Crónicas y Relatos del Proceso Electoral 2020-2021

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CRÓNICAS Y RELATOS



CRÓNICAS Y RELATOS del proceso electoral 2020-2021



CRÓNICAS Y RELATOS del proceso electoral 2020-2021


COMISIÓN ESTATAL ELECTORAL NUEVO LEÓN Consejero Presidente Provisional Mtro. Luigui Villegas Alarcón Consejeras y Consejeros Electorales Lic. Rocío Rosiles Mejía Mtro. Alfonso Roiz Elizondo Mtro. Carlos Alberto Piña Loredo Lic. Martha Magdalena Martínez Garza Lic. María Guadalupe Téllez Pérez Secretario Ejecutivo Lic. Héctor García Marroquín

CRÓNICAS Y RELATOS del proceso electoral 2020-2021 © Comisión Estatal Electoral Nuevo León 5 de Mayo 975, oriente, Col. Centro, C. P. 64000, Monterrey, Nuevo León, México 81 1233 1515 y 800 CEENLMX (2336569) © Autoras y autores: Dora Elizabeth Reyes Cano, Ada Vanessa Rodríguez Herrera, Jesús Moreno Niño, Roque Cázares Rodríguez, Sergio Silvestre Martínez Madera, Eduardo Pérez Espinosa, José Luis Gutiérrez Hernández, Salma Lilian Ledesma Díaz, Gerardo Manuel Padrón Ortiz y Luis Eduardo Vega Morales

ISBN: 978-607-7895-61-9 ISBN (versión electrónica): 978-607-7895-62-6 Editado e impreso en México, 2022 Ejemplar de distribución gratuita, prohibida su venta.


ÍNDICE

Mensaje del Consejero Presidente

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Mensajes del Jurado Calificador

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Trabajos ganadores PRIMER LUGAR ¿Quién toca en las puertas?

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Dora Elizabeth Reyes Cano SEGUNDO LUGAR Añoranza de los tiempos felices

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Ada Vanessa Rodríguez Herrera TERCER LUGAR Fui testigo… de un fraude:

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oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León Jesús Moreno Niño Menciones honoríficas Mi participación en las elecciones sin precedentes Roque Cázares Rodríguez

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Atípica tarde

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Sergio Silvestre Martínez Madera El valor de x

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Eduardo Pérez Espinosa Menciones especiales Mi primer proceso electoral

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José Luis Gutiérrez Hernández Voto con distancia

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Salma Lilian Ledesma Díaz El valor de votar

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Gerardo Manuel Padrón Ortiz Un día muy diferente

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Luis Eduardo Vega Morales Jurado Calificador

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MENSAJE DEL CONSEJERO PRESIDENTE

Las crónicas y relatos siempre son interesantes, pero más interesantes se tornan si son contadas por las y los actores principales; tal es el caso de estos textos narrados por las personas que vivieron desde las diferentes trincheras distintos papeles a través de su participación en el proceso electoral 2020-2021. Por ello, presentamos esta recopilación de narraciones vividas por cada una de ellas en una elección sin precedentes, debido a la pandemia que nos tocó enfrentar, y que plasmaron en este III Concurso de Crónicas y Relatos. Para el concurso se invitó a funcionarias y funcionarios de las Comisiones Municipales Electorales, de las Mesas Auxiliares de Cómputo, de las Mesas Directivas de Casilla; personal operativo —Supervisoras y Supervisores Electorales y Capacitadoras y Capacitadores Asistentes Electorales—; Observadoras y Observadores Electorales; así como a representantes de partido político y de candidaturas independientes, y a la sociedad en general del estado de Nuevo León. Se recibieron 92 trabajos en la página www.ceenl.mx, de los cuales 41 eran de hombres y 51 de mujeres residentes en los municipios de Apodaca, El Carmen, Galeana, García, General Escobedo, General Treviño, Guadalupe, Linares, Juárez, Monterrey, San Nicolás de los Garza, San Pedro Garza García y Santa Catarina.


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El Jurado Calificador, integrado por la Mtra. Sara Lozano Alamilla, la Dra. Katia Irina Ibarra Guerrero y el Mtro. Armando de León Montaño, otorgó el primer lugar a Dora Elizabeth Reyes Cano por la obra «¿Quién toca en las puertas?»; el segundo lugar a Ada Vanessa Rodríguez Herrera por su relato «Añoranzas de los tiempos felices»; y el tercer lugar a Jesús Moreno Niño por el texto: «Fui testigo… de un fraude: oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León». Este organismo electoral tiene especial interés en dejar en la memoria institucional las experiencias, vivencias, opiniones y críticas que resultaron ganadoras de este tercer concurso y que invitan a la reflexión como una oportunidad para concientizar a una mayor participación en estos eventos de fiesta cívica. A nombre de la Comisión Estatal Electoral y de mis compañeras y compañeros Consejeros, reconozco y agradezco al Jurado Calificador, a las y los integrantes de la Comisión Permanente de Educación Cívica y Participación Ciudadana, a la Dirección de Capacitación Electoral, a la Secretaría Ejecutiva, así como a todas las personas que participaron en la tercera edición de este concurso. Asimismo, me permito refrendar el compromiso institucional con la difusión de la cultura político-electoral y de participación ciudadana que aportan al crecimiento de nuestra democracia.

Luigui Villegas Alarcón Consejero Presidente Comisión Estatal Electoral Nuevo León


MENSAJES DEL JURADO CALIFICADOR

Ha sido una experiencia maravillosa participar en el III Concurso de Crónicas y Relatos del Proceso Electoral 2020-2021, una convocatoria que se creó con el afán de provocar reflexiones sobre las experiencias durante las elecciones y recuperar parte de la memoria histórica de Nuevo León. Se recibieron muchos textos y, particularmente en esta edición, se ofrecieron perspectivas muy novedosas; algunas con desenlaces que permiten la continuidad, la recuperación del espacio público y la interacción entre vecinos por el bien común de la comunidad. El dilema de la persona que le da otra oportunidad al sistema para ver si este responde; el estar ahí, invertir tiempo en capacitaciones y juntas, involucrarse de manera recelosa y desconfiada para descubrir que el sistema funciona, que en su casilla cada voto se respetó. También hubo críticas agudas y certeras que no implicaron fraude, pero sí áreas débiles de las instituciones involucradas. El testimonio de lo que solían ser fraudes simulados hace 30 años y que en 2021 ya no fueron posibles. Leímos anécdotas rurales, urbanas, de todas las edades e identidades; desde las trincheras de la academia hasta las experiencias y las reflexiones en la fila para la votación. El día que por primera vez me senté a revisar los textos los acabé todos, y quería saber más. Casi cualquiera conte-


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nía una buena historia, fue muy difícil decantar aquellos que eran mejores porque la ortografía no mermaba la buena narración, porque la puntuación no ocultaba la profundidad del mensaje, ni la sintaxis a la emoción. Fue muy difícil descartar historias, tuvimos que elegir textos. El equipo que me acompañó en el Jurado Calificador funcionó muy bien; no solo fue productivo, también ameno y divertido. El compromiso de la Comisión Estatal Electoral es de aplaudirse; más instituciones públicas deberían trabajar para que se conozca el trabajo de quienes operan las elecciones y la importancia de la participación ciudadana. Agradezco y reconozco el profesionalismo y el compromiso de mis colegas en el Jurado, el compromiso de la Dirección de Capacitación Electoral para la buena ejecución de nuestras sesiones de trabajo. Estoy segura de que los objetivos del certamen se están cumpliendo, especialmente en esta edición.

Sara Lozano Alamilla Presidenta del Jurado Calificador ... Gracias a convocatorias como la del III Concurso de Crónicas y Relatos del Proceso Electoral 2020-2021 y sus ediciones anteriores se ha logrado generar una reflexión en torno a la participación de los ciudadanos en el contexto de los comicios en el estado de Nuevo León. Sin duda esto es por demás valioso, ya que las personas que tuvieron la voluntad de participar en esta actividad han


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recogido parte de su experiencia y la han comunicado con el afán de plasmar algo que va más allá de los momentos vividos y rememorados: a veces fue el asombro ante la participación en oposición a la apatía; otras, el descontento ante las prácticas de los partidos políticos y sus candidatos; muchos reflexionaron sobre las condiciones atípicas de las elecciones dadas las restricciones a causa de la pandemia; otros, sobre la labor siempre encomiable de los funcionarios de casilla, que cumplen con una larga Jornada Electoral, y los trabajadores eventuales de los órganos electores, como los asistentes capacitadores quienes, con un fuerte compromiso, cumplen hasta el último momento con esta gran labor. Entre los trabajos, todos valiosos por lo antes dicho, sobresalieron algunos que se incluyen en este volumen. Se trata de crónicas y relatos que, de una manera u otra, resaltan algún aspecto o recurso que los hizo destacarse; unos por el uso del ingenio, por la pericia literaria, por un estilo más pulido o bien por una mayor profundidad en su reflexión o propuesta. Algunos de estos textos dan testimonio de la sociedad cambiante en la que vivimos y a la cual deben responder no solo la clase política, sino las instituciones y organismos, y la sociedad en general; otros, de manera genuina, adoptaron cierta perspectiva de género, que es fundamental en el actual contexto sociopolítico; en otros de estos trabajos, los autores adoptaron una visión crítica comparando los procesos electorales de antaño, cuando la práctica del fraude era moneda corriente, con los actuales. Asimismo, el lector interesado encontrará cierto desánimo, siempre presente en este tipo de eventos político-electorales, que de manera paralela se advierte en el abstencio-


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nismo que ha existido en el contexto de las votaciones desde que estas existen, tanto federales como estatales, y que no solo se debe al desencanto de cierto sector de la población, sino también, en gran medida, a una total apatía por las cuestiones políticas. A pesar de todo esto, muchos de los participantes en esta convocatoria rescatan un ápice de esperanza por una sociedad cada vez más despierta, crítica y participativa. Todo esto y más encontrará el lector que se adentre en las crónicas y relatos aquí incluidos, y sin duda estos resonarán en su propia experiencia, entablando así un diálogo que esperamos reavive en la ciudadanía el interés por participar de una manera u otra en la consolidación de nuestra democracia.

Katia Irina Ibarra Guerrero Integrante del Jurado Calificador ... Si tuviera que destacar la parte emotiva de haber formado parte del Jurado Calificador del III Concurso de Crónicas y Relatos del Proceso Electoral 2020-2021, tendría que señalar que me vi en serios problemas para escoger un ganador; primero, porque la participación fue nutrida y, segundo, porque había excelentes trabajos, cualquiera de los cuales podía haber sido el ganador si otro hubiese sido el Jurado del concurso. No quiero decir con esto que quienes conformamos el Jurado no hayamos hecho nuestra labor de manera honesta y


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profesional, sino que las condiciones en las que fuimos convocados, bajo un clima de pandemia y con las obligadas reuniones virtuales, dieron como resultado los trabajos que hoy aquí se publican. Por ello, quienes quedan excluidos de este libro no deberían sentirse abrumados ni subestimados como redactores de una experiencia que cada vez aspira a ser más democrática, pero que se ve sometida al bozal y a los pinchazos, quién sabe hasta cuándo. Ese es mi consejo como psicopedagogo. Jamás en mi experiencia como juez (y vaya que no son pocos los concursos literarios en los que he participado) había cavilado tanto al designar a un ganador, pero me sirve de consuelo y me da tranquilidad de conciencia el atinado punto de vista de mis colegas, académicas ambas, con las cuales logré, luego de deliberar a conciencia, conciliar el resultado final. No haré aquí la reseña de los trabajos ganadores por motivos de espacio. Dejaré que el lector decida si lo que hicimos estuvo bien o mal y por qué. Ojalá hubiese un buzón de comentarios al respecto, lo cual serviría mucho de retroalimentación a quienes nos dedicamos a calificar; algo que dejo a la institución como tarea pendiente. Por lo pronto, agradezco que me hayan invitado a participar y felicito al personal de la Comisión Estatal Electoral por organizar este tipo de concursos que estimulan la creatividad, la recuperación de la memoria y no se diga la esperanza. Todavía hay mucho por hacer en materia electoral en México, pero vale la pena mencionar que lo que este organismo está haciendo en Nuevo León lo hace bien y con las mejores intenciones.


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A quienes me asistieron de manera directa y me facilitaron el trabajo, en especial a Carmen Suárez y a Natalia Vázquez, les doy las gracias; así como a los Consejeros Electorales, por sus valiosos comentarios sobre nuestra labor. Aunque no seré juez en la próxima convocatoria, como lector ya espero con ansias el próximo concurso.

Armando de León Montaño Integrante del Jurado Calificador


TRABAJOS GANADORES



PRIMER LUGAR

¿Quién toca en las puertas? Dora Elizabeth Reyes Cano

Marzo del año 2020. Puntos masivos de reunión se acuerdan en algunas partes (puntos suspensivos después de todas las oraciones pronunciadas ese día, alargadas hasta nuevo aviso). Se congrega a muchas personas alrededor de la incertidumbre, como si una mancha incendiara la ciudad con un virus de fuego desconocido, una consigna que va dilatando el perímetro de las dudas en cada minuto: «Quédate en casa». Cedemos nuestra vulnerabilidad, la balanza del ruido se apaga, se detiene al cuerpo detrás de las puertas. Zona de guerra, sin defensa en la sangre. Sin defensa en los sueños que se amparan en actividades de hábitos cotidianos como aprender recetas, danzar en la cocina, aprender desde la terraza con el teléfono alzado para alcanzar la señal de internet que me comparte la vecina, enseñar desde la recámara con 10 libros o bibliotecas enteras de fondo, los rincones que antes eran desconocidos se desdoblan y se hacen públicos muchos sitios antes exclusivos para llorar o para hacer las tareas, por ejemplo.


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Se ensancha más la puerta digital, transitan entre bytes cómodamente algunas personas; otras se sostienen fuerte a la barra metálica fija sobre sus cabezas. No hay una puerta ni hay ventana, para ellos no hay enfermedad porque «no hay evidencia de contagios por aglomeraciones en el sistema de transporte público», no hay día uno, no hay marzo de 2020, ni siquiera hay un calendario, los días se llenan de trayectos, deudas, sufrimientos, trabajo, necesidad. No hay arraigo de cuarentena ni home office para armar automóviles, limpiar casas, para podar los árboles a distancia. Yo vivo entre esa gente, yo soy de un barrio de nombre miedo y nombre fuerza, y entre esas dos palabras emergen percepciones nuevas entre cada diálogo, entre cada intercambio de palabras con otras personas. Detrás del marco de la puerta sin puerta, con dos cortinas blancas que se balancean, estoy yo. Escucho mi nombre en voz casi en desfase de letras porque la persona que me pronuncia usa un cubrebocas ceñido. «Su nombre»: (me nombra). —Ha sido seleccionada como funcionaria de casilla. Luego pienso en ello cada día que sigue, pienso en aceptar o no aceptar, para no sentir culpa posterior, al estar en un espacio compartido por mucha gente y posiblemente dejar entrar minúsculas partículas polutas a mi casa. No tengo permisos oficiales para enfermar, así que decido no aceptar y de todas formas leer completos los libros de capacitación, desde los nombres del comité técnico electoral hasta la dirección y entrecalles donde se imprimió. Memorizo la secuencia de las actas, la forma de ensamblar una mampara, practico el movimiento grande con mi mano, para trazar las letras gigantes en las mantas de publicación de resultados


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finales, envío mensajes de texto reiterados al Capacitador Electoral, solo por curiosidad claro, y la claridad llega cuando me comunica que fui seleccionada como Presidenta de casilla para el día de la elección. Contesté ese mensaje de texto con un «Gracias por mantenerme comunicada, hoy juega Tigres, quizás llueva, buen fin de semana». Mi desconcierto continuaba, cuando imaginé estar presente en unas votaciones históricas con gel antibacterial y cientos de bocas cubiertas. Me agradaba la idea de portar un gafete con mi nombre, forrado en plástico transparente, rotulado a mano con letra escrita con plumón negro; pero en otro de esos días tenía el teléfono entre mis manos, escribía un mensaje largo para el Capacitador, justificando casi con marcos referenciales de tesis las razones por las cuales no podría aceptar el compromiso. Luego lo borraba, entero. Decidí levantarme temprano para asistir a la cita de la primera capacitación y notificar personalmente que consideraran a otra persona en mi lugar. Cuando llegué al lugar acordado, otras personas que habían sido llamadas para acudir estaban sentadas y esperando a que empezara la capacitación. Saludé verbalmente y me senté en una silla que estaba en el fondo; quise esperar a que terminara la capacitación para evitar interrumpir. Escuché detalladamente cada indicación y sugerencia. Me emocionó ver un grupo de personas reunidas para conformar un acto colectivo de compromiso social. Termina la capacitación. Me acerco para preguntar sobre la fecha aproximada de la siguiente cita para el simulacro del proceso electoral. Aún no he aceptado asistir como funcionaria.


