Desiertos intervenidos

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Ciclo de laboratorios intensivos de primavera – Desiertos intervenidos, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Regional, F.N.D.R., 2 % Cultura, Año 2016. ISLA, septiembre – noviembre 2016 MONITORES Bogdan Achimescu / Polonia Guisela Munita / Valparaíso Oscar Concha / Concepción PARTICIPANTES Angélica Araya / Antofagasta Pamela Canales / Antofagasta Gabriel Navia / Antofagasta Jordán Plaza / Antofagasta Patricia Díaz / Antofagasta Antonieta Clunes / Antofagasta Francisco Vergara / Antofagasta Felipe Tello / Antofagasta Carolina Opazo / Valdivia Magaly Visedo / Antofagasta Francisca Jara / Valdivia Melanie Garland / Berlín Romina González / Chíu Chíu Ariel Aracena / Antofagasta Juan Troncoso / Antofagasta Aníbal Naranjo / Antofagasta Diana Zamorano / Antofagasta Carmen Olivares / Antofagasta Jose Luis Carrera / Antofagasta Sonia Cuevas / Antofagasta EQUIPO Dagmara Wyskiel / directora Christian Núñez / productor Francisco Vergara / community manager Carmen Núñez / producción logística y vinculación con comunas Cindy Gómez / secretaria Juan Troncoso / web Creado y producido por Colectivo SE VENDE, Plataforma Móvil de Arte Contemporáneo Antofagasta, noviembre 2016 www.colectivosevende.cl


Desiertos Intervenidos fue el siguiente modulo de formación artística de Colectivo SE VENDE. La educación artística es, desde los inicios (2004), nuestro pilar esencial de funcionamiento, realizando un sinnúmero de workshops, talleres, conferencias, coloquios, trayendo a la región a profesionales y artistas de muchos lugares. Cada proyecto expositivo ha estado acompañado por un programa de mediación y formación, diseñado especialmente para cada ocasión. Apoyamos en su desarrollo a artistas autodidactas, profesores, guías, jóvenes, a audiencias ampliamente entendidas, y contamos con alta fidelidad y demanda de nuestro público, con un interés que año a año va creciendo. En 2016, hemos materializado el proyecto denominado Entre la forma y el molde / Ciclo de talleres de actualización y estimulación creativa para docentes, ejecutado entre abril y julio, dedicado al perfeccionamiento de profesores de la región, con seis monitores nacionales, durante trece fines de semana. Con este taller inauguramos oficialmente ISLA, Instituto Superior Latinoamericano de Arte, sede del Colectivo, centro de residencias y – sobre todo – lugar diseñado para la línea de formación de SE VENDE. Para dar continuidad a las actividades de instituto, nos propusimos realizar un ciclo de tres laboratorios intensivos, ahora destinados a los creadores locales. Desiertos Intervenidos potenció y fusionó dos áreas de funcionamiento del Colectivo: la educacional (ISLA) y el trabajo con el territorio. El Lugar Más Seco del Mundo, nuestro centro de residencias en Quillagua, ha sido visitado durante los últimos cuatro años por más de treinta artistas, curadores, investigadores y periodistas, de Chile y del extranjero. Hemos generado un punto de interés internacional en el mapa del desierto de Atacama. Nuestros invitados han trabajado con el lugar, el contexto y la comunidad del oasis. Sabiendo valorar la riqueza que tenemos como región, queremos no solamente compartirla con los de afuera, sino también convertirla en fuente de inspiración para artistas emergentes locales. Con este proyecto, decidimos abrir la posibilidad para creadores y personas interesadas en formarse en artes visuales, a trabajar con el paisaje local, ampliando nuestro foco de interés a dos comunas nuevas: Taltal y Calama. El proyecto consistió en tres módulos intensivos de laboratorios de una semana de duración cada uno, dedicados a la investigación de tres localidades en la costa, pampa y altiplano, dictados por los artistas: Bogdan Achimescu de Cracovia (en caleta Paposo), Guisela Munita de Valparaíso (Quillagua) y Oscar Concha de Concepción (Ayquina). Para cada taller de siete días consecutivos de duración, se abrió una convocatoria con once cupos. La primera parte de cada módulo, de cuatro días de duración, se realizó en ISLA y estuvo dedicada a la investigación sobre el lugar específico a intervenir en el desierto, profundización sobre su contexto, historia, paisaje y población. Los alumnos desarrollaron bocetos y maquetas, formularon ideas, prepararon material para la realización de una intervención in situ, individualmente o en grupos. Cada monitor invitado dictó una charla inicial, acercando a los participantes a sus obras


