EN EL PODER DEL ESPÍRITU

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Juan Carlos Hovhanessian, es líder y fundador de la Comunidad «Santa María», de la Renovación Carismática Católica de Argentina, y del Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza «El Poder del Espíritu»; con casi 40 años de servicio en la Iglesia Católica; donde se reúnen, semana a semana, cientos y cientos de personas para escuchar la Palabra de Dios, alabar y adorar al Señor. Es autor de varios libros: «El servidor y la Cruz», «La alegría de ser discípulos», «Dios nos amó primero» (Poemas), «Ha nacido Jesús» (Poemas), «Todo lo hice por ti» (Poemas), «De ocho a millones» (Poemas), y una vasta colección de prédicas en audio y video, que han llegado a muchísimas partes del mundo, dejando en cada lugar, abundantes testimonios de vidas cambiadas por el Poder de la Palabra de Dios.

Juan Carlos Hovhanessian

EN el poder del espíritu




En el Poder del EspĂ­ritu



JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

En el Poder del Espíritu

Editorial Autores de Argentina


Hovhanessian, Juan Carlos En el poder del Espíritu / Juan Carlos Hovhanessian. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018. 150 p. ; 20 x 14 cm. ISBN 978-987-761-686-6 1. Religión. I. Título. CDD 231.3

Editorial Autores de Argentina www.autoresdeargentina.com Mail: info@autoresdeargentina.com

Producción integral: Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza EL PODER DEL ESPÍRITU - Derechos reservados 2018

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723 Impreso en Argentina – Printed in Argentina


Para Agop y VerdjuĂ­ Mis santos mĂĄrtires abuelos.



EN EL PODER DEL ESPÍRITU En la senda que, mediante la Gracia de nuestro Señor Jesucristo, nos conducirá a cumplir “cuatro décadas” de vida, quisiera compartir nuestras vivencias como Comunidad Santa María de la Renovación Carismática Católica de la Vicaría Belgrano, en Buenos Aires, Capital de la República Argentina. “En el Poder del Espíritu”, sigue a los tres libros anteriores y cuenta con el deseo propio y de toda la Comunidad, de ser un aporte más, para toda la Santa Iglesia de Cristo. Recuerdo haberlo comenzado hace años, con el motivo de narrar hechos, experiencias, a lo largo de más de veinte años desde “El servidor y la Cruz” al presente, en el que entramos en el trigésimo octavo aniversario de la fundación de nuestra Comunidad. De una vida apostólica ininterrumpida, navegando “en mar calmo”, “en mar tormentoso”, más con la viva confianza que produce saber que “Jesús está en la barca”… Que el Espíritu Santo, “Señor y Dador de Vida”, multiplique en Su Santa Iglesia, el fervor apostólico y misionero, haciéndonos a todos sus servidores fieles al Evangelio de Jesucristo, para servirle a Él, en cada hermano y para la Gloria de Dios Padre… ¡Amén! ¡Amén! Juan Carlos Hovhanessian

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“UN LIBRO…” –EN EL PODER DEL ESPÍRITU– “EN EL PODER DEL ESPÍRITU”… “EXPERIENCIA DE COMUNIDAD” CON SENCILLEZ Y HUMILDAD HEMOS INTENTADO EXPRESAR… “CUATRO DÉCADAS” DE CAMINAR EN “LA PALABRA DE LA VERDAD” EL ANUNCIO DEL EVANGELIO COMO “ESPIRITUAL CALZADO”… “ESCUDO DE LA FE”, EMBRAZADO CON EL “YELMO DE LA SALVACIÓN”… “LA VERDAD COMO CINTURÓN” Y DE “SU JUSTICIA, ACORAZADO”… ¡CON “LA ESPADA DEL SEÑOR…”! “SANTO, APOSTÓLICO FERVOR”, LA COMUNIDAD SANTA MARÍA… SIRVIENDO A JESÚS RESUCITADO, EN EL POBRE, EL NECESITADO… ¡EN LA ECLESIAL “KOINONÍA”! JUAN CARLOS

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CAPÍTULO 1

EL SEGUNDO TOQUE

“Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: ¿Ves algo? Él, alzando la vista, dijo: Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan. Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas.” (Mc 8:22–25). Habiendo recibido, varios años atrás, el “Toque del Maestro”, allá por el año 1981. En el Encuentro con mi Señor Jesucristo, por la Fe. En medio de esa visión de su Luz, de su “¡Sígueme!”, que sigue y seguirá vibrando en mí… casi sin darme cuenta –así sabe ocurrir– me había dejado llevar por una “complacencia religiosa”. Sólo cuando recibí eso que yo llamo: “Segundo Toque”, pude reconocerlo. No podía verlo antes. “Había sido ciego”, siguiendo el ejemplo del ciego del Evangelio, “ahora veía”… Y eso, al que era ciego –poder ver aunque no claramente– lo hace igualmente feliz, más no a Cristo. ¿Cuántas veces me diría el Señor, lo que al ciego del Evangelio? “¿Ves algo…?” ¿A cuántos suele ocurrirnos esta realidad? La rutina de una actividad religiosa que “era fecunda, aquí y allá…” 13


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Más poco a poco, “el Fuego Pentecostal”, comienza a transformarse en un cumplimiento más o menos feliz, de algo con “cierto calorcito”, “tirando a tibio”… “Veía a los hombres como si fueran árboles…” Más aún, a mí mismo me veía así, como inmerso en una “nebulosa convencionalista”. Eso sí, “carismática”; es decir, con “sus distintivos”: aplausos, lenguas y todas las hermosas manifestaciones, pero sólo, como “tradiciones”… Recuerdo que dejé de hacer ciertas cosas en la obra que, como dije, era muy fecunda: enseñanzas a grupos de la Parroquia, formación de grupos misioneros parroquiales, etc. Porque algo dentro de mí, me señalaba que tenía que hacerlo… Sólo me dediqué a lo referente a la Comunidad, que desde un primer momento –año 1981– a la fecha, funciona en la sede de la misma. De los Seminarios de Vida y de Crecimiento se ocupaba Diego Hovhanessian –mi hijo– con Roxana, su esposa, y el Equipo de Servidores de nuestra Comunidad, liderado por Celia, mi esposa; esto sucedía en la Parroquia San Francisco Javier, en la que era conmovedora la cantidad de hermanos que conocieron a Jesús, a través de la predicación de Diego, de la música y cantos de alabanza y adoración; así como de un abnegado pastoreo ante las distintas necesidades e inquietudes naturales del “nacido de nuevo”, que comenzaba a vivir la Gracia del Bautismo en muchísimos casos, volviendo a los Sacramentos o en algunos, que debían ser bautizados. ¡Mover del Espíritu! ¡El Señor, todo lo hace bien! Más el hombre, tantas veces, sabe entorpecer la obra de Dios. Y yo, no quería hacerlo. Pedí ayuda a queridos hermanos con larga trayectoria en la Iglesia y en la R.C.C. Así, en uno de esos encuentros con un sabio hermano consiervo, el Señor me habló a través de Su Palabra, pedida en Oración por él. Al ver que se resistía a leerla, le pedí que lo hiciera y él me dijo: “No puedo leerte esto…”. Ante mi insistencia, se animó y lo hizo. Decía: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, 14


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voy a vomitarte de mi boca. Tú dices: Soy rico; me he enriquecido; nada me falta. Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.” (Ap 3:15–21). ¡Cuánto lloré! Yo que pensaba que estaba “haciendo grandes obras para Dios…”¡Qué Bueno es el Señor! Vino a la Argentina una maravillosa sierva de Dios, que se quedó toda una tarde conmigo, orando y hablándome Palabra Profética… ¡siempre la recordaré! Pues fue providencial su visita, su paso por mi vida en ese momento. Al despedirnos, me dijo: “Recuerda Juan Carlos, Jesús te dice: ¡YO EN TI Y TÚ EN MÍ!”. ¡Gracias mi Señor! La despedí con admiración y gratitud. Se fue ella y yo seguía en la puerta de mi casa. Por enfrente, pasaba un hermano evangélico, con el que hablamos acerca de las cosas del Señor, y después del saludo me dijo: “Tengo una Palabra en mi corazón desde esta mañana; ¡YO EN TI Y TÚ EN MÍ!” “¿Qué dijiste?”, le pregunté. “¿Qué dije..?”, respondió asombrado, seguramente por mi reacción. Ahí le conté lo sucedido y juntos, alabamos a Dios; porque así como por los labios de la querida religiosa católica, como por los de este amigo evangélico, me bendecía con su Presencia Viva entre nosotros. ¡Es testimonio! A partir de ese momento, literalmente, “sentí” (no tengo otra palabra para expresarlo) ¡EL SEGUNDO TOQUE! “¡Sacúdete!” “¡Sacúdete!” escuchaba en mi corazón: 15


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Como cristiano católico no tuve ni tengo que renunciar a ninguna de las perlas finas de nuestra herencia, pero eso sí, tuve que ubicarlas en su verdadero lugar. Jesús dice: “También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas y que, al encintrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mt. 13: 45–46). Cristo es esa Perla. Su Palabra es esa Perla, felices quienes la han hallado pues “si os mantenéis en mí Palabra seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. ( Jn. 8: 31–32). Allí fue cuando comenzamos a experimentar esa “LIBERTAD”, lo cual también generó incomprensiones, malos entendidos de parte de algunos y hasta persecuciones. Es así, pues es el precio por pagar. La Verdad, necesita de parte de quien la recibe, RESPONSABILIDAD, pues LA VERDAD, “CONOCERLA”, “NOS HACE VERDADERAMENTE LIBRES”. Me di cuenta en mi propia vida de la importancia de una sana enseñanza de la doctrina y tratamos a partir de allí de fomentar, con maravillosos resultados que Dios mediante compartiremos en capítulos siguientes, el “Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza EL PODER DEL ESPÍRITU”, Ministerio que para la Gloria de Dios, mediante libros, grabaciones de audio y video y a través del periódico mensual llegan a casi todas las comunidades de la RCC de Buenos Aires, a distintas regiones del país a lo largo y a lo ancho y a países de América y también de Europa. Recibimos el “Segundo Toque” que nos permite ver con claridad, no “como si los hombres fueran árboles.” Poder ver desde lejos, estar atentos a la necesidad del prójimo. Así como Jesús lo hacía, estar al lado del que sufre, sin distinciones. Hoy descubro que no hay peor ceguera que la obstinación religiosa. Cuando alguien, así como yo en ese momento, cree que con lo que ya tiene puede seguir adelante. Yo creía ver y en realidad estaba más ciego que el del Evangelio, pues insisto, es la peor de las cegueras, cuando 16


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no queremos la corrección del Señor, cuando con “ese primer toque” nos lanzamos, aún viendo a las personas como árboles, a una actividad apostólica o misionera. Hay quienes con un solo toque del Maestro fueron sanados de su ceguera, así lo muestran los Evangelios y así también lo hemos visto en el seno de nuestra Comunidad, mas otros hemos necesitado el “segundo toque”. Creo que hoy son muchos los que necesitan un toque de Cristo, en la sociedad humana y también creo que muchos en la Iglesia necesitan el “segundo toque” del Señor, pues están viendo a las personas como árboles y Dios quiere que veamos de lejos claramente todas las cosas. Lo cual no es sino caminar en el conocimiento de la Verdad, que es Cristo y Su Palabra. ¡Que así sea!

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CAPÍTULO 2

PALABRA DE PODER

Conforme a lo revelado en la Carta a los Hebreos la Palabra de Dios es Palabra de Poder. “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado” (Heb1:1–4) La Biblia siempre habla del Poder de la Palabra, pero aquí la revela como Palabra de Poder. Palabra de Poder que impactó nuestras vidas revolucionándola. Quien reciba Su Palabra que es Palabra creadora no puede quedar igual. Lo que ocurre es que muchísima gente conoce la Palabra por los sentidos, lo cual es como un mero conocimiento intelectual, como quien estudia una materia y esta Palabra, hermanos queridos, es la Palabra que creó el universo y lo sostiene. ¡Gloria a Dios! Es Palabra de Vida Eterna. San Juan en su precioso Evangelio nos presenta a Cristo como la Palabra Viviente (ver Jn 1: 1–14) y Eterna. Recibimos (hablo en plural, aún cuando en un primer momento lo recibí en lo personal, pero ese impacto, produjo un impacto en mi familia y luego en mi Comunidad) un poderoso “avivamiento” que generó una acción que como antes expresaba nos asombró y nos sigue 18


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asombrando igual o más aún con el paso de los años, pues el Espíritu Santo siempre quiere renovar en Su Iglesia el “aceite de la Unción” espiritual y mostrar así entre los hombres que Su Poder “es el mismo ayer, hoy y siempre”. Tenemos la certeza en nuestros corazones que todo lo que Él ha obrado entre nosotros, para Su Gloria y como dije nos llena de asombro y gratitud a Dios, tiene todavía mucho mas que ni siquiera imaginamos y que Él hará entre los que creen y viven de acuerdo a Su Guianza. Sí, veremos cosas mayores aún ¡estamos seguros! Pues nuestro Dios es Dios de Poder y como declara Su Palabra, ese Poder es infinito. ¡Bendito sea Su Nombre! Tal fue el impacto que Su Palabra causó en nuestras vidas que a partir de allí comenzamos a orar confiados en las Promesas de Dios, comenzamos a hablar la Palabra, esto es a cambiar el lenguaje de fracaso, de derrota que muchas veces está en la boca de los que se dicen a sí mismos creyentes. El creyente verdadero es aquel que habla, vive, obra, juzga de acuerdo a lo que enseña el Señor en Su Palabra. Redescubrimos las “armas espirituales” que fueron de tremenda bendición, pues en ellas tenemos victoria sobre toda obra del enemigo. Fuimos impactados por esa poderosa porción de la Escritura de Efesios 6 del 10 al 18 que ocupará el espacio de los próximos capítulos. Vimos que la Palabra de Dios es la “ESPADA DEL ESPÍRITU”, arma ofensiva, con la que el guerrero “ataca a su oponente”. Un cristiano que desconoce la Palabra es un cristiano desarmado ante los ataques del enemigo; de esos poderes de las tinieblas que son los causantes de todos los males que vive la humanidad. No es el conocimiento intelectual, como fue dicho, de la Palabra, sino la Palabra de Dios revelada en el espíritu renacido del hombre por la Sangre del Cordero, Jesucristo el Señor. Es la acción de esa Palabra que creyendo en su corazón, confiesa con su boca el creyente. La fe se habla: “Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”. Hay quienes dicen tener fe, pero sus labios no confiesan la Palabra de Dios, sino que hablan de fracaso, de derrota, etc. 19


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No, no es el conocimiento meramente intelectual de la Palabra, sino la certeza de que la Palabra tiene poder de transformar (es Palabra Creadora) toda, sí TODA realidad. Innumerables testimonios se sucedieron a partir de ese momento en las vidas de quienes por haber creído pusieron en práctica lo que creyeron de la Palabra. Lo que hace a una persona espiritual es precisamente eso: conocer la Palabra y practicarla pues el hacer esto va santificando su vida. Dice en Proverbios 4: 20–22: “Atiende, hijo mío, a mis palabras, inclina tu oído a mis razones. No las apartes de tus ojos, guárdalas dentro de tu corazón”. Lo primero es “ATIENDE”. Generalmente se escucha, se oye, se mira, pero sin atender. No se presta atención. Recuerdo que cuando era niño, mi madre al despedirme cuando salía para la escuela me decía: “Presta atención en clase.” Hoy como siervos de Dios debemos decir a los niños espirituales “¡Presta atención al Señor!” Cuando alguien atiende dirige TODO su esmero y esfuerzo en dirección a lo que es precisamente el centro de atención. La Palabra de Dios tiene que ser el centro de amor y atención para el creyente. Lo segundo es “PRESTA OÍDO.” Así como cuando queremos escuchar algo que no alcanzamos a oír claramente y colocamos nuestra mano como pantalla en nuestra oreja. Prestar oído, atentamente a lo que Dios tiene para decirme. Vivimos en un tiempo de aturdimiento, donde la gente anda con auriculares en sus oídos escuchando música o radio mientras camina por la calle o viaja en los medios de transporte, etc. Hay como un montón de ruido llenando los oídos pero no una escucha clara, serena. Todo es aturdimiento. Dios dice: “Presta oído a mis razones.” “¡Detente!” “¡Haz silencio y óyeme!.” Lo tercero es: “NO LAS PIERDAS DE VISTA.” ¿Cuántas veces una distracción nos costó un disgusto? Dejamos de mirar algo por un minuto y fue suficiente para vivir luego un mal momento. Dios quiere que atendamos, oigamos y miremos Su Palabra en todo 20


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momento, aún cuando lo que nuestros ojos vean sea una realidad dolorosa, Dios quiere que miremos Su Palabra, no las circunstancias. No esa mirada de quien mira sin ver, sino atentos a Su Palabra que es “LUZ y VIDA”, “ESPÍRITU Y VIDA.” Lo último es “CONSERVALAS EN TU CORAZÓN.” Así, dice la Biblia, lo hacía la Virgen María “conservaba, guardaba en su corazón” las cosas del Señor. Ella recibió la Palabra, se hizo carne en su seno y la dio a luz. Así debe ser en cada uno de los creyentes; la Palabra de Dios debe “encarnarse”. Nuestra fe cristiana es encarnacional, no es filosófica sino encarnacional. Es precisamente desde el misterio de la Encarnación de donde parte la predicación y la enseñanza cristiana verdadera. Es precisamente del misterio de la ENCARNACIÓN de donde fluye en el creyente la vida y la salud que el Señor promete a los que ATIENDEN – OYEN – MIRAN y CONSERVAN SU PALABRA EN SUS CORAZONES. Para estos hay promesa de “Vida y de salud para todo su cuerpo.” Somos testigos de la poderosa acción del Espíritu Santo, manifestando su Vida, Sanidad, Liberación y toda clase de bendiciones en medio de aquellos que obedeciendo la Voz del Padre Amoroso, atienden, oyen miran y guardan Su Palabra como el tesoro mas preciado. Recibe la Palabra de Dios, que “es vida a los que la encuentran y salud para todo su cuerpo.” Por sobre todas las cosas conservarla para siempre, permaneciendo en ella: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pedid lo que queráis y lo conseguiréis” ( Jn 15:7). Esta es la clave del éxito en la vida cristiana: Permanecer en Cristo, permaneciendo en nosotros Su Palabra, que es Palabra de Poder.

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CAPÍTULO 3

LAS ARMAS ESPIRITUALES

Qué poderosa bendición trajo a nosotros el conocimiento de las “armas espirituales.” Conocer desde la Palabra de Dios, nuestra defensiva y ofensiva contra los poderes de las tinieblas. “Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.” (Efe 6:10–13). El desconocimiento de la Palabra de Dios nos mantiene cautivos, atados, desconcertados. Cuando conocemos lo que “somos”, lo que “tenemos” y lo que “podemos” en Cristo Jesús es cuando dejamos de ser alfombra del enemigo. En nuestro combate espiritual, o tenemos a los poderes espirituales tenebrosos bajo nuestros pies o ellos nos tienen como felpudo. Debemos conocer desde la Palabra de Dios cual es la estrategia del maligno y de sus huestes del mal. La fuente por la que conocemos del diablo, es la misma por la que conocemos acerca de Dios: la Biblia. Ningún estratega militar padeció a causa de conocer a su enemigo, por el contrario, las naciones saben emplear fuertes sumas de dinero y esfuerzo para lo que llaman inteligencia, lo cual no es sino preservar a la Nación de los enemigos internos y externos. 22


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Se dice que el éxito militar en las contiendas estuvo basado en el conocimiento que tuvieron del potencial y de la estrategia del enemigo. Así ha de ser en la “guerra espiritual.” El hecho de que haya quienes no creen en ella, no significa que no sea real. Estamos en guerra contra esos poderes tenebrosos, sea que lo creamos o no. A menudo crecemos con estas evaluaciones que otros han hecho de nosotros: “No eres capaz”, “No tienes capacidad”, “No puedes lograrlo”, etc. Cuantos traumas se generan en la persona, aún en su adultez, porque desde niños les hicieron creer que “no tenían”, “no podían”, y cosas mas graves aún como decirles “sos un inútil”, “sos un inservible” y hasta peores todavía que no se pueden repetir. Lo cierto que más o menos crecemos con ese estigma nefasto de “no eres”, “no tienes”, “no puedes”. Así también me estaba ocurriendo a mí en cierta manera, hasta que al conocer las “armas espirituales” descubrí que la Palabra de Dios es “ESPADA DE DOBLE FILO” y que Dios quiere que la use, entonces por medio de ella descubrí que “yo soy”, pues soy hijo de Dios. “... Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en Su Nombre...” ( Jn 1:12); también descubrí que “yo tengo” “... Mirad os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo y nada os podrá hacer daño” (Lc 10:19), esto Jesús se lo dijo a los setenta y dos discípulos y todo creyente es discípulo de Cristo; también descubrí que “yo puedo” “...Todo lo puedo en Aquel que me da fuerzas” (Fil 4:13). Así que “yo soy”, “yo tengo”, y “yo puedo”. ¡Gloria a Dios! Comencemos a aceptar la evaluación que la Palabra de Dios hace de nosotros como creyentes y no lo que digan los otros. El diablo permanecerá atacando al cristiano hasta que este conozca, crea y practique la Palabra de Dios; a partir de ese momento, su naturaleza derrotada, de muerte espiritual, de limitación contra la vida del creyente verdadero se pondrá de manifiesto. Recordemos la cita de Lucas 10:19 “...nada os podrá hacer daño”, dice el Señor. 23


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Cuantos cristianos en estos tiempos están viviendo como esclavos cuando Dios los hizo libres, están viviendo como víctimas cuando son potenciales vencedores en Cristo Jesús y eso, insisto, es por el desconocimiento de lo que son, tienen y pueden en Cristo. Miles de personas nos comparten que en su vida cristiana hay un ANTES y un DESPUÉS de conocer las “armas espirituales.” Dios mediante en capítulos siguientes de este libro quiero presentar testimonios maravillosos para que juntos, como Iglesia de Jesucristo”, glorifiquemos Su Nombre. La Carta a los Efesios en su capítulo final nos dice “Por lo demás fortaleceos...” (6:10) Lo que significa resistir, estar firmes, etc. Quiero detenerme en esa expresión “Por lo demás”, la cual está diciendo “por lo tanto”, “así que”... ¿Qué quiere decir? Que antes debiéramos poner nuestra atención en lo previo o sea en los capítulos anteriores. Veamos: en el capítulo uno nos presenta lo Kerigmatico, o sea lo que Jesucristo hizo por nosotros, para llegar al capítulo dos donde declara que “nos resucitó con Él y nos sentó con Él en los cielos...” (2:6) Me lleva a meditar en el “SENTARSE” ¿Quién se sienta? Se sienta el que descansa. Se sienta aquel que sabe que la obra está concluida. Se sienta el que reina. Así también los creyentes debemos estar seguros que la obra de nuestra salvación está terminada, “Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe y esta no viene de vosotros, sino que es un don de Dios, tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” (2:8) Podemos descansar pues todo fue hecho para que seamos lo que debemos ser. Nada puede deshacer la obra concluida. ¡Fuimos salvados por Gracia! Lo primero y esencial es la certeza de que fuimos (ya está hecho) salvados y “estamos sentados con Cristo en lugares celestiales” Él es Rey de reyes, ¿de cuáles reyes?, de los verdaderos creyentes que son quienes “reinarán en la vida por uno solo Jesucristo” (Rom 5:17) ¿Estamos reinando o somos esclavos? Tenemos posición de victoria en Cristo Jesús, no vivamos por lo tanto como derrotados cuando fuimos destinados a ser reyes, vence24


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dores en el Señor. El capítulo tres sigue en esta dirección, para convencernos de “quienes somos” en Cristo. En el capítulo cuatro nos presenta (igual que en el cinco) a Jesucristo como modelo a imitar, camino a seguir, exhortándonos “...a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados” (4:1) Es el ANDAR RESPONSABLE, lo cual corresponde al cristiano. Lo anterior (1 al 3) lo Kerigmático, o sea lo que Cristo hizo por mí. Ahora (4 y 5) lo que yo debo hacer, conocido como lo Parenético, o sea la exhortación a seguir las huellas del Divino Maestro. Solo puede “andar responsablemente” aquel que antes se “sentó” en relación con su salvación. No nos salvamos por obras, pero como alguien dijo “Tampoco nos salvamos sin ellas”. Esto es: NO ME SALVAN MIS OBRAS, SINO LA OBRA DE JESUCRISTO EN LA CRUZ, que yo recibo como gracia, mediante la fe. Ahora, una vez que recibo esa Gracia de la Salvación comienza mi “andar” o sea las “obras de la salvación”, aquellas que ahora yo hago porque fui salvado y quiero imitar al Maestro, seguir sus huellas. Esto es lo que Santiago dirá en su carta “Muéstrame tu fe sin las obras...” (Stgo 2:18) que son aquellas que, insisto, no hago para ser salvo, sino porque he sido salvo por la Sangre de Jesucristo. ¡Gloria al Señor! Ahí si, “Por lo demás, fortaleceos...” (6:10), “Manteneos firmes”, “resistid”, pues tenemos armas dadas por Dios para tener victoria sobre todo poder satánico. Nunca dudemos de ello.

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CAPÍTULO 4

EL GUERRERO ESPIRITUAL

Aquí San Pablo nos presenta a un guerrero, seguramente después de haber visto día a día a los soldados romanos. El gran apóstol nos exhorta a ponernos de pie y revestirnos con las armas del Espíritu, usando la figura de la coraza, del cinto, del calzado y del escudo, etc. “Poneos en pie, ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos...” (Efe 6:14–18). Veamos brevemente una a una estas armas y su aplicación a la vida del creyente. “CEÑIDOS (cinturón) CON LA VERDAD”. El creyente es “hijo de la verdad”, que es Cristo. “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida” ( Jn 14:6) “...Todo el que es de la verdad escucha mi voz” ( Jn 18:37). El diablo es “padre de la mentira”. El cinto del soldado romano sostenía toda la pesada armadura, lo que nos enseña que solo con la verdad, que es Cristo y Su Palabra, se sostiene lo que nos protege, nos da cobertura y seguridad en el combate espiritual. “Revestidos de la justicia como coraza”. En esto radica el fracaso de 26


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muchísimos cristianos que creen que deben andar en su propia justicia, generando “presunción” o sumiendo en el fracaso. No andamos en nuestra justicia, pues no somos justos con nuestras propias fuerzas, sino que andamos en la justicia de Cristo. Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario nos justifica. “Habiendo pues recibido de la fe la justificación, estamos en paz con Dios por nuestro Señor Jesucristo...” (Rom 5:1), “¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la ira!” (Rom 5: 9). En esto debemos ser muy claros: No es lo que siento, sino lo que creo. En realidad no importa que yo “no me sienta” justificado, siempre que crea, que esté convencido que más allá de lo que sienta o no sienta, he sido justificado por Su Sangre. ¡Gloria a Dios!” El diablo tiene a mucha gente cautiva con pensamientos de condenación. Si hay pecado, arrepentirse, confesarlo, pedir perdón a Dios y recibir su perdón y su Gracia transformadora, revistiéndonos con la “coraza de la justicia” que los soldados romanos sabían pulir para que brillara de tal manera que en el campo de batalla y bajo los rayos del sol, encegueciera a sus enemigos. Así debemos mostrar al enemigo la coraza sobre nuestro pecho, que es la justicia de Cristo. “CALZADOS LOS PIES CON EL CELO POR EL EVANGELIO DE LA PAZ”. El deseo, el fervor por anunciar el Evangelio debe ser nuestro calzado. Los soldados romanos usaban una especie de sandalias que se ataban con tiras de cuero hasta las rodillas, para que siempre estuviera sujeto el calzado aún en el momento más arduo del combate, pues los enemigos sabían “sembrar” con una especie de clavos el campo de batalla y quien perdiera su calzado, prácticamente podía quedar en estado de indefensión. La suela de ese calzado tenía un espesor de aproximadamente cuatro centímetros, lo que la hacía resistente para pasar por encima de esos clavos sin que ellos la perforaran. El cristiano “tiene atado” a su caminar el testimonio de Cristo y Su Evangelio, para estar firme en el campo de batalla de la difamación, 27


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la persecución, la maledicencia, etc., pasando sobre esos clavos sin que puedan detenerlo. “EMBRAZANDO SIEMPRE EL ESCUDO DE LA FE” El escudo de la fe no puede caerse. Perder el escudo exponía al guerrero al seguro desastre. El escudo romano era una pieza grande de forma convexa, rectangular, con el que sabían armar una formación que los hacía casi invencibles. Se ponían en un cuadrado una cantidad de soldados y se cubrían con sus escudos por encima y a los costados, llamando a eso “formación tortuga”, les tiraran del lado que fuera, las flechas rebotaban o se clavaban en los escudos que eran generalmente de madera, forrados de cuero y mojados para que las flechas incendiarias se apagaran en él. También sabían usarlo en ocasiones como arma ofensiva, pues tiraban golpes con él al enemigo, que si le acertaban, con el peso que tenía esa pieza, el enemigo quedaba fuera de combate. En una mano iba el escudo, embrazado, y en la otra la espada. La fe y la Palabra de Dios han de estar juntas siempre en el guerrero espiritual. Es más, decimos que la fe es la fuerza que libera el creyente cuando creyendo en su corazón abre su boca y declara la Palabra de Dios. Jesús lo enseña en Marcos 11:22–24: Jesús les respondió: “Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar” y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.” Si crees, dices y te sucederá. ¿Qué es lo que dices? : Conforme a lo que crees de la Palabra de Dios. Ora con las promesas de Dios en la Biblia y habla lo que crees en tu corazón. Por ejemplo: Dios dice “Por sus llagas fuimos curados” (Is 53:4; 1 Pe 2:24) yo creo y declaro que “Por las llagas de Jesús fui curado”. Creo en mi corazón y hablo lo que he creído. Es sumamente importante lo que nuestros labios declaran. La fe llama a “las cosas que no existen como si ya existieran” (ver Rom 4:17), esa es la fe bíblica. 28


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“Es pues la fe garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve” (Heb 11:1). No es lo que veo, sino lo que no veo, pero como creo (sin haber visto) visualizo en mi corazón y tengo ya en esencia aquello que espero, por lo tanto declaro que lo tengo. Para este mundo racional esto es locura, pero nunca olvidemos que “...la sabiduría de este mundo, es locura a los ojos de Dios” y que para llegar a ser sabios a los ojos de Dios, hay que “volverse loco” en relación con la sabiduría del mundo (ver 1 Cor 3: 18–19). “TOMAD TAMBIÉN EL YELMO DE LA SALVACIÓN” El yelmo cubría la cabeza. Sobre ella, dice San Pablo, la salvación. Como fue dicho, si no estamos seguros de nuestra salvación tenemos la cabeza y el pecho (nuestro corazón) al descubierto, pues nos falta el casco de la salvación y la coraza de la justicia. La mente, la boca y el corazón son las tres áreas que deben ser celosamente guardadas, protegidas, en el combate espiritual. ¿Te acuerdas? : “Por la señal de la Santa Cruz (mente), de nuestros enemigos líbranos (boca), Señor Dios nuestro (corazón)” “...Y LA ESPADA DEL ESPÍRITU QUE ES LA PALABRA DE DIOS” Si, hermanos, ninguna como esta espada. Nada como la Palabra de Dios para “cortar la cabeza” a todos los “Holofermes” que se levantan en contra (ver Judit 13:4–10), “Holofermes” de enfermedad, de ataduras, de vicios, etc. Alcemos la espada del Espíritu y digamos como David dijo a Ajimélec (ver 1 Sam 21: 10): “Ninguna mejor. Dámela” ¡Gracias Señor por Tu Palabra!