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Dora Elizabeth Reyes Cano

—¿Quiénes son? —pregunto sobre los otros compañeros. —Son tus vecinos. Sus rostros no me fueron conocidos, ninguno. Aunque vivían a media cuadra o a la vuelta de la esquina, dos de ellos eran hijos de amigas de mi madre, muy jóvenes, callados. Solo vi sus ojos que evadían casi todo. Al día siguiente salí de casa, tomé los libros y me encaminé a la de uno de ellos para conocerlo. Había unos 10 muchachos bebiendo alcohol y abrí un espacio para entrar en su círculo. Busqué al muchacho que sería el Secretario; le causó extrañeza y sus amigos se rieron de él. Me presenté y le dije que le explicaría a la velocidad de la luz mercurial (cuando se va y no llegan los de la Comisión Federal de Electricidad, es lo que no sabía). Hablé en voz alta y todos escucharon el procedimiento; preguntaba palabras que no había escuchado antes: integración, indeleble, Lista Nominal, participación ciudadana. Mostraba asombro, sentía un compromiso mayor por esas palabras nuevas que parecían muy importantes. Son importantes, más bien, y me corrigió en una de nuestras interacciones. Sus amigos me ofrecieron cerveza y pizza; agradecí, pero no acepté. Insistieron, aunque sí quería pizza. Habían comprado una para 10 personas y conmigo éramos 11 personas. Fue una noche distinta para ellos, y para mí. Toqué la puerta de la convivencia y de la empatía con los otros, conocí un vecino nuevo, dimensiones paralelas sin saberlo hasta entonces. El otro Secretario era su mejor amigo. Vivía a unas casas de ahí. Al día siguiente toqué su puerta, dejó su teléfono y nos sentamos en la banqueta. Me contó fragmentos de su historia de vida, de su experiencia como buscador de un sueño


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de ser futbolista, de su depresión generada por la ignorancia y negligencia de personas que desmembraron ese sueño. También yo golpeé el balón por varios años, y entendía su lenguaje. Conversamos sobre el proceso electoral, terminamos. Sacó su teléfono y me mostró imágenes de su bebé recién nacido. Era un padre demasiado joven. Me iba levantando cuando continuó hablando sobre cosas relacionadas con las elecciones. —Yo estuve otras veces «trabajando». Quitaba publicidad electoral de otros candidatos contrarios a los que me pagaban. Por la noche salíamos un grupo y nos pagaban por manta arrancada. También me pagaban por hacer otras cosas como… —¿Y qué piensas ahora que estarás como Secretario? ¿Qué piensas de tu participación? —Que esta vez quiero hacer las cosas bien y que no importa si me pagan o no. En la urna yo decido y nadie puede obligarme. Sigo igual, con $500 pesos que me paguen por hacer esas cosas no ha cambiado más mi vida. Guardé silencio, guardé el recuerdo de esas palabras y la forma de su rostro. Ya conocí dos personas nuevas, por este atajo que se llama compromiso ciudadano. Y digo atajo porque, aunque pareciéramos cercanos, distamos mucho de los otros, aunque pareciera lo contrario. Conocí a los Escrutadores en capacitación, dos señoras trabajadoras de tiempo completo, las conocí el mismo día de la elección; pero antes de eso recordé cuando sonó la reja de la parte exterior de mi casa, era un «toc, toc» que raramente suena. Sonaba a llamamiento nuevo, a grito de exilio, evocación social desde la voz de un ser humano envuelto en chaleco


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beige y rosa mexicano, el Capacitador Electoral resuena de nuevo. Abro la puerta. «¿Quién toca a mi puerta?», me pregunté. Salí y asomé el cabello y mis pocas ganas de salir también se adelantaron, luego asomé un ojo y vi dos ojos sobre un cubrebocas. Desdoblan el nombramiento oficial en papel tamaño oficio, el compromiso empieza a desenredarse. Entre aceptar y no aceptar, el sentimiento de compromiso se anticipó a mí también. El pensamiento sobre la participación ciudadana es que vamos a legitimar todos un suceso que comienza con letras, en voz alta para seguir el protocolo, en acto planeado para ser precedido por ensayos, secuencias de armado, operaciones matemáticas para grafiar un resultado y rellenar recuadros de formatos preestablecidos. Yo vivo en San Bernabé, una zona aún inexplorada en su entraña humana, en la periferia de la ciudad estamos. Hijos de migrantes, de relegados, de damnificados del huracán Gilberto, de personas fundadoras de una estirpe completa desde un pie de casa en medio de la nada. Somos gente con adjetivos en restriega de espacio en carencia que nos fijan en la mente. Somos territorio para semillas de proyectos de vida de dirigentes en instituciones y asociaciones civiles, tierra fértil en ebullición, una mezcla de gente híbrida, anónima para los demás y a veces desconocidos entre nosotros mismos. Saludaba a mis vecinos, hablábamos sobre el clima del día, preguntábamos si en otras casas había luz, pero no sabía sobre sus batallas de vida. Ser funcionario de casilla en tiempo de pandemia es otra página histórica anexada a nuestra historia colectiva. Estuve como astronauta bajo una careta de plástico, con cubrebocas y empapada en gel antibacterial. Estuve ahí en-


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tre un universo de gente, representantes de partidos políticos, Observadores Electorales, personal electoral, ciudadanos que fueron a la votación, agentes de seguridad pública, vecinos mirones por las ventanas, un gato que entró para comerse las sobras de la comida, funcionarios de casilla, y la esperanza del bien común. Se trabajó de manera comunitaria, sin verticalidad, con la puerta abierta de la cooperación. Las puertas son divisiones de protección, de pausa, de olvido. Solo intercambiando y escuchando sabremos el alcance de esas dos acciones en nuestra vida compartida, las elecciones son un acontecimiento espacial y social de gran relevancia que seguirá tocando puertas de reflexión en muchas personas. ¡Que sigan haciendo ruido las ideas y el compromiso social!



SEGUNDO LUGAR

Añoranza de los tiempos felices Ada Vanessa Rodríguez Herrera

Una larga fila me esperaba en la primaria donde hace 15 años estudié. Algunas personas habían llevado una silla para sentarse en lo que emitían su voto, pero no era mi caso. Me mantuve de pie a la espera de mi turno. La fila era rápida, pero por minutos se detenía. En tanto, me convertí en una fiel observadora de lo que ahí pasaba. Frente a mí, dos ancianas se reencontraban, se fundían en un abrazo, se tomaban de sus manos y, pese a que usaban cubrebocas, su voz era tan fuerte y clara que me permitía escuchar que ambas habían perdido un ser querido, su corazón estaba tan roto como el mío. Ese día era domingo 6 de junio de 2021. El sol caía a plomo y sus rayos se reflejaban sin piedad sobre el pavimento hasta encandilarme. En esa ocasión no regresaba a tomar clases, acudía a votar por cuarta vez en mi vida y lo hacía con una esperanza que se oponía fuerte al abstencionismo empujándome a elegir. La fila seguía su curso, pero aún había más de 30 personas adelante de mí, en su mayoría adultos mayores. El vien-


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to fresco le daba tregua al calor y me llevaba a un viaje al pasado, a esa primera experiencia electoral, que no fue a los 18 años sino a los nueve, cuando acompañé a mi mamá a votar. Fue en esa misma escuela donde mi mamá y yo llegamos aquel día. Recuerdo que en ese momento sentí tanta curiosidad y emoción que incluso la acompañé a la mampara a emitir su voto y después caminé junto a ella a dejar la boleta en su respectiva urna. El mismo viento me regresaba al presente, a esa añoranza de los tiempos felices. En la fila esperaba mi turno, los pies comenzaban a dolerme y, por si fuera poco, mi cubrebocas empezaba a sofocarme. ¿Cómo llegamos a este punto? A tener que salir y usar forzosamente un cubrebocas, evitar cualquier contacto con otras personas y ser dependientes de las soluciones alcohólicas para desinfectar nuestras manos y tener la sensación de que están «limpias». Estas escenas de una película de ciencia ficción se hicieron realidad a finales de 2019, cuando los canales de noticias y la prensa internacional informaron la aparición del coronavirus sars-cov-2, en Wuhan, China. La Organización Mundial de la Salud bautizó como covid-19 a la enfermedad causada por este virus y, al registrarse los primeros casos fuera de China, declaró el inicio de una pandemia. En México la enfermedad sonaba tan lejana, pero su llegada era inminente. A principios de 2020 se registraron los primeros casos en la capital del país y, pronto, el virus se extendió a toda la república; lo mejor era estar en casa. Iniciado 2021, tras varios meses de incertidumbre, los spots publicitarios anunciaron que el virus no opacaría la


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democracia. Las elecciones se realizarían y, por primera vez en muchos meses, las instancias de salud pedían a la población salir de casa para acudir a votar. Estas elecciones eran especiales, pues el uso de cubrebocas y el distanciamiento entre los votantes debía ser indispensable en todas las casillas, algo que jamás se había visto en nuestro país. El cubrebocas seguía sofocándome. A punto de comenzar a hartarme, pensé si realmente valía la pena invertir mi tiempo en esa fila. Los meses previos a la elección habían sido de guerra sucia entre los candidatos a la Gubernatura de Nuevo León y entre los candidatos a la Alcaldía de Guadalupe, el municipio donde vivo. Sin embargo, había una razón muy fuerte que me llamaba a permanecer. La pandemia de covid-19 había desatado no solo una crisis de salud, también había dejado a miles de personas sin trabajo, sin seguridad social y, por ende, sin garantía de contar con una atención de salud digna e igualitaria. El deseo de emitir mi voto tenía el propósito de cambiar este panorama, confiar y tener un mejor lugar para vivir. Así que, con esto en mente, volví a plantar bien mis pies para conservar la calma y seguir a la espera de mi turno. En ese instante llegó una de mis vecinas a quien tenía largo tiempo de no ver. Nos saludamos de lejos y ella caminó hasta el final de la fila para formarse, sin embargo, ese no era su lugar; su voto lo debía dar en la casilla de al lado, la cual estaba vacía. Me salí un poco de la fila para hablarle con señas y ella se dirigió a mí, entonces le dije que su casilla era la contigua. Me agradeció y se fue a votar, al cabo de menos de 10 minutos salió y yo seguía formada. Avancé un poco más hasta que el sol tocó mi piel, era picoso, sentía calor y el cubrebocas en


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nada ayudaba, pues seguía sofocándome y empezaba a lastimar la parte trasera de mis oídos. Estaba más cansada, pero también más cerca de la casilla; habría sido un desperdicio de tiempo regresar a casa al estar a unos metros de la meta. Cuando la fila avanzó me pude refugiar en la sombra de un viejo árbol y el viento secó el sudor de mi nuca. Desde ahí alcancé a ver a los funcionarios de casilla: los Secretarios, los Escrutadores y la Presidenta. Esta vez un nuevo integrante se sumaba al equipo, pues en la puerta un hombre de más de 50 años se encargaba de colocar gel antibacterial en las manos de los votantes y únicamente dejar que dos de ellos entraran a la casilla y, de esta manera, propiciar el distanciamiento entre las personas. Al ver todo este proceso comprendí el motivo por el cual la fila era lenta y cansada. A unos cuantos metros de entrar al salón de clases, el cual, por ese día, se convirtió en una casilla electoral, observé que en el pizarrón aún estaba escrita la fecha del viernes 13 de marzo de 2020, el último día de clases presenciales antes de suspenderse debido a la pandemia. En el pizarrón, la explicación del sujeto, verbo y predicado era fiel testigo del ausentismo escolar de los últimos meses. Estaba cada vez más cerca de emitir mi voto y debo reconocer que sentí un ligero nerviosismo de saber si me encontraba o no en la Lista Nominal, pero al mismo tiempo me tranquilizaba diciéndome que no había nada que temer. Inesperadamente la fila se detuvo por un largo tiempo, lo cual llevó a algunas de las personas que estaban formadas a levantar la voz y quejarse. —¡Tranquilos, pérense, lo que pasa es que la Presidenta fue al baño! —gritó el encargado de tomar la temperatura a los votantes.


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Recordé la época en la que participé como funcionaria de casilla y aprendí que la votación no debe continuar si la persona que funge como Presidente no se encuentra en la casilla. Entendí lo que sucedía y, tras un suspiro, decidí esperar un poco más a la llegada de la Presidenta. —¡Ahí viene la Presidenta! —gritó el hombre. A lo lejos, una mujer de más de 30 años con lentes oscuros y cubrebocas se acercaba directo a la casilla. Entró, se sentó en su silla y segundos después la votación se reanudó. Llegó mi turno, el hombre me pidió mis apellidos, me tomó la temperatura, puso alcohol en gel en mis manos y por fin entré. Entregué mi credencial de elector y afortunadamente sí aparecí en la Lista Nominal. Me dieron las boletas y caminé hacia las mamparas para emitir mi voto; el recuerdo de aquel día cuando voté por primera vez junto a mi mamá cobró mayor fuerza. Faltaban 10 días para que se cumplieran seis meses de su muerte. Mis sentimientos estaban a flor de piel y me era inevitable asociar que esta era la primera vez en toda mi vida que acudiría a votar sin ella. Mis tres hermanos y mi padre habían decidido abstenerse, pese a ello, quise ir a votar en nombre de mi madre y mío para juntas cambiar el rumbo de la historia de nuestro estado. Mamá enfermó de covid-19 el 31 de octubre de 2020, tras varios días de atención en casa, el tanque de 16 litros de oxígeno no fue suficiente y decidí llevarla a un hospital privado. Después de un par de horas, me informaron que no había un espacio para ella. Pedí una ambulancia y la trasladé a la Clínica 4 del imss. Ahí, hubo una cama para ella en terapia intensiva. Sus pulmones, duros como el cartón, necesitaban oxígeno y la intubación fue inminente. Los sedantes


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eran escasos, así que tuve que comprarlos en hospitales privados y llevarlos al imss. ¿Por qué el Gobierno descuidó el abasto de insumos en medio de una pandemia? ¿Por qué desde tiempo atrás permitió la privatización de un derecho tan básico como la salud? Eran preguntas que resonaban en mi mente durante la hospitalización de mi madre y a las que jamás encontré respuesta. Mamá murió el 16 de diciembre de 2020, un día antes de cumplir 61 años. Así inició una nueva etapa en mi vida, en la que entendí que debía vivir por ella y por mí, y en la que incluso acudir a una elección era parte de esta encomienda, en nombre de mi madre que murió con la esperanza de un mejor Nuevo León para sus hijos y nietos. En la mampara, tomé el crayón y seleccioné la que yo pensé era la mejor opción, doblé cada una de las boletas y las deposité en su respectiva urna. Con tinta indeleble, uno de los funcionarios de casilla marcó mi dedo pulgar, dando por terminada mi estancia en aquel salón de clases. Caminé rumbo al portón principal de la escuela, la fila se había reducido y el aire estaba en calma. Aunque la tarde empezaba a caer, el recuerdo de mi mamá y de aquella primera votación estaba más presente que nunca. Lloré.


TERCER LUGAR

Fui testigo… de un fraude: oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León Jesús Moreno Niño

Participé en el proceso electoral del 6 de junio de 2021. Mi casilla se instaló en un parque repleto de enormes y frondosos árboles que aportaban sombra y fresco; había fila, pero el proceso avanzaba rápido. Yo estaba rodeado de caras amables, podría asegurar que hasta sonrientes a pesar de que el obligado cubrebocas les tapaba la mitad del rostro. Pese al protocolo por la pandemia el ambiente era agradable, casi festivo, por lo que el 6 de junio de 2021 fue un domingo electoral tranquilo que puso fin a una enconada campaña. Para un viejo como yo es imposible olvidarse de sus vivencias, en especial de aquellas que dejaron huellas profundas en mi memoria. La fila para votar ordenada y tranquila, los funcionarios de casilla atentos y corteses orientando y ubicando a los votantes fueron para mí el detonante que disparó por completo el recuerdo, por lo que no pude evitar comparar esa tranquila mañana del 6 de junio de 2021 con la del domingo 7 de julio de 1985.


