LA COMUNIDAD ECUMÉNICA HOREB CARLOS DE FOUCAULD Monasterio invisible en la comunión de los santos con vocación ecuménica
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La Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld, que es una unión espiritual de personas, (Monasterio invisible en la comunión de los santos con vocación ecuménica), que ya vivan solas o casadas, sean religiosos o religiosas, sacerdotes u obispos, a lo largo y ancho del mundo, bajo el espíritu del Directorio de Charles de Foucauld, hacen el compromiso ecuménico de pedir todos los días por la unión de los cristianos y que las Iglesias, las Religiones y las Naciones se dejen conducir por el Espíritu de Jesús, el Cristo. Fue fundada, como lugar físico de «acogida y oración» en 1978, por José Luis Vázquez Borau, en el Poblado de San Francisco de Huercal-Overa (Almería) y funcionó así hasta 1982. En Pentecostés del año 2006 ha recibido un nuevo impulso que ha hecho que se vayan formando Fraternidades Horeb por todo el mundo. Fue reconocida «ad experimentum» como Asociación privada de fieles, el 19 de junio de 2014, por el Cardenal de Barcelona Mons. Luis Martínez Sistach y el 20 de junio de 2018 el Cardenal Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona, firmó el decreto de constitución definitiva de la misma como asociación privada de fieles. En la actualidad hay presencia de la CEHCF en catorce países del mundo.
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INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven Espíritu de Jesús! Ven a los que tienen un corazón de pobre, de niño y de poeta! Danos tu luz y tu consuelo. Ven a lo más profundo de nuestro ser y sana nuestro corazón enfermo. Danos la fuerza para caminar tras tu sendero. Sendero estrecho de amor y de servicio; de lucha por la verdad y compromiso que nos conduce a la VIDA. Amen.
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ÍNDICE PRESENTACIÓN ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 5 I. REGLA DE VIDA
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 19
II. PILARES DE LA COMUNIDAD ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 27 1. Carlos de Foucauld
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 28
2. Estanislao Llopart
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 35
3. Teresa de Lisieux
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 52
4. Hermano Roger de Taizé ... ... ... ... ... ... ... ... ...
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Oración del Horeb ……………………………………………………
Pág. 70
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PRESENTACIÓN Corría el año 1962, teniendo entonces dieciséis años, cuando Pedro Vilaplana Puntí, que más tarde fundó la Comunidad de Jesús Padre Foucauld, me regaló un libro que ha marcado para siempre mi vida. Este libro era el
Itinerario
Espiritual de Carlos de Foucauld, de Jean François Six, publicado por la Editorial Herder.
Cinco años más tarde (1967), en plena juventud y ya concluido el Concilio Vaticano II, conocí, gracias a un amigo, al ermitaño de Montserrat, el benedictino Estanislao Llopart. Su ermita, La Santa Cruz, estaba situada en la montaña por encima del monasterio. El impacto que me causó el ermitaño fue extraordinario. Era un hombre hecho bondad, que a partir de aquel momento se convirtió durante unos años en mi padre espiritual. Para que se entienda lo que quiero decir, pasado un tiempo largo de nuestra relación, un día le dije al ermitaño que al principio de conocerlo me surgían unas ganas inmensas de abofetearlo, pues su presencia bondadosa y sencilla me desataba mis demonios. Su respuesta fue decirme: “porqué no lo hiciste”.
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Dios habló en el Sinaí. Habló con Moisés cara a cara, como un hombre suele hablar con su amigo. Dios podía haber hablado en otra parte. Sin embargo escogió el desierto. Así, en la tradición judeo-cristiana, el lugar donde Dios habla se llama desierto. Por eso Jesús va al desierto cuando se retira a un lugar solitario para orar al Padre, o cuando sube a la montaña de Galilea (Tabor). Pero no se trata del desierto físico con su arena y sus rocas. El desierto existe dondequiera que uno ora y escucha la Palabra de Dios en lo más profundo de su corazón. Es por esto que cada cual tiene que encontrar su "propio desierto", ya sea en plena ciudad, en la cárcel, en el hospital o en los sufrimientos corrientes de la vida ordinaria. La Biblia nos dice que Dios se apareció a Moisés en el fuego que ardía en una zarza sin consumirla. Y que le habló desde allí. No hemos de imaginarnos a Moisés viendo a Dios con sus ojos ni oyéndolo con sus oídos. Es una manera de decirnos que Moisés, durante una visión o un éxtasis, sintió en el fondo de su corazón una presencia de Dios que le hizo ciertas confidencias y le encargó una misión. Y esto se le impuso con una evidencia deslumbradora, fulgurante.
Como se puede comprender la figura de Carlos de Foucauld me quedó matizada por la figura del padre Estanislao, el ermitaño de Montserrat.
Ermita de la Santa Cruz en Montserrat
René Voillame y las Fraternidades del Desierto El hermano René, inspirador de las Fraternidades Foucauld, en su libro Por los caminos del mundo, Marova, Madrid 1973, 296-299 era partidario de las Fraternidades
del
Desierto
justificándolo
de
la
siguiente manera: “El padre Foucauld redactó sus primeras reglas, la de los Hermanos de Jesús, en 1896, y la de los Hermanos del Sagrado Corazón (1899) refiriéndose a un concepto de la vida de Nazaret muy separada y silenciosa. Este concepto respondía a una necesidad sentida por él durante ese periodo de oración solitaria que fue su vida en la Trapa y en el Convento de las Clarisas de Nazaret. Aún cuando la vida de sus hermanos haya sido concebida por él con arreglo al tipo clásico de una 6
vida comunitaria, en el fondo desea que vivan como solitarios; de ahí el nombre de Eremitas del sagrado Corazón con que les llamó algún tiempo: “Se consideran como solitarios, aún viviendo juntos, a causa del gran recogimiento en el que transcurre su vida”. Más tarde, en Beni-Abbés y en Tamanrasset, cuando el hermano Carlos de Jesús tenga a la vista realizar la vida de Nazaret viviendo en íntimo contacto con las gentes del país, buscará la soledad con intervalos, bien sea en sus ermitas, bien sea en el curso de sus viajes a través del desierto. Las Fraternidades del desierto parecen responder, por tanto, a una doble necesidad de los hermanos: la de una iniciación progresiva a la oración contemplativa dentro del marco de una vida de Nazaret más solitaria; y la de una vida de adoración y de intercesión, cuya intensidad requiere como de sí misma lo absoluto del desierto... Es, sobre todo, en estas fraternidades en donde son llamados a vivir los hermanos que, por su vocación, pidan orientar su vida hacia una oración solitaria más apremiante. Las fraternidades de desierto, están, por tanto, estrechamente asociadas a las otras fraternidades dentro de la realización de una vocación única.
El descubrimiento de una realidad formidable Pasados algunos años (1973), cuando era miembro de la Fraternidad de Hermanitos del Evangelio del padre Foucauld, descubro una realidad
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extraordinaria, como si el tiempo de san Francisco en la Umbría italiana se trasladase al día de hoy: En un Quien recibe una revelación de Dios, el que ha conocido algo del mundo de Dios, no podrá nunca comunicárselo a los demás tal como le gustaría hacerlo. Pero lo cierto es que Moisés se dejó atrapar por Dios y su vida se vio desconcertada por Él. Como el fuego, Dios irrumpe en Moisés como algo que le quema por dentro, pero sin consumirle, ya que no le quita la libertad ni suprime su personalidad. En la vida mística de Moisés, la amistad con Dios tiene un carácter central:"Y Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como se habla entre amigos"(Ex 33,11) La intimidad de Moisés con Dios es absolutamente real. Se queja a Dios, discute con él, le manifiesta sus frustraciones, intercede por el pueblo... Sólo los amigos íntimos hablan de esta manera. Si Moisés vio a Dios cara a cara, pero en la oscuridad. Lo vio a través de la fe. Por la fe nos encontramos con Dios cara a cara. La fe es visión oscura de Dios. Así como el murciélago queda cegado por la intensa luz del sol, así nosotros quedamos cegados por la intensa luz de Dios.
antiguo monasterio franciscano a las afueras de Spello, pueblo a 14 km de Asís, los Hermanos, inspirados
por
Carlo
Carretto,
abrieron
una
Fraternidad de acogida y oración, que también en la actualidad atrae a familias y personas que quieren hacer un “tiempo de desierto” en la misma Fraternidad o en las ermitas que, como palomares, se expanden por las laderas de las montañas que rodean Spello. Transcribo aquí un fragmento del Diario (Noviembre 1968) del propio Carretto: “Escribo este diario desde la ermita de san Francisco, la más elevada, donde se pueden ver las siete ermitas que forman la “Tebaida” de la pequeña fraternidad de oración de Spello. Siete ermitas parecen mucho, pero ahora no son demasiadas, teniendo en cuenta la vida de la fraternidad de Spello: las necesidades de los novicios y las demandas de los amigos. Se puede decir que están abiertos desde Semana Santa hasta el final del otoño, pero me gustaría hablar un poco de cada una. Como ya he dicho, la más alta es la de san Francisco, es la última. Se utilizó por primera vez con motivo del mes de desierto de un hermano que quería vivir un retiro solitario en lo alto de la montaña, realizando un trabajo.
Le
hemos
dada
entregándole un establo
esta
satisfacción
antiguo, en un lugar
apartado, que había tenido ya algunos arreglos.
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La inteligencia espiritual, iluminada por el don de la fe va más allá de lo que ve con los ojos, más allá de lo que ve con la imaginación, más allá de toda comprensión y razonamiento, hasta ver a Dios en oscuridad. Elías huye como un cobarde ante la persecución de la reina Jezabel, en medio de su acción profética. Va hacia el Sinaí, como atraído por Dios a un misterioso encuentro, pero sólo después de haber atravesado la "noche oscura" de los místicos. En su marcha hacia el desierto, Elías conoce la tentación de las personas a quienes Dios ha encargado una misión importante: la tentación del desánimo. Acaba de huir de las amenazas de una mujer que adora los ídolos, él que pretende conducir a Israel hacia el Dios verdadero. Su vida ya no tiene ningún sentido. Se acuesta y se duerme profundamente con el deseo de no volver a ver el día. Si Dios cree conveniente que el hombre toque fondo de su miseria, no por eso lo abandona. En medio del desierto, aplastado por el hambre y la sed, Elías se siente sacudido de su letargo por una mano desconocida que lo libra de la muerte fatal, ofreciéndole una hogaza de pan y una vasija de agua.
Cuando ha bajado después de cuarenta días había transformado por completo el lugar y, sobre todo, había creado una capilla que es, creo, la más bella de todas las ermitas. La ermita de san Francisco es sin duda la más adecuada para largas estancias y está disponible para los hermanos que hacen un mes de desierto. Desde allí, mirando hacia Spello se abre un claro con una pequeña plataforma en el centro donde se encuentra san Elías, ermita que ha acogido ya a varios hermanos e incluso el ministro de la Marina, un amigo e la Fraternidad. Situado en las faldas del Subasio también, era un viejo edificio abandonado. Al principio, no estaba todavía arreglado y había que soportar grandes dificultades para defenderse contra el frío y el viento. Ahora está todo en orden: puertas, ventanas, chimenea para los días fríos. La capilla ha sido habilitada. Cerca, a unos 400 metros, se sitúa la ermita de san Elíseo, una casa donde se guardaba las aceitunas. Se encuentra en medio de un olivar que
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Elías, el precursor de los contemplativos, sabe que Aquello pudo recordar a Dios habla y se comunica Elías los desvelos de Dios en los del porlasuintimidad pueblo ade través corazones. Tras elde la desierto después huracán desencadenado, salida de Egipto, que viene el murmullo de unaen encontró en su camino, brisa ligera. Llega la hora los momentos difíciles, el de las para confidencias, como mana sustentarse y en el Paraíso Terrenal el agua de la roca. Comió Dios se acercaba a Adán y bebió. Sustentado por yaquel Eva alimento en la brisa de la reanudó su tarde para visitarlos. marcha. Elías recibe, en el interior El Sinaí representaba para de su corazón, nuevo los hebreos como el ánimo sudel hábitatpara más realizar auténtico misión y regresar a su verdadero Dios, Yahvé. El país. se manifestó en Sinaí Dios era superior al Arca el Sinaí a Moisés y luego de la Alianza, escabel a Elías.de Selaimpone unade portátil presencia comparación con el Dios, y al Templo de episodio deconstruido la Jerusalén, para "Transfiguración" de que guardarla. nos Elíashablan escalalos lasevangelios: faldas de Aquél día Jesús llevó la montaña y entra en a Pedro, Santiago y a aquellos "huecos de Juan a una montaña. piedra" en dondeLos la tres discípulos son tradición decía que se testigos de una teofanía: había escondido Moisés la gloria divina que mientras pasaba la había "gloria en a de Jesús Dios". se Se manifiesta repite sus ojos y lo ven rodeado entonces una teofanía, o de Moisés y Elías. ¿Por manifestación divina, qué ellos? Porque son los semejante a entonces, dos personajes célebres desencadenándose la de la antigua alianza a los tempestad y temblando la que Dios manifestó su tierra. Es el signo exterior gloria Moisés de quedivina: Dios es el creador concluyó la alianza, Elías del mundo y dueño de las la restauró. Su presencia fuerzas cósmicas. Pero, al de Jesús que porlado impresionado demuestra que acurrucado la nueva estuviera Elías alianza entre Dios la en el agujero de la ypiedra, humanidad que Jesús va comprende que Dios no a establecer con su en los está en el huracán, sangre, el Reinado de de rayos ni en el temblor Dios Él Dios inaugura, tierra,que pues es unson ser la prolongación y la distinto a su creación y no expansión de la nueva ha de confundirse con alianza. ella.
protege del viento del Subasio. Es una ermita “seria”, de hecho, siempre se manda allí a los canónigos y monseñores que quieren experimentar el gozo de la soledad. Frente y más bajo se encuentra la ermita “P. de Foucauld”, frecuentada sobre todo por los novicios de la fraternidad. Tiene la ventaja de estar en los viñedos,
con
abundancia
de
uvas,
higos
y
melocotones. Un hermano hizo allí su mes de desierto. La ermita de santa Teresa se encuentra saliendo del noviciado. Es un edificio más grande con una espléndida vista sobre Foligno. Esta ermita se utiliza para los retiros de fraternidad durante el noviciado. De hecho, se puede ir en grupos de cuatro.
La sexta ermita, san Giovanni, es un tanto especial. Fue pensada para permitir a jóvenes casados hacer retiro siendo muy solicitada. Este año vino una pareja en crisis a punto de divorciarse, cuando regresaron habían hecho de nuevo la paz. Una buena revisión de vida y el clima de oración le habían permitido reconocer y aceptar sus errores.
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La última ermita es la de Nuestra Señora de la Providencia, se encuentro a 7 km de Spello en el camino que va de Collepino a san Giovanni. Es la ermita de los grupos. Es un poco una contradicción y es por tanto una respuesta a un gran problema. Me explico: la fraternidad de Spello, a pesar de su deseo de silencio, tiene un gran número de visitantes, de jóvenes, de sacerdotes que quieren venir a convivir con nosotros en un clima de unos días de retiro y oración prolongada...”
