Vida nueva: novela (1910)

Page 1

r

-:-·~----

1

1

1

!

1

1

1-

·1 ¡

.•


...

-'·


IN

r t:NTIONAL SECOND EXPOSURE

• IlJeJica l oria

l),.f~6re.

Üirenda rle udmirat:!'6n al artista. •!Deuda de gralllurl ni nmlgo.

1

1§¡ ../tufo,..

t

1

1

l

..


c.,r¿ .ff<_ ~u

Un ilustro educaclon lsta pu ertorriqueño-Eugenio M. de Hostoa - cuyo nombre p.r extrañas circunstancias de la

L~ir., vi. ~ ·~

·'

vida está. escrito en el corazón de otroe pueblos coñ' m'1s intensidad y carlfio que en el nuestro, consignó la protesta mls cruel que puede brotar de la correcta pluma óe un sabio acerca del pernicioso influjo de la novela. Tal acre censura Invita l plantear un estudio acerca de las fras e1 del m~ logrado cOmpatriota para entender el alcance que poseen aquellas iddks exp reaadaa con la una Intención de un alma

austera. Prescindiendo de algunos particulares en 101 que &e intentó ratificar el concepto, y que muy bien pueden sotnetel"'

se A discusión dadu las nuevu corrlentee de la literatura, son atlnadaa las observaciones del maestro en lo que respec,i. ta al novelfet.8. poco escrupuloso que, lejos de una sana 11:1.bor, contribuye é. pervertir la.a costumbres 'haciendo oo.uaa fra-

ternal con Ja espantosa enfe rm edad dehlglo. A6n estamos-y- estaremos por mucho tiempo-bajo el pernicjoso influjo del libro extravagante; de Ju novela uas peligroea ue~rada de recomendación por autor 6 autora dk pacotilla, aln haber aal{do de los pesados novelones reatos da un. mundo que se desquicia.. • -+T,odavfa muchos hombres aparentando una if'•Vedad que parece de buena ley, se ocultan en el mAs obscuro rinc:6~ de '';ji~~lgt~J' tm~ef!ilman lifrimaa a~bre los viejo.a vo16-

.--..· ... ·.

V1 l'. R. !llli

iil>i

[

J

5r'


XI. X.

mf!nea como en los buenos tiempos de la marquen de Ram· bouillet. Hace algunos 'afios- no muchos-la pren11& de Parl1 y con

motivo del aniversario de Pon•on. du Terrail uecr6 'la memoria ~e aquel escritor que tantas cosas hor~ibtea produjo; Y preciso es reconocer que en mu.y raras ocasiones se arroja 1

.1

&obre las cenizas de un intelectual la maldición de IRJ época en gracia al nial que legara extenuando laa fue~as del espf, titu, fuerzas necesarias A los grandes problemae del aig"lo. ~f~ue Jo que se qui era, no importa que al ll ado del ro· ~~tic1smo cuya escuela nos enaei'ió i sentir pehaa falsas. 1'1v1endo fuera de la realidad; á sentir como solo se puede acntir en el espacio, no importa se exprese que la escuela' rea·~ lista y laa influencias del na~raJiamo están construyendo un código de responsabilidades en contra del estado social y de tu implacabl es leyes de la naturaleza. Es preferibl e sacrificar el coraaón¡ sentir la vida, abrir los ojos Y mirar. Mucti...os piden aJ escritor que diga cosas, Y agregan:- Entonad endechas el idealismo· huid de laa situaciones profu1,das y sombrlas como esos ~é'rsos de Verlaine ; dadnoa ensueños, noches azul es, . selvas de rosa. Y Bi en, el arte no ea ficción; loa lie'h oe que viven son las pinturas sentidas. Pasaron ya loa tiempos del arte PQr el arte, y el artista que se respeta un poco, qu e tiene co~­ ciencia de su misión, que ll eva en su pincel y en su pluma un rayo pod eroso, rayo qu e sabe matar y dar la vida á un tiempo, no ae resigna A una labor incidental . Va mA1 allá de 1as fuentes de la vida. Al lado del aforismo de Boileau (rien t1.'H t paa que k vrai ) está el afori•¡nno consustancial de la estética. La realización de la verdad y la belleza; los contrastes entre lo que es Y lo que debe ser la sociedad humana; ahf eatA la gran aituación de los penaadorea, tisa es la fu erza prepo tente de Ja novela. ¿Que cómo ha de escribirse? A esto no pu ede contestane seriamente sin incurrir en sofismas desdichados A peaar de loa moldes de la re tórica. Bas tará que exista el creador, el novelista; riioa Pan que rie, libra, ama, odia, pia-

w_-...,_

ta, reza 6 maldice. Todas las ancudidaa del Or&"ani1m9 ~an . de puar por él; todos los rumorea de la selva del pen1~1~n .. to han de agitar sua cuerda.a de oro; y es la virgen qu~ rie, el nlfto que llora, el alma que aborrece, el artista que pinta, la conciencia que ora, el borracho que maldke. Acompat'Jn con Baudelalre sus creacioneB, carne de sY. tarne, fuerza de su fue rza, y da gritos con Pi¡maH6n arrantándoae ' ·pedazos la vida. Necesariamente ha de confundine con 1011 1erea que ha creado como el actor dramitlco iiente sus penonajes, y desde la altura mfstica del aac~rd~ te cri1tiano que ama 6. loa ¡::obres y beaa 101 nlfios, deaciendw entre llamas 6. la boca del malvado. Su temperamento le llna 6. Ju grandee situaCÍ!Jhell en que reina la verdad. No ob11tante la potencia . cre8:'1ora del Infeliz autor de •Vida Errante• neurótico aubhme ae ;racht bla.nco 7 dorado como u.o cisne, no aparece por ningó.n lado qu~ un )a rai6n por la cual el novelista no ba de 1er obaer\'ador que Hbe d&.r la llual~n de lo verdadero; no t1ene bada que ver con el pintor imprealoniáta que_ no1 mueltra la 1elva en un estado de observación personal. Hay .al'o de contradictorio en e1to; tal \r'ez sino ea.mil que la propia ana~ )ojfa que existe, pero no todos aaben mirar y ver i un tir mpo. En el estilo, en el estilo está una de las mayores dificultadea. Encont{ar las palabru que expresen laa lde en rel.clón con nueatros sentidos; el verbo que sacude, el ad~ jetivo que califica. Todo eao parece tan dlflcil como 1a vi· i ión objetiva, el estudio de 1011 penonajea, el domini de la eacuela y el profundo conocimiento del espfritu. Ser- eatlllsta es aer maestro; dios consagrado. No basta sentir, no baata amar ; ea precieo saber amar sentir. Esto Jo sabe todo el mundo. Y pocas P•d naa 1o 1 oomprend1n , • ~ ¿C6mo dominar el estilo? 1 Con frecuencia noa hncemos eata pre~nta, Y al poder evitarlo se apodera de nosotros el recuerdo de los ande• hombrea, de los grandes maestro• que .han aacu~idp .nqestroa nervios con el cOntacto de sus Ideas. En eaa mqu1e ud de ' noble e&0i1mo cayó como tronco formidable qu~ derriba el ·

m••

·1


XII.

xm.

hacha de un titán, el buéno de F 1a u be r t , el , gran creador de Madnme de Bovary. A la ductilidad dei francés q~i~o encontrar un idioma de gamas y de gemae; algo que h1 c1ese mb comprens ibl In extrañ a visión de lus cosas. •Hasta el ta lento es cuestión de costumbre) decfa aquel Potente creador de Sa lambó. •El tal ento no es si no una larga paciencia• expresaba Chateaubriand, y decfa eso él, que empl~ó novecientas horas para escribir treinta páginas de Herodtade. ¡Hermosa confesión de los gigantea de 13' frase!

esplri tu huptano; Jos estudioa de los arqueólogos en cmn· po de eeos miste rios ; el influjo' de la fllbsofta gri ega; f ns narraciones del antfguo Egipto; l a mitologfa inventad~r los pueblos politeieta.s; e l legado de las li teratur:is de reia, de la India Y Arabia dc11puée de la ca!da del im io romano herencia feliz acogida er. plena Edad Media, hasta la literatura contemporánea. la novela ha sufrido el vérdgo necesario; el que ha de sufri r los organismos del mundo; la sacudida l!D el largo proceso del obe lisco ascendiendo al eepacio como el espfri tu del cristianismo que, al contrario de In filosoffa musulmana que bate sus ideas ni rna del P.o l-

He abf una cosa. espa ntable: pulfr la.frase , corregir, no con la locura de Balzac, de aquel Benvenuto Ct;llini de las lctr.as que mandaba á de tener lna máquinas para cambiar por décima vez una palabra, sino con Ja admirable savoir /aire de Camille Lemonnier, cuya ºprosa es un caudaloso rio. •Para ~~cir una ~osa, no hay dos vo~es-decfa-sólo hay una: el estilo es un ritmo y ese ritmo es el movimiento de mi alma. • Y de qué modo sin ejemplo amaron la verdad aquellos hombres! La inentira en el arte, irrita; es aborrecible mu cho más qµe en la Vida ordinaria tal vez, y no hay frases bastante par& censu rar agriamente á loe escritores peco escrupulosos que han caldo er¡ tan lamentable vicio. Todos esos dioees de ias ideas nos han hecho Inclinar la fren te; aún tenemos los ojos humedecidos por la emoción de las cosas que nos enseñaran sin quere rlo. Dicen que en el mundo creado _por BfllZac, muchedumbre que hu ele á corteaana Y. apesta á vi~ i o, es falea la vida, pero se oyen gritos de pas16n Y carca1adas de. bestias. ACm parece que Emilio Zola nos mira con tristeza á través de sus cristalee y .la frente alta C( nlo una torre batida pcr los pensamientos, mientras los hermanos Goncourt diUa.n tras st una estela de recue rdos. Todos han tras puesto el obscuro dintel de Ja muer te hace pocos años y yu ¡ipenae hay fra&ea de amor consagradas A su memoria. ¿CuAI seré el destino de la novela? Desde el primer grito de la human idad en la epopeya, orfgen de aquel géne· ro; la inmensa noche de siglos donde reposaba Ja iniciación de su dcsprendim i en~o, sombra que no puede interrogar el

;1

1

r

:r~;r;s::c:~n~:s~:e~e:~::~s r:~~~;rs:i1es 1~~::a~~o :rcjt~

1

los brazos como oración al Dios que rij e los mundos, al dbefio del bello sol de la esperanza. •Vida N~eva • no ha sido esc ri ta con menos cariño éjue sus hermanas anteriores. Ella es palpitación de la vida social, con l88 mismas sonrisas y dolores de l.!_ gran familia humana. Su asunto cabe en cuatro lineas de gacetilla; es mi hija, y tiene sin yo desearlo mis nervios y mi sangre. Sea cual sea el destino de la novela, ella viviré siempre cada vez más humana, cam inando á compás de los pasos !del siglo. A veces, falsa, harta de perfumes, vaporosa, idea l, mentida. hecha para espfritus frfvoh:>s, para aérea enfermos de pasión, soi'iadores impecables que arrastran su t6n i c~ de aire tejido bajo la luna de un cielo siempre azul ; otras ve~es, ruda, valiente, vengadora; poder que hace bajar la frunte para decir. •pensad, sentid• mostrando el horror de las miserias del mundo, charca pestilente que es necesario cubrir de bendiciones y amor en bien de los que sufren y lloran, siempre la novela subaistiri. como mano terrible que sacude las entrail.ns del mundo. t Michelet es un cantor dulce y tierno que adora de rodiJiu el buato de las mujeres; Pelletan mira Jos hombros ~ su companera eatrecb.Andola contra su pecho como hermano para hacerla su igual:. eS un obrero rudo, pero ensetiá A i'luerer la libertad; no ruega. domina sin ser t irano; se liace amar como hombre; hay algo de machQ en su contextura 0

1


rrv. Rg6níca, tipo QUe anhelan Jua ma . rr TaJ. parece que eJ libro ha de ser uf· m!:: :a ent7' .. .. almaa, palpitación de la vida, semi!~ d e aque as oe-

d''

el corazóh como u.na risa

mo los cimicnt.os del

,

.

e oro qae eatalJa en

Him~;y~ l~~';;do•:~ e~mo,. hierte co-

. .· por loa gie-antea de la id el yunque del wnor •arnieato.. . ea,. 1OI d1vHJ01 •fclope1 del pen .

J ..

• J.

au.u: LEVLS ..

'

-¿Cómo 'Se llama la novia? ,·- 1 - Elisa del Olmo, ' · Una linda cabeza 'Se adivinaba al través del velo; loo encajes se confundían en la blancura de la seda, y todo.el busto de mujer espiritúal demostró en la hora solemne del destino. -¿El novio! - Felipe Galofre. Un buen mozo. El frac cala sin vi'olencia desde los hombros; la frente alta, serena, y en los ojos una expresión de. intensa alegria. La voz del sacerdote resonó profunda en medio del silencio: -Mirad, hermanos que celebrais el sácramen· to del ¡natrimonio. ~yudaos el uno al otro á llevar las incomodidades de la vida, y flaquezas de la ancianidad. Amaos GOmo Cristo ama li la iglesia, dulce y eternamente. ' De pronto el órgano oculto en la sombra .dél


" 2

3

VIDA NUEVA

~oro, gimió una oración de armonlas sobre ilquella carne de juventud que ofrendaba á Dios la ·eternidad de sus amores.

Era una iglesia pequefta . . Las paredes blanquísimas animaban el brillo de los ornamentos· Ja luz de los cirios al herir la obscuridad de los al~­ res semejaba fatir de chispas de colores, pedrerfa fugaz entre las imágenes. • Una lám.para temblaba su luz bajo cristal rojo; parecfa un o¡o sangriento expiando la nÓChe. Las naves del templo, desiertas; nadie vagaba entre las columnas. · Dos figuras negras acababan de alejarse sonando al an<jar las cuentas de los r0sarios. Un airecillo '!gradable penetró moviendo un instante las flores de papel átadas con cintas . azúles. En el altar mayor, los candelabros, el tabernáculo Y las cruces de plata reflejaban temblando la luz de las velas.¡imarillas. Una imágen de Jesús con los brazos abiertos como si en ellos quisiera estrechar á la humanidad en inmeuso abrazo de redención,. se alzaba noblemente rodeada de misterios, sfmbolo de paz en los hogares del mundo. El sacerdote, un hombre grUeso, de voz profun~ Y cabeza fuerte; el cuello corto, oprimido, pal~1tante la carne rosada; sudqroso, moviendo . encima de los espejuelos sus ojos inquietos, agregó :,

·f

-Vos, varón, com~adeceos de vuestra" mujer; ella es cristal más delicado, vruro mA:. frágil; · com:i>B.t1era 08 damos y po 'SlerVll.. .V~ . esposa, estais uniaa á V\re1!tro tr.1lri00 e:n rodo; despttcisd la l>?mpa de vuestras galas en gracia á las bellezas de vuestra alma: Sed como vergel cerrado, fuente sellada por la Yirtud y la castidad; no ameis más que á vuestro compallero. Obedeced y halagad al espooo que os toca · en suerte, y pensad que dareis cuenta l. Dios de vuestra vida, de •Uestros hijos 1 de vuestra familia.· ·

l.a uni6n de las almas se mostraba: en todo su esplendor. La mujer habla de ser defendida por el fuerte brazo del hombre, y ella ·ofrecer sus dulzuras, sus caritios en la.herencia de amor. Un pufiado de flores cayó sobre el . blanco traje de la novia, ofrenda de aquella juventud feliz que mostraba sus bustos cubiertos de blondas, y sus lindas cabezas agitándose ·entre el. suave aletear de los abanicos. El órgano temblaba en el .silencio su oración de armonla. Tras los novios, la sefiora del OJmo, madrina, no habla . cesado de · agitar las cuentas del rosario. Oraba como si tuviese n~idad de pedir para sú hija toda la dicha del cielo, mezclaRdo en sus ora· cionés el temor al cansancio en el hogar, á la aura drueba del matrimonio donde sin valor y abnega-


4

VIDA NUEVA

ción naufragan los suet\os de la juventud. Viuda de un oficial del ejército espaflol, la seflora del Olmo consagrada aJ r ecuerdo de SU marido vivla COn Elisa, y un hermano, ex- teniente q~e no habla querido volverá Espafla desde la guerra. Romero, solterón, arrastrando una pierna que habJa echado á perder las balas yankes; rebelde casi siempre de mal humor, grut\la por toda la casa. No podla_soportar que ahogasen ' su~ ganas de re!\ ir, y aquella fisonomía angulosa duet\a de soberbios bigotes, s~ tornaba !!~ida ante su he\'."'ana tranquila siempre acostumbrada á los rugidos del viejo soldado. Junto á l;l sef\ora del Olino, el seflor Galofre, padrino; grave, reposado, asistla á la ceremonia envuelto en una pesada levita construida en Parls. Tras loe cristal!?• de sus lentes de oro, movla unos oHllos maliciosos y penetrantes. No estaba muy_satisfecho del matrimonio. · La novia era linda, buena, llevarla con dignidad el apellido Galofre, un apellido de prestigios en la ·banca entre gente de influencias en otro tiempo, pero no bastaba ser buena y linda. -Felipe, pensaba el sellor Galofre, merecia una chica de posición; esta boda .destruye mi• esperanzas de t.ener un carruaje, un par de yeguas de majestu080 trotar, y sobre todo, un automóvil, mi suet\o de toda la vida; una, máquina Franklin

J. ELIAS LEVIS

6

· que atruene lasicalles con la bocina, importancia que yo merezco. Enamorarse de una chiquilla pobre, ¡imbécil! enamorarse como un cadete Y atr<:" pellarlo todo para hacer una tonterla que 1Il.1ta mis su ellos . . . . n6, no puedo resignarme; · y el sellar Galofre alisando vivamente sus ' patillas de banquero arrojaba sobre la concurrencia una mirada de.desprecio. Todo aquello le creaba un gran malestar, y sentfa crecer· su c61era cuando encontraba fijos sobre él los ojos del. t.enient.e Romero.

--Soldadote rudo, agregaba, pobre diablo sin suerte; neurótico que te atreves despreci~r á mi hijo que vale más que todoslosdetucasa. Siempre-estas hablando de tu• campallas, mamarracho convertido en oficial sabe Dios por qué. Al lado del sellor Galofre,, metido en un buen sortout que dejaba ver las solapas del frac Y una flamant.e c'orbata blanca, Colmenero, un prominente abogado orador de fama, asistla á la cere':"onia acariciando nerviosamente sus bigotes de militar. A la izquierda Raimundo Hedilla, un j6ven periodista ~edactor de •El Heraldo• chico poeta que se mo'rla por los · flirteos galánt.es, escribla nombres en su carnet. La ceremonia .terminaba. 1..as tnonedM, p~i­ ~ tributo del hombre á su compaflera, cayeron


' VfDA l'IUEVk

•obre la bandeja de plata; el sacemote pronW1ci6 aus últimaa elOhortaciones y levantando 'u n bra» envió á 108 novioi. su bendición. Le. concurrencia. 4!e animó, las manOB se alariaban; todOB querlan ser los primeros en deseu felicidad y &onarol> algunos beliOS mientra.. crugfa11 laa falda.a sobre 'el · pavimento de la. iglesia. Afuera, frente. al atrio, ag:uardaOOn loe carruajes. Un aire fresco sopló á lo largo de Ja. calle. Em una. noche clara, húmeda. y á. través de los árboles la luna ba!\aba. con suJuz el techo de las casas brillante bajo la fria lluvia de invierno. Fué animado el regreso. Durante un momeo, to los coches culebrearon y ,las piedras de las joyas lanzaban cltiapaa heridaa poi: laa luces de loa faroles. En la carretera fué necese.rio cor¡tener loe caballos. Dos automóviles, soberbias máqufoas Reo, penetraron en la avenida. Los curiosOB ae agolparon Y alguien dijo aieilremente ~-iBoda, boda! Una 1111be de polvo envolvla los carruajes y Santurce ae mostr~ en 111 larga fila de ~halets, casas de campo Y li11dos hotelitos. Los jardines ingleses •onfundlan SUi' perfumea, y . 1116 vidrios d~ eolores iluminados por las luces eléctricas arroja~ ban sobre la blanca arena •us re8ej 08 de iris • . Un polvillo de ªlt\18. 'azotaba · las hojas de Jos

J. ELIAB LEVIS

7

l\rboles; los globos . nevados en lo alto de las ·estatuaa de bronce en medio de lai fuentes, temblaban sus reflejos en el agua.. Sonar de campanas, . estrépito de bocinas y timbres de alarma animaban la carretera, y los carrw eléctricos llenos de via" jeroe pasaban zumbando ~obre los largos rails de la vla. · Los coches se detuvieron. En el nido de los· novios, una bella casita rodeada de árboles pequellos y enredaderas de campanillas rojas, esperaba lí la concurrencia el sencillo /nqfet .de la boda. Un leve susurro de risas nerviosas acogió á la concurrencia, mientras el ruido de la vajillaen Ja galería animaba con su música la charla. de los convidados. Era una salita belllsima; muebles dewrdenados á la moderpa, cortinas lijeras de punto de esplritu; estatuillas y vlrgenes modernistas iluminadas alegremente por bombillas verdes ocultas entre el ramaje de acero. El lecho nupcial rojo y blanco dejaba ver los brazaletes de . metal doradÓ, y en los almohadones, los enlaces de hilo brillante. En el saloncillo rosa los regalos haclan un conjunto feli z! Joyas, pintura•, telas, abanicos, perfumes .. todo mostrado sin alardes; sin fatigosa exhibición aris~rlítica de mal ~sto. • El comedor estaba lleno de luz. En el techo,


8

VIDA NUEVA

desde un globo nevado, cuatro brazos de cintas rosa bajaban·á los extremos de la mesa. Dulces, helados, champagne .. .. El patio ap"arecfa cuajado de bombillas de colores ocultas entre el ramaje co·mo chispear· de · piedras entre flores. ' Los bouqw¡ts atados con cintas blancas, · y los ramito; de ~ioletas al borde del mantel, hacfan del ·comedor un alegre saloncillo de boda. Todos estaban contentos, menos el grave se1\or Galofre. La no"via habla ido á ofrecerle una copa de champagne, y el buen senor después de acercarla apenas á sus labios, la devolvió diciendo con sequedad:-'Gracias. En el sálón se charlaba alegremente. Lis! y Blanca Archeval miraban demasiado al chico redactor de •El Heraldo• cuchicheando entre las amigas. Aicla Martorell una rubita adorable, secretaria de cierta asociación para viejos desamparados, se acercó al grupo y mordiendo unas almendras riqufsimas preguntó mientras hacia guinos maliciosos con sus ojQS azúles: - ¿Quién es ese tipo de la levita, es el fotógra fo, chicas? - Nó, secretaria, es un periodista que acaban de presentarnos. - Tiene aspecto de poeta decadepte, cantor de · noches azúle•.

J, .ELIAS LEVJS

9

Lis! murmuró en voz baja algunas frases , y estalló una carcajada que hizo arrugar el entrecejo al senor Galofre. En un extremo del salón, algunas amigas tra- . · taban de animar á la senora del Olmo. -No puedo evitarlo, decia ; soy dichosa porque veo á mi hija feliz. Ellos se quieren y nada más es preciso cuando se es joven. ¡Ay! pero yo estoy muy achacosa; no podré serles útil mu~ho tiempo y me espanta la idea de que mi pobre Elisa' quede sola en el mundo, lleguen los malos tiempos y el amor huya. - No bay motivo para tanto, dijo la:. señora Campallo, no debe Vd. anticipar. temores ; al cobtrario, piense en que tal vez la hagan abuela jser abuela! qué cosa más agradable es ser abuela, madre por segunda vez; vamos ¿'Ud. sabe lo que se quiere á los nietos? Eso es encantador. Y la s~ñora Campallo cruzó los brazos en infantil alegria de abuela. -Es que tengo miedo, un miedo horrible. Yo adoré á mi marido, y él me hizo una victima de sus locuras. Dios se lo haya perdonado. No ful feii l y solamente el grande amor que profesé á mi companero fué lo que f1Udo sostenern:ie en el l~rgo martirio. ·Casi siempre la mujer es la victima, y á veces cuándo menos lo necesita se queda sola.. Ya


10

.

~.

saben Uds. lo que es una sel\ora sola, y si es bonita la viuda, milaiiro será que no deje el Pellejo en manos peligro s as . Mi Elisa es buenl!., quién sabe si no perderá la cabeza, porque ¡oh·! el matrimonio, qué difrcil es el .matrimonio! !_)e necesita un carillo inmenso, una abnegación sin lfml~. ¿Llegarán á entender•~. se amarán sin cansarse, podrán soportar la ruda prueba de la juventud, esa juventud a.tolondrada, vehemente? . .. Estaba un poco nerviosa, y temblaban sus manos. Alisó sus cabellos y tratando de serenarse agregó: - Perdonen Uds; las estoy molestando con mis tonterias, per~ aqul hay madres y. ellas com-· prenderán mis temores aparte de .que la feria ha sido buena para pocas, ¿verdad, dona Hortensia? -Cierto, attadió una anciana de fisono¡nla bella aún y ojos azúles. Dona Hortensia Salazar vruda de Mnrillo lucia majestuosamente un traje negro. En su rostro surno é ir,clir.2co b•cia la h,.Ca desde el comienzo de la nariz como casi todas las mujeres, llevaba ~ expresión de un carji.cter bondadoso y prudente. A j uzgar por sus palabras, aquella sedara tendrla muy visiblemente levantada la parte posterior del cráneo como tod~ las personas tenaces en sus empcttos. El pelo de blancura intensa estableéla

tonalidad agradable con "ieiM!lmln""'-da.-lkl...l!!l frente. Hablaba' sonriendo, en aonrísa ~ nitto¡. y pareció que asociaba gratos · recuerOO., 1I11entras¡ deela: -Cierto, fuf 'feliz en mi mátrimonio. Hace ya seis .allotl que estoy viuda. Y aún no he podido acostumbrarme á la pérdida de mi marido. iPobrJ Lucio, tan bueno, tan complaciente! Sin em~, no vayan Uds. á creer que me costó poco traba¡() aquello. 1.1.>s primeros afio> fueron espantosos para mi, de una prueba cruel y de resignación sin limites. iAhl pero yo supe esperar, y en eeo consistió mi triunfo. · Loa hombres son casi todos muy orgull< •JS ; no gustan de que iÍe les contrat1e Y hay · que dejarles hacer cuanto quieran. Llevar la contraria es el fuerte de 108 maridos. Son niflos grandes. Al fin llega el cansancio y entonces son nuestr08. Es un error querer luchar con .los hombres; en seguida piensan qtte se les · quiere. dominar. Nó, nada de lucha ; hacer que se cons10nte · para obt!!ner justicia luego, es el mejor camino. No ae.¡ieceaita más que un. poco de talento, Y alg~ de milJIO ¿eh 7 la receta es fácil, sólo que algunas ~ no saben preparar bien el remedio Y se queµÍan las manoe en la llama de - su ' Impaciencia. y se echó á reir ,nuevamente. ,Parecta ~eii:¡: habl!lndo aal ~Iarnando :au triunfolde mujet. dis-


12

VIDA NUEVA J . ELIAS LEVIS

creta que sin comprometer su dicha tuvo fé en la gran fuerza dei corazón. . - El matt;irnenio es uria calamid\'-(1, mal negocio para nosotras, dijo una sellora gruesa, de ojos negros que relucian á través de loo c!istales. Esposa de un inteligente compositor, la sellora Venegas habla paseado sus fatigas durante largos anos con su marido en vida errante de artistas. Tenia el ángulo facial recto acusando un temperamento varonil; mujer que no se arredra ante obs- · táculoe. Madre de seis diablillos, loé reducia al orden á fuerza de pescozones y gritos cuando los nervios del comlJOSitor estallaban en el gabinete de trabajo. Hi~btaba mucho, de prisa, atropellando las palabras, haciéndollls brotar llenas de sangre como si obligada á guardar silencio bajo el techo . de su felicidad conyugal, aprovechase las ocasiones para desahogarse. -Si, una verdadera calamidad. Yo no puedo quejarme, claro; he unido mi suerte á la de un hombre que vale. Siempre 'completa nuestra aspiración un apellido de cierta importancia intelectttal. Bien ¿y qué? Soy como todas 188 mujeres, una victima del hogar frente á esa soberbia del hombre que echa siempre sobre ·noeotras el peso de la culpa y que jamás nos concede tazón. Se fatigaba hablan.do; mov(a á todos - lados su

13

cabeza fuerte, agitando loe brazos pesados llenos de 1 carne. - Seguramente, la seflora Venegas no ha leido nada de Balzae, por lo menos la .1Fi8ioUJgfa ikl matrimonio., afladió Rairnundo Hedilla. -¿Y qué dice ese caballero, puede saberse?' - Del mismo modo que un gobierno, un marido no debe confe~ sus errores. Si rectifica, su pOder quedará destruido por el oculto sistema de la¡ dignidad en la mujer. Marido que se confiesa equivocado, es hombre al agua. - Bonita manera de razonar tenia el sell.or Balzac, esposo inaguantable desde luego, -homb"" como todos. Si asi resultan sus pecados como novelista, se ha lucido esa gloria de la Fran~ia. 1En suma, yo detesto del matrimonf~ y cuando pienso que mis hijas querrán casarse algún dia .... me doy á todos los diablos. Y siguió la charla de protesta. Para ella la paz del h~ estaba destruida; el amor era mentira. Se .habla hecho del matrimonio 'una nueva faz en las nego,ci6s del mundo. Todo e~ cuestióJ de intereses, de conveniencias, de egoi,mos br.utar . les; ~eceria perfumada adquirida á .precio de oro; 'circ9 financiero .en el cual los corllf>nes sed+. sangraban in<itiles hundidos en un rincón 1>9r el empuje del rey dollar. Y el matrimonio a.!sdF


. J. ElJAS 1.EVIS

14

VIDA NUEVA

luego era una institución sétia, respetable, pero las cosas no pOOlan seguir as!. Seguramente el ~un­ do iba ' ser barrido por grandes aoontecimient.os, por una revolución, puest.o que loe h<tmbres lo hablan qu'~ido en eu egoista terguedad de ser loe más fuertes, los.más aabios ... . y _los más ridiculos. Estaba fÚriosa; la sangre querfa ahogarla y al fin se rindió t.osiendo, ~Mndose aire· con el rest.o de abanico aalvado del huracán nervioso. Aida· Mart.orell dando un beso sobre los cabellos á la viuda d~ Morillo, expresó: - Dona Hortensia, cuando yo me .case quiero que Ud• sea la madrina. -Aceptado. pero con la condición de que ~o celes demasiado á tu marido. Acabarlas por reilir con él obligándome á intervenir con más frecuencia de la que yo deseara. -¿Cómo se entiende eso? Cuando n~ se cela, no se quiere. - Eso es discutible, chiquilla. Todo indigesta en esta vida cuando se · abusa. Hay mujeres que no saben conservar su tesoro ni ser prudentes para conseguir que el marido no se hastíe demasiado pront.o y encuentre siempre ·grat.os los besos de su mujer. Yo creo que unos celit.os finos, discretos, no desagradan ; además ¿crees t1i qu_e los celos-son hijos del amor?

Dftd,e;~Y

16

I

1

¡

-Cl'-ro. &lnr, hay celoe. . · -I.o qae q•ieras pero te participo que u.a rau- . jer hoarada RO'Perraite que la celen. Ka -a na det- j c:onfiaua da! l\41D1bre 1 yo lá. considero cursi sobre· . todo si BB hay moti•M. He conocido .á llluchas 1 :sellaras que mata~n á celos á sus pobres maridos, 1 y sin 11mbargo . •.• •te.do Madrid le> sabia, tGdo M l· drid, lft8ROS ~lo 1 - ¡Bah! Groo que usted no encofttraba placer 1 en ciertas cosas. llle parece que un matri_monio qu~ rilie, está sublime. Confieso que lio lo. ·puedo ¡ <evitar. ¡No ·palear nunca; quererse toda la •ida tranquilamente! jqu~ mon6ti.ft0 y triate debe resultar eso entre maridos! Cuando sien\Ó deseos de :reftir con mi no.fio, no estoy tranquila hasta que ~tallo iel 'JlODre! se polle colorado y haego Yiene tan humilde ce>n una cara de bobo qae me da unas ga~· de reir .... - Y bien ¡c6mo celarlas tá! S>Q1<111iG11do que t urieras raii6n. -¿YG, z·araftando al traidor, mordiúdole, C<>:rniéndamelo 'pedazos. Y Aida crispó sus dedos, torci6 la boca simulando )1n 6dio feroz como si estu'fien en 'presencia del espoH infiel ,Todas se echaron f. reir. -Yo ne> riíe"casarfa,contigo, dijo el extenie11te Romero acercándaee al grupo. ¡Rayos con la chiquilla!


J

1

VIDA NUEVA

- Ni yo con Ud. iMiren al viejo ese! -Gracias por el cumplido. Tú ignoras que yo era un buen mozo en el ejército. IAh, mis tiempos de militar, mis conquistas, mis triunfos! En el comedor se escucharon algunos taponazos; se servia el . champagne, y .el viejó militar . aplaudió. -¡Bien, bravo, salve al noble licor; músicas y hoaores al que es padre de todas las alegrlas y hace feliz á tantos mort.ales. Yo te bendigo champagne, licor de los dioses, bajado del cielo! Y tomando del brazo al abogado Colmenero, le empujó al com"edor. Una • bullanguer!a reinaba en el saloncillo. Lisl en presencia de un bizcocho monumental hacia la distribución. Todos loe ·concurrentes estaban interesados porque se sabia que el dulee ocultaba anillos de oro, monedas 'y figurillas de plata augurando bodas ·pr6ximas, descalabros amorOBOB y dichas perdidas para siempre. El champagne cala en las copes. T,.Jn choque de cristales se mezclaba á la risa de los concurrentes. Ya se habla dlstribuido las "galas de la novia Y los eaballeros luclan botoaes de Rzahar y fragmentos de velo. Elisa ofreció á Eusebio \a primera copa de champagne, y el seflor Galotre se atrevió á murmurar' mientras bebla: ·

J .' ELIAS LEVIS

17

- Ojalá que sean Uds. felices. Y la novia mirandol!\,fijamente: · -¿ Ud. teme que seambs desgraciados? - Nó, de ningún modo, pero no basta quererse mucho. Cualquier imprudencia puede .niatar para siempre una felicidad. Es. necesario saber dominar las situaciones, no decir nada ofensivo ja. más .... jque Dios te ilumine hija mla! Y se alejó mientras loe novios sonrelan. Estaba deseando que se' terminase aquello para huir de alll, herido en sµ ambición, mortificado por Ja dicha de todos. De pronto se escuchó un grito. -¡El anillo, el anillo! . Aida Martorell levantó su brazo derecho, mostrando el aro feliz. El rostro enrojecido parecla estallar de alegria. -¡El anillo, voy á casarme pron~! Lo siento por la pobre Laura que acaba· de esconder el mufteco de solterona. Estalló ~n el' comedor una carcajada feroz, y la pobre Laura Salazar se puso roj11 de vergüenza. . - i Q~é dialilillos son esas muchachas! dijo el ex-teniente haciendo chocar su copa con la de un caballero que ostentaba en su mano izquierda un costoso briilante. ' 1 Y ~ndo á 8orbos el licor, agregó con cierto entusiasmo:.