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CAPÍTULO 5

LA MENTE

La mente humana recibe inspiración por tres canales: 1) Dios 2) El hombre (la mente natural) 3) El diablo Cuando la Biblia dice el diablo, se refiere muchas veces a su imperio del mal en vez de a Satanás mismo, pues el diablo no es omnisciente, ni es omnipresente, ni tampoco omnipotente, que son únicamente atributos de Dios. El diablo es un ser espiritual que está sumamente limitado en su poder contra el creyente verdadero, que dijimos que es aquel que cree y practica la Palabra de Dios. Mucha gente en este tiempo “ha matado al diablo”, porque no cree en su existencia, mas lamentablemente esto no es así, pues existe, tanto la Biblia como el Magisterio de la Iglesia lo enseñan. Sabemos que Cristo lo venció en la Cruz del Calvario y ahora Satanás está “herido de muerte” y seguirá ejerciendo su poder hasta que la Iglesia cumpla con el mandato que Cristo le otorgó como continuadora de Su misión en la tierra y vuelva el Señor, y tanto Satanás como todos sus demonios, junto con aquellos que les sirvieron serán arrojados al “lago de fuego” (ver Ap. 20:10). Por lo tanto todo el que se niegue a creer en la existencia del diablo se sale del marco de la doctrina cristiana. 30


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Existen también personas que “ven al diablo”… en todas las cosas. Esto tampoco es así, pues los cristianos verdaderos vivimos IMPRESIONADOS DE DIOS y conscientes de la existencia del diablo, no como algunos que viven conscientes de Dios e impresionados del diablo. Caminemos en el justo equilibrio que siempre debe ser distintivo del verdadero creyente, siguiendo las huellas del Maestro, plenamente confiados en Él y conscientes del enemigo, para que con el poder de la “espada de doble filo”, podamos vencer todos sus malignos ataques. Tres son las puertas de la tentación: “LA CONCUPISCENCIA DE LA CARNE, LA CONCUPISCENCIA DE LOS OJOS Y LA JACTANCIA DE LAS RIQUEZAS” (1 Jn 2:16). Estas son las predilectas armas que el diablo usa contra el creyente. Así tentó a Eva (Gn 3:6). Así tentó a Jesús (Mt 4:10) con resultados totalmente diferentes, pues Jesús lo venció citándole la Palabra que “sale de la boca de Dios”. Así hará con el creyente, usará armas carnales, pondrá sugerencias en su mente (tentaciones) que el creyente está capacitado para contrarrestar, al igual que Jesús, creyendo y declarando la Palabra de Dios. “Pues aunque vivimos en la carne no combatimos según la carne. ¡No!, las armas de nuestro combate no son carnales, antes bien, para la causa de Dios, son capaces de arrasar fortalezas. Deshacemos sofismas...” (2 Cor 10:3–4). Sí, Dios nos ha dado armas poderosas que “no son carnales”, sino espirituales, para derribar esas fortalezas, que no siempre tienen relación con los poderes de las tinieblas, ya que como dije anteriormente, no todo mal pensamiento proviene del enemigo, sino muchas veces de la mente natural, que luego sí, al no “echarlos fuera”, el enemigo puede usar. Pensamientos de acusación, de contienda, de envidias, de celos, de impurezas, etc. que deben ser quitados de la mente. Dudas, incredulidad, ansiedad, temores; fortalezas que levanta el hombre en su mente tienen que ser derribadas con las armas que Dios ha dado al creyente. Conociendo, creyendo y practicando la Palabra de Dios esos argumentos negativos serán expulsados de la mente y una mente reno31


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vada será el resultado de esa acción, así como lo expresa San Pablo en Romanos 12: 1–2 “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.” Necesitamos “transformarnos mediante la renovación de nuestra mente”, pues solo así podremos discernir lo que agrada a Dios y cual es Su Voluntad. Una mente renovada por la Palabra de Dios es una mente fortificada donde ni los malos pensamientos humanos, ni las influencias del enemigo pueden invadir, pues aunque ataquen son rápidamente repelidos. Pensamientos e imaginaciones negativas que quieran atacar serán rápidamente detectadas por la mente renovada en la Palabra de Dios y echados afuera. Es triste ver cuanta gente que ha sido llamada a ser vencedora, está arrastrada por influencias en su mente, a una vida limitada, mientras el enemigo con sus ardides les está robando el gozo, la alegría. Con solo tomar las promesas de Dios y creerlas, caminando en ellas podrían disfrutar de las bendiciones a que fueron llamados en Cristo Jesús. La mente humana es generadora hasta de graves enfermedades cuando no está renovada por la Palabra de Dios. Hoy la ciencia médica conoce y habla mucho acerca de los trastornos psicosomáticos Los creyentes vamos todavía mas allá; pues aunque no sea profesional el creyente verdadero sabe que el hombre es ESPÍRITU, ALMA y CUERPO (ver 1 Tes 5:23; Heb 4:12; Lc 1:46–47). Los creyentes conocemos que la mayoría de los trastornos son “pneumosicosomáticos”. “Sanado” el espíritu, por la Sangre de Cristo (conversión) se “sana” la mente por la acción transformadora de la Palabra de Dios (renovación – santificación) y se sana el cuerpo (salva), “Él que tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias.” (Sal 103:3). Estaré compartiendo más adelante acerca de la gracia de tener queridos médicos en nuestra comunidad, a quienes bendecimos (a todos 32


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ellos) orando por los médicos que son “el brazo largo de Dios para sanar a sus hijos”. Siempre recomendamos a los que vienen a la comunidad pidiendo a Dios sanación que nunca abandonen sus tratamientos médicos y que los sigan con obediencia. La mente humana es el campo de batalla preferido del enemigo, por ello debe estar fuertemente fortificada, así como los lugares estratégicos ante una posibilidad de conflicto son custodiados secretamente, así también el creyente debe cuidar esas áreas estratégicas donde el enemigo pretenderá atacar. “… Deshacemos sofismas y cualquier baluarte levantado contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento sometiéndolo a Cristo”. (2 Cor 10:4–5). ¡Amén!

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CAPÍTULO 6

LA BOCA

En la Edad Media los yelmos sabían tener una pieza llamada “ventalle” que cubría el rostro. Era una pieza movible que se podía subir y bajar. Bajándola se cubría el rostro para el combate. Así también nuestra boca tiene que estar protegida en el combate espiritual. Veamos la importancia que la Biblia da a nuestras palabras: “Muerte y vida dependen de la lengua, el que la aprecia comerá su fruto” (Prov 18:21). Creo firmemente que la mayoría de aquellos que fueron destinados a ser vencedores y que en su realidad presente están como derrotados es a causa de lo que hablan. Son quienes habiendo creído y muchas veces hasta viviendo en las verdades de la fe y practicando sus ritos, hablan como habla el pagano, el incrédulo. Los ves hasta saliendo de las celebraciones litúrgicas, hablar fracaso, derrota, pesimismo, tal como lo haría quien no tiene fe en Dios. Me ha tocado compartir con personas “muy piadosas”, quienes teniendo todos los conceptos del cristianismo, inclusive “carismáticos”, pero que al escucharlos hablar les he llegado a decir “Hermano/a ¿De qué te sirvió todo eso, te has puesto a pensar?” Lamentable es el esfuerzo así de esa manera, pues les ha sido inútil a la hora de vivir una vida gozosa en el Señor. Les he hasta escuchado hablar de toda esa vivencia en tono de queja, casi como quien diría: “Después de todo lo que yo hice para Dios”. ¡Terrible! Por eso creo que se pueden tener todos los maravillosos conceptos del cristianismo, sin tener la vida. 34


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Cristo es la Vida: “Quien tiene al Hijo tiene la vida; quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn 5:12). ¡Tremendamente revelador! Cuando se tienen los conceptos sin tener a Cristo, por mas elevados que estos sean, no se tiene la vida. Esta Vida es con mayúscula, pues es eterna. Cuantos son los que conocen acerca de Dios, sin conocer al Hijo. Solo teniendo al Hijo tenemos Vida. ¡Gloria a Su Nombre! Esa Vida se manifiesta en el creyente en su hablar, pues “de lo que abunda el corazón hablará la boca” (Mt 12:34). Si en el corazón hay nada más que una adhesión a un cúmulo de conceptos, normas y códigos religiosos, pero sin la Vida del Hijo, la boca hablará conforme a eso. Al no estar el Hijo, no está su Vida, entonces la boca habla mas o menos como el que no tiene fe. Es por eso que vemos una realidad que no podemos entender. Tantos bautizados en estas regiones de América y a la vez miseria, indigencia, violencia, corrupción, etc. Lo que ocurre es que si bien un día conocieron los conceptos del cristianismo y se comprometieron en seguirlos, con el tiempo se quedaron con los conceptos pero sus vidas se dejaron arrastrar por los criterios del mundo. “El que tiene al Hijo, tiene la Vida”, ¿cómo se puede conocer que tengo al Hijo? Quien pregunta eso es que no tiene la Vida del Hijo en él. Crea la Palabra, practique la Palabra y viva en la Palabra y el corazón tendrá la Vida del Hijo y la boca hablará conforme a lo que ha creído. ¡Aleluya! Todos los bautizados tenemos la Vida del Hijo, si creemos en la Gracia bautismal y vivimos conforme a ella. Debemos “Nacer de nuevo“ del agua y del Espíritu. Volvamos a la Palabra de Dios y Su Verdad nos hará libres; libres de toda atadura, de toda palabra de fracaso, de derrota, de todo hablar pesimista y comencemos a hablar la fe que “arroja los montes” y “planta en el mar los sicómoros”. Hablemos la fe, pues cuando hablamos la fe con nuestros labios, creyendo en nuestros corazones, los poderes de las tinieblas están derrotados a nuestros pies “... os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones...” ¡Nunca lo olvidemos! 35


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Lo que digamos tendrá relación con lo que vivamos. Con razón clamaba David al Señor: “Pon, Yahveh en mi boca un centinela, un vigía a la puerta de mis labios” (Sal 141:3). Innumerables testimonios de personas que al conocer la Palabra de Dios y seguirla cambiaron su vana manera de hablar por la manera bíblica de hablar que es lo que el cristiano debe seguir. Sanidades, liberaciones, familias que se unieron y comparten en la Iglesia, sólo por haber hecho lo que Dios dice que hay que hacer. ¡DEMASIADO BUENO COMO PARA CREERLO! ¿NO ES VERDAD? ¡PUES ASÍ ES! Hay poder en nuestra boca, tanto positivo como negativo. “Lo que digas te será hecho”. “Lo que digas recibirás”. Lo que hablamos tiene poder espiritual. “Si alguno habla, sean palabras de Dios...” (1 Pe 4:11). Ellas tienen que guiar nuestro hablar para que tengamos victoria en nuestra vida. También Santiago en el capítulo 3 de su carta hace una clara referencia de lo que ese pequeño miembro que es la lengua puede alcanzar. “No queráis ser maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo, pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae al hablar, ese es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo. Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego y que bosque tan grande incendia. La lengua es también fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el género humano; en cambio ningún hombre ha podido 36


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domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce. ¿Quién hay entre vosotros que se tenga por sabio o con experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la mansedumbre de la sabiduría.” (Sgo 3:1–13). ¡No! El agua salada no produce agua dulce. No se puede tomar el agua del mar en su estado natural. Tampoco se puede saciar la sed de bendición, de gozo, de paz, de alegría, de salud, de libertad, de prosperidad, si hablamos como el mundo. El hombre sabio se muestra en su hablar, conforme a lo que ha creído de la Palabra de Dios y su distintivo es el gozo y la paz del Espíritu Santo. “Si alguno no cae al hablar, ese es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo”. Así de importante es lo que hablamos, “Muerte y vida dependen de la lengua”. Hablemos como nos enseña la Palabra de Dios y tendremos VIDA Y VIDA ABUNDANTE. ¡Gracias Señor!

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CAPÍTULO 7

EL CORAZÓN

Es una de las palabras que mas aparece en la Biblia, la palabra “corazón”. Muchas cosas dice, cuando dice corazón. Según el contexto se puede leer el espíritu del hombre, sus sentimientos, emociones, actitudes, etc. Lo concreto que habla del interior del hombre, de donde proceden, por ejemplo “las malas intenciones, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias (ver Mt 15:19). Por eso sobre el corazón, Dios ha puesto en el creyente la “coraza de la justicia”. Dice el Señor “Por encima de todo, vigila tu corazón, porque de el brota la vida” (Prov 4:23). Debemos cuidar seriamente las actitudes y las emociones. Cuando “nacimos de nuevo” y comenzamos a ser “nuevas creaturas” en Cristo Jesús, nos decidimos a estar firmes, con la Gracia de Dios, contra los pecados de acción, pero ¿qué de nuestras actitudes? Aquellos aspectos internos como ser las rebeldías, arrogancia, orgullo, amargura, celos, etc. Cosas que muchas veces no se ven pues se las esconde cuidadosamente, pero que llevan a la persona a pecar. Por ejemplo, si alguien comete un pecado de acción, se ve y con toda razón produce rechazo por el mal testimonio que la persona da (adulterio, robo, violencia, etc), pero si esa misma persona vive con rebeldía en su corazón diríamos: “Bueno, es humano”. Toleramos fácilmente las equivocadas actitudes del corazón, aún cuando la Biblia no es tan tolerante, pues del interior del hombre provienen las malas acciones que luego se manifiestan en lo exterior, usadas trágicamente 38


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por los poderes de las tinieblas para destruir matrimonios, familias y hasta comunidades. Personas amargadas, criticones, siempre juzgando a los demás que contaminan todo lo que está a su alrededor; rebeldes, orgullosos, que viven atormentados y saben atormentar a quienes les rodean porque no tratan con las actitudes del corazón como si, muchas veces, saben hacerlo contra los pecados de acción, felizmente. Debemos tratar las malas actitudes así como cuidamos de no pecar de obra. Recordemos que pedimos perdón por nuestros pecados de: PENSAMIENTO – PALABRA – OBRA Y OMISIÓN. Tolerando las negativas actitudes de orgullo, rebeldía, “independencia de Dios” y hasta de amargura no podremos vivir una vida libre, gozosa y victoriosa. Así también con las emociones. ¿Son malas? ¡No! Dios dotó al hombre de emociones, no para que caigamos en el “emocionalismo” que el enemigo sabe inspirar para arrastrarnos a caminos de error. Mis emociones deben ser controladas, al igual que mis actitudes, por el Espíritu Santo que habita en mi espíritu renacido por la Sangre de Jesús. El Espíritu Santo si nos dejamos conducir por Él nos guiará en nuestro diario caminar hacia una vida santa, la cual mas que una acción de la voluntad del creyente, es una “consecuencia natural” al caminar en la imitación de Cristo. La santidad como la santificación es prerrogativa divina, mas cuidar la santidad que Dios, mediante Su Gracia nos ha dado, es nuestra responsabilidad. Por eso creo que tanto con las emociones como con las actitudes debemos ser sumamente cuidadosos, pues sus negativas acciones, tarde o temprano salen a la luz con toda su potencia destructiva, si no se las trata con la misma severidad con que sabemos hacerlo con los pecados de acción. Un buen ejercicio es, en Oración, dejar que el Espíritu Santo nos muestre nuestro interior, sin temor a lo que allí podemos llegar a ver con su guianza. 39


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Cuando creemos que somos humildes, Dios ve en nosotros soberbia, mas cuando nos humillamos en Su Presencia, reconociendo nuestras malas actitudes y nuestras negativas emociones y sentimientos, Él nos da Su Gracia transformadora “...pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes, humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios para que llegada la ocasión, os ensalce...” (1 Pe 5:5–6). La norma paulina es: En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: “No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. (...)Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; (...) compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad...” (Rom 12: 3, 9,13) Todo esto es como fruto de la fe, por convicción. Dejando sueltas las equivocadas actitudes, las negativas emociones y sentimientos no es posible vivir una vida cristiana victoriosa. Necesitamos esa convicción con la cual a la luz del Espíritu Santo y su maravillosa Palabra caminaremos siguiendo las huellas del Divino Maestro; “estimando en más cada uno a los otros”, pues esa es la Voluntad de Dios. La mejor ofrenda que podemos hacer a Dios es “un corazón contrito y humillado” (ver Sal 51:19) que Él recibe siempre con agrado. De todos los sacrificios, ese será a los ojos de Dios, el más hermoso. Así como la mente y la boca, nuestro corazón tiene que ser fuertemente fortificado, pues será blanco de las estratagemas del enemigo; mas si lo cubrimos con la “coraza de la justicia” y no permitimos que las actitudes, emociones y sentimientos negativos “estén sueltos”, sino que por la Fe en la Palabra de Dios, estén sometidos y “llevados a Cristo”, seremos cristianos vencedores. Nunca dudemos que el Señor nos dará la victoria sobre todo enemigo que se nos oponga: “Pero en todo esto salimos mas que vencedores gracias a Aquel que nos amó” (Rom 8:37). Y esta victoria no es que vencemos nosotros, sino que Cristo vence en nosotros y por lo tanto nosotros –los débiles–, por Él llegamos a ser “¡MÁS QUE VENCEDORES!” ¡Gloria a Dios! 40


CAPÍTULO 8

COSAS RARAS

Así comenzaron a llamar a lo que enseñábamos y hacíamos, aquellos que como nosotros hasta ese momento, vivían un cristianismo convencional, cumpliendo un rito más o menos felizmente, según el caso, casi como por costumbre. Un cristianismo de conceptos, sin la vida de lo que se declara creer, al que llamo “Bajas Calorías” (Light). Las cosas que enseñan son “cosas raras”, recuerdo decían algunos líderes cuando los hermanos de sus grupos de oración carismáticos, invitados por quienes ya habían participado con testimonios de bendición en nuestros encuentros, les solicitaban poder asistir a los mismos. Teníamos por ese entonces y desde ese momento ininterrumpidamente tenemos, nuestros días de “crecimiento en la Palabra de Dios” abierto a todos los que deseen recibir para poder dar en sus respectivos grupos de oración y comunidades cristianas, el alimento siempre sustancioso del Señor. Habían también quienes usaban calificativos agraviantes que no merece la molestia repetirlos, pues sabemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Cuando la Palabra de Dios produce el impacto que solo ella puede producir en el alma, recibe dos posibles respuestas. La primera es ACEPTAR y comenzar a producir el cambio, con todo lo que ello conlleva, y la segunda RECHAZAR. Quienes optan por lo segundo sienten como si todo lo que han construido con tanto esfuerzo se desvaneciera en caso de aceptar el desafío, como si hubieran trabajado en 41


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vano; o bien rechazan para que no corra peligro de sacudirse ese edificio de convencionalismo tradicionalista, disfrazado muchas veces de “aparente piedad”. ¿No era este acaso el argumento que esgrimían los fariseos y maestros de la ley, frente a Jesús de Nazaret? “Aquí las cosas siempre las hemos hecho así”, esto era lo que mas o menos planteaban. ¿Qué les dice Jesús? : “Así habéis anulado la Palabra de Dios, por vuestra tradición” (Mt 15:6) Cierta vez oí acerca de un experimento científico que ejemplifica lo que estamos compartiendo: “Un científico colocó cinco monos en una jaula, en el medio de ella una escalera, y encima un cacho de bananas. Cada vez que un mono subía para apoderarse de algunas bananas, el científico dejaba caer un chorro de agua helada sobre los monos que habían permanecido en el piso. Después de varios ensayos, cuando un mono se acercaba a la escalera, los demás se le echaban encima y lo molían a golpes. Pasado algún tiempo, ningún mono rondaba la escalera a pesar de la tentación de las bananas. El científico decidió continuar con su experimento y sustituyo a uno de los monos por uno nuevo. La primera cosa que hizo el recién llegado fue abalanzarse sobre la escalera y las bananas con el consecuente resultado, los cuatro veteranos lo agarraron al nuevo y le dieron tal paliza que el novato no quiso probar más. El científico volvió a cambiar un mono por uno nuevo y ni bien se acerco a la escalera le dieron tremenda paliza, y quien mayor entusiasmo puso fue el nuevo. El experimento prosiguió de la misma forma cambiando cada tanto a uno de los monos con idéntico resultado, hasta que llegó un momento en que no quedo ninguno de los monos iniciales del experimento, pero la conducta de los nuevos habitantes de la jaula era la misma, dar una golpiza al que se acercaba a la escalera”. ¿Cuántas cosas se hacen de esta misma manera? Que soberbia la de aquellos que tenían a Dios delante de ellos y no lo reconocían, pues ese Jesús, para ellos, no podía ser el Mesías esperado ya que no cumplía sus Tradiciones. Cuantos son los que creen que 42


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Dios debe “moverse” en sus propios parámetros humanos, “si yo no lo entiendo o comprendo, no puede ser de Dios”. Hoy al igual que ayer existe ese temor a todo lo que pueda sacudir la muchas veces vana manera de hacer las cosas, supuestamente en nombre de Dios y entonces se llega a rechazar lo que está en blanco y negro en la Palabra de Dios, temiendo que ese edificio de costumbres y tradiciones humanas se resienta haciendo peligrar su aparente calma y seguridad. Como el argumento que opera de generador de esa sacudida es nada menos que la Palabra de Dios, entonces se apela a la inconsistente teoría de la interpretación. No se toma la Palabra e Dios con un Corazón humildemente dispuesto a recibir aún la reprimenda, sino que se entra en ella con todos los prejuicios y preconceptos, tantas veces disfrazados de piedad, “haciendo decir” a la Biblia, lo que se desearía que dijera. Así hacían aquellos, “Vosotros investigáis las Escrituras ya que creéis tener en ellas vida eterna, ellas son las que dan testimonio de mi y vosotros no queréis venir a mi para tener vida” ( Jn 5:39). Tenían el Libro pero no tenían la Vida. Así también está ocurriendo en muchos ambientes en este tiempo. Los que no quieren obedecer, sacan una verdad de contexto esperando tener así un pretexto. Llamaban “cosas raras” a todas las que como dije estaban en blanco y negro, clarito, en la Palabra de Dios, por citar solo algunos ejemplos: LA SALVACIÓN POR GRACIA MEDIANTE LA FE (Efe 2:8), a ORAR CON FE EN LAS PROMESAS DE DIOS EN LA BIBLIA, (ver Stgo 5:15 y Mc 11:22–24 entre muchos otros), a DECLARAR POR FE LA SANIDAD, LA PROSPERIDAD, etc. (Mc 11:22–24; Prov 4:20–22; Ex 15:26; Rom 4:17; etc.) ¿Cómo se puede llamar “Cosas Raras” a lo que está revelado en la Sagrada Escritura? Recuerdo que luego nos tocó recibir a algunos de esos líderes, en circunstancias de problemas propios o de sus familiares. Los recibi43


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mos, como siempre debemos hacerlo los creyentes, con amor, sin mirar al pasado y gracias sean dadas a Dios, obtuvieron de Él la bendición, lo que fue otro testimonio de la eterna fidelidad del Señor para con los que le obedecen. ¡Gloria a Dios! También nos enviaron personas que fueron bendecidas, con innumerables testimonios en sus vidas que hicieron que no pocos de ellos hoy o estén participando directamente con nosotros o viviendo entre ellos en distintos lugares esta misma experiencia de vida que es la Renovación Carismática Católica verdadera. Digo así pues hay una a la que le quedó el nombre pero que lamentablemente no expresa en los frutos la vida para lo que el Espíritu Santo la suscitó a partir del Concilio Vaticano II, por oración y anhelo de Juan XXIII que quería para la Iglesia “Un Nuevo Pentecostés”. Cierto que hoy, pasados los años todo es muy diferente, pues todas estas “cosas raras” se están tratando de vivir en ciertos ambientes de la R.C.C. y de la Iglesia Católica en general. Hoy no son muchos los que pueden negar “la Salvación por Gracia mediante la fe” (Ef 2:8) pues Juan Pablo II mismo dio una catequesis a la Iglesia en ese particular. También con relación a los “signos de poder” (sanidad – milagros, etc.) acompañando a la Palabra anunciada por los testigos de Jesucristo y Su Evangelio, en lo que Juan Pablo II llama la “Nueva Evangelización”, deber de todo cristiano. Hablaremos más adelante en particular de algunos de esos testimonios que el Todopoderoso obró y obra en medio de aquellos que con sencillez y humildad creen en Su Palabra. Lo maravilloso es que cuando esta Palabra impacta los corazones no hay camino de retorno. “SEÑOR ME HERISTE CON TU PALABRA Y TE AME”, decía San Agustín. La Palabra de Dios es esa “espada de dos filos” que penetra entre tuétanos entre el alma y el espíritu y sondea lo intimo del ser (ver Heb 4:12–13). Cuando le permitimos, ella corta penetrando y sondeando y dejándonos al “desnudo delante de Aquel a quien hemos de dar cuenta”, lo 44


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cual no todos están dispuestos a hacer, pues siempre es dolorosa ver la realidad de nuestra vida sin quebrantar. El cristiano verdadero es aquel al cual la Palabra de Dios, día a día, va santificando, mediante la fe del creyente que la cree y la practica. Así la fe del creyente va creciendo, pues ella (la fe) nunca estará por encima de lo que creemos y practicamos de la Palabra de Dios.