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Así, mientras hacía fila para emitir mi voto, cerré los ojos y volví a vivir aquellas acciones tan viles y oprobiosas de las que fui parte y testigo hace 36 años. Y ello me obliga a narrar lo que viví el 7 de julio de 1985. En aquel tiempo contendían por la Gubernatura de Nuevo León Jorge Treviño Martínez por el Partido Revolucionario Institucional y Fernando Canales Clariond por el Partido Acción Nacional. El resultado lo conocemos, ganó la elección Jorge Treviño Martínez con un contundente 65.1% contra 23.5% de Canales Clariond. Aunque el candidato del pan impugnó el resultado de la elección alegando fraude, no tuvo los elementos necesarios para demostrarlo y Jorge Treviño Martínez fue declarado Gobernador de Nuevo León… Hoy, 36 años después, esta historia pondrá en tela de duda la legitimidad del triunfo de Jorge Treviño Martínez. Todo empezó unas semanas antes del 7 de julio de 1985. En aquel tiempo el periódico El Norte invitó a todos los ciudadanos regiomontanos para que vigiláramos las elecciones, usando la frase: «Si tú lo viste a El Norte le interesa». Desde que leí la invitación me sentí atraído y me presenté en el periódico El Norte, anotaron mis datos y me dieron día y hora para acudir a dos sesiones de capacitación. Acudí a las pláticas y me interesó el tema a tal grado que me ofrecí como voluntario para vigilar más a fondo el desarrollo del proceso electoral el domingo 7 de julio de 1985. Uno de los editores de El Norte me dijo que estaban enterados de que, entre las cuatro y las seis de la mañana de ese domingo, se iban a reunir en el centro de ciudad Guadalupe grupos de personas a los que les entregarían votos ya


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marcados a favor del pri. Me dijo que si no me daba miedo tal vez podría infiltrarme en ese grupo y recibir un paquete de votos, los cuales se convertirían en una prueba del fraude electoral, y si conseguía un paquete de votos debería entregarlos al periódico como prueba. Tal vez por la pujanza de mi juventud en aquellos años, no lo dudé ni un instante y de inmediato le dije que me diera la dirección del sitio de la reunión, pues yo iba a ir. La dirección era la de una casa en la calle Barbadillo entre Independencia e Hidalgo, en pleno centro de ciudad Guadalupe. Me dieron varios vales del radio taxi de aquellos años para tener como movilizarme y fue así como antes de las cinco de la mañana de aquel domingo 7 de julio de 1985, ya estaba yo en la calle Barbadillo, en Guadalupe. No batallé para encontrar la dirección, pues desde que llegué ya había mucha gente afuera y cada vez estaba llegando más, por lo que me fui mezclando entre ellos y a los pocos minutos ya formaba parte de un grupito de hombres y mujeres. De pronto nos hablaron de la casa en donde iba a ser la reunión y nos dijeron que pasáramos y nos señalaban que subiéramos al segundo piso. Yo me metí en medio del grupo y entre bromas y empujones subimos. Ponía atención a los nombres y a las caras de las personas que dirigían la operación y destacaba el nombre de un sujeto a quien llamaban Pilo, era un gordo moreno que dirigía la entrega de las boletas. Me percaté de que no había más mobiliario que una mesa, unas dos o tres sillas y muchas cajas de cartón de las cuales sacaban las boletas ya cruzadas a favor del pri. Entramos al salón y nos encaminamos formados hacia la


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mesa, afortunadamente alcancé a escuchar lo que les preguntaban a los que iban delante de mí antes de entregarles lo que ellos llamaban «tacos de votos». «¿Quién te mandó y a dónde te vas a ir?» era la pregunta que les hacían. Las dos mujeres que iban delante de mí respondieron: «Nos mandó doña Rosalba y vamos a andar por la Tolteca y por Pablo Livas». De inmediato Pilo les dio un paquete de votos a cada una con unos 40 o 50 boletas ya cruzadas a favor del pri. Yo seguía, pero las mujeres que iban delante de mí no se retiraban de la mesa pues platicaban con Pilo, por eso no podía acercarme ya que yo iba a repetir lo mismo que ellas acababan de decir y me descubrirían; por eso dejé a propósito que se pasaran dos personas que venían atrás de mí y eso permitió que las dos mujeres se salieran del salón. Cuando quedé frente a Pilo y me preguntó quién me había enviado, le dije que doña Rosalba y que iba ir a dejar las boletas en las casillas por la calle Pablo Livas. Pilo no dudó y de inmediato me entregó un paquete de votos ya cruzados a favor del pri. Salí de ese salón, bajé las escaleras y en la calle alcancé a ver a las dos mujeres y sin decirles nada me fui caminando atrás de ellas. Un sujeto nos señaló una camioneta tipo van, de las llamadas en aquellos años «peseras cetemistas», y nos ordenó que subiéramos. Transitamos por varias calles hasta llegar al estacionamiento de la Expo Guadalupe en donde estuvimos adentro de la pesera cetemista desde las seis de la mañana hasta casi las ocho. De la Expo Guadalupe salimos rumbo a la calle Pablo Livas y a las colonias ubicadas en las faldas del cerro de La Silla. El chofer nos dio instrucciones indicando que metiéramos


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rápido el «taco de votos» en la urna y que regresáramos corriendo a la camioneta. Cuando llegó mi turno me bajé de la camioneta y caminé rumbo a la casilla. Me di habilidad de partir el «taco de votos» y deposité en la urna cuando mucho unos 10 votos, luego me dirigí discretamente a una barda de block y escondí en el hueco de un block el resto de las boletas ya cruzadas a favor del pri. Regresé a la camioneta y nadie me dijo nada, afortunadamente no se dieron cuenta de mi maniobra. Seguí en la pesera cetemista, en donde íbamos unas 12 personas, y cada uno introdujo su «taco de votos» en las urnas. Era evidente que los «funcionarios» de las casillas de aquellas colonias marginadas y proletarias de Guadalupe sabían lo que hacíamos, pues por más que disimulábamos y por más rápido que introdujéramos el «taco de votos» era imposible que no se dieran cuenta…, pero no dijeron nada, y hasta se volteaban para otro lado ignorándonos, demostrando que no querían comprometerse con el ilícito que cometíamos y que consistía en introducir en la urna el «taco de votos» ya marcados a favor del pri minutos antes de que llegaran los votantes. Antes de las nueve de la mañana terminamos el recorrido y regresamos a la Expo de Guadalupe, todos bajamos de la pesera cetemista y cada uno se fue por su lado. Inmediatamente pedí un radio taxi, lo abordé y regresé a la casilla en donde había dejado el taco de votos escondido en un block de la barda. Discretamente me acerqué a la barda y ahí estaban las boletas en donde yo las había dejado escondidas. Sin que se dieran cuenta las saqué del hueco del block y las metí en una


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bolsa que conseguí y me dirigí al periódico El Norte a entregarlas. Eran 39 boletas ya cruzadas a favor del pri. Hice mentalmente una cuenta, y si en la pesera cetemista íbamos 12 personas y cada uno llevábamos un taco de 50 votos, esa sola camioneta van, en una hora, metió en las urnas 600 votos a favor del candidato priista Jorge Treviño Martínez. Y recordé que a las seis de la mañana en el centro de Guadalupe había cuando menos unas 20 peseras cetemistas llevando gente a las casillas a cometer el fraude electoral. Así terminó para mí aquel domingo 7 de julio de 1985, un domingo de elecciones fraudulentas, un domingo que me dejó muy malos recuerdos, pero grandes enseñanzas. Hoy, a 36 años de distancia, lo que yo viví la mañana del domingo 6 de junio de 2021 me obligó a comparar los hechos de 1985 y veo que sin duda las mejoras en el proceso electoral son reales y han sido efectivas. Aún formado en la fila para emitir mi voto el domingo 6 de junio de 2021 y al ver a los votantes alegres, autónomos y plenamente convencidos de que estaban ahí por su propia voluntad, dispuestos a plasmar en su voto su preferencia por tal o cual candidato, me vi obligado a volver a las comparaciones y tuve que pensar en las razones que tuvieron todas aquellas personas que cometieron el fraude electoral aquel domingo 7 de julio de 1985, y me pregunté: «¿Por qué lo hicieron?». No lo hicieron por dinero, pues me consta que a nadie le pagaron nada en ese momento. Me consta también que los choferes de las peseras cetemistas sabían lo que hacían, y sabían a dónde llevarnos y sabían en dónde hacer tiempo, pues entraron al estacionamiento de la Expo Guadalupe, el


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cual casualmente estaba abierto a las seis de la mañana de aquel domingo de elecciones. Esas sencillas reflexiones me confirman que yo me incrusté en un plan cuidadosamente preparado y tuve la suerte de no ser descubierto y ello me permitió convivir por unas horas con esas personas que habían sido convencidas y aleccionadas para que aceptaran introducir en las urnas aquellos «tacos de votos» que finalmente se convirtieron en el aplastante 65.1% de votos para el pri, contra 23.5% de votos para el pan. También constaté que los funcionarios de casilla, aquel domingo 7 de julio de 1985, eran cómplices del fraude, pues permitían la entrada de la persona que llevaba el «taco de votos», permitían que llegara a la urna y que introdujera los votos por la ranura que era amplia en aquellos años y no tenía, como las urnas actuales, la pestaña metálica que impide introducir más de un voto. Hice una vez más la cuenta y me dije: «Si en mi pesera cetemista íbamos 12 personas con 50 boletas cada uno, eso quiere decir que nosotros en una hora metimos en las urnas 600 boletas cruzadas a favor del pri y recuerdo que a las seis de la mañana de aquel domingo, había más de 20 peseras cetemistas en la calle Barbadillo en el centro de Guadalupe. Eso representaba 12 mil votos fraudulentos a favor de Jorge Treviño en una hora, tan solo en el municipio de Guadalupe…». Sentí asco. Muchos años callé esta historia, pero lo que viví la mañana del domingo 6 de junio de 2021, al estar formado esperando mi turno para emitir mi voto, me dejó en claro que


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algo bueno le ha pasado al proceso electoral en Nuevo León y concluí que tenemos dos etapas: antes del fraude y después del fraude. Antes del fraude Sin que sea un justificante, debemos entender que en aquellos años Nuevo León se estaba recuperando del colapso social que culminó con el surgimiento del sector popular denominado Tierra y Libertad, gigantesco asentamiento humano con grandes carencias de todo tipo que se ubicaba por el rumbo del Topo Chico. Fomerrey estaba también iniciando sus actividades, por lo que se supone que el sistema político unipartidista de aquellos años encontró en las necesidades de esa población marginada el elemento humano y la coyuntura ideal que los apoyaría en el fraude electoral, bajo la premisa de: «Te consigo un terreno para que vivas, a cambio de que me mantengas en el poder». Gran parte de ese contingente humano era gente de otros estados que emigró a Monterrey en busca de una vida mejor. No era gente local y el hecho de no contar con localía eliminaba en ellos el sentido de pertenencia y no les dolía dañar al estado que los recibía. Astutamente, la dotación de terrenos dio paso a la creación de núcleos marginados y conformó una población con las características idóneas para ser explotados electoralmente durante muchos años. La metodología para poder contar con ellos consistía en irles dosificando los satisfactores que mejoraran su precario nivel de vida, por ello los tenían sin luz, sin agua, sin drenaje, sin servicios de salud, sin


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seguridad, sin alumbrado público, sin pavimento, y en cada elección llegaba la promesa de resolver una carencia a cambio de contar con sus servicios y realizar el fraude electoral. Explotar la necesidad de esas gentes fue la técnica usada y eso facilitaba el fraude electoral; pero además de los precaristas y marginados, hubo otro actor protagónico involucrado en el fraude. Eran los trabajadores sindicalizados, especialmente los cetemistas, gremio que controlaba el transporte de pasajeros en el Monterrey de la década de los ochenta. El Gobierno tenía sometidos a los cetemistas a cambio del otorgamiento de las concesiones de las rutas camioneras, exigiéndoles a cambio colaborar en el fraude electoral. Fue así, con sindicalizados y marginados, con los que el Gobierno priista conformó un ejército electoral el cual, como le debía «favores» al sistema, estaba obligado a complacerlo y apoyarlo para cometer el fraude electoral. Sin embargo, 36 años después, sin duda quienes estábamos formados la mañana del domingo 6 de junio de 2021 en la fila para votar no le debíamos ningún favor al Gobierno, pues somos ciudadanos libres, pensantes y sin ataduras. Somos el resultado de las mejoras en el proceso electoral, somos lo que yo llamo: Después del fraude Fue en el último tercio del siglo pasado cuando Nuevo León inició el proceso de creación de las instituciones electorales y el reconocimiento de las organizaciones civiles y ciudadanas que estaban atentas a los procesos electorales tratando sobre todo de terminar con la hegemonía de un partido úni-


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co en el poder y con ello dio los primeros pasos en la búsqueda de oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León. Se empezó por conseguir una apertura gradual hacia una competencia electoral real para los partidos distintos al partido único, buscando neutralizar el apoyo incondicional que recibían de marginados y sindicalizados, concientizándoles que ellos eran para el pri solo herramientas y personas desechables. Y que tal vez si votaban por otra opción de Gobierno posiblemente los beneficios para ellos fueran mayores y, lo más importante, serían personas libres no controladas por un líder de barrio o por el líder del sindicato. Esto llevó a la creación de nuevos partidos que nacieron dotados de condiciones de competitividad real en los comicios. Entre las oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León destacó obtener una mayor ciudadanización en la organización de las elecciones, así como el establecimiento de la Comisión Estatal Electoral como un organismo autónomo, permanente y con personalidad jurídica propia. Todo eso llevó a Nuevo León a alcanzar la alternancia en el poder, la cual lamentablemente nos ha llevado a la conclusión de que, si antes me decepcionaba el pri, luego me fue peor con el pan, y todavía me fue más mal con el independiente y a ver ahora cómo me va con Movimiento Ciudadano que gobernará Nuevo León a partir de 2021. Esto deja en claro que los actores políticos más recientes no han sabido dimensionar el verdadero valor de la alternancia, pues han echado por la borda la gran oportunidad que les brindó la ciudadanía al elegirlos, sus actuaciones al frente del Gobierno han sido decepcionantes.


