profesor Fernández Méndez no sólo del juego de pelota en sí, sino de sus implicaciones religiosas, y su certera tesis al respecto, es de un valor superlativo. y aclara este aspecto de la dinámica de nuestros bateyes ahora con el nuevo punto de vista del etn6lago, no como mero deporte alegre, sino con toda la dramaticidad del sacrificio de una vida humana a los dioses.
• • * Consignemos nuevas similaridades culturales halladas a través de la sapiente pesquisa del profesor
Fernández Méndez. CoatrisqLlie, dios antillano de la lluvia, tiene su contrapunto en la deidad maya CIlac, de Yucatán, yen la Tohíl o Tajín de los totonacas, y en Tlaloc de los pueblos de habla hahuatl. El símbolo 'artístico que representa la deidad de las Anti· llas y la maya Chac son cuatro cisternas de agua. Las figuras antillanas de las deidades del agua y de la lluvia se representan por figuras de piedra especiales cónicas o de "tres puntas" de un cerní que simbolizan las montañas y la deidad antillana Coatrisquie, como la mexicana Tlaloc, se representa a veces por una rana, animal que, según Westhem, tiene "una antigua e incuestionable connotación de agua en todas las religiones del área circuncaribe". Tal en el hallazgo veracruzano de una rana hecha de piedra, ve el disco pectoral o placa de Ehecatl o dios del viento colgado a su cuello; y en el estudio "Facatativa, santuario de la rana", realizado en Santa Clara, Cuba, en 1959, ello se ve. El concepto o "representación colectiva", como diría Levy-Bruhl, de la muerte se representa de modo similar en las religiones mesoamericanas. En las Antillas se simboliza por medio de un cráneo o de huesos cruzados. Esta deidad está unida al dios del fuego, y a la vez de la muerte, Maquetaurie Güatauba, señor y amo en Coaybay, hogar de los muertos, según Pané. Se les llevaba recipientes de agua y alimentos -igual que la costumbre maya para que el viaje fuera leve. La cremación era práctica, especialmente para la clase noble, pues el fuego es atributo solar. Terminaremos esta reseña del libro de superla· tivo interés analizado, contrayéndonos de nuevo al interesante y a veces dramático juego de pelota. Este es un deporte en América que se remonta a añejos tiempos. El indio antillano lo llamaba batey. Gilberto Freyre refiere en Casa·Grande y Senzala que los indígenas brasileños lo jugaban tan bien que
lo!¡ admiraban sus espectadores en Lisboa. Entre nosotros -como advierte el autor- se jugaba en Puerto Rico, Haití, Islas Vírgenes, y en el extremo oriental de Cuba justamente en la Gran Tierra de Maya. Tlachtli se llamaba en antiguos pueblos de México. La víctima propiciatoria era el mensajero portador de las ofrendas al dios Sol. Nuestro autor se produce excelentemente contra la afirmación de que no existía el aspecto ceremonial en las Antillas; pero -anota- Fray Pedro Aguado hace constar la ceremonia en que a un individuo señalado se le arrojaban flechas -y danzaban, y se regocijabanen una parte vital del cuerpo. Y la reina Anacaona, "esa gran señora, muy pudiente y acatada por sus súbditos", prefirió salvar a un miserable fugitivo "antes que verlo muerto en los templos". Una orgía o rito de purificación precedía al sacrificio en honor a los dioses. En Capá (Utuado) -agrega Fernández Méndez- el arqueólogo Fewkes habla de muertos ofrendados en los bateyes, y Mason encontró una piedra de sacrificios, con un Sol esculpido. Pero concluye sabiamente el profesor Fernández Méndez que "esta cultura fue destruida antes de que sus secretos pudieran ser registrados por los cronistas, pues historiadores como Las Casas, Oviedo, Pané y otros escribieron sus libros cuando ya la cultura indígena -recordemos el destnlCtio destructionisno era una fuerza social normal y activa". Y estos escritores -a quienes tanto les debemos-, aun a pesar de sus etnocentrismos, "no contaban lo que para ellos no parecía tener interés práctico, o cosas que les parecían incomprensibles, o que chocaban con sus ideas preconcebidas". Hemos ofrecido un apretado resumen del muy valioso y orientador libro del eminente catedrático puertorriqueño, cuyo innovador entramado agrada. rá sobremanera al lector, y será pan bienhechor para su inteligencia, y para la comprensión de la etnología antillana.
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Exposición de tallas de José Manuel Torres Santiago
BAJO EL TfTULO DE
"LA
INSURRECCIÓN DE LOS REYES
Magos" se presentó en el Museo de Santos de Puerto Rico, dependencia del Instituto de Cultura Puertorriqueña, una colección de tallas que constituyen las primicias artísticas del poeta José Manuel Torres Santiago en el ámbito de las artes plás· ticas. Integraron la exhibición -inaugurada el 27 de abril- 31 representaciones de los Tres Reyes, individuales y en grupo, realizadas en caoba, éedro, aceitillo y otras maderas del país. Conformadas artísticamente a la tradición de nuestros imagineros populares, pero obedientes a una intención de carácter social, las pequeñas tao llas policromadas subrayaron con sus nombres -" Los Reyes proletarios", "Gaspar taíno", "Baltasar lareño", "Melchor con molotov y machete"una temática centrada en la lucha de clases, el indigenismo, la independencia y las reivindicaciones antiimperialistas. José Manuel Torres Santiago se ha destacado entre los poetas jóvenes de Puerto Rico por su verso social, que ha difundido en libros y a través de revistas literarias, principalmente Guajana. La coincidencia entre la vida, el mensaje poético y el meno saje escultórico de Torres Santiago ha sido desta· cada por el doctor Marcelino Canino en notas in· sertas en el catálogo de la Exposición, de la que damos a los lectores algunos aspectos gráficos.
Una de las tallas presentadas
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SEPARATA REVISTA INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA N° 63
Vista de la Casa Blanca. Museo de la vida de San Juan durante el Siglo XVI.
Rey Mago guem'llero
Reyes Mago5_
Precursor de la Independencia
Don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz de Zárate Por VICENTE GllIGEL POLANCO
•
EN
ESTA OCASIÓN VAMOS A ACERCARNOS, CON HUMIL-
.-. dad y reverencia, a la vida y la obra de un patriota olvidado. Los puertorriqueños no podemos darnos el lujo de olvidar a uno solo de nuestros patriotas. La nómina de los que satisfacen la definición a plenitud no es muy extensa. Precisamente por estar sin resolver aún el pxoblema de nuestra' soberanía nacional, hemos menester del alienkl inspirador de todos los que rindieron jornada fecunda a la gran causa. La chatez moral de nuestro tiempo, la confusión política imperante, las fuerzas disociadoras que nos acorralan y la falta de apostolado genuino en los dirigentes, claman por las claras rutas de orientación que nos vienen de esas voces mayores desde el fondo de nuestra historia patria. Hoy nos detenemos frente a una de esas vidas sin mácula del ayer, que urge rescatar del olvido e incorporar sus devociones y su temple de lucha a la militancia de nuestros días. A la Galería de Próceres Puertorriqueños del Ateneo llegó el retrato de este patriota olvidado, en la noche del 14 de agosto de 1969: él, que siempre tuvo méritos sobresalientes para figurar en ella. Llegó, pues, por derecho prop'io, por la arraigada devoción a la causa de la independencia nacional de su Patria, por la inquebrantable voluntad de luchar por esa causa en los tiempos de mayor adversidad, por mantener viva la fe, levantado el ánimo y renovado el empeño de emancipación en la juventud, en la madurez, en los años de vejez, es decir, a través de toda una larga vida, sin que los reveses, proceSOS, delaciones y persecuciones aminoraran jamás su dedicación al ideal sagrado de la libertad. Tal prócer: don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortíz de Zárate. Su ejemplar hoja de servicios es totalmente desconocida de su pueblo. Ni en las escuelas públicas ni en la Universidad se menciona su nombre. No se ha dedicado un edificio, ni un parque, ni una calle
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al recuerdo de' su azarosa vida de combatiente por ]os derechos de su Patria. La injusticia involuntaria llega al punto de que hasta las pocas líneas que algunos textos de historia dedican a una de sus gestiones libertarias, se atribuyen a su señor padre, el Coronel don Salvador de Vizcarrondo y Martínez. Así se explica el olvido con que la posteridad -ingrata en ocasiones- ha tenido al benemérito pa.tricio. . Cupo al Ateneo Puer.torriqueño el honor de develar esa noche en su Galería de Próceres un óleo del recio paladín. La historia completa de su vida no se ha escrito aún. Apenas si se conocen informaciones aisladas. parciales, de aspectos inconexos de su dinámica existencia. En la Historia de la Insurrección de. Lares,· de José" Pérez Morís, figuran algunas reseñas y documentos concernientes al movimiento revolucionario de 1838. Salvador Brau hace en su Historia de Puerto Rico 2 una brevísima alusión al mismo suc.eso. Lidio Cruz Monclova, en su magnífica Historia de Puerto Rico (Siglo XIX),3 dedica dos párrafos y una nota bibliográfica sobre el particular, confundiendo por inadvertencia el nombre del homenajeado de hoy con el ya referi· do de su padre Vizcarrondo Martínez. En una nota del Editor de la Revista del Instituto de CulÍura Puertorriqueña,4 que precede el ensayo El Regreso de los Vizcarrondo a la Luz de las Fuentes Manuscritas, del joven y brillante historiador, Alberto Cibes Viadé, se incurre en igual error, identificando a don Andrés Salvador como "antiguo Alcalde de San .Juan", cargo que en efecto ocupó su padre en 1825. José Luis Vivas repite el mismo error en el breve 1. Establecimiento Tipográfico de Narciso Ram[rez & Cía., Barcelona, 1872. págs. 33 a 40 y 260 a 263. 2. Ediciones Borinquen. Editodal Coqui. Segunda edición. San Juan, P. R., 1966, págs. 245 a 246. 3. Editodal Universitaria, U.P.R. Imprenta Soltero, 1952, Tomb 1, págs. 303 a 304. 4. Año nI, Núm. 6, enero - marzo de 1960, pág. 33.
párrafo que dedica a la "Conjura de 1838".5 Doña María Cadilla de Martínez, en su libro Rememorando el Pasado Heroico,6 .también incluye por error al Coronel don Andrés Vizcarrondo entre los conspiradores de 1838, no obstante consignar en la nota número 326 de su libro que éste había muerto en San Juan el 18 de mayo de 1838. El hecho cierto es que no se ha llevado a cabo una exhaustiva indagación histórica de la dramática vida de don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortíz de Zárate. Sabemos que desde hace algunos años los esposos don Euclides Quiñones Vidal y doña Carmelina Vizcarrondo vienen recopilando datos para el libro Genealogía de la Familia Vizcarrondo en Puerto Rico. Del archivo particular de una nieta del patricio, doña Delia de Vizcarrondo de Otero, residente en Caracas, se les ha facilitado valiosos documentos. Quedan vacíos, sin embargo, grandes e interesantes vacíos en el historial de las ejecutorias de esta noble figura, que algún día se logrará escla· recer. Sus epistolarios, los documentos relacionados con los varios movimientos revolucionarios en que tuvo activa participación, sus especificas gestiones personales en Puerto Rico, Cuba y Venezuela, sus vinculaciones con el doctor Ramón Emeterio Betances, don José Antonio Calcaño, residente en Liverpool, el general dominicano Juan Pablo Duarte y otros significados paladines de la causa de la inde· pendencia en América: to~as estas fuentes de información podrán contribuir en su día a documentar pormenorizadamente sus reiterados empeños de liberación patria. Precisemos ahora los orígenes de la familia Vizcareando. Hemos tenido oportunidad de examinar un precioso álbum genealógico en la residencia del educador don Francisco Vizcarrondo Moren, nieto de don Juan de Vizcarrondo y Ortiz de Zárate. El historiador puertorriqueño, don Enrique T. Blanco, en un documentado estudio titulado Filiación Genealógica de don Julio L. Vizcarromw, que vio la luz en la revista Indice,' anota 10 siguiente: "Esta familia es originaria de la casa solar de Vizcarron· do en el lugar de Zugarramurdi, partido judicial de Pamplona en la provincia de Navarra... El progenitor de este linaje, fue don Juan de Vizcarrondo... " Contrajo matrimonio el 7 de febrero de 1616 con doña Estefanía Barrenechea. Su hijo, don Pedro de Vizcarrondo Barrenechea, en su matrimonio con doña Jerónima María de la Paz de Torres, tuvo un hijo nombrado don Pedro Nicolás de Vizcarrondo y de Torres, quien casó con doña Cándida Mansi en Portolongone, ciudad de la Isla de Elba, cuando S. Historia de Puerto Rico. Bibliotcca Puertorriqueña di. rigida por Gactano Massa. Las Américas Publishing Company, Nueva York 1960, pág. 145. 6. Imprenta Venezuela, San Juan, P. R., 1946, págs. 315 y 316. Véase también: Coll y Toste, Cayetano: Boletín Histórico de Puerto Rico, T. IX, Núm. 1, 1922, pág. 39. 7. Año 11, Núm. 24, marzo de 1931, págs. 381 a 384.
ésta era posesión española. Su hijo, don Andrés Nicolás de Vizcarrondo y Mansi, nacido en Portolongone el 13 de octubre de 1725, es el fundador de esta ilustre familia en Puerto Rico. Con una bri· llante hoja de servicios militares en España, el 11 de diciembre de 1765 se le confirió la comandancia de todas las compañías de milicias que se formaran en Puerto Rico.· Aquí contrajo matrimonio con doña Ana de Andino y Ferrer, procreando cinco hijos: Andrés Cayetano, José, Gaspar, Nicolás y Cándida. Don Andrés Cayetano de Vizcarrondo y Martí· nez, nacido en San Juan el 7 de agosto de 1774, casó con doña Josefa Maria Ramona Ortiz de Zárate y Martínez el 28 de diciembre de 1798. Procrearon ocho hijos: Antonio, José (padre de don Julio L. Vizcarrondo, el notable abolicionista puertorriqueño), María Asunción, María Francisca, Margarita, Lorenzo, Andrés Salvador y Juan. Estos tres últimos figuraron en el movimiento revolucionario de 1838, que resumiremos en breve. Don Andrés Cayetano perteneció al Real Cuerpo de Artillería. Fue transferido a Cataluña desde el 29 de enero de 1795 hasta la terminación de la guerra con Francia en el tratado de Basilea, y luego participó en la defensa de la plaza de San Juan de Puerto Rico durante el sitio de los ingleses en 1797, "sirviendo tres días en el fuerte de San JerÓnimo".9 Se jubiló con el grado de Coronel de Infantería el 12 de abril de 1828 y falleció en San Juan el 18 de mayo de 1838. Es pertinente indicar que la familia de los Vizcarrondo tuvo a través de todos los tiempos, tanto en España como en Puerto Rico, un alto rango social, prestó servicios eminentes y recibió encomien· das de gran responsabilidad. "A sus descendientes, escribe el historiador Enrique T. Blanco, se les ha guardado todos los honores, derechos, prerrogativas y exenciones de los nobles hijosdalgo".lo Por otro lado, también es de rigor dejar aquí constancia de que los honores y bienandanzas de la alta posición social y de los rangos militares jamás aminoraron la constante devoción de esta i1us· tre familia por las causas de la justicia y de la libertad. Conscientes de la situación angustiosa de Puerto Rico en el orden administrativo, político, económico y social, del implacable régimen de las "facultades omnímodas", de los privilegios abusivos de las clases gobernantes, del baldón de la esclavi· tud negra, del menosprecio para el nativo y del vejamen del sistema colonial, los Vizcarrondo siempre apoyaron los ideales de liberación, de mejoramiento colectivo, de justicia humana, de engrandecimiento social. Sin preocuparles que arriesgaran el sosiego de sus hogares, sus encumbradas posiciones I'!n la comunidad, sus honores militares, sus mismas vi8. Cayetano Col1 y Toste, Boletin Histórico de P. R. T. IX, 1, 1922, págs. 31 a 32. 9. Enrique T. Blanco: ensayo citado, pág. 381. 10. Revista lndice, número citado, pág. 381.
