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50 Años de victorias, resistencia y dignidad Germán Sánchez Otero Cuba y Venezuela: la revolución obligada a avanzar Néstor Francia
Cuba y los derechos humanos Gregorio J. Pérez Almeida Cuba, el impacto de una revolución Carmen Cecilia LarA
La guerra de la oligarquía Latinoamericana contra Cuba José Sant Roz Lorca, el Che y el hombre del nuevo socialismo María Eugenia Bravo
Carta de amor a la Revolución cubana Laura Antillano
Amada trova Luis Laya
El marxista hereje Graham Greene/ Germán Pinto Saavedra
La fotografía de Liborio Noval FOTOS: Archivo Centro Nacional de Fotografia de Venezuela
Dos elegías cubanas Che Comandante Nicolás Guillén
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Dos elegías cubanas ¿Y Fernández? Roberto Fernández Retamar
Tich Raúl valdez vivó
Libro de Héroes Edmundo Aray Efraín Hurtado Víctor Joaquín Ortega Mauro Bello
Tres cartas José martí
LIBERTAD PARA LOS CINCO CUBANOS PRESOS EN ESTADOS UNIDOS
Por la liberación de los 5 Carta al Presidente de Estados Unidos de América Barack Obama
En los campos de refugiados palestinos Luis Britto García
¡No olvidemos a Gaza! Balance y perspectivas de acción Michel Collon / Traducción de Patricia Parga-Vega Discurso ante el parlamento europeo con ocasión del día internacional de la mujer. Estrasburgo 8 de marzo de 2006 Nurit Peled Elhanan
La masacre cotidiana Rodolfo Porras
66 68 69 72 75 79 82 86 88 90 96
La casa negra Wilfredo Machado
El discurso de Obama Freddy J. Melo
nooo es nooo! La brutalidad y la ignorancia cabalgan por las calles de caracas Luis Darío Bernal Pinilla
El pasajero de Truman aterriza en la enmienda Tulio Monsalve
Selección de poemas del libro «Fragmentos para una memoria» José Javier Sánchez Los jardines desaparecidos (Cuarta entrega) Héctor Seijas
Voces de la calle WILLIAM OSUNA
La palabra solidaria se escribe a plena voz Libia guerrero castellón
Fraternos Lectores
Movimientos indígenas latinoamericanos: un desafío Marcelo Colussi
Cómic Iván Lira
Director William Osuna Jefe de Redacción Héctor Seijas
A Plena Voz
Asistente a la Coordinación Editorial Libia Guerrero CNP 10.911 Consejo Editorial Francisco Sesto Novás Benito Irady Gustavo Pereira William Osuna Miguel Márquez Diseño y Diagramación Glenn Díaz www.glenndiaz.com Portada y Dirección de arte Pájaro www.pajaro-art.com Corrección Leya Olmos Colaboraron en este número:
Germán Sánchez Otero, Néstor Francia, Gregorio J. Pérez Almeida, Carmen Cecilia Lara, José Sant Roz, María Eugenia Bravo, Luis Laya, Graham Greene, Germán Pinto Saavedra, Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar, Raúl Valdez Vivó, José Martí, Luis Britto García, Michel Collon, Patricia Parga-Vega, Nurit Peled Elhanan, Rodolfo Porras, Wilfredo Machado, Freddy J. Melo, Luis Darío Bernal Pinilla, Tulio Monsalve, José Javier Sánchez, Héctor Seijas, Libia Guerrero Castellón, William Osuna, Marcelo Colussi, Iván Lira.
Depósito Legal: pp200302CS576 ISSN: 1690-6659
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Fundación Editorial El Perro y la rana. Centro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, Caracas, 1010. Tlfs: 58 0212 5648023/5640106
Revista A Plena Voz
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Revista Cultural de Venezuela
N° 49-50 enero-febrero de 2009
EDITORIAL
Tres mil días: un instante
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n el espacio de Augusto Monterroso, cinco años de A Plena Voz se pueden recorrer en un instante; cinco millones de ejemplares, si es su gusto, y no obedece al lugar de las alcabalas y las estampillas que ordenan la vida, se alcanzarían a leer por lo que resta un cabo de vela. Así es el tiempo del maestro: sin punto de partida ni llegada; poético, confuso, disperso entre el sueño y la vigilia, con un dinosaurio amigo, quién sabe si de felpa o de verdad. A qué viene el magreo literario, no lo sabemos. Como hablamos de cifras, años y lecturas, suponemos que febrero nos lleva por buena calle. Ventura la nuestra. A Plena Voz celebra su quinto aniversario con el nombre de
Cuba en sus páginas. Y unida con El perro y la rana se va de festejo. A Plena cinco años y el perro con su rana tres. Entre los dos una fiesta de papeles y colores que abarcan tres mil días, por ahora y para siempre, junto con el pueblo soberano. En este número especial, la brújula nos lleva hacia Cuba: Cuba es azul caribe, verde y oliva; pero también es amistad, coraje, defensa y solidaridad. En el principio de su gesta gloriosa, Jean Paul Sartre la nombró como un huracán sobre el azúcar. Luego se hizo palabra y acción en las II Declaraciones de La Habana con Fidel, Raúl, el Che y Camilo, victoria en playa Girón. De sol a sol se tornó en jornada y zafra, arte, poesía en sus poetas, canto en el
Beny, nueva trova. En Venezuela se fue a los cerros, barrio adentro. Cuba es una pincelada de pájaros que vuela desde hace tiempo por el mundo. Nunca la vimos como el valle de Josafat: bloqueada, limitada, solitaria en su segunda independencia, supo defenderse, ante las sin razones del imperio; se plantó en la historia para quedarse con la valentía de aquel David bíblico y su onda. Metáfora de Martí, dirán en la casa. Y qué más. Nos agradan las sabias compañías. Consecuente lector, en estas páginas tributamos homenaje a nuestro hermano pueblo, infinito amor en sus primeros 50 años de heroico combate por la vida.
50 Años de victorias, resistencia y dignidad Germán Sánchez Otero
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uba fue la última colonia de España en América Latina en alcanzar la independencia formal (1902). Apenas 57 años después, el 1 de enero de 1959, emprendió un meteórico proceso de cambios que le permitió dar el salto hacia el inicio de un rumbo socialista original. ¿Paradoja o destino histórico? La primera guerra (1868-1878) se sostuvo durante 10 años de cruento bregar. José Martí concibió y organizó la que él llamó «guerra justa y necesaria» (1895-1898), con un propósito histórico descomunal: impedir con la independencia de Cuba que Estados Unidos extendiera su dominio en América Latina y el Caribe e iniciar así las luchas por la segunda y definitiva independencia de esas naciones.
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Aunque Martí murió en combate muy pronto (mayo de 1895), el pueblo en armas logró vencer a la metrópoli, que en 1898 estaba exhausta. Fue entonces cuando el naciente imperialismo norteamericano intervino en la guerra, usurpó las principales riquezas de la isla y le impuso un modelo de dominación neocolonial inédito en el mundo. Las ideas egoístas del capitalismo, el horror al socialismo y el llamado modo de vida americano fueron inculcadas en la población. Pero en el seno de la nación hubo resistencias y surgieron nuevos líderes. La revolución de 1933 (frustrada) mostró el potente sesgo de liberación nacional y social del proceso histórico cubano. El 26 de julio de 1953, Fidel Castro encabezó un movimiento revolucionario
que se propuso hacer realidad el ideario de Martí. Fue el estallido de decoro y lucidez que se requería para iniciar la revolución. En el Moncada surgió la estrategia acertada de combate, el programa de cambios, la dirigencia y el líder excepcional: fue como un motor pequeño muy poderoso, que impulsó al pueblo. Cinco años, cinco meses y cinco días después, el ejército de la dictadura fue derrotado. Fidel y Raúl con sus tropas guerrilleras tomaban Santiago de Cuba, mientras Che y Camilo entraban a La Habana con sus heroicas columnas invasoras. El pueblo, esta vez, inició la revolución, y no se detuvo hasta coronarla. Estos primeros cincuenta años nos entregaron un ramo multicolor de aciertos, emociones y conquistas humanas
proverbiales, junto a las espinas del sacrificio necesario y luminoso. Ninguna revolución en el planeta generó tantos cambios esenciales en el modo de vida de un pueblo, en un tiempo tan breve: menos de 28 meses. Entre el 1 de enero de 1959 y los días 16 y 19 de abril de 1961 –fechas emblemáticas del triunfo insurreccional, de la proclamación del carácter socialista de la revolución, y de la primera derrota militar de Estados Unidos en la región–, ocurrieron mutaciones que iniciaron una nueva etapa de la historia cubana y de todo el continente. Durante 1959, se disuelve el ejército represor y criminal, sustituyéndose por el victorioso ejército rebelde. Fueron erradicadas la malversación de fondos públicos y las prebendas. Una ley rebaja el 50% de los alquileres de viviendas. Y, en mayo de ese año, se dicta la primera Ley de Reforma Agraria, que enfrenta a la revolución con los intereses de la oligarquía apátrida y del gobierno imperialista del Norte y sus grandes empresas, propietarias de las mejores tierras del país. Estados Unidos comenzó una escalada para derrotar a la revolución en un plazo inmediato. Dejó de vender y comprar a Cuba todo tipo de productos. Llevaron a cabo acciones de sabotaje y terrorismo contra instalaciones económicas, organizaron decenas de planes para asesinar a Fidel y otros líderes. Lanzaron el zarpazo armado por playa Girón. Buscaron aislarnos del mundo y lograron que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos rompieran relaciones con Cuba y se sumaran a la agresión. Todo les resultó inútil. A cada golpe del imperio, la revolución respondió con decisiones sagaces, valientes y de profunda reivindicación nacional y social. En aquella encrucijada, nuestro pueblo no tenía otra opción que avanzar para terminar de una vez con el pasado ominoso: ¡el futuro había llegado! Entre agosto y octubre de 1960, el gobierno revolucionario nacionaliza la banca y todas las empresas extranjeras y cubanas, que se habían aunado a la conspiración de la administración gringa. Las mayorías humildes y buena parte de los sectores medios, fueron los protagonistas de esa osadía sin pre-
cedentes en el hemisferio. En apenas 22 meses la muchedumbre insubordinada comprendió porqué Martí calificó al vecino norteño como «el monstruo revuelto y brutal que nos desprecia». El pueblo se armó de fusiles y de ideas. Y se unió en un haz de combativas organizaciones de masas que abarcaron a toda la sociedad civil. Surgió un partido unido, conductor de la revolución, formado por los ciudadanos más destacados y comprometidos. Vinieron jornadas y logros memorables: erradicación del analfabetismo; salud y educación gratuitas y de alta calidad para todos; cese del racismo, la prostitución y la discriminación de la mujer; desaparece el desempleo; organización y planificación de la economía con métodos y principios socialistas; 85% de las familias se convierten en dueñas de sus viviendas; la cultura y el deporte se masifican y alcanzan niveles de excelencia; uno de cada diez científicos latinoamericanos es cubano y desarrollan importantes hallazgos; desaparecen los mendigos y los barrios marginales; el sector agropecuario se moderniza y desarrolla; la industrialización, la infraestructura vial y el transporte público exhiben avances inéditos… Me detengo, porque habría que sumar muchas páginas y cifras a esta lista. También hubo errores y rectificaciones. Se enfrentaron desviaciones sectarias y burocráticas, anhelos idealistas de quemar etapas en la transición socialista e influencias negativas del fracasado «socialismo real» originado en la ex Unión Soviética. Esos y otros desatinos nunca tuvieron un alcance estratégico. Al tomarse conciencia de ellos fueron expuestos a la opinión pública, en especial por Fidel, encarándose sin afectar la unidad de los revolucionarios, con el consenso del pueblo y su decisiva participación. Cuando estábamos en el apogeo de un proceso de rectificación de errores entre 1986 y 1991, que buscaba sacudir las nocivas influencias copiadas del modelo socialista foráneo en crisis, aconteció la desintegración de los países seudosocialistas del Este europeo y de la Unión Soviética. Una interrogante surgió en el mundo: ¿podría Cuba sobrevivir sin ellos?