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CAPÍTULO 9

QUEBRANTAMIENTO

Si buscamos en un diccionario quebrantar, dice: PARTIR, VOLVER AÑICOS, DESTRUIR, QUEBRAR. Dios quiere partir, volver añicos, destruir, quebrar nuestra autosuficiencia, nuestro egocentrismo. Es una figura. Aún cuando seamos convertidos hay áreas de nuestra vida que pretenden vivir independientemente de Dios. Necesitamos convencimiento de que Él, por medio de Su Palabra quiere quebrantar mi alma, para poder servirse de mi según Su plan y voluntad. Según la Biblia el hombre es un ser tripartito, pues es espíritu, alma y cuerpo (ver 1 Tes 5:23; Heb 4:12) Cuando habla de espíritu, dice en griego”PNEUMA”, cuando habla de alma, dice”PSICHE” y cuando habla de cuerpo dice “PSOMMA”. Decía San Agustín que el espíritu, es la sustancia del alma. Evidentemente no se pueden separar en el hombre, creado a “imagen y semejanza de Dios”. “Dios es espíritu” ( Jn 4:24), el hombre es espíritu. Cuando “nacemos de nuevo”, la Sangre de Cristo lava nuestro espíritu de todo pecado y lo purifica (Bautismo) y desde ese momento podemos decir que el espíritu se santifica. “Todo el que ha nacido de Dios no peca, porque su germen mora en él y no puede pecar porque ha nacido de Dios” (1 Jn. 3:9). Esto lo podemos ver en el “buen ladrón” (Lc 23:42–43) aceptó a Jesucristo como su Salvador, en el último momento de su vida y recibió la Salvación. Su espíritu fue renacido por la Sangre de Cristo derramada 46


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para remisión de los pecados de la humanidad. En otros casos como “Zaqueo” (Lc 19:5–10), recibió la promesa de Salvación y tuvo el tiempo para transformar, mediante la conversión de su vida, una realidad de egoísmo y corrupción, en otra gloriosa de generosidad y justicia, cosa que el ladrón no podría haber hecho por más que lo hubiera deseado. El proceso de “Zaqueo” es un proceso de transformación del alma, cuando su espíritu fue cambiado, santificado por la presencia de Cristo en su vida que el aceptó creyendo en Aquel que derramaría Su Sangre para consumar la obra salvífica. A partir de ahí Zaqueo muestra un cambio en su alma “Psiche”, en su mente, voluntad, carácter, personalidad, etc., pues “la mitad de mis bienes a los pobres y al que defraude le devolveré cuatro veces más”. El espíritu se santifica de una vez, mas el alma, en un proceso gradual y progresivo, en el tiempo, por virtud de la Palabra. El mismo apóstol Juan declara: “Si decimos no tenemos pecado nos engañamos y la verdad no está en nosotros” (1 Jn 1:8). Precisamente el espíritu “... que ha nacido de Dios no peca...” mas el alma, mente, voluntad, carácter, personalidad etc. “Si decimos no tenemos pecado nos engañamos...” El alma necesita ese trato de Dios que llamamos quebrantamiento, pues nuestro “yo” sabe ser nuestro peor enemigo. Una señal de esto es que la Iglesia no confiesa al inconverso, a ese se lo bautiza. La confesión es para aquel que bautizado, equivoca el camino. La mente, emociones, decisiones, apetitos, razonamientos, etc. deben ser tratados por Dios para la santificación del alma, lo cual nos llevará toda la vida cristiana. Esa santificación es mediante creer y practicar la Palabra de Dios, sometiendo nuestras vidas humildemente al Señor, para que nuestro yo sea quebrantado y seamos así conforme a la voluntad divina. El espíritu, podemos decir, tiene conciencia de Dios, del cielo; el alma tiene conciencia de si misma, del yo; y el cuerpo (la carne) tiene conciencia del mundo, frío – calor – comer – beber – placer, etc. Por tanto, la Sangre de Cristo santifica nuestro espíritu de una vez 47


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(ejemplo del buen ladrón), Su Palabra va santificando nuestra alma en un proceso gradual y progresivo, si nos cedemos a ella y el Espíritu Santo santificará nuestro cuerpo que será “sembrado corruptible y resucitará incorruptible”, se “sembrará mortal y resucitará inmortal” (ver 1 Cor 15:53–55) En el mismo momento que nos convertimos comienza ese proceso de quebrantamiento, que muchos rechazan y estancándose en su vida cristiana, la cual viven, tal como decimos, como una religión de conceptos, sin vida. Una sincera conversión se verá en los frutos de esa vida cambiada, sobre todo hoy donde son millones los bautizados que viven como si fueran paganos. Así era yo hasta el año 1981, aún cuando siendo bautizado de pequeñito, “nací de nuevo” y a partir de allí comencé a vivir una “vida nueva” en Cristo, hasta que aproximadamente diez años después, “permití” al Señor en mi vida, que Su Palabra transforme mi mente, emociones, carácter, personalidad, etc. ¡Estoy en eso!, sabiendo que Dios es paciente y fiel y que “el que empezó la obra, la completará” ¡Amén! Cuando nos volvemos sinceramente a Él y dejamos que el Poder purificador de Su Sangre lave nuestro espíritu, comenzamos a vivir la “Vida Nueva en Cristo”, a partir de allí debemos seguir el consejo de la Palabra de Dios: “Por tanto, os y os aseguro esto en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, obcecada su mente en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos y por la dureza de su corazón, los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. Pero no es así como vosotros habéis aprendido a Cristo, si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús: despojaos, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, renovad el espíritu de vuestra mente, y revestios del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.” (Ef 4:17–24). Despojarnos del hombre viejo, en su manera de pensar, de actuar, 48


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de juzgar y revestirnos del Hombre Nuevo a imagen de Cristo, permitiendo que su Palabra produzca en nosotros la renovación de nuestra mente. Ese hombre viejo que se resiste a morir, pero que cada vez que quiera oponer sus razones a la nueva vida, el hombre nuevo, a imagen de Cristo que habita en el corazón del creyente, por el Espíritu Santo lo someterá, con los valores auténticos de la Palabra de Dios. El espíritu renacido, dará razones al alma que va en proceso de santificación como lo vemos en el Salmo 103: “Bendice alma mía a Yahveh...” declara David, ungido de Dios, con la presencia del Santo Espíritu sobre su vida. “...Nunca olvides alma sus beneficios” “...Él te perdona, Él te sana Él te rescata, Él te corona, Él te colma de bienes, Él te rejuvenece, Él te guarda, Él te hace justicia...” ¡Gloria a Dios! Fue clave en nuestra vida cristiana y luego en nuestra vida de servicio a Dios y a los hermanos, conocer y comenzar a andar en este, siempre doloroso, pero a la vez glorioso camino del quebrantamiento. La anemia espiritual que se está viviendo en muchos ambientes cristianos es la falta de quebrantamiento de los líderes, de los servidores y de los miembros de las comunidades cristianas. Conceptos religiosos, sin la vida de lo que se confiesa creer, hacen que muchos se alejen, pues no encuentran en las señales, lo que en la teoría se anuncia. San Pablo dirá que el hombre natural no entiende las cosas del Espíritu, para él son locura (ver 1 Cor 2:14–15) Así llaman (loco) muchas veces a aquellos que comienzan a vivir en ese quebrantamiento, abandonando las razones de la mente (carnalidad) y se abrazan a la Palabra de Dios, para vivir según sus inspiraciones. Es que el hombre “natural” al que Pablo hace referencia está en la Iglesia, si leemos todo el contexto del capítulo 2 de la Primera Carta a los Corintios. Así nos ocurría (antes de esa sacudida) a nosotros, aunque servidores en la Iglesia juzgábamos las cosas “naturalmente”, cuando el Señor quiere que vivamos, hablemos y obremos espiritualmente y eso solo es posible cuando mediante el quebrantamiento, comenzamos a tener “la mente de Cristo”. ¡Gloria a Su Nombre! 49


CAPÍTULO 10

TODO ES PÉRDIDA

“Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor... Volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os da seguridad. Atención con los perros; atención con los embusteros; atención con la mutilación. Pues los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne, aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo. Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable. Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hecho semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos.” (Fil 3:1–11). El título de este capítulo para algún experto en publicidad no sería apropiado, es más, no creo que nadie encabece un mensaje publicitario con semejante título, pues no habla, aparentemente, en positivo. 50


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Para los creyentes no creo que haya título más positivo que este, ya que hasta que no consideremos todas las cosas como perdidas, no “ganaremos” a Cristo. Es al menos para mí uno de los pasajes más poderosos de la Sagrada Escritura, uno de esos pasajes que te sacuden de la cabeza a los pies. El gran apóstol utiliza expresiones muy fuertes para referirse a los “falsos circuncisos”, tales como “perros”, “embusteros”, “mutiladores”, declarando que los “verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios... sin poner nuestra confianza en la carne”. ¿A qué hace referencia Pablo cuando dice carne? Veamos: “Tengo motivos para confiar en la CARNE, si alguno cree poder confiar en la carne, mas yo”, y allí relata toda una serie de cosas que ostenta como currículum religioso como “circuncidado, del linaje de Israel, benjaminita, hebreo hijo de hebreos, fariseo, celoso perseguidor, intachable, legalista...” A todo ese cumplimiento legalista el apóstol, ahora convertido en tal llama obras de la carne, pues esa forma religiosa pretende cumplir la ley, sin el Espíritu.. Es sumamente sutil la tentación de caer en ese cumplimiento de normas, códigos, preceptos, ordenanzas legalistas, sin una sincera motivación del corazón iluminado por la gracia, que siempre nos llevará mas allá incluso de lo que marca la ley. Jesús no vino a abolir la ley, sino a darle cumplimiento. Claro, la gracia es imposible conocerla y por ende dejarse conducir por ella, si antes no hay un verdadero encuentro con Jesucristo por la fe, con lo que ello implica: “PERDERLO TODO”. ¿Qué cosas? Volvamos a Pablo, ¿qué fue lo que él aceptó perder a causa de Cristo? Sin ninguna duda todo ese currículum religioso ostentado como una carta de presentación, en su vida no hacía más que llenarlo de obstinación y contumacia persiguiendo a “los del Camino”, a muerte. Ese conocimiento de las verdades de la religión cristiana tiene a muchas personas atadas a “cuánto saben”, “cuanto han estudiado”, 51


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“cuantos títulos ostentan”, etc. Atados, porque al no estar el Espíritu conduciendo ese conocimiento y esas capacidades, se pueden volver como Saulo de Tarso, perseguidores de lo que dicen defender. ¡Qué sorpresa se llevaría Saulo cuando camino a Damasco, cargando a cuesta todos esos pergaminos que él detalla en esta carta, descubre que estaba persiguiendo a Dios! “Saúl, Saúl ¿porqué me persigues? Él preguntó ¿Quién eres Señor? Y Él: Yo soy Jesús, a quien tu persigues” (Hech 9:4–5). ¿Cuántas veces ocurre esto mismo? ¿Cuántas veces con nuestras obras podemos estar persiguiendo lo que decimos defender? ¿O no creía acaso Saulo que persiguiendo a los cristianos rendía culto a Dios? El fundamentalismo religioso siempre tiene su origen en la llamada “ceguera legalista”. El que vive en ella muestra generalmente estas señales visibles: Amargura – Autoritarismo – Obsecuencia – Violencia – Envidia – Celo, etc. Son personas que como Saulo terminan viendo lo malo en todas las cosas. Generalmente son también personas que rechazarán a todos los que no piensen en todo como ellos, aún al mismo Cristo, tal como lo hicieron los “legalistas” de su época en el Ministerio Público de Jesús. Es llamativo que el Señor recibiera a todos, ladrones, prostitutas, recaudadores de impuestos, paganos, samaritanos, etc., etc.; mas rechazara de plano esa hipocresía religiosa de los fariseos y escribas. En Mateo 23, todo un capítulo cargado de tensión en contra de la hipocresía y “ceguera legalista”, podemos encontrarlo. Siete veces los llamó “HIPÓCRITAS”, cinco veces los llamó “CIEGOS”y hasta les profetizó su ruina: “Se os va a dejar su casa desierta... hasta que digáis ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor” (vs. 38–39) ¿Cuántas veces habremos recibido del Señor esta reprimenda? Nosotros hace años dijimos con los labios y el corazón: ¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR! Tan es así que cada vez que un precioso siervo de Dios viene a nuestra casa, también lo recibo con ese saludo ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor! ¡Gloria a Dios! 52


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Como estos, era antes de conocer a Cristo, aquel que escribe en Filipenses. La “falsa circuncisión”, la falsedad del cumplimiento, sin cumplir con los dictados del amor, de la justicia, de la misericordia y la fe, que lleva a cumplir lo exterior, sin cumplir lo interior. Métodos, sin motivación. Alguien puede pensar que los métodos no son buenos entonces, ¡Todo lo contrario! Lo que ocurre es que sin la motivación correcta, aunque los métodos sean los correctos, se termina en hipocresía. Eso es lo que Jesús fustigó. Tenían, si fueran una higuera, el tronco, las ramas, las hojas, pero no tenían higos. Jesús maldijo la higuera porque cuando la higuera tiene hojas al menos tiene que tener las brevas (ver Mt. 21:18–19) Lamentablemente hoy en día pueden verse higueras con hojas, pero que no tienen higos. Los fariseos sabían que Jesús hablaba de ellos cuando maldijo la higuera, pues en la Biblia es tipología del creyente y en este caso del falso creyente, que teniendo hojas (actividad religiosa sin poder), no tiene higos (las obras de la fe). En una palabra, métodos sin motivación o conceptos sin la vida. ¡Que hermoso es cuando a la motivación correcta le sumamos los métodos correctos! ¡Qué maravilloso es cuando a la “vida nueva en Cristo” le sumamos el conocimiento, las capacidades, etc. ¿Estamos dispuestos a perderlo todo por Cristo? ¿ Juzgamos todas las cosas como pérdida a causa del conocimiento de Cristo? Aquí puedo ver a un verdadero convertido, aquel que acepta perder todo por Cristo; pues Saulo tenía un nombre, prestigio, reconocimiento entre sus pares, abolengo religioso... “pero lo que era para mi ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo... por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura por ganar a Cristo” ¡Alabado sea Su Nombre!

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CAPÍTULO 11

LA LEY Y LA GRACIA

Me gustó esta definición que una vez escuché, la ley dice: “HAZ O MUERE”, la Gracia dice: “RECIBE Y VIVE” ¿Maravilloso verdad? Veamos un poco desde la Palabra si esto es o no es así. “Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, ya que todos pecaron; –porque, hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley–; con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una trasgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos! Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno; porque el juicio, partiendo de uno, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación. En efecto, si por el delito de uno reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno, por Jesucristo! Así pues, como el delito de uno atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno procura a todos la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobe54


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diencia de un hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno todos serán constituidos justos. La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; así, lo mismo que el pecado reinó por la muerte, así también reinará la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor.” (Rom 5:12–21). ¡Qué poco conocemos en realidad a la Gracia! Palabra que muchas veces empleamos sin tener plena conciencia de lo que encierra. Nos ocurre a menudo lo mismo que les sucedió a los gálatas, empezamos nuestro camino de conversión por ella, pues “por gracia habéis sido salvados mediante la fe” (Ef 2:8), sin embargo casi como por costumbre volvemos a la ley abandonando la fuente de Gloria que es la Gracia. “¡Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, a cuyos ojos ha sido presentado Jesucristo Crucificado? Quiero saber de vosotros una sola cosa. ¿Habéis recibido el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu ¿termináis ahora en la carne?” (Gal 3:1–3). ¡Insensatos! llama San Pablo a quienes habiendo conocido a Cristo, “vuelven” a Moisés; el cual cumplió su ministerio y como él toda la Antigua Alianza para preparar el camino al Mesías. Una vez alcanzado lo que se espera, concluye toda espera. Si hubiera que agregar algo a la Salvación ya recibida, normas, prácticas de la ley Mosaica, entonces la Salvación sería una “recompensa”. Pablo les recuerda: ¡LA SALVACIÓN ES REGALO! El cristiano hace mas que cumplir la ley, pues la Gracia le lleva a no conformarse con “no hacer al otro lo que no le gustaría que el otro le haga”, sino a “hacer al otro, lo que le gustaría que el otro le hiciera a él”. La gracia siempre es mas, pues es en positivo. La ley dice “No matarás... No codiciarás... No mentirás... etc.” La gracia dice “Bienaventurados los humildes, bienaventurados los pacificadores, bienaventurados los misericordiosos, los puros, los perseguidos etc.” 55


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Dirá San Juan “...La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” ( Jn 1:17). La ley fue dada por un servidor, mas la Gracia nos ha llegado por el Unigénito Hijo de Dios, el cual es, Él mismo, la Gracia. ¡Gloria a Su Nombre! La Gracia es una fuerza que nos conduce desde adentro hacia fuera, mientras que la ley es como los carteles de una carretera que desde afuera nos va indicando. Cuando vives en la Gracia, aunque andes de noche por la carretera y haya niebla espesa, la Gracia te guiará para que no equivoques el camino y no te desvíes de la ruta de tu vida cristiana. La Gracia es como el freno de potencia de un automóvil, ni bien tu pones el pie en el freno la otra fuerza, ya no la haces tú, sino el dispositivo creado a tal efecto. Es también como las direcciones servo asistidas de los automóviles modernos, que al doblar el volante, el resto de la fuerza para girar lo genera el dispositivo. Siempre eres tu el que conduce, pero bajo la segura dirección de la hoja de ruta ¡LA PALABRA DE DIOS! Tu decides frenar y no tienes que esforzarte; tu decides girar y lo haces sin ningún esfuerzo “Si vivimos por el Espíritu (la Gracia) sigamos también al Espíritu” (Gal 5:25). ¡Dejémonos conducir por Él! “En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí, contra tales cosas no hay ley” (Gal 5:22–23). La Carta a los Gálatas tiene una incalculable riqueza con relación a esta realidad, al igual que muchos pasajes de las epístolas paulinas. Otro de esos pasajes se nos da como prueba bíblica en relación a esto: “La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que creen son bendecidos con Abraham el creyente. Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura: Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. Y que la ley no justifica a nadie 56


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ante Dios es cosa evidente, pues –el justo vivirá por la fe–; pero la ley no procede de la fe, antes bien quien practique sus preceptos, vivirá por ellos. Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que cuelga de un madero, Y esto para que la bendición de Abraham llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa.” (Gal 3:8–14). Sumamente reveladora esta porción de la Sagrada Escritura que nos habla de la Promesa. La Promesa es antes que la ley, ya que fue dada a Abraham 430 años antes: “En ti serán bendecidas todas las naciones” (Gen 12:3), promesa que Abraham recibió por la fe, la cual le fue tenida por justicia. “El justo vivirá por la fe” (Ha 2:4); no por la ley, recordándonos San Pablo que “la ley no procede de la fe”, “Quien practique todos sus preceptos vivirá por ellos”, lo cual claramente nos lo muestra el gran apóstol. Lo único que hacía la ley era mostrar al hombre de que era reo, no sin reconocer que la ley es cosa buena pero que era para el hombre imposible de cumplirla toda y al no hacerlo le llevaba a la maldición; mas “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo maldición por nosotros”, a fin de que recibiésemos, en Cristo y por la fe, el Espíritu de la promesa, junto con la bendición de Abraham. La promesa de bendición a Abraham “En ti serán bendecidas todas las Naciones” ¿Estaremos allí? ¡CIERTAMENTE! Pues Dios siempre cumple su promesa. Para que esta promesa llegara a los gentiles, esto es a los que no son del pueblo judío (nosotros). Por supuesto que también para ellos, pero es que aquí Pablo tiene una controversia con los “judaizantes” que querían imponer a los gálatas (gentiles), luego de haber recibido a Cristo y ser llenos del Espíritu Santo, los ritos y preceptos del judaísmo (circuncisión, etc.) Es por eso el lenguaje fuerte de esta carta, llamando ¡insensato! al que después de probar y degustar la dulzura de la Gracia, vuelve al cumplimiento de una ley (“no pruebes, “no acaricies”, “no toques”; ver Col 2:20–23) pues estas eran las cosas que los judaizantes querían im57


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poner a los gentiles, gálatas, colosense, corintios, etc., esa falsa ascesis inspirada en elementos del mundo, en vanas filosofías, en tradiciones humanas y no en Dios. Por ello la dureza de Pablo a los que se dejan persuadir por los que ponen obstáculos a la verdadera libertad cristiana (ver Gal 5:1–12) concluyendo con esa sentencia para estos. “¡Ojalá se mutilaran los que os perturban!” Durísimo ¿verdad? No debemos permitir que nadie nos robe lo que Cristo nos ha alcanzado; como hijos de la promesa recibamos de Él esas bendiciones, pues “para ser libres nos ha libertado Cristo”. El maravilloso día del encuentro en Ain Karim y luego de esa gloriosa experiencia vivida junto a Isabel y habiendo recibido del Espíritu Santo por medio de ella esta bienaventuranza: “Feliz la que creyó...” María dijo palabras inefables y proféticas, entre ellas: “Acogió a Israel, su siervo acordándose de la misericordia, como había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje por los siglos” (Lc 1:54–55). María, nuestra Madre, fue más allá de la ley, 430 años antes, y nos enseña que el que iba a nacer de ella, el BENDITO FRUTO DE SU VIENTRE ES EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA DE DIOS. ¡BENDITA SEAS MARÍA Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESÚS! ¡Gloria a Cristo!

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CAPÍTULO 12

CREE Y DECLARA

Hemos visto que no alcanza con creer en Dios, pues son muchos los que dicen creer en Dios y viven según sus propios razonamientos. El creyente no solo cree en Dios (su existencia), sino que LE CREE A DIOS. Y creerle a Dios, es creerle a Su Palabra. En esto radica el éxito de la vida cristiana, pues el creyente es un potencial conquistador, un vencedor, y a menudo vemos a los cristianos mas como víctimas que como vencedores. ¿La razón? Lo que decimos, creen en la existencia de Dios, sin practicar Su Palabra. Es como si alguien dijera, “yo quiero mucho a mi padre, pero hago lo que a mí me parece”. Dolorosamente así viven la mayoría de los cristianos. El cristianismo, más que una religión, es una experiencia de vida en Cristo y Su Palabra. Nuestro Dios no es una “tabla”, no es un “cúmulo de normas”, es una persona, LA DIVINA PERSONA DE JESUCRISTO, SEÑOR Y SALVADOR. Dijimos ya que se puede tener todo eso (ley, normas, el libro) sin tener a Dios. “El que tiene al Hijo tiene la Vida” (1 Jn 5:12) Jesucristo vino a despertar en nosotros lo que el Padre había plasmado, “Su imagen y semejanza”, que el pecado había desfigurado. Él por Su Sangre derramada en la Cruz, quitó ese pecado y recibimos “La Promesa del Padre”, el Espíritu Santo, que derramó en nuestros corazones el Amor de Dios (ver Rom 5:5) El encuentro personal con Jesucristo por la fe es indispensable para 59


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aquellos que como yo, habiendo sido bautizado de niño y que vivía una vida alejada de Dios, puedan “nacer de nuevo” y comenzar a vivir esa “vida nueva en Cristo”. Al presente, cuando vienen a nuestra comunidad “esos hermanos cristianos”, luego que reciben la predicación de la Palabra “...la fe viene de la predicación y la predicación por la Palabra de Cristo” (Rom 10:17), les invitamos a hacer una sencilla oración de aceptación de Jesucristo como Salvador. Innumerables testimonios vivos hay en nuestra comunidad como fruto de ese momento. Luego si, comienzan a vivir en la vida sacramental de la Iglesia, como católicos toda la riqueza de su preciosa herencia. Existen tanto católicos como evangélicos, ortodoxos, armenios, etc. que necesitan hoy “nacer de nuevo”, pues son muchos los que en los tiempos que corren tienen necesidad de “renacer” para vivir así de acuerdo a lo que profesan. Decimos en el Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso...” y luego negamos los milagros, rechazamos a los que creen en las sanidades, etc. ¿En qué quedamos? ¿Creemos o no creemos? No se debe “borrar con el codo lo que se escribe con la mano”. Nos habían invitado a predicar un retiro de 48 horas, en una Comunidad de la Renovación Carismática, a los servidores; que se llevaría a cabo en un fin de semana (sábado y domingo). El día lunes previo nos vimos con el problema de tener que internar de urgencia a la madre de mi esposa, que vivía con nosotros. El diagnóstico decía “infarto cerebral” y a los 76 años que tenía en ese momento, presentaba un cuadro totalmente irreversible, para la ciencia médica. Dijimos ¡NO! Dios tiene la última palabra. “Creemos en el Dios que da vida a los muertos y llama a las cosas que no existen como si ya existiesen” (ver Rom 4:17–18) Oramos por los médicos y les bendecimos y nunca dejamos de obedecer lo que disponen, pero, DIOS TIENE LA ÚLTIMA PALABRA. Todos, pero particularmente Diego (nuestro hijo), y yo declarábamos por fe en la Palabra de Dios que estaba sana. ¡Locura! Esa es la 60


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

sensación que otros perciben cuando alguien cree y declara la Palabra de Dios, sin mirar las circunstancias. La fe no niega las circunstancias, se eleva por encima de ellas. El mundo sabe decir: “Bajo tales circunstancias...” ¡NO! El cristiano no está bajo las circunstancias, sino por encima de ellas en Cristo Jesús. Recuerdo que luego de ponerme de rodillas y orar a Dios, declarando lo que creemos y enseñamos de Su Palabra que dice que “si creemos en el corazón y no dudamos, lo que digamos será hecho” (ver Mc.11:22–24), hablé por fe y dije ¡está sana en el nombre de Jesús! A mi me gusta orar “recordándole” a Dios sus promesas bíblicas. “¡Señor, como Tu nos prometiste, que creamos y demos gracias, que lo que te estamos pidiendo ya lo tenemos”. Le di gracias al Señor que siempre cumple sus promesas y recibí esta Palabra: “Viendo la valentía de Pedro y Juan y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados, reconocían, por una parte que habían estado con Jesús y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos al hombre que había sido curado...” (Hech 4:13–14). Me levanté y dije a mi esposa que recién llegaba del sanatorio: ¡Se va a levantar, está sana! Ella que venía de estar al lado de su madre nos dijo que no reconocía a nadie y que los médicos le habían dicho que estos cuadros generalmente, o no pasan de las 72 horas, o quedan irreversiblemente en estado vegetativo (tenemos todos los estudios y certificados médicos). Una fuerza interior, fruto de creer en las promesas de Dios, en Su Palabra, nos hacía declarar: ¡Está sana, en el nombre de Jesús! Y recuerdo que dije textualmente: “No te extrañes que el domingo esté en casa, sentada a la mesa”. Y como siempre Dios tiene la última palabra, me equivoque, no fue el domingo, ¡sino el viernes!, dos días antes, estábamos almorzando juntos en casa ¿Gloria a Dios! La fe “llama a las cosas que no existen como si ya existieran”. No existía la salud, sino la enfermedad; no existía la victoria sino la derrota, 61


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El cuadro era de enfermedad terminal, la fe llama SANIDAD, VICTORIA, en Jesucristo. Esa es la fe bíblica, que nunca se da por vencida, “NI AÚN VENCIDA”, pues nunca está vencido el que cree. ¿Locura? “¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: El que prende a los sabios en su propia astucia.” (1 Cor 3:18–19). Totalmente recuperada, sin ninguna secuela, sentada por sus propios medios comiendo en la mesa mientras decía: “no tuve nada, algo que comí que me habrá caído mal…”. Uno de los médicos que la atendió, de religión judía, le dijo a mi esposa: “¡Esto es un milagro!” Al cuarto día de estar internada, la que corría peligro de morir o de quedar postrada para siempre, era dada de alta y abandonaba el sanatorio por sus propios medios. ¡Increíble! “Hoy hemos visto cosas increíbles”, decían algunos cuando Jesús obraba los milagros en medio de la gente del pueblo. Nunca olvidemos que “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por todos los siglos” (Heb 13:8). ¡Gloria sea al Señor! A los pocos día, mi esposa fue con ella a su médica de cabecera, que ya conocía su problema; la cual le informó a mi esposa que no podría visitarla en su domicilio pero que haría en este caso una excepción por lo ocurrido; pero quedó sin palabras cuando mi esposa le dijo que su mamá estaba allí, en la sala de espera del consultorio. ¡No lo podía creer! Por supuesto que Diego predicó ese retiro, acompañado de Roxana –su esposa–, Celia –mi esposa– y un equipo de hermanos servidores, a esos queridos hermanos que amablemente había invitado al Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza “El Poder del Espíritu”, en el que por ese entonces, ya se dejaban ver los frutos del Espíritu Santo y ellos deseaban compartirlos. ¡Cuán Grande y Maravilloso es el Señor! No sólo nos quitó de en medio el problema, sino que se pudo cumplir la misión con un testimonio que conmovía a todos y glorificaba al 62


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Todopoderoso, mostrando en los hechos lo que se predicaba: ¡CREER Y DECLARAR! Conforme las promesas de Dios en su Palabra. ¡Gracias Señor por tus maravillas! ¡Gracias porque siempre cumples tus promesas! Enséñanos Señor a caminar en ellas. Tú que nos dices: “Si alguno permanece en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis”. ( Jn 15:7). “Liria”, mi suegra, vivió una vida plena hasta su partida con el Señor a los 88 años de edad. ¡TODO SEA PARA LA GLORIA DE DIOS!