realizadas en espacios exteriores y a procesos de investigación aplicados en casos específicos de producción. En la segunda parte de cada laboratorio, los participantes junto con el monitor y el equipo de producción, se trasladaron por tres días a Paposo (en septiembre), a Quillagua (en octubre) y a Ayquina (en noviembre), para materializar las intervenciones pre diseñadas en Antofagasta y enfrentarlas a la realidad de los diversos desiertos de la región, dialogar e intercambiar conocimientos con sus habitantes, o simplemente derivar, escuchar y mirar. Las reflexiones aquí compartidas de los que estuvieron a cargo de Desiertos Intervenidos, demuestran la intensidad de los procesos vividos, diversidad de estrategias de aproximación y complejidades de los lugares elegidos, como fuentes de inspiración e intervención. Participantes de Desiertos Intervenidos: Pamela Canales, Angélica Araya, Patricia Díaz, Jordán Plaza, Antonieta Clunes, Francisco Vergara, Felipe Tello, Carolina Opazo, Gabriel Navia, Magaly Visedo, Francisca Jara, Melanie Garland, Romina González, Ariel Aracena, Juan Troncoso, Aníbal Naranjo, Diana Zamorano, Carmen Olivares, Jose Luis Carrera y Sonia Cuevas. Dagmara Wyskiel



Una costa imposible de medir Existe un problema con la medición de la longitud de las playas, y este problema tiene un nombre y un importante pedigrí científico. Ésta es la paradoja de la línea costera y lo que quiere decir es: mientras más cuidadosamente se mide la longitud de una playa, más larga se vuelve, y es debido a que se siguen descubriendo nuevas circunvoluciones de arena y fractales de piedra. Chile podría bien ser uno de los ejemplos más extremos de esta paradoja. De acuerdo al World Factbook, Chile posee 6 mil 435 kilómetros de costa. Mientras que el Instituto Mundial de Recursos ha calculado una longitud de 78 mil 563 kilómetros. Ambas mediciones están correctas, solamente dependen de una diferente “tasa de muestreo”. Pienso en esto de acuerdo a lo que Dagmara Wyskiel me cuenta, que el norte de Chile tiene tramos de cientos y cientos de kilómetros sin una escuela de arte. Incluso, a medida que nos acercamos a Paposo (caserío costero a unos 200 kilómetros al sur de Antofagasta) y tenemos una nueva perspectiva de sus ensenadas negras y rocosas que atrapan las olas, la distancia parece aún más larga, y también con más curvas. Nos encontramos aquí para realizar un taller emprendido por ISLA, y todo ocurre tal como se debe: una larga planificación y honesta preparación se convierte en algo que toma a todos por sorpresa. No podría ser de otra manera, ya que Paposo es muy diferente: un ambiente que es un catalizador del pensamiento



