Comic Road#4

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está comprobado ilustración lewis morales

que cuando alguien se muere empieza a deshacer pasos por los sitios donde estuvo y, acariciando brazos sin ser visto, tocando hombros, susurrando algo inescrutable en algún oído, caminando en la oscuridad con los brazos pegados al cuerpo, es lo que han hecho muchos de los que han vivido y pasado por la casa de mi abuela Mariela. Para que más o menos te imagines la casa te doy una pequeña descripción: Es vieja y muy grande, tiene antejardín; en el corredor - en la entrada de la casa- por los tiempos de los tiempos ha habido una banca de madera. Tiene terraza, cocina, comedor iluminado con tejas eternit, sala, siete habitaciones, dos baños, sótano y solar. Antiguamente el piso era de madera, ahora es de baldosa. 5. Doña Teresa: Tres horas antes de que supiéramos que se había muerto en algún pueblo escondido de Antioquia, espantó a mi tío Ramón pasándole por el lado, bajando lentamente las escalas hasta el sótano.

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4. Doña Inés: Era la vecina del edificio del frente. Después de un agónico cáncer murió y cuando, aún hoy, subes a la terraza de la casa y miras hacia aquel edificio, todavía crees verla caminando de un lado para otro. 3. Johnny: Era el bravucón de la cuadra, el que supuestamente se las sabía todas, el de los chistes verdes, el que te dejaba en ridículo delante de mucha gente, pero cuando estabas solo con él era demasiado buena persona. Johnny era el segundo hijo de Doña Inés y, cuando lo mataron, adivinen qué: ESPANTÓ. No me acuerdo donde estaba yo, así que no sé como lo hizo. 2. Jenny: La hija menor de Doña Inés, su muerte fue espeluznante. Antes de que la mataran le hizo una llamada muy escalofriante a su hermana Yarley – la hija mayor de Doña Inés que hace más de un año también murió de cáncer-. Nos mantuvo en vilo varias semanas, hasta que por fin encontraron su cuerpo. No sobra decir que en todas esas semanas se sintieron ruidos muy raros por toda la casa. 4

1. Doña Delmira y Don Mario: En mi familia existe el mito de que cuando empiezan a espantar sin son ni ton, que cuando alguno sueña con calaveras, ataúdes o simplemente gente muerta, es fijo que alguien se va a dejar llevar por la luz al otro lado. Esto pasó hace poquito; a mi tío Ramón lo espantaron varias veces y mi abuela Mariela soñó con calaveras. Las dudas de quién sería el próximo muerto no se dejaron esperar. Se hizo la lista negra, nombres fueron y vinieron y al final se concluyó que era mejor esperar el muñeco, que o si no, nos enloquecíamos. La semana pasada nos avisaron que se había muerto Don Mario, el que por mucho tiempo fue nuestro vecino, el que era esposo de Doña Delmira; La también vecina y difunta Doña Delmira, que hasta ahora me vengo a enterar que está muerta. Es por eso que escribí este TOP, por ellos dos. Nota: Todos mis familiares muertos también han espantado y quizás más de los aquí mencionados. “deshaciendo pasos” Byron Vélez


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apt. 323

bresson & jenkins / studionx

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cuidando a Jonás

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pistola!

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la sapa

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the crooked knife

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“los atroces”

andrezzinho

john joven

diego melo

max estes

20 años después

inu

philippa rice

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my cardboard life

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en este número:

©2009 año 1 número 4 idea + desarrollo john joven + andrezzinho

portada jorge avila las historias, ilustraciones y opiniones publicadas en este número son propiedad intelectual de sus respectivos autores. prohibida la reproducción total o parcial, digital o mecánica del presente material con fines de lucro, sin el permiso respectivo del autor(es) ©derechos reservados.

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APARECE MUERTA

LA “SAPA” texto e ilustración diego melo

El cuerpo está cerca del río. El río cerca del pueblo. Y un pelao muy cerca a ella le mira atento la entrada de un balazo en su pecho izquierdo. Sale corriendo y piensa en si le habrá salido al otro lado. Le avisa a la mamá y ella no llora. Atina a botar el molinillo y sale a buscarla con el delantal puesto. Se riega el cuento en el camino, alguién vió a “la sapa” muerta. Al río ya llegan once más la mamá, contando al pelao que le avisó. El sitio es exácto, pero el cadáver ya no está. “La sapa” camina en la plaza. La plaza está llena y ella desnuda y sucia, como la dejaron en el río. Se toca el pecho y no siente el agujero de la bala, pero ve sangre y le duele. Camina muy lento para estar tan desnuda. Lo que tiene para contar es una cuestión de Dios, piensa. Está casi segura que se acerca a la señora que vende las arvejas. – ¿Doña Clarissa?. –se arriesga. La señora de las arvejas que está de espaldas, la reconoce. Respira hondo y la rechaza. – Doña Clarissa, es que no me lo va a creer. Continúa. – Vaya a vestirse, es lo que ha de hacer. – No doña Clarissa, eso no importa, escúcheme lo que le digo. “La sapa” piensa en insistir, pero la señora deja de mover las manos y así se lo prohíbe. Se quedan quietas. – Es que ya sé a dónde va uno cuando la matan. Doña Clarissa mira al frente, se pasa la mano por la cabeza para quitarse el sudor, y al bajarla golpea el platón con fuerza y saltan al tiempo, todas las arvejas del mundo. – ¡Que se vista carajo! -Grita. La plaza de mercado se calla y advierte desde ese momento la desnudez con la sangre, el sudor con las arvejas en el piso. La señora vuelve a mirar hacia el platón y empieza otra vez como si nada, su oficio infinito de desgranar arvejas. – Uno no cuenta esas cosas teniéndo las tetas por fuera. Dice.

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26 The Crooked Knife max estes


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