Cuadernos CONFER 42

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Evangelio, Profecía, Esperanza Tres desafíos a la vida consagrada

Elías Royón, sj Conferencia Española de Religiosos C/ Núñez de Balboa, 115-bis • 28006 Madrid Telf.: 915 193 635 • Fax: 915 195 657 • www.confer.es confer@confer.es


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Evangelio, Profecía, Esperanza Tres desafíos a la vida consagrada Elías Royón, sj


CUADERNOS CONFER • 42 • 2015 Director Secretaría General Edita Conferencia Española de Religiosos (CONFER) Núñez de Balboa, 115 bis 28006 Madrid (España) Tel: 915 193 635 Fax: 915 195 657 Correo-e: mcs@confer.es Imprime Gráficas Dehon La Morera, 23-25 28850 Torrejón de Ardoz Depósito Legal: M. 25.301-1995 ISSN: 1135-4429 Administración y Publicidad Emilio Montes Cuadrado, oar Correo-e: administracion@confer.es Distribución Marisa Sanz Masa Tel.: 915 193 635 - Ext. 113 Correo-e: suscripciones@confer.es


Índice Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La gracia del año de la Vida Consagrada . . . . . . . . . . . . . . El contexto eclesial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una oportunidad para la escucha . . . . . . . . . . . . . . . .

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Objetivos de esta celebración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una escucha atenta del pasado . . . . . . . . . . . . . . . . . . Contemplar con pasión en presente . . . . . . . . . . . . . . Escrutar el futuro: construir la esperanza . . . . . . . . . . .

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Evangelio, Profecía, esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 El lema del Año de la Vida Consagrada . . . . . . . . . . . . 21 Evangelio Un pasado siempre actual: la novedad del Espíritu . . . . . . . . . Una llamada en gratuidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Llamados para estar con Él . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El testimonio de nuestras vidas: los votos . . . . . . . . . . La voluntad del Padre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un solo corazón y una sola alma . . . . . . . . . . . . . . . . . Exigencia de conversión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Iglesia en estado de conversión . . . . . . . . . . . . . . . . El testimonio de vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una actitud de humildad apostólica . . . . . . . . . . . . . . . Conversión en la vida religiosa: la pasión por Jesucristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Vivencia pascual de nuestras vidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Se les abrieron los ojos y lo reconocieron” . . . . . . . . . “Le reconocieron en el partir del pan” . . . . . . . . . . . . . “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las escrituras? “ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Levantándose en aquel momento se volvieron a Jerusalén” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Profecía Un presente apasionado por Jesucristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Carácter profético de la Vida Consagrada . . . . . . . . . . 54

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Rasgos de una Vida Consagrada profética . . . . . . . . . . . . “Escucha” atenta de la Palabra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El profeta un hombre “descentrado” . . . . . . . . . . . . . . . “Novedad” de la palabra profética . . . . . . . . . . . . . . . . Escrutar el futuro: tarea del profeta . . . . . . . . . . . . . . . Necesidad del discernimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Denunciador de injusticias, defensor de los pobres . . El testimonio profético de los votos . . . . . . . . . . . . . . . . La profecía de la vida en fraternidad . . . . . . . . . . . . . .

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Activos en la comunión eclesial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Favorecer la misión: objetivo de las relaciones mutuas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La diversidad en la armonía de la comunión . . . . . . . . La comunión encuentro de relaciones personales . . . “El diálogo” cualidad de la comunión . . . . . . . . . . . . . . La confianza exigencia del diálogo . . . . . . . . . . . . . . . Conocimiento y estima mutua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Participación y corresponsabilidad . . . . . . . . . . . . . . . .