con su paisaje espectacular, cubierto diariamente por la camanchaca de apariencia teatral que aparece y desaparece. Y, quizás aún más, con sus sorprendentes planes comerciales: la extracción de algas para la industria de cosméticos en un lugar donde no se espera un salón de belleza, la extracción a mano de locos (moluscos) en una época de dragado industrial, y la transmisión de electricidad cerca de un viejo cementerio. En este lugar y en esta franja de playa, los artistas hacen lo que hacen todos los artistas: responder a la realidad de una manera completamente divergente. Quizás inspirado en los modelos económicos mencionados antes, Jordán Plaza (uno de los participantes en el taller) instaló un puesto en el mercado vendiendo poleras que adornó con íconos de panteones consumistas: Nike, Adidas y Puma. El problema es que estas imágenes estaban grabadas con polvo. Así que, cuando una niña de Paposo se llevó una, el logo se desintegró en el viento. Sin embargo, el “cliente” reconoció un buen negocio por lo que valía: la polera se distribuía gratis, así que un buen lavado o quizás una sacudida le iba a devolver todo su esplendor SIN logo. Cerca de ahí, otro negocio comercial: el Salón de Belleza muy bien preparado de Angélica Araya. Su propuesta para la gente de Paposo es algo que ellos conocen muy bien: las algas de mar, largas y con aspecto peludo que los ancianos extraen del mar y envían para el procesamiento de consumo en la distante realidad cosmopolita de los productos de belleza. Araya usa un laboratorio improvisado para transformar esta materia prima en sustancias aceptables, embotelladas apropiadamente. Vestida correctamente con una bata blanca, hace participar a los habitantes del pueblo en un completo ritual, digno de un spa y lo termina con una típica charla de belleza sobre el cuidado, hidratación, etcétera. Mirándola, nos olvidamos rápidamente del personaje fuera de lugar de esta acción. Después de todo, esto ocurre en una plaza semi desierta, polvorienta y ventosa de una caleta de pescadores. Es precisamente el acortamiento divertido de esta distancia, entre lo local y global, que hace extraordinario este trabajo. Mientras tanto, otros artistas se posicionan frente a la historia. Francisco Vergara se entierra en la arena de la playa y se convierte en un ícono, sólo con su cara visible, evocando a las animitas en el camino, o quizás es el pionero de una nueva técnica de momificación. Un trabajo que combina el humor con la gravilla tal


como los globos rojos ensartados de Antonieta Clunes, un sensor enviado al interior de la camanchaca para marcar una frontera que ya no existe (la antigua línea de demarcación entre Chile y Bolivia pasaba por Paposo hasta 1879). Las fronteras, dispuestas como una vista abstracta de una tela de araña y luego incendiada, parecen ser también el tema del trabajo introspectivo y engañosamente humilde de Patricia Díaz. Yo también elegí preparar una intervención: una disertación activa proyectada en las paredes de una de las casas más antiguas de Paposo, que fue una vez habitada por un aristócrata ruso fugitivo. En la noche, nuestro grupo se sentó en la playa alrededor de una pequeña fogata y, así como nos preparamos a hablar del taller, se nos ofreció la oportunidad de volver a los rituales de un pasado hipotético o hipnótico. Pamela Canales había preparado un grupo de instrumentos musicales, logrando de alguna manera usar el material blando de las algas de huiro para emitir sonidos suaves de percusión. Fue un momento comunitario que derivó perfectamente de la antigua fiesta en una playa a una situación de escuela de arte contemporáneo. A medida que iniciábamos la discusión y la crítica abierta, me encontré tratando y de alguna manera logrando hablar castellano, corrigiéndome en inglés y discutiendo con Dagmara Wyskiel en polaco. Mauricio Quezada – el experto que nos dio una charla sobre las implicaciones históricas y geográficas que dan forma a Paposo como hábitat – mencionó que los miembros de las tribus que una vez habitaron estas áreas eran todos multilingües, así era la intensidad del intercambio comercial y humano con otros y a menudo distantes territorios. De repente sentí como que se cerraba un círculo y otro se abría. Había una escuela internacional de arte entre Taltal y Paposo, bajo las estrellas, en una playa con una longitud todavía desconocida. Bogdan Achimescu Artista visual




Laboratorio Quillagua La experiencia formativa de trabajar con un grupo de personas heterogéneas y donde prevalecen por sobre todo la disposición a aprender e incorporar lo que el profesor/a quiere o se le encomendó dada su experiencia y trayectoria (que en mi caso como artista visual y docente son productos del trabajo sostenido y serio en el tiempo, tanto con ciertas convicciones estéticas y temáticas), lo entiendo como un modo de hacer y enseñar arte, pero sobre todo destaco un modo de mirar. Entiendo además los procesos creativos establecidos como un proceso individual y colectivo a veces, donde se requiere siempre realizar nuestras propias preguntas y con ello ir por nuestras respuestas, entendiéndolas como las propuestas personales en un contexto específico. En este proceso de siete días, a propósito del laboratorio ocurrido en ISLA, del Colectivo SE VENDE, tuve como desafío entregar y aplicar herramientas con un grupo de ocho personas vinculadas a las prácticas artísticas en sus distintas posibilidades, siendo este grupo heterogéneo en cuanto a sus experiencias y formación. Por lo mismo, me planteaba un problema complejo en lo que se refiere a la formación y, si le sumamos el lugar donde realizaríamos nuestra experiencia, Quillagua (280 kilometros al noroeste de Antofagasta), el lugar poblado más seco del mundo, el conjunto de esta experiencia es lo que intentaré compartir. Este laboratorio se inició con una etapa de cuatro días, donde se entregaron conceptos y definiciones; realizamos un ejercicio en torno al territorio de Antofagasta, una “deriva situacionista”; revisamos algunas obras y discutimos