El impacto de Taizé La visita a la Comunidad de Taizé y el encuentro con el hermano Roger a finales de los años 70 tuvo también un significado personal: El gozo de proclamar a Jesús Resucitado y la oración por la unión de los hermanos separados. Transcribo el testimonio del filósofo personalista, amigo de la Comunidad, Paul Ricoeur:
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Los solitarios antiguos conocían muy bien las de En los primeros siglos Escrituras. nuestra eraDescubrieron algunos en estas el gran tema del cristianos se desierto, que un internaban enocupa la soledad puesto central en la del desierto para luchar historiatodo y entipo la misma contra de formación del pueblo seducciones y escogido. de San participar la victoria de Jerónimo (347-419) Cristo. Hoy se necesitan escribió vidahagan de losel personaslaque anacoretas Pablo viaje hacia el desierto Hilario y Malcus. Delos Pablo interior, atraviesen nos dice que fue el yo primer abismos del propio ermitaño. Si esto fue para experimentar la realmente éste fue al victoria de así, Cristo y, a desierto motivado por la través de la propia persecución abran de Decio, experiencia, el si bien después eligió camino a los demás. Esto permanecer Los significa que allí. cada uno, en Padres de laque Iglesia el contexto le ha coinciden enencuentre afirmar que tocado vivir, el verdadero fundador sentido positivo a la del monacato fue el Señor soledad, el silencio, el Jesús,interior, Elías, Eliseo, vacío el Juan Bautista otras sufrimiento y lay pobreza. grandes figurasendel Esto significa, Antiguo Testamento; lenguaje paradójico, que así como vivir el monacato sepamos en la judío, representado ausencia del Dios por el monasterio presente, o esenio en la de Qumrán. Pero el presencia del Dios monacato cristiano ausente, soportandosurge la de la doctrina y del noche oscura interior. ejemplo deseCristo, quien, Y, ¿cómo realiza este antesinterior de iniciar su las vida viaje hacia pública, se retiró profundidades delalser? desierto, por las El caminopasando de descenso a pruebas de las las profundidades de tentaciones. nuestro ser yBuscó salida la al soledad dede losnuestros montes encuentro para orar aes sucíclico Padreyya hermanos practicó el más absoluto la vez progresivo, hasta desprendimiento de los que veamos a Dios ´cara bienes este mundo. a cara´.de Por esto no hay Modelo sublime de auténtica mística sin ética, virginidad, de renuncia, ni ética verdadera sin de obediencia a la voluntad mística, ni verdadera del Padre. San religión sin Para mística ni Basilio, es aquel ética. Y monje todo esto lo vive la que "realiza la divina persona santa en el aquí y vocación imitar ade ahora del de presente Jesús" Dios.
“¿Qué es lo qué vengo a buscar en Taizé? Diría que una clase de experiencia de aquello en lo que creo más
profundamente.
Es
decir,
aquello
que
generalmente se denomina religión y que tiene que ver con la bondad. Esto está un poco olvidado en algunas tradiciones del cristianismo. Quiero decir que hay
una
cierta
estrechez
de
miras
sobre
la
culpabilidad y el mal. No es que subestime el problema, porque esto me ha ocupado durante las últimas décadas. Pero lo que necesito verificar, de alguna manera, es que por muy radical que sea el mal, este no será nunca tan profundo como la bondad. Y si la religión, las religiones, tienen un sentido, es el de liberar el fondo de bondad de los seres humanos, ir a su búsqueda, allí donde está totalmente enterrado. Ahora bien, aquí en Taizé veo irrupciones de bondad en la fraternidad entre los hermanos, en su hospitalidad tranquila, discreta, y en la oración, donde veo a miles de jóvenes que no tienen ni una articulación conceptual del bien y del mal, ni de Dios, ni de la gracia ni de Jesucristo, pero que
tienen
una
inclinación,
un
movimiento
fundamental hacia la bondad. Estamos abrumados por los discursos, por las polémicas, por el asalto de lo virtual. Actualmente existe una zona opaca, y debemos liberar la certeza que surge de lo más profundo y anunciarla: la bondad es más profunda que el mal más profundo. Y no sólo tenemos que sentirlo, sino que tenemos que darle un lenguaje. Y el lenguaje de Taizé no es la filosofía, tampoco el de la teología, sino el lenguaje de la liturgia. Y para mí, la liturgia no es simplemente una
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acción, un pensamiento. Conocemos la bondad a través de las personas que han sido "buenas" con nosotros. Pero la bondad tiene otros lenguajes: unas melodías, unos colores, un ritmo, un ambiente. A través de ellos intuimos que, a pesar de todo, la persona puede romper la cadena de la acción-reacción. En toda persona humana habita un misterio, el Misterio. Un fondo, infinito, de bondad”.
Teresa de Lisieux un faro espiritual de nuestro tiempo
La acción espiritual que ejerció y continúa realizando la pequeña Teresa es formidable. Con su sencillez espiritual nos enseña como abandonarnos en los brazos del Padre-Amor con toda simplicidad. Y como desde “el desierto”, desde la clausura, se puede ser misionera, como la misma Iglesia la ha proclamado Patrona de las Misiones. Ella misma se queda sorprendida con su descubrimiento: « ¡Al fin he hallado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor! Sí, hallé el lugar que me corresponde en el seno de la Iglesia, lugar, ¡oh Dios mío!, que me habéis señalado Vos mismo; en el corazón de mi madre la Iglesia seré yo el amor... Así lo seré todo, así se realizarán mis anhelos» (Manuscritos, cap. XI).
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En la conciencia de Israel, subir al monte Sinaí, también llamado Horeb, fue un suceso incluso mayor que la creación del mundo. Moisés sube al monte en el que Dios le ha dado cita, para conversar en soledad como amigos y recibir una fuerza prodigiosa que es la vocación divina. Orar es ponerse en comunión con Dios, para estar en su presencia, que nos penetra y rodea como el aire que respiramos. “Es pensar en Dios amándolo”, como decía Carlos de Foucauld; es, en definitiva, en palabras de santa Teresa de Ávila, “un trato de amistad a solas con quien sabemos que nos ama”. Esta relación puede crecer y desarrollarse desde las tentativas más incipientes hasta la intimidad más profunda, vivida en la oración continua del auténtico peregrino. En la aventura de la vida, no todos vamos por el mismo camino, pero todos estamos llamados a realizar el mismo viaje. Y, tarde o temprano, si no nos detenemos, encontraremos los mismos obstáculos. Nuestro Guía sabe lo que más nos conviene cuando el camino se vuelve oscuro y penoso, pues este viaje lo emprendemos en la fe y no en la visión.
Una nueva realidad como signo de nuestro tiempo
Los eremitas de hoy viven también en la ciudad. Su número crece cada día. Buscan el silencio y la discreción. En realidad, el mayor número de los ermitaños/as actuales es "metropolitano". La gran ciudad es el verdadero sitio de la soledad, del anonimato, del combate silencioso contra los nuevos demonios. La mayoría tiene entre cincuenta y sesenta años, y son rarísimos los que están por debajo de los treinta. Todos los maestros de la vida espiritual han enseñado siempre que una vocación así distingue a una élite de hombres y de mujeres particularmente experimentados. De hecho, en el eremitorio no se tiene el apoyo de una comunidad fraterna; la soledad y el silencio constantes son un gozo sólo para quien realmente ha sido llamado; ni siquiera se cuenta con un hábito o un distintivo. No sólo la obligada pobreza se convierte muchas veces en miseria, sobre todo 14
Carlos de Foucauld y los que más tarde emprenderán la ruta tras sus huellas, pretenden escuchar la “brisa ligera de Dios” ocultos en el corazón del mundo. El libro del Deuteronomio define el desierto como “yermo grande y terrible, lugar de serpientes venenosas y escorpiones, tierra de sed y sin agua”, a través del cual fue conducido Israel, el pueblo elegido, antes de entrar en la tierra prometida, a fin de ser en él probado, “para humillarte y ponerte a prueba y después hacerte feliz”. Según la concepción bíblica, el desierto es un típico itinerario espiritual que recorren Abrahán, Moisés, Elías, Juan Bautista, el propio Cristo, todo cristiano, el Israel de todos los tiempos, el eremita de nuestros días, desde San Antonio hasta Carlos de Foucauld. El objetivo del hermano Carlos fue el de hacer comprender, a través de su disponibilidad, su amistad y su fraternidad, el amor de Dios por sus hijos, sobre todo a los más abandonados. De amigo se convierte en hermano; de francés colonizador, en miembro real de las poblaciones tuareg.
para quienes han encontrado en la ciudad su "desierto", dado que el anacoreta buscará huir de toda "dispersión", y por tanto, de los trabajos en fábricas u oficinas, con lo que vivirá de las pequeñas cosas que pueda hacer dentro de sus modestísimas cuatro paredes. Aunque la mayoría son laicos, también son numerosos aquellos sacerdotes, frailes o monjas que llegan a la vida eremita tras muchos años en comunidades tradicionales. Son los más afortunados, pues una vez que se les concede el permiso para dar el paso a esta nueva forma de vida, suelen tener la ayuda de la familia religiosa de la que provienen.
La sencilla regla que los eremitas se dan y que si quieren pueden someterla a la aprobación del obispo, prevé, sobre todo, horas de oración, de lectura espiritual, de meditación. Prevé vigilias, ayunos, penitencias, renuncias. En los
ermitaños/as hay un
rechazo radical de la lógica mundana, para la cual sólo la acción, la política, el compromiso social, las inversiones económicas pueden cambiar el mundo para mejor. Ellos, por su parte, responden a una llamada que les ha hecho comprender hasta el final que sólo quien entrega su vida la salva, y que el modo más eficaz de amar y de ayudar es el de sepultarse
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Carlos de Foucauld es impulsado a vivir en el desierto del Sahara, entre gentes sedientas de Dios. Lo que cuenta para él es estar en continua escucha de la voluntad de Dios y ponerla fielmente en práctica. Sólo en la medida de su santificación personal consigue Carlos de Foucauld llegar a ser un digno mensajero del Evangelio, porque santificarse, para él, significa sintonizar con la voluntad de Dios y practicarla; confiarse en él y confiarle igualmente la mies, desinteresándose absolutamente de los frutos inmediatos. Es así como Carlos de Foucauld se hace sacramento de la presencia divina entre su gente, así como instrumento de salvación, lenta pero eficaz, en aquel remoto rincón del mundo. El grano de trigo murió entre las dunas de arena del desierto. ¡Ahora es el momento de su germinación! El designio de Dios se ha cumplido en este hombre que, al igual que María, supo vivir comprometidamente el ’amen’ de la decisión. La muerte ha cubierto de sangre este ’sí’ silencioso pero elocuente, aún vivo y actuante en medio de nosotros.
bajo el anonimato, el silencio, la impotencia, creyendo hasta el fondo en los misterios vínculos de la "comunión de los santos". Quien va al desierto no es un desertor, sino más bien un creyente que, en vez del activismo constructivo sólo en apariencia, ha decidido practicar la forma más alta de caridad en la perspectiva evangélica: la oración ininterrumpida por todos, en la soledad y en el silencio más radical.
La Comunidad Ecuménica Horeb
La Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld es una unión espiritual de personas que ya vivan solas o casadas, sean religiosos o religiosas, sacerdotes, u obispos, que a lo largo y ancho del mundo, bajo el espíritu del Directorio de Carlos de Foucauld hacen el compromiso ecuménico de pedir todos los días “por las Iglesias, las Religiones y las Naciones del mundo entero, para que se dejen llevar por el Espíritu que animaba a Jesús de Nazaret, el Cristo”. Hoy, gracias a Internet esta comunión y amistad espiritual entre sus miembros se puede
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Este viaje a través del desierto es propio de todo cristiano, es el camino místico que toda persona debe emprender si quiere que el desierto de la vida se convierta en vergel fértil. Es un viaje hacia el fondo del propio ser, donde en el centro de nuestro interior mora el mismo Dios, pues no estamos solos ya que estamos habitados por dentro. Este encuentro genera una explosión espiritual de imprevisibles consecuencias. En este viaje se atraviesan capas alternas de luz y de tinieblas. Encontrándonos con la raíz que ocasiona las guerras, opresiones, torturas, hambres y terrorismo. Aparece el odio, la increencia, la oscuridad; y el mal arquetipo. Y este mal aparece en uno mismo, pues todos participamos del inconsciente colectivo de la familia humana. Por eso, los místicos, los que se adentran profundamente en el desierto interior, al encontrarse con el mal arquetípico, lo vencen con la ayuda de Dios. Algunos se introducen luego en el mundo de la política, de la economía, del derecho, de la cultura o en otras esferas, y su influencia en ellas es crucial. Otros comparten la vida de los más pobres, de los que carecen de privilegios o los más disminuidos. Otros sienten que su vocación es justamente orar y sufrir por la salvación del mundo.
expresar más fácilmente gracias a las Noticias y Comunicaciones, que se envían frecuentemente, a un Boletín Ecuménico que se hace todos los meses y a la oración diaria por todos sus miembros, la Familia Espiritual Carlos de Foucauld, la Iglesia y el Papa. La palabra Horeb o Sinaí, sugiere la palabra “desierto”, lugar de la prueba y de la Alianza entre Dios y su pueblo: Lugar donde se descubre la propia vocación y se recibe el propio mandato. La como lugar físico de “acogida y oración” se inició en el año 1978 en el Poblado de San Francisco de HuercalOvera (Almería) y funcionó hasta 1982, que tuvo que ser disuelta por diversas circunstancias. A partir de la Pascua del año 2006 se ha establecido la Comunidad Ecuménica
Horeb-Carlos
de
Foucauld
con
los
hermanos y hermanas del inicio y otros nuevos que se han ido incorporando de Argentina, Colombia, Cuba, Chile, El Salvador, Perú y España no ya como lugar físico, sino como una ayuda y compromiso espiritual para aquellas personas que acentúan de un modo especial la dimensión del “desierto”, es decir, la soledad, la oración, la acogida, el discernimiento espiritual y el estudio, en su propio Nazaret y para la extensión del Reino de Dios; la intercesión ecuménica y el compromiso con la justicia. Si
bien
las
personas
que
formamos
la
Comunidad Ecuménica Horeb- Carlos de Foucauld queremos vivir el Evangelio de Jesucristo en su integridad, incorporando los valores de Nazaret (trabajo, amistad, ayuda, progreso, compromiso con la justicia, apostolado de la bondad); y predicando el Evangelio con la propia vida; los miembros de la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos e Foucauld dan una particular relevancia al “tiempo de desierto” 17
Pero, hagan lo que hagan, son los verdaderos trabajadores sociales y ellos cambian el mundo. Carlos de Foucauld con su vocación a vivir la ’vida de Nazaret’, no quiso retirarse del mundo, sino vivir esta maravillosa experiencia ’en medio del mundo’ como fermento en la masa.