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das, luchaban y cooperaban con los demás puertorriqueños para hacer valer los derechos del país y cimentar aquí una civilización de progreso, dignidad, justicia y libertad. Su interés en estos nobles ideales de genuina puertorriqueñidad, no fue sentimiento de ocasión, ni tarea fortuita, ni exaltación de una hora, ni gesto aislado en el tiempo, sino consagración de toda una vida. Oigamos la voz inequívoca y viril de uno de ellos: .....Llevemos a efecto la grande y sublime obra de nuestra emancipación de la dominación española. ... No más esclavitud, no más degradación, no más humillación, para los que han nacido en el privilegiado suelo americano". Así dijo don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortíz de Zárate en un histórico manifiesto dirigido a sus compatriotas. De la ideología democrática de esta distinguida familia y de su espontáneo espíritu de sacrificio por las causas de la libertad de hombres y pueblos, habla elocuentemente una carta que el puertorriqueño José Ignacio Grau, a la sazón preso en el Castillo de San Cristóbal, dirigió el 18 de nQviembre de 1824 a José de Luque, agente de los insurgentes colombianos en Sto Thomas, haciéndole saber las personas decididas en Puerto Rico a tomar las armas en favor de la República de Colombia en el momento en que se presentara a la vista de la isla la más mínima fuerza colo~biana. Después de mencionar varios nombres de personas adictas a la causa emancipadora, asegura que puede contarse con "todos los Vizcarrondo".11 Bosquejemos ahora, con los limitados datos a mano, la figura del prócer. Don Andrés Salvad~r de Vizcarrondo y Ortíz de Zárate, nació en la capital de Puerto Rico el 30 de mayo de 1804. No tenemos datos sobre su preparación escolar. Debió tenerla como correspondía a su posición social. En 1821 le nombraron Oficial Escribiente Meritorio del Real Cuerpo de Artillería. Su padre, el Coronel don Andrés Cayetano de Vizcarrondo y Martínez de Andino, luego le encomendó la dirección de las haciendas que tenía en Trujillo Bajo, hoy jurisdicción de Carolina. El, a su vez, fundó otra hacienda en la misma vecindad, desarrollándolas todas con notable éxito. Dos años más tarde, cuando apena!: contaba 19 de edad, le nombraron Alcalde de Trujillo Bajo. Contrajo matrimonio con doña Vicenta de Quiñones y Quiñones, procreando en el mismo seis hijos: Josefa, Ursula, Andrés, AdIano, Gabriel y Lorenzo. Mientras dirigía las haciendas de Trujillo Bajo, de 1824 a 1835, en su amplia casona residencial, don Andrés Salvador, revolucionario por temperamento y devoción ideológica, fue haciendo una intensa labor de conciencia nacional, preparatoria para la li·
n. José Pércz Moris: Historia de la Insurrección de La· res, págs. 20-21. 24
beración de Puerto Rico del reglmen español. La prédica constante llegaba por igual a los grandes de la colonia y del clero de entonces, a los militares de alto rango, a tenientes, sargentos, cabos y soldados, a los terratenientes, a los campesinos, a la gen· te humilde. Frecuentes intercambios de opinión en sus haciendas, persuasivas peroraciones, mensajes difundidos por todo el país, conversaciones discretas, fueron abriendo paso a la idea de la independencia política como forma de liberación de los irritantes atropellos, persecuciones y vejámenes del sistema imperante. En la carta del revolucionario puertorriqueño, José Ignacio Grau, que citamos ano tes, aparece esta afirmación: .. Si fuera a anotar todos los adictos a dicha causa, creo que no se en· contraría papel donde cupieran. Pero concluyo por decirle que de las cuatro partes de Puerto Rico las tres y media están decididas por nuestra opinión".'2 Don Andrés Salvador, que contaba también con el firme espaldarazo de todos los miembros de su familia, era el jefe nato, reconocido y admirado de todos en el movimiento de emancipación patria, que fUe la más encendida, dedicación de su vida, a pesar de las circunstancias adversas, procesos y persecu· ciones. que impidieron la culminación de sus anhelos. Fue. no sólo el primero en acaudillar la gran causa de la independencia nacional de Puerto Rico, sino uno de los pocos que la mantuvo viva en su esfuerzo, en su mente, en .su corazón, en su integridad de hombre, durante .todo el largo transcurrir de su existencia ejemplar. El mayor reconocimiento que se ha ofrendado a don Andrés Salvador lo hizo acaso uno de los poquísimos compatriotas suyos, con conocimiento de la historia, autoridad moral y pareja vida de sacrificios y luchas esforzadas: el doctor Ramón Emeterio Betances, quien en las postrimerías de su vida de patricio insobornable escribió al austero y abnegado Sotero Figueroa, devoto colaborador del apóstol José Martí, una carta desde su destierro en París el 8 de julio de 1892, con esta frase lapidaria: "el venerable anciano Andrés Vizcarrondo que fue el primero de los precursores" 13 de la independencia. y en otra carta, también dirigida a Sotero Figueroa, fechada el 17 de mayo de 1894, le rindió este tributo: "el venerable decano de los republicanos don Andrés Vizcarrondo".14
Sucesos de 1835 La primera insurrección se proyectó para la no· che de San Rafael, el 24 de octubre de 1835, con el concurso de don Pedro Loizaga, capitán del Regi12. Pérez Moris: Obra citada, pág. 21. 13. ColI y Toste: Boletín Histórico de P. R., Año VII, Núm. S, 1920, pág. 269. 14. Luis BonaFoux: Betances, Imp. Modelo, Barcelona, 1901, pág. 446.
cuencia. Allí disfrutaban de vacaciones, convalescenmiento de Granada, "hombre de ideas sumamente cias, descansos, pasadías. AlU dialogaban sobre la exaltadas", al decir de Pérez Moris, quien reconoce dureza e injusticia del régimen imperante de la Isla. que en el Castillo de San Cristóbal "estaban las comDon Andrés Salvador, perspicaz y convincente, de pañías más comprometidas",15 además de admitir fijo aprovechaba esas ocasiones para interesarles que Loizaga "no era más que un instrumento de en la causa del país y recabar su solidaridad en los traidores", léase patriotas. Denunciado el plan cualquier movimiento armado que pudiera produpor el soldado Rufo Guia, esa misma noche el gocirse. bernador don Miguel de la Torre embarcó al capiEs pertinente aclarar en este punto que el conotán Loizaga en una goleta que salía para Cádiz, y en cimiento que don Andrés Salvador tenía de sus paiuna circular del 31 de octubre confesó que "los susanos y de la situación general del país y sus nexos cesos de San Rafael tenían cierto carácter de grave· con las fuerzas armadas, les habían hecho percadad y que se trataba de turbar el sosiego no sólo " tarse que difícilmente podría triunfar ningún levande esta ciudad, sino en toda la isla"}6 El proceso tamiento de los puertorriqueños si no era apoyado militar reveló que" se contaba con mil quientos pai. por el Ejército. Concebía, más bien, que el alza· sanos... que les ayudarían a libertar al capitán Loi· miento de los cuerpos armados debía secundarlo zaga... y a la cabeza del regimiento o de las campa· el pueblo. Esa fue la estrategia seguida en los sucemas 1.", 2.. Y 3." Y la de granaderos que debían ser de 1835 yen los otros movimientos revolucionasos mandadas por los sargentos y cabos Alonso Váz· rios en que, directa o indirectamente, intervino más quez, Díaz, Abril, Santillana, Santos y otros, el ca· tarde. Los mil quinientos paisanos, de que habla el pitán mencionado descendería a la plaza donde comilitar del año 35, de seguro habían sido proceso locaría la lápida de la Constitución y en seguida adiestrados en las haciendas de don Andrés Salvamarcharían a La Fortaleza para que el Capitán Ge· dor y el plan que esbozó el capitán don Pedro Loíneral la jurara y proclamara y, si se negaba a ello, zaga también era promoción o inspiración suya. se le embarcaría para la Península junto con los jefes y oficiales que no se adhiriesen o hiciesen resistencia al movimiento. Los mil quinientos paisa· nos con que contaba Loizaga estarían armados en el Movimiento Revolucionario de 1838 campo del Morro, dispuestos a tomar parte en la refriega si era preciso." 17 Se agrega que "la oficialidad de Artillería estaba en la conspiración" (págiLa guerra de emancipación en Hispano América na 28). El ayudante de Granada, don José Bacener, tuvo vivas repercusiones en Puerto Rico. Simón Boque permaneció a bordo de la goleta hasta la hora lívar proyectó una expedición para libertar a Cuba de salir, declaró luego que Loizaga le había referido y Puerto. Rico. La Junta Patriótica de México, en que "la mayor parte del regimiento de Granada y 1826, bajo la presidencia de don Juan Anzueta, elacasi las dos terceras partes de la población se ha· boró un plan con igual propósito. liaban comprometidas en la conspiración proyecta. Ante el acuerdo de las Cortes españolas de que da."la Como resultado de los acontecimientos de las Antillas se regirían por leyes especiales, priván1835, Loizaga fue destituido de su cargo en la Pe· dosenos de la representación parlamentaria, nuestro nínsula y entre sargentos, cabos y soldados, veintibatallador patricio, don Andrés Salvador de Vizca.trés fueron deportados.19 rrondo y Ortíz de Zárate, juzgó propicio el momenMente inspiradora y organizadora de este movito para organizar un poderoso movimiento revolumiento revolucionario fue don Andrés Salvador de cionario dirigido a establecer la independencia de Vizcarrondo. Sus estrechas vinculaciones con las Puerto Rico. Asumiendo la jefatura de la iniciativa, fuerzas armadas de Puerto Rico por un largo períoreunió en sus haciendas de Carolina a familiares do de 15 años -su padre, don Andrés Cayetano de suyos, como sus hermanos don Juan y don Lorenzo Vizcarrondo y Martfnez, Coronel del Real Cuerpo Vizcarrondo, éste Capitán de Infantería, su cuñado de Artillería; su hermano, Lorenzo de Vizcarrondo, don Buenaventura Valentín Quiñones y Vizcarrondo, Capitán de Infantería, y él mismo había sido en 1821 personalidades de destacada posición en la comuniOficial Escribiente Meritorio del Real Cuerpo de Ardad, como don Santiago Dalmau, don Florentino tillería- les permitieron mantener las más íntimas Gimbernat, don Santiago Bacaro, don José Escuté, relaciones de amistad y confianza con la alta oficia· quien ya era conocido por su radicalismo, los sarlidad, capitanes, sargentos, cabos y soldados. En sus gentos don Francisco Salinas y don Ezequiel San· haciendas de Trujillo Bajo solían reunirse con fretilUma, numerosos oficiales y soldados del Regimiento de Granada, y centenares o millares de per15. Pérez Moris: Obra citada, pág. 23. sonas de otras poblaciones de Puerto Rico, R~fiere 16. Pérez Morís: Obra citada, pág. 27. el historiador Lidio Cruz Monclova que .. patrocinó 17. Pércz Morís: Obra citada, págs. 27 y 28. colectas pecuniarias, ascendentes a cerca de veinte 18. Pérez Moris: Obra citada, pág. 30. mil pesos, para sostener el movimiento que adoptó 19. Pércz Moris: Obra citada, págs. 32 y 33. 25
por divisa una bandera rectangular enteramente roja".211 La insurrección habría de estallar el 15 de julio de 1838. Reconoce el incondicional español Pérez Moris, en su ya citado libro, que "el conato de rebelión de 1838 fue mucho más explícito en sus tendencias que el del año 35. Esta vez... los dirigentes salen a la escena, no dejando la menor duda de que se marchaba directamente a proclamar, por medio de un atrevido golpe de mano, la independencia de la Isla de Puerto RicO".21 El jefe accidental del Regimiento de Granada, don Juan Barranco, por una delación que le hiciera el cabo o sargento Juan Almansa, se enteró de que la guardia del Castillo de San Cristóbal franquearía la entrada a los revolucionarios de la Capital, la guardia de la Fortaleza se apoderaría del Gobernador mariscal Miguel López de Baños, en tanto que don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz de Zá· rate marcharía, desde sus haciendas de Carolina, al frente "del grueso de las fuerzas revolucionarias", para tomar la Capital.22 El Gobernador tan pronto recibió esa información, mandó instruir un sumario, nombrando fiscal de la causa a don José María Ramírez, capitán primer ayudante del tercer bata· llón de milicias, y secretario al subteniente don Manuel Loureyro. No hemos podido examinar el voluminoso expediente de esta causa, que consta de cua· tro grandes piezas, que de seguro darán luz sobre aspectos interesantes de este acontecimiento histórico. Como resultado del mismo, se decretó el arresto contra don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortíz de Zárate, su hermano don Juan, don Buenaventura Valentín Quiñones y Vizcarrondo, cuñado del primero, los capitanes don Lorenzo de Vizca· rrondo y Ortíz de Zárate y don Pablo Andino, los sargentos del Regimiento de Granada Francisco Salinas, -Ezequiel Santillana, José Vaquero, los cabos primeros Andrés Garrido, Antonio Bazán, José Rosa, Salvador Rodríguez, y el cabo segundo Juan Hidalgo, los cabos de granaderos Antonio Povedano, José Domínguez, y de fusileros Bernardo Bernar, granadero ~tonio Bazén, los granaderos José García, Francisco Ureña, Manuel Balante, sargento primero Rafael Bigio, ídem de segunda clase José Martínez Vázquez, José Moreno Valdés, Antonio Bonilla, granaderos Mariano Quiles, Santiago Sacristán, Ramón Arce, fusileros Antonio Olea y José Becerra, paisano Santiago Bacaro y el sargento segundo Manuel Las· treo Al diligenciarse la orden de arresto, no pudieron localizar a don Andrés Salvador ni a su hermano don Juan, por haber logrado éstos burlar la vigilancia, trasladándose luego a Venezuela. Don Buena20. Lidio Cruz Monclova: Obra citada, págs. 303·304. 21. Pérez Moris: Obra citada, pág. 34. 22. Cruz Monclova. Obra citada, pág. 303.
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ventura y. los capitanes Vizcarrondo y Andino fueron arrestados el día 19 de j1l1lio, quedando a disposición del Tribunal Militar, al igual que los demás, que también fueron puestos bajo arresto. Don Buenaventura Valentín Quiñones y Vizcarrondo fue encarcelado en una mazmorra del Castillo del Morro. Veintiséis días después -precisamente en la mañana del 14 de agosto de 1838- apareció este patriota ahorcado en su celda. Desde entonces y a través de los años, médicos, historiadores e iluso tres personalidades de la vida pública puertorrique. ña han albergado la creencia de que el ilustre perseguido no dispuso de su vida, como aseguró la versión oficial de los médicos de oficio, doctores Joaquín Bosh y José Cantero, quienes suscribieron un reconocimiento del cadáver, afirmando que" se encontró ser el de don Buenaventura Quiñones, vestido con una levita y pantalón gris, medias blancas y zapatos de color encarnado, suspenso de una hamaca que había recogido fuertemente y en su parte media había amarrado un pañuelo de seda encarnado y blanco con un lazo corredizo al que se colgó por el cuello; detrás se encontró una silla, lo que da a entender que debió ponerse de pie sobre ella para decolgarse". Así lee el parte oficialesco. El doctor J. Francisco Basara, en carta al patriota chileno Benjamín Vicuña Mackenna, de fecha 19 de enero de 1866, refiriéndose a este suceso, asegura que don Buenaventura Quiñones había sido "asesinado en la cárcel". El historiador y notable facultativo puertorriqueño, doctor Cayetano CoIl y Toste, ha expresado su crite '0 médico en los siguientes términos: "Un simple reconocimiento no es suficiente para afirmar que un sujeto se ha ahorcado. Es preciso practicar la autopsia jurídica y reconocer bien las vísceras. Un sujeto puede ser suspendido de una hamaca con un pañuelo corredizo al cuello contra su voluntad y parece un suicidio, donde positivamente hay un homicidio, o mejor dicho, un asesinato. También puede ser estrangulado un sujeto antes de ahorcarlo. Comúnmente esto es lo que se hace antes de suspenderlo por ser difícil colgar a un sujeto vivo".23 Por nuestra parte, dado el espíritu de desafecto, rencor y venganza que generalmente mostraban las autoridades españolas durante esos dolorosos tiempos contra los puertorriqueños que luchaban por la independencia de su Patria, tenemos la firme convicción moral de que el combativo patriota don Buenaventura Valentín Quiñones y Vizcarrondo, figura principal de su época fue villanamente asesinado en su celda del Morro en la madrugada del 14 de agosto de 1838. ¡Un Vizcarrondo jamás se suicida cuando se levanta en armas para servir los derechos de su pueblo! Ni nosotros ni la posteridad jamás olvidaremos este crimen. 23. Coll y Toste: Boletln Histórico de P. R., T. IV, pág. 19.