Comenzó así la peor crisis de la economía cubana en el siglo pasado. El PIB cayó 34% y todo escaseó menos las reservas morales, el ímpetu y la creatividad de nuestra gente. Los ideales patrios y el sentido histórico bolivariano y martiano de la revolución, se convirtieron en fuentes motivadoras de la resistencia y la unión nacional a cualquier precio: la llama del socialismo y de la liberación no podía extinguirse en el planeta. Estados Unidos pensó que había llegado el momento del jaque mate a Cuba. Llevó a extremos insospechados el bloqueo económico y el cerco diplomático, las agresiones de su propaganda mentirosa, y el apoyo a grupúsculos mercenarios internos. Las irreductibles posiciones de Cuba despertaron más admiración y solidaridad en el orbe. Nuestro pueblo, de raigal vocación internacionalista, recibió el aliento universal a sus luchas. Venezuela, como siempre, se puso al frente y en 1998, con el triunfo del presidente Hugo Chávez y el despegue de la Revolución bolivariana, recibimos un formidable estímulo para seguir en el combate. El camino por el que optó Cuba ante la crisis de los noventa fue una ruta inédita. Adoptó la estrategia de preservar el socialismo con un sesgo aún más cubano, introduciéndole reformas y cambios diversos, sin apresuramientos, en orden y acordes con las nuevas realidades del mundo en las cuales debíamos reinsertarnos. Nadie quedó desamparado, y desde 1994 el país inició una fase de recuperación económica y social, muy difícil pero sostenida. La expectativa de vida ya alcanza 77,5 años y la mortalidad infantil es menor a los seis por mil nacidos vivos. Nuestro pueblo tiene muchas razones para sentirse feliz en este 50 aniversario y seguro en su esperanza sobre el futuro. No es Cuba la que está aislada y derrotada, sino la política inhumana y anacrónica de Estados Unidos. Hoy es más luminosa la nación digna, culta, rebelde, libre, educada, sana, justa e independiente, que nuestra gente ha logrado tejer con los hilos de acero y amor aportados por sus hijos más fieros y tiernos. Y entre ellos resplandece Fidel, síntesis insuperable de las virtudes de todas las generaciones de la patria. A Plena Voz 7
Cuba y Venezuela: la revolución obligada a avanzar
Néstor Francia
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a revolución cubana es, sin duda, el hecho político más significativo en Latinoamérica durante el siglo XX, sobre todo por la gran influencia que tuvo en el desarrollo de muchos acontecimientos posteriores y su impronta marcada en los movimientos revolucionarios del resto del continente. El ejemplo de dignidad y resistencia dado por el pueblo cubano al enfrentar con firmeza y paciencia el ataque permanente del imperialismo norteamericano, incluido el criminal bloqueo, marca un hito en la historia de las luchas liberadoras de todos los pueblos del mundo. Por otra parte, la revolución liderada por Fidel ha hecho justicia a los cubanos en muchos aspectos: salud, educación, cultura, todo en medio de grandes dificultades, sacrificios y aprendizajes. La historia valorará sin ninguna duda la revolución cubana como un paso gigante en el camino de la transformación social del planeta y la liberación de la humanidad. A pesar de todas estas verdades innegables, también hay que señalar, junto al propio Fidel y otros líderes de la revolución, que se han cometido errores de tipo diverso, que con el tiempo han aflorado a la luz de sus consecuencias y que ameritan revisiones y rectificaciones. Estos errores y las posibles correcciones son observados y analizados desde distintos puntos de vista dentro del campo revolucionario. Para nada vale aquí perder tiempo y espacio con las mentiras y manipulaciones del imperio y sus lacayos de toda laya, duchos en la calumnia y el irrespeto hacia Fidel, la revolución y el pueblo cubano. No nos detendremos en esas mezquindades y visiones interesadas y canallescas. Hablemos entre nosotros, los revolucionarios. El mismo Fidel ha sido muy crítico con la revolución, de la cual se
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considera, según sus propias palabras, el primer opositor. En su famoso discurso de 2006 en la Universidad de La Habana, Fidel afirmó: «Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades». En esa notable disertación, el comandante pidió a los estudiantes reflexionar sobre asuntos tan importantes como el siguiente: «¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos». Muchos han sido los temas que, en el mencionado sentido, han abordado Fidel y la dirigencia revolucionaria, pero aquí sólo tocaremos un par de ellos, que pueden servirnos para el aprendizaje de los revolucionarios venezolanos, que estamos cometiendo nuestros propios errores, lo cual es natural porque constituimos, en comparación con la cubana, una revolución en pañales. Se refiere el líder cubano, por ejemplo, a la inmensa responsabilidad de los dirigentes y a las consecuencias que pueden tener sus fallos. Por eso el cuadro dirigente no se puede dejarse ganar por el aburguesamiento, ni concebir su liderazgo como un privilegio sino como una acuciante responsabilidad: «Es tremendo el poder que tiene un dirigente cuando goza de la confianza de las masas, cuando confían en su capacidad. Son terribles las consecuencias de un error de los que más autoridad tienen, y eso ha pasado más de una vez en los procesos revolucionarios». Y parte del problema que observamos en algunos dirigentes venezolanos, por ejemplo entre los que han ejercido cargos de elección popular, es lo que se refiere a los métodos y estilos de gobierno, muchas veces reproductores de los esquemas del pasado y por lo tanto verdaderas rémoras que frenan el desarrollo de las estructuras revolucionarias. Citemos de nuevo a Fidel en el referido discurso: «Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos. No quiero hablar de eso, no quiero teorizar; pero tengo infinidad de ejemplos de que no se dio pie con bola en muchas cosas que se hicieron».
Uno de los grandes errores cometidos en el desarrollo de la revolución cubana fue que se cercenó el debate de ideas y situaciones. Todo era aprobado sin ningún trámite y a menudo se concebían las ideas de la dirigencia como órdenes a cumplir sin chistar. Los dirigentes cubanos han emprendido la autocrítica en ese sentido y han llamado al pueblo a soltar la lengua, para poder detectar las fallas y corregirlas. Al poco tiempo de asumir la presidencia de Cuba, Raúl Castro, según informaciones de la prensa cubana, pidió a los cubanos hablar «con valentía» sobre cualquier tema, en reuniones sectoriales convocadas. Raúl afirmó en un programa de televisión: «Se les ha dicho a todos que pueden hablar… De todo lo que quieran hablar, con valentía, con sinceridad». Esos encuentros han tenido un amplio abanico de resultados: desde intensos y acalorados debates, con una visión nacional y abundancia de temas, hasta breves sesiones, reducidas con inercia burocrática a respaldar el texto oficial. El propio Raúl pidió que la consulta se aleje de la conocida práctica de aprobar acuerdos sin mayor debate, para desahogar en privado la discusión de fondo: «Hay quien está durmiendo [en una reunión] y cuando es la hora de votar, despierta y levanta la mano», para más tarde «comentar en los pasillos». ¿Quién entre nosotros, los venezolanos, no conoce esta funesta práctica, que se desarrolla por razones de oportunismo, para «quedar bien» con los jefes o para resguardar cargos y futuras prebendas burocráticas? La lucha por la verdad y por la extensión y profundización de los debates es una necesidad perentoria de la revolución bolivariana. A la luz de la experiencia cubana, podemos evitar que estemos descubriendo estos errores dentro de cuarenta años.
