A DÚO A Margarita Salas, la mujer que es miembro de más academias en España, conocer a Severo Ochoa un verano en Gijón le cambió la vida. María Blasco, directora del CNIO, quedó fascinada por una enzima llamada telomerasa y por sus manos pasan algunos de los experimentos que algún día contribuirán a curar el cáncer. Maestra y discípula, si hay alguien capaz de exigir más dinero para la investigación científica, aventurar cuándo romperemos el techo de cristal o si llegaremos a vivir eternamente, son ellas. Con ustedes, dos de las cabezas más brillantes de nuestro país.
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Firma: CÉSAR SUÁREZ Fotos: SOFÍA MORO Realiza: CRISTINA G. VIVANCO
ras pasar cuatro años como investigadora en la Universidad de Nueva York junto a Severo Ochoa (Premio Nobel en 1959), Margarita Salas regresó a España junto a su marido, el también científico Eladio Viñuela, en 1967. Puso en marcha su grupo de investigación gracias al dinero de una agencia americana. Su marido tuvo que cambiar de campo de investigación –se dedicó al virus de la peste porcina africana– para que ella pudiera demostrar sus avances de manera independiente. Sus colegas –todos hombres– le miraban “como a un bicho raro”. Contra viento y marea, los descubrimientos del laboratorio de Margarita en el Phi29, un virus inofensivo pero clave para conocer cómo funciona el ADN, han permitido entre otras cosas plantar las bases de la futura medicina personalizada. Ahora esta prestigiosa científica tiene un puesto en la Academia de las Ciencias Exactas, en la de Lengua Española, la de Físicas y Naturales, la Europea de Ciencias y Artes y la American Academy of Arts and Sciences, entre otras. A sus 77 años, da gracias porque cada día puede seguir trabajando en su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, que ella dirigió y donde es profesora ad honorem. Afirma que se siente discriminada por la edad. No quiere jubilarse, aunque le obliguen. Su puesto depende de una aprobación especial del presidente del CSID. “Es un gran error y un drama para la sociedad que se prescinda de quienes pasamos de los 65 años. Podemos seguir aportando muchas cosas. Si quiero seguir trabajando, ¿por qué no me dejan?”, afirma no sin acritud. Su discípula, María Blasco, le da la razón. María dirige el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), donde trabajan unas 500 personas, desde 2011. ? TELVA
MARGARITA SALAS Y MARÍA BLASCO
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MarĂa Blasco (izda.) y Margarita Salas (dcha.), en el Museo Geominero de Madrid (RĂos Rosas, 23).
maravillosas TELVA ?
Más allá del laboratorio Escucho música clásica en cuanto llego a casa. Es mi otra pasión. Todos los sábados voy al Auditorio. Para mí Bach es lo más, en particular su Suite para violonchelo me hace llorar.
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Soy de Humphrey Bogart al cien por cien. Y de Katherine Hepburn. Para mí Casablanca, La reina de África..., son las mejores películas.
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Las novelas las dejo para el verano porque durante el curso leo poco. Me encanta Vargas Llosa, que es mi compañero en la Academia de la Lengua. !
Chillida es mi devoción. Tengo un grabado suyo en casa que me compré cuando volví de Estados Unidos, y recuerdo que me costó 1.000 pesetas. Tengo mi pequeña colección de arte.
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Un paseo por el bosque Estoy enganchada a Radio 3, que ha formado mi gusto musical. Escucho todos sus programas: Siglo XXI, Hoy empieza todo...
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Salgo a correr casi todos los días antes de ir al trabajo. También camino por la sierra. Eso me desestresa mucho.
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Acabo de leer una biografía de Virginia Woolf, La vida por escrito, de Irene Chikiar Bauer, que me ha gustado mucho. Me gustan los libros de investigación y pensamiento, como los del físico Richard Feynman. ! Me emociona la escultura de Oteiza, su manera de ver el arte casi como una investigación científica. Tengo una pequeña colección con obras de artistas españoles, un Barceló, un Sicilia..., y algunas fotografías, sobre todo de mujeres artistas. ! Sólo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch, es una de las últimas películas que más he disfrutado. También me inspira ese cine metafísico de Lars Von Trier. !