El Consejo de Guerra, celebrado durante los días 7 y 8 del mes de marzo de 1839, estuvo integrado por el gobernador Miguel López de Baños y los militares Segundo Ulibarri, Manuel Arroyo, Ramón. Abois, Ignacio Castrilló, Juan Herrera Dávila y Juan José de Lara. La sentencia dictada condenaba a don Andrés Salvador y su hermano don Juan de Vizca· rrondo. y a Francisco Salinas, Ezequiel Santillana, José Vaquero, Andrés Garrido, Antonio Bazán, José Rosa, Salvador Rodríguez y Juan Hidalgo a la pena capital de garrote; a Antonio Povedano, José Do· mínguez. Bernardo Bernar y Antonio Bazén, a diez años de presidio en Ceuta, con retención; a los ca· pitanes Pablo Andino y Lorenzo Vizcarrondo a privación de empleos y diez años de confinamiento en ]a plaza de Ceuta; a los granaderos José García y Francisco Ureña a seis años de presidio en Ceuta; a] granadero, Manuel Bo]ante, Rafael Bigio, José Martínez Vázquez, José Moreno Va]dés, Antonio Bonilla, Mariano Quiles, Santiago Sacristán. Ramón Arce, Antonio Olea y José Becerra, los sargentos a perder sus empleos y los soldados pasar al ejército de ]a península a disposición de] Inspector General para que se sirva destinarlos a ]05 cuerpos que tuviere por conveniente, para que continúen sirviendo e] tiempo que les falta para cumplir sus empeños; al paisano Santiago Vaquero, a que sea expulsado de esta Isla sin poder volver a estos dominios, y al sargento Manue] de Lastre que sea puesto en libertad. A don Andrés Salvador se le confiscaron todos sus bienes en Puerto Rico. E] proceso se elevó al Tribunal Supremo de Gue· rra y Marina para su aprobación. Con fecha 28 de julio de 1840 descendió una Real Orden, que en parte decía: .. Enterada S. M. la Reina Gobernadora de la preinserta sentencia... se ha servido aprobarla en cuanto a las penas que por la misma... se imponen a don Andrés y don Juan Vizcarrondo y a los sargentos Francisco Salinas y Ezequiel Santillana, como igualmente con respecto a libre absolución del sargento Manuel Lastre... " Sigue la confirmación o rebaja de las condenas impuestas a los otros proce· sados, y finalmente ordena que "se ponga en libertad a don Pablo Andino y don Lorenzo Vizcarrondo, quedando libremente absueltos, sin que la formación de esta causa les sirva en ningún tiempo de nota en su carrera y opinión." En ]a mañana del 6 de octubre de 1840 los sargentos de Granada, Francisco Salinas y Ezequiel Santillana, fueron ejecutados a garrote, pagando con la vida su adhesión a la causa de la independencia de Puerto Rico. Algunos años después, a base de una amnistía política, el Gobierno indultó a don Andrés Salvador y a don Juan Vizcarrondo. Después de los sucesos de 1838, don Andrés Salvador vivió largos años en Venezuela. Estudió y ejerció en ese país hermano la profesión de dentista. Viudo de su primer matri·
monio, en 1842 contrajo en Cumaná segundas nup· cias con la dama venezolana doña Carmen Daría de Rojas y Rojas.24 Luego visitó España, en ocasión de la amnistía que decretó Isabel II para los delitos políticos. En 1849 regresó a Puerto Rico hasta el año 1859, en que se trasladó con su esposa y sus hijos a La Habana, residiendo allí hasta marzo de 1863. En ocasión de su permanencia en Puerto Rico, tanto él, como miembros de su familia yelliderato que aquí abogaba por la Independencia, alentaron una nueva insurrección en los Cuerpos de Artillería, en connivencia con el Regimiento de Granada, el 13 de abril de 1855, durante la gobernación del Capitán General don Andrés García Camba. El levantamiento no tuvo graves consecuencias públicas. De los ocho artilleros procesados, siete fueron condenados a muerte. Véase el Informe del Gobernador García Camba reproducido en el Boletín Histórico de Puerto Rico, Año XIV, números 1 y 2, 1927, págs. 28 a 89.
Un llamamiento a don Andrés Salvador en 1866
Al propio tiempo que el doctor Ramón Emeterio Betances y el licenciado Segundo Ruíz Belvis, con el concurso de distinguidos puertorriqueños y extranjeros domiciliados en la Isla, organizaban la revolución de Lares por el año 1866, otro grupo de patriotas puertorriqueños radicados en la Capital y sus inmediaciones cooperaban en ese mismo movi· miento o planeaban otro proyecto de alcances similares para establecer la independencia de Puerto Rico. Los documentos históricos divulgados hasta ahora, principalmente los recogidos por el incondicional español José Pérez Moris en su Historia de la Insurrección de Lares y el expediente del proceso judicial seguido contra los que participaron en esa revolución, no revelan las relaciones que pudieron y debieron existir con el influyente grupo que conspiraba desde la Capital. Escribe el señor Pérez Moris: "Probablemente la red de asociaciones que se extendía por toda la Isla en 1868 estaba dividida en dos grandes grupos, dependiente el primero de la Capital y el otro de Mayagüez, si bien ambos reconocían por Jefe Supremo, al doctor don Ramón Emeterio Betances, residente en San Thomas unas veces y en Santo Domingo otras". (Obra citada, página 76). En el Informe al Poder Ejecutivo rendido por el General don José Laureano Sanz y Posse el 4 de julio d~ 1869, se lee lo que sigue: "En esta Capital, según la manifestación de varios procesados, existían los principales hombres de la causa separa· tista y la socjedad secreta que formaban remitía a los presidentes de otras sociedades las proclamas y 24. En este matrimonio procreó nueve hijos: Rosa, Vicente, Andrés, Pedro, Fernando, Salvador, Carmen, Atilano y Josefina.
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otros papeles subversivos, dándoles algunas noticias de los acontecimientos políticos". (Pérez. Moris: Obra citada, pág. 327). Acaso algún día se descubra la documentación necesaria para reconstruir la historia completa del movimiento emancipador de aquella época. Por lo pronto, ha llegado a nuestras manos un valioso documento perteneciente al archivo de don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortíz de Zárate, que su nieta, doña Delia de Vizcarrondo de Otero, ha facilitado en copia autografiada, y que constituye un significativo eslabón en el historial de esos años de hondo sacudimiento de la conciencia puertorriqueña. El documento en cuestión lee así:
"GRAN CLUB DEL ESTADO BORINQUEN. ESTABLECIDO EN LA CAPITAL DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA ISLA DE PUERTO RICO"
Nos, los infrascritos representantes en comisión del pueblo. reunidos hoy 24 de abril de mil ochocientos sesenta y seis, con el laudable fin de tratar de asegurar nuestro pronunciamiento de emancipación fracasada hasta ahora, promover nuestra felicidad, asegurar el don precioso de libertad, especialmente el de nuestros descendientes. En uso de las atribuciones y facultades de que estamos investidos por los setenta y tres Clubes que representan las 73 poblaciones de la Isla.
Considerando: 1.0 Que dispuestos como estamos a proclamar nuestra independencia de la metrópoli y constituirnos en estado soberano, libre e independiente de toda dominación. 2.° Que para obtener nuestra autonomía, es de absoluta e imprescindible necesidad la cooperación del exterior, a causa del rígido espionaje del Gobierno Español, por lo que han fracasado todas nuestras tentativas de los años 35, 38, 55 Y la última del año próximo pasado y sacrificándose muchas víctimas, e imposibilitándonos por consiguiente de reunir los elementos necesarios.,. (ilegible)... para llevar a efecto nuestra santa y justa causa. 3.° Que por lo expuesto debemos solicitar y esperar de las Repúblicas nuestras hermanas, protección y los elementos de que carecemos para el buen éxito de nuestros deseos. 4.° Que el llamado a desempeñar la gran mi· sión de conseguir de las Repúblicas todos los recuro sos y elementos necesarios para conquistar nuestra independencia de la dominación española, es nuestro compatriota don Andrés Salvador de Vizcarron-
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do, Caballero de la Distinguida Orden de la Cruz del Mérito y hoy General de Brigada de los Estados Unidos de Venezuela.
Decretamos 1.° Elevamos al rango de Gran Mariscal de Borinquen, Primer General en Jefe de sus Ejércitos de Mar y Tierra y Jefe Supremo mientras se reúna la primera asamblea constituyente, al excelentísimo señor don Andrés Salvador de Vizcarrondo. 2.° Autorizamos a dicho General de Vizcarrondo con facultades amplias e ilimitadas para que forme una expedición de 3,000 hombres en el exterior, que nos sirva de apoyo en un día señalado. 3.° Autorizamos también al mencionado General Vizcarrondo para que trate y contrate con los Gobiernos Republicanos y con individuos particulares los empréstitos necesarios que juzgue y crea convenientes. 4.° Ygualmente autorizamos al excelentísimo señor de Vizcarrondo para que compre y flete los Buques que crea necesarios c.c.c. (Como crea conveniente). 5.° Que el excelentísimo señor don Andrés S. de Vizcarrondo dé por garantía de las sumas que tome para los fines mencionados y sus intereses, el veinticinco por ciento de lo que se recaude por derechos de importación en las aduanas de la Ysla, cuyo pago se principiará a hacer tan luego como estemos constituidos en estado libre e independiente. 6.° Acordamos y venimos en nombrar Segundo Jefe y Sustituto del primero, al señor don Lorenzo de Vizcarrondo, en atención a sus antecedentes notorios y prestigio en esta Ysla. 7.° Ygualmente nombramos Secretario General al señor don Francisco Márquez que posee todas las cualidades necesarias para el buen desempeño del delicado encargo que se le confía. 8.° Que esta acta sea autografiada en número suficiente y se remita un ejemplar al señor don Andrés Salvador de Vizcarrondo. otro al señor don Lorenzo de Vizcarrondo, otro al señor don Francisco Márquez y uno a cada uno de los Setentitrés Clubes que representan las poblaciones, dejando en Secretaría copia fiel y exacta firmada por la misma comisión que autoriza la presente. 9.° Que en el Oficio de remisión se manifieste al señor don Andrés Salvador de Vizcarrondo que el Gran Club ha tenido en consideración sus laudables precedentes, sus padecimientos, servicios y sacrifi-
cios hechos con constancia y abnegación por conseguir nuestra libertad.
El Presidente de la comisión José M.a Porrata Por Mandado del Gran Club El Secretario Mauricio Guerra Antonio Vizcarrondo. - Prisco F. de Vizcarrondo. - Nicolás Fernández. - Estevan de Escalona.Saturnino Rivera. - Francisco B. Zavala. - Bartolomé Elzaburu. - José Escuté. - A. J. Martínez de Aparicio. - R. Emilio Zevallos. - Juan Eugenio Antonio de Vizcarrondo. - Lorenzo de Vizcarrondo. - Elías de Idarte. - Justo Nieves. - José R. de Goenaga. - Miguel Felipe de Quiñones Vizcarrondo. - (Otros nombres que no se leen claramen. te). - Esteban - - - cottes. - J. J. Hernández.Antonio B. (Poina o Poiba). - Mauricio Géigel. Inocencia Géigel. - Gabriel - - - l. Ramírez". Don Andrés Salvador aceptó la patriótica encomienda del Club Revolucionario de Puerto Rico y se dio de lleno a su cumplimiento. Bajo la firma de "UN PUERTO.RIQUE~O", dirigió a sus conterrá· neos, desde Caracas el 9 de agosto de 1866, un ma· nifiesto, exhortándoles a la lucha por la indepen. dencia nacional, del cual transcribimos aquí varios párrafos: "¡Valientes y denodados borinqueñosl Un hermano vuestro, General de los Ejércitos de la República de Venezuela, condecorado con la Cruz de Mérito, y mártir por vuestra independencia, hace veinte y ocho años, os saluda afectuosa y cordialmente desde las libres y risueñas playas de Venezuela, cuna de la li· bertad de toda la América nuestra... y os dirije su voz para alentaros a que llevemos a efecto la grande y sublime obra de nuestra emancipación de la dominación española. "Llegada es la hora de realizar el sublime pensamiento que ha tiempo germina en nues· tros corazones. "Un pequeño esfuerzo, prudencia, unidad en la acción y constancia es 10 que necesitamos. Valor nos sobra y pruebas de ello las tenemos dadas en muchas ocasiones. "Los hijos de la América Latina, nuestros hermanos de las Repúblicas aliadas del Pací· fico, tienen puestas sus miradas sobre nosotros y los cubanos, y están en miras y como binaciones en la guerra con la España, cooperar a nuestra emancipación.
"¡La hora ha sonado! ¡Los triunfos del Perú sobre la escuadra española, van a llevar. nos con la suya, que es superior, el hermoso estandarte de la libertad! "¡No más esclavitud, no más degradación, no más humillación para los que han nacido en el privilegiado suelo americano en el siglo diez y nueve cuyas luces se han esparcido en nuestro territorio en grande e'icala! "Preparaos, puertorriqueii a recibir en vuestra isla dentro de poco th:mpo .. nuestros protectores y hermanos de las repúblicas aliadas del Pacífico, que irán a proteger nuestra emancipación y hacer desaparecer para siempre de toda la América latina el pabellón español, símbolo de la tiranía y de la domina. ción de más de trescientos años. Un solo es. fuerzo y seremos libres para siempre! Pero necesario es paciencia, prudencia, constancia y tacto."