Cuba y los derechos humanos Gregorio J. Pérez Almeida
Nosotros no creemos en Amnistía Internacional… No nos interesan ni preocupan sus opiniones ni sus informes. ¿Quién le ha dado el poder de erigirse en juez universal e incuestionable en materia de derechos humanos? Fidel Castro Ruz I El punto de partida
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pinar acerca del tema de los derechos humanos (ddhh) en Cuba exige que aclaremos una idea y luego respondamos unas preguntas previas. La idea: en una sociedad como la venezolana, cooptada por la americanización desde que el petróleo nos convirtió en una provincia de las empresas estadounidenses y con más fuerza aún desde que Radio Caracas Televisión comenzó sus trasmisiones en blanco y negro promoviendo el individualismo liberal y la economía de mercado como única posibilidad de vida organizada, la opinión que tiene la mayoría de los venezolanos sobre la realidad de los derechos humanos en Cuba se corresponde con el mayor valor que se le asigna a los derechos civiles y políticos, es decir: individuales. Una sociedad
como la venezolana que sólo conoce de «privilegios» y no de derechos, no puede entender, y mucho menos aceptar, que un Estado, como el cubano, priorice los derechos económicos, sociales y culturales. Esta aclaratoria vale también para explicar el rechazo de la clase media y de no pocos «medios bajos» venezolanos al gobierno bolivariano. Las preguntas previas develan los fundamentos ideológicos de la «doctrina» de los derechos humanos, ellas son: ¿Quiénes evalúan la realidad de los ddhh en Cuba? ¿Cuáles son los criterios o normas y las ponderaciones o valores de la evaluación? y ¿Qué ideas sustentan esos criterios y ponderaciones? Comencemos por la tercera: ¿Qué ideas sustentan esos criterios y ponderaciones? Después del cristianismo, los ddhh constituyen la ideología más eficaz que un imperio haya podido crear para asegurar su hegemonía política y cultural. Igual que el romano con el cristianismo el imperio estadounidense se apoyó en las necesidades y aspiraciones de las mayorías pobres y explotadas (con el «agravante» moderno de la destrucción masiva del período de guerras que va desde 1919 hasta 1945) para estructurar desde ellas un modelo de convivencia civilizada y una oferta de liberación a futuro que exigía
la sumisión a sus principios, leyes y normas (guisadas con la blanquitud, pero este es un tema que requiere un desarrollo aparte) no sólo de los súbditos individuales sino también y con mayor rigurosidad de los Estados nacionales. Perry Anderson ha sintetizado las ideas centrales de la hegemonía mundial estadounidense consolidada definitivamente luego de la implosión del bloque soviético, ellas son: 1. Autoafirmación del capitalismo como el único modo de organizar la vida moderna; 2. Anulación de la soberanía nacional en nombre de los derechos humanos, con la implementación de un marco político universal que se concretiza en el humanismo militar (imperialismo humanitario, lo llama Jean Bricmont) y, 3. Un Estado-potencia que organiza y hace cumplir y ejecutar las dos anteriores. La segunda: ¿Cuáles son los criterios o normas y las ponderaciones o valores de la evaluación? Los criterios utilizados para evaluar el desempeño de Cuba en ddhh son ahistóricos, porque obvian por completo el proceso social, económico, político y cultural por el que ese país llegó a ser lo que es hoy. Recordemos que al igual que el ensayo socialistas en la URSS, Cuba ha sido sometida por los EE.UU. a un permanente acoso –bloqueo econóA Plena Voz 9
mico incluido– y es seguro que los «halcones» del Pentágono saben muy bien que «cuando los seres humanos se ven atacados tienden no sólo a defenderse sino que lo hacen de forma excesiva e irracional; por ejemplo retrayéndose y aislándose del mundo exterior, lo que a menudo sólo sirve para incrementar los peligros de los que pretenden protegerse» (Bricmont). Sin embargo, Cuba se evalúa como si nada de esto hubiese sucedido y se le acusa de ser una dictadura comunista sin libertades democráticas. No se toma en consideración que ha sido sometida bajo enorme presión a la disyuntiva de elegir entre un sistema político monopartidista y de mercado controlado que asegura salud pública y gratuita y un sistema político-económico pluripartidista y liberal que no hubiese desterrado nunca el «capitalismo salvaje» de la isla. Sobre este dilema entre derechos individuales y derechos colectivos, Bricmont se pregunta: ¿Son un cierto número de prisioneros políticos y un cierto grado de censura y represión algo peor que miles de niños muriendo por falta de atención sanitaria? ¿Qué escogerían los dos mil o tres mil millones de personas que sobreviven con uno o dos dólares por día? Esta ahistoricidad de los criterios está generalizada para todos los países del Sur y es consecuencia necesaria del origen de la ideología de los ddhh, a saber: los países del Norte que resultaron vencedores en la Segunda Guerra Mundial, con los Estados Unidos a la cabeza. Al respecto Bricmont se hace una pregunta generadora de problemas: ¿Cuál fue el impacto del colonialismo tanto en el desarrollo de Occidente como en el subdesarrollo de las sociedades no europeas? La respuesta ya la sabemos: nuestro subdesarrollo fue –y es– necesario para su desarrollo, porque nosotros le proveímos –y aún lo hacemos– de las materias primas y la mano de obra necesarias para alcanzar su «calidad de vida», en una relación desigual, de opresión, de extorsión e ingerencia y violando discrecionalmente los principios, leyes y normas que ellos mismos establecieron dizque para lograr la convivencia civilizada. Además, sostiene este autor, los países hoy «desarrollados» que hoy gozan de un ambiente interno de res-
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peto a los ddhh, disfrutaron a su debido tiempo de otros factores que hoy no tienen disponibles los países del Sur, como fueron la emigración de su excedencia poblacional hacia zonas despobladas del mundo, la construcción de Estados nacionales poderosos y estables y los flujos de riquezas minerales y dinero «extranjeros» hacia sus arcas. En términos más crudos: Sin la esclavitud, el colonialismo, el saqueo de materias primas y de patrimonios culturales, el trabajo infantil, las guerras invasoras, etc., etc., que consolidaron lo que hoy se conoce como «desarrollo» en los países capitalistas centrales, ¿éstos hubiesen llegado a la conclusión de que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos? De manera que exigir a los países del Sur un nivel de respetabilidad de los ddhh semejante al que han logrado los países centrales es, por lo menos, una cínica e hipócrita reclamación. La primera (extendida al resto de los países del Sur): ¿Quiénes evalúan la realidad de los ddhh en Cuba? Los mismos países del Norte desde varias instancias: 1º) El Departamento de Estado de EE.UU., 2º) La comisión «X» o «Y» del Europarlamento, 3º) En el caso de América Latina: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la corte respectiva (dominada por los Estados Unidos y sus acólitos), 4º) Las ONG surgidas «espontáneamente» del seno de sus «sociedades civiles» y, 5º) Indirectamente, las instituciones que financian las ONG que actúan en los propios países del Sur (por lo general religiosas y filantrópicas dizque sin fines de lucro ni políticos). Lo hacen indirectamente porque las ONG deben presentar sus informes a esas instituciones para renovar cada cierto tiempo su financiamiento y cabe preguntarse: ¿Qué pasaría si una ONG entrega un informe afirmando que en su país no se violan los ddhh? En el caso específico de Cuba, las ONG internas de ddhh luchan obstinadamente por los derechos civiles y políticos y no pueden ocultar que el origen de su financiamiento es el Pentágono a través de algunas de sus oficinas o instituciones «prodesarrollo de la democracia» como la Nacional Endowment Democracy (NED), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), o algún fantasma
menos conocido. Los casos de Amnistía Internacional y de Human Rights Watch, son emblemáticos del metabolismo ideológico que mantiene vivo al imperialismo estadounidense, porque son instituciones parecidas al dios Jano: con los ojos de una cara miran las injusticias y las denuncian, mientras le guiñan un ojo de la otra cara al Pentágono… Por ello nuestro epígrafe.
Cuba, el impacto de una revolución
Carmen Cecilia Lara
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uando José Martí dijo que la independencia de Cuba se convertiría en un obstáculo para que Estados Unidos avanzara en su afán de dominio por toda América Latina, no se equivocó. «Es deber mío evitar, mediante la independencia de Cuba, que los Estados Unidos se extiendan por la Indias Occidentales y caigan con mayor fuerza sobre otras tierras de América. Todo lo que he hecho hasta ahora y todo lo que haga de ahora en adelante tiene esta finalidad. Conozco al monstruo, porque he vivido en su cubil, y mi única arma es la honda de David [...] Yo soy bueno y, como bueno, moriré de cara al sol». Y así fue. Cayó
en el campo de batalla como él lo quiso y, a cien años de su nacimiento, un movimiento de jóvenes revolucionarios liderados por Fidel haría sonar la campanada contra el Imperio y continuarían, junto al pueblo cubano, la obra del apóstol hasta hoy. Si algo podemos decir los latinoamericanos de varias generaciones, es que esta nueva raza que nuestro Libertador Simón Bolívar dijera que somos fue impactada desde el mismo siglo XIX por Cuba. La estrella solitaria de su bandera nos regaló la luz de su insigne apóstol, José Martí, sintetizada en su poesía, en sus ensayos, en sus proclamas, en la dirección de la más aguerrida lucha que
tuviera pueblo alguno a finales de aquel siglo contra el colonialismo. En su amor a la clase obrera cubana, en cuyo seno se hizo costumbre leer su obra. Acontecimientos que anunciaban el comienzo de una nueva época, como el asalto al cuartel Moncada y la lucha del Movimiento 26 de Julio en la sierra Maestra, comenzaron a despertar el antiimperialismo como una corriente política con posibilidades de triunfo en todo el continente, que se concretó con la victoria de la Revolución cubana a menos de 90 millas de territorio de Estados Unidos. Cuba de nuevo comenzaría a inspirar al mundo. Ya Martí proclamaría que ella se convertiría en punto de A Plena Voz 11
equilibrio. Y la revolución anunciaría a esta parte del globo que las grandes masas, los pueblos, sí eran sujetos históricos luego de que los bolcheviques lo demostraran al otro lado del mapamundi. Cuba nos dijo que el socialismo era posible en occidente a través de la Campaña de Alfabetización que, iniciada en la década de los sesenta, asombró por su profundidad, heroísmo, amplitud y organización. Sólo hace falta visitar el museo que lleva su nombre para hinchar el corazón de esperanza por el género humano. También a través de las microbrigadas de trabajadores, quienes en horarios de oficina irían a construir las viviendas propias y de sus compañeros. Y por supuesto, a través de la reforma agraria y la nacionalización de la banca y las grandes propiedades agroindustriales. La Revolución cubana, mediante sus manifestaciones culturales, también nos enseñaría la fuerza de ese nuevo modelo económico y social. ¿Quién de la generación de los setenta y ochenta no tatareó o se supo de memoria las canciones de Silvio y Pablo, de Virulo o Sara González? Recuerdo cuando una chilena me contó cómo bajo la dictadura de Pinochet el regalo más preciado para un chileno era una casete de estos cantautores cubanos, y cómo así, de mano en mano, fueron los más escuchados en esa tierra originaria mapuche. Ni hablar del impacto de la música cubana en todos sus géneros en América Latina. Sería interminable y mucho se ha escrito sobre ello en todo el orbe. Igualmente, ¿quién no recuerda al nuevo cine cubano, el cual impresionó por su audacia, frescura, autoctonía y capacidad crítica? Emblemáticas obras como Lucía, Memorias del subdesarrollo, La nueva escuela, Muerte de un burócrata, entre otras, levantaron todo un movimiento de admiración y estudio de esta interesante manifestación artística. Inmensas colas se hicieron en Caracas para ver estos festivales de cine en la década de los setenta, a donde acudían tirios y troyanos. Dibujos animados como los Vampiros en La Habana y Elpidio Valdés más adelante marcarían la pauta para el rescate de este género en América Latina y formarían generaciones de cubanos a través de sus propias referencias históricas y estéticas.
