tu casa y la mĂa
L I B R O S P A R A EL P U E B L O Num . 20
ESTE LIBRO PERTEN ECE A
tu casa y la mía libros para El PUEBLO Núm 20
DEPARTAMENTO DE INSTRUCCION PÚBLICA DIVISIÓN DE EDUCACIÓN DE LA COMUNIDAD
PUERTO RICO — 1964
CREDITOS
Editor y co -redact or René M arqués
In v e stiga ción , plan y red ac ción Emilio D íaz V a lc á rc e l
Diseñ o y portada José M elénd ez Contreras
Ilu straciones Isabel Bernal Angel C asian o R a fa e l D elg ad o C astro Jo sé M anuel Figueroa Antonio M aldon ado José M eléndez Contreras C arlo s O sorio Eduardo V e ra
Emplanaje A n g e la
B a rto lo m e i
Fotografía F ra n c is c o M iró C o lla z o
Impresión T a lle re s de la D iv isió n de E d u c a c ió n de la C o m u n id a d
INTRODUCCION
Desde épocas remotas, cuando todavía no se habían escrito las primeras experiencias de la especie humana, el hombre nece sitó un techo, una “ cobija” . El hombre primitivo no conocía el cemento, ni las varillas, ni las tejas, ni se las había ingeniado para construir casas de ma dera. Se tuvo que conformar, por aquel entonces, con los escon drijos que le proporcionaba la naturaleza. Tales escondrijos cuevas, salientes de roca, etc. le sirvieron para protegerse de los latigazos crueles que le asestaba la naturaleza en forma de lluvias torrenciales, nevadas, tormentas y sofocantes rayos de sol. Además, estos escondrijos le protegían de las fieras. No fue una época muy “ cómoda” para el hombre. En estos tipos de albergue vivían grupos de familias y a veces tribus completas. El aislamiento familiar, la intimidad del individuo tal como lo conocemos hoy día, era casi imposible en aquellos remotos tiempos. El hombre no tenía poderosas garras ni colmillos mortales para pelear con las fieras. Tampoco tenía la resistencia de estos animales ante la intemperie. Pero tenía algo superior. Dios le había dado un cerebro creador, y una inteligencia mayor a la que le había dado a los feroces animales de la selva. Poco a poco, el hombre fue utilizando su inteligencia con mayor seguridad y más amplia visión. Se dio cuenta de la necesidad de crear su pro pio hogar, de levantar su propia casa. No tuvo ya que esperar
a que la madre naturaleza le proporcionara sus escondrijos. D e cidió fabricar, con sus propias manos, una morada independiente de las demás. Una morada para su familia. Y aprovechó la paja, las ramas de los árboles, los resistentes bejucos, para fabricarla. La ruda vivienda resultante, fue el primer paso que dio el hombre en ese sentido. Hoy nos maravillamos ante un edificio de múltiples pisos, ante sus comodidades y belleza . . . y rara vez pensamos en aquellos antecesores nuestros que fueron los “ pioneros” , o precursores, en tan remotos tiempos, de lo que hoy es indispensable para el hombre civilizado: la casa, el hogar. ¿Y qué pasó luego de haber dado este primer paso? Pasó lo que siempre sucede con el hombre: éste trató de “ superarse” . No se conformó ya con utilizar sólo la paja, las ramas de los árboles y el resistente bejuco como materiales para la construcción de su morada. Empezó a buscar, a investigar. Y de esta búsqueda e investigación surgieron nuevas ideas y nuevos materiales, los elementos básicos con que la Humanidad, que esperaba en los recodos de los siglos, habría de construir sus hogares. En la actualidad, seguimos construyendo nuestras casas movidos por las mismas necesidades de protección y aislamiento, pero no como los hombres primitivos. La ciencia, la ingeniería, la arquitectura, y, en fin, la experiencia de muchos siglos de ex perimentación nos han dado la clave de cómo erigir hogares más cómodos, más duraderos, más hermosos y más seguros.
EL BOHÍO, PRIMITIVA VIVIENDA DE NUESTROS INDIOS Cuando los españoles descubrieron a Puerto Rico, la Isla estaba habitada por los tainos, quienes vivían en casas de forma circular llamadas bohíos, y fabricadas de madera rústica y paja. Al igual que todos los hombres del mundo, los tainos necesi taban un albergue para protegerse de los inconvenientes que acarrea el vivir a la intemperie. El bohío llenaba esa necesidad. La casa del cacique o jefe estaba construida en forma rec tangular y se llamaba caney. Tenía un pequeño pórtico que daba al batey o plazoleta. Los bohíos de los demás indios tenían forma circular, dife renciándose así de la casa del cacique, aunque los materiales para ambos tipos de construcción eran iguales. Se parecían bas tante a algunas casas que podemos ver en nuestros campos, he chas principalmente de tablas de palma, yaguas y hojas de enea. Los indios poseían un sentido práctico en el arte de arreglar sus
if
LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA EN PUERTO RICO Luego de pactar amistosamente con el cacique Agueybana, fundó Juan Ponce de León una villa o aldea en la que vivirían los españoles encargados de la colonización de la Isla. Se llamó Villa Caparra y estaba situada entre Bayamón y lo que es hoy San Juan.
Esta villa o aldea estuvo compuesta, en los primeros años, por unas cuantas casas de madera pulida techadas de paja. Así fue como se introdujeron en el país las primeras construcciones de madera propiamente dicho. Más tarde, los colonizadores cambiaron su aldea a la isleta donde hoy se encuentra el “ casco” de San Juan, por conside rarla más adecuada a sus propósitos. Comenzaron entonces a construir casas de tipo muy variado. Las había de piedras te chadas con tejas, de madera y paja, de argamesa y ladrillos. Levantaron edificios de dos plantas y siguieron construyendo casas terreras con amplias terrazas, azoteas y patios interiores. Erigieron edificios de techos muy elevados y de altas puertas, detalles que contribuían a una mejor ventilación. Los patios se embellecieron con la siembra de palmeras, plantas ornamentales y árboles frutales. En ellos no faltaba, desde luego, el consabido aljibe o cisterna. Algunos de los edificios ostentaban grandes arcos, así como bellos motivos esculpidos en sus fachadas. Nunca olvidaron los españoles dar belleza a sus casas. Además de tallar la piedra y la madera, usaban el hierro forjado para rejas, antepechos y balcones. La madera calada era también ornamento atractivo, tanto en las fachadas como en los interiores de las casas. Los materiales de alta calidad usados por los españoles de la época, su arte de construir casas, enriquecido por las influencias romana, árabe y francesa, nos explican por qué sus admirables construcciones sobreviven el paso de los años.
La madera usada por los españoles ¿Acaso los españoles que construyeron las casas del viejo San Juan y las de las antiguas haciendas en nuestros campos, tuvieron los mismos problemas que nosotros? ¿Por qué sus edi ficios han durado tanto? Los españoles utilizaron la mejor madera del país, una madera capaz de soportar virilmente los rigores de nuestro clima tropical. Construyeron “ para toda la vida” usando caoba, ortegón, capá, aceitillo, ausubo, y otras maderas preciosas. A estas maderas, tan apropiadas para el trópico, no les invade la polilla, y la humedad nada puede contra ellas. Lo cual explica la solidez de las construc ciones españolas en Puerto Rico.
It 1
Las casas holandesas Las viviendas holandesas se caracterizan por sus techos altos, de dos aguas, en cuyas cumbres se enclavan veletas que indican la ruta del viento. Los techos se construyen con tejas de colores brillantes, especialmente verdes, rojas y amarillas. El resto de la casa es generalmente de ladrillo y madera. Sobre la puerta de entrada, se graba la fecha en que la casa fue construida. Las ventanas son pequeñas, de cristal. El interior está diseñado para dar comodidad a sus habi tantes, y su limpieza es verdaderamente encomiable. El piso se lava a diario; los muebles y las paredes se limpian a menudo. Y aún se acostumbra a limpiar los techos. El piso es de losetas o azulejos blancos o azules. No se cubre con alfombras, pero se riega a diario con arena blanca y fresca antes de barrerlo. Las casas holandesas poseen grandes “ hogares” o chimeneas también de azulejos o losetas en los que arden siempre, para suplir calefacción y para cocinar, grandes troncos. A menudo, las losetas tienen dibujos que representan pasajes bíblicos o históricos. La cocina se considera así la pieza principal de la casa. Su piso
es de ladrillo o azulejos. Siempre hay un gran caldero colgando sobre el fuego. Este tipo de casa es adecuado al clima frío. En esa tibia, amplia y acogedora sala cocina pasan los holandeses muchas horas agradables durante los duros meses de invierno. Los muebles, de estilo antiguo, son cómodos y bonitos. En las noches, los campesinos que no disponen de servicio eléctrico, se alumbran con teas de pino o con velas de sebo. Cerca de las viviendas casi siempre hay un establo muy bien cuidado. Embellecen el ambiente preciosos jardines donde se cultivan los típicos tulipanes, así como los jacintos y los nomeolvides.