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CAPÍTULO 13

CUATRO VECES TRECE

En esta carta a los filipenses tenemos estos cuatro treces. Me refiero a los versículos 13 de cada uno de los 4 capítulos de la Carta de San Pablo. Este número (13) conocido por estas tierras en la cultura popular como número de “mala suerte” y cosas como esas, las cuales son supersticiones que los creyentes verdaderos rechazamos de plano. El cristiano no puede ser supersticioso, ni confiado en amuletos, símbolos de “buena suerte”, pues es contrario a la fe cristiana. Es curioso ver el auge de estas supersticiones y prácticas de esoterismo, azar, ocultismo; atribuyendo poderes a objetos inanimados; a talismanes, a números, a cintas rojas, ristra de ajos, velas de colores, sahumerios, etc, etc. Toda forma de idolatría que está haciendo una obra destructiva en el seno de las sociedades de América y del mundo. En nuestro caso ya habíamos rechazado al convertirnos todo aquello que proviene del enemigo y que está condenado por el Señor. Adivinación – hechicería – magia de cualquier color, astrología – zodíacos – cartas astrales – control mental – filosofías pseudoreligiosas de oriente – meditación trascendental – ocultismo – nueva era, etc. etc. “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. 64


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Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti. Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios. Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa”. (Deu 18:9–14). Todo esto lo habíamos enseñado por años y muchos que llegaban con esta carga a nuestra Comunidad, al recibir la Palabra de Dios abandonaban esta práctica renunciando a ellas y reconciliados con el Señor por medio del arrepentimiento y/o la confesión de la culpa, tomaban el camino de la Verdad que hace libre al hombre. Más aún faltaban cosas, como toda esa tentación de atribuir a objetos un grado de poder que hacía que si faltaban, “algo iba a andar mal” o bien rendir culto a quien no es Dios. Es lo más difícil de explicar sin caer en lugares “peligrosos”, Jesús dice: “Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto” (Lc 4:8). (Ver Deut. 6:13) ¿Lo hacemos? Comenzamos a poner en práctica no solo lo que “nos gustaba” de la Palabra de Dios, sino también aquellas que al principio nos costaban practicar. Mucha gente está viviendo un cristianismo a su manera. Son muchos los bautizados que dicen “soy cristiano, pero a mi manera”. Estos son los que hoy tienen que ser para la Iglesia el gran desafío para traerlos al lugar del que nunca debieron salirse, más son también muchos lo que estando adentro, viven un cristianismo “a su manera”. Esto es más doloroso aún, pues cómo haremos que vuelvan a entrar los que hoy en la práctica “viven como paganos”, cuando los que nos decimos creyentes, no cumplimos fielmente lo que dice el Señor. Reconozco que lo que más nos costó y nos sigue costando hacer entender es el tema de la idolatría. Los capítulos 14 y 15 del Libro de la Sabiduría, que sólo aparece en nuestras Biblias católicas son un claro reflejo de lo que decimos; aún cuando toda la Biblia refiere a la idolatría como ADULTERIO ESPIRITUAL. 65


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Hay una tendencia alarmante y una desviada adicción a todo lo que se puede “ver y tocar” en este tiempo. La Palabra de Dios, como la Tradición y el Magisterio de la Iglesia son claros en este sentido (Catecismo de la Iglesia Católica tercera parte La Vida en Cristo, La idolatría 2112). En nuestro caso fue cuando a la Luz de la Palabra de Dios “pusimos las cosas en su lugar”, que empezamos a ver sobre nuestras vidas y sobre nuestra Comunidad manifestarse el Poder de Dios, liberador, sanador, multiplicador y proveedor de toda clase de bendiciones, en Cristo Jesús. Vayamos a los cuatro “13” poderosos de Filipenses. El primero “… de tal forma que se ha hecho público en todo el pretorio y entre todos los demás que me hallo en cadenas por Cristo”. (Fil 1:13). Alguien dijo que todos tenemos, al igual que la luna, un “lado oscuro”, lo cual no habla de pecado necesariamente, sino de la propia debilidad, carencia, necesidad, etc. Pero que no nos van a impedir, con el “lado brillante” alumbrar. Podemos estar “encadenados”, pero cuando es a causa de Cristo y Su Evangelio, como Pablo, podemos consagrar a Dios, aún esas cadenas. ¿No dice el gran apóstol? “Yo estoy encadenado pero la Palabra de Dios no está encadenada” (ver 2 Tim 2:9). Como él debemos hacer que esas cadenas, lejos de desvirtuar la obra, alienten a otros a ser más decididos seguidores de Cristo y Su Palabra. El diablo siempre va a poner en la mente del creyente esas inspiraciones de frustración, de fracaso; por lo tanto usemos el primer “13” para declarar por fe que en obediencia a Cristo y Su Palabra, todo impedimento no será un obstáculo sino un vehículo para la Gracia de Dios en nosotros. ¡Amén! El segundo “…pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar” (Fil 2:13). Veamos la secuencia, lo primero, “puedo estar encadenado”, pero es por Cristo, por lo tanto estoy seguro que eso también servirá al plan 66


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de Dios, ya que es Él que por Su benevolencia obrará en mí. Como antes fue dicho: CREER Y DECLARAR ¡Fe y no duda! El que empezó la obra no la dejará sin concluir. El enemigo usa esas inspiraciones de frustración, más el creyente dice: “Sí, puedo estar encadenado por Cristo, mas Él en Su Bondad lo hará todo por mí, pues Él puso en mí el querer y también concretará el hacer”. Poderoso este segundo “13” que nos revela que Dios no se detendrá hasta completar la obra. ¡Aleluya! El tercero “Yo hermanos no creo ya haberlo conseguido. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante” (Fil 3:13). Aquí Pablo se sincera en relación a si mismo. Podía haber omitido esto, pero no, quiere mostrar que NO LO HA CONSEGUIDO, TODAVÍA. Dice: “yo, hermanos…”, lo cual nos da un privilegio, el de ser depositarios de su confianza, como Iglesia, como un solo cuerpo, que camina en la humildad, en la verdad, donde podemos sincerarnos unos con otros sabiendo que seremos comprendidos, en el mismo Amor en que todos somos amados. Luego declara: “Pero una cosa hago…”, lo cual es fundamental para el éxito de la vida cristiana: hacer una cosa por vez y tratar de hacerla bien. Ya sabemos que “el que mucho abarca, poco aprieta”, para luego decir: “…olvido lo que dejé atrás…”. ¡Cuántos son los que viven esclavizados por el pasado! Ese tirano tiene atado a muchos, que aunque potenciales vencedores, están viviendo como esclavos. Cierta vez leí lo siguiente: “El que mira al pasado va de espaldas hacia el futuro”. No permitamos que los fracasos de ayer nos impidan vivir las victorias presentes y futuras. Lancémonos a lo que está por delante, como Pablo; “fijos los ojos en la meta, Jesucristo, autor y consumador de la fe” (ver Heb. 12:2). Volvamos a la secuencia (1:13) “estoy encadenado por Cristo”, pero confiado, pues (2:13) Dios realiza en mi “el querer como el obrar” y es cierto que (3:13) aún no lo he conseguido, pero hago una cosa: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante. ¡Gloria a Dios! 67


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Y cuarto: “Todo lo puedo con Aquel que me da fuerzas” (Fil.4:13). El enemigo está vencido si mantenemos la confesión de la Palabra de Dios, creyéndola en el corazón y declarándola con la boca. Tenemos los cuatro “13” para contrarrestar todos sus ataques en nuestra mente: frustración– complejo de inferioridad– desaliento– fracaso–desánimo–etc. Por esto quise en el capítulo trece de este libro, presentar los cuatro 13 de esta poderosa porción de la Escritura para que sea un motivo más para glorificar a Dios. Para nosotros los cristianos el número 13 toma desde la Carta a los filipenses una dimensión de autoridad, poder y victoria en Jesucristo, pues el apóstol declara “estar encadenado por Cristo”. Está en la certeza de que es Él “quien realiza tanto el querer como el obrar”, aún cuando reconoce “no haberlo conseguido, olvida el pasado y se lanza a lo que está por delante” con la firme convicción, como fruto de la fe “en Aquel en quien ¡TODO LO PUEDE!” ¡Gloria a Su Nombre!

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CAPÍTULO 14

¡NUESTRA HIJA ESTÁ SANA!

Al poco tiempo, fuimos nuevamente desafiados a poner en práctica lo que habíamos creído. Uno de los hermanos que asistían a los encuentros de crecimiento en la Palabra de Dios, después de ver lo que había hecho el Señor con mi suegra, creyendo lo que recibía, envió a la comunidad a un matrimonio joven con su única hijita de cinco años, la cual asistía a un colegio católico, al jardín de infantes. Dicho colegio pertenecía a una parroquia donde nuestra comunidad servía en la RCC. Esta niñita estaba por dejar el jardín pues después de corroborar sus maestras que ella no se comunicaba con los otros niños y de hablar con sus padres y hacer las consultas a los profesionales, estos le daban diagnóstico de autismo, razón por la cual, los profesionales aconsejaban que asistiera a una escuela diferencial. Los tíos o tíos abuelos de la niñita concurrían a un curso bíblico donde asistía este hermano y le comentan angustiados lo que a ella le sucedía. Este hermano sin vacilar nos llama diciéndonos que les había sugerido que enviaran a la niña y sus padres para que orásemos por ellos, pues como es de suponer, sus padres estaban desesperados y no encontraban consuelo. Los recibimos en un encuentro privado, la niñita, sus padres, una hermana servidora y yo. Recuerdo que luego de haberlos escuchado, les exhortamos a creer en las promesas de Dios reveladas en la Sagrada Escritura. Les dijimos 69


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que era muy importante que ellos como padres creyeran en Jesús y se mantuvieran unidos en el amor, en el Sacramento del Matrimonio; que es poderosísimo cuando lo vivimos plenamente convencidos de su gracia que puede revertir toda situación dolorosa en gloriosa y victoriosa, así como los esposos lo declaran en el momento de recibirlo. Les dijimos también que esa niñita era fruto de ese amor y de esa gracia y que Dios no la había enviado para esa realidad actual, sino para que fuera plena y feliz; que creyeran, por lo tanto, que Jesucristo tiene “Todo poder en el cielo y en la tierra”. La niñita, a todo esto, permanecía en los brazos de su mamá, que se secaba sus lágrimas, mientras le acariciaba sus cabellos y cada vez que su papá intentaba hacerle una caricia, la niña expresaba un gesto de fastidio, por momentos casi como que le gruñía. Permanecía en los brazos de su madre en posición fetal, toda recogida como si quisiera esconderse. Recuerdo que le compartimos la carta a los hebreos en el capitulo 11, versículo 1 donde dice, “La fe es garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve” invitándoles a creer, mas allá de lo que las circunstancias presentaban, diciéndoles que no dejaran de hacer lo que el profesional les señalaba, mas declarando por fe en la Palabra de Dios: ¡Nuestra hija está sana! pues “la fe es garantía de lo que se espera”, por lo tanto, como ellos esperaban la sanación de su hijita, al creer en Jesucristo, tenían garantía, certeza, sustancia de lo que estaban esperando y si uno tiene garantía de lo que espera, esta diciendo que va a ocurrir. Con otros pasajes, como el ya citado Marcos 11–22–24, donde Jesús dice que creamos y no dudemos, donde Jesús dice que “hablemos” lo que hemos creído y entonces hasta los montes pueden ser arrojados al mar. Les exhortamos a tomarse de las manos y juntos oramos, conforme a las promesas de Dios. Invocamos el Poder de la Sangre de Jesús derramada en la Cruz por nosotros y apoyados en Su Palabra “echamos fuera ese monte” de autismo en el Nombre de Jesucristo, Nuestro Señor y conforme a Su enseñanza “creyendo que ya lo habíamos recibido” (ver Mc 11:24) dimos gracias al Todopoderoso. 70


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En el momento que imponíamos nuestras manos sobre la niñita y reclamábamos sobre ella la Sangre de Jesús, la niñita dio un salto en los brazos de su mamá. Experimentamos un gozo y una alegría que nos daba la certeza de que algo maravilloso estaba ocurriendo y le dimos Gloria al Señor, alabándole y agradeciéndole por esa niñita. Le recomendamos a sus padres que en su casa impusieran sus manos y orasen, conforme Jesús enseña en Marcos 16–17–18 “...estos son los signos que acompañarán a los que crean...”, diciéndoles que la única condición que Jesús ponía es la de CREER, “...impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien...”; insistiéndoles que no dudaran, sino que declararan con su boca lo que creían en su corazón: “¡NUESTRA HIJA ESTA SANA!”. Cuando bajamos las escaleras (el lugar donde los atendimos, es el lugar donde nos congregamos) la niña estaba al lado de sus padres de pie y recuerdo que le di un beso diciéndole que le rezara todas las noches a Jesús, lo cual aceptó, pues ya NO ERA LA MISMA NIÑITA DE ANTES DE SUBIR. A las pocas semanas tenía lugar el encuentro mensual que habitualmente hacemos los segundos domingos de cada mes, de diez a dieciocho horas, en un colegio vecino, donde nos congregamos en una gran asamblea todos los hermanos de los distintos días de reunión de nuestra Comunidad y hermanos que vienen de muchos lugares de la Capital y muy especialmente de la Provincia de Buenos Aires. Es admirable ver grupos familiares enteros y hasta de comunidades hermanas que vienen de lejos viajando en casos, todos los segundos domingos, cien a ciento veinte kilómetros entre ida y vuelta a sus hogares. También saben venir en ocasiones de distintas provincias, solo para ese encuentro ¡Gloria a Dios! En ese encuentro en particular, no habiendo pasado mas de quince o veinte días desde que juntos oramos con la niñita y sus padres, ellos vinieron A DAR TESTIMONIO DE QUE SU HIJITA ESTABA TOTALMENTE SANA, que no había autismo y que los profesionales no entendían que había ocurrido. 71


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La mamá me pidió delante de cientos de personas allí reunidas que fuera yo quien contara el testimonio, pues tanto ella como su esposo no podían hablar de la emoción. Se sentaron en la primera fila, mientras yo narraba como habían llegado y como la Palabra de Dios nos había abierto a creer en las Promesas que Él nos hizo para que teniendo fe en ellas, las disfrutáramos y cuando dije: “luego... no sé bien pero cuando invocamos la Sangre de Jesús sobre ella (refiriéndome a la niñita que me miraba, sentada sobre las rodillas de su papá al que minutos antes le decía: papá, papito y le acariciaba la cara) algo ocurrió, no sé que, pero en mi corazón creo que Jesús la tocó” a lo que la niñita dijo y se escuchó claramente en el silencio admirado del auditorio: “¡Sí!” ¡Gloria sea a Dios! Ese testimonio fue muy difundido en los alrededores, llegando a ser escuchado en una radio católica en un programa que por ese entonces salía al aire y en muchísimos ambientes de la RCC aquí en Buenos Aires como en otras regiones de nuestro país y también llegó a algunos países vecinos. Siempre digo que las obras del Señor tienen que ser publicadas, esa es la verdadera humildad, pues si las ocultamos, bajo un manto de supuesta humildad, es que estamos creyendo que las obras son hechas por nosotros, los hombres; pero si las publicamos estamos convencidos, como debe ser, que esas obras, son obras del Señor. ¡Gloria a su Nombre! “Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle. Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien y no tropezaréis con el mal.” (Tob 12:6–7). Sí, “Bueno es proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios” para la Gloria del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén! 72


CAPITULO 15

MOTIVO DE PREOCUPACIÓN

A partir de esos gloriosos momentos comenzamos a ser para algunos, motivo de preocupación. Siempre que el poder de Dios se manifieste entre aquellos que quieren seguir Su Palabra con fidelidad, paralelamente se manifestará la “preocupación” de algunos. Así ocurrió siempre a lo largo de la historia de la Salvación, pues la UNCIÓN, trae PERSECUCIÓN, mas es la misma UNCIÓN que a la vez la vence o deja sin efecto a esa persecución. En Hechos 4:1–35 podemos verlo claramente, pues hasta que Pedro y Juan no fueron hechos por Dios “instrumentos de poder” en sus manos y levantaron al paralítico en la puerta “hermosa” del templo, nadie les perseguía. Pedro les dice: “puesto que con motivo de una obra buena realizada en un enfermo se nos interroga hoy por quien ha sido este curado, sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el Nombre de Jesucristo...”. Ahora, la pregunta es ¿por qué? Ese paralítico todos los días pedía limosna en la puerta del templo, al que acudían estos personajes que prohíben a Pedro y Juan hablar y enseñar en el Nombre de Jesús y nadie se preocupaba o si lo hacían, nada habían podido hacer por él; pero cuando estos indoctos, pescadores, hombres del vulgo, obran en el Nombre de Jesucristo este milagro, ¡gran preocupación! ¿qué les dicen? “¡les prohibimos hablar y enseñar en ese Nombre! 73


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Qué poco les había servido todos sus ritos, oblaciones, tradiciones, etc. La respuesta cual es ¿cambiar? ¡No! ¡Prohibir! Esa es la ceguera de un cumplimiento sin el Espíritu, de una ley, sin la gracia, de un concepto, sin vida. Recuerdo que después de los acontecimientos narrados de sanidades milagrosas, hubo quienes vinieron a vernos para decirnos y más concretamente a mí: “DUDAMOS DE TU CATOLICIDAD” Que hablamos poco de María… que esto, que aquello, que lo de más allá, todo basado en cuestiones semánticas, en tradiciones, en cosas del convencionalismo religioso y no en la doctrina cristiana. Recuerdo que en reuniones que se sabían hacer a nivel de la RCC, el tema éramos nosotros. Así de verdadero como lamentable. “¿Tan importantes eran Pedro y Juan, para los del Sanedrín?”. Recuerdo que hubo quienes nos defendieron diciendo; ESTAN ABSOLUTAMENTE DENTRO DE LA DOCTRINA, usando uno de ellos la expresión “ORTODOXOS EN LA DOCTRINA”. ¡Gracias Señor por ellos! La verdad, (al igual que a Pedro y Juan) siempre saldrá a la luz y aquel que con sincero corazón sirve a Dios, le hagan lo que le hagan, si no vacila y se mantiene firme en la Palabra de Dios, seguirá adelante. ¿Qué es ser católico? ¿María no era “católica”? ¿Y Pablo no era “católico”? ¿Y Pedro y Juan? ¿Esteban? ¿Cómo vivían ellos su fe, de acuerdo al libro de los Hechos? Es curiosísimo como algunos se arrogan el derecho de juzgar a los demás basados en sus propios parámetros humanos, muchas veces encubiertos de supuesta “piedad religiosa”. Alguien llegó a juzgar mi conciencia diciendo: “veo que no tienes amor a la Virgen” (textual). ¿Cómo sabía eso? ¿Amar a la Virgen es hablar de ella todo el tiempo o imitarla en el “...hagan todo lo que Él ( Jesús) os diga...”? ¿Tendremos que dar examen de nuestro amor a la Virgen porque nos escuchan predicar a Cristo y Su Palabra? 74


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Cada uno ve lo que quiere ver, oye lo que quiere oír, pues también tenemos enseñanzas acerca de Nuestra Madre la Virgen María, así como de Pablo, Pedro, etc, etc. Veían que cada día éramos más, que cada día se multiplicaban los signos de bendición entre nosotros y en vez de venir y acompañar, hasta para corregir si hiciera falta, NO, tratar de poner obstáculos hasta el grado incluso de manchar mi nombre, en un gesto de marcado autoritarismo. Nunca me cuestionaron por mi amor a Cristo y a Su Palabra. Nunca a la fecha pudieron decir que lo que enseñamos no está firmemente apoyado en la doctrina bíblica, en la tradición de la Iglesia y su Magisterio. A nadie Dios lo puso como fiscal, sino en todo caso, como maestros, como pastor para enseñar, para ayudar, para acompañar, corregir, pues esa es la función de la autoridad en la Iglesia: SERVICIO. Si empleáramos ese mismo afán para corregir las desviaciones doctrinales que están a la orden del día, que maravilloso sería; gente que en la Iglesia habla del “karma”, enseña “yoga”, “control mental”, “parapsicología”, “reiki”, y un sinnúmero de etcéteras. Esto es lo que está destruyendo la vida del catolicismo en muchos ambientes, entre ellos de la RCC. Nuestra amada Iglesia es Cristocéntrica y es Jesucristo, Muerto y Resucitado, Exaltado y Glorificado el objeto de nuestra predicación, pues ¡Solo Jesucristo Salva! ¡Gloria a su Nombre! Debemos proclamar el Credo con renovado interés en cada uno de los artículos que profesamos, pues esa es la fe de la Iglesia. “Creo en Dios Padre Todo Poderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único hijo Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todo Poderoso. Desde allí ha de venir 75


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a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados y la Vida Eterna.” Siempre animo a mis hermanos diciendo, dentro de Él todo, fuera de Él nada. Volvamos al libro de los Hechos ahora en el capítulo 3, cuando el paralítico a la vista de todos se puso de pie y entró con Pedro y Juan, saltando de gozo en el Templo y alabando a Dios, seguramente a viva voz. Todos se alegraron, Pedro, Juan, el pueblo ¡Por supuesto el paralítico! “Todo el pueblo le vio como andaba y alababa a Dios” (vs.9) ¡Todos se alegraron!... Menos los del Sanedrín, trágico ¿verdad? Alguien decía: “¿Pero no les contaste de las maravillas que Dios está haciendo entre nosotros?” ¿Se alegraron aquellos? Así ocurre. No hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Y cuando Jesús sanó al paralítico de la piscina de Betesda? Treinta y ocho años enfermo, pero cuando fue curado, ¿qué le dijeron estos? “...Es sábado y no te está permitido llevar la camilla...” ( Juan 5–10). ¿Puedes creerlo? ¿Y el ciego de nacimiento de Juan 9? Hasta sus padres, lejos de alegrarse de que ¡Su hijo ahora veía!, por miedo a estos dijeron: “Edad tiene preguntádselo a él...” (vs.23) cuando preguntaban “¿quién le había abierto los ojos?” ¡Patético! Su hijo ciego de nacimiento recobra la vista y estos por miedo a quedar excluidos de la sinagoga (vs. 22) en vez de ir y postrarse a los pies de Cristo y abrazar y besar a su hijo, glorificando a Dios, dicen NO SABEMOS. Esto es tener una “religión” que termina atando al hombre y denigrándolo al grado de hacerle perder lo esencial que es la LIBERTAD, mas “... donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad” (2 Co 3: 17) y esta libertad no puede ser tomada como pretexto para la carne, sino al contrario para servir a nuestros hermanos por amor (ver Gal 5:13) En ese amor amemos a todos, piensen como piensen, orando por los que no nos miran con buenos ojos y aún hasta bendiciendo a los “enemigos”, pues esto es lo que enseña Nuestro Señor Jesucristo. 76


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Dice San Agustín: “Con todo no debes colocar tu esperanza en esas personas buenas que te preceden o te acompañan hacia Dios, ya que no debes colocarla ni en ti mismo, por más progresos que hubieres hecho, sino en Aquél que al justificarte, te hace tal a ti y a los otros. Está seguro de Dios, porque no se muda; en cambio, de los hombres nadie puede estar seguro. Pero debemos amar a los que todavía no son justos, para que lo sean un día, ¡Cuánto más ardientemente deben ser amados los que ya lo son! Pero una cosa es amar al hombre y otra es poner la esperanza en el hombre, hasta tal punto que Dios manda lo primero y prohíbe lo segundo. Y si, después de haber sufrido insultos y tribulaciones en Nombre de Cristo, no te has desviado del buen camino, está seguro que recibirás un premio más grande, mientras que los que hubieren cedido en estas cosas a la instigación diabólica, perderán incluso lo poco que esperaban. Se humilde delante de Dios, para que no permita seas tentado más allá de tus fuerzas”. (Catequesis a los principiantes, 25). ¡Alabado sea Jesucristo!

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CAPÍTULO 16

AQUÍ NO PASA NADA

Con este argumento se sigue echando la suciedad debajo de la alfombra. Estamos asistiendo a uno de los momentos más oscuros en la sociedad humana y tal como lo escribo en mi libro anterior, “El Servidor y la Cruz”; deberíamos como Iglesia cada uno de los cristianos hacer una sincera y profunda autocrítica, mirándonos desde el corazón de Cristo para ver con ojos auténticos nuestro interior. Juan Pablo II lo dice, casi con tristeza y dolor de anciano guerrero y pastor, cuando exhorta a todos los fieles, sea cual sea su lugar en el cuerpo de Cristo, a la fidelidad a Cristo y su Evangelio. Digo en esa oportunidad que la Iglesia es el centro del mundo y según sea lo que ella viva será lo que se reflejará a la sociedad humana, por lo cual hoy el discernimiento, basado en ese principio, resulta altamente preocupante. “¡Aquí no pasa nada!”, se sabe decir con palabras y con las obras. “¡Esta todo bien!”, mientras se oculta el pecado. Fue dicho en el capítulo anterior que es doloroso hablar de esto, pero lamentablemente hay que hacerlo, pues nunca se puede edificar tomando como base el pecado ¡imposible! Una de las razones por las cuales éramos motivo de preocupación, fue porque decíamos que había gente sirviendo a Dios en el pecado del homosexualismo, en el pecado de la fornicación; me pregunto qué dirían hoy conforme a los acontecimientos que salieron a la luz, lo cual siempre será así, pues no se puede ocultar el pecado en la Iglesia pues ella es luz y la oscuridad no puede ocultarse en la luz, pues “La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no pueden vencer la luz” (Jn 1:5). 78


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No debemos asombrarnos que esto ocurra. “Dijo a sus discípulos: Es imposible que no haya escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y le arrojen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Andad, pues, con cuidado” (Lc 17:1–3). Es inevitable que haya escándalos, pero “¡ay de aquel por quien vienen!”. Jesús no los ocultó, pues de entre los doce íntimos uno era Judas, el traidor. Uno de doce que eran los íntimos de Cristo, por lo tanto no podemos asombrarnos, aunque, claro que es trágicamente doloroso. Muchísima gente se ha alejado de la Iglesia por este motivo, mucha más de lo que imaginamos o suponemos estadísticamente. El anti testimonio es el peor enemigo del cristiano y eso no se corrige diciendo, “Aquí no pasa nada”, sino todo lo contrario, con seriedad, con responsabilidad, y por supuesto con misericordia, pero nunca mirando para otro lado en una supuesta piedad. Quien permite que una persona equivocada siga en su error puede ser cómplice de la acción que esta pueda generar en su desviación de la verdad. La mejor forma de ayudarlo es ante todo no permitir que siga lastimando gente a su alrededor. Todos somos llamados a una vida santa y la poderosa misericordia de Dios restaura todas las cosas, pero nunca es solución el tapar, esconder, disimular el pecado, pues en primer lugar otro u otros serán víctimas de ese pecado y si no es así tampoco, con ocultar, se ayuda a la persona a realizarse como tal. Que los ungidos pueden pecar es una nefasta realidad, ¡ojalá no fuera así! Cuando leemos 2 Samuel 11–1–5 entramos en uno de los laberintos mas oscuros de la vida de David. “A la vuelta del año, en la época en que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los amonitas y pusieron sitio a Rabá, mientras que David se quedó en Jerusalén. Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. 79


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Era una mujer muy hermosa. Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: Es Betsabé, hija de Elián, mujer de Urías el hitita. David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y le hizo saber a David: Estoy encinta....”. Te invade una sensación de decepción, pues este hombre decidido, aún siendo muy joven, vencedor del gigante Goliath, valiente, fuerte en la prueba, paciente en la persecución, piadoso, sabio, buscador incansable del rostro de Dios, caminaba a la Luz de sus Promesas, bajo su poderosa guianza, siempre expresando alabanzas al Altísimo… ahora aparece tramando engaños para “cubrir” su pecado de adulterio, de fornicación, embriagándose como después se lo ve y hasta cometiendo homicidio. ¿Qué ocurrió? Cedió a la tentación; todos somos tentados. Nadie esta inmune a caer, pero sabemos que el tentador no tiene poder para vencer nuestra capacidad de resistirle, en Cristo Jesús, “Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stgo 4:7); “...Resistidles firmes en la fe...” (1 Pe 5:9); “…Para que podáis resistir a las acechanzas del diablo…” (Efe 6:11). La palabra es resistir firmes en la Palabra de Dios, por convicción así como José (ver Gen 39:7–20), que no cedió a la tentación, plenamente confiado en Dios y en su Palabra, aún cuando su situación fue peor y más peligrosa, costándole incluso, la cárcel, mas todos conocemos el final, pues no solo fue liberado de la cárcel, sino que llegó a ser el inmediato segundo hombre de autoridad en Egipto, después del faraón y este mismo se sujetaba a sus decisiones en cuestiones de administración económica del reino de Egipto. Pero volvamos a David y descubriremos que las verdaderas causas de su caída fueron que él, de alguna forma, estaba estableciendo un harén, lo cual es la poligamia y la poligamia no es el plan de Dios. También lo vemos en un lugar equivocado, en un momento inoportuno, pues él, como rey, tendría que haber estado en campaña (vs.1), lo descubrimos como entibiándose en su fibra espiritual y permitiendo 80


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así el desarrollo de malos pensamientos en él, como lo muestran algunas de sus posteriores acciones. Se deleitó en la tentación, pues miró y siguió mirando. Él fue quien escribió: “…Pon tus delicias en Yahvé…” (Sal 37:4), lo cual es “cerrar los ojos” a la vanidad y mirar a Cristo y hacerlo nuestro supremo deleite, disfrutando del Señor que nos libra de las tensiones que muchas veces nos produce lo que vemos en el mundo. No es como se suele decir: “simplemente ocurrió”, eso es una total y absurda mentira para el que vive en el Señor. El pecado consumado es siempre el resultado de un proceso y el momento de enfrentarlo es antes de que ocurra ¿Cómo? Estando ocupados de las tareas que nos corresponde realizar, no permitiendo que ningún proyecto, consejo o inspiración fuera de lo que Dios enseña en Su Palabra anide en nuestra mente; cultivando mediante la oración, a la Luz de la Palabra de Dios y la vida fraterna y sacramental, el fervor de ese primer amor a Cristo y su Iglesia, sin mirar aquello que sabemos puede arrastrar y seducir, así como solemos decir los católicos “…y evitar toda ocasión próxima de pecado”, poniendo nuestro deleite en el Señor y confiando plenamente en que su Gracia nos sostiene. Es fundamental la vida fraterna: LA COMUNIDAD CRISTIANA, pues es en ella que podemos vivir una vida cristiana victoriosa y hoy lamentablemente no está la verdadera comunidad en todos los ambientes eclesiales. Una verdadera comunidad atiende a cada uno de sus miembros, sea líder, servidor o el hermanito que acaba de llegar, pues es el lugar de la comunión, del perdón, de la fiesta, de la libertad, de la alegría, así como el lugar del encuentro con lo doloroso de nuestro interior sin sanar, pero nunca es el lugar de “aquí no pasa nada…”, pues donde hay vida hay dolor, que muchas veces es de crecimiento. La Iglesia de Jesucristo es Santa, pues Cristo es su Cabeza y todos sus miembros han de ser santos como Él lo es y la Santidad es prerrogativa divina, mas el cuidarla es nuestra responsabilidad.

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CAPÍTULO 17

¡CONTIGO ESTOY YO!

