VALOR DEL MES
JUSTICIA
f. Virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece o lo que le corresponde. SE RELACIONA CON:
Derecho, razón, equidad. Lo que debe hacerse según el derecho o la razón. Pena o castigo y su aplicación. Poder judicial. com. Persona o tribunal que administra justicia. —Diccionario de la Lengua Española, Vigésimo segunda edición.
La justicia de los jóvenes Si no existiera la justicia viviríamos en un mundo sin orden ni leyes. Nadie respetaría la vida de sus semejantes ni iría a la cárcel cuando cometiera un delito. Cualquiera podría entrar a tu casa y llevarse tus cosas, los maestros te pondrían la calificación que se les antojara sin importarles cuánto sabes, nadie estaría obligado a cumplir sus promesas y los partidos de futbol siempre acabarían a golpes, pues ninguno de los dos equipos tomaría en cuenta el marcador. En una realidad así sólo sobrevivirían los más fuertes, pues al no haber normas, acuerdos o reglamentos, la única manera de conseguir lo que quisiéramos sería mediante la violencia, la intimidación o el abuso. Por fortuna, la justicia existe. Y aunque eso no significa que las personas se comporten siempre de manera justa o que en la sociedad nunca haya desacuerdos, lo cierto es que la mayoría de nosotros preferimos que reine el respeto, la armonía y la paz. A todos nos molesta que no nos tomen en cuenta o nos den menos de lo que merecemos (o creemos merecer). También solemos indignarnos
cuando alguien es tratado de manera arbitraria o fue privado de alguno de sus derechos. Esto sucede
porque el valor de la justicia vive en nosotros y nos sentimos afectados cuando vemos que alguien actúa de manera injusta. El caso de fray Bartolomé de las Casas, un fraile dominico que llegó a tierras americanas a principios del siglo xvi, es un buen ejemplo de cómo este valor nos motiva a ser mejores. Nacido en Sevilla en 1484, Bartolomé fue testigo del trato inhumano dado a los indios por los españoles en el llamado Nuevo Mundo. Dicha injusticia le produjo un gran enojo, motivándolo a luchar a lo largo de su vida en favor de los indígenas. Gracias a su esfuerzo se promulgaron leyes para protegerlos. Hoy se considera a este hombre como uno de los precursores de los derechos humanos.
¿Y tú qué piensas…? • ¿Consideras que vives en una sociedad justa? • ¿Conoces algún caso de injusticia que se haya cometido en tu comunidad o en tu escuela? • ¿Por qué consideras que es importante la justicia? • ¿Qué crees que se pueda hacer para que la sociedad sea más justa?
La justicia es mi valor Una persona justa conoce las normas y leyes vigentes de la comunidad, el municipio, la ciudad, el estado y el país donde vive y las hace valer en tres sentidos: 1) Las respeta en su conducta diaria; 2) exige que se respeten en los asuntos que le conciernen; 3) procura que se respeten en el caso de las demás personas, en especial cuando se hallan en desventaja. En otras palabras, protege y respeta los derechos ajenos y exige que se protejan y respeten los suyos. El valor de la justicia no se limita a los asuntos legales, se extiende a la vida diaria procurando que cada quien reciba lo que le corresponde y tomando decisiones que no afecten negativamente a los demás.
¿Ya lo pensaste? La búsqueda de la justicia no se limita a los tribunales y a las autoridades, debe ser la misión de todos nosotros en la vida diaria como sociedad civil. Se trata de facilitar el camino para que cada quien expanda su potencial: respetar el derecho de nuestros familiares a realizar sus planes individuales, ayudar a las personas a que obtengan lo que les corresponde, no arrebatar a los demás sus derechos y luchar por conservar los nuestros. Con nuestras acciones podemos contribuir a construir una sociedad igualitaria, armónica y respetuosa que exprese las máximas virtudes de cada uno de sus integrantes
FRASES CÉLEBRES DE JUSTICIA Donde hay justicia no hay pobreza. Confucio Donde no hay justicia es peligroso tener razón. Quevedo Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor. Antoine de Saint-Exupery Más vale poco con justicia, que mucho con derecho. Luis Peña Kanafany Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia. Jacinto Benavente Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Antoine de Saint- Exupery La absolución del culpable es la condena del juez.