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Esa gran falla en los resultados ofrecidos por los actores políticos actuales se convierte hoy en 2021 en un reto más en la búsqueda de oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León. Los tiempos cambian, pues al perder el pri el monopolio del poder se abrieron oportunidades para otros partidos, además de que también ha empezado a proliferar la figura del candidato ciudadano, haciendo a un lado al viejo político de carrera, conformándose así un nuevo escenario político que por supuesto llega también con nuevas reglas. Esas nuevas reglas del juego dejaron en desuso las viejas prácticas fraudulentas que la cultura popular bautizó con calificativos, como «mapache electoral», «ratón loco», «el carrusel», «la urna embarazada», «acarreados» y otros calificativos peyorativos que se aplicaban a los delincuentes electorales en el pasado. Hoy, en la tercera década del siglo XXI, con una generación de votantes mayoritariamente integrantes de la generación millennial, formada por individuos 100% digitales, con altos valores sociales, con estudios superiores, muchos incluso bilingües, conforman un bloque social que difícilmente se prestaría a cometer ese tipo de delitos electorales, por lo que esos calificativos prácticamente quedaron en desuso. Muchos votantes actuales conocen y aplican el razonamiento ad hominem y evitan juzgar o calificar al candidato por sus posibles debilidades, sino que se enfocan más bien en combatir el contenido de sus tesis. Hoy las oportunidades para mejorar el proceso electoral en Nuevo León deben mirar hacia el advenimiento de un voto cibernético totalmente online. Pareciera que la época de


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las urnas y las boletas está llegando a su fin y ya se visualizan las plataformas encriptadas, con soporte online o telefónico. Ya se escucha hablar del voto electrónico por internet para los mexicanos residentes en el extranjero, sistema que garantiza la secrecía del voto durante su emisión, transmisión, almacenamiento y cómputo, utilizando medios electrónicos regulados por el artículo 329 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (lgipe). Por todos estos avances, queda claro que lo que yo viví hace 36 años, que era meter los «tacos de votos» en las urnas y luego salir corriendo, ya es cosa del pasado, ya es parte de la historia electoral. Sin duda una negra historia plagada de hechos que no se repetirán y que para muchos jóvenes pudieran parecer una historia pasada de moda y bobalicona, pero que lamentablemente fue real y le causó mucho daño a Nuevo León. Hoy, en la tercera década del siglo XXI, y luego de las elecciones del 6 de junio de 2021, las nuevas generaciones enfrentan otros retos, pues el fraude electoral puede vestirse con otras ropas y lo pueden ejecutar personas de otros estratos sociales y con otro tipo de aspiraciones que no se conforman con un terrenito sin servicios en una colonia proletaria y marginada. Hoy, luego de los resultados del domingo 6 de junio de 2021, nos damos cuenta de que las elecciones, además de ganarse en las urnas, pueden ser también ganadas con un proceso de judicialización, actividad legal que se ha puesto de moda pese a no ser bien vista. Pues se considera que merma la calidad del voto ciudadano y su objetivo es alargar la extensión del proceso electoral recurriendo en muchas oca-


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siones a recursos de dudosa y complicada credibilidad, pero lo más grave es que el proceso de judicialización demerita y menoscaba la imagen del órgano rector electoral involucrando en el proceso a instancias diferentes. La campaña electoral previa al domingo 6 de junio del 2021 nos dejó en claro que los candidatos recurren también a la mediatización excesiva, lo que en algunas ocasiones propicia el señalamiento, la acusación o la ridiculización del adversario y esto nos llevó en 2021 a presenciar campañas en donde no destacaron las mejores propuestas, sino que destacaron las acusaciones más graves. Que si formaste parte de la secta nxivm de Keith Raniere, que si bailaste en la fiesta de los narcos cuando tenías 10 años, al igual que las frases de doble sentido como «La vieja política», que fue difundida nacionalmente justamente por los medios. No menos grave en las elecciones del domingo 6 de julio de 2021 fue la participación de los llamados «influencers» con «chabacanas y chabacanos», o el famoso «fosfo fosfo». Esta es la calidad política que nos dejó el 6 de junio de 2021, los ciudadanos de Nuevo León pueden responder si están conformes con este nivel de calidad política que nos brindaron los últimos actores a puestos de elección popular o creen que la gente de Nuevo León merecemos ser gobernados por personas con más preparación, calidad humana y valores. Justamente cuando hacía estas reflexiones al estar formado en la fila de la casilla la mañana del domingo 6 de junio de 2021, me di cuenta de que el siguiente votante era yo. Una guapa jovencita con una botella de gel antibacterial me indicó que pasara a la mesa. Entregué al funcionario de casilla


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mi credencial del ine, comprobaron que mi nombre apareciera en el padrón y me dieron a elegir entre usar mi propia pluma o usar un crayón y luego me entregaron las cuatro boletas: Gobernador, Presidente Municipal, Diputado Local y Diputado Federal. Me coloqué tras la mampara y las crucé, me encaminé a las urnas y tardé un poco en introducirlas, ya que la ranura es muy angosta y una sola hoja es difícil de introducir. Mi mente retrocedió 36 años y volví al domingo 7 de julio de 1985 y volví a ver en mis manos 50 boletas ya cruzadas a favor del pri, y no pude evitar pensar: «¿Cómo podría ahora en 2021 introducir un “taco de votos” en una urna?». En ese momento me quedó claro que el proceso electoral ha mejorado en Nuevo León, pero también me queda claro que aún quedan muchas, muchas oportunidades para mejorarlo.


MENCIONES HONORÍFICAS



MENCIÓN HONORÍFICA

Mi participación en las elecciones sin precedentes Roque Cázares Rodríguez

Introducción El presente trabajo escrito es un relato original e inédito sobre mis experiencias vividas como ciudadano en su doble aspecto: a) como votante y b) como Observador Electoral individual durante el proceso electoral 2020-2021 y en la Jornada Electoral del día 6 de junio del presente año, en el contexto de la pandemia por covid-19. Inicié el verano de 2021 en las mejores condiciones físicas y mentales, gozando de buena salud y con un trabajo honesto y socialmente útil para la sociedad en la que vivimos, desempeñándome como maestro de Ciencias Sociales en una escuela preparatoria bajo la modalidad abierta en acompañamiento, ubicada en el área de San Bernabé, cuarto Sector, en el municipio de Monterrey, Nuevo León. En un estado de relativa felicidad y bienestar socio-emocional, me cuidaba y protegía del covid-19, no solo quedándome en casa, sino además practicando las nuevas reglas y hábitos de convivencia social tales como la distancia física


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con solidaridad, cooperación y colaboración; el lavado de manos con agua y jabón frecuentemente; uso de cubrebocas, mejor dicho de mascarillas porque la mascarilla abarca desde el tabique nasal y comprende la boca; uso de gel antibacterial, entre otras recomendaciones que recuerdo. No puedo dejar de mencionar que fui afortunado, toda vez que unos meses antes, para precisar a finales del mes de abril, había recibido la vacuna Cansino de la farmacéutica china, en el campo militar de Salinas Victoria. Las condiciones favorables de mi participación con relativo éxito fueron la combinación de la práctica de las medidas sanitarias y la vacunación de emergencia, ambas preventivas que disminuyen el riesgo de muerte por covid-19. Mi participación fue basada en la información verídica y confiable que recibí en amistad por Facebook, por parte de la Comisión Estatal Electoral Nuevo León. Como buen ciudadano enterado e informado de la realidad del proceso electoral tomé la decisión razonada, consciente, y responsable de las consecuencias de mis actos con relación a mí mismo, y las personas de la comunidad donde vivo, por lo que, ejercitando mis derechos, obligaciones y responsabilidades ciudadanas en un doble papel o rol ciudadano —como votante y como Observador Electoral individual— participé considerando los riesgos en la Jornada Electoral celebrada el día domingo 6 de junio y en el proceso electoral intermedio 2020-2021. La fecha mencionada en el párrafo anterior para mí fue importante y trascendente, porque se llevaron a cabo las elecciones intermedias sin precedentes, en el contexto de la pandemia por covid-19.


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Desarrollo Cuando me mudé de casa, del campo a la ciudad, vi la necesidad de realizar un importante trámite ante el Instituto Nacional Electoral (ine). Como todos sabemos, el trámite trascendente se llama cambio de domicilio. En ese tiempo, no había pandemia. Lógicamente, el trámite fue presencial. Opté por acudir personalmente, al módulo del ine del heb Linda Vista, por ser para mí el de más fácil acceso peatonal y en transporte público. La primera vez que me presenté fue para pedir información sobre el trámite de cambio de domicilio. Mi primera experiencia fue exitosa. Llegué a las siete de la mañana, hice fila, esperé y a las ocho arribó el personal del ine, todos uniformados y con gafete portable a la vista. Se abrieron las puertas transparentes del local ubicado adentro del centro comercial, encendieron las luces y las máquinas computadoras, e instalaron la cámara fotográfica. Comenzó a moverse la fila, y llegó el momento de la verdad, fui atendido amablemente en el espacio de información a la ciudadanía. —¿Qué trámite viene a hacer?, —preguntó la licenciada del ine. A lo cual contesté: —Vengo a pedir información porque recién me mudé de casa. Vivía en el sur del estado, y ahora vivo en el municipio de Apodaca. —Usted —me dijo la licenciada del ine del módulo orientación a la ciudadanía— tiene que realizar el trámite de cambio de domicilio y tiene que acompañar su credencial de elector con domicilio anterior, comprobante de domicilio y acta de nacimiento y esperar su turno a que le hable el


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responsable del módulo, si no trae la documentación puede venir mañana o hablar por teléfono y solicitar una cita. —Regreso mañana, gracias —le dije. Al día siguiente me levanté temprano, me arreglé y desayuné. Nuevamente acudí personalmente al ine. Otra vez mi experiencia fue exitosa. Hice mi trámite personalmente, hice fila, esperé, y llegó el momento de la verdad, justo a tiempo. Cumplí los requisitos y procedieron a tomarme la foto, digitalizaron mis huellas dactilares, seguridad biométrica y firmé. Al final, me entregaron mi comprobante de trámite de cambio de domicilio indicando la fecha para la entrega de la nueva credencial de elector. Una vez que llegó la fecha establecida, acudí personalmente al mismo módulo, pero mi experiencia no fue exitosa porque el personal del ine me explicó que había un retraso a nivel nacional y que no había llegado mi credencial. Una y otra vez pregunté por mi credencial de elector hasta que logré tener éxito. La condición para ejercer mi derecho al voto, libre, secreto, universal, y directo, en la casilla de la sección electoral correspondiente a mi nuevo domicilio estaba dada, ya que cuento con mi credencial de elector actualizada y vigente. Unas semanas antes de la Jornada Electoral, por medio de una laptop con conexión a internet, ingresé a la página oficial del ine para verificar que me encontrara en la Lista Nominal. También indagué la ubicación de la casilla electoral en donde me correspondía votar. Ambas consultas fueron exitosas. No cabe duda de que, para obtener el gafete y acreditación como Observador Electoral individual en el contexto


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de la pandemia y de las elecciones sin precedentes, pasé por momentos difíciles toda vez que para mostrar mi interés en participar me vi en la necesidad de comunicarme telefónicamente en repetidas ocasiones a la Comisión Estatal Electoral sin lograr éxito. Que, debido a mi iniciativa y perseverancia, logré contactar al personal experto y amable de Participación Ciudadana y Capacitación Electoral de la Comisión Estatal Electoral vía correo electrónico. Que a través de ese medio de comunicación y después vía Zoom a distancia recibí mi capacitación como Observador Electoral individual. Que haciendo un esfuerzo plausible acudía a las instalaciones de la Comisión para cumplir demás requisitos y firmar los formatos de solicitud. Durante las campañas electorales recibí varias visitas domiciliarias que me han dejado una colección de propaganda política y unas lecciones de democracia. Mi colección consiste en tres periódicos de las causas justas y el pueblo organizado de Regeneración de Morena; un díptico del candidato a Diputado Local del distrito 7 de Apodaca, Víctor Govea, de Morena y otros partidos como pt, pvem, Nueva Alianza; un volante del candidato a Alcalde de Apodaca, Benito Caballero, de Morena, pt y Nueva Alianza; una tarjeta de presentación y un cubrebocas y un tríptico tamaño doble carta del candidato a Diputado Local del distrito 7, Fili Flores, del Partido Revolucionario Institucional (pri) y Partido de la Revolución Democrática (prd); un tríptico tamaño doble carta del Alcalde de Apodaca, César Garza, del pri y del prd; un tríptico tamaño media carta de la candidata a Alcaldesa de Apodaca, Marlene Benvenutti, del Partido Acción Nacional (pan); dos dípticos tamaño media carta del candidato a Al-


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calde de Apodaca, Manuel Rodríguez Uresti, del partido Redes Sociales Progresitas (rsp); y de la candidata a Diputada Local del distrito 7, Lucerito Martínez, de rsp, una gorra con visera color blanca, con logo de rsp Nuevo León. No puedo omitir un volante del periódico El Norte sobre los candidatos y candidatas a Gobernador(a). Las impresiones de las campañas electorales siguen vivas en mi memoria y en mi corazón. Las visitas domiciliarias de los(as) candidatos(as) en tiempos de campaña fueron las que en seguida les relato: La primera visita domiciliaria fue la de la candidata a Alcaldesa de Apodaca del pan, Marlene Benvenutti. Ella, en presencial, es una mujer interesante, atractiva, es como viene en la foto de la propaganda, pero en la realidad refleja algunos años más. Ella es madre de familia, esposa, maestra, abogada y mujer de causas. A ella la recibí personalmente junto a mis dos hijas; una de ellas ciudadana, la otra todavía una niña en pubertad. A las puertas de mi casa llegó Marlene junto con su comitiva, un grupo de personas hombres y mujeres con banderas, bolsas, cubrebocas, y camisetas con logo y colores azul y blanco del pan. A ella la recibí sinceramente con respeto y amabilidad. Ella tomó la iniciativa, y mis hijas y yo escuchamos sus propuestas. Principalmente, argumentó que ella quería ser la primera mujer Alcaldesa de Apodaca, que ya era tiempo de que los hombres dejaran gobernar a las mujeres. Mis hijas prestaron mucha atención a sus palabras. Su discurso ofrecía superación a las mujeres, programas a beneficio de las mujeres, y habló en contra de los hombres machistas. Me pidió una fotografía y que firmara un papel. Le aclaré a la


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candidata a Alcaldesa que yo participo en el proceso como Observador Electoral individual. A lo que ella contestó: —Usted fue Observador y yo soy la candidata del pan. Parece que no me escuchó, pero le comenté que no tenía inconveniente en tomarme la foto, pero que no podía firmar el papel. Un joven alto y robusto nos tomó las fotos en la puerta de entrada de mi casa, en la que aparecen mis hijas y yo junto a la candidata. Se despidieron y continuaron su campaña. La candidata entusiasmó a mis hijas a tal grado que casi hicieron una revolución en el hogar. Tuvimos un diálogo reflexivo sobre el feminismo actual. El entusiasmo de mis hijas duró toda la semana. «Apodaca ya es tiempo del cambio. Los cambios suceden cuando dejamos de hacer lo mismo. Es momento de votar diferente, despierta, razona tu voto y vota por Acción Nacional» es el lema de Marlene Benvenutti. Las propuestas que pueden leerse en la propaganda de la candidata es la nueva historia de Apodaca, en donde los más importante es tu salud, más empleo para un mejor futuro, que vayas con seguridad, mejor movilidad, mujeres en acción, Gobierno de tu lado, los animales son parte de la familia. La segunda visita domiciliaria fue del candidato a Diputado Local del distrito 7, del Partido Revolucionario Institucional, Fili Flores. A él le recibí en persona, sinceramente con respeto y amabilidad; también se encontraban mis hijas presentes. Fili Flores es un joven inteligente, parco para comunicarse. Tímido al saludar. Se dice dinámico, emprendedor y con una profunda vocación por el servicio público. Él se limitó a entregarme su tarjeta de presentación y un cubrebo-


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cas. Me pidió permiso para colocar una manta en la ventana principal de mi casa, a lo cual, inmediatamente, le aclaré al candidato a Diputado Local que yo participo en el proceso electoral como Observador Electoral individual, que tenía prohibido hacer proselitismo o propaganda o pronunciarme a favor o en contra de partidos y candidatos. Su reacción fue de sorpresa. Su contingente era grande. Todos vestían camisetas o camisas color rojo, llevaban consigo propaganda como mantas, banderas, bolsas, cubrebocas, trípticos. Dos personas del contingente del pri colocaron la manta en la ventana sin mi consentimiento, y me entregaron un tríptico de Fili Flores y otro tríptico del Alcalde César Garza. En ese momento, también les aclaré que participo como Observador Electoral. No hicieron caso y siguieron en otras casas. Personalmente retiré de la ventana la manta de referencia. «Sigamos avanzando con la fuerza de la gente, hagamos un equipo con Apodaca» es el lema de Fili Flores. Las propuestas que pueden leerse en la propaganda del candidato son las siguientes: una ciudad segura para ti y tu familia, una ciudad dinámica y conectada, una ciudad saludable y económicamente activa y se comprometió a hacer obras pluviales y viales, además de impulsar al empleo, la salud, la educación y el deporte. La tercera visita domiciliaria que recibí fue la del candidato a Diputado Local del distrito 7 de Apodaca, de apellido Govea de nombre Víctor del partido Morena. También le recibí personalmente con respeto y amabilidad. Govea es algo desaseado en su persona, tiene un estilo algo agresivo. Habló de denuncias de unos vecinos que venía


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de visitar y que viven a la vuelta de mi casa. Refirió que fueron víctimas, en días pasados, del robo de una camioneta. Mostró conocer las necesidades de los vecinos. Sin embargo, su principal discurso fue enlistar los programas de bienestar del Gobierno federal para beneficiar a las personas y grupos vulnerables. El candidato venía acompañado de un grupo de personas y de servidoras de la nación, quienes levantaban para conocer las propuestas de los ciudadanos, así como para afiliación. Me pidieron datos y firmar un papel, a lo cual les aclaré que yo participo en el proceso como Observador Electoral individual, que no podía afiliarme a partido político alguno. No tiene lema de campaña Govea, pero se identificó con el equipo Nuevo León de Morena «¡Vamos juntos a defender la esperanza!», y otros partidos. Las propuestas que pueden leerse en su propaganda son las siguientes: seguridad, transporte público, programas sociales, salud, movilidad e infraestructura. La cuarta visita domiciliaria que recibí fue la de la candidata a Diputada Local del distrito 7 de Apodaca, del partido Redes Sociales Progresistas, Lucerito Martínez. A ella la recibí con respeto y amabilidad. Ella es una mujer madre de familia, joven estudiante de derecho, con espíritu y ganas de promover la democracia. Su propuesta se centró en entregarme la propaganda y explicarme que ella es hija de una familia numerosa de más de 10 hermanos y que es la única mujer y que se desempeña como agente de ventas y emprendedora, defensora de causas justas. Ella se dirigió a mí con sinceridad y respeto, y me preguntó que si recordaba su nombre para que votara por ella el día de


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la Jornada Electoral. Me pidió el voto a favor de ella y su partido, me entregó una gorra color blanca con visera y dípticos. «#Sanar a Apodaca» es el lema de la candidata a Diputada Miriam Lucerito Martínez Sepúlveda. Las propuestas que pueden leerse en su propaganda son sobre adultos mayores, movilidad y transporte, gestión comunidad democrática, inclusión social, legislación desde las bases organizaciones sociales, transparencia y rendición de cuentas. Se comprometió a representar a miles de mujeres emprendedoras y madres que son el sostén de su familia y que buscan un trato justo, equitativo e incluyente, así como la necesidad de legislar para garantizar la participación equitativa tanto de hombres como de mujeres. Todas las visitas domiciliarias que he relatado fueron hechas por los candidatos y candidatas durante el desarrollo de las campañas electorales en el contexto de la pandemia por covid-19. No puedo dejar de relatarles que tengo entre mis manos un volante de El Norte que dejaron en la puerta de mi casa que dice: «Consolida Adrián ventaja en Nuevo León», en donde los candidatos a Gobernador o Gobernadora llevaban los siguientes porcentajes: 29% Adrián de la Garza; 23% Samuel García; 19% Clara Luz Flores; 15% Fernando Larrazabal, con fecha del domingo 4 de abril de 2021. Y al reverso del volante decía: «¿Quién consideras que tendría mayor éxito en resolver los siguientes problemas? Sobre inseguridad, corrupción, economía, transporte/movilidad, contaminación, desarrollo urbano, crisis covid-19», ocupando el tercer lugar el entonces candidato a Gobernador, Samuel García, ahora Gobernador electo.