Las casas esquimales
Para formarnos una idea bastante clara de lo que es vivir en tierras esquimales, al extremo norte de nuestro planeta, ten dríamos que vivir algún tiempo en una nevera. ¡Tan grande es el frío en esas regiones! La casa de los esquimales se llama iglú, y está construida de hielo, ¡nada menos que de hielo! Nos parecerá extraño esto de
habitar una casa de hielo para protegerse de las inclemencias del tiempo, especialmente del frío. Pero es así. Y existen razones de peso para que los esquimales vivan en tan curiosas moradas. Los iglúes pueden construirse también de piedra, tierra y césped. Pero el más corriente es el que se hace de hielo. Veamos cómo el habitante de esas regiones polares levanta su vivienda. Se elige un sitio recien cubierto de nieve. Luego se cava una zanja circular de algunas siete pulgadas de profundidad y de cin co pies de diámetro más o menos. Después, se cortan bloques de hielo y se les da forma cóncava; estos bloques se van colocando uno sobre otro hasta lograr la forma abovedada de la casa. En el interior del iglú, a lo largo de las paredes, el esquimal levanta unas plataformas de hielo que hacen las veces de cama. Después de esto, empieza el trabajo de acondicionar la casa. Se cierra la puerta y se enciende una lámpara de aceite de foca. El calor empieza a circular inmediatamente dentro de la casa lo cual hace que el hielo se derrita en el interior hasta que los bloques se unan por completo. La forma abovedada del techo evita que las gotas derretidas caigan sobre el piso. Cuando se advierte que todos los bloques se han derretido un poco, se abre la puerta y se apaga la luz. El aire frío penetra en la casa y los bloques bien unidos, se endurecen ahora como si fueran de ce mento. Finalmente se cubre el piso y las camas con abundantes pieles de foca. Aunque a nosotros nos parezca extraño, el interior del iglú es cálido. Tan es así, que cuando están en casa, los esquimales se despojan de alguna ropa porque . . . ¡llegan a sentir calor!
Las casas del desierto Los beduinos son los nómadas del desierto árabe. Pasan su vida moviéndose de una región a otra, intercambiando productos con otras tribus, o en busca de agua y yerba para sus camellos y ovejas. Por esa razón, necesitan viviendas que puedan trasla darse fácilmente: su casa es una tienda de campaña parecida a las que usan los niños escuchas en campamento. Generalmente el beduino hace su tienda de lona o de un tejido de pelo de cabra o de camello y la sostiene en pie por medio de postes, al igual que sostienen las carpas de los circos. Casi siempre la construye en una hondonada para ocultarse de Ds
demás tribus errantes, ias cuales pueden ser enemigas. La hace en forma cuadrada o rectangular y deja al descubierto el lado contrario al viento. Cuando la dirección del viento cambia, el beduino hace girar las paredes de modo que la abertura quede opuesta siempre al viento. La tienda se divide en dos o más habitaciones por medio de pedazos de tela. Hay una sala de recibo para huéspedes. No hay muebles de ninguna clase, pero sí hay bellas alfombras y cojines. Algunas tiendas son muy espaciosas, tanto que pueden guar darse en ellas grandes cantidades de alimentos, paja y madera. A veces albergan también algunas aves, cabras y otros animales domésticos. Todas tienen un hoyo en el centro que hace de fogón. Alrededor de éste se colocan las ollas y cacerolas para cocinar. El agua se mantiene fresca guardándola en cántaros de barro. La tienda más grande y cómoda es la del jefe de la tribu. Cuando llega el momento de trasladarse a un nuevo lugar, los beduinos desmontan sus tiendas y las empaquetan. Luego, a lomos de camello, parten hacia otras regiones más o menos hos pitalarias del desierto donde habrán de armar otra vez sus hogares.
Las casas japonesas Debido al peligro de los frecuentes terremotos, las casas japonesas se fabrican por lo general de madera y papel grueso, con techo de mimbre o de tejas. Estos materiales son livianos, lo cual, además de ofrecer menos peligro en caso de desastre, hacen más fácil la reconstrucción. Las casas son pequeñas y bajas. El techo es de dos aguas y los aleros terminan en curva. Las paredes exteriores son de madera o de un papel muy resistente. Todas las casas constan de divisiones movibles que al correrse hacia un lado dejan una abertura que hace las veces de puerta. Cada sección está encajada en una ranura, de modo que se puede correr de un lado a otro o quitarse. Cuando todas las paredes exteriores están corridas, la casa queda cerrada por completo, sin puertas ni ventanas. Durante el día se quitan las seccionas de esas paredes exteriores y se guardan en un rincón de la casa. Las paredes interiores se fabrican también de madera y papel traslúcido. Estas son también corredizas, de manera que se puede abrir la parte deseada en cualquier momento. Los japoneses ricos
adornan estas paredes interiores con pinturas de artistas reco nocidos. A la entrada de la casa casi siempre hay un vest íbulo o sala de recibo donde las visitas se sientan a quitarse los zapatos, y un armario para que los guarden. Esta costumbre surge del tre mendo interés de los japoneses en conservar sus hogares limpios. La limpieza es una de las características más notables del hogar japonés. Varias veces al año, los dueños de casa están obli gados a hacer una limpieza general. La policía va casa por casa inspeccionando la limpieza. Los japoneses se distinguen por su arte en el arreglo de di minutos jardines. En casi ningún hogar japonés falta un jardin cito con un estanque diminuto cruzado por un puentecito de piedra. Es tal su estimación por los jardines, que para entrar en ellos usan un calzado especial a fin de no dañar la grama o la tierra. Los pajarillos y peces de colores le añaden alegría a los hogares japoneses.
UNA CASA PUERTORRIQUEÑA DE HACE CUATRO SIGLOS Ya a mediados del Siglo Dieciséis siglo de la conquista y colonización de Puerto R ico- empezaron los españoles y sus des cendientes puertorriqueños a fabricar en nuestros campos casas similares a la que ilustra el dibujo. Observemos esta amplia y severa construcción en todos sus detalles. Observémosla bien porque vamos a intentar un somero análisis de su arquitectura, su función práctica y su localización.
E intentaremos algo más: un atisbo de la cultura y costumbres de sus habitantes a base de los datos que nos proporcione el exa men de su exterior, tal como nos lo muestra el dibujo. Reúne esta construcción todo lo que debe caracterizar a una arquitectura regional: 1) utilización inteligente de materiales nativos, 2) función de los estilos arquitectónicos aportados por las razas que habitan el país en un período determinado, y 3) utilidad y funcionabilidad máxima dentro de las condiciones ambientales de la región donde se erige el edificio.
Materiales Los materiales que se utilizaron en la construcción de la casa del dibujo son producto de la Isla: 1 Sólidas maderas del país capaces de resistir con éxito el clima tropical, las plagas de insectos y el pasar del tiempo. Nótese que se usaron, tanto maderas rollizas (para los zocos y el andamiaje), como maderas trabajadas o pulidas (para las paredes y el piso). 2- Tejas de barro, para el tejado.
Estilo El estilo revela reminiscencias del caney indio (vivienda rectangular del jefe de la tribu taina), así como características de casas campesinas españolas. El tejado, de cumbrera empinada, está cubierto de tejas en vez de hojas de enea. Las tejas, fabricadas a mano, de barro o arcilla nativa, constituyen un material obviamente superior a la enea, tanto en términos de calidad, durabilidad e higiene, como en términos de apariencia. Superior en todos los aspectos, la teja es, sin embargo, tan fresca como la “ paja” de enea o de palma: detalle importante en un clima caluroso como el nuestro. La cumbrera empinada y la línea del plafón, relativamente alta, ayudan también a mantener una temperatura fresca en el interior de la vivienda. Los zocos, de longitud considerable, levantan la casa de la tierra, evitando la humedad y reduciendo la amenaza de ratas y sabandijas. Además, contribuyen a hacer la vivienda más fresca y ventilada, tanto por la elevación que le dan, como por el hecho
de permitir la libre circulación del aire en lo que podríamos llamar “ planta baja” . Este movimiento libre del aire debajo del piso de la vivienda, actúa a modo de sistema natural de “ aire acondi cionado” . Ciertamente los afortunados puertorriqueños que ha bitaron casas así, jamás tendrían motivos para quejarse del calor tropical. Los zocos altos llenan otra función práctica: El espacio libre debajo de la casa puede servir a varios propósitos. En efecto, este espacio podía utilizarse para dejar a cubierto las bestias de los visitantes. (En una época más mecanizada, haría las veces de “ marquesina” para los automóviles de aquellos que visiten la casa o de “ garage” para el auto propio). Sin duda, serviría también
para guardar los aperos de labranza y, hasta quizás, para almace nar cosechas. Nos llama la atención que la única escalera de entrada a la vivienda (en el mismo centro de esa planta baja) está, por su ubicación, convenientemente protegida de la lluvia.
Doble función de una estructura curiosa La vivienda del dibujo ostenta en una de sus fachadas una es tructura curiosa. Diríase que se trata de una amplia terraza para solaz y esparcimiento de sus habitantes. Posiblemente lo era. ¿Quién ha de dudar que en noches de luna, tanto campesinos criollos como españoles, bailaran, cantaran y le hicieran el amor a sus mujeres en este “ salón” al aire libre? ¿O que, en días de incertidumbre y zozobra, a las noticias de que naves inglesas se
EL BOHÍO, PRIMITIVA VIVIENDA DE NUESTROS INDIOS Cuando los españoles descubrieron a Puerto Rico, la Isla estaba habitada por los tainos, quienes vivían en casas de forma circular llamadas bohíos, y fabricadas de madera rústica y paja. Al igual que todos los hombres del mundo, los tainos necesi taban un albergue para protegerse de los inconvenientes que acarrea el vivir a la intemperie. El bohío llenaba esa necesidad. La casa del cacique o jefe estaba construida en forma rec tangular y se llamaba caney. Tenía un pequeño pórtico que daba al batey o plazoleta. Los bohíos de los demás indios tenían forma circular, dife renciándose así de la casa del cacique, aunque los materiales para ambos tipos de construcción eran iguales. Se parecían bas tante a algunas casas que podemos ver en nuestros campos, he chas principalmente de tablas de palma, yaguas y hojas de enea. Los indios poseían un sentido práctico en el arte de arreglar sus
hogares. Los caciques usaban sillas bajas y cómodas, de madera, que embellecían tallándolas artísticamente y a las cuales llama ban dujos. La fresca y cómoda hamaca, fabricada de algodón y otras fibras, le servía de lecho, tanto al cacique como al más humilde naborí o miembro de la tribu. De las ramas que le ofrecía la exuberante vegetación del trópico y de la enea que crecía en los campos, obtuvo los materia les con que construiría su hogar.
