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Descomoditización de bienes primarios. Fundamentos para el diseño de políticas públicas en Argentina. Por Sebastián Sztulwark1 y Melisa Girard2

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Investigador UNGS-CONICET. Correo electrónico: ssztulwa@ungs.edu,ar

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Investigadora UNGS. Correo electrónico: mgirard@ungs.edu.ar


DESCOMODITIZACIÓN DE BIENES PRIMARIOS Fundamentos para el diseño de políticas públicas en Argentina

ÍNDICE

índice

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ÍNDICE

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Resumen ejecutivo

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1. Introducción

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2. Naturaleza del el proceso de descomoditización 2.1. El activo crítico 2.2. Los atributos del producto diferenciado 2.3. La apropiación de la renta de innovación

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3. Descomoditización de bienes primmiarios en perspectivqa histórica 3.1. Nuevas tendencias en el consumo 3.2.Innovación en bienes primarios

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4. Vías alternativas de descomoditización en bienes primarios

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5. Lineamientos para el diseño de políticas 5.1. Bienes primarios y cambio estructural 5.2. Campos de actuación

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6. Conclusiones

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Referencias bibliográficas

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RESUMEN EJECUTIVO

Resumen ejecutivo

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RESUMEN EJECUTIVO

En las últimas dos o tres décadas la cuestión de la innovación fue ganando terreno en los enfoques y en el diseño de políticas de promoción productiva. El sector primario no estuvo al margen de este fenómeno general. Pero muchas veces, y bajo la influencia de ciertas ideas clásicas sobre el cambio estructural, el sector primario quedaba relegado a un papel pasivo en ese proceso, como un mero receptor de innovaciones tecnológicas y organizacionales que habían sido generadas en otro sector de la economía. En esta perspectiva, el cambio estructural era concebido como sinónimo de industrialización. Sin embargo, sobre la base de ciertas tendencias históricas recientes tanto en los patrones de consumo como en la difusión de nuevas tecnologías, se abre un importante espacio para la des-comoditización de bienes primarios, esto es, para la creación y apropiación de renta de innovación en bienes que son producidos por medios de producción naturales y que no están sujetos a procesos de transformación industrial. De este modo, los bienes primarios, en tanto son pasibles del despliegue de una lógica económica que escape a las

condiciones regresivas propias de los commodities, pueden también tener un papel protagónico en el proceso de cambio estructural. En este trabajo se presentan algunos elementos conceptuales e históricos que puedan ser útiles para el diseño de nuevas políticas de promoción productiva en el sector primario. El núcleo de la explicación reside en el hecho de que la renta de innovación en bienes primarios no se reduce a la reducción de costos de producción a través de la difusión de nuevas tecnologías, sino que, de manera creciente, se abren nuevas vías para explotar económicamente las múltiples variaciones objetivas y subjetivas que se abren en torno al diseño, producción y comercialización de bienes primarios. Estas vías son: (i) el diseño de nuevos productos, (ii) la explotación y potenciación de las propiedades productivas del territorio y (iii) el desarrollo de procesos alternativos de producción. Estas vías de des-comoditización abren nuevos campos de actuación de la política púbica que, articulados en una estrategia consistente, pueden ser la base para establecer un nuevo papel del sector primario en el proceso de cambio estructural.

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INTRODUCCIÓN 1

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introducción

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INTRODUCCIÓN 1

Este trabajo se propone abordar el proceso de descomoditización de bienes primarios para extraer elementos novedosos para el diseño de políticas públicas orientadas al desarrollo de la actividad primaria en Argentina. El supuesto fundamental detrás de este análisis es que para pensar -de una manera potente- políticas púbicas hacia el sector primario en Argentina, se requiere un diagnóstico preciso sobre ciertas dinámicas mundiales que exceden al sector primario pero cuya lógica permite entender su dinámica interna. El núcleo conceptual que articula la explicación implica una ruptura con el modelo clásico de cambio estructural, entendido como proceso de desprimarización. A la luz de una serie de transformaciones en el modo de funcionamiento de la economía mundial en las últimas décadas, se propone una visión diferente, cuyo núcleo de articulación se funda en el hecho de que el trabajo complejo, base de una dinámica competitiva que permite escapar a las tendencias regresivas propias de los bienes indiferenciados, adquiere un carácter transversal a la estructura productiva. De este modo, la des-comoditización es un proceso de desarrollo de capacidades de innovación en orden a diferenciar los atributos de un producto para explotar demandas manifiestas o latentes, instancia en la que se juega la posibilidad de obtener una renta de innovación. El cambio estructural, en este sentido, debe comprenderse como un proceso de des-comoditización. En la medida en que bien primario y commodity dejan de ser sinónimos, surgen nuevos desafíos para el diseño de políticas de desarrollo productivo en el sector primario. Este trabajo explora estos fenómenos históricos y

presenta algunos lineamientos generales para pensar el nuevo papel que el sector primario puede tener en el proceso de cambio estructural en la Argentina. El foco de atención está puesto en los bienes primarios de naturaleza agrícola, y no tanto en los minerales o energéticos, en tanto es en ese primer sub-grupo de bienes en el que el potencial de descomoditización es más amplio. Para avanzar en la comprensión de este proceso de des-comoditización de bienes primarios, en este documento se presenta, en primer lugar, un abordaje de tipo conceptual que articula la naturaleza del proceso de des-comoditización a partir de tres dimensiones fundamentales: (i) la existencia o desarrollo de un activo crítico, (ii) el despliegue de los atributos de diferenciación y (iii) la apropiación de la renta de innovación. En segundo lugar, se realiza un análisis de tendencias históricas, focalizando tanto en los cambios que operan por el lado del consumo como en el de la producción de bienes primarios. A continuación, se clasifican las diferentes vías que puede seguir el proceso de des-comoditización en bienes primarios según el principio de diferenciación que se ponga en juego y se presentan una serie de casos que ilustran y permiten desplegar las categorías propuestas. Sobre esta base conceptual e histórica, en la sección siguiente se presentan una serie de reflexiones útiles para el diseño de políticas de des-comoditización en bienes primarios, definiendo los principales campos de actuación e iniciativas que se podrían desplegar desde la política pública para impulsar un proceso de cambio estructural en el propio sector primario de la economía. Finalmente, se presentan las conclusiones del trabajo que contienen una reflexión sobre el marco institucional necesario para el desarrollo de una política de este tipo.

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El punto de partida para el abordaje del proceso de descomoditización es el concepto de commodity. La literatura académica propone varias definiciones. Por ejemplo, Galtier et al. (2008) asocian commodity con estandarización y, por lo tanto, con calidad homogénea de un producto. A su vez, para Pérez (2010) un commodity es un bien básico que se define, sobretodo, por su posición en el ciclo de vida de una tecnología: “El segmento de los commodities es simplemente la versión del producto en volúmenes muy elevados del modelo más sencillo y de bajo costo, una vez que ha alcanzado cierto grado de madurez” (Pérez, 2010, p. 132). Kaplinsky (2006) señala que los commodities son productos con bajas barreras a la entrada, en los que una intensa competencia tiende a reducir su rentabilidad. En ese marco, incluso el trabajo poco calificado puede ser considerado como un commodity. Con la excepción de los monopolios naturales (como, por ejemplo, los depósitos minerales de alta calidad), en general las barreras a la entrada a un mercado son el resultado de actividades sistemáticas de los agentes económicos en búsqueda de rentas de innovación (Kaplinsky y Fitter, 2004).Tomando en consideración estas aproximaciones, podemos definir en este trabajo a un commodity como un producto escasamente diferenciado en sus atributos físicos y/o simbólicos. En el caso de los productos primarios, por lo tanto, un commodity se refiere a un bien indiferenciado que no está sujeto a ninguna barrera significativa a la entrada, salvo aquella que surge de una restricción natural por el lado de la oferta. La naturaleza económica de un producto, sin embargo, no es inmutable. Los bienes y servicios pueden estar sujetos a procesos de elevación (o caída) de sus barreras a la entrada. Pérez (2010) señala dos principios

posibles de descomoditización. Por un lado, los segmentos o nichos de “especialidad”, capa superior de los mercados, en los que por sus “cualidades especiales” obtienen un valor adicional en el mercado; por otro, los “servicios y productos hechos a medida”, en los que la clave es la adaptación del producto a la necesidades del consumidor. En ambos casos, la clave del proceso competitivo deja de estar centrada exclusivamente en el costo de producción y se orienta hacia las capacidades de innovación, de creación de nuevos atributos tangibles e intangibles. Este proceso de descomoditización puede asumir diferentes modalidades. Un producto puede diferenciarse en el tiempo respecto de sí mismo o del grupo al que pertenece. Es lo que viene ocurriendo en los últimos años, por ejemplo, con la quinua en relación con el resto de los cereales. Una segunda variante alude al desarrollo de diferentes versiones de un mismo producto, con distintos grados de diferenciación. Es lo que sucede, por ejemplo, con un producto orgánico en relación con el convencional. O de la última versión de un teléfono celular en relación con el modelo anterior. A su vez, el proceso de competencia puede ir erosionando las barreras existentes y provocar tendencias a la recomoditización de productos previamente diferenciados. Es lo que pasa actualmente con algunas producciones industriales de alto volumen y bajo valor, asociadas a tecnologías maduras, en las que se verifica una entrada masiva de nuevos oferentes a nivel mundial, aunque con centro en la zona oriental de Asia. Para avanzar en la comprensión del proceso de descomoditización, es importante ubicar su dinámica en el

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marco del proceso de creación y apropiación de rentas de innovación. En efecto, el propósito de todo proceso de descomoditización radica en la construcción y apropiación de una renta de innovación, que se define como el rédito que surge por la explotación comercial de un activo crítico. El proceso de descomoditización cobra sentido económico en la medida en que esta renta de innovación represente un beneficio superior al que un capital puede obtener en la producción de un bien indiferenciado.

riores remiten a la fuente de renta del proceso. Pero ésta se realiza sólo en la medida en que el consumidor esté dispuesto a pagar un sobreprecio respecto de lo que pagaría por el producto convencional. El proceso se completa con el despliegue de acciones dirigidas específicamente a impedir que terceros agentes se apropien de esa renta. En el gráfico 1 se resumen las dimensiones fundamentales del proceso de descomoditización. A continuación, se desarrollan cada una de las dimensiones mencionadas.

La descomoditización es siempre una innovación de producto. La introducción de una mejora de procesos que eleve la productividad puede impactar sobre la rentabilidad de un capital, pero no implica necesariamente diferenciación. En cambio, la descomoditización es una vía particular de avanzar en la construcción de rentas de innovación a través de la creación de nuevos productos, de la explotación de atributos de producto latentes (aún no explorados) o de procesos alternativos de producción cuya naturaleza implique, aunque sea en términos simbólicos, el desarrollo de un producto diferenciado.

Gráfico 1. Dimensiones del proceso de descomoditicación

En esta sección se presenta un esquema analítico orientado a la comprensión de la naturaleza del proceso de descomoditización. El objetivo es aplicarlo al análisis de bienes primarios, pero su alcance es más general. El primer elemento a considerar es la existencia de un activo crítico sobre el que se erige todo el proceso de descomoditización. El producto recibe un influjo descomoditizador en tanto en él se objetivan las propiedades de un activo diferenciador, que puede ser un nuevo diseño de producto, las propiedades productivas de un territorio o el modo alternativo de producir un mismo producto. El ejercicio de la propiedad sobre este activo constituye la base de la renta de innovación.

