ENAMORADAS DEL AMOR A quien por una íntima y misteriosa atracción se encamina a la búsqueda de Dios puede ocurrirle la aventura de que Él le escoja y le invite a ser totalmente suyo, suya. Una íntima sensación de que te llaman por tu nombre te impulsa a dejar todas las cosas para seguir esa llamada. A partir de ese momento ya no te perteneces, tu corazón ya no es tuyo. Los modos de amar a Dios son infinitos, los caminos innumerables, pero hay uno que brilla con luz propia, es el camino del celibato y de la virginidad. El camino de quien, únicamente por el Reino, lo deja todo, hasta el tan anhelado y atrayente amor de una criatura amada tiernamente, para correr tras el Amor que atrae hacia sí todo tu ser y tu existencia. Se trata de una especie de enamoramiento por el que Dios se convierte en el único Amor. “Mi amado es para mí y yo soy para mi amado” (Cant 2,16). Se pueden tener muchos amigos, muchos hermanos pero sólo un Esposo. Sólo un Dios-Amor puede pedirte que le ames con todo tu corazón. De este Amor brota una nueva manera de ser y de afrontar la realidad. Un enamorado, una enamorada del Amor ve en cualquier rostro humano un reflejo del rostro divino. La virginidad por el Reino se convierte en una parábola para un mundo sin Dios. Manifiesta al mundo que el cristiano puede renunciar a todo por haber encontrado un tesoro muy superior, un Amor tan grande por el que vale la pena entregar la vida. Aceptando amar a Dios con un corazón indiviso se entra en la escuela del Amor, se aprende el arte de amar siendo morada de Dios (Jn 14,23) Al igual que todo verdadero amor, el amor a Dios no es cosa fácil, está hecho de largas ausencias, de deseos, de silencios, de purificaciones de una sensibilidad hecha para las cosas visibles, tangibles, para amores humanos. Un corazón puro que puede mirar despejadamente situaciones y personas, es fruto de un largo aprendizaje, de tomar conciencia de la propia debilidad y custodiar el corazón con la oración, la ascesis, la perseverancia en medio de la noche de Dios, del silencio y la soledad. La purificación del corazón nos introduce en la comunión con Dios, abre el camino de la contemplación de Dios, de la sabiduría divina; y sólo esa contemplación hace posible una virginidad fecunda, que permite correr hacia la vida divina arrastrando a otros hacia Dios. La toma de posesión por parte de Dios de un corazón enamorado es obra del Espíritu Santo, que es la belleza misma de Dios. Con el Espíritu Santo se halla toda la Trinidad, que desciende al corazón purificado, que le ha dejado todo el espacio posible, para unirse más a Él. Todo esto es don de Dios, la conciencia del don hace de la vida una acción de gracias y un deseo de asemejarse a Cristo. El don recibido es para entregarlo, déjate amar por Dios y desaparecerá todo miedo. El mundo necesita del signo de la virginidad que hace presente la fuerza del Espíritu, la belleza de una vida entregada a Dios, que lo humaniza recordando su trascendencia, la pertenencia a Dios que llena de sentido y plenitud la vida humana. El fruto del corazón purificado es la compasión, la misericordia para con todos, mirar con los ojos de Dios a las criaturas. La virginidad por el Reino libera del afán de posesión, de exclusivismo, acogiendo y sirviendo a todos. El corazón enamorado de Dios, entregado totalmente a Él ama a todos con el Amor de Dios. Uno de los frutos más bellos de la virginidad es la alegría: “mi corazón y mi carne se alegran en el Dios vivo”(Sal 83) Está alegría brota de la posesión de Dios, aún en medios de todos los obstáculos, el corazón inundado del Espíritu se encuentra en paz y alegría. La plena realización de la persona se da en el encuentro con Dios, en la experiencia de su Amor, de ahí surge la respuesta, el deseo de dar la vida por el Señor, compartiendo la alegría y dulzura de su Amor con los hermanos. Dios te atrae a Sí para hacer de ti un don a los hombres. María totalmente disponible al plan de Dios es el modelo de la fecundidad virginal, Ella está dedicada a hacer que crezca Cristo en el mundo. María nos enseña que la virginidad es un confiarse exclusivamente a Cristo, en quien la fe, la pobreza y la obediencia al Padre resultan fecundas por la acción del Espíritu. Ser toda de Cristo y toda esclava de los hombres. ¡Amarte y hacerte amar! Es el anhelo del corazón entregado a Dios. Estar reservados para el Amor es algo tan sublime que hace imposible cualquier consideración que no sea el agradecimiento, la adoración, la gozosa aceptación del Don en acción de gracias. (Extracto del libro “Amarás con todo tu corazón” P. Giordano Cabra. Ed ST) Una Hna Contemplativa