El batey indígena Es curioso notar cómo muchas de las palabras usadas por los indios siguen en uso entre nosotros. Una de esas palabras es batey, plazoleta donde se practicaban el juego de batú o de pelota. En el batey se celebraban también las danzas y cantares ceremoniales llamados areytos. Era el sitio de diversión. Pero allí también se llevaban a cabo las asambleas o reuniones políticas cuando algún peligro amenazaba la seguridad de la comunidad.
En varios puntos de la Isla existen todavía unos cercados o corrales, que la gente llama “ juegos de bola” , los cuales no son otra cosa que los antiguos bateyes indígenas. Tienen forma rectangular y están cercados por líneas de piedras. Estas plazo letas se construían cerca de un río o de una quebrada para fa cilitar el baño después de los juegos de pelota. El batey tenía, pues, gran importancia en la vida indígena. Y aún en nuestros días el batey es de gran valor para nosotros. Nos reunimos con nuestros amigos, efectuamos muchas labores domésticas y practicamos algunos deportes y pasatiempos en él. También el patio de las casas urbanas llena las mismas fun ciones que el batey de nuestros antecesores tainos.
LA CASA Obdulio Bauzá (puertorriqueño)
Allá arriba la casa: con la verde cumbrera entre las palmas y ancho balcón abierto a la montaña. Entonces el camino se perdía en la paz de los montes: donde moraba la paloma de la infancia. ¡Dime, padre, por qué la tierra recién abierta de los surcos tiene la huella de las horas! ¿Está tu mano en ella todavía? ¿Acaso moras en la estancia? De lejos vengo, padre, y te pregunto Por el río donde me echaste agua. Miro las abras y te siento como la vena siente allá en lo hondo de su estambre el corazón andando. Siento vivir el sol sobre los campos y quedarse, tan reposadamente, sobre el balcón donde quedó tu nombre para siempre tallado en la madera de los años. Yo que creía: que de este barro oscuro, la paloma del alba no podría remontarse a los cielos, te digo, padre, que mi cieno vive y florece la infancia en la patria inmortal de nuestra casa.
LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA EN PUERTO RICO Luego de pactar amistosamente con el cacique Agueybana, fundó Juan Ponce de León una villa o aldea en la que vivirían los españoles encargados de la colonización de la Isla. Se llamó Villa Caparra y estaba situada entre Bayamón y lo que es hoy San Juan.
Esta villa o aldea estuvo compuesta, en los primeros años, por unas cuantas casas de madera pulida techadas de paja. Así fue como se introdujeron en el país las primeras construcciones de madera propiamente dicho. Más tarde, los colonizadores cambiaron su aldea a la isleta donde hoy se encuentra el “ casco” de San Juan, por conside rarla más adecuada a sus propósitos. Comenzaron entonces a construir casas de tipo muy variado. Las había de piedras te chadas con tejas, de madera y paja, de argamesa y ladrillos. Levantaron edificios de dos plantas y siguieron construyendo casas terreras con amplias terrazas, azoteas y patios interiores. Erigieron edificios de techos muy elevados y de altas puertas, detalles que contribuían a una mejor ventilación. Los patios se embellecieron con la siembra de palmeras, plantas ornamentales y árboles frutales. En ellos no faltaba, desde luego, el consabido aljibe o cisterna. Algunos de los edificios ostentaban grandes arcos, así como bellos motivos esculpidos en sus fachadas. Nunca olvidaron los españoles dar belleza a sus casas. Además de tallar la piedra y la madera, usaban el hierro forjado para rejas, antepechos y balcones. La madera calada era también ornamento atractivo, tanto en las fachadas como en los interiores de las casas. Los materiales de alta calidad usados por los españoles de la época, su arte de construir casas, enriquecido por las influencias romana, árabe y francesa, nos explican por qué sus admirables construcciones sobreviven el paso de los años.
La madera usada por los españoles ¿Acaso los españoles que construyeron las casas del viejo San Juan y las de las antiguas haciendas en nuestros campos, tuvieron los mismos problemas que nosotros? ¿Por qué sus edi ficios han durado tanto? Los españoles utilizaron la mejor madera del país, una madera capaz de soportar virilmente los rigores de nuestro clima tropical. Construyeron “ para toda la vida” usando caoba, ortegón, capá, aceitillo, ausubo, y otras maderas preciosas. A estas maderas, tan apropiadas para el trópico, no les invade la polilla, y la humedad nada puede contra ellas. Lo cual explica la solidez de las construc ciones españolas en Puerto Rico.
LAS CASAS NO SON IGUALES EN TODO EL MUNDO Cuando pensamos en los habitantes de algún país extran jero, los imaginamos según los describen los libros o como nos los describen los maestros o los amigos. Imaginamos, por ejemplo, a los japoneses con sus ojos obli cuos y sus cuerpos pequeños y ágiles. Pensamos que los europeos del norte son rubios, altos y de ojos azules; los esquimales como hombres de piel cobriza, pelo lacio y pómulos muy pronunciados. Y así sucesivamente. Pero, ¿cuántos de nosotros nos hemos puesto a pensar cómo viven esos extranjeros? ¿Cómo son sus casas? Tal vez creamos que son exactamente iguales a las nuestras, fabricadas con los mismos materiales. Y esto no siempre es cierto. Cada arquitectura responde a una necesidad ambiental. Veamos algunos ejemplos notables.
Las casas suizas
El ch a let es la vivienda de los campesinos que habitan las empinadas montañas de Suiza. Por lo regular es una vivienda rústica, pero ancha y cómoda. Está construida con troncos de pino que, con el paso del tiempo, adquieren un bello color marrón pálido. En Suiza existen talleres donde se arman por entero los ch a lets. Una vez terminados, se desarman y sus partes son traslada das al lugar donde se habrá de ensamblar para constituirse en hogar. La casa se construye sobre un cimiento o sótano de piedra o cemento. Esto imprime una gran resistencia a la casa. El techo forma un declive que se desliza hacia el balcón; está construido de madera rústica y colocado en escalones para que el agua o la nieve no se cuele al interior. Para que el techo resista el peso de la nieve y las fuertes ráfagas de viento, se acostumbra colocarles encima grandes pie dras. Ramas de árboles, puestas horizontalmente, sirven de calzo a las piedras y además aseguran el techo. El ch alet está rodeado de una galería protegida por aleros que en ocasiones tienen una longitud de diez pies. Estos aleros proporcionan sombra a la galería durante el verano y hacen las veces de nuestros balcones. La galería, así como los aleros, se embellecen con figuras talladas en madera. Bellos jardines, con flores multicolores, ador nan la casa. El interior del ch alet es muy acogedor. La sala es ancha y posee buena ventilación. Las ventanas son pequeñas, y tienen persianas. En cada ventana hay una jardinera sembrada de flores. Los muebles son de fabricación doméstica. Los armarios exhiben vajillas pintadas a mano. El sótano sirve como establo para reses y cabras. Además, sirve como refrigerador para guardar vinos, leche, queso y man tequilla. Esto es posible debido al clima frío de las montañas suizas. Los chalets no sólo llenan necesidades ambientales y ma teriales, sino que encajan perfectamente en el imponente paisaje suizo, embelleciéndolo aún más.
Las viviendas holandesas se caracterizan por sus techos altos, de dos aguas, en cuyas cumbres se enclavan veletas que indican la ruta del viento. Los techos se construyen con tejas de colores brillantes, especialmente verdes, rojas y amarillas. El resto de la casa es generalmente de ladrillo y madera. Sobre la puerta de entrada, se graba la fecha en que la casa fue construida. Las ventanas son pequeñas, de cristal. El interior está diseñado para dar comodidad a sus habi tantes, y su limpieza es verdaderamente encomiable. El piso se lava a diario; los muebles y las paredes se limpian a menudo. Y aún se acostumbra a limpiar los techos. El piso es de losetas o azulejos blancos o azules. No se cubre con alfombras, pero se riega a diario con arena blanca y fresca antes de barrerlo. Las casas holandesas poseen grandes “ hogares” o chimeneas también de azulejos o losetas en los que arden siempre, para suplir calefacción y para cocinar, grandes troncos. A menudo, las losetas tienen dibujos que representan pasajes bíblicos o históricos. La cocina se considera así la pieza principal de la casa. Su piso
acercaban a San Juan para intentar una invasión de la Isla, se reuniesen aquí todos los vecinos de la comarca para discutir la situación y tomar las providencias del caso? ¿O que en plácidos atardeceres, hacendados y modestos agricultores cataran, junto al cura y al alguacil del poblado más próximo, el rico y aromoso café de la hacienda, mientras contemplaban en silencio la belleza del paisaje? Así sería, sin duda. Pero la estructura llenaba, además, una función más práctica y cotidiana: Era el glacis donde se ponían a secar los granos de la cosecha. La casa cuenta también con el consabido balcón cubierto, el cual se abre sobre la terraza o glacis. Y podemos apreciar la amplitud de las ventanas que contribuyen, aun más, a la excelente ventilación del interior.