J. ELIAS LJ>VJS

rs -¡Ah! mi vida de militar, qu4 'bueno.. rato.J como ellte, he pallldo. -¿,E• !Juena la vida en el ejercí~ - Y e no puedo cpiejanne. Cierto o¡ae á ftceSI ce pa11111 unos aperree& treme1111.,.:, y llufa uno c<>mo toro de Miara. lBah! pero ~ que eoharlb .á.

broma; no pelder el kien humor. Además cuand() ano ea buen mozo el unifonne 1e mete por ¡,,.. oj°"' tie lu chioas .... y ya ID.be ua*ed lo clemia.. -Tie11e bueno. recuerdo. ¿eh? -Ya lo ere•. No 1e me lllviCa uu. zredbelW se ojoa 'ferae.¡. Amparo que me tuvo de1amparadll unos cu.U,te. me1e• iQu4 moza, .lo.. Aurelio, qué mozaL Paae.ba por laa calle. coutoueando la1 eaderas, Y en1eliando la punüta de ..., pie tan chiquitito y tan DIODO, llll pie de muier puetto-rriq uella .. . .. vamoo, q•e era COI&. de re111iine en. campo raso, sin combatir; entregar las. . baRderas, las arma. y hasta la eaia del batallón. Romero ae animaba. Su fiaonomla an¡¡;ulosa. paresia rejuvenecer en el calor de 1"" rejluerdos. De prÓate ee tom' aliio preocapa&e ciomo li le atonnentaoen re&1Mrdo., y lan:.G ur¡ lUllA aua.piro. Y i011 Auelío todai• en ·ef &ornbro~ -¿Cómo no se ha cuado, Ud? -i,.Yo, casarme yo? q¡¡é. barbaridad.. Caasrse

uaa

19

ES una cosa que siempre me inspiró un mi!'dO hor· nble. ¡Casarme yo, qué blfrbaridad! Hablaba resueltamente y desde luego era un eonvencido. Bastaba verle el· aniquilamient9 del órgano occipital para comprender que aquel hombre no tendria inclinación al matrimonio. Volvió á sus ideas arqueando las cejas, unas cejas altas y ]>equelllls, vagas lineas denunciando un car~cter ]JOCO reflexivo. - Mire Ud. don Aorelio; hay homllres que no lian nacido ·para casars:?. del mismo modo que muehas mujeres. Empellarse en lo contrario es una grave imprud~mcia que ya ha costado muchos disgust.os á personas que pierden fácilme,µte los estribos. i Diablo! lle les va ei santo al cielo en cuanto ven en la calle un poco de pierna y algunos peligrosos balances de cadera. En ..eguida á la carga, á la bayoneta cueste lo <¡ue cueste ; el macho tras de la hembra, y ya está un hombre dispuesto á darlo todo, nombre, porvenir, tranquilidad asl como quien se :arranca dO'! pelillos de la cara. Yo fu( en toda mi vida de militar obediente á la disciplina, pero e n asunt.os de amor soy lo más indisciplinado d~ mundo, vamos, un r ebelde, un desertor que' hay que fusilar por la espalda. Vea Ud. yo quise mu· cho á las mujeres ¡ vilgame Dios! y moriré queriéndola.s , ¿cómo no? si "'!" lo único grato· que hay en


VIDA NUEVA

este mundo; créame don Aurelio. La mujer es un dulce que no empalaga, sal que no molesta y pimienta que no pica. Si no hubiera mujeres en el .mundo . . .. vamos hombre ¿para qué iba á servir la vida? Pero me gusta de las mujeres su f~lse­ dad, su inconstancia ¿qué quiere Ud. ? Yo me figuro que no' hay una sola · mujer capaz de querer ' siempre á un hombre, siempre sin c¡lllsarse jamás. Quizás no tropecé yo sino con loquillas que me hicieron feliz traicionando á los otrcs, y llegué á decirme: rmira Romero, no te ea.9es ni con la Venus de Milo.• Después, con. la edad he rectilleado un poco porque no está bien hacer salvas de honor al escándalo .. . . y sin embargo á veces creo que toda vla tengo razón. Don Aurelio ~o respondió. Tomaba á sorbos el champagne con . cierto aire distraído. Seguramente estaban hiriéndole las palabras del viejo oficial porque varió la conversación. -Ud. fué herido en la guerra con los americanos, ¿verdad?

-SI, picaros yankes; me han echado á perder esta pierna y no se lo perdono. Estábamos en G~ánica; éramos doscientos cuarenta hombres nada más mandados por el coronel Puíg y estuvimos haciendo fuego desde lás tres hasta la nueve de la matlana. A,esa hora nos replegamos. Don Au-

:relío, aquellos bandidos nos tiraban con balas explosivas, ametrallándonos en campo raso. ;Cobardes! :no se atrevieron avanzar hasta que nos !ara-amos de :illl. Estábamos llenos de ira, reventando de sÓber· bia, todos; los mismos soldados jóvenea poco acos· · tumbrados al fuego no querían retroceder. Recuerdo á un pobre chico de la cuarta compatlla á quien deciamos por.mal nombre Cabezota. Estaba escon dido un poco tras de unas tablas y algunas piedras; solamente sa-caba su enorme cabezaparadisparar, y eada veii Que lo hacia lanzaba una exclamaci6n-"¡Tocimeros! un tiro, ¡H;jo1 de mala madre! ·otro tiro, ¡Viva &pañal otro tiro. Acabá por echarma á reir y le diJe:- Mira muchacho no saques tanto •esa hermosa cabeza •no sea que te la escabechen. --Que va.mi teniente, esos tfos PIO·mematan, co.rtest6. I ba á disparar cuando le vi dar un lialto y ca~r desplomadO:. Le hablan partido la frente de un b::· lazo. ¡Pobrecito! rodó ua poco temblando las piernas y con las manos erispadas hizo un esfuerzo tratando de lhantarie sobre las yerbas, hasta que qued6 muerto con la cara al sol. Pareae quo le esto~ mi· .rando. · A veinte J>~ de Cabezol<l ocurri6 una de!(gracia que nunca olvidaré. Los militares se acostumbrau á mirar Ja muerte con .i ndiferencia, pero á veces pasan unas ca...s •• Dead~ la.mai'lana tódos ha-


22

VIDA NUEVA

blan;xis visto á una pobre mujer cubierta de fange> que ansiooa preguntaba. por un chioo.C<M"neta. Corría como una. loca entre las filas de hombres, y n<> quiS<> ~chaz'Se á pesar de QOO el home> estaba. bien caliente ¿Cómo llegó hasta. nosotros aquella. mujer? No lo sé, y lruoo un instante en que la vimos cruzar entre loo árboles y caer barrida. por _un metrailazo. Luego se supo que la íafeliz habla jurado n<> aparlanie. del corneta y morir con él. iPobres mujeres, ·alegrf113 de Juan S<>ldaifo! A cada momento Regaban ¡:m-tes al coronel instándole á que retrocediera. ¡Retroceder sin batirnos, nQ faltaba IBAs! Y habla. que ver-si twnbamos á muchoo de aqueDos ladrone!f, porque ye> Yi en un reco9<> donde se habla: ocultad<> ef enemigo, gran trechC> de lodC> m.,~clado con sangre uniformes rotos, srma& y arreos. Entónees me di cuenta.deque e9taba heride>en esta. pierna.que y& DO me sirve para naaa. !Maldita. sea! -¡Qué guerra, Romerv, qué guerra. -N<>qwere>acordarme. Cada.vez que 'llene' i.la.memoriael recuerd<>de COl!8IJ q~e ¡:Jmlaron, 'Se' 1ube una.cooa á.la. garganta,. y nC>eé le> queme su•ede. Máir vale olvidarlo porque eso oo tiene re-· medio, pero le digzy á. Ud. que es ¡J8nl' (fU1!mÓl'Sele á un<> la Sllllgre. No-hace muclro tiempo, U'!l chico 11JJ.e. perteneció á. la compailia del capitán Sampe-

J. EUAS LEVIS

dro, me.,contaba cómo se verificó la evacuación de Arecibo. El muchacho !fe conmo\'(a aún al recordarlo.-Mire Ud. mi· teniente, decla, era necesario f salir y estábamos intrigados porque se dijo que nos iba á silbar Ja gente del pueblo . ¿Silbarnos, por qué? El soldado es soldado y no tiene más que obedecer; lo demás son pamplinas. Llegó la hora; cada cual recogi6 sus bártulos, nos metimos en fila, y andando. Todo el mundo iba con el arll\ll á la funerala y el ~orazón oprimido; as! pa• samos por medio de una larga cuerda d,e curiosos. Nadie dijo una palabra; aquello parecla un entierro y yo solo ola el ruido de nuestros pasos sobre la calle y el traqueteo de las ruedas de los carros. De pronto yo no sé á quién se le ocurrió decir :· Adios p<11ra. :riempre, · y entonces ¡rayo de Piosl nosotros que hemos visto la muerte cara á cara muchas veces ; que nos hemoii batido como leones ; al pensar ev la derrota y en que nos lbamos para no volver; al pensar en la pobre Espafla y en sus desgracias . . . . créalo Ud. mi tenient.e, algunos oios se llenaron de lágrimas. Íromero eetaba agitado. El viejo mllital\se11· tia encender su corazón al recuerdo de las desven. tura¡i. Abandonó BU cl,pa vac(a, y cruzando fuertemente los brazoe, agregó: -iCanlbalesl atacar una ciudad dormida; bom-


J . ELIAS LEVJS '

vmA NUSVA

bardearla sin aVisar coro'.) si no hubiese enferm:H, niños, muieres y gente indefensa. Eso no . se ocurre más que á locos ó borrachos. Aquel 12 de inayo. no se olvidará nunca de Ja memoria de estos capitaleños. iQué barullo, Cristo J esús! No es para contarlo. Vaya un mo:lo de tirar cañonazos y ganar fama da salvajes los tios de Ja gran re• pública. lba á continuar cuando estalló uña g¡-an car· cajada. La alegria retasaba en todos los corazones, y el seftor Galofre á pe'i.ar de su gravedad se rei!i murmurando: - El d iablo de muchllcho. Se palmoteaba de un modo atronador.- ¡Otro brindis, otro brindis! - Rom.ero . venJ l Ud. il brindar t~mbién, · - ¿Yo? ~~dar ,yo por gente que se casa aun· que se tra!'e:dé·ljill(i;obrina? Allá Uds. pon 9us loeu• ras. Y~ ine 1Ócontarán cuando pasen algunos anos, la.mujer esté berreen los chicos, lleguen los :malos tiempos y al marido se ]P. pasen las ilusiones. 1Prosa pura! ~ ¡ Diablos! A escuchará Ud. nadie se arrice· garfa á entendérselas con el juezócon el señor .c ura en asuntos de matrimonio. · · - Si, señor, y qu·é cosa más vulgar es casarse. Lo mejor del asunto son las ilusiones, y éstaa du0

f;,

25

ran muy poeo. Bueno; allá los que . ~ierdan la cabeza y les falte tiempo para acogotarse cuando les \pase el berrinche. · · Don Aurelio sonrió como si hubiera en su pen· ~amiento el calor de ideas en lucha. Hubo un· ins· ta¡ite en que pareció revelar el comb~te que sostenla para no hablar, no ser expansivo; trató de serenarse y encarán·dose con el militar, dijo: -¿ Ud. piensa que no hay más que horrores en la vida matrimonia:! ; n~ es posible la dicha en ese eterno deseo humano r Romero movió brutalmente los hombros, Y como si hablara consigo mismo: - No me convencerá nadie. Se aman 6,qeen amarse. No ·hay más que sueños, ilusiones, espe· ranzas. Caen en el asunto, después llega la ptosa, el fastidio . ... ¿comprende Ud. eso? el hastlo, la idea cruel de estar atado toda la !l. utia sola mujer. ¡Córcholis! Hizo con los l¡lbios una expresi y contrajo los músculos de sus cej muró: - Adem!l.s, ¿es posible creer en!"'i1:'a'f!'!l:em1::!'l:lr'1111-....:,_j caer nunca én la desconfianza, en la duda? -¿Lat duda? sf; la duda es mala. Don Autélio Mendes era ui¡ tempera~ento bi· lioso. !'>~do al sen¡¡u1diamo sin parecerlo, habla


26

VIDA NUEVA

J. ELIAS LEviB

rn él choques terribles.. Sometido á prueba no podrla asegurarse si llegara á triunfar el grito de la carne, la bestia humana, sobre las energfas del espiritu. Aito, flaco, parecfa ,un resignado. La frente algo arqueada mostrando una cavidad en los extremos bajos; los ojos agudos por el lado ,de la nariz; las cejas muy separada$ y el labio inferir caído de una manera ostensible. A juzgar por su aspecto aquel hombre debfa ~er atento hasta la exageración, hábil° calculista[ pero un pobre diablo falto de energfa. lr¡cápaz de producir afectos en organismos vehementes, llegarla á sufrir de un modo doloroso las tormentas de la vida. Acababa de experimentar grandes desgracias. Se decfa de él que, . era mentido su aspecto amable, y hombre capaz de cosas horribles para adquirir dinero. Algunos anos atras, mediante pleito escandaloso en el cual los billetes de banco impusieron silencioálaconciencia de un abogado poco escrupuloso, habfa adquirido una fortuna regular aumentada luego en buénos ~egocios y préstamos al seis por ciento. Ahora una mala operación acababa de hundir casi toda su riqueza, precisamente cuando era feliz en su quinta de Miramar, y esperaba un automóvil que . á ruegos de su esposa, Hortensia Molinary, hacia · aceptado de cierto comisionista francés que no le 0

1

i•

.,.

¡

. Z1

dejaba sol ni sombra. Sin embargo, ,parec)ó no preocuparle su ruina y fué testigo silencioso ante la escena del desas•re. Un golpe mfls terrible le '1abla herido en mitad del pecho y c~eyó que todas ! las desgracias humanas saltab~n al camino para aplastarle. Fué un dfa en que sorprendió fl Hortensia leyendo una carta que ella se apresuró . lí o~ultar. Siguió luego una ésc?na da em;>?ft~•. d~ brrlbles reclam1s. En pre•encia del b?cno a~u~I hombre exigió la carta pero sin ofensas ni lnsulto3. Estuvo ,digno, serenamente acusador apretando en los dientes el desborde, tratamlo de sonreír como si desafiase al destino. Todas las fuerzas .!Wrimleron el Impulso, el calor del crimen, y un11, espanta- . ble serenidad dominó á los rugidos de la carne, L9. esposa trató de defenderse, ·le explicar la . situacióh.-No soy mala, dijo, pero no puedo ensenarte esa caPta. Pégame, mátame, abandóname , . .. has lo que quieras pero no puedo decirte la verdad.· Habló, habló mucho de cosas sin hilación ni sentido; tratando da atlll'dirse en una tempestad de ~labras y al fin rompió á llorar. El hombre vaciló ; ·~osaba en si tenla derecho á ser implacabl~, pero Ja Idea de a~eceihurnillado en el c?ndicló11 de marido pudo mfls ·que su corazón. Se separaron, se vendió todo para pagar deudas Y


.•

r f.

~. 1

28

VIDA NUEVA

después la caja exhausta mostró su fondo negro vacfo de pobreza. Desde entónces se inició una serie de empeftos; se buscó en el crédito fuerza~ para la lucha pero los fracasos continuos parecian querer hundirlo todo. Ahora habla adquirido una empresa de bote's de pesca Y lanchas mecánicas, y pasaba el día en los muelles bajo el sol entre la carga a~on tonada, fumando un tabaco con los viejos capitanes de buques lobos de _Jllllr que siempre están dispuestos á echar boca_nadas de humo y hablar de sus largos viajes mientras sec ambian algunas copas. · · Oprimió con fuerza los extremos de la barba, murmurando: . - Sf, la duda es mala.; peor que la seguridad, peor que el crimen. Y después de todo .... sin embargo, yo creo en la dicha del . matrimonio, i>ero se necesita muclia discreción. Nada de debilida>des. Han de respetarse mutuamente sin alardes de superioridad porque si ella tiene más talento, además que ... . Se confundfa. sus palabras denunciaban una situación moral que él no acertaba á definir de una vez. Pareció que tenla necesidad de franquearse, de sentir alivio contándolo todo y volvió á murmurar: - Es mala la duda, verdad. ·

J. ELIAS LEVlS

29

·Romero no insistió. -Buenas noch~ se.ftores, dijo una voz recia. Y un viej~ flaco. de cuello alto . y andar ¡i.nimado oprimió al pasar las manos á don Aurello. -¡ Cómo, se va Ud. ya! - Los viejos estorban doode se celebra un casamiento me parece ... . Además, ha sido un crimen haberme hecho romp·er mis costumbres. No me perdono esta debilidad. - Pero don Tomás, si usted no vive; siempre metido en el almacén de tablas lleno de telaraflas y regañando á su socio. - iA h! mi socio, un infeliz, un santo como lo llaman los que le explotan. iPobr~ Añtonio !. creo que está arruinado ; le ha perdido la familia. los amigos, los vagos .... todo el mundo. Y se molesta conmigo porque hago econÓmías y no permito que me roben. - ¡Qué rico está Ud. dón Tomás, todo se sabe! . :....¡Jl!ó. nó, un mediano pasar, un mediano pasar. Y el viejo se rela: je, je, je. Al reir asi su cara aparecla con toda la m~ licia de comerciante que amontona su oro . en el fondo de la caja, vientre terrible empotrado en la pared del negro almacén. Don Tomás Silvia,era un vie¡o comerc'ante lle San Germán enriquecido en el comercio de tablas. Es-


30

VIDA NUEVA

plritu fuerte, tenaz. encerrado en armazón pobre de carnes arrugadas; amarillas, casi verdes oomo enmohecidas por la acción del tiempo y de la humedad en los obscuros almacenes donde.habla pasado la vida. La lucha y Ja miseria forjaron un carácter de hierro duro á la batalla de la vida. Un vendaba! de muerte arreció toda la famílía y no quedaban ya -. sino dos hermanas de Jas cuales una, casada _¡I" con un hombre casi sjempre enfermo, habla aca- : .hado por reilir con el viejo comerciante harta d1{ sus discursos. La otra, Eufrasia, solterona ~aen el campo alejada del .estrépito de San Juan. Tomás habla cr~cido al lado de su padrino, alavés de barba roja y brazos de hércules dueilo de un soberbio cafetal en las alt'iras de Lares. Era entonces un muchacho enf'\rmi zo, de mirada sollolienta y ánimo apocado. Alguna vez. . pensaba ~ aquello y se conmovla al recuerdo del honrado trabajador Y' hombre excelente braYo á de las rudas faenas del campo. Un dlá Tomás se quedó solo¡ Ja muerte, la ruina y la desgrada le dejaron en mitad del arroyo, batido por el viento del ~l. huérfano vagabundo oprimido en sus harapos de' mendigo. Era Inocente, sencillo y las espinas del mal empezaron á des- . garrar su carne y llenar de sombras el esplritu. Entonces lanzó una maldición.. Comprendió que el

J .' ELIAS LEVIS

31

·mundo degollaba á los buenos, aplastaba á los caidos. Vló la roja lucha de las p!llliones; los seres humanos llenos de humillación ante la fuerv.a y desdellosos para Jos humildes. La figura del noble f protector de barba roja fué una santidad lejana para Tomás, y desde entonces adquirió desprecio profundo hacia los hombres humanidad de machos depravada' y envilecida en la feroz conquista dl)I pan. Se sintió fuerte y sufrió todo, resignado, aguardando el dfa del triunfo af\o tras ailo vigilando como una fiera el momento. Y fué cruel, terrible; hundió sus manos en la charca hedlon\la y llj levantarlas mostró bajo- Ja luz del sol las monedas . hermosas en sus reflejos de poder, llen~ de sanpe J deslumbradora. Fué rico, el comercio de tablas a~n1.6 iiu fortuna; no cedió una linea, ahogó en el ~n 1 Jos rezos de amor y de creencia, y quiso aparecer 1 avaro temible que confia en la riqueza los éxitos del mundo. Entonces se echó á relr;-je, je, je. Parecla buriarse de t odos riéndose as! ; Ja boca tomaba una expresión ext¡-alla cuando lanzaba el peligro de su risa. Sin embargq, Jos. .dependientes del almaMn adivinaban un estado singular en el alma del viejo TÓmás cuando lanzaba carcajadas francas:- J a, ja, ja. Ese dla el comerciante estaba cOgido; movia la · cabezá nerviosamente para

!


• 32

'

VIDA NUEVA J . ELIAS·· LEVIS

decir que no, y luego fingla incomodarse, ceder á Ja violencia. El socio, Antonio Chameco, grueso, pesado. de cara redonda y viel\tre enorme parecfa congestionado en los dfas calurosos del estfo cuan- ' do el sol abrasaba y el polvo á lo largo de los muelles, un polvo negro escapado de. los enormes montones de carbón que arrojaban las barcas balanceando en el espacio el cesto de la grúa, se arremolinaba bajo las patas de los caballos y de los vagones del ferrocar¡il mientras ruglan las máquinas Y estallaban los gritos en ~ l frag~r del trabajo. Era un bu611 hom brc el.señor Charneco · solterón, siempre metido ·en l~ casa de hués~edes donde _vivfa hacía largos años en compailfa de antiguas amigas de la juventud, era bolsa abierta. Cuando el viejo Tomás decía que no, ya se sabía que el señor Charneco se conmoverfa fácilmente. Y era una lucha entre los dos hombºr es, un choque diario de sentimientos encontrados, de ideas distinta~. -Abusan de ti Antonio, te roban, te explotan, no sabes decir que no; eres un nin.o, ignoras que la vida es mala, que los hombres son urios canallas. Familia, amigos, afectos .... mentira todo Antonio; ·cuando no tengas que · dar nadie vendrá á verte; en las calles llútrán de ti llamán dote viejo imbécil que no supiste conservar lo único que se respeta en el .mundo, el oro, él oro que · da honores, fuerza ...

33

El .viejo Tomás se enfurecfa; era la . única ocasión en que hablaba cOJJ lealtad . . M~ntia á todos en ' su .escudo de defensa, y el aspecto de hombrecillo in~rme, flaco, moviendo aquella cabe:&a de cabellos arliarillentos, nariz grande, rebelde, dura, ojillos redondos, inquisitivos y boca de burla tomaba parte en la ira del viejo. - Pero Tomás, tú no haces nunca un bien á nadie ¿para qué quieres el dinero? Los infelices necesitan de nuestra ayuda, los desgraciados, los pobres .. . tú vives sin religión, sjn fraternidad . - Necio ; hay que penetrar en . el mundo con los puños fu.-rtes. preparado para la ilefeñsa. ¿Crees que el mundo es de los buenos? Me rio yo de esa fr¡ternidad que nadie practica sino los bobos co.mo tú. Ya, ya me dirás algún dfa •Tomás tú me decfas lo cierto; no hay familia ni amigos, ni nada. El mundo es una farsa. • Y los viejos acababan por separarse riñendo nu~vamente.

El viejo Tomás no halló manera de negarse á concurrir á la boda. Galofre habfa puesto empello en ello gracias á un cargamento que hubo de adquirir con buenas ventajas para los almacenistas, y á la idea del lucro el anciano comerciante . cedió. LlevAba una levita de corte antiguo arrugada y verde; el cuello de su camisa demasiado


34

~

ll1.:.¡!,.

·1•· ¡,,'

VIDA NUB:VA

ancho dejaba ver una corbata negra, delgada, larga anudada torpemente sobre la camisa de rayas negras. Estrechó las manos al sen.or Romero y 110 a lejó en instantes en que el viejo militar mirando su reloj decfa: , - ¡Diablos, las doce y cuarto, cómo se hn' pasado el tiempo! La gente se desped!a ya. Un choque de besos se. escuchó en la salita y el vocerío amenazaba no acabarse. Antes fué necesario .dejar la firma en el álbum de la familia y fué aón motivo de bromas el desfil e de los Invitados enardecidos por los vai>ores del ohampagne. · El abogado Colmenero se habla marchado hacia rato en su coche. Llevaba un soberbio tronco de caballos tordos é hizo lado para la sef\ora Campa llo quien ofreció bajarse en la parada 25 más allá del hipódromo. Aida Martorell la linda rubita, estaba en la calle ya y de pronto dió un grito. - ¡Dios mio, si ya no hay tranv!aa para In ciudad ! ¿Qué hora es? . - La• doce y media. -¡ Maria Sanl!slma! todo el mundo se ha marchado; vamos á tener que ir á ple. - Cállate secretaria, dijo Lis! Archeval, te ll evarerr.os en triunfo. Fiiúrate ila apoteosis!

!'

J. ELIAi;l LEVIS

- Ven tú ahora con apote<?sis. ¿A quién perteneeen esos coches! -No te apures hijita. Irá¡¡ en mi automóvil. f -No sé de dónde·demonios vas á sacar automóvil; eso quisierae tú pero están verdes. Todas hablaban á un tiempo mientras los tran· vlas ventan de la ciudad ' ri.pidamente easi vacíos como si fatigados también de_ la faena del dla corri.,..en al descanso. Hedilla, el redactor de cEI Heraldo• llegó inconsolable, agitando nerviosamente los brazos. - ¿Cómo es eso, sef\oras? Me han dicho que ya no pasarán más carros, y esto no puede suceder. Seria un verdadero desastre. -Nos iremos á pie caballero, la cosa es sencilla. "-A pié ¡qué barbaridad! Lisl se r e!a pensando en lo chistoso del asunto. Para ella aquel incidente era lo mejor de la boda. - iQué ·gracioso, ·dijo á su hermana Blanca; qué gracioso ver en plena carretera áestos sef\ores de levita y frac caminar 6. pié llenos de polvo tan grav~ y ridlculos. Es cosa de morirse de risa! , -Ct.llate Lis!, no seas mala. Van á oirte , • diablillo! ~ Propongo un medio, i!ldicó el sei'lor Galofre, aqu! hay dos carruages, que vayan las sef\oras primero y nosotros esperaremos aquí el regreso.


VIDA NUEVA ~ :

\.

J

- ¡Horror, dijo Raimundo Hedilla, el plantón duraría hasta las tres de la madrugada. Pidamos unos coches á San Juan . No se entendían, todos hablaban de cosas impracticables, ideas imposibles. Alg unos llegaron á irritarse por el incidente mientras los más lo tomaban á broma. - Por los clavos de Cristo, yo que no he caminado á pie nunca,, ique vá á ser de mi! - Puedo ofrecer ¡ilgunos patl.uelos para recoger las lágrimas, los ~onservaré como recueraos de la boda en unión de mis zapatitos blancos que mañana no servirán . para nada . ..-El diablo te lleve. Siempre estás de broma. . - Vaya ~na contrariedad. Esto es rid!culo. - iQué dirán en San Juan cuando sepan que h@mos llegado á pié! - Las broma~ van á echar sangre. No quiero ni pensarlo. - No te rias Llsí, hazme el favor de no br<>mear; esto es más serio de lo que tú te figiiras. Y Lis! re!a á .catoo:iada•. De proa·~ un trallv!a .dej6 ver á lo lejos su iinterna. Venía h~ci!'- l~c,t.dad y todos los convidados aplaudieron . . · ,ttr - Bien, bravo, a~n carro. - Gracias á Dios. Ese tM!n vía es una providencia.

l ·

UTO•IO S. PEOíiE I~ ,\

Blblloteca luzbci


r •

J, ELIAS LEVIS

37

- Sl, todo lo que ustedes quieran, -perb me parece que ese carro es upa jaula. · -Aunque sea una canasta; yo no m e qui!do ·¡iaqui. 1 -Ahl está, loado sea Dios. -¡Conductor, ieh ! conductor. piíre usted. Todo el mundo se precipitñ al vagón; cada uno que~ía ser el primero en llegar disput4ndose los asientos. Aida Martorell se defendió de los ata¡.. ques de la sei\orita Casasús: · -Me rompes el abrigo. chica. El señor Galofre pugnaba por subir. Le hablan estropeado la levita y estaba furioso A pesar de su corrección. -Deme usted la mano caballero, esto es un :ataque ií la bayoneta. - Mamá, ven, aqu! hay asiento para las dos. · - Jesús, "niflas, vengo sofocada, si no llego ¡pronto me ahogo. -¡ Ay, · qu~ final de Norma! Si lo sé, oo vengo. List habfa ido en un 'coche. i:o'n las sell<lritas Durap; era un cu~ traido de Francia, y apenas sl cablan todas. El cochero sacudió el látigo y al ·despedirse las chicas bromearon de lo lin'do á la· gente del vaglín. ' . El tranvfa arrancó al fin.


,; J•

39

NUEVA --------VIDA - -- -- - ---

J. ELIAS LEVIS

- ¡Adios, adios, muchao felicidades .. -Gracias. Soplaba un aire frio; ¡,;,oo necesidad cte refugiarse un poco en los abrigos. Le.s ruedas del vagón se deslizaban sobre loe rails de acero produciendo estrépito raro en medi9 del silencio de la noche. El chico redactor de , El Heraldo. f11maba cigarrillos en. un ángulo del vagón • .A. lo largo del camino blanco bajo la luz de la. ·luna, se divisaban los vidrios rojos del carruage en que iba Lis!. Cuando el tranvla llegó juntoalcoche e5tall6 '!na carcajada. - Atrás, atrás; llegaremos primero. ¡Fuera esa carreta! -Que .le& aproYeche. Van l!Stedea eomo oardinas. -Eso es envidia. Y hubo otra exP,losión de risa,. y bromas. Allá abajo en e! misterio de Ja noche San Jaan apareció sembrado de luces bajo un cielo sereno, azuloso, mientras temblaban e,;' e! agua los reflejo• de la ciudad dormida. En el puerto loe faros de peligro se divisaban oan¡¡-rientos y parecla que el alma de la ciudad, sofocada, rendida por el trajin danteoco, el e•trépito de la lucha en el traba.;& de-' mandaba e! respeto al silencio, la onwilín de paz en la hora •olemne en que .todo deocan5a, todo

duerme; tregua á las inquietudes del rieo Y á las agonlÍIS'del pobre; (lnico momehto de igualdad hu· mana en que se confun~en todos · en ambició~ de reposo, en el dormir .agrado de la noche mientras los sapos est'.lllan su brutal canción en la Ja. guna..


.-r-------~----:-:--....--~r

11.

·, .

1' '

En el gabinete de ·estudio alegrado con los recuerdos de su vida de estudiante en un colegio de Nueva York , Eusebio, ingeniero mecánico ponla en orden sus apuntes. Un montón de papeles se confundia sobre la mesa de trabajo; planos, cr<>quis, lineas en colores, signos algebráicos, -números mezcla informe de la fuerza que sacude el mundo. En el centro, sobre enorme escritorio de maderas barnizadas, una estátua de bronc~ virgen griega con la frente coronada como el dios Como en los juegos olimpicos, sostenla la lámpara eléctrica encerrada en globo de cristal. Un reloj de pared latia err el silencio, y la luz de la lámpara heria el dorado de los metales. · El j ngeniero ·habla apoyado ia cabeza entre lás manos y su sombra se proyectó gigantezca sobre el muro tapizado de ver~e y plata. Upa mari1>9d lla aleteaba sobre jarrón japonés donde se m<r r!an algunas rosas. Era un sencillo gabinete ·de


42

VIDA NUEVA

trabajo lejos del incesante ruido de la vida; el estrépito de los carros eléctricos no llegaba ali! sino como un ru'mor sordo. En presencia de los pergaminos, de los libros agrupados, inmóviles que parecían murmurar en la quietud del gabinete todas las ideas impresas en sus entrañas, Eusebio' sehtia hundir sus pensamientos serenos :y profundos por . la fuerza del silencio. Y e..;. alli en aquel" instante de paz, de aislamiento y de sombras en que sentia sus ideas más robustas por la potencia interior del espiritu. Sobre la. fuerza del pensamiento flotaba la inconmensurable potestad del trabajo, el trabajo libre de las maldiciones de obscuros siglos, convertido ahora en biblia de amor y regeneración. Todos los brazos de acero, los bronces, los dientes de las ruedas, los émboloo, los ejes, las bombas, e l vapor de agua y el torbellino de humo, los enormes mon- . tones de carbÓn, las calderas trepidando en las entrañas de los buques, en las salas negras de las fábricas donde los bbreros se ahogan; los trenes de ferrocarril, las minas, los subterráneos todos lo; ruidos de los talleres zumbaban á vec:s sobre su frente de trabajador como si los recuerdos en sombras de misterios acudiesen al silen~io · del ~­ binete mientras la lámpara arrojaba á chórros ;u luz sobre los plarios az6Ies rayados de blanco.

J . ELIJ\S LEv;s

43

¿Las máquinas tienen alma? .El había oido rugir el temible soplo de vida en el choque . de hierros. Había visto á las máquinas morder, desgarrar, arrebatar brazos humanos y romper huesos entre ! los dientes de acero. Y sin embargo las máquinas eran amigas del hombre, del obrero convertido en cabeza inteligente libertado de las infamias de la bestia. De su lucha de trabajador no podía olvidar el honible escenario de los pozos de minas. Los trabajadores subian con las lámparas -atadas á sus sombreros de cuero, agarradas con desesperación á las esc~las húmedas y fangosas, suririeñao de la boca del pozo negro y fatal. Abajo los hombres en aquella atmósfera densa y caliP.nte, casi desnudos, negros de carbón, sudando á ·chorros, mal alumbrados por débi les lámparas empuja ban los vagones. ;Qué vida! Un derrumbamiento, una via de agua, u'na explosión defuego grisú pod!a acabar 'con aquellos pobres seres humanos doblegados bajo el salario, embrutecidos, rebeldes á la luz del sol en aquel ago~mi enio del espiritu. No podla e~itarlo. La cuestión social le subia á la iarwmta, grito de rebelión en siglo de ex · cépticos ya que va pareciendo rid!culo· amar á ·los que sufren. Los hombres, la egoista humanidad de machos


44

J. ELIAS LEVIS

VIDA NUEVA

olvidaban tcdo en la feroz lucha por el pa~. Fieras temibles desgarran la biblia de la naturaleza que da al hombre lobo y á las bestias salvajes de los bosques, el calor del sol para repartir á todos la semilla de la paz que estalla en las entrn!las de la tierra distribución generosa á sus hiÍos. El ingeniero pensaba estas cosas sobre todo de noche cuando el invierno ex~ndia su inmensa espalda de blancura sobre l~mpos y el viento zumbaba á lo largo de las calles. ¡Qué agradable el calor cuando hace frio y se está á cubierto del cierzo Y hay biene•.tar- en vez de miserias! Entonces eÍ carbón ~· un hermano generoso que devuelve el fuego de sus entrañas, el calor del sol guardado á través de los siglos desde los grandes hundimientos de bosques convertidos luego en piedra para dar á la fam ilia humana el beso que desentumece los miembros y hace mover las máquinas. beso · incendiado por el padre sol. Habla carbón para todos y sin embargo á esa hora temblaban de frío y hambre en las aldeas, en los caminos, en los suburbios de las ciudades miles de ser~s humanos, ancianos, mujeres desvalidas. niños en las calles obligados á ganar el sustento para tener derecho bajo el pobre hogar á un pedazo de pan Y un poco de ab~igo. No habla piedad. Recia la lucha los corazones se tornaban endurecí-

. 45

dos hundiéndose lo más sagrado, lo más grande en la feroz batalla. Habla visto en Nueva York una cosa horrible. chico vend~dor de periódicos y l)aratijas vo.lvió sin haber vendido nada; en. la calle, sobre la meve había encontrado á una pobre niña llorañdo porque r¡adie compraba sus flores y la condujo á la puerta de un teatro en la calle43. Mala venta para él; noche maldita, y noten la un centavo siquiera. Se atre· vióá volver al hogar. Estaba rendido, tenla sueño, confesó no haber tenido suerte, y en presencia de todos la madre le arrojó á la. calle cerrando · \a

pn

puerta. Y para eso tantos siglos de religión lanzaban el grito de paz; y era la madre, la loba quien arr<>jaba sus cachorros á .la vla. ¡No era más que una familia humana llena de mentiras egoísta y cruei s in fe, fingiendo creer para herir por la espalda á los más inocentes, á los más débiles inanchando sus labios en frases de bien mentido? Eusebio era excéptico. Contaba sólo con sus :fuerzas; contemplaba sus brazos redondos, potentes, lle'nos de catne hartos de sangre roja; preparado iiara la lucha ; animal humano que no se entrega á los delirios del idealismo y sabe que la vida es teatro de combate donde fracasan los dépiles y los humildes.