Al poco tiempo de haber iniciado esa nueva etapa en la vida cristiana, justo después de los primeros signos de poder que se manifestaron entre nosotros se levantaron muchas voces en contra, lo cual nos llevó a pasar por momentos muy duros y en lo personal, a derramar muchas lágrimas, casi de impotencia, con una mezcla de incomprensión, ya que suponíamos que ese nuevo “mover” del Espíritu que traía maravillosas bendiciones en medio nuestro iba a alegrar a muchos para que a la vez acompañaran esa experiencia, pero lamentablemente no fue así. Recuerdo un suceso que me marcó al punto de que fue, al menos para mí, un antes y un después de ese momento. Estaba en ayuno con oración y lágrimas, pidiéndole a Dios una señal en mi todavía, en ese tiempo, total atención a lo que se decía o se opinaba acerca de nuestra comunidad, como preguntándole por qué tantos estaban en contra, casi como diciendo: “¿no estaremos nosotros equivocados?”; aún cuando en el corazón tenía la certeza de que no era así y me levanté de mi oración, movido en mi interior tomé mi Biblia y le pedí al Señor que me hablara por medio de su Palabra y recibí este pasaje que quiero compartir. “... Entonces alargó Yahvé su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahvé: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar. Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos”: ¿qué estas vien82


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do Jeremías?” Respondí: “Veo una rama de almendro.” Y me dijo Yahvé: “Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para cumplirla”. Nuevamente me dirigió Yahvé la palabra en estos términos: “¿qué estas viendo?” Respondí: “Veo un puchero hirviendo que se vuelca de norte a sur”. Y me dijo Yahvé: “Es que desde el norte se iniciará el desastre sobre todos los moradores de esta tierra. Porque enseguida voy a llamar a todas las familias de los reinos del norte– oráculo de Yahvé–y vendrán a instalarse a las puertas mismas de Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y contra todas las ciudades de Judá, a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses y adorar la obra de sus propias manos. Por tu parte te apretaras el cinto te pondrás firme y les dirás cuanto yo te mande. No desmayes ante ellos, que yo no te haré desmayar; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo–oráculo de Yahvé– para salvarte.” ( Jer 1:9–19). Quiero aclarar que no se toma la Biblia y como muchos saben hacer, se abre en cualquier parte y se lee así como si fuera azar... ¡No! Eso se hace específicamente cuando movidos por el Espíritu en Oración y en situaciones concretas, se siente el llamado interior a hacerlo. Estaba plenamente convencido que el Señor tenía una respuesta a mis dudas interiores, a mi autocompasión y a mi preocupación por la propia imagen delante de los demás. Le di Gloria al Señor, prometiéndole que con su ayuda no iba a “desmayar” ante quienes opinaban en contra, pues allí descubrí que yo no soy lo que otros digan de mí, mucho menos soy lo que el diablo diga de mí, por supuesto; ni siquiera lo que yo mismo diga u opine de mí mismo, sino que soy lo que Dios dice de mí ¡Gloria a Dios! A cuantos les sucede en estos tiempos como a los judíos de la época de Jesús, en su ministerio público: “Sin embargo, aún entre los 83


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magistrados muchos creyeron en Él, pero, por los fariseos no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la gloria de los hombres a la Gloria de Dios” ( Jn 12:42–43). Trágico, ¿verdad?. Pues así sabe ocurrir, ya que había quienes fueron prosperados, recibieron sanidad, se gozaban contando testimonios, “pero por los”... que les dijeron esto y aquello dejaron en ese entonces de participar al igual que aquellos judíos prefirieron la limitada y temporal aprobación de los hombres a la eterna aprobación del Padre. Luego cuando ya no estaban los que “les decían”... algunos de entre ellos volvieron y hoy para la gloria del Señor, muchos están participando, incluso varios de aquellos que eran de “los que decían”... En mi experiencia personal he podido contemplar que cuando la Palabra de Dios prende en nuestro corazón, llega un momento donde esa fe renovada es puesta a prueba y ese es el momento que determina el éxito o el fracaso tanto en la vida cristiana, cuanto en el servicio a Dios. En particular en el liderazgo, si no se lo vive en la plena certeza de que “Dios esta con nosotros”, jamás se logrará mantener la convicción de ese primer momento. He visto dolorosos fracasos a mi alrededor, de aquellos que, como les dice San Pablo a los gálatas “habían comenzado bien su carrera” pero escuchando a otros “se volvieron atrás”. Suelo decir que en este cuerpo que es la Iglesia no siempre es fácil ser miembro pues el lugar muchas veces hay que mantenerlo con el esfuerzo que hace un órgano transplantado para no recibir el rechazo. No debiera ser así, pero muchas veces es así, lamentablemente. Claro que en una comunidad cristiana viva cada miembro ocupa naturalmente un lugar y no solo no hay rechazo sino que un miembro cuida al otro y todo el cuerpo vive en cohesión y crecimiento, así como es la Iglesia de Jesucristo, conforme fue instituida por el Señor. “...Antes bien, con la sinceridad en el amor, crezcamos en todo hasta aquel que es la cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por los ligamentos, según la actividad propia 84


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de cada miembro, para el crecimiento y edificación en el amor” (Efe 4:15–16). Un liderazgo en la Iglesia tiene que actuar de ligamento, para unir, trabar todo el cuerpo y mantener la cohesión del mismo y si ese ligamento está débil o cortado no podrá cumplir con su misión en el cuerpo. A menudo se habla del liderazgo como cabeza; en un sentido terrenal puede ser que sea así, mas en cuanto a su función específica, insisto, el liderazgo es ligamento que une siempre ese cuerpo a la cabeza que es Cristo. Por eso es también el mandato de Dios que envía a un Jeremías a decir a “los reyes de Judá, como a sus jefes, sacerdotes y al pueblo, qué están quemando incienso a dioses extranjeros y adorando la obra de sus manos”. Dios aborrece la idolatría y el hombre tiene siempre como una latente tentación a la idolatría. Muchos ni creen que lo que hacen pueda ser idolátrico, solo es posible descubrirlo a la luz del Espíritu Santo, bajo la guía de la Palabra de Dios. Por eso es tan rechazado el espíritu profético, igual hoy como lo fue ayer, pues el hombre no quiere, aun cuando diga hacerlo, cumplir la Voluntad de Dios, como ella es en realidad; muchas veces supone cumplirla. Fue cuando comenzamos a hablar la Palabra de Dios proféticamente cuando se inició ese movimiento al que hacía referencia al principio de este capítulo. Todos, por el bautismo somos profetas, mas ¡No se te ocurra tomártelo en serio! Eso es lo que muchos te dirán, tal vez no con palabras pero sí con sus actos persecutorios. ¿Qué hacer? ¡No desmayes! “No desmayes ante ellos” le dice el Señor a Jeremías. “Te harán la guerra, mas no podrán contigo”, pues “el Señor va contigo para salvarte”. Recordemos que solo se le tiran piedras al árbol cargado de frutos y que el estiércol sirve para abonar la tierra, para que haya más frutos. Decía Juan XXIII: “Me tiraron muchas piedras, mas yo nunca las recogí del piso”. 85


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Alguien recogería las piedras con dos propósitos: Uno, volver a tirarlas, lo cual no es para los cristianos y dos, para cargarlas, lo que es un peso inútil en nuestro caminar; hagamos pues como nos enseña Juan XXIII, dejémoslas en el suelo y marchemos firmes en la promesa de Dios: “¡Contigo estoy Yo!”.

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CAPÍTULO 18

YO EN CRISTO Y CRISTO EN MI

Debiéramos hoy preguntarnos, lo mismo que Jesús les preguntó a sus discípulos: ¿Quién es Jesús en realidad para nosotros? La mayoría de los cristianos tiene un conocimiento meramente intelectual de Cristo, un conocimiento como concepto, pero sin la vida. Son muchos lamentablemente los que conocen a Cristo “según la carne”, por eso me conmueve esa expresión de San Pablo a los corintios: “... Y si conocimos a Cristo según la carne ya no le conocemos así” (2 Cor 5:16). Con frecuencia “recorremos” el ministerio de humillación de Cristo (Kenosis), desde su nacimiento en el pesebre de Belén, pasando por su caminar por la Galilea, hasta su muerte en la Cruz del Calvario; su Resurrección y Ascensión al cielo, para luego volver otra vez al pesebre... y así. Vamos recordando al Cristo de los Evangelios, que es Aquel que vino a Salvarnos. La Salvación se nos ofrece por Gracia, mediante la fe (ver Efe 2:8) y sabemos que la fe viene por el oír la predicación de la Palabra de Dios (ver Rom 10:17) y Cristo es el Salvador, “...porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos...” (Hech 4:12). Por consiguiente anunciamos a Cristo, anunciando su “Venida en Carne” para salvarnos mediante su sacrificio vicario en la Cruz del Calvario. 87


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Proclamamos el Kerigma, el anuncio de Jesucristo, Muerto, Resucitado, Exaltado y Glorificado, dador del Espíritu Santo a quienes le reciben como su Salvador y Señor. ¿Entonces? Veamos a la Luz del Espíritu Santo hacia donde apunta San Pablo cuando insta a los corintios a tener una mirada nueva del conocimiento de Cristo. En primer lugar no olvidemos que le está hablando a aquellos que El ha evangelizado, seguramente citando todo lo que hoy conocemos nosotros por los Evangelios acerca de Jesús, lo cual él conocería por lo que le transmitirían los que lo conocieron a Jesús en su ministerio público. El Cristo que Pablo ve camino a Damasco no es el Cristo que caminaba los polvorientos caminos de Judea, sino el Cristo Glorioso y deslumbrante, por ejemplo, del Apocalipsis (ver Apo 1:12–20). Imagino lo que el lector puede pensar ¿No es el mismo? ¡Sí! Pero ya no le conocemos así (el que caminó hecho hombre entre nosotros) ¡AHORA ES EL CRISTO DESLUMBRANTE, QUE ENCEGUECE POR LA IRRADIACIÓN DE SU GLORIOSA LUZ! Pablo les contaría de aquel que caminó sobre las aguas, mas les diría, parafraseado por mi: “Corintios yo le vi camino a Damasco y... ¡¿Cómo explicarles Su Luz?! ¡¿Y su belleza?! Y se quedaría sin palabras para expresar lo que había contemplado. ¿Se entiende? También el autor de la Carta a los Hebreos nos insiste en esta misma dirección, a que atravesemos el Lugar Santo y entremos en el Lugar Santísimo. Que vayamos más allá del Cristo de los evangelios y conozcamos el Espíritu. “Tenemos, pues, hermanos, plena confianza para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través de la cortina, es decir, su cuerpo. Tenemos un sacerdote excelso al frente de la casa de Dios. Acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavado el cuerpo con agua pura. Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa. Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, sin abandonar 88


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nuestras asambleas, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándonos; tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día. ” (Heb 10:19–25). Lo que separaba el “Lugar Santo” del “Lugar Santísimo” en el Santuario que Dios mandó a construir a Moisés (ver Éx 25) era una cortina. Este santuario era “sombra y figura de las realidades celestiales” (Heb 8:5). Así como la cortina separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, así también los hombres no podían ver esa Gloria de Dios Eterno en Jesús de Nazareth, en su ministerio público. La cortina no permitía ver la Gloria de Dios que descendía sobre el Arca de la Alianza. Podemos decir que Dios estaba oculto a los hombres en el Lugar Santísimo. Así tampoco esa gloria se dejaba ver todavía en el Cristo de los Evangelios, pues la cortina, es decir su cuerpo, la cubría; solo en el Tabor, Pedro, Juan y Santiago tuvieron una primicia de esa Gloria de Aquel “ en quien moraba la plenitud de la deidad corporalmente” (ver Col 2:9). Dos cosas separaban al hombre de Dios y una es consecuencia de la otra. Dios es espíritu ( Jn 4:24) y el hombre, carne. Adán es creado por Dios en santidad y pasa de la santidad al pecado. Vemos aquí las dos fortalezas que separaban al hombre de Dios: LA NATURALEZA (Carne) y EL PECADO. Cuando el hombre peca en el Edén es arrojado de la presencia de Dios. Adán va “marcha atrás”, pues era Santo y se vuelve pecador, seducido por el diablo. Jesucristo viene a nosotros en una naturaleza semejante a la nuestra, en un cuerpo semejante al nuestro, SIN PECADO, derribando así la primera muralla que nos separaba del Padre, pues Él, el Hombre Perfecto, se manifiesta derrotando de esa manera todas las pretensiones del diablo, DIOS SE HACE HOMBRE, PARA QUE LOS HOMBRES PUEDAN VOLVER A DIOS. Esto es la NAVIDAD, “el Verbo (Dios) se hace carne” y el muro primero se derrumba ¡Gloria a Dios! 89


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En Cristo la Naturaleza divina y la naturaleza humana están inseparablemente unidas. Pero aún quedaba el segundo muro: EL PECADO. Cristo toma sobre su cuerpo sin pecado, todo el pecado de la humanidad clavándolo en la Cruz del Calvario, destruyendo toda muralla que nos separaba de Dios. Esto es la Pascua: “Cristo muere por nuestros pecados y resucita para nuestra Justificación”. ¡Gloria a su Nombre! Esto es lo que celebramos como Iglesia desde el pesebre (Navidad), hasta el Calvario (Pascua). Esta es nuestra fe, la fe de la Iglesia. Este es el anuncio de la Iglesia: CRISTO VIENE A NOSOTROS Y MUERE POR NOSOTROS EN LA CRUZ PARA REDIMIRNOS Y POR SU SANGRE DERRAMADA TENEMOS EL PERDON DE LOS PECADOS, SALVACION Y VIDA ETERNA. ¡CRISTO MUERTO Y RESUCITADO! ¡ALABADO SEA JESUCRISTO! Ahora bien, una vez convertidos a Jesucristo conociendo su Encarnación y aceptando sobre nuestras vidas su obra salvífica en la Cruz del Calvario, su Gloriosa Resurrección de entre los muertos, llenos del Espíritu Santo, pasemos por el mismo Espíritu que habita en nosotros al conocimiento del Cristo Glorioso sentado a la diestra del Padre, cumpliendo los ministerios del “Gran Sumo Sacerdote, que penetró los cielos” (ver Heb 4:14 y ss.), para vivir de acuerdo a nuestra vocación recibida, una vida cristiana victoriosa, pues “Él inaugura para nosotros un camino nuevo y vivo, a través de la cortina, es decir su cuerpo”. ¡Sí! Tenemos un sacerdote excelso al frente de la Casa de Dios. Cuando Cristo murió en la Cruz, “la cortina del Templo se rasgó”, pues se rasgó la verdadera cortina, es decir, la de su cuerpo. Desde ese momento Dios ya no está oculto para todos aquellos que reciban a Jesucristo como Su Salvador y Señor. Estos pueden entrar al Santuario, a través de la “cortina rasgada” de Su Cuerpo, por la Sangre derramada del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, pues Su Sangre nos lava de todo lo que mancha la conciencia y nos da acceso al Padre en Su Nombre. 90


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“Aquel que era inmortal, se hizo mortal, para que yo, mortal creatura, en Él llegase a ser inmortal”, decía San Agustín. Sí, Adán de la santidad pasó al pecado, ahora nosotros por la obra de Cristo, pasamos del pecado a la santidad. “...Si a Cristo lo conocimos según la carne, ya no le conocemos así...” Nos recuerda San Pablo. ¿Cuál es esa mirada nueva del conocimiento de Cristo? Es una mirada que nos lleva a ir “mas allá”, con plena confianza, para poder vivir nuestra identidad con Jesucristo. En su Encarnación El se identificó con nosotros asumiendo una naturaleza como la nuestra en todo igual, SIN PECADO, para que en su muerte fuera destruido nuestro pecado y en su resurrección, recibiéndole nosotros como Salvador y Señor, pudiéramos identificarnos con Él. Muchos conocen al Cristo de los Evangelios, pero no van “más allá” en su vida espiritual. Conocen “según la carne” sin atravesar la cortina y llegar hasta la misma Presencia de Dios. Una cosa es conocer lo que Él hizo por mí y otra muy distinta es creer y vivir de acuerdo a lo que conozco. El vino del cielo como EL HIJO DE DIOS, en el seno de la Virgen María, se hizo EL HIJO DEL HOMBRE, por obra y gracia del Espíritu Santo. Viene como el HIJO DE DIOS del cielo y vuelve al cielo como EL HIJO DEL HOMBRE. (Verdadero Dios y Verdadero Hombre) ¿Glorioso, Verdad? Cuando el Padre abraza a su Hijo Resucitado abraza a Jesucristo de Nazareth, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. ¡Gloria a Dios, pues ya no hay muros que nos separen de Él! ¡Gracias Jesús! Esa nueva mirada que San Pablo presenta a los corintios y por supuesto también a nosotros es la que el autor de Hebreos quiere que tengamos: ¡MIRAR A TRAVES DE LA CORTINA!, con una palabra que al menos a mí me sacude, me desafía: ¡CONFIANZA! Lo cual es CERTEZA en la Palabra de Dios, mas allá de la lógica humana. 91


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Si Dios dice que yo puedo entrar con confianza a la Presencia de Dios, llevado por la Sangre de Jesús, es que así es. Solo a través de esa nueva mirada podemos tener verdadera identidad con Cristo, pues Él está sentado a la diestra del Padre, lo cual significa: “ESTÁ ASENTADO”, “ESTA HECHO”, “ES CONSUMADO”, en una palabra ¡ASI ES! Jesús dice: “Aquel día comprenderéis que Yo estoy en mi Padre y vosotros en Mi y Yo en vosotros” ( Jn 14:20). Este principio de “Yo en Él y Él en mi”, es lo que revoluciona la vida del creyente. Cristo, la Cabeza, está en el cielo y “nosotros sentados en los cielos en Cristo Jesús” (ver Efe 2:6). Nosotros, su cuerpo, en la tierra y “Cristo con nosotros todos los días hasta el fin del mundo” (ver Mt 28:20). Cristo, la Cabeza, está en el cielo en “nuestro nombre” (“ustedes en Mí”) y nosotros, su cuerpo, estamos en la tierra en Su Nombre (“Yo en ustedes”). Él nos dio una orden: “Vayan”, nos dio una misión: “Hagan discípulos”, pues este es el motivo: “Todo poder me fue dado en el cielo y en la tierra” “Vayan... en mi Nombre ustedes harán...” (ver Mt 28:19–20 y Mc 16:16–20). Cristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo... (ver Efe 1:22). No hay cuerpo sin cabeza ni cabeza sin cuerpo. Él es los ojos, la boca, los oídos, el cerebro... nosotros los pies, las manos. La cabeza está en el cielo, el cuerpo en la tierra (La Iglesia) y cabeza y cuerpo son uno: ÉL EN NOSOTROS Y NOSOTROS EN ÉL. Jesús ora al Padre: “Yo les he dado la Gloria que tu me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: Yo en ellos y Tu en mi, para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tu me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mi” ( Jn 17:22–23). Jesús ya no está en el pesebre, ni tampoco en una barca en el Tiberíades, ni recorriendo los polvorientos senderos de Galilea…. 92


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No está en la Cruz, cuánto menos en el sepulcro de su amigo José de Arimatea. No, no está allí pues ¡HA RESUCITADO! ¡ESTA SENTADO A LA DIESTRA DEL PADRE EN EL CIELO! ¡ÉL ES EL CRISTO GLORIOSO Y DESLUMBRANTE! Él es el que nos dice: ¡YO ESTOY CON USTEDES!

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CAPÍTULO 19

LA IDOLATRIA

Es la razón de la degradación del hombre, pues lleva al hombre a apartarse del “Dios Vivo”. “...Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en su razonamiento y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible, por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí su cuerpo, a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos, Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames, pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrazaron en deseos los unos por los otros cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío.” (Rom 1: 21–27). En este capítulo, como en ningún otro prefiero que hable El Señor por medio de Su Palabra, la cual no admite ningún tipo de oposición de parte del hombre. Cuando vemos a nuestro alrededor la creciente perversión, todo aquello que San Pablo cita en los versículos 26 y 27 y más aún en los subsiguientes hasta el final del capítulo 1 de su carta a los Romanos, 94


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generalmente debatimos buscando argumentos, que si bien algunos de ellos pueden ser ciertos en cuanto a los síntomas o en cuanto a la patología, sin embargo casi nunca abordamos la verdadera y fatídica raíz, la cual es la IDOLATRIA. La idolatría es la peor de las ataduras, pues lleva al hombre a creer que lo que él hace o practica no es idolatría. Lleva a la auto justificación así como lo hace con alguna de sus nefastas consecuencias citadas por San Pablo, HOMOSEXUALISMO, PERVERSIDAD, CODICIA, MALDAD, ENVIDIA, HOMICIDIO, DIFAMACIÓN, REBELDÍA, IMPIEDAD... etc. (ver versículos 28 al 31). Para concluir el apóstol en el versículo 32 diciendo: “...los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente los practican sino que aprueban a los que las cometen...”. ¿No es esto una radiografía de este tiempo? Desde la antigüedad el pueblo de Dios se fabricó en el desierto (ver Éx 32), un becerro de oro con el propósito de adorar a Dios (¡!) Así también se sigue haciendo con la misma motivación supuestamente piadosa, el hombre necesita “ver”, “tocar”, esto es “sentir” a Dios. Dios no aceptó la motivación, todo lo contrario, la rechazó al grado de querer destruirlos, la cual nos indica que no hay ningún atenuante delante de los ojos de Dios para los que practican la idolatría, sea cual sea su motivación y sean cuales sean los argumentos que sustenten para ello. ¡Dios detesta la idolatría! “¡Tu becerro repele, Samaría! Mi cólera se ha inflamado contra ellos: ¿Hasta cuándo no podrán purificarse? Porque procede de Israel, un artesano lo ha fabricado, y eso no es Dios. Quedará hecho trizas el becerro Samaría. Si siembran viento, cosecharán tempestad: Tallo que no tenga brote no dará harina; y si la da, extranjeros la devorarán.” (Os 8:5–7). Veamos qué dice el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto. Tercera Parte. La Vida en Cristo. Segunda Sección: Los Diez Mandamientos. Capítulo Primero “Amarás al Señor tu Dios con 95


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todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas” Artículo 1 El Primer Mandamiento. Yo, El Señor, Soy Tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura, ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto”. (Éx 20:2–5). “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, solo a Él darás culto” (Mateo 4, 10). LA IDOLATRÍA. 2112. El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios Verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos, oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven...”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Salmo 115, 4–5.8; cf. Isaías 44, 9–20; Jeremías 10, 1–16; Deuteronomio 14, 1–30; Baruc 6; Sabiduría 13,1–15,19). Dios, por el contrario, es El “Dios Vivo” ( Josué 3, 10; Salmo 42,3,etc) que da vida e interviene en la historia. 2113 La idolatría no se refiere solo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mateo 6,24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la bestia” (Cf. Ap 13–14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (Cf. Gálatas 5,20; Efesios 5, 5). 2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y 96


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lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que aplica a cualquier cosa en lugar de Dios su indestructible noción de Dios” (Orígenes, Cels. 2,40). Deberíamos tenerlo bien presente, los católicos en particular, junto a todos nuestros hermanos cristianos de las distintas denominaciones de la Única Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo. Hoy al igual que ayer, la perversión, el desenfreno, tienen un mismo origen, pues las falsas deidades mencionadas en la Biblia incluía su adoración prostitución y sacrificio de niños: Bel–Nebo, dioses de Babilonia, Asera, diosa de Canaán, Milcón, de los amonitas, Camós, de Moab, Baal, de canaán, Dagón de filistea, entre otros, cuya adoración incluía esas degradantes perversiones. Los ídolos cambian de nombre pero no cambia su nefasta influencia en la vida de las personas. Lo que ocurre es que el hombre fue creado por Dios para adorarle. Podemos decir que el hombre en su naturaleza es un adorador, por lo tanto cuando no adora al Señor y le da culto solo a Él, se busca falsos dioses pues tiene como una latente necesidad de adoración. Lo vemos en los más remotos grabados en cavernas que la arqueología nos muestra, como el hombre antes de mirar al suelo, el lugar del sustento, levanta sus ojos y sus brazos al cielo, en actitud de adoración. Decía San Agustín que el hombre, por ser tal, ya nace con el conocimiento de Dios en su corazón. Son muchos hoy los que adoran lo que no conocen “... vosotros adoráis lo que no conocéis...”, al igual que la Samaritana, mas los creyentes verdaderos, adoramos lo que conocemos, “... nosotros adoramos lo que conocemos...” (Jn 4:22). El libro de la Sabiduría es uno de esos libros Deuterocanónicos, que aparecen en nuestras Biblias católicas, que es casi como una maravillosa señal del cielo para nosotros. Dice así: “...La invención de los ídolos fue el comienzo de la infidelidad, y su descubrimiento, la corrupción de la vida. Pero no existían desde el principio ni existirán 97


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para siempre. Entraron en el mundo por la vanidad de los hombres, por eso, su fin inmediato está decidido. Un padre afligido por un luto prematuro, hace una imagen del hijo malogrado y al que ayer era hombre muerto, hoy lo honra como un dios y encarga a sus subordinados misterios y ritos. Luego la impía costumbre se consolida con el tiempo y se observa como ley. Las estatuas también recibían culto por decreto de los soberanos. Y, como la gente que vivía lejos no los podía venerar en persona, representaban su figura lejana haciendo una imagen visible del rey venerado, para adular con fervor al ausente como si estuviera presente. La ambición del artista contribuyó a extender este culto incluso entre quienes no lo conocían; pues este, queriendo complacer seguramente al soberano, alteró con su arte el parecido para embellecerlo, y la multitud, seducida por el encanto de la obra, tomó entonces por objeto de culto al que poco antes honraba como hombre. Y esto se convirtió en trampa para los viviente, pues los hombres, esclavos de la desgracia o de la tiranía, dieron el nombre incomunicable a piedras y maderos. Luego, no les bastó con errar en el conocimiento de Dios, sino que, debatiéndose en duro conflicto por la ignorancia, llamaron paz a tan graves males. Así, celebrando iniciaciones infanticidas, misterios secretos, o delirantes orgías de ritos extravagantes, ya no mantienen puros ni vidas ni matrimonios, sino que se matan a traición unos a otros o se humillan con adulterios. Todo es un caos de sangre y muerte, robo y fraude, corrupción, deslealtad, desorden, perjurio, confusión de lo bueno, olvido de la gratitud, contaminación de las almas, inversión de sexos, desorden matrimonial, adulterio y libertinaje. Por que el culto a los ídolos sin nombre es principio, causa y fin de todos los males. Pues o se divierten frenéticamente, o profetizan mentiras, o viven en la injusticia, o perjuran con ligereza. Como confían en ídolos sin vida, no temen que el jurar en falso les pueda perjudicar. Pero un doble castigo les aguarda, por hacerse una idea falsa de Dios al entregarse a los ídolos, y por jurar injustamente y con engaño, despreciando la santidad. Porque no es el poder de aquellos por los que 98


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juran, sino el castigo de los que pecan, quien persigue siempre las transgresiones de los malvados...” (Sab 14:12–31). Dije ya que prefiero que hable el Señor en su Palabra acerca de la idolatría, pues para que agregar algo a lo que aquí se lee. Invito al amigo lector a leer también los capítulos 13 y 15 de este libro, así como el Salmo 115; Isaías 44:6–23, entre una innumerable cantidad de citas bíblicas que tratan el tema con una fuerza especial, pues Dios, esto queda claro, ABORRECE LA IDOLATRÍA. En nuestra propia experiencia fue cuando “pusimos las cosas en su justo lugar” cuando comenzamos a ver la mano de Dios, moverse entre nosotros. Una “fresca unción” del Espíritu Santo que trajo maravillosas bendiciones y nos fue uniendo en Su Precioso Amor, en la dulzura de la Comunión fraterna así como lo expresa David en ese maravilloso poema que es el Salmo 133 “Mira que es bueno y da gusto que los hermanos convivan juntos”. Para la Gloria de Dios son muchos los líderes en este tiempo con quienes compartimos, que a veces hasta participan de nuestra gran asamblea de los segundos domingos de cada mes, que dura ocho horas, con muchos de sus hermanos de comunidad y siempre, cuando preguntan acerca de cómo es que atrae a tantos y se vive en esa armonía y dulzura, les exhorto a “poner las cosas en su justo lugar” para que también ellos puedan vivir en sus comunidades el gozo y la armonía que el Espíritu Santo infunde en aquellos que obedecen a Dios y a Su Palabra y puedan recibir así esa “fresca unción”, “ese dulce aroma del ungüento que baja por la cabeza” y “ese fresco rocío espiritual” que hace que cada lugar donde se reúnen los cristianos se convierta en esa “Sión espiritual” donde habita Dios en medio de su Pueblo y donde Él “dispensa bendición y vida eterna” (ver Sal 133:2–3). Lo declara el Señor en Su Palabra y nos lo recuerda pedagógicamente el Catecismo de la Iglesia Católica, antes citado: “Está escrito: Al Señor Tu Dios adorarás, sólo a Él darás culto” (Mt 4:10). ¡Amén! 99


CAPÍTULO 20

ADECUADA ORGANIZACIÓN

“A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo. Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y repartió dones a los hombres. ¿Qué quiere decir subió sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenar el universo. Él mismo dispuso que unos fueran apóstoles; otros profetas; otros evangelizadores; otros, pastores y maestros, para la adecuada organización de los santos en las funciones del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de cristo.” (Efe 4:7–13). Es fundamental la adecuada organización de la comunidad para el buen funcionamiento de la misma. ¿Se habla hoy en la R.C.C. de apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros? Los grupos de oración, inclusive, saben tener coordinadores en lugar de líderes, como si se le tuviera miedo a la Palabra. Esto se puso de manifiesto, especialmente cuando esos grupos fueron aceptados en las parroquias y lo que fue en un primer momento motivo de gran alegría, llevó en muchísimos casos a una posterior pérdida de su identidad profética, ya sea porque el párroco los aceptó imponiéndoles una cantidad de requisitos que le llevaron a ese estado o bien porque cambió el párroco y se encontró este con una reali100