Detalles estéticos A la severidad funcional de esta vivienda no se le ha añadido ornamento arquitectónico alguno. Sin embargo, no debemos olvidar un detalle que no es dado apreciar en el dibujo: los colores. La teja de barro no necesita pintura para su conservación o embellecimiento. Recién fabricada, es de un color rojo brillante. El tiempo irá dándole a ese rojo un severo tono oscuro. En uno u otro caso, el efecto, francamente, es bello. De otra parte, siguien do una costumbre española, las paredes exteriores de la casa han sido encaladas, o sea, sometidas a una lechada de cal. Es decir, se han pintado con agua de cal. El procedimiento es fácil y harto barato. Puede repetirse a menudo, ya que el agua de cal no dura tanto como la pintura comercial. El color blanco, además de darnos sensación de limpieza, nitidez y amplitud, es en extremo atractivo para una vivienda. Tenemos así una combinación pictórica sumamente agradable—el rojo del tejado y el blanco de las paredes exteriores- dando una sobria distinción al edificio. Pero eso no es todo. Los colores de la casa armonizan con el paisaje. Imaginamos el azul del cielo, sobre el cual se destaca el rojo natural de las tejas; el blanco de las paredes acentuado, por contraste, el verde de los árboles circundantes; lo rústico de los zocos fundiéndose con los tonos pardos del terreno donde están enclavados. La casa en modo alguno desentona con el ambiente. Por el contrario, se funde armoniosamente con la naturaleza que le sirve de fondo.
Los moradores de la casa Por medio de un somero examen de la vivienda po demos imaginar los patrones culturales de sus moradores. En efecto, sus dueños pertenecen a una cultura agrícola. Los materiales se han obtenido mayormente en la finca: tejas hechas del barro disponible, madera de sus árboles. La mano de obra no habrá sido costosa. La ejecución, con toda probabilidad, se debe a los habitantes de la finca misma, quizás miembros de la familia. El tamaño de la casa indica que la finca ha de ser bastante extensa y que la familia, sin duda alguna, es numerosa. La amplitud de la casa, el balcón cubierto y la “ terraza” al aire libre parecen indicar que en esa cultura se practica la hos pitalidad con holgura. La “ terraza” , que es también glacis donde se ponen a secar granos de la cosecha, nos hace pensar en un sistema de sociedad patriarcal, dentro del cual la labor agrícola es una prolongación espontánea y armoniosa de la vida familiar. Esta idea se robustece si imaginamos -com o ya lo hemos hecho antes- que los aperos de labranza se guardan debajo de la casa misma. Por último, la Cruz en el tejado proclama que sus moradores son gente religiosa. Podemos colegir, además, que se trata de gente normalmente saludable. Por lo menos la casa posee caracterís ticas— ya señaladas- que llenan requisitos básicos de higiene. Por otro lado, no descubrimos en los alrededores de la vivienda el abastecimiento natural de agua, lo que hace presumir que el mis mo no ha de estar contaminado por las filtraciones de la letrina o del “ pozo negro” .
Previsión de los dueños Lo anterior nos lleva a considerar cuán previsores fueron los dueños de esta casa campestre. La localización de la vivienda demuestra estudio inteligente del terreno; buena planificación. La casa se alza sobre un promontorio, lo suficientemente alto como para que la vivienda sirviera de “ vigía” o punto de observación en relación a las dependencias de la finca, y como para ofrecer una vista agradable que dominara una extensión apreciable del paisaje. Pero el promontorio no es tan alto como para exponer viciosamente el edificio a los embates de vientos huracanados. Los constructores, aparentemente, no gastaron tiempo y esfuerzo en nivelar el terreno. Juzgaron adecuada la pequeña meseta natural sobre la loma. El nivel recto de la casa no coincide con el nivel irregular de la meseta. Nos es fácil observar ésto ya que los “ bajos” de la casa muestran alturas diferentes en relación al piso de la vivienda. (Es curioso señalar que algunos buenos arquitectos modernos coinciden con la idea de los constructores de esta casa; es decir tienden a respetar la irregularidad del terre no. En otras palabras, técnicos de la arquitectura moderna, adap tan la casa al terreno, y no a la inversa. Desgraciadamente esto no siempre es así y vemos cómo se destruye la naturaleza para fabricar barriadas en terrenos aplanados artificialmente, que semejan desiertos.) El terreno de la loma o promontorio tiene, lógicamente, buen desagüe natural. Las aguas de lluvia corren por sus laderas. Los alrededores de la casa se mantendrían así libre de aguas estan cadas y de excesiva humedad. La localización en lo alto de una loma proveería, además, una más libre circulación del aire y una mayor exposición al sol.
Los arboles en relación a la casa No sabemos si los árboles y arbustos que nos muestra el dibujo estaban allí cuando se construyó la casa, o si se sembraron con posterioridad a su construcción. De todos modos, hay una adecua da relación entre la casa y los árboles circundantes. En primer lugar, están éstos sembrados a una distancia prudente del edificio. Con ello se evita el riesgo de que una rama o un tronco, tronchado por vientos fuertes, caiga sobre la casa causándole a ésta daños. Por otro lado, los árboles no son tan abundantes ni tan fron dosos como para restarle aire y luz a la vivienda. Es probable que aquellos que se sembraron más juntos, cerca de la “ terraza” o glacis, llenen la función de proteger esa fachada de los fuertes y molestos rayos del sol durante las últimas horas de la tarde.
El futuro de nuestra arquitectura rural Naturalmente, no todos los puertorriqueños de la zona rural tuvieron la fortuna en el pasado de vivir casas como la que ilustra el dibujo. Hay, sin embargo, varios principios de construcción que son o deben ser, en nuestra zona rural, principios generales. Estos principios se basan en dos realidades nuestras: 1) el clima y 2) el hecho lógico de que construimos una vivienda en el campo para una familia que vive de la tierra. Se han introducido nuevos materiales de construcción en el mercado. Pero este hecho no altera las necesidades de vivienda rural dentro de la cultura puertorriqueña. Una casa en el campo llena funciones algo distintas a una casa en el pueblo o la ciudad. El hombre en el campo vive en amorosa comunión con la natura leza. La arquitectura rural no puede ignorar esta realidad. Por otro lado, e independientemente de las limitaciones eco nómicas, los principios de localización, desagüe, ventilación, etc. son hoy tan válidas para la casa en el campo como lo fueran hace tres o cuatro siglos Aunque hayan habido fundamentales cambios económicos en
la sociedad de Puerto Rico, la unidad de la familia campesina sigue requiriendo que la casa, además de estructura física, sea un verdadero hogar, un albergue adecuado que esté de acuerdo, no sólo con el clima, sino con los buenos hábitos rurales que hemos conservado a través de una larga tradición cultural puertorriqueña.
DONDE CONSTRUIREMOS NUESTRAS CASAS ¿Levantaremos nuestra casa en el tope de la colina donde la brisa es más agradable? ¿O en la hondonada cerca del pozo? ¿O será mejor cerca de la carretera? Es obvio señalar que ello depende de la clase de terreno que poseamos. Si contamos con un terreno empinado, lejano de la carretera, nos tendremos que conformar con él a menos que po damos comprar otro que ofrezca más comodidades. El que posee una parcela en lo alto de un monte tiene posi bilidades de construir una buena casa como cualquier otro. Pero debemos estudiar y considerar muchos factores antes de empezar la tarea. No olvidemos que una casa en un monte empinado ofrece un buen blanco para los vientos fuertes o huracanados. Si el batey es muy pequeño y poco “ sólido” , existe el peligro de que la erosión afloje los zocos. Lo propio será apisonar bien el batey y trazar una zanja en torno a éste para evitar que la tierra se nos vaya pen diente abajo. Si en cambio poseemos un lugar llano, fijémonos bien si se inunda. La exagerada cercanía de una quebrada puede hacernos
más mal que bien. Lo mejor sería, pues, fabricar a una distancia prudente de la quebrada y en el lugar más alto. No olvidemos el lugar donde ha de situarse la letrina. Esto es importante para evitar que las filtraciones del terreno lleven los microbios de la letrina a las fuentes buenas de agua; pozos, quebradas o riachuelos. La contaminación de las aguas significa siempre enfermedad o muerte. Para seguridad de nuestra familia debemos consultar sobre esto al Departamento de Salud. Un oficial competente de dicho Departamento nos podrá orientar adecuadamente sobre el lugar más indicado para localizar la letrina. No sería recomendable empotrar nuestra vivienda en un lugar demasiado boscoso. Muchos árboles grandes, demasiado cercanos a la casa pueden entorpecer el libre curso del aire y hacer de nuestro hogar uno muy húmedo. Además, en el curso de un ventarrón algunas ramas o troncos pueden caer sobre nues tra morada y causar tanto pérdidas de la propiedad como des gracias personales. Si pensamos sembrar árboles grandes, hagá moslo a distancia razonable de la casa. Cerca de ésta, en cambio, son apropiados los arbustos y las plantas ornamentales. Cualquiera sea el lugar para hacer nuestra casa, si lo hemos elegido y preparado inteligentemente, será buenr
LAS LEYES Y LA CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS Para construir en zonas urbanas necesitamos un permiso de la Junta Local (municipal) de Planificación, así como un plano por el que nos habremos de regir. Este plano será sometido a la mencionada entidad para su aprobación. Si llenamos los requisitos exigidos por la Ley, obtendremos la autorización. De otro modo, el permiso nos será denegado. En las construcciones rurales la ley es más flexible. Si el terreno está situado a más de cien metros de una carretera de pri mera clase, o a más de cincuenta metros de una carretera de se gunda categoría no necesitaremos consultar al oficial de Permisos.