En el archivo personal de don Andrés Salvador deben constar las otras numerosas gestiones que llevó a cabo para dar estricto cumplimiento a las instrucciones recibidas del Club Revolucionario de Puerto Rico. Compatriotas y amigos suyos, residen· tes entonces en Venezuela, sin duda conocieron al· gunas de sus labores. Esa información no se ha di· vulgado aún. Hay, sin embargo, un documento de poder, de puño y letra suyo, escrito en seis folios de tamaño legal, en papel sellado de Venezuela, oficialmente registrado ante las autoridades competentes en Caracas el 19 de febrero de 1869 y certificado por el Encargado de Negocios y Cónsul Gene· ral de la Legación Británica, haciendo referencia a las mencionadas "instrucciones" y, en su virtud, confiriendo poder al señor José Antonio Calcaño, residente en la ciudad de Liverpool, para que, en su representación y nombre, levantara en Londres un "Empréstito para la Independencia de la Isla de Puerto Rico", y con su importe, tratara o comprara "un monitor" (barco de guerra), "equipado de- un todo, hasta con su tripulación. dos vapores acora· zados, también equipados de un todo, en cuyos bu· ques puedan transportarse tres mil hombres en cuatro días de navegación, y además todos los artículos y elementos de guerra y todo lo que tenga relación a ésta, con arreglo a las instrucciones que por separado remitiré... El empréstito será de me· dio millón de libras esterlinas, y se dividirá en acciones de a cien pesos una, las que ganarán el doce por ciento por años de interés... ". No conocemos el resultado de estas diligencias del insigne república. En una carta suya, que escri· bió en Caracas el 25 de mayo de 1869 a un amigo
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suyo de esta Capital, aludiendo al entonces Gober· nador de la Isla, decía: "A éste le escribí en el paquete pasado y hoy lo hago también enviándole los periódicos que tratan sobre la independencia de Cuba y Puerto Rico y diciéndole que se prepare para recibir una grande expedición de valientes americanos que vamos a darles libertad a los puertorriqueños. Pronto, sí, muy pronto nos veremos en Puerto Rico libre".25 Sabiendo de su temple de lucha, de su devoción patria. de su sentido del deber, tenemos la íntima 25. Pérez Moris: Obra citada. pág. 40.
convicción de que en esta encomienda el batallador paladín redobló los esfuerzos, multiplicó las iniciativas, siguió tocando en todas las puertas amigas de las repúblicas hispanoamericanas y agotó todos los recursos para poder servir, cada vez con más efica· cia, la causa de la soberanía nacional de su Patria. ¡Primer precursor de la independencia de Puerto Rico, según el juicio autorizado del apóstol Betances, es seguro que don Andrés Salvador de Vizcarrondo, en el momento supremo de su tránsito a la Eternidad. ocurrido en .Caracas el 23 de enero de 1897, tuvo en su espíritu la visión luminosa de esta tierra amada que anheló libertar toda su vida!
Las relaciones entre los taínos de Puerto Rico y los de La Española Por
DESDE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA COLONIZACIÓN ANTI-
llana los cronistas de Indias llamaron repetidas veces la atención hacia la semejanza existente entre la principal de las culturas indígenas de la Isla Espa. ñola y la de los aborígenes de Puerto Rico. Tanto éstos como aquéllos pertenecían al grupo aruaco que en la literatura arqueológica se denomina taíno, y cuya área de máximo desarrollo cultural comprendió la totalidad de Puerto Rico y la mitad oriental de la Isla Española, que hoy coincide con la mayor parte de la República Dominicana. El cronista Gonzalo Femández de Oviedo, al comentar sobre los indios de Puerto Rico, nos dice: "...en el traje o hábito y en la manera de la gente, no difieren en cosa alguna de lo que tengo dicho de la Isla Española, excepto que estos indios de San Juan eran flecheros e más hombres de guerra... ".· y reafirmando la semejanza cultural entre las dos islas, añade: .....en las idolatrías del cerní y en los areytos e juegos del batey y en el navegar de las canoas y en sus manjares e agricultura y pesquerías, y en los edificios de casas y camas, y en los matri· monios, e sucesión de ·los caciques y señorío, y en las herencias, y otras muchas cosas, muy semejantes los unos a los otros. E todos los árboles, y plantas, y frutas, e hierbas en la Isla Española, todo lo mismo se halla en la de Boriquén o Isla de San Juan... ".! Existe además suficiente evidencia para confirmar que "la lengua universal" de La Española, co-
mo la llama Las Casas, era la misma que hablaban los taínos de Puerto Rico. La similitud cultural entre los indios taínos de ambas islas no se demuestra solamente en las des1. Gonzalo Femández de Oviedo, Historia General de las Indias, Libro 16, Cap. 1. (Madrid, 1851. V. 1, p. 46). 2. Ibid., Libro 16, Cap. XVI. (Madrid, 1851, V. J, p. 488).
RICARDO
E. ALEGRiA
cripciones de la época de la c~nquista; se comprueba además por medio de la investigación arqueológica. No hay lugar a dudas de que todos los indios taínos de Puerto Rico, La Española y el este de Cuba trazaban sus orígenes a los mismos indios aruacos de la AméI;ica del Sur. Algunos de los principales rasgos arqueológicos de los taínos de Puerto Rico se repiten en La Española, particularmente en la parte oriental de esta isla. Entre esos rasgos se destacan los bateyes o plazas donde se jugaba a la pelota, los dujos o asientos ceremoniales y, espe· cialmente. los cernís o ídolos de tres puntas, que los arqueólogos cubanos y dominicanos llaman tri· gonolitos. Existen muchas otras características arqueológicas que claramente identifican como un solo grupo c"1ltural a los taínos de ambas islas y los del este de Cuba, sin que ello signifique que no existan algunas ligeras diferencias determinadas por la geografía. No sería preciso, sin embargo, recurrir a la como probación arqueológica para establecer las relaciones culturales existentes entre los taínos de Puerto Rico y los del Higüey, en el este de La Española. En las fuentes históricas referentes a la conquista y colonización se encuentran numerosas referencias que claramente demuestran la existencia de una estrecha comunicación cultural entre los taínos de ambos lados del estrecho de la Mona. Así, al refe· ri:r:se el padre Las Casas a los primeros intentos de JUtul Ponce de León para colonizar la isla de Puerto Rico, alude al continuo tráfico y comunicación entre las dos islas, cuando afirma: .....tuvo noticia de algunos indios de los que le servían, que en :Ia ·isla de San Juan o Boriquén había mucho oro, porque como .Jos vecinos indios de aquella provincia de Higuey, fuesen los más propincuos, y en la más propincua tierra viviesen a la dicha isla de San Juan, y no hubiese sino 12 o 15 leguas de distancia, cada día se ·iban en 31
sus canoas o barquillos los de esta isla a aquella, y los de aquella a ésta venían, y se comunica-
ban, y así pudieron saber los unos y los otros lo que en la tierra de cada uno había'? La prueba de que existía una estrecha y continua comunicación entre los taínos de Puerto Rico y los del este de La Española la corrobora Oviedo cuando dice: "...y como éste (Ponce de León) había sido capitán en la conquista de Higuey, tuvo noticias desde aquella provincia e alcanzó a saber de los indios que en ·la isla de Boriquén o San Juan había mucho oro",· Esta evidencia histórica se enriquece con los da· tos que nos suministra uno de los conquistadores, al hablarnos de un intento de sublevación de los indios del Higüey para liberarse del yugo de la dominación europea. Nos referimos a las declaraciones que Marcos de Aguilar, quien había sido alcalde mayor de La Española, hizo en 1517 ante los frailes jerónimos, con motivo de la encuesta que realizaban 3. Fray Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, Lib. 11, Cap. XLVI (Edición de 1927), Madrid. Vol. 11, pá· ginas 290-291. 4. Oviedo, op. cit. Libro 16, Cap. 2. (Madrid, 1851, V. 1, p. 467).
los mismos para determinar si se podía dar plena libertad a los indios. En dicha encuesta, Aguilar se refiere a un incidente ocurrido hacia el año 1511, cuando el cacique Andrés, que para entonces regía la población indígena del Higüey, se preparaba para lanzar contra los españoles un ataque cuyo objeto era poner fin a la dominación española en Santo Domingo. Al comentar sobre dicho incidente, Aguilar revela datos de gran interés para el estudio de la cultura taína en las Antillas Mayores. Un hecho importante se manifiesta en la aseveración de Aguilar de que el cacique Andrés del Higüey "se tenía por pariente" del cacique Agüeybana de Puerto Rieo.s 5. Archivo General de Indias. Leg. Independiente Gene· ral, 1624. «Los pareceres se dan sobre la manera como deben estar los indios de estas Islas.• - Debemos la información sobre este interesante documento al distinguido amigo y destacado investigador de nuestra historia, Monseñor Vicente Murga. En relación con este documento, hicimos declara· ciones que se publicaron en Claridad, 12 de noviembre de 1972. El mismo documento ha sido citado parcialmente en la obra de Manuel Jiménez Hernández, Bartolomé de Las Casas, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1953, Vol. 1, pp. 308-317, Y recientemente se publicó en su integri. dad en la magnifica obra del erudito historiador dominicano Emilio Rodriguez Demorizi. Los dominicos y las encomiendas de indios de la Española. Editora El Caribe, Santo Domingo, 1971. Próximamente publicaremos una edición anotada del documento original.
Cem{ o {dolo de tres puntas de Puerto Rico (Museo Nacional de Washington).
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Cemí o (dolo de tres puntas de la República Dominicana (Colección BoiTe-Moya).
Aparte de la significativa revelación de que existían vínculos de consanguinidad entre caciques de las dos islas vecinas, se demuestra por el testimonio de Aguilar que la comunicación entt:e las islas era continua y que los acontecimientos que ocurrían en una de ellas repercutían en la otra. El mismo Agu,ilar nos informa que el ataque lanzado por Agüeybana, el caudillo de los caciques rebeldes de Puerto Rico, contra Cristóbal de Sotomayor, lugar. teniente de Ponce de León, en la t:egión suroeste de esta isla, había tenido profunda repercusión en· tre los taínos del Higüey, en La Española. En esta ofensiva las fuerzas indígenas de Boriquén no sólo dieron ~uerte a Sotomayor y a varios otros coloni· zadores, sino que destruyeron también su poblado. El ataque había iniciado la guerra de la liberación por parte de los taínos de Pue~o Rico. Veamos cómo refiere Aguilar el impacto que tuvo en el Higüey la noticia de la victoria de las fuerzas del Boriquén contra los conquistadores es· pañoles: "...un cacique de la isla de San Juan ma~ó .a un don Cristóbal de Sotomayor e a otros cnsÍlanos
en un lugar que se dice Jauca en la isla de San Juan. Luego que lo supo el cacique Andrés, que agora sirve a Sus Altezas, que se (enía por. pa· riente del otro cacique que había muerto al dIcho don Cristóbal, el dicho cacique Andrés junt~ ~n su casa a todos los más caciques desta provmcla de Higuey e mucha gente e hicieron grandes fies· tas e alegrías por la victoria que 105 .in~ios de San Juan habían habido contra los cnstlanos e como cuando se juntan así muchos caciques siem· pre suelen platicar cosas contra los cristianos, acordaron entre sí diciendo que pues el cacique Agueybana en la isla de San Juan m.ataba a los cristianos e 'los había de echar de la Isla, que así 10 debían ellos hacer, pues ya los indios eran manicatos, que quiere decir esforzados, e que los cristianos eran nada e que matándolos se estarían como de antes, sólos en la isla, y en aquella noche acordaron de enviar mensajeros a ·105 caciques para que cierto día se juntasen e que cien· tos de ellos diesen en la 't7illa de Salvaleón, donde habían de echar una ponzoña que tenían hecha en el fuego, para que el humo que de allí saliese matase a todos los cristianos que lo oliesen. e que otros caciques quedaríad en la ciudad de Santo Domingo que así lo concertarían por toda la isla......• Este proyecto de rebelión que narra Aguilar nun· ca llegó a materializarse, ya que los españoles descubrieron la trama y apresaron a algunos de los caudillos, entre los que figuraban ciertos bohites o curanderos, y los juzgaron en Santo Domingo. Este interesante episodio de la conquista de las Antillas por los españoles demuestra claramente la hermandad que existió entre los habitantes aborígenes de nuestt:as islas antes de la llegada de los con· quistadores, hermandad que siempre siguió unien· do a los pueblos de estas islas en sus luchas por la libertad nacional, como quedó demostrado en las actuaciones de Marti (cubano), Máximo G6mez y Luperón (dominicanos), Hostos y Rius Rivera (puertorriqueños) en pro de la independencia de dichos países hermanos. 6. El uso en la guerra de estos gases nocivos cons~ituye una interesante característica de los taínos que se repite en otros grupos indígenas de la América del Sur. El tem!' de los gases ]0 trataremos en otro articulo que se pubbcará oportunamente.
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Valoración geográfica sobre la arquitectura religiosa en Puerto Rico Por
EN
LOS tlLTIMOS VEINTE AÑOS, A PARTIR DE ALGUNOS
estudios valorativos de las estructuras arquitectónicas pertenecientes al período de la Capitanía General, ha recaído la atención de los estudiosos sobre los edificios de carácter sacro y religioso existentes en Puerto Rico. Las normas de conservación y restauración vigentes, la catalogación de monumentos históricos y la labor vigilante del Instituto de Cultura Puertorriqueña, junto con los esfuerzos de otras entidades y grupos particulares, ha contribuido eficazmente a crear una conciencia de responsabilidad colectiva ante los vestigios de nuestro pasado. Al redactar estas notas, nos dirigimos, por lo tanto, a un público que no es ajeno a su contenido. Podrían llamarse más bien reflexiones sobre la arquitectura religiosa en Puerto Rico. La ausencia de un estudio de carácter científico riguroso y ambicioso en materia de historia del arte en Puerto Rico se hace sentir fuertemente. De ahí que dependamos de ordinario de valiosos trabajos nada numerosos y de tipo monográfico sobre la arquitectura y las artes plásticas para asomamos al proceso del arte en nuestra historia. La valoración, generalmente descriptiva, obedece en parte a la misma ausencia de estudios integradores en el área geográfica del Caribe. La suerte varia que en el curso de la historia cupo a estas letanías de islones -usando una frase sabrosa de nuestro cronista del seiscientos, don Diego de Torres Vargas Zapataha determinado la dispersión del estudio de su historia en áreas locales, aplicándose también por consecuencia al área del arte. Una rápida ojeada a cualquier manual de arte hispanoamericano nos permite comprender de inmediato el parentesco de las formas. En este sentido la brevedad territorial de Puerto Rico ofrece la ventaja de presentar, con el encanto de la miniatura, casi todas las variantes
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ARTURO
DÁVILA
arquitectónicas que cobijaron las diferentes urgencias religiosas del sentir hispánico. En efecto, empezando por la ciudad de Puerto Rico encontramos las estructuras propias qe las iglesias hispánicas, aparecidas con mayor o menor diferencia de años en el curso de su historia. El siglo XVI ve crecer los muros de la iglesia mayor o catedral, cuya fábrica, en frase de los capitulares, había de ser tal como la ~e Sevilla, andaluzada transoceánica que cortó la crisis de la mineraci6n del oro años antes de mediar el mismo siglo. Poco después aparece en la cresta del islote el convento de dominicos con su interesantísima iglesia, y antes de morir la centuria acordonan la ciudad como signos cardinales donde el poblado se precipita en el agua o se vuelve al monte, las graciosas edículas de las ermitas: San Sebastián, Santa Catalina y Santa Bárbara, testimonio clarísimo de la piedad bajo medieval -son tres de los célebres XIV santos auxiliares- y la ermita de Santa Ana, cuyo origen debe remontarse al mismo siglo XVI tanto por su emplazamiento frente al surgidero como por su titular, recuerdo de la santa patrona de los mareantes de la Hansa. Coronada la ciudad por esta aureola de celestes protectores, no puede olvidarse el Hospital de la Concepción y su ermita, que madrugaron en los comienzos de la fundación de la Ciudad y de cuya traza primitiva, perdida definitivamente en las reformas de este siglo, queda el recuerdo preciso de un intento de planta cruciforme, trasplante arquitectónico de soluciones romanas -Santo Spirito in Sassia- y castellanas: Santa Cruz de Toledo, que tuvo larga aceptación en el Nuevo Mundo. El siglo XVIII, el gran siglo conventual de Hispanoamérica, hace aparecer en la ciudad los conventos de San Francisco.... de frailes de la observancia y el de monjas carmelitas, legándonos finalmente
Sala Capitular del convento de Santo Domingo.