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dad no comprendida por él y para no decirles que se vayan (como se hizo en no pocos casos) los aceptó pero imponiéndoles una serie de restricciones que hoy a la luz de los acontecimientos, nos presenta algo que lamentablemente, en muchos casos, lleva el nombre de Renovación Carismática pero que no tiene ejercicio de carismas, ni es renovada. Renovar a la Iglesia es la misión de la R.C.C. o “Renovación Pentecostal Católica” como también se llama, en el DOCUMENTO DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA R.C.C., el cual entre otras cosas declara: “EL TÍTULO RENOVACIÓN PENTECOSTAL CATÓLICA ES MUY SUGESTIVO Y DE GRAN SIGNIFICACIÓN, PUES RESPONDE A LOS DESEOS PROFUNDOS DE QUIENES ESTUVIERON EN LOS ORÍGENES DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA, EN EFECTO ÉSTA NACIÓ DEL ANHELO Y LA ESPERANZA DE QUE EL SEÑOR REALIZARÁ EN NUESTROS DÍAS EN VISTA DE LA RENOVACIÓN PROFUNDA DE SU IGLESIA, LO QUE SUCEDIÓ EN EL PRIMER PENTECOSTÉS, EN OTRAS PALABRAS, LA RENOVACIÓN SURGIÓ DE LA EXPECTATIVA DE UN PENTECOSTÉS ACTUAL, POR ESO, LA RENOVACIÓN SE PUEDE DEFINIR EN FORMA SINTÉTICA COMO UN PENTECOSTÉS HOY.” Una verdadera experiencia de comunidad cristiana es inspirada por Dios a personas que son movidas a vivir en esa experiencia y comparten esa visión con aquellos que desean seguirla. Cada comunidad cristiana, al igual que cada persona, es un plan maravilloso de Dios y que si bien comparten fundamentos esenciales y comunes a todos, no tienen el mismo carácter o personalidad. La Comunidad Cristiana es UNIDAD, no uniformidad. “Unidad en la diversidad”. Nos tocó fundar varias comunidades, entre ellas dos en parroquias, a las cuales fuimos, invitados por el párroco, llevando la experiencia que vivimos entre nosotros, servidores, colaboradores, miembros unidos al liderazgo, que no es sino un servidor que guía, une y liga a todo el cuerpo para que este tenga cohesión y crezca sano. 101


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Nunca permitimos que se perdiera la identidad de esta experiencia, que por otra parte no nos toca a los que servimos en ella hacer esas concesiones, pues somos simples administradores. Nos adaptamos a cada lugar; pero sin perder un ápice el espíritu profético de la misma. Es común escuchar “CADA MAESTRITO CON SU LIBRITO” y vivir resignados, como lamentablemente se observa en muchos ambientes de la R.C.C. que han cedido al “saber y entender” de alguien; a estos habría que recordarles que en la Iglesia hay un sólo Maestro, Jesucristo el Señor y un sólo libro, su Santa Palabra. Decía el Cardenal Suenens: “MI GRAN SUFRIMIENTO ES COMO CONVENCER A NUESTROS OBISPOS Y SACERDOTES. NO A TODOS AFORTUNADAMENTE PERO TENEMOS QUE SER MUY REALISTAS: MUCHOS NO VEN LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO EN LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA. MI PETICIÓN ES POR FAVOR RECONOZCAN LA VISITACIÓN DEL SEÑOR, UNA GRACIA DADA A LA IGLESIA Y AL MUNDO DE HOY EN ESTA RENOVACIÓN, RENOVACIÓN EXTRAÑA PORQUE SURGE DE LA NADA, DE UNA FORMA MUY INESPERADA Y DE AMÉRICA PRECISAMENTE. ¿CÓMO EXPLICAR ESTO? YO NO ME LO EXPLICO, TAMBIÉN ME SORPRENDE. PERO POR FAVOR RECONOZCAMOS EL GRAN DON QUE EL SEÑOR NOS ESTÁ DANDO”. En esta corriente de gracia no se ven hoy los apóstoles, los profetas, los evangelizadores… sí encontramos, como decía, los coordinadores, que podrán tener su función, pero que nunca podrán suplantar, para que haya una adecuada organización, a ese cuerpo ministerial que debe ser siempre el alma y el motor de toda Comunidad Cristiana. Con sincero gozo agradezco al Todopoderoso que nos permitió conocer y practicar en nuestra comunidad, su vivificante enseñanza; manifestándose entre nosotros esos preciosos dones y ministerios que son para toda la Iglesia. Veamos brevemente algunas características más salientes: “A UNOS APÓSTOLES…” Los apóstoles son los fundadores de las co102


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munidades cristianas al igual que Pablo. Apóstol, significa ENVIADO. Son enviados por Dios con su autoridad. Siguiendo la vida de San Pablo en el libro de los Hechos se vislumbra que el ministerio de Apóstol es el que presupone los otros ministerios: PROFETA, EVANGELIZADOR, PASTOR Y MAESTRO. “…A OTROS PROFETAS” El profeta, como don ministerial es aquel que sirve con la Palabra a la Comunidad para exhortar, edificar y consolar. Su alcance no se limita a dar un mensaje en Nombre del Señor a la comunidad, cuando recibe esa moción, así como lo hace quien es movido por el Espíritu Santo mediante el carisma de profecía (ver 1 Cor 12:7–10), sino que su ministerio manifiesta señales y trabajos de mayor alcance, fluyendo del profeta los dones de sanidades, milagros, discernimiento de espíritus, palabra de conocimiento, etc. (1 Cor 12:7–10). “…A OTROS EVANGELIZADORES” Los predicadores del Evangelio son aquellos que como testigos de Jesucristo, traen avivamiento a la Iglesia Aquí también está hablando la Escritura de los que tienen el don ministerial de ser enviados por la Comunidad, como itinerantes para anunciar el Kerigma, la Muerte, Resurrección, exaltación y glorificación de Nuestro Señor Jesucristo, invitando a aceptarlo para alcanzar la salvación y recibir el don del Espíritu. Si bien todos en la Iglesia y por el bautismo somos llamados a hacerlo, mas aquí, insisto, habla de un ministerio reconocido, confirmado por la Iglesia, en cada Comunidad. Se manifiesta en el PREDICADOR DEL EVANGELIO los dones de sanidades, palabra de conocimiento, etc. (1 Cor 12:7–10). “…A OTROS PASTORES” El pastor es aquel que como la Palabra lo dice “apacienta a las ovejas”. Crece localmente, está entregado al Señor en la oración, en el constante estudio de la Palabra, más que como simple conocimiento, con pasión por la Palabra, identificado con el Pastor de los pastores, Jesucristo el Señor. Es sufrido, paciente, siempre dispuesto a escuchar, acompañando, exhortando, aconsejando con su misma vida. Forma 103


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discípulos, “hace crecer” a su alrededor a sus hermanos, siempre con amor y verdad, con corazón de padre y muchas veces, me animaría a decir, con corazón de madre. Pueden verse en su ministerio los dones de sanidades, palabra de conocimiento, de sabiduría, discernimiento de espíritus, de fe, etc. (1 Cor 12:7–10). Quiero aclarar, como siempre hago cuando hablo del ministerio de pastor, que en nuestra amada Iglesia esta función específica la tienen nuestros obispos que son los pastores naturales, en compañía de los presbíteros; mas cuando hablamos de aquel que “pastorea” una comunidad cristiana en su carácter de hermano guía, líder, etc., siempre explicamos las diferencias del caso. Nuestros hermanos no tienen la más mínima duda acerca de los roles de cada quien. Le escuché decir a un obispo de nuestra Iglesia, Monseñor Maulión, refiriéndose a todos los que en ella cumplen una misión pedagógica que de alguna forma son “pastores” de aquellos a quienes están formando. Los que tenemos esta misión siempre debemos estar en comunión con el asesor, con el obispo y con toda la Iglesia, pues ella es ante todo una COMUNIÓN. Distintas funciones, pero un solo cuerpo. “…MAESTROS” El maestro es aquel que enseña las profundidades de la Palabra con sencillez. Conoce la Palabra pues “pasa tiempo” con ella. Así como el predicador del Evangelio pone los cimientos (KERIGMA), el maestro edifica sobre ellos (CATEQUESIS). Donde hay verdaderos maestros de la Palabra, no hay idolatría, no hay desviaciones, pues el enemigo no puede entrar con sus malignos trucos, ya que es característica de este don ministerial, discernir las doctrinas de error y desenmascararlas mediante la APOLOGÉTICA, que es precisamente convencer del error para tomar el camino de la verdad, de la sana doctrina, que el maestro enseña con autoridad. El maestro es como una antena siempre atenta a captar cualquier señal del enemigo. Donde no hay verdaderos maestros las comunidades 104


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están anémicas y arrastradas tantas veces a toda clase de fenómenos pseudo–religiosos, como San Pablo lo advierte. Se manifiestan en el maestro los dones de discernimiento de espíritus, de fe, palabra de sabiduría, sanidades, etc. De la adecuada organización dependerá el éxito de la comunidad. Hay como un marcado desconocimiento de lo que enseña el Señor acerca de cómo deben organizarse las comunidades, en esta corriente llamada Renovación Carismática. Muchos hermosos hermanos están luchando sin saber qué hacer. A menudo me toca dialogar con ellos y siempre que se me permite la oportunidad trato de compartirles la importancia de la “adecuada organización”, “en las funciones del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo…”, “para llegar a la plena madurez de Cristo.” No puede haber crecimiento donde hay una montaña de miembros que no conforman el cuerpo. El problema en las comunidades cristianas hoy, es de UBICACIÓN. Cuando mediante esa “adecuada organización” cada miembro está bien ubicado, el cuerpo crecerá sano y alcanzará la “plena madurez de Cristo”. Así es como “…dejaremos de ser niños llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce al error…” (Efe 4:14). Mediante esa “adecuada organización seremos miembros sanos de un cuerpo sano. ¡QUE ASÍ SEA!

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CAPÍTULO 21

COMUNIDAD CRISTIANA VIVA

La vida de nuestros primeros hermanos en la fe nos muestra la especial atención de ellos a la experiencia fraterna. “La multitud de los creyentes tenia un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían ellos en común. Los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor Jesús con gran poder. Y gozaban todos de gran simpatía.” (Hech 4:32– 33). Estamos asistiendo en las grandes ciudades a una paradoja: EL HOMBRE VIVE EN SOLEDAD, la vida en ellas se ha convertido en algo despersonalizado. Lo vemos a diario cuando llegan hermanos a compartir la vida de la Comunidad cristiana contando sus tristezas, sus fatigas, sus inseguridades, como resultado de esa soledad que sienten en medio de tantísima gente, ¡esto es asombroso! La Comunidad cristiana es en primer momento el lugar de la acogida, el lugar que me produce alivio, como un oasis en medio del desierto de la vida. Creo firmemente que esa “nueva evangelización” que deseamos sólo será posible a partir de las verdaderas comunidades cristianas y no como muchos lo sueñan a través de grandes eventos multitudinarios, de los que la R.C.C. conoce, sin que los frutos muestren un avivamiento en la fe de un pueblo de mayoría de bautizados que viven como si no lo fueran. Una comunidad llena del Espíritu Santo es la que evangeliza eficaz106


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mente, de ahí a la importancia de que los primeros cristianos le daban a la misma y que nosotros, le damos. Es frecuente ver lugares donde se congregan cientos y hasta miles de personas que viven una experiencia de Salvación en Jesucristo, con gozo, con alabanza, con testimonios del poder de Dios, aún así la comunidad es más que eso; por supuesto es también eso, pero no sólo eso. La comunidad cristiana no es sólo el lugar donde encuentro alivio, sino fundamentalmente el ámbito donde voy descubriendo mis enemigos interiores, mis limitaciones, miedos, celos, odios, complejos, traumas y hasta una sexualidad perturbada y en casos los deseos autodestructivos; todas cosas que hasta ese momento, si bien estaban allí, no las conocía o no quería conocerlas. Este es el punto de quiebre donde muchos de entre esos que llegan y sienten el primer alivio de haber encontrado ese lugar; se alejan. Por esa razón es mucho más sencilla una experiencia de Iglesia que junta a veces miles y los mantiene en esa primera etapa de la vida cristiana, sin una profunda vivencia de comunión fraterna. Creo que esa es la modalidad más conocida en estos tiempos: ALABANZA, CANTOS, APLAUSOS, TESTIMONIOS, ETC. (todas cosas en las que creemos), pero sin ir más allá de una celebración. En la R.C.C. serían los grupos de oración donde la gente viene, participa de todo eso, pero sin otra propuesta más que ese “primer alivio” del oasis después de venir del calor y la sed del deserto; claro, en el oasis no se puede quedar a vivir y entonces al reiniciar la marcha, ¿qué ocurre?: OTRA VEZ EL DESIERTO. Siempre trato de explicar que una cosa es una reunión tipo asamblea y otra muy distinta una experiencia de Comunidad, que como ya se dijo, es también asamblea, pero no sólo eso. Toda verdadera comunidad cristiana es también grupo de oración, mas un grupo de oración no es necesariamente una comunidad. El camino hacia la liberación de esos gigantes que desde el interior asechan al hombre es aceptando el desafío de permitirle a Dios, por 107


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medio de una comunidad cristiana verdadera, sacarlos a la luz, para que sean vencidos. Gracias a Dios los que hemos aceptado el desafío vamos día a día cultivando los frutos de la comunidad, que son frutos de gozo y paz en Él. Vamos pasando del alivio del primer momento, al dolor de descubrir nuestros enemigos interiores y hacia la liberación que produce conocer a esos enemigos que ya no están ocultos, sino visibles y vulnerables, pues “ENEMIGO CONOCIDO, MEDIO VENCIDO”, como se escucha decir y es así de cierto. Llegamos; o vamos llegando a esa liberación, pues somos aceptados por la comunidad sin prejuicios, con nuestras propias limitaciones y somos amados en el amor de Cristo, que es el amor de la Comunidad y así también podemos amar en ese mismo amor en el que somos amados. Ese lugar que en un momento, después el primer alivio, se convierte en un lugar preocupante, pues descubro lo que muchas veces ni sabía que tenía, se va transformando en un lugar de vida y crecimiento interior, en un lugar de libertad y plenitud, donde se comienza a amar realmente, mirando los unos a los otros con confianza y alegría. Por esa razón siempre llamo a la verdadera Comunidad Cristiana, “Comunidad Cristiana Viva”. Esa liberación interior es producto de la Presencia del Espíritu Santo y de la Palabra Viviente de Dios, Jesucristo, que habita en cada uno de los miembros de esa comunidad, haciéndolos hermanos, fraternos, hijos del mismo Padre, el Padre Celestial. Allí es donde alcanza verdadero relieve la liturgia, la celebración y para nosotros católicos, la Eucaristía; así como la oración, pues podemos decir con sentido gozo: “PADRE NUESTRO…” El más maravilloso testimonio de cientos y cientos que participan activamente en nuestra experiencia es precisamente el AMOR. Amor que cambia el luto en danza alegre: “HAS CAMBIADO EN DANZA MI LAMENTO: ME HAS QUITADO EL SAYAL, ME HAS VESTIDO DE FIESTA” (Sal 30:12). 108


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Es el lugar donde al ser acogidos, no juzgados, podemos descubrir la herida profunda de nuestra alma y desde ella, esa propia herida, al haberla asumido, es como nacemos a la vida nueva. Esconder la herida lleva a la muerte, descubrirla asumiéndola a la vida plena, pues sabemos que una herida sin sanar es foco de infección. No conozco lugar más hermoso que la Comunidad Cristiana Viva, donde el “YO”, dio paso al “NOSOTROS”, donde se puede amar y ser amado, aceptar y ser aceptado. Es el lugar de la confianza mutua, donde se genera ese espacio de seguridad que brota de la aceptación, donde se puede ser uno mismo, sin tener que estar dando examen a cada momento, lo que lleva al alma, como fue dicho, a la liberación. David lo definió así: ¡Mira que es bueno y da gusto que los hermanos convivan juntos! Como ungüento fino en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla de sus vestidos. Como el rocío que baja del Hermón sobre las cumbres de Sión; allí dispensa Yahvé bendición, la vida para siempre” (Sal 133). Verdaderamente “es bueno y da gusto que los hermanos convivan juntos”. Ese es el perfume fino “que baja por la cabeza a la barba”, porque fluye de Cristo, la cabeza de la Iglesia, baja por la barba de Aarón, lo que hoy simboliza el sacerdocio real, que todos tenemos por el bautismo, pues a partir del bautismo proviene todo otro llamamiento en la Iglesia; “hasta la orla de sus vestidos”, lo cual habla que debajo de esa unción espiritual queda todo lo que está unido a nosotros, como comunidad cristiana. Donde hay una verdadera Comunidad Cristiana es donde hay verdadera Unción del Espíritu Santo y es por lo tanto donde hay verdadera experiencia de Salvación y por ende Testimonio de Jesucristo Resucitado. Por consiguiente la auténtica evangelización, sólo es posible por una Comunidad Cristiana Viva.

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CAPÍTULO 22

NOSOTROS ESPERÁBAMOS…

Así le dicen a Jesús Resucitado, sin reconocerlo, aún cuando caminaba al lado de ellos, estos discípulos conocidos como “los de Emaús”. “NOSOTROS ESPERÁBAMOS QUE SERÍA ÉL EL QUE IBA A LIBRAR A ISRAEL; PERO, CON TODAS ESTAS COSAS, LLEVAMOS YA TRES DÍAS DESDE QUE ESTO PASÓ.” (Lc 24:21). En este pasaje de San Lucas, del 13 al 35 del capítulo 24 encontramos a estos amigos, Cleofás y “el otro”. ¿Quién sería el otro? Yo digo que “el otro” puedo ser yo, o… puedes ser tú. También nosotros caminamos muchas veces arrastrando nuestros pies por el polvoriento camino a Emaús de la vida y lo hacemos con ese mismo estado de ánimo que ellos. A menudo la esperanza no es lo que nosotros esperamos. A menudo caminamos contrariados, apesadumbrados, con la gris, mediocre actitud de quienes han sido “defraudados” por un Dios que no cumplió con sus expectativas. Somos muy concretos al orar diciendo “que se haga Tu Voluntad”, pero si no hace la nuestra, recorremos ese camino en la frustración, en la decepción, muchas veces al borde de las lágrimas, que son precisamente las que nos limitan la visión, para poder ver quién es el que camina a nuestro lado. “Yo esperaba que en esa reunión de fe me iba a sanar” (¡CUÁNTAS VECES ASÍ OCURRE!). “Yo esperaba que me salía ese trabajo” 110


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(¡CUÁNTOS TESTIMONIOS ACERCA DE ESO!). “Yo esperaba que este año toda mi familia iba a estar en la Iglesia” (¡INNUMERABLES TESTIMONIOS DE FAMILIAS QUE VIVEN HOY UNA EXPERIENCIA ECLESIAL!). “Yo esperaba…”, “Nosotros esperábamos…” ¡Así decían los de Emaús! La esperanza es confiar en las promesas de Dios, declarando que va a ocurrir lo que esperamos conforme a Sus Promesas, por lo tanto, insisto, muchas veces la esperanza NO ES LO QUE ESPERAMOS. Cleofás y “el otro” esperaban un hecho terrenal, soluciones en el reino terrenal y el que estaba al lado de ellos había muerto por ellos, había descendido a los infiernos por ellos, para que el Reino de Dios estuviera con ellos, todos los días y ahora Resucitado camina junto a ellos y ¡OH!, ellos no le reconocían. ¡Así sabe ocurrirnos! Decía San Agustín en relación a los de Emaús: “IBAN POR EL CAMINO, EL CAMINO IBA CON ELLOS, MAS ELLOS NO RECONOCÍAN EL CAMINO”. Es doloroso observar la enorme cantidad de creyentes, potenciales vencedores en Jesucristo que van arrastrando sus pies por el camino. Basta con prestar atención a tantos que participan de un rito sin fe, o al muchas veces vacío de una actividad religiosa sin poder o a la inercia de tantos que sirven a Dios, casi con tristeza, cuando ¡NO HAY MAYOR PRIVILEGIO QUE SERVIRLE! ¿Qué nos pasa? Lo que le pasaba a nuestros hermanos de Emaús. ¿Tenían fe? Por supuesto que la tenían. ¿Eran auténticos? De hecho que lo eran. ¿Y entonces? Entonces es que su problema era el reino terrenal; sus propias realizaciones estaban “por encima” de las realidades celestiales. Nosotros como comunidad cristiana viva creemos firmemente en los signos de poder que acompañan la Palabra predicada (ver Marcos 16: 16– 20), más siempre hay que “buscar el Reino de Dios y su Justicia”, sabiendo que esas otras realizaciones Dios las da “por añadidura”. Lo que a veces se hace es ir buscando las añadiduras, olvidando o distrayéndonos del Reino de Dios. 111


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Jesucristo es muchísimo más importante que lo que Él me puededar. ¡Gloria a Su Nombre! Cuando creemos en Él, confiamos plenamente en Su Palabra y por la fe, como ya antes fue dicho, “nos apropiamos” de sus promesas de liberación, de sanidad, de prosperidad, etc.; todas bendiciones temporales por lo eterno que Dios nos da: LA SALVACIÓN. Por lo tanto la fe es aquí y ahora y la esperanza es futura. Para dar un ejemplo: En relación a la venida de Cristo a levantar a Su Iglesia para las “Bodas del Cordero” no se puede declarar por fe, pues no puedo decir “YA LO TENGO”, ya que “nadie sabe ni el día ni la hora”, eso requiere de la ESPERANZA y entonces sí, la fe de que va a ocurrir algún día. Aquí la fe es en que va a ocurrir lo cual mueve a la espera confiada, fe y esperanza se autoalimentan. Ahora en cuanto a “apropiarnos de Sus Promesas”, cuando dice por ejemplo que “POR SUS LLAGAS FUIMOS CURADOS”, por fe en Su Palabra puedo declarar “Por sus llagas, yo fui curado”. ¡LO TENGO! y lo creo, pues está hecho y aunque no lo vea aún en mi vida, por fe declaro que lo veré. La esperanza es “antes” que la fe, pues aún los que nos creen, saben tener esperanza, esa esperanza de la que venimos hablando, más, repito, la Esperanza, a menudo no es lo que nosotros esperamos, pues esperamos aquellas cosas que tienen relación con el confort del tiempo presente, cuando Dios, por medo de ella (LA ESPERANZA) nos trae el cielo a nosotros. Me conmueve ese pasaje de Romanos que dice acerca de Abrahán, el padre de la fe: “EL CUAL, ESPERANDO CONTRA TODA ESPERANZA, CREYÓ Y FUE HECHO PADRE DE MUCHAS NACIONES SEGÚN LE HABÍA SIDO DICHO: ASÍ SERÁ TU POSTERIDAD. NO VACILÓ EN SU FE AL CONSIDERAR SU CUERPO YA SIN VIGOR –TENÍA UNOS CIEN AÑOS– Y EL SENO DE SARA, IGUALMENTE ESTÉRIL. POR EL CONTRARIO, ANTE LA PROMESA DIVINA, NO CEDIÓ A LA DUDA CON INCREDULIDAD; MÁS BIEN, FORTALECIDO EN SU FE, DIO GLORIA A DIOS, CON EL PLENO CONVEN112


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CIMIENTO DE QUE PODEROSO ES DIOS PARA CUMPLIR LO PROMETIDO.” (Rom 4:18– 21). Esta es la Esperanza, la que un día le llevó a abrazar a los cien años, no a su bisnieto, como sería de esperar en una persona de esa edad, sino ¡A SU HIJO! La esperanza nos hace un árbol plantado a las orillas del río: “Bendito quien se fía de Yahvé, pues no defraudará Yahvé su confianza. Es como árbol plantado a la vera del agua, que junto a la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto.” ( Jer 17:7– 8). Dios no defraudará la confianza de quien en El espera. Las raíces de ese árbol están junto a la corriente del agua, por eso aún cuando venga el calor y aunque no llueva y haya sequía no dejará de dar fruto. En los momentos de tribulación, en los momentos de desolación, el creyente verdadero como árbol que tiene sus raíces extendidas a las aguas del Espíritu y de la Palabra de Dios jamás se retrae de producir sombra con su follaje y de alimentar con su fruto. Si nos estaba ocurriendo como a nuestros amigos de Emaús, miremos lo que ellos vieron. Miremos esas manos que parten el pan para nosotros, miremos esos agujeros que los clavos le hicieran a ellas y limpios nuestros ojos de las lágrimas que no nos dejaban verlo, demos un salto como ellos, con el ardor de nuestro corazón que ahora puede comprender que la Esperanza es el Reino de Dios entre nosotros y salgamos a gritar con alegría: “¡ES VERDAD! ¡EL SEÑOR HA RESUCITADO!”.

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CAPÍTULO 23

OÍR, VER Y HABLAR

Una mujer de aproximadamente sesenta años había sufrido la perforación de uno de sus tímpanos, en un accidente doméstico. Recorrió como era de esperar, todos los lugares de atención médica y le habían dicho que su problema, por la gravedad del mismo no tenía solución y como algunos (sólo ALGUNOS) de los médicos saben decir: “SÓLO UN MILAGRO” podía devolverle la audición a ese oído. Ella que por ese tiempo participaba activamente de la vida de la Comunidad, creía y declaraba que su oído iba a volver a oír, lo cual para los que venían nuevos a la Comunidad les sonaba a expresión de deseo, sin fundamento. Algunos así lo confesaron después. Cuando alguien por haber creído en la Palabra de Dios y tener fe de que las promesas de Dios son para él, declara lo que ha creído, aparece como “medio raro” delante de los demás. Debemos ser sinceros y expresarlo. Sin embargo, los verdaderos creyentes “LLAMAMOS A LAS COSAS QUE NO EXISTEN, COMO SI YA EXISTIERAN”, al igual que Abrahán, que creyó más allá de toda lógica, lo cual, si bien te hace aparecer como un loco delante del mundo racional (AÚN EN LA IGLESIA), no es sino estar en la verdadera LÓGICA, la cual es la LÓGICA DIVINA. Siempre digo, tratando acerca de creer y declarar lo que hemos creído, que no fue la lógica humana lo que se cruzó en el camino del sepelio del hijo de la viuda de Naím (Lc 7: 11–15). La lógica humana hacía lo que sabía: LLEVAR AL MUERTO AL CEMENTERIO A SEPULTARLO. A esta pobre mujer la acompa114


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ñaban muchos de la ciudad, piadosamente, lo cual habla del aprecio que le tenían. Pero… ¿qué otra cosa podía hacer la lógica humana? Gracias sean dadas a Dios que en el camino de esta sufriente mujer y de su joven hijo muerto se cruzó la Comunidad de los creyentes en Jesucristo, con el mismo Jesús a la cabeza, como es cada Comunidad Cristiana Viva y lo primero que hizo fue decirle a la mujer: “NO LLORES” y lo segundo decirle al joven muerto: “¡LEVÁNTATE!”. Esta es la función de toda verdadera Comunidad, CONSOLAR y LLAMAR A LA VIDA, pues la FE ES VIDA, ya que es grano, lo cual es VIDA, simiente. ¡NO!, no fue la lógica humana, sino Jesucristo… “EL QUE DA VIDA A LOS MUERTOS Y LLAMA A LAS COSAS QUE NO SON PARA QUE SEAN.” (Rom 4: 17). No fue la lógica humana la que se encontró con Jairo (Lc 8:49–56), pues la lógica humana le dijo lo que veía: “TU HIJA ESTÁ MUERTA”. La lógica humana estaba preparando el funeral, ¿qué otra cosa podía hacer? Acaso ¿no se burlaba la gente del mismo Jesús porque decía “¡SOLAMENTE TEN FE Y SE SALVARÁ!”? Claro, si ellos sabían que estaba muerta, mas Jesús dijo en voz alta: ¡“NIÑA LEVÁNTATE.! La lógica humana preparaba el sepelio, Jesucristo les cambió los planes. La fe en Jesucristo nos prepara para la fiesta. ¡GLORIA A SU NOMBRE! No fue la lógica humana la que pasó por Betania cuando Lázaro yacía en la tumba, muerto hacía cuatro días ( Jn 11:17–44). La lógica humana decía “huele mal”, cuando Jesús dijo “QUITAD LA PIEDRA”. Sí, tiene que ser quitada la piedra de nuestra incredulidad, de nuestras propias creencias y tradiciones personales, de nuestro racionalismo, para que una nueva confianza se abra delante nuestro, para que más allá de la oscuridad de una tumba, brille la luz de la Vida que es Jesucristo, que sigue diciendo: “¡YO SOY LA RESURRECCIÓN!”. Todos vamos a morir algún día, al igual que Lázaro, que la hija de Jairo y que el hijo de la viuda de Naím, que aunque resucitados, vol115