2.1. El activo crítico

La segunda dimensión de análisis alude al despliegue del atributo del producto diferenciado. Si el activo crítico es la dimensión “objetiva” del proceso, el despliegue del atributo remite a la dimensión “subjetiva” de la descomoditización. Esto es, cada activo confiere alguna propiedad al producto, pero esta propiedad expresa un atributo (novedad, belleza, autenticidad, etc.) cuyo significado no está determinado de antemano. El despliegue del atributo del producto diferenciado implica la construcción de un sentido que ese producto adquiere a los ojos del consumidor. Finalmente, la tercera dimensión tiene que ver con la apropiación de la renta. Las dos dimensiones ante-

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Activo Crítico Atributo de diferenciación Apropiación de renta

(i) El diseño de un nuevo producto primario: el activo se refiere al diseño genético del producto, ya sea de naturaleza animal o vegetal. El activo es un nuevo conocimiento que se objetiva en el producto. Su desarrollo implica un proceso de innovación tecnológica. (ii) Las propiedades naturales y culturales de un territorio: es un activo en la medida en que se objetivan en el producto primario las propiedades del territorio, las características de la tierra en tanto medio de producción naturalmente diferenciado (de otros territorios que en comparación podrían llamarse “convencionales”) o de una forma particular de producción específica de un territorio en particular. El activo, en este caso, es identificado, se lo descubre o potencia, según el caso, en tanto representación de la singularidad productiva de un territorio. La índole de esta innovación es más cultural o comercial que tecnológica. (iii) Proceso alternativo de producción: lo alternativo se refiere, por un lado, a las tecnologías de producción no industriales. Así, el activo crítico está asociado al desarrollo de una forma de producción que no tiene como objetivo excluyente el aumento de la productividad, sino el cuidado y/o conservación de las propiedades naturales del

producto. Por otro, lo alternativo alude a los valores que un proyecto comunitario despliega en el proceso de producción de bienes primarios. Estos valores refieren tanto a la naturaleza de la relaciones de trabajo, al carácter cooperativo del proceso de producción o al cuidado del medioambiente, entre otros. En este caso, los valores comunitarios constituyen el activo crítico, en tanto el producto aparece explícitamente “cargado” de relaciones sociales. La innovación, en este caso, se da en el plano de una ética de la producción.

2.2. Los atributos del producto diferenciado La construcción de un activo crítico actúa como una condición para la construcción o creación de una renta de innovación, pero nunca como un elemento suficiente para su realización. El segundo momento del proceso lo constituye el despliegue del atributo de diferenciación. El atributo se refiere a lo que el activo significa para un determinado público. Surge directamente del activo crítico, pero su significado va más allá de él. Independientemente de su carácter natural, tecnológico o cultural, el despliegue del atributo a los ojos del consumidor remite a una construcción simbólica, a una intervención en el plano del lenguaje. El despliegue del atributo refiere, por lo tanto, a un tipo de relación entre renta y consumo cuyo centro no está determinado por ninguna medida objetiva de satisfacción de una necesidad, sino más bien por la construcción subjetiva que sostiene una creencia en relación con la potencia de un producto para satisfacer una necesidad o un deseo (Tarde, 2011). Al igual que otras mercancías cuyo consumo está sujeto a un acto de reflexividad, la diferenciación del producto supone la construcción de una opinión pública. O sea, la construcción de la opinión de un público sobre los atributos del producto. La referencia fundamental, en este caso, es lo que ocurre en la industria reflexiva por excelencia, la cultural, y todo el aparato de crítica que media entre el producto y el consumidor (Lash y Urry, 1998). Para que un producto primario pueda descomoditizarse resulta indispensable la construcción de una crítica que induzca al consumidor a formarse una opinión “propia”. Esto asume la existencia de diferentes actitudes de un público en relación con la valoración de los atributos del producto.

El tamaño de una renta de innovación (la magnitud del rédito diferencial que surge como consecuencia de la explotación comercial de un activo crítico) se relaciona con la intensidad y la extensión de la creencia que el público tenga sobre la capacidad del producto para satisfacer ese deseo o necesidad. El ciclo de la renta se completa con la dimensión temporal, esto es, con las variaciones de intensidad y extensión en que la creencia se sostiene a lo largo del tiempo. La intensidad tiene que ver con el grado en que el consumo de ese producto esté asociado a la satisfacción de un deseo o necesidad en comparación con un producto convencional o con otra variedad del mismo producto. La intensidad de la creencia está vinculada, aunque de una manera no lineal, con el precio que el consumidor individual está dispuesto a pagar por acceder al producto que porta el activo crítico de diferenciación. La extensión, por su parte, se vincula con el grado en que esa creencia está difundida entre los consumidores. Tiene que ver, sobre todo, con el tamaño del mercado en el que esa creencia tiene efectividad a los ojos del consumidor.

2.3. La apropiación de la renta El despliegue de un atributo en el producto diferenciado tampoco es condición suficiente para realizar y apropiar una renta de innovación. Uno de los temas centrales de la dinámica de descomoditización de un bien primario (aunque, por supuesto, no sólo suyo) es que la apropiación de esa renta es, en sí misma, un terreno de disputa en el que intervienen los distintos actores que participan en el proceso de creación, producción, comercialización y consumo del bien. En el gráfico 2 se presenta un esquema de los elementos fundamentales de este proceso. Gráfico 2. Actores y disputa por la apropiación diseño Fuente de renta

disputa por la apropiación de la renta

producción comercialización

Realización de renta

consumo

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En la etapa de diseño participan aquellos actores que desarrollan innovaciones de producto sobre bienes primarios. Por ejemplo, los grandes jugadores de la agrobiotecnología mundial, los creadores de nuevas variedades vegetales, aquellos que desarrollan nueva genética animal pero también los institutos públicos de investigación. Es un campo heterogéneo. Los productores, por su parte, son aquellos que (i) reproducen un bien primario portador de un activo diferenciado, (ii) tienen acceso exclusivo a un territorio cuyas condiciones naturales (la tierra como ecosistema singular) o culturales (una tradición territorial en la forma de producir) proveen al producto un carácter diferencial y (iii) desarrollan un proceso de producción alternativo en relación con el convencional. Los actores del proceso de comercialización son aquellos que realizan la intermediación física (distribución y venta minorista) y simbólica (construcción de un público) entre producción y consumo. Estas tareas de orden físico y simbólico tienen una naturaleza diferenciada y, en muchos casos, son llevadas a cabo por actores diferentes. El proceso culmina, por supuesto, con la etapa de consumo. Es importante mencionar que las tres primeras instancias (que desde un punto de vista económico cumplen la función de desarrollar la “fuente de renta”) pueden estar segmentadas o verticalmente integradas. El creador del activo crítico puede ser al mismo tiempo el productor del bien e incluso puede ser quien lo comercialice. Pero puede que no y que la renta de innovación tienda a concentrarse en el actor (o conjunto de actores) que tengan mayor capacidad para ejercer el

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comando sobre el resto de los actores y, por lo tanto, para apropiar la mayor parte de la renta. El poder en la cadena tiene que ver con la capacidad que un conjunto de actores detenta para ejercer el control sobre el acceso y la explotación económica del activo crítico. El que regula su acceso es el que está en una mejor posición para apropiar esa renta. Pero la realización de la renta implica que el consumidor efectivamente pague un precio diferencial en relación con el producto convencional. Sin realización, no hay renta. En algunos casos, las barreras a la entrada no son suficientes como para limitar su libre difusión y el consumidor logra acceder gratuitamente al producto. En este caso podemos hablar de una inapropiabilidad vertical. Pero esa fuga de renta puede tener una naturaleza horizontal, cuando son terceros actores (en otros eslabones de la cadena) los que logran hacer un uso gratuito del activo crítico y apropiar renta sin haber participado en su desarrollo.3 En suma, el abordaje de la naturaleza del proceso de descomoditización de bienes primarios supone considerar una serie de dimensiones complementarias pero analíticamente diferenciadas. El hilo que conecta cada una de estas esferas de análisis es la dinámica de la renta de innovación, tanto en las instancias que actúan como fuente de renta como en las de realización y apropiación. Estos elementos conceptuales son los que nos permiten avanzar, en la próxima sección, en la comprensión de las modalidades más concretas en las que este proceso de descomoditización se despliega. 3

Para un desarrollo de las modalidades horizontal y vertical de apropiación, véase Sztulwark (2012).

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3.1. Nuevas tendencias en el consumo de bienes primarios Desde la perspectiva clásica de la teoría del desarrollo económico, los bienes primarios estaban asociados a productos de bajo valor agregado, escasa diferenciación y dirigidos a satisfacer necesidades “básicas” en mercados masivos o al abastecimiento de insumos para la producción de bienes industriales, donde se ubicaba el núcleo de la agregación de valor de toda economía. En esta visión, la fuente del beneficio en la producción de bienes primarios, más allá de la renta de la tierra, provenía del aumento en la escala de producción y de la introducción de innovaciones de proceso, que permitían acrecentar la productividad, ya sea por incrementos en los rendimientos o por reducción de los costos de producción. Sin embargo, en las últimas décadas, han ocurrido transformaciones estructurales que han afectado esta visión sobre los bienes primarios y sobre la fuente del beneficio que se asocia a su producción. Parte de estas transformaciones tienen que ver con cambios que operan específicamente en la esfera del consumo. Si bien hubo un aumento cuantitativo en la demanda de estos productos –que estuvo asociado al proceso de industrialización asiática y la incorporación masiva de nuevos consumidores al mercado mundial–, la transformación más relevante, desde el punto de vista del proceso de descomoditización, es el cambio de orden cualitativo que se produjo en la demanda de bienes primarios. Este cambio surge como consecuencia de transformaciones más profundas en las formas de vida de la población, que tienen un carácter general pero que afectan de una manera particular el consumo de bienes primarios.

Esta nueva configuración histórica repercute en varias dimensiones de la vida económica que afectan el patrón de consumo vigente. En el mercado de trabajo, por ejemplo, se produjo una desestructuración de la jornada laboral, que promovió la incorporación masiva de las mujeres. Por otro lado, la organización territorial de la población se muestra fuertemente concentrada en los centros urbanos (donde existe un gran acceso a los mercados de bienes), donde también se registra un aumento del poder adquisitivo. Todos estos elementos contribuyen a una creciente complejización de los patrones de consumo y, a raíz de esta circunstancia, los bienes primarios ya no sólo cumplen con su rol tradicional de satisfacer necesidades básicas, sino que también están disponibles para una demanda que se torna crecientemente diferenciada y que permanentemente busca productos cada vez más específicos, personalizados y con la potencialidad de influir directamente sobre la subjetividad del consumidor (Regmi, 2001; Grunert, 2002). Si bien estas nuevas tendencias operan para el conjunto de los bienes primarios, en el caso de los alimentos es donde se manifiestan con mayor claridad. Los cambios en las formas de vida que han afectado a las familias en las últimas décadas han impactado tanto en la estructura de la demanda como de la comercialización de estos productos. Por un lado, el proceso de urbanización y la reestructuración de los hogares como consecuencia de jornadas laborales flexibles y de la incorporación de las mujeres en el mercado de trabajo tienen un efecto directo en los hábitos alimentarios, que se manifiesta en la forma en que se adquieren y se consumen los alimentos. Si bien los canales de distribución de alimentos difieren según la región y