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En esta década Cuba conmovió a millares de jóvenes de todo el mundo cuando fue por primera vez sede del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Allí se hizo un tribunal antiimperialista, donde se efectuaron alegatos sobre las atrocidades cometidas por el gobierno de Estados Unidos contra todos los pueblos de la tierra, entre ellas el salvaje sabotaje del avión de Cubana de Aviación, el cual estalló con 73 esgrimitas cubanos a bordo llenos de medallas de oro. En los ochenta Cuba avanza a la velocidad de sus mejores atletas En la década de los ochenta la revolución comenzó a acelerar su desarrollo económico, cultural, educativo, deportivo y científico. Maravilló a la comunidad internacional, a todos los pueblos del planeta por sus adelantos y, sobre todo, por su generosidad. Sólo en esa década había 22.000 estudiantes extranjeros en Cuba becados por la revolución provenientes de países tan recónditos y de los cuales poco se mencionan en los medios de comunicación, como Lesoto, Islas Seychelles, Madagascar, Cabo Verde, República Árabe Saharaui Democrática, todas las islas anglo y francófonas del Caribe, entre otros. Estudiantes palestinos, salvadoreños, nicaragüenses, quienes luchaban en sus tierras natales por su liberación, encontraban cobijo en esta isla para formarse profesionalmente. Y qué decir de los angoleños, etíopes y sudafricanos. Ellos también, pueblos en lucha, tenían en Cuba un lugar donde estudiar y capacitar a sus cuadros científicos y técnicos. Recuerdo el impacto que me causó poder convivir con tan diferentes culturas y cómo además nos beneficiábamos de la gratuidad del sistema de salud cubano. De eso pudo dar testimonio un compañero angoleño, quien además de llevarse el título de periodista, fue capaz de soltar sus muletas gracias al estiramiento de una de sus dos piernas con las novedosas técnicas creadas por el eminente cirujano-ortopédico cubano Rodrigo Álvarez Cambras. Quien suscribe también se benefició de los adelantos de la medicina cubana con la operación de la miopía cuando era la punta de diamante des-
cubierta por los soviéticos la tecnología de vanguardia. Son innumerables las anécdotas que dan fe de la grandeza de esa revolución que nos pertenece a todos, en campos tan disímiles como el deportivo o el militar. El pueblo sudafricano jamás olvidará la contribución de los soldados cubanos en Angola en la lucha contra el apartheid, cuando derrotaron la invasión de Sudáfrica a ese país africano, tierra de Agostinho Neto, figura legendaria quien fundara el Movimiento Popular por la Liberación de Angola y fuera presidente de ese país. En la agricultura Cuba también se destacaría. En aquella época era usual escuchar hablar del oro amarillo cubano. Extensas hectáreas de tierra eran sembradas de cítricos (limones, naranjas, mandarinas, toronjas) en la Isla de la Juventud, las cuales eran fuentes de divisas a pesar del inmoral bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos. Las manos de miles de estudiantes cubanos y extranjeros pertenecientes a decenas de escuelas en el campo producían este valioso fruto, luego de sus clases, siguiendo la enseñanza martiana de unir el estudio con el trabajo. También era común oír hablar del nuevo cruce del ganado cubano, bautizado como Mambi, en honor a los luchadores cubanos de finales de siglo XIX contra España. A aquel encaste se le erigió una estatua por haber permitido batir el récord de ordeño en toda la historia de la ganadería cubana. Ya por aquella década Cuba brillaba por sus avances científicos. En más de 300 centros de investigación se gestaban en silencio, para las agencias monopólicas de noticias, el descubrimiento de vacunas de todo tipo que ese país hoy puede presentar ante el mundo con orgullo. También sus logros médicos en el área de la rehabilitación y la ortopedia que han hecho tan famosa la medicina cubana en todo el planeta y que han beneficiado a muchísimos venezolanos, que antes no hubieran jamás tenido tal oportunidad, a través del Convenio Cuba-Venezuela. Caída del campo socialista, Cuba doblemente heroica Lo que menos imaginó la revolución, aunque Fidel lo anunció, era que
el campo socialista y la misma Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas desaparecerían. Con inmenso realismo Cuba lo enfrentó durante diez años sin combustible y sin pienso para el ganado. Bloqueada doblemente, por un lado por el Gobierno de Estados Unidos y por el otro por la desaparición de su mercado natural, habilitó todas las formas inimaginables de respuesta para poder garantizar al pueblo cubano la alimentación, educación, salud, cultura y seguridad en un período de tiempo que denominó especial. Sembraría en algunos metros cuadrados en todas las ciudades de la isla, donde se encontraban alguna tierra baldía, alimentos básicos de la dieta cubana. Desarrollaría la práctica de montar bicicletas, incluso para personas mayores. Aprenderían a comer de la manera más creativa posible que un chef envidiaría para poder sobrevivir. Pero por sobre todo, aguantarían. Como lo hace un pueblo con sus hijos
cuando hay que echar pa’lante. Rebajarían diez kilos, pero jamás dejaron de estudiar, de curarse, de entretenerse, de hacer cultura, con la dignidad de saberse portadores de un destino histórico. Recuerdo que en 1993 los visité en pleno período especial, y cuando veía a mis amigos y amigas tan flaquitos me sentía sin moral para pedirles que resistieran por nosotros, pero lo hice. Algo nuevo se asomaba, y no fue en vano. Ya Chávez había dirigido la rebelión militar y los cubanos comenzaban a conocer el pensamiento nacionalista de este hombre que vendría por todos los fueros en 1999 para hacer historia en América Latina. Ya en el 2009 es tanta la tela cortada que nosotros mismos no somos capaces de abarcarla, ni de ver la obra que se está construyendo en toda su magnitud. En la década de los noventa, el mundo entero fue testigo del rescate de Elián de las entrañas del monstruo ante el asombro de la opinión pública inter-
nacional por la perseverancia, aplomo y al mismo tiempo coraje de ese pueblo y su gobierno. Ahora ese mismo pueblo lucha, con el mismo tesón, desde hace diez años por la liberación de los cinco héroes cubanos, quienes están presos en las cárceles de Estados Unidos por denunciar el terrorismo, con la misma moral con la cual lucharon el Che y Fidel. Si José Martí decía que para hablar de Bolívar «se necesitaba tener por tribuna el Chimborazo, entre relámpagos y truenos, con un manojo de pueblos libres en la mano y a los pies, descabezada, la tiranía», para hablar de Cuba luego de estos cincuenta años sólo se puede lograr bajando la cabeza en gesto de agradecimiento por las millones de semillas de amor, valentía, fe y pasión sembradas por ellos en estos cincuenta años en toda la geografía planetaria. Gracias, Cuba, por todos tus mártires, por tu alegría, tu humildad, tu confianza, tu ejemplo, por tu inmensa grandeza.
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La guerra de la oligarquía Latinoamericana contra Cuba José Sant Roz
La paz, la libertad y el comercio son inseparables. Harry Truman
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mediados de 1960, Rómulo Betancourt asume el papel (encomendado por el Departamento de Estado) de jefe supremo para América Latina contra la Revolución cubana, por lo que procede a dar órdenes expresas a su canciller Marcos Falcón Briceño para que se expulse a Cuba de la OEA. El ex canciller Ignacio Arcaya sabía quién había votado contra esta resolución. Por instrucciones de su partido Unión Republicana Democrática (URD), fue inmediatamente despedido por Betancourt. Por esta acción se va a resquebrajar el Pacto de Nueva York. El 28 de junio de 1960 había sido aprobada la Declaración de San José, la cual era un acuerdo previo para la expulsión definitiva de Cuba de la OEA. En ella se condenaba «la intervención extranjera». Qué sarcasmo: ¡Estados Unidos llevando la voz cantante en este asunto de supuesto intervencionismo de Cuba en otras naciones! Una vez que Cuba se retira de esta reunión, la resolución fue aprobada por unanimidad. El secretario de Estado, Christian A. Herter, manifestó en esa oportunidad que
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los Estados Unidos tenían la esperanza de que los miembros de la familia interamericana demostraran su unidad para resolver sus diferencias y reafirmar su alianza en términos inequívocos. El político y escritor Simón Sáez Mérida nos refiere que para entonces Betancourt se encontraba en el máximo círculo de confiabilidad del Gobierno norteamericano. Arthur Schlensiger, en su gira continental de exploraciones y complicidades políticas, mientras encontró vacilaciones en Arturo Frondizi (Argentina), en Lleras Camargo (¡quién lo puede imaginar!) (Colombia), en Paz Estensoro (Bolivia), en Jorge Alessandri Rodríguez (Chile), en Haya de La Torre (Perú) y oposición en João Goulart (Brasil); sin embargo, en Betancourt encontró coherencia, agresividad, liderazgo e iniciativa en la política contra Cuba, así como de franca identificación con el Gobierno norteamericano. Le planteaba Betancourt por todo el cañón al Departamento de Estado que si la OEA emprendía en primer lugar una acción contra «Chapita», el dictador Rafael Leonidas Trujillo, sería más fácil des-
pués unir a las repúblicas contra Castro. Y esto le venía como anillo al dedo a la política imperialista, recordando Kennedy que la posición de Harry Truman en 1946 era establecer un ejército interamericano con un generalato estadounidense. Los movimientos de un golpe internacional contra Cuba tuvieron, a finales de 1960, una candente y acelerada agitación. El 20 de noviembre, el presidente Kennedy se reúne con el nuevo director de la CIA, John A. McCone, para informarle que está en ejecución un nuevo programa de acción contra Cuba a cargo del general Lansdale y bajo la dirección directa del fiscal general. El 21, el Gobierno cubano contraataca y envía una nota al presidente del Consejo de la OEA para que se convoque una sesión extraordinaria y se discuta una operación militar por parte de Estados Unidos que va a poner en peligro la soberanía de la República Dominicana. La Casa Blanca se enfurece y el día 22, por intermedio de su embajador ante la OEA, DeLesseps Morrison, niega tales acusaciones. Replica Washington
que el Gobierno cubano es el verdadero peligro para la seguridad del Caribe por el «servilismo al bloque comunista que permite que sea utilizado como instrumento para la subversión y la agitación a través del Hemisferio». El 30 de noviembre, Kennedy hace oficial la Operación Mangosta. Se nombra al general Maxwell Taylor, presidente del grupo, aunque Robert Kennedy queda como el vínculo informal entre éste y el presidente. El 4 de diciembre, el Consejo de la OEA aprueba la moción anticubana propuesta por el títere de Colombia, en la que se demanda convocar una reunión consultiva de cancilleres de la OEA, para considerar una supuesta «amenaza extracontinental». Cuba y México votan en contra y se abstienen cinco países. Venezuela guarda especioso silencio, porque bajo cuerda es quien mueve todos los hilos de la conjura internacional en contra Revolución cubana. Morrison, al apoyar la convocatoria, declara que su Gobierno «[...] ha mantenido desde el primer momento que la amenaza a la que se enfrentan hoy las repúblicas americanas es con toda claridad una cuestión que debe ser considerada apropiadamente de acuerdo con el Tratado de Río». El mismo día Morrison somete a consideración de la Comisión Interamericana de Paz de la OEA un documento titulado El régimen de Castro en Cuba, en el que advierte: «Cuba representa bajo el régimen de Castro, como punta de lanza del imperialismo chino-soviético, una seria amenaza para la seguridad colectiva de las repúblicas americanas». El 7 de diciembre de 1960, el general Lansdale propone operaciones de hostigamiento contra Cuba, en el marco de la Operación Mangosta, pero que se trabaje con exiliados, especialmente con profesionales que se hubieran opuesto a Batista y que se sintieran desilusionados con Castro. El objetivo es que «el pueblo mismo derrocará al régimen [...] en vez de que Estados Unidos dirija los esfuerzos desde el exterior». El 9, Colombia rompe relaciones diplomáticas con Cuba. El 14 desaparecen dos pilotos de la CIA, involucrados en la Operación Mangosta, durante una misión encubierta sobre el territorio cubano. El 18, Cuba rechaza una solicitud de