(oración, acogida, escucha, estudio, discernimiento, lucha contra el mal); la intercesión ecuménica y el compromiso con la justicia. La
Comunidad
Ecuménica
Horeb-Carlos
de
Foucauld tiene, pues, una triple misión: A) Ofrecer una ayuda y sostenimiento espiritual, a través de la oración, de los unos para con los otros. Además de los canales tradicionales de comunicación, la posibilidad de relacionarse, por medio de Internet, que es un instrumento de comunicación e información de este tiempo, que puede servir, también, para vincular diferentes vocaciones. Además, siguiendo el dinamismo comunitario puede haber encuentros y retiros no reglados. B) Orar y trabajar por la unión de los cristianos y para que todas las religiones encuentren el verdadero camino que conduce a la Vida, siendo sal y luz en el mundo. C) Trabajar, comprometidos con la justicia, para que se vaya instaurando en el mundo el reino de Dios: un
Albert Peyriguère (Trébons 1883-Casablanca 1959) sacerdote que vivió su vocación misionera en el carisma del hermano Carlos de Foucauld, viviendo en El Kbab (Marruecos) como ermitaño-hermano de los bereberes.
reino de Justicia, de Amor y de Paz.
http://horeb-foucauld.webs.com foucauld.horeb@gmail.com
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COMUNIDAD ECUMÉNICA HOREB-CARLOS DE FOUCAULD Amistad, intercesión ecuménica y compromiso con la justicia
Regla de vida
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La palabra Horeb o Sinaí, sugiere la palabra “desierto”, lugar de la prueba y de la Alianza entre Dios y su pueblo: Lugar donde se descubre la propia vocación y se recibe el propio mandato. La Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld como lugar físico de “acogida y oración” se inició en el año 1978 en el Poblado de San Francisco de Huercal-Overa (Almería) y funcionó hasta 1982, que tuvo que ser disuelta por diversas circunstancias. A partir de la Pascua del año 2006 se ha establecido la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld no ya como lugar físico, sino como una ayuda y compromiso espiritual para aquellas personas que acentúan de un modo especial la dimensión del “desierto”, es decir, la soledad, la oración, la acogida, el discernimiento espiritual y el estudio, en su propio Nazaret y para la extensión del Reino de Dios; la intercesión ecuménica y el compromiso con la justicia. Si bien las personas que formamos la Comunidad Ecuménica HorebCarlos de Foucauld queremos vivir el Evangelio de Jesucristo en su integridad, incorporando los valores de Nazaret (trabajo, amistad, ayuda, progreso, compromiso con la justicia, apostolado de la bondad); y
predicando el
Evangelio con la propia vida; los miembros de la Comunidad Ecuménica Horeb -Carlos e Foucauld dan una particular relevancia al “tiempo de desierto” (oración, acogida, escucha, estudio, discernimiento, lucha contra el mal); la intercesión ecuménica y el compromiso con la justicia. Desde los inicios en tierras de Almería, en el seguimiento del camino evangélico de Jesús de Nazaret, hemos tenido cuatro luminarias:
Carlos de Foucauld, Estanislao Llopart, monje ermitaño de Montserrat, el hermano Roger de Taizé i Teresa de Lisieux. El primero Carlos de Foucauld como testigo ejemplar del Evangelio, a cuyo carisma nos acogemos; Estanislao Llopart como muestra viva de la sabiduría evangélica; el hermano Roger como canto gozoso e ilusionado del Espíritu de Jesús Resucitado y Teresa de Lisieux como modelo contemplativo de fecundidad evangélica.
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1. NATURALEZA DE LA ASOCIACION La Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld es una "asociación privada de fieles", que sin ser fraternidad, forman una red de aislados unidos en la comunión de los santos y la amistad fraterna, dentro de la familia espiritual del hermano Carlos de Foucauld, cuya Asociación fue fundada en Beni-Abbés (Argelia) el año 1955. 2. FINALIDAD DE LA ASOCIACION La Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld tiene como propósito ayudar a aquellas personas dispersas que se esfuerzan en vivir en el camino indicado por Carlos de Foucauld, ya sean obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, o laicos, para reunirlas en una misma vocación, a través de la cual ponen de manifiesto muy especialmente su adhesión viva a la comunión de los santos, la intercesión ecuménica y el compromiso con la justicia. 3. VIDA DE LOS MIEMBROS La Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld es una amistad espiritual entre distintas personas que, allí donde se encuentran, pretenden, en el seguimiento evangélico de Jesús de Nazaret, vivir de un modo especial, el tiempo de “desierto”, sin dejar de vivir la vida de Nazaret o de Palestina, según las circunstancias concretas que a cada persona le toca vivir. La Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld tiene, pues, una triple misión: A) Ofrecer una ayuda y sostenimiento espiritual, a través de la oración, de los unos para con los otros. Además de los canales tradicionales de comunicación, la posibilidad de relacionarse, por medio de Internet, que es un instrumento de comunicación e información de este tiempo, que puede
servir,
también,
para
vincular
diferentes
vocaciones
(http://www.horeb-foucauld.webs.com). Además, siguiendo el dinamismo comunitario pueden haber encuentros y retiros no reglados.
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B) Orar y trabajar por la unión de los cristianos y para que todas las religiones encuentren el verdadero camino que conduce a la Vida, siendo sal y luz en el mundo. Y, al mismo tiempo poner de manifiesto de una manera crítica todos los elementos religiosos "interesados", desenmascarando los sectarismos y fanatismos. C) Comprometerse con la justicia para que se vaya instaurando en el mundo el reino de Dios: un reino de Justicia, de Amor y de Paz. 4. ESTRUCTURA La Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos e Foucauld, bajo la autoridad del obispo responsable, se rige por los Consejos Evangélicos o Directorio de Carlos de Foucauld, adaptándolos a las distintas circunstancias de la CEHCF, pero siempre como línea inspiradora. Según esto, la CEHCF tiene: A) Un Responsable general, cabeza visible de la Comunidad Ecuménica HorebCarlos de Foucauld, que tiene la misión de discernir las vocaciones que se presentan y admitirlas a la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld, así
como
establecer
un
lazo
mediante,
el
Boletín
de
Noticias
y
Comunicaciones, Encuentros informales, Cartas a la Comunidad y personales etc.; B) Un Asistente General, que representa al Responsable General y que le sucederá en el servicio; y C) Un Secretario General. Los tres forman la Fraternidad Horeb Central responsable de la marcha de la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld. El Asistente y el Secretario General coordinan y cohesionan a los hermanos y hermanas de los distintos continentes y podrán delegar diferentes tareas a los hermanos y hermanas de la comunidad, según las circunstancias de cada momento, como coordinar África, dirigir la revista Horeb Ekumene de la CEHCF, o atender a los hermanos y hermanas de un determinado país, como por ejemplo Brasil. En la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld, “monasterio invisible en la comunión de los santos con una misión ecuménica”. puede haber seglares solteros o casados, religiosos o religiosas, eremitas, sacerdotes u obispos y fraternidades de vida común, además de aquellas Fraternidades Horeb que se originan en una misma diócesis o territorios cercanos para
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realizar algún acto propio de nuestra vocación con la iniciativa creadora del Espíritu Santo. Cuando en una Iglesia diocesana hay dos o más hermanos/as de la CEHCF se constituye una Fraternidad Horeb diocesana, que, si bien como tal no tiene ninguna reunión establecida, en la línea de su vocación pueden llevar a cabo actividades diferentes, dentro del carisma que nos caracteriza, como la celebración del aniversario de la muerte del hermano Carlos, algún retiro o encuentro, etc., según el Espíritu del Señor Resucitado lo suscite en cada Fraternidad e incluso formar una comunidad de vida, viviendo el Nazaret propio de cada lugar, el desierto/acogida y la evangelización siguiendo la estela y el modelo de Carlos de Foucauld. Cada miembro allí donde vive, que es su propio Nazaret, representa a la CEHCF, dando testimonio de vida evangélica, por la bondad, la amistad, trabajando por la justicia y el ecumenismo. El espíritu creativo de cada uno de nosotros, guiado por el Espíritu que animaba a N. S. Jesús, le llevara a realizar gestos creativos y positivos en la línea marcada. Donde un miembro de la CEHCF vive y actúa todos los demás miembros estamos en comunión con él. Allí donde cada miembro de la CEHCF se encuentre intentará establecer relaciones de amistad y colaboración con la Familia Carlos de Foucauld.
5. ADMISION La admisión a la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld la realiza el Coordinador después de acompañar y discernir si la persona presenta los signos de esta vocación: la fe en la comunión de los santos; cierta aceptación de soledad de vida activa y creadora; la voluntad de vivir el Evangelio comprometidos con la justicia, dando a conocer a Jesús "por el apostolado de la amistad y la bondad" (Carlos de Foucauld); una vocación ecuménica y una proximidad con aquellos que no comparten la fe cristiana y con aquellos que, en nuestro mundo, son particularmente desamparados, abandonados y rechazados.
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6. COMPROMISO El compromiso con la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld se realiza por primera vez el día escogido por la persona que va hacerlo de una manera completamente privada y se renueva conjuntamente, año tras año, todos los hermanos y hermanas la noche de Pascua, junto con la renovación del compromiso bautismal. Es una manera de vivir al unísono e intensamente este compromiso de todos los miembros de la Comunidad Ecuménica HorebCarlos de Foucauld. 7. CARACTER DEL COMPROMISO El compromiso con la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld es personal y discreto. Todos los miembros de la Comunidad Ecuménica HorebCarlos de Foucauld podrán saber, si se solicita, quien forma parte de la asociación de una manera discreta y el coordinador podrá facilitar la relación entre sus miembros, si bien no habrá lista pública de los mismos. 8. LAZOS ENTRE LOS MIEMBROS Entre los miembros de la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld se pueden establecer lazos de amistad de una manera libre y espontánea. Si bien no hay encuentros reglados entre sus miembros, esto no impide que el coordinador establezca algún encuentro informal, acto ecuménico, retiro o convivencia cuando las circunstancias lo requieran. Los miembros de la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos e Foucauld podrán participar plenamente de los retiros, asambleas y encuentros que organice la Familia Espiritual del hermano Carlos de Foucauld. 9. SALIDA En cualquier momento un miembro puede dejar, si lo desea la Comunidad Horeb Carlos de Foucauld. Por otro lado, el director puede pedir a un miembro, de acuerdo con el obispo, que deje la asociación si manifiesta públicamente un 24
comportamiento muy contrario a su compromiso. Antes del despido, el obispo tendrá que hablar con este miembro. 10. COTIZACION En la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld no hay establecida ninguna aportación económica (cuotas), ni cuenta bancaria. Quien desee hacer una “donación” para colaborar con los gastos normales del funcionamiento de la Asociación, como desplazamientos, gastos postales, colaboración con la Asociación Foucauld para empresas comunes dentro de nuestro carisma, ayuda discreta a algún miembro de la asociación necesitado etc., la puede enviar por giro postal al coordinador, que la utilizará para realizar estos fines. En caso de disolución de la Comunidad Horeb Carlos de Foucauld, el obispo entregará los recursos existentes a la Asociación Carlos de Foucauld.
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FÓRMULA DE COMPROMISO En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Hoy, yo ... me comprometo a trabajar cada día en la búsqueda de la Verdad y del silencio interior, a colaborar activamente para que se instaure en el mundo el Reino de Dios: un Reino de Justicia, de Amor y de Paz. Así como a luchar contra todo tipo de mal y de violencia. Me comprometo a orar cada día por la unidad de los cristianos y a rogar y trabajar por el encuentro pacífico y constructivo de todas las personas y de las diferentes religiones y culturas en un espíritu de respeto, colaboración y creatividad. Me comprometo a meditar y a ir asumiendo en mi vida diaria los Consejos Evangélicos o Directorio del Hermano Carlos de Foucauld, como fuente permanente de inspiración y como llamada a la conversión personal. Me comprometo a presentar diariamente en mi oración, consciente de mi pobreza y limitaciones, a todos los miembros de la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld y a toda la familia espiritual del Hermano Carlos. Me comprometo a esforzarme por ser fermento de paz y de encuentro entre las personas de mi entorno, a predicar el Evangelio de Jesús de Nazaret con mi propia vida, mediante la amistad y la acogida, buscando el bien de los demás antes que el éxito de mi testimonio. Para llevar a cabo este compromiso pido la intercesión especial del Hermano Carlos de Foucauld, del padre Estanislao Llopart ermitaño de Montserrat, del Hermano Roger de Taize, de Teresa de Lisieux, y de todos los hermanos y hermanas de la Comunidad. LETANIAS Carlos de Foucauld, hermano universal, ayúdame a vivir según tu carisma. Estanislao de Llopart, ermitaño de Monserrat, ayúdame a vivir en simplicidad y sabiduría Evangélica. Hermano Roger de Taize, ayúdame a vivir la fe gozosa de la resurrección. Teresa de Lisieux, ayúdame a abandonarme en el Amor Misericordiosa de Padre. René Voillaume, inspirador carismático, intercede por nosotros. Padre Peyriguére, sanador evangélico, intercede por nosotros. Hermano Manu de Grenay, educador evangélico, intercede por nosotros. Hermana Margaritte de Grenay, estímulo en el sufrimiento, intercede por nosotros. Carlo Carretto, inspirador de las Fraternidades del Desierto, intercede por nosotros. Manuel Casares, obispo de Almería y valedor de la Comunidad Horeb, intercede por nosotros. Louis Massignon, amigo fiel, intercede por nosotros. Hermana Magdalena mujer de intuición evangélica, intercede por nosotros. Francisco de Asís hermano de todas las criaturas, intercede por nosotros. María de Nazaret, madre de la Iglesia, intercede por nosotros.