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el nivel de ingresos de la economía, hay una tendencia creciente hacia la convergencia de una estructura de distribución de tipo minorista. En este sentido, los consumidores prefieren adquirir cada vez mayores cantidades de productos en supermercados o hipermercados4,5 que suelen ser grandes cadenas transnacionales, lo cual también les permite espaciar la frecuencia de las compras, y concurren a ellos con altos niveles de información sobre los productos a adquirir obtenida a través de internet y de otros medios de comunicación, principalmente audiovisuales. Por otro lado, los cambios en la demanda de alimentos han logrado desafiar su inelasticidad respecto del ingreso. Tradicionalmente, la demanda de bienes de primera necesidad funcionaba bajo el comportamiento de la Ley de Engel. Esto quiere decir que la demanda era poco afectada por un aumento del ingreso de las personas, debido a que los consumidores demandaban una cantidad relativamente fija de estos bienes y, por lo tanto, un aumento del ingreso influía poco en las cantidades demandadas, mientras que la mayor parte de dicho incremento se trasladaba al consumo de bienes industriales o culturales. Sin embargo, en la actualidad, se observa que el aumento del poder adquisitivo de la población ha favorecido un incremento en el nivel de gasto en alimentos. Las razones de esta reversión parcial de la mencionada Ley de Engel se deben a la existencia de patrones de consumo cada vez más complejos que se manifiestan, en primera instancia, en las actuales transformaciones en la dieta de los consumidores, con una mayor inclinación hacia el consumo de productos considerados de mejor calidad, que requieren de un menor tiempo de preparación, o que directamente son elaborados por expertos en un ámbito externo al hogar (Gehlhar y Coyle, 2001; Gehlhar y Regmi, 2005; Rosegrant et al, 2001; Viola, 2008). Pero también se vinculan con el surgimiento de una nueva forma de consumo de tipo “posicional”, a partir del cual la demanda de estos productos no está directamente asociada a las funciones específicas que cumple el bien en particular, sino que 4

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Esta elección se debe, en parte, a que en ellos se puede elegir y comparar entre productos sin restricciones, se encuentran concentrados la gran mayoría de los artículos que las familias necesitan (lo que reduce el tiempo de búsqueda de productos) y también a la confianza que los consumidores depositan en este tipo de locales comerciales, respecto a la seguridad e higiene en el almacenamiento de los alimentos (principalmente de los productos perecederos) (INC, 2000; Reardon et al, 2005). En América Latina la participación de los supermercados en el comercio de alimentos pasó de un promedio de 10 a 20 por ciento en el año 1990, a más del 50 por ciento en el año 2000 (Reardon y Berdegué, 2002).

también está motorizado por la imagen o posición social que este tipo de consumo provee (Kaplinsky y Fitter, 2004). Esta nueva estructuración de la demanda, que atraviesa a todos los tipos de bienes, ubica en un rol central la subjetividad de los compradores, que se expresa en una forma de consumo en la que las asociaciones simbólicas en torno a los productos y al mero acto de consumo son determinantes al momento de la elección que realiza el comprador(Witt, 2010; Bocock, 1993; Lash y Urry, 1998; Bourdieu, 1979).Este tipo de productos posee ciertas características a partir de las cuales se construye un proceso de diferenciación que los aísla de la competencia tradicional a la que están sujetos los bienes primarios convencionales. Estas características pueden estar relacionadas con atributos organolépticos, con cuestiones de nutrición y salud, o con el proceso de producción (King y Venturini, 2005; Grunert, 2003). Los atributos organolépticos son los tradicionalmente asociados con la calidad de los alimentos, por ejemplo, el sabor y la apariencia. Debido a que el sabor sólo puede comprobarse por medio de la experiencia, los consumidores se guían por una serie de señales obtenidas de las marcas, los precios y algunos etiquetados específicos.6 En igual sentido operan los atributos vinculados a la salud, cuya importancia es creciente en la demanda y que también son difíciles de comprobar mediante la experiencia, debido a que no provocan consecuencias visibles en forma directa para los consumidores. Dentro de este grupo se encuentran los denominados “alimentos funcionales”, productos que más allá de su nivel nutritivo poseen algún componente que contribuye a la salud de forma positiva; el efecto beneficioso de este tipo de alimentos se activa de acuerdo a las cantidades en que se los consume habitualmente. Normalmente, son productos orientados a la prevención de ciertas enfermedades, aunque también pueden estar dirigidos a mejorar en el corto plazo el bienestar o el rendimiento del consumidor (Grunert, 2003; Vidal, 2011). Por su parte, los atributos de proceso refieren al interés que depositan los consumidores en las formas de producción que son puestas en marcha en la elaboración de alimentos, independientemente de si tienen o

no un impacto directo en el producto final. Los consumidores de países desarrollados están dispuestos a pagar precios más caros por productos elaborados en condiciones en que, por ejemplo, se respetó el bienestar animal o el medioambiente, como también por productos orgánicos o en los cuales se encuentra garantizada la seguridad alimentaria (Codron et al., 2005).Sin embargo, esta mayor atención en rasgos que otorgan un carácter diferenciado a los bienes primarios no se da únicamente entre los alimentos. En este sentido, las flores son un buen ejemplo (ver sección 4) Así, la valoración por parte de los consumidores de una serie de atributos novedosos que se han desarrollado en las últimas décadas viene acompañada de la predisposición a pagar un precio superior por aquellos bienes de carácter diferenciado. Históricamente, este cambio en la demanda fue acompañado por un crecimiento del ingreso de la población mundial que trasladó el consumo de bienes básicos a un consumo de bienes de mayor valor. Si bien este es un fenómeno que se da con mayor intensidad en los mercados de los países desarrollados (principalmente europeos), existe evidencia sobre países con ingresos medios que están siguiendo la misma trayectoria de consumo (por ejemplo, China, Brasil, México, Polonia, entre otros).7 De esta manera, la cuestión relativa a la convergencia de diferentes países hacia el consumo de bienes diferenciados no es menor, en tanto que implica la expectativa de que la demanda de este tipo de bienes siga creciendo debido a la continua incorporación a estos mercados de los países en desarrollo, lo que garantizaría que nos encontremos en presencia de un fenómeno de largo plazo (Regmi, 2008). Por lo tanto, estas transformaciones de la demanda están creando oportunidades de competencia también para empresas de pequeño o mediano tamaño, que pueden ajustar su producción a las necesidades específicas de los consumidores. En este sentido, las estrategias utilizadas por los productores para crear productos diferenciados son varias y están asociadas a la comprensión de los mecanismos subyacentes de elección de los consumidores, los cuales se vinculan principalmente con aspectos subjetivos y con los atributos de calidad mencionados más arriba (Gehlhar y Regmi, 2005). 7

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Por ejemplo, el sistema Label Rouge de Francia es un mecanismo disponible desde los años sesenta por medio del cual se garantiza la calidad de los productos en términos de sabor, apariencia, seguridad, salubridad y de procesos de producción respetuosos del medioambiente (King y Venturini, 2005).

En Argentina, por ejemplo, algunos estudios realizados en base a encuestas formuladas en la ciudad de Buenos Aires y en Mar del Plata indican que los consumidores estarían dispuestos a pagar alrededor de un 20 por ciento más por leche fluida fortificada con zinc, y en el caso de productos orgánicos se encuentran primas de precio adicional mucho mayores: para verduras de hoja 44 por ciento, en aromáticas 22 por ciento y en harina de trigo integral 171 por ciento (Berges et al., 2009; Lacaze, 2009).

3.2. Innovación en bienes primarios Este fenómeno de cambio cualitativo en la estructura de la demanda tuvo, a su vez, un correlato por el lado de la oferta. Los ejes fundamentales de este proceso se basan, por un lado, en la diferenciación del producto mediante el desarrollo de diversas innovaciones (que pueden ser de carácter tecnológico, comercial, entre otras) para la construcción de barreras a la entrada, que operan proporcionando rentas de innovación y disminuyendo la intensa competencia a la que tradicionalmente se enfrentan los commodities; y por otro lado, en la posibilidad de adaptación de los productores para la realización de “productos a medida”, lo que implica la capacidad de individualizar cada producto y conocer de forma certera las necesidades y gustos de los consumidores para responder de forma personalizada. Sin embargo, estos mecanismos no logran la diferenciación de un producto por tiempo indeterminado, sino que la exposición de estos bienes a una competencia constante, sumada al corto ciclo de vida de los productos, puede desandar los procesos de diferenciación y retornarlos a las condiciones de competencia tradicionales (Kaplinsky, 2006; Pérez et al., 2013). Los principales avances relacionados con mejoras en la composición o calidad del producto estuvieron asociados, en general, al desarrollo de tecnologías altamente sofisticadas, como por ejemplo la moderna biotecnología agrícola que por medio de la ingeniería genética logró aumentar la precisión de los mejoramientos y el caudal de rasgos factibles de modificación. Esta nueva trayectoria que se abre con el desarrollo de la biotecnología moderna promete revolucionar el diseño de nuevos productos y, por lo tanto, se presenta como un canal con potencial muy significativo para impulsar el proceso de descomoditización de bienes primarios. Sin embargo, no todas las innovaciones en bienes primarios están relacionadas con grandes avances tecnológicos. Existen novedades en el campo de los alimentos que, aunque derivadas de otros mecanismos, acompañan también la tendencia general de producción de bienes cada vez más diferenciados y con mejoras en su calidad, funciones y diseño. Los alimentos funcionales, mencionados con anterioridad, son un ejemplo en este sentido. Su desarrollo viene de la mano de los cambios de tendencia en el consumo de alimentos que se enfocan en productos con mayor contenido nutricional y que son más saludables. Nos referimos, por ejemplo, a yogures con ingredientes probióticos, jugos enriquecidos en calcio, lácteos sin

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lactosa, productos como los arándanos o los frutos secos, pero también a ciertos cultivos transgénicos, tales como canola y soja con incremento en los ácidos grasos, arroz con reducción de componentes alergénicos, entre otros. Por otro lado, estas nuevas tendencias en el consumo de alimentos han abonado el desarrollo de productos orgánicos8 y otros elaborados bajo la modalidad de comercio justo. Estas estrategias de diferenciación de producto han tenido mucha difusión en una gran cantidad de cultivos y han logrado desplegar distintas estrategias de comercialización, como la entrega a domicilio o visitas guiadas a los lugares de producción, como forma de acercar a los consumidores a este tipo de productos y brindarles información y transparencia. A su vez, en algunos cultivos tradicionales se han puesto en valor diversas propiedades o bien se han descubierto características novedosas que los han ubicado en el mercado de forma diferenciada. Ejemplos de ello son los cultivos de yacón y la maca peruana. El primero de los casos implicó la recuperación del cultivo en base a tecnologías tradicionales y sustentables utilizadas por la población andina, y la difusión de sus múltiples propiedades, que abarcan desde un alto contenido nutricional hasta cuestiones vinculadas con la salubridad, por ejemplo la prevención de caries y el fortalecimiento de las defensas. En el segundo caso, la maca peruana, luego de que los consumidores chinos descubrieran sus propiedades energizantes y como estimulante sexual, se produjo un aumento en la demanda que multiplicó el precio por diez. Por último, el desarrollo de marcas también es una forma de innovación de producto no asociada a tecnología sofisticada, pero que establece un elemento de diferenciación 8