la Comisión Interamericana de Paz de la OEA para realizar una investigación en su territorio en relación con acusaciones formuladas por Perú relativas a que el Gobierno cubano está enfrascado en actividades subversivas hacia otras repúblicas latinoamericanas y de violación de los derechos humanos. El 20, se recrudecen los intentos por aislar a Cuba, y para los actos de terrorismo contra la isla se designa a William K. Harvey como responsable de la Fuerza de Tarea W, la unidad de la CIA para la Operación Mangosta. Esta unidad está formada por unos 400 gringos en su estación de Miami; además, cerca de 2.000 cubanos, una flota privada de lanchas rápidas y un presupuesto anual de unos 50 millones de dólares. La Fuerza W va a dirigir actividades contra los barcos cubanos y la aviación fuera de la isla (así como buques extranjeros que comercian con Cuba) se encargará de la contaminación de los embarques azucareros cubanos, el soborno a las entidades comerciales que le venden a Cuba y otras acciones terroristas. El 2 de enero de 1961, Fidel Castro comunicó al Gobierno de Estados Unidos que debía limitar a once personas su personal de la embajada en La Habana, lo que puso en alerta máxima a Rómulo Betancourt para preparar medidas solidarias con Washington. La decisión de Castro era un desafío que preludiaba una confrontación espantosa; una gran ofensa para el imperio, y los amigos del imperio tenían que comenzar a manifestarse. Un día después, el presidente Eisenhower se reúne con los principales miembros de su gabinete en la Casa Blanca y del Grupo Especial, y se toma la decisión de romper las relaciones con Cuba. Eso fue un mensaje muy claro para el resto de los países latinoamericanos, sobre todo para Betancourt, que debía llevar junto con Colombia la voz cantante en el Hemisferio. A los pocos días Betancourt reafirma su condición de paladín de la lucha anticomunista en América Latina, de manera más contundente que Somoza, que Chapita o Duvalier. Sobre la marcha, en combinación con el jefe colombiano, solicita una sesión extraordinaria del Consejo de la OEA, en la que se examine una convocatoria de Cancille-
res «[...] para considerar las amenazas a la paz y a la independencia política de los Estados americanos que puedan surgir de la intervención de potencias extracontinentales encaminadas a quebrantar la solidaridad americana». Se dieron así toda una serie de movimientos que conduce al 11 de noviembre de 1961. Rómulo Betancourt rompe relaciones con Cuba, alegando que en la isla no cesan los fusilamientos, cuando realmente su razón principal era la orden emanada de Washington. La derrota en Playa Girón fue también un golpe mortal para la política del Gobierno venezolano. Entonces Betancourt, reforzando su posición pro-norteamericana, se comunica con el presidente Kennedy para que realice una visita oficial a Venezuela. En octubre de 1962, Betancourt ya estaba en plena acción de guerra contra Cuba, cumpliendo al pie de la letra lo que decidiera el Comando Sur, con sede en Panamá. Se realizaba el bloqueo contra la isla, y naves de Estados Unidos, Argentina y Venezuela participaban en la operación denominada «Task Force 137». Se estaba viviendo la etapa más terrible de la crisis de los misiles. El martes 23 de octubre de 1962 todo estaba listo para el bloqueo: «Desarmar, no hundir». La OTAN, la ONU y la OEA se habían mostrado decididamente por la cuarentena. El miércoles 24 de octubre, por la mañana, la cuarentena entra oficialmente en vigor. Los buques y los submarinos americanos se encuentran listos para la acción. También están preparados las fuerzas aéreas y todo el Ejército en estado de máxima alerta. Los 15 miembros del Excom permanecen trabajando las 24 horas del día. Cuenta Edwin Lieuwen, investigador y gran amigo de Betancourt, que fue por una proposición de Dean Rusk, secretario de Estado norteamericano, como se planteó una reunión de emergencia del Consejo de la OEA, para que, mediante la fuerza, se garantizara el bloqueo a Cuba. Y añade: «Nueve naciones latinoamericanas adoptaron actitudes de cooperación: Argentina ofreció dos destructores; Honduras y Perú ofrecieron tropas; Costa Rica (Francisco José Orlich), Nicaragua (Anastasio Somoza), Panamá (Roberto Chiari), República Dominicana (Rafael Filiberto A Plena Voz 15
Bonelly), Guatemala (Miguel Idígoras Fuentes) y Venezuela (Rómulo Betancourt), ofrecieron el uso temporal de sus bases». Todos los amigos de Betancourt estaban ahora decididamente de acuerdo con invadir y pulverizar a Cuba, incluso aquellos que lo estuvieron considerando mucho como Paz Estensoro y Haya de La Torre. Instigados por la acción determinante de Betancourt, pedían a gritos que se instrumentalizara una liquidación rápida, echando mano del TIAR, por agresión al Hemisferio. Pero ninguno como Betancourt ponía tanto empeño en el trabajo de ingeniería armando una fórmula perfecta para salir de Cuba: propuso la estrategia de utilizar la OEA. Primordialmente para justificar el golpe de gracia, solicitó una acción contra Rafael Leonidas Trujillo que demostrara que no se querían gobiernos dictatoriales, «lo que haría más fácil y convincente luego unir a las Repúblicas contra Castro». Sostiene Sáez Mérida que cuando Kennedy comenzó su período en 1961, le tocó en cierto modo continuar los proyectos contra Cuba que había dejado Eisenhower. Betancourt tenía que aportar recomendaciones al norte que no fueran a llevarlo a un enfrentamiento como el ocurrido contra Arbenz en Guatemala. Sáez Mérida aseguraba que desde la época en que Castro se encontraba en la Sierra Maestra, Betancourt estuvo de lleno planificando su derrota (por la forma como este grupo guerrillero se expresaba sobre el imperio yanqui), y que sus vínculos eran con Prío Socarrás y los llamados «auténticos». Schlesinger, quien en esos momentos se abocaba a buscar consejos y asesorías entre los más importantes mandatarios de la región, fue en Betancourt en quien encontró resueltas y más acabadas formas para implementar la estrangulación política de la isla revolucionaria. Realmente toda esta armazón de un nuevo tipo de dominio sobre el Hemisferio latía en la cabeza de Betancourt desde los tiempos en que él y Frances Grant, Luis Muñoz Marín y José Figueres tenían largas reuniones en La Habana, Puerto Rico, Washington y Nueva York. Para Sáez Mérida, Betancourt era un subalterno arrogante del imperio norteamericano que se
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anticipaba siempre a presentar como suyas las tesis y estrategias a las que ya se les notaba algún éxito cada vez que era aplastado algún movimiento popular en el continente: «Aparentaba hablar de de tú a tú, de quien a quien, se creía un par y no un vasallo, fingía patriotismo y orgullo, simulaba disgusto, teatralizaba, hacía desplantes, mentía con frecuencia, pero sabía mentir, lo hacía con altivez y cuando hacía falta, con insolencia. Manejaba bien la escena de las apariencias, desde la dureza de carácter, el valor, la autosuficiencia y hasta el mesianismo… Enmascaraba las políticas y agresiones norteamericanas con la mampara de la OEA y la tesis de la «intervención colectiva». Todo lo que se hiciera bajo esa cobertura tenía legitimidad». A partir de 1960, EE.UU. decidió darle una nueva orientación a la función de las Fuerzas Armadas en el continente. Nadie se tragaba el cuento que seríamos víctimas de una invasión desde el exterior, y que entonces nos uniríamos y formaríamos una gran defensa continental. En 1961 se decide concentrar la ayuda militar en el asunto de la seguridad interna y la protección de los gobiernos, con lo que el TIAR no servía para nada. Edwin Lieuwen sostiene: «El nuevo programa contrarrevolucionario para América Latina fue lanzado en 1962 mediante la ampliación de las Fuerzas Especiales del Ejército de los EE.UU., que ya habían demostrado su eficacia en el sudeste de Asia. El Comando Norteamericano del Caribe, con cuarteles en la zona del Canal (Panamá), comenzó a subrayar la importancia estratégica de la táctica contrarrevolucionaria, y se seleccionaron oficiales latinoamericanos para adiestrarlos en la técnica de la lucha contra las guerrillas en la Escuela de Fuerzas Especiales de Fort Braga, Carolina del Norte, y en la Escuela de Guerra en la Jungla, de Fort Gulick, en la zona del Canal. Además, los equipos especializados en la lucha contra las guerrillas impartieron instrucciones a los ejércitos de toda América Latina». En una nota de la AP, emitida en Río de Janeiro el 19 de agosto de 1968, se revelaba parte de las acciones contra Cuba, en las que Venezuela se veía envuelta. La firmaba el corresponsal norteamericano Claude E. Erbsen, quien ha-
cía un balance de las jornadas realizadas en octubre de 1962 contra la isla. Dice el despacho: «A pesar de que ya en 1962 se conocía la existencia de esta flota, las operaciones de ésta se mantuvieron en secreto. Recién ahora fue dada a conocer la historia de sus actividades por la Armada de los Estados Unidos». Esta flota estaba conformada por naves de EE.UU., Argentina y Venezuela, y comisionada para controlar los extremos del Caribe, desde Venezuela hasta Puerto Rico. La participación de Venezuela y Argentina relevó a las fuerzas estadounidenses de la necesidad de cubrir las entradas sur del Caribe y proporcionó un apoyo multinacional a la decisión norteamericana para poner a Cuba en cuarentena. No había duda de que ésta fue una decisión tomada exclusivamente por Betancourt y su alto mando militar, sin consultar siquiera a su gabinete. Estos acuerdos venían cocinándose desde el momento mismo en que Fidel estuvo en Caracas y dijo que Venezuela, por su geografía, por las montañas que poseía, presentaba mejores condiciones que Cuba para sostener una batalla guerrillera contra las injusticias. Para el plan de una invasión a Cuba se buscaron muchos aliados en América Latina, sobre todo en el Caribe y en Centroamérica. Entre los más decididos en colaborar con recursos, hombres y armas se encontraban Nicaragua, Santo Domingo, Honduras, El Salvador, Colombia y Venezuela. Se desparramaron por el continente batallones de cubanos batisteros que comenzaron a tener reuniones con altos funcionarios de los gobiernos de estos países. Estos cubanos ya tenían importantes enclaves en el mundo mediático de América Latina, y en Venezuela trabajaban codo a codo con la Cadena Capriles y con el Canal 4, Televisa (fundado en 1953), que en 1960, había sido adquirido por Diego Cisneros (batistero del alma y padre de Gustavo Cisneros). En realidad, el bloqueo contra Cuba había sido impuesto por EE.UU. el 3 de febrero de 1962, mediante la Proclama 3.447, y decididamente solidario con esta acción estuvo el gobierno de Betancourt. Después, EE.UU. basó la legalidad de la cuarentena declarada sobre la isla, en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.
Lorca, el Che y el hombre del nuevo socialismo María Eugenia Bravo.