46

VIDA NUEVA

Amaba el trabajo; sentfa un gran bien entregado á su labor. Habituado á la fatiga, á largas noches amontonando cifras hundla los ojos en los pesados libros de estudio. No parecía sentir entonces el ruido del mundo exterior. Se abismaba en la fatigosa brega inundandola con el pOder de la juventud. Era un hombre de temperamento sangulneo. un buen ejemplar de fuerza y séntimientos. Bastaba verle para estimar su presencia en el escenario de la vida, en labor generosa para establecer la hannonla generaj de trabajo y paz que necesita el mundo.

t í

1

Una cabeza bien formada, recia, segura, grande receptáculo de pote•cia mental. L.-i forma cefálica, alta, hablaba de un alma serena, alma buena; la región superior del cráneo harmoniza~ perfectamente con las inferiores. Se estaba en presencia de un ser que hubiera podido adquirir fáci lmente reputación de poeta y filósofo; hombre de corazón sin duda, y á la vez firme, · tenaz y constante.

La madre, Andrea Ros, habla muerto ha.cta algunos afios. Excelente esposa, mujer de inteligencia poco común era honor de la familia ~ generación bien organizada en la cual no existf~ un loco n{ un borracho. Ui señora ·Ros robusta

J. ELIAS LEVIS

47

matrona á pesar de los disgust?s en su vida matrimonial, habla dedicado á Eusebio toda la fQerza de su espiritu. Sabia que · el po~venir de los hijos dependla de la madre, de la mujer que vigila continuamente su tesoro de carne para protegerle, defenderlo; formar su corazón, templar su fe humana, llenar de alientos el alma de\ nii\o para ha,: cerle entrar en la lucha de la vida preparado no como un inocente á quien va á sorprender los desengaños, sino soldado listo para entrar en fuego; el hombre con los puños fuertes, receloso de todos en combate digno y valiente para defenderse de la hiel y las heridas del lobo social. Y la mujer fortalecida en los mismos p¡incipios, hecha para ser es~ y madre educada en códigos de humanidad. Debla penetrar en la vida sin timidec~s ni falsos idealismos; conocer la vida de los hombres, saber con quién iba á luchar. Ser la hermana, la compai\era, la amiga t~atada por . el hombre · de igual á igual puesto que ella no constituirla una cárga, no servirla de obstáculo can•sada ya de ser e~timada como un bello juguete de adorno. Desde luego la mujer era más nob1e, más generosa y leal, pero los , hombres no .abusarlan. de esa ofrenda de la naturaleza concedida á una compaflera útil, valiente. • Nada de, injusticias Y

,,.


48

J . ELIAS LEVIS

VIDA NUEVA

crueldades. Fuera la educación de hipocres!a y mentiras para triunfar de los fuertes: Nó, ·era preferible com)mtir frente á frente; ella dando sus talentos, su utilidad en la batalla y su amor en el hogar, doble derecho á la dicha de la tierra, y él, aceptando sin soberbia el e~fuerzo de la he~bra sostenido por el corazón. Y esa era la misión de la madre, la más noble misión sobre el polvo de la tierra. Seguramente la sefiora Ros sabia ·que la base de la familia era la utilidad y el sacrificio, ya que en los nuevos tiempos la familia se derrumba en epilepsias de egoismos y maldiciones de fortuna. La sellora Ros fué una victima matriinonial. Adoró con vehemencia al hombre que le c~po en suerte. Bien pronto adivinó las locuras del sellor Galofre y un día despues de escena violenta en que la esposa ofendida reclamó en voz baja sus derechos, se estableció una separación en el hogar para evitar el escándalo. Consagrada á la vigilancia de su hijo se acabó el .mundo para ella, y Ja muerte la sorprendió en su grande y serena resignación. Eusebio fué en viado Juego á un colegio en New York y bien pronto sus conocimientos de me- , cánico abrieron camino á los egoísmos del padre. Su regreso fué un acontecimiento. · Perfectamente educado é ins~ruido, un hori zonte de bien~star se

dilata~ ante sus ojos.

r

49

El senor Galofre est.aba

enca,ntado. - Es una alhaja, decía á sus amigos, un mozo de acero; parece forjado en los talleres "de la gran república. No va al teatro, ni á paseo, ni al hipódromo ni á ninguna parte. Creo que. la fortuna va á sonreirnos; pronto habrá un buen capital Y adquiriremos ~na bella quinta en Santurce Y un gran automóvi l. ¡Qh! un automóvil, qué cosa magnifica y aristocrática; obediente, fino, solemne .. me parece tener ya en mi dominio la palanca de dirigir opt·imiendo la bocina. ;Top, _!oP. top Sonreia como un abuelo el sefior Galofre Y sus patillas de Jobo marino se agitaban en un movimiento nervioso. Tenía razón el anciano. Eusebio era un trabajador excelente, un devoto de la ciencia. Hablaba poco como todos Jos fuertes, los que poseen gran energla de pensamiento. Creyó q~e. le bastaba haber hecho. del trabajo una rehg1ón Y encerrarse en él para resistir los peligros. ¿Las muieres? nó, nada de cosas intimas, nadad~ amorios' que solo sirven para distraer, robar t1e"'.po, agotar las ideas. Sin embargo, empezó (¡ sentirse. solo, huérfano de afectos; nunca como ahora echaba de menos los besos de Ja que form.ó su c~~azón Y le hablaba de cosas infinitas empleando un ¡uego


50

de palabras accmpai\ado con la música de su voz. Pero aquella era la madre, la santa, y nadie podrfn llegar á conse,,uir t.an alto honor. Se sintió empujado por 'una fuerza poderosa y de pronto ccn sorpresa de s[ mismo dejó de luchar, de resistir. · Un dfa el amor llegó tocándole en el corazón. Su frente sintió el relámpago de carillos infinitos y desde enton ces toda el alma asistió á un gran deslumbramiento. Era su primer amor, un amor que habla querido conserva• toda la sangre del organismo, todo el calor de los nervios y las llamas del espfritu para estallar al fin . Era el grano encendido á su vez, la semilla de oro bret.ando al impuJso en la gran savia de la vida. Eusebio se defendió. Habla cont.ado con sus fuerzas de joven. Toda su energla de escéptico negación á las cosas sublimes, alma que duda sin maldiciones, sintió el choque:- ¿Est.aré enamorado como un imbécil ? se preguntó 'I tratando de echar de si el poderoso influjo solo logró interesar grandemente el corazón. Elisa creció ante él; su recuerdo le martillaba el cerebro. Entregado á su labor de matemátic¡> sufrla grandes distracciones; su fuerza se resintió de ello y ya 'no fué el mozo bravfo de nervios de acero.

J . ELTAS I;EVTS

\ 1DA NUEYA

51

.. ' "'¿Qué tienes, preguntó alguna ·vez el padre, estás enfermo ? Te noto algo preocupado. - Nó; nada, un poco de ·cansancio nada más. " "Y no pasaba de ah! el asunto. A pesár de su amor de padre el sef\or Galofre no habfa sabido ser ami.go de su hijo. Solo estaba en pie el padre con 'todas la8 severidades ; incapaz de producir afectos fntimos el buen ancia,no presa ya de los achaques de la vejez, sintió agriar su carácter en medio de aquel hogar triste y frlo. ,. ,,.Uná tarde, mientras tomaban el café en el jardincillo, el seflor Galofre indicó: .:.,.Me gust.arla te casases con uoo chica rica; aunque tio fuese bella. ;El.!sebio acercó la taza á sus labios, tomó algunos sorbos, y de pronto: -¿Si-fµese bonita y Pobre 1.. .. respÓndió. Al¡ro ext¡-ai\o pasó por los oj()\! del ancian(\. Arqueó las ~jas .como si quisiera adquirir ,toda la fueza del pensamiento y .mirando con fijj)Zll ,á .su hij.o: "'T.H¡µias un~ barbaridad, diio, luego, tratando de defendenre á si mismo a11adió: .;i.. ;-Un chico tle tale~to que no es rico, no d~be cometer.Ja inmensa tonteria .de .casarse con . una

· Y


11 -~

·,';! ~f, "t.:.? ..' "?fr;i¡ · '..-·~

;

~ ·.: · -

.Vll)A NUEVA

~'-''=' ··Sl.1'.' . muchacha p(il!i&~o será mu~ poético, muy romántico . . .. pero nada más. El ingeniero no reepondió. T~nfa en 8 u8 manos un lfL1¡iz Y mientras escuchaba, sobre el marmol escrib\6 un nombre de mujer. Desde entonces Eusebio empero :i alterar sus costumbres. La juventud, la inmenoa alegria juvenil con todo el calor de los suel\os, invadió su ser. Era el grito de la naturaleza imponiendo su ley, exigiendo el tributo de paz en el vértigo d~ Ja vida, juntando los corazones para ·crear crear siempre en la gran cosecha de almas .... El sef\or -Galofre espiaba. Hubiera sido un error no haber sabido leer en el corazón de su hijo. Sin embargo, nada preguntó, confiaba en lá. gran experiencia de anciano. Querla aparecer severo nada mAs, pegado á la disciplina. Entend!a que todo debla someterse fl reglas, al cruel principio del código. · Frlo y ce11emonioeo no habla vivido la juvéntud y ya en la vejez un egoismo peligroso rechazaba en él la luz de la dicha. Metódico, exacto, lamentaba la escasez de sus renta& el ango.rto circo de econom!as vulgarl!S y esperanzas: . Una maflana mientras almorzaban, Eusebio se mterrumpió para leer nuevamente una carta. Una flor roja sobre el pecho daba á su aspecto cierto aire dealegr[aextra~ y durante el ah;,uerzo

. sa algunos estuvo contento. periódicos mir6 al chico por encim~ de sus cspejue~·rde pronto dijo: -Tfi.. est'8 enamorado Eusebio. El jo.,en se echó á reir.· Eruia;y6.. una e~cusa y eolamente logró comprometerse. · -¡Yo, enamorado yo! ¿Por qué lo dices? -Por nada, por que se te ve en la cara. Fingi6110 dar impo1'ancia al asunto y variando de tx>no replic6: -;-Y bien. ¿Qué tendr!a eso de particular? Hubo algunos instantes de sil~pcio; Eusebio agreg6 al fin: - Cierto, no tendr!a nada de particular. - Luego ¿es verdad~ -Sl. Los dos se miraron. Un choque resuelto, hiriente, de ataque y resistencia. El anciano se quitó sus espejuelos como hacfa en los grandes acontecimientos, y obl6 lentamente el periódico. - ¿Se puede saber de quién se trata! Habló luego co~ 1 Eusebio sonre!a lijeramente. ' lentitud, como acostumbraba pe'ro fué encendién'dose. Expresaba su,amor, su gran. carillo á l¡¡. hija de•la seflora del Olmo; no habla riquezas ali!, no habla oro, pero habla hoaor, alma, se le aceptaba


54

.¡¡¡;

, VIDA NUEVA

'

eón·seneill.,.,;-y él áe fe1icitaba de que al fin alguien le hi!!iese <:reer. Ya no dudába, Ja dicha. salla al camino y él la ofrendaba el aaCrifieio de sus brazos, de su fuerza, toda la grandeza de ·su fé. El señqt Galofre se indignó. Para eso habla luchado tanto, oprimiéndose el vientre como un ·mendigo, ahorcando todos sus deseos para hacer de su hijo un hombre ·de porvenir. Para eso babia ·mordido toda la dureza de su ·situación sin hu.millarse á pedir, sin deber. nada ·$ sus amigos pensando en que á la postre llegarla el descarlso, el ~ienestar, una casa desa,hogad~, consideración, respeto, todo eso que solo da el dinero ya que el talento estriba en el bienestar; en adquirir fortuna. Y ahora se lo llevaba todo el diablo todo porque el mozo habla comprometido su corazón entregando su valer .á una chiquilla pobre .. .. iTorpes! ;torpes! se)lenarian de hijos, de apuros, echar!an los bofes continuamente para mal vivir trabajando como bestias . .. ;Estúpido, imbécil, ridic6Jo!

le

Su cólera estalló. Se habla puesto llvido y los labios temblaban; oprimió entre las manos el peri6diC9 Y empu)ando violentaniente la mesa al .levantarse abandonó el comedor. Los días transcurrieron luego bajo el poder de cna gran contrnrlcdnc. E:'-e vcfm• ;'° rn hr:tf¿J:an

secamente . conteniendo .amboi, .la violencia de la situación. Se habla caido en el gran error d~pa­ dre, en.Ia.contensi6n de los afectos por la ley de la fuerza y el .;¡fecto crec!a )li¡jo el poder de la contrariedad. ,El obstáculo·serv·l a solo para sublevar los sentimientos, para amar .más la grandiosidad de los amores en el gran d¡iseo de.la victoria.·. ,., El a{\Ciano.cedió al .fir¡. Contra, su cos~i¡_mbre. una noche:en .el café <.Co_vadonga• míen.tras refrescaba con Raimundo . Caryajal . un ami.a<>. ,de la infancia, viejecito risu~ño. y tral!<¡;ii\o ,·dueño de un hogar que el· hombre ·cr¡!(a f9\iz, . ~l sef\or Galofre se fram¡ueó-por · primera .vez en~u, ._.vida. Tenla deseos de ha)lh¡.r ·COn a lguien, . d~ho­ garse para BO ·.estall!ll' : de .ira. Cµando ·?.cabó. de h¡¡blar . Raimundo ~IQ<;Íllldole afablemente ur.n mano .sobre .eJ. homb.r!> _¡ler~o le replicó. • ' · - No v'ale la pena 1caleñtárse lo8 cascos. Te violentas por·querá1pesar de tus ·afios.no tienes aún la experiencia de estas cosas, .·¡Dos chicos· que se enamor.anl. :·.. bueno; Déjales.hacer. Si te opones peor para ti ; se querrán más. El amor cvece anteAos obstáculos, tu ·no .:debes. ignorarlo. · ¿En·cerrar á una chiquilla .porque se- -enanio.ra -de un tltere. ¡Tiempo perdido! · Sé escribirán, se verán de ~ualquler<modo lo.qué es más- -peligroee .... Y el viejo·ilirvajal ·hablando en :voz bnja ·mttr-

yt


'

J. ELIAS LEVIS

56 m~

algunas f.-es, y de pronto ambos se echaron ·~ reir. 8.e acabó el mal humor. iAI diablo todo aquello! Pe algún modo babia de terminar. Además no erl\ coaa de . oprimir demasiado al chico, tan formal, tan bueno, de quien se podla esperu todo. Seguramente las COllllll irían bieri.. el dinero entraña en casa á chorros -y habiendo alegria estaba hecho lo demás; ya llilgarla la ocasión de adquirir el automóvil. su suello de toda la vida ..... .. Y escribió una Carta extensa á su hijo. Fingió ceder para evolucionar; tendió un lazo al f hlco creyendo en· que acabarla por morir de una vez aquel amorcillo inesperado. Eusebio estrechó á su padre contra su corazón; le habló de la intensidad del amor. que sent!a por Elisa, y de sus esperanzas; él sabrfa' vencer, sostenerse solo vigorizado por el calor y la· esperanza. Se sent!a crecer más fuerte p8ra la batalla. Habla echado de si todas las sombras de sus dudas y ahora caminaba en plena luz, esforzado duello de si por la gran dicha de amar. Corta fué la lucha. Habla empezado ya la era de los sacrificios. El teniente Romero ensell6 los dientes al sellor Galofre; se ari.enazaron grullendo como dos perros. El viejo miiitar sintió hervir toda su bilis ante él aspecto orgulloso del padre .de F·

57

VIDA NUEVA

Eusebio. La sellora del Olmo y su hija teridian la paz de sus alJI\118 entre los ancia,nos, y el amor venció al fin . Eran .felices los muchachos; hablan logrado ganar Ja im'rtida y se sentlan como libres de un ! gdn peaar. El dolor de la vida les habla puesto á prueba, templado su fé, afirmado su razón. Se hablan juntado por el gran poder;de la victoria lue~· de haber 11_0ntido el desgarre de la lucha. J:>espue~ de la boda y alg1mos dias en su casita d~ Santurce, una mallana llena de sol y de.alegria la campilla mostró á los jóvenes su esplendidez. AJ fin hablan logrado realizar su suello. UJ'l viaje á través de la isla amada, de la patria qi¿erida, tan bella siempre de gala baje su cielo azul. En lo alto de Ja montalla se dete'llan un momento para contemplar los lindos pueblos tendidos en la llanura con sus casitas blancas . de techo rojo escondidas á ~eces entre los árboles. El aire de los campos llenaba de dicha sus corazones Y en presencia de Ja hermosa obra de Dios asist_lan á la consagración de sus afectos. Hablaban Y relan como chiquillos, confund!an la blancura de sus 1 almas con el misterio de los bosques, Y la luz del sol que llena de alegria. la sabana chorro de pu. en las s0llbuias casitas de los pobres perdidas en lo


1, 1

58

J.

VIDA NUEVA ·

alto •lle la sierr.a, ilumi.naba tambiel'I con ·su ooeo:de term•ra la·irntiensidad ·de su díeha: •· ·. · , - ¡Qué lindo es Puerto Rico! dijo Elisa.. .. ·.. ... ·El •mar.allá abaj-o,. de un azul intenso-. llegaba tranquilo en olas de .espuma ·á la orilla, de la \»aya. · Despues los palmares en sus balances de dul1<\lffi, agitando los pen~hos, .:·La• roC31l de la costa donde saltaba· el agua al 1 ~jlocar.. como r~ío benditQ¡,'el bOSQUe1COMSUB r(que~. 'le;dllra, e) cañave_raJ ) nmenso como un mar que agita. el aire brm'lr~ .bajo el sol de los trópic~ ; .~ á ·; : chos eÍ humo de las ¡;himenas· mezclando su ar~~a de trabajo al per fume de lo.~ camp~s mi~,;b-a~ Jos ho.mbres lej.os sobre la ".8iri:ipif\a p.raban la ti ~rra, rotura&n los pardos terrd~.;5· desgarrand¿ Ja madre fecunda para hundir '1~ 's~milla g6rme~· feliz en los partos de la buena tierra'que'entrega toda su sangre, toda su fuerza que es su arrtor al Í!'rande bien de sus hijos. · "

;¡fl·

,,

, .,

.....

. '1

i Qué bella es mi patria! decla Eusebio. ··

Y. amándose, oprimiendose sobre el pecli!>, cogidos de manos, hablando de sn amor, hubieran deseado en el grarr egoísmo de felicidad , vivir ali! los dos, solds; lejos del mundo en medio de aquel silencio de la ·naturaleza, de Ja expléndida paz d~ los campos, siri ·asistir á las luchas . de )a:vida, ni dolor de la humanidad, ce!Tlmdo Jos .oldO&i y -eJ

EL.l~S

LEVIS

59

· .espiritu á Ja' envidia de las sociedades, á la maldad de los seres humanos, fuera de la lepra 'de h,Qt:~Clf, \ que Q.evora á un mundo. j Hablan almorzado en lo al'.°. de la montaña, · bajo el techo de una pobre VIVlenga_. ,Era uha . familia de campesinos de !'•pecto humilde y rostro lJálido. La madre, una · mujer de <>jos. vi vos y frente serena, parcela feliz sirviendo á los jóvenes · y rela cuando Etisa deslizaba sus dedos sobre el pelo recio y. abandonado de laa muchachas que hablan salido al camino ofreciepdo flores á cambio de una limosna. La casa en un tiempo fuerte, se cala á pedazos ahora, y el humo ·d e .,os- troncos verdes que ardlan en Ja cocina se escapaba ¡zulosa por las junturas de las tablas. Muebles tmnegrecidos por el tiempo con asientos de cuero; bancos pesados y largos; bajo la mesa en un rincón instrumentos de labranza, arreos, monturas. En la alcoba una cruz y algún resto de ramas secas, al lado del instr~ento musical de las montañas. En la puerta, gacha· la cabe~ y laa manOll cogidas en irónico ademán ·de resignación, el mari do, u9 hombre de rostro·anguloso Y esP!'ldas recia• hablaba lentamente. Ún campesino parecfa escucharle cGn interés; tenia' el rostro enrojecido, ~­ tado por el sol, cubierto de espeea barba. Llevaba un gabán -de pano y con sua manos l'l!das acariciaba


60

VIDA NUEVA

J , ELIAS LEVIS

1-

las crines de su caballo. Hubo un instante en que hizo movimientos de impaciencia é interrumpie¡ido al hombre pálido, agregó: - Hiciste mal, muy mal. ¿A qué vender la ~ierra l!l dinero extrangero? Es venderlo todo. Ahora estás pobre cuando hubiera aido preferible resistir, defenderse de la rapif\a de eaoa que llegan aqul á comprarlo todo, á derramar su dinero como un rio y arrebatar nuestra casa. ¿Qué tierra es la que vamos á defender si apenas es nuestra ya 1 Y al decir es!;\> 'movla las brazos en gesto de ira. Era un bravo trabajador duef\o de algunos cafetos en lo alto de la sierra. Decla á · los campesinos . que era necesario resistir, unificarse para ser fuertes; hacer como los hombres del norte, anteponer la fuerzafdel amor á la escandalosa influencia del dinero creciente temible que llenaba los campos con la sangre roja del oro en llamaradas de la fortuna. Loa. buen.os tiempos hablan pasado. Los cafetos no ofrendaban loa ricos frutos de otros dlas; la tierra exhausta, cansada padla fuerzas, pedla ayuda al hombre en su labor generosa. Era inicua la explotación, verdad; se oprimla la carne del hombre de la montaf\a, mal alimenta- · da, mal vestida, durmi~ndo sobre la tierra en el infame rancho de yaguas. Sería inútil desde luego

61

cuanto no fuera aliviar la suerte del hombre viviendo como bestia, solo, aislado. Y el problema de la tierra era el más solemne. Defenderla, defender la tierra que aún seguirla ofreciendo su sangre, su , vientre para los eternos p.irtos pero libre de las manos extrangeras; conservadas, vigiladas, defendidas por los brazos de todos, por las man08 de todos paraevitarel empuje de la masa poderosa Y tenaz que abre sus garras relucientes de dinero para estender su dominio. Protegerse, luchar, resistir. Del dolor Y las angustias del pasado, habla que adquirir-la voluntad para el triunfo. No habla razas superiores; no eran hombres má~ . potentes, no ; la potencia era el aho~o, la unidad; dar á la tierra nuevas ener'g!as para doblar las cosechas, aprovechar tod08 los jugos de la producción, encontrar nuevOBriosde prosperidad, y en vez de gemir en la derrota prepararse para la lucha con los hombres i:¡ye compraban pedazo á pedazo el suelo para ser 108 am08 eternos ya que habla en el corazón de loe oprimidos esperanza en la fe del que no.s ucumbe sin combate. el hombre pálido\ gacha la cabeza, humillado en su condición de vencido agregó: . .-SI, hice mal. . Vender la tierre: al extrangero, es un crimen. He debido reáistir . . .. . Ahora eátoy pobre y triste.

.t


62

VlDÁ NUliVA

- -- · - -- - - - -- - -- -Nunca habla preaenciado el hombre de la tierra, un a tan grande situación de inquietud . Huh<> un tiempo en Que la a legría estalla ba en todas partes Y las canc'onesde los frijoo de las ll'l()ntañas. cuando la fe religiosa batfa sobre loo cafetos y los cañaverales el ver oode navidad. llenaban el ,.;,nch<> del campesino. Y era la muchedumbre ignara, la ~ne partía su lech<> y su lrumi lde pan con los vía.foros: testigo d'e una primavera eterna,. amando-

el sol que jamás · negaba su luz. en presencia de el:Prno verdor y de eter r. <> azu l com<> si aquellos colpres de la naturaleza se refl ejasen en s11 alma. para hacerle generoso, tranquilo, regignado á su humildad y su pobreza. . Y de pronto todo se había acabado. Los hombreo; del norte llegaban en son de guerra, a tronan do con su artillerla. agitando sus banderas bajo el dosel de una tierra bendita. Despuéi¡ del huracán de •oldados ébrios, el hu racán que asoló la tierra. tronchó los árboles, batió la riqueza como un demonio. El ham bre y la desesperación oprimieron los eapíritµs, y aprpvechándose de la desgracia de un pueblo inerme, los hóm bre! del norte llegaron con su fortuná; oon el desborde de llilletes d~ banCIO á comprar el suelÓ para ser dueños de la patria. A lo lejos. sob1·e los cañaverales, las altas

J. ELIAS LEV IS

63

chimeneas del trabajo habían _enmudecido ya ; no. arrojaban el aliento de sus entrañas, el humo desgarrando su velo gris batido por el viento. La yer· ba y las trepadora~ subían hasta las máqu inas si· . Jenciosas, las máquinas mordidas por la herrum bre, inúti les sus dientes de acero, sus cuellos de bronce, sus brazos de hierro. Las máqui nas 'de las haciendas hablan muerto: loo grandes cua1:te les se calan á pedazos, los muros dejaban ver su carne de rojo lad rillo y una atmósfera de muerte y silen cio había sucedido a l estrépito de los carros. á la grande alegria de la cosecha llena de sol. La riqueza estaba a llá lejos ; a llá · iba- toda la savia de la tierra, todo el rio de oro á c:'er en el abismo centralizador. La riqueza era para unos ¡:ocos: no habla la generosa distribución como en los grandes dias de paz en que los campesinos vestian sus trajes nuevoo y bailal?an su ' alegria en el gemir del tiple criollo. Ciertamente las ciudades estaban sombrias. los campos t ristes. Habla lleglldo el' dolor, la prueba, los dias negros y era necesario sufrir para eetim!Jr la vida. Se imponia la lucha, el com.bate ; Juchar con las mismas armas que hablan h~rido. No era cosa de echarse á llorar. Los hombres.de rostro afeitado eran · fuertes por la un idad, por la acción , por el músculo de la fortuna. Y ·era

.

'


J. ELIAS LEVIS

llegado el momento d? hacer vida nueva, de levantar el espíritu adormecido en la paz del pasado. Levantar los corazones, asóciai:se, unir los esfuer· zos de un pueblo pequeño que no quiere morir contra la rapiña de .un pueblo grande, vigoroso y ' temible. En aquel escenario de pobreza pobre ca.a de ruina, los novios se sintieron felices partiendo su pan con los campesinos. Los dos hablan deseado aquello en la gran sencillez de sus almas. Era un detalle, un rasgo feliz de la jornada, un recuerdo de amor en su gran dicha de novios. Los demás no encontrar!an seguramente en aquel mfsei'o bohio, ni un instante de paz. No llegaba hasta allf la negra ironía de la vida. En la carretera, al caer de la tarde, mientras descansaban sentados sobre la yerba, dos infelices ·. virgenes de los campos llegaron á ofrecerles ramos de flores •ilvestres. Era un modo feliz de pedir una limosna, Estaban desgreñadas las pobres niñas, atado muy mal sus cabellos castal\os por algunos fragmentos de cintas rojas, los pies descalzos, los. humildes trajes manchados pero habla belleza en los rostros, inteligencia en los hermosos ojos negros y dulzura en los labios. Elisa besó á las pobres hijas de los campos,

65

y acari ció sus cab•)los enmarai'lados como la s Jlva. De pronto, el camino apareció oou lto por !a niebla, y Elisa dió un grito. ---. ¡Dios mio, Eus }bio, mira!

1

Eusebio se cc'ló á reir. - No te apures, es la niebla; el coc'ie no debe de estar lejos. Y ahuecando la voz, gritó: - iOhé, cochero! Nadie respondió. Hacía frio y Elisá rodeó con sus brazos á su marido. - A lo lejos mientras llegaba hasta allí ei ruidode los carros t raqueteando sobre las piedras; se escuchó un .l canción, una copla de los campos cantar de música extraña que se mete en él alma, quejumbroso siempre, triste en medio de la inmensa alegria de los c 1mpos. Entre la niebla apareció la resignada cabeza de los bueyes, y luego llegaron los carros. Un hombre de aspecto soñoliento pasó animando sus bueyes, haciendo escuchar su copla en medio ·del silencio.

Má\I abaj o en la tienda del c;1mino, una barraca casi oculta entre los árboles, aguardaba el cochero fumando tranquilo e,chado sobre montón d,e cuerdas. Un ruido de· cascaboles se escuchó á lo ]ejo3, y lle~ó un carruaje tirado por dos mulas ani-


66

VIDA NUEVA

J. ELIAS LEVIS

mosas y fuertes. Adentro, una señora temblando de f rio abrigaba entre sus brazos á un niilo. Se inició el descenso. El carruaje resbalaba sobre el camino y la niebla se disipó. La carretera culebreaba bordeando los montes. De abajo, un a bismo cubierto de árboles, surgió ruido -ensordecedor y el agua de un rlo saltando de roca en roca · cubierto de espuma se deslizaba soberbio entre el follaje. - Eso me dá· miedo, Eusebio; parece que el carruaje va á precipitarse ahf. - No temas. Mira cerno salta .el agua; bello todo eso,' verdad? - Si. · muy bello, pero hay que saber amarlo; me encantan estos sitios, es la hermosa obra. de Dios llena de majestad. - ¿Estás contenta, te sientes bien? - Si, si: soy feliz, estoy ahora sola contigo dichosa, la más feliz de las mujeres. Y oprimia entre sus· manos las manos de Eusebio, mirándose fijamente sin hablarse, entregados al grande silencio de los que aman profunda, intensamente. ¿Era la ventura? Si, porque eran sencillas sus almas, Y la alegria está en esas sonrisas del corazón •. corazones que ruran y llevan á todas

ies

67

:partes el torbellino de su l~z envolviendo las ~ de la vida en la gran p11reza def las almas. Querlan un testigo de sus amores. Alll donde contemplaron juntos una puesta de sol no les bastó Í el recuerdo bendito; llevaron un ¡'rupo de m~rga­ . ritas silvestres, una piedrecilla rara. una corteza de árbol. · El paisaje varió al fin . La carretera apareció en plena llanura- Las montañas lejos, azuladas, confundidas entre la bruma- Hablan dejado atrás un lindo pueblo de casas alineadas á lo largo del camino. El viento levantaba el polvo y el sol cata quemante sobre la yerba· Fua' preciso detenerse, aguardar alli la llegada de los automóviles, de las soberbias máquinas que pasabazi atronando el camino. La máquina llegó al fin. Una señora joven que dejaba ver su sonrisa picarezca á traves del velo gris que ocultaba su rostro, f ué la compañera de viaje. A su · lado. dormla tranQuilo un lindo niilo de cabellos negros. Pronto suri'ió la conversación. Se rieron muchísimo, celebrando las peripecias del camino. El polvo se arremolinaba á lo lejos y la hierba apare: eta ~eca por la luz del sol La sabana, sin esa •alegre verdura de los campos mostraba á lo lejos algui;ios árboles con )aS ramas secas como esq\Je Jetos que extienden sus brazos sin carnes. ' Ala',unaa


68_

VLDA NUEVA

J. ELlAS LEVIS

G9 (li

máquinas. constructoras de pozos arrojaban furiosas bocanadas de humo que se deslizaban lánguidamente sobre el cafia vera! de hojas tristes. Un g rupo de bueyes tlacos llenó el camino perdiéndose lµ ego á lo largo del barranco, un @amino sec por do nde corría el aguaá torrentes cuando los ;eclosaguaceros azotaban la campifia. Nubes de golondri nas chillaban a legremente sobre los a lambres del teo légrafo. E\ chaffeur. un mozo de ojos vivos, espiaba la carretera. Era seguramente un bue n cond uctor. un chico de sangi~e frfa ; guiaba agradablemente con mezcla de fue rza y du lzura á la vez enlaza ndo las man iobras sin vacilación. Sab!a desembragar á fondo realizando con delicadeza el de~plazamien ­ to de la palanca: asf los viajeros no sufrían choque~ en sus asientos. Eusebio volviéndose ·preguntó al chaffeur: - ¿Porqué no vamos·más á prisa? . ,..._. - No. respondió sonriendo, no ºconviene;racaba- • -mos de almorzar como prfncipes. ¿Vd. padece también e l vértigo de la velocidad? Se habló entonces d~ los automóviles, del · loco reinado de los automóviles. La señora del velo gi·is que iba á San Juan á esperará su ~nrido para un viaj e. de recreo hasta P arfs . ·ha bl6 con calo1" de las mÍlq uinas y Eusebio hizo honor al

dialogo. . Elisa guardó s ilencio deiipués de argumentar: - Me gusta más el coche, un soberbio tronco es . lo f'ás elegante del ~.undo. . - Querida . mfa, d1JO Eusebio, s1 papá te oyese decir esas coi;as serfa capaz de reñirte. - ¿Cómo? agr egó la desconocida, á su padre le agradan los automóvi les? - Dé un modo q'ue no ad mite comparación, Creo que sueña con ellos; todo el diario habla más q ue de' pot encia máxima, de volantes y embales . Eusebio se echó á reir. - Mira hij o mio, mira á estos seflores -que van con nosotros. _'._Es un. lindo niflo, parece un bebé de porcelana. -¿ Le gusta n á usted los niños, señor Galofre? ~Mucho, me encanta la alegria infantil. - ¿No rec ti~cru·á cuando los tenga? iOh! los chiquillos entorpecen los negocios, causan algunos inconvenientes . . pero qué remedio. • Seguramente ustedes serán dignos papás de una descendencia de buenos mozos . La señora re!a locamente, tal vez demasiado. · F.lisa miraba lL su marido y por educación sonrió • · un poco. · Algo libre le 'pareció el aspecto de la compafiera de viaje. . Además no podla compren-


·_( 70

J. ELIAS LEVIS

VIDA NUEVA

der el lenguage de aquella seflora que llamaba tan facilment~ buen mozo á su marido. Le pareció algo impertinente todo aquello. Desde luego ella no se habrla comportado asl, teniendo en más respeto su condición de sefiora . ... iOh! y Eµsebio no hácfa nada P<>r interrutnpir la conversación, por . demostrar que no le agradaba aquellas cosas en presencia de su mujer . .. . precisamente en viaje de recien casados, ;qué escándalo! • Sintió que ona cosa martillaba su cerebro; Uljlt sensación violenta la oprimla · la garganta como , si quisiera a~ogarla. Comprendió que iba á po- · · nerse en ridículo y cerró los ojos como si buscase refugio en nn sueno que no sentra. -¿Estás fatigada, Elisa? - Nó. siento un <poco de dolor de cabeza, nada

mk

·

-;Oh ! tome aste,¡! un frasquito que llevo conmigo, esto la aliviará. Y la senora rabia buscó en su maletrn de viaje un botecito de cristal. -No, graclas, es inútil ; cuando me duele la cabeza nada me alivia. Bastará un poco de reposo. .Se ahogaba. Hubiera dicho una groserfa á la sefiora Y tirado el bote de cristal contra las piedras del camino. iQué descaro! pensaba, galantear á mi marido. á un cabillero á quien conoce hace un

71

instante, recien casado . . . . ¿quién será la tal sefiora? No será muy digna ¡qué ha de ser! . más bien parece una cocotte. i Ah! y va fl P.aris, sf, sf, á París . . . valiente casquivana debe de ser la madre del chico rubio . ... mujer de historia seguramente. Y la culpa la tenemos ·nosotros; nos entregamos facilmente. de modo expontáneo sin la menor nOta de discreción, de prudencia. Franquearnos con un; descor.ocida que ni siquiera ha tenido la ~e­ lip.deza de devolvernos la corte~!a diciendo su nombre. Ahora me doy cuenta, a.hora comprendo · porqué dijo solamenoo •llámenme ustedes Nonó>. Nombre de suripanta ¡claro! Ese noñibre me suena, en alguna parte lo he escuchado ¡ah! sf, ~¡ . . • . Naná, una novela terrible de la cual echa pestes mi tio el teniente Roinero .... Naná, una novela de Emilio Zola, de un excomu!gádo. Me atrevo aposta~ .á que es mu~er peligrosa la sel'lora del velo gris porque se hace llamar con un nombre tan parecido á la de •esa perdida que dió fama á novela tan escandalosa. Poco á poco la rabia fu é invadiéndola; tenla deseos dé desgarrar la ropa, arrancar de los hombros su elegante abrigo de viaje. Apesar del aire que agitaba el velillo del 90mbrero, sintió arder su rostro como si la hubÍeran dado de bofetadas. El viaje continuó animado. El autómóvi! .cru-


I, 72

. VIDA NUE\.A

J. ELIAS LEYIS

zó una pequeila población, un bello grupq de casas. Era domingo y las campanas de la Iglesia rdan locamente en carcajadas nerviosa, en e~losión de felicidad por la luz del sol y la paz del d!a de fiesta. En la plaza del pueblo, bajo los, árboles, y al lado de los cuadros de yerba salvados, defeodidos del azote de la seca, un grupo, g~nte del pueblo se mov i~ con animación . E l chaffour hizo sonar la bocina al doblar la pequeila calle de árboles, y el gru po se desvió.