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Índice

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La misión en el corazón de la vida religiosa . . . . . . . . . . . . 91 Integración vocación-misión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 Misión: un compromiso con la Persona de Jesús, el Enviado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Integración de misión y contemplación . . . . . . . . . . . . 95 La abnegación: una ascética de la libertad . . . . . . . . . 98 No podemos sino anunciar a Jesucristo . . . . . . . . . . . 99 Anuncio y vivencia de Jesucristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 Revitalizar la vida y misión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 El anuncio de Jesucristo por las mediaciones . . . . . . . 103 Presencia en el campo de la cultura . . . . . . . . . . . . . . 104 Esperanza Otear el futuro. Construir la esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . .107 Una confianza en Quien no defrauda . . . . . . . . . . . . . 107 Una sana y evangélica preocupación . . . . . . . . . . . . . 110 Un conjunto complejo de causas . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 La pastoral vocacional: un desafío a la vida consagrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112 Mantener una vigilante espera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116 “Algo nuevo está brotando: ¿no lo notáis?” . . . . . . . . . 119 La “novedad” del Espíritu abre a la esperanza . . . . . . 121 Religiosos y laicos en “misión compartida”: Un camino de esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 Un proceso impulsado por el Espíritu . . . . . . . . . . . . . . 125 Sentido de la “misión” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127 Misión, sí, pero “compartida” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 Retos pendientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 Clarificación de conceptos y realidades . . . . . . . . . . . . 133 Índice

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Introducción

La gracia del año de la Vida Consagrada

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l 29 de noviembre 2013, terminaba la 82ª Asamblea General de la Unión de Superiores Generales (USG). Se había pedido para este momento un breve encuentro con el Papa Francisco, pero el Pontífice quiso dedicar al diálogo toda la mañana. Decidió no pronunciar ningún discurso, y a su vez, no escuchar discursos preparados: quiso un diálogo franco y libre, hecho de peguntas y respuestas. Muy en la línea del “estilo Bergoglio”, que ya nos es familiar. Pero no puede pasar desapercibido que era un gesto sin precedentes: un Papa en coloquio abierto, con los religiosos, durante tres horas. Un religioso con sus hermanos religiosos, en un clima de fraternidad y confianza; así comenzó diciendo que él era un religioso y que conoce por experiencia de lo que se habla. Pues bien, en este ambiente, al final de las tres horas, el Papa se lamenta que tiene que irse, “dejando otras preguntas para la próxima vez”, dice sonriendo, pero que antes tiene que hacer un anuncio: el 2015 será un año dedicado a la vida consagrada. Palabras que son recibidas por un gran y largo aplauso de todos los Superiores Generales. Me he detenido en recordar el contexto en que fue anunciada la celebración del Año de la Vida Consagrada, porque no está falto de significado, tanto por el hecho del encuentro en que fue anunciado, como por el formato y el contenido de tal encuentro. Todo


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ello marca una atmósfera en la que hay que insertar la celebración este año de gracia para la Vida Consagrada, en el cincuenta aniversario de la Perfectae Caritatis del Vaticano II.

El contexto eclesial Es una oportunidad en un contexto eclesial de “sorpresas” del Espíritu; una oportunidad para que sea un momento de “gracia”, conscientes de que toda gracia de Dios es siempre “llamada” a ser “escuchada” y respondida, porque “al que mucho se le dio, mucho se le exigirá” (Mt 12,48). Un contexto eclesial que va más allá de los titulares de los medios de comunicación, para adentrarse en la providencia amorosa de Dios. Sí, vivimos tiempos de “sorpresas de Dios” para su Iglesia, signo evidente de la presencia del Espíritu que el Resucitado nos prometió. Y es necesario iniciar la enumeración con la renuncia del Papa Benedicto que junto con la elección del Papa Francisco, son dos hechos que están marcando fuertemente la historia actual de la Iglesia y su presencia evangelizadora en el mundo. En el arranque del nuevo milenio, la Iglesia está viviendo intensamente una fuerte moción del Espíritu que le empuja a ponerse a la escucha atenta de la voz del Señor y a retomar su impulso misionero: “dejar de ser autorreferencial y salir a las periferias” en palabras del Papa Francisco. Se ha abierto un impulso del Espíritu, un Pentecostés que toda la Iglesia debe acoger con generosidad y agradecimiento, abandonando seguridades más humanas que evangélicas, superando prejuicios y miedos, “saliendo” de los propias convicciones e intereses institucionales y personales, abriendo las puertas y ventanas atrancadas por dentro, saliendo a la intemperie, fuera de lo conocido, donde no abundan los elogios y los aplausos. Un Papa que renuncia en un gesto profético de escucha en su conciencia, a la voluntad de Dios, “un acto de santidad, de gran-