«
El camino es largo y lleno de dificultades; a veces, por extraviar la ruta hay que retroceder, otras por demasiada prisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta sólo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo» Che Guevara. El socialismo en Cuba (1965)
En una video-conferencia sobre Joan Manuel Serrat llevada a cabo en el Zulia por Eddy Reyes, joven escritor y estudiante de Ciencias Políticas, una persona del público dijo la siguiente aberración: «Federico García Lorca no murió por culpa del franquismo sino por sus ideales políticos, el general Francisco Franco fue elegido por el Rey para cumplir una misión, no era un dictador…a Serrat le dieron un veto en los medios televisivos españoles, pero no le impidieron circular en el país a causa de su nacionalismo.» ¿Qué gobernante es ese que le impide la libertad a un artista y cen-
sura la expresión musical de una región, asentada sobre las letras de un autor que tiene plena conciencia de lo popular?¿Acaso quien sigue los principios absolutistas de un rey y obedece a sus propios beneficios, al abuso de autoridad de un poder que oprime los derechos de las mayorías: se puede considerar un gobernante democrático? Las monarquías obran de manera excluyente como lo hace el burócrata, el funcionario de estado sirve al sistema que representa, y este es el análisis fundamental de la tesis de Ernesto Che Guevara en dos ensayos: El hombre del A Plena Voz 17
nuevo socialismo (1960) y El socialismo en Cuba (1965) cuya vigencia crítica es imprescindible para entender la realidad política de nuestros países. El fusilamiento de un argentino que desea la liberación de América de los invasores extranjeros y de un español cuyo «retablo de maravillas» sirve de alimento espiritual al pueblo, ¿constituye un acto patriótico? ¿No resulta un hecho de suprema cobardía la emboscada del que combate por un ideal porque se le teme en su valentía, sea en Bolivia ó en Viznar, a través de los sicarios de La C.I.A ó de Franco? La muerte tanto de Lorca como del Che inducen a la siguiente reflexión: Los huesos de un hombre fusilado quedan dispersos en la tierra como el corazón de un alma que ama demasiado. Con gran sentido filosófico, de justicia e igualdad, con profunda conciencia de la necesidad de eliminar los sectarismos y exclusiones como práctica de los regímenes totalitarios; tanto el revolucionario argentino como el poeta andaluz son hombres que se proponen armar la columna vertebral, la utopía de un nuevo socialismo. Alberto Bayo luchó a favor de la España republicana, contra las tropas franquistas y se convierte en un factor importante en la victoria de la revolución cubana cuando ésta sólo contaba con «12 hombres con barba y 7 fusiles,» de tal forma que la causa de la Guerra Civil Española(entre cuyas víctimas se encuentra García Lorca) sirve de inspiración para la futura gesta revoluciona-
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ria en los países latinoamericanos; este ideal no es exclusivo de la contemporaneidad, recordemos que Simón Bolívar y Miranda son precursores del antiimperialismo y de cualquier tipo de independencia a favor de la libertad de los pueblos. La conspiración benéfica liderada por Fidel Castro el 6 de diciembre de 1956, contra el dictador Fulgencio Batista tuvo su primer escollo por esta fecha, de manera análoga a lo ocurrido en Venezuela, el 4 de febrero de 1992; el actual presidente: Hugo Chávez lejos de debilitarse, fortalece su perspectiva socialista, debido a que en ella subyace un proyecto de país cuyos antecedentes inmediatos están descritos en los ensayos de Mariátegui y en la praxis socialista guerrillera del Che. El fracaso actual de las FARC en Colombia radica en su falta de ideales y en la carencia de una planificación de país; si estos guerrilleros hubiesen obrado para ayudar al campesino y al pueblo colombiano, encontrarían en ellos aliados infalibles, pero en lugar de construir ciudades, sentar las bases de una reforma agraria, abrir hospitales y dispensarios en las montañas donde operan-es el ejemplo de Ernesto Che Guevara en la sierra cubana-, se dedican a masacrar a la población colombiana y a secuestrar dirigentes, sin exponer objetivos nobles y mucho menos asentados en la organicidad del «proyecto civilizatorio» que caracterizaba los principios éticos de estos dos grandes héroes del pensamiento del continente.
En cuanto al Socialismo Bolivariano, tal vez existan alentadoras visiones que indican una ruta similar en la praxis de país que lidera Hugo Chávez y en su necesidad de extender un proyecto de socialismo latinoamericano- antiimperialista a todas las naciones. Sin embargo, existen fallas, ya que inevitablemente el sistema se encuentra todavía adherido al capitalismo y en efecto, pervive un ventajismo con respecto a sectores minoritarios que no pueden acceder a los privilegios de quienes detentan el poder; también se muestra como peligrosa la rectoría del estado en los asuntos públicos porque no deja independencia total al pueblo (ideal comunista), es de suponer que hacia allá vamos, pero todavía no es un hecho. Una de las explicaciones más lúcidas que explican las razones de la decisión que tuvo el Che de abandonar su cargo de Ministro de Industrias en la Cuba revolucionaria, radica en una anécdota que Guevara cuenta en la biografía compendiada por su padre, Ernesto Guevara Lynch(1): Un soldado de la tropa le dice que él desea tener un arma más potente contra el enemigo y Guevara lo increpa: «cuando logres estar en la primera línea del regimiento sin armas, te la daré»….estando en el hospital después de la batalla, un hombre herido y ensangrentado le dice al Che: «Comandante ya logré cruzar la línea» y él le dijo: «allí tienes tu mejor arma, tu valentía»… y el soldado expiró….
Carta de amor a la Revolución cubana Mis vínculos con la Revolución cubana están en íntima relación con la presencia de mi padre. Él recibía regularmente por correo la revista Casa de las Américas y el periódico El Caimán Barbudo; a través de esas dos publicaciones más las ediciones de los premios de la Casa y algunas veces hasta el Gramma, los premios David, la revista Cuba Internacional, nos daban una información regular de lo que ocurría en el área de la cultura en esa pequeña isla del Caribe, donde se ha dado tantas muestras de coraje y gallardía. Por muchos años, los de mi adolescencia y juventud, leí con entusiasmo aquello que mi padre celebraba y de lo que hablaba con vehemencia. Paralelamente nos llegaba el cine cubano, el gran cine cubano (vi en el cine Urdaneta de Maracaibo ese maravilloso filme, Lucía, del recientemente fallecido Humberto Solá, y recuerdo que llevé a mi madre, y entre la emoción de mis compañeros universitarios ella también estuvo allí, con la misma curiosidad y asombro nuestro). ¿Y la Nueva Trova? ¿Cuántos nos enamoramos a partir de las canciones de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés, de Vicente Feliú, nos reímos con las de Virulo, vivimos nuestras historias sentimentales a través de sus acordes y sus voces, como parte de nuestro día a día? Conocer la obra de José Martí, conocer su significado como héroe paradigmático, dado tanto a la poesía como a la lucha revolucionaria, fue también un regalo de la Revolución Cubana. La figura de Martí con su belleza significativa, su asertividad, su pasión por ideales que le llevaron a perder la vida, siempre me ha conmovido al punto de convertirle en personaje de mi novela Solitaria solidaria, manteniendo bien cuidado el hecho de su ubicación histórica en la Venezuela de finales del siglo XIX, con detalles, espacios, amigos en su mayoría apuntados en la historia, a los cuales yo agregué los de mi ficción, entre ellos a Leonora, la protagonista, a través de quien viví el enamoramiento absoluto (tal y como me lo apuntaba el amigo Edmundo Aray, en un foro sobre José Martí, que disfrutamos juntos hace unos años en Mérida, en el marco de las actividades de las cátedras dedicadas al poeta). He sido jurado del Premio Casa de las Américas en área de libros para niños y jóvenes, en dos oportunidades (1977 y 2000), lo que me llevó a una información cercana, cercanísima, de la lucha del día a día del pueblo cubano contra el bloqueo y sus consecuencias, y a la vez, con los logros del día a día, en la búsqueda de constitución de una nación donde las necesidades básicas: alimentación, educación, vivienda, estuvieran resueltas para el total de su población. Mi memoria está llena de infinidad de detalles y circunstancias que me hacen «quitarme el sombrero» ante un país que ha luchado con valentía y esmero, sin perder su alegría, su sentido del humor, su esencia. Además, demostrando su solidaridad día a día con los pueblos del mundo, sobre todo con África y buena parte de este continente americano, (de hecho, nuestros «Barrio Adentro» han traído a médicos y médicas cubanos y
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cubanas de muchas localidades de la isla, a llevar a cabo una labor en Venezuela tan importante y tan de todos nosotros que ya hasta tenemos una telenovela cuyo protagonista es un médico cubano: «Roberto, médico de Barrio Adentro», en Tves). Habiendo vivido en Chile, vi con admiración cómo Cuba brindó apoyo al exilio chileno a raíz del feroz golpe de Augusto Pinochet. Muchos cubanos que construían sus propias viviendas las cedieron a los chilenos que llegaban en estado de indefensión a la isla. Me sigue asombrando día a día la formación de los cubanos en áreas científicas y humanísticas, su lucha por ser mejores, su paciencia, los niveles de competencia que han alcanzado en un país que ha vivido los azotes más feroces del imperialismo; además, un país que ha tenido el azúcar como su bien agrícola de intercambio económico, haciendo de la zafra una tarea de todos, en función de sostener un nivel de vida para toda la población. La generación de Reyna María Rodríguez, Senel Paz, Marilyn Bobes, Jorge Yglesias, Reinaldo Montero, Alex Fleites, López Sacha y tantos otros actuantes de la escritura cubana, mi generación, fueron mis compañeros de juventud en la literatura y en la vida, hoy cuando nos encontramos se me hace indudable la referencia sentimental e intelectual presente. Por lo demás, veo emerger a una generación de escritores de hoy, como Norge Espinosa, Enrique Pérez Díaz, Félix Julio Alfonso López, Claudia Felipe, que tienen mucho que decir en la profundidad de sus lenguajes y estilos. Cuba hoy está obligada a nuevos retos, de ello tienen conciencia sus intelectuales viejos y nuevos, sobre ello se habló en el VII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), cuya reunión y sus resultados se difundió ampliamente, como el contundente discurso de Eusebio Leal («Yo creo que tenemos que ayudar desde la UNEAC a construir la nación de hoy. Todos estamos esperanzados. ¿Por qué? Porque el país, efectivamente, asume que lo que hasta ayer no fue conveniente o prudente, hoy es necesario. Cada día las noticias que nos llegan son alentadoras, y no es como dicen nuestros mortales enemigos, un tema cosmético. Se están tocando cosas tan profundas como aquellas que en 1959 –y aún antes– mi generación vio como la más alta aspiración») o Alfredo Guevara («Jamás podrá construirse con solidez a partir de dogmas, empecinamiento, desconocimiento de la realidad real o ignorando alertadores de la experiencia y de los ciudadanos»). La Revolución cubana, en su solidez y firmeza ha sido capaz de generar discusiones internas desde la participación, «todo dentro de la revolución, nada fuera de ella», y eso es importante, la capacidad de elaborar una conciencia crítica y escuchar a sus intelectuales. Y termino esta «carta de amor a la Revolución cubana», con palabras de Eusebio Leal: «Algún día se escribirá la historia de lo que han sido estos diez años. ¡Qué bueno es que podamos tener teléfono, es legal!, pero hubo un momento en que no podíamos siquiera comunicarnos. ¡Qué bueno que se cumpla! –como decía la canción de los comunistas fundadores– «que sea tuya la tierra que trabajas, como es tuyo tu amargo sudor». Para que en Cuba haya todo lo que se necesita, y, entonces, se derrumbarán como comadrejas los especuladores que nos esquilman».
Laura Antillano 20 A Plena Voz
Amada trova Luis Laya
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i algo ha caracterizado desde sus inicios a la Revolución cubana ha sido el alumbramiento de movimientos estéticos determinados que han acompañado su evolución desde una perspectiva orgánica, comprometida y querida. Y dentro de estas tendencias, una de las más representativas ha sido sin duda la de la Nueva Trova o de la Nueva Canción, dada a conocer también como «canción urgente» o «canción de protesta» en toda Latinoamérica a comienzos de los años setenta. Previo a los años sesenta en Cuba, así como en Venezuela y otros lugares, ya existía la denominada «canción», un género cuyos rasgos específicos han variado en los distintos países del área, compartiendo por otro lado ciertos atributos comunes. Existió también con mucho vigor, desde comienzos del siglo XX, el bolero, muy extendido y vigente todavía hoy en varias naciones, así como, particularmente en Cuba, una variante de la «canción» que se conoció en la isla como feeling, la cual incluyó elementos de diversas raíces. En su nacimiento, la Nueva Trova bebió de todo aquello. Pero no es asunto de este escrito ponerse a analizar cuestiones musicales o de farándula. Cuando se conmemoran 50 años de la
entrada de los barbudos a La Habana por varios accesos de la capital cubana y en medio de la aclamación popular, el asunto que nos atañe es otro. Cómo se convirtió un mero movimiento musical popular en representante de las luchas revolucionarias. ¿O es que acaso fueron dos hechos simultáneos e independientes? La Nueva Trova nace al calor de las necesidades expresivas del momento histórico. Nunca un movimiento musical moderno fue tan pertinente ni tan oportuno para expresar, ya no las necesidades de un productor artístico o mercantil, sino el sentimiento de un pueblo en ebullición renovadora, con ansias libertarias y en camino hacia la emancipación integral. Los cantautores de la Nueva Trova ya no fueron sólo figuras del canto, sino compositores, gente conciente de la necesidad de igualar canción con poesía. Se dieron cuenta pronto de que la canción era un instrumento poderoso para afianzar ideas, pero que podían hacerlo vertiendo esa reflexión en un recipiente hermoso, que aliviara necesidades artísticas de expansión. Ha sido sin duda una manifestación destacada del desarrollo del espíritu humano en toda la historia conocida. Una eclosión similar al nacimiento de una libélula.