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No puedo dejar de narrarles cómo fueron los debates organizados por la Comisión Estatal Electoral Nuevo León, transmitidos por televisión, radio y por Facebook, siendo moderador el economista y conductor de noticias Gregorio Martínez; como el debate de los y las aspirantes a la Gobernatura. No puedo dejar de decirles que las áreas ocultas y desconocidas de los y las candidatas salieron a la luz pública en los medios de comunicación impresos, audiovisuales, multimedia, internet, entre otros y se formalizaron ante los tribunales electorales y fiscalías especializadas en delitos electorales para denunciarse mutuamente irregularidades, y conductas supuestamente ilegales. Y no faltaba el pelo en la sopa, o el negrito en el arroz, con los comentarios mañaneros del Presidente amlo, quien calificó al ine y a los Consejeros Ciudadanos de antidemocráticos. La Jornada Electoral. El domingo 6 de junio, día de la Jornada Electoral, fue todo un éxito para mí. Salí a votar como al mediodía, bajo el sol del mediodía, usando mascarilla como protección, y no llevaba conmigo sombrilla. Lo que sí llevaba conmigo era pluma tinta roja para marcar mi intención del voto, mi credencial de elector actualizada y vigente, y mi gafete y acreditación de Observador Electoral. Caminé, resistiendo la temperatura alta, aproximadamente tres cuadras hasta que llegué a la casilla electoral, cuya ubicación previamente había averiguado. La casilla no era una escuela. No, la casilla se encontraba en el porche de una casa de dos pisos del fraccionamiento de Infonavit, Rincón de Huinalá 2, en Apodaca. Cuando llegué había fila, eran como unos 20 electores y electoras formadas en la fila para votar. Algunas electoras llevaban consigo


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sombrillas para cubrirse del intenso sol. Había cielo despejado. El cielo era azul y aparentemente no había contaminación ambiental. Durante mi experiencia personal fui interrumpido dos veces. La primera interrupción fue cuando hacía fila. De repente, se acercó hacia mí una persona, sin cubrebocas, sin identificación y sin portar camiseta del ine o de la Comisión Estatal Electoral, y me preguntó: —¿Cuál es su nombre? ¿Cómo te apellidas? Le contesté amablemente que se identificara, pero se negó. Le dije que no me interrumpiera o interfiriera y se alejó. La segunda vez que sufrí una interrupción fue en el momento de depositar las boletas en las urnas. En ese momento, al depositar mi voto se acercó una persona sin cubrebocas, sin identificación, sin camiseta del ine o de la cee, y me dijo lo siguiente: —Deposite estas boletas aquí. Al mismo tiempo, con sus manos intentó tomar mis boletas ya marcadas para depositarlas por mí en una urna; pero amablemente le dije: —No me interrumpa. Respete mi derecho a votar. A lo cual se alejó de mí. Una vez que emití mi voto, esperé unos momentos afuera de la casilla. Procedí a sacar mi gafete y mi acreditación. Me presenté con la Presidenta de la Mesa Directiva de Casilla y me identifiqué con ella. Las primeras preguntas que me hizo fueron: —¿Cuáles son sus observaciones? ¿Qué le parece la votación? ¿Qué pasará al sentarse junto a los representantes de partidos políticos?


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A lo que le contesté que iniciaba mis trabajos, que el reporte de observaciones electorales lo formularía ante el ine y la Comisión Estatal Electoral en el momento procesal oportuno. Sigo relatando que la casilla era básica, que la Presidenta de casilla no usaba cubrebocas, que no había sana distancia entre los integrantes de la mesa, así como no había sana distancia entre los ciudadanos electores que se encontraban haciendo fila. Que efectivamente una persona sin cubrebocas, no identificada, interrumpía el proceso en las filas al preguntar a los electores sus nombres y apellidos. Que los representantes de partidos políticos se encontraban sentados literalmente en la calle y en la banqueta de enfrente de la casilla, sin portar pin ni gafete. Que otra persona interrumpía el proceso de votación en el momento en que los ciudadanos electores depositaban el voto en las urnas, acercándose a ellas e indicándoles en qué urna depositar las boletas. Posteriormente, caminé a la casilla contigua que se encontraba en la misma ubicación de la calle, pero en otra casa de dos pisos con el porche techado, en donde se observaba a pocas personas contabilizando las boletas, y desprendiendo algunas de ellas del bloque, no portaban identificación y ante mi presencia una persona mujer dijo ser la Presidenta de la Mesa Directiva de Casilla, y al mostrarle mi gafete y acreditación como Observador Electoral, me preguntó: —¿De qué partido político viene? Tuve que aclararle que estoy identificando como Observador Electoral individual, y me preguntó: —¿Qué es un Observador?


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En ese instante, llegó una Capacitadora del ine, identificada con su chaleco uniforme. Me dijo: —Soy Capacitadora del ine. Yo me identifiqué con ella y le dije: —Soy Observador Electoral individual. Ella me comentó que en esa casilla contigua tenían problemas porque faltaban integrantes de la mesa directiva, que la persona que me recibió y dijo ser Presidenta no había sido capacitada, que ya se les había hecho tarde. Conclusión Mi experiencia es invaluable, única e irrepetible, sin precedentes como las elecciones. Logré al final mi éxito que no es el traje del campeón. ¡Mi participación en las elecciones sin precedentes! Ha hecho que me sienta contento, satisfecho y orondo, al mismo tiempo que me ha dejado un cúmulo de emociones, un nimbo de sentimientos encontrados por el aislamiento social en el que vivimos causado por la pandemia, que me ha dejado sin la presencia física de algunos amigos que se adelantaron en el camino, pero que nos han dejado el buen ejemplo de la participación democrática. Gracias.


MENCIÓN HONORÍFICA

Atípica tarde Sergio Silvestre Martínez Madera

Sonaba la estridente alarma a las 9:46 de la mañana de un domingo de verano. El sol hacía rato que se colaba por las comisuras de la cortina de la única ventana de mi cuarto. La alarma solo sonó una vez. La ansiedad por llegar a este día me tenía medio en vigilia; me desvelé un poco pensando en los vaivenes del venidero día. Ninguna elección es igual a otra. Cambian los candidatos, cambian los colores, los partidos, las ideas, pero esta, esta elección sí que sería diferente, las circunstancias de pandemia cambiaban todo. Al menos a esta generación nunca le había pasado algo semejante, pero la historia no se detiene, la vida nunca para. Me alisté rápido para lanzarme a la casilla, quería ser testigo del acontecer de la jornada. Sabía dónde me tocaba votar, justo en el kínder donde me tocó estudiar, el jardín de niños Miguel Hidalgo, que estaba a unas cuadras de mi casa, en la Valle Hermoso, zona que tenía años sin transitar. Caminaba hacia allá y era como regresar en el tiempo, recordar cuando asistía por primera vez al kínder, a pesar de mi tenaz


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resistencia a socializar; ahora sin mi mamá llevándome del brazo, con la misma sensación de descubrir algo. Llegué al jardín de niños y me sorprendió ver a vecinos que tenía muchos años sin ver. Doña Panchita, con 20 kilos menos y la cabeza encanecida, me saludó efusivamente a la distancia; reconoció mi andar o algo, a pesar de que mi rostro iba cubierto con el obligatorio cubrebocas y mis gafas de sol, parte de mi personalidad. Doña Panchita es la mamá de Dani, mi mejor amigo de la secundaria. Siempre me invitaba a comer a su casa después de clases, como que su jefa le decía que me dijera; quizá se imaginaba que no comía bien porque me veía muy flaco, o porque sabía que mi jefa jalaba por las tardes y hasta la noche llegaba a hacernos de cenar. Al Dani hace rato que no lo veo, desde que se cantoneó y tuvo su morrillo ya le perdí el rastro. La pandemia nos había encerrado en nuestras casas, pero me daba gusto ver el compromiso que tenían mis vecinos con la votación, como don Pedro, el dueño de la tienda de la esquina de mi calle, Leona Vicario, en la Joya, que se acercó a darme el pésame por mi madre. Él también había batallado con el covid-19 hace poco, pero la libró, y aquí está aunque aún no se recupera del todo, lo acompaña su hija Erika, apoyándolo al caminar, para llegar a su casilla. Son pasadas de las diez y media de la mañana, voy llegando al kínder, si no fuera por la gente entrando y saliendo pensaría que aquí no hay nada. El jardín se encontraba en malas condiciones, con la hierba crecida y la pintura deslavada. Hacía ya más de un año que las clases presenciales se habían cancelado. Se abandonó el lugar hasta nuevo aviso; supe por unos vecinos que se habían metido a robar algunas


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cosas al jardín. La crisis por la pandemia detonó un alza de robos en la zona, que de por sí ya tenía fama de que no podías dejar ni una mecedora en la banqueta. Pese al escenario de abandono, las casillas ya estaban alistadas, los funcionarios en sus puestos, aunque se decía que habían abierto un poco tarde. Doña Carmela se quejaba porque a las ocho de la mañana aún no abrían; realmente no sé a qué hora deberían abrir, pero quizá fue la primera en llegar porque siempre anda activa desde las seis de la mañana. No escuché a nadie más quejarse de la organización. La mayoría de los funcionarios de casilla eran vecinos que estaban cumpliendo con su labor ante el ine y ante la sociedad. Se veía que mucha gente se conocía; yo saludé a algunos conocidos, vi a otros encontrarse también con amistades suyas. Entre el murmullo de los asistentes había un tema que se repetía en cada conversación: el covid-19. Por ser esta zona de colonias ya con sus años, con mucho adulto mayor, pues pegó muy duro la pandemia. Muchas de nuestras familias se habían visto afectadas, y aunque era un tema que pretendía no tocar, no podía evitarlo, aún se siente ese miedo de ser el próximo, más cuando a tantas personas cercanas les había afectado. En mi caso ni se diga, perdí a mi jefa hace tres meses y a mi tío Andrés el mes pasado, que, aunque no lo veía mucho, sabía que mi madre lo estimaba demasiado. Sin embargo, no soy el único afectado, sé que muchos atravesaron momentos malos en estos últimos dos años de la vida. A pesar de eso se respiraba un aire de sana participación, la gente se formaba con su identificación oficial, la mayoría llegaban frescos, como era de esperarse. Primero votaba la


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gente mayor, pues llegaron más temprano; los jóvenes llegaban más tarde a la Jornada Electoral, algunos todavía con los estragos de la noche anterior, que, aunque prevalecía una ley seca, la raza se las ingeniaba para salir airosa. Era interesante ver a familias con hijos mayores de 18 participando de la elección o abuelos con sus nietos. Desconozco cuánto habrá sido el porcentaje de gente que salió a votar, varía según los estados y los municipios, pero aquí en mi barrio se vivió una gran participación de la banda, de los vecinos. Quizá motivados por el encierro, mucha gente aprovechó que la pandemia daba un poco de tregua y salió a darse un aire, a manifestar su voto y a encontrarse con la comunidad, no sin antes rociar sus manos de gel antibacterial, que era lo que más predominaba en el ambiente. Llegó mi turno de votar. Encontraron mi apellido, me marcaron, elegí y deposité mi voto sin contratiempo; lo había hecho en mi mente por tantas ocasiones, no me quería equivocar. Todo fue muy fluido. Los funcionarios se veían contentos, con un tanto de orgullo de saber que estaban cuidando y salvaguardando la democracia. El proceso era sencillo, la ubicación de las casillas, la señalética en su lugar, el tiempo: unos cinco minutos. Un tiempo breve que puede repercutir de tres a seis años en la vida de la gente, no es cualquier cosa. Me di la oportunidad de quedarme un rato a presenciar el desarrollo de la jornada. Me sentía un poco un policía que estaba vigilando que no hubiera anomalías como en elecciones pasadas, donde se dieron atropellos a la democracia en flagrante detrimento de la comunidad. Eso cuentan los vecinos que me hacen segunda y se quedan también un tiempo


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de sobra para corroborar que ahora las cosas pintan distinto, que ahora nos corresponde a nosotros como sociedad ser los responsables del cuidado de las urnas, del voto, de la transparencia de la elección, vecinos que prefieren sacrificar un poco de su domingo, postergando incluso la tradicional barbacoa y el fútbol, para ver con sus propios ojos que se está cumpliendo la ley y que se está haciendo respetar la voluntad del pueblo. Entre los vecinos se hace de pronto una especie de grupo que recoge el sentir de la elección, algunos se van y luego regresan con provisiones para los compañeros, se traen agua, sueros, hidratación para mitigar el abrasador sol de la tarde del semidesierto norestense. Algunos otros, como doña Lupe, se traen la garrafa con el agua de limón y algunos vasos desechables que reparte sin distinción entre los que estamos ahí improvisando una guardia. Al rato se para un vendedor de aguas frescas y elotes afuera del kínder, aquí seguramente hará la venta del día. La jornada transcurre sin contratiempos. Me siento tranquilo de saber que no era el único que se interesó en la votación, que marcó la fecha en el calendario para ser partícipe de una fecha histórica. Aunque quisiera quedarme más tiempo el estómago empieza a reclamar alimento. Lo que pensé que sería solo un voto se convirtió en un ejercicio de civilidad que hace tiempo no veía; quizá esto pudiera ayudar a que nos organizáramos mejor los vecinos para arreglar algunas cosas en la colonia. Antes de irme me brota algo en mi interior y me da por tomar la palabra. Me escuchaban algunos señores y señoras; les hablé de la necesidad de retomar en la colonia una junta


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de vecinos, como ya hacía años que no se hacía, para poder gestionar con municipio cuestiones que nos preocupaban a todos, como la inseguridad, el alumbrado y la reparación de algunas plazas de las colonias cercanas, y ni qué decir de la cantidad de baches que varias administraciones habían ignorado sin reparo. Me sorprendió ver la respuesta de los vecinos, pidiendo una fecha y hora para darle seguimiento, crear un buzón de sugerencias para que los vecinos opinaran qué era lo que hacía falta en la zona. Todos coincidieron en la necesidad de retomar otra vez la figura del juez de barrio, que pudiera canalizar ante instancias de Gobierno las necesidades de las colonias. Dicha figura tenía 15 años que había desaparecido a raíz de un incidente que hubo con un candidato, posterior Alcalde, que en una reunión con los vecinos se vio agredido y hasta descalabrado, sintiendo un rechazo total de la gente del barrio que vieron en él una total indiferencia a sus problemáticas. Dicho candidato posteriormente se convertiría en Alcalde y mandaría suprimir esta figura de juez, sintiendo que le restaba poder al Alcalde y considerando como centros de grilla u oposición a su mandato. Desde entonces los vecinos habían mostrado un poco de apatía hacia los dirigentes y candidatos que cada cierto tiempo abarrotaban con su imagen y promesas de campaña los espacios más visibles de la colonia; los tenían con una imagen despótica y cínica, la imagen de la política tradicional. Ahora, durante la pandemia, brotó algo que ya existía, pero se creía perdido entre los vecinos, la solidaridad. A cada rato se veían grupos de personas que buscaban apoyar a gente que estaba atravesando un momento particularmente


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difícil; algunos con deudas hospitalarias y otros de plano con deudas que dejaban a sus familias; muchos sin empleo y casi todos sin apoyo de ninguna instancia que pudiera subsanar el periodo complicado por el que se atravesaba. Pasaban pidiendo una moneda, preguntando por una silla de ruedas, por un tanque de oxígeno, por un conocido en el Seguro, por un familiar doctor. Yo mismo viví esto en carne propia cuando mi jefa estuvo dos meses entubada en el Hospital Universitario. Las muestras de apoyo no se hicieron esperar, sin esperar nada a cambio, desinteresadamente. Esta solidaridad organizada desde la empatía detonó en una mayor conciencia del valor de la organización, de ser comunidad. Las elecciones fueron el pretexto para salir de nuestras casas no solo para ir a nuestras actividades diarias, sino para salir a encontrarnos con nosotros mismos y retomar de una vez por todas el camino de la participación. Me voy contento a comer mis tacos, la panza ya reclamaba lo suyo. Los vecinos quedamos en reunirnos la próxima semana en casa de don Pedro; mi madre irá conmigo.