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deza y de humildad” en palabras del Papa Francisco1, que concede más importancia al bien de la Iglesia que a su imagen y a su gloria. Un nuevo Papa en quien abundan los gestos y las palabras que nos remiten a la sencillez y a la radicalidad del evangelio, palabras claras que todos entienden, una profecía humilde que llama a la conversión, a vivir en actitud de continua “salida” evangelizadora. Nos basta para esta introducción recordar frases del Papa Francisco referidas a la Iglesia para la que sueña una profunda conversión. Unas palabras que impactan fuertemente a la opinión pública, se hacen eco de ellas los medios de comunicación, no dejan a nadie indiferente y se desbordan, de boca en boca, entre fieles de a pié, sacerdotes y religiosos. He aquí alguna de ellas que nos pueden ayudar para la reflexión sobre el momento eclesial que estamos viviendo: una Iglesia joven y alegre, una Iglesia pobre y para los pobres; una Iglesia que encuentre caminos nuevos; una Iglesia de puertas abiertas y siempre en “salida”; hospital de campaña tras una batalla; Madre y Pastora que acoge y recibe, llena de misericordia, capaz de salir de sí misma…Y nos invita a dejar atrás “una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales” para respirar “el aire puro del Espíritu Santo que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios ¡No nos dejemos robar el evangelio!” (EG 97). El Papa se declara muy consciente de que estamos viviendo un periodo nuevo de la historia, que plantea desafíos y exigencias nuevas. La etapa que estamos viviendo, repite, “no es una época de cambio, sino un cambio de época”. Y éste es un desafío poderoso y una llamada a la Iglesia, que pide vivir con los ojos abiertos en

1 Entrevista a La Civiltà Cattolica, septiembre 2013, Edición Razón y Fe-Mensajero, pág. 16.

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constante atención a Dios, capaz de releer con realismo los acontecimientos y estar atenta a lo que le rodea; en una palabra, una Iglesia en discernimiento evangélico que sabe leer lo que sucede y sabe comprender los signos. El acompañamiento y el discernimiento espiritual, aparecen como las dos actitudes que son necesarias cultivar en este momento eclesial2.

Una oportunidad para la escucha En este contexto, ilusionante y exigente a la vez, hay que situar la celebración del Año de la Vida Consagrada. Estamos siendo, en la Iglesia, “agraciados” con un don y una llamada, una verdadera oportunidad para la escucha. Por eso, necesitamos “resituarnos” en la novedad del Espíritu que empuja a “nacer de nuevo”; a ponernos decididamente a la escucha atenta de ese Espíritu que “sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene, ni a donde va” (Jn 3, 8). Este Espíritu es el que está soplando hoy en su Iglesia, invitándola a vivir la alegría del anuncio del evangelio, y a ofrecer a todo hombre la esperanza del Reino que viene. En esta “escucha” entenderemos qué retos nos desafían en este momento de la historia, qué objetivos debemos priorizar, qué acontecimientos celebrar.

Objetivos de esta celebración El Papa Francisco en la Carta Apostólica del 21 noviembre 2014 a todos los consagrados anunciaba lo que se espera de este año.

2 Cf. Antonio Spadaro, El sueño del Papa Francisco. El rostro futuro de la Iglesia, Madrid 2013, pp 59-60.

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El primer objetivo es mirar el pasado, incluso con sus dificultades y errores, pero con una memoria agradecida, porque los consagrados son un don para la Iglesia. Se pretende también contemplar con pasión el presente. “La memoria agradecida del pasado nos impulsa, escuchando atentamente lo que el Espíritu dice a la Iglesia de hoy, a poner en práctica de manera cada vez más profunda los aspectos constitutivos de la vida consagrada”. Se pueden dejar las obras, las instituciones, las estructuras, pero la mirada de Dios, su amor, no podemos perderlo. Abrazar el futuro con esperanza quiere ser el tercer objetivo de este año, añade el Papa. Conocemos las dificultades que afronta la vida consagrada en sus diversas formas; precisamente en estas incertidumbres se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo “no tengas miedo, que yo estoy contigo” (Jr 1,18).