Pero repetimos, no surgió de forma aislada. No se puede ver a la Nueva Trova, y esto es interesante, como un experimento bastardo o un hallazgo de laboratorio. Sus exponentes dejaron licuar en el resultado del nuevo intento todas las experiencias y recursos que se habían fijado en sus subconscientes como cubanos y latinoamericanos. Y aunque la perspectiva fue deliberadamente distinta y renovadora, no hubo en esa concepción el maquiavélico influjo de personajes ajenos al propio hecho musical y social. Eso es lo que hace única a la Nueva Trova. No existió una gerencia de radio presta a imponer un número, o un genial productor contratado para colocar la pincelada perfecta que daría el hit; no estuvo tampoco el chicloso presentador de televisión para dotar de brillo adicional al cantante de ocasión. Sólo existió una gran masa movilizándose, de la cual cada artista fue su expresador, si se me permite el término. Es sintomático que, sin contar con un aparataje mercantil de promoción que le respaldara, el movimiento fuera capaz de dar a conocer sus canciones dentro y fuera de Cuba. Aun sin que estuvieran a la venta los discos en las tiendas, la gente de varios países conocía los temas y los hicieron suyos, los cantaban y aprendían con sus guitarras. A Plena Voz 21
Entonces, si hay muchas cosas que celebrar respecto a este glorioso aniversario revolucionario, una bastante importante es el constante e invencible acompañamiento de este movimiento estético y político. Años han pasado –y siguen pasando– y la Nueva Trova se ha convertido, además, en un emblema y una carta de presentación de Cuba en todas partes del mundo. Ello no ha eclipsado los estilos populares bailables, como proclamaron algunos posmodernos, con tremendismo y perversión mal disimulada, en los años ochenta y noventa. Al contrario, la salsa, y más la timba, continuaron su desarrollo hasta hoy. Allí están Los Van Van, NG La Banda, Son 14, tantos más. El bolero siguió expresando con nuevos y antiguos vocabularios el drama del despecho; el jazz con raíces afrocubanas se expandió. Pero se ha querido torcer la verdad. La Nueva Trova ha sido un movimiento juvenil que ha permanecido en el tiempo y se ha ido fortaleciendo. Surgió a la par del boom del rock en EE.UU. e Inglaterra, movimiento espontáneo derivado del folklore que, en esos ámbitos, sí fue de inmediato absorbido y enajenado por la industria musical. Dicha industria supo aprovecharse muy hábilmente del utopismo y la alienación juveniles para fundar enormes emporios y contribuir con su cuota a la infamia imperialista. La llamada contracultura influenció a todos los países por medio de la subordinación. Tenía algo de genuina, pero mucho de fatalismo, germen de la inacción. Después de todo, la angustia era un pan común a todos los pueblos. Pero en los países dentro de la esfera de influencia de los EE.UU., su instalación e imitación impidió el surgimiento de movimientos propios que expresaran con firmeza, cadencia y propósito, los problemas autóctonos y la identidad que había en esos países. Hubo resistencia, porque existían cantores, orquestas y cultores para hacer frente al aluvión que venía. Pero sin duda, en Cuba esa resistencia se delineó de una manera más firme que en el resto de los territorios. El camino que mostró desde el inicio la Nueva Trova cubana se identificó con la misma revolución, con un criterio de rebelión imprescindible para toda América del Sur, Central y Caribeña. Se identificó con los proble-
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mas, con el alma de los jóvenes que se hacían preguntas, las cuales los medios de comunicación y el propio sistema no podían responder. En Chile, Argentina, Venezuela y otros países hubo cantores comprometidos con las luchas populares, pero reiteramos, no tuvieron estos países movimientos tan consistentes, y sobre todo permanentes, que acompañaran a dichos cantores a través del tiempo, hasta conseguir la victoria final sobre el imperialismo. La sociedad se alienaba velozmente y, a la par, el espacio para la prédica y las propuestas de estos artistas parecía reducirse y enclavarse en reservas culturales. Habría que revisar por un instante el caso de la venezolana Soledad Bravo, aparente guerrillera de la interpretación durante los años setenta, la cual fue deviniendo caricatura comercial en los ochenta para, ya en los noventa y entrado el año 2000, asumir de plano el rol de camaleón ideológico, entonando «El unicornio azul» para una disociada audiencia escuálida que le otorgó a tal tema insignia vaya usted a saber de qué sentido desvirtuado. Luego del mundial levantamiento de ideas que hubo en los años sesenta, de la pacificación o adormecimiento brutal en los setenta, entraron marchando al escenario el escepticismo –recetado en los ochenta– y un sistemático –o maniático– cambio de bando en los noventa. Así moduló su ineficacia la izquierda venezolana. Y así mismo se comportaron sus representantes estéticos. Aquí, según la visión mediática, todo era Cuarta República, la democracia más perfecta de Latinoamérica, la ruta del Consenso de Washington, con pequeños y dispersos núcleos de resistencia elevando la voz, siempre esquivando la pesada planta de la bota represiva. Un movimiento de «nueva canción», o cualquier otra expresión comprometida, se convertiría en un estorbo en esos años. Esa alternativa fue desechada por una sociedad desmoralizada y vendida a la bisutería mediática. En Cuba, en este medio siglo, la Nueva Trova ha sido faro de lucha y de crítica, siempre apegada al sentido revolucionario. Hay un acompañamiento dentro de filas, el cual se ha perfilado exigente, solidario y en sintonía con la revolución sin ser complaciente. Por su-
puesto que se ha erigido la Nueva Trova también en un libro de historia. Las grandes gestas y minuciosos sucesos de la revolución han sido reflejados en sus letras. Qué cosa más necesaria. «Playa Girón», «El tren blindado» o «Pequeña serenata diurna», de Silvio Rodríguez, son buenos ejemplos. Una revolución requiere que se le afiance, que se le enseñe, que se le recuerde y se le celebre. La Nueva Trova ha cumplido también con esas funciones. No sólo ha expresado un movimiento político y social de dignidad, sino que constantemente lo ha refrescado, lo ha explicado y lo ha patrocinado. Aquí en Venezuela algo equivalente es requerido ya con urgencia. Necesitamos un movimiento que haga como la Nueva Trova, que se escinda de todo lo conocido anteriormente y explique lo que estamos viviendo. Que no lo haga con reggaeton, ni con rock, ni con changa, ni siquiera con joropo, calipso o tambor, sino con algo nuevo, que –si se le antoja– beba de algunas de esas fuentes, pero que se atreva a transformarlas y se muestre sin ambigüedades como algo irrepetible. La Nueva Trova, como la Revolución cubana, está al margen de las modas. Se ha reinventado y renovado en estos 50 años, siempre surgen nuevos exponentes que le aportan lo suyo, pero los viejos se mantienen y, más allá de las polémicas, reciben respeto. La columna vertebral está ahí, visible. Una revolución debe parir nuevas formas; es así. Este movimiento ha sido en todos estos años, además, un vehículo de la integración y la solidaridad, dos arietes de guerra que fueron condenados al olvido por la mentira y la maldad imperialistas, contando en Latinoamérica con la anuencia de los operadores desnacionalizados de siempre. Asimismo, se ha levantado como un muro contra el veneno esparcido –perversa y cansinamente– desde Miami, y contra todas las campañas mediáticas pestilentes impulsadas desde el Norte. Así como la Revolución cubana, la Nueva Trova, su producto más querido, sigue y seguirá vigente, porque su vasto temario señala los grandes desajustes político-sociales que aún no se han resuelto en la región y que siguen siendo alimentados por la voracidad y la mezquindad imperiales.