el siglo XVIII una ermita de grandísimo sabor: la del Santo Cristo de la Salud y una capilla de nave única, la capilla de los Terceros franciscanos o de San Luis, hoy parroquia de San Francisco, dotada de una curiosísima sacristía de trazas mixtilíneas, tan interesante como desconocida. El siglo XIX cie· rra la geografía religiosa de San Juan con el Semi· nario tridentino, aparecido en casi toda Hispano.américa a finales del siglo XVIII, como en nuestro caso es el XIX y el asilo de Párvulos, copia de las oeuvres francesas. Basta esta enunciación cronológica para sentar el carácter hispanoamericano del proceso de desarrollo eclesial de Puerto Rico y de sus correspondientes estructuras arquitectónicas. Convertida en rutinaria la visión ahistórica de nuestros procesos vitales de pueblo, suele perderse la perspectiva lógica que como hilo conductor nos lleva a través del tiempo pasado hasta el presente. La historia de nuestros edificios religiosos no es otra cosa que un capítulo más, aún no escrito, del arte hispanoamericano, con unos matices diferenciales ciertamente menores pero no por eso menos ricos. En el corto espacio de estas líneas debe aparecer con claridad, una vez definida sumariamente la gradación cronológica e intencional de la arquitectura religiosa de San Juan de Puerto Rico, la periodización y definición por áreas geográficas de los
monumentos del mismo carácter esparcidos por la geografía de la Isla. Los procesos históricos en Puerto Rico se parten naturalmente en dos rostros: el nordeste cuya vida gira en tomo al Puerto Rico murado y el sur oeste que se bascula claramente hacia un ce1Jtro de vida determinado por la misma geografía: la villa de San Germán, cuyos prestigios se desplazaron lentamente en la segunda mitad del siglo XIX hacia Ponce. San Germán, la villa peregrina que al fin encuentra un descanso encabalgada en las colinas de su actual emplazamiento a fines del siglo XVI, preside el creo cimiento de un área de fuerte personalidad, determinada no sólo por el inquieto espinazo de la Coro dillera sino también por unas formas de piedad nacidas del barroco hispanoamericano. Un examen superficial de la ciudad y de sus edificios religiosos nos revela de inmediato el calco natural de las estructuras de San Juan. Una iglesia mayor -la vicaría- que merece un estudio atento e incluso unas prospecciones arqueológicas que seguramente obtendrán resultados reveladores, una modesta pero notable iglesia conventual: Porta Coe· li, una ermita tan vieja como la villa aunque rehe· cha en neoclásico en el siglo XIX: San Sebastián y un hospital de la Concepción, hoy totalmente rees· tructurado. Subrayando el carácter único de la parroquial
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de San Germán, con sus tres cúpulas ciegas en el ingreso y sus dos capillas cerradas en los flancos de la puerta principal, con su curiosa torre romanizante, rara copia del Duomo de Barletta, el antiguo partido de San Germán se distingue por el mar· cado carácter mariano de sus monumentos. Podemos decir que pone el acento diferencial de la arquitectura religiosa en aquella área. En primer lugar, a pocos kilómetros de San Germán, se encuentra el único fenómeno de geografía religiosa integral que conoce el país: el pueblo de Hormigueros, que sube en una deliciosa espiral de urbanismo natural hacia el santuario cuya conservación debe celarse atentamente. Precisamente es Hormigueros el único caso de mariofanía que registra la historia del sentimiento religioso en Puerto Rico con una cronología y unos testimonios bastantes explícitos, en la primera mitad del siglo XVII, el gran desconocido de nuestra historiografía y sin embargo, el matraz de las razas y de la personalidad del país. El Santuario, cuyas paredes mae!;tras deben reman· tarse al siglo XVIII, ha sido el determinante de la aparición del poblado. Un estudio atento de la documentación probablemente comprobará lo que parece adelantar la lógica y es que este pueblo se formó no sólo por el avecindamiento de los estancieros del valle inmediato sino por la sedentariza-
ción de parte del flujo anual de peregrinos, probablemente por aquéllos favorecidos para los que la lengua francesa ha creado un vocablo insustituible: miraculés.
Interesantísima por demás la gran explanada y la casa de peregrinos que merece un estudio urgente y una restauración inteligente antes de que su distribución interior se altere para otros usos. El emplazamiento del santuario, en la cima de un montículo que domina uno de los dos valles puertorri· queños que lograron emocionar el áspero corazón de Fray Iñigo Abbad, es una lección viva de urbanismo natural repetida más de una vez en nuestros pueblos, y que tiene mucho que decir -si la escuchan- a nuestros planificadores, empeñados en honrar su nombre creando planos abrasadores para las áreas suburbanas, deprimiendo el carácter mono tuoso de nuestro suelo. El valle de Coamo, en la misma demarcación, ofrece en la villa una rara distribución de tensiones del sentimiento religioso con la graciosísima parroquial de movido imafronte dieciochesco y la ubicación radial, en los extremos de un triángulo, de las ermitl\s de Nuestra Señora de Altagracia y de Valvanera. Perdida la primera, se conserva al parece~ su planta cuya traza debe recogerse y de la segunda, empozada en las alas del actual colegio, apenas se
Dos aspectos de la capilla de la Ermita de Porta
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Coel,~
en San Germdn.
conserva otra cosa que el arreglo decimonónico, casi desnudo de decoración. El mismo cronista, Fr. lñigo Abbad, consigna su asombro ante esta disposición que articula la~ tres estructuras en unas líneas de clara función paralitúrgica: los desfiles procesionales, tan caros al barroco. La relación -conservada en el libro de la Cofradía de la Valvanera- de la px:ocesión inaugural de la ermita en diciembre de 1683, es muy rica en su carácter descriptivo. Se trata de una procesión penitencial que parte de la parroquia, con las imá· genes del patrón San BIas y San Francisco que acompañan al cuadro milagroso. La teoría procesional sale de la Casa de Dios barroca camino de la edícula de María en cumplimiento de un voto hecho con motivo de una epidemia. La modesta caja de ladrillos servirá de sagrario a la imagen milagrosa. Fue al igual que Hormigueros, centro de peregrinaciones procedentes del área vecina de Barros, hasta principios de este siglo. La red parroquial de Puerto Rico se vuelve más densa en el curso de los siglos XVIII y XIX según avanza en el primero el proceso de reducción a poblado y en el último el índice de densidad poblacional. Desgraciadamente, los ciclones y sobre todo los movimientos sísmicos del siglo XIX, culminados en el presente con los temblores del año 1918, echaron por tierra las iglesias parroquiales de mayor sabor: las del antiguo partido de San Germán, y nos privaron del aire sabroso dieciochesco que con elementos modestos: ladrillos y cal, daban un aspecto riente y movido a los grandes astiales de aquellos templos. Sólo Coamo conserva en esta momento un imafronte de corte mixtilíneo y algunos pináculos, que se perdieron en San. Gennán, así como su simpática espadaña, que alojaba .Jos pequeños bronces de los repiques, maravillosa sonería pulsada diestramente por nuestros sacristanes y mona· guillas, desaparecida para no volver. Los mismos temblores hicieron desaparecer también varias ermitas en relación radial con las iglesias parroquiales, centros de piedad local levantados con carácter votivo, que constelaron tradiciones y composiciones melódicas ingenuas aún no recogidas. Es preciso inventariar estas ermitas y reducir a tex· tos escritos sus leyendas, testimonio precioso de la formación y osatura de nuestra geografía religiosa. En el área de la costa norte, el edificio más interesante extramuros de la ciudad de San Juan es la parroquial de Manatí. No nos referimos a la ampliación del siglo XIX que parte del arco triunfal del presbiterio sino a éste mismo, al ábside, las dos sacristías y la estupenda torre con escalera helicoi· dal en piedra del país. Aunque las noticias ciertas sobre este edificio pertenecen al siglo XVIII, se sabe de la existencia en el siglo XVII de una ermita y la decoración empleada, las mismas cruces que decoran las puertas exteriores de acceso a la sacristía,
parecen más bien traza del siglo XVII. Las sacristías están cubiertas por dos cúpulas ciegas y rebajadas sobre pechinas, rodeadas en su base por una corona formada por dentellones de ladrillo. Algunos detalles decorativos ingenuos como cabezas de querubines descubren la mano del cantero local. El presbiterio, deformado hoy por un altar de gusto lamentable, guarda la disposición primitiva del ábside que debió de apreciarse al extremo antes de la construcción de la actual casa parroquial. Es poligonal, único en el país a excepción del de la Catedral en San Juan. Pero estructuralmente, la parte más interesante de este conjunto monumental donde -único caso fuera de la capital- se prodiga la piedra de los montes vecinos, es la torre. Su disposición es simplicísima, girando la gradería sobre un pilar o machón recubierto hoy de cemento y tiene el mismo pasamanos de trazo funicular que tanto pondera el Marqués de Lozoya en la torre de la Catedral. El siglo XIX, absorbidos los gastos de culto y clero por el erario público bajo Isabel 11, nos deja al finalizar el siglo un discreto balance: una cate· dral iniciada en gótico en el siglo XVI y rematada decorosamente en neoclásico (en el siglo XIX) por ingeniosos militares españoles, dos preciosas iglesias parroquiales de impecable estructura neoclásica: San Fernando de la Carolina y el Santísimo Rosario de Vega Baja con torre en el eje de la fachada y una serie menor de iglesias en pueblos de nueva fundación o bien ampliadas y restauradas, localiza· das la mayor parte de ellas en las costas del norte, el noreste y el sur de Puerto Rico, con las constantes de la torre en la línea axial mayor del templo, la caja rectangular inalterada en todo el siglo y sin otras estructuras salientes que las sacristías. Aparecen a veces y esto es interesante comprobarlo, algunos arcos apuntados que recuerdan el gusto neogótico de tiempos de la Reina de los tristes destinos. y luego, la fecha liminar de 1898. La confusión hibridizante que caracteriza los Pontificados de León XIII y Pío X en materia de arte sacro nos da las flamantes mezclas neorrománicas de San Agustín en Puerta de Tierra y años adelante un diluvio de formas neogóticas: la Inmaculada en el Colegio de su nombre en Santurce, la Capilla del Colegio de las Damas del Sagrado Corazón en la parada 26, culmi· nadas en la década del 40 con la parroquial de San Jorge y el engendro de corte basilical cementicio en el Sagrado Corazón y en San Vicente, en la misma área de Santurce. Donde un ciclón o la endeblez de una fábrica amenaza de ruina una iglesia en la Isla, o donde fue preciso crear una nueva parroquia, estructuras que sólo merecen el nombre de infra arquitectura vieron la luz con el solo propósito de servir a una función de cobija de la asamblea cristiana: Será preciso que llegue la década de los cincuenta para que una actitud comprensiva suscite 37
una planificación más inteligente que se traducirá en las iglesias de Klumb en Cataño, el Seminario de los Padres dominicos de Hato Tejas, en Santa María Reina de Ponce, a pesar de su reiteración de fórmulas que empezaban a gastarse por el uso al tiempo de su construcción y la pequeña casa conventual de Yabucoa, obra del arquitecto Amaral, donde se asoma de· nuevo la pobreza evangélica por las persianas criollas a una casa de religiosos en Puerto Rico, desde que doña Ana de Lansós insta· lara su primitiva comunidad en una o unas casas de simples balcones colgadizos allá por 1649. Poco podemos añadir en juicios valorativos a los hechos de los últimos años. Se advierte la creo ciente preocupación por hacer una arquitectura válida para el hombre y la circunstancia puertorri. queña. Pero creemos que se impone una coordinación mayor de esfuerzos, una inteligencia penetra· tiva de las exigencias que el concepto cambiante de
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comunidad eclesial impone a las estructuras arqui. tectónicas de arte sacro y un estudio no menos di· ligente de aquello que, siendo tradicional, perma· nece como aceptable y merece incorporarse junto a las nuevas tendencias. La geografía religiosa de Puerto Rico, como el hombre puertorriqueño que la habita y su talante religioso, exigen una consideración atenta para captar los matices propios de sus urgencias religiosas y traducirlos a forma, no sea que se cumpla en nosotros la amarga sentencia evangélica que cita Pablo VI en su encíclica sobre el Progreso de los Pueblos, aplicando lo que dice el Señor de los individuos a las naciones pobres, que seducidas por el brillo de la técnica, arrojan como un fardo insoportable su personalidad, cambiándola por el bíblico plato de lentejas: ¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? I 1. S. Mateo, 16, 26.
Exposición de Augusto MarÍn
E
N
SU
TERCERA
EXPOSICIÓN
PERSONAL
REALIZADA
bajo los auspicios del Instituto de Cultura Puertorriqueña -donde también exhibió sus obras en 1961 y en 1965- el pintor Augusto Marín presentó un conjunto de óleos. acuarelas y dibujos recientes, ilustrativos de una trayectoria artística caracterizada por la búsqueda constante de nuevos temas, formas y medios de expresión. .. El mundo de Augusto Marín -afirma Héctor Campos Parsi- es uno de quietas revoluciones en las que se trenzan y destrenzan corrientes, encuen· tras, búsquedas o infinitas soluciones a un mismo problema: ser uno mismo. De año en año. o mejor aún. de obra en obra, hay toda una red de trillos y caminos que se entrecruzan sin nunca repetirse, añadiendo, poco a poco, más componentes al gigantesco mosaico de su obra de autoidentificaciÓn." Marín, natural de San Juan, empezó sus estudios en la misma ciudad bajo la dirección del artista español Alejandro Sánchez Felipe, y los continuó en el Art Students League, de Nueva York y el Los Angeles County Art Institute, de Los Angeles. Varias obras suyas han obtenido premios del Ateneo Puer· torriqueño. Obras de Marín se encuentran en las colecciones del Instituto de Cultura, la Universidad de Puerto Rico, el Museo Metropolitano de Nueva York y el Museo de Arte Moderno de la misma ciudad. En estas páginas ofrecemos algunas gráficas de la muestra, inaugurada en el Convento de Santo Domingo el 27 de abril.
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Una de las obras presentadas
Aspecto de la e;epos;c;6n.