La dich~ no está boicotizadá. por los ricos .

- ;Ah! un matrimonio, son campesinos que se !'asan. dijo la de•co~ocida. Y mostró su risa. una risa maligna, plegardo sus labios sin s~ngre. Luego mirando fija~ente á Elisa ailadió;

- ¿E.s posi.blecreer e~ ~a felicidad de esa.gente, porqué se casarán esos pobres diablos? Ahora "Van á llenarse de hijos y de miserias. iBablecasf Elisa la miró fijamente. ofenderla y lo intentó.

.

Sentla d eós de

' .

- Tienen derechó á ser felices también, muc\lp, mucho más de lo que usted piensa. · · • · - Pero es una barbaridad. Vea usted, van á vivir ahora á un . agujero a lJá en,. lo alto de la montaila. - Me parece que no tiene nada de particular.

·!

73

Me parece. . 1 y dejó caer su labio inferior en una expresión de orgullo que no pudo fingir. Se atrevió insultar con los ojos á su compañera de viaje. Quiso ahondar la ofensa y dirigiéndose á Eusebio. -¿Falta mucho aún para llegar? agregó. - Nó, dentro de algunos minutos estar.emos allá; tenemos tiempo de descan•ar y tomar el tren. El camino apareció dividido. Entre palmares se v~lan las casas del pueblo. Más abajo la estación del ferrocarril, una especie de chalet pintado de gris. Los rails de acero brillaban heridos por el s¿l de la 'tarde. Se despidieron fríamente . Dirlase que cada 'uno . honla algo que ocultar: y el automóvil se alejó sin ese alegre · agitar de ·pañuelos blancos entre viaJeros qu~ se han amado un momento. 'Ai fin Elisa estalló. No_pudo dominarse, sus nervios agitados la Jierian cruelmente . . · · S~q·u ~jó deque Eusebio hubiese aceptado todas · fas'-fl'ánquezas de la tal señora; reldo con ella de un "'modo . escahdaloso, y hasta Cl!Sl olvida~ á su esposa. Y era eJGtfui\o en· él, un hombré serio, 'formal ~ quien) creia iricapai ae· dar oldos á. la loca conversación de una señora desconócida· que. no


74

VIDA NUEVA

respetaba á su marido ausente. Sollozó un poco al fin y Eusebio se alarmó. Su fisonomla apareció pálida, bajo la impresión de una profunda contrariedad. -Elisa , dijo, te ruego no prolongues, esta situación porque el cochero va á reirse de nosotros. Cuanto dices es exagerado; . . . he sido atento ' con esa sei\ora, nada más. Viajábamos j untos, . . la educación obliga á ello. . . . Estoy asombrado Elisa . . . . Yo no veo en esto nada de particular. Trató de ·excusarse, de llevar la tranquilidad ~I án imo de su compai\era y al llegar al hotel Elisa tenla aú~ Jos ojos enrojecidos. No háblaron apenas; un estado de inquietud existla entre ambos. Eusebio daba agitados paseos de un extremo á otro de la habitación. Sonaron dos golpecitos en la puerta y una voz de muj er dijo : - Están ustedes servidos. Galofre no respondió. Conocia que empezaba á perder la calma Y_hacia esfuerzos para contenerse. Elisa daba hondos suspiros. - Hemos rei\ido por primera vez, pensaba él sin detener sus paseos. Es el primer disgusto, el más terrible, el más espantoso. Tras de ese vendrán otros .... ¿porqué han de reflir loi; que ee aman? +

75 .

J.. EUAB LEV!S

En la estación, una caseta levantada con gracia al borde del camino de rubo, tres ó cuatro vis;ieroe aguardaban la llegada del tren. El farol arrofªba sobre el suelo chon¡os de claridad y al lado un reloj de ]Jared hacia escU<:har sus gol]Je8 lentamente en el silencio. · Un hombre de gorra galoneada i-s6 'lo largo llevanoo algunas lámparas • de cristales verdes. Hacia frfo; en un extremo una mujer tosla. tos ronca desgarrando el· pecho: Elisa llevaba un abrigo gris y sobre el éabello su lindo sombrero de viaje. El velo anudado sobre la nuca envolvla el rostro en ese dulce ml!!terio, encanto que poseen las cosa8 veladas. Alguna vez· Eusebio hubo de preguntar: -¿Sientes frfo? El tren no tardará. -No, estoy bien. La ventanilla del despacho de billetes se abrió violentamente y el jefe de estación moet.ró eu rostro de hombre de mar, :dueflo de unaa patilla~ . negnu¡, De pronto un silbido rasgó el. silencio y f. lo lejos se movieron algunas luces. El tren llegó resoplartdo, hirviendo, éomo fatigado del largo ' viaje f. tra ~es de las somtjrae. 1 El maquinista. de rt>etro nnegrecido por ~I carbón ' y loe ojos viv~ ¡limpiaba con interés loe br~nces· de su .mf.quina. ¡El fogonero bajó un ins• .

.

• 1

i


76

VIDA NUEVA

tante á examinar el farol de la cabezota y encendiendo su ·pipa se alejó entre los viajeros. La campana volvió á golpear y la máquina lanzó su grito. Resoplando nuevamente hizo chocar )os carros y al ti,¡¡ el tren arrancó. En el vagón dormitorio Elisa pareció animarse. Habla permanecido séria como encerrada en una fatigosa situación de enojo. Empezaba á creer que su actitud molestarla á su marido ; podia presentarla como re~corosa~ Segur'.amente 'él la . observaba, .Y rio quiso prolongar la contrariedad. Habla en ella ~I estado que crea el choque de los nervios. La heria cruelmente el mal, pero el mal quedaba águardando que un golpe inundase de bienestar el organismo como un chorro de bendición. Era la primera lágrima, y habla · brotado en plena felicidad . Conoció que una nueva dicha Ja in.vadi~ como si su amor por Eusebio hubiese crecido af calor de las penas, al grito de Jos primeros tormentos del amor que estallaba. Levantó Ja vista y miró á Eusebio de un modo extraflo inundándole con toda Ja luz que brotó de Rus ojos. Deseaba que un incidente, un detalle la hiciese volveráél contenta de nuevo, pero no quiso eeder. Un rasgo· de altivez.Ja detuvo.al borde de la paz y luchó un momento: . ¿Cederla? El 'era ·

J. ELL(S LllVIS

77

bueno; la habla reprendido, verdiid, pero habló con dulzura. Pasado el huracán no quedaba en su alma escombros del pasad.o. Además ella era mujer Y f debla mostrar su generosidad. ceder primero, ella que era la dulce guardadora de la dicha. El tren se arrastraba sobre los rails dejando en el camino una hilera de carbones encendidos brillantes á lo lejos sobre las piedras. Era obscura la noche y .el calor de las lámparas llegó ll f!ltigar. Una anciana inclinó su cabeza sobre el pecho Y oraba acariciando suavemente las cuentas del rosario. Al lado, un hombre del norte, d\L rostro afeitado y labios rojos empujó violentamente algunos sillones de descanso y arrojando su ga·bán sobre el camapé se echó á roncar. El tren caminaba bravamente. Hablan dejad~ atrás un montón de casas negras y más adelante un chorro de luz eléctri.ca baf\6 los edificios. J;>os clf"e-j neas altas 11rtojaban humo mezclado con respla.rl- · dores rojizos. Los vagones chocaban; up 111ldd sordo, crugimiento de maderas, puertas .que se abren bruscamente, hierrOlf que golpeaQ formabe.'1 extrada sinfonia. A lo lejos las luces se confun~ dian, giraban persiga~éndoée . y los . &-boles ~eJ camiiw agitados un momento al paaar el tren sacu-. dian las ramas como sorprendidos en eu profu.nd suef\o ~n ¡nedio del silencio de la noche.


·AITOllO S. PEORBRA

:Al3 fl03q .2 OlllOTl4

·+ ·:,.)¡ 6.)!'lfO!lil.?J

IDA NUEVA

Elisa hizo un movimiento y desliz6 un poco el abrigo sobre los honlbros. - ¿Tienes calor, dijo Eusebi<Y, quiere• que abl'IJ la ventanilla! Se levantó tendiendo los brazos. Eiiaa ¡e contuvo con un ademin y sus manos chocaron, se unieron un momento, oprimiénd<YSe dulcemente. EuBebio sintió latir apresuradamente el corazón y ~oseando el rostro •de su esposa, la be96 en los · . labioa. Era la paz que llegaba al ñn. -=-Ven, ven. Y en un .extremo de 1 vagón, los dos solos, juntos oi>rimiéndose uno al otro. Hablaban en voz baja; en coloquio de am<Yr interrumpido por los besos, sintieron sus corazones aliviados libres de la agonla, de la pena, de Ja fatiga de¡ pesar,.y al calor·de su pri~ra tempestad debieron sentir cómo crecla el amor santificado por la ley del sufrimiento. Hubo quejas, reproches endulzados con· sonriBaS, mimot de jóveneo amantes. Los dos declan tener raz6n Y hubo un momento en que el marido fingió ceder, apare00r culpable él solo para borrar la huella de cuanto le• habla maltratado com<Y sombra del mal en pleno dia de sol, en la hérmosa manana de la juventud. ·

J. ELIAS LE

8111111oteca .~.z ~I

Tenlan juntas las inanos. .-Eusebio las oprimió¡ dulcemente, besÍll)dolas. cubriendo sus labios con ellas deseando que algo evitara el soplo de las palabras hirientes ·en el calor de la disputa. Rodeó el talle de su esposa: Elisa se durmió al fin. y Eusebio•senlla circular por sus venas la savia de aqueÍ amor infinito. No· pudo evitar que un torrente de paz Je invadiese el corazón Y las i':"ÍI· genes surgieran en tropel; eran anhel<YS del esplritu, el recuerdo feliz en el hogar santificado por er amor de los hij<YS. Pensando as! sus ideas. se _confundlan ; Juego l<YS pirpadoo se cerraron bajo el p00er de un sueno feliz mientras loo labios se buscaban en sed de amor. Les despertó un movimierlto rudo.

Estaban

cerca de San Juan. ¡Qué alegre Ja llegada! :Al fin en su linda ~ita de Santurce oculta caai entre Arboles, oliente (¡flores y feiicidad. Habla sido larga la excursi6n, y fué preciso contar A todos, entre caricias, las emociones del viaje, hablar de los sitios enque juntos so11aron oprimiéndose, riendo con oillos felices en medio de la alegria del bosque. Fué una explosi6n ' de risas. Pata todos hubo un recuerdo. La seÍlora del Olmo abrazó (¡ SUB hijos sintiendo el pecho lleno de alegria Y P<>r pri-


-· 80 ~era

: t

• 1 •

1!'_, .

J. ELIAS LEVIS .

VIDA NUEVA

vez el viejo teniente Y el sellor Galofre no se miraron con ojos de maldición. Elisa habla querido engaladar ella sola' su sa· ·lita, sin .violentar la moda. Nada de tel~s pesadas m ~olormes. El pel!gro del modernismo,, la ~en· suahdad de las estatuas de porcelana y ef brusco pem/ant de los muebles desordenados con mal gusto la decidieron lí buscar la dulzura en los detalles. ' Un jarrón japonés mostraba sus colores y su ?ro ba¡o un grupo de violetas y mar_garitas. y el A~lb de Belvedere Jl!Jrecia revivir en la serena ma¡estad de sus pupilas, al lado de viejo gue'."'ero de la edad media, de casco brui'lido Y mirada insolente: Las virgenes griegas ocultaban sus desnudeces . en las túnicas viollceas Y danzaban entre los lirios de acero. Diana cazadoramostróel brazo levantado ~orno si acabase de disparar sus flechas bajo la mtensa luz de las luces eléctricas entre el fo11aJe. Era bueno mezclar sin rudeza los antiguos · gustos. En Santurce le .pareció que se disfrutaba de ª 1;8'°na libertad fu era de las exigencias de la capital. Bien podia alejarse un poco de las cosas serias adquirir tejidos de hilo, sillas de anea, balancin~~ de tela; todo claro, alegre, lleno i:le luz. . Sobre el piano, ·lindo ousto de Derbiéu; una

~abeza

81 1

espirjtual de madro daba '.besos lí un nil\o y al lado de ánfora griega una· estatua de Ler¡oir parecla leer en los pliegues de la túnica t'odo e\ cielo de cosas infinitas que hay e11 el color de los f labios que besan y rien. Amorcillos de bronce sostehlan conchas marinas llenas de rosas de Francia; una elegante del Directorio enviaba la dulzura del gesto al feroz nubio de intenso mirar ybarba negra. La luz cala de lo alto velada por pantallas de encajes crudos, y los tonos brillantes de las alfombras no fatigaban la vista entre la sencillez <J.e las palmas, los e uadros del saloncillo Y la lijereza de las cortinas. En el tocador se mezclaban los e~tilos con más. libertad . Era de buen gusto desde luego aquellaarmonia feliz de árabe, Luis XV, fantas!a, Luis XVI y a·lgo de las le]anas creaciones de los sonadores

rusos. En su gabinete de esposa estalló toda la co; queterla femenil. Algo que dominase la cabeza Y el corazón debla reinar alll, urna de secretos que concibe toda mujer. Seguro que ·las id'0!':8 hablan de sentir la influencia de las cosas externas, tal vez si'\ aÍardes 'de mimos profun<los Y: caricias rumo· rosas donde el amor inunda. aprisionando, opri· miendo bajo el poder . d~ los brazos desnudos olfen· teli q~e saben triunfar con dulzura.


,. _s_2__ ______V11'A --'-_ N..:.u.::. i;:v _A _ _ _ _ __

_

Habla pasado el tir mpo de las ridlcu las mesas de noche y de las camas .altas, monumentales, pesadas con poco espaciol para la circulación del aire. Junto á las rosas blancas entre las cualP.s asomaba su busto azul una virgen helénica fingiendo . brindar la paz de las hojas amntee, en un e:i:tremo del tocador un grupo de palomas sobre una estatua de Polimnia juntaba s~s picos como un beso eterno viviendo en los secretos del tocador. Elisa habla anudado en alto los . cabellos, en elegante tocado de noche. Las luces y el oro titilaba~ ~obre su cabeza; brillaban las piedras en confusión de colores y la bata de encajes enlazada bajo los brazo8 por cintas rosa la haclan parecer más bella 'bajo la elegancia de los largos pliegues. Estaba sola, y miró el reloj. Eusebio deberla estar muy atareado. ¿Por qué no ve·nla? De pronto se le ocurrió i.r á sorprenderle en s~ gabinete. ¿La habla prohibidoºque fuese? Nó, pero no estaba bien interrumpirle. Sin embargo, ¿por qué no ir? Se debla consentir todo á .su esposa, á la reina á quien habl!' ·que amar siempre, siempre .... Se levantó y an?uvo des"8cito. En el gabinete de trabajo estaba él, amontonando cifras, revisando sus libros, sus ¡\apeles. La luz contenma por una pantalla verde cala á chorros sobre el ta pete y el rostro de Eusebio ocultp entre laa soinb~ ·

rj,;_,,...,

J.

ELIA~

LEVlB

83

desta ba por obscuro su perfil enérgico Y. dulce á la vez. Habla en la frente . algo de . temble ~ ' le le contempló largo rato oculta por las wrb- . Era hermoso su marido, cierto; le amaba Y nas. od ¡ á veces le temia á la vez ; su presencia 1a pr uc ~ . una impresión extraña como si los nervios aJ mte la rebelarse sintiesen la impr~sión de mano nr · ddlloférrea que contiene el desbor e e as curas. · No ¿Ama quien no se resigna á ser dominado? podia comprender ésto, no podla entenderlo Y ali! en su presencia, ante él, espia silencioso de aquella cabeza coronada de rizos castaños que ella 11abla aca· riciar Y besar, sintió de pronto la ansiedad de una cosa inesplicable, le latió el corazón en miedo de negruras del porvenir; quiso alejarse, ~olver por donde habla venido, meditar sobre la triste~ . que acababa de herirla pero no pudo hacerse i:ra1ción. la primera idea , el primer impulso domma· ba e~ ella quemándola el cerebro Yde pronto ~chan· . do de si el calor que incendiaba su sangre hizo un. esfuerzo y avanzó. . tpitra qué habla entrado ahora? ¿Fué s~lo un ºcapricho de mujer; la gustaba ~er obedec1.da siempre 6 se sintió huérfana de amor? ~o hubiera podido explicarlo confundiendo los imp_ulsos


84

VIDA NUEVA

de su alma en los . delirantes anhelos de su organismo.

De pronto Eusebio sintió que unas man~citas olientes;á violetas calan sobre sus ojo$, y una voz dulce expresó: - Acabado; no quiero que trabajes más: Fué una sorpresa. El ingeniero como si saliese de un profundo sueño dió un gran suspiro; miró fijamente á su ~sposa y luego sonriendo tomó aquellas lindas manos y las cubrió de besos. :-iP!cara! ¿cómo has llegado hasta aqul? Vamos á ver. · Elisa soltó una carcajada. Hundiendo sus dedos en · el cabello de su marido le echó las manos al cuello. Era una man€J·a de vencerle sin• réplica. - Pero hijita, déjame algunos segundos más y enseguida termino. Es cosa de un momento. - Nó, no quiero. ¿Sabes? se acabó el trabajo. Ni una cifra más. Y mirándole con mimo, moviendo con gr,acia los labios decia : - A menos que el senor ingeniero quiera contrariar á su mujercita. -; Ah, no, eso no, lo que tú.qu ieras ¿•áhs ? Se echó á reir con risa de ni!\o, y volvió á besarla.

J. Ell!AS LEVIS

85

· -Biempre has de hacer la que deseas. Picara, picarfsima. · Alisó los cabellos de su esposa y sus manos de trabajador buscaban el rostro de la eompa!lera. Cogidos de manos caminaron algunos pasos Y Elisa soltándose de pronto indicó: . - Voy á darte una sorpresa. Esta ma!lana he hecho traer música de Chaminade · ¿sabes? creo que alguna vez dijiste que te agradaba. -Eu efecto. - Bién, pero con una condición. ; _ . . - ¡Ah, ¿háy condiciones? -Sf, que has de pensar solamente en rm mientras hago·escuchar tu música favorita. · -¿ Qué tonterla! ¿Por qué me dices eso? - Por nada, por nada. Tú n~ eres mujer, claro! nunca tos hombres llegarán al cielo donde están muy ocultos tos caprichos nuestros. -Aceptada In condición. -¿Sin traicionarme? .....:.Te lo prometo. Pero ¿á qué viene eso? -Bilencio, se!lor marido, silencio. ;y llevó sus lindas mana& á los labios de Eusebio. . El piano gimió !ji ' fin. Elisa SBbla arran~r al iMtFumento todo el secreto de 18 creación mu01cal. Era como una oracibn ae extra!\8s armenias: de

'


86

VIDA NUEVA

frases hechas para no ser escuchadas; la religión de las almas formó alli su verbo oculto de pensa, miento• escapados sin haber bepido el grito de la tierra. El esplritu de mujer encadenaba la risa y los suspiros del mar, los espasmoa del dia, y las cosa& que pasan en silencio á nuestro lado cuando'fa noche enlaza ruidos y lleva la mano sobre el cora• zón de los mortales cubriendo de caricias luminosas las frentea de.los que aman. . Llegó el final, extrai\o, un choque como una, sacudida que vuelve á la vida, y Eusebio aplaudió, - Bien, bravo, sabes comprender esa música. - ¿En qu6 pensaste? . - En .ti. nada má.$ que en ti, - Júralo. - ¡Oh, jurarlo no; no me c!rées? No te atreve~ á jurarlo ¡te sonriesl Me está& engai\ando. Se alejaron á lo largo del corredor confundiéndose en la sombra. En la carretera lostranviaseléc• tricos pasaban zumbando. Hubo un momento en que pareció extinguirse el ruido; no sonaban ya, la bocina de los automóviles ni el timbre de lw eoches. Un hombre á caballo se detuvo 11n instante para encender un tabaco; luego otro hombre sacu,. dió algunos latigazos á las mqlas- de su. carr<>.mien•

J, ELIAS LE VIS

87

tras orujian las maderas '} balanceaba el fato! su luz roja. Después, nada; la nóche, el silencio, la ·paz.

. ---~.........

- -

.,


,.

lll.

Lis! Archeval corrió al balcón. Abajo agitaba sus crines 1Corsalia. • hermosa yegpa de la familia Durand. Láura, alta, delgada, luciendó un traje directorio y elegante sombrero cubierto de plumas blancas, subió. - Lisi, Lis!, ¿dónde estás? -AJ fin llegaste gracias á Dios ¿dónde estábas, chica? Creo que en el limbo. Te contaré pero cállate ahora; mamá ·va á presentarte la seflora · de Olivero. La se11ora Durand avanzaba lentamente de· teniénd9se á cada instante como si estuviese preocupnda por la conversación. Laura y Lis! protestaton. - Honorable seflora de· Durand, sirvase llegar y no nos asuste con esa gravedad ctando vamos ni


VIDA NUEVA

hipódromo. ¿Está usted arreglando Ja cuestión de Oriente? - Perdona chiquilla, y veil á Ílesa~e. Tú no entiendes aún de ciertas cosas que se quedan para cuando tengas nuestra edad :y algunos desengafios. Y tomando de la mano á Lis!, agregó: - La sei\ora de Olivero, Ja sei\orita Lis! Archeval. -"¿ Lis! ? Ya sé que no es nombre. Están de moda los Mimi, LO!ó Lili. . - SI, sei\ora, porque mis sefiore• padres tuvie· ron el capric~o de hacerme llamar •Policarpia•· ihorror! ¿á quién se ocurre cosa igual? Policar · pia es un· nombre espantoso. Y yo he prot~stado, no faltaria otra cosa, y me hago llamar como quiero. Es mucho cuento ese.poner á una un nombre as! sin más ni más! Y la verdad· es que el nombre hace á la pe~sona. ¿No es ~ierto? - Qué quieres decir? -Casi nada. Un caballero de talento no per· mitirá que le llamen con nombre vulgar propio del carbonero de la esquina, y harta bien en quitárselo. Eso me hace recordar á un amigo nuestro á quien ii ritaba su nombre dsidoro.' Llegó á rogarnos le llamáramos •/si de <>ro• y se ponla furi~­ so cuando en broma· fingíamos olvidar su árreglo de platc1 la.

J. ELlAS LEVIS

91

-;Dios mio, estoy dando á utikqes Ja gran lata. ¿Qué dirá de mi esta senora? Soy una char Jatana ¿verdad? vengan ustedes al salón, mi her· ' manas están terminando de arreglarse y papá llelgará en seguida. ~· La sei\orita Durand abrió el piano é hizo escuchar los primeros compases de una danza de Campos. De pié, Ja sel!ora Oliveros examinaba los cuadros. Llevaba un elegar¡te ti:aje negro; t~­ nla el rostro terso, ·fresco aún, y los ojos b•illaban de .modo extrafio; · sus cabellos peinados á"Ja •Pompadour• daban cierta severidad á su rostro; sere· nidad que animaba una sonrisa. Lis! se acercó. -¿ Qué, le gustan mis cuadros? -¿ Cómo, pinta usted? Bien, eso es bueno. Ojalá que todas las mujeres supiesen un poco. J:i. veces creo que la pintura debiera •er del dominio · de nosotras, nada más. ,-SI, senora, y la polltica, la medicina, el pe· · riodismo, todo lo que hay en la tierra estarla mejor en manos de las mujeres. Soy una revolucionaria atroz y me siento anarquista, una Luisa Michel de 1 la. aristocracia. · -Cuidido, sel!orit~ ¿Va usted áconvertirsee¡l' una petrolera, una sans culotte de gorro colorado cantando •Alwns enfants de la patrie?•


92

VIDA NUEVA •

- Están ustedes burlándose de mí y me guardo mi doctrina para a~ditorio más discreto. j Ah! aqul están papá y mis hermanas. Un automóvil acababa de detenerse frente a l portal y el motor atro_naba. El chaffeur hizo .lonar la bocina. La familia Montenegro entró haciendo mucho ruido. Eran dos ancianos gruesos, pequeflos de estatura luciendo hermosos brillantes. Delante, Judith, su única hija, fea, amenazada de quedarse solterona no obstante haber coqueteado con ti>dos los jóvenes del Club de regatas y del Casino espapañol, hablaba animadamente con el señor Galofr Intimo de.la familia. Las sei'\oras eran antiguas amigas. Lis! estaba furiosa, y Jcercándose á Laura Durand: -j Ves, dijo, ves qué cosa horrible? Estar besando á todo el mundo. Deberían besarse solamente las amigas intimas. Gentes que una detesta, que aborrece, venir á dar besos de hipócritas. Eso es atroz. Laura sonreía sin contestar moviendo los dedos sobre el teclado. El seí'lor Calofre se adelantó, diciendo: - Eusebio y su esposa vienen en seguida. Les he saludado hace un instante: sallan de la iglesia de Santa Ana:

J . ,ELl!<S LEVIS

93

Y asomándose al balcón in~uirió los. alrededores. Toda la c3Jle de Ja Fortaleza aparecía en su aspecto de domingo. Los tran vlas eléctricos y los automóviles pa•aban atestados de viajeros. En la 1 esquina del café •Esmeralda,! un grupo de curiosos miraba Jos sangrientos despojos de un infelfz perro destrozado por las ruedas de un carro. Un vagón eléctrico pintado de amarillo pasó atronando Ja calle con el rumor de la música. - Hace una tarde magnifica, expresó · entrando, el seí'lor Galofre. El hipódromo éstará lleno de gente; no va á poderse echar un grano de anis. · • Y acercándose á un grupo de seí'loras, murmuró en alta voz: · -¿ No saben ustedes la noticia? Poco ha fa!tado para haber un choque. - Ah, si, dijo el seí'\or Montenegro, fbamos á chocar con otro automóvil; gracias á ;.a serenidad del chaffeur ·no hemos tenido un disgusto. -Si, interrumpió el seí'lor Galofre al chauffeur debemos no haber tenido que lamentar una desirnJcia. Y es lo que digo yo á cada instante. ¡Torpes! Se entrega una máquina al primer ganapan que pasa por Ja calle, al pr.imel' Jocq á quien.se le ocurre asaltar un volante de dirección. Esa gente aplasta los pedales del freno, •echa brus-


94

VIDA NUEVA

camente ·la palanca y. cuando escapa por milagros de un peli$ro como el que nos han :hecho correr, ataca fatalmente los neumáticos ¡bestias! no saben que todo golpe de freno repercute en los neumáticos; oprirn"en el pedal y el duello del au~móvil es el que pag:l. las co~secuencias. El peligro está en los cruces y en no a busar de los frenos. Gracias á que Francisco divisó á ese animal como á 10 metros del punto de1 cruce. De otro mcido buena la hubiéramos hecho. -Tengo un miedo horrible á Jos automóviles dijo la sellorita Durand cerrando el piano ; ·tod~ el mundo se ~ uelve loco por la volocidad y como ei no tuvié~amos ya bastante enfermos Jos nervios, se acrecienta nuestra neurastenia por el vértigG,del moderno sport. Me agrada más un buen carruaje, un tronco soberbio, elegant!), levantando las patas con tanta gallard!a. -Cierto, dijo el sellor Galofre, el automóvi l es una conquista. Yo no soy revolucio' nario, al contrario, me encanta la monarquía con

su noble aristocracia y su división de clases· ~so es ordenado y preciso para los destinos d~I m~nda, pero comprendo que el a utomóvil resuelve rriuchos problemas. Es el tren dP. ferrocarril obediente á n~estra voluntad sin las tiran!as de las empresas; es la supresión de dist¡¡ncia. proporcionada á nues-

J. ELIAS LEVIS

95

tros negocios; la locomotora libre de los rails, y sobre todo la condición de dar fi. los seres humanos el medio de tratarse más intimamente. Bueno. parece que la ciencia quiere destruir las fronteras y á falta de otros argumentos están ahf las máquinas voladoras. A pesar de todo el automóvil es revolucionario, es un lazo tendido á nuestra

aristocraoia. , - ·¿Cómo, qué q.uic re . usted decir, será cosa de ponerse en guardia? - Ya es tarde, dij o riendo el sel\or Galofre, hemos caldo en la trampa. Nuestros . jóv.enes ricos ·hace algunos al\os hac!an gala de no oc~parse en nada. Cierto, un hombre de sangré azul no debe trabajar; quédese eso para las clases inferiores; el trabajo no es misión de gente distinguida, pero vean ustedes las traiciones de la ciencia. El uso del automóv.I nos obliga á a~quirir cono· cimientos llJecánicos. Hace algú n tiempo no tenla yo la menor: idea de estática ni dinámica; conozco ahora los misterios de la electricidad, la calidad de • los metales, no ignoro la importancia del trabajo ·de fábrica y ahora sé por qué me a lumbran ias lámparas eléctricas. Es la revolución, sellores, la revolución que se mete en casa y no ténemos remedio que acept¡¡rJa, pero DQ tei¡ga~

más

noo


96

VIDA NUEVA

J . EqAS LEVIS

ustedes ~iedo, ei una revólución sin guillot ina y sin Ma.r at por supuesto. Y sonrió ligeramente satisfel:ho de si mismo; hablaba dejando caer las palabras como si Je gustara escucharse. Uná criada penetró en el salón ll evand~ algunos helados servidos en cristales de forma elegante sobre enorme bandeja de plata. Habla, además, Cremand para las selloras y Brut para los cab"alleros. Los in vitados se sirvieron á voluntad como en los lunch de pie. La sel\orita Durand insistió mientras tomaba á sorbos su licor de crema. -fero si es una locura; á cada momento el vértigo· en los conductores hace cosas horribles, aplasta á los ·caminantes matando en su creación inferna l. -Son los inconvenientes del progreso; no negará usted que hay peligro en todo. Ad~más, un buen chaffeur, debe ser un hombre de sangre fría ha de .conocer bien el arte de cond uci r y sobre todo el más mlnimo detalle de su maq uinaria cuando se entrega á los peligros del 100 por hora· en eso's peligros sabrá correr Ja manecilla de admisión ó de encendido,. soltar el pedal del aceleraddr, desembragar á tiempo. Además en ' las' grandes ciudades el chatfeur es on inteligente probado.

En Par!s, por ejemplo, todos 195 conductoressaben que el omnibus •VaugirardGareSaint Lazaire, • vira bruscamente á la izq uierda siempre que entra en Cours-La Reine. Los que ignoran que los ómnibus son un peligro suelto como un loco, están amenaz~dos de caer bajo las ruedas. -Bueno, detestq los autorr.óviles. Van ustedes á perder la cabeza. En Ja antesala se escuch~ron pasos precipitados y penetró en el salón Jorge Sandoval, furioso defensor del hipódromo. Llevaba el rostto completamente afeitado y lucia g ruesos zapatos de charol. · Sandoval, empleado en una oficina yanke gustaba de hacer g roseros alardes. Habla perdido sus antiguos modales acabando por no ceder el asiento á las sel\oras en los carros eléctricos. El humo de sus cigarrillos, un humo negro, de mal blor, produc!a movimientos de contrariedad -entre los circunstan tes. · Era un frag mento del bloque j uve nil que vigoriza sus miembros para hacer carne fuerte, braz~s resistentes en un p~eblo de nueva /;angrp paro caldo sin dignidad en las influencias extranjeras perdla con los horrores del mercado social el alma de su raza. 1 La legión moza se embriagaba <f!n el loco remedo, vergonzosa abdicación de ¡pHblo qu e i!u camino ds su ruin 1 m >:al.

97


•.

~i .! f!{i~'l .l ~t•ma

l

~ . 98 . •.,..~-,~U :i (W¿A .<T, t,J 5:}!) \.',. -. . .. .

NUlJVA

·Al" entnlr'llll1ITTtd en ~nglés agregando: -; Bravo, hoy es el duelo. El Majestic tiene altura,en las apuestas y Perla va.á tener que habérselas con terrible adversario. ¡Qué caballo, va á ser el héroe de esta tarde. - Lo veremos, caballero. •Perla• sabrá triunfar. - Bah! opi niones de señorita. Ya se sabe que •Perl...tina• es el favorito de las mujeres, pero eso noes más que mimos de tocador. El negocio, el negocio lo har.á el 1Majestic. • La conversación se generali zaba; se habló ' de las apuestas,· de los empeños, del orgullo de das ciuda~~> en riñ.1. L)3 tren~s. b3 vapor~s habían arrojado una gran masa de viajeros y el interés por el t riunfo subia 'á cada niomPnto. El señor Galofre se acercó á la señora Olivero. .Hablan t enido ocasión de tratarse en la sala de justicia y parec!an ya antiguos amigos. - Y bién señora todo se ha terminad o, ¿ Hr dad? - SI, y para siempre. Es doloroso pero preciso. - Sin emb"rgo, ~n esa clJS ' de as untos. el tiempo, los años co:no en las cJsas del mundo borran las huellas, lavan las heridas. Efactiv3 m ~nte pero usted comprenderá que

somos nit'los ya. una cosa que está por encima de todo, y ~s el honor. Ustedes los hombres lo 1'.inico . que . xeapetan en nosotras es la dignidad, la vergüenza. ¡Ay de la mujer que se olvida de eso! Será una esclava de su marido y no tendrá derecho á nada. - Sin embargo, quien sabe, una reconciliación, un entente cc>rdiale. Un hombre comete un error ; se va, se aleja ; despues cae en la t risteza de la culpa,. sabe que ha sido culpable, se siente solc, echa de menos los cuidados de la compatlera y vuelve reai~do. ¿Pór qué ser duro con él? - Lo sé, sellar Galofre, lo sé, pero un horpbre de honor que no es un mozalvete no debe llegar al final de su calda. La juventud es inexperta, los veinte aflos son locos pero ¡Dios mio! á nuestra edad .... ¡qué vergüenza! No debo ofenderle ¿Para qué? Sé que es un hombre bueno, un extraviado. Una mujer honrada que riñe con su marido ó rompe los lazos que á él le unen, no debe maltratarle en presencia de los demás. Si no por respeto á él, por respeto á ella misma. ;Ayl pero usted ignora mi sufrimiento. Huyó del hogar, semanas entefw, sin v~le. Y cua!'do llegaba ;en qué estado Virgen Santa! casi siempre á la madrugada. Dando traspiés, alborotando la casa. Una noche, en presencia de sus amigos ébrios como él, me abofem>

}>e1'0 hay

j


.

'

100·..