MENCIÓN HONORÍFICA

El valor de x Eduardo Pérez Espinosa

Fausta despierta antes del amanecer. Recorre la habitación, ronronea al pie de la cama. De un brinco sube, se sienta en mi pecho y lanza un maullido agudo exigiendo que abra la puerta del jardín. Nieve es más paciente; se levanta de la colchoneta junto a la ventana y encorva con flojera el cuerpo cubierto de pelaje blanco. Ladra un par de ocasiones, como si fuera una tentativa de afinación que ejecutará de manera constante cuando los colibríes se aproximen a las flores. Caminamos, yo con cara somnolienta, al menos así me presiento. Nieve mueve la cola y Fausta se enreda entre mis piernas. Doy unos pasos para sentir el césped. Me gusta esta primera pincelada del alba y la sensación fresca en mis pies, a pesar de que por un instante preferiría estar acostado un rato más; pero es verano y el margen de movilidad debido a la pandemia es mínimo y, por tanto, hay que asir con entusiasmo lo que esté a la mano. Las dejo en el jardín y voy directo a la cocina. Preparo la cafetera y saco una rebanada de pastel. Enciendo el televisor


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y veo con apatía los últimos anuncios que han abrumado a la audiencia durante los meses recientes. A partir de mañana se implementará la veda electoral y, por fin, nos dejarán descansar del desfile de partidos políticos desconocidos, descalificaciones en ráfaga, candidatos con su imagen purificada hasta descubrirse como las personas más agraciadas, con promesas y sonrisas que dan envidia. Me siento en el banco junto a la barra. Se disparan las preguntas, las mismas preguntas de hace años. ¿Es necesaria tanta propaganda? ¿Habrán hecho un estudio de cuánta gente cambia de canal o baja el volumen de la radio o televisión para no escucharlos ni verlos? ¿Por qué no se pone un freno a las y los candidatos al lanzarse acusaciones de facto falsas y sin sustento? ¿Debería haber un límite en la difusión de ese embate de ofrecimientos imposibles de cumplir? El pastel de vainilla con minúsculas rebanadas de mango es suave y fresco. Fausta se impulsa hasta colocarse a un lado del plato. Me mira indiferente, luego sus ojos grises se posan en el pastel. Repasa su lengua en los bigotes; sé que no lo tocará. A pesar de lo delicioso que esté, seguirá prefiriendo su alimento. Me levanto y sirvo porciones similares en los tazones. Lanzo un silbido para llamar a Nieve, pero seguro elegirá primero escudriñar los rincones del jardín, sentándose en la piedra para recibir los primeros rayos del sol. Veo el reloj: cuento con el lapso preciso para asearme. En media hora iniciará la sesión de clausura del curso de historia que imparto de manera virtual desde enero. Abro la llave y entro de inmediato al chorro del agua. El calor es sofocante; sentir el líquido frío me despierta por completo.


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Me gusta mi computadora de escritorio; la prefiero sobre las portátiles por la comodidad al momento de colocar el teclado y la pantalla en distintas posiciones. Alisto los apuntes escritos la noche anterior. Doy una revisión final y tacho varias palabras que creí adecuadas en la vigilia, pero ahora me parecen sobradas. Sirvo otra taza de café y, antes de iniciar, doy un vistazo a las páginas electrónicas de la prensa local. Las y los candidatos se desplazan en la periferia de la certidumbre; en un sentido universal dicen que ganarán. En la víspera de las elecciones nadie pierde, nadie acepta perder. Cierres de campaña, multitudes que, sin medir las distancias, se abalanzan para conseguir una última foto, esa imagen para presumir en las redes sociales. Segunda descarga de cuestionamientos: ¿es válido, debido a una orientación formal de la democracia participativa, que se den tantos recursos a proyectos sin representación o bien se encuentran reflejados en otros espacios? ¿Puede un candidato con menos de un punto porcentual de aceptación imaginarse triunfador? ¿Es cinismo o es creer en la voluntariosa condición de un santo milagroso que quizá muchos de nosotros jamás conoceremos? ¿Hay una visión para contemplar una segunda vuelta electoral y así determinar con más certeza a un representante popular? En menos de cinco minutos se han conectado los 20 participantes a la sesión. Hago un rápido análisis: de las mujeres, cuatro visten aún una playera de pijama, una trae camiseta deportiva, un par peinadas con chongos, cuatro maquilladas, la mayoría con cara de aburrimiento, pocas sonríen. Aun así, parece buen promedio. De los hombres, siete llevan playeras


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de dormir, solo uno muestra rostro de optimismo, tres traen termos de café y dos más desayunan discretamente desapareciendo unos segundos de la cámara. —Hoy terminamos —digo, y mis palabras reciben una sonora ovación. —Me entusiasma llegar a la meta y, más aún, los buenos resultados obtenidos. Esta tercera ocasión en que tomamos cursos en línea ha sido mucho mejor. No sé qué piensen ustedes. Espero una réplica, pero pareciera que apagaron sus micrófonos. Después de un momento y enfilado a continuar con mi guion, Samanta, una muchacha residente al sur del estado, pregunta: —¿Por quién va a votar? Evalúo la mejor respuesta cuando Berenice contesta por mí: —El voto es secreto, no puedes cuestionar eso. —Estamos entre amigos, ¿qué no, profe? Ande, ¿por quién? Vacilo, es cierto, no tengo obligación de decirlo, pero no quiero ser cortante. —Yo tengo otra pregunta —dice Raúl, sosteniendo un termo de café con un grabado de una serie de televisión. Le doy la oportunidad de hacerla y esquivar el conflicto. —¿Dígame el valor de x? Pienso en un flash especulaciones aceptables: ¿me está choreando?, ¿me pone a prueba?, si mi clase es de historia, ¿por qué pregunta eso?, ¿le suelto la respuesta simple de que x es la incógnita por excelencia de las matemáticas? Me voy por la postura cómoda:


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—No entiendo. Por favor, ¿quieres ampliar tu argumento? El muchacho da un trago corto y refiere: —Sí, qué tan importante es que el domingo vayamos a votar. Creo que la mayoría lo hace marcando una x, por eso le propongo así la pregunta. En su experiencia, ¿qué tan importante es que lo hagamos? Para varios del grupo será la primera vez frente a la boleta. —Yo estoy animado; los demás no sé, pero usted que ha votado en ocasiones anteriores, díganos su interpretación. Me siento un poco viejo; ciertamente he participado de diferente modo en una docena de elecciones locales y federales. Elijo no enfrascarme en un debate histórico acerca de la importancia de la participación ciudadana en los procesos electorales. Más bien, me ha despertado la curiosidad por conocer la intención del grupo por acudir a las urnas. —¿Irán a votar? —les pregunto. De diferente manera, es unánime la respuesta afirmativa. Me da gusto saberlo. —Votar es poder —dice Paulina, una muchacha con el fleco cubriendo la mitad de sus cejas. —De a poquito, pero mi voto es una suma de voluntad y de aspiraciones. Me quedo reflexionando sobre esa postura. La asumo como cierta. Hago la silla para atrás. Fausta aprovecha para lanzarse a mis piernas; Nieve, recostada en el tapete de la entrada, ve con dejadez la acción felina. —Mis papás no irán —añade Paulina levantando un poco el fleco— dicen que no hay razón suficiente, siempre ganan los mismos. —Los míos tampoco, —complementa Raúl— explican


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que, gane quien gane nunca pasa nada distinto —refiere con voz de enfado. Vuelvo a la misma perspectiva: en lugar de fijar una dirección dejo que ellos la disuelvan en la dinámica iniciada de forma incidental. —¿Ustedes qué piensan acerca de no votar? Termino la interrogación y Rebeca, una chica de lentes con un gran chongo de rizos, indica que es un desperdicio no aprovechar la oportunidad. —Todo lo gastado para no tener el mínimo empeño por dedicar un poco de esfuerzo. Es una obligación y como tal debemos asumirla, es como ir haciendo la lista de la despensa y el día programado, sabes cuándo y cómo hacerlo, así de simple es prepararte para votar. —Un voto es más que una x, profe —dice Teresa, quien tiene un gusto profundo por leer libros de Miguel León-Portilla y hemos sostenido buenos debates en las sesiones referentes a historia prehispánica. —Votar tiene una implicación colectiva, no solo individual. Es la conformación de un todo, es la manifestación más clara de la comunidad para hallar las vías de un desarrollo uniforme en donde se proyecte la voz de la ciudadanía. —¿Alguien difiere de este punto? —cuestiono al grupo. Unos señalan estar de acuerdo; otros más, en una apatía evidente, se mantienen en silencio. —Mi papá y mi hermano serán funcionarios de casilla —afirma Roberto entusiasmado. —Mi papá no quiere ir, más bien le da miedo estar con gente que tal vez esté enferma y se contagie.


Mención Honorífica

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—A mi hermano le da igual, dice que nada perderá ayudando ahí. Al parecer se han preparado para eso —participa Rebeca. —Yo seré también funcionaria y nos dieron indicaciones y utensilios para protegernos. Nieve se acerca, gruñe, y Fausta acepta que ha concluido su tiempo. Da un brinquito y se aleja para tomar el sol, tomo a Nieve y la coloco en mis piernas para acariciarla. Faltan aún unos minutos para terminar la clase y dispongo el cierre. —Muy bien, ya platicaremos en otra oportunidad acerca de nuestro aprendizaje; la primera para varios; me dará gusto saber cómo les fue. ¿Alguna otra pregunta? Teresa responde: —Debería motivarnos, profe; así como regalan cafés a quienes votaron, usted implemente algo. Río. Es factible su proposición; oriento el método: quienes vayan a votar manden la foto con su dedo marcado y obtendrán una mejor puntuación, y si mandan imágenes de sus familiares también con los pulgares entintados recibirán más. Aplauden e inician las despedidas. Puntualizo antes del cierre de la sesión: —Como hemos visto, el valor de x no solo es ser la incógnita por excelencia, sino la manera en que la ciudadanía cuenta con un poder para ejercer su derecho de ir y decidir su futuro en las urnas. Hagámoslo realidad. Apago la computadora. Veo a Nieve: me observa con recelo por dejar de acariciarla. —Voy, voy, desesperada —digo, y la cargo hasta el sillón. Nos alcanza Fausta y, desde ahí, los tres vemos el avance de las sombras en el jardín.



MENCIONES ESPECIALES



MENCIÓN ESPECIAL

Mi primer proceso electoral José Luis Gutiérrez Hernández

Domingo 6 de junio de 2021 Son las cinco de la mañana y el examen final está a punto de iniciar: las elecciones más grandes del país. ¿Cómo llegué hasta el día hoy? Les contaré un poco de lo que fue mi experiencia durante todo el camino y poder llegar a un día tan importante en la democracia del país. El primer contacto para ingresar al ine fue a inicios de noviembre del año 2020, por un cartel que vi publicado en un local de Cáritas de Monterrey, A. C., y decidí enviar mi información para participar en las elecciones de 2021. El examen de selección se realizó el 12 de diciembre de 2020 y, bajo estrictas normas de sanidad por la pandemia existente, comencé mi camino en uno de los trabajos a los que más cariño le he tomado. Los seleccionados tuvimos un curso de inducción. Los primeros días no comprendía muy bien algunos temas y


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me sentía mal por no entender muy bien algunas palabras: ¿zore? ¿are? no me quedaban muy claros. Tenía miedo de salir a campo y equivocarme durante el proceso de notificación. El curso lo impartieron en la Preparatoria 1 de Apodaca; convivíamos dos equipos de trabajo, cada uno liderado por un Supervisor, y debo agradecerles a ambos toda la información que nos brindaron para llegar hasta este examen final. El primer día en campo estábamos como a siete grados, ya tenía mis cartas-notificación, careta, cubrebocas, gel antibacterial y un manojo de nervios para acudir a cada domicilio e invitarlos a participar en el proceso electoral como funcionarios de casilla. Mi Supervisora nos acompañó a cada integrante del equipo en las primeras visitas. Fue cuestión de días para acoplarnos al ritmo de trabajo y dejar fluir las palabras para invitar a cada ciudadano a ser parte de estas elecciones. Durante una tarde, que estaba tan fría que mis manos no dejaban de temblar mientras entregaba un folleto en un domicilio, una señora antes de tomar el folleto me comentó: —Le tiemblan mucho las manos. Le voy a regalar un par de guantes, tal vez le queden apretados, pero le van a cubrir el frío. No acepté tan buen gesto de la señora, pero debo decirles que esos detalles eran los que nos levantaban el ánimo y los compartíamos en cada reunión de trabajo. Tuvimos días soleados, fríos, lluviosos y algunos ciudadanos que ignoraban nuestras invitaciones; ninguna de esas situaciones nos detuvo para continuar nuestro trabajo, al contrario, nos ayudó a ser un grupo muy unido.


Mención Especial

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Durante la etapa de simulacros se nos ocurrió realizar un simulacro final teatralizado, respetando la sana distancia, y con la anuencia de nuestro Vocal de Capacitación obtuvimos el permiso para realizarlo. Sacamos nuestra parte actoral y con una lluvia de ideas armamos nuestra pequeña obra de teatro llamada La Jornada Electoral. Recuerdo muy bien la escena en la etapa de llenado del cuadernillo de operaciones: preguntábamos al público con qué se llenaba y del paquete electoral sacábamos un lápiz gigante que provocaba el asombro y risa en los funcionarios asistentes a la obra. Ese domingo 6 de junio mi uniforme estaba limpio y listo para salir de casa a las cinco de la mañana. Cargué una hielera con los desayunos de los funcionarios y me dirigí a los domicilios de las casillas que me correspondían. Mi primera parada fue en una tienda de conveniencia y al entrar pedí hielo para enfriar unos refrescos. El encargado de la tienda salió y en un tono amable me dijo: —Eres de los que atienden las casillas, ¿verdad? Tomó mi hielera, llenándola, y antes de retirarme me deseó suerte. Armé los toldos, coloqué sillas y mesas para recibir a los funcionarios a partir de las siete quince de la mañana y posteriormente iniciar nuestra Jornada Electoral en punto de las ocho. Llegaron los primeros representantes de partido y me reportaban el primer incidente: un vecino no deseaba quitar propaganda de partido político, amenazando a cualquiera que se atreviera a retirarla. Les pedí de favor no molestar al ciudadano y esperar al representante del partido perteneciente a esa propaganda y así fue, nos apoyó a retirarla sin ningún contratiempo.