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Guillaume Coppier y su «Historia y viaje a las Indias Occidentales» Por MANUEL CÁRDENAS RUIZ
GUILLAUME COPPIER ES, TAL COMO SE DIJO EN
EL ARtículo anterior sobre el Padre Jacques Bouton, el único cronista francés del Caribe en el siglo XVII que no pertenece a una orden religiosa. Nacido en Lyon en 1606, fUe hijo de un pequeño notario de escasos medios y cargado de familia, y parece ser que tuvo una educación un tanto esmerada a juzgar por las citas en latín y griego que introduce en su obra "Histoire et Voyage des lndes Occidentales". Ante las perspectivas económicas limitadas, y ser uno dc los hijos menores, y por ello no poder disponer de aquclla notaría, toma la resolución de venir a América en los momentos iniciales de la colonización fran· cesa del Caribe. Es entre los cronistas franceses de esta región el primero que vino al Nuevo Mundo, aunque su obra fue publicada con posterioridad a la del Padre Bouton. En 1626, a la edad de 20 años, nuestro hombre se embarca en el puerto de El Ha· vre en el filibote "Trois Roix", rumbo a las Antillas, siguiendo la ruta de Cabo Verde. Queda patente con la lectura de su obra, que Coppier no ha sido educado para estas aventuras, y aunque no nos indica en específico las razones de su decisión, podemos conjeturar que una gran parte de las mismas fueron las dificultades económicas a que hemos hecho referencia, así como también algún arrebato más o menos espontáneo, ya que los horrores que le producen la mar embravecida, y las quejas que de ello y de otras cosas tiene, muestran a alguien que no sopesó adccuadamente la aventura en que se metió. En ese mismo año de 1626 es que funda Esnambuc de Dieppe la Compañía de la Isla de San Cristóbal que será la propulsora inicial de la colonización francesa del Caribe. Vemos por tanto que Coppier viene a América en momentos privilegiados, y si hubiese sido un buen observador y un cronista riguroso, cosas que no fue, posiblemente nos hubiese brindado una excelente visión del Nuevo Mundo. Su interés era mucho más inmediato: la riqueza, y este afán, que se
muestra a lo largo de su obra, también creemos que constituye una fuente valiosa para conocer el tipo de hombre que hizo la colonización' de las Antillas francesas. No obstante lo anteriormente indicado, de cuando en cuando suele hacerse preguntas de tono mora! y religioso, pero normalmente van dirigidas a mostrar la superioridad ético-religiosa de quien las hace y por consecuencia la inferioridad de los indios. Coppier se ha enrolado como un simple "contratado" (Indentured servant). Estos "contratados" fueron una de las dos fuentes de mano de obra inicial en el poblamiento y colonización del Caribe fran· cés. La otra, sin lugar a dudas, fue la mano de obra negra esclava. Veamos en qué consistía esta relación de "contratado", La política francesa en los primeros años del siglo XVII sabe que la suerte y el éxito de la empresa colonizadora a llevarse en las Islas del Caribe que le ha arrebatado principalmente España y algo menos a Inglaterra, descansa en el poblamiento de las mismas y en su puesta en produc· ción. Los primeros colonos que Francia tiene en las Antillas son los conquistadores de las mismas, quienes a la hora de ponerlas en explotación verán claramente el fracaso de la mano de obra indígena que se muestra totalmente reacia a ser empleada de una ,manera intensiva, y más o menos racional, 'en un proceso de cultivo extensivo. Por esta razón estos primeros colonos se verán obligados a utilizar mano de obra negra esclava y francesa. Estos franceses eran contratados en su país por los colonos de las islas, y antes de embarcarse se ajustaba el pago y duración del contrato. La duración de dichos contratos se hizo fija en tres años, es decir treinta y seis meses, de aquí que a los "contratados" también se les conociese por los "treinta y seis". En un principio el pago consistía del viaje y la promesa de tierras para colonizar, pero las Islas de las Antillas Menores, siendo pequeñas, pronto agotaron las tierras y aquella 41
promesa fUe cambiada por una cantidad específica: trescientas libras de tabaco pagaderas al final de los tres años. En aquella promesa se origina la idea de la promisoria o "faire 'América'''. Pero no nos engañemos, la 'condición de los "contratados" fue terrible y.similar a la de los esclavos negros. Aquellas tierras prometidas, sólo algunos, y muy difícilmente, las llegaron a poseer, y cuando se establece la paga fija, por acabarse aquéllas, la situación de los contratados empeoró. Trescientas libras de tabaco en Fran. cia suponían una cantidad de dinero aceptable. así como en las Islas, pero en éstas el nivel general de precios era elevadísimo con respecto a la metrópoli. Como nos dice Coppier, "es de notarse que una cosa que en Francia vale un sol, en América vale como poco cien"l, si a los precios elevadísimos de los bienes más indispensables -que eran deducidlls de la paga del "contratado"- añadimos las deducciones arbitrarias de colonos poco escrupulosos -que fueron los más- observaremos que muchas veces este "contratado" tenía que renovar su acuerdo jurídico con el colono por deudas, renovación, que en muliitud de casos tuvo carácter vitalicio. Cuando la corriente de negros esclavos llega a la isla la condición de aquéllos empeorará, ya que los amos tendrán más cuidado con sus esclavos -su propiedad- que con estos alquilados, y la muerte de uno de éstos será menos lamentada que la de aquéllos, ya que con la muerte de un esclavo el perjuicio era mayor. No obstante, Coppier parece haber tenido suerte al r~specto y no cayó, que sepamos, en las malas prácticas de su patrón, o patrones. Cumplió su contrato en la Isla de San Cristóbal, cultivando tabaco y volteando tortugas, y tomó parte en la defensa de la isla contra D. Fadrique de Toledo en 1629. Refu· giado en la Isla de San Martín vuelve a San Cristóbal donde estuvo como rehén de los ingleses por unos 15 meses (esta isla estuvo en posesión de franceses e ingleses hasta 1713, fechas en que por la paz de Utrecht pasó a Inglaterra). Hastiado de la vida colonial, Coppier no soñaba más que en recolectar la mayor cantidad posible de tabaco y volver rico a Francia. Con otros 28 franceses fletó un navío inglés, de nombre" Marie-Irlandoise" para volver a Europa. Su viaje de retorno estuvo lleno de peripecias. Fue· ron perseguidos por los corsarios cerca de las Azo· res, lanzados por una tempestad hacia las costas de Terranova y el Canadá y no llegaron a puerto más que después de largos meses y esto fue en las costas de Ir]anda. Aquí se le impidió deshacerse de su cargamento de tabaco y tuvo que tomar la resolución de dirigirse al Norte. Parece que un grave suceso le aconteció, del que no nos informa, y vino a perder el fruto de tanta labor cuando llega a las costas de Normandía. Nuestro aventurero vuelve a Lyon po-
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1. Coppier: cHistoire el Voyage des Indcs Occidentales». Capítulo V, pág. 33.
bre, y no encontrando la vida muy fácil y tal vez picado ya por las aventuras, vuelve a las Antillas en 1646. En esta segunda venida a América parece" que Coppier tuvo una suerte tal que le permitió volver a su ciudad natal y acabar sus días en ella, en 1674, a la edad de 68 años. Su obra "Histoire et voyage des Indes Occidentales et de plusieurs autres regions maritimes et eslignees" sale a la luz pública en Lyon, editado por Jean Huguetan en 1645, es decir un año antes de su segundo viaje a América. En la selección de la misma que hemos traducido, seguimos nuestro interés primordial en toda esta serie de artículos: los indios Caribes, de los cuales Coppier nos da datos interesantes sobre su vida, aunque a veces falle en la exactitud, como cronistas posteriores nos lo hacen ver o en la precisión del lenguaje que, francamente, tiene momentos de difícil comprensión. Junto a este aspecto de la vida de los Indios Caribes hemos incluido su descripción de las "Islas de las Indias, países de Salvajes" por ser de algún interés geográfico y an tropológico. Guillaume Coppier es un cronista menor, pero nos da no sólo una visión de las Antillas y de sus habitantes (claro está, bastante parcializada), sino que también nos da una buena idea de quienes eran esos que vinieron "con¡ una camisa y un calzón" a "hacer la América", y esto es tan importante como la descripción más o menos fiel, del mundo a que llegaron. Los capítulos específicos que hemos traducido df' ]a obra de Coppier son los siguientes: Capítulo V, de la página 25 a la página 42. De las Islas de las Indias, países de Salvajes. Capítulo VII, de la página 56 a la página 59. De los Salvajes de las Indias Occidentales. Capítulo IX, de la página S9 a la página 61. De su manera de navegar y de guerrear. Capítulo X, de la página 61 a la página 68. De su Caramemo. Capítulo XI, de la página 68 a la página 71. De sus Ajupas, bohíos y Carbeils. Capítulo XII, de la pági!1a 71 a la página 74. De su pan. Capítulo XIII, de la página 74 a la página 76. De su vino. Veamos:
Las Islas de las Indias, países de Salvajes CAPITULO V
Habiendo navegado algunas semanas por el mar del Norte, comenzamos a divisar la isla de Barbados,
que es la primera de las Islas de la América. Deja· mas allí de lado otra, las dos habitadas por los in· gleses, los cuales no tienen allí otro comercio que el del Algodón y el del Tabaco; éste en todas estas islas que os describiré se acepta como dinero contante. Dejamos a babor la Granada, que es una isla muy fértil, sus habitantes, los granadinos, son los más grandes guerreros que hayamos visto en cualquiera de estas islas, habiéndolo experimentado con demasiada frecuencia, al tener que ir en ella a beber a manantiales desconocidos, o a buscar a sus aguas langostas, vacas de mar, erizos o chancros de mar, de los que hay muchos en la isla de San Cristóbal, de la que trataré aquí después en particular. Pues entre otras, una vez que estábamos refrescándonos en estos manantiales, fuimos sorprendidos y asediados por estos bárbaros que, salvo por la figura humana, eran diablos encarnados, y confieso francamente, que en esos momentos dudaba que las inquietudes de un frenético fuesen mayores que las nuestras. Para pedemos salvar nos batimos en retirada, cuatro a cuatro, espalda con espalda. Dudo también que un navío en mitad de una mar irritada estuviere más azotado y sacudido por los vientos, qüe lo que estábamos nesotros en estos sucesos, agitados por un ir y venir de contratiempos y de sobresaltos de espíritu; y haciendo cuenta de nuestras fuerzas, en todo punto desiguales a las suyas, no era sino el buen orden lo que podíamos aportar en nuestra defensa; así que hicimos los cuartos de conversión2 para atacarlos y deshacerlos y esto batiéndonos en retirada y defendiéndonos valerosamente; sin embargo, las armas más legitimas no tienen siempre los mejores resultados. Al fin regresamos a nuestros barcos, donde recuperado el aliento, levamos anclas y nos hicimos a la mar. Fuimos en busca de la Santa Alosia, o Lucía, que es una muy buena isla, habitada por Salvajes, y donde hay muchos riachuelos, así como muy buenas frutas, como habréis de ver en el capítulo XV. Haré muy sucintamente las descripciones de lo que deseo hacerles ver, ya que la prolijidad me llevaría a en· grosar volúmenes enteros, lo que os podría cansar. Así que la desnudez de mi discurso será parecida a la franqueza y la pureza de mis intenciones, las cuales no tienen otro fin que el poner claramente ante vuestros rostros lo que podría parecer nubloso desde la perspectiva de tantos lugares horrorosos y solitarios que os mostraré aquí después, mediante el pincel de mi pluma, pretendiendo hacerlos ver a vuestro~ ojos y tocar a vuestras manos. Si éste no es un estilo elegante al menos será sencillo, sincero y ver· dadero. Descendimos en la Marth\ica que es una isla y 2. Movimiento de ejercicio militar en forma dc cuarto dc círculo que se manda hacer a los soldados para cambiar el frente de un batallón.
tierra alta habitada por gentes de nuestra nación y salvajes. Costeamos la Dominica que es una muy bella y larga isla. Es una tierra alta, cubierta de grandes bosques y árboles, de la mayor parte de los cuales fluyen gomas aromáticas; sus plantas son diferentes a las nuestras, tanto en su nombre como en sus especies; hay jabatos en cantidad y grandes lagar. tos de los que os hablaré después. Hay salvajes. A la entrada de esta Isla hay una sulfatara ardiente, que lanza humos y llamas, las cuales, por la contrariedad de los vientos, van haciendo piruetas sobre el mar, en medio de olas tortuosamente reflUentes. Costeamos la isla de los Locos. Estos son Ull0S pájaros asi llamados, que se pueden matar a bastenazos, de tantos como está cubierta. Esta isla, casi desierta y deshabitada, está situada al sur de la que a continuación indicamos. María Galante es una isla llana y arenosa total· mente desierta y deshabitada.. La Deseada se encuentra a estribor. La Redonda está situada a babor de la anterior, éstas son dos islas de poco valor e infructuosas; hay algunos cangrejos y conchas los cuales veréis en el capítulo de los peces con el que se cierra este primer libro. La Antigua es una isla donde no pudimos hacer larga estancia debido a que es demasiado húmeda y lluviosa. Es una tierra alta, donde los salvajes de otras islas vecinas van a cazar lagartos así como también cangrejos que abundan por todas partes. Nesotros encontramos allí sus Carbeilsl y ajupas· que son sus viviendas, así como sus antiguos huertos de mandioca que es una raíz de la que se hace el pan de las Indias Occidentales, que se llama .. Casave Muchacha n. Os hablaré de él en un capítulo especial. La Margarita es una bella isla situada a babor de )as anteriores; está dominada por los españoles; los barcos mercantes vienen a arribar a estas costas para talar palo brasil. Hay riachuelos donde hay pe· ces, también hay caña de azúcar, de la que se saca el azúcar y las cuales no tienen pinchos y sí dulzor. La Barbada es una buena Isla y tan acantilada que no hay más que un lugar propicio para desembar· car, y esto porque el inglés la ha frecuentado. Ellos hacen allí el tabaco que envían a vender a los reinos de Inglaterra, Escocia e Irlanda. No hay salvajes y sí jabatos. Montserrat es una tierra alta. Hay salvajes, nesotros encontramos sus casas vacías ya que nos habian descubierto bien armados; ésta es una tierra 3. Carbeil, Casa Comunal. El término correcto según cranistas posteriores, es Carbet. 4. Ajupas, vivienda provisional que levantaban cuando iban de correrías y que consistía de un techo sostenido por horcaduras y abierto todo alrededor.