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Entre sus múltiples premios están el Nacional de Investigación Ramón y Cajal 2010, por sus aportaciones pioneras a la biología de los telómeros y la telomerasa (también lo obtuvo Margarita Salas en 1999), y el Josef Steiner de investigación del cáncer, en 2003. Averiguar los secretos del envejecimiento es su obsesión. Así empieza nuestra charla con estas dos mujeres a las que da gusto oír hablar, para empezar, por sus precisas construcciones gramaticales. Hagamos un breve chequeo, ¿cuál es el estado actual de la Ciencia en nuestro país? Margarita: Para las limitaciones de
presupuesto que tenemos, la ciencia en España tiene una gran calidad. Lo que nos falta es cantidad. Somos muy pocos científicos. El Gobierno está dedicando actualmente un 1,24 por ciento del PIB a investigación, cuando la media de la Unión Europea es del 2 por ciento, y países como Alemania o Suecia están en el 3 por ciento. Vamos a la cola, pero a pesar de todo hacemos las cosas bien. María: Hasta 1990 no había investigación en nuestro país, salvo en las universidades y en el CSID (Centro Superior de Investigaciones Científicas). A partir de entonces, se crearon nuevos centros y se habló del “milagro de la ciencia española”. Recientemente una revista tan prestigiosa como Nature ha publicado un ranking de los países que aportan más publicaciones a las principales revistas científicas. Aquí España está en la posición número nueve del mundo. En Europa ocupamos el quinto puesto, con un número parecido a Italia, que tiene quince millones más de habitantes. Esto nos dice que nuestra capacidad para producir científicos de excelencia es muy alta. Pero este dato no va a la par con la inversión que realiza el Gobierno en investigación. Según el World Economic Forum, España ocupa el puesto treinta del mundo en la lista de países con mayor inversión en ciencia. Como ves, la desigualdad es tremenda. Eso suena a cante antiguo. Margarita: Ya antes de las elecciones
de 2004 un grupo de investigadores propusimos un pacto de Estado por la ciencia. La investigación necesita un compromiso a largo plazo. Todos los políticos parecían estar de acuerdo, pero empezó el gobierno de Zapatero y no hubo pacto, y sigue sin haberlo... No sólo no ha aumentado el presupuesto, sino que ha disminuido y estamos aproximadamente a un sesenta por ciento de lo que se invertía hace una década.
“Un país sin investigación es un país sin desarrollo”, decía Severo Ochoa. Margarita: Hay que hacer ciencia bá-
sica de calidad, porque de ella derivan aplicaciones que al final redundan en beneficio de la sociedad. Póngame un ejemplo. Margarita: Yo he dedicado casi toda
mi vida a estudiar un bichito, el Phi29, que es un virus que infecta bacterias. Descubrimos que este ADN polimerasa ampliaba las muestras de material genético a partir de cantidades mínimas, algo de gran utilidad en aplicaciones biotecnológicas. Pues bien, ésta ha sido la patente más rentable en la historia del CSID. La mitad de los ingresos por
gación básica. Esta es la prueba de que la planta hay que regarla por ahí. Sólo si tenemos ideas mejores que las del resto de investigadores del mundo podremos ser competitivos en el producto que se derive del desarrollo de estas ideas. Y en este aspecto, los científicos españoles están entre los mejores. En los últimos años, hemos tenido en el CNIO hasta cinco millones de euros de inversión de compañías farmacéuticas en laboratorios de investigación básica.