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La hora de inicio se acercaba y aun no llegaban todos mis funcionarios. Acudí a buscarlos a sus domicilios y algunos me dijeron que se habían dormido tarde y que no asistirían; otros ya no me contestaron las llamadas; y las últimas desde adentro de su casa me respondieron que ya no les interesaba participar. Comencé a invitar a ciudadanos de la fila para integrarlos e iniciar a recibir los votos. Los minutos transcurrían y las mesas no se completaban. La fila de votantes se extendía a unas 30 personas. Finalmente, pude convencer y completar mis tres mesas directivas; comenzamos el armado de nuestros canceles, urnas, pegamos carteles, abrimos la bolsa de boletas frente a los representantes de partido y se las pasamos a los Secretarios para contarlas, también abrimos las tintas indelebles, llenamos actas, dando inicio a la votación. La fila comenzó a avanzar y los dirigía a su casilla correspondiente (básica, contigua 1 o contigua 2), según la letra inicial de su apellido, verificando que también perteneciera a mi sección electoral. En cada mesa les brindábamos gel antibacterial y en caso de ser necesario se les proporcionaba un cubrebocas. Me llamaron de la casilla básica y al llegar un ciudadano me mostraba su credencial vencida, diciéndome que yo estaba truncando su derecho a votar. Le expliqué las vigencias permitidas de las credenciales debido a la pandemia y, sin dejarme terminar el comentario, se retiró de la casilla gritando que le robamos su derecho a votar. Durante la mañana tuve tantas actividades que solamente alcancé a tomar un jugo de naranja mientras caminaba hacia la casilla contigua 2 y al llegar me recibe un ciudadano reclamándome que no lo encontraban en la Lista Nominal,


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siendo mi responsabilidad buscarlo o hacer algo para permitirle emitir su votación. Tomé su credencial fijando la mirada en la sección electoral confirmando que su nombre no aparecía debido a que se encontraba en la sección electoral que no le correspondía. Desde mi teléfono lo apoyé a ubicar la dirección exacta de su casilla, por lo que se retiró agradecido por la atención que le brindé. Regresé a la casilla y esta vez tuve a un ciudadano más alterado, gritándole a mi Presidenta encargada de la casilla básica. La llamó inútil e incompetente porque una de sus boletas al arrancarla del bloc perdió un pedazo muy pequeño en una de las esquinas y exigía que su boleta fuera reemplazada por otra, ya que eso invalidaría su voto al momento del conteo. Al acercarme también me gritó. Cuando gritamos dejamos de escuchar y le permití que terminara su exposición e inmediatamente le expliqué los motivos por los cuales se invalidaba un voto, además todo se haría frente a los representantes de partido y ellos no iban a permitir invalidar su voto por el hecho de no tener un pedacito muy pequeño de la boleta. Lo invité a pasar al cancel a emitir su voto y, aún molesto, acudió y ahí estuvo algunos minutos. No me moví de la mesa directiva hasta que salió del cancel y colocó cada boleta en la urna correspondiente. Antes de retirarse se disculpó con la Presidenta de casilla. Llegó la hora de la comida y en cada una de mis casillas les dejé una vaporera con tamales que me había preparado mi mamá, con sus respectivos refrescos. Tal vez me notaron cansado los integrantes de la casilla básica y me pidieron que me tranquilizara un momento. Desde que abrimos las votaciones en las casillas me estaba moviendo de una a otra sin


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tener un solo receso así que me senté a comer tres tamales y continúe con mis actividades de la Jornada Electoral. Conforme avanzaba el día, la afluencia de ciudadanos era cada vez menor y el ambiente entre los funcionarios era bastante agradable y debo reconocer su labor durante todas las etapas de capacitación. Me abrieron las puertas de sus casas para brindarles las herramientas necesarias para este día tan importante. Hasta tuve la visita de un periódico local y al solicitarme una entrevista con uno de mis funcionarios, le pedí de favor que lo hiciera hasta que terminemos conteos y publiquemos resultados. Insistía que solo eran algunas preguntas y nuevamente le pedí el mismo favor: —Déjalos terminar la jornada en paz y después entrevista a todos los que quieras. Se retiró de la casilla diciéndome que estaba entorpeciendo su trabajo periodístico. A las seis de la tarde fue el cierre de casillas y comenzamos con el conteo de votos. Las risas y el buen ambiente se convirtieron en momentos de tensión por tener a los representantes de partido alrededor de las mesas observando cómo se realizaban los conteos de cada una de las urnas. Los Secretarios olvidaron cómo llenar los cuadernillos de operaciones y ya no sabían qué hacer mientras yo no estuviera presente. Comencé con la casilla básica y les pedí cancelar y contar las boletas sobrantes, y así lo hice con las contiguas 1 y 2. Nuevamente regresé a la casilla básica para comenzar con la clasificación y conteo de votos. La presión de los partidos comenzó a intensificarse lo que provocó que los fun-


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cionarios perdieran la cuenta y ni siquiera podían llenar el cuadernillo de operaciones. No podía sentarme en una casilla cuando ya me estaban solicitando en otra mesa para apoyarlos en los conteos; en ese momento deseaba multiplicarme por tres y ayudarlos a clasificar todos los votos, pero eso no era posible. A las diez treinta de la noche estábamos entregando copias de actas a cada representante de partido. Incluso una representante me acusó de entorpecer su trabajo, ya que me exigía que le entregara el acta original debido a que la copia de su acta estaba ilegible. La invité a tomar fotografía al acta original y se retiró muy molesta repitiendo que no cumplí con la ley electoral. Ya eran las once de la noche, aún faltaba conformar los paquetes electorales de las tres casillas y los funcionarios, molestos, ya no deseaban avanzar en la actividad, retirándose cada uno a sus domicilios. Antes de que se retiraran, le comenté el incidente a mi Supervisora y al no poder obligarlos a quedarse, tuve que aceptar que se fueran, quedando a mi cargo los paquetes electorales de las tres casillas. A la una de la mañana, mientras hacia el conteo de la casilla contigua 2, salió la dueña del domicilio, felicitándome por todo el trabajo que hice durante todo el día y lamentaba que me dejaran solo, con las tres casillas. En ese momento llego mi Supervisora para brindarme apoyo y antes de comenzar a conformar, sellar y transportar los paquetes electorales, la ciudadana le repitió que hice un gran trabajo durante toda la Jornada Electoral. Sonreí un poco y la verdad ese comentario me ayudó mucho en ese momento.


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Terminamos de armar los paquetes y mi Supervisora me apoyó con el traslado de paquetes hacia el distrito, mientras yo me dedicaba a juntar y guardar todo el mobiliario utilizado. Ya eran las dos de la mañana y estaba muy cansado de una jornada tan larga de trabajo. Mientras juntaba la primera lona, llegó mi compañera Anabell; también se notaba cansada, pero decidió llegar a mi sección para apoyarme a juntar, limpiar y guardar el mobiliario en los domicilios. Me sentí tan contento de tener el apoyo de mis compañeros, y confirmé que fuimos un excelente equipo de trabajo. A las dos cuarenta y cinco de la mañana terminamos actividades y nos retiramos cada uno a su domicilio. Durante los siguientes días realizamos recolección y entrega de mobiliarios a los respectivos proveedores, acudimos a recuentos de paquetes y finalmente regresamos el material que nos acreditaba como Capacitadores Asistentes Electorales: chaleco, gorra, mochila y gafete. Las elecciones me dejaron una gran experiencia y la repetiría porque ahora tengo un gusto por contribuir a la democracia del país. Gracias a mis compañeros y a todo el distrito 02 de Apodaca por permitirme participar en «las elecciones más grandes del país». Dedicado a mis compañeros Anabell, Araceli, Armando, Eduardo, Joss y Rosario.


MENCIÓN ESPECIAL

Voto con distancia Salma Lilian Ledesma Díaz

Seis de junio de 2021: mi primera participación electoral, mi primera vez votando. Salimos de la casa exactamente a las cinco con diez, 50 minutos antes de que cerraran las casillas. Tomé mi credencial, mi gel antibacterial de bolsillo y me coloqué mi cubrebocas del doctor Simi. Era un día sumamente caluroso, por eso mis papás y yo decidimos ir tan tarde, porque el sol ya no estaba tan bravo a esa hora. Afortunadamente, las casillas quedaban en la secundaria que está a la vuelta de la esquina, una colonia posterior a la de mi casa. Como mi papá y yo compartimos el mismo apellido, lógicamente, buscamos juntos las casillas con la letra L, mientras que mi mamá se fue por su cuenta a buscar la letra D. Cuando por fin encontramos el aula que nos tocaba, nos dimos cuenta de que quizá había sido un error llegar a esas horas. Había una fila lo suficientemente larga como para preocuparnos, quizá no alcanzaríamos a votar, una total metida de pata. Mientras esperábamos nuestro turno, el calor nos consumía por dentro. La emoción y los nervios fueron sustituidos


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Salma Lilian Ledesma Díaz

por desesperación y cansancio, estábamos de pie y no había bancos o banquitas. No tenía datos en el celular para distraerme y no tenía ningún objeto para el mismo fin, lo único que quedaba por hacer era pensar, porque los temas de conversación ya se nos habían agotado. Pensé en cómo había sido hasta ahora el proceso electoral y, sin duda alguna, había una cosa en especial que no me gustaba para nada. Batallé mucho para conocer quiénes eran los candidatos y, una vez que descubría un nombre nuevo, era una odisea hallar información sobre esa persona, como su ocupación, trayecto, estudios, etcétera. Y más complicado era conocer sus propuestas. Me pareció extrañísimo que información tan relevante como esa fuera tan difícil de averiguar, siendo esas personas a las que les otorgaríamos nuestro voto de confianza, la gran responsabilidad de mejorar nuestro municipio y estado, de manejar y administrar la economía, y de salvaguardar nuestros derechos. Sin duda, una tarea que no es fácil ni que se toma a la ligera. Recuerdo haber buscado en periódicos, redes sociales o internet y, a pesar de que este último es una red de información enorme, no encontraba mucho o no eran fuentes confiables. Casi no veo la televisión, por lo que nunca me enteré si por ese medio transmitían algún tipo de datos; por otro lado, la radio no era una opción porque no tenemos en mi casa. En ese momento de frustración fue cuando se me ocurrió una idea que no me parece imposible y sería verdaderamente útil para toda la población. Hablo de crear una página, o de hacer un apartado en una página que tenga que ver con el


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ine, que sea oficial y que reúna todos los datos posibles sobre los candidatos. Esta página debería tener difusión mediante redes sociales, televisión abierta, radio, o cualquier medio que sea visto por un gran porcentaje de personas. Además, debe ser muy accesible y de fácil uso, en la que las personas mayores o personas que no suelan usar computadoras no tengan grandes problemas para encontrarla y navegar en ella. Sería ideal que estuviera dividida en secciones, una sección para Alcaldes, otra para Diputados, para Gobernadores, etcétera. Los candidatos deberían tener una foto para identificarlos y resaltar el partido al que pertenecen o si son independientes. Se presentaría un resumen con su información más importante, como previamente comenté: ocupación, trayectoria y estudios. Sus propuestas son lo más relevante, pues es lo que principalmente, además de su información, nos ayuda a descartar o seleccionar candidatos. Debido a lo anterior, las propuestas tendrían que ser resaltadas. Considero que la creación de esta página es relativamente sencilla, ya que hay muchísimos profesionales dedicados a crear estos tipos de sitios web donde codifican toda la información y actualizan los datos con un software automáticamente. Es cuestión de financiar el proyecto, que beneficiaría a todos, a los candidatos postulados, a la población que va a votar, y a los organismos involucrados en el proceso electoral. Sería un sistema moderno y eficiente. No le comenté esta idea a mi papá, pero me la guardé desde ese momento. La fila avanzaba poco a poco, y el aburrimiento se había acabado con las ideas que surgían de mi cabeza. Faltaban cinco personas para que me tocara a mí pa-


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Salma Lilian Ledesma Díaz

sar. Un señor estaba en la puerta del aula poniendo gel antibacterial a las personas que iban pasando, además, era él quien decía cuándo pasábamos para evitar la aglomeración. Una idea acertada, pues si no hay alguien cuidando estoy segura de que la gente no acataría una orden escrita. Me fijé muy bien en las casillas, eran cuatro con colores distintos. Mi turno había llegado. El señor me dio gel, froté mis manos y avancé lentamente al interior del salón, temía equivocarme en algo. Fui hacia la mesa del fondo y me pidieron mi credencial para votar, así verificaban mi identidad. Me dieron varias hojas y me hicieron pasar a una de las secciones privadas para llenar mis hojas en secreto. Nadie podía ver qué elegía y yo no podía, a su vez, ver qué elegían los demás. Era un método sencillo, pero perfecto. Una vez que terminé mi selección, corroboré de nuevo que todo estuviera bien. Doblé cada hoja con cuatro dobleces y avancé hacia las casillas. Sin prisa, para no equivocarme, metí cada hoja en el color de la casilla que le correspondía. Algo bastante simple. Volví a la mesa del inicio y recogí mi credencial. Una persona me pidió mi dedo pulgar y me colocó tinta para sellar mi participación. Salí feliz del aula y me reuní con mi papá. Ambos comentamos nuestras experiencias, sin revelar por quién votamos, claro. Es costumbre en mi familia mantener las cosas secretas en secreto. Al ser elecciones en pandemia, pensaba que no iba a ser muy bueno el proceso, pero en realidad fue bastante agradable. El gel antibacterial y la sana distancia en la fila fueron métodos obligatorios presentes y no se rompieron en ningún momento. Me quedé con un buen sabor de boca.


MENCIÓN ESPECIAL

El valor de votar Gerardo Manuel Padrón Ortiz

Igual que los cascos azules de la onu o el pañuelo verde en el movimiento feminista, los chalecos rosas (o fucsias) de los capacitadores del ine se volvieron un símbolo del trabajo arduo que se realizó junto con los ciudadanos que se desempeñaron como funcionarios de casilla en las pasadas elecciones. El gran reto de los pasados comicios del 6 de junio no era diferente a otros años, que la mayoría de los ciudadanos salieran a votar, a pesar de ese actor invisible que siempre hace presencia en las votaciones mexicanas: el abstencionismo. El otro enemigo invisible que pudo hacer crecer el abstencionismo fue el covid-19. No en balde, en la lista de motivos de rechazo por los que un ciudadano se negaba participar como funcionario se incluyó una nueva causa: rechazo por miedo a contagiarse de covid-19. Al menos en nuestra entidad, los domingos de elecciones son días muy calurosos y en este 2021 no fue la excepción. En general, cualquier día es bueno para votar. No se tiene


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registro en la historia de las elecciones del estado de suspensión de votaciones porque alguna situación climática no permita el acceso a la gente para visitar las urnas y ejercer su voto, tal como sucede en el comienzo del libro Ensayo sobre la lucidez, del nobel de literatura José Saramago, en donde una gran tormenta eléctrica impide que el flujo de votantes sea copioso. Por eso, a pesar de los más de 30 grados en promedio en la mayoría de los municipios, es digno de aplaudir que fueron instaladas las casillas; algunas en casas, escuelas (muchas en franco abandono), pero otras más fueron levantadas en parques donde lonas protegían a los funcionarios de casilla del sol rabioso que se dejó sentir. Y como decimos quienes practicamos el estoicismo: todos los actores electorales estuvieron al pie del cañón. Digo esto porque tanto ciudadanos como funcionarios de casilla, personal del ine y de la cee estuvieron sudando la gota gorda para que toda la jornada transcurriera de la mejor manera. Quienes tuvimos la tarea de motivar a los ciudadanos sorteados a participar, no olvidaremos que el banderazo inicial de las capacitaciones comenzó con un clima totalmente opuesto al primer domingo de junio: temperaturas por debajo de cero grados que impedían a los capacitadores y supervisores salir a campo, a recorrer las calles para ir trazando los planes de trabajo. Recuerdo que en la primera casa que visitamos nos «recibió» un pastor alemán poco amistoso con las visitas. Entre el frío y los perros, pudimos ir vislumbrando qué nos depararían las semanas siguientes. Fui Supervisor Electoral en García. Junto con el equipo de capacitadores electorales con los cuales trabajé, visitamos a


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los ciudadanos para organizar parte importante de la fiesta electoral: contar los votos. Se sabe que la pandemia nos ha tenido en una situación no muy favorable. A pesar de eso, se salió a ejercer nuestro voto: se tuvo orden, respetamos más que nunca las indicaciones de la autoridad (en este caso el ine) y salimos con el espíritu de aportar a nuestro país con la idea de que el riesgo de contagio del covid-19 sería reducido. Nos arriesgamos y salimos bien librados. El ine, según una encuesta publicada por Reforma, genera más confianza en los mexicanos que incluso el mismo Presidente. Por esto, una vez más al instituto le tocó ser juez, para lograr, de manera organizada, hacer escuchar la voz y el deseo del pueblo: el de elegir quién lo gobernará en los próximos años. El mapa no es el territorio y el simulacro no es el evento. Digo esto porque en los simulacros y en los recorridos de trabajo en campo se prevén ciertas situaciones. Ya al momento de estar caminando en las calles y en el día de las elecciones situaciones imprevistas iban a aparecer. Genera cierto estrés solo ver las filas de ciudadanos deseosos de marcar en las boletas sus preferencias políticas, algún faltante en el material electoral, observaciones constantes de los representantes de los partidos políticos, etcétera. Al menos en nuestro equipo, en nuestra etapa de reclutamiento, una capacitadora sufrió robo del celular del ine. Un compañero capacitador de otro equipo recibió agresión física y verbal al adentrarse en una colonia conflictiva. Todo esto lo menciono con el ánimo de resaltar la actitud loable de los capacitadores de continuar con su chamba.