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rica en mandioca, y patatas, que merecen más el nombre de frutos que el de raíces. De ellas os habla· ré después. Hay lagartos y cangrejos. Costeamos y Locamos rápidamente la Isla de las Nieves, porque creímos que estaba habitada todavía por nuestra nación, habiéndolo estado en otro tiempo; hace ya varios años que los ingleses la tie· nen en su poder; ellos nos dispararon salva de mosquete, mostrándonos los pabellones y l'anderas blan· cas para sorprendernos, haciéndose pasar por fran· ceses, y de esta manera fuimos invitados a arrojar el ancla y descender, para entonces hacernos prisio. neros; pero gracias a Dios, tuvimos por compañera a la madre de la fortuna que es la desconfianza, y proseguimos nuestra ruta. No hay salvajes debido a que es un paraje acuático y lluvioso y ellos no habitan sino las mejores islas y lugares; a pesar de eJJo, los septentrionales, a saber: ingleses, galos, escoceses e irlandeses están muy bien habituados, y trabajan allá el tabaco, que se acepta en todas estas islas como dinero contante, no siendo aquél tan bueno allá como en otras islas vecinas. Hay allí un muy bello y saludable baño para la curación de los baldados; en el extremo de la isla está la gran rada de Los Flamencos donde arrojan el ancla todos los barcos holandeses e ingleses que vienen a las costas de las islas que yo he mencionado, o que van al Perú y al Brasil. San Cristóbal es una isla situada a diecisiete grao dos del ecuador, y tiene treinta y siete leguas de con. torno. Yo he vivido aJJí tres años y la he recorrido varias veces a causa de los salvajes; está a tres leguas nada más de la mencionada Isla de las Nieves. Su principal producto es el tabaco, el cual, siendo bus· cado tan ansiosamente por los mercaderes extranjeros sirve de moneda, cambiándose y aceptándose como dinero contante. No hay allí invierno, c;ino un perpetuo verano en el cual el calor es atemperado por la prolongación de las noches que son iguales a los días, es decir, doce horas a lo largo de todo el año. Llueve bastante seguido pero no copiosamente. El paisaje es maravillosamente variado, debido a los mares, bosques, JJanuras, vaJJes y montañas, algunas de las cuales son de inmensa altura. La isla está lIe. na de árboles de elevados troncos, de los cuales ha. blaré después. Hay frutos que os enunciaré en un capítulo particular. Hay allí naranjas y limones en gran cantidad, e higos parecidos en bondad a los nuestros, pero más largos. Los melones vienen a madurar en seis semanas, pero son mucho más trordos, más hermosos y mejores que los nuestros. Hay allí los que se llaman melones de agua, porque están llenos de un jugo, o agua, parecida al vino dulce y al vino gris; son extraordinariamente refrescantes y de eJJos se come hasta la corteza. Los guisantes de Brasil maduran también en seis semanas. La tierra es allí tan fértil en toda otra cosa que se desconoce lo que es estercolar y mientras que los
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campesinos aquí (en Francia) tienen la preocupa· ción de hacer la tierra más fértil y de estimular la producción de sus granos hasta donde sea posible por medio del estiércol, nosotros, los nuevos habitantes de estas tierras es necesario que apliquemos nuestra principal industria en hacerlas menos fértiles y en retardar la maduración de los granos, ya que el Sol los hace brotar de la tierra; él es la causa de que la espiga de trigo crezca antes de que grane; y las uvas se dan tanta prisa en madurar, que una parte del racimo no espera a la otra, estando ésta agraz cuando la primera ya ha madurado. Podéis juzgar, en una palabra, esta gran fertilidad: si una rama de un árbol toca la tierra al momento allí enraíza. No se ha traído grano alguno de Francia que no haya retoñado; las plantas del país se desarrollan con un grosor y un tamaño tan extraordinario, que hay allí árboles que quince o dieciséis hombres no darían para abarcarlo, y de una altura tal, que se pierden a la vista, como el caracolillo, el moral, el jagüey, el latanero y otros en gran número, los cua· les ocuparán un capítulo particular. Hay papagayos, flamencos, palomas torcaces, tór. tolas, tordos, temblones, gallinas, como las nuestras, y pavos, todos volátiles que veréis y admiraréis en un tratado particular. La pescá es muy buena en sus mares, pero es mejor en las Islas de la Martinica y de la Guadalupe, a donde llegan una infinidad de tortugas, de platijas y de vacas de mar, cuya carne compite en bondad con las de la vaca y el buey de Europa; aquí se encuentran peces de un tamaño tan enorme que pueden dar alimento abundante a más de cien personas. Los ingleses y nosotros estamos allí divinamente bien establecidos con fuertes y bastiones, habiendo mandado el de San Urbano, situado en la basseterre de la Isla, los alrededores del cual están fosados en fondo de cuba, y está sobre un montículo que domi· na el mar. El capitán Waernard manda allí en el nombre del Rey y los Lores de Inglaterra. La Isla está dividida, incluso las playas, a las que vienen las mencionadas tortugas. Hay bellas salinas a las cuales llegan los Flamencos y los Holandeses para abas. tecerse, fletar y cargar. Los ingleses y nosotros tene. mas tabaco que comerciamos con los flamencos a cambio del brandestoque, que es su bizcocho, de queso de Holanda, de potes de manteca salada, de toneles, unas veces llenos de tocino, o de carne sao lada, o de harina de cereal, particularmente de avena que es la más delicada; o por legumbres como las habas, o guisantes o por barriles de harina cam· biándolo todo libra por libra o por pipas o barricas de aguardiente, o de clarete, o de rosado, y por otras mercaderías y mercancías, tales como camisas, jabones, cofias, pañuelos y otras ropas ya que allá no es posible soportar los vestidos, los bonetes, los somo breros y zapatos; siendo de notarse que una cosa
que en Francia vale un sol, en América vale como poco, cien, y esto se debe al trueque de los mercaderes, no habiendo allí por otro lado más que algodón, tabaco, pi'l1ienta, canela, azúcar, yaiti, sandaraca, guayacán, cafeillo, etc. En fin éstas son unas tierras donde sin pall, sin vino y sin dinero, se vive, y donde para hacerse de bienes no es necesario más que llevar allá algunos hombres que sean del populacho, y dirigirlos adecuadamente, a cuyo fin os he dado aquí atrás los informes y avisos oportunos. . Sin embargo, me encontraba como un Tántalo, con sed en medio de las aguas, bIOpem me copia faciebat; ya que todo mi tabaco y todo lo que os he dicho anteriormente no estuve jamás falto de necesidades, o de sufrimientos, ya fuese el tener que ir corriendo a la playa para voltear la tortuga, y para esto era necesario que anduviese con los pies desnudos sobre las ardientes arenas; o ya fuese necesario tener que ir a la caza del lagarto, ora por las ásperas y solitarias montañas, habiendo pasado allí varios días sin encontrarme con un hombre, ora por caminos perdidos y desconocidos; ota por bosques laberínticos y extraviados; lo que me hizo re· flexionar y acabé por dirigirme a otra isla. Costeamos la isla de Santa Cruz pero esto fue de lejos, e induso, por la contrariedad de los vientos, hicimos una ruta triangular. Está situada a babor de la anterior. . Fuimos a buscar la Guadalupe. Esta es una isla muy buena y fértil en víveres, fecunda en jabalíes y lagartos. Hay salvajes, estando dominada por nuestra nación, y en otro tiempo lo estuvo por los españoles, que cuando iban al Perú -a Cartagena- o a La Habana a cargar cueros curtidos, paraban en ella para repostar agua y madera, y allí montaban y ponían los aparejos a sus barcos, o sus barcazas, las que le eran necesarias para poder descargar y descender a tierra en las Islas, ya que sus galeones no podían más que difícilmente arrimarse de cerca a tierra, debido a que sus quillas entraban demostrado en el fondo, no pudiendo hacer aquéllos esas operaciones sin gran peligro. San Vicente es una de las mejores islas de las In· dias. Es muy fértil en víveres y fecunda en pájaros, especialmente en papagayos. Hay muchos riachuelos y ríos donde hay diversas clases de peces que nosotros pescábamos con anzuelos. Esta es la mejor poblada de salvajes, de los cuales teníamos cautivos en la San Cristóbal. Nuestro Gobernador, el mencionado Señor de Roysee, tenía una muy bella salvaje, bautizada con el nombre de Francisca, de la cual se servía. Habéis oído decir siempre que el fuego de sauce es tan débil, que si no se le sopla constantemente se apaga de inmediato, de igual manera puedo decir que en estas islas y particularmente en la San Cristóbal, el amor que los ingleses nos expresaban era un fuego de sauce, que se apagaba inmediatamente
si cesábamos de e"citarlo y mantenerlo a nuestras expensas comerciando con ellos de cuando en cuando; y vemos hoy día que hay allí muchos hombres que simpatizan con ellos ya que no se meten en nada y no se preocupan más que de sus propios intereses. Fuimos a parar a la Isla de San Eustaquio, que es de poca extensión y estuvo habitada por el señor Cufac, gascón de origen, quien no estuvo mucho tiempo en ella a causa de los españoles. Hay en ella una infinidad de ratas, a causa de haber embarrancado y haberse destrozado algunos barcos a lo largo de sus costas. Hay en ella algunas colinas. Seguidamente costeamos la Isla de Saba, que es también de poca extensión. Hay un corpulento y gran peñasco donde se encuentran grandes lagartos (iguanas) muy buenos de comer; allí llegan diversas platijas de cuya concha o caparazón se hacen sortijas que se guarnecen con oro, haciéndose también diversos peines de calidad. Hay una secta de salva· jes, que se llaman los "Igniris" que tienen el cuerpo enteramente desnudo y tienen barba, lo que es contrario a todos los indios antillanos que se la arrancan conforme les sale, son idólatras, y su refugio se encuentra en los pintorescos lugares de esta isla, viviendo como bestias salvajes. Siguiendo nuestra ruta, desembarcamos en las Isletas de San Bartolomé, éstas son pequeñas rocas a las cuales hay como ceñidas y adheridas burgots; éstos son pequeños peces dentTO de conc.has, de las cuales hablaré aquí después, pues merecen una ordenación particular. Nos movimos también a la Isla de San BartoloOlé que está allí donde las mencionadas isletas; nosotros y nuestros moros cautivos, los cuales son en todo más "manigats", es decir, más arrojados que los europeos, cazamos allí y tomamos lagartos. La Isla de Anguila es una tierra llana y arenosa, hay algunos cangrejos de diversos colores y especiales, los cuales consideraré más tarde. Sigue a continuación la Isla de la Anguilita, también de tierra arenosa llana, y ondulada; hay allí los mencionados cangrejos y burgots; a estas dos islas arriban las vacas de ~ar cuya carne es muy dura y gruesa; allá se puede fácilmente abstenerse de pecar contra las reglas de la sobriedad. No hay víveres, ni árboles, sólo algunos matorrales. Os diré cómo Don Federico de Toledo, hermano de Don Pedro de Toledo, General de la Armada Es· pañola y Almirante de la Flota de las Islas de Poniente, vino a recalar en la dicha Guadalupe para repostar, y cuando partió vínose de ella costeando y arrimándose a la mencionada Isla de las Nieves, en cuya rada encontró catorce navíos ingleses que capturó con astucia, no sin antes haberlos bombardeado en círculo, después de lo cual, al día siguiente, dominando todo el mar con cien velas, que parecía un gran bosque, de tanto mástil y antenas, vínose de frente por proa para atacarnos en la Isla de San 45
Cristóbal, en la basseterre de la Isla, donde arrojó sus anclas y nos cañoneó día y noche durante once días. Nosotros para defendernos cortamos y pusimos árboles en el suelo a todo 10 largo de la gran playa, lugar propicio para hacer el desembarco, la cual tiene aproximadamente una legua francesa y allí nos emboscamos para impedírselo, haciendo fliego de mosquete incesantemente; desde nuestro mencionado fuerte de San Urbano les disparamos unos cuantos cañonazos y culebrinas, sin embargo, esto fue en vano, ya que sus cañones eran de más largo alcance y rugían y atronaban mucho más fuerte que los nuestros. Los ingleses se defendieron también bastante valerosamente, teniendo con ellos algunas ligeras escaramuzas. Como nuestras fuerzas eran tan desiguales a las de ellos y nos veíamos derrotados por momentos al igual que los ingleses, incendiamos nuestro fuerte y todos nuestros bohíos, casetas y chozas, y muy a pesar nuestro, nos vimos en la necesidad de huir y ganar el fuerte Richelieu, situado en la Cabesterre de la Isla, el cual estaba comandado por el Señor de Nambuc, donde al favor de la noche, nos embarca· mas en dos pequeños navíos, que tenían echada el ancla bajo el fuerte y nos hicimos a la mar; después de lo cual el Español no encontró más que un incendio total retirándose rápidamente y haciendo su desembarco en Perú. (Santo Domingo.) Viajamos seguidamente a la isla del Sombrero. Al fin, para suerte de nuestras agitadas vidas, o muerte viviente fuimos empujados a la San Martín, que es la Isla número veintiséis de este capítulo, y la única que todos los barcos están obligados por necesidad a tocar, para salir y partir de aquéllas, la cual no siempre se la distingue y reconoce bien. La isla de San Cristóbal y las siete últimamente mencionadas se entreven unas a otras. Anclamos y desem· barcamos en la playa del Católico así llamada por haber naufragado allí un barco que tenía dicho nombre. Esta Isla está llena de plantas de alto tallo, di· ferentes a las nuestras en nombre yen especie, como en otra parte aquí se dijo y veréis después en un capítulo particular. Hay lagartos, y diversos géneros de pájaros que también veréis después en el capí· tulo de las aves. Hay un número infinito de peri· quitos. Por las noches, al igual que en la mencionada de San Cristóbal, y en algunas de las otras islas, no se oye más que un croar de AIlOlis, que son bestias cua· drúpedas, una especie de pequeños lagartos, como los que nosotros vemos entre las ortigas y escombros en verano, pero éstos son más grandes y tienen la cabeza roja; no son venenosos; y es de señalarse que cuando dormíamos entre los árboles o al aire libre, sobre la arena, nos picaban en la oreja y al despertarnos sobresaltados, nos dábamos cuenta que a nuestro alrededor había alguna culebra, habiéndolas 46
allí por casi todos lados de un grosor y longi tud prodigiosa. Aseguro que ellos son allí nuestros {lrotectares y cuando vamos a dormir, dormimos protegidos por ellos de esa manera. Es por lo que los llamo rectamente, amici Itominis, ya que cOllveniunt rebus nomines sape suis. Allí llegan muchas tortugas a sus playa<;, a las cuales, por la noche, vamos a voltearlas. Ellas vienen a poner sus huevos en la playa y su nidada o postura es a veces de doscientos y pico de huevos, de lo que os hablaré después. Esto era todo nuestro ali· mento con algunas ciruelas e higos salvajes. Hay allí muy bellas salinas, situadas en la basse· terre de la Isla, donde los Flamencos tienen un fuerte, que han construido y han armado con cañones. A la vuelta de Brasil y de Pernambuco, a donde ellos llevan gentes que allí abandonan para que hagan colonias, se abastecen y cargan sal, que sus habitantes acumulan a estos fines. Os diré que en esta Isla, las lágrimas y los suspiros fueron mis entretenimientos más familiares porque tomaba las cosas por su.lado malo, figurándome que mi salvación consistía en no esperar nada y abandonarme al peligro mayor, y que este era el único recurso que me protegía de todos los riesgos que me rodeaban. De la misma manera que en la destilación, después que, por virtud del fuego, se ha separado del licor lo más grosero, y retenido lo que- es más puro y espirituoso y si el destilador no se contenta con ello, lo vuelve a poner al fuego para separar de él lo más sutil, que vuelve a cocer otra vez con tal perfección que habiendo casi perdido su cuerpo y materia, no es más que forma y puro espíritu, de la mis· ma manera habiendo yo vivido por espacio de dos meses, y estando casi en los huesos por el hambre y la sed, no teniendo por bebida más que el agua pura, que pasaba a través de diversos minerales que nos la dejaba desagradable al gusto, me daba cuenta que este no era yo, sino mi sombra; que parecía más bien una sombra sepulcral, que un cuerpo vivo y palpable, o un esqueleto y espectro de huesos, y entonces, como si todos mis débiles ánimos depurados se reunieran para darme fuerzas, hacía yo una reflexión para con· solarme, figurándome que tenía por necesidad lo que el Hijo de Dios tuvo por elección, y esto no era otra cosa que sufrimientos y toda clase de miserias. Jamás el Océano ha tenido tantas olas ni ha sufrido de tan furiosas borrascas en la impetuosidad de las tempestades y tormentas, como sufría yo de preocupaciones e inquietudes, imaginándome que había llegado el fin de mis días. Pero descubrí un día hacerse a la vela un filobote inglés que el capitán Girón, Flamenco de Nación, y anteriormente el más famoso pirata de la mar, le había arrebatado a los ingleses; tenía de desplazamiento unas doscientas y pico de toneladas, y estaba cargado en su mitad con galletas de todos los países, a saber, el greñón de
España, que es el preferido, brandestoque de Holanda, Galletas de Inglaterra y bizcocho de Francia. Le hice señales de humo, que son las comunes de los que están como perdidos en el mar, o al menos ve· jados en alguna isla desierta, y puse también mi camisa en la copa de un árbol para hacer señal, ya que el blanco es la bandera de Francia, lo que les movió y les llevó a acercarse a la isla y allí anclaron, para saber quiénes éramos verdaderamente, lo que le disgustó, ya que él nos creía españoles que le queríamos sorprender; por ello es que ancló a dos leguas de la tierra, para poder izar velas rápidamente y tomar el ancho viento, en caso de que hubiésemos tenido guardacostas para capturarle. Esta Isla es de gran extensión, y de tierra medianamente alta, e hicieron el descenso a cubierto de cañón, y reconociéndonos como franceses nos subió a todos, con la ayuda y favor de una canoa de salvajes que les había tomado y arrebatado en las mencionadas islas; de suerte que nos devolvió así, a la mencionada San Cristóbal, en la playa de las Mariposas, cerca del bohío grande de los Ingleses, en cuyo lugar teníamos por 10 común tres enemigos capitales que vencer o al menos reducir, a saber: los salvajes, que nos ha· bían expulsado; los Ingleses que nos habían comb:ltido y para asegurarnos de ambos siempre tuvimos rehenes ~e unos y de otros, y así si teníamos algún revés en la Isla, aun cuando estuviésemos en el mar, al primer encuentro con un navío inglés usábamos el el derecho de represalia. Yo he estado quince o dieciséis meses como rehén de ellos, y nosotros tení:lmas a su vez al capitán Joffresson. Nuestro tercer y capital enemigo eran los españoles. He aguantado muchos bellos y ricos pensamientos, que había concebido para expresar la excelencia de mi destino, para hablaros lisa y llanamente de las veintiséis mencionadas Islas, cada una en su particularidad, por temor a ser prolijo, cosa que he tenido siempre presente en mis ideas. Con el débil pincel de mi pluma trazo a continuación un capítulo general.