LA CLAVE DEL CEREBRO: EL PRÓXIMO GRAN PASO Entonces, ¿se podría llegar sustituir la inversión pública por la privada? María: ¡De ningún modo! Quedaría-
mos en manos de las farmacéuticas y sus intereses. Las aportaciones privadas deben funcionar como un valor añadido a los fondos públicos. Margarita: Además, la investigación privada en España es deficitaria. Estamos en el 50 por ciento de financiación privada, cuando deberíamos estar en el 66 por ciento, como los países de nuestro entorno. María: La inversión privada del CNIO es totalmente extranjera. No hay ni una sola empresa farmacéutica o filial española que invierta en proyectos de investigación nacionales. ¿Qué avance científico les ha sorprendido últimamente? María: Hay una nueva tecnología que
Margarita Salas con su marido, Eladio Viñuela, en el laboratorio, 1962.
royalties que obtuvo el CSID entre 2003 y 2009, año en que expiró la patente, procedían del uso de esta enzima. Es la prueba de que la investigación básica de calidad puede ser también muy rentable. ¿Por qué no les escuchan los políticos en asuntos que parecen tan claros y necesarios? Margarita: Para empezar, hay poco
contacto de los políticos con los científicos. Echo de menos que nos pregunten, que nos escuchen. Pero no nos hacen caso. María: Es raro que un político hable de la importancia de la ciencia, y eso es preocupante. Margarita: Sólo miran a corto plazo. María: En el CNIO los proyectos que más éxito han tenido son los que provienen de nuestros grupos de investi-
permite manipular el ADN, que está en boca de todos. De hecho sus investigadoras, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, son Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica este año. Margarita: Se han producido avances importantes en el traslado de la secuenciación del genoma a las aplicaciones médicas. Esto no quiere decir que se puedan desarrollar medicamentos especiales para cada persona, pero sí que podemos definir patrones genéticos para ciertas enfermedades. En el caso del cáncer, podemos hacer análisis genéticos para averiguar el tratamiento más adecuado. La pregunta del millón: ¿encontraremos un remedio contra el cáncer? María: En el CNIO, por primera vez
hemos conseguido desarrollar fármacos contra unas proteínas que protegen unas estructuras llamadas telómeros, que son las que se encargan de manterner siempre jóvenes las céculas del cáncer mientras que las células normales van envejeciendo. Constantemente se identifican nuevas dianas terapéuticas contra el cáncer. Pero cuando hablamos de
“Somos el 9º país del mundo en calidad de publicaciones en revistas científicas, pero el 30º en inversión en investigación. Nuestra capacidad para producir científicos de excelencia es muy alta” (Blasco) ? TELVA
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“En los 60, cuando mi director de tesis se refería a mi trabajo, le hablaba a mi marido (también científico). Antes me sentía discriminada por sexo, y ahora por la edad” (Salas) cáncer nos referimos a más de doscientas enfermedades diferentes, y cada tipo de cáncer tiene distintas alteraciones en cada persona. En este sentido, estamos en un cuello de botella: ni conocemos el mapa de la gran variedad genética que explicaría los distintos tipos de tumores, ni hemos sido capaces de desarrollar fármacos al mismo ritmo que descubrimos las dianas.
María: El envejecimiento no es más que el decaimiento y la disfunción de las células, y en consecuencia de los órganos. En los últimos veinte años hemos descubierto muchas cosas sobre los mecanismos moleculares del envejecimiento. Se ha demostrado que si somos capaces de modificar uno solo de estos mecanismos, podremos aumentar el tiempo de vi-
¿Cómo se desatasca esto? María: Al tiempo que transcurre entre
que realizamos un descubrimiento y se desarrolla un fármaco, le llamamos el Valle de la Muerte. Se calcula que este período es de unos veinte años. Es fundamental acelerar el proceso. ¿Una manera? Apoyar que centros de investigación básica puedan también realizar el desarrollo inicial de fármacos. En el CNIO lo hacemos. Margarita: Además, hoy en día se puede analizar un genoma humano por alrededor de mil dólares con un sencillo procedimiento. Antes costaba millones de dólares. Esto se podría implementar en los hospitales en un futuro cercano, y así obtener el análisis genético de un paciente con cáncer para conocer sus mutaciones y saber cuál es el tratamiento más adecuado. Eso tiene buena pinta. María: Más o menos hemos tenido
unos 40 años de investigación de alto nivel sobre el cáncer. Desde el famoso Acto contra el cáncer (1971) del presidente Nixon en Estados Unidos, hemos averiguado muchas cosas. Si imaginas el cáncer como un iceberg, conocemos la punta que sobresale en la superficie. Contra esa parte ya se han desarrollado una serie de fármacos inteligentes. Pero es que ahora, con los últimos descubrimientos en la secuenciación del genoma humano, hemos identificado decenas de nuevas dianas contra las cuales aún no se han desarrollado fármacos. Es decir, en muchos casos tenemos la información pero no hemos desarrollado el remedio. Todo esto no quiere decir que el cáncer vaya a desaparecer.