Publio Sirio Ganamos justicia más rápidamente si hacemos justicia a la parte contraria. Mahatma Gandhi En la justicia se hallan representadas todas las virtudes. Teognis de Megara La prueba de la justicia consiste en determinar hasta que punto se es justo con aquellos que no lo son. Forbes La justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte. Platón La justicia te proporcionará paz, y también trabajos. Ramón Llull ¿Acaso los poetas no están siempre del lado de la justicia? Salvatore Quasimodo Nada hay más injusto que buscar premio en la justicia. Cicerón Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa. Montesquieu Justicia es el hábito de dar a cada quien lo suyo. Ulpiano La justicia no espera ningún premio. Se la acepta por ella misma. Y de igual manera son todas las virtudes. Cicerón Un acto de justicia permite cerrar el capítulo; un acto de venganza escribe un capítulo nuevo. Marilyn vos Savant Las nociones de rectitud e ilicitud, justicia e injusticia, no tienen lugar en la guerra. Thomas Hobbes Al que sinceramente busca lo justo, a ése Dios lo ayudará siempre.
Adolfo Kolping Colaborar con la obra de justicia social es deber de todos, por cuanto al hacerlo estamos cumpliendo con una obligación moral y social. Luis A. Ferre Creen que la justicia social resuelve todos los problemas y no se dan cuenta que es insuficiente. Sin amor, no pasa de ser una nueva opresión. No habrá justicia social sin amor. Beata Madre Teresa de Calcuta "Cuando se suprime la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones?". San Agustín Debemos ser justos antes de ser generosos. P. Alberto Hurtado Donde hay justicia, no hay pobreza. Kung FuTse, Confucio Donde hay poca justicia es grave tener razón. Francisco de Quevedo Donde no hay caridad no puede haber justicia. San Agustín de Hipona Donde no hay justicia, es un peligro tener razón. Francisco de Quevedo y Villegas Donde reina la justicia está demás la fuerza Enrique IV El hombre justo no es el que no comete ninguna injusticia, sino el que, pudiendo ser injusto, no quiere serlo. MenandrO El que decide un caso sin oír a la otra parte, aunque decida justamente no puede ser considerado justo. Lucio Anneo Séneca El justo está próximo al corazón de la gente, pero el misericordioso está próximo al corazón de Dios. Khalil Gibrán
El talento puede dar prestigio, el valor puede dar soldados, la tiranía puede dar esclavos, pero sólo la justicia puede dar la fuerza. Silvio Pellico En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle. Mohandas Karamchand Gandhi En la mayor parte de los hombres, el amor a la justicia no es más que el temor de sufrir la injusticia. François de La Rochefoucauld, Duque de Rochefoucauld En un mundo injusto el que clama por la justicia es tomado por loco... León Felipe Camino y Galicia Es de justicia amar a Dios sobre todas las cosas, porque de Él las recibimos y Él nos la conserva todas, junto con el valor máximo: la vida. P. Félix Castro Morales Es fácil ser bueno; lo difícil es ser justo. Víctor Hugo Es mejor sufrir una injusticia que cometerla. Sócrates Es muy difícil saber lo que sucede en el cerebro de un niño, pero es imposible saber lo que sucederá en él. Georges Bernanos Está seguro de que eres hombre de Dios si llevas con alegría y silencio la injusticia. San Josemaría Escrivá de Balaguer Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo suyo. Ulpiano La caridad comienza en mi casa, y la justicia en la puerta siguiente. Charles Dickens La injusticia del silencio es esa justicia a la que asentimos sabiendo que es injusta. Rafa Ded La injusticia es cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes. Martin Luther King La injusticia hecha a uno solo es una amenaza dirigida a todos. Montesquiu La injusticia siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado. Concepción Arenal La Justicia, cuando no es justa, es la peor de las injusticias. Rafa Dedi