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vieron a morir, pero Jesús nos dice: “EL QUE CREE EN MÍ AUNQUE MUERA VIVIRÁ, Y TODO EL QUE VIVE Y CREE EN MÍ NO MORIRÁ JAMÁS”. También es para nosotros la pregunta: “¿CREES ESTO?”. Decididamente no fue la lógica humana la que pasó por la tumba de Lázaro, sino la VIDA, JESUCRISTO EL SEÑOR, que le dijo al muerto: “¡LÁZARO, SAL FUERA!”. Esta es la Voz que escuchan los muertos y la escucharán el día de la resurrección final (ver Jn 5:28–29). No es que creemos en “quimeras”, ni tampoco como se imaginará alguien, al enseñar esto, “despertamos falsas expectativas”. ¡JAMÁS! Falsas expectativas se despertarían al no creer en lo que dice el Señor. Ya hemos hablado en el capítulo anterior que a menudo la Esperanza no es lo que esperamos, mas también hemos dicho que debemos “apropiarnos” de las promesas de Dios, mediante una fe fresca que porque cree, declara lo que la Palabra de Dios declara. Así creyó esta mujer del tímpano perforado. No dejó de hacer todos los estudios médicos, no dejó de recorrer especialistas, de someterse a tratamientos, etc., como debe ser y como siempre aconsejamos. Creyó y obró. Un día en una de nuestras reuniones “sintió” que algo estaba ocurriendo en ese oído. Declaró por fe que era el Poder de Dios obrando y ¡COMENZÓ A OÍR! Fue a hacerse revisar y ¡OH SORPRESA! ¡EL MILAGRO HABÍA OCURRIDO! ¡GLORIA A DIOS! (tiene todos los estudios de su TRATAMIENTO, LOS DE ANTES Y DESPUÉS). Otra mujer de aproximadamente la misma edad que la anterior, que padecía de la casi total pérdida de visión de uno de sus ojos, después de dos operaciones en el mismo, en un día de reunión, bajo la fresca unción del Espíritu Santo; al recibir un palabra de Conocimiento, donde se decía que el Señor estaba haciendo una obra en la vista de una mujer, comenzó a gritar ¡VEO!, ¡VEO! Mientras se cubría con la palma de su mano el ojo que estaba sano. 116


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Se hizo todos los estudios y mostraban que recuperó la visión, al igual que el otro ojo. Sabíamos cantar en la R.C.C. “HAY UN RÍO DE VIDA CORRIENDO POR MI SER QUE HACE A LOS ENFERMOS CAMINAR Y VER” ¡Dejemos que ese Río de Vida siga corriendo entre nosotros! Nosotros hoy cantamos a menudo un cántico inspirado en el Libro del Profeta Isaías que dice así: “LOS OJOS DE LOS CIEGOS SE ABRIRÁN Y ELLOS VERÁN, LOS OÍDOS DE LOS SORDOS OIRÁN, EL COJO SALTARÁ, CON EL ARPA DANZARÁ Y LA LENGUA DE LOS MUDOS CANTARÁ” (ver Is 35:5–6). Gracias a Dios, somos testigos de las maravillas que Dios hace entre aquellos que creen en Su Palabra. Testigos del Poder de Dios, como el caso de una pequeña niña, que tenía por ese entonces dos años y que estaba impedida de hablar, pues aunque había comenzado normalmente a “balbucear”, como saben hacer los pequeñitos, ante el desarraigo sufrido, “de su casa a los pasillos de un Hospital”, a causa de la enfermedad de su joven papá, que necesitaba un trasplante de corazón; el cual luego de un tiempo, parte con el Señor…ya no hablaba. Conocimos a ese varón, que aceptó a Jesucristo como su Salvador y fue un testimonio de fe y entrega para todos nosotros, que realmente nos conmovió. La pequeña, con su mamá, que lo atendió a su papá enfermo con mucho amor, ahora tenía también el dolor de no poder hablar, expresarse… Podemos imaginar el esfuerzo de los médicos y todos los profesionales de la salud, para quienes esta niñita era ahora su preocupación, por su problema. Habían hecho todo lo posible, más… la mamá, por medio de una hermana de la Comunidad, que es profesional de la salud, trajo a la niña a una de nuestras Asambleas de los segundos domingos y cuando después de la Predicación de la Palabra de Dios, invitamos “a acercarse quienes quisieran que oremos juntos por los problemas de aflicciones, 117


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dolencias, etc. etc.” como Jesús lo enseña en Marcos 16:18 “… IMPONDRÁN LAS MANOS SOBRE LOS ENFERMOS Y SE PONDRÁN BIEN…”; se acercó la niñita que venía en brazos de esta hermana enfermera, que me comentó que estaba así, hacía casi un año… Clamamos por la Sangre de Jesucristo y tocamos su lengua, diciendo: “¡Habla pequeña, pues nada te impide hacerlo en Cristo Jesús…!” y mientras iban a ubicarse en el lugar donde estaban sentadas, antes de llegar, estalló un aplauso, pues la niñita, cuyo nombre conozco, ya que le dije: “¡HABLA……!”, prefiero omitirlo por razones que comprenderán. “¡HABLABA!” “¡HABLABA!” ¡Gloria sea solo a Dios! Siempre antes de “orar con los hermanos”, oro al Padre así: “Padre hemos predicado TU PALABRA, el Evangelio de TU HIJO, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, el cual nos prometió que estas señales acompañarían a la PALABRA predicada… Humildemente Señor, se cumpla hoy una vez más Tu Divina Promesa de Sanidad, de Libertad, de Prosperidad y de Bendición…” ¡AMÉN! Podemos estar seguros de que Dios va a atender nuestras súplicas, pues: “Esta es la confianza plena, que tenemos en Él; que si pedimos algo según su Voluntad, nos escucha y si sabemos que nos escucha cuanto le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido” (1 Jn 5:14–15). ¡Gracias Señor!

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CAPÍTULO 24

TE BASTA MI GRACIA

Verdaderamente es maravilloso contemplar los prodigios del Señor en medios de su pueblo. Más también es maravilloso como El se sirve de frágiles instrumentos para realizarlos. Hace ya algunos años comencé a sentir una dolorosa molestia, que luego llegué a conocer que afectaba a muchos, pues el diagnóstico era “COLON IRRITABLE”. Comenzó un tratamiento con resultado en ese momento irregular. Un día bien, otro más o menos y así iba. Yo conocí a Cristo en un momento de mi vida donde se manifestó un problema que según los profesionales era de muy larga data y esta dolencia la atribuían a esa misma causa. Lo que se conoce como “trastornos psicosomáticos”. Lo cierto es que un domingo por la mañana, después de derramar muchas lágrimas en días y noches de oración con gemidos, salí a la calle muy temprano, en pleno invierno. Prácticamente no había gente, por la bajísima temperatura. Era tal el estado de angustia que lloraba mientras caminaba y le recordaba al Señor que yo era su siervo, que me ayudara, que no podía ser que un siervo suyo se mostrara así, que era una vergüenza, etc. ¡AYÚDAME SEÑOR! le gritaba mi corazón entre sollozos. Sin darme cuenta estaba por llegar a la catedral ortodoxa de Antioquia, vecina a mi casa y le dije al Señor en oración: “SI ES HORARIO DE LA MISA ENTRO Y TÚ SEÑOR ME DARÁS UNA PALABRA”. Así fue; entré y me postré en el último banco, detrás de todo. Mis ojos llorosos veían el altar 119


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como a través de una nube, por el incienso que lo envolvía todo. En eso, uno de los sacerdotes, que continuaba proclamando la lectura, leía cantando al estilo oriental, la siguiente porción de la Sagrada Escritura. Cerré mis ojos y estaba convencido de que el Espíritu Santo había preparado para mí ese momento y escuché: “Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, me fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por ese motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo.” (2 Cor 12:7– 9). Recuerdo claramente que el sacerdote que leía cantando, concluyó (como cuando en un cántico se quiere enfatizar una frase) con esta: “¡TE BASTA MI GRACIA!”. Lloraba y lloraba, experimentando algo tan sublime que estaba cambiando mi desierto en manantial. Sí, seguía llorando pero no estaba angustiado sino fortalecido, con una nueva unción de gozo y entusiasmo ¡GLORIA A DIOS! Amigo lector, yo se que el Señor me habló específicamente ese día entre mis hermanos ortodoxos. Concluida la ceremonia me levanté con la certeza de que “mi flaqueza” no era un obstáculo para que se manifieste en mí “Su fuerza”. Cosa que por otra parte el Señor me mostró diciéndome en mi corazón: “CUANDO DEJASTE DE SERVIRME”, “¿FALTASTE ALGÚN DÍA TÚ MISIÓN?”, “¿QUIÉN CREES QUE TE DA LA FUERZA?”, “¿DEJA YA TU PREOCUPACIÓN EN MIS MANOS?”, “¡¡¡MI GRACIA TE BASTA!!!” ¡Muchas gracias Señor! Recordé al pueblo sacado de la esclavitud de Egipto, que anduvo por el desierto durante cuarenta años, en un viaje que debió haber recorrido en once días (ver Deu 1:2); sin embargo “NO SE LES GASTARON SUS VESTIDOS NI SE HINCHARON SUS PIES” (ver Deu 8:1– 6). 120


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

“Las visiones y revelaciones”. “Las palabras inefables” que el gran apóstol recibió, de las que nos habla en los versículos del 1 al 6 de este precioso capítulo 12 de la segunda carta a los Corintios, requerirán del siervo de Dios, una total sumisión a Su Voluntad divina. Así como “UN PRECIO POR PAGAR”, pues dice una y otra vez luego: “PARA QUE NO ME ENGRÍA”. Ese es, según Pablo, el motivo de su AGUIJÓN. ¿Cuál era su aguijón? No se sabe a ciencia cierta, pero hay quienes creen que era un problema crónico, ya sea por las lesiones sufridas a causa de las piedras cuando “casi murió”, o tal vez un problema congénito. NO SE SABE. Lo que si se sabe es que era un impedimento para desarrollar su ministerio. Algo que obstaculizaba su labor, lo debilitaba y a la vez le humillaba. Miremos de quien estamos hablando, del campeón del Evangelio. No había aguijón que pudiera detener el Evangelio de Jesucristo. No había cadenas que pudieran sujetar a este gladiador de Cristo y ¡NO HAY IMPEDIMENTO QUE DETENGA LA OBRA DEL EVANGELIO! en los corazones consagrados a Dios, que viven su consagración con fidelidad. Dios no le quitó su aflicción, pero prometió manifestar su poder en él. Creo firmemente que el poder de Dios se muestra en gente débil, cuando esta ofrece esa debilidad a Cristo en vida consagrada, limpia de pecado y malicia, aceptando pagar el precio de esa unción de poder y autoridad, característica del apóstol de Jesucristo. Reflexionando en este pasaje podemos descubrir lo siguiente: Los beneficios son para el creyente (VISIONES, REVELACIONES, ETC.). El precio por pagar, lo paga el creyente (AGUIJÓN, FLAQUEZA, ETC.). Y la gracia de Dios en Poder la reciben a través del creyente aquellos que son para éste la razón de su ministerio, pues como servidores de Cristo, servimos a Dios, en cada uno de nuestros hermanos, cargando como buen discípulo del Maestro, nuestra cruz de cada día con paciencia y con alegría, sabiendo que nuestras debilidades no sólo no son obstáculos, sino vehículos en las manos del Señor, que nos ayudan a formar nuestro carácter cristiano, llevándonos a la adoración y a la total dependencia de Dios. 121


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Cuando estamos conscientes de nuestras flaquezas y permitimos que Él nos llene con Su poder, entonces llegamos a ser más fuertes de lo que pudimos haber sido jamás, dependiendo de nosotros mismos. Sólo esa labor, la que se cumple en su Poder, tiene valor perdurable. No olvidemos que estos Corintios fueron evangelizados por un Pablo “débil, tímido y tembloroso”. Veamos: “Pues yo, hermanos, cuando fui vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no se apoyaban en persuasivos discursos de sabiduría, sino en la demostración del Espíritu y de su poder para que vuestra fe se fundase, no es sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Cor 2:1– 5). De ahí el nombre de nuestro ministerio de la Evangelización y la enseñanza: “EL PODER DEL ESPÍRITU”, pues estamos absolutamente convencidos que el Reino de Dios no es cuestión de la vana sabiduría humana, que pretende con elocuencia y verborragia persuadir al hombre y aún cuando aparenta tener éxito, no lo lleva mas que a una actividad religiosa, casi siempre de conceptos sin vida, sino una “DEMOSTRACIÓN DEL ESPÍRITU Y SU PODER”. Como testigos de Jesucristo, debemos actuar como Pablo entre los “corintios” de este tiempo que no conocen al Señor y al igual que él “NO QUERER SABER ENTRE ELLOS SINO A JESUCRISTO Y ÉSTE CRUCIFICADO, PRESENTÁNDONOS DÉBILES, NO APOYADOS EN PERSUASIVOS DISCURSOS DE SABIDURÍA, SINO EN EL ESPÍRITU SANTO, QUE DEMUESTRA SU PODER EN NUESTRA DEBILIDAD”. Sólo así podremos contemplar el éxito en nuestra misión evangelizadora, que no es fruto de nuestra fuerza, ni de nuestros conocimientos o habilidades humanas, sino del Poder de Dios manifestado en nosotros al ofrecer a El, nuestra flaqueza. Insiste San Pablo: “LAS CARACTERÍSTICAS DEL APÓSTOL SE VIERON CUMPLIDAS ENTRE VOSOTROS: PACIENCIA 122


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

PERFECTA EN LOS SUFRIMIENTOS, SIGNOS, PRODIGIOS Y MILAGROS” (2 Corintios 12: 12). Observemos que antes de los signos, prodigios y milagros, que son manifestaciones del poder de Dios para alcanzar a los hombres, hay un PRECIO POR PAGAR QUE HACE AL CREYENTE UN CANAL DE ESA BENDICIÓN: “PACIENCIA PERFECTA EN LOS SUFRIMIENTOS”, que es bueno aclarar son siempre a causa de Cristo y Su Evangelio. Primero lo primero: “PACIENCIA PERFECTA EN LOS SUFRIMIENTOS”, luego “SIGNOS, PRODIGIOS Y MILAGROS”. Sólo siguiendo ese orden (PRIMERO PAGAR EL PRECIO) es como podemos ser instrumentos en las manos del Señor (MANIFESTACIONES DEL PODER DE DIOS), según Su Plan y Su voluntad, tal como nos lo enseñó nuestro divino Maestro, quien “… CIERTAMENTE, FUE CRUCIFICADO EN RAZÓN DE SU FLAQUEZA, PERO ESTÁ VIVO POR LA FUERZA DE DIOS. ASÍ TAMBIÉN NOSOTROS: SOMOS DÉBILES EN ÉL, PERO VIVIREMOS CON ÉL POR LA FUERZA DE DIOS SOBRE VOSOTROS”. (2 Cor 13: 4). “Gracias Señor porque en el día de angustia, como en el día de plena luminosidad, tu dulce Voz me susurra”: “¡TE BASTA MI GRACIA, JUAN CARLOS, QUE MI FUERZA SE REALIZA EN LA FLAQUEZA!”. “Gracias Señor por tanto amor”.

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CAPÍTULO 25

PALABRA Y VISIÓN

Donde no hay verdadera devoción por la Palabra de Dios, no hay visión. ¿Qué es la visión? Cuando hablamos de visión, estamos hablando de la concreta mirada que debemos tener como comunidad cristiana del objetivo, del proyecto de vida de la misma. Una comunidad sin visión espiritual es igual a una pareja de novios que se casan sólo para vivir bajo un mismo techo, sin otra motivación futura. Asistimos con dolor al fracaso de innumerables matrimonios, por causa de la falta de un proyecto de vida matrimonial, familiar, como así también al de muchas comunidades cristianas. Los creyentes siempre “vamos detrás de una visión”. En todo llamado que Dios hizo a sus profetas hay una manifestación concreta de su misma Persona, lo que conocemos como una “Teofanía”, ya sea por “visión” o “audición” o por “moción interior”. Veamos la historia bíblica del llamado de Dios a Samuel: “Servía el niño Samuel a Yahvé a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahvé, y no eran corrientes las visiones. Cierto día, estaba Elí acostados en su habitación. Sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver. No estaba aún apagada la lámpara de Dios; Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahvé, donde se encontraba el arca de Dios. Llamó Yahvé a Samuel. Él respondió: ¡Aquí estoy!, y corrió donde Elí diciendo: Aquí estoy, porque me has llamado. Pero Elí le contestó: Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte. Él se fue y se acostó. 124


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Volvió a llamar Yahvé a Samuel. Se levantó Samuel y se fue donde Elí diciendo: Aquí estoy, porque me has llamado. Elí le respondió: Yo no te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte. Aún no conocía Samuel a Yahvé, pues no le había sido revelada la palabra de Yahvé. Por tercera vez llamó Yahvé a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: Aquí estoy, porque me has llamado. Comprendió entonces Elí que era Yahvé quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahvé, que tu siervo escucha. Samuel se fue y se acostó en su sitio. Vino Yahvé, se paró y llamó como las veces anteriores: ¡Samuel, Samuel! Respondió Samuel: ¡Habla, que tu siervo escucha! Dijo Yahvé a Samuel: Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. Ese día cumpliré contra Elí todo cuando he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Ya le he anunciado que yo condeno su casa para siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha corregido. Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.” (1 Sam 3:1–14). Vemos aquí claramente el contraste entre la “experiencia religiosa” del anciano sacerdote Elí, que cumplía su ministerio prácticamente sentado en una silla, de la que terminó cayéndose y murió “…CAYÓ ELÍ DE SU ASIENTO, HACIA ATRÁS, JUNTO A LA PUERTA, SE ROMPIÓ LA NUCA Y MURIÓ…” (1 Sam 4:18), y el niño Samuel que se “acostaba en el Santuario de Yahvé”. Un contraste marcado entre un aciano y un niño. Un “experto en religión” y un novicio. Los dos sin embargo tienen algo en común: ESTÁN AL SERVICIO DE DIOS. Creo firmemente que en este tiempo se está dando esta paradoja. Los “ancianos Elí” que conocen todo acerca del culto, del rito, de los dogmas, etc.; “cuyos ojos se están debilitando y ya no pueden ver”, junto a “aquellos Samuel” que aún cuando quieren servir a Dios y “se recuestan en su santuario” son incapaces de escuchar a Dios. ¿No es paradójico? Elí era “experto”, pero vivía en un “inercia religiosa”. Samuel era inexperto, un aprendiz, dormía en el Santuario. Ninguno de los dos 125


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podía escuchar al Dios al que “servían”. ¿No es esto lo que ocurre en muchos ambientes? ¿Cuántos “Elí” de estos días cumplen su ministerio en la silla de sus propias tradiciones convencionalistas? ¿Cuántos Samuel de este tiempo, tan “cerca de Dios”, sin reconocer Su voz? Observemos que Samuel va a Elí cada vez que escucha su nombre y Elí le dice: “YO NO TE HE LLAMADO HIJO MÍO, VUELVE A ACOSTARTE”. “Vuelve a acostarte, que yo sigo en mi silla”; casi como diciendo “NO TE PREOCUPES”. A esto se le llama “actividad religiosa” sin poder, sin vida. ¿Cuántos días? ¿Cuánto tiempo esto habrá sido así? A veces puede durar toda la vida si no somos sacudidos fuertemente por el Señor. Él lo hace, pero hay momentos, cuando el hombre se empecina en su obstinado corazón y Dios acaba cumpliendo su determinación. Así ocurrió con faraón, por ejemplo. Dios le dio signos a través de los sucesos de las plagas y sin embargo su corazón se endureció, por lo que Dios cumplió su determinación: “ENDURECIENDO EL CORAZÓN DE FARAÓN” (Éxodo 10: 27). Así ocurrió con Balaán (Núm 22:20–22). Así ocurrió con Judas ( Jn 13:27), entre otros. Es sumamente interesante este pasaje del libro de Samuel pues nos muestra el peligro de esa “actividad religiosa inercial”, convencionalista, sin la vida de lo que se celebra, pues como en el caso de Elí, concluye con la muerte y una muerte trágica, hablando en términos espirituales. Elí, luego sus hijos y hasta su nuera, murieron (1 Sam 4:17–19). Esa “tibieza religiosa” es trágica, siempre lleva a la muerte espiritual si no se sale de ella. Es como la fiebre, si no se la baja, puede llevar a la persona que la padece, a morir. En este caso, produce la muerte espiritual del “tibio” y de su “descendencia”. Los hijos de lo tibio, generalmente se vuelven irreverentes, pues no tienen ejemplos auténticos, como los de Elí que “VILIPENDIABAN A DIOS” y el “NO LOS CORREGÍA”. 126


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

¿Cuál es la causa que lleva a esta trágica situación?: LA FALTA DE LA PALABRA DE DIOS. En la época de la historia de Samuel, junto a Elí descubrimos lo siguiente: “EN AQUEL TIEMPO ERA RARA LA PALABRA DE YAVHÉ”. ¿Y hoy? ¿No es rara para muchos la Palabra de Dios? ¿No llaman acaso “raros”, incluso en ambientes de la Iglesia a los que quieren seguir la Palabra de Dios? Desde “locos”, pasando por “verticalistas” o “radicales”, llegando hasta a “fanáticos” y “fundamentalistas bíblicos”, les saben decir quienes, luego, mirando sus vidas, se identifican con el “anciano Elí”, en “cumplir” con los conceptos de la religión cristiana, pero casi siempre sin que ello se manifieste en su vida; SIN TESTIMONIO. Cuando es “RARA la Palabra de Yahvé”, “no son corrientes las visiones”. Una está unida a la otra: PALABRA DE DIOS y VISIÓN ESPIRITUAL. Podemos estar “sirviendo” a Dios, como Samuel, con voluntad de seguirle, con la dedicación y la actividad religiosa y aún estando en el santuario y durmiendo allí como el, sin embargo NO CONOCERLE “AÚN NO CONOCÍA SAMUEL A YAHVÉ” ¿HACÍA TODO ESO SAMUEL? ¡SÍ! ¿CONOCÍA A DIOS? ¡NO! ¿Cuántos “Samuel” hay así, este tiempo? Samuel NO CONOCÍA A DIOS, “PUES NO LE HABÍA SIDO REVELADA LA PALABRA DE YAHVÉ”. Se vuelve estéril toda la religión, piedad, devoción, etc., cuando NO TENEMOS REVELACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS. Evidentemente se puede “servir” a Dios, sin conocerle, lo cual lleva a la oscuridad y al fracaso. Dios llamó a Samuel. Dios reveló Su Palabra a Samuel. Cuando “LA LÁMPARA DE DIOS ESTA ENCENDIDA” en nuestro corazón escucharemos Su voz, recibiremos Su guianza y “caminaremos detrás de esa visión”. Como Comunidad cristiana Renovada en el Espíritu Santo, por el “fuego pentecostal”, tenemos la visión de una “ARGENTINA PARA CRISTO”. 127


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La visión de un poderoso avivamiento en nuestra querida Argentina, en América toda y por supuesto, en el mundo entero. El Espíritu Santo revela en los corazones lo que él quiere realizar en cada Comunidad, siempre en comunión con la Palabra de Dios y la Santa Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es “COMUNIDAD DE COMUNIDADES”. Antes, en esos corazones, la Palabra de Dios, tiene que “hacerse carne”, como en el seno de “Nuestra Madre, la Virgen María”. Para ello, hay que escucharla y obedecerla, como lo hizo Ella. Tal como lo hizo, desde aquel día, el joven Samuel. “Conoció al Señor”, “conoció Su Palabra” y se dispuso a servirle, llegando a ser ese Precioso siervo, en fidelidad, en valentía y en sabiduría. También nosotros como Comunidad, conociendo la Palabra de Dios, fuimos “sacudidos”, “desafiados” por el Señor… ahora nos gozamos en responderle, con humildad y con regocijo: “¡HABLA SEÑOR, QUE TUS SIERVOS ESCUCHAN…!” ¡A Él, sea la Gloria!

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CAPÍTULO 26

VOLVER A DIOS DE CORAZÓN

Creo, que a estas alturas ningún verdadero creyente puede dudar de la falta de un “AVIVAMIENTO” en la Iglesia y en las sociedades humanas. ¿Qué es un avivamiento?: ¡Avivar! ¡Dar Vida! ¿Quién puede dar vida?: ¡Sólo Dios! Más es necesario que cada creyente, que a su vida ha llegado ese Fuego del Amor de Dios, lo desee firmemente, para todos. Es una renovación espiritual en un individuo o en un grupo de personas, extendiéndose… Cuando se enfrió el amor del principio; “cuando se vive en complacencia espiritual”; cuando “falta el interés por los que no conocen a Cristo”; cuando “se quiere “emparchar con ideologías”, “recetas político partidarias”; cuando “hay doble vida”, “mundanalidad”, “carnalidad”, “ocultamiento”, “pecados secretos”, “religión costumbre”, etc.; es que ¡hace falta un avivamiento...! El cual, sólo Dios en su soberanía puede otorgar. No es algo que se pueda “planificar”, mas sí, hay ciertas condiciones que se deben cumplir. En primer lugar, “DESEARLO”… luego “ORAR”, clamar al Todopoderoso, así como lo hemos hecho en situaciones “extremas”, por salud, por liberación de problemas, vicios, etc.; así como por prosperidad o por alguna bendición particular. Necesitamos una RENOVACIÓN –NO PARCHES– para el pueblo de Dios, la cual es premisa del Concilio Vaticano II. 129


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Y en tercer lugar; “PAGAR EL PRECIO”. Estar dispuestos, afrontando las realidades espirituales, confrontarnos a nosotros mismos, así como Isaías, por ejemplo, que confrontado por la Santidad de Dios, exclamó: “… ay de mi, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros y entre un pueblo de labios impuros habito…” (Is 6:5). ¿Existe hoy esa conciencia de pecado…? Pagar el precio, quebrantarse, humillarse bajo la Poderosa Mano de Dios. La ambigüedad, la doble vida, la hipocresía al grado de cinismo, de pensar una cosa, decir otra y hacer todavía otra, de lo que se piensa y de lo que se dice, lleva inexorablemente a la ruina. El problema es espiritual, sólo desde lo espiritual puede ser resuelto, como Jesús lo enseña. No es tiempo ya de “jueguitos pseudoreligiosos”, “políticos”, “ideológico filosóficos”, etc. ¡Cristo!, ¡Sólo Cristo salva! ¡Cielo y tierra pasarán…! ¡LA PALABRA DE CRISTO, NO PASARÁ! En el capítulo anterior hablamos del joven, casi niño aún, Samuel. Volvamos al Israel del hombre de Dios, Samuel: “Vinieron las gentes de Quiriat Yearín y subieron el arca de Yahvé. La llevaron a la casa de Abinadab, en la loma, y consagraron a su hijo Eleazar para que custodiase el arca de Yahvé. Pasaron muchos días –veinte años– desde el día en que el arca se instaló en Quiriat Yearín, y toda la casa de Israel suspiró por Yahvé. Dijo entonces Samuel a toda la casa de Israel: Si os volvéis a Yahvé con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahvé y servidle a él solo y entonces él os librará de la mano de los filisteos. Los israelitas quitaron los Baales y las Astartés y sirvieron sólo a Yahvé. Samuel dijo: Congregad a todo Israel en Mispá y yo suplicaré a Yahvé por vosotros. Se congregaron, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahvé, ayunaron aquel día y dijeron: Hemos pecado contra Yahvé. Samuel juzgó a los israelitas en Mispá. Cuando los filisteos supieron que los 130


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

israelitas se habían reunido en Mispá, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel. Habiéndolo oído los israelitas, temieron a los filisteos y dijeron los israelitas a Samuel: No dejes de invocar a Yahvé nuestro Dios, para que él nos salve de la mano de los filisteos. Tomó Samuel un cordero lechal y lo ofreció entero en holocausto a Yahvé, invocó a Yahvé en favor de Israel y Yahvé le escuchó. Estaba Samuel ofreciendo el holocausto, cuando los filisteos presentaron batalla a Israel, pero tronó Yahvé aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, los llenó de terror y fueron batidos ante Israel. Los hombres de Israel salieron de Mispá y persiguieron a los filisteos desbaratándolos hasta más debajo de Bet Car. Tomó entonces Samuel una piedra y la erigió entre Mispá y Yesaná y le dio el nombre de Eben Haézer, diciendo: Hasta aquí nos ha socorrido Yahvé. Los filisteos fueron humillados. No volvieron más sobre el territorio de Israel, y la mano de Yahvé pesó sobre los filisteos durante toda la vida de Samuel. Las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas volvieron a Israel, desde Ecrón hasta Gat, liberando Israel su territorio del dominio de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos. Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida. Hacía cada año un recorrido por Betel, Guilgal, Mispá, juzgando a Israel en todos estos lugares. Después se volvía a Ramá porque allí tenía su casa, allí juzgaba a Israel y allí edificó un altar a Yahvé.”. (1 Samuel 7: 1– 17). El “Arca de Yahvé”, estaba fuera del lugar que le correspondía. “Dios fuera del centro de la Vida Nacional”, a causa del descuido de Elí, sumo sacerdote, lo cual lleva a que sus hijos, sucesores en el sacerdocio levítico, vivan de manera irreverente, pecaminosa; a raíz de eso el Pueblo de Dios, oprimido por los filisteos, que se habían llevado el Arca. Mueren los malvados hijos de Elí, muere su nuera, mujer de Pinjás, al dar a luz y antes de morir lo llama al niño “ICABOD”, pues así estaba Israel y la realidad del culto: “SIN GLORIA”, pues esto significaba “ICABOD”: “¡SIN GLORIA!” (Ver 1 Sam. 4:20) Al enterarse de la derrota y de la muerte de sus hijos y de su nuera, Elí cae de su silla y muere también. 131


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Ahora, los israelitas del tiempo de Samuel, pasados veinte años de esos nefastos sucesos, reconocen que el problema político, social y aún, “religioso”, les sobrevino a causa del problema ESPIRITUAL. “Suspiran por Yahvé”, recapitulan, acuden al “hombre de Dios”, reciben su enseñanza, la cual proféticamente les lleva a descubrir su estado y… dicen: ¡necesitamos volver a Dios…! ¡Gloria a Su Nombre! Allí se verá el “AVIVAMIENTO EN PROGRESO”. Samuel les da la “RECETA” a quienes antes se descubrieron “NECESITADOS DE CURACIÓN” y por el “DIAGNÓSTICO CORRECTO” del hombre de Dios, siguiendo con obediencia el “TRATAMIENTO”, serán libres de la atadura, de la enfermedad, de las opresiones, etc. Resultado de la obediencia a Dios y Su Palabra: ¡Un Poderoso Avivamiento! ¡Victoria total sobre los filisteos y paz y bienestar en el Pueblo de Israel! ¡Al Señor sea la Gloria!