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Los productos orgánicos se caracterizan por obtenerse a través de técnicas que no implican la utilización de productos de síntesis química, tales como fertilizantes, insecticidas, herbicidas, etc. Así, en este caso, la demanda valora fuertemente la especificidad del proceso de producción, que motoriza a que los consumidores que la conforman estén dispuestos a pagar un sobreprecio en relación con el bien convencional (Raynolds, 2004). Así, en 2012 el mercado mundial de alimentos orgánicos certificados alcanzó los 64 mil millones de dólares. Los principales mercados de estos productos se encuentran en países de altos ingresos; por ejemplo, Estados Unidos y los países de la Unión Europea (entre quienes concentran el 85 por ciento del valor de las ventas). Sin embargo, otros países, como Canadá, Japón y Suiza, están cobrando cada vez mayor relevancia por el alto grado de dinamismo de sus mercados (Willer y Lernoud, 2014).

fácilmente identificable por el consumidor y que éste interpreta como una “reducción del riesgo” frente al acto de consumo. Un elemento que funciona en este sentido son las denominaciones de origen, que asocian una cultura o territorio a propiedades naturales específicas y que, combinando estrategias de valorización de esos elementos, operan como símbolo de calidad y distinción del producto. Así, las denominaciones de origen son instrumentos que no sólo valorizan a los bienes primarios sino también a las regiones productoras, y de esta manera brindan protección al proceso de producción y a la calidad del bien. A su vez, la diferenciación de producto por medio de la denominación de origen está dirigida, en general, a un tipo de demanda orientada a obtener un mayor placer en el consumo del bien diferenciado (que se basa en el consumo de productos “genuinos” o “típicos” de una región) y no tanto a cuestiones de salubridad, nutrición o cuidado del medio ambiente. Por lo tanto, la construcción subjetiva que logra estructurarse alrededor del bien es clave en el éxito de este tipo de diferenciación (Ordóñez, 1996). En este sentido, el caso más exitoso, aunque no el único, es el del café Blue Mountain de Jamaica (Kaplinsky y Fitter, 2004; Ponte, 2002; Galtier et al., 2008). Por su parte, el caso del vino provee un buen ejemplo de cómo puede diferenciarse el atributo primario de un bien que, a su vez, también está sujeto a trasformaciones en la etapa industrial y comercial9 (Defrancesco et al., 2012). La importancia de la diferenciación en bienes primarios radica, en muchos casos, en que ellos condicionan los productos obtenidos en etapas de producción posteriores. Por ende, la posibilidad de diferenciación en la industria alimentaria, y la captación de la renta correspondiente, implica poner especial atención en distinguir las materias primas que son utilizadas para la elaboración de alimentos, debido a que no siempre es posible realizar dicho ajuste en las etapas de transformación subsiguientes (Bisang, 2011). 9

El caso del vino en Francia es paradigmático de este tipo de dinámicas en las que la producción está íntimamente vinculada a ciertos valores culturales. La noción de terroir resume la idea de un ecosistema diferenciado para la producción de vinos debido a una combinación “irreproducible” de factores bióticos y abióticos (Pellegrini, 2013).

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Una vez abordada la naturaleza y dinámica del proceso de descomoditización de bienes primarios, en esta sección se presenta un análisis sobre las diferentes variantes que este proceso puede asumir según las características que se desplieguen en cada una de sus fases constitutivas: el desarrollo del activo crítico, el despliegue del atributo a los ojos del consumidor y la apropiación de la renta. El elemento fundamental a considerar es la existencia de vías alternativas de descomoditización de bienes primarios. No hay un solo camino. Las posibilidades de diferenciar un producto son muy variadas. En este caso, consideraremos la existencia de tres alternativas posibles, de acuerdo con el principio de descomoditización que se ponga en juego: (i) el desarrollo de un nuevo producto, (ii) la explotación económica de diferencias productivas existentes y (iii) la explotación económica de procesos productivos alternativos. Cada uno de estos principios está asociado con algún activo crítico que se constituye en base de la diferenciación. Este activo crítico, sobre el que se espera poder construir una renta de innovación, no opera en abstracto. Para ser efectivo debe objetivarse en el producto del cual es objeto el proceso de descomoditización. Como vimos en la sección previa, cada activo crítico está asociado a un atributo del producto que el consumidor puede identificar y sobre el que construye su creencia de satisfacción de necesidades y deseos. Ahora bien, el desarrollo de un activo crítico no completa el ciclo de valorización de un bien descomoditizado. Para pasar del activo creado a la renta de innovación, lo que se requiere es el desarrollo y aplicación de mecanismos de apropiación. Este ciclo asume diversas formas de acuerdo al principio de descomoditización que se ponga en juego.

A continuación se presentan las distintas alternativas de descomoditización a través de una caracterización de los elementos que las componen y de una serie de casos que ilustran las propiedades particulares de cada vía. Los casos pueden representar un ejemplo de una vía en particular o ser una combinación de más de una de ellas. La Vía 1 se constituye a partir del principio del desarrollo de un nuevo producto. El atributo desplegado es la existencia de una cualidad superior en relación con las propiedades nutricionales, estéticas o productivas del bien convencional o de la variante convencional del mismo producto. El activo crítico en el que este atributo se despliega es, en el caso de los bienes primarios, un nuevo diseño de producto, ya sea de naturaleza vegetal o animal. El elemento crítico de la descomoditización es la objetivación en el producto de un nuevo diseño cuyos atributos le confieran alguna ventaja en relación con el convencional. El mecanismo de apropiación, aquí, son los derechos de propiedad sobre el producto modificado genéticamente y, en algunos casos en los que la protección legal no resulta eficaz, el desarrollo y utilización de activos complementarios (como el secreto industrial, la capacidad de producción, el desarrollo y sostenimiento de marcas, el canal de comercialización o los acuerdos estratégicos entre firmas) que permiten su apropiación. Los ejemplos tradicionales de esta vía son los avances en materia genética, ya sean los mecanismos convencionales de cruce sexual (nuevas variedades vegetales o nuevas razas animales) como los más recientes vinculados al despliegue de la moderna biotecnología. Las semillas transgénicas que confieren cambios en la calidad del producto representan un caso paradigmático de esta vía de descomoditización.

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→→ Caso 1 — Flores transgénicas El caso de los claveles y rosas modificados genéticamente revela la existencia de un nicho de mercado en el que fue posible avanzar con el proceso de descomoditización de un bien primario a través de cambios en el propio diseño del bien.10 El activo crítico, en este caso, se encuentra identificado con la modificación del color de las flores, a partir del uso de la biotecnología que permite el desarrollo de productos que establecen un nuevo atributo valorado por el consumidor. Las empresas que han logrado llevar adelante la obtención de flores transgénicas son la australiana Florigene Pty Ltd. y la japonesa Suntory Ltd. Específicamente, Florigene desarrolló modificaciones genéticas al cultivo de clavel, que están dirigidas a mejoras en la calidad. Las más importantes son las que apuntan al cambio del color de las flores y al retraso de la senescencia. Por su lado, Suntory también desarrolló eventos para el mismo cultivo pero estos fueron apilados (combinación de más de un evento en el mismo producto), por lo que además del cambio en la calidad (principalmente modificación del color de la flor) también se incluyó la tolerancia a herbicidas. A su vez, esta empresa realizó eventos para el cultivo de rosas dirigidos al cambio de color, más precisamente a lograr una rosa azul. Parte del éxito de este caso tiene que ver con que, a diferencia de la enorme mayoría de los cultivos modificados genéticamente, se trata de un producto no alimenticio y, por lo tanto, su desarrollo comercial logró quedar por fuera de las controversias en torno a su consumo. El despliegue del atributo en el caso de las flores transgénicas se basa en condiciones de mercado preexistentes, relacionadas la con novedad, la valoración social del color azul y con los aspectos psicológicos que se desprenden de su uso11 (Potera, 2007; Eaglesham 10 Hacía el año 2008, la industria de las flores cortadas genera 40 mil millones de dólares y, en particular, las rosas contribuyen en 10 mil millones a este mercado (GMO Compass, 2008). 11 En 1840, sociedades hortícolas de Gran Bretaña y Bélgica ofrecían 500.000 francos a la primera persona que lograra desarrollar una rosa azul. Por la dificultad de ser encontrada en el pasado, las rosas azules se establecieron como un símbolo del “sueño imposible”. El color azul está asociado a la tranquilidad, es el color del cielo y del océano, y alrededor del 20 por ciento de las personas eligen alguna tonalidad de azul como su color favorito. Es un color vinculado a lo espiritual, a la sangre real y en países como Estados Unidos, Italia y Francia se encuentra asociado al

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y Hardy, 2006). Así, ambas empresas detectaron y comprendieron la importancia del color azul en el mercado y particularmente en algunas culturas para sostener un proceso de descomoditización de un bien primario. Además del uso de derechos de propiedad intelectual (como las patentes) como medio de protección de las nuevas construcciones genéticas, estas empresas desarrollaron otros mecanismos complementarios de apropiación. El principal se refiere al desarrollo de capacidades en el plano del proceso regulatorio que, por su costo y complejidad, actúa como una potente barrera a la entrada de potenciales competidores. Actualmente Florigene cuenta con 15 eventos transgénicos asociados al cultivo del clavel, y Suntory con 4 eventos para el clavel y 2 para las rosas. Florigene ha conseguido que todos sus eventos sean aprobados en el extranjero, principalmente en Colombia y Noruega, aunque también ha logrado aprobaciones en Japón, Malasia y la Unión Europea;12 y 9 de estos eventos también fueron aprobados en Australia. Por otro lado, Suntory también ha logrado ubicar sus eventos en Colombia, Noruega, Estados Unidos y Australia. A su vez, Florigene ha logrado insertarse de manera exitosa en el nicho de mercado de las plantas ornamentales, donde solamente los consumidores estadounidenses gastaron 20,8 mil millones de dólares en 2006. La empresa australiana ha logrado colocar en el mercado más de 75 millones de claveles MG (Moonshadow, Moonlite y Moonshade, entre otros) en tonos que se encuentran entre el azul y el violeta, los cuales se han vendido principalmente en Australia, Japón y Estados Unidos. Los principales productores de estas flores son Australia y Colombia.13 Por su parte, la empresa Suntory, que presentó la primera rosa azul transgénica en Tokio, en 2009, el Día de la Cultura Japonesa, logró venderla a un precio 10 veces mayor al de las rosas comunes. Pese a su precio, en los dos primeros meses se agotaron las 6 mil flores producidas, por lo que la empresa comenzó a ponerse objetivos de producción cada vez más altos (Frid, 2009). patriotismo. A su vez, es el color que celebra la llegada de bebés varones al mundo (Potera, 2007). 12 En la Unión Europea, desde 2008, las autorizaciones de estos eventos se encuentran con pedido de renovación. 13 La empresa Flores Colombianas produce y exporta claveles azules MG desde 2000 y actualmente también se encuentra comercializando rosas azules.