La justicia, edificará la paz cuando cada uno respete concretamente los derechos ajenos y se esfuerce por cumplir plenamente los mismos deberes con los demás. SS. Juan Pablo II La justicia es la verdad en acción. Joseph Joubert La justicia se defiende con la razón y no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra. Juan XXIII La justicia verdadera y progresiva nace del amor. Paulo VI La más excelente de todas las virtudes es la justicia. Aristóteles La más estricta justicia no creo que sea siempre la mejor política. Abraham Lincoln Las leyes, muchas veces, son una traba para la Justicia justa. Rafa Dedi No hables de Dios y su justicia, porque siempre quedarás en deuda. Zenaida Bacardí de Argamasilla No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. SS. Juan Pablo II No vayas contra lo que no es justo para conseguir el elogio de los demás. Lao Tse Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que sigan. Willy De Brandt Por encima de todo, siempre vence el sentimiento de la justicia. Kleist Por justicia se da al prójimo sólo lo que se le debe, pero por caridad lo que necesita. Beata Madre Teresa de Calcuta
Se justo antes de ser generoso; sé humano antes de ser justo. Fernán Caballero Ser justo es también ser semejante a Dios; la dignidad del hombre se eleva y decae de acuerdo a su amor hacia la justicia. Adolfo Kolping Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la justicia. Aristóteles Si quieres la paz lucha por la justicia. Pablo VI Sin justicia, sólo hay divisiones, víctimas y opresores. Napoleón Bonaparte Tenemos un deber de justicia, que no es de caridad, sino algo inherente a cada uno de nosotros, de dar a las personas que nada tienen, lo básico e indispensable para poder moverse por al vida. Víctor Corcoba HerrerO “Tiemblo por mi país cuando reflexiono que Dios es justo; y que su justicia no duerme para siempre” Thomas Jefferson Toda justicia humana terrenal tiene su fundamento verdadero sólo en la fe, en las verdades religiosas dadas por Dios. Adolfo Kolping Un acto de justicia permite cerrar el capítulo; un acto de venganza escribe un capitulo nuevo. Marilyn vos Savant Una cualidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar es injusticia. Jean de la Bruyère Vivimos en un mundo injusto a más no poder, y lo cruel es que apenas hacemos nada por transformar modos y maneras de vivir. Víctor Corcoba Herrero
Las dos justicias Cuento Caminaba un filósofo griego pensando en sus cosas, cuando vio a lo lejos dos mujeres altísimas, del tamaño de varios hombres puestos uno encima del otro. El filósofo, tan sabio como miedoso, corrió a esconderse tras unos matorrales, con la intención de escuchar su conversación. Las enormes mujeres se sentaron allí cerca, pero antes de que empezaran a hablar, apareció el más joven de los hijos del rey. Sangraba por una oreja y gritaba suplicante hacia las mujeres: - ¡Justicia! ¡Quiero justicia! ¡Ese villano me ha cortado la oreja! Y señaló a otro joven, su hermano menor, que llegó empuñando una espada ensangrentada. - Estaremos encantadas de proporcionarte justicia, joven prínciperespondieron las dos mujeres- Para eso somos las diosas de la justicia. Sólo tienes que elegir quién de nosotras dos prefieres que te ayude. - ¿Y qué diferencia hay? -preguntó el ofendido- ¿Qué haríais vosotras? - Yo, -dijo una de las diosas, la que tenía un aspecto más débil y delicado- preguntaré a tu hermano cuál fue la causa de su acción, y escucharé sus explicaciones. Luego le obligaré a guardar con su vida tu otra oreja, a fabricarte el más bello de los cascos para cubrir tu cicatriz y a ser tus oídos cuando los necesites. - Yo, por mi parte- dijo la otra diosa- no dejaré que salga indemne de su acción. Lo castigaré con cien latigazos y un año de encierro, y deberá compensar tu dolor con mil monedas de oro. Y a ti te daré la espada para que elijas si puede conservar la oreja, o si por el contrario deseas que ambas orejas se unan en el suelo. Y bien, ¿Cuál es tu decisión? ¿Quién quieres que aplique justicia por tu ofensa? El príncipe miró a ambas diosas. Luego se llevó la mano a la herida, y al tocarse apareció en su cara un gesto de indudable dolor, que terminó con una mirada de rabia y cariño hacia su hermano. Y con voz firme respondió, dirigiéndose a la segunda de las diosas. - Prefiero que seas tú quien me ayude. Lo quiero mucho, pero sería injusto que mi hermano no recibiera su castigo.