¿Qué porcentaje de causa genética hay en el desarrollo de un cáncer? María: El cáncer está asociado al
el Parkinson o el Alzheimer, y eventualmente podrán curarse. Y a usted, María, ¿qué enigma le atrae? María: Sin duda, el envejecimiento.
Aunque hoy en día podemos curar el cáncer en más del 50 por ciento de los casos si se detecta a tiempo, todavía hay muchos tipos de tumores para los que no tenemos un tratamiento efectivo. Lo mismo ocurre con el infarto de miocardio o las enfermedades neuronales. Los científicos no aspiramos a descubrir la fuente de la eterna juventud, pero el éxito de la humanidad en este siglo XXI sería vivir el máximo tiempo que nos corresponda sin sufrir enfermedades.
“EL HÁBITAT PARA UNA CIENTÍFICA NO ES FÁCIL” ¿La investigación engancha? María: Margarita es el mejor ejemplo
de ello...
Margarita: Para mí es una pasión. Si-
María Blasco, Honoris Causa por la U. Carlos III en 2014, con Vargas Llosa.
da de una especie y, como efecto secundario, retrasar todas las enfermedades. Se busca la manera de trasladar esto al desarrollo de fármacos. El año pasado fue notoria la inversión de varias compañías de Silicon Valley, entre ellas Google, en compañías que investigan el proceso de envejecimiento. ¿Qué enigma de la Ciencia les ha fascinado desde siempre? Margarita: La clave del cerebro. Este
es el quid del futuro. En Estados Unidos hay una iniciativa dirigida precisamente por un investigador español, Rafael Yuste, el plan BRAIN, que fue presentado por Obama hace unos años. Eso ya parece de ciencia-ficción... Margarita: No crea. Yo he vivido el
proceso inevitable del envejecimiento, y en la mayoría de los casos se desarrolla independientemente de los hábitos de vida. Es importante la prevención, por supuesto, y llevar una vida saludable. Pero también influye el azar: que te toque una mala combinación de mutaciones.
descubrimiento de la clave genética, cuando aquello parecía un misterio indescifrable... Luego resultó que era muy simple. La clave del cerebro será algo más complejo, pero a lo mejor nos llevamos una sorpresa.
Cada vez vivimos más años. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
tas enfermedades neuronales como
¿Qué pasará cuando se descubra? Margarita: Entenderemos mejor cier-
go trabajando porque no concibo mi vida de otra manera. Es que la jubilación, en nuestro caso, no tiene sentido. En Estados Unidos, un investigador no se jubila si no quiere. En España, a los que queremos seguir trabajando no se nos mira con buenos ojos. Cuando yo empecé a investigar, en los años sesenta, me sentí discriminada porque se consideraba que las mujeres no teníamos capacidades. Ahora me siento discriminada por la edad. Alguna vez he dicho que de mayor quiero ser como Rita Levi-Montalcini (la neuróloga Premio Nobel en 1986), que a los cien años seguía yendo al laboratorio cada día. María: La Ciencia está hecha de ideas, y mientras una persona sea capaz de elaborarlas, es útil para la sociedad.