La Vía 2 de descomoditización no requiere, como en el caso anterior, del desarrollo de un nuevo producto. El principio que opera en este caso es el de explotar diferencias productivas existentes pero inexploradas desde un punto de vista comercial. El activo crítico al que hacemos referencia es el de las condiciones productivas naturales y culturales de un territorio, que se objetivan en el bien primario y que le confieren, en tanto atributo del producto, un carácter único o auténtico en relación con el producto convencional. El elemento fundamental a considerar en esta vía de descomoditización es que existen condiciones naturales (que tienen que ver con las condiciones específicas de un determinado ecosistema, en tanto medio de producción de un bien primario) o culturales (ligados a una tradición)en el territorio que no son de fácil reproducción por parte de la competencia. En la medida en que estas diferencias se plasman en un bien primario, estos adquieren el atributo de ser “únicos” (en relación con el lugar o medio de producción) o “auténticos” (en referencia a un modo de producción propio de una cultura). El mecanismo de apropiación específico de esta vía es la certificación por Identificación Geográfica o Denominación de Origen.14 Los casos de la palta mexicana y el café de Colombia son buenos ejemplos de cómo opera esta vía de descomoditización. Es importante mencionar que, aunque estas vías representan formas de descomoditización analíticamente diferenciadas, en la práctica se dan casos en los que se combinan más de un vía. →→ Caso 2 — Café de Colombia En la actualidad el café de Colombia es un éxito en términos de su nivel de diferenciación, en base a la construcción de una marca “nacional”15 y del mejoramiento de la calidad, lo que se verifica en la gran cantidad de ventas mundiales de café, que resaltan el origen colombiano del producto como símbolo de alta calidad (Pérez et al., 2013). El activo crítico, en este caso, se encuentra vinculado tanto a las características geográficas particulares que 14 Una indicación geográfica (IG), de acuerdo con la definición de Wikipedia, es un signo utilizado para designar un producto agrícola, alimenticio o de otro tipo, que posee un origen geográfico determinado y que tiene alguna calidad o reputación que se debe a dicho lugar de origen. El hecho de que un producto pueda beneficiarse de una indicación geográfica depende de la legislación nacional de cada país y de la percepción que tengan de él los consumidores. Habitualmente, consiste en el nombre de la localidad, región o país de origen de tales productos. 15

También conocida como “marca país”, se desarrolla en base a las diferentes percepciones que tienen las personas sobre un determinado territorio, en base a su cultura, lenguaje, paisaje, historia, tradiciones, alimentación, entre otros elementos.

permiten el desarrollo de un producto de mayor calidad (altitud, humedad, etc.) como a aspectos vinculados con la tradición del territorio en el cultivo de café, como pueden ser las costumbres, la historia y la cultura de la región, y que se valorizan en tanto le transfieren al producto características que permiten su diferenciación (Ponte, 2002). El despliegue de estos atributos a los ojos del consumidor se llevó adelante por medio de políticas concretas puestas en marcha por la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), que nuclea a más de 500 mil productores colombianos. Estas políticas estuvieron dirigidas principalmente al desarrollo de “cafés especiales”, sobre la base de tres ejes: i) fomento de producción certificada, ii) identificación de la calidad asociada al origen del producto y iii) producción de blends para la satisfacción de los gustos de clientes específicos. Los recursos para ello fueron gestionados en el Fondo Nacional del Café y el gobierno colombiano proporcionó un financiamiento adicional a través del Plan de Apoyo a la Caficultura, que en los períodos 2002-2007 y 2008-2011 contó con una inversión de más de 1000 millones de dólares. Asimismo, otra fase importante de la estrategia de la FNC estuvo centrada en la comunicación institucional. Principalmente, se intensificaron las referencias regionales en las campañas de comercialización, las cuales se estructuraron en torno a la figura de Juan Valdéz. Esta imagen intenta representar a un caficultor promedio, al que se lo muestra acompañado de una mula, junto al típico paisaje colombiano con montañas de fondo, que representa las zonas donde se produce el café de mayor calidad. Por lo tanto, en su figura se concentra tanto la tradición que tiene el pueblo colombiano en el cultivo de café como los rasgos exclusivos de calidad que le aporta el territorio a su producción. Actualmente, existen 227 tiendas de café Juan Valdez, de las cuales 166 se encuentran en Colombia y 61 en el resto del mundo (Díaz Velandia et al., 2014). Los mecanismos de apropiación de la renta en este caso se encuentran centrados en las certificaciones por medio de las indicaciones geográficas que ofrecen un incentivo al desarrollo de especificidades en los productos relacionados con su origen territorial (Galtier et al., 2008). Asimismo, la apropiación dentro de la cadena muestra que los agricultores certificados captan sólo un 25 por ciento

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del valor pagado por los consumidores, 2 puntos porcentuales más que los agricultores convencionales, mientras que el 69 por ciento es captado por los tostadores. A su vez, los agricultores que producen café de alta calidad reciben un precio mayor (US$2,67 por libra) que los productores de café certificado (US$2,43 por libra) y convencional (US$2,34 por libra) (Rueda y Lambin, 2012). Cuando comenzaron a aplicarse las estrategias anteriormente descriptas, hacia el año 2002, las exportaciones de la FNC que contaban con algún grado de diferenciación rondaban el 8 por ciento del total, de las cuales había 59.000 bolsas con IG. Sin embargo, hacia 2009, las exportaciones de café diferenciado treparon a casi la mitad de las exportaciones de la FNC. El café con IG estuvo cerca de triplicarse. Para 2013, el 44 por ciento de la superficie sembrada con café seguía los protocolos de producción necesarios para lograr certificaciones. Por otro lado, el café de Colombia también participa en redes de comercio justo que apuntan a consumidores dispuestos a pagar un precio adicional que garantiza que el productor recibe un precio “justo” por su actividad (Kaplinsky y Fitter, 2004).16 Esto implica que el caso del café colombiano no está únicamente circunscripto a la Vía 2 de descomoditización, sino que presenta elementos (aunque con menor preponderancia) de la Vía 3. Históricamente la comercialización de café certificado se había desarrollado en baja escala. El crecimiento del comercio justo del café se dio como respuesta a una demanda que les brinda cada vez más importancia a los aspectos éticos vinculados con la producción de los bienes que consume. El proceso de auge del comercio justo de café comienza en los años 2000,17 cuando varias empresas transnacionales de venta de café incorporaron la adquisición de sus insumos a través de esta modalidad en respuesta a diversas presiones ejercidas por la sociedad civil. Este es el caso de

16 El sistema de Comercio Justo, en este caso, se basa en el establecimiento de un precio mínimo a cobrar por el productor y una prima social. El precio mínimo está destinado al productor para lograr una producción sostenible, mientras que la prima se encuentra destinada al desarrollo social de la comunidad productora (Locke et al., 2010). 17 Pese a que la definición de estándares se había iniciado hacia comienzos de la década de 1990.

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Starbucks, Procter & Gamble y Nestlé.18 A la vez, diversos supermercados incorporaron este tipo de productos y, en algunos casos, han desarrollado marcas propias con dicha certificación (Daviron y Vagneron, 2011). Colombia es el mayor productor de café comercializado bajo la modalidad de comercio justo e implica a más de 670.000 familias de agricultores, alrededor del 3 por ciento del total de las familias productoras de café del mundo. Para el período 2011-2012, una producción de casi 400.000 toneladas de café era certificable como comercio justo (casi un 5 por ciento del total de producción mundial), y de esa cantidad el 37 por ciento era también orgánica certificada. Las ventas de café a través del comercio justo reportadas para ese mismo período ascendieron a 134.100 toneladas (un equivalente al 1,6 por ciento del consumo mundial). Por otro lado, el precio mínimo fair trade alcanzó US$1,4 por libra de café arábica lavado y US$1,35 por libra de café arábica no lavado. Por su parte, la prima de comercio justo que las organizaciones de agricultores de café reportaron recibir se duplicó entre 2011 y 2012, debido al aumento que la misma experimentó pasando de US$0,10 a US$0,20 por libra de café, de los cuales US$0,05 deben ser utilizados para mejoramientos en la productividad y en la calidad del producto. →→ Caso 3 — La palta mexicana en el mercado de Estados Unidos México es el principal productor de palta a escala mundial. Produce 1,5 millones de toneladas por año en unas 150 mil hectáreas. Entre todos los productos agrícolas que México exporta, la palta es el segundo en generación de divisas, unos 1.500 millones de dólares en el año 2013.19 En 1998, cuando comienzan las exportaciones de palta mexicana a Estados Unidos, se produce un gran dinamismo de la cantidad exportada, que pasa de 71 mil toneladas en ese año a casi 500 mil en 2012.

18 No obstante, durante 2012 Starbucks compró mediante comercio justo certificado sólo el 8,1 por ciento de los granos de café, mientras que Nestlé sólo compró el 0,02 por ciento. Por lo que muchas veces estas compañías sólo montan fuertes campañas publicitarias respecto del consumo ético, pero no asumen un compromiso verdadero (Fridell, 2014). 19 Fuente: Diario El Financiero, 16/9/2014.

El caso de la palta mexicana es ilustrativo de un proceso por el cual un producto primario logra ampliar de una manera notable su desempeño económico (en términos de producción y exportación) y escapa así de la lógica de sobreproducción y caída de rentabilidad característica de la dinámica de este tipo de bienes. El punto de inflexión fue la apertura del mercado de Estados Unidos, que había estado cerrado para los productores mexicanos por más de ochenta años por motivos arancelarios y paraarancelarios. Pero la dinámica del caso trasciende el elemento de acceso al mercado. En este caso, el activo crítico se encuentra en la tradición cultural, en la forma milenaria en que los mexicanos consumen y producen la palta. De este modo, el proceso de descomoditización de este producto en el mercado estadounidense se presenta como un vínculo entre una nueva pauta de consumo (ligado a una tradición) y un producto primario que logra ser el fundamento material de ese proceso. El estado de Michoacán comenzó a exportar palta a Estados Unidos en 1997, cuando cuatro municipios obtuvieron su certificación gracias a cumplir con las normas fitosanitarias respecto de la plaga de barrenadores del hueso, principal barrera no arancelaria que impedía la comercialización (De la Tejera Hernández et al., 2012). Por su parte, el gobierno federal mexicano tuvo un papel más indirecto. Un hecho importante fueron las negociaciones en el marco del NAFTA, en1994, para que Estados Unidos levante las restricciones comerciales a la importación de palta. Desde el punto de vista productivo, el Gobierno Federal otorgó subsidios para cubrir parte de los costos necesarios para cumplir los estándares fitosanitarios. En 1997, el gobierno estableció requisitos legales en materia fitosanitaria para comercializar palta, basados en las regulaciones fitosanitarias de Estados Unidos para importar ese producto y también estableció un sistema de control en el que participan conjuntamente la Secretaría de Agricultura de ese país (Sagarpa) y la APEAM (Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de Michoacán). Es decir, el involucramiento del Estado mexicano en el proceso de descomoditización de la palta tuvo que ver con el plano regulatorio pero no directamente con el esfuerzo de posicionamiento del producto en el mercado de Estados Unidos.