Una escucha atenta del pasado En primer lugar, pues, fomentar una “escucha” atenta del pasado para hacer memoria agradecida de tanto bien recibido, del reconocimiento del don gratuito que el Señor ha concedido a su Iglesia en los diversos carismas religiosos. Sería oportuno que cada familia carismática fomente la lectura creyente de su pasado congregacional, sus inicios y su desarrollo histórico para dar gracias a Dios que ha dado a la Iglesia tantos dones, que la embellecen y la preparan para toda obra buena (Cf. Lumen Gentium, 12); sin quedarnos atrapados en las “glorias” de las generaciones que nos precedieron, como petrificados en un recuerdo nostálgico que considera siempre mejores los tiempos pasados. El Papa comenta: “no se trata de hacer arqueología o cultivar inútiles nostalgias, sino de recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores Introducción

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que las han impulsado, partiendo de los fundadores y las fundadoras y de las primeras comunidades” (I,1). Pero sabedores también, de que corremos el riesgo de contagiarnos del “presentismo” de la cultura actual con una memoria débil del pasado. Y la vida religiosa tiene su presente y su futuro anclado en las vidas de los que nos han precedido, que vivieron con ilusión y pasión la llamada del Señor a servirle en una situación y en un tiempo concreto. De manera especial, en la memoria de aquellos hombres y mujeres carismáticos a quienes el Espíritu agració con el don de una nueva familia religiosa, para responder a unas necesidades de la Iglesia y de la sociedad de su época. Fueron hombres y mujeres muy encarnados, a los que tenemos que volver, no para hacer lo que ellos en concreto hicieron, pero sí al espíritu y a los valores que desarrollaron, que con frecuencia sintetizan el carisma. “También es una manera de tomar conciencia de cómo se ha vivido el carisma a través de los tiempos, la creatividad que ha desplegado, las dificultades que ha debido afrontar y cómo fueron superadas”. Es el principio para la necesaria y constante renovación de la vida consagrada que el Concilio señaló. Recoger su frescura y sencillez, su pasión por Jesucristo que les hizo audaces en sus respuestas a las necesidades de la sociedad de su tiempo. Incluso con profunda humildad y amor a la Iglesia, fueron también reformadores de esa misma Iglesia con verdadera y probada profecía. A veces sufrieron en y por la Iglesia. Porque “todo carisma auténtico lleva consigo una cierta carga de genuina novedad en la vida espiritual de la Iglesia, así como de peculiar efectividad, que puede resultar tal vez incómoda e incluso crear situaciones difíciles, dado que no siempre es fácil e inmediato el reconocimiento de su proveniencia del Espíritu… es precisamente la cruz la que, sin justificar los motivos inmediatos de incomprensión, resulta sumamente

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útil al momento de discernir la autenticidad de una vocación” (MR 12). A menudo el curso de la historia ha cubierto de mucho “accidental” la esencialidad del Evangelio, que los fundadores vivieron y transmitieron a sus discípulos. Necesitamos purificar costumbres y estructuras; serán aptas para nuestro tiempo, aquellas que más se acerquen a la simplicidad evangélica. Hacer memoria de la santidad, pero también “una ocasión para confesar con humildad, y a la vez con gran confianza en el Dios amor” (Cf. 1 Jn 4,8), que en el pasado ha habido pecado, fragilidad, dificultades, especialmente en un pasado reciente. También de ese pasado debemos hacer memoria. “Todo es instructivo y se convierte a la vez en una llamada a la conversión”. Pero no siempre resulta fácil para la vida religiosa mirar con ojos simples y sin justificaciones esta parte de su historia; y sin embargo, nos haría bien una autocrítica llena de paz, sin búsqueda inquisitorial de culpables, “para vivirlo como una experiencia del amor misericordioso del Señor”. Tal vez encontraríamos, en parte al menos, las causas de algunas de nuestras situaciones actuales y nos enseñaría a ser humildes y a evitar nuevas equivocaciones.