¿Se han sentido alguna vez intrusas en un campo tan plagado tradicionalmente de hombres? Margarita: Yo hice mi tesis doctoral
en 1961, a la vez que mi marido, Eladio Viñuela. Mi director no creía en mí para nada. Cuando se refería a mi trabajo le hablaba a mi marido, con lo cual más que intrusa me he sentido invisible. María: Hasta el momento en que realicé mi especialización, jamás noté ningún tipo de discriminación, pero cuando regresé de Estados Unidos para iniciar mi grupo de investigación, sí me sentí discriminada en algún caso. Cuando alcanzas posiciones de responsabilidad, te das cuenta de que hay personas que no están cómodas cuando se encuentran con mujeres directoras. Quizá es un problema de que la propia sociedad se TELVA ?
habitúe a que las mujeres ocupemos puestos importantes. Margarita: También es culpa de las propias mujeres el no ocupar los puestos que nos merecemos. Por ejemplo, yo dirigí el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa en 1992. Desde entonces han pasado por allí veinte directores. Y ahora se supone que no hay discriminación para que una mujer dirija un centro... ¿Habla de barreras autoimpuestas? Margarita: Sí. Es más cómodo que-
darte en el laboratorio, donde lo tienes todo controlado. María: Hay un libro Lean in, de Sheryl Sandberg, consejera de Facebook, que anima a las mujeres a que asumamos retos y responsabilidades para ocupar esos lugares de responsabilidad que demandamos. Más del 90 por ciento de los puestos importantes siguen ocupados por hombres. Aún hay algo de pionero en que una mujer sea directora o presidenta, y no debería ser así. Margarita: Pero hay más mujeres haciendo tesis doctorales que hombres. En la carrera de Medicina, por ejemplo, el 80 por ciento son mujeres, aunque la mayoría de las cátedras y jefaturas de departamento las llevan hombres. La igualdad tiene que llegar en unos años... María: Ojalá. Para llegar arriba no basta con estar muy preparada. Hay que tener contactos, saber negociar... Y ese mundo está hecho por hombres. Ahí veo la mayor dificultad. En el CNIO tenemos un departamento de Mujeres y Ciencia. Nos hemos dado cuenta de que en el período de la especialización, las mujeres tienden a quedarse más tiempo en el laboratorio antes de buscar una posición independiente... Margarita: ¡Pero eso es culpa de ellas! María: Y, ¿por qué lo hacen? Quizá porque el hábitat que van a encontrar fuera no es atractivo para ellas. Hay que crear una igualdad de oportunidades real. Pero el avance es lento. ¿Cómo combina una investigadora de élite trabajo y familia? Margarita: Es un problema. Yo me
casé a los 24 años y no tuve a mi hija hasta los 37. Era un bicho raro. María: Yo nunca he pospuesto la maternidad por el trabajo. Simplemente había un momento en que me apetecía más hacer otras cosas. También es cierto que cuando decidí tener a mi hijo, ya estaba en una posición alta en la carrera científica. Margarita: En los últimos cincuenta años ha habido un gran cambio en la sociedad, pero aún siguen siendo las mujeres las que se ocupan de
los hijos y atienden a sus mayores. El hombre se escabulle. María: España tiene un déficit de natalidad que es la causa de que nuestra pirámide demográfica sea una de las peores del mundo. Somos el tercer país más envejecido del mundo, con el problema socioeconómico que esto conlleva. Es responsabilidad absoluta de los políticos crear las condiciones económicas y profesionales necesarias para que las mujeres puedan tener más hijos.