VIDA NUEVA

~ ··------...:....:.......:..._:_

_______

,. J . ELIAS. LEvlS

; ' 101

te6 como un amante vulgar de bar, io bajo abofe-

,. 't

tei á un> prostituta . . Se habla agita'clo: el áe no bajaba y subfa apresuradamente; toda aq uella carne de mujer blanca· Y ~rfumada oprimida por la seda y los adornos negros parecla latir en el calor de los r.;cuerdos. Miraba fijamente y sus labios rojos momentos antes, mostraban intensa palidez. En el rostro habla µna expresión de cólera y dolor. - Se lo dije, continuó, vamos á rom per , vamos á separarnos, esto no puede seguir as!. El divorcio es una fuerza', arma que sir ve á los dos. Ten cuidado, porque yo al destrui r destruyo para siempre. Además, caballero, una mujer decente no comparte, no debe compartir nunca más el lecho con un hombre que le ha dado de bofetadas. ¿Qué tiene usteci que decir á ésto? El senor Galofre·no respondió; tenia la mano izquierda hundida en un bolsillo del pantalón Y. con la derecha acariciaba 'sus patillas de ban~ quero. Conoció que estaba en presencia de ·Un gr"an dolor humano ante el cual eran casi inútiles las palabras. Sin embargo, acercando sus labios al oido de la se!\ora Olivero, murm~ó algunas frases. El diálogo continuó en voz baja, animado ' durante pocos instantes Luego pareció que ambos

caían bajo el -poder d~ sus pensl.mie ntos y enmudecieron al fin. . En un extremo de la galena Lis! Archeval Y la ¡señ.?rita Durand hablaban animadamente: . .Abajo en el patio se movla la masa de carne oprimida en · aquellos cuartuchos húmedos y obscuros. -¿ Le has visto, Laura, te miró alguna vez? - SI, y estal¡a elegantlsimo. Durante la misa casi no cesó de mirarme como si quisiera decirme algo. Yo sabia que Elena estaba comiéndoselo con los ojos pero no obtuvo la más minima cortes!a. La iglesia estaba llena; predicaba el padre Tomás ique hombre guapo, qué buen mozo!-;ay me casarla con él de buena gana . ;Señor ! ¿cuándo van á ¡:ermitir 'que los curas pufdan casarse!. qué tonterla. ;Ah ! he viste muchos sombreros Mana· Stuard y telas azul y ros~. -¿Y ~lla, e•taba elegante? - La vi de lejos; llevaba un sombrero Merry Widow. Es ·lástima no seas tú un poco más alta, por que ella sin ~er fea no tiene tu distinció!'. . - No debo ceder el campo. Su.ceda lo que suceda, iyn tratar de comprometerme este asunto es para mi cuestión de gabinete. ¿Estoy enamoi:ada.? No lo sé, pero él no me , disgusta. 'Me galan~, me sigue á todas partes; sin embargo no . sé qué .cosa afectada adivinó á través desusamabilid.ades.


' 102

VIDA NUEVA

Si yo llegara á sospechar que soy motivo de algdn despecho. _... -Nó, eso no: Elisa no le interesa. Lo sé; durante algdn tiempo él accedió seguramente por preso~ción, pero entre tú y ella siendo ricas las dos, la elección no es dudosa., ~Los hom~res no nos conocen nunca; creen que las mujeres no seryimo~ más que para objetos de adorno, algo que está ahf á la mano para satisfacer su amor propio, su necio orgul~ de varón. Nuestra fuerza estti en demostrar que aceptamos la pa~ débil· que se nos destina y en obtene1' nada mis.que r~tiradas honrosas. iBah! pero Ja cuestión no es esa, es ta;ntear en la sombra donde está el sitio seguro para herir. ¿Hay mal en ésto? Nadie sospechará de cómo esta mui\eca rubia estima lo que se ha dado en llamar vena pasional. Yo no creo en esa clase de sentimentalismos de oportunidad. - P~ro, ¿á dónde vas ti parar? Es que no serlas capaz de enamorarte de veras?

- Yo no sé, que sé yo. Me parece que el amor es una tonterfa, una cosa que está -en tod11s partes menos ·donde debe estar. La gente no Ct"ee en nada, y amar sinceramente es Ya una cosa muy cursi.

J . ElLIAS LEVIS

. 1os·

- Que ¿hablas en broma? nadie te harfa. caso. · iE•táe loca! 1 - No estoy loca; es~serio Jo que te digo! háf blame con franqu eza. Cuando un hombre nos so mete á la prueba de que disputemos su preferencia dos mujeres, lucha en la cual . vamos á ju~-. nos Ja reputación. ¿Crees tú que ninguna mu¡er, ninguna mujer de talento piensa en que es el hombre la cosa disputada? iQue va! Los necios as! lo creen pero nosotras no. N'!estro or, gullo es mis legitimo que e~ de el.los por ~ue nos pertenece por completo; e~ nuestro todo, ~n c9wpartir nada con nadie. No pod.emos tirarnos al camino para darnos pisto y fungir de Tenorios. Ese no es nuestro papel. ¿Quieres la -prueba? Pues mira, seré novia de ese hombre porq~e si, porque quiero vencer á Ja otra y despues ale¡aré á ese caballero cuando me parezca. ¿Quién me asegura que Elena, aunque tenga menos talento que yo no pensará lo mismo? -Lis!, me das miedo. Yo no quiero as!. -Porque tú no sabes querer Y todas las que son como tú · cuando están enamoradas jamás se les ocurre preguntar por qué lo e~~n. ,No _discuten ustedes el motivo de las cosas y tu· amor, amor de caballer!a andante no sabe distinguir entre Ja admiració~. que se tiene á un ¡)oeta, á un artista;


J.

104

VIDA NUEVA

ó la afición inás ó menos seria que se dispensa al dependientillo de cara bon ita en cqra tienda nos gusta comprar y darle conversación. ¿Dónde estll el verdadero sentido de éstas cosas? Y Lisí quedó pensativa durante algunos• segundos. De un grupo de clavellinas que azotaba sil rostro, arrancó algunas flores y las mordió mientras hablaba enro; eciéndose Jos labios como si acatara de arrojar sangre. -¿ En quépiensas, Lis!, te has puesto t riste? - Nó, no hay motivo. Estoy mirando hoy como miro todos los dlas á esa gente que vive ahí arajo. i~mo viven Jo$ pobres en San Juan ! Cuartuchos miserables en los que hay que encender lUf al medio dia ; duerme11 como las piedras unos sobre otros, oprimidos, ahogánpe de calor, roncando sobre hediondos trapos. Hay viviendas Algunas tardes hasta debajo de la escalera. mientras me fastidio aqul sin que nada me distraiga, en momentos que una cosa me ahoga y en que llego á odiar la vida, desde aquí tras las persianas, contemplo á esa infeli z comparsa de la pobreza. La ropa Ja tienden en los cordeles chorreando agua ; lavan , cantan, gritan, se insultan á . veces vecina con Vecina, . otras marido y mujer ; tienen hijos como béstias, un .batallón de chi.<juillos corre sobre el agua de jabón en el patio, y veo

E LIA~

LEVIS

105'

humear las vasijas ~n que ponen á hervir la ropa. A veces se me oprime el corazón cuando suceden cosas tristes .... ¿Ves, ves aquel cuarto . que tiene ahora por cortina un trapo hecho con pedazos de telas distintas? Pues de ah! han salido ccatro tísicos. La van el cuartucho, y enseguida se muda otro. Pues bien, á pesar de todo eso ¿quiéres que te sea franca? Me encanta esa vida; quisiera ser una. pobre la vandera, ganarme la vida así, planc:undo, trabajando. No te rlas; á pesar de mi lujo y mi posición. no me •iento feliz ¿qué quieres? Creo que he "rado mi destino; no nacl para princesa, nacl para la vandeca. ¿:t< o erees tú que alguna Ja vandera habrá nacido para prii. cesa? Errores del destino, chica. -¡ Qué barbaridad, cuántas tonterla• estás diciondol - No te aÍarmes, pero esa es la verdad. Es posible que algunas seí'loras de la sociedad protectora de mer:idigos, vayan á repartir ]lor vanidad la sopa de los pobres; otras, rio Jo dudo, lo harlín por verdadero sentimiento de filantropla, pero lí mí, te aseguro que distribuir esa comida, . estar entre aquena gente sucia, ~al oliente. viejas charlatanas y chiquillos casi desnudoo, me produ.ce todo eso una alegria y una Sl\tisfacción que rio puedo ' expre.8.r. ¿No lo crées ?


106

VIDA NUEV~

·J. ELIAS LEVIS

- Eres un diablo con cabello,s rubios y ojos verdes. - Ah, si yo fuera muy rica lsabes lo que harlí'? pueblecitos, un barrio, una aldea ' para los pobres. Las casas iguales todas, pintaditas, limpias, ºUenaa de sol, con su jardincito inglés enfrente .. , Todos los domingos irla á visitarles y á la salida de la i.rla3ia al hdo del s1cerdote, un cura que fuese anciano, un viejo bueno y amable, repartirla dulces y juguetes á los nii'los y ellos me ~raerlan flores y me darlan besos. Eso haría mi felicidad. - Eres loca¿ ves? ahora quieres ser muy rica y hace un momento tu suei'lo dorado era trarisforma~te en u'na vulgar lavandera. Va• é. parar en el mañicomio.

Vámonos, ven.

Laura se echó é. reir. En el salón se hablaba acaloradamente. La sel\ora de Sandoval estaba excitadlsima. Al entrar habla preguntado por sus hijas creyendo encontrarlas ali!. La pobre seflora se habla puesto roja de cólera. I - No es posible, decia, no comprendo por qué se han tardadotanto. Han salido con sus novios á dar una vuelta prometiéndome estar aqul á las dos. La seilora de Montenegro habló algunas pa-

107 .

labras con su hija Judith y luego alzando la voz, dijo: - Dofla Rosaura, no vale la pena su adapt.ación para sufrir tamaflas j nq uietudes. - No tiene nada de· particular. Esos hábitos americanos yo los acepto. A mi me gus91 mucho la libertad de la mujer. - Tenga usted cuidado; la libertad acaba muchas veces en escándalo. Su marido trató de arriesgar algunas palabras y sólo consiguió agriar la cuestión. La set\ora Montenegro no cedió. -Resueltamente estoy en contra.de esas costumbres. y cr~ que estamos abandonando la seriédad de nuestros hogares para imitar las costumbres de ese hogar extranjero tan distinto al nuestro y que entiende las leyes del honor de modo muy alarmante. - Pero ¿qué tiene de particular que mis hijas .Paseen con . sus novios? l Hay mal en ello? ·no es espilindolas de un modo ridículo como nos haremos capaces de merecer la libertad. -Nuestras hijas se han educado junto á nosotras;/si alguien las pretende, ya sabrli buscarlas donde debe, junto li su casa, en su hogar, al lado' de su buen nombre .. . ,. ¿'Qué? usted igriora seguramente que muchos de esos extranjeros li qui~nes


' 108

¡•

103

VIDA NUEVA

J. ELIAS LEVIS

ust>d trata de imita~, celebran la serie¡lad de los que no quieren copiar malas c:istumbres. Ustedes mandan en su casa pero me parece que.... ' El señor Montenegro comprendió que su es· posa se acaloraba y temió una disputa en presencia de sus amigos. ' El señor Archeval intervino diciendo: -La cuestión es más seria de lo gue parece. Oac' a 1 las condiciónes de nuestro pueblo, su manera de sentir, tooo eso que sintetiza el origen de la r~za á la cual pertenecemos, el problema de adaptación á las costumbres america•as, adaptación hecha asi'sin razonamie11to ni premeditación, está ocasionando ya males de consideración en vez de beneficios. Actualmente aquella gran república está sufriendo conmociones profundas por los peligros, por el estado de depravación que la domina. Las millonarias. las hijas de los potentados, esas victimas de la presunción, burguesas que se hacen dorar las orejas, caen en el torbellino, en la locura de las sociedades democráticas cuando se empeñan en alcanzar prestigios de aristocracia comprando con su oro blasones y pergaminos para lucir coronas de nobleza. Sea eomo sea .• El seflOr G~lofre le interrumpió. ' - Pero bien, no es eso lo Que discutimos. - Cierto, he idq más allá de la cuestión, pero

deo!a yo qU2 un hogar que va á la ruina no debe ser imitado, no mere~e que nadie le tome de ejem plo, - Bueno. en una palabra. ¿Nosotros debemos consentir que en nuestros hogares se acepten ciertas costumbres del pueblo yanke. Todos se levantaron violentamente; quer!an hablar á la vez. Se atacaban con ca'Ior y al fin brotó el grito d >I pueblo débil oprimido · en su• derech~

Se habló de Grecia y Roma. Toda la historia del coloniaje en los pueblos conquistados, del encadenamiento de t lerias, trotaba en nerviosa agitación. Antes de que sacu'diese el alma de las naciones la sonora voz del Cristianismo en agitada fermentación de esp!ritus, ya el pueblo griego habla acentuado los rasgós de su carácter triunfando el esp!ritu helénico en las primeras colonias. Era la Grecia la que había consagrado los ricos campos de la Eolide y de la hermosa Lesbos madre del rojo vino que santificab1, m~s glorio3o que los vinos de Falerno y de Chip, los labios á los dioses en la poesla clásica. Era la tierra del amor que reia ante la esplen· didez de Mitilene, donde los 'suspiros de ,Terpando se confund!an en el templo de Juno c1n la música de las almas y las oraciones de las

.;


110

VIDA NUEVA

vírgenes. Era Ja Grecia llevando á todas partes el esp!ritu de su patria, no considerando á sus territorios como un motivo que completaba su propio egoísmo sino fortaleciendo El" todas partes el gehio de Ja unidad. Y Jos pueblos unl;in sus destinos al de la nación ·madre sin las iras del coloniaje, sin Ja bárbara ºexplotación de aven' toreros, y calan en la independencia, en Ja emancipaci6n, en el de'1'cho á regir sus destinos sin horribles maldiciones ni odios de sangre. Y era Grecia la madre carinosa de sus . hijas. Al lado de las influencias del arte supo colocar los derechos poJlticos y las riquezas comerciales; y Jos pueblos ágradecidos enviaban su~ ofrendas al templo de Apolo, brindaban en la guerra sin remordimientos la sangre de sus ciudadanos. Y frente á las gloriosas tradiciones del mundo helénico se alzaba Roma envanecida en su so~biade imperio. El romano, enérgico, atrevido, raza de hierro, con el corazón inclinado ante el altar de sus ambiciones, puso el pié sobre el cuello del caldo oprimiéndole en un dominio absoluto. En sus rostros acentuados por el;vigor de la raza llevaba el inmenso orgullo que da el. valor, Ja fuerza, Ja confian.za en los triunfos de las armas y del oro. Roma fué dura; sin embargo abrió á la civilización anchos surcos de fecundidad universal.

J. ELIAS LEVIS

111

Segurámente la historia que ha templado sus rigores con Ja Ciudad Eterna al dar. cuenta de Jos beneficios que traz6 su influencia en la vida universal. será más severa con el pueblo yanke que desarrolla una polltica de condescendencias con los fuertes y compromete Ja seriedad de sus instituciones oprimiendo á los que no pueden rechazar la opresión de otro modo que en una ira· impotente. Fué rudo el ataque. Era un pueblo agitado por grandes intereses; asistfa á la gran batalla de sus empenos haciendo levantar su voz en la tribuna del parlamento, del periodlsm<?, en el corazón de la masa opresora. Se ponía diq;;-es á la irrupción de aventureros, que semejantes á los antiguos guerreros azotados por el hambre bajo Ja sombra del Capitolio romano, llegaban á desgarrar el vientre de la presa. Por todas partes Ja fuerzá, Ja lucha; el abrazo del conquistador amenazante tratando de derramar su oro para comprar las concienpias, y el alma de un pueblo lanzando ,á todas partes sus rugidos como verba de maldición. Ad fin se restableci6 el silencio no sin escucharse la voz de Ja senora de Montenegro que, echaba pestes de las nuevas costumbre!', costumbres t¡ue infiltraban ºen el hogar la loca fiebre, la sed · <!el oro matando la vieja felicidad · del


..

... 112

. J. ELIAS LEVJS

VIDA NUEVA

amor, el ainor que mantiene los hogares amenazados ahora de . eterna ruina por los dominios del rey dollar. El sei'lor Arc,eval hablaba animadamente. Era un hombre peque!\o, de ojos y frente melancólicos, y hablaba con expresión. . Fuerte, ~ I pelo y bigote blancos. A veces una ola nervi¿sa parecfa sacudir sus mi ~mbros y entónces las palabras se sucedfan en t rop!'I. Con los ojos fijos sobre el suelo movía negativamente la cabeza murmurando en su ronCa' voz de anciano. - Todo .esto va á traer graves consecuencias. A los pueblos da carácter de tal sus costumbres que re]:>resentan su tradición. Querer violentar esas cosas es una imprudencia.

Ya estamps bien

advertidos. La raza del norte es fuerte, previsora; lo hace todo con la cabeza y nosotros con el corazón. Somos un pueblo bueno, de mucho sendmiento, pe.ro dirijimos muy mal nuestras be~ llas cualidades. la lucha e,s terri ble para nosotros. Nc¡s falta unidad, juicio. Somos in constantes, no sabemos apretarnos unos con ~tros para hacer la unión que es la fuer za. Nos dev.oramos como lobos llorando desventuras mientras el pueblo yanke nos traga, compra nuestra tierra ; se hace fu erte por el oro, por el halago, por el empcno . Los pocos hombres . que significan

113

nuestras aspiraciones, están maltratados, rendidos, rotos, traicionados á cada instante en terribles combates .. . . Nos falta carácter, unidad, amor á la ,Patria . . .. . 1 Y el viejo se enfureció. Habla llegado la temp~st ad ner vicea. Habló agitado, violento. Toda su rabia de hombre derrotado se acrecentó, y sus palabras quemaban como hierro candente. El oro extranjero llegaba para levantar industrias, explotar el pafs 1 chupar su san'gre y llevar lejos e~rlo dP. monedas. Era la savia de la tierra que se iba, aniqui lando la vida á cambio de un misero bienestar, como una · limosna á los pálidos que morian aplastados bajo e,l caliente sol. Y era preciso defenderse, oprimir los dientes de rabia y devolver golpe por golpe. Un socialismocientifieo, unaeconomia regional, un cuerpo de

doctrina en el que todo trabajo fu ese compatible con las condiciones f!sicas, sociales y financieras, habla de imponerse para ganar terreno; defender la tierra pedazo á pedazo á cambio de enormes montones de dinero para acallar l9s gritos de venganza. Y era preciso empujará la juventud ; iniciarla en su deseo áe prosperidad santa salvándola de la e;;clavitud del salario extranjero; levantar el espl. ritu ai;ite los bosques y l~s montanas si.empre hermosas de vei;dura bajo un cielo siempre azul como


114

·!

VIDA NUEVA

eterna sonrisa d~ Ja naturaleza. ¿Hubiera sido preferible que el terrible invierno azotase cruelmente los jardines de Ja tierra boriquella cubriéndolos de nieve, derribando · 1as · viviendas de los tra baj 1dor23 y l a n z~se su soplo de muerte entre los infelices maltratados por el frlo y el hambre bajo su mísero rancho para que la fuerza creciera ante el obstáculo ensellando á ser valientes en el ahotll'o de Ja esperanza? ~ · · · Y el poder del oro se imponfa, el rlo de sangre deslumbrante como un incendio barriéndolo todo. Y no era superioridad de· raza, er;i fortaleza de esplritu. Habla que caminar también de prisa, confiar en los propios corazones impri:niéndol; s la bravura delluchador, Ja rabia de un púeblo pequello que no se rinde y es grande por el trabajo y Ja fé. Estaba magnifiéo hablando as!, y de pronto en gesto de ira oprimiendo los pullos, agregó: . -Somos un pueblo sin carácter. La sellora de Sandoval suspirando hondamente indicó: . - iNos ha hecho usted un discurso paÍ-Iamentario! Hubo explosión de risas. El viejo girt\ba ferozmente sus ojos y contraia los músculos de las c~jas. Cruzó los brazos y toda la armazón de an-

J. ELIAS LEV!S

116

. ciano rebelde se mantuvo altanera adn: De pronto pareció hundirse en el abismo de mortal desaliento, y al fin intent.6 alejarae mientras .grullfa insul~. -; Pueblo frívolo! murmuró. La hiel brotaba en sus labios como en protesta de luchador vencido. ¿Era preciso esperar, aguardar el barrido de la masa para hundir las ideas en nueva levadura, en la carne joven libre de Jos espantosos gritos del pasado? . Lis! Archeval detuvo al allciano Y expresó: - No te enfades, háblanos del voto á la• muje· res. ¿Tú no eres feminista 7 - Nó; las B'UJfrageUes me irritmi. - Déjame en paz. Esas locas de HyM Park, furiosas londinenses que intentan matar la bellj!za, matar á Ja mujer haciéndola a van zar entre . griterías de populacho á Ja conquista de yo no sé qué ridiculeses digo que me irritan. ' Lo dijo en mal hora. Fué atacado violentamente. La~ Durand Y. Lis! se declararon partidarias de la i:evolución. La sellora de Olivero acababa de re~r de Francia y habló con calor. Habla estrechado la mano á madame Lemonnier, la gran femihista, y todas las teorías d'e libertad á la ~u­ jer brotaron con vigor;· Se habló de . la ~~olu~1ón que cude á la Francia. Un gran movimiento de 118 ·simpatlas en los hombres ÍI favor de las mujeres


116

VIDA NUEVA

hará qu~ el código trace nuevos dei:roteros en el porvenir del mundo. Las mujeres harán un· dla que su fuerza de juez humano ponga sobre la cabeza de los criminales consideradas como cabezas de grana es enfermos, :¡ sobre los nif\os delincuentes, la influencia del alma nueva de Ja ley. El matrimonio es considerado como una carga en la cual el homlÍre tiene todos los derechos, mientras las mujeres casi siempre cumplen con su deber. Todas las instituciones humanas van á. ser puestas en manos de las mujeres; el mundo sed arrebatado al dominio de los hombres ya que é11tos solo han • conseguido aepra var las costumbres, destruir el ; amor, ·matar la· religión, la fé haciendo una humanidad de egoistas • y descreldos. Un nuevo mundo en u ria nueva vida será laborado, construido, reedificado; la cuestión social, el problema obrero, el páro forzoso, el salario, Ja huelga todo va á ser constr uido de nuevo, levantado sobre nuevos cimientos de justicia. Por todas partes las mujeres se erigen en valientes camaradas de los desgraciadoe, de los hombres sin refugio, de )09 ancianos sin pan, de los borrachos, de Jos nif\os aban-donados. La gÜerra, la feroz guerra será acabada para siell!pre porque las mujeres van · á quemar la madera de los fusiles para calentará los que tiritan de frlo en los caminoe; las mujeres

J. EUAS LEVIS

117

fundirán el acero de los sable~ y bayooetas ~ara convertirlos en instrumentoti de labr~pza, en arados. en ferrocarril~s lanzando á todos los vientos de Ji.tierra, tierra sin fronteras, el verbo del f idioma universal cantado por todas las almas en. sublime marselltsa ck la paz. Todo el mundo aplaudió. La sei\ora de Olive· ros estuvo bra vilmente encantadora y el seflor Ar· cheval se vela negro para combatir el estallido. No habla manera de calmarle y al fin casi gritando, violento, expresó: - Las mujeres h·an de ser mujeres, nada más; quiero que no pierdan Jo más bel~ que poseen, lo que nos hace estimarlas y adorarlas. Van ustedes á ponerse en rid!culo. Además todo el que haya estudiado un poco sabe que es una cuestión resuelta Ja inferioridad mental de Ja mujer. Bischoff ha probado que en el peso comparado de los cerebros del hombre y de la· mujer, es superior el nuestro. ¡Revolución de mujeres, dominar las mujeres el mundo! Frescos estañamos ¿eh? La moral de ustedes emana solo del sentimiento, nunca de la razón; y ojalá no llegue un tiempo en que recordemos con dolor el hecho de haber existido una Atica donde las v!rgenes flor.eclan J:>ajo la divim¡ magestad del .c¡'eJo como adorables roáas de carne que ..


118

r VIDA NUEVA

-! Virgen sant!sima, otra vez el discurso! llares, vlimonos al hipódromo!

J . ELIAS LEVIS

Se-

La concun-enci,;- se dispersó. .En el pasillo s~ oia ya el crujido de las faldas y· el nervioso taconeo d~ lo• zapatitos, cuando subió rapidamente Felipe Galofre acompallado de su esposa. Se bian detenido un instante hablando con Ja sellara Colmenero y trataban' de dis~ulpa; s~ tardanza. El sellar Galofre hablaba con su hijo acerca de un caballero representante de automóviles eMctricos Y Laura Durlind y Lis!, se fueron al !Íalcón acom'. pallando 11 Eliaa. -¡Está.a elegant!sima con tu traje. malva! ¿Porqué n.o escogiste otro colormlis alegre? . - Por dar gusto 11 Eusebio. Ha dicho que le gusta ese color y quise complacer!/ - Y bien, cuéntanos ¿qué tal? ¿ES buen marido, no resultara un pillastre como ~os? .· - No sé, qué·se yo; puedo asegurar que me adora, pero hay entre nosotros una cosa que no me explico. Yo quiero dominarle y él no Siempre lo permite, no se deja. Es un ca'rflcter dulce y amargo ií la vez . . . . Pienso en estas cosas y me pon· g~ triste porque me parece que, ó yo no le conozc9 bien ó él sabe fingir . En fin, no sé.

iw:.

~Bah,

serli un tirano co~o todos los hombres;

119 '

ño le descuides un momento, reglstrale Jos bolsillos, librele sus cartas, espfalo . .... -¡Ah, no me atrevo, podrfa resultarme elgo malo ... . -¡T¿nta! ¿vas 11 hacer el papel de victima? ¿Para qué? para .q ue te domine, te convierta en una esclava y después no tengas miís voluntad que Ja s11ya? ¡Qué! · ¿No aprend¿f'8 !í ser tú la fuer· te? . En la calle Jos automóviles sonaban las boci nas y lo~ carruajes, s us tinibres y silbatos. 1Corsa· lia, • la yegua de Jos Durand, pateaba nerviosamente sobre las piedras. Los seilores' de ,Gal.Q.fre se acercaron. -¿Vamos, Elisa ? Seflorit'1s, en nuestro coche hay asiento aOn para dos. Si ustedes gustan . .. . - Ah! gracias. Y ií propósito Eusebio, nuestras felicitaciones. Su esposa i.os ha dicho que es completamente feliz al lado de usted. Mucho cuidado, caballero; mucho cuidado con hacer sufrir 11 'su mujerciia. -No hay temor. Gracias por todo. Nos veremos en el hipódromo¿ verdad? Ustedes apues· tan . . .J. - A Perla, 11 Perla. ¿Y ustedes? -Nosotros !\ Majestic. t Triun ~aremosl ......:¡Quién sabe! .


120"

,..

' !

I'

Vl¡)A NUi:VA

- Hasta luego. En el hipódromo brotaba gran vocer!Q como rumor de tempestad. En la pe/bu$• los carruajes y los automóviles se arremolinaban. buscando sitio. Los arneses de los caballos y los bronces de las máqui.nas lanzaban rayos bajo el sol de la tarde. Una muchedumbre inmer S3, U:~ · hormiguero de carne corria en todas direccion€s mientras los gi· netes encabritaban los nobles brutos. Los palcos del pabellón apa~ecian cuajados de sombreros, plumas ondeando al viento, abanicos agitados en nervioso vaiven de mariposas. En las g;:,.das se empujaba la gente. Acababa de triunfar 1Gladia· dor• un S(\berbio alazán nervioso, de cabeza inteligente. El jockey Melln, vistiendo una chaquetilla de rayas azules y blancas se mantenia erguido aún sobre la 'silla. En el Grand Stand los músicos des· cansaban un instante a¡¡oyándose sobre los platea· dos instrumentos y el polvo de la pista se éonfundia un momento entre los circunstantes roji>s por e1 calor, er.ardecidos en las apce>tas. Era una tarde de cielo azúl; las nubes blancas se detentan allá abajo sobre el fondo obscuro de los palmares. · Un tren de ferrocarril pasó .entre Jos árboles dejando larga columna de humo gris. El piso de la galerla estaba cubierto de cajas de cartón, restos de elegantes cartuchos de bombo-

J. ELU,S LEV!S

121

neras, papeles de plata, cigarri\los mal apagados, tabacos confundidos entr~ los desperdicios del suelo. El aire era pesado, sofocante; la atmósfera oliente i cervecerla, vaho fatigoso entr~ el humo j de los tabacos. Los jugadores reanudaban las apuestas, consultaban sus notas, se daban conse· jos, trazaban en eus .carteras signos, números, ra· yas. En Jos establos pateaban i'!'pacientes los ca, ballos con Ja crin reluciente, temblorosas las ancas inquiétos los ojos, con Ja carne brillante, corri~ndo el sudor oliente á macho bajo el vientre que iban á herir las espuelas. . Dos jockeys de pantalón blanco, ajustado, las botas ~marillas nuevas y faldones verdes á rayas blancas, hablaban sacudiendo la fusta sobre las piernas. Raimundo Hedilla, redactor de •El He: raldo,> acababa de saludar en laes::alera del centro á Lucio Ferran, abogado de nompre, un sportman entusiasta. -'Y bl~n. dijo el .periodista, ¿cómo le trata á' usted Ja suerte 7 . Un fanático del hip6drom~ debe de ser afortunado siempre. .-'.oh, no crea usted, repuso el · seflor Ferra~ torciendo sus negros bigotes á lo Kaiser, no i;ne . tratan á veces los caballos tan bien como las mu· jeres. Una gloria es más efectiva que la otra.


··- ------·-·¡

'. mfim 2 OllC11A ····- -

1

Ai(OllO S.' PEORElaA

l

¡

· ~· ' " ·1,¡1.al .,_.,.\ll!:.~_-. '..~:~I"~--= j

J. ELIA>I LE

VIDA. NUEVA

Y cambiando de tono agregó mientras lim· piaba sus gemelos de teatro. -¡Hola, me parece divisar allá á Eva Casasúsl ¡Qué. bella es esa mujer! Diosa de carne que arra.Í!tra sobre el polvo el nombre de su marido. ¡Qué lástima, es tentadora como una Aspasia! - Escandalosa. Todo el mundo lo sabe menos el marido. En estas cuestiones de alcoba hay siempre uno que_tarde ó nunca llega á enterarse de las cosas. !Diablo con las mujeres! · Y tarareando por lo bajo un aire de opereta •La Viuda A.legre• agregó: -Las mujeres siempre serán de los hombres loco afán. - Cµalquiera le dice á un marido mártir: 1Ten cuidado, tu mujer va á citas cop un amante Esos consejos en un gabinete azul ó rosa. • ¡Qué inte- . no se dan á nadie. ¡Qué. mujer! resante es! Lleva hoy un traje verde que la siel)· ta á maravilla. ·¡Ah, me parece que aquella es Hortensia Molinary. . - ¿Es aquella <!ama del sombrero ala de mosca? - SI, la miama: guaplsima criatura; siempre en rifla con su marido Don Aniceto, Anacleto . ... un nombre d~ predestinado, un pobre diablo que no sabe pasarse sin esa mujer que lo vuelve loco.

!

&\lblioJ~~- 4'Jb~I

Se han separado tres veces; elfo le detes ; Jo tira', pero . . . . nada chico. Vu11Jven f. contenb despué!I que Ja seflora se ha dado. algunos dlas . .. . I· de licencia. Es una mujer peligrosa; rbira, mira como se cilla el vestido f. ·Jos muslos y ri.d con ellos labios terribles. ¡Pero seflorl ¿dónde tendrf.n Jos ojos algunos hombres? Cualquier papanatas pierde Jos estribos por una chica de ~ llen~ de· sensualismo y ojos que quieren incPndiar e' espacio. Van camino de la iglesia y después resulta que el marido es µn infeliz que ha ido mf.s ,, _os de -lo conveniente._ ¿Qué diablos hace una mui er-con ~ 1 hombre inferior á ella, y que ha tomado en serio su papel de marido? Hedilla acalió por reir f. carcajadas, mientras ofrecla un tabaco al abogado. - ¿Qué? se rie usted; va i decir que hablo demasiado. Mire alli arriba, ali! al lad°¡ de aquel grupo de cal;laller_os que se ha subido f. 1&11 sillas. Es una chica que acaba de refli~ con su marido. Quiere divorciarse y yo tengo su asuntó. !Buena presa, excel~nte bocado! Una garganta divina y ojos que enloqÚeéen. 18erf. una excelente querida! ·~ mujer nonaciil' paraesposa, paraser honrada, dignaguardadora de su honor, del \prestigio de 8Ú casa en' el sagrado altar de la maternidad. i~ usted si quiere, pero tenga cuidado con ~1 diablo f. quien


124

I . VIDA NUEVA

gusta de poner en ridlculo á los .hombr.es .. ~ntos! La música volvió á escucharse y ! la gente corrió á lo largo d~ la galería. El se11or Galofre aca.baba de dejar en su palco á Elisa y .Felipe, . El abogado Ferrán pasó 111lludando y al levMtar su 110m· brero brillaron un instante loe grueSOB ' aolitarios de !as sortijas. · Se acababa de fijar el número de los caballos. Las dos ciudades enemigas iban á dillJ)Utar el pre· mio de mil metros. Perla fina habla de llevar la. . cuer~ en pista. Los dos brutos estaban irt¡pQCientes y wi murmullo general, un rumo~ inmenllO, 'un choque de voces ·humana.s que se unian en el espacio para. formar el rugido del trueno, se escuchó. Sobre el •Majestic. el jockey Yabucoa de cha.· quetiUa y gorra. escoceaaa I06ten!a las riendas. El noble animal, color de avellana, nervioso, de miembros ágiles, cabeza inteligente, largo de carrera, raza cruzadá tenla. en sus venas el aol de .los trópicos y la potencia sajona. • Perla ji.na pequelio, bello, hecho 11\Ú· bien para correr en el Picadero y llevar', ,sobre sus espaldas el ~to de da.mas de guantes perfumados ; ligero. fino, de crines amarillas y a1ped;o graCloso, tevantaba sus patas con impaciencia. Parec!a que los adveraari08 llevaban·eii sus 10razoaes el orgu:.

125

1

1\0,d!l.la'!bataUa. El jockey, casi un nino; ·delgádo.' m\lllCUlcieO:, ludia•su chaquetilla de terciopelo rojo 'Y 1111s-calaones delipllnto oprimidos 110bre las pierñas1 • 1 Hortensia"14olina~y penetr6 en. el palco ·de fFelipe. Galofre. Siempre á rastras su marido, á quien acababa· de hacer comprar algunas caías de bombones las cuales lle;aba humildemente el pobre bombr.e. _La sellora Molinary vestla correctamente un traje de cachemir, entallado grandes botones y vueltas de peluche veide· monte; una cor bata á la Valliere de gasa de fantas!a y un . som'brero Mery W.idow cob plumas forma pájaro, com' pletaban su tocado. Tenla las manos -finas, delgadas, con todo ese misterio de las manos idealis~ tas, racimos del corazón por donde circula la savia amorosa, el "!'ho caliente alegria del esplritu; vino de oro que hie11Ve en los laberintos de la carne. ' Sus.cabellos rubios peinados P.n alto á ia •Billie Burke• se mezclaban á los tirabuzán'ee, á los rizos que habla traldo la moda en bellá· cónjnnción de postizos desde el divino recuerdo de las cabezas griegas, .. Sus ojos de un verde claro miraban con fijeza sin afectación, irradiando una atmósfera de r dominiÓ;¡¡ue ,estallaba en sonrisas en los labios · llenos1de .88¡lgre,I hechos para besos sua.véa y dar Jla.!IO A,.kases silenciosas,' flirteo•. de pbi":ete qÚe r• no de.be.escuchar el piano mudo dé dientes blan099, .. ·


126·

VIDA NUEVA

ni las estati¡a~ que ríen en su alma de barro cocido mientras el gato juega sobre la alfombra, rompe los papeles de' mfulica, . destroza los 'sus- • piros de la mllsica de Jos ensuellos. Era un perfil. bello en la belleza que dió el cristianismo á las mujeres; Ja intluencia' mlstica sobre las vlrgenes reflejo de las dulzuras caballerescas ·en el nuevo culto. . No habll severidad masculina; toda una vida llena de sol charlaba alegremente bajo los rosales del idealismo, riendo en todo el .ser com<;> si. fuesen besos caldos sobre Jos hombros, sobre el cuello, sobre el seno caliente y palpitante, detenidos lu go sobre la nuca, adormecidos por Jos peligros .de una .carne oliente á perfumes de hembra. · La falda oprimla las formas, la curvas de las caderas .donde fija sus ojos procesión de deseos la grita de machos en el mercado de modaa, la ardiente carnecer!a • que pasea los boulevares, · masa que tiembla bajo las telas . en e~ 1iglo de: encantos. ofrecidos á .plena selva mienÚas llora el ami>r 'oculto tras los rosales de un paralso en ruinas.