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II. PILARES DE LA COMUNIDAD
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1. Carlos de Foucauld En cada época histórica, el Espíritu Santo suscita un faro, una luz, un testigo nuevo del Evangelio para dar un nuevo impulso al crecimiento del Reino de Dios. El 15 de septiembre de 1858, nacía en Estrasburgo Carlos de Foucauld. Fruto de su entrega, viviendo en su propio Nazaret junto a sus hermanos tuareg del desierto argelino, hoy la Iglesia lo presenta como testimonio y muchas personas viven de su carisma, formando la “familia Foucauld”. Pero podríamos preguntarnos, ¿dónde están estos seguidores suyos, que apenas los medios de comunicación dan eco de sus vidas? Los encontrareis en medio de los más pobres, en los lugares a donde nadie quiere ir, en el servicio humilde y desinteresado y en la oración ferviente y adoradora. Algunos, formando pequeñas fraternidades en ambientes pobres no cristianos; otros, solos o en familia, desbrozando los terrenos para que un día pueda sembrarse la semilla del Evangelio, o anunciando en otras ocasiones la Palabra de Dios y formando nuevas comunidades cristianas. Pero, todos ellos, practicando el apostolado de la bondad y predicando el Evangelio con el testimonio de sus vidas, como lo hicieron, a su vez, los buenos vecinos que fueron José, María y Jesús en Nazaret. Cuando celebramos el centenario de su muerte violenta el 1 de diciembre de 1916, Carlos de Foucauld tenía en ese momento poco más de cincuenta y ocho años. Se puede decir que estaba en la etapa de madurez de su vida. Ya a los cuarenta y tres había iniciado su opción fundamental instalándose en Beni-Abbes, en el corazón del Sahara argelino, donde se da cuenta de que hay una muchedumbre de personas por evangelizar y un ministerio muy importante que realizar. Pero durante los años que pasa en este oasis del desierto va experimentando una nueva transformación. Rompe con su autoimpuesta clausura. Acepta con sencillez los acontecimientos que van en contra de lo que siempre había creído que era la voluntad de Dios y se deja llevar por las circunstancias, que son manifestación de la voluntad divina. Así, esta obediencia a cada instante y con el discernimiento de su padre espiritual,
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le conduce a los tuareg, instalándose en medio de ellos, el año 1905, en Tamanrasset. Testigo de Dios
El padre Foucauld ha sido un testigo privilegiado de la experiencia de Dios en medio del mundo. Se ha creído que su presencia en la ermita del Asekrem, el punto más alto de las montañas del Hoggar, o en Tamanrasset, fue un retiro, como antaño hicieron los Padres del Desierto, pero fue todo lo contrario: partió para vivir la vida de Nazaret con los nómadas más aislados, por ser éste un lugar de tránsito de las caravanas, que ofrecía grandes ventajas para las relaciones con los tuareg, a los que hospedaba, estableciendo relaciones de amistad. Once años convivió con ellos, haciéndose uno de tantos, aprendiendo su lengua, sus costumbres, etc., con ánimo evangelizador, aunque nada más fuese realizando gestos de bondad. Así, resumiendo, Carlos de Foucauld vivió
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dieciséis años en tierras argelinas, y especialmente once entre los tuareg hasta que llegó su muerte como acto supremo de entrega a imitación de su hermano mayor, Jesús de Nazaret. A nosotros, ahora, nos interesa señalar los rasgos esenciales de esta última etapa de su vida para entresacar los nervios espirituales de su existencia y, así, poderlos encarnar en nuestra realidad. Vida de oración, vida de trabajo, realizando una tarea lingüística inmensa; preocupación por el progreso espiritual y material de las personas con las que vivía; luchando contra toda injusticia; y, finalmente, lanzando un movimiento misionero universal hacia los más pobres y alejados de la Iglesia, que incluye a sacerdotes, religiosos y laicos, unidos “por la comunión de los santos”, predicando el Evangelio con la propia vida y practicando allí donde se encuentren el “apostolado de la bondad”, asumiendo con la “paciencia de Dios” el desarrollo del misterio de la salvación. ¿Cómo puede ayudarnos el carisma de Carlos de Foucauld a afrontar nuestro tiempo? Primero, y principalmente, su deseo de imitar a Jesús de Nazaret. Imitar no quiere decir “hacer lo mismo”, sino dejarse conducir por el mismo espíritu de fuego que animaba a Jesús de Nazaret. Como aconseja el propio Foucauld, “pensar y hacer en cada momento lo que haría Jesús en nuestro lugar, y hacerlo”. Jesús de Nazaret es nuestro “Modelo único”, por eso hay que leer y releer su Evangelio. Ser pobres como Jesús, viviendo en medio de ellos o siendo solidarios con ellos, y luchando contra toda injusticia. Otro aspecto esencial es vivir una intensa amistad con Dios, en la oración silenciosa y la oración de la Iglesia. Y, finalmente, practicando el apostolado de la bondad, intentando curar todas las “enfermedades” y predicando el Evangelio con el testimonio de la propia vida, hasta entregar la vida por aquéllos a quien se ama. Nazaret… Si hay una palabra que exprese mejor el mensaje de aquél que se dejó conducir por el Espíritu de Amor para realizar su misión concreta, ésta es
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“Nazaret”: una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida, como Él, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, realizando un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina. La misión del hermano Carlos es hacer notar que Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa, en la vida de familia, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una “espiritualidad de la relación” en sus dos dimensiones, la humana y la divina: relación de amor con Dios y relación de amor con las personas que compartimos la vida. Es la imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, que vivió, en medio de las relaciones interpersonales más comunes, una relación única con el Padre. Jacques Maritain actualizaba el testamento del hermano Carlos de Foucauld de este modo a todos sus discípulos: “Vuestro papel profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús a todas las personas, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la simple presencia de amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados”. CRONOLOGÍA DE SU VIDA 1858. Carlos de Foucauld nace el 15 de septiembre en Estrasburgo (Francia); a los seis años se queda huérfano. Pierde la fe a los 17 años. 1876. Ingresa en la Escuela Militar de Saint-Cyr. El subteniente Foucauld marcha hacia Argelia en 1880. Expulsado del ejército por indisciplina y mala conducta, pide reintegrarse al enterarse de que su regimiento iba a entrar en combate debido a una insurrección en el Sur de Orán. 1882-1884. Preparación y realización del libro Reconocimiento de Marruecos, donde explica el viaje de exploración que realizó haciéndose pasar por judío. 1886. Se instala en París. Período de búsqueda y de interrogaciones. Quiere encontrar a Dios. A finales de octubre, en la iglesia de San Agustín de París, se
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confiesa y recibe la comunión de manos del padre Huvelin, produciéndose su conversión. Viaja a Tierra Santa. 1890. Entra en la Trapa, el 26 de enero, en Nuestra Señora de las Nieves. Llamado hacia una más perfecta imitación de la vida de Nazaret, saldrá de la Trapa el 14 de febrero de 1897, después de que sus superiores ratifiquen su vocación. 1897. Llega a Nazaret el 4 de marzo. Vive como criado de las monjas clarisas de Nazaret, “exactamente lo que buscaba”. De este tiempo en Tierra Santa son la mayoría de sus escritos, meditaciones y notas espirituales. 1900. Vuelve a Francia el 22 de septiembre. Va a la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves para prepararse para la ordenación sacerdotal, que tendrá lugar el día 9 de junio de 1901. 1901. Llega a Beni-Abbes, el 28 de octubre. Durante este período, su correspondencia va aumentando. Escribe también El Evangelio presentado a los pobres del Sahara, y revisa la Regla de los Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón. 1905. Se instala en Tamanrasset. Allí escribe los estatutos para la asociación de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, dirigidos a sacerdotes,
religiosos,
religiosas
y
laicos
evangelizadores:
Consejos
Evangélicos o Directorio. 1916. El hermano Carlos de Jesús muere el 1 de diciembre violenta y dolorosamente, como había anotado en su diario aquella misma tarde: “Vivir como si tuvieses que morir mártir hoy”. 1917. Luis Massignon manifiesta a su director espiritual, Luis Poulin, párroco de la Trinité, el deseo de continuar la Asociación Foucauld, única asociación eclesial fundada por el propio Foucauld, a la que pertenecía Massignon, y publica el Directorio o Consejos Evangélicos del padre Foucauld.
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1920. Luis Massignon, el día de Viernes Santo, pasa una terrible angustia al ver que el testamento del padre de Foucauld no se realiza. Se siente heredero y continuador de su obra. 1921. René Bazin, por indicación de Massignon, publica una biografía de Foucauld que tendrá gran impacto en la sociedad francesa de la época: Charles de Foucauld, explorateur du Maroc, ermite du Sahara. 1922. Massignon publica en La Vie espirituelle un artículo sobre la Unión de oraciones. 1923. Suzanne Garde funda el “Grupo de Carlos Foucauld”, formado únicamente por laicos. 1928. Se funda la primera congregación religiosa nacida del padre de Foucauld, las Hermanitas del Sagrado Corazón. 1933. El padre René Voillaume tomó el hábito junto con otros cuatro compañeros en la basílica de Montmartre, instalándose en El Abiodh Sidi Cheikh, en el sur argelino. Al principio se llamaban “Petits Frères de la Solitude”. 1939. La hermanita Magdaleine de Jesús funda las “Hermanitas de Jesús”, hoy en día repartidas por todo el mundo en 321 fraternidades, manifestando el amor gratuito de Dios a través de la amistad y la solidaridad. 1947. René Voillaume funda, junto con otros tres hermanos, la primera fraternidad obrera de los “Hermanos de Jesús” en Aix-en-Provence. 1950. Luis Massignon es ordenado sacerdote y va a Tamanrasset, donde murió su querido padre espiritual, pasando una noche de oración, como la que tuvo con el propio Carlos de Foucauld en el Templo del Sagrado Corazón de París la noche del 21-22 de febrero de 1909, dando origen a la “Unión de hermanos y hermanas de Jesús, Sodalidad Carlos de Foucauld”. 1951. René Voillaume publica En el corazón de las masas, sobrepasando los 100.000 ejemplares. 33
1956. René Voillaume funda los “Hermanos del Evangelio” como respuesta al crecimiento
evangélico
allí
donde
los
hermanos
están
encarnados.
Posteriormente, surgirán las “Hermanitas del Evangelio”, expandidas también por distintos países del mundo. En la actualidad, la Asociación Carlos de Foucauld reúne a un importante número de grupos que se dicen y son discípulos del hermano Carlos de Foucauld. Además de los ya mencionados, hay que citar a las Hermanitas de Nazaret; los Hermanitos de la Cruz (Canadá); las Hermanitas y Hermanitos de la Encarnación (Haití); las Hermanitas del Corazón de Jesús (República Centro Africana); la Fraternidad Jesús Caritas (Instituto Secular Femenino); la Fraternidad Sacerdotal Jesús Caritas; la Fraternidad Secular Carlos de Foucauld; la Comunidad de Jesús (Asociación privada de fieles: matrimonios consagrados, célibes consagrados y laicos comprometidos); la Comunidad Jesús Caritas de Italia (sacerdotes diocesanos en comunidad parroquial); la Fraternidad Carlos de Foucauld (Asociación de fieles: laicas con celibato); el Grupo Charles de Foucauld, otro en Vietnam y, además, en España han surgido a Fraternidad de Betania, la Fraternidad de Emaús, las Fraternidades de la Amistad y la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld.
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2. Estanislao Llopart
Uno de los pilares de la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld es el monje benedictino ermitaño de Montserrat, el padre Estanislao Llopart, que tuve el regalo de conocer a la edad de veinte años, gracias a un amigo Esteban Humet que me invitó a subir a la Ermita de la Santa Cruz en Montserrat. Ha sido tan grande el sello que ha dejado en mí durante varios años de dirección espiritual, que en el fondo todo lo que hago en el seguimiento evangélico a Jesús de Nazaret es devolver algo de lo recibido
(JLVB Montserrat 2001)
. Cinco años antes del encuentro con el ermitaño, Pedro Vilaplana, el que posteriormente fundó la Comunidad de Jesús del padre Foucauld, me había 35
regalado la biografía del hermano Carlos. Cuando conocí al padre Estanislao podéis comprender fácilmente como estas dos grandes figuras se unificaron en mi espíritu. Curiosamente y sin saberlo Pedro Vilaplana por su lado también subía a ver al padre Estanislao, que se convirtió también en puntal de la Comunidad de Jesús. Por todo esto demos gracias a Dios!!! Del padre Estanislao no tenemos muchas cosas. Ahora os ofrezco material sacado de la web Familia espiritual Carlos de Foucauld sobre el padre Estanislao y también podéis leer un librito titulado El ermitaño, que es como un homenaje que le tributé hace ya algunos años y que simula distintos encuentros con el padre Estanislao. Este librito lo podéis encontrar también en http://www.bubok.es/libros/214555/EL-ERMITANO P. Estanislau M. Llopart, monje y ermitaño1
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Josep Calvet, extraído de: www.carlosdefoucauld.org
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Breve apunte biográfico Copio textualmente del libro del monje Bernabé Dalmau Home del desert, jo el sóc !: “El pasado 29 de Marzo, el Padre Estanislao Mª Llopart Ros murió en Montserrat, a donde pocas semanas antes había regresado después de una larga estancia en Japón como ermitaño. Su carisma singular había hecho de él una figura venerable en círculos y personas a los que ayudó espiritualmente. Esta ayuda la prestó sobretodo en el interior de la comunidad de Montserrat, pero desde el momento en que optó por la vida eremítica – el primer caso en el Montserrat moderno -, paradójicamente, su irradiación le hizo salir de un cierto anonimato y lo proyectó exteriormente.” Nace en Esparreguera, población situada a los pies de la montaña de Montserrat, el 12 de septiembre de 1915, segundo hijo de Emili Llopart y Balbina Ros, siendo bautizado con el nombre de Amadeu. Ya desde muy joven, 12 años, solicitará entrar en el colegio de postulantes de la Abadía de Montserrat, pero, a causa de su débil salud, el ingreso se retrasará un año. Entre 1927 y 1933 se prepara para la vida monástica y reafirma su vocación por Oriente, para vivir como cristiano entre los no cristianos. El año 1933, con 18 años, ingresará en el noviciado, recibiendo el nombre monástico de Estanislao Mª (Por ser Montserrat un santuario mariano todos los monjes recibían junto a su nombre monástico el de María). El año 1936 a causa del inicio de la Guerra Civil y de la persecución religiosa que se siguió, como otros muchos monjes ha de marchar del Monasterio y esconderse, primero en su casa y después en Barcelona con una familia que lo acoge, hasta que junto con otro compañero monje consigue embarcar hacia Francia, pasando después a residir en diversos monasterios de Bélgica, en los que con otros jóvenes monjes prosiguió su formación y profesó solemnemente el 17 de enero de 1939. En septiembre de ese mismo año
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regresa a Montserrat y completa su formación religiosa siendo ordenado el 10 de agosto de 1941. A partir de su regreso a Montserrat y gracias a la experiencia de estudio vivida en el extranjero, dedicó 20 años de su vida monástica a ejercer la docencia en el monasterio, especialmente en las especialidades de patrística, historia eclesiástica y metodología. Dice en su libro Bernabé Dalmau, que su tarea de docencia fue excelente por su habilidad pedagógica y el buen humor con el que la ejerció. Además de dedicarse a la docencia escribió artículos y trabajos de investigación de su especialidad para publicaciones de la Abadía y de otros lugares de España, hizo recensiones y comentó libros, e incluso, siendo ya ermitaño, fue consultado por alguna de las comisiones que trabajaban en el Concilio Vaticano II. Sentía insistentemente la llamada a la vida eremítica – de tanta tradición en la montaña de Montserrat – para lo cual, año tras año, tenazmente, pedía al abad el permiso correspondiente, que año tras año le era denegado, especialmente a causa de su débil salud. Aquí hay que decir que esta debilidad se transformó en fortaleza en cuanto empezó a vivir como monje-ermitaño. Esto acaeció en 1961, año en el cual, finalmente, el abad Escarré le autorizó a residir como ermitaño en la Santa Cueva – 25.4.1961 – Mas tarde, en el año 1965, se trasladará a la Ermita de la Santa Cruz, de larga tradición eremítica y rehabilitada aprovechando un abrigo en las peñas situadas sobre el monasterio desde el cual se puede acceder a la ermita por unas escaleras muy empinadas que salen del Jardín de los Monjes. Copio del libro Montserrat. Ermites i ermitans: “La atracción irresistible de la montaña de Montserrat, que han sentido los hombres de todas las épocas, ha sido con seguridad uno de los factores más importantes para el desarrollo del eremitismo que hizo posible la construcción de trece ermitas, pobladas desde el siglo XVI hasta el XIX, con una regularidad que no ha existido prácticamente en ningún otro lugar.