“La mujer tiende a quedarse en el laboratorio porque para llegar arriba hacen falta contactos, negociar... y ese mundo está hecho por hombres” (Blasco)
“SEVERO OCHOA ERA RIGUROSO Y SENCILLO” ¿Cómo se conocieron ustedes? María: Yo estudiaba en la Universi-
dad de Valencia y tenía claro que quería hacer Biología molecular en Madrid. En tercero, cuando tenía que elegir especialización, conseguí los teléfonos de los catedráticos de Bioquímica y de Genética, y les llamé. Yo tenía unas notas excelentes y ya sabía que quería estudiar el envejecimiento. José Miguel Hermoso, de Genética, me presentó a Margarita, que justo buscaba a alguien para su grupo de investigación. Así que me hizo una entrevista. ¿Qué le preguntó? María: Que si me gustaba trabajar
con las manos (fundamental para el día a día en laboratorio) y si pensaba irme fuera de España cuando acabara la tesis. Ese mismo día comencé a hacer prácticas con ella. Margarita: He tenido la suerte de tener unas discípulas fantásticas... María: ¡Después quedamos las dos en un semáforo del Paseo de la Castellana y me diste una documentación para que me la fuera leyendo!, ¿te acuerdas? (Risas). Y usted, Margarita, ¿qué recuerdos tiene de su maestro, Severo Ochoa? Margarita: Era muy riguroso. No pa-
saba ni un día en el laboratorio sin que te preguntara qué has hecho, qué resultados has tenido y cuál era tu objetivo. Sobre todo era un obseso de los controles de cada experimento. ¡Y pobre de ti como no los llevaras bien!... Como persona, era sencillo, amable, lleno de entusiasmo. ¿Quién más les ha inspirado? María: Aquellos de quienes he apren-
dido. Yo aprendí de Margarita lo que ella a su vez aprendió de Severo Ochoa. Los controles con ella también había que llevarlos a rajatabla... (Risas). Después te das cuenta de que esa rigurosidad que tú ya asumes como algo normal, no está tan extendida. También me marcó mucho mi estancia en Cold Spring Laboratory, en Nueva York, porque es
Margarita no aprueba la música en el laboratorio. Para ella no hay horas ni fiestas. María es más flexible con el horario
La Meca de la biología molecular. Allí encontré mi pasión, que es la telomerasa y los telómeros. ¿Cuándo descubrieron su vocación? Margarita: En mi caso, y creo que
también en general, la vocación no nace sino que se hace. Es decir, yo no nací para ser investigadora. Sabía que iba a estudiar una carrera, cosa que en mi época no era algo frecuente. Me decidí por la Química, y creía que mi futuro estaría en la química orgánica, pero me equivoqué. Un verano, durante la carrera, fui a pasar las vacaciones a mi casa en Gijón, y asistí a una conferencia de Severo Ochoa. Le pedí consejo y me recomendó hacer la tesis en Madrid con Alberto Sols, en Bioquímica, y después irme a Nueva York a investigar con él. Así que eso hice. María: A mí me gustaba saber cómo funcionaban las cosas desde pequeña. Podría haber hecho Historia o Periodismo, pero me decidí por las ciencias porque me parecían un reto mayor. El primer año de Biología no me gustó nada y estuve a punto de dejarlo. Pero aguanté hasta el segundo año, me hablaron de Bioquímica y me pareció lo más bonito del mundo. ¿Se oyen risas en sus laboratorios? Margarita: En el trabajo me gusta la
seriedad. No apruebo que pongan música. Hay que trabajar duro, sin horas, sin fiestas..., para mí no existen los puentes. Esto no quiere decir que no me haya llevado bien con mis equipos. Formamos una gran familia de hijos, nietos, bisnietos... María: Yo he heredado algunas cosas de Margarita, pero no todas... (Risas). Tengo prohibido escuchar música, pero soy más flexible con el horario. Valoro más la eficiencia que la cantidad de horas. Para mí sí es importante desconectar. Muchas ideas se me ocurren cuando estoy relajada, fuera del trabajo. ¿Cuál es su fórmula infalible? Margarita: La honestidad con lo que
haces y con los demás. María: Mis padres no fueron a la uni-
versidad, pero siempre me transmitieron que lo más importante en la vida es el conocimiento, la pasión por el saber. Estar convencida de esto me ha ayudado a seguir adelante en los momentos más duros. T Maquillaje y peluquería: Mara Fervi (N.Y.C.). TELVA ?