Y así, desde su escondite entre los matorrales, el filósofo pudo ver cómo el culpable cumplía toda su pena, y cómo el hermano mayor se contentaba con hacer una pequeña herida en la oreja de su hermano, sin llegar a dañarla seriamente. Hacía un rato que los príncipes se habían marchado, uno sin oreja y el otro ajusticiado, y estaba el filósofo aún escondido cuando sucedió lo que menos esperaba. Ante sus ojos, la segunda de las diosas cambió sus vestidos para tomar su verdadera forma. No se trataba de ninguna diosa, sino del poderoso Ares, el dios de la guerra. Este se despidió de su compañera con una sonrisa burlona: - He vuelto a hacerlo, querida Temis. Tus amigos los hombres apenas saben diferenciar tu justicia de mi venganza. Ja, ja, ja. Voy a preparar mis armas; se avecina una nueva guerra entre hermanos...ja,ja,ja, ja. Cuando Ares se marchó de allí y el filósofo trataba de desaparecer sigilosamente, la diosa habló en voz alta: -Dime, buen filósofo ¿hubieras sabido distinguir entre el pasado y el futuro?
elegir
correctamente?
¿Supiste
Con aquel extraño saludo, comenzaron muchas largas y amistosas charlas. Y así fue cómo, de la mano de la misma diosa de la justicia, el filósofo aprendió que la verdadera justicia trata de mejorar el futuro alejándose del mal pasado, mientras que la falsa justicia y la venganza no pueden perdonar y olvidar el mal pasado, pues se fijan en él para decidir sobre el futuro, que acaba resultando siempre igual de malo. Pedro Pablo Sacristán
La justicia exacta Pancho había conocido a su amigo Zero-Zero en un chat interplanetario, y en cuanto pudo, compró un billete espacial para ir a visitarlo. Pero mientras Zero-Zero le mostraba las maravillas de su planeta Pancho tropezó, y fue a dar un tremendo cabezazo contra una esfera que había junto al camino. Con el golpe, la esfera se abrió, y de ella surgió un pequeño hombrecillo. Tenía un enorme chichón el cabeza, y un enfado aún más grande.
Zero-Zero se puso muy nervioso, tanto que apenas podía hablar. Y antes de que Pancho pudiera pedir disculpas, aparecieron dos enormes robots con uniforme. Sacaron unos pequeños aparatos y rastrearon toda la zona. Al terminar, del aparato surgió una pequeña tarjeta metálica que uno de los robots entregó al accidentado. Y sin decir nada más, agarraron a Pancho y al hombrecillo y se los llevaron de allí a toda velocidad. Cuando Pancho quiso darse cuenta, estaba encerrado en una gran esfera con el hombrecillo y otro robot de aspecto muy serio vestido con una toga negra. Antes de saber lo que pasaba, escuchó al robot decir: “adelante”. Y sin más, el hombre le dio un buen golpe en la cabeza. Tras el golpe, el robot sacó uno de esos aparatos, revisó la dolorida cabeza de Pancho, y terminó entregándole una tarjetita metálica. - Demasiado fuerte. Es su turno. No se exceda de lo marcado en la tarjeta. Pancho no entendía nada. Miró a su alrededor. A través de las paredes pudo ver numerosas esferas, cada una con su robot y su toga, y gente dentro dándose golpes y empujones, todos con sus tarjetitas metálicas. El hombrecillo, enfrente de él, le miraba con miedo, y el robot seguía expectante a su lado. - Puede golpear. Recuerde, no más de lo que marca la tarjeta- insistió el robot. Pancho no se decidía. El robot de la toga le explicó impaciente: - Este es un proceso de justicia exacta. No debe preocuparse de nada. Ambos recibirán exactamente el mismo daño. Si uno se excede, se le entregará una tarjeta con el valor exacto para que todo quede nivelado. ¿Justicia exacta? Aquello sonaba muy bien. Nadie podía salir más perjudicado que el otro y todos recibían lo mismo que habían provocado. Pancho estaba sorprendido de lo avanzados que estaban en aquel planeta. Tenía tantas ganas de comentarlo con Zero-Zero, que corrió hacia la puerta. - No puede irse- dijo el robot impidiéndole el paso. - Debe completar el proceso, debe acabar los puntos de su tarjeta. Pancho quedó pensativo. No le apetecía golpear otra vez a aquel hombre,aunque la verdad es que él se la había devuelto bien fuerte...
pobre
- Está bien. Le perdono- dijo finalmente. - No- volvió a decir el robot- debe terminar los puntos de la tarjeta. Esto es un proceso de justicia exacta. ¡Qué pesado! ¿Cómo no iba a ser posible perdonar a alguien? Pancho empezó a sentirse molesto con aquel robot tan estirado, así que tomó su tarjeta, la partió por la mitad, y dijo.