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Cabe decir que la vida eremítica era casi siempre totalmente monástica. Las ermitas eran como un pequeño monasterio y el ermitaño un verdadero monje, sujeto al reglamento monástico y a la regla de San Benito, que ya hablaba de los ermitaños como una vocación especial, fruto de la madurez de los años y de la larga prueba de la vida cenobítica en el monasterio con los otros monjes. La vida del ermitaño se caracterizaba por su extraordinaria austeridad : pobremente vestido, descalzo, comiendo sólo legumbres, hierbas, huevos, queso y pan hecho con frecuencia por el mismo; su tiempo estaba dedicado a la meditación, al oficio divino y la lectura espiritual, así como a diversos trabajos materiales y manuales: el trabajo del huerto de las flores, buscando pequeños espacios llanos entre las rocas de la montaña, frecuentemente de difícil acceso”. Justamente cuando el Padre Estanislao inicia su vida escondida de monje-ermitaño es cuando más difusión adquiere su persona, convirtiéndose, sin pretenderlo, en guía espiritual de muchos jóvenes monjes del Monasterio y de muchas otras personas que en él y su ermita buscaban un espacio de silencio, de oración, un consejo… Su serena y profunda mirada, su presencia pacificadora… Siguiendo su vocación más íntima de “perderse” en el corazón de un país no cristiano para ser fermento de evangelización desde el silencio y la oración (He aquí una similitud con la vocación del hermano Charles de Foucauld), creo que también atraído por la profundidad y el sentido de silencio y contemplación, de pacificación interior de la espiritualidad oriental, de equilibrio con el entorno natural… en diciembre de 1972 marchó hacia Oriente en un periplo que primero lo llevará a Belén, donde se instalará en una cueva a la que llamó del “Corazón de la Luz” en un lugar llamado “Campo de los Pastores”, cercano al centro de estudios de Tantur, en el cual había monjes de Montserrat, llamados por Pablo VI para trabajar en la investigación bíblica juntamente con otros religiosos y confesiones.
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Un año y medio más tarde marchará a la India y, en 1974, se instalará definitivamente en el Japón, primero en una pequeña isla en el extremo sur del archipiélago, lugar muy pobre, de pescadores, en el que en tiempos de la evangelización jesuítica se había dado una cierta cristianización y, lugar sencillo muy alejado de la imagen del avanzadísimo y tecnificado Japón contemporáneo. Tiempo después, mas envejecido y con la salud quebrantada, se instalará en una zona rural de la provincia de Hiroshima. En el viaje hacia Belén fue acompañado por Pere Vilaplana i Josep Closa, de la Comunidad de Jesús. Después, ya en el Japón, contó con el apoyo de los claretianos catalanes establecidos allí, con la amistad de cristianos japoneses de la zona y, sobretodo, con el soporte y acompañamiento de su – creo poder nombrarla así – hija espiritual, la hermana Miriam, ermitaña ya en Montserrat, que lo cuidó hasta el último instante, cuando murió en el Monasterio de Montserrat después de haber regresado para acabar sus días junto a su queridísima comunidad y a los pies de la Virgen a la que siempre quiso tan especialmente. Monje-ermitaño Cuando hablamos de la vocación del Padre Estanislao este binomio es inseparable. Su vocación eremítica está sólidamente fundamentada en los muchos años de vida en comunidad, de la participación de la vida litúrgica y en el estudio; en la purificación de la obediencia al abad, de la perseverancia en su vocación al silencio, la soledad y el ascetismo, aceptando el momento de Dios. El Padre Estanislao no se hace ermitaño para huir de la gente, sino para avanzar en la búsqueda de la unidad en Dios. Cuando, por fin, el año 1961 va a vivir en el pequeño “monasterio” situado detrás de la capilla de la Cueva de la Virgen, lo hace con el bagaje adquirido en la experiencia de vida en comunidad y muy consciente, como lo fue durante los 31 años que residió lejos de Montserrat, de ser un monje, un miembro de su comunidad, que la vivía, amaba y de la cual participaba en la comunión del Espíritu.
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Padre Estanislau Maria Llopart. El monje, el ermitaño2 CAPITULO 12. El ermitaño de la Santa Creu3 “La restauración de la capilla de la Cova4 – escribe el P. Estanislau el 18 de noviembre de 1963 – era el proyecto que me propuse llevar a término, desde el primer día que residí como starets de la Theotokos, y que, pensaba, sería mi “canto de cisne”5 de estancia en este lugar… ¡El anuncio de la reconstrucción de la ermita de la Santa Creu ha desvelado un entusiasmo entre los jóvenes (monjes)! ¡Que den gracias a Dios!... Voy trabajando y esperando la hora con gran paz y calma. Porque no todo es trajín. Aun me quedan horas para vivir solo en Dios, y con gran vivencia eclesial… ¿Que será de todo esto? Oremos.” El 13 de septiembre de 1965, el P. Estanislau se trasladó a la Ermita de la Santa Creu. Se inauguró, aquella tarde, con la celebración en rito bizantino de la Vigilia de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. ¿Por qué quiso ir a vivir allí arriba? En nuestras conversaciones, surgían, como es evidente, cosas y anécdotas de su vida pasada. Ya en el colegio de Montserrat, un día los postulantes subieron de excursión a aquella ermita de la Santa Creu, de la que tan solo quedaban ruinas y, al lado, una cueva. El P. 2
Autor: CAPELLADES RÀFOLS, MARCEL, Fecha de publicación: 02/2013, Editorial: Publicacions de l'Abadia de Montserrat, Traducción libre del catalán para uso interno,Notas del traductor a pie de página. 3 Santa Cruz. 4 Capilla de la Cueva, donde según la tradición, un pastor encontró la imagen de la Virgen de Santa María de Monserrat. Durante la estancia del padre Estanislao en la Cova hizo un imagen de la “Moreneta”, réplica de la que se venera en el Santuario de Montserrat. 5 Los cisnes tienen cualidades que saltan a la vista: son animales elegantes, símbolo de realeza y de distinción, y además extraordinariamente longevos. Sin embargo, hay algo que no pueden hacer: cantar. La leyenda urbana dice que sí, pero realmente sólo emiten un sonido sordo, parecido a un ronquido. ¿Por qué utilizamos entonces la expresión “canto de cisne”? Generalmente lo hacemos para referirnos a la última actuación de una persona, un acto que suele ser heroico o especialmente destacado. El origen de esta frase lo encontramos en la Antigüedad clásica. Poetas de tanto renombre como Marcial o Virgilio coincidieron, en su momento, en que el cisne tenía la habilidad de predecir su propia muerte, y cuando lo hacía, en la proximidad de su hora, emitía el canto más bello que jamás había proferido. Como hemos explicado, esto es realmente una creencia popular. Pero ha pasado a nuestro idioma como parte de nuestra herencia cultural.
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Estanislau (entonces aun Amadeu), dijo al P. Ricard, prefecto de los colegiales: “Un día yo viviré en esta cueva”. ¿Por qué lo dijo? No lo sabemos. Tan solo que 35 años después se convertirá realmente en el Ermitaño de la Santa Creu. He subrayado la palabra Ermitaño, porque desde ahora solo firmará con este nombre más genérico e impersonal, signo de su desprendimiento de cualquier auto posesión. En la Santa Creu se le abrieron aún más los horizontes. Él, que quería vivir escondido en el silencio, se convirtió como en luz colocada sobre la cima de una montaña. Gente de todo lugar y de toda condición comenzaron a visitar al Ermitaño. Sería una lista inacabable el recuerdo de tantas y tantas personas que pasaron por la Santa Creu. Tan solo recordaré algunas de las más significativas. La primera el Sr. Antoni Blay Fontcoberta, bastante conocido por sus libros y su obra. El Sr. Blay conoció el P. Estanislau en la Cova. Fue quien introdujo el P. Estanislau en el pensamiento de la India. Médico y Psicólogo, buen conocedor del pensamiento hindú, especialmente de la filosofía de Sri Aurobindo, el Sr. Blay llegó a construir una pedagogía espiritual muy adecuada para los occidentales, en la que integraba lo esencial del Oriente y Occidente. La obra que ha dejado lo demuestra. Una muy estrecha amistad lo unió al P. Estanislau. A través de él, el Ermitaño iría conociendo la espiritualidad y mística hindú. El Ermitaño quedaría enamorado especialmente de dos grandes maestros hindús: Ramana Maharshi y Sri Aurobindo. Y sobre todo de Swami Ramdas, tal vez el maestro hindú más cristiano de la India moderna. Uno de los libros favoritos del Ermitaño, que siempre le vi entre los pocos que tenía en la Santa Creu, era l’Evangile de Ramana Maharshi, un compendio de conversaciones del Sabio de Arunachala con los visitantes, y que el Ermitaño comentaba en ocasiones con los que íbamos a su encuentro. Otro personaje muy especial que lo conoció fué Llum de la Selva6. Un nombre maravilloso para un hombre pequeño de estatura, pero muy grande de alma. La historia de Isidre Nadal, tal como al inicio se le conocía en Sabadell, donde vivía, es única, y hasta un tanto misteriosa. Naturista absoluto, vegetariano convencido, autodidacta total (había aprendido a leer y escribir él solo), vivía en un terreno de unas 44 hectáreas, comprado con sus sudores, allá por los años 6 Luz de la Selva.
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veinte… Quien presentó Llum de la Selva al P. Estanislau fue Luis M. Xirinachs: “Un día te traeré una persona extraordinaria, que dice las herejías más grandes con la más grande naturalidad”, le dijo al Ermitaño. Y así se conocieron. Llum de la Selva decía, y lo podemos confirmar, que veía el aura de las personas. El primer día que se encontró con el Ermitaño, la primera cosa que dijo, fue: “¡Hermanito!, ¡que majo eres!”. Fueron muy amigos. Hasta entonces el P. Estanislau no llevaba barba ni cabello largo. Fue Llum quien lo convenció de “ir como el buen Dios nos había creado.” También fue él quien le llevó los árboles frutales que aún hay, y lo animó a hacerse un huertecillo para comer de su propio trabajo. Desde entonces, el Ermitaño cultivará siempre algunas hortalizas en el jardín de la Ermita. ¡Y muchas flores! Un monje le preguntó un día como conseguía tener unas flores tan bonitas. “Las amo”, respondió simplemente el Ermitaño. Hay
una
anécdota
muy
bonita que me gusta recordar cuando hablamos de Llum de la Selva. En su última visita a la Santa Cruz el verano de 1972, cuando se despedían, Llum de la Selva se puso muy triste: “…Ya no hay grandes maestros en el mundo. Bien, sí, el hermanito ermitaño. Pero después de Jesús no ha venido nadie tan grande como él.” El Ermitaño, queriendo cambiar aquel momento de pesimismo, le responde: “Después de Jesús ya no puede venir nadie más grande, porque él es el más grande”. Llum se lo miró sorprendido. Entonces el Ermitaño añadió, mirándolo cándidamente: “Todos somos Jesús”. “¿Y yo también?, le pregunto Llum. “¡Sí, tú también!”. Entonces Llum de la Selva hizo un bote y se puso a correr, contento, gritando: “¡Soy Jesús, soy Jesús, soy Jesús!”. Y no paró hasta que no hubo recorrido un buen trecho del camino. ¡Qué bella despedida!
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Así pues, se comprende que todo tipo de personas,
naturistas,
hinduistas,
vegetarianos, grupos del Arca de Lanza del Vasto (amigo de Llum de la Selva) y un gran etcétera de personas y estilos diferentes subieran a Montserrat a ver el Ermitaño. Unas por curiosidad, otros en autentica búsqueda espiritual. La madre del
conocido
Raimon
Panikkar,
por
ejemplo, consideraba el P. Estanislau como su Gurú. Y es que la benigna y cálida acogida del Ermitaño propiciaba que todos encontraran personificadas sus propias aspiraciones. No podría dejar de mencionar al P. Cassià M. Just. Cuando fue nombrado abad de Montserrat el 1968, el Ermitaño llevaba ya tres años en la Santa Creu. El Abad Cassià amó verdaderamente siempre el P. Estanislau. Siendo prior, ya visitaba el Ermitaño de la Santa Cova. Incluso le gustaba andar descalzo con el ermitaño. Cuando fue nombrado abad, no dejó nunca de visitarlo periódicamente. Le comunicaba sus preocupaciones, esperando una palabra. “¿Qué quiere, Padre Abad, que lo aconseje o bien que le dé la razón?” le preguntaba el Ermitaño, con aquel pequeño toque de buen humor que tenía. Pero nunca fue irónico, el Ermitaño. Al contrario, detestaba la ironía: “Es un arma de defensa contra el otro, para descalificarlo”, decía él. ¿Qué harías para ganar un enemigo?, me preguntó un día. Y no supe que responder. “Hacerte amigo suyo”, respondió el Ermitaño. Esta era su actitud con todo el mundo. ¿Qué encontraba, realmente, la gente en el Ermitaño? Cuando llegabas a la Santa Creu, unos 20 metros antes encontrabas un cartel: Tú que has venido aquí, no olvides que Dios es Amor. Ves y canta tu alegría, canta la salvación de Cristo. Respetad los animalillos y sus plantas.