posibles acercamientos a la experiencia en Quillagua; y, por sobre todo, se establecieron de manera natural ciertos vínculos que más tarde se podrían trasformar idealmente en redes de apoyo que efectivamente son parte de las pretensiones que busca este tipo de prácticas. Una vez transcurridos los cuatro días, donde mi objetivo era tener una postura o forma definida de cómo cada uno se enfrentaría al sitio aplicado, Quillagua, dejando en segundo plano las expectativas e impulsando más bien el factor que nos propondría el lugar con el que nos encontraríamos, ciertamente podía ser suficiente tener la categoría de “lugar más seco del mundo” para dejar correr nuestro imaginario. La apuesta por mi parte fue “derivar” en Quillagua. En este formato, claramente las posibles intervenciones se sostenían sólo a nivel de intención, de deseo y, por sobre todo, con dificultadas por la ansiedad de “qué hacer”. Por algún motivo, he observado en mis años de docencia que los alumnos siempre tienen resueltos rápidamente ciertos objetos visuales, pero dejan de lado el contexto, la escala y a veces las personas, los habitantes de Quillagua en este caso, lo que lamentablemente a veces se aborda de forma superficial, por tanto esto último era la fase mas compleja de resolver con una ética acorde a la instancia. Esto último suena muy bien, pero también es cierto que existen prácticas artísticas que en el papel y en la intervención real, se quedan cortas en cuanto al otro, superados por el ego y la vanidad tan propia del mundo creativo. En nuestra visita, los alumnos se vieron enfrentados a sus propios conflictos en cuanto a las lecturas de sus otros. Me parece que este punto en la formación es muy relevante, porque siempre se prioriza el producto, el objeto y, con ello, su estética, sus temáticas, y se deja invisibilizado el espacio y comunidad en la cual se trabaja. Muchas veces se da demasiado por hecho en cuanto a la recepción, la función, la necesidad de… Finalmente, en los últimos tres días en Quillagua, los alumnos del taller pudieron plantear sus propuestas que luego, en algunos casos, discutimos y evaluamos en cuanto a las experiencias desarrolladas. Entre ellas, los trabajos de Sonia Cuevas, de Antofagasta, quien experimentó la pugna entre la expectativa y lo encontrado, entre esa imagen imaginada y la imagen concreta que le otorga el lugar. Rescato en


su proceso, justamente, permitirse incorporar, dudar, cambiar y concretar, sobre todo pensando que este tipo de prácticas ensayo-error son las que van definiendo un modo de hacer propio. En el caso de Patricia Díaz, también de Antofagasta, su performance, que más bien se acercaba a lo lúdico, me parecía era parte de su búsqueda por representar más oscuridad y salir de la ingenuidad, para ello –evaluamos en el taller – pensamos interesante que investigue y estudie más las practicas performáticas o audiovisuales incluso para así lograr llegar a esos rincones que sólo ella sabe y así amplificar sus silencios. La autora también realizó otra acción en co-autoría con Francisco Vergara. En el caso de Magaly Visedo (Antofagasta), se dio algo muy interesante porque puso en valor dos conceptos muy aliados, que son la intuición y la pretensión a escala, pues supo poner un cierto dispositivo visual en una escala correcta, en una relación simple con la comunidad, y con ello se ajustó en una proporción a lo que puede manejar una persona que está en un proceso de acercamiento a las artes, por lo tanto, de esa forma, la decepción y la frustración no son parte de su lógica de trabajo. En el caso de Carolina Opazo y Francisca Jara, de Valdivia, sus participaciones fueron fundamentales, pues en un taller de siete días aportaron a la diversidad y, en su condición de artistas jóvenes, completando en los debates y, por sobre todo, enriqueciendo los procesos desde una generación distinta a la mía, cosa que siempre es bienvenida. Finalmente, y con el reposo, puedo concluir que la experiencia fue muy interesante