- ¡Mira! Ya no quedan puntos. El robot pareció descomponerse. Empezó a emitir pitidos, se le encendieron mil luces y perdió el control de sus movimientos. Y cuando parecía que iba a explotar, todo volvió a la normalidad y dijo tranquilamente: - Es correcto. Ahora pueden irse. Gracias por utilizar el sistema de justicia exacta. La puerta se abrió, pero antes de poder saludar al asustado Zero-Zero, Pancho tuvo que quitarse de encima al hombrecillo, que no hacía otra cosa que abrazarlo y darle las gracias como si le hubiera salvado la vida. Al salir de la esfera, Pancho empezó a comprender. Aquí y allá podían verse usuarios del sistema de justicia exacta retirados en camillas, o extremadamente agotados y cansados. Zero-Zero le explicó mientras volvían que el único problema de la justicia exacta era que resultaba casi imposible devolver el daño exacto, y los juicios e intercambios de golpes llegaban a durar días y días. Tal miedo tenían todos de tener algún juicio, que muchos vivían aislados en pequeñas esferas de cristal, como el hombrecillo de su accidente. Pancho se fue a los pocos días, pero su nombre no se olvidó nunca en aquel planeta. Nadie antes había perdonado nada, y gracias a él habían descubierto que el perdón es una parte necesaria de la justicia.
Pedro Pablo Sacristán
El príncipe Lapio Había una vez un príncipe que era muy injusto. Aunque parecía un perfecto príncipe, guapo, valiente e inteligente, daba la impresión de que al príncipe Lapio nunca le hubieran explicado en qué consistía la justicia. Si dos personas llegaban discutiendo por algo para que él lo solucionara, le daba la razón a quien le pareciera más simpático, o a quien fuera más guapo, o a quien tuviera una espada más chula. Cansado de todo aquello, su padre el rey decidió llamar a un sabio para que le enseñara a ser justo. - Llévatelo, mi sabio amigo -dijo el rey- y que no vuelva hasta que esté preparado para ser un rey justo. El sabio estonces partió con el príncipe en barco, pero sufrieron un naufragio y acabaron los dos solos en una isla desierta, sin agua ni comida. Los primeros días, el príncipe Lapio, gran cazador, consiguió pescar algunos peces. Cuando el anciano
sabio le pidió compartirlos, el joven se negó. Pero algunos días después, la pesca del príncipe empezó a escasear, mientras que el sabio conseguía cazar aves casi todos los días. Y al igual que había hecho el príncipe, no los compartió, e incluso empezó a acumularlos, mientras Lapio estaba cada vez más y más delgado, hasta que finalmente, suplicó y lloró al sabio para que compartiera con él la comida y le salvara de morir de hambre. - Sólo los compartiré contigo-dijo el sabio- si me muestras qué lección has aprendido Y el príncipe Lapio, que había aprendido lo que el sabio le quería enseñar, dijo: - La justicia consiste en compartir lo que tenemos entre todos por igual. Entonces el sabio le felicitó y compartió su comida, y esa misma tarde, un barco les recogió de la isla. En su viaje de vuelta, pararon junto a una montaña, donde un hombre le reconoció como un príncipe, y le dijo. - Soy Maxi, jefe de los maxiatos. Por favor, ayudadnos, pues tenemos un problema con nuestro pueblo vecino, los miniatos. Ambos compartimos la carne y las verduras, y siempre discutimos cómo repartirlas. - Muy fácil,- respondió el príncipe Lapio- Contad cuantos sois en total y repartid la comida en porciones iguales. - dijo, haciendo uso de lo aprendido junto al sabio. Cuando el príncipe dijo aquello se oyeron miles de gritos de júbilo procedentes de la montaña, al tiempo que apareció un grupo de hombres enfadadísimos, que liderados por el que había hecho la pregunta, se abalanzaron sobre el príncipe y le hicieron prisionero. El príncipe Lapio