Si nuestra parcela está localizada a más de cien metros de la zona urbana en un municipio de tercera clase, a doscientos metros de la zona urbana en un municipio de primera clase, podre mos fabricar sin necesidad de obtener el visto bueno del oficial entendido. La ley indica que se considerará zona urbana todo poblado o núcleo de viviendas de más de veinte familias y cuya densidad sea de por lo menos ocho familias por cuerda. Las construcciones adyacentes a carreteras de primera o segunda clase deberán conformarse y observar las indicaciones del “ Plano Regulador de Carreteras Estaduales y Municipales” en cuanto a la anchura del derecho de via. Debe, además, consultarse al Fondo del Seguro del Estado sobre el tipo de seguro que debe pagarse para protección de los que trabajen en el proyecto.
La mayoría de las casas del Puerto Rico actual son de madera. Ello no obedece a un mero capricho de los puertorriqueños. Pero sí a una necesidad de tipo económico y ambiental, si consideramos que las casas de madera resultan más baratas y más apropiadas a nuestro medio. El que resulten más baratas, lo podemos constatar comparando los precios de los materiales de construcción. Mas barata también resulta la mano de obra. Y, ¿por qué decimos que resultan más apropiadas a nuestro medio? Pues porque la madera se mantiene fresca a pesar de los ardientes rayos solares dándole así a nuestro hogar una temperatu ra agradable. Pero no todas son ventajas. Entre los inconvenientes tenemos la polilla y otros insectos destructores. Debemos combatir este mal
lo antes posible. ¿Cómo? Usando buenos insecticidas, adecuada mente. El D. D. T. y la carbolina son recomendables.
También la humedad es un peligro indecible para la madera; roe los zocos y las paredes como si fuera un cáncer. Pero encon tramos remedios para este terrible cáncer. ¿Cuál? La pintura es la mejor medicina con que contamos para ello. Un par de manos de pintura asegura muchos años de vida a nuestra vivienda.
Los zocos se pueden mantener en buen estado enclavándolos en bases de cemento. Ello evita que la humedad de la tierra los devore. O, de otra manera, podemos hacer los zocos de cemento, lo cual sería preferible.
Si el techo tiene hendijas, lo recomendable es que lo repa remos cuanto antes. La lluvia que se cuela por él contribuye a la pudrición de la madera. Además, la humedad resulta peligrosa para nuestra salud.
LAS CONSTRUCCIONES DE CEMENTO Sabemos que la polilla, la humedad, el fuego y los huracanes nada pueden contra las casas de cemento bien construidas. Cierto es que resulta un poco más cara la construcción de una vivienda de cemento. Un poco más cara al hacerla, pero a la larga resulta más barata. ¿Por qué? Pues porque el cemento es un material muy resistente, y si construimos con él, pocas veces tendremos que hacerle reparaciones a la casa. Podemos sustituir las ventanas de madera por las persianas de metal, las cuales están en auge en Puerto Rico. Estas ventanas son muy resistentes y nos permiten mantenerlas entreabiertas aunque llueva, evitando así el calor y manteniendo siempre una ventilación adecuada.
1 V
U
Las casas de cemento tienden a ser húmedas, por eso la buena ventilación es tan necesaria. Las amplias ventanas y el ininterrumpido paso del aire evitan que la humedad se acumule entre las paredes. Debemos pintar nuestra casa. La arenilla que queda en las paredes de cemento resulta perjudicial para nuestra salud. Pintán dola resolveremos ese problema y embelleceremos nuestro hogar.
"Bloques” de cemento En nuestro país se ha generalizado el “ bloque” de cemento. Ofrece las mismas ventajas que el cemento armado. Es bastante barato y muy resistente. Entre sus ventajas está la de lo frescas que resultan las casas si no se hacen demasiado pequeñas o redu cidas, y la relativa facilidad en la construcción.
"Bloques” de terracota o arcilla El principal componente del “ bloque” de terracota es el barro. Un barro especial que, unido a otros componentes químicos y procesado científicamente, resulta el material ideal para cons truir en nuestro clima. El bloque de barro o terracota es especial mente fresco; luce bonito y se conserva bien sin necesidad de pintarlo, lo cual representa una economía para el presupuesto familiar. En esto es superior al “ bloque” de cemento.
LOS TRES PUERQUITOS (Un cuento de niños que es lección para los adultos)
En tiempo de Maricastaña salieron por el mundo tres puerquitos a probar fortuna. No había andado aún gran trecho el primero, cuando encon tró a un hombre que guiaba un carro cargado de paja. —¿Sería usted tan amable — le dijo el lechoncito— que me diese un poco de su paja, para hacerme una casita? — Con mucho gusto — replicóle el hombre. Alejóse, pues, el animal con la paja, y con ella construyóse una cabaña. Habitaba en aquellos contornos un taimado y viejo lobo, el cual al ver al apetitoso lechón resolvió prepararse con él una opípara cena. Al caer la tarde el marrullero lobo encaminóse a la nueva casita y cuando hubo llegado a la puerta gritó: — Lechoncito, ¿se puede pasar? Reconocióle el puerquito por la voz y le contestó: — No, no, que me vas a matar.
Sí, ¿eh? — añadió el lobo— . Pues vas a ver como a fuerza de resoplidos te echo la casa al suelo. Y dicho esto, se puso a dar bufidos, con tal fuerza que la cabaña se vino abajo. Saltó entonces sobre su amedrentada víctima y se la comió relamiéndose de gusto.
El segundo lechón encontróse con otro hombre que llevaba varias haces de palos. —¿Queréis darme si os place le dijo el puerquito algunos de esos palos, con que pueda levantarme una chocita? Con mil amores —replicóle el hombre. Alejóse el animal llevando los palos y con ellos construyóse una linda cabaña. Cuando fue de noche acercóse el lobo a la puerta, y dijo en voz alta: — Lechoncito, ¿se puede pasar? — No, no, que me vas a matar —respondió el puerquito a imitación de su compañero. —Sí, ¿he? — añadió el lobo furioso - Pues vas a ver cómo a fuerza de resoplidos te echo la casa al suelo.
Y dicho esto, se puso a dar bufidos con tanta furia, que al casita se vino abajo. Saltó entonces sobre su amedrentada víctima y se la engulló, relamiéndose de gusto. Más el tercer leohoncito se había levantado con la cabeza muy despejada la mañana que emprendió su viaje. Caminito adelante tropezó con un hombre que conducía un carromato cargado de ladrillos. ¿Serías tan amable que me dieses unos cuantos ladrillos para hacerme una casita? Con mucho gusto — contestóle el hombre. Alejóse pues el animal con los ladrillos y con ellos constru yóse una linda casa. Llegó al poco rato el viejo lobo, y llamó a la puerta. — Lechoncito — le dijo — ¿se puede pasar? —No, no, que me vas a matar. —Sí, ¿eh? Pues a resoplidos te echaré la casa abajo. Pero como ésta era de ladrillo, por más que soplaba el lobo, la casa se mantenía firme. Marchóse éste entonces, encolerizado, sin poder llevar a cabo sus siniestros propósitos.
LOS AMIGOS (cuento) por Emilio Díaz Valcárcel
Pedro llegó hasta la puerta y dio dos golpecitos con los nu dillos. Sintió los pasos que avanzaban por el pasillo y experimentó una ligera incomodidad. Matilde se asomó sonriente y le invitó a entrar. Pedro se sentó en una de las butacas y se puso a observar a la muchacha. No sabía cómo empezar a decirle que todavía no había conseguido el dinero, que había que posponer la construcción de la casa, y, peor aún, posponer la boda . . . No tenía ánimos para decirlo. — ¿Qué has hecho? preguntó ella, sentándose. El se puso las manos en las rodillas. — Nada — dijo al fin, penosamente . No sé por cuánto me saldrá la mano de obra. Ella bajó la vista. Se pasó la mano por la negra cabellera, levantó los ojos y afirmó: — Tenemos los materiales, que es lo más importante. — Sí. Pero yo solo no puedo hacer la casa. Además, necesi taría a un maestro de obras. — Pregunta, Pedro. A lo mejor no es tan caro como tu piensas. Emeterio es buena persona y puede ayudarte . . .
Pedro se sentía atolondrado. Hacía dos meses que había reunido los materiales suficientes para levantar su casa y ahora le faltaba dinero para emprender la obra. Y él quería casarse lo antes posible y tener su propio hogar. Es lo más natural del mundo, pensó él, que yo fabrique mi casa, me case y establezca un hogar como todas las demás personas en el mundo. Pero veía cada vez más lejanas tales posibilidades. A veces maldecía su destino de hombre pobre. Si hubiera sido rico ya tendría su hogar No hay que ser rico — dijo ella milagrosamente, como si hubiera adivinado los pensamientos del hombre— . Según pudiste conseguir el cemento, la madera, las varillas, puedes conseguir lo otro. Pedro se levantó y guardó sus manos en los bolsillos. Cuando fui donde Benito se me quitaron las ganas de hablar con los maestros de obra. Me quitan un ojo de la cara . . . El no es el único que sabe de esas cosas, Pedro. Ve donde Emeterio. . . El se le quedó mirando un rato, pensativo. ¿Emeterio? Pero borró el pensamiento: Emeterio ni ningún hombre en el mundo trabaja gratis. Estaba hastiado. Un leve dolor de cabeza comenzaba a torturarle. Veré lo que puedo hacer, Matilde — dijo, saliendo— . A lo mejor tendré que pegarme en la Lotería para poder tener un hogar. Matilde le miró con el ceño fruncido. Ninguno de los vecinos del barrio se había jamás pegado en la Lotería y, sin embargo, tenían sus casitas . . . De buena gana se lo hubiera dicho, pero comprendió que ese no era el momento. —Habla con Emeterio, Pedro. El te puede hacer un buen precio . . . Pedro la miró, saludó desganadamente con la mano, y se echó al camino rumiando sus preocupaciones. Frente a sus ojos, el sendero formaba un signo de interroga ción.