y enriquecedora por amplios factores, pero especialmente por el escenario tan extremo y sus habitantes. Antofagasta bien resume lo que es Chile hoy, con todas sus contradicciones; y Quillagua dirĂ­a que incluso el estado del planeta que habitamos. Guisela Munita Artista visual




TALLER AYQUINA Y EL RITUAL El proceso de taller desarrollado en Antofagasta-Ayquina, comenzó en ISLA, espacio de residencia y centro de operaciones para la última actividad de la Semana de Arte Contemporáneo, SACO 2016. En ISLA, empezamos a proyectar un trabajo que se nutrió de la experiencia colectiva, del diálogo e intercambio entre sus 12 participantes, quienes provienen de distintas formaciones y ocupaciones, pero con el interés común de profundizar sus experiencias en artes visuales. En un inicio, el taller contempló la revisión de experiencias relativas a proyectos individuales y colectivos, desarrollados principamente en Concepción, lugar donde resido. Pese a las diferencias geográficas entre Antofagasta y Concepción, como ciudades del norte y sur, ambas comparten su distancia del centro político de Chile y la inquietud además por generar una activación desde la reflexión y la producción de las artes visuales contemporáneas a partir de sus propias dinámicas. Los integrantes llegaron con ideas, con propuestas que fueron revisadas y discutidas por todos de manera horizontal, generando un diálogo que apuntó a volver más factible su desarrollo. El tiempo de trabajo y planificación era breve, acotado, obligando a ser concretos y a proyectar a partir de un ideal, ya que muy pocos habían estado antes en la localidad de Ayquina (74 kilometros al este de Calama). Resultaba imposible no considerar dentro de los proyectos la fecha en la que se contemplaba su ejecución, 1 y 2 de noviembre como días simbólicos y significativos para los pueblos altiplánicos. Durante esos días Ayquina se transforma, retornan sus antiguos habitantes, familiares y visitantes para celebrar el Día de los Muertos, generando una fiesta que activa por un par de días este solitario pueblo. “Siempre suceden imprevistos en los procesos que se desarrollan en comunidad. Hay que tratar de no llegar como turistas, teniendo respeto hacía la comunidad en donde se trabaja; eso es posible resolver de forma colectiva. En el campo de la formación artística, creo que es muy necesario que se sepa lo que tú estás investigando, porque además existe la opción de preguntar, debatir o ir armando entre todos. Aunque se trate de trabajos individuales, se debe apoyar colectivamente, consolidando un tejido de reflexión que al final muestra un proceso de creación dinámico, enriquecedor”1.


Magaly Visedo, Angélica Araya: La fiesta religiosa fue el eje fundamental de este proyecto colectivo. Las integrantes se acercaron a dos familias de la localidad de Ayquina y les propusieron realizar el registro fotográfico para el ritual de Fieles Difuntos. También y de manera muy sutil, proyectaron imágenes de los fallecidos, que se mimetizaron dentro de los altares realizados en honor a todos sus difuntos. Francisco Vergara, Gabriela González, Patricia Díaz: una propuesta colectiva con un guión muy bien concebido, para el cual se utilizó una locación dentro de la quebrada del río Salado, de donde emana agua de forma casi mágica desde el paredón, un río subterráneo que se asoma y da verdor al imponente y árido paisaje. El grupo recolectó ramas secas que se instalaron a modo de alfombra alada en torno a una roca ubicada en el centro de la cascada. Naturaleza y artificio cubrieron y vistieron la figura de Patricia, quien se desplazó por este escenario de forma silente, finalizando cuando las aguas bañaron su cuerpo. Melanie Garland: un pequeño desvío del torrente principal del río Salado fue utilizado para realizar la intervención. Hilos negros que se entretejieron de lado a lado como una herida en el paisaje que simbólicamente se quiere suturar. Diana Zamorano: desde muy joven recuerda que en Antofagasta, para las diferentes fiestas, circulaban frente a su casa las comparsas. Le llamaba la atención que, dentro



