BOLETÍN DE “NOTICIAS Y COMUNICACIONES” Nº 264 – 19 de Marzo de 2020
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld http://horeb-foucauld.webs.com
San José: santo de los sin nombre, de los sinpoder y de los obreros Leonardo Boff Junto a los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que representan la inteligencia de la fe, pues son verdaderas teologías acerca de la figura de Jesús, existe una vasta literatura apócrifa (textos no reconocidos oficialmente) que llevan también, entre otros, el nombre de evangelio, como el Evangelio de Pedro, el Evangelio de María Magdalena y la Historia de José, el Carpintero, que vamos a comentar. No han sido aceptados oficialmente porque no se encuadraban en la ortodoxia dominante en los siglos II y III cuando surgió la mayoría de ellos. Obedecen a la lógica del imaginario y llenan el vacío de informaciones de los evangelios, especialmente acerca de la vida oculta de Jesús. Pero han sido de gran importancia para el arte, especialmente en el Renacimiento y en general en la cultura popular. La propia teología hoy, con nuevas hermenéuticas, los valora.
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Este apócrifo, La historia de José, el carpintero (edición de Vozes 1990), es rico en informaciones sobre Jesús y José. En realidad se trata de una larga narración que Jesús hace a los apóstoles sobre su padre José. Jesús la inicia así: «Ahora escuchad: voy a narraros la vida de mi padre José, el bendito anciano carpintero». Y Jesús cuenta que José era un carpintero, viudo, con 6 hijos, cuatro hombres (Santiago, José, Simón y Judas) y dos mujeres (Lisia y Lidia). «Ese José es mi padre según la carne, con quien se unió, como consorte, mi madre María». Narra la perturbación de José al encontrar a María embarazada sin su participación. Narra también el nacimiento de Jesús en Belén, la huida a Egipto y la vuelta a Galilea. Termina diciendo: «Mi padre José, el anciano bendito, siguió ejerciendo la profesión de carpintero y así con el trabajo de sus manos pudimos mantenernos. Nunca se podrá decir de él que comió su pan sin trabajar». Refiriéndose a sí mismo, Jesús dice: «Yo por mi parte llamaba a María ‘mi madre’ y a José ‘mi padre’. Les obedecía en todo lo que me ordenaban sin permitirme jamás replicarles una palabra. Al contrario, los trataba siempre con gran cariño». Continuando, Jesús cuenta que José se casó por primera vez cuando tenía 40 años. Estuvo casado 49 años hasta la muerte de la esposa. Tenía entonces por lo tanto 89 años. Estuvo un año viudo. Desde los esponsales con María hasta el nacimiento de Jesús habrían pasado 3 años. José tendría, 2
pues, 93 años. Estuvo casado con María 18 años. Sumando todo, habría muerto con 111 años. Después, con detalles, narra que su padre «perdió las ganas de comer y de beber; sintió que perdía la habilidad para desempeñar su oficio». Al acercarse la muerte, José se lamenta profiriendo once ayes. En ese momento Jesús entra en el aposento y se revela como gran consolador. Dice: «Salve, José, mi querido padre, anciano bondadoso y bendito». A lo que José responde: «Salve, mil veces, querido hijo. Al oír tu voz, mi alma recobró su tranquilidad». Enseguida, José recuerda momentos de su vida con María y con Jesús; hasta recuerda el hecho de «haberle tirado de la oreja y amonestado: ‘se prudente, hijo mío’» porque en la escuela hacía travesuras y provocaba al rabino. Jesús entonces les hace esta confidencia: «Cuando mi padre dijo estas palabras, no pude contener las lágrimas y empecé a llorar, viendo que la muerte se iba apoderando de él». «Yo, mis queridos apóstoles, me puse en su cabecera y mi madre a sus pies… durante mucho tiempo tomé sus manos y sus pies. Él me miraba, suplicando que no lo abandonásemos. Puse mi mano sobre su pecho y sentí que su alma ya había subido a su garganta para dejar el cuerpo». Viendo que la muerte tardaba en llegar, Jesús hizo una oración fuerte al Padre: «Padre mío misericordioso, Padre de la verdad, ojo que ve y oído que escucha, escúchame: Soy tu hijo querido; te pido por mi padre José, obra de tus manos… Sé misericordioso con el alma de mi padre José, cuando vaya a 3