Contemplar con pasión el presente Es una actitud la que se nos invita a cultivar en este itinerario del Año de la Vida Consagrada. Podemos dejar instituciones, presencias apostólicas, decía el Cardenal Braz d’Aviz, pero no podemos dejar de contemplar la mirada de Dios sobre nosotros. Dios nos sigue mirando, amando, y esa mirada es la que nos construye y anima. Por eso, hay que contemplarla apasionadamente, porque solo con pasión, es posible devolver en obras, el amor que el Señor nos tiene. Introducción

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En su carta el Papa nos sugiere que “este año nos interpele sobre la fidelidad a la misión que se nos ha confiado. Nuestros ministerios, nuestras obras, nuestras presencias ¿responden a lo que el Espíritu ha pedido a nuestros fundadores, son adecuados para abordar su finalidad en la sociedad y en la Iglesia de hoy? ¿Hay algo que hemos de cambiar?” (I, 2). Pero ¿cómo se podría definir el momento actual de la vida religiosa? Cuando la contemplamos, ¿qué vemos? ¿Estamos en lo esencial o nos hemos situado fuera del camino? Es un cuerpo demasiado numeroso y diverso, además en movimiento, para poder fotografiar, con alta fidelidad, su conjunto. Con todo respeto a esa diversidad, me acerco a ella. Y aunque la foto esté un poco desdibujada en algunas zonas, la contemplo buscando en sus propias raíces, el Evangelio y sus fundadores, dejando “accidentes” para centrarse en lo “esencial”: la pasión por Jesucristo; atenta a los márgenes de nuestra humanidad: los pobres y los jóvenes; en ocasiones enredada, mirándose a sí misma; a veces caminando entre la niebla, oteando en el amanecer la novedad de una nueva aurora; en gran medida, segura en la esperanza de encontrar; sin que falten minorías al margen de esta búsqueda, sin esperanza, o con una seguridad y esperanza poco realistas. ¿Qué imagen bíblica nos sugiere esta situación? A mí me sugiere el icono del centinela del salmo, que espera contemplar la aurora y está seguro de que de un momento a otro amanecerá (Sal 130,6), una imagen que se complementa con la metáfora evangélica de “los dolores del parto”, necesarios para que nazca una nueva vida (Cf. Jn 16,20-23), y con el bello texto del profeta Isaías que anuncia que esa nueva vida, el Señor ya nos la está ofreciendo: “algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43,19). Se concluye, pues, la necesidad de acoger esta llamada apremiante a “mirar” y a “escuchar”

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atentos, porque la debilidad de la fe puede impedir que nazca la esperanza. También me resulta sugerente, como icono de la situación de la vida religiosa, la figura de Nicodemo en su diálogo con Jesús en el evangelio de Juan. Jesús le propone claramente que es necesario nacer de nuevo, “nacer de lo alto”, “nacer del agua y del Espíritu”. Aunque sea ya mayor, con tanta experiencia, aunque sea maestro, con tantos conocimientos, tiene que hacerse de nuevo niño para ser discípulo; dejar los odres viejos porque hay un vino nuevo; escuchar una nueva llamada, acoger una nueva palabra, un nuevo viento del Espíritu que hoy está soplando en la Iglesia y no podemos encerrarlo en moldes pasados. Sin responder, incrédulos: “¿cómo puede ser eso?”, sino confiados, abrirnos a las sorpresas del Espíritu. Y después de un proceso de conversión, imitar a Nicodemo, que acogió de tal modo la palabra de Jesús, que lo acompañó hasta el momento crucial del discipulado: la humillación y la pobreza radical de la cruz. Desde esta sabiduría de la cruz la vida religiosa entenderá la llamada del Espíritu a “nacer de nuevo”. Es la paradoja evangélica de la misma vida de Jesús: morir para dar vida. Si el grano de trigo no muere no puede dar fruto (Cf Jn 12,24). El Papa Francisco en la homilía de la eucaristía con los cardenales, en la Capilla Sixtina, el día siguiente de su elección decía: “Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos a un Cristo sin la cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos sacerdotes, obispos, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor. Quisiera que todos tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado” (14 marzo 2013). Introducción

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