Dios trajo mi corazón a San Francisco por Richard Roberts
M
e vine de Trinidad y Tobago a vivir a los Estados Unidos en 1975. Mi esposa Renee es de las Filipinas. Nos conocimos en Connecticut cuando ambos asistíamos a una escuela militar, y llevamos 28 años de casados. Hace ya bastante tiempo que dejamos el ejército y ahora trabajo para la Secretaría de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, soy jefe de ingeniería en sistemas en la Guardia Costera. En este momento vivimos en San Francisco, California. Nos mudamos aquí con el propósito de plantar una iglesia. No creo que esta haya sido idea mía. Más bien creo que Dios escogió esta ciudad para mí, y yo seguí lo que Él puso en mi corazón. Asistía a la congregación de Comunión Internacional de la Gracia (entonces llamada Iglesia de Dios Universal), y comencé a ver cómo algo más se necesitaba en nuestra área. Leí un artículo en la revista de nuestra iglesia acerca de la necesidad de comenzar nuevas congregaciones en nuestras comunidades. En 1997 nuestra iglesia participó en las cruzadas de Billy Graham en San Francisco y Oakland. Fue entonces que me di cuenta que estos nuevos creyentes necesitaban lugares donde congregarse para poder continuar aprendiendo de Jesús y creciendo en él. Las iglesias establecidas y tradicionales podían no tener lo que estas personas necesitaban. Ellos y ellas necesitaban un ambiente donde pudieran sentirse integrados y cómodos. Como Isaías, dije: “¡Aquí estoy! ¡Envíame a mí! ¡Por favor, envíame!” (Isaías 5:8). Me iba a dormir pensando en eso. Despertaba pensando en eso. Era algo que tenía que hacer. No tenía experiencia en hacer nada parecido, pero decidí confiar en que Dios me daría lo que necesitara. Siempre
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me había gustado enseñar sobre Jesús a los nuevos cristianos y a los no-cristianos. Había tanto que quería compartir. Ahora, cuando la gente me pregunta qué se necesita para plantar una iglesia, yo les digo que lo más importante es amor. Amor por Dios y amor por los seres humanos. Jesús dijo: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35). Los seres humanos somos atraídos por el amor. El amor rompe barreras entre culturas e idiomas. Es una experiencia increíble el ver a un grupo tan diverso reunirse en la ciudad de San Francisco y orar juntos, cada persona en su idioma materno, leyendo juntos de diferentes traducciones de la Biblia, en comunión, comiendo y sirviendo a Dios juntos como un solo Cuerpo. El 5 de diciembre de 1998 tuvimos el primer servicio en nuestro hogar, al cual asistieron siete personas: mi esposa, nuestra hija adoptada, su esposo y su hija, y mis dos sobrinas. Los primeros años fueron difíciles. Había miembros de la Guardia Costera que asistían con nosotros, pero algunos de ellos fueron transferidos a otros lugares. En ocasiones solo asistíamos tres personas. Era entonces cuando yo recordaba la parábola de Jesús sobre ser fiel en lo poco. Supongo que sería más fácil el ser fiel en lo mucho, pero, ¿cómo podía ser fiel en lo poco con el mismo entusiasmo? Las palabras de Pablo a Timoteo: “Predica la palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno” (2 Timoteo 4:2) me animaban. Las escrituras me daban energía y me mantenían en marcha, así que me levantaba y les predicaba a esas tres personas como si les estuviera predicando a vein-
Comunión Internacional de la Gracia
te. El día de hoy tenemos a 36 personas en la lista, con una asistencia regular de 25 a 30, y nuestra asistencia sigue aumentando. Sabemos que Dios la hará crecer de acuerdo a sus planes. Nuestra labor es bella, sin importar los números. Cuando nuestra congregación creció demasiado para reunirse en nuestro hogar, le pedimos sabiduría a Dios para encontrar un nuevo lugar donde reunirnos. Dios respondió a nuestras oraciones con un local comercial en una esquina, cerca de las rutas de autobuses urbanos, con acceso fácil a las autopistas, y a menos de un kilómetro de nuestro hogar. Nos reunimos cada domingo a las 11:30 de la mañana, luego comemos juntos, nos damos a conocer más los unos a los otros, platicamos acerca de la semana que acaba de pasar y nos animamos mutuamente. Nunca tenemos prisa por irnos a casa. A mi esposa y a mí nos encanta conocer personas de diferentes etnicidades y culturas. Queremos alcanzarlos a todos: ricos, pobres, mujeres, hombres, y de todas las culturas. Nuestro barrio es un lugar ideal para esto, y creemos que aquí es donde Dios quiere que estemos. Cuando se trata de levantar una iglesia, hemos aprendido que la gente responde mejor a una invitación simple y personal. Usted llega a conocer a las personas y, cuando el momento es el indicado, las invita a que vengan a la iglesia con usted. Es así de fácil. A lo largo de los años hemos distribuido muchos volantes en nuestra comunidad, pero todos nuestros nuevos miembros comenzaron a asistir como resultado de una invitación personal, no después de leer un volante. Si pudiera comenzar de nuevo, lo haría mucho antes, sin dudar. Yo sabía que ésta era la obra de Dios antes de que comenzara a hacer algo, pero de hecho había personas que me disuadían, quienes estoy seguro que tenían buenas intenciones. Pero si hubiera sabido lo que ahora sé, definitivamente comenzaría mucho antes de lo que lo hice. Por supuesto, el buscar a otros en amor no es algo
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que solamente sucede en las iglesias nuevas; esto puede suceder en cualquier iglesia. Pero hay una necesidad de nuevas iglesias en los lugares donde no las tenemos. Me di cuenta que el plantar una iglesia requiere trabajo arduo, y tiempo. Pero siempre he sentido que Dios está junto a mí, animándome, dándome tranquilidad, y llenándome de gozo mientras trabaja por medio de mí para abrir puertas y corazones humanos.
Recordaba la parábola que Jesús contó sobre el ser fiel en lo poco. Supongo que sería más fácil el ser fiel en lo mucho, pero, ¿cómo podía ser fiel en lo poco con el mismo entusiasmo? El verano de 1992 fui guiado a comenzar una iglesia en una base militar, después de que los capellanes se mostraron renuentes a conducir el culto regular. Tomé esa responsabilidad y dirigí un estudio bíblico durante la comida y un servicio de adoración cada tres meses mientras llevaba a cabo mi trabajo regular de apoyo a sistemas de cómputo. No sabía entonces que Dios me estaba preparando para plantar una iglesia dentro de nuestra denominación. El día de hoy, cuando Renee y yo vemos cómo nuevas personas llegan a experimentar por primera vez lo mucho que Dios las ama, nos renovamos en gozo, y sabemos que valió la pena cada obstáculo y dificultad que enfrentamos en esta jornada. Es tan emocionante el tener el privilegio de mostrarles a los nuevos creyentes lo que la Biblia en realidad dice sobre su vida y su futuro, y el observar como Dios las lleva a Él. Yo nunca hubiera experimentado ese gozo si no hubiera actuado sobre lo que Dios puso en mi corazón: el plantar un árbol en un lugar donde de verdad hace falta y disfrutar al verlo crecer. Eso es lo que hemos vivido al plantar una iglesia. Si alguna vez vienes a San Francisco, nos encantaría que nos visitaras y adoraras a Dios con nosotros. Pero aún si no vienes en persona, puedes disfrutar de nuestra página web en www.sfcf.org.
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