' A.J entrar dló la· mano á · Elisa y lanr:ó á Felipe ·e l incendio de sus ojos. Algunos dlas antes' al salill 1 dé la iglesia de Santa Ana al anochecer, . mientras un coro .de voces femeninas mezclaba

J . . ELIAS LEV!S

127

al órgano su plegaria de notas_dolientes, un olor ti incienso saturaba Ja atmósfera y las campanas . lanzaban sus murmulloil· tristes ti la muerte del dla; la· sellora Molinary y Elisa hablan tenido ocasión de hablarse. Josefina espresó que su marido, Aurelio, habla estado en la boda y hablaba mucho de Jos sellores de Galofre. Una discreta cortesla 1.. sostuvo un momento y Eli&a no quiso prolongar más el diilogo co~ mujer que se ilceptaba ' hasta: cierto punto y-que lanzaba carcajadas ae desprecio á la sociedad que heria con sus locuras de suripanta. Felipe la ofreció un asiento y ~strechó las manos á Don Aurelio. - ¡Oh, estoy sofocada, dijo Hortensia, no se puede áoportar el alboroto de Ja banca y v.enimos á rogar ti ustedes un asiento en SUJllllCO. Además Ja lucha de esos dos caballos me interesa Y .es mtis grato estar al lado de amigos. ¿ UA~des no se enoi.an? iAM mi esposo me ha dicho que son• ustedes muy amables, recieu casaoos, y . se · aman . mucho . . .. ¿verdad 7 !qué bueno! amarse siempre, am~ toda la vida sin cansancio ni pena .. -'· · qué ·felicadad tan envidi,able! !Pero Dios. mi&, ,llO'l se molesten ustedes · estamos bien en este rin~:" no queremos importu~arles . ... ! As!, bien. ·gra .


128

l29 1

VID* NUEVA

J. EUAS LEVIS

cias. A.lrel.io pon e1ias cajas en el suelo y ofrece · dulces á ~tos seflores. , . .¡ El traje crujia en el mo"imiento del cuerpo y un perfume raro sacudia dulcemente los .nervios., E lisa estaba seria mirand<¡ fijamente á ·Felipe, y saludó con afectación. No comprendla aquella impru.dencia; venir á su palco Íl interrumpir, y luego una mujer como esa á quien por educación habla atendido en la puerta de .una lglesia. No podla comprenderlo ·y emi>ezaba ya á echar pestes de las mµjer~s que no respetan á sus maridos, sartas dé' locas cuajadas de brillantes y derrochadoras de lujo y perfumes parisienses. -¡ Qu,é bello es Perla fina!, .¿v~rdad? agregó Hortensia enfilando rns gemelos de nacar y oro. ·Erguida, con las tela¡¡ del troje opiimiendo sus muslos sobre la silla, inquiria la pista con ·aire agitado 1 • mostrando sus mejillas suavemente teflidas de carmfn. De pronto se escuchó la sella! · y los ' caball<is ;· se lanzaron al galope. Durante· algunos · instantes la muchedumbre pareció contener la ~espira- • ción y dir!ase que se escuchaba el latir; de todos los corazones. El Ma¡jea!M va el primero, y.la multitud estalla. Un vocerío atronador hiel've n lú galer!as. Jinetea y caballos luchan en ,.disputa furiosa; los rostros expresan la agitación de las .,.·

•RlmM. El bravo animal 10Stuvo la carrera del avance durante 760 metros de pronto Pwr/,a'.fi,M dando un salto de tigre iguala y •é adelanta á.. su r adversario. Fué un heroico esfuerzo del bello bruto criollo. Un inmenso grito de alegria pareció sacudir los pabellone•; las damas se levantan, eubeo á los aeientoe agitando loe brazos; palmotean, estrechan sus manos, se abrazan ébrias de entusiasm ~ mientras les cajas de bombones.ruedan por el suelo despa~mando sus lucee de papel brillante como pedrerla de colores sobre el polvo del combate. Las apuestas crecen, se redoblan; ·el vértigo ha encendido la sangre de la muchedumbre, los billete• de banco, los paflUelos, las sombrillas, los abanicos se agitan por todas partes. Miles de dollars en nueva ri·6 a ee ofrecen áloe combatientes. Era aquello un infierno mientras coman loe caballos como dos razas en . terrible duelo.durante algunos momentos de angustia. Entonces el joclrey del •Majeetic• aflojó las riendas', sacudió las ancas á su caballo, Y lanzado en nuevo empeflo ganó la delantera. Cuando llegó al eGrand Stand,• erguido en los est'ribos, saludando con la gorra en la mano' dere· cha; al 1viento eu chaftuetiRade col\)res· Y ,¡8!' crine• del noble animal que •le acababa de dár la victoria; la muchedumbre enloquecida, baj6 como

y


130

VIDA NUEVA

un torrente enfurecido que salta las penas ·Y derriba obstlículos, invadiendo la pista con los sombreros en alt.G, tirando las gorras al aire, los bas.•Onei, las petacas, los panuelos." El jockey fué rodeado, levantado, besado mientras refa y lloraba ll un mism·o tiempo. Todos los hombros se ofrecieron; todas las manos se alargaban. todos que· rfan mirarle, tocar sus ropas, y el • Majestic• cubierto de sudor, nervioso, temblando sus carnes cJ.¡orreando sudor por todas partes, los ojos terribles y la·boca rugiente "llena de espuma, parecla tomar pirte· en la esplendente victoria. Las músicas se escu~haban y el aire debió de llevar lejos ll la orilla de los mares, ÍI las nubes que flotaban en el espacio, ·el sordo murmullo de huracán de una ciudad que embriaga el aliento' del triunfo. El champagne hizo lo demás. Jockey y caballo recibieron una lluvia de vino en las copas de cristal, rocfo del paralso de la locura humana. Los . jugadores estrechaban sus tnanos y hundlan en los bolsillos de los gabanes los billetes de banco precio de la lucha. El desfile se inició. El trote de los caballos · levantó una nube de polvo y los automóviles sonando sus ·bocinaa cruzaban con dificultad entre. la muchedumbre. La masa enloqu~ida corrió (¡ asaltar los carros eléctricos detenid08 en la carre-

J . ELIAS , LEVIS

131

·tera. Los vagones llegaban rÍlpidamente en disputa furiosa de impacientes. Sobre la plataforma, agarrados á la red de salvamento, opr~midos 'Unos · contra otros como racimos humanos los tran vlas ¡ cruzaban sonando la eampana de alarma entre los que iban á pié ahogados por el polvo. Los ·carruajes pasaban rodando sus cercos de goma silenciosamente; los automóviles de vientre rojo, verdes, negros, azules, blancos', rosa, llenos de damas con las plumas de los sombreros sacudidas por el aire y los velillos agitados graciosamente, iban en larga fila perdiéndose á lo lejos entr~ los chalets de recreo y los jardines ingleses. Estaba ¡¡.nocjleciendo y el crepúsculo ardla allá abajo. Má• allá del •Unión Club1 San Juan con sus casas agrupadas y las chimeneas arrojando humo ennegrecido, apareció sobre un· fondo de bronce batido por nubes violetas: El agua del mar lamia en silencio los muros del pu~nte y reflejaba los colores del crepúsculo como un incendio. Sobre la yerba verde, fresca, animada por claveles amarillos, sobre la via y los hoteles, un barniz de oro éomo el polvo agitado por el trote de los caballos derramaba su beso de luz amarillepta en la solemne hora del anochecer cuando parece que todo' reza y ama.


++++++++++++.++++++++++++. [ ++++++++++++++++++++++++

f.

IV.

Al detenerse el carruaje. Elisa descendió· sin aceptar la mano de Eusebio. No habla hablado una palabra durante el camino li pesar de Ja insistencia del senor Galofre. Ella levantó sus ojos en m1is de. una OCSl!ión .con mirada fi;a reflejando "' el estado de su esplritu, Eran jóvenes y la sangre ' hervla facilmente en las venas. ,Hubiera sido necesario •obtener la ·. ley del sacrificio mút¡io, la abdicación de ilaa almair .. para conquistar ta' dicha. Al llegar Elisa arrojó sobre un mueble .e~ · ele; gante ·sombrero y·tir6 con fuerza la .p uerta ·de 1sw gabinete haciendo-crujirlos cristales. En el . CO' -. medor la sopa humeaba, sobre el blancoi mantel·y la llimpara arrojaba su luz contenida i por. una • •1 pantalla ~érde )' azul con flecos ·1rojos. · Algunas . • rosas·de,Francia entre miosotis y•crieantemoe .calan deede jo•alto de un .jSJ;l'Ón. de porcelaa~ aobre · · : ' la meea1·: La criada, ·una muchacha de ojos gran· .


134

J. ELfAS LEVIS

VIDA NUEVA •

des y fisonomia sere~a aguardaba con las manos ocultas en los bolsillos de su dela_ntal. Felipe adelanto: -Que venga la seflora, dijo. Repasaba algunos periódicos con aire distraido. Lentamente volvía las páginas como si no le preocupase l:¡, lectura. La criada volvió. - No desea venir al comedor la sellora. - Está bien .. La comida fué silenciosa·; los ¡Játos al chocar producian un ruido seco. Era un \i!encio solemne en aquel comedor tan lleno de luz, blinco y perfu· ma?o do_nde parecia latir aún el choque de los besos.

Felipe estaba sombiío; habló poco y co:nia sin impaciencia. Su cabeza y sus hombros.de trabajador se destacaban valientes sobre el tapiz del saloncillo. Parecia asistir á un gran dominio de to- · do su ser ; hombre que quiere contenerse. Comprendió que brotaba el mal, el peligro, la prueba de los amores · por:el golpe de acero que . hiere las cosas bellas. El ho"!,bre se preparaba á la lucha. . Era fuerte su corazón, tranquila la concienc.a. Le pareció que todo el huracán, . la desgracia no· podrfa quebrantar • su fé de hombre templado :en .la lucha. No habla salido de ias sombras ·de.Ja duda sentí~ tan pronto el desgane

para

1

135

de ·1a carne sacrificada por el horror de la vida. Cre· yó en Ja paz, en Ja dicha del hogar, en ese rincón de trabajador que adoran de rodillas los ~ue han salido al camino á cruza• sus manos bajo los árbo· les en el sendero donde les di6 cita el destino. Bien valla el fragor en la batalla mundial, los beso~ silenciosos que calienta el aol de los humildes. Toda Ja existencia estaba ah!; en ese aphelar de la única dicha, entre el crugir de hues'es descoyuntad~ lucha horrible de la locura humana. En medio de la grita de un siglo enfermo, lejos del choque de las máquinas, del estrépito del oro que se- derrumba, y del polve que levantan las muchedumbres sobre la tierra fatigada, Jatia el silenc¡o, la paz del· hogar conquistada •con gritos de deseeperación para hubrir con su sombra de amor á los espiritas rendidos en el combate. Y la paz se destruia. el hogar lie derrumbaba en horrores de mercado victima también en e!''mal del siglo. · ¿Deben reflir los que se ha,n busca~o para arrancar juntos flores de ~speranza Y cubrir, sus fre11~s de .pe;fumes y color~.•? El alma cala ~n la selva dolorosa sintiendo las heridas, Y todo eso era el.precio del . b¡'~~eatar anhefado · ob~pido .as! con ei o~o d!J! sufrimjento. A .Jos postres apareció ·Elisa. Se detu<Vo en 1


136

~.

VIDA NUEVA

la puerta del comedor; luego acercándose murmu· · ró: - ¿Has comiao, verdad? Felipe la miró sin responder. - Hl\S comido, has comido ¿verdad? El ingeniero encendió un tabaco; sacudió sus ropas Y doblando Ja servilleta, expresó: -¿Qué?

La sellora Galofre estaba llena de cólera. El P~lo casi descompue~to; el vestido en desorden Crufados los bra~os. Al fin estalló. ' : - ¿Qué ·conducta, q~é proceder el tuyo! Después de un escándalo con esa perdida, tratar á su esposa con tanto desaire, es imperdonable. Felipe se irgtiió y sacudiendo la ceniza de su tabaco, dijo: . , - ¡Un escándalo! ¿con quién? Ignoro lo que quieres decir. - Sabes disimular. Debes ser maestro en ese arte . .Lo sé todo .... ha ido á buscarte á nuestro palco, á meterse ali! la intrusa, y he visto cuando te 1 ha abrazado aprovechando Ja confusión :. ·:- !Oh! ~o he visto, estaba pendienté al menor mov1m1e~to .... iY no he estallado' ali!; no Ja he abofeteaao en preser¡cia de·su imbécit marido! . . . . Su voz temblaba, echaban llamas ·sus · ojos. No era en aquel instante la nifta dulce, de rostro

. f

' ELIAS LEYIB

137

amable y ·frente serena; todo. el calor- de.loe. celos estaba mordiéndole el corazon y habla al fin brotado la mujer Con toda la tempestad de su alma. , Y no lloraba. Cuando brotó la semilla amarga por vez primera, el roclo det.esplritu habla hallado su faz de compaftera fatigada por el tormento. Ahora la sostenla la hiel de la sospecha, y no se guejaba .sollozando. Sentla desgarrarse su corazón y hubiera deseado herir tan profundainente como ·sentJa la pena. Felipe se levantó. Habla tirado su cigarro después de mirar!~ fijamente como si qúisiera ·dominar la situación, y volviéndose á su esposa · agregó: ~Lo que estás diciendo es una .locura. Estás cometiendo una grave injusticia y veo con pena que se repiten ofensas á personas que nada nos han hecho. Te ruego pues que esa explosión de cefos .... - ¿Yo celosa, crees que voy á estimarme en tan pÓco que llegue á tener ceJos de esa casqui. vana? . . .. bien poco me.con<?C"S. Tu conducta es imperdonable; se entendían ustedes ·y, yo necia de ¡mi-llegué á 1CI?ler en .tu caballerosidad, en tu hom- · brla de bien ... . ilos dos! ¡se entendlan los dos!. ·st, s!,' túiy ~!la; ha ido i ·. buscarte á tu ,palco, á . nuestro palco, sin respetos á nadie y se han abra-


188

~

VIDA NUEVA

J. Et;IAS LEVIB

zado, no.me Jo niegues, con el mayor desqaro . iin ~ fame! Ella y tú. Si, s!. . La ahogaba Ja soberbia. Felipe trató de Intervenir, de llevarla lejos de alli ¡:ara que no escuchasen los .criádos. Elisa forcejeó, y ·luchaba murmurando: · - ¡lhfame, perdido, cobarde! El seflor .Galofre quiso abandonar el salón; una angustia infinita le estaba mordiendo las carnes. Amaba á su esposa, y sin embargo qna cosa • inexplicable empezaba á encender su Sangre. Quería vencerse a l·fin . ' , .- Bien ~li sa, te ruego que dejes esta cuestióp. • No destruyamos la paz del hogar, cosa . tan dificil de obtener. Todo esto es una locura, una verdadera locura. « Podrfa costarnos cara una imprudencia ....

-Ya me Jo decfan. No te fies, ·mira que Jos hombres son todos unos perdidos: el más honrado . no vale nues~a estimación. . . . Y has sido tú, á quien ere! mejor que los demás; cometer ante mi presencia, la infamia .. . vi perfectamente cuando se abrazaban ustedes! iSf, me parece que lo estoy viendo todavfa,porque tengo aqui, .aqul clavada Ja imagen de Ja ofensa! Estás ofendiéndome. Me insultail. ¿ Quiéres que también pierda Ja calma? DI.

dos.

189

- Si, quiero que me mates, que acabei;nos loe ·

Y sacudió por loe homliroa·i su marido oprimiéndole los brazoe, hundiendo los dedos· en el gabin como si quisiera desgarrar la carne. · -;Quiero que me mates! ¿sabes! · Arraite6 la corliata i Galofre, estropeó la camieá•y le defuvo cuandó·hltentó· salir. Se empe~ n6 ' una lucha, una lucha dolorosa en la que el hombre quería conservar aún su dominio. Eusebio lenntab& IOll bl'l!Z08, oprimfa · 1118 sienes; con · loe lablóe apretad011 para no ·hablilr y los -ojoe girando r4p1Cllimente asistla á una gran· prueba de BU espíritu. Al .fin· estalló. - Déjame, déjame en paz. Provocado por ti, ofendido... . Te aliorrezco, re ódio.... Mira, vamos á separarnos, á romper para ~iempre . . .. '111faldlt.o sea. el dla que nos conocimoe!' · Y la rechazó, 11\ ~chazó. duramente,. irritado, tetitblando de furor. Toda la sa~f!TI' habla • --, bido al rostro y aquel hombre debla sentir en sus vénas ~I fuego del ~ch~ enf1;1recido. . : Elia vaciló POI> el eafueí.zo,, dél!ribando 'el jarron· ~ponée< y 1118 réeaa1pálic!M. El piano abiert.oi ali eentír laa: teclas. "ÍOlb1K>•roce·de manes, p?.O•


J: ~LIAS LEVIS

140

dujo un sonido brutal, gro!lido rápido,. inarmónico como si también tuviese ganas .de rellir. - ¡Ahl Eso falt:¡.ba ; pegarme, mal caballero, m~l hombre. Me ;¡oy á mi caaa para siempre, si, para ~iempre. Y decla eso buscando su abrigo, ..arreglando sus ropas, conteniendo el desórden en Ice ca)\elloe. Sus joyas, todo lo Intimo. que era su e.l¡ia d~ mujer fué perviosamente ¡¡.rrancado á Ja •ilenciosa eoque· terla del tocador. . - El divorcio, el divorcio; mallan a mismo, cueste lo que cueste . . .. ¡bandido, mal.esJ>OflO, mal caballtrol. . . . Tenla que suceder. i~lditos sean . los hombres! , Arrastró á ·1a criada y huyó de aquella casa, hogar entristeci~o por las B<?mbria .de la rilla. Eusebio la vió partir. Paseaba á 1o largo.del comedor con lai. manos hundidas en los bo~illos del pantalón. Durante algunos minuto!' ft¡é presa del mal que sufrla; luego eu• p~ fueron. menos violentos ·y volviendo al saló'! se arroj6 oobre un mueble. Una masa, una mano de hierro oprimla e cerebro confundi.elfdo las ideas. ·· Habla sido todo tan rápido, tan violento que no habla tenido tiemi>o de reflexionar. · Quien sa· si e9tu.v.o de~iado fuerte, si fué más alli de

be

141

VIDA NUEVA

su. debilr-de hombre, de . marido que debe saber °guiar,..-ser prudente, serenoc ·· Sin. emblll'go, -recor· daba,que·habla luchado, defendl<jose. :·. No pudo dominar sus .nervioe, no supo ser valiente; la prueba habla sido recia; verdad, pero pensaba que · l\u~ hiera.sido mejor haber triunfado con serenidad, sin violencia; ·tonservar su calma de hombre res-. ponsable ·tambien .de la dicha. Trataba de juatifi.cane:, -,, -Ella me ·h a provocado sin : escucharme. · Loe celOS> la ·volvieron loca, creyendo. lo que sólo . está en su imaginación. quién ·he abrazado yo 1 ¿Por: qué·1101inquirir con ca~a? Quien sabe si la aellora Molinary subida sobre su asiento. ha :ido á caene .y y.e ·he tratado de ·impedirlo en un ins· tanter9e emoción durante la. tarde en el hipódro· mo. " 1.Y un- motivo f<itil, un._incidente aal tan mi-: serable da motivo á- una rllla, á un gran disgusto. Siempre.lascosaapeguella, destruyend~las e~ grande& . 1Qué·veriroen:zal · $ent1a.•u,na sofocación im1J011ihle de .. dominar. Estalia•vencido, roto por la lucha; violento Jl<'{ la situación. Gon Jacabeza oprimida en~ las 1118· no1/ se-·hundió•an el abismo 'de sus .pensamien'&.!. Sin saber por qué le-hirió el recuenlo de las he'.- . rrerlaa.de Pitblburgo,° en1sus buencle üempoÍI de in~iarofu.naidor. ¡Qué hennoeo aquello! '.' Veia ·


t

142

VIDA NUEVA

J. EIJAd

la inmensa columna de humo y vapor cerniéndoee 'sobn! los edificioa; en 1ar¡as millaa lu ltneU de fuego abrasando~ su luz 1u :(ialdu de la <colina, sin cesar, dia·y noche en ·inquieto fragor de <demonios. Loe carril-. Ju planchu de blindaje, las iar:ciu, lani1quetu toda lainm~ mele- -de acero que conaume el·mundo, loa millones neladas que cruzan los mares ·se confundlan · en el aliento del trabajo. El mineral en bru"to 1lé arrojak á las~- del horno mezclado con carbón, y de pronto una corri~nt.e de aire caliente penetraba t traves de las masas. iQué peligro constant.e con los . hornos anti ~. guos! •~unto á la boca que ·B1Tojaba calor . t.errible como un volcán, los operarios deeafü1ban Ja muerte. Una oleada de óxido ·de ·carbono podfa precipitarae 10bre. el.~ombre al abrir el tragante y abrasarlo en un segundo. Los obren111<eriln victimas de ' accesoe de toe; laá ·sien.es Je latlan y · la cabeza semejaba recibir gofpe ·de.bacha·bajo.el dolor intenso. Era que el aire , oe agotaba y de pronto aquellos .hombrea doblaban .la Nldilla y calan al suelo.· Un dla pasó una coea .honible;. El cierre fué lanzado á . gran distancia por. :una . explosión. Los obrero& 'ignoraban· el <peligro, · no pudieron huir á tiempo y un chorro de llamas les batió como ola de fuego. . Alll quedal'!Jll ·algunos

• ·to-

LEVll!

derpie con Jos l!IBftOS en alto, 'reéostados •.en IM vigu; otros en el 1uelo con ·JU piemaa encogidas; mUerto., ennegrecidos, carbonizadOI!. , ·A hora los homoa· eran ~~ eilindrce de hierro sepandos por lu-dmaru · de caldeamiento. 'uria ce.Jdera en fuai6n , un demonio insaciable siempre. Sombras fantásticas cruzan en todM .direcciones, en silencio; ain det.enerse. Chorros de metal brotan, •relampaguean entre la humareda. Ea la colada, es que se acaba de practicar una abertura en la orilla inferior del horno y el hierro corre sobre ,el suelo como un torrent.e que.ae desborda, lava del volcfln humano que huye; se precipita, ruge, grita, zumba. Parece que ·va maldiciendo, murmurando palabras misteriosas mientras .los operarios con 'toe roetros tostados, los ojos relucientee, chorreando sudor y con et· veiltido humeant.e quemándole las carnes, - vigilan aquel rio de la muert.e. . Y. la · ciencia, madre generosa de eaa gran muchedumbre-que se desguta y encanece en el"fragor del trabajo, defiende aus vidas, purifica loe gases deeprendidcs de la fundición, eh terror; los aprovecha y arranca ·el iérmen de VÍda1al t.errible aliento.de la muert.e. - . Luego el hierro ·conduéidQ ·á · las fábricas de . a_,;. El tren de ferrocarril trana¡:ortando 1u mol~ , cruzando loe puentea largoa 1VBgollflS de


144

VIDA NUEVA

·J . ELlAS LEVIS

fuego. El convertidor Bessemer-en aspecto de monumento que arde. Laa gi'uas gigantescas que vuel· can el cubilote .mientras un honibre espia el . color de las llamas. . Esos hombres son fuertes, recios; parece que.é. sus músculos se comunica la rudeza del hierro. La barba y el capello arden lí tra· vés de los cristales ahumados aquellos .ojos vigilan e: fuego. El .c onver.tidor baja, los hornos de pu· delár construidos con ladrillos refractarios reciben la ·masa y loa aparatos de ias calientan sin ceaar. El inmenso .tonel inclina su frente; -los mecanismos le mueven, le i!n'ipujan y el monstruo arroja chorros de acero liquido. Un solo hombre encerrrulo en su fanal como un marino con la rueda del go bernalle, sacude el alma dE> hierro que se agita y choca.. El suelo hendido, abierto, descuartiza-· do para hundir en sus entraflas ·et ºcorazón que. golpea y los músculos que crugen, hace surgir en la obscuridad, entre las .llamaa y el ' humo q_ue1. sofoca, esq1Wlétoe de acero ennegrecido¡ aparatos· .1iidrlíulicos levantan las mlíquinas, suben; -bajan ; siempre maaas negras, brazos.de .. hierro ql!J sur-· g1ln de las ·pal'!!des, dia los rincones .y sacuden las barras, las hunden en el fuego y parece que tierra,. los largos almacenes, el valle, las colinas, . 1lla flíbricas, todo aquello, sombrfo, obscuro; rojo; negio,, . humeante, rugiente en eterna noche, huérfano .d el;

y

145

sol., del azul dei cielo y de alegria de la vida,_es el infierno sobre Ja faz de la tierra donde se hunden ., almas y lle trituran hueso• human08. Felipe sacudió sus b~zos. Le -~'º que acababa de salir de los·hornos de fund1c1ón Y te": piaba sus ~ue•ZBB· Aquella lucha con el . tra~¡o era hermosa, grande; los lingotes de· acero tban lí dar la vida, á triturar Jos pardos terrones. con·. vertidos en instrumentos de labranza, en ra1ls de ferrocarril para arrastrarse sobre la .tierra .como serpientes del bien dando su beso de amor á través de las fro~~ras . para enlazar á los. po~~t'Elll en abrazo de paz; era•la . lucha con el trabe.Jo llena de luz intensa, divina, como la luz que brotaba de los hornos. y la lucha ahora era solo del co"'zón: el hombre era fuerte, gigante en los talleri!B de Pittsiiburgo pero debil ahora ante . lai obscura noche del hogar .. hogar roto por el pnmer _sollozo· de ruina. ¿Qué .hacer ahora7 Ella hab~ huido <;>n un m~nto de ofuscación, en. vértigo de .l~ura Y ¡f. . honda herida de desgracja,la '. ,_. traición ' en aque a de sus mittid del pecho, aquel fracaso en ig,.,.ia am podia · hundir para siempre todo el poder de sus ensuellos. La. noche' traácurrió larga y eterna, Y hubo un momento en que un go\P." de lloro le


146

VIDA NUEVA

subió á la gargauta ahogándole. De¡¡puea aurg!a de. nuevo el calor de la ofensa y su carne se encendla nuevamente, volvla hombre fuerte, recio, firme el corazón ante la lucha. Al dla siguiente en presencia de su padi:e, volvió la fuerza A: inundarle el corazón.. El' viejo Galofre habló en tono violento, ful~inó rayos de desprecio contra la familia del Olmo. - Tenla que suceder. Ya lo sabia yo, Esa gentum .... una chiquilla mal educada !í quien hemos hecho el honor de aceptar en nuestra familia. Un matrimonio desigual que ha conv:rtido á mi hijo en victima de esos mamarrachos. Daba, paseos agitados, hablando con•igo mis-· mo.

'ser

- Yo, yo tuve la culpa, no he debido ceder, tor pe de mi. Habrla triunfado al fin y nd tendrla. el pe8Bl' de ser arrastrado en la derrota. Se detuvo frente !í su hijo y poniéndole Iaa dos man°" sobre los hombros, agregó: -Se acabó ¿sabes? se. acabó. PBPB aiempre, Se.ha atrevido contigo; ae .atteYeri luego y a ne, ceaario acabar de una v,ez, cortar, . .. . ..nada <k debilidad.,.. Y volvla !í levantarse, !í pasear· é. Jo largo de), aalón, &'Qlpeindoee .el pecho, abri6ndo· Jos brazoe maltratando su11dar1111¡, patillaa. '-

J. ELIAS LEVIS

147

Felipe aaistla silencioso á_ la escena de des: ahogo; acrecentábase su ira, y luego toilnaba á serenarse nuevamente. La disculpaba, se .disculpal¡a á si mismo; hubiera perdonado arranc!íddose aquella pena en la que sen tia hundirse, pero era tarde para retroceder. Conservaba aun esperanzas, quiz!í cuando IÍegasen los' dlas de reflexión sen>nando los espiritus el sol volverla · á inundar de luz el hogar afligido. Hubo un instante en que pareció hundirse todo. Fué u¡ia escei,ia violenta, cruel; el tenien-_· te Romero arrojó la hiel. de su organismo, escupió ofensas y los dos ancianos encontraron' al !in manera de devolverse pasados rencores. Era una excitación, un tormento de almas ; habla llegado la prueba, el instante del salario'á la dicha y nadie habla sabido levantar el corazón á la altura del sacrificio. Y luego el esc~ndalo; seguramente habla caldo ya sobre la carne ofrecida al mercadd social, I~ garra que abre anchós surcos de sang,,e. ¿Qué diñan? U na ola da huraclín pasa ·á través de los hogar¡es; es la ' ll egad~ de algo terrible ~ue agarra quema y destruye. Caen sobre los escombros de los altares lejanos murrpullos· de bu.t:lás y estré, pitos.de carcajadas. · Es que la humahiaad rfe hartándose como una bestia en el ·charco d~ ·san-


148

J. EL!AS · LEVIS

VIDA NUEVA

gre donde apaga su insaciable sed la murmuración. Es la charca de la murmuración hedionda, batida por el fango que salpica los rostros, mancha los trajes, deslustra y empuerca, la cam e de la humanidad, toda la inmensa caravana social bate el fangil, se rie y maldice. Toda·s las honras, todos los honores, ' cuanto brilla y seduce cae en el pantano y las ric¡ls telas se mezclan á los sucios harapos del m.endigo. Habla venido él también á pagar su tributo á la maldición:. Hubo un tiempo en qÚe el hogar fué par~ él rico de amor, lleno de felicidad envidiada y toda aquella inmensa alegria habla caldo al empuje de una rií'la vulgar. Y no .era eso lo que habla sollado. Su alma anheló el supremo bien, la suprema paz; habla anheladó creer, a.u rgir entre" la sombra de la duda al dulce calor rega- · do por la tierra como semilla de paz y de esperanza. Para eso hablan luchado, sufrido; para eso , hablan levantado los dos sus corazones sangrientos, rojos de amor y vida para · triunfar sobre los egoismos, sobre la infame preocupación huma~a. Su triunfo era el grito de alborada de la juventud que levanta los brazos mostrando los .blancos retoños, el. lloro feliz de la ca~ne infantil que f unde

f

1.

149

en un tronco los besos y las alegñas. ¿Para qué luchar si al fin se hundla todo? Noalcan:taoon las almas 108 chorros de la victoria y al grito del amor • herido respondla un inmenso lloro de infortunio. Pensando esas cosas le abrasaba la calentura., .se habla quedado solo. No era ya la casita en la que asomaban· por las ventanas la verde cortina de enredaderas para expiar los secretos de los que se aman; habla cundido el desorden; un silen.cio lat!a solemne entre aquellos testigos de risas Y mimos juveniles, y era una crueldad, un desencanto, una ansiedad terrible la gran mez.cla _!le · dolor que asist!a a l estrépito de un hogar en ruinas.Se defendió. Intentó luchar, ser bravio ante la ofen!lR pero si ntió desfallecer; le heria en el corazón como un puna! la espantable soledad. Habla gustado la dicha, paladeado el bien, y una mortal sacudida troncha)>a sin piedad cuanto habla soñado. La ofe~sa y el escándalo ahondaban el abismo, Más felices eran los pobres, .la masa que vi vla en las calles humildes, en promiscuidad cruél amándose libremente, haciendo vida nueva alll cerca de los jardines en las hondonada:~ del barrio rico. Hasta alll 'llegaban los lloros de• lgs chiquillos y las carcaJadas de los borrachos. Raquel Molina lavaba sus trapos cantando á media


150

VIDA NUEVA

voz una canción del pais, y el seno, la carne de los pechos temblaba agitada por el esfuerzo. Sacudió' ·sus brazos llenos de espuma é hizo saltar el nudo que sostenla las ropas sobre el vie~ tre. En el suelo movla las manecitas su hijo, un muileco de rizos negros y o)os inteligentes. ' Pronto. iban á dar las doce. A esa hora llegaban los trabajadores, rendidos por la faena, tostados por el sol" Y era de ver á Raquel cómo besaba á su marido en presencia de todos, echándole los brazos a l cuello. Tenla un salvaje gu5to en que su pie· sen que toda su sangre era de aquel hombre. Era buen hombrl! Ruperto. Se hablan unido en la iglesia de Loiza, un domingo fe liz que nunca olvidarla. jqué habla de olvidar! y ella habla sido buena. iAh! pero un dla escaseó el t rabajo, Ja · seca arrasaba !os campos y el sol parecía encender la tierra. Lluvia de fuego, cala del cielo azul y el viento y el polvo azotaban las calles. Hubo que · ir en busca de un pedazo de pan, lejos, lejos de ali! Y Raquel se quedó sola. · Hacia ya un ailo que estaban unidos y Dios no habla querido darla un chiquillo iqu~ pena! Ella queria ser madre; su vientre recio, fuerte debía de ser rica mina de .amor Y sus entrailas sabrlan dar como tierra fecúnda grano alegre en su humilde rancho de pobre. Alguna vez Ruperto no envió recursos; escrib(a si

J. ELIAS LEV!S

161

estaba bueno, la amaba siempre pero nada más y es mala consejera Ja miseria. . Al fin un hombre se acercó á Raquel, la persiguió volviéndola loca, mostrando su dinero y ella no plldo resistir más. Cayó vencida ofendiendo al pobre trabajador que allá lejos b~jo el sol ganaba inclinado sobre la tierra reseca un pedazo de pan para los dos. ;Qué vergüenza! qué iba á decirle si alguna vez la suerte la colocaba frente á él. Nó, nó; se dejarla matar, insultar; él podrla decirla prostituta, mall\ mujer, pero ella no levantarla los ojos. Huyó de alll, se fué lejos; habla hecho mal pero era tarde para retroceder. Luego fué madre sin 'Quererlo. ¿Amaba á su compal\ero? No lo sabía, le tuvo miedo al principio, después empezó á aborrecerlo. riileron al fi~ y el hombre la abandonó. ;Cobarde, ¡;erdido! Dejarla en mitad del camino ahora que era madre, ahora que no podla trabajar porque el chico lloraba y por eso Ja echaban de todas las casas ... . . ·Era infame todo aque,lo. Bien lo tenla merecido ¿por qué huyó abandonando . á su hombre para correr tras de un perdido? .... SI, si, era justo, era la venganza, el castigo. No tenla más que ./ezar y sufrir. Ella iba á San Juan, estuvo en Cáguas una noche Y. salió temprano de la ·piudad. , Llevaba las ropas destrozadas; el ni no á cuestas dormido sobre los hombros. Era hermO<'a

"


1_52

VIDA NUEVA

la mai\ana, el cielo azul salpicado de nubes blan· cas. El camino blanco culebreando entre los ár· boles; la ºprndera, verde, obscwa á la orilla del rio lleno de luz brillante entre la yerba; más allá, verdes claros entre los bambúes de la sabiina y por todas partes máquinas, los homl¡res desgarrando la tierra con sus arados, el acero hiriendo el vientre de la madre tierra : los troncos sangrien· tos, agrupados unos sobre otros, la c¡µ-ne rica tronchada, cort¡¡da á trozos para cubrir la semilla en abrigo dulce de madre siempre ansiosa de parir .... Un pájiu·o de alas negras y pico corvo lan'ZÓ un prel~dio entre un árbol de hojas anchas, y de pronto brotó un concierto de amor entre la fronda . . El chiquillo despertó llorando. Él sol que. maba ya las piedrae, y el calor era sofocante. El polvo ardía bajo los pies desnudos de Raquel; no hab!a por ali! cerca una casita donde descansar y· aplacar la sed. Y luego, el nino lloriqueando .... ¡qué tendr!a, Dios mio! se habr!a puesto · enfermo de pronto quizá y ella no tenia ali! nada que darle. Dos hombres pasaron á caballo mirándola fijamente y un automóvil la atronó con su bocina. Un grupo de bueyes avanzaba sobre una n~be ·de polvo y á lo lejos se escuchó una canción de los cal)'lpos, mientras los carros traqueteaban sobre

J. ELIAS LEVIS

153

el camino. De pronto Ruperto' apareció anir¡iando sus bueyes. El hombre detuvo su marcha mirando á Ra·· quel fijamente. La mujer bajó los ojos Y pareció por uri momento que iba á caer de rodillas alli sóbre el polvo mendigando perdón. Al fin el hombre habló ; primero lentamente, temblando el acento, dominado por la emoción, Fué generoso, noble; ni una palabra dura, ni un gesto de insulto. Habló tranquilo, despues, conmovido, enronqueciendo á veces como si algo oprimiese su garganta ruda lleno de sudo~. Fué severo Y dulce á la vez, juez tranquilo de su concienchr que r.e~ prende sin herir, dejando caer sus palabras llenas de gener<l!'idad,' noble explosión de un alma ruda. Estaba hermoso hablando as!, tranquilo el continente apoyado en su larga garrocha mostran· do el pecho descubierto, de carnes recias, lleno de sangre marcando el compás del corazón que golpeaba fuerteménte. Raquel lloraba sin decir una palabra y el hombre estrechóla entre sus brazos; cu•ndo alzó en sus brazos de tr.lliajador !ll chiquillo abandonado acariciándole como un abuelo, la m¿jer no pudo resistir más. Era la madre que rendida al fin h~milla,ba á la muj~r que h11bla abandonado el hogar -en un instante de coblrd!a. iQué hermoso era aquello! El hombre perdona!).-

'


154

VIDA NUEVA

do á la mujer en escena de amor alU en plena naturaleza de cielo azul, en riente mallana de Agosto bajo !Ja lluvia de fuego del gran trabajador que da á todos su luz, su lámpara eléctrica para los que aman y los que odian fecundando con su aliento á la tierra, llená~dola de perfumes y colores mientras los pájaros cantan entre Jos · árbol~. No hubo más. El hogar levantado nuevamente sobre los escombl'os; todo un · pasado de horror barrido por Jos besos, saturado de frescura, un. nuevo amor, una vida nue~a inundando de luz

las almas aliviadaa del peso de los remordimientos. Y el nillo huérfano, abandonado cobardemente por er homgre, mal padre que olvidó sus deberes Ja inmensa responsabilidad creada al calor del ch~­ que con Ja hembra, desgarre de Ja · carne en el gran acto humano, encontró abrigo en el trabajador que perdonaba dando su nombre y su fé. El niño fué salvado de Ja desgracia, abrigado du1- · cemente bajo el hogar, dormido también sobre Jos hombres fuertes del obrero y al fin Ja paz había vuelto á reinar sobre aquellos s'encillos corazones. En la esquina de la calle un caserón pintado de amarillo levantaba su espalda de cuartel sobre el laberinto de casas humildes. U¡i ·vocerío inarmónico, ·golpes, gritos, lloros, carcajadas . torbellino de cosas hun:ianas, la11zaba por sus puertas

J. ELIAS LEViS

155 .''