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CAPÍTULO 27

EL RÍO DEL SEÑOR

En el curso de los años de la vida de nuestra Comunidad, hemos podido contemplar, experimentar acerca de este tema de un avivamiento. Creo firmemente que “empieza en una persona, abraza a un grupo de personas y se va extendiendo…”. Es como un río que va bajando, bajando hasta hacerse un torrente e inundarlo todo. Ese RÍO DE DIOS “Me llevó a la entrada del templo, y he aquí que debajo del umbral del templo salía agua, en dirección a oriente, porque la fachada del templo miraba a oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho del templo, al sur del altar. Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua fluía del lado derecho. El hombre salió hacia oriente con la cuerda que tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta los tobillos. Midió otros mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta la cintura. Midió otros mil: era ya un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no se podía atravesar” (Eze 47:1– 5) fue fluyendo con el tiempo –y para gloria de Dios seguirá fluyendo hasta inundarlo todo– y alcanzó a personas y familias que hoy están viviendo ese avivamiento en sus vida y a su vez lo están haciendo fluir. Alcanzó por medio del “Servicio de Difusión 133


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de la Palabra” de “El Poder del Espíritu”, Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza de la Comunidad Santa María de la Renovación Carismática Católica que pertenece a la Vicaría Belgrano, en Buenos Aires, Argentina. ¡Gloria al Señor! Predicaciones, Enseñanzas Cristianas, por audio, video; por Internet, por nuestro programa de Radio “El Poder del Espíritu”, que llega a todo nuestro extenso país y a toda América y el mundo. También por nuestro Periódico (hoy Revista mensual), “El Poder del Espíritu”. Mediante libros, discos de música cristiana de autoría –en letra y música– de Diego Hovhanessian, que es quien conduce el programa radial, así como además es autor de innumerables enseñanzas grabadas y habiendo recorrido muchos lugares, invitado a predicar a Comunidades, grupos de Oración, Parroquias, en eventos; así como en retiros para servidores de la RCC, etc. Tanto mi hijo Diego, como su esposa, Roxana; hace poco ella, invitada a predicar un Congreso en Bogotá, Colombia, dejando allí huellas de edificación para Gloria de Dios. Asistió también Celia, mi esposa, junto con Roxana, con hermosos testimonios y reencuentros, pues Celia participó activamente y por muchos años, en los distintos ámbitos de Coordinación de la Renovación Carismática (a nivel de Equipo Nacional, también Diocesano y Arquidiocesano). Nuestras nietas, Lucía y Milagros, con preciosos jóvenes de nuestra Comunidad –mujeres y varones– sirven juntos en distintas áreas de la misma. Son sin duda, todos ellos, la herencia y la continuidad de una experiencia de Vida en el Espíritu Santo, que va camino –por Gracia de Cristo– a cuatro décadas de existencia en el seno de la Santa Iglesia. ¡Gloria al Altísimo! Es bueno recordar que allí por el año 1981, cuando comenzamos… ¡éramos ocho! ¡Gracias Señor! Vemos este maravilloso “Río del Señor”: “Salía del Templo, de debajo del umbral, en dirección a Oriente pues la fachada del Templo miraba a Oriente…”. 134


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

El Templo, cada creyente en comunión eclesial (ver 1 Cor 3:16– 17). El Templo de la Nueva Alianza, “somos piedras vivas, edificados sobre la PIEDRA PRINCIPAL”: ¡CRISTO! Somos “linaje escogido”, “sacerdocio real”, “nación santa”, “pueblo adquirido”… “Para anunciar al que nos llamó de las tinieblas a su Admirable Luz…” (Ver 1 Pe 2:4–9). Mira a Oriente, de donde “nace el sol”. El creyente verdadero, como templo espiritual del Señor, mira a Cristo, el Sol de Justicia (Mal 3:20). ¡Gloria a Dios! “Hacia dónde estemos mirando”, marcará la diferencia entre el éxito o fracaso de la vida cristiana. Abrahán, padre de la fe, puso sus tiendas mirando a la Tierra Prometida por Dios, a él. Lot, en cambio, puso sus tiendas “mirando a Sodoma”. (Ver Gen 13:12). Desgraciadamente muchos son los “Lot” de este tiempo y no faltan quienes los aprueben, mientras descalifican –paradójicamente– a quienes tratan de seguir “las huellas del padre Abrahán”. El “Río del Señor”, fluirá de los “Abrahán” y nunca de los “Lot”. Dice la Palabra de Dios: “Vuelvan al punto de partida y pregunten por las sendas antiguas: porque en ellas encontrarán paz y todo lo que necesitan para sus vidas…” ( Jer 6:16). El “Río del Señor” antes de que fluya de nosotros a nuestro prójimo, “primero nos ha llegado a nuestros tobillos”… “Purificando nuestro caminar”; “¡CRISTO ES EL CAMINO!”. Luego “hasta nuestras rodillas”, habla de adoración verdadera: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él, darás Culto…” (Mt 4:10). Después “hasta nuestra cintura”, habla de ser “purificados de toda inmoralidad sexual” y por supuesto, de las “perversiones que ésta puede acarrear” en casos (ver 1 Cor 6:15–20). Sí!!! Hemos sido comprados y ¡a qué precio! por el Señor. ¡Gloria a Su Nombre! Así, entonces, “se hará un torrente” que “inundará de Vida y de Santidad, todo a su paso…”. ¡Así sea! 135


CAPÍTULO 28

VIDA Y SANIDAD

Cuánta necesidad hay en estos tiempos, en las vidas de las personas, en sus familias y hogares, de este “Torrente de Vida y Sanidad”. No podemos engañarnos con “recetas sociopolíticas”, “ideológicas, etc., que el hombre apelando a su supuesta “originalidad pseudoreligiosa”, pretende instalar, tal vez con el “propósito de atraer a algunos”…; aprobando ciertas conductas pecaminosas, para lograrlo. ¡No existe VERDAD en la mentira...! Hasta “un reloj roto da la hora exacta, al menos dos veces al día...” Una verdad, sacada de contexto, “es una mentira”. “Es ardid conocido del maligno”, sacar de contexto, aún citas de la Sagrada Escritura. “Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: en sus manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra alguna”. Veamos cómo es lo escrito en el Salmo 91: “...Que Él ordenará a sus ángeles que te guarden EN TODOS TUS CAMINOS”... Esto es lo que “omite” Satanás, pues lo que está planteando a Jesús, no podían ser CAMINOS DE DIOS... “Hay palabras que salen de la boca del Diablo...” ¡Cuidado! Jesús respondió: “Está dicho: NO TENTARÁS AL SEÑOR TU DIOS” (ver Lc. 4: 9–12) Desconocer o “conocer a medias” la Palabra de Dios, causa esclavitud. El “quedar atados a razones supuestamente religiosas, conducen al error”. 136


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

La Biblia quiere mostrarnos unas aguas maravillosas, siguiendo la profecía de Ezequiel, que continua diciendo: “Entonces me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Me condujo, y luego me hizo volver a la orilla del torrente. Y al volver vi que a la orilla del torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados. Me dijo: Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Áraba, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada. Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. A sus orillas vendrán los pescadores; desde Engadí hasta Enegláin se tenderán redes. Los peces serán de la misma especie que los peces del mar Grande, y muy numerosos. Pero sus marismas y sus lagunas no serán saneadas, serán abandonadas a la sal. A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.” (Eze 47:6–12). El torrente de Dios produce en aquel que en el se sumerge, sanidad, prosperidad y plenitud de vida. Para gloria del Señor así es la experiencia que compartimos los hermanos en nuestra comunidad, deseando que todos puedan sumergirse en esas aguas de sanidad y vida. Algo que siempre me ha llamado la atención en todo este capítulo 47 de Ezequiel que refiere a la fuente del Templo es lo siguiente: ¿QUIÉN ES EL QUE LO HACE TODO? Veamos: vs. 1 “Me llevó”, vs. 2 “Luego me hizo salir”, vs. 3 “Me hizo atravesar”, vs. 4 “Me hizo atravesar, otra vez “Me hizo atravesar” vs. 6 “Entonces me dijo”, “Me condujo”, “Me hizo volver”, vs. 8 “Me dijo”… Vuelvo a la pregunta: ¿QUIÉN ES EL QUE LO HACE TODO, EN RELACIÓN AL AVIVAMIENTO? ¿Maravilloso verdad? Todo lo hace Dios; lo único que hace Ezequiel 137


JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

–cada uno de nosotros– es estar atento a la Palabra de Dios y ponerla por obra. Si leemos el contexto, esto es los capítulos anteriores de este precioso libro veremos que Ezequiel padece, como ocurre siempre a los profetas que anuncian al pueblo, en Nombre de Dios, lo que los hombres no están dispuestos a escuchar. El hombre de Dios está, como pasó siempre en el ministerio profético, expuesto a la maledicencia, la injuria, la calumnia, la difamación, la persecución; más cuando hay certeza en el corazón que es Dios quien llama y envía, el profeta está dispuesto a PAGAR EL PRECIO. Hay UN PRECIO POR PAGAR POR EL AVIVAMIENTO. El profeta de este tiempo padecerá a causa de ese anuncio que transmitirá al pueblo. Vimos ya que las aguas de Dios fluyen del templo hacia fuera, por tanto el avivamiento comienza en la Iglesia. Alguien dijo: “Sólo se le tiran piedras al árbol cargado de frutos”. Por tanto, que el Todopoderoso nos puede usar, conforme Su Plan y Voluntad y que nosotros seamos dóciles, humildes, decididos, como valientes… “Por donde quiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva, vivirá”. ¡EL TORRENTE DE DIOS LO TRANSFORMA TODO! ¡Somos testigos! Los peces serán abundantes: “Pesca milagrosa”. ¡Esto es AVIVAMIENTO! Almas salvadas, “nacidos de nuevo” que “dejan fluir esas aguas” con el testimonio de lo que ellas hicieron en sus vidas. El Mar de Galilea tiene una vida marítima fecunda, recibiendo del Río Jordán, pero el Mar Muerto, como su nombre lo indica, NO; pues sus sulfurosas aguas no dejan crecer la vida. El Mar de Galilea, da; el Mar muerto, retiene. El Río del Señor, a su paso, saneará todo; producirá vida –AVIVAMIENTO– aún en el “Mar Muerto”, cuyos peces serán como los del “Mar Grande”, refiriéndose al Mar Mediterráneo. El Señor cambiará el nombre del “Mar Muerto”. De todo cuanto es “obra muerta”, “religiosidad muerta”, etc. 138


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

De cada Comunidad Cristiana Viva, de la Santa Iglesia de Jesucristo, fluirán los Torrentes de Agua del Espíritu Santo; trayendo Vida, sanidad, prosperidad… “A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán…”. “Sus frutos alimentan…”. “Sus hojas sirven de medicina…”. Muchas veces en la Biblia, el árbol es tipo del creyente: “Como árbol plantado a orillas del río…”. “Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su confianza” ( Jer 17:7–8). “Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien” (Sal 1:3). El testimonio del creyente ha de ser “alimento” para quien lo recibe, pues es fruto de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo –AGUA DEL SANTUARIO– que ha transformado su vida en “un árbol que produce fruto”, proveyendo sustento “a quien lo recibe, cuyas hojas son medicina…”. ¡Somos bendecidos para bendecir!: “Impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien…” (Mc 16:18). Esas aguas, “lo que tocan, lo sanean. Todo lo que en ellas se mueve, vivirá…”. ¡AVIVAMIENTO! ¿QUIÉN LO HACE? ¡DIOS, SÓLO DIOS! “¡YO SOY LA VIDA!” dice Jesús. ¡Gloria a Su Nombre!

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CAPÍTULO 29

¿QUIÉN ERES TÚ?

Esta fue la pregunta que le hicieron a Juan el Bautista esos líderes religiosos que fueron a verle, motivados por un celo legalista e inquisidor. “Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: ¿Quién eres tú? El confesó, y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues?; ¿Eres tú Elías? El dijo: No lo soy. ¿Eres tú el profeta? Respondió: No. Entonces le dijeron: ¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo? Dijo él: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Habían sido enviados por los fariseos. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia. Esto ocurrió en Bethabara, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.” ( Jn 1:19– 28). Si nos preguntaran a algunos de nosotros, “¿quién eres tú?”, qué responderíamos. Una vida de santa consagración a Dios nos lleva a conocernos verdaderamente. A menudo nuestra imagen esta desdoblada en tres. Uno: El que yo creo que soy. Dos: El que creen los demás que yo soy y por último el que realmente yo soy. Juan Bautista vivió consagrado a Dios, pues su consagración fue 140


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

desde antes de nacer y fue en el vientre de su madre Isabel que recibió esa “unción”, cuando ante la visita de María, trayendo en su seno al Ungido por Excelencia, Jesucristo, “saltó de gozo”, como señal inequívoca de lo que sería su misión en esta tierra: “PREPARAR LOS CAMINOS DEL SEÑOR”. Es el Evangelio según San Lucas el que más luz vierte en relación con su nacimiento, su infancia y su vida oculta. Todas las palabras del Ángel Gabriel a Zacarías: “…SERÁ GRANDE ANTE EL SEÑOR…”, “…ESTARÁ LLENO DE ESPÍRITU SANTO YA DESDE EL SENO DE SU MADRE…”, etc. (ver Lc 1:5–17) así como el cántico de Zacarías, lleno del Espíritu Santo: “Y TU, NIÑO, SERÁS LLAMADO PROFETA DEL ALTÍSIMO”, “PREPARARÁS SUS CAMINOS”, etc. (Lc 1:67– 79) nos presentan a una persona admirable. Y en el versículo 80 nos dice: “EL NIÑO CRECÍA Y SU ESPÍRITU SE FORTALECÍA Y VIVIÓ EN LUGARES DESIERTOS HASTA EL DÍA DE SU MANIFESTACIÓN A ISRAEL.”. Posiblemente con los escenios, casta religiosa judía muy ortodoxa, que vivían en comunidades a orillas del mar muerto. Tal vez allí Juan Bautista viviera al estilo de los nazireos que eran sumamente austeros. Este voto es como el de Sansón, para tener un ejemplo ( Jue 13:7) y aparece en Números 6:1– 6; voto que tenía una serie de restricciones voluntariamente aceptadas por aquellos que lo abrazaran. De ahí que la figura de Juan el Bautista fuera fuertemente impactante para sus contemporáneos. Vestía de forma rara: “piel de camello”. Se alimentaba con cosas extrañas: “langostas y miel silvestre” y presentaba un mensaje poco usual a los habitantes de Judea, con un bautismo de agua, de arrepentimiento, esperando a Aquel que bautiza en Espíritu Santo y Fuego. Era un hombre de aspecto rudo que no tenía influencia en el sistema político judío, mas hablaba con autoridad. Su mensaje era directo, desafiante, con la verdad como aguijón que conmovía, tanto para aceptar como para rechazar, no para “indiferencia”. 141


JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Anunciaba y denunciaba… El “anuncio de la Verdad” al ser recibido, es cambio de vida, conversión –“METANOIA”– que por haber aceptado esa “denuncia del pecado”, lleva a la salvación en Cristo. Más al ser rechazado, lleva a la persecución, incluso hasta la muerte, como Herodes y su mujer Herodías, que había sido mujer de su hermano. ¿No sigue siendo así en el presente…? Desde donde lo miremos, Juan el Bautista, es único. No buscó la temporal aprobación de los hombres, sino la Eterna aprobación del Padre. ¡“Aceptó pagar el precio…”! Volviendo a la pregunta: “¿Quién eres tú?” Juan no dudó y dijo: “YO NO SOY EL CRISTO”, “NO SOY ELÍAS”, “NO SOY EL PROFETA…” “¿Quién eres entonces?” Notemos como aparece su respuesta escrita en la Biblia: “Yo soy la voz que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor”. Es “yo soy”… con minúscula, más Juan estaba seguro de “quién era” y “porque hacía lo que hacía”. Su autoridad, manaba de su vida santa. De su consagración a Dios, en la búsqueda de Su Voluntad y Guía, en el desierto, “uniendo su soledad”, al Todopoderoso, la cual sabe ser indispensable para esa íntima relación y comunión con el Altísimo. ¿Cómo iban a entender sus respuestas, quienes vivían en su mayoría, en una piedad vana, solo exterior? “Las cosas del Espíritu, pueden ser entendidas solo en el Espíritu…” (ver 1 Cor 2:14) Hoy pueden verse en la Iglesia muchas obras del voluntarismo humano; obras en casos altruistas, filantrópicas, pero que no tienen la guianza del Espíritu Santo, quien es el Autor de toda obra verdadera en la Iglesia. Escasea el espíritu profético porque obviamente escasean los profetas, y escasean los profetas porque no están dispuestos a pagar el precio del desierto, de la privación (–si hasta suena a locura esta expresión en estos tiempos–) ¡A pagar el precio por la fidelidad a Dios y a su Palabra! 142


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

¿Cuántos de verdad están dispuestos a morir a sus pareceres, a sus criterios, a sus propios gustos, etc? ¿Cuántos de verdad están dispuestos a negarse a los placeres, a las comodidades, no sólo de apariencia, sino realmente? ¿Cuántos son los que “juegan a ser profetas”? ¿Cuántos los que “aparentan piedad y rechazan sus exigencias”? Es allí donde la figura de Juan el Bautista emerge en estos tiempos con renovada luminosidad para motivarnos a seguir sus huellas de santidad y pureza, otra palabra que parece “tan pasada de moda”. La pureza cristiana, “la virtud bella” del cristianismo, que encierra una plenitud y en ella se puede ver el pudor, el decoro, la sobriedad, como fruto del “Amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5: 5). Juan era un hombre PURO, de los que dice Jesús que verán a Dios. Juan era un hombre santo, de los que atraen a sí multitudes para decirles como él: “HE AQUÍ (CRISTO) EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO” ¡A ÉL Y SOLO A ÉL DEBEN SEGUIR!, pues “YO NO SOY DIGNO DE DESATARLE LA CORREA DE SU SANDALIA”. ¡GLORIA A JESÚS! Hoy muchos están esperando ver que los que decimos creer en Jesucristo, vivamos de acuerdo a lo que creemos: EN SANTIDAD. Así era Juan, predicaba lo que creía y vivía lo que predicaba. Así debe ser todo servidor en la Iglesia: ÍNTEGRO. Debe ser en la intimidad lo que es en su Comunidad, delante de sus hermanos. En el tiempo maravilloso que nos toca vivir como creyentes, tenemos una misión parecida a la de Juan el Bautista: ANUNCIAR AL CRISTO QUE VIENE A LEVANTAR A SU IGLESIA COMO NOVIA PARA LAS BODAS DEL CORDERO. También nosotros debemos “preparar sus caminos”, ya no para “Su manifestación en carne” entres los hombres, sino para “Su Venida en Gloria”. Los siervos de este tiempo debemos imitar a Juan en su entrega incondicional a Dios y su glorioso Reino. 143


JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Debemos imitar su pureza, su consagración, su santidad. No debemos temerle al desierto, por el contrario, debemos buscar al Señor en oración, en comunión con quienes comparten esa misma consagración, con humildad pero valiente y decididamente, sin pactar con la “mediocridad y la tibieza reinantes”, sabiendo que quienes se adentren en el camino del Señor serán perseguidos, difamados, pues la santidad es luz que pone en evidencia las obras de quienes viven en la oscuridad. El creyente verdadero es “molesto”, porque pone luz en la oscuridad y eso muchas veces produce de parte de los que no quieren que sus obras ocultas sean descubiertas, odios, envidias, celos y cosas peores aún, como en el caso de los que fueron los autores intelectuales de la muerte de Juan el Bautista. Jesús dice: “YO SOY LA LUZ DEL MUNDO” y “Juan no era la luz, sino el testigo de la luz” ( Jn 1:8). Y su vida sigue dando testimonio de la luz, Jesucristo, y así se cumple aquello de que “quienes matan el cuerpo, no pueden hacer nada más”, no pueden matar la luz. Ella siempre brillará, pues los testigos de Cristo aunque mueran vivirán, como Juan el Bautista que recibió del mismo Señor esta alabanza: “EN VERDAD OS DIGO QUE NO HA SURGIDO ENTRE LOS NACIDOS DE MUJER UNO MAYOR QUE JUAN EL BAUTISTA…” (Mt 11:11).

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CAPÍTULO 30

¡A MI ME LO HICISTE!

“Entonces dirá el Rey a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí. Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis.” (Mt 25:34–40). Cuando comenzó ese “avivamiento” entre nosotros como comunidad cristiana, lo que inmediatamente siguió a la Palabra y a la “Visión”, fue el ferviente anhelo de “establecer la Comunidad” y cuando eso se comenzó a gestar, paralelamente creció en los corazones el “espíritu misionero”. Oramos al Señor pidiendo que se abrieran puertas para la obra misionera y al poco tiempo se inició una misión carcelaria en una unidad de mujeres, a la que se le llevó la Palabra de Dios con frutos perdurables en el tiempo, como sabe ser toda obra del Espíritu. También en un neurosiquiátrico, donde los misioneros, formados a tal efecto, asisten a llevar el Evangelio a los internados con frutos ma145


JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

ravillosos que el Señor obra cuando hay almas que se comprometen con el que sufre. Los enfermos en hospitales, en “hogares de ancianos”, donde en uno de ellos en la sala de pediatría, el mismo director les dio a los misioneros un lugar especial de reunión para llevar la Palabra a las madres de los pequeñitos internados, mientras estos son atendidos por otros misioneros para que sus mamás puedan escuchar la Palabra de Dios y fortalecerse para luchar clamando al Señor sin vacilar, por la salud de sus pequeños. Misioneros que llevan la Palabra de esperanza, de fe, de amor y consuelo, que tanta falta hace en esos lugares y como no puede ser de otra manera con maravillosos testimonios del Poder de Dios en medio de ellos. El Señor nos movió también a atender los acuciantes problemas de hambre que padecía nuestra gente y aún hoy padece en plena Capital Federal, donde muchos tienen un plato de comida gracias a la abnegada generosidad de quienes comparten su pan con el necesitado, mediante comedores, parroquiales, de “iglesias hermanas”, de obras misioneras, etc., etc. Llevando la vianda abundante y caliente, con postre, todo preparado por misioneros de la comunidad a personas que viven en la calle, en plazas céntricas, donde saben esperar la comida diciendo, por ejemplo: “AHÍ LLEGAN LOS DE LA COMIDA CALENTITA” y también “¡GRACIAS, DIOS LES BENDIGA!” y cosas como esas que mientras escribo, me conmueven. Esto ocurría hace un año y medio aproximadamente y ahora la comunidad asiste a dos comedores que son de dos de nuestros asesores, semanalmente, donde en uno de ellos se les lleva cien viandas de comida abundante, como también en épocas de catequesis, galletitas, leche, golosinas, etc. para los niños, también semanalmente. Asistencia a comedores parroquiales de manera ininterrumpida, con alimentos diversos, leche, etc. Con ropas que el “grupo de damas “DORKAS”, de nuestra comunidad confecciona con géneros nuevos, retazos; tejidos de lana, para bebés, apara niños, saquitos, mantas de cunita, de cama, etc. 146


EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Es admirable ver el ingenio de esas mujeres, que con amor, como lo hacía aquella del Libro de los Hechos, DORKAS o TABITÁ, a la que Pedro resucitó y era tan querida por sus hermanas en Cristo, “le mostraban las prendas que sus manos confeccionaban” (ver Hechos 9:36–41). “Se trata de amar, más que de dar”…decía Teresa de Calcuta. Pues quien AMA, es quien DA, en verdad. Asistiendo a una “obra de Hermanas Religiosas” de nuestra Amada Iglesia, con leche, pañales, juguetes, útiles, zapatillas, ropa y otros; pues cobijan a mamás con sus hijitos, que estaban en “situación de calle”. Jóvenes misioneros, vestidos con trajes de “personajes de Disney” –ocho en total– hacen las delicias de los pequeñitos, mensualmente. ¡Una verdadera fiesta! En todo lo que hagamos, seamos movidos por el AMOR, sin ningún otro interés, “sin otras intenciones”, ¿se entiende? Siempre digo que “el Señor no nos va a premiar por la obra, pues la hace Él”... Dios no se va a “asombrar” por lo que hacemos, es el Autor de toda Obra, en la Iglesia. Debemos preguntarnos: “¿Por qué la hacemos…?” “¿Para quién la hacemos?” NO OLVIDEMOS LO QUE NOS DICE: “¡A MÍ ME LO HICISTE…!” Cuando se toma CONCIENCIA de COMUNIDAD, “es imposible” no tener un corazón que “vea a Jesús”, en el prójimo: EL POBRE, EL QUE SUFRE, EL QUE PASA NECESIDAD… Nos gozamos en llevar el nombre de “La Esclava del Señor”, Nuestra Madre la Virgen María. “¡Madre en la Fe!” como me gusta llamarla. Modelo para todo servidor en la Iglesia, “la que siempre está atenta a la necesidad de sus hijos”, hoy; así como en aquel día en “Las Bodas de Caná” cuando le dice a Jesús: “no tienen vino…” ( Jn 2:3). Todos conocemos el final de este momento: “El agua convertida en vino; por Nuestro Señor Jesucristo”…en ¡“VINO BUENO”, EXCELENTE…! Como solo Dios, sabe hacerlo. 147


JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Él sigue haciendo este milagro de “cambiar el agua en vino”…transformar nuestras vidas en testimonio de SU GOZO, de su Paz, de SU VERDAD… ¡DE SU AMOR! “Señor, danos ojos nuevos, para que podamos verte a Ti, en cada uno de los que sufren. Danos Señor, un corazón nuevo para que podamos amar en el mismo amor en que somos amados por Ti. Vacíanos de nosotros mismos y llénanos de Ti, para que podamos descubrir el valor de Tu Palabra: LO QUE HICISTE AL MÁS PEQUEÑO DE MIS HERMANOS, A MI ME LO HICISTE”. ¡GRACIAS JESÚS! ¡GLORIA A TU NOMBRE! “Comunidad Santa María…” ¡Iglesia toda, de Jesucristo! Siempre resuene en nuestros corazones, el consejo de nuestra Madre del Cielo… “Su dulce voz” que nos dice: ¡“Haced lo que Él os diga…! ¡La Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu santo…! ¡AMÉN! ¡AMÉN!

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EPÍLOGO

Amado hermano y amigo lector: Compartimos el gozo que nos deleita en Cristo de estar cumpliendo 38 años de vida, siempre en la Renovación Carismática, en la Santa Iglesia Católica y hasta en la misma sede de la Comunidad Santa María, ¡sólo por Gracia del Señor! Que “En el Poder del espíritu” pueda ser para toda nuestra amada Iglesia, “una gota del Océano de Amor de Dios”, llevándonos a servir en Ella con renovada fe, cristiana esperanza y fraternal amor, para que “SU GLORIA POSTRERA SEA MAYOR QUE LA PRIMERA…”

¡Amén!

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Índice En el poder del espíritu ���������������������������������������������������������������������������� 9 Capítulo 1 El segundo toque ����������������������������������������������������13 Capítulo 2 Palabra de poder �����������������������������������������������������18 Capítulo 3 Las armas espirituales ������������������������������������������22 Capítulo 4 El guerrero espiritual ������������������������������������������26 Capítulo 5 La mente ���������������������������������������������������������������������30 Capítulo 6 La boca ������������������������������������������������������������������������34 Capítulo 7 El corazón �����������������������������������������������������������������38 Capítulo 8 Cosas raras ���������������������������������������������������������������41 Capítulo 9 Quebrantamiento ���������������������������������������������������46 Capítulo 10 Todo es pérdida ��������������������������������������������������������50 Capítulo 11 La ley y la gracia �����������������������������������������������������54 Capítulo 12 Cree y declara ����������������������������������������������������������59 Capítulo 13 Cuatro veces trece �������������������������������������������������64 Capítulo 14 ¡Nuestra hija está sana! ���������������������������������������� 69 Capitulo 15 Motivo de preocupación ���������������������������������������73 Capítulo 16 Aquí no pasa nada ����������������������������������������������������78 Capítulo 17 ¡Contigo estoy yo! �������������������������������������������������� 82 Capítulo 18 Yo en cristo y cristo en mi ������������������������������������87 Capítulo 19 La idolatria ��������������������������������������������������������������94


Capítulo 20 Adecuada organización ��������������������������������������100 Capítulo 21 Comunidad cristiana viva ����������������������������������106 Capítulo 22 Nosotros esperábamos… ������������������������������������110 Capítulo 23 Oír, ver y hablar ����������������������������������������������������114 Capítulo 24 Te basta mi gracia �������������������������������������������������119 Capítulo 25 Palabra y visión �����������������������������������������������������124 Capítulo 26 Volver a dios de corazón ������������������������������������129 Capítulo 27 El río del señor ������������������������������������������������������133 Capítulo 28 Vida y sanidad ��������������������������������������������������������136 Capítulo 29 ¿Quién eres tú? �������������������������������������������������������140 Capítulo 30 ¡A mi me lo hiciste! ������������������������������������������������145 Epílogo ��������������������������������������������������������������������������������������������������������149




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