Sin embargo, el despliegue del atributo de diferenciación ocurrió por medio de etapas. Una primera etapa de ese proceso consistió en llegar a ofrecer a los propios inmigrantes mexicanos que se hallaban en Estados Unidos el producto original. Mientras que la segunda etapa apuntó a que la forma tradicional en que ese producto se consume (como insumo principal del guacamole) logre convertirse en una opción para los propios consumidores de aquel país. En ambas etapas intervinieron una serie de elementos. Uno importante fue una declaración de la American Heart Association, que afirmó que la palta tiene “grasas mono y poliinsaturadas que cuando son comidas con moderación y son comidas en lugar de grasas saturadas trans, pueden ayudar a reducir los niveles de colesterol en sangre y reducir los riesgos de ataque cardíaco”. Esa declaración fue complementada con declaraciones de otras instituciones de salud en una dirección similar (Bosio, 2015). Además, hay que considerar que los mayores consumidores de palta en Estados Unidos son los hispanos y que los picos de consumo se producen los Cinco de Mayo (cuando se conmemora la Batalla de Puebla contra la invasión francesa en el año 1862) y el día del Super Bowl (último domingo de enero) (Centeno, 2005). Sin embargo, a lo largo de estos años se fueron desarrollando formas de consumo diferentes del guacamole: pura, en jugos, postres, entre otras. A su vez, varias cadenas de fast-food la incorporaron en sus productos (Bosio, 2015). En ese marco, puede ubicarse el mayor hito en la historia de la promoción de un producto primario en la televisión de Estados Unidos. Se trata de un comercial de la palta mexicana en la final del Super Bowl, el evento deportivo anual más visto en ese país (una audiencia estimada en 111 millones de personas). El guacamole se viene convirtiendo en acompañamiento preferido para los snacks de los espectadores del futbol americano. Y la campaña apunta a vincular ese producto elaborado con el producto primario mexicano. La campaña de marketing estuvo a cargo de la firma Avocados From México, una firma estadounidense que representa la alianza de las empresas que trabajan en ese país en la importación de palta y los empacadores mexicanos.20

20 Véase Alto Nivel, 30/01/2015.

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Por su parte, la MHAIA (Mexican Hass Avocado Importers Association), vinculada con la APEAM, jugó un rol fundamental en la promoción de la palta mexicana en Estados Unidos. Para ver el papel de la MHAIA hay que considerar un hecho fundamental en la organización de la industria de palta en ese país. Se trata de la aprobación, en octubre del año 2000, de la Hass Avocado Promotion, Research, and Information Act en la cual se creaba la Hass Avocado Promotion, Research, and Information Order. El programa obligaba a aportar 2,5 centavos de dólar por libra de palta Hass vendida en el mercado de Estados Unidos a un fondo manejado por la Hass Avocado Board (HAB), diseñado para aumentar la demanda de este producto en Estados Unidos. Así, esta asociación se constituyó en el principal inversor en promoción y publicidad de palta en Estados unidos. Entre 2008 y 2012 gastó 63,65 millones de dólares (Carman et al., 2013). De acuerdo con Arana Coronado et al. (2015), el actor más importante en todo este proceso fue la APEAM, debido a que solo los miembros de esta asociación están autorizados a exportar el producto a Estados Unidos. La APEAM representa los intereses de la industria mexicana frente a las autoridades de Estados Unidos y nuclea a 2290 productores y 26 empacadores. La APEAM cubre parte de los costos de inspección del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y del Servicio de Inspección de Salud Animal y Vegetal (APHIS) y también colecta información de mercado sobre precios, stocks y preferencias de consumo, y promueve el aguacate mexicano en el mercado de Estados Unidos. Esta asociación, al controlar el eslabón clave de la cadena productiva, se ubica en una posición muy favorable para apropiarse de la renta generada por el proceso de descomoditización.

Finalmente, la Vía 3 corresponde al principio de explotar económicamente procesos de producción y comercialización alternativos a los convencionales. Se trata de procesos que no tienen una ventaja específica de costos o de calidad. Su contribución radica en poner en juego modos de relación laboral, tecnologías de producción o canales de comercialización alternativos a los convencionales. Los atributos pueden ser de dos tipos diferentes. En un caso, se refieren al activo crítico del desarrollo de tecnologías de producción no industriales que les confieren a los productos un carácter “natural” o “ecológico”. El caso emblemático son los productos orgánicos. El segundo tipo refiere a los procesos de producción de tipo cooperativo, a procesos productivos respetuosos de la tradición y de la naturaleza, y a canales de comercialización diferentes de las grandes cadenas de comercialización minorista. El atributo, en este caso, tiene que ver con considerar al producto como sostén de una práctica “éticamente superior” y pone en juego una cualidad de “justicia” que se contrapone a la lógica dominante de la mayoría de los productos desplegados bajo una lógica industrial. El mecanismo de apropiación, en este caso, se vincula con los distintos tipos de certificación o con la participación en redes y/o canales de comercialización diferenciados de los productos convencionales. Como ejemplo de esta vía de descomoditización se tomaron los casos de la banana, que en Suiza es comercializada en gran medida bajo la modalidad de comercio justo, y el caso de la quinua real boliviana, que se produce de forma orgánica. →→ Caso 4 — Comercio justo de bananas en Suiza Para el análisis del proceso de descomoditización en relación con la Vía 3, se ha elegido tomar el caso de las bananas comercializadas bajo comercio justo en Suiza. Lo llamativo de este caso es la importante inserción de este producto en aquel mercado, donde una de cada dos bananas es vendida bajo esta modalidad. En este caso, el activo crítico de diferenciación se establece en base a lo que los consumidores consideran un proceso de producción y comercialización moralmente justo y aceptable. El comercio justo es definido como el esfuerzo por redefinir la actividad comercial en base a normas alternativas, de justicia, equidad, asociativismo y desarrollo sostenible, y que contrarresta así las

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prácticas predominantes basadas en el libre mercado y la competencia. El comercio en base a estos valores y normas supone mejores condiciones para los productores y trabajadores más marginados al tiempo que contribuye a asegurar su acceso a ciertos derechos (FINE, 2003). Así, la descomoditización surge cuando en la comercialización aparece la referencia al sujeto de la producción y su situación social o productiva. Es por ello que la participación en la red de certificación forma parte del activo crítico, en tanto permite la pertenencia formal al sistema y abre la puerta a los canales comerciales diferenciados. En este sentido, algunos de los estándares que deben cumplirse para participar en la red de certificación son los siguientes: Para los pequeños productores, los beneficios deben repartirse de manera igualitaria entre los miembros de la cooperativa o asociación y todos los miembros de la organización de productores tienen poder decisión y voto en la organización del grupo; en cambio, para las plantaciones, se debe formar un órgano mixto que incluya a trabajadores y a miembros del equipo gerente para decidir sobre el uso de la prima. No se debe utilizar la prima para cubrir gastos operativos sino para mejorar las condiciones de vida y de trabajo, el trabajo forzado y el trabajo infantil por debajo de los 15 años se encuentra prohibido, el trabajo de niños mayores de 15 años no debe interferir con su educación y no pueden realizar trabajo que dañe su salud, los trabajadores tienen derecho de establecer o unirse a un sindicato independiente, los salarios deben ser iguales o superiores a la media regional o al salario mínimo legal, y deben establecerse medidas de salud y seguridad para evitar accidentes laborales. A su vez, se presenta un criterio general de trazabilidad según el cual en cada caja del producto se debe indicar el centro y la fecha de embalaje, y la identificación individual del miembro de la Organización de Pequeños Productores. El despliegue del atributo en el consumidor se da mediante la referencia a las condiciones y la situación de quienes trabajan directamente en la producción (obreros o pequeños productores) del bien primario. El objetivo es dejar en claro que aquel producto se produjo en condiciones sociales y económicas aceptables. Es decir, que se apela a

la empatía del consumidor y su capacidad de pagar más, o preferir productos con estas características, al sensibilizarse con aquella referencia. En esta línea, el crecimiento del mercado de la banana fair trade en Suiza fue consecuencia de una campaña de sensibilización puesta en marcha luego de una fuerte caída en el precio del producto que ocasionó, posteriormente, el deterioro de las condiciones de vida de los productores. El mecanismo de apropiación de la renta se efectúa por medio de la utilización de sellos de pertenencia a sistemas certificados o estándares y/o a través de la utilización de referencias al “sujeto” del momento técnico-productivo de la producción social. El sello permite que los productores tengan garantizado un precio mínimo fair trade para cubrir sus costos de producción sostenible y una prima de comercio justo fair trade de US$1 por cada 18,14 kilo-caja de banana para invertir en proyectos en sus comunidades. El precio fair trade para las bananas es distinto para cada región, también se diferencia por producto orgánico y se basa en los “costos de la producción sostenible”. Suiza es el país que más productos de comercio justo compra. Anualmente, se gastan casi 52 dólares por habitante en productos del comercio justo. Entre estos, las bananas (junto con las flores) fueron los artículos más vendidos en Suiza el pasado año. Los consumidores suizos compraron casi 28.000 toneladas de bananas de comercio justo. A finales de 2013, 113 organizaciones de productores a lo largo de 11 países produjeron y vendieron bananas fair trade, incluyendo 63 organizaciones de pequeños productores y 50 plantaciones. La mayor parte de ellas se encuentran en Colombia, República Dominicana y Perú. En 2013, los productores invirtieron la mitad del premio FT en sus organizaciones, un 36 por ciento fue destinado a servicios directos a los productores y un 11 por ciento a proyectos y servicios comunitarios. →→ Caso 5 — Quinua orgánica de Bolivia Para el caso de la producción de quinua orgánica, el activo crítico se encuentra, por un lado, en el desarrollo de un producto orgánico (quinua blanca “real” orgánica) producido bajo determinados estándares que garantizan sus aspectos naturales y, por otro, en la ventaja comparativa dada por las condiciones de producción exclusivas que posee

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Bolivia en su altiplano. Nos referimos a las particulares condiciones climáticas, de radiación solar y altura de las zonas productoras que, junto con el sistema de manejo de cultivo, evitan de forma “natural” que este producto sea atacado por diversas plagas (Jacobsen, 2012). Así, las condiciones naturales de producción determinan la existencia de altas barreras a la entrada para productores de otras regiones que deseen dedicarse a la quinua orgánica. A su vez, la quinua real, tradicional en la zona del altiplano sur boliviano, es considerada la de mayor calidad en el mundo debido al tamaño de sus granos y a su color claro. Esta particularidad también dio lugar a que se inicie en 2002 un proceso de descomoditización, del tipo Vía 2, basado en la denominación de origen “Quinua Real”. La participación en la red de certificación es otra forma que toma el activo crítico, dado que para poder explotar comercialmente el carácter orgánico de un producto es necesaria la certificación de su proceso de producción.21 A su vez, la certificación cumple un rol importante en materia de apropiación de la renta de innovación. El despliegue del atributo en el consumidor se dio por medio de los importadores de los países de América del Norte y Europa, quienes se concentraron en difundir el espíritu natural y nutritivo del producto, reforzado a través de su condición de orgánico (Laguna et al., 2006). En un comienzo, la producción, industrialización y exportación de quinua, fomentada por los gobiernos locales y organismos multinacionales, se llevó adelante en sentido “productivista”, en pos de responder a la creciente demanda. Sin embargo, estos métodos resultaban contrarios al espíritu que había dado origen al proceso de valorización de la quinua. Por lo tanto, a partir de 1990 la demanda de quinua real de los países del Norte (Estados Unidos y Europa) cambió su requerimiento, y se tornó a partir de 1995 en Europa y de 1999 en Norteamérica casi exclusivamente orgánica. Por su parte, la Conferencia Mundial de la Federación Internacional de Movimientos Orgánicos (IFOAM), realizada en Viena en 1991, dio el puntapié 21 Esta condición también se aplica a la quinua real comercializada bajo la modalidad de comercio justo.