· 1a mole de madera. Era un hacinamiento de carne·, apretado, oprimido ali! en ·aquellos cuartu~hos á lo largo de Jos balcones. La ropa chorreando agua se balanceaba sobre los cor deles y el sol hundla su luz hasta las cal)'las. Alguna vez un acen -' to d!! cólera dominaba el eterno mul'mullo; era la disputa, ,l!l grito, la frase como un rayo t rotando hiriente, salvaje. De aquella atmósfera donde latla e l vaho de la carne y el mal olor 'cte los trapos, brotaba de pr~nto un murmullo solemne interrum• piendo el sonar de las guitarras, las locas carcajadas y el lloro de-los chiquillos desnudos que corrian á lo largo de los balcones con el rostro manchado, lleno de pingre. Era .el rezo, el último tributo al que se va sorprendido por el cansancio de la vida. Abajo, Sergio Palmer, un pintor, echaba pestes del caserón y de sus gritos. Alto, P.I cabello en desorden y.e) rudo bigote sombreando una boca de ni110, barnizaba . sus cuadros mientras arrancaba bocanadas ele humo á su pipa de Jobo marino. En un rincón del cuartucho, Marta Rosales y su hija Nora, cuchicheaban en voz .baja. Marta, de fisonomla inteligente y ojos grandes, serenos, inclinaba 'melancólicamente su cabecita francesa de cabellos negros anudados sencillamente sobre la nuca. Era un alma de ' mujer recogÍda en mitad del CS:ll).ino, herida por el huracán de la existencia.


J. ELIAS

La suert«! la.emp.uj6 á la charca; de mano en .mano, gastando su belleza entre los gritos de la carne y el vaho d~l mach~. Marta arrastró á su hija entre la comparsa social sintiéndose hundir en el abismo. - No quiero ser mala, habla dicho en un gran sollozo de su alma; no quier~ ser mala pero me insultan, me prpstituyen, se hartan esos perdidos y luego me dejan sola otra vez, sola á rastras con mi 'castigo• Verdad que habla abando.nado su casa; su hogar donde tanto la amaba el . buen anciano, el obrero inclinado siempre sobre el Nó trabajo para dar un beso feliz á su Marta. vol vi6 á beSar al anciano. ¿Para qué? La sostuvo su orgullo de mujer que. no sabe inclinar la . cabeza, vencida. Hizo mal, verdad, arrojó una noche fle vergUenza sobre los suyos huyendo cobardemente, prefiriendo ser querida á ser buena compaflera de un hombre, de un obrero inteligente que la hubiera dado su amor y la alegria dél salario que sazona los besos de la esposa. N6, no habla nacido para eso; seguramente era muy bella, muy digna la existencia ; el hogar santificado por el trabajo, los hijos creciendo cobijados bajo el latir del corazón de la madre, confundiendo sus anhelos con los de los hijos para guiar su almá in fantil en bella misión de madre;' el brazo del hom bre fundido en los talleres de la naturaleza, de carne~

•·

fuertes, lieno de músculos, el nombre de su amado rincó·'\;!~J!!l~ll-.U:~1 el salario, cobijando con sus fuerzas el pedestal de su dicha, y todos haciendo buena y tranquila la vida del trabajador, enjugando las gotas que brotaran- de la frente; haciéndole dulce la vida aún en medio de los dias tristes cuando el salario falta y el hombre como una fiera ruge porque no encuentra donrle ganar el pedazo de pan que es el derecho á la vida, el derecho á no morirse de hambre. Todo eso er ~ muy hermoso en verdad, muy bello pero Marta sentia gritar dentro de si el aliento de otra vida. · Un día encontró á Sergio Palmer. Cala la tarde; la pobre mujer habla ido á entregar unos bordados; esperaba para comer algunas monedas y regresab~ pensando cosas . horribles. Seguramente ha bían comprendido su miseria porque la ofrecieron por l!JS tejidos casi una limosna. Se abusaba de su pobreza. querlan humillarla tal vez, todo por que era madre y esa necesario llevar un pedazo de pan á Nora . . . . Pues bien, n6, romperla antes su trabajo iah! ¿qué sé habían figurado' las sefloras aquellas? tanto lujo, un lujo insultante y sin embargo atreverse á regateaN su trabajo. !Ricos, ricos sin corazón! el oro les vuelve duros, egolstas. , .. si ella fuese rica no 'serla

.~ 1

.., 1


158 .

' ' VIDA NUEVA

as!; no, no hab!a, d'e serlo porque conocia la miseria, comprendla lo que era una noche de hambre y Juego con una hija; si. estuviera sola serla distinto . . . sin embargo, no quer!a ser rica ¿para qué? el oro es malo, da una sacudida á los col'azones, parece que hace cambiar las almas; nó, no · quer!a ser rica, bastaba conque encontrase siempre un pedazo de pan . . Pensando estas cosas levantó los ojos. • Estaba fre 0te á un café; los espejos sostenidos por columnitas pintadas de blanco y oro resplandec!an • sobre las paredes. Un . pintor trazaba figuras modernitas sobre las paredes y Marta se detuvo. De pronto el artista volvió el rostro; ambos se miraron fijamente, y Ja mujer se alejó al fin. Sin saber por qué sentíó un irresistible deseo de mirar atrás; el pintor habla salido al boulevard y parecía decirla adios: Verdad que era él una figura simpática; el cabello en desorden, Jos ojos inteligentes llenos de amor y de luz; Ja camisa abierta un poco en Ja altura dejaba ver el cuello robusto, fuerte, lleno de sangre y vida. Sin duda era un soñador. alina blanca. que pasa sobre el polvo de la vida indiferente á. los egoismos humanos despreciando el oro, flotando • sobre la negra ch~rca donde gritan y rugen los · demonios del mercado social. ba hubiera gustado

J. ELiAS LEVIS

159

un hombre as!; corazón ardiente, impetuoso, hom: bre y macho á Ja vez, capaz de las mayores ternuras y de los grandes truenos del esp!ritu, vivjendo una vida llena de luz en medio de los d!as terribles cuando Ja miseria echase su jergón á Ja puerta. Llegó á su casa anocheciend'o y Nora la aguardaba muerta de miedo y de hambre. La pobre niña sabia resistir sin hablar ; se miraban sin decir una palabra acabando por besarse llorando. Es más dolorosa Ja miseria á obscuras. .En plena luz, bajo el sol que enciende el polvo se lucha con fe. El tragin dantesco d la gran familia en el fragor del trabajo, da valor y e•peranzas. Es Ja ley; el empuje sudoroso, .febril; culebreo de combate para comprar con oro un pedazo de dicha, un pedazo de paz. Se tiene valor y se toca á las puertas de los demás en el comercio del • esfqerzo, Ja gota de sangre arrancada en el altar del trabajQ. Llega Ja noche; Jos alma.cenes encienden sus luces, los cafés se animan y los talleres enmudecen; de todas partes, de todos los hogares late en las bailes un perfume de mesa, un aliento de victoria á I~ terrible contribución del hambre mie~tras alguien v.encido. roto, sin esperánzas . vaia como un demente_, sin atreverse á pedi.r por que sus brazos son fuertes, porque hay j uventud

• I


.·· 1

160

VIDA NUEVA

en su rostro; Y cierra los puños con rabia y golpea el pecho con desesperación mientras escupe su protesta y su ira. -Esos han comido, me11os yo. ¿Por qué, no tengo también derecho á vivit? Vendo mi _trabajo, mi labor; doy mi fuerza, !lli sangre ; nadie la quiere, ¿Dónde está la religión, dónde"estáDios? ¿quieren que robe, que mate, que ahogue al primero que me niegue el pan que le arrancariaá la fuerza? ·¿No somos hermanos acaso? iVen mi rostro y no saben que tengo hambre! Y el esplritu se siente flaquear; llega la nqche con sus sombras y sus misterios; los hogares sin luz cíe~ran la puerta ~ara ocultar su pobreza como si desearan que fuese más obscura la noche, una noche eterna ya que la vida para ~llos es nada •más que sombra.

·

Un hombre se detuvo ante Marta ·y habló. Sergio Palmer el pintor habla llegado hasta ali! sin atreverse á penetrar: Los dos se turbaron. pareció que algo extraño abatla sus frentes incli'. nándolas en el silencio. Sergio penetró. Ño hablaron durante algunos segundos y de pronto .el diálogo se inició en voz baja, delante de la nifta que el pintor habla hecho recostar sobre sus rodillas. Hablar.on mucho. e.orno si los dos .fu< sen

J. ELIAS LEVIS

161

antiguos amigos que vuelven á e•labonar sus ca¡ 1 riños. Aquella noche hubo luz en el hogar, y tesos y pan. El amor acababa de encender su lámpara secando lloros y luciendo sus colgaduras de paz solire el lecho de los que juntan sus manos buscándose libremente para apoyarse sobre el corazón en abrazo feliz en medio de la noche harta de perfumes y esperanzas. Se siguió luego una vida en la que el sacrificio era tributo generoso. holocausto á la felicidad. Sergio escribla versos saturados de calor de su alma; alguna vez detenía la plum1 y traz~liasoore el papel dibujos que arrojaba al suelo. Marta recogía aquellos recuerdos ocu ttárldolos ~vara en su seno romo si hubiera querido pos~r el menor latido, ·el mP.nor pensamiento del artista. Huboalegrla ·porque hubo amor, mucho amor y en los dlas negros no ,se entibió el calor de la esperanza. . Fué I~ compañera del artista; sentlan lo• dos latir igual sus corazones dispuestos siempre á ofrecerse en choque de almas, oprimiéndose los dosi>ara sostener sus sueños de bendición sobre 'la tierra. Era· el arte ofrendando su hilo de armonla en medio de las. tinieblas. Una tarde el pintor acababa .de arrojar con

.l.

'


1G2

VIDA NUEVA

rabia Jos lápices, y lanzó una exclamación. Marta acudió. - ¿Ves. coq¡prendes eso? Es para indignarse. ¡Depravados, .caldos! iNo entienden nada! No quieren nada, ·ni pensamiento, dibujo, color .... parece que odian á Ja naturaleza: que no la si~nten ni Ja aman semeja nte á chusma sin religión. ¿Ves, Marta? no quieren más que ~osas indecéntes, ·Jo que mueve los sentidos; que sea provocati vo, insultante. · Y tengo que resignarme á profanar la belleza de la mujer ; darles ~guras pecado- · ras ... . yo, yo que no puedo hacer eso! Y cruzaba Jos brazos con desesperación mirando á Marta con sus ojos encendidos, mientras el aliento agitado parec!a ahogarle. -¿ Qué quieres que pase ahora en este hundi" miento feroi . ¿Ves? las mujer€;han caldo <mpujadas al charco, y caminan por las calles oprimiéndose las carnes, contoneando las caderas, como ofreciéndose en pleno boulevard al primero que pase. ¡Carne, carne, se vende carne! La belleza de la mujer; el casto desnudo, su curva divina profanadaasl entre muchedumbre .callejera. Parecla sentirse aplastado, abatido. ºEl fanatismo del arte Je trastornaba convirtiéndole én sectario. Y Marta le miró incendiándose • n sus ojos,

J. EUAB t.EVIS

163

respirando su aliento. De pronto oprimióle contra su pecho y haciendo estallar un beso: -¿Quiéres que te sirva de modelo? Sergio sacudió Ja cabeza. No habla .pensadd en aquello. ¡Có¡no! Ella' que le habla entregado todo su amor, Ja fuerza de su corazón haciéndola'. Ja amante ideal, ser capaz de ofrecer su belleza, ofrendar su carne libertada del arrovo para. engrandecerse también en el esplritu ?. Una sonrisa de nifla vagaba en los labios de Marta caldeados por el deseo. El pintor )evan~ su cabeza y la miraba fija, intensamente._ , - ¡Oh,.nó .. . ,¿servirme de modelo, tú, Mar' ta? . ..• nó, nó. Le irritaba Ja ocasión avergonzándole ceder ante Jos demás que iban á echar sus miradas di! profanos sobre las lineas de aquella buena muchacha salvada por él de Jos destrozos del mercado hambrienw siempre. Ella n~ cedió. Hubo un momento en que algo Ja heria en su orgullo de mu)er bella. Arran· c6 de sus hombros el mal abrigo y mostró sus brazoÍI, el 111no blanco oliente . reposo de la cabeza del artista. Las telas calan lenta dulcemente .en rubor· de alma jóven qué va á Jos talleres por prV mera vez á ofrendar la espléndida obra de la . Naturaleza.' Ja más divina de los obras para asom0


164

J. El;IAS LEVIS

VIDA NUEVA

brar al mundo en éxtasis religioso, en divina con templación lejos de las miradas insultantes, de la salvaje groserla del deseo. ' Sergio Palmer Iamirarn; sin b,ablar. Nunca habla experimentado igual sensación Al lado de .sµs comp\'fler0s de estudio, bajo la misteriosa luz de 106 talleres en pre~ncia de las mod~los, habla mirado las carnes hembras con ojos de bendición, y ahora una CQSa ex tralla· le sacud!a hundiéndole con . el poder del asombro. Primero á través de sus harapos, humilde como una figura de Giraud; luego fué la virgen solla' dora, ideal en esos instantes en que Dangel arrancaba a los· espiritus el sello del infinito. Delaplanche la habr!a considerado casta "y Ca valier hermosa. De pronto todá la mujer se mostró en desnudez gloriosa, en es tatua de carne que ' adoran de rodillas los sacerdotes del ensueflo, Era la muj ~r triunfante, modelada en los talleres de la Naturaleza, fundida, besada por los pinceles donde los colores p¡¡recen estallar como la música en sinfonía de amor y la luz es perfume y el arte es Dios. Marta de pie, con los brazos . abie¡;toa, la cabeza inclinada, la negra cabellera cayendo sobre el seno fuente de silencio y de gloria, en belleza ené~­ gica como una creación de Hodebart· mienh'a!' Sergio trazaba palpitándole el co;.,.zón sus dibu0

0

165

jos sobre el papel, asistla á la· consagración de su ser. El naturalismo de las imágenes griegaa, incienso que unla las ansias del esp!ritu á los misterios de lo increado, se mostraba en aquel busto de mujer diosa del cielo sobre harapos de la tierra, ' y era as! el poder humano inclinándose, besandol las huellas de la mujer triunfante que llegaba! desnuda como la verdad, relampagueal\te como los aceros; vencedora ante los destinos det·mundo .• Fué un momento, un i_n stante no más. Los dos lanzaron un suspiro como si hubiesen salido de _unl sueflo en el que los esp!ritus lejos de i;l t_!!!rra .ad, miraran la grandeza de _los mundos de luz sin anhelar el regreso a l polvo de la miserable vida. Sergio se levantó. Un aire fresco batia las palmas haciéndolas columpiarse en ·dulce vaivén . Afuera el ruido del -trabajo ·invitaba á la lucha ' eterna, la lucha por el. pan. A través de los cristales en los dias claros se veia al Sr. Alonso, un viejo marmolista casi ciego ya, á quien cuidaba su sobri no, un mocetón empleado en los ferrocarriles, salla en busca de su silla de cuerq, en mitad de la galena á pleno sol. La barba largu!sima, blanca; la ·cabeza con el cráneo reluciente y en el labiO' una sonriaa, · una amable sonriaa de abuelo. Él sol era para el anciano un camarada á quien habla amado toda su vida;· ha·


. 166

VIDA NUEVA

biaba del 'sol como si fueee carne de su carne, y con el rostro tranquilo, lleno de paz, 11011refa el bu~n obrero al viejo amigo ei sol . que dabaalien. to de .vida i sus hu~ de pobre anciano. - ¡Oh qué bueno, qué bueno; hoy es,un buen día, un magnifico dfa de sol. · Cuando yo era joven fbamos Lo~enza y yo i arrancar margaritas i la orjlla del l'fQ, y correr como nillos entre la yerba. Gustibarnos de ver la naturaleza jqué hermosa es la ti~rra. qué bella la vida! Si pudiéramos vivir siempre para ver los campos, los irboles, las flores . . Y sonrefa, sonrefa siei:npre tratando de ani mar sÚS ojos en los .que brillaba un momento lá intensa alegria del vivir. · Y La Clwncka una vieja horrible, de vientre abultado, llevando un palluelo s~cio sobre las gretlas y en los labios quemados 'p or el licor 11n.a carcajada feroz de borracho, se detenia frente al anciano amen azindole con los pullos. - ¡.Bueno. Jaca harás de reventar! ¿cuándo se muere usted, maestro? La Clwncka mostraba sus brazos ennegrecidos, salpicados d.e sangre, irritados por las ullas. ~iem· pre frotando los hombros y la espalda en incitante deseo de rascar su piel como IÓll cerdos. Era una antiguá lavandera viuda de un vendedor

167

J. liiLPAS LEVIS

· de localidades f.. Ja puerta de los teatros A quien encontraron muerto en un portal en cal\ll'\)80 día de Agosto. Alguna vei los vecinos hubieron de imponer silencio en el cuartucho de la borracha. . Era una maldicient 1; el. rostro cruzado de arrugas en el que la boca grande y enrojecida, lanzaba rugidos de fiera . - La vida, decfa, e• una carga, y Dios un mamarracho ; lo mejor ~s beber, beber siempre y quedar muertos de una ·vez, reventar en la última borrachera. Se irritaba ante la sonrisa eterna.._del sello; Alonso y odiaba la paz de aquel viejo romántico que hablaba de cuando iba á coger' margaritas en las malla nas alegres de la prima vera, corriendo por lo~ campos llenos de sol. Y Íevantando con rabia, sus puftos amoratados por las herpes, rugfa : -Bueno ¿cuándo se muere usted: maestro? En el otro lado del caserón, Anselmi, zapatero italiano, blanqulsinio, casi amarillento, con el pelo cayendo sobr'e la frente y los ojos grandes, tran· quilos que tomaban i veces una expresión de ira, paseaba r. lo largo·del cuarto un chiqui.Jlo de poéos meses que gritaba furiosamente, mientras el mayor, otro chiquillo de cuatro anos · hundfa 0


168

VIDA NUEVA

sus manos en el engrudo negro por la tinta que chorreaba sobre el banco de trabajo. y el zapatero, golpeando su fren~ decla casi llorando: -Esa cochina., porca, mala mad.r e · dejar la ' mía casa· · . . por ese perdido. Su mujer, una h ermosa napolitana acababa d~ huir con un agente de joyas. El zapatero bebió .más que rtunca Y los vecinos hubieron de cuidar algul\a vez de los pobres chiquillos hambrientos Y sucios mientras el hombre rodaba sobre los muebles mascullando sus insultos. - In fall!e, parca .... porca. Se ~etenla alguna vez frente á Ja quinta del sellor Galofre, para pedir flores. Le gustaba ver un ramo de crisantemos sobre sus cachivaches de pob~e Y ~dos los domingos llegaba hasta . alll á ~oedir algunas rosas á la setlora, y hablaba de su Italia, de I~ tierra del ensuei'lo, del arte Y del. a~or. Habla .nacido en Venecia, Y cuando recordaba _las góndolas que él amaba tanto, acababa por entristecerse. - ;Las pobres 'góndolas, las únicas e~ el. mundo, tan qellas, tan misteriosas, sin la r1vahda~ de Ja corrocella de Nápoles, negra, ne~ gra : ··. ¿por qué? iAh! para detener tanto )~jo con que se exh1blan en el siglo XV. ;La divina góndola! tan suave, tan querida de los . venecianos

J. ELIAS LEVI S

169

por que ella es su cuna cuando vienen al mund'! y su último lecho en · el viaje a la isla de San Miguel donde ha de dormirse el suello eterno; hr góndola que p!l!leaálos novios en su primer dlade felicida'd · y rie con todo• én las espléndidas noches de car· naval cuando los millares de farolillos tiemblan sus luces en las aguas; que es hermana de - los amante~ y que .escucha sus coloquios entre la sombra y oye sus besos .... la góndola se va, se acaba. _¡Ah!.esas malditas barcas automóviles qúe profanan los canales,. están asesinando á las ipfelices embarcaciones, á las pobres· palomas negras del mar Adriático. Diciendo todo eso se aflig!a y acababá por marcharse con su ramo de flores, moviendo lentamente Ja cabeza. Aquel domingo Felipe habla buscado para sentarse un banco pintado · de verde á la entraba del jardln. A esa hora, los .dos jóvenes acostumbraban charlar un rato bajo la enredadera ·que trepaba á los balcones, pero ahora Elisano es\;aba alll. El zapatero llegó é. buscar sus claveles y crisantemos. 'La, p~na" le estaba "}ordiendo el corazón y sin poderlo evitar se echó ., llorar como un nitlo. Se habla ido 1la ingrata, se · habla ·marchado con un perdido, ~ejándole los hijos. ¡Ah! la loba


170

VIDA NUEVA

J: ELIAd

LEVIS

171

abandonaba sus cachorros, su casa, su hogar. El era un pobre hombre, verdad, pero ¿por qué no tuvo ella compasión de los pobres nll\os ? .. .. . .

el mal ageno y su .amor pue~to á prueba crecla ya que el huracán azotaba los rostros haciendo brotar el perdón.

Acabó por echar pestes de las mujeres. Desde luego la linda esposa del sel\or Galofre 'era un angel pero habla que dejarle esc~pir su odio con tra las demás que saben volver locos á los hombres Y luego huir con un perdido de la calle.

. Además. ¿No hablan los dos amasado el rompimiento, no era de ambos la culpa 1 · Quedaba aún el gran momento de la prueba, la unión de los cuérpos, el matrimonio de la carne sin haber logrado realizar el del esplritu. Entonces era necesario corrregir e) error, apresurarse á romper las ligaduras ya que la ley devuelve su libertad á los que no han podido encontrar la dicha bajo el ho~r. Era justo, si porque es inme!!_sa la responsa)>ilidad y necesario el esfuerzo de los dos ·para sostener el monu~ento de la paz. Si no se amaban, una mano terrible debla apartar los corazones, alejar ~l choque. ¿No era preferible apartarse as(, no~le, lealmente ? Además, el rompimiento .llena de bálsamo las heridas en los que se aman, y ai se, ~man .... ¿por qué . no hacer vida n!Mlia, vida de luz después de las noches de separación en l~ que se busca en hambre de recuerdóe los sitios que fueron testigos para be,sarlos y anheJaD' un nuevo amanecer en la nueva vida?

°Felipe se dominó; aquel desesperado estaba sacudiéndole el corazón y trató de calmarle. N6, nó; rfo estaba bien hablar asl 'de las mujeres. Ellas nos d:¡,n la dicha, la paz; en ellas están los besos "!ás puros, el tesoro inmenso de la piedad, la firmeza Y el perdón. Los hombres son los fuertes, los duel\os; se \'uelven locos y maldicen en su fiereza animal, ¿Crueles? si; y· luego las empujan, las prostituyen, las infaman .. . . Y la mujer se defiende, levanta sus armas, aprende áresistir; no se. entrega. Era necesario tratarla de igual á igual en la iglesia del .derecho; llevarla de la mano con fe pata que no manchase sus zapatitos de raso en ~l faQgo; salvarla y redimirla aún despué~ de grandes hundimient¡¡s del esplritu, levantada en el bra~o potente del hombre, brazó . de gigante fundido en los talleres de la Naturaleza Felipe estaba m1tgnlfico hablando as( curando ·

El zapatero se alejó moviendo lentamente la cabeza y Felipe quelló alll abrumado por el peso d~ sus ideas, fatigado por la emoción mien,tras el


172

··················~·····

Vl,DA NUEVA

.. ····~·······'············ !'·

¡'

V.

.

('

.

Toda la b~illante exhibición tras los cristales;. le,,pro4ojo un malestar extrallo, Los bellos abani~, chales, los perfumes, la .e nlQg uecedora , riqueza, los brillantes, los trajes, las ricas telas; los . '<lnormes sombreros cuajados de llores y lazos; la fiebre á los · elegantes abrigos en la última moda,. tOda la incitante exhibición. del Parf-B Bazar, IÁ.s !'{<¡Vedad.es. González Padfn , y la casa Gclgel. Á lo Ia¡:go de la calle de San Francisco la gente, se agrup!(ba.en las aceras, Una .lluvia, menudl\ de invier,no reflejaba sobre el empedrado los chorros · de luz qµe brotaban de las tiendas, y los tranvfas élé~tricos pasaban con los cristales salpicad~.- por la lluvia 111ientras la l'ámpara de la cabezota iluminaba el agua fangosa que se hundia. con, estrépitos en las cloacas. Feljpe .Galofre llevalia un abriitoco:. lor' ala de mosca y miralia la exhibición de zapatitos


174

VIDA NUEVA

de mujer sostenida' con gracia por aparatos de metal nikelado. ¡Y qué tentadores aquellos zapatitos! Negros, azules, rosa, champagne, blancos ... un mundo de deseos en las sensuales curvas del empéine y en la gallardla de los tacoa: pies pequetlos de mujer sotladora. Un recuerdo lealt6 á la mente en aquellos instantes. Fué un dla en qae Rosa Muriel, una suripanta que habla paseado por los teatros de la ciudad sus cari;ies de mujer peligrosa, le refirió una cosa sublime. Rosa habla tenido un am¡mte oficial para seguir bajo cierta representación convaniente su vida de escándalo. ' Era el amante un músico del •Teatro Mun ·ciplll• excelente muchacho romántico de alma profunda y serena, empenado en apartar del fango á la famosa corista de 2arzuela. Y era de ver el caritlo santo conque aquel hombre besaba los pies á su querida. Verdad que Rosa tenla los pie• pequenos. primorosamente pequeflos, y el ruido de · los zapatitos de la cantatriz cala en el corazón del º músico como una dulce nota en la sinfonla de su amor. Con sorpresa Rosa empezó á comprender ;que amaba á su hombre, un amor retrospectivo, ' poco profundo, resignado á la lucha y á la pobreza. No hubo pan muchas veces, pero el múáico no dejó de traer al hogar siempre, siempre los lindos zapatitos cuyas tacones heria con tanta dul-

J. EUAS LEVIS

175

zura el alma ael músico. {In dla el hombre se sintió morir; la batalla -en el hogar se aerecent6 para aliviar la agonla del pobre enfermo y la mujer fué valiente para no caer en su antigua -vida de escándalos. Al fin todo acabó, Rosa se quedó sola'. Consagradadurantealgún tiempoal recuerdp de su amante volvieron á·asaltarla los hombres en su eterna ansia de carne. De nuevo se abrla ante ella la vida de suripanta ; las noches de banquete, las fiebres del des6rden. el oro á . montones, las cajas de perfumes, los sombreros, los elegantes abrigos. las lindas sombrillas. los brillantes. - - Se decidió, y una noche, la primavera · cifii después de su viudez, al salir á la calle se detuvo. lJ.na idea la mordió en el corazón. · Ac1b1b1 de pensar en el pobre muerto, en el músico que tanto habla besado aquellos pies calzados con zapatitos iguales á los que él trala en tiempos de amor inolvidable. El la habla dicho- No vuelvas al fang0; dime que ·serás buena cuando yo me haya muerto. Se detuvo. ¡Volverá la vida horrible de antes con aquellos pies que él habla besado tanto! Nó, 1no irla. Fué una gran resolución. Se acabó, si y para siempre. Habla referido tqdo eso á Felipe temblll11dole la voz como si '.aúh sintiese el vaho caliente que inundó su corazón al recuerdo sagrado.


176

VIDA NUEVA

J. ELIAS LEVIS

En presencia de las vidrieras, <Galofre tam·· bién pensaba en algo doloroso para él. Elisa tenía los pies pequei\os~ él habla visto aquellos lindos .pies y ahora ante los tentadores za~titos sen tia deseos de comprarlos para i:egalar los á alguien que hiciese sonar el nervioso taco~eo para dar á otros la dicha .. ¿Sería eti>rna esa separación? Quien sabe. El era tranquilo, faerte; su fuerza consfstfa en saber esperar para triunfar, sin precipitacíone•, aguardando que el tiempo diese vigor á las cosas para hacerlas resistibles al vendaba! de la vida, . Y ahora-él debía in tervenir en la "paz de unhogar destrozado. ¿Por qué consintió en hablar con aquella gran pecadora ? ¿Qué tenla él que • rrojar luz en las sombras de almas· en ruinas? ¿Acaso él no resistfa la desgracia 'de su hogar, sin pedirá nadie sostén, valor en la prueba? ¿Por qué no hace1· lo mismo todos los hombres? Don · Aurelio lo habla suplicado en un instante de gran desaliento una tarde que Felipe había ido á vagar junto á.Jos muelles y penetrado en el almacen del viejo Tomás. El seflor Charnecó y su socio s' hablan alegrado de verle y el feroz comerciante dejó escuchar su terrible risa Je,-je-je. Ali! estaban como siempre los antiguos compal\eros y hablahn de negocios con Pon .\urel,iocua~do a~a-

recló Felipe Galofre. Se habló de la boda, de la alegre noche de boda cuya ñesta no habla podido olvidar el viejo Tomás á pesar de su mal humor. ;Qué noche tan feliz, y que alegres los conVidados, los novios . . . . todo el mundo! Era la felicidad eterna!. . . . Desde luego se iba camino de tener descendencia ¿eh? un bebé ya próximo á llegar para completar la dicha de los que tanto se amaban, envidia de los solterones y egoístas. . Felipe sonrefa sin hablar palabra, en sonrlsa forzada para sostener aquellas explosiones de paz bur¡a croe! del destino. Y era de ver el contraste que ofrec!a el aspecto de lo~ dos ancianos moviéndose. en el largo . y obscuro almacen lleno de telaraflas. El escri ~ torio en alto, á tres metros sobre el suelo; pintada .de cal Ja barandiHa de madera sirviendo de barrera á la caja y los dos escritorios. Libros enormes en Jos cuales hund!a el semblante el viejo Tomás despues de asegurar bien los espejuelos y colocar una pantalla verde; cartas en lps huecos del mue· ble, conocimientos de embarque, pólizas 'de. Meguros,'libretas de anotaciones, toda una mezcla de cosas que latfan formando t!l alma del n~gro almacén. Y er> el fondo un enorme montón de tablas, largo, amarillento, oliente á resi~a sobré el


. .. ~

178

VIDA NUEVA

J . ELIAS .LEVIS

- - -·-- - - - - - - - - - - - -- -que correr!an chillando desde el anochecer los ratones furiosos. Sentado en un taburete, un chiquillo flaco de cara amarilla y ojos intelig~ntes hacia rayas sobre un'! ljbreta de apuntes. Era un "sobrino del viejo Toinás llegado al caserón un di~ en que )¡l madre Eufrasia vino á llorar como siempr.e su desgracia al hermano. - Tráetne á uno de los muchachos. el más listo ¿eh? estará conmigo, será· mí hijo si quiere oirme. No sérá desde iuego un pillete porque ustedes no saben'.rnás que parir, y luego la miseria las ·agarrota. Los viejos acababan de reflir nuevamente. Siempre las frases - Te roban, te engallan Antonio ; eres demasiado bueno; abusan de tt. Tode es mentira. No hay amigos ni nada. El mundp es , una farsa:, las gentes son malas. Y el seflor Charneca moviendo. el vientre á todos ladotf, ~ecogiendo con un pafluelo sucio el sudor que brotaba de su ancha cara, movfa los labios para protestar, labios ocultos por el grueso bigote cuajado de .canas bajo una gran naria'>- melancólica. Era una larga procesión de manos que . se, extendlan anl:¡! el bondadoso ro•tro del comerciante. Viudas, ~rnérfanos, hombres sin trabajo, comi ~

.

.

1.