II “ Oiiisss” . El grito apagado de Antonio llegó a través de los breñales. “ Oiiisss” . Antonio estimulando a la yunta de bueyes: “ oiiis” . Antonio, en su parcela, araba la tierra; detrás de la lomita un hogar bien construido, pintadito de verde, esperaba a Antonio. “ Oiiisss” . Antonio, el hombre feliz. Pedro se acercó al hombre que, sudoroso, arañaba amorosa mente la tierra. — ¡Ehh, compadre! — le saludó Antonio. Buenas, Toño. Ahí mirando, dándole vueltas al asunto. Antonio dejo el arado en el suelo y se acercó al otro. —¿Dándole vueltas? — preguntó. Pedro se desahogó: —Fíjate. Todavía no he podido empezar a hacer mi casa. Me hace falta dinero. Dinero y más dinero. El maestro de obra cobra caro, los obreros supongo que saldrán por un ojo de la cara. Hace dos meses que tengo el material amontonado y mira, toda vía es la hora que no he tirado ni el piso. Pienso yo que hay que pegarse en la Lotería o algo. Es una desgracia ser pobre, Antonio, una verdadera desgracia. Antonio bajó la cabeza para que el sudor se escurriera hacia la tierra recién arada; la subió luego y miró al otro a los ojos. — Todo el mundo tiene problemas, Pedro. Pero no hay que
desesperarse. Perdona que te lo diga. Tú eres de los que se ahogan en un vaso de agua. Fíjate en mí. Tengo que terminar de arar este pedazo porque ya las semillas se me están secando. Y a la vez debo ir a San Juan a unas diligencias . . . Y lo peor es que no tengo dinero para alquilar a un ayudante. ¿Ves? Todos sufrimos nuestros problemas. Si te pones a esperar la Lotería te mueres de viejo. Pedro miró el terreno recién arado. Quedaba una gran porción sin trabajar aún. Se le ocurrió una idea . . . pero no la dijo. Anto nio pareció tener otra idea . . . y sí la dijo. — Oye, qué tú crees si yo te ayudo gratis. Puedo serruchar madera y clavar clavos. Pedro empezó a sonreir. — Si tú me ayudas — dijo— , yo te puedo ayudar en el arado. — Pues ya habernos dos para hacer tu casa — contestó Antonio. — Y dos para arar tu tierra. El júbilo creció entre ambos, tocándolos en el corazón. Pedro se puso repentinamente triste. — Pero necesitamos alguien que sepa de eso — dijo— . Tú y yo nunca hemos hecho ni una barraca. — Podríamos ir donde Emeterio. Estoy seguro de que él dirige la obra si le das parte del material sobrante. — ¿Tú lo crees? — Hombre, hablando se entiende la gente . . .
III — Hablando se entiende la gente — dijo Emeterio— . Si tú me das parte de lo que sobre, podemos empezar el trabajo. Pero eso sí, tiene que ser por las tardes, después de que yo haya cumplido con mis otros compromisos. Pedro no podía contener su alegría. — Como digas, Emeterio, como tú digas. — ¿Cuándo empezamos? — Hoy mismo si es posible. — Está bien. Espérame a las cinco. Pedro palmeó el hombro del maestro amistosamente. — Voy a decírselo a Antonio —dijo, partiendo—. Hasta la tarde.
A las cinco de la tarde empezaron a sonar los serruchos que Emeterio había prestado. Los tres hombres sudaban bajo los ra yos del sol que se negaba a ocultarse. Nivelaron el terreno a pico, lo limpiaron, midieron y tiraron las líneas demarcatorias. Pusie ron los moldes para el cemento. Guardaron las herramientas y se marcharon cuando ya la oscuridad no les permitía seguir tra bajando.
Á la mañana siguiente, Pedro se encaminó a casa de Antonio y se puso a ararle el terreno mientras su amigo hacía las gestiones mencionadas en San Juan. Cuando Antonio regresó, por la tarde, vió que Pedro había adelantado mucho en el trabajo. A las cinco volvieron a trabajar en la construcción de la casa. Pedro estaba algo estropeado, fatigado, pero laboraba con gusto. Pensaba en Matilde, en su boda, en su futuro hogar. Algunos mozalbetes se acercaban a los tres hombres y ayudaban volunta riamente. Felipe Matos llegó una tarde y trabajó con los tres hom bres.
—Pero me tienen que ayudar a tirar el camino de mi casa hasta la carretera —dijo Felipe, y los otros aceptaron. Luego, Felipe ayudó a Antonio en el arado, al igual que Pedro. Y poco a poco, Pedro y Antonio ayudaron a Felipe a trazar el camino de su casa. La cooperación mutua los fue envolviendo en una amistad sincera y profunda. Mientras tanto, la casa de Pedro se iba alzando poco a poco en medio de la ancha explanada que sería el batey. Matilde estaba más contenta que nunca. ¿Te fijas que no es tan difícil ni tan “ caro” como tú pen sabas? — decía a su novio, quien la estrechaba contra su pecho cariñosamente. —Está probado que en la unión está la fuerza — contestaba él. ¡Y tú que decías que necesitabas pegarte en la Lotería! Me he dado cuenta de que los buenos vecinos valen más que todo el oro del mundo. —Así es, Pedro. Al fin, los amigos terminaron por arar el terreno de Antonio y acabaron el camino de Felipe. Y una tarde, entre los cuatro hombres, quitaron los moldes de cemento a la casa de Pedro. Era una casita bien construida, con dos dormitorios, una ducha, cocina y servicio sanitario. Habían tardado un mes en construirla; un mes de trabajo incesante durante las horas de la tarde, durante los domingos y los días feriados. Matilde estaba encantada y dijo:
— Tenemos que darle una pinturita, Pedro. — Pues claro, pero tendremos que aguardar a que termine de reunir el dinero necesario para comprar la pintura. —Después de todo nos economizamos la mano de obra. —Sí, al igual que los demás amigos.
Dos semanas después, Pedro empezó a pintar su casa. Matilde, entre tanto, se dedicaba a sembrar plantas ornamentales en los alrededores de su futuro hogar. El camino de Felipe tomó un bello color de oro viejo y los primeros tallos empezaron a sur gir en los terrenos de Antonio. Emeterio arregló el balcón de su casa con los materiales sobrantes que le regalara Pedro y ahora se le veía sentado en su butaca del balcón hojeando, durante las suaves horas de la tarde, un periódico. La noticia de la curiosa cooperativa prendió en el barrio. Entre todos hicieron la casa. — Es como una cooperativa de trabajo. Yo voy a hablar con mis vecinos para ver si me ayudan a arreglar mi casa que se me está cayendo encima. Yo los puedo ayudar a ellos. — Como quien dice: hoy por tí, mañana por mí. —En la unión está la fuerza, está probado. Han dado un ejemplo a la comunidad. No tuvieron que gastar un centavo en la mano de obra. Y todos salieron ganando. Los cuatro hombres estaban satisfechos de la labor realizada. Veían con entusiasmo cómo otros miembros de la comunidad seguían el ejemplo dado por ellos. El barrio comenzó a embelle cerse. Algunas casitas viejas mostraban ahora reparaciones que satisfacían a sus dueños. La pintura usada en las diferentes casas llenaban de colorido el paisaje. El barrio pareció vestirse de gala. Y el entusiasmo crecía en todos los corazones: habían descubierto que la ayuda mutua valía tanto que no se podía medir en térmi nos de dinero.
LOS HURACANES, LOS PEORES ENEMIGOS DE NUESTRAS VIVIENDAS Sabemos que los aborígenes de Puerto Rico creían en Yukiyú, su dios bueno. Y que también creían en un dios malo. Este dios malo era Juracán, que les destruía sus cosechas, descolgaba los frutos y arrancaba sus bohíos. Los indios no luchaban gran cosa contra estas fuerzas in contenibles de la naturaleza. Pensaban que nada podían hacer contra los castigos que les enviaba Juracán.
Nosotros consideramos el “ cruel dios indio” no como algo sobrenatural, pero sí como un fenómeno generado por la tempe ratura, el vapor de agua y los vientos de la atmósfera, y el cual denominamos con un nombre de origen indígena, huracán. No nos crucemos de brazos cuando sepamos que un huracán nos va a visitar. Luchemos a brazo partido para que no nos arre bate lo que es nuestro. ¿Cómo? Se han escrito folletos que encierran medidas de precaución contra tan temible azote. En el libro ¿Qué sabemos del huracán? encontramos múltiples sugerencias. Estudiémoslas. Si nuestra casa posee una estructura fuerte y está alejada del río o del mar, lo mejor y más sensato será permanecer en ella. Pero claro está, asegurando puertas y ventanas con madera que esté en buenas condiciones. Y si el techo es de zinc y madera, debe asegurarse con fuertes cables atados a estacas profundamente clavadas en tierra.
Debemos cortar aquellas ramas de los árboles cercanos que el viento pueda lanzar contra nuestra casa.
Estos son consejos muy útiles. Pero no los únicos que se puedan dar al respecto. Seamos inteligentes y previsores. Si los cimientos son flojos, cualquier viento fuerte puede echar a tierra nuestra casa. Debemos asegurarlos. Si la madera está podrida, apolillada o mal clavada, seguramente no resistirá el rabioso empuje del viento. Un techo mal construido o lleno de hendijas o brechas, por donde puede entrar libremente el viento huracanado, volará por los aires como una chapita de botella. Al levantar nuestra vivienda debemos tener estos factores en mente. Construyámosla bien desde sus comienzos, con amor y previsión, apuntando hacia un hogar que brindará seguridad a los nuestros y que resistirá más que los construidos de prisa y descuidadamente.