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Afortunadamente, la tensión inicial y el nerviosismo por no abrir a tiempo algunas casillas se fueron disipando a medida que la fila de votantes fue fluyendo. En varias secciones los primeros votantes en la fila fueron adultos mayores, lo que indica que más que nunca fue un verdadero acto de valor ir a las urnas a depositar los votos, ya que como sabemos el grupo más vulnerable contra el covid-19 era el de la gente mayor. Gracias a los protocolos sanitarios implementados por el instituto todos los actores electorales pudieron desarrollar sus actividades con la mayor precaución posible. Los capacitadores electorales fueron quienes pusieron la muestra del valor que implica organizar las elecciones, aún en medio de una histórica pandemia que a todo el planeta lo tiene en incertidumbre. Ir a las calles, visitar montón de domicilios, informar y capacitar a los ciudadanos, cuidarse y cuidar a los mismos ciudadanos que fueron seleccionados para ser funcionarios de casilla de posible contagio, hacer equipo, arriesgarse a situaciones adversas, desafiar el clima extremo que impera en el estado es una actitud plausible que todos los capacitadores merecen ser reconocidos. Por eso decía párrafos antes que el mapa no es el territorio, y los capacitadores pudieron confirmar esto y una vez: sobre todo en momentos donde el riesgo en su integridad fue latente. Nuevamente, más aplausos. Las elecciones terminaron. Si de la apertura de las casillas hasta el cierre de las mismas fueron horas con momentos desgastantes debido al mencionado calor, el conteo final de votos fue el epílogo de una jornada cansada, en la que el espíritu del pueblo sobresalió como nunca. El pueblo confía en el ine, con esta consigna de confianza se organizaron las


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elecciones más complicadas de la historia de nuestro país. Como bien decimos sobre nuestra idiosincrasia: jalamos parejo. Como cualquier ciudadano mexicano medianamente informado de la actualidad y de la historia de nuestro país, sabemos que nuestra democracia tiene grietas y deficiencias. Generaciones enteras de mexicanos crecemos y comprobamos esto último, año tras año. A pesar de esto y de la desconfianza generalizada a los partidos políticos, soy optimista al inmiscuirme en las entrañas del proceso electoral. Aunque haya sido en un punto pequeño del mapa electoral de México el distrito donde me tocó desenvolverme, ver las distintas y variadas reacciones de las personas, incluidos un par de ciudadanos con discapacidad, me anima a recordar la frase de aquel libro de Saramago citado párrafos atrás: «Valemos más de lo que creemos».



MENCIÓN ESPECIAL

Un día muy diferente Luis Eduardo Vega Morales

Eran las 07:20 cuando salí de casa rumbo al domicilio marcado para la instalación de la casilla. Llevaba puesto mi cubrebocas y en mi bolsa del pantalón un pequeño bote de gel antibacterial, en las manos un legajo amarillo con mi nombramiento como Segundo Escrutador y mi identificación del ine. Era mediados del mes de marzo cuando llegó a la puerta una mujer joven, la encargada de hacer llegar la invitación a participar y capacitar a las personas en el proceso electoral 2020-2021 en la sección electoral donde vivo. Era algo con mucha incertidumbre, pues apenas la ola de contagios por el covid-19 estaba disminuyendo después de haber alcanzado en Nuevo León un máximo de aproximadamente 1,200 contagios diarios. Se veía muy improbable que las elecciones se llevaran a cabo el 6 de junio 2021, pero sucedió lo que se creía imposible, de semáforo rojo de alerta de la pandemia se pasó a semáforo verde, por el bajo número de contagios de un poco más de 100 personas infectadas diarias. Eso anunciaba una sola cosa, las elecciones se llevarían a cabo en tiempo y forma.


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Instalación de casilla Con nombramiento en mano, que hacía constar que yo iba a fungir como parte de la Mesa Directiva de Casilla, llegué a las 07:28 y me presenté ante la Presidenta de casilla, la señora Paty, junto a ella estaba la Capacitadora Asistente Electoral (cae) Norma, que me había capacitado semanas antes durante un simulacro, el cual fue fundamental y por supuesto de mucha ayuda para desempeñar el papel que me tocaba dentro de la casilla. Ya estaban presentes también el Primer Secretario, encargado del conteo de boletas y votos de la elección federal, y el Segundo Secretario, encargado del conteo de boletas y votos de lo local. Faltaban el Primer y el Tercer Escrutador, no había más que esperar a que llegaran o esperar a las 8:15 para escoger a otro ciudadano que quisiera participar como funcionario de casilla. Esta persona se escogería de la fila ya existente afuera de la casilla para votar; para la buena suerte llegó un suplente de casilla, que ya se había capacitado en los simulacros pasados, y no hubo más participantes. Las personas presentes no quisieron participar como funcionarios de casilla, tal vez sabiendo el compromiso que es estar desde la instalación hasta la hora de clausura, que bien se sabe no hay una hora definida; en algunas casillas se termina el trabajo de conteo y armado de paquetes hasta entrada la madrugada. A las 08:15 se empieza la instalación de casilla, ya con el acomodo de cargo, yo pasé de ser Segundo a ser el Primer Escrutador; el Suplente pasó a Segundo Escrutador. Con la aprobación de la Presidenta de la Mesa Directiva de Casilla, se abren los paquetes electorales y se sacan las


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boletas y actas que se habrían de llenar paso a paso durante la Jornada Electoral. Por mi parte, empecé abriendo la caja donde venía la mampara desarmada y las urnas donde se depositarían los votos de los electores a lo largo del día; mientras que el Primer y Segundo Secretario empezaban a contar las boletas recibidas de cada elección. Eran un total de 665 boletas de cada una para elegir Gobernador, Diputado Local y Ayuntamiento, estos del ámbito estatal, y del federal solo Diputación Federal; en total cuatro elecciones. El armado se volvió un poco complicado por lo nuevo de los materiales, que en ocasiones no cooperaban, pero aun así para las 08:35 las urnas y la mampara de votación ya estaban listas y esperando al primer votante, solo era cuestión de que acabaran de contar las boletas y se llenara la primera acta de inicio de la Jornada Electoral. A mí me tocaba aplicar la tinta indeleble y ayudar a los votantes indicándoles dónde depositar sus votos adecuadamente, y después de ciertos votantes y haciendo una pausa en el voto —como lo marcaba el protocolo de salud para evitar contagios de covid-19, establecido por la Secretaría de Salud para estas elecciones—, tenía que desinfectar con aerosol y toallitas antibacteriales toda el área de casilla desde la mesa hasta las urnas, pasando antes por la mampara y los marcadores, plumas y todos los accesorios dentro de la casilla. Tenía que hacerlo lo más rápido posible para no parar tanto la votación, según se había ensayado durante la capacitación y el simulacro. Todos los presentes incluyendo a los representantes de partidos y los votantes que estaban ya impacientes por pasar a votar, tenían los ojos puestos en los Secretarios, que


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ya estaban por terminar el conteo de boletas recibidas. Todo era silencio, mientras que el Segundo Escrutador, quien era el encargado de poner gel antibacterial y verificar el uso de cubrebocas a la entrada de la casilla, se paseaba por la fila recordando a los allí presentes el mantener la sana distancia en todo momento. Votación Ya todo listo dentro de la casilla, todos los integrantes sabíamos cuál era nuestra labor. La Presidenta verificaba que cada votante llevara su credencial del ine; el Primer Secretario lo buscaba en la Lista Nominal y marcaba con el sello «Votó» en su apartado correspondiente; el Segundo Secretario sellaba la ine y entregaba las boletas con el pleno consentimiento de la Presidenta Paty. Se da la entrada a los primeros dos votantes. Todo era nervios en todos, hasta en los votantes. Los dos primeros eran personas ya mayores; se miraba su nerviosismo en sus caras y la manera de agarrar las boletas al revés, pasan a la mampara y regresan a la mesa a pedir un bolígrafo (pluma común) porque no confiaban en los marcadores que se habían colocado. Se les proporciona el bolígrafo, salen y llevan las boletas sin doblar. Me acerco y les indico como doblarlas para poder meterlas a las urnas, ya que la entrada es muy reducida. En eso pasan a las siguientes dos personas, mientras espero que acaben de introducir las primeras boletas para poder aplicar la tinta indeleble al primer votante, al primer contacto del rolen se marca el dedo sin batallar. Todo indicaba que iba a ser una Jornada Electoral muy entretenida y muy diferente a las demás por estar en tiempos de pande-


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mia, con protocolos de salud para proteger a los que fueran a emitir su voto y a los que integramos ese día la Mesa Directiva de Casilla. Todo empezó bien. Todo estuvo fluyendo de manera ordenada y constante hasta las 13:00 horas, donde por las altas temperaturas y el inclemente sol, bajó mucho la asistencia, la cual llegaba a cuentagotas a la casilla. Cabe resaltar la gran participación en las urnas de los jóvenes que participaban por primera vez en una votación electoral, quienes llegaban en compañía de sus familias emocionados. Muchos se tomaban la foto del recuerdo depositando las boletas en las urnas y cuando les aplicaban la tinta indeleble hacían fiesta; en cambio otros muy serios se les notaba el nerviosismo al estar frente a las urnas y querer meter boletas donde no correspondía. En ese momento entraba yo guiándolos en donde meter cada boleta; esa era parte de mi responsabilidad: guiar y ayudar a quien necesitara mi apoyo, todo con el consentimiento de las personas y los allí presentes. Muy bonita experiencia para todos los jóvenes y para mí en lo personal. Llegó el momento de votar. En un lapso alrededor de las dos, donde no había ningún votante, preguntó la Presidenta de la Mesa Directiva de Casilla que el que quisiera votar que lo hiciera de una vez. A mí me tocaba ejercer mi voto en esa misma casilla, así que saqué mi credencial del portacredencial que te facilita el ine e hice el proceso como todo ciudadano: le muestro mi identificación a la Presidenta, me buscan en la Lista Nominal y confirman ante los representantes de casilla que pertenezco a la casilla. En ese momento se me otorgan las boletas mientras me marcan la credencial, paso a la mampara para marcar mi voto. No pasó ni un mi-


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nuto, salgo directo a las urnas, deposito mi voto y me marco yo mismo mi pulgar, inmediatamente agarro las toallitas y el aerosol antibacterial y me pongo a desinfectar la casilla como marcaba el protocolo de salud, el cual estuve haciendo durante toda la Jornada Electoral. Se acercaba la hora del cierre de casilla y no había gente en la fila, ya nos estábamos organizando para lo que haríamos al llegar las seis. Todos esperando la hora, ya estábamos con las ganas de volver a casa después de estar todo el día fuera en domingo, sin ver a la familia, estar entre el calor sin abanico para refrescarnos, pero contentos por la oportunidad que se nos dio para llevar las votaciones en nuestra sección correspondiente. Solo quedaba hacer el conteo de votos y llenar las actas de escrutinio y cómputo. Cierre de casilla Las seis de la tarde en punto, ya sin nadie en fila para votar se cerró la puerta de entrada entre aplausos de los que estábamos en casilla, que éramos los de la mesa directiva y los representantes de partido. Cerrada la puerta se procedió a desarmar la mampara, mientras los Secretarios se encargaban de llenar las actas de cierre de casilla y de marcar y contar las boletas sobrantes, cuyo proceso fue un poco tardado, ya que solamente lo hicieron ellos. Una vez terminado el marcado se metieron las boletas en sus bolsas respectivas, y se prepararon las mesas con las plantillas para el conteo correspondiente a la elección de Gobernador y Diputado Federal, las dos simultáneamente. Se abrieron las urnas; a mí me tocó ayudarle al Segundo Secretario y contamos la de Gobernador


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mientras la Presidenta y el Primer Secretario contaban la de Diputado Federal y el Segundo Escrutador ayudaba en lo que hacía falta. El conteo fue rápido, solamente 40 minutos por urna. Yo pensé que tardaríamos más, pues se tenían que desdoblar cada boleta y acomodar en su casilla correspondiente según estuviera marcada dentro de la plantilla. Ya acomodadas todas las boletas se contaron según el orden dentro del cuadernillo de escrutinio y cómputo, así casillero por casillero hasta terminar todo el conteo. Después se ordenaron las boletas de votos válidos en su respectiva bolsa y se guardaron en sus paquetes correspondientes. Terminado el primero se continuó por la siguiente urna. Nos tocó la de Diputado Local, mientras al otro equipo les tocó contar la urna de Ayuntamiento, misma operación apoyados con la pantalla dispuesta para ello. Otro conteo rápido, más ágil, como queriendo acabar lo más rápido posible. Ya habían pasado tres horas desde el cierre de la casilla y todavía faltaba acabar de integrar los paquetes electorales y el llenado final de las actas y el llenado de las lonas o pancartas de la votación. Estábamos al mil por ciento haciendo todo lo más rápido posible, pero ordenadamente paso por paso. Eran las 10:15 cuando se estaban colgando los resultados en la entrada de la casilla. Ya todo estaba guardado, todos los paquetes estaban listos para salir, todo lo utilizado estaba guardado y acomodado, solo era cuestión de minutos para que se pusieran de acuerdo el cae, el cael y la Presidenta para llevarse los paquetes electorales. Por fin llegó nuestra cae y nos entregó un diploma por haber participado en el proceso


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electoral 2020-2021. En ese momento me despedí de los que fueron mis compañeros de casilla y de nuestra cae. Muy bonita experiencia, y si tengo la oportunidad de participar nuevamente lo haría.


JURADO CALIFICADOR

Sara Lozano Alamilla Es ingeniera Industrial y de Sistemas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, maestra en Ciencia Política y estudiante de Doctorado en Filosofía con enfoque en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es columnista en El Financiero Monterrey. Se desempeñó como Consejera Electoral de la Comisión Estatal Electoral de 2014 a 2020 y como Consejera Presidenta de la Comisión Municipal Electoral de San Pedro Garza García durante el proceso electoral 2020-2021.

Armando de León Montaño Estudió la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Periodismo en la Universidad Autónoma de Nuevo León y el Máster en Educación en la Escuela de Ciencias de la Educación. Es miembro de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, y cronista oficial de Hidalgo, Tamaulipas. Ha sido jefe de redacción, editor, director y fundador de diversas publicaciones. Ha publicado seis libros.

Katia Irina Ibarra Guerrero Es licenciada en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León, maestra en Estudios Latinoamericanos


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Crónicas y relatos del proceso electoral 2017-2018

por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctora en Estudios Humanísticos por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Es directora editorial de Editora Nómada. Ejerce como investigadora y docente en el Instituto de Pensamiento y Cultura en América Latina, A. C. Ha publicado distintas obras de poesía y crítica literaria.


CRÓNICAS Y RELATOS del proceso electoral 2020-2021 COMISIÓN ESTATAL ELECTORAL NUEVO LEÓN Este libro se imprimió y encuadernó en papel bond blanco de 90 gramos para sus interiores y couché brillante de 300 gramos para la portada, en los talleres de Desarrollo Litográfico S. A. de C. V., durante el mes de febrero de 2022. La tirada constó de 500 ejemplares. En su formación se utilizó la fuente Leitura en 10 puntos para el cuerpo del texto.

CUIDADO DE LA EDICIÓN Cuauhtémoc Iglesias Ontiveros Director de Capacitación Electoral Mateo de Jesús Flores Flores Jefe del Departamento Editorial Alan Márquez Rodríguez Analista Editorial César Eduardo Alejandro Uribe Corrector Elena Lucila Herrera Martínez Diseñadora Editorial





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