del colorido de los atuendos y disfraces, había un grupo que cerraba cada comparsa, que vestía de manera muy sobria. Eran “los promesantes”, quienes aspiraban a ser del grupo oficial que con mucha devoción bailaba sin parar, cargado del fervor popular. Diana realizó una acción, utilizando algunas locaciones del pueblo para reivindicar ese deseo y hacerlo suyo bailando. Juan Troncoso: La apacheta es un montículo de piedras colocadas en forma cónica una sobre la otra en las cuestas difíciles de los caminos. Se trata de ofrendas realizadas por los pueblos indígenas de Los Andes de América del Sur a la Pachamana y/o deidades del lugar. Este ejercicio del mundo de lo ritual indígena es desplazado al campo del arte, realizado a modo de acción performática a orillas del río Salado donde se utilizó además el fuego como elemento purificador. Felipe Tello, Ariel Aracena: una sábana del lecho de muerte del abuelo de Felipe, cargada con ese significativo momento, fue utilizada para la acción realizada en dos momentos. El primero se desarrolló en la explanada exterior de la Iglesia Santuario de Nuestra Señora Guadalupe de Ayquina, y contó con la participación de jóvenes a quienes se les solicitó escribir y dibujar sobre la sábana, utilizando barro del lugar como pigmento que les sirvió para graficar su experiencia personal en relación al Día de Muertos. Al día siguiente, Felipe y Ariel sumergieron y lavaron en el torrente del río Salado la sábana, llevándose los mensajes escritos.


Aníbal Naranjo: utilizó el lecho del río Salado como soporte. Sobre un borde de este, levantó cinco pequeñas estructuras de piedras recolectadas en Ayquina, las cuales se instalaron sobre un círculo dibujado por medio de la huella del caminar. Alrededor del círculo, restos de sal que de manera habitual va dejando el río Salado, hacen más visible su presencia. Gabriel Navia: construyó un caleidoscopio, el cual fue utilizado como recipiente para visualizar diversos fragmentos de elementos naturales recolectados en el sector, y que dispone a modo de lente, frente a su cámara fotográfica. Bajo ese principio óptico, multiplicó el paisaje geométrica y simétricamente. Oscar Concha Artista visual


UN PROYECTO DE

FINANCIAN

PATROCINA

REALIZADO EN

Esta iniciativa es financiada por el Gobierno Regional de Antofagasta con recursos del Fondo Nacional de Desarrollo Regional, F.N.D.R., 2 % Cultura, Año 2016 aprobados por el Consejo Regional de Antofagasta.


El Colectivo SE VENDE, Plataforma Móvil de Arte Contemporáneo, es un grupo de trabajo que surgió en 2004 en Antofagasta, desarrollando proyectos en tres líneas de acción: formación, vinculación y territorio. Con un tipo de gestión en red, enfocado en la difusión y reflexión de nuevas prácticas artísticas, ha impulsado diversidad de actividades tanto en la cuidad como en localidades cercanas y el desierto, marcando el desarrollo de lo contemporáneo en Antofagasta. A cargo del productor y gestor cultural, Christian Núñez, y de la artista visual Dagmara Wyskiel, Doctora en Artes Visuales de la Universidad de Bellas Artes de Cracovia, Polonia, SE VENDE busca constantemente nuevas plataformas para promover, profesionalizar y dinamizar el núcleo local. A través de exposiciones, conferencias, workshops, residencias, proyectos editoriales, actividades transdisciplinarias, más el ir y venir de diversos artistas, curadores y productores culturales por la zona, ha abierto espacios de diálogo y reflexión que han sido al mismo tiempo instancias colectivas y colaborativas. De este modo, ha contribuido a levantar indicios de una escena local, visibilizando el norte de Chile en un mapa del arte latinoamericano incluso, insertando el Desierto de Atacama como foco de interés.


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