ECOS DEL DESIERTO
Reflexiones junto al Hermano Carlos.
TE SIGO, hermano, no sé si de lejos, de cerca… Puede que según el día. Soy así de torpe. Te sigo, sin embargo, aunque la distancia la pongan las distracciones, los pensamientos fútiles, la liturgia absurda de mis comportamientos cegados de orgullo y soberbia, ausentes de luz…
Apareces, entonces, y tiras de mí, rumbo a ÉL, nuestro modelo único y, envuelto en una nube amorosa de imitación, regreso a mis latidos, a tu circulación a través de mí, y me incorporas a la huella del Jesús que nunca se desvía…
TE SIGO, por eso entiendo, ahora más que nunca, la hospitalidad sagrada de la que tanto nos hablas… Ahora que cerramos las puertas por dentro, ahora que el concepto del cuidado se ha hecho universal, es el momento de abrir nuestros corazones, nuestros espacios, a la verdadera conexión humana, a la verdadera conexión crística, a la verdadera conexión divina, en este tiempo en que la salud de la sociedad se resiente para ser, como tú, como Jesús, sanadores en el consuelo y la aceptación activa…
TE SIGO, caminando en el desierto, y me sumerjo en la fe profunda, sin misterios, sin dudas, aunque no te vea, aunque no LO vea, porque contigo voy a ÉL… Y OS sigo porque OS respiro, porque sois la mística de mis movimientos, de mis pasos, de mis gestos, el sentido de mi unión con LO que sois: DIOS en mí…
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