. 179

11iones de caridad, religi~. mendigos. . . y para todos el seflor Chameeo abna su bolll&, dalia siempre t11111riendo en su gran bondad de anciano. · -iAh! el bie¡i, hacer él bien; jl¡ué cosa tan be- , , lla! Hay que dar ' todos un pedazo de felicidad P11fa conqulatar la sana alegria del vivi~. · Y el viejo Tomás se ponla furioso. . - Haces mal, dec¡a, haces mal alimentando l'l tanto-nolgazAn. Te declaras protector del -primer gandúl que. sin tener en que caerse muerto lle le ocurre ca&a1'!18. Deapués echarán pestes de.ti, ·por que tú no ves más que la poesfa de las cosa! Lo que la hum.anidad necesita no es más que justicia. Las religiones son una mentira, Antonio. Amaos lo8 u1I08 4 lo~ otr04 como hermanos, resulta una liobada que nadie cree "ªda más que loe inocen~ como tú victimas 4e tanto vago. Un dla c61et'11 del viejo Tomás estalló eil una f¡¡e~ carcajada. t] pa pobre mujer Ue-vab.I á hor- , .cajadl!p pjdieodo limosnas, un tronco hmilano.._una · chi.c ade enorme"cabeza, uri cráneorelucientecubier' to ~ !l&beµoe. El sol, el "polvo, el aspecto de la infeliz nit)a !l~llzando siempre de la boca hilos de salí~ una •!iva espesa, tibia y asquerosa, movia 'compulón. El seflor Chaméco casi' derramó

la

~ ·~ p~ d~ tal aeagfttia: . Era ne- ' ceU.rio ~ un aarrito para llevar ' la mu~haeha


J . ELµ!! LEVIS

y su sa.tisfacción no tuvo limites cuando lo · ofreció á la ¡}obre mujer madre de aquel tronco humano. Pasadoe algunos d!as llegó áJas puertas del almacen la mendiga y encarándose con el buen anciano dijo en tono violento: - Ah! le dejo su carro. Para nada lo quiero ¿sabe! Nadi~ me da limosna desde que tengo · coche. Me ha reventado usted. El seflor Charneco no contestó y el viejo Tomás lani:ó una carcajada. - ¿Ves ? dijo, as! es ese mundo; ingrato, bur--rescO; la vieja esa te echa á la cara tu caridad. y e: 1rneco moviendo agih:io la enQrma ca·beza. murmuraba: - Nó, no importa: es necesario hacer ~l bien. ¿Cómo amar la vida, no sucumb!~ á la desesperación ? ' Una tarde en que la lluvia hD.b!a amasado,á lo Jargo de .los muelles el fango negro del polvó' de ""'1lbÓn que arrojaban de su vientre las .t.rcaa ~e cuatro palos, llegó á la puerta del almacén un pobrP diablo de las.calles. Caminaba á rastras; las piemas torcidas,•se~. arrastmndo un troeo de iiantalón y unoe chancloe viejos parec!a un esquéleto vestida. Habla atado á la .cintura. un. carricoche lleno de cintas, mitas y baratijas. &,tia. el fango pregonando. sus chucherlas, ·Tesistiendo Rréno .

181

la lluvia que azotab1 los rostr<¡s. Era. un ..fantasma de la maaa oliente á suciedad de pobre que muere sin haber vivido, pingres de las calles que arrastran al anochecerá un negro agujero su carne rendida bajo el sol. la lluv.ia y el polvo, mordjendo en silencio un pedazo de pan. El viejo Tomás se adelantó. . -¡ Ah! ves, ves eso Antonio. El pobre r:na!Jco, el infeliz .... es hermoso ~so ¿ verdad? ¡Caramba1-tiene derecho á pedir, y no J>ide. Esto me consuela del derroche que haces tú dando monedas • á tanto holgazán. Acabó por llamar á su sobrino á' quten ha~!a dicho que era preciso ser fuerte, hacer músculoe, '· tener sangre rica para ser un pueblo que supiera pensar-bien teniendo sana la mente. Todo eso juntO §. 1s 1>0tencia del oro, del dinero lleno de ' sangre rica. Don Aurelio Mendes gustaba de cha1slar un 1 rato.con ·loe almacenistas é iba alguna vez · cuando no era demasiado el ·fragor de los muelles. las cosas no iban bien y empezaba lí. 'cansarse de las la~c~aa de .pasajeros' y botes de pesca. Y no 1 era 6sa su gran contrariedad, su infinita -pesadumbre. Sabia 'l¡rre· su ~posa la seftpra . Molir¡ary arraslltilba,1u nombre en 1el esclí.ndalo. de continuas sepa'raciones, vlctimaa ambos de la ch.a~la ~-


182 cial.

VIDA NUEVA

Y ·no podla romper, acal>é:r de una. vez cori . Lo •bla todo;. le hablan contado horrores del ·modo de -vt'rir de Hortensia pero no querfa creer nada. Desde fue" go ~ra todó una asquerosa envidia, peQ,iaba ~¡; , una envidia de las mujeres que no poolan tllipllrtar .! la belleza de su mujer ní su encantad.;.._ gracia para tener alnigoe y hacerse admirar aím de loe más 'indiferentes. Y volvla 11 ella de nuevo: ren· ~ido, sin fuerzas pera resistir á la murmuració11 ni ácabar de una vez en su gran debilidad de hom_bre. • · • Esta vez estaba resuelto; si, ya era demasiado. Concibió un plan; red~cirlo todo á dinero, venderlo todo é irse lejos si ella querla acoo¡))l!llarle. Salir de San Juan, de la horrible ciudad llena de locas murmuraciones, de charla envenenada de loe ~Iones donde el flii:teo de siempre era el desgarr1¡ de honor ageno. ' · Hablaba éon el sefior Galofre y le .heria con insistencia este deseo. Como siempre, no podia hacer nada por el mismo; no contaba con sus fuer- . zas. Era en él neCe&ario un cbra74n extral)o en quien ~aciar su agonla y Felipe le pareció' un hombre capaz de no BQnreir ante su desiira'ciii. Acabó por llevarle lejos de l0s viejos almai.enistae y caminar len.tame~te junto 11 loe b&.rcoe anclado~ .

aquélla'tnu~ que1e1V01Yfa loco.

.en la-orflla. L-i tarda tala'.en una ·solerriné ora· ción ·de misterios y los muelles aparecierop eilen· cioeoe. mudos, destacarido su mole por obscÚro )na el horizonte salpicado á trechos por las luces dél puerto._ La inmensa mole de un vapo~ 'legro amanado f. 1a orilla temblaba BUS · reflejos en el agua;. dos barcaa de largos mlístiles haclap crugir · las cangrejeras agitadas por el· vient:O y mu allá d.a la miga d~ b:iquas. cJlum.ias de ·humo Y. alguna capcion en inglés que dejó escu,. char un marinero sentado} la mura de babor, las lanchas de pasajeros alterando el silenc¡p coh . el traqueteo 'dé Jos motores de gasÓJina arrojJln~o sobre el agua á largos trechos reflejos verdes y rojos de sus faroles de situación, confundiañ en el mar agitado las luces temblonas blancas de losfoooe eléctricos. En aquella faz de la vida comercial, reposo de la noche silenciosa junto 11 · los grandes montones de la carga, el sellor Mendes habló 11 FeÍipe. El · no negarla aqia>I servicio á un hombre 11·. quien sesellalaba como victima de una ~ujer que llevaba su¡nombre. Felipe era feliz; habla enéontrado una esposa buena y dulce; no tendrla jamú aquellas agonlas)' bjen podrla ir donde Hortens,ia á rogar)~ en su noínbre ague) al.to e~ la , mllml¡ll· . ración. El no .tenla fuerzas para hablarla; una 0


J . ELIAS LEVIS

influencia extrafia era seguramente más legftimo empeflo, ""Pecie de testigo ante la ¡:az de un h~ar senalado por la maldad humana. Felipe comprendió que empe;aba á irritarse. Un gra,n desprecio por aquel hombre débil le su· bió á la garganta y le hubiera insultado de ,buena gana. Además aquella mujer habla sido el móvil de rompimiento con Elisa y no quena fnter. venir en situación de gentes caldas as! en escándalos de hogar. .El seflor Mendez juntando sus manos insistió. La voz temblaba al hablar en su inflnitá debilidad; se.consideró vencido y al fin una gran compasi(Ín se aferró á la mente del sél\or . Galofre. Y para eso estaba ali! contemplando tras loa . cristales la loca exhibición de los escaparates, el torbellino de telas, postizos, adornos . y pedrer!a que enloquece á las mujeres, mostrado aal en plena ·calle, bajo los chorros de luces eléctricas. Habla escrito á Hortensia, y aguardata el momento de la cita. Estaba arrepentido de haber aceptado el ruego de aquel hombre débil y le pareció nuevamente que todo aquello era ridlculo en lo cual pod!a ser arrastrado. Ya era tarde ·para · retroceder y se decidió. L3 se.flora Molinary viv[~ eh la calle de la Fortaleza cerca del palacio rojo, en aquel extremo de cioca~ tan silencioso atro-

'185

nado solameñte por al estrépito de loa automóvilfS. Una muchacha hizo conducir hasta el salón al sei\pr Galofre. L'l sellara iba á salir en breve, y le rogaba aguardase un instante. F.ra una sala sencillamente agradablP.. No habla nada que pudie~ ; arecer violento ni ¡:< sado. Algo, de desor· den encantador en loa muebles y colocación de ob· jetos sencillos sin alardes de bazar establecla cier- 'ta atr(lósfera de simpatla á la duefla de la caBa. lfn esplritu delicado debla sentirse bien en aquel , ' sitio. La senara Molinary apareció al fin lanzando como siernpre el peligro de'su sonrisa y. la expresión de su~ ojos. Era en efecto' .una- mujer Í>eli· grosa. Vestla un traje de ·corte irreprochable. J!!l cuello alto; el canesú y el cinturón eran di\ va. lencién ·fino en diseno Cluny. A lo largo del fren· te en estilo semi-princesa, se. extendla un pano de punta veneciana orillado de ricos encajes, La falda elaborada en lujoaa dec~ración veneciana ostentaba profusión de encajes artlst;icoe y bof:da· dos suizos. El dif.logo se inició. HÓrtensia -hacia empe¡ios por .interesar. y, cpmpren~ió bien pron~ . que estaba.frente f.. uñ advel!lllrio. En presencia , de aquella mujer Felipe experimentaba un .¡:liquato •que casr no podla dominar. Todo el horror de


186

187

VIDA NUEVA

J. ELIAS LEVIS

aqu!ll lujo á .espa ldas de un marido infeliz hacia dgl corazon del ingeniero un inrnen•o · · desprecio á penr de su grandeza de alma. Desde luego abordó el asunto y entonces la sello~ Moli-nary agregó: ---:-Tod~ esto no es; más. que una gran Ípnterla. ¿Qué desea mi marido, que le siga? . i;Bah! No acaba de decidirse. Sabe que n.o· nos entendemos, que quiero romper. ¿Por qué no me dej ~ en iiaz? Pareció que iba á ponerse nerviosa y trató. de

blo del amor entre casados porque no pue'de haberlo. Serla eso el paralso"y no es posible el paraiso <!n la tierra. Se eehó á reir, una risa maligna y Felipe la aprovechó para decir algunas palabrB". Hortencia le interrumpió. · -No va contra usted nada, sel\or Galofre, ni quiero que hablemos de C08%S desagradables. ·Hasta aqul ha llegado ya el rumor de ·los disgustos de usted con su esposa . Bien, ¡iero eso es distinto. Si yo creyese en ese amor, es posible que aún encontrase la dicha, pero no es posible ni quiero pensar en ello. Todo eso está perdido; la humanidad está pervertida y nadie arna ya ·mucho menos cuando le condenan á ser atado eterna mente. Sin darse cuenta se habla puesto seria y salió de su situación para ofrecer al seflor Galofre unos bizcochos humedecidos en vino Basac. Al · fin el diálogo empezó á languidecer. Parecla má~ bien que ambos no querlan hablar de sus cosas .intimas complaciéndose en sentirlas. La mujer que habla nacido para las alegrlas del ho¡tar en su gran · sacerdocio, aceptaba el rompimiento á cambio de su temperamento salvaje, libre para correrá través de .la selva .de la vida; y el hombre estaba ali! aplastado bajo los escqmbros

brot~r-

serenarse.

-Vea usted sellor Galofre. Yo no he nacido para ser ca.;.da: Me ~burre, me fastidia todo io que gusta á las demás mujeres: Pasear su dignida<,I de sellora, el nombre de su marido, la consideración social . . . . ¡Ob! me está eso perfeetamente ridlculo y ya lo he dicho á At¡r~lio antes de casarnos. jQué arrepentida estoy del dichoso . casamiento! Yo no quiero nada de eso, y se empella en que á la fuer.za . he de 119portarlo. jQué fastidio, sellor! Se levantó y acercándose al espejo alisó con los dedos cuajados de sortijas los pesados bordes · del peinado, Luego jugando con los adornos del traje continúo: -Yo creo en el amor, ¿cómo nó? pero no ha-


188

VIDA NUEVA

de su hogar, hogar que soi\ara fuerte y eterno por la ley del amor v Jos sacrificios. La sei\ora Molinary habla juntado sus manos sobre las rodillas y contemplaba fijamente el sue· lo. De pronto como si hablara consigo mismo agregó: -SI, quiero ser libre ; estar como yo quiero, romper de una vez con el mundo, con Ja sociedad. Desafiará la gente, es que aborrezco todo eso. , ¿Qué quiere usted? Estoy ya cansada de fingi· mieritos y de aceptar papeles que me repugnan. Y son u.;tedes los que tienen la cu_lpa de todo, us· tedes los l ombres que nos cercan como fieras •nos dicen .bellas cien veces al dfa; se casan luego: nos dan su nombre, nos cargan de lujo para pasear· nos por todas partes y exl¡jbirnos como animales ra~os ... ¿Cree usted que no me doy cuenta de eso? Es una vanidad, una gran satisfacción, un necio orgullo de hombre pasear á su mujer, . á la hembra para que los amigos envidien ta~i\a felicidad. ;Necios, torpes! confiar la dicha del ho· gar á una cara bonita, á una mujer elegante que bastante desgracia tiene ya con t!érlo, para que todos la cercen, la ataquen, Ja pongan á prueba, la vuelvan loca hasta que al fin oi,se ha casado con un imbécil, caiga estrepitosamente. ¿Podia su· ceder 'Otra cosa? ¿eh? .

J . ELIAS LEVIS

189

Felipe se levant.6. · No .habla querido aquel desahogo. ¿Para qué? Habla ido ali! en un instan· te de compasión haci~ un hombre atormentado po~ un amor infeliz, y·estrechando las manos á la sei\o· ra Molinary se alejó. Estaba resuelto á dominarse, á luchar. No en balde la naturaleza consagraba á los hombres el brazo fuerte. recio, lleno de músculos sin . las dulces lineas ·de la muj er. Era la energla toda de los organismos, carne de resistencia ante los delirios del esplritu. Y se abismó en el trabajo, trató de embria· garse en la faena; intentó aturdirse en elestrépito de las masas de hierro y acero, en el ·chocar de las bombas, el hervir de las calderas, los gritos del vaporen las válvulas para empujará los cilin· dros, gemir los.balancines, acelerar los re~lado· res, desperezar los engranajes, mover las volan ., tas . y animar la vida del trabajo con el aliento de su alma. · El viejo Galofre no llegaba sjno para decirle: -No cedas; para siempre, Debes aprovechar esta, circunstancia y divorciarte antes de que · padezca tu reputación . El primer ensayo ha sido inútil, y no tengas ganu de empezar de n11evo .cuestión que juzgo furminada ..... Y se iba, no dec!a más. Iba á aturdiriie en

J!

1

:· r !

!


190

VIDA NUEVA

el manejo de los automóviles 1PanZ..:rdi1, máquinas soberbias mostrando sus vientres·y sus cobres limpios y relucientes en el almacén de la calle cTetuám por don.de sublan los carros eléctricos atronando con sus campanas, Una tarde en la acera del •Louvre • encontró á la.sei'iora <le Salazar. La excelente anciana habla 'hecho algunas visitas y venia rendida, siempre sonriendo, los ojos brillantes aún y el rostro feliz en su gran alegria de anciana. Al ver al sei'ior , Galofre, dijo: - ¡Qué suerte! iba á verle. Tengo que hablar con uste'd mucho, mucho ... ·y sin esperar respuesta contihuó: - Estoy sofocada, he hablado más que otras veces; ya sé que las mujeres tienen fama de habladoras, pero hoy me he excedido y estoy nerviosa, con ten.ta . ...

Y siguió su charla alegre. Habla estado primero casa de la familia Colmenero, dos antiguas amigas, solteronas, de las cuales una Sofia alta elegante aún á pesar de sus anos, moviendo con inteligencia Rus ojillos azules y luciendo su cabellera rasi rubia, no babia querido casarse á pesar de los esfuerzos de su hermana Claudia, una vieja horrible, casi siempre de mal humor echando pestes de los hombres. La seftora Salazar habla

J. ELIAS LEVIS

191

reldo muc)llsimo escuchando la rifla de las hermanas, todo por que Sofla aceptó en la casa á una pobre mujer de quien se dijo que haMa abandonado á su marido para huir con un amante que se cans6 pronto dejándola en mitad del camino sola frente al escándalo y la rechifla. - Es una inmoralidad, decia la seftorita Claudia aguzando sus labios enrojecidos con carmln, es una inmoralidad que en nuestra casa t¡m respetada y tan virtuosa, se haya recogido á esa casquivana que abandona su marido para correr con t!teres. Si yo hubiera querido casarme. 'lº . habrla cometido semejantes escándalos. Y Sofla tratando de• serenar la ira de ~u hermana. - Con los al\os te has puesto cruel. He hecho un bien evitando que sigo. rodando la pobre chica. Si quiere, aún puede ser buena; y que no sea pu es por falta ·de caridad. -Vaya á buscar caridad á otra parte. Y no está bien que vengas á hablarme de mis al\os. ¿Sqy yo acaso tan vieja? Si quisiera casarme no me fa\tarlan pretendientes. La sel\ora Salazar tuvo que intervenir , para obtener paz entre las solteronas. Al salir' encontró á Laura Durand y Lis! Archeval. ¡Siempre de broma, hablando atropelladamente en su aturdi-


192

J. ELIAS LEV!S

193

VIDA NUEVA

miento juvenil! L!si venia contenta. Acaliaba de repartir la sopa á los pobres, á toda la pingre humana donde se mov!an el chino del violin que llegaba arrastrando sus chanclos Y la sei\ora Antonia la más antigua de todos, una vieja ~ajita, gruesa llevando siempre un pai\uelo ·negro á la cabeza rodeando -un rostro amarillo, terroso en el que ~ampeaba una gran nariz sobre Ja boca grande, anémica, que dejaba escapar un montón de palabras dichas con· voz ronca mientras re!a niostranclo los dientes largos Y sucios. - Todo el mundo sabe que yo fu! rica. Si , vengo á buscar la sopa, es por que vengo. Yoº tengo todavia mis brillantes. !Vamos! Y una voz varonil saltaba entre el grupo formado por cabezas desgref\adas, trapos y ruidos · de cucharas en las vasijas de lata. - Pues deje usted esa sopa á otro. Me gusta el orgullo de la sei\ora rica. Lis! se alegraba de la disputa mientras el olor de l~ sopa se confund!a con el olor de los cuerpos grasientos, toda la suciedad de los barrios . bajos. Antes habla estado en la caleta de San Francisco á visitar una: sef\ora en desgracia. Fué necesario atravesar un portal largo y negro de suci~­ dad. U na hilera de cuartuchos se estend!a hasta el patio, antros húm·edos y sin aire donde es pre-

ciso tener luz todo el dia. En los hornillos hierve el agua de las vasijas' al lado de las planchas mientras corretean algunos niilos desnudos y cubiertos de ma.nchas grasientas. En el patio aumenta la muchedumbre y el vocerio. Las lavanderas cuelgan sus ropas chorreando agua por todas partes. Montones de · trapos sucios y cajones rotos. Un · catre abandonado se pudre en un rincón junto al muró que sostiene ·Ja escalera vieja, fangosa, dejando ver los ladrillos por donde se sube á la balconada casi oculta por ropas á medio secar, que el viento agita. Hay ali! otra galería, cuartuchos agrupados, angostos, calurosos, llenos demanchas, de papelee, vasijas y cocinas que humean entre el abigarramiento de gentes, la charla eterna, las canciones y los gritos de los mucl¡achos. Eri aquel instante dos voces en lo alto de la galer!a dejaban oi r sus gruilidos. Una era débil, apenas podía llegar abajo detenida por la cor· tina tendida sobre la puerta. La otra enérgica, agu~a. heria como un pu¡lal diciendo: - Ya sé que vas á casa de· Paula á hablar de mi, con la .oreja parada como las bestias. Estás pfef\ada conmigo. ¿Ah? Y abajo en el fondo del patio, Josefa Carvajlll• una lavandera lle bra~os enflaquecidos 'y manos rojas dec!a casi llorand~:

''!


INTENTIONAL SECOND EXPOSURE

194

1

l

1

l

r VIDA NUEVA

J. ELIAS LEVIS

195

-Ya lo sé, yo sé que estás harto de mi, que no quieres vivir más conmigo, y que no te has ido por que te nemos una hija. Vete, vete si quie·

nuevo hijo. Y de nuevo había vuelto á crecer -el vientre, á llevar la intranquilidad á los cora·

res abandonarme; la nena y yo ño nos moriremos

fatal idad el empuj e de los hij os al sol de la vida. Al ver á su amiga la señora Salazar se alarmó.

de hambre. · Y la sel\orita Archeval iba á socorrer á la .pobre sel\ora á quien el bordado habla e~hado á pe~d~r lp¡¡. oj,os. Toda ,la suciedad de los portaJ.,.; · el olor de los trapos zumbaba al (ededor de L~I. ·señorita_que amaba la asquerosidad de los cuartos húmedos, los chiquillos con la barriga grande llena de pingre y la inmensa agonla, la dolorosa miseria de los pobres. Y la séñora Salazar contaba todo eso con charla ihfantil solo por que tenla ganas de ha•_,..,lar, de contar sus emociones de la mal\ana. Y mientras decfa de la sellorita Balaguer, una muchacha profesora casada con un homb~e del norte porque era bueno mezclar las dos razas para . obtener un pueblo fuerte, que estaba furi osa por la situación de los maestros · -del pais á quienes se oprimía en irritante injusticia · mien~

tras á los otros, á los que venlan del Norte se les trataba sin grandes apuros, la señora Salazar ·pensaba en la pobre sefiora Valladares, esposa de un empleado con poco sueldo lo cual aumentaba la penuria del hogi;r cada vez que tenla un

'ZOnes ya que la pobreza consideraba co:no una

la señora Va lladares indicó: - Si, tengo otro mierda ahi. Al fin la señora Salazar acabó viosa AO sin agregar después de u

- He hablado mucho y debe usted esl:ltr abu rrido de mi, ¡;ero es qu e estoy contenta, contenta. ¡Ah! qué alegría para mi corazón cuando hago un

bien. Dicen que la humanidad es mala pero me ·siento feliz cuando hago bien á otros. ¡Quiere u6 ted saber por qué estoy contenta? Felipe sonrió sin contestar, y la señora Sala· wr mirándole con malicia añ~dió: - Se .trata de usted, si , de usted. Créame que iba á visitarle cuando le he hallado. - Y bien ¿qué quiere de mí? - Nó, aqul nó; lo q ue he de decirle es muy serlo. Aguárdeme en su casa mañana á las tres. Y se alejó. Toda su felicidad de anciana latía en su ser como "agua de bendición cayendo en


196

VIDA NUEVA J. EWAS LEVIS,

rocio sobre las almas afligidas' en el inmenso hormiguero humano. En la acera del café Rich Felipe encontró al viejo C~rvajal. Ya"no era el anciano alegre .• sie(llpre, de buen humor echando á broma todas las cosas dé Ja vida prodigando su sohrisa de abuelo á los concurrentes al café mientras tomaba á sorbos su g:-in vaso de leche. Al ver á Felipe se· animó: Hablaba del viejo Galofre su amigo.de la infancia, uri excelente hombre chiflado completamente por los automóviles : Pope Harford ». Acababa de verle en ca8a de Panzardi examinando un ca'rro Knox. · Estaba rojo de sudor entre las prensas. las cajas de aceite, los montones de ruedas de goma y los barriles de grasa. De _pronto guardó silencio y movió Jos labios ·dominado por su honda preocupación: -Me he quedado solo. Mi esposa ha muerto. ¿Lo sabia usted? Ya hace a lgún tiempo que mis hijos se han casado; todos se han ido á formar s~ casa, su hogar .. . . iAh, los hijos .. .. son como Jos pájaros; se van,, se alejan; yo voy á sus casas, verdad, pero me parece que molesto; no me atrevo ya á regailar, á decir nada . Y esto me atormenta. ¿sabe usted? .A mis ailos, después de

197

tantas luchas para vivir .. , . La vida es mala ¿verdad? Felipe se despidió. · Aquel hombre le estaba haciendo dailo, echándole encima sus tristezas de viejo abandonado. Era cruel todo aquello; un P.m· pefto en rontarlo· todo, en compartir las agonías unos con otros como si hubiera alivio en arrojar. sobre Jos demás algo de ·la fuerza que oprime los corazones.

Y en su casa, volvió á acometerle la· fatiga de aquel hogar silencioso, y pensaba en que él tam· bien era un fragmento de ruina. Al dia siguiente cuando viósubirálaseiloraSalazar sintió que el corazón palpitaba fuertemente. ¿De qué iria á hablarle la buena seilora? ¿Qué traerla de nuevo el espiritu de la anciana, esl!lritu lleno de luz flotando sobre una dicha consegulda en la tierra, en el hogar al calor de las tempestades de la vida, junto á los que no creen en la paz de un amor siempre constante, eterno, fuerza del corazón; pasiones hondas de los "que se han dado cita para encontrarse en el mismo sendero y han 1 acudido alll á buscarse entrelazando sus manos, besando sus frentes , ,sonriéndose, hablándose en el gran silencio de las a lmas. · La seilora Salazar an tea de sentarse miro á su


198

VIDA NUli:VA

alrededor y á pesar de su discreción brotó de los: labios una qncja: - ¡Dios mio, q.ué ddsórden en esta casll! ¿Dónde están las cosas alegres qu.e habla aqui? Todo ha désaparecido . Llevaba. su elegante traje negro que hacia resaltar la blancura de los cabellos, el rosa del cutis. ' Siempre sus ojos dulces, grandes, bondadosos, llenos de piedad ,_ tranquilizando á todos los que sufrian, inspirándoles fé, constaneia para sufrirY vencer.

- Y bien.

¿Qué t iene usted que decirme ?

- V ngo· á hablarle de Elisa. Nó, no arru-· gue usted las cejas, ni ponga esa cara. He sido fuez mu chas veces en estas cuestiones- y nadie me 1engaña.

Todo el mundo pone k-i guerra, aviva los rencor es por qne ya sé· que el· mundo se goza. en la desgracia de los demás. Es que molesta · á mucha gente la dicha agena. ;Destru ir, des· truir, no saben más que destruir y no dan nada ni levantan nada sobre las ruinas; dejan á una. P"ues bien, nó; yo sola frent~ á Ja desgracia. pongo la paz,. es más hermosa, más g>-ande. Soy cristiana y me siento feliz en esa lucha. ¡ ,\h, . la . re1igi6n ha huiao de la tierra; no tienerr religión y son desgraciados por que no aman. ¿.Es que el• au frimi ento. vue:ve eg.oista .á la humanidad? Sin.

J . ELIAS LBVIS

.f

199

embargo yo he sufrido y no soy egoista. Bien es verdad q!'e soy muj~r. Y siguió hablando. La casa, la familia del Olmo desde la noche del rompimiento. E lisa ha· bia llegado fur iosa y e l teniente Romero que jugaba una partida de ajedrez con su an tiguo compañero de armas San Millan, y hablaba de la España del porvenir haciendo volverá su seno de madre el cariño de los pueblos de América para establecer una era de unidad y fu erza en la raza, arrojó con ira el tablero cuando escuchó las quejas de su sobrina. Y queria ven ir ensegujda á pedir una explicación, echando pestes de los señores de Galofre. Y la señora del Olmo, seria, grave, sin hablar apenas palabra desde la riña, sin murmu· rar, sin un solo reproche ni un quejido pero enflaqueciendo, lloraudo en silencio, acabando lentaY su hermano el terrible Romero, ;a_vimente. vando el rencor, diciendo que aquello se habla acabado ~q ue saldriade la casa ef dfa en que hubie· ra una reconciliación . De un iado el dolor silencioso de Ja madre que se morfa y del otro la severidad del implacable solterón. Al fin Elisa comprendió que el amo~ de sb marido habla echado hordas rafees y su corazón sacudido por la ley del dolo~se agitaba en anhelo; de paz. La habla suplicado que viniese, que ansiaba de nueyo su ho~r, la


2()()

J. ELIAS LEVIS

.201

VIDA NUEVA

paz de su lindo rincón de amores, curada ya de· eidida á sostener con valor el monumento de · la fe· licidad futura. La sellora Salazar hablaba lentamente, casi en voz: baja dejando caer las·palabras con ·leQtitud sobre el alma del ingeniero. A ese precio hab.i a que compcar la dicha, as!, con el · oro del dolor. ¿Eran jóvenes, se amaban hondamente, creian po'"

•ible aún la dicha? Pues bien . ¿Por qué no ha· cer vida nueva ? La lección hapia sido dura y el hombre debla ofrecer su mano para g uiar, levan· ta r el pedestal de la dicha bajo un nuevo sol. Felipe daba agitados paseos con las manos ocu ltas en .los bolsillos. Hubo un silencfodemuer· te; todos los silencios del espirítu se j untaron para resolver Ja suerte de un amor seriamen ~ comprometido. La sellora Salazar miraba al •uelo con los ojos muy abiertos, fij?s en un punto mientras abría y cerraba len tamente su abanico, abstraida, dominada por Ja situación, téstigo de paz en aquella lu· cha del corazón. Al fi n Felipe se detuvo. Estaba intensamente pálido y pareció que acababa de salir del abism<¡ de una gran prueba. Se habla interrogado asl mismo, asistido a l gran confesionario de todo su ser penitente de sus propias cu.lpas, juez de la

propia conciencia; y brotaba a l fin sereno · del fallo · ' de Ja justicia. Habló con voz segura, dulce y enériríca 1 á . fa vez.

f ·

- Bien, levantemos la frertte. F.lla huyó de aqui y.quiere volver. Digala usted que venga, pero es preciso an tes estar seguro de nuestras fuerzas. Rabiamos rrnlizado el matrimonio de los cuerpos; vamos ahora á celebrar el del e,.,í· ritu. Vamos á hacer viüa nueva, pero es la última prueba. Am bos debemos ayudarnos para no su· cumbir. ¡Ay! porque una nueva lucha nos hun· diría para siempre, 1ería la muerte- de nuestra fe licidad. Que no acuda humillada ni vericidá, no, nada cÍe crueldad, pero que venga sola, completamente sola. La aguardo á la puerta del templo donde nos unió el sacerdote. Vamos á recorrer solos y á pié el camino que. recorrimos aq uella a legre noche de boda, alegria que no hemos · sabido conservar.

Guardó si lencio, estaba agitado recogiendo el sudor que brotaba sobre la frente. Y la sellora Salazar deslizando su mano entre 1a's de Felip~, añadió: -¿Esta noche? · - SI, esta noch~. Llegó el instante al fin. Felir.e estaba in-


INTENTIONAL SECOND EXPOSURE

202

VIDA

quieto. nervioso.

N UE VA

·

J. ELIAS LEVIS ,

Una sen:>ación extrafla sacudía

todo su organismo. Iba á casarse nuevamente, á rea lizar e) más dificil de los matrimonios. Aquella noche de su boda cuando había música .Y son risas)' brillos, Felipe Galofre estaba contento, fe li z. Un horizonte de amor mezc laba sus colores para darle la esperanza , y ahora sus ojos es-

taban hCimedos y tPnia mi edo. . E lisa del Olmo estaba allí ag-uardándole en mitad del atrio envue lta en sombra. La iglesia de San Mateo esta ba obscura. Acababan de dar las ocho; las campanas dejaron escuchar el toque de ánimas y el sonido de la última campanada se alejó temblando en el espacio. Un transeunte murmuro :~ I pasar una canción del país.

Los dos jóvenes se acercaron y sin hablar pa-

labra tendieron sus manos ard i ent~s y temblorosas. Las puertas del templo estaban cerradas. No hauia al lí entonces el murmu llo del órgano, la oración de los creyentes, el perfume de la juven-

tud y las ex hortaciones del sacerdote.

Estaban

solos frente á sus conciencias, en muda plegaria con sus propias cu lpas. Ambos deberían experimentar

grandes

choques, hondas sacudidas.

Iban los dos cogidos de la mano, soli tarios en mitad del cam ino en busca de la dicha. Y para eso no era necesario más que la pro·

pia fuerza del corazón, la grande energía del amor que triunfaba sobre las preocúpaciones de la ·vida. Avanzaron al fin caminando lentamenÚ> sobre el sitio en :que atronaron aquella noche los automóviles y despedlan chispas los brillantes. ¡Qué silencio ahora, qué inmenso silencio al recordar el pasado é interrogar el porvenir! Largo pareció el camino recorrido á pié, via . dolorosa bajo el madero del sufrimiento. Caminaban con los ojos bajos, sin mirarse una vez como 8 ¡ no se atreviesen, concentrando todas las fuerzas para el fin al, la última etapa, palpitando. fuerte mente el corazón. Los carros eléctricos pasaban zumbando atestados de viajeros, sonando la campana en el eterno vaiven, y las luces de los jardines ingleses temblaban s~s reflejos en el agua de las fuentes. Santurce se mostraba en toda su belleza noe. tuma y los transeunte• cruzaban•la'Cl(rretera despa,;.¡.mánq~se por los boulevares entre los gritos de los vendedores, el estrépito de las bocinas y los timbres de los carruajes. Allá abajo les aguardaba el hogar con la& puertas abiertas echando su luz sobre el cami.no, iluminando la enredadera ,de campanillas que trepaba sobre el balc6q. ' u~ grito ·de horror· estalló en medio del ~stré-.

. .

r


004

¡1

~to de la .,ida,

'iIDA NllEV.A.

'I la gente SI! agrupó

. J. ELIAS LEVIS

á la oriil4 liliJ

camino.

Ún automóvil, una máquina Knw: d.e ..¡l!ntre amarillo acababa de aplastar á uJ\ hDmbr.e. 'Era un pobre diablo, un g¡u¡apár¡ á ¡¡uú>JÍ 1111; coma la gente. Estaba ali! sobre la 11la del tr¡¡j.e, con la cara hundida en ·el polvo del camioP mez.- · •ciando sus harapos al charco de sangTe. f al lado un pullado de monedas de ero luela btj)lante j¡¡¡¡.to al m~ndigo. Aquel hombre ll¡waba enci¡¡¡11 teda su fortuna y habla muerto teniendo cer¡:a d,e su carne el manantial del oro, gotasde.enei;g!¡1n¡e~­ cladas aliora á la sangre del pordi08ero. y los novios p&aa.-on de largo sin dete¡¡erse ante aquella miseria del camino. El amor p¡¡¡;¡lj¡¡l triunfante al lado de las monedas de oro, 'I era ~ poder el que regia t.odas 'las conciencias 'I D!&Y·lll el resorte de todas las alme.S. · Y en el hogar, bajo el teeho huét:fa110 · duran- . te algún tiempo de los .-umores bendit.os, broC¡ó al fin la fuerza contenida. Los brazos C&'leron sobre el cuello y los labios hicieron estallu la música de los 1bes~. Un gran sollozo brotó !' Elisa dejó correr las lágrimas sin contenerlas cerno ¡¡i • aprovechase el deseo de aliviar su eora:Wn O!!l'Ímido por el tormento. La energ!a juvenil vencedora de loá egois-

moe i~primiendo sus oraciones. Un nuev9 altar se alzaba con todo el espler!dor de loe temploe donde se reallza el matrimonio de las ' almas. S9lo el amor tenla derechopara levantar, más alto, sobre t.odas las cabezas y t.odas la8 emocio~es. su faro de luz potente en mitad del agitado mar de la 'vida. El amor triunfaba nuevamente única grandeia de la tierra sobre el horror de las mentiras sociales y la agonla de l~ gran fa~ilia humana. En aquel altar levantado al triunfo de las cosas santas, oficiaba Dios solamente, Dios era el gran sacerdote. La ley del dolor sibpab!!. un nuevo triunfo en la conciencia humana. Y era : el amor, el amor fortalecido por'elsufrimient.o, puest.o á prueba para vigorizarse, adquirir potencia y asistir de nu~vo á la consagración, á la fiesta solemne de las almas jóvenes que iial~n de la. prueba dolorosa para orar temblando de e~oción ante el ara de la Nueva V.ida. FIN.

E¡an Juan, J?iciembre de 1909.


!

J• 1

1


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.