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Al llegar a la puerta, un ciprés, señal de paz, te acogía silenciosamente. Al lado, el chorrito de una fuente te invitaba a reponerte de la subida y del largo camino. El Ermitaño abría la puerta a todos. Captaba inmediatamente el visitante, el curioso, el buscador. Intuía el corazón del que venía a buscar una palabra, o simplemente por curiosidad o para chafardear. A estos los despachaba de inmediato, con pocas palabras, pero nunca sin ofender. El Ermitaño sabía escuchar. Era todo él escucha. Un rasgo que todos remarcaban: “Tienes la sensación de ser el único y el más importante para él”, me decían las personas que lo visitaban. Todos se sorprendían del recuerdo que tenia de cada persona. Podía pasar tiempo, y cuando regresabas recordaba tu nombre y la conversación anterior. Pocos días después de entrar al monasterio, mi padre quiso conocer al Ermitaño. Cuando abrió la puerta, exclamó: “¿Usted es el padre de Marcel, cierto? Lo reconoció tan solo por la fisonomía. Hombre de silencio, contemplativo, observador, detallista, retenía fácilmente las imágenes, las personas y los eventos como una cinta virgen donde todo se imprime. Dejemos que él mismo nos revele alguna cosa de su forma de ser:
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«… Le será difícil de imaginarse por completo la dificultad que siento de escribir y, en general, de exteriorizarme. Tan fácil que me resulta recordar, rumiar y vivir con todas las potencias del alma las personas y las cosas que amo. Habituado, desde jovencito, a escuchar y callar, me resulta muy difícil el exteriorizar, sobretodo expresar debidamente, con propiedad, toda mi vivencia. Cierto que me gusta mucho el diálogo de tú a tú, cuando percibo las vibraciones del alma del otro ante mi pobreza. Pero, amo aún más el silencio; sobre todo el silencio de mis cosas. Psicológicamente hablando, ¿ha pensado alguna vez en la enorme capacidad de dialogo que tiene el silencio? ¡Y, teológicamente, y monásticamente! ¿Sabe que la extraversión más profunda y generosa del Uno acaba con la introversión más significativa y substancial de los OTROS?... (Enero 1964) Un auto retrato del P. Estanislau que nos dice más que todo lo que podamos comentar de su personalidad, tan apropiada para una vocación de monje eremita, y que quiere vivir en la solitud del desierto. Su ritmo de vida era de una gran simplicidad. No tenía un horario. Pero tenía un orden y una regularidad en todo. Monje benedictino lo será siempre. Y esto se le notará toda la vida, incluso en sus maneras tan sencillas y pobres. El orden, la limpieza, la puntualidad, y el rasgo tan benedictino del “Ora et labora”. Comenzaba el día con el rezo de Laudes. Antes del alba subía a la ermita de Sant Dimes, próximo a la Santa Creu, para rezar Laudes, antes de la
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salida del sol. La maravillosa vista invitaba a la alabanza. Después regresaba a la ermita para orar en silencio. Los últimos años abrió su puerta a todos aquellos que querían compartir su hora de silencio de 7 a 8 de la mañana. Hoy aun encontraríais personas de Barcelona, y también de Vic, que habían subido varias veces, para compartir esta hora de silencio con el Ermitaño. ¡Calculad a qué hora tenían que levantarse para poder llegar a tiempo! 7 Después de la hora de silencio comenzaba la Misa. Siempre se revestía con alba y casulla blanca. Celebraba ante la ventana, en el altar que el mismo se había construido sin ningún
clavo,
juntando
las
maderas tan solo con cuerda. Seguía el ritual de la Misa sin ninguna variación, a excepción de la oración por el Patriarca Atenágoras8 que añadía después del nombre del Papa. No había cantos. Tampoco nunca sermón. Los asistentes no compartían plegarias, ni cometarios. Tampoco se hacia el ritual de la paz. Pero una cosa sí: todos podían comulgar con el pan y el cáliz9. Después de la comunión, se permanecía en silencio durante un rato, en ocasiones sentados en el suelo. Cuando se había quitado los ornamentos, en ocasiones hacia algún breve comentario sobre el santo del día, sobre todo si era un santo importante; no hace falta decir cuando eran determinados Padres de la Iglesia o santos monjes. Al finalizar la Eucaristía, si éramos muy pocos y conocidos, solía invitarnos a desayunar. No recuerdo ni una sola vez, durante 7 Hoy, desde Barcelona, una hora y media en coche y otras tantas a pie. 8 “Entre los pocos objetos que tenía el p. Estanislao en su ermita de la Santa Cruz de Montserrat, donde vivió entre los años 60 e inicios de los 70, recuerdo la fotografía del abrazo de Pablo VI y el Patriarca Atenágoras del 4 de enero de 1964 en Jerusalén. El ermitaño nos hablaba de su deseo de unidad de las Iglesias. Con motivo de este encuentro decía: “Como otras veces desde hace mucho tiempo, ayer y hoy he renovado el ofrecimiento de mi vida anacorética por la Unión de las Iglesias”. Él nos transmitió su espíritu ecuménico, nos hizo amar la Iglesia de Oriente y venerar los iconos en nuestras capillas” J. FIGUEROLA, OrienteOccidente, un testimonio actual de vida eremítica, Jesus Caritas, Octubre-Diciembre 2013. 9 En la fotografía, el padre Estanislao y Pedro Vilaplana i Puntí, fundador de la Comunidad de Jesús, en el curso de una Eucaristía en el jardín de la ermita.
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aquellos años, que hubiese comido algo más que una fruta para desayunar. Lo hacían hablar, y se acababa el tiempo, y ya no comía nada más hasta el mediodía. Un viernes que habían subido unos amigos del Arca, el Ermitaño los invitó a desayunar después de la Misa. “Los viernes nosotros ayunamos”, respondieron ellos. “Pues los viernes no subáis, por favor”, respondió el Ermitaño. No hacen falta comentarios, ¿cierto? El Ermitaño no era amigo de singularidades ni estridencias. Su lema era “neque nimis”, es decir no hacer demasiado de nada. Nunca vimos en el Ermitaño alguna cosa que fuera demasiado exagerado ya sea por exceso o por defecto. No dormía ni demasiado mucho ni demasiado poco; no comía ni demasiado mucho ni demasiado poco. Lo practicaba y lo enseñaba. Aun habiendo sido formado en la escuela de los Padres y de los monjes del desierto, nunca fue un asceta. Nunca hizo ayunos, pero fue un ermitaño austero, sencillo, pobre. La austeridad de aquella ermita podía parecer excesiva. No tan solo había nada de superfluo, más bien podía faltar lo necesario. Sobre la madera de dormir, nunca sin colchón, tan solo había un par de mantas, y ningún cojín. La ermita era fría y húmeda. La roca desnuda, al invierno, la sentías mojada cuando la tocabas. Pocas horas encendía la estufa. Nunca a la noche. Durante las horas de sol abría de par en par las ventanas para que se fuera la humedad. Una humedad que acabaría por afectar su salud. La gente se sentía atraída por la sencillez, la profundidad y la sabiduría de este Ermitaño. Un profesor de la universidad lo visitó una vez, atormentado, inquieto, esperando encontrar una respuesta a su pregunta: “Dígame, padre, ¿cuál es el sentido de la vida? El profesor se esperaba un largo y sabio discurso. “Ninguno”, le respondió el Ermitaño. “Entonces ¿qué hemos venido a hacer aquí?,” preguntó el profesor. “Nuestra vida no tiene ningún sentido. Estamos aquí para dar sentido a nuestra vida”, respondió el Ermitaño. El Ermitaño solía responder de esta forma tan desnuda y escueta. Esto te podía dejar cortado. Pero después retomaba la respuesta y la desglosaba con ejemplos, y hasta con anécdotas de la historia que tan bien conocía, a veces con aquel humor tan fino que tenía. Te dabas cuenta enseguida que
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estabas ante un monje culto, con aquella humildad que tan solo los sabios tienen. No es extraño que ejerciese tanta atracción. Todo el mundo se sentía acogido, comprendido, apreciado y valorado como único. Y llegamos los discípulos. En el año 1970 habían ya tres ermitañas en Montserrat, bajo la dirección del ermitaño: Rosaura en Sant Salvador, Maria Creu en Sant Pere, y la G. Chantal en Santa Caterina. El año siguiente se sumaron tres ermitaños más. El P. Manel, un benedictino portugués ex maestro de novicios del monasterio de Singeverga (Portugal), que fue a vivir a Sant Antoni. El eremitismo había regresado a Montserrat. Este fenómeno tuvo resonancias en Catalunya. Todo el mundo buscaba el ermitaño. Un día había tanta gente en la ermita, que sentí decir al Ermitaño: “Colgaré un cartel que diga: que entre quien pueda, y salga quien quiera”. Muchas personas subían sobre todo para “hacer silencio”. He aquí una expresión que nació en la Santa Creu. El Ermitaño no enseñaba métodos espirituales. Ni tampoco técnicas. Aconsejaba, eso sí, la “oración de Jesús” a todos aquellos que deseaban un camino de oración. Entonces recomendaba siempre, como primera lectura, Relatos de un peregrino ruso. El P. Estanislao no cambió la espiritualidad de vivía en la Cova. Los contactos tan diversos que tuvo con todo tipo de corrientes espirituales provenientes de Oriente, no vamos a decir que lo influenciaron realmente, pero sí que le ampliaron los horizontes. Dialogaba con hinduistas, budistas, yoguis, seguidores del zen, y todo tipo de corrientes espirituales. Su Ecumenismo cristiano se convirtió en Ecumenismo de las Religiones. Nada le era extraño. Las salpicaduras del estallido del mayo del 68 también le llegaron. ¡Cuántos disidentes de la Iglesia y de la vida religiosa fueron a su encuentro en búsqueda de paz y comprensión! Mi padre espiritual del Seminario un día me hizo este comentario: “El Ermitaño de la Santa Creu se ha hecho amigo de todos, dando la razón a todos”. Algo hay de cierto. No en el sentido que el Ermitaño hubiese tomado una estrategia. Fluía espontáneamente de un corazón que había muerto a su 49
propia voluntad. “Creedme, estoy muerto, y bien muerto”, nos dijo una vez el Ermitaño en Japón, un día que se le quería hacer aceptar una cosa que él consideraba innecesaria. El último año en la Santa Creu el Ermitaño ya no tenía tiempo ni para comer. Se pasaba horas escuchando las personas, sentado en el suelo sobre una alfombra. Cuando podía salía a pasear por el jardín para estirar las piernas. Cada vez hablaba menos, y dedicaba más tiempo al silencio con la gente que subía. La afluencia de gente era importante sobre todo los fines de semana. Los visitantes empezaban el camino de subida por la “escala dels pobres” 10, hasta el plano de Santa Anna, y, desde allí, hasta la Santa Creu. En aquel
tiempo,
los puestos de
miel y requesón
aún
encontraban
pie de escalera,
a
se
ante la fuente.
Las
mujeres, que se
habían
cuenta
aquella subida y
de
buenas
la
dado
bajada de gente
de
Creu, gritaban:
“¡Chicos! ¡Miel y
requesón
para
el ermitaño!” El
Ermitaño
lo
supo.
sabréis lo que
sentía…
Santa
No Pero
todo esto sumará… La decisión se precipitará… Los meses de enero y febrero de 1972 el Ermitaño recibió dos visitas muy significativas. Una de ellas, el Hermano Roger de Taizé. Había pasado un domingo en Montserrat junto con algunos hermanos monjes. A la mañana del día siguiente subió a visitar el Ermitaño. Frère Roger, que en la Misa conventual de la comunidad no pudo comulgar (ni él ni la Comunidad de Taizé aún no habían dado el paso), le expresó su preocupación por la división de las Iglesias. “¿No creé que la unión ya está hecha?, le preguntó el Ermitaño. “Sí” – le respondió F. Roger – “pero ¿y el sufrimiento?”. La otra visita fue la de Poonja, un renombrado maestro hindú del momento. Lo llevó Enric Aguilar, ex monje, que llevaba unos cuantos años en 10 Escalera de los pobres.
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la India. Coincidió que aquel día subí a ver al Ermitaño, y me los encontré sentados en la ermita en silencio. Duró mucho. Y me sorprendió que el Ermitaño pudiese aguantar tanto tiempo la postura del loto con las piernas cruzadas. Al finalizar el silencio, el Ermitaño dijo: “Hoy se ha realizado un matrimonio místico”. Cuando bajábamos las escaleras, Poonja se detuvo y dictó una nota a Enric Aguilar para que la entregase inmediatamente al Ermitaño. Decia: “El Maestro (Poonja) es tan cristiano, como el Ermitaño es hindú.” Unos días después me comentó el Ermitaño que este encuentro con Poonja había sido la experiencia de comunión en el silencio más profunda que había tenido con alguien. Al anochecer, el P. Abad Cassià comentó su encuentro con Poonja en el monasterio. Lo llevó a la biblioteca, y todo su comentario fue una gran carcajada. Después lo llevó a la ermita de Sant Iscle que se encuentra al fondo del jardín. Estuvieron en silencio durante un rato. El Abad Cassià rezó en su interior: “Señor, haz que Poonja se convierta al cristianismo”. Al instante, Poonja se giró, y le dice: “¡Ya soy cristiano!” Aun veo la cara de sorpresa del abad Cassià. Estas dos visitas, me dijo el Ermitaño años después, fueron el “canto del cisne” que anuncia la hora de su partida. Le quedaban nueve meses.