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inicial para la valorización de la producción orgánica en la región como alternativa al “modelo de desarrollo productivista y a las consecuencias que impactaban sobre la naturaleza y seguridad de los alimentos” (IICA, 2009). El reconocimiento internacional de la agricultura orgánica animó a los agricultores del altiplano a agruparse en cooperativas para intercambiar sus prácticas agrícolas y compartir los costos de certificación que se establecieron como el principal mecanismo de apropiación de la renta. En una primera instancia, las Organizaciones Económicas Campesinas (OECA) productoras de quinua, en particular CECAOT (Central de Cooperativas Agropecuarias Operación Tierra) y ANAPQUI (Asociación Nacional de Productores de Quinua), con el apoyo de organizaciones no gubernamentales de origen belga, contribuyeron a facilitar la comercialización de la quinua real. Las OECA accedieron rápidamente a los mercados externos de los países del Norte gracias a la acción de varios importadores, en particular de los históricos actores del comercio justo, que fomentaron su demanda. El modelo OECA convirtió a una parte de los campesinos organizados del Altiplano Sur en los actores más importantes de la cadena global de la quinua,22 ya que lograron competir con las pocas empresas existentes hasta el momento dedicadas al acopio, beneficiado y exportación. Así, lograron concentrar entre 1991 y 1999 gran parte de las exportaciones de quinua a Estados Unidos, Europa y Perú (Laguna et al., 2006). Sin embargo, hacia fines de la década de 1990 comenzó una caída en las exportaciones de quinua orgánica por parte de ANAPQUI y CECAOT, mientras crecía el poder de las empresas beneficiadoras/exportadoras de quinua de contrato sobre los productores que las proveían. Aunque contaban con un comprador seguro, los productores no lograban negociar el precio de venta de su producción al momento de firmar el contrato, y sólo obtenían la seguridad de una remuneración mayor al precio de mercado de quinua convencional.

Las tensiones existentes en ese momento se fundaron en el predominio de la estructura de mercado en la expansión de la quinua orgánica. El surgimiento de nuevas empresas privadas locales, así como de importadoras extranjeras, que introdujeron estructuras de contrato en el campo y la coordinación vertical entre empresas privadas locales y distribuidoras extranjeras, configuraron una cadena global de valor de quinua donde se impuso la coordinación mercantil e industrial en desmedro de los valores cívicos y domésticos, que inicialmente habían impulsado el nacimiento de la calidad orgánica y del comercio justo. Así, desde 2005 existe la Cámara Boliviana de Exportadores de Quinua y Productos Orgánicos (CABOLQUI), formada por once empresas líderes que concentran el 70 por ciento de la exportación boliviana de quinua. Según estimaciones recogidas en la región, hoy en día entre el 25 y el 40 por ciento de la producción de quinua real es comercializada como “orgánica”. Las importaciones de Europa y América del Norte son casi exclusivamente de este tipo de quinua (MDRyT y CONACOPROQ, 2009).

Cada una de estas vías, a su vez, presenta particularidades en relación conla unidad de análisis a la que se refiere el proceso de descomoditización. En el caso de la Vía 1, el foco del proceso es en sí mismo el producto y, por lo tanto, el actor que está por detrás de su desarrollo es una empresa que, a su vez, para llegar ese desarrollo, estuvo vinculado con diferentes actores del sistema de innovación. En referencia a la Vía 2, la unidad de análisis tiene que ver con el territorio y con los actores que operan en él. El producto, en todo caso, es un emergente de un tipo de vinculación que opera explotando las particularidades productivas del territorio. Finalmente, en la Vía 3, el elemento fundamental a considerar es la existencia de un proyecto alternativo de producción. Este proyecto puede estar impulsado por una empresa o conjunto de empresas (por ejemplo, en el caso de los productos orgánicos) pero también ser parte de un proyecto comunitario que opera en un territorio específico (como en el caso del comercio justo). En ambos casos, sin embargo, la unidad de análisis no es directamente ni la empresa ni el territorio, sino el proyecto mismo. En el Cuadro 1 se sintetizan las vías alternativas de descomoditización de bienes primarios y las dimensiones fundamentales de análisis.

Cuadro 1. Vías alternativas de descomoditización de bienes primarios Vía

Principio de descomoditización

Activo crítico

Atributos delproducto diferenciado

Mecanismo de apropiación

Unidad de análisis

1

Desarrollar nuevo producto

Diseño de producto (modificación genética animal y vegetal)

Nuevo Superior

Derechos de propiedad y activos complementarios

Producto

2

Explotar diferencias productivas existentes

Condiciones productivas naturales y culturales del territorio

Único Auténtico

Identificación geográfica, denominación de origen

Territorio

Explotar procesos alternativos

Tecnologías de producción, modos de relación laboral y canales de comercialización alternativos

Natural Ecológico

Certificación de orgánicos

Bueno Justo

Comercio justo

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Proyecto

22 Lo que les permitió apropiarse de una porción mayor de la renta. Esto se verifica después, en la década del 90, cuando sube el precio pagado al productor.

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En esta sección se abordan los lineamientos para el diseño de políticas de descomoditización de bienes primarios. En primer lugar, se consideran los elementos de ruptura del enfoque en relación con las políticas de innovación clásicas aplicadas al sector primario. En segundo término, se desarrollan los principales campos de actuación de la política, de acuerdo a las dimensiones fundamentales del esquema analítico presentado en la primera sección.

5.1. Bienes primarios y cambio estructural Existe una perspectiva clásica del cambio estructural, que tuvo su momento de auge en el período de posguerra, según la cual el sector industrial juega un papel estratégico en el desarrollo económico por su potencial para combinar la generación de retornos crecientes dinámicos con una absorción cada vez mayor de mano de obra al proceso productivo. En cambio, en el sector primario el progreso técnico sería menos intenso y su difusión implicaría expulsión de mano de obra. De este modo, en su perspectiva clásica, el cambio estructural consiste en un proceso de desprimarización de la economía, esto es, en un cambio en la composición de la estructura productiva impulsado por el crecimiento del sector industrial y en el que el sector primario va perdiendo su importancia relativa (Sztulwark y Girard, 2014). Sin embargo, y a la luz de las tendencias históricas que se presentan tanto por el lado de la demanda (nuevos patrones de consumo de creciente complejidad) como por el lado de la oferta (emergencia de nuevas tecnologías y formas de organización productiva que

permiten una creciente diferenciación de producto), el sector primario ha ido cambiando su papel en este modelo de cambio estructural. Estas tendencias históricas, a su vez, deben comprenderse en el marco de un proceso más amplio, el de la emergencia de un nuevo papel del conocimiento en el proceso de acumulación de capital a nivel global,23 pero asumen su especificidad en el caso de los bienes primarios. El principio que rige la dinámica de la economía mundial es la polarización entre aquellos territorios que logran desplegar una base de conocimiento que les permite obtener renta de innovación sobre productos diferenciados y aquellos territorios cuyo papel en la economía mundial se limita a la provisión de productos (o segmentos de ellos) con bajas barreras a la entrada. Este proceso no responde más a un lógica primario/ industrial, sino que opera dentro de estos sectores. El problema no radica en la naturaleza “primaria” de los bienes sino en la dinámica económica que se construye sobre ellos. En estas condiciones, ya no es posible equiparar mecánicamente un bien primario con un commodity. El punto de ruptura con el modelo clásico de cambio estructural está en que los procesos de comoditización y descomoditización (en el sentido de caída y creación de barreras a la entrada sobre las que se constituye una renta de innovación)24 son transversales al sistema productivo en su conjunto, no son propiedad exclusiva de un solo sector. Así como existen tendencias “comoditizantes” (de maduración de ciertas tecnolo23 Al respecto, véase Míguez y Sztulwark (2013). 24 Véase Kaplinsky (2006).

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gías y formas de organización sobre cuya base se despliegan formas regresivas de competencia) en algunos segmentos del sector industrial, también existen nuevas modalidades de descomoditización en los bienes primarios. El cambio estructural, en esta perspectiva, se presenta, ya no como desprimarización sino como proceso de descomoditización, esto es, como un cambio en la composición de la estructura productiva de un país, en el que gana terreno la producción de bienes y servicios diferenciados en detrimento de aquellos que operan en actividades con bajas barreras a la entrada. En este sentido, una política de cambio estructural tiene como función principal promover el desarrollo de capacidades para crear y apropiar rentas de innovación y de este modo evitar –aunque sea transitoriamente– las tendencias regresivas asociadas a los ciclos de recomoditización propios del capitalismo mundial. Este desplazamiento en el eje que articula el proceso de cambio estructural pone en primer plano dimensiones de análisis que, en el modelo previo, tenían un carácter más bien secundario. Como se presentó en la primera sección de este trabajo, estas dimensiones tienen que ver con el desarrollo de un activo crítico, con el despliegue de los atributos del producto diferenciado y con la apropiación de una renta de innovación. Cada una de estas dimensiones abre nuevos campos de actuación para la política pública.

5.2. Campos de actuación i. Desarrollo del activo crítico Si la renta de innovación es un rédito que surge por la explotación económica de un activo crítico, el desarrollo de ese activo tiene una dimensión fundamental en toda política de descomoditización. En efecto, ese activo crítico es la condición básica para la construcción de una renta de innovación. La política de desarrollo de un activo crítico en bienes primarios puede asumir diferentes modalidades de acuerdo al principio de descomoditización que se ponga en juego. Estas modalidades son: (i) La creación de un nuevo diseño de producto. El elemento fundamental a considerar a la hora de promover capacidades de diseño tiene que ver con el desarrollo de una infraestructura de formación e investigación en el campo específico de la

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producción que se busca promover. En términos tradicionales, se trata de fortalecer la capacidad de investigación y desarrollo de las instituciones que desarrollan nuevas variedades vegetales y procesos de mejora en genética animal por métodos convencionales. Pero también, y como campo de enorme dinamismo y potencialidad, todo lo que tiene que ver con la moderna biotecnología y sus aplicaciones para el desarrollo de nuevos productos modificados genéticamente. En este caso, el desarrollo del activo crítico tiene que ver con la base de conocimiento (en buena medida, externa a la firma) en el que se apoya toda tarea de diseño de productos de base biológica. (ii) Sobre las propiedades productivas del territorio. En este caso la función de la política es potenciar las capacidades productivas naturales y culturales específicas de un territorio. El despliegue de la política supone diferentes niveles de intervención, de acuerdo al grado en que ese potencial se encuentre latente o manifiesto. De este modo, el campo de actuación de la política incluye una abanico de posibles acciones que van desde (a) la identificación de las capacidades ocultas o inexploradas del territorio, lo que conlleva una tarea de reflexión sobre ese potencial productivo territorial, pasando por (b) el desarrollo o potenciación productiva de esas capacidades (lo que implica acciones directas de intervención en el territorio), hasta (c) el fortalecimiento, resguardo y/o protección de las capacidades y los recursos productivos existentes. Tratándose de bienes primarios, esta dimensión de conservación de los recursos adquiere un carácter particularmente relevante. (iii) Principios alternativos de producción. En este caso, como vimos previamente, el activo crítico refiere, por un lado, a los métodos de producción de bienes primarios que constituyen una opción a los procesos industriales convencionales. La política, en este sentido, consiste en la promoción de las tecnologías y métodos de producción, y en la promoción y/o fortalecimiento de los emprendimientos que optan por esta vía de descomoditización. En segundo lugar, lo alternativo tiene que ver con los valores sociales que se ponen en juego en el proceso de producción. El activo crítico alude a la puesta en práctica de principios éticos que gobiernan el proceso productivo y que constituyen un modo alternativo de construir relaciones sociales en el plano de la producción. La política, en este caso, consiste

en identificar, articular y fortalecer los proyectos comunitarios que trabajan en esta dirección. ii. El despliegue del atributo de diferenciación Como vimos en la primera sección, el activo crítico representa aquello que se “objetiva” en el producto, pero cuyo significado no está determinado de antemano. Cada activo provee un atributo al producto (por ejemplo, novedad, autenticidad, belleza, etc.) cuyo despliegue, a los ojos del consumidor, es una tarea a desarrollar. La descomoditización supone la construcción de un público, la formación de una opinión pública sobre los atributos del producto. Esta tarea de despliegue del atributo de diferenciación del producto es en sí misma una parte central del proceso de descomoditización y, como tal, es un elemento indispensable de la estrategia que desarrollan los actores que están por detrás de la obtención de una renta de innovación. El papel de la política pública, en este caso, consiste en asistir a los actores de este proceso en el diseño, la implementación y la mejora de esta función. Es una tarea específica a la que, desde los enfoques más convencionales de promoción productiva, no se le ha otorgado mucha relevancia, pero cuya efectividad puede ser decisiva para que el proceso de descomoditización no quede trunco. La efectividad de esta tarea depende, como vimos previamente, de la medida en que se construya una creencia acerca de la potencia del activo crítico para satisfacer una necesidad o un deseo. La magnitud y dinámica de la renta depende, entonces, de la intensidad de esa creencia y de su extensión en el público. De este modo, las políticas de esta etapa del proceso de descomoditización pueden dividirse en aquellas que tienen un carácter intensivo y las de tipo extensivo. Las políticas de carácter intensivo están vinculadas con las acciones orientadas a dotar de sentido al objeto de descomoditización. A mayor intensidad de la creencia, mayor será el sobreprecio que el consumidor esté dispuesto a pagar. El foco de la política debe estar dirigido a la (re)significación del atributo en orden a aumentar o sostener la intensidad de la creencia, entendiendo que, aunque puede existir cierto grado de inercia, la amenaza de obsolescencia siempre está presente. La viabilidad económica de una política intensiva tiene que ver con la relación entre el monto de la inversión en significación y el sobreprecio esperado que se pueda obtener por esta operación.