¡CUIDADO CON EL FUEGO! ¿Cuántos de nosotros acostumbramos acostarnos con un ci garrillo entre los dedos? ¿Cuántos dejamos un cigarro o un ci garrillo en el marco de una ventana o al borde de algún mueble, mientras nos ponemos a hojear el periódico? ¿Cuántas amas de casa abandonan la hornilla encendida y se van a buscar agua al pozo? ¿Y cuántas dejan la plancha caliente pegada a la tabla de planchar y se ponen a ejecutar otros quehaceres? ¿Cuántos padres permiten que sus hijos jueguen con fósforos exponiendo la vida de los habitantes de la casa y la destrucción de ésta?
Será conveniente tener siempre presente algunas reglas sen satas de seguridad en relación a ese temible enemigo que es el fuego: 1 No fumemos en la cama. Nos podemos quedar dormidos y la colilla originar un fuego. No pongamos nunca colillas encendidas al borde de una tablilla o un mueble. Apague mos bien las colillas y los fósforos antes de tirarlos.
2—
No dejemos fósforos al alcance de nuestros hijos menores. Pongamos también en sitio seguro el gas, la gasolina y otros productos inflamables. Nunca dejemos el recipiente del gas o de la gasolina cerca del fogón o de la hornilla.
3— Si tenemos servicio de electricidad, asegurémonos de que las instalaciones están bien hechas y de que los cables y enchufes no están deteriorados. El corto circuito puede causar un fuego. Utilicemos los servicios de un electricista experto si no lo somos nosotros. No breguemos con ins talaciones eléctricas si no estamos preparados para ello.
4— Asegurémonos de haber apagado o desconectado la plancha, la hornilla, el radio u otros aparatos eléctricos antes de salir de la casa. 5— No acumulemos papeles y trastos viejos dentro de la casa.
6— Limpiemos los alrededores de la casa de papeles, paja y otros materiales que arden con facilidad. Debemos estar siempre alertas. Lo que hoy es nuestra casa, mañana puede ser un montón de escombros y cenizas. Evitemos, con nuestra previsión, una desgracia que puede costamos la pro piedad y la vida.
EL PROGRAMA DE VIVIENDAS RURALES A BAJO COSTO La Administración de Programas Sociales, del Departamento de Agricultura, ha establecido un proyecto de viviendas rurales a bajo costo en aquellas comunidades que están incluidas en el Programa de Título V. La acción comunal es una de las bases del programa. Cada uno de los habitantes de la comunidad elegida deberá trabajar no sólo en la construcción de su propia casa, sino en la construc ción de las de los demás. La agencia oficial se encargará de facilitar material e instru mentos de trabajo a la comunidad. Este material, y los servicios del maestro constructor, los pagará la comunidad en un plazo de diez años. Pero antes, cada interesado habrá de hacer un pronto pago de alrededor de veinte dólares. Los participantes han de aceptar los reglamentos establecidos por la agencia. En caso de una violación de estos reglamentos se acatará la decisión que tome la Administración de Programas Sociales.
CONSTRUCCION DE VIVIENDAS ECONÓMICAS Una de las mejores armas que ha tenido el hombre desde el comienzo de su historia ha sido la cooperación. Con esta arma ha combatido infinitas veces las calamidades con las que suele enfrentarle, por un lado la naturaleza y por el otro la sociedad. Así, han surgido cientos de cooperativas de todas las especies a través de la historia. En la actualidad, los hombres saben que no pueden vivir solos, alejados de los demás hombres. La conviven cia es una de las señales que distinguen al hombre civilizado. Y de la convivencia surge la ayuda mutua, la cooperación entre los hombres.
El deseo de cooperar con nuestros vecinos y la ayuda mutua ofrecen óptimos resultados en cualquier empresa que nos propon gamos cumplir. Hoy día es más necesario que nunca unirnos y formar toda clase de organismos de cooperación. En nuestro país existen, para bien nuestro, diversas clases de cooperativas: de ahorro, de consumo, de crédito, etc. Y estamos en libertad para formar en nuestra comunidad distintos organismos que cumplan con la noble misión de ayudarnos los unos a los otros. Un grupo de vecinos podría formar, por ejemplo, una cooperativa de trabajo, y aportar la mano de obra gratis para llevar a cabo proyectos que nos interesen a todos y que beneficien a todos sus miembros. Entre estos proyectos podría estar la construcción o reparación de nuestros hogares. Semejante cooperativa de trabajo nos evita ría el pago de la mano de obra y estrecharía mejor los lazos de amistad que nos unen a nuestros vecinos.
Pedro llegó hasta la puerta y dio dos golpecitos con los nu dillos. Sintió los pasos que avanzaban por el pasillo y experimentó una ligera incomodidad. Matilde se asomó sonriente y le invitó a entrar. Pedro se sentó en una de las butacas y se puso a observar a la muchacha. No sabía cómo empezar a decirle que todavía no había conseguido el dinero, que había que posponer la construcción de la casa, y, peor aún, posponer la boda . . . No tenía ánimos para decirlo. — ¿Qué has hecho? — preguntó ella, sentándose. El se puso las manos en las rodillas. — Nada — dijo al fin, penosamente— . No sé por cuánto me saldrá la mano de obra. Ella bajó la vista. Se pasó la mano por la negra cabellera, levantó los ojos y afirmó: — Tenemos los materiales, que es lo más importante. — Sí. Pero yo solo no puedo hacer la casa. Además, necesi taría a un maestro de obras. — Pregunta, Pedro. A lo mejor no es tan caro como tu piensas. Emeterio es buena persona y puede ayudarte . . .
desesperarse. Perdona que te lo diga. Tú eres de los que se ahogan en un vaso de agua. Fíjate en mí. Tengo que terminar de arar este pedazo porque ya las semillas se me están secando. Y a la vez debo ir a San Juan a unas diligencias . . . Y lo peor es que no tengo dinero para alquilar a un ayudante. ¿Ves? Todos sufrimos nuestros problemas. Si te pones a esperar la Lotería te mueres de viejo. Pedro miró el terreno recién arado. Quedaba una gran porción sin trabajar aún. Se le ocurrió una idea . . . pero no la dijo. Anto nio pareció tener otra idea . . . y sí la dijo. — Oye, qué tú crees si yo te ayudo gratis. Puedo serruchar madera y clavar clavos. Pedro empezó a sonreír. —Si tú me ayudas — dijo— , yo te puedo ayudar en el arado. — Pues ya habernos dos para hacer tu casa — contestó Antonio. — Y dos para arar tu tierra. El júbilo creció entre ambos, tocándolos en el corazón. Pedro se puso repentinamente triste. — Pero necesitamos alguien que sepa de eso — dijo— . Tú y yo nunca hemos hecho ni una barraca. — Podríamos ir donde Emeterio. Estoy seguro de que él dirige la obra si le das parte del material sobrante. — ¿Tú lo crees? — Hombre, hablando se entiende la gente . . .
III — Hablando se entiende la gente — dijo Emeterio— . Si tú me das parte de lo que sobre, podemos empezar el trabajo. Pero eso sí, tiene que ser por las tardes, después de que yo haya cumplido con mis otros compromisos. Pedro no podía contener su alegría. — Como digas, Emeterio, como tú digas. — ¿Cuándo empezamos? — H oy mismo si es posible. — Está bien. Espérame a las cinco. Pedro palmeó el hombro del maestro amistosamente. — Voy a decírselo a Antonio —dijo, partiendo—. Hasta la tarde.
A las cinco de la tarde empezaron a sonar los serruchos que Emeterio había prestado. Los tres hombres sudaban bajo los ra yos del sol que se negaba a ocultarse. Nivelaron el terreno a pico, lo limpiaron, midieron y tiraron las líneas demarcatorias. Pusie ron los moldes para el cemento. Guardaron las herramientas y se marcharon cuando ya la oscuridad no les permitía seguir tra bajando.
A la mañana siguiente, Pedro se encaminó a casa de Antonio y se puso a ararle el terreno mientras su amigo hacía las gestiones mencionadas en San Juan. Cuando Antonio regresó, por la tarde, vió que Pedro había adelantado mucho en el trabajo. A las cinco volvieron a trabajar en la construcción de la casa. Pedro estaba algo estropeado, fatigado, pero laboraba con gusto. Pensaba en Matilde, en su boda, en su futuro hogar. Algunos mozalbetes se acercaban a los tres hombres y ayudaban volunta riamente. Felipe Matos llegó una tarde y trabajo con los tres hom bres.
---------
Dos semanas después, Pedro empezó a pintar su casa. Matilde, entre tanto, se dedicaba a sembrar plantas ornamentales en los alrededores de su futuro hogar. El camino de Felipe tomó un bello color de oro viejo y los primeros tallos empezaron a sur gir en los terrenos de Antonio. Emeterio arregló el balcón de su casa con los materiales sobrantes que le regalara Pedro y ahora se le veía sentado en su butaca del balcón hojeando, durante las suaves horas de la tarde, un periódico. La noticia de la curiosa cooperativa prendió en el barrio. — Entre todos hicieron la casa. — Es como una cooperativa de trabajo. — Yo voy a hablar con mis vecinos para ver si me ayudan a arreglar mi casa que se me está cayendo encima. Yo los puedo ayudar a ellos. — Como quien dice: hoy por tí, mañana por mí. — En la unión está la fuerza, está probado. Han dado un ejemplo a la comunidad. No tuvieron que gastar un centavo en la mano de obra. Y todos salieron ganando. Los cuatro hombres estaban satisfechos de la labor realizada. Veían con entusiasmo cómo otros miembros de la comunidad seguían el ejemplo dado por ellos. El barrio comenzó a embelle cerse. Algunas casitas viejas mostraban ahora reparaciones que satisfacían a sus dueños. La pintura usada en las diferentes casas llenaban de colorido el paisaje. El barrio pareció vestirse de gala. Y el entusiasmo crecía en todos los corazones: habían descubierto que la ayuda mutua valía tanto que no se podía medir en térmi nos de dinero.