reposar en tus manos, pues ese es el momento en que más necesita de tu misericordia». «Después él exhaló el espíritu y yo le besé; me eché sobre el cuerpo de mi padre José… cerré sus ojos, cerré su boca y me levanté para contemplarlo». José acababa de fallecer. En el entierro Jesús hace esta otra confidencia a los apóstoles: “no me contuve y me eché sobre su cuerpo y lloré largamente”. Termina haciendo un balance de la vida de su padre José: “Su vida fue de 111 años. Al cabo de tanto tiempo no tenía ni un solo diente cariado y su vista no se había debilitado. Toda su apariencia era semejante a la de un niño. Nunca sufrió una indisposición física. Trabajó continuamente en su oficio de carpintero hasta el día en que le sobrevino la enfermedad que lo llevaría a la sepultura”. Al terminar su relato, Jesús deja el siguiente mandato: “Cuando seáis revestidos de mi fuerza y recibáis el Espíritu Paráclito y seáis enviados a predicar el evangelio, predicad también sobre mi querido padre José”. El libro que escribí sobre San José, tras 20 años de investigación, quiere responder a este mandato de Jesús. A decir verdad, José permaneció casi olvidado por la Iglesia oficial. Pero el pueblo guardó su memoria, poniendo el nombre de José a sus hijos e hijas, a ciudades, calles y escuelas. Él es el símbolo de los sin nombre, de los sin poder, de los obreros y de la Iglesia de los anónimos. 4
Ernesto Cardenal. La dimensión contemplativa y política del Evangelio. Carlos Ruiz El pasado domingo 01 de marzo murió en Nicaragua a la edad de 95 años el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, hombre profundamente contemplativo y a la vez comprometido con la política como instrumento para la construcción de la justicia social y el bien común, ambas exigencias fundamentales del Evangelio de Jesús de Nazaret. En estos días mucho se ha hablado del poeta y escritor, pero muy poco se ha presentado al místico y al contemplativo en la acción. Y es que el padre Cardenal sintió desde muy joven el llamado a la vida contemplativa por eso a finales de los años 50 entró en el monasterio trapense en Kentucky donde hizo gran amistad con su maestro
de
novicios,
el
conocido
Thomas
Merton...
Regresado a Nicaragua continuó su ideal contemplativo como experiencia de la presencia de Dios en su vida y en la de sus hermanos más humildes. En sus palabras: "Llegué con otros dos compañeros
a
Solentiname
para
fundar
allí
una
pequeña
comunidad contemplativa. Contemplación quiere decir unión con Dios. Pronto nos dimos cuenta que esa unión con Dios nos llevaba en primer lugar a la unión con los campesinos, muy pobres y abandonados, que vivían dispersos en las riberas del archipiélago. La contemplación también nos llevó después a un compromiso 5
político: la contemplación nos llevó a la justicia y así tenía que ser, si no, hubiera sido falsa. Mi antiguo maestro de novicios Thomas Merton, inspirador y director espiritual de esa fundación, me había dicho que en América Latina el contemplativo no podía estar ajeno a las luchas políticas. Ya en su ancianidad su asistente señalaba que el padre Ernesto llevaba una vida de soledad, oración y silencio combinada con la austeridad cotidiana. "Él ama su soledad e independencia sobre todas las cosas. El poeta vive solo en su casa en Los Robles y a sus 93 años no ha parado de escribir. Se levanta todos los días a las tres de la mañana a realizar sus oraciones. Vive como si estuviera en el monasterio trapense de Gethsemani: entregado a la contemplación. Solo algo cambió de su vestuario: dejó sus sandalias por Crocs y fue
porque
Luz
Marina
lo
convenció:
una
tarea
difícil."
El importante legado que nos deja este hombre de Dios es que para ser verdaderamente cristiano, fiel discípulo del Resucitado hay que asumir desde la fe, la opción por la justicia y los más pobres de la tierra, la opción por la buena nueva del reino de Dios, que no es más que la presencia del amor en la humanidad. Ernesto Cardenal fue signo visible de esa presencia, ya que como decía su maestro Thomas Merton sólo el amor es la fuerza que nos permite ir adelante. Es en la experiencia contemplativa donde se bebe del amor como realidad esencial.
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