no entendía nada, hasta que le encerraron en una celda y le dijeron: - Habéis intentado matar a nuestro pueblo. Si no resolvéis el problema mañana al amanecer, quedaréis encerrados para siempre. Y es que resultaba que los Miniatos eran diminutos y numerosísimos, mientras que los Maxiatos eran enormes, pero muy pocos. Así que la solución que había propuesto el príncipe mataría de hambre a los Maxiatos, a quienes tocarían porciones diminutas. El príncipe comprendió la situación, y pasó toda la noche pensando. A la mañana siguiente, cuando le preguntaron, dijo: - No hagáis partes iguales; repartid la comida en función de lo que coma cada uno. Que todos den el mismo número de bocados, así comerán en función de su tamaño. Tanto los maxiatos como los miniatos quedaron encantados con aquella solución, y tras hacer una gran fiesta y llenarles de oro y regalos, dejaron marchar al príncipe Lapio y al sabio. Mientras andaban, el príncipe comentó: - He aprendido algo nuevo: no es justo dar lo mismo a todos; lo justo es
repartir, pero teniendo en cuenta las diferentes necesidades de cada uno. . Y el sabio sonrió satisfecho. Cerca ya de llegar a palacio, pararon en una pequeña aldea. Un hombre de aspecto muy pobre les recibió y se encargó de atenderles en todo, mientras otro de aspecto igualmente pobre, llamaba la atención tirándose por el suelo para pedir limosna, y un tercero, con apariencia de ser muy rico, enviaba a dos de sus sirvientes para que les atendieran en lo que necesitaran. Tan a gusto estuvo el príncipe allí, que al marchar decidió regalarles todo el oro que le habían entregado los agradecidos maxiatos. Al oírlo, corrieron junto al príncipe el hombre pobre, el mendigo alborotador y el rico, cada uno reclamando su parte. - ¿cómo las repartirás? - preguntó el sabio - los tres son diferentes, y parece que de ellos quien más oro gasta es el hombre rico... El príncipe dudó. Era claro lo que decía el sabio: el hombre rico tenía que mantener a sus sirvientes, era quien más oro gastaba, y quien mejor les había atendido. Pero el príncipe empezaba a desarrollar el sentido de la justicia, y había algo que le decía que su anterior conclusión sobre lo que era justo no era completa. Finalmente, el príncipe tomó las monedas e hizo tres montones: uno muy grande, otro mediano, y el último más pequeño, y se los entregó por ese orden al hombre pobre, al rico, y al mendigo. Y despidiéndose, marchó con el sabio camino de palacio. Caminaron en silencio, y al acabar el viaje, junto a la puerta principal, el sabio preguntó: Dime, joven príncipe ¿qué es entonces para ti la justicia? - Para mí, ser justo es repartir las cosas, teniendo en cuenta las necesidades, pero también los méritos de cada uno. - ¿por eso le diste el montón más pequeño al mendigo alborotador?- preguntó el sabio satisfecho. - Por eso fue. El montón grande se lo dí al pobre hombre que tan bien nos sirvió: en él se daban a un mismo tiempo la necesidad y el mérito, pues siendo pobre se esforzó en tratarnos bien. El mediano fue para el hombre rico, puesto que aunque nos atendió de maravilla, realmente no tenía gran necesidad. Y el pequeño fue para el mendigo alborotador porque no hizo nada digno de ser recompensado, pero por su gran necesidad, también era justo que tuviera algo para poder vivir.- terminó de explicar el príncipe. - Creo que llegarás a ser un gran rey, príncipe Lapio concluyó el anciano sabio, dándole un abrazo. Y no se equivocó. Desde aquel momento el príncipe se hizo famoso en todo el reino por su justicia y sabiduría, y todos celebraron su subida al trono algunos
años después. Y así fue como el rey Lapio llegó a ser recordado como el mejor gobernante que nunca tuvo aquel reino. Pedro Pablo Sacristán