Si existe poco espacio para incrementar o crear sobreprecios a partir del despliegue del atributo diferenciado, la opción es la estrategia de carácter extensivo, de ampliación del público. Una vez construida la significación, la labor 0consiste en multiplicar el público al que le llega el mensaje. Es una tarea que implica fundamentalmente operar en el plano de la comunicación. Aunque puede existir un conflicto entre intensidad y extensión de la creencia en el caso en que la primera esté vinculada con la exclusividad del acceso al producto, en la mayoría de los casos ambas dimensiones se complementan. Una mayor extensión de mercado (la ampliación del público) conlleva un cambio del contexto en que se produce la operación de significación sobre los atributos del producto. Finalmente, la elección de una estrategia extensiva o intensiva (o la combinación de ambas) puede depender del tipo de producto y de las vías alternativas de descomoditización que se sigan. En el caso de la Vía 1, la construcción de un nuevo cultivo modificado genéticamente que confiere una nueva propiedad a los ojos del consumidor (como en el caso de las flores transgénicas) puede demandar una inversión que solo se justifica económicamente en la medida en que la intensidad de la creencia (por ejemplo, una valoración particular de las rosas azules) sea relativamente alta en una extensión de mercado que garantice su amortización. En el caso de la Vía 2, cuando es el territorio el objeto de la diferenciación, se trata en general de estrategias de nicho, donde lo fundamental es la intensidad y no tanto el tamaño del mercado. Finalmente, el caso de los productos orgánicos es el ejemplo característico de una baja intensidad con una alta extensión. En los productos de comercio justo, en cambio, se trata por lo general de casos de baja intensidad y baja extensión, aunque con una importancia creciente. iii. La apropiación de la renta Este tercer campo de actuación de las políticas de descomoditización de bienes primarios está vinculado con dos dimensiones que si bien están relacionadas es necesario diferenciar: (i) quiénes son los actores que se apropian de la renta de innovación y (ii) cuáles son los mecanismos para lograr esa apropiación. Las dos cuestiones tienen importantes implicancias para la política pública. En primer lugar, no todos los actores que participan del diseño, la producción y la comercialización de un bien

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primario descomoditizado tienen necesariamente la misma capacidad para apropiarse de la renta generada en el proceso. Hay actores que tienen una posición dominante y, por lo tanto, cuentan con la capacidad de controlar la distribución de la renta dentro de la cadena. El caso típico es el de la asimetría entre productores primarios y los agentes económicos que controlan la comercialización (y, en particular, los exportadores), esto es, el acceso físico y simbólico a los mercados en los que el producto efectivamente llega diferenciado. En el caso de las flores transgénicas, en cambio, el que está en una posición favorable para la apropiación de la renta es el actor que controla el activo crítico, el diseño del nuevo producto, y tiene la capacidad de desplegar el atributo de diferenciación en el mercado. La producción del bien (la reproducción agrícola de las semillas), en contraste, puede ser realizada por agricultores que tienen un papel activo en el proceso productivo pero no en el de descomoditización. Finalmente, en relación con las producciones primarias que operan bajo la lógica del comercio justo, por lo general son los mismos actores de una comunidad los que producen y comercializan el producto, y pagan por ello parte de la renta a los actores que logran posicionar el sello o la certificación de la práctica productiva. En este caso, lo que está en juego en términos de apropiación es el reparto interno en la comunidad de esos ingresos diferenciales por innovación. Es una dimensión eminentemente política. Sobre la base de estas situaciones muy diferentes, se abre un campo de incidencia pública en el reparto de la renta de innovación, actuando sobre las capacidades de apropiación de los actores involucrados en el proceso de descomoditización. Esto es, la política pública puede intervenir sobre la definición de ganadores y perdedores dentro de la cadena o del proyecto productivo. Una forma de hacerlo es sobre las capacidades de los actores en las tareas productivas vinculadas a la fuente de renta (el desarrollo del activo crítico y el despliegue del atributo), en tanto quien controla estas etapas está mejor preparado para apropiar. Pero una política también puede intervenir sobre el reparto de la renta incidiendo, por ejemplo, sobre los precios de los productos transados dentro de una cadena. En todo caso, el elemento fundamental a considerar es que la relevancia del problema de apropiación varía, de una manera considerable, según se trate de una experien-

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cia empresarial de alta tecnología, de una política que se propone promover las capacidades productivas en un territorio o de una experiencia comunitaria alternativa. En esos casos no se puede pensar en un principio general de intervención. El segundo elemento a considerar en relación con la dinámica de apropiación de la renta de innovación tiene que ver con los mecanismos de apropiación. En ese caso, la cuestión fundamental reside en que, una vez establecida la diferenciación del producto, pueden ser terceros agentes los que se apropien de esa renta. El problema, en este caso, no es de apropiabilidad vertical (entre distintos eslabones de la cadena) sino que asume una naturaleza horizontal, entre competidores de un mismo producto. El problema es cómo construir barreras a la entrada para evitar que terceros hagan uso gratuito de la innovación. Existen múltiples mecanismos orientados a garantizar la apropiación de la renta de innovación. Por un lado, están los mecanismos de tipo legal: son aquellos que confieren un derecho sobre la propiedad de una creación intelectual. Es el caso, por ejemplo, de las patentes sobre eventos biotecnológicos o de los Derechos de Obtentores de Variedades Vegetales (DOV), pero también de las Denominaciones de Origen, que vinculan un producto con un territorio específico. Además existen mecanismos de corte tecnológico que impiden que el conocimiento se difunda de una manera libre entre los consumidores o los competidores. Las técnicas de hibridación de plantas operan en esa dirección. También hay que considerar la existencia de activos complementario, como la capacidad de producción o de desarrollo de marca (Teece, 1986). Si el conocimiento no se puede proteger de manera directa, un mecanismo alternativo consiste en asociarlo con un activo en el que efectivamente se pueda ejercer el control. Las marcas de los productos y las certificaciones de orgánico o de comercio justo, actúan de este modo. Finalmente, están los mecanismos de hecho, que tiene que ver con la capacidad de comando que una firma líder tiene para imponer las reglas de funcionamiento dentro de una cadena. El poder de regular el acceso al activo crítico tiene que ver con la amenaza de exclusión de esa cadena (Sztulwark, 2012). El papel de la política, en este caso, consiste en asistir y proveer instrumentos a los actores para que puedan gestionar el proceso de apropiación de la renta.

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Conclusiones 6

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conclusiones

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Conclusiones 6

Con los elementos presentados hasta el momento, es posible realizar una primera reflexión de las implicancias que esta tendencia a la descomoditización abre para pensar la política de desarrollo del sector primario en Argentina. Los bienes primarios tienen características distintivas (altamente destacadas en la visión clásica del cambio estructural), pero las fuerzas económicas que determinan su potencial de descomoditización o recomoditización son generales de la dinámica global capitalista. Es este principio genérico el que puede aportar una nueva comprensión de cómo se construyen capacidades de innovación en el campo específico de los bienes primarios. No existe tampoco un modelo institucional único para promover políticas de descomoditización de bienes primarios. Pero sí algunos elementos a considerar a la hora del diseño de una política. Tanto en Argentina como en la mayoría de los países de la región, la lógica institucional de los esquemas de promoción productiva se encuentra en una transición entre un modelo clásico de corte sectorial (un Ministerio de Industria separado de un Ministerio de Agricultura, por ejemplo) y los modelos de promoción más recientes (típicamente, un Ministerio o Agencia de Ciencia y Tecnología de corte transversal), con un bajo nivel de articulación entre estas instancias. En este marco, coexisten distintas políticas de promoción productiva, con instrumentos que tienden a superponerse o a actuar con un bajo nivel de complementariedad. Lo que se verifica es un nivel de fragmentación institucional muy alto y un bajo nivel de coordinación estratégica. Una de las cuestiones fundamentales a considerar es que una política de

descomoditización exitosa requiere un diseño integral, esto es, una visión que contemple las tres etapas fundamentales de este proceso: el desarrollo del activo crítico, el despliegue del atributo y la apropiación de la renta. Sin una planificación integral y una coordinación en torno a su implementación, el proceso de descomoditización puede quedar trunco. Otro elemento se refiere a la particularidad de una política de creación de rentas, de promoción de bienes públicos que son apropiados por actores privados o públicos no estatales. Una política pública de este tipo debe contar con mecanismos institucionales específicos que garanticen compromisos de la parte beneficiada en relación con la reinversión de esa renta. No hay proceso de cambio estructural si la renta de innovación se orienta a la reproducción de rentas no innovadoras. Lo importante es cómo se retroalimentan las capacidades de diseño, de producción y de comercialización de bienes diferenciados. Nuevamente, las situaciones son muy diferentes si se trata de un gran emprendimiento de alta tecnología privada o de un proyecto comunitario alternativo, por ejemplo. Pero la tarea de planificar el ciclo completo de la renta es un requisito para que la iniciativa pública no derive en una mera transferencia de recursos sin impacto significativo sobre las capacidades productivas que se busca promover. Finalmente, las políticas de descomoditización de bienes primarios no son nuevas. En los hechos, hace muchos años que se vienen desplegando experiencias que se orientan en esta dirección. Proyectos que surgen del sector privado y reciben algún tipo de apoyo del sector público o iniciativas públicas en múltiples

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direcciones que, de una manera u otra, promueven procesos de este tipo. El problema, en la mayoría de los casos, reside en que estas políticas o iniciativas, por lo general, no se sustentan en un análisis sistemático sobre la naturaleza y dinámica del proceso de descomoditización de bienes primarios y, por lo tanto, la política falla en el plano de su propio diseño. En segundo lugar, buena parte de las experiencias que se han puesto en marcha no abordan la cuestión desde un punto de vista integral. Estos elementos limitan el impacto potencial de una política de esta naturaleza. En estas condiciones, un enfoque de políticas sobre descomoditización de bienes primarios puede significar una oportunidad para avanzar en el proceso de cambio estructural, siempre y cuando se logre articular las diferentes iniciativas de promoción productiva en el marco de una estrategia consistente con los nuevos fenómenos de estructura que surgen de las transformaciones del capitalismo mundial.

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