Y así, llegó el día de la boda. Antonio y su esposa sirvieron de padrinos. Pedro y Matilde estaban más felices que nunca y durante la celebración bailaron hasta el cansancio, al igual que Felipe, Antonio, Emeterio y los otros invitados. Reinaba un ambiente de verdadera amistad, de fe en el prójimo, de amor hacia los otros hombres. Era bueno saber que no se vive solo en el mundo y que la cooperación ejemplar es un modo sabio de resolver muchos de nuestros problemas. ¡Tontos aquellos que reniegan de los demás y viven una vida egoísta, sin conocer lo que es la buena amistad y el afán de ayudar a los otros! Y andando el tiempo, Pedro y Matilde tuvieron un hijo. La finca de Antonio produjo ese año magníficos frutos, de los cuales enviaba a los que le ayudaron a arar y a sembrar su terreno. Pedro miraba a su hijo con satisfacción, con la satisfacción que siente un hombre que le ha cogido “ el golpe” a la vida y que conoce hasta cierto punto los secretos de la buena convivencia entre los demás seres humanos. Y sobre todo estaba satisfecho porque enseñaría a su hijo a no ahogarse en un vaso de agua, y sí a luchar limpiamemte, junto a los demás hombres, como un verdadero ciudadano que ama a los suyos.
EMBELLECIMIENTO DEL HOGAR La siembra de plantas ornamentales en los alrededores de nuestra casa la hace aparecer más bella y hasta podríamos decir, más deseable. Las flores ponen una nota de alegría y optimismo en la vida del hombre. Otra nota de alegría es la limpieza, tanto interior como ex terior. Mantengamos el batey limpio. Esto, además de ayudar a prestarle buena apariencia a la casa, nos evita las plagas de ratas e insectos que acuden a los patios descuidados y súcios. Vamos a acostumbrarnos a mantener, cerca de la puerta de la cocina, un recipiente para echar en él los desperdicios de la casa. Y en un lugar no muy cercano a“ la vivienda, vamos a cavar un hoyo amplio para, diariamente, echar allí la basura que ha recogido el recipiente. Cada tres o cuatro días será conveniente darle fuego a la basura en el hoyo. Así evitaremos los malos olores y la multiplicación de moscas 3' sabandijas en el basurero. Pintemos nuestra casa, a menos que ésta sea de ladrillos o de “ bloques” de terracota. Nuestro paisaje es muy hermoso. No le restemos belleza con una casa “ desnuda” . Dicen que “ la cáscara guarda el palo” . Y en efecto, la pintura, además de añadir belleza, protege en gran medida nuestra vivienda cuando ésta es de madera o cemento. Si no podemos pintar con pintura comercial, vamos a pintar con agua de cal. Es muy barata y podemos repetir el procedimiento a menudo. Acostumbremos a nuestros niños y adolescentes a no escribir las paredes. Acostumbrémonos nosotros a lavar las paredes. Las paredes pintadas con pintura comercial deben lavarse periódicamente con agua y jabón. Esto ayuda a conservar la pintura por más tiempo. Una casa que brille por su limpieza, con su patio bien barrido, rodeada de plantas ornamentales y flores, es una casa que hará sentir hondo orgullo a sus moradores y que estimulará al vecino a hacer otro tanto con la suya.
AHORA SEREMOS FELICES (canción) Rafael Hernández (puertorriqueño)
Ya yo tengo la casita que tanto te prometí y llena de margaritas, para ti, para ti. Será un refugio de amores será una cosa ideal y entre romances y flores formaremos nuestro hogar. Ahora seremos felices ahora podemos cantar aquella canción que dice así con su ritmo tropical: Tralalalalalalá, tralalalalalá que Dios nos de mucha vida, nena, y mucha felicidad. Para completar la dicha y nuestra felicidad hace falta una cosita, ¿qué será, qué será? Es una cosa chiquita por cierto muy singular, es como una muñequita que alegrará nuestro hogar. Ahora seremos felices, ahora podemos cantar aquella canción que dice así con su ritmo tropical: Tralalalalalalá, tralalalalalá que Dios nos de mucha vida, nena y mucha felicidad.
EL HOGAR (Del Libro La Familia , publicado por la División de Educación de la Comunidad)
Un hogar no es sólo una casa. Un hogar es la casa y la familia que la habita. El hogar, como el ser humano, tiene cuerpo, tiene alma, tiene carácter propio. El cuerpo puede ser grande o pequeño, bonito o feo, limpio o desaseado, agradable o repulsivo. El alma puede ser generosa o mezquina, tierna o áspera. El carácter puede ser apacible o turbulento, alegre o sombrío. El hogar, que es la casa y es la familia, será como sean sus habitantes. Apenas penetramos en un hogar podemos juzgar varias ca racterísticas de la familia. Podemos saber, por ejemplo, si la fa milia es o no ordenada. Si es alegre o triste. Si es religiosa o profana. Si es saludable o enfermiza. Si los padres se llevan bien o mal. Si los hijos son felices o no. Podemos juzgar todo esto por la casa en sí y por los miembros de la familia. Hay detalles que nos revelan mucho: la sonrisa del niño, las flores naturales en una latita con agua, la cortina limpia, el tapetito tejido, los muebles sin polvo, el modo como el esposo saluda a la esposa cuando llega del trabajo, la forma como la madre corrije a su hijo. Las cosas físicas de la casa, los sentimien tos y actitudes de las personas que en la casa viven, todo eso da ca rácter y personalidad al hogar. Hay hogares donde gozamos de una sensación de alegría, de franqueza, de confianza, de optimismo, de felicidad. Hay, en cambio, hogares donde nos deprime la sensación de dudas, de recelos, de rencores, de resentimientos, de infelicidad. Hay hogares que nos dan la impresión de que florecen. Hay otros que nos dan la impresión de que se están marchitando, de que se están muriendo. Hay hogares que parecen sonreir siempre. Hay, en cambio, hogares que parecen siempre a punto del llanto o del grito de angustia.
Hay hogares que nos recuerdan colores suavemente agrada bles: blancos, azules, rosas. Hay otros que nos recuerdan colores encendidamente alegres: rojos, amarillos, verdes. Hay otros que nos recuerdan colores tristemente sombríos: negros, grises, violetas. Porque cada hogar (la casa y la familia que en ella habita) tiene sabor y tiene color. Cada hogar tiene cuerpo, alma, carácter, personalidad propia. ¿Nos hemos puesto alguna vez a examinar el nuestro? ¿Cómo es nuestro hogar? ¿Cómo es este conjunto de nuestra casa y nuestra familia? Si podemos llegar a saber cómo es el nuestro, podremos ave riguar mejor cómo somos nosotros. ¡Ojala podamos! Porque conocernos a nosotros mismos es la tarea más difícil, pero más provechosa, que podamos emprender.
EMPECEMOS HOY En el curso de este libro hemos hablado sobre un tema de interés general: nuestra vivienda. Iniciamos el tema con las pri mitivas guaridas del hombre prehistórico, hablamos sobre el bohío indígena, sobre la arquitectura española en nuestra Isla, y sobre las conveniencias de un hogar bien construido, seguro y atrayente. Hemos visto también, cómo la cooperación entre ve cinos puede redundar en una obra valiosa para todos. E insistimos en este último punto: la ayuda mutua nos da óptimos resulta dos en la construcción y arreglo de nuestras viviendas. Acuda mos a nuestros vecinos en plan de ayudarlos y de que nos ayuden. Empecemos hoy mismo una campaña que tienda a hacer más felices nuestros hogares, una campaña de solidaridad y ci vismo en la ayuda mutua, para erigir hogares mejores en un Puerto Rico mejor y más féliz.
«
IN D ICE Introducción............................................................................................
7
El bohío, primitiva vivienda de nuestros indios ................................
9
La casa (poema)
................................................................................... 11
La arquitectura española en Puerto Rico ......................................... Las casas no son iguales en todo el mundo: .................................... Las casas suizas ........................................ Las casas holandesas ................................ Las casas esquimales ................................ Las casas en el desierto........................... Las casas japonesas .................................. i
12 14 14 16 17 18 20
Una casa puertorriqueña de hace cuatro siglos .............................. 22 Donde construiremos nuestras c a sa s................................................... 30 Las leyes y la construcción de viviendas ........................................
31
Las casas de madera ..........................................................................
33
Las construcciones de cemento...........................................................
36
Los tres puerquitos (cuento) ................................................................ 38 Los huracanes, los peores enemigos de nuestras viviendas
41
¡Cuidado con el fuego!........................................................................
44
El programa de viviendas rurales a bajo costo
47
La ayuda mutua y la construcción de viviendas económicas
47
Los amigos (cuento) ............................................................................. 49 Embellecimiento del h o g a r.................................................................. 58 Ahora seremos felices (canción).........................................................
59
El hogar.................................................................................................. 50 Empecemos h o y ..................................................................................... 51
___ ___
JWiLWfl 1
m