De los Salvajes de las Indias Occidentales CAPITULO VII
Estos selvícolas son unos misántropos y antropófagos que se comen entre ellos, y con relación a sus enemigos los peruanos (sic), contra los que van a guerrear, son unos espíritus antípodas y opuestos totalmente. La mayor parte de sus costumbres chocan al buen sentido y a la razón. Su hablar es menos agradable que los graznidos de los cuervos. Sus acciones están llenas de malicia y de infamia no teniendo por norma más que la brutalidad de los Sardanápalos, no siendo dulces, así parece, más que con sus
mujeres; gentes brutales que no tienen ninguna huena preocupación, ,ni otra inquietud que la de saciar sus hambres caninas y rabiosas, no teniendo el juicio para considerar que las personas que están dominadas por la gula, sirven a mala maestra. Son como esos peces marinos que van siempre contra las corrientes de agua dulce y siempre a contrapelo de los demás; pues jamás les vi hacer una buena acción, de suerte que su probidad no consiste más que en no ser detractores, ni satíricos como los europeos. Se llaman caribes o caribobos; llevan sus cabellos un poco más largos que los nuestros, las mujeres se los trenzan y dejan caer sueltos por la espalda como hacen las suizas; llevan el cuerpo totalmente desnudo, tanto los hombres como las mujeres, in· cluso sus partes vergonzosas, y esto sin ninguna ver· . güenza; se tiñen con el mencionado achiote, que muelen con las susodichas gomas, lo que embija de tal forma su piel que de lejos parecen estar vestidos a lo pantalón, de escarlata. Usan también el aceite de Palma con el mismo efecto que lo anterior; no usan sal y no dejan por ello de vivir largo tiempo incluso en perfecta salud; ellos dicen que nuestra carne está salada y que ésa, en parte, es la causa de que nos enfermemos. Ahora bien, yo digo que aunque el aire sea allí puro y la tierra fecunda y que éstos sean los bienes que convienen a sus cuerpos, (.qué beneficio pueden sacar de ellos sus almas? No usan dinero y viven de la caza y de la pesca, como también de buenos frutos y raíces de las que os hablaré después. Estos pobres isleños son todos iguales en bienes; los más acaudalados difieren de los otros solamente en el título y en el nombre de., capitán que ellos ostentan llanamente y sin mando sobre los otros, y no dejan de ser por ello todos, muy aguerridos, especialmente los granadinos. Sabréis que antes de que le hubiésemos hecho la guerra y expulsado de algunas de sus islas, nos habíamos acostumbrado a tratarles, al igual que a los negros de Cabo Verde; pero desde aquel entonces han sido irreconciliables, estando de un humor que no aguantan nada sea lo que fuere; si se les grita es golpearles, y si se tes amenaza, o se les hiere, es matarlos; y esto es ·10 de nunca acabar. Cuando ellos mueren les entierran mil tonterfas, es decir, todo lo que puedan poseer y tener, a lo que llaman chachonnas bucuia. Para congraciarse con nosotros, a veces, nos hacen presentes, los cuales nosotros alabábamos mucho aunque de los enemigos, los presentes son noci· vos y perjudiciales. Ellos se retiran a las pequeñas chozas que construyen y que llaman Ajupas, Bohíos s y Carbeils cuya forma trazaré aquí después, como también in5. Chozas individuales.
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que los moros. Y para la pronta curación de las in· cisiones se untan con las mencionadas gomas aromáticas, que mezclan a estos efectos, quedándoles las cicatrices toda su vida, lo que entre ellos se considera una gloria indecible. Yo llevé dos moros del mencionado Cabo Verde a la San Cristóbal, los dos cicatrizados, uno de nombre Bautista y el otro Jorge, antaño Artier del dicho lugar, es decir, uno de sus soberanos, el cual nos fue vendido por el Melique, que era un señor más importante que él a cambio de una barra de hierro, debido a que aquél la había tomado y robado de su choza de Ambregris y nos la había cambiado a bordo por una botella de aguardiente, de donde deduzco que los malhechores y delincuentes, para su desgracia, son vendidos al primer navío mercante que viene a tocar en sus costas, para ca· merciar o repostar agua, o madera, siendo de señalarse que cuando eUos descubren los barcos en alta mar, acuden a la playa en muchedumbre y allí hormiguean por todas partes. A veces se les ve allí danzando en gran número, no entreteniéndose como es costumbre, tocando cornetas y tambores de vascos, que se les traen de Francia sino danzando, saltando y haciendo ruidos impetuosos, protestando de cualquiera sabe qué cosa, como si estuviesen envenenados; doblan una rodilla y la ponen en tierra, mirando al sol, lanzándole gritos espantosos y alaridos espeluznantes, que hacen erizar los cabellos a los más pusil.~ni~es. Podréis fácilmente creer, como os podels fIgurar, que en estos lugares alejados, estaba sobrecaro gado de una Ilíada de males e incomodidades,. de tal manera que la estancia allí es casi impOSible por las mencionadas moscas, los excesivos calores, y grandes sequías, las cuales soporta uno P?r el hábito que es una segunda naturaleza; ademas de que la mar de buena gana hace ingeniosos y robus· tos para los trabajos a aquéllos que la frecuentan. Vean señores si hay medios de hacer en estos' lugares tan alejados, una buena fortuna que los ~a los cuchillos son estimados como buena mercanCla, tal como habéis. visto aquí anteriormente. Desde ahora conviene tomar el partido de los filósofos, te· niendo como criterio de verdad este axioma: Dios y la naturaleza no hacen nada en vano, ya que en estas islas se encuentra el afortunado principio del comercio, que en nuestro Hemisferio se viene a con· sumar, en favor de éstos que han trabajado hasta el presente alimentándose con la esperanza de un final feliz.
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De sus Ajupas, Boltíos y Carbeils CAPITULO XI En éste os voy a trazar con el pincel de mi pluma, la estructura de su Casa Comunal (Carbeil) la cual está hecha de una única especie de árbol que se llama Latanero, el cual es de extremada e indecible altura, sobrepasando las más altas agujas de campanario que yo haya visto en Francia siendo increíble a menos que se le vea; y lo que más he admirado en él, es que no tiene sino la planta y el tronco, sin rama alguna, sin horcaduras, y no más grueso que un poste de cama, liso, su corteza como vidrio, teniendo en su copa o cima alrededor de una quincena de hojas semicirculares, mucho más grandes que lo que son aquí en Francia los parasoles. La consistencia o espesor de éstas es como el del pergamino y su color de un verde oscuro, de ellas usamos nosotros para cubrir los bohíos, y duo .ran casi dos años, y cuando están secas y encogidas por el calor, las tiramos y reemplazamos con otras en aquellos lugares por donde pueda entrar el solo haber alguna gotera. Aunque las lluvias no sean triviales en estas islas, nosotros usamos de esta manera estas hojas como aquí se usan los adobes, los ladrillos o las tejas cocidas. Pues, bien, para comenzar un edificio, se hace primeramente selección o elección de algu· nos árboles cualesquiera con tal de que se encuentren colocados en hilera, los cuales se desraman y se les despoja de todo totalmente hasta la horcadura o yunta, y alli frente a ellos trasplantamos otras horcas más pequeñas, pero igualadas en su altura con respecto de la tierra, y del mismo nivel, y en número impar, tres, cinco, o siete según cómo se hubiera proyectado el tamaño del edificio, ya que de otra manera no armonizaría ni sería conveniente; si por azar no se encontrasen los árboles, se trasplantan al lugar otras horcas, las cuales una vez hincadas. se le ponen encima las lataneros para que sirvan de caballete o viga maestra; después es necesario trasplantar otras horcas pequeñas más bajas a un lado y a otro de las grandes sobre las cuales se colocan también unos lataneros, y desde el caballete hasta abajo, se ponen otros lataneros que se hacen encaballar y sirven de soporte a la techumbre y a continuación se le coloca encima de éstos uno, o dos lataneros largos que sirven d~ sobrecincha y los cuales se encajan los unos con los otros; y como cerca o muro disponíamos unos lata· neros de igual altura y los uníamos como las empalizadas, y en ella hacíamos troneras para sacar nuestros mosquetes, en caso de alarma a causa de los salvajes, lo que era frecuentemente; se ata y une
todo con majagua. En cuanto a la cubierta o techo, se utilizan cañizos y cañas, que hay para escoger en las susodichas Islas, particulannente en la de San Cristóbal y se amontonan y unen con las esquirlas del dicho majagua, y sobre las cañas se colocan las mencionadas hojas de latanero, tal como os he dicho anteriormente; y como cierre hacíamos puertas de ramas del dicho moral, las cuales tra· bajábamos y aplanábamos como si fuesen tablas de abeto, con las hachas, lo mejor que podíamos; siendo la necesidad la madre de la industria, algunos de nosotros hacíamos la cerradura y la llave de madera que cerraba con dos resortes. Os he resumido, lo mejor que he podido en lo que pueda consistir toda la arquitectura de las Indias, no me resta más que presentaros su alimento lo que es· pero hacer en los cinco capítulos siguientes que no serán menos curiosos que el resto. En el siguiente vaya tratar de su pan.
De su Pan
CAPITULO XII
Se le hace de raíces de Mandioca que es del gl'ueso de una caña o cañizo; es una planta llena de nudos como espinas sin punta, y le salen unas hojas parecidas a las de higuera. Se le planta en las lomas o en hoyos en la tierra, que se hacen a este cfecto y que se cavan con azadas afiladas, en cuyos hoyos se colocan cinco o seis tallos de esa planta, a un pie de profundidad y dejando fuera casi lo mis· mo. La mandioca crecerá bajo tierra del grueso de una pierna y a veces mucho más, en menos de cuatro meses, dependiendo del manto de la tierra donde haya sido plantada, -y si la encuentra de su agrado-, y de una longitud de alrededor de un pie y medio. Se acostumbra a dejarlas crecer en sus hoyos diez o doce meses, durante los cuales, y de cuando en cuando, se las poda y arrancan los matojos o hierbas que la tierra produce con el fin de que sus raíces crezcan y se desarrollen mejor; si se las deja más ttempo que el mencionado se pondrán secas y leñosas, y si se pudriesen, desprendiéndose tallos y hojas se pueden trasplantar a otra parte, de manera que generatio wtius corruptia alterius o se las arranca con las dichas azadas, y de ellas se llevan los tallos; siendo de notarse que la tierra es allí tan fecunda y feraz que de la noche a la mañana se encuentra que los tallos de mandioca que se han dejado sobre la tierra han echado fi· lamentos y raíces; las mujeres hacen allí el pan que se llama casave, ya que los hombres no se quie.
ren ocupar de ello y sí únicamente de la pesca, la caza y la guerrá. Primeramente, una vez arrancadas y hecho un montón con las susodichas raíces, es necesario ras· parlas y raerlas como a los nabos, para quitarles la corteza, con las conchas afiladas que encontramos a lo largo de la costa, las cuales nos sirven de cuchillos; después se muelen y rallan como el azúcar para hacerlas harina, y extraerle su jugo, o agua, que es una especie de leche, la cual es lo más venenoso que se puede encontrar en estas regiones; para lo cual es necesario ponerla en los cibucanes o culebras, éstos son _una especie de sao cos que tienen forma alargada y que están hechos de la susodicha pita con el fin de hacerle sacar su jugo o agua; a cuy¿s efectos es necesario hacer unas incisiones en los mencionaaos morales que son árboles blandos, poniendo entre ellas las dichas culebras, o sacos, con un guimbalete o palanca sobre las dichas incisiones, para hacer fuerza hacia abajo, con dos piedras o rocas que sirven de peso para hacerla así harina y secarla; la cual inmediatamente hay que despal ramarla sobre la plancha de hierro o de barro, hecha por algunos de nosotros; para estos efectos si es de barro tiene que ser de una tierra gruesa y glutinante; y esta plancha sostenida por tres cabezas de hachas rotas, o tres pequeñas piedras, tiene fuego alto debajo, pero solamente alrededor de ella; y se da vueltas a la harina hacia arriba y hacia abajo, haciéndola cocer poco a poco y dándole su tiempo, y no queda más gruesa que el ancho de un dedo. El mejor de este pan se llama casave muclzaclta, y se le hace de la pasta de la harina de mandioca, la cual es tan bella y blanca que parece haber sido hecho con la flor del trigo candeal. Se pone este casave en los dicho catollys, que están hechos de un junco marino, y son una especie de canastos o cestos, y se les eilVuelve en las dichas hojas de balliris. Se le puede guardar y conservar incluso por varios años. He sido testigo de cómo una porción que llevaba cocida más de doce años estaba tan buena como el primer día en que se hizo. Hay que exponerla al sol, cuyos rayos le hacen exhalar todos los vapores, y cuando llega la noche es neo ce~ario meterla en los bohíos debido a la humedad que asimilaría; pues si bien en estos lugares no hay invierno, sin embargo, durante lo que sería ftsa estación, ocurren por las noches frescores y rocíos extraordinarios, que se evaporan al levantar el sol, quien seca rápidamente, con sus rayos, las exhala· ciones de la tierra; despUl:s de aquélla, los calores son iguales en todos los tiempos, y son como temperados debido a que en las veintiséis últimas islas están situadas, la mayor parte de ellas, próximas al equinoccio, y todas en el mar del Norte. He ahí un resumen de todo lo que hace _referencia al pan; 51
resta hablar del vino. En el capítulo siguiente, lo haré muy sucintamente. También tienen maíz que nosotros llamamos aquí trigo de turquía, que ellos machacan muy fuerte en las rocas o piedras cóncavas, especie de morteros; al cual, una vez machácado, le dan la forma de salchichas y los envuelven en las hojas de balli· ris y después la cuecen en agua caliente, y sirve de pan, el cual (gracias a Dios) alimenta muy bien.
De su vino
CAPITULO XIII Es necesario tener un tonel o barril y llenarlo de agua dulce, de lluvia, que se recoge con vino de casave, canales o cortezas dt: árb9les. que se ponen alrededor de los carbets, y que vienen dar y caer en los mencionados toneles o barriles, ya que el agua allí es un poco escasa, además de que los manantiales que vienen a fluir cerca del mar son sumaques, dicho en salvaje, es decir que no son muy dulces y son medio saladas.
Vino de Casave: En primer lugar, es necesario tomar del dicho casave, recientemente hecho, y en lugar de secarlo con los rayos del sol, es necesario ponerlo bajo tierra y hacerlo pudrir por la humedad; una vez que está así, se debe meter en trozos en el barril, y cubrirlo con una tabla o dos con el fin de que fermente, lo que ocurre en dos o
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.tres días, después de los cuales si se desea beberlo. se le cuela o se le pasa por un ibichet, dicho en salvaje, que no es otra cosa que un tamiz, manteniéndose en buen estado doce o trece días, después de los cuales se corrompe y se agria.
Vino de Guineo: Es necesario un tanela barril lleno de agua, como acabo de explicar, después de lo cual tomamos dos o tres racimos de lWineos que he descrito anteriormente en el capítulo séptimo, y a los cuales es necesario quitarles la- cáscara, metiéndolos en el tonel, y cubrir de la manera ya dicha, este vino es más delicado que el de casave. Si se le quiere dar color a estos vinos ello es fácil cortando y raspando patatas, raíces que merecen mejor el nombre de frutos que el de raíces, y de las que se hace un vino, como el anterior,.que es el más delicioso. Trataré de ellas en el capítulo penúltimo del libro primero. Hay además el vino de palmita que he descrito al comienzo del capítulo séptimo. Se hace también el vino de piña, pero raramente, no obstante es éste el más delicioso fruto de la América. De él os hablaré después, en el penúltimo capítulo. Todos los vinos mencionados son muy olorosos y se beben bastante fácilmente; pero me parecc que no se debe 'dejar engañar uno por el color dc un vino que ríc tan deliciosamente en el vaso y que en él brilla dulcemente, ya que después muerde como una serpiente. y al final lanza por todos lados su veneno al igual que el basilisco.
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