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5. Teresa de Lisieux
Dejemos la palabra a Hans URS VON BALTHASAR que en su luminosa obra, Teresa de Lisieux. Historia de una misión, afirma: "En la misión que cada uno recibe, se cifra esencialmente la forma de santidad que se le da y exige. El cumplimiento de esa misión se identifica para él con la santidad a que se le destina y que puede ser por él alcanzada. De ahí resulta que la santidad es algo esencialmente social y, por ende, algo sustraído al capricho del individuo. Dios tiene de cada cristiano una idea que le marca su puesto dentro de la comunidad de la Iglesia. No hay peligro de que esta idea, que es única y personal y que encarna la santidad destinada a cada uno, no sea para alguno suficientemente elevada y amplia. Esa santidad participa de la infinitud divina y es tan sublime que, por nadie, fuera de María fue perfectamente alcanzada. Realizar esta idea que descansa en Dios, realizar esta "ley individual" que es una ley sobrenatural, libremente trazada por Dios, es el supremo fin del cristiano. "
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Quiero ser santa11 Así Teresita ora: "Yo deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y llegar al grado de gloria que me habéis preparado en vuestro reino: en una palabra, quiero ser santa". Pues bien, en Teresa de Lisieux, este designio de Dios está plasmado con tal fuerza, determinando su psicología, su espiritualidad, en una palabra, su vida toda, que llegará un momento en que Teresa como que se despersonaliza: Teresa es su misión. Teresa se sabe en todo momento instrumento consciente de un amor que está en ella, pero que no es de ella y sólo ha sido dado para difundirse con más fuerza sobre las almas, atrayéndolas a la confianza filial en Dios. Aquí radica, precisamente, el soberano atractivo de Teresa. Teresa es lo que es porque es una copia viva del Evangelio. André Combes dice en el libro: Santa Teresa de Lisieux y su misión. "En la mayor parte de los santos, sobre todo en los más populares, la fidelidad al Evangelio ha dado lugar a una actividad tan poderosa y bienhechora que, si se pudiera hacer en ellos abstracción de lo sobrenatural, su vida permanecería llena de méritos humanos. Si Cristo no hubiera sido el Hijo de Dios, Pablo de Tarso seguiría siendo un gigante de la propaganda religiosa, Agustín de Hipona un poderoso genio, Tomás de Aquino un prodigioso pensador, Vicente de Paúl un modelo de filantropía, y hasta Teresa de Ávila una maravillosa organizadora de vida profunda y de mansiones propicias al recogimiento...Teresa de Lisieux ella, no ha dicho nada. Tenía razón al afirmar: en comparación de los grandes santos, ella tiene las manos vacías de toda clase de realizaciones humanas, hasta de todo género de virtudes espectaculares. Pero, precisemos. No ha hecho nada... más que dejar que Dios modelara su vida interior sobre el ideal del Evangelio; es lo que constituye su carácter específico entre los santos. No ha hecho otra cosa más que buscar el Reino de Dios y su justicia; por eso se le ha dado todo lo demás por añadidura". Teresa, sin el Evangelio, no sería nadie. Toda su gloria y su grandeza está en esa identificación, hasta una íntima estructuración del yo, con el Evangelio. Así resulta que el mensaje de Teresa es de una perennidad
11 Del libro de Louis Liagre: Sentido evangélico de la espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux
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inmarchitable. Su misión es la de hacernos tornar los ojos y el corazón a las fuentes mismas de la tradición, a la Escritura, para que aquélla salga rejuvenecida y vigorosa. Las dulces experiencias de su hogar prepararon maravillosamente su sicología para la comprensión del atributo más caro a Dios, su paternidad. Teresa lo trató siempre con la confianza más tierna y audaz. Se introdujo en lo más íntimo de Dios, "Dios es caridad", y su Amor, tiene una fuerza de expansión infinita. Pero este amor que por plenitud esencial no puede buscar nada positivo en la criatura, busca, eso sí, una cosa, y con toda la fuerza de su vitalidad: capacidad para derramarse. Es decir, pobreza, miseria, nulidad consciente y querida, abierta y hambrienta de la invasión de ese amor divino expansivo, y por eso mismo misericordioso. Teresa ama su pobreza y su debilidad no por sí misma. Lo que en realidad ama es aquel estado que le permite descubrir el amor de Dios y le proporciona esa finísima sensibilidad para la percepción de la gracia. Esta es precisamente la pobreza que parte del Sermón de la Montaña y es condición eterna para toda comprensión de la gracia: “Yo no puedo apoyarme en nada, no puedo apoyarme sobre ninguna de mis obras para tener confianza... Pero la conciencia de esta pobreza ha sido para mí una verdadera luz. He pensado que nunca en mi vida he podido pagar ni una sola de mis deudas con Dios y que esto, si yo quería, era para mí una verdadera riqueza y una fuerza... Me doy cuenta que esta gracia no se puede pagar... ¡Se experimenta tan gran paz en ser absolutamente pobre, en no contar más que con Dios!". Lo que ella predica y vive es sencillamente el Evangelio, es decir, la noticia de que la gracia, la salvación, se nos da, no por nuestros méritos, sino exclusivamente por el amor invasor del Dios misericordioso. "Dad gratis lo que gratis habéis recibido" (Mt. 10, 8). Pero no nos engañemos, Teresa tiene un temple heroico; su alma, modelada por el don de fortaleza, tiene arrestos de soldado. Tras su palabra sencilla se esconde un conocimiento carismático de la Escritura envidiado por muchos sabios. Una vez más, Dios ensalza a los humildes, y también, una vez más, en Teresa, Dios ha confundido a los soberbios al brindarnos la experiencia teresiana. En adelante, después del testimonio de esta experiencia, 54
ya no tendremos derecho a temblar los pusilánimes y los cobardes, sino a estar robustos en la confianza. El ascensor divino En Teresa vemos lo que el Evangelio puede hacer de un alma pequeña que lo ha adoptado como único principio de vida: "...Mi constante deseo ha sido llegar a ser santa; mas por desgracia, cuantas veces me he comparado a los santos, he comprobado que existe entre ellos y yo la misma diferencia que notamos entre una montaña cuya cumbre se pierde en las nubes y el humilde grano de arena pisoteado por los caminantes. Mas en vez de desalentarme, me digo que es imposible que Dios inspire deseos irrealizables, y que a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Me es imposible engrandecerme; debo soportar tal como soy, con mis innumerables imperfecciones; pero quiero buscar el modo de ir al cielo por un caminito bien recto, bien corto, un caminito del todo nuevo. Estamos en el siglo de los inventos. Ahora ya no se necesita subir los peldaños de una escalera; un ascensor los reemplaza ventajosamente en la casa de los ricos. También yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado
pequeña
para
subir
la
ruda
escalera
de
la
perfección.
He buscado, pues, indicaciones en los libros santos para hallar este eascensor. objeto de mis deseos, y he dado con estas palabras, salidas de la misma boca de la sabiduría eterna: "Si alguien es muy pequeño, que venga a mí.". Me acerqué, pues, a Dios, y adiviné que había encontrado lo que buscaba.; mas deseando saber todavía lo que haría con el pequeñuelo, he proseguido mis investigaciones y he aquí que he hallado: "Así como una madre acaricia a su hijo, te consolaré, te recostaré en mi seno y te meceré en mi regazo". ¡Ah, jamás se regocijó mi alma con palabras más tiernas, más melodiosas que estas! Vuestros brazos, oh Jesús mío, son el ascensor que ha de elevarme hasta el cielo. Para esto no necesito crecer, sino al contrario, quedar pequeña, achicarme cada vez más. ¡Oh, Dios mío, habéis superado cuanto podía yo esperar,
por
eso
quiero
cantar
vuestras
misericordias!
"Me habéis instruido desde mi juventud, y hasta el presente he publicado vuestras
maravillas;
seguiré
haciéndolo 55
hasta
mi
edad
provecta".
¿Cuál será para mí esta edad provecta? Considero que lo mismo puede ser ahora como más tarde; a los ojos del Señor, dos mil años son lo mismo que veinte... lo propio que un día." (Teresa de Lisieux).
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4. Hno Roger de Taizé «La vida que dio el hermano Roger es una promesa de que la paz de Dios tendrá la última palabra para todas y cada una de las personas sobre la faz de la tierra»1. Estas palabras del hermano Alois, actual prior de Taizé, pronunciadas en el funeral de su predecesor, el hermano Roger, fundador de la comunidad ecuménica francesa, resumen perfectamente el objetivo de este trabajo. Tres años después de su muerte violenta, pretendo acercarme a esta figura desde la perspectiva de la esperanza. ¿Ha sido el hermano Roger de Taizé un testigo de la esperanza? ¿Cómo aparece esta virtud cristiana en sus escritos y, además, en su propia vida? Una vida de testimonio12 Roger Louis Schutz-Marsauche nació en la aldea suiza de Provence el 12 de mayo de 1915, el noveno y último de los hijos de una familia de tradición reformada. Tuvo una infancia feliz, según su propio testimonio, y desde entonces estuvo marcado de diversa forma por su padre –pastor reformado–, por su madre –a la que recuerda por su bondad– y por sus hermanas. Junto a ellos, la persona que más influyó en la personalidad de Roger fue su abuela materna, que durante la Primera Guerra Mundial vivió al norte de Francia, cerca del frente, y convirtió su casa en un lugar de acogida a las víctimas del conflicto bélico, además de frecuentar la iglesia católica, teniendo una fuerte tradición familiar evangélica2. En ella vio Roger prefigurada una reconciliación que desde muy pronto comenzó a sentir como necesaria y urgente, y una cercanía real a los más necesitados. Durante su niñez y adolescencia, vividas en una familia profundamente creyente, Roger Schutz tuvo diversas experiencias de contacto con católicos, vivió una honda crisis de fe y estuvo enfermo durante varios años. Toda esta etapa la revisaba después, desde la privilegiada atalaya de la ancianidad, con una esperanza esencial, al decir que hizo «el siguiente descubrimiento: en nuestras vidas, algunos acontecimientos nos hacen comprender que no son los dones prestigiosos, ni las grandes facilidades humanas las que nos permiten ser creadores en Dios. Incluso de las 12
Autor del artículo: Luis Santamaría del Río
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adversidades puede surgir un gran impulso vital. La enfermedad ha preparado el futuro, la llamada de Dios ha estado como ligada a una prueba, si bien no he llegado a comprender cómo ha ocurrido»3. Estudió Teología en Lausana y Estrasburgo, y en su interior bullía algo que le hizo interrogarse sobre su fe y unirse a otros estudiantes para reflexionar sobre la experiencia cristiana. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, pensó en formar una comunidad que viviera de forma concreta la reconciliación según el evangelio, a través de la oración y la acogida a los que sufrían en aquel momento las consecuencias del enfrentamiento armado. Acudió a Francia para buscar una casa donde realizar este proyecto, y el 20 de agosto de 1940 llegó en bicicleta, tras visitar Cluny, a la aldea de Taizé, en la región de Borgoña. Allí compró una casa en la que se dedicó a orar y acoger a refugiados de la guerra. En 1942, la presencia de la Gestapo tras la ocupación alemana de toda Francia lo obligó a permanecer en Ginebra, donde siguió dando forma a su sueño. Muy pronto se le unieron otros dos jóvenes suizos, con los que regresó a Taizé en 1944. Fue el momento de acoger a los niños huérfanos, y de recibir visitantes que compartían su oración común. En la Pascua de 1949 tuvo lugar el primer compromiso de vida de los hermanos en la iglesia románica de la aldea. Nacía así lo que Juan XXIII denominó «esa pequeña primavera». La historia posterior, compleja e interesante, pero imposible de reseñar aquí en su totalidad, abarca el proceso de reconocimiento por parte del mundo protestante y de la Iglesia católica, su cercana y continua relación con los Papas desde Pío XII y con el Patriarca de Constantinopla, la celebración de encuentros y reuniones interconfesionales, la construcción de una iglesia para acoger a tantos jóvenes que iban año tras año a la colina de Taizé, la participación en el Concilio Vaticano II, la preparación del Concilio de los Jóvenes, la publicación de sus diarios, la Operación Esperanza para América Latina, los viajes a lugares de extrema pobreza como Calcuta –y la redacción, allí, de cartas dirigidas a todos los hombres–, los desplazamientos a países que sufrían totalitarismos, la animación de encuentros de oración en todo el mundo... y lo que desde 1980 llamó «una peregrinación de confianza a través de la tierra», invitando a los jóvenes a ser agentes de la reconciliación. Una biografía que acabó para este mundo el 16 de agosto de 2005, cuando una mujer rumana con problemas psiquiátricos lo asesinó en la oración 58
vespertina. ¿Mártir? Si empleamos su acepción etimológica, está claro que el hermano Roger fue un testigo de la fe cristiana. Pero, ¿fue su muerte violenta debida a ella? ¿O simplemente fue algo accidental? Los hermanos de Taizé han interpretado esta muerte como la consecuencia de una existencia entera vivida en la inocencia, a imagen de Cristo. Un día anotó en su diario, sencillamente: «Hoy sólo tengo que escribir esto: si tantas penas son por Cristo, por su cuerpo la Iglesia, por los hombres, entonces proseguiré»4.
De hecho, es curioso observar las reflexiones que escribió en su diario con motivo del asesinato de Martin Luther King: «la violencia de los pacíficos rompe las reacciones en cadena de los poderes de nuestro tiempo, los que disfrazan una intolerable violencia, la dominación de los pobres. [...] Su muerte me induce a buscar un sentido a la mía. Si un hombre no puede dar un sentido a su muerte, no puede tampoco vivir verdaderamente»5. Su muerte no fue un sinsentido: murió como vivió, en la debilidad del que se sabe en las manos de Dios. Nunca buscó protección ni seguridades, sino una vida sencilla que transparentara la santidad de Cristo. La pervivencia de la comunidad de Taizé, aquel sueño de un joven protestante suizo, es signo de la fecundidad de un grano de trigo que ha muerto para dar mucho fruto, con el aliento del Espíritu Santo.
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Hecha esta introducción para enmarcar la figura del hermano Roger6, repasaré varios puntos de su espiritualidad que lo muestran como testigo de la esperanza. Pero no de una esperanza cualquiera, sino de la cristiana, de la que nace del acontecimiento de la resurrección de Jesús. El mal y el sufrimiento en la historia El misterio del mal en la historia de la humanidad y en la vida concreta de cada hombre es el punto de partida de toda teodicea, y el arranque de cualquier reflexión que pretenda dar razón de la esperanza. Así puede verse en la vida y obra del hermano Roger, que inició la comunidad de Taizé como lugar de acogida de los sufrientes y como hogar de escucha, donde resuenan los sufrimientos de todos los hombres. No se le puede acusar de un misticismo ajeno a la realidad humana, sino que la experiencia religiosa que Taizé vive y propone está fuertemente arraigada en el contacto cotidiano con el hombre concreto. Es significativo ver cómo las cartas escritas por el hermano Roger cada año se hacían desde la oración y la vida con los más pobres, y sin olvidarlos como destinatarios de la Buena Noticia de Jesucristo, pues son ellos los que mejor pueden acoger el Reino. Las cartas tienen, pues, un Sitz im Leben bien preciso. Y también los libros del fundador. Por ejemplo, La violencia de los pacíficos, que era inicialmente una larga reflexión, al terminarlo en 1968, un año marcado por las revueltas estudiantiles francesas y el asesinato de Luther King, fue enriquecido con fragmentos del diario de Roger. Así se demuestra el realismo no iluso, sino lleno de esperanza, del autor. Los cristianos no pueden caer ni en la gris pasividad ni en la violencia destructora. La reacción del creyente tiene que ser, para Roger, una vida en comunión con los empobrecidos y los maltratados, cambiando el mundo desde la conversión de la propia vida, desde un acercamiento cada vez mayor a Cristo. «¡Qué desafío lanza un cristiano que se convierte en una esperanza viva en medio del mundo de la injusticia, de la segregación, del hambre! Libre de todo odio, su presencia edifica, es creadora. Este desafío arde de amor, es una violencia viviente. Cuando un hombre vive consumido por este ardor, enciende un fuego sobre la tierra»7. Roger analiza con profundidad la sociedad 60
de su tiempo sin ingenuidad alguna8, pero con una mirada hacia el futuro confiada en Dios, en lo que él puede obrar en los hombres. Descubre en el evangelio una forma de existencialismo, «una extraordinaria llamada a vivir en el hoy de Dios. El cristiano pierde su gozo desde el momento en que vive de la preocupación por el mañana. Realmente, hay una locura del Evangelio, en contradicción con la necesidad de seguridad del hombre»9. Desde aquí, unas sencillas indicaciones para su aplicación en la vida diaria: simplificar nuestra existencia, comprender a los hombres como son, y ser débil con los débiles y los pequeños de este mundo. En otros lugares habla de la síntesis que todo cristiano debe hacer en su vida de una actitud de lucha y una actitud contemplativa10. El sufrimiento es una realidad. No pueden cerrarse los ojos ante él. La reacción cristiana no puede ser una resignación que provoque la pasividad, sino una intensidad en la oración que pueda cambiar los corazones del orante y de todos los hombres, acogiendo el Espíritu Santo, luz en la oscuridad. Cuando Roger despedía a algunos asistentes al Concilio de los Jóvenes les decía, ante la vuelta a sus países de origen: «vais a encontrar nuevamente la tiranía, las ejecuciones, las condenas a muerte; llorad, en presencia de Cristo, sobre vuestra nación, oremos juntos por ese amado país»11. La esperanza es algo que tiende a compartirse, a ser entregada a quien no la tiene. Y constituye un factor de humanización. Cuando el hermano Roger presentaba la Operación Esperanza que inició la comunidad de Taizé para ayudar económica y espiritualmente a América Latina, explicaba en su manifiesto: «Aportar una esperanza a hombres que no la poseen o que la han perdido, tiene un valor de todos conocido. Y precisamente quienes aportan a otros una razón de esperar se vuelven, a su vez, más auténticos porque se hacen más humanos»12.La esperanza cristiana no está destinada sólo a la comunidad de los creyentes en el Resucitado, sino que está abierta a todos los hombres, tal como señala Roger: «El cristiano no vive en un optimismo complaciente, sino que busca siempre una esperanza para la humanidad. El cristiano es un apasionado de la humanidad, Dios le ha dado un corazón universal»13. La unidad de los cristianos, una loca esperanza 61
El hermano Roger sintió desde niño una vocación irrenunciable al ecumenismo. Y éste es el sentido primordial de Taizé: la reconciliación de los cristianos, un paso necesario para la reconciliación universal. Por eso quiere ser una parábola de comunidad, una muestra visible para el mundo de que es posible. Su propósito es abrir una brecha en un mundo cristiano dividido por los muros confesionales. Cuando se preguntaba por la identidad de su comunidad, Roger escribía: «¿Quiénes somos? Una comunidad pequeña, frágil, con una loca esperanza: la de la reconciliación de los bautizados y de todos los hombres entre sí»14.
