Las imágenes de nuestros antepasados son espejos cargados de evidencia simbólica que se transforman en la herencia genética con la que las sociedades actuales deben lidiar. Las cargas emocionales se transmiten de generación en generación, en forma de patrones de conducta, y son aceptadas como un regalo irrenunciable recibido de forma totalmente inconsciente. El patriarcado tiene raíces profundas y tan antiguas como nuestra propia civilización. La violencia de género, el machismo, el paradigma del macho dominante, se aparecen así como tristes clichés que son parte importante de los fundamentos sobre los que la institución familiar descansa y luego se levanta como pilar base de las sociedades contemporáneas.