Frente a una situación de estancamiento del empeño por lograr la unidad de todos los bautizados en Cristo, y una tentación palpable de asumir como único objetivo posible la coexistencia pacífica y fraterna, sin plantear la meta – querida por el Señor– de una comunión real de los cristianos, Roger siempre
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miró con esperanza a un futuro en el que se hacía necesaria y urgente la unidad visible: «Si no somos visiblemente uno, ¿cómo podemos pedir a los hombres que crean que aquel que nos anima en nuestro ser íntimo es el mismo Cristo? Renunciemos a nuestras antiguas y nuevas separaciones para ser fermento de paz»15. Si éste no es el camino, y si no se tiene clara esta meta, que ha de lograrse a corto plazo, la búsqueda de la unidad pierde su fuerza porque se vacía de esperanza. De forma bien sencilla el hermano Roger escribía que «todos somos víctimas de cuatro siglos de separación. Buscamos una reconciliación en un plazo próximo. Si no, profesaríamos un ecumenismo sin esperanza que no interesaría a las nuevas generaciones»16. Es posible la esperanza en el camino ecuménico porque, a pesar de los fracasos humanos, es una empresa guiada por el Espíritu de Dios, que es quien congrega a los creyentes y los empuja a la unidad. Por eso Roger podía mirar a la realidad presente y futura con la confianza puesta en Dios, que hará posible la primavera de la unidad: «Nuestra carrera hacia la unidad consistirá, en parte, en adquirir esta firme esperanza: el Señor nos conducirá a la comunión. Tiene fuerza para ello. A nosotros nos corresponde no rebelarnos para nada contra sus medios»17. Basta también con mirar a las últimas palabras de La violencia de los pacíficos: «En estos años, se adivina un nuevo nacimiento: la Iglesia de mañana en marcha hacia la unidad. El profetismo no ha muerto. Más allá de las violencias presentes, se levanta una nueva esperanza»18. La Iglesia, los jóvenes y los niños Pueden señalarse en el hermano Roger algunas pasiones fundamentales. Ya se han destacado el ecumenismo y la cercanía a los últimos. Íntimamente relacionadas con éstas, podemos apuntar también a la Iglesia, que continúa la presencia de Cristo en el mundo, y que tiene un futuro y exigencia de reconciliación; a los jóvenes, como principales portadores de la esperanza en un cambio eclesial y social; y a los niños, que representan la inocencia y nos recuerdan las condiciones para acoger el Reino de Dios. En cuanto a la Iglesia, juega un papel insustituible. La esperanza se fundamenta en la fe en Cristo, y para Roger es imposible comprender todo 63
acerca de la fe, por lo que es necesario apoyarse en la comunidad de creyentes para penetrar en el misterio. La propia fe es débil, pero se fundamenta en la fe de toda la Iglesia. «Cuando hay peligro de que la duda lo cubra todo, viene la noche. Cuando todo nos falta nos queda el creer. La referencia a la fe de la Iglesia continúa siendo el sólido apoyo»19. Frente a la permanente tentación de rebelarse contra la Iglesia, el hermano Roger invitaba a amarla como el mismo Jesús la ha amado, en medio del pecado de sus miembros. Sólo así puede reformarse verdaderamente, como hizo san Francisco de Asís: «Habría podido juzgar las instituciones, las costumbres,
el
encallecimiento
de
algunos
cristianos
de
su
tiempo.
Precisamente no quiso hacerlo. Prefirió negarse a sí mismo: esperó con una ardiente paciencia; y su espera, palpitante de caridad, suscitó un día una nueva primavera»20. Taizé es conocido en todo el mundo como lugar de encuentro de los jóvenes. A ellos se dedicó de una forma especial el hermano Roger, quien confiaba en ellos, los escuchaba sin juzgarlos y les proponía las exigencias de una vida evangélica. En la segunda mitad del siglo XX, una época marcada por el cambio de conciencia en las generaciones jóvenes, el prior de la comunidad ecuménica fue profético y por ello se le acercaron tantos jóvenes de tan diversos países. En todas las iniciativas que puso en marcha ellos eran los actores principales, porque veía posible la encarnación en ellos de una experiencia cristiana profunda y transformadora. La esperanza del mundo está en ellos, constataba. Y escribía: «Hasta ahora se ha dejado demasiado de lado a los jóvenes. O bien construiremos todos juntos una sociedad nueva, o habrá divorcio entre dos sociedades paralelas, y a nosotros, los mayores, no nos quedará más que la espera de la muerte en el aislamiento, en el hastío y la abundancia de las sociedades de consumo»21. Antes de pasar al apartado siguiente, cabe hacer una rápida alusión a la cercanía que siempre tuvo el hermano Roger a los niños, y que no es sólo muestra de cariño, sino expresión de la preferencia de Dios por los pequeños, por los que menos cuentan para el mundo. Esto queda bien ilustrado por los primeros huérfanos que acogieron en la comunidad, o por la niña con escasas perspectivas de supervivencia que Teresa de Calcuta le encomendó al prior de Taizé. O por la costumbre, heredada por el hermano Alois, de estar rodeado de pequeños durante la oración común, y caminar con ellos abriendo el paso al 64
terminar la plegaria. También, cómo no, en sus escritos, como cuando afirma: «¡Estos niños que se colocan cada día junto a mí! ¡Si supieran cómo su espera de Cristo sostiene la nuestra!»22. La esperanza confiada de los niños en Jesús es apoyo y ejemplo para la esperanza del resto de los creyentes. Raíz última: misterio pascual, transfiguración, presencia de Dios Enlazando con el primer punto de la reflexión de Roger –el mal y el sufrimiento–, es aquí donde puede atisbarse el horizonte de sentido del dolor. En su diario podemos leer algunos episodios que provocaron en él desánimo y tristeza, pero de los que emerge esperanzado por el misterio pascual, la muerte y resurrección de Cristo, de la que participa todo hombre: «Enterramos al pequeño Jean-Christophe Remy, mi sexagésimo séptimo sobrino. ¿Por qué la muerte de este niño? Para los que no comprendemos nada de esta muerte, después del primer asalto de un dolor consternado, una estrella alumbra la tiniebla»23. Al hombre le cuesta conocerse, y partes de su personalidad le quedan en la oscuridad. Esto provoca la inquietud, el desánimo y la tristeza. Aceptarlo sin inquietarse empuja a seguir viviendo, y esto es posible porque Dios es capaz de penetrar en toda la persona, también en lo que parece impenetrable. Es en la contemplación donde el hombre puede beber el agua que sacie su sed, la felicidad que mueve para toda lucha, la valentía para arriesgarse, la alegría para vivir. «¿Dónde está la fuente de la esperanza? La encontramos en la audacia de una vida en comunión con Dios. ¿Cómo hacer posible esta comunión? Dios nos amó el primero. Dios nos busca sin descanso, incluso cuando no somos conscientes de ello»24. El don pascual del Resucitado, que es el Espíritu Santo, es como la luz en la noche, es el que alumbra toda dificultad y oscuridad en el hombre. Es esa presencia divina en la vida de cada persona la que la alienta y mueve, aunque no lo sepa, aunque no la perciba: «¿Presientes en ti, aunque fugaz, la callada espera de una presencia? Esa sencilla espera, ese simple deseo de Dios, es ya el comienzo de la fe»25. Como hemos podido ver en el tratamiento que hace de la violencia propia del cristiano, y de la relación entre acción y contemplación, el hermano Roger plantea la existencia del hombre creyente como una tensión, como un acto de 65
heroísmo, que posibilita el optimismo y alienta para continuar la lucha: «no creyentes y creyentes somos capaces, juntos, de una creación nueva»26.
En un mundo herido, lleno de hombres heridos por tantos sufrimientos e injusticias, Roger intentó mostrar por todos los medios que nada puede separarlos del amor de Dios manifestado en Cristo, y especialmente en su muerte y resurrección. «¡Esperar! Esperar la aurora de una vida en que para siempre Dios nos acoja en su seno. Esperar en todo y contra todo que Cristo transfigure nuestros fracasos, nuestras amarguras, en espíritu de misericordia, pues el amor que no consume no es caridad»27. Por eso en Taizé se insiste tanto en el misterio de la Transfiguración, que se repite en cada creyente y en toda la realidad creada, que está marcada por el pecado, pero que está llamada a la unión con Dios: «Cristo atraviesa nuestra debilidad, nuestros fracasos, nuestro rechazo, incluso nuestros miedos y al mismo tiempo comprendemos que les confiere algo de su propio aspecto. Es decir: los embellece, transforma nuestro interior. [...] Dios enciende un fuego que nunca se apaga con nuestras propias espinas»28.
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La resurrección de Cristo proporciona al hombre una alegría serena, y por eso hace de la vida una fiesta continua, tal como afirmaba san Atanasio. Por eso Roger señalaba que «nuestra existencia de cristianos consiste en vivir de forma constante el misterio pascual: pequeñas muertes seguidas por los inicios de una resurrección»29. Roger Schutz vivió y murió como testigo de la esperanza cristiana, mostrándola como algo creíble. Como él mismo dejó escrito, «las palabras se vuelven creíbles si se viven»30. Su sangre derramada sobre el suelo enmoquetado de la iglesia de la Reconciliación de Taizé selló ese testimonio. Y así concluyó, ya junto a Dios, su personal peregrinación de la confianza. 1 Cit. en C. Feldmann, El hermano Roger de Taizé. La confianza vivida, San Pablo, Madrid 2008, 73. 2 «Yendo a la iglesia católica, realizaba en sí misma una reconciliación sin tardanza. Mi padre y mi madre la han entendido de una forma admirable. [...] Para mí, ella ha sido un testimonio de reconciliación, ha conseguido reconciliar en sí misma la corriente de fe de su origen evangélico con la fe católica, sin lastimar a su familia, sin que ello suponga una ruptura de comunión con los suyos» (K. Spink, La vida del Hermano Roger. Fundador de Taizé, Herder, Barcelona 2000, 37-38). 3 Ibid., 41. 4 Hermano Roger, Lucha y contemplación, Herder, Barcelona 1975, 6/10/71. 5 R. Schutz, La violencia de los pacíficos, Herder, Barcelona21973, 161. 6 Cfr. «Entrevista con el Cardenal Kasper tres años después de la muerte del
hermano
Roger», L’Osservatore
http://www.taize.fr/es_article7346.html, Santamaría
del
Río,
«Roger
con de
protestante?», Religión
Romano, acceso
Taizé:
en
el
¿murió
15/08/08. 28/09/08;
L.
católico
o
Libertad, 26/08/08.
http://www.religionenlibertad.com/opiniones/roger-taize-murio-catolico-oprotestante, con acceso el 28/09/08. 7 R. Schutz, La violencia de los pacíficos, o.c., 159. 8 En uno de sus libros analiza con detalle la búsqueda de la unidad, el crecimiento demográfico, el progreso acelerado, el hambre, la Guerra Fría, el doble sistema capitalista-socialista, la secularización, las ganas de disfrutar
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de los jóvenes, etc. Cfr. Hermano Roger, Vivir el hoy de Dios, Herder, Barcelona 51981, 15-29. 9 Ibid., 29. 10 El mejor resumen lo encontramos en su introducción al libro que trata precisamente este tema: «El cristiano no puede permanecer hoy en la retaguardia de la humanidad ni en combates estériles. Ni dejarse hundir por ellos. En la lucha para que se haga oír la voz de los clandestinos, la voz de los hombres sin voz, en la lucha por la liberación de todo ser humano, su puesto está en las primeras líneas. Y, al mismo tiempo, incluso cercado por los silencios de Dios, el cristiano presiente esta realidad esencial: la lucha por y con el hombre halla su fuente en otra lucha, siempre más inscrita en lo profundo de sí mismo, en ese lugar donde nadie se parece a nadie. Ahí toca las puertas de la contemplación. Lucha y contemplación: ¿estaremos llamados a situar toda nuestra existencia entre esos dos polos?» (Hermano Roger, Lucha y contemplación, o.c., 99). 11 Hermano Roger, Asombro de un amor. Primera parte. Diario 1974-1976, Herder, Barcelona 21986, 21/09/74. 12 Cit. en J.-M. Paupert, Taizé y la Iglesia de mañana, Ed. Hispano Europea, Barcelona 1979, 145. 13 Cit. en K. Spink, La vida del Hermano Roger, o.c., 28. 14 R. Schutz, La violencia de los pacíficos, o.c., 60. 15 Ibid., 77. 16 Ibid., 86. 17 Hermano Roger, Vivir el hoy de Dios, o.c., 120. Cuando está en marcha el proceso para hacer el Concilio de los Jóvenes en Taizé, el hermano Roger escribía en su diario, consciente de la magnitud del proyecto: «No temo al porvenir. La primavera de la Iglesia está a la puerta. Pronto nos calentará como un fuego» (Hermano Roger, Lucha y contemplación, o.c., 17/08/71). 18 R. Schutz, La violencia de los pacíficos, o.c., 169. 19 Ibid., 118. 20 Hermano Roger, Vivir el hoy de Dios, o.c., 123. 21 R. Schutz, La violencia de los pacíficos, o.c., 21. 22 Hermano Roger, Lucha y contemplación, o.c., 26/07/70. 23 Ibid., 8/07/70. 68
24 Hermano Roger de Taizé, Dios solo puede amar, PPC, Madrid 42005, 13. 25 Hermano Roger de Taizé, Las fuentes de Taizé. Dios nos quiere felices, PPC, Madrid 22003. 26 Hermano Roger, Lucha y contemplación, o.c., 19/05/70. 27 Hermano Roger, Unanimidad en el pluralismo, cit. en J.L. GonzálezBalado, El desafío de Taizé, Paulinas, Madrid 1976, 125. 28 Cit. en C. Feldmann, El hermano Roger de Taizé, o.c., 48. 29 Cit. en K. Spink, La vida del Hermano Roger, o.c., 90. 30 Cit. en C. Feldmann, El hermano Roger de Taizé, o.c., 31.
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