El marxista hereje Graham Greene/Germán Pinto Saavedra
Buenos amigos de A Plena Voz: Éste es un viejo testimonio (1966), hijo de la pluma del célebre escritor católico Graham Greene, nada sospechoso de actitudes y posturas socialistas o de izquierda, ni siquiera de la peregrina izquierda católica que, con frecuencia, va a parar a donde ha ido a parar buena parte de nuestra izquierda ultra, es decir, a Washington. Acaso sólo sirva para mostrar que se puede ver a un hombre como Fidel o como nuestro Chávez, desde una perspectiva católica, iluminada por el respeto y el amor al prójimo, y no con esa mirada siempre llena de odio con que a entrambos los contemplan los clérigos fascistas que, ominosamente, llevan hoy en Venezuela la vocería oficial de la Iglesia romana. Germán Pinto Saavedra Lo buscan aquí, Lo buscan allá… Esos yanquis lo buscan por todas partes. ¿Está en el cielo o en el infierno…? Nadie, después del alcanfor, tan condenadamente elusivo como Fidel (a quien ningún cubano que no sea su enemigo llama por el nombre de Castro) podrá recibirte, si es ése su deseo, en hora y lugar que él mismo escoja, pero nunca será una cita precisa, digamos a las once y media, un lunes por la mañana, en una oficina, en tal y tal piso en La Habana. Empezando porque él rara vez se encuentra en La Habana. Cuba es un país ahora y no meramente la capital del placer, como lo fuera en tiempos de Batista. El nuevo apartamento preparado para Fidel en el Palacio de la Revolución le resulta poco atractivo, excepto por el gran juguete instalado allí, un mapa de Cuba del tamaño de una mesa de billar con un tablero de control que le permite iluminar los pastizales, las plantaciones de azúcar, café, tabaco. Este paisaje agrícola es su hogar. En cierta ocasión, casi tropezamos con él en la isla Turiguano, la granja estatal en Las Villas rodeada casi toda por pantanos –una isla con ganado de clase, caballos de clase y cerdos de clase–. Habíamos llegado al alojamiento de los peones de vaquería al caer la tarde, con un día de retraso de acuerdo a nuestros planes (a los carros se les desprenden alguA Plena Voz 23
nas piezas después de siete años de duro trabajo) y Fidel había salido esa mañana. A Morón llegamos al mediodía para encontrarnos con que había pasado la noche allí, pero ya se había marchado. En Camagüey no sabían nada de sus movimientos en la dirección del partido, pero el secretario sospechosamente tampoco estaba allí, y Fidel apareció de pronto en Camagüey poco después de nosotros haber salido. Siempre fue delante o detrás de nosotros mientras duró el viaje a Oriente, hacia Santiago y Guantánamo. La segunda noche desde mi llegada a Cuba lo vi mientras tiraba uno de sus maratónicos discursos (cuatro horas sin una nota) al Congreso de organizaciones obreras. Sabiendo yo poco español, me concentraba más en su expresión corporal que en tratar de escuchar su discurso. Podría haber dividido su actuación como una obra en actos: en el primer acto era una grave figura formidable, casi inmóvil en el podio, la palabra conciencia repiqueteando en medio de las frases. Entonces, súbitamente, todo se cambió en comedia y farsa, a medida que imitaba a un cuadro político desavisado: «No sé. No sé». Comenzó a jugar con sus seis micrófonos, tocándolos, cambiándolos de puesto, alineándolos como si fueran flores; conocía exactamente cada uno de ellos: si se inclinaba sobre uno, enfatizaría mejor un murmullo, una risa, una mueca de desaprobación, un remedo gracioso. Los brazos se movían ahora todo el tiempo, mientras él hacía mimos, dramatizaba, arrancaba risas de su audiencia. «No hay pueblo con más sentido del ridículo que éste.» Después de este discurso se desapareció en el campo tan eficazmente como lo había hecho diez años atrás ante las tropas y los aviones de Batista en los bosques de sierra Maestra. Pero sólo hasta cuando diez días más tarde aparecieron noticias y fotografías de sus viajes en el Granma –ese diario cuyo nombre te suena a guardería infantil hasta que recuerdas que Granma se llamaba el barco que trajo de México a Cuba a Fidel y a sus ochenta y tres revolucionarios, de los cuales setenta y uno fueron muertos o capturados en la primera semana– para derrocar la dictadura de Batista. Semejante habilidad para evaporarse es en parte, sin duda, un asunto de seguridad. Un asesino hallaría difícil elegir el sitio preciso en el momento preciso, y en uno de los últimos complots contra su vida, de-
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velado por un doble agente de la CIA, los asesinos urdieron un plan macabro para asegurarse su presencia en un lugar y en una hora determinados. Comenzaron por seguir el carro de Haydée Santamaría camino a casa desde su trabajo en Casa de las Américas, donde ella está a cargo de las relaciones con los partidos comunistas de América Latina. Su muerte, pensaban ellos, los llevaría hasta Fidel. Hay tres heroínas principales de la revolución: Celia Sánchez, que en 1956 preparó la venida de Fidel a sierra Maestra; Vilma Espin, que luchó con Raúl Castro en Oriente y más tarde se casó con él, y Haydée Santamaría. Haydée (su apellido no se usa más que el de Fidel) combatió en el fallido ataque al cuartel Moncada en Santiago en 1953. A su hermano lo mataron allí y le sacaron los ojos; a su novio lo mataron y le arrancaron los testículos y sus cuerpos le fueron enseñados mientras se encontraba ella en prisión. Cuatro años después, ya casada con Armando Hart, luchó en la sierra (yo la conocí en 1957 cuando ella y su esposo permanecían escondidos en una casa segura en Santiago antes de marchar a las montañas). Si los asesinos hubiesen tenido éxito matándola, inevitablemente ella habría sido enterrada en el panteón de los héroes, y su funeral habría sido una cita que, de eso estaban completamente seguros, Fidel no hubiera podido dejar de cumplir. Pero ella advirtió las luces del carro que la seguía y consiguió escapar. De modo, pues, que hay bastante razón para que Fidel no concierte citas a horas fijas y para que sea notoriamente impuntual en sus apariciones públicas (el 29 de agosto el telón se levantó en el Congreso de la CTC con una hora de retraso). Pero sus enemigos vienen sólo del exterior. No tiene por qué temer un ataque impremeditado. La nación es una nación en armas, y ningún tirano conseguiría sobrevivir por mucho tiempo en medio de sus constantes viajes a campo traviesa. Pero el motivo supremo de sus viajes no es tampoco la seguridad personal; él está descubriendo su propio país por vez primera, con un sentimiento de excitación por los más pequeños detalles. En su discurso a los delegados de la central obrera dijo: «Nunca aprendo tanto como cuando hablo con los trabajadores, los estudiantes y los campesinos. He pasado por dos universidades en mi vida: una donde no aprendí nada, otra donde
aprendí todo lo que yo sé». Él es un hombre Chestertoniano que viaja por su país como si se tratase de un país extranjero. Fui más afortunado que muchos durante mi última noche en Cuba, pues un mensajero vino a buscarme temprano mientras cenaba y pude pasar así varias horas con él en las inmediaciones de La Habana. Tan pronto nos sentamos, Fidel empezó a contarme, compulsivamente, como si necesitase de un extranjero para mejor saborear el placer de relatar su historia otra vez, cómo en su última travesía entró ya de noche a un pequeño pueblo y notó que no había luces en las calles –excepto en la casa del partido. En un bar dos hombres jugaban dominó y él se sentó con ellos y se unió al juego. El rumor de su presencia se esparció y reunió alrededor a mucha gente. Le pidieron un discurso (me acordé de que un intelectual me había contado que en 1965, el año malo de la sequía y la incertidumbre política, Fidel no había hablado ni una sola vez entre el 26 de julio, día de la fiesta nacional, y octubre, y cómo el pueblo se había puesto nervioso y había quedado desconcertado por su silencio). A este pueblo, le dijo, él regresaría otra vez a hablarle: lo que ahora quería era hacerle unas preguntas… unos ojos sagaces, llenos de humor socrático me miraron rápidamente… había descubierto por qué no había luces en la calle, qué tan lejos tenía que caminar un hombre para hacer reparar sus zapatos, cuán profundamente dependientes eran aún de otro pueblo situado a quince kilómetros de allí… eran pequeños detalles, probablemente familiares para cualquier habitante del lugar, pero él había gastado la mayor parte de sus años adultos en la guerra, en la prisión o en el exilio. Ahora, a los cuarenta, estaba comenzando a vivir de verdad. Muchas veces yo me había preguntado cómo hacía para vivir con el recuerdo de los heroicos días de sierra Maestra gravitando sobre él, pero quizá los días heroicos para él están apenas comenzando. Habló sobre ese pueblo por más de media hora: si lo interrumpía con una pregunta, él paraba en mitad de la frase, replicando con rapidez y sin vacilación, para luego retomarla exactamente donde la había dejado. Pasaba en un instante del observador jocoso y socarrón al entusiasta. Si yo no hubiese equivocado la cita en la isla Turiguano, si hubiera estado con él en el campo, habría visto lo que él mismo vio. Habría estado pre-
sente en el nacimiento de su idea. Que le había llegado así, de pronto, entre los dominós… Se propuso hacer un experimento en este remoto pueblito. Sus habitantes serían liberados de la dependencia del otro pueblo. Todo lo que necesitaban les sería suministrado libre de todo costo. Sus casas serían gratis (ya en su discurso del 29 de agosto había previsto la abolición universal de los arriendos en 1970), ya tenían allí una escuela primaria, una secundaria sería construida, tendrían su propio generador de electricidad, habría una guardería para los niños y un restaurante comunal gratuito que descargaría a las mujeres de la mayor parte del trabajo doméstico («en mi opinión esto ayudará para que perduren muchos matrimonios»), habrá cine gratis dos veces por semana, un zapatero que arregle gratis los zapatos. El dinero no será abolido, pero la necesidad de dinero prácticamente desaparecerá. El socialismo en un solo país ha sido intentado en otras partes. Esto sería comunismo en un solo pueblo. Sociólogos y psicólogos vigilarían el experimento. ¿Cómo irá a utilizar el pueblo su tiempo libre? ¿La productividad se elevará o decaerá? ¿Y si el experimento no funciona? ¿Si la productividad no se incrementa? «Pues tendremos que pensarlo otra vez». ¿Se permitieron alguna vez los líderes comunistas semejante grado de duda en cualquiera de sus planes? Fidel es un marxista, pero un marxista empírico que interpreta el comunismo al oído y sin partitura. La meditación y la reflexión son más importantes que el dogma y más bien se alegra de que lo llamen hereje. «Nosotros no pertenecemos a ninguna secta, no somos de la masonería internacional, ni hacemos parte de ninguna iglesia. Somos herejes, sí, herejes –muy bien, que nos llamen herejes–». Y más adelante, en el mismo discurso: «Si hubiera un partido marxista-leninista que se supiera de memoria toda la «Dialéctica de la Historia» [sic] y todos los escritos de Marx, Engels y Lenin, y aun así no hiciera nada con eso, ¿estamos los demás obligados a esperar y no hacer la revolución?». Él ve cómo el comunismo en otros países va tornándose conservador y burocrático –la revolución muriéndose sobre el escritorio de una oficina, en el marco de estrechas y bien resguardadas fronteras nacionales– (yo le insinué que Rusia se hallaba ahora más cerca de una revolución burocrá-
tica que de una comunista. Él no había leído el libro de James Burnham, pero dio la orden de comprarlo). A su turno, Fidel escuchó con simpatía, mientras yo abogaba por la posibilidad, no de una mera coexistencia fría, sino de una verdadera cooperación entre el catolicismo y el comunismo. Por ambos lados, la filosofía de Marx conforma un área amplia de desacuerdo, pero este hombre nunca permitirá que una filosofía del siglo XIX se levante entre él y cualquier acción que permita sacar adelante los objetivos económicos del comunismo. Del nuncio papal en Cuba habló en términos de cálida amistad y respeto. Apenas al otro lado del mar se hallan las grandes regiones empobrecidas de Suramérica –pobreza y riqueza en revolucionaria yuxtaposición–, vastas oportunidades para la expansión comunista negada a Rusia en Europa. El catolicismo en Cuba siempre ha sido una religión de la burguesía y por eso mismo sin profundas raíces: la religión del campesino es afrocristiana –Ochún, Changó y Eleguá comparten sus altares como en Haití con un dios cristiano–. Pero en América del Sur, con la posible excepción de Brasil, la Iglesia católica es la religión natural del campesino, y si el comunismo va a ser importado desde Cuba, Fidel no aparecerá en Suramérica como el perseguidor de la Iglesia. Ni es ése su deseo. Los enemigos de la Iglesia en Cuba no son los líderes comunistas: son el cardenal Spellman y el obispo Fulton Sheen, esos supercampeones de la Guerra Fría y de la contrarrevolución, hombres de Iglesia para quienes el papa Juan XXIII pareciera haber vivido en vano. Mientras Rusia deriva hacia el capitalismo de Estado y China hacia alguna variante de su propia cosecha (Granma ha sido inmisericordemente jocoso frente al culto de Mao Tse Tung), Cuba puede muy bien llegar a ser el verdadero campo de pruebas del comunismo. Hay algo del foro ateniense aquí –la isla es lo bastante pequeña para que al pueblo pueda consultársele, informársele, fiarse de él: puede ver a sus líderes todos los días en las calles de sus pueblos y ciudades–. Esos discursos de cuatro horas de Fidel no están hechos de evasiones y trucos de oratoria y grandes palabras abstractas; están llenos de información, aterrizados, llenos de detalles; por ellos nos enteramos de nuestras peores fallas, antes que por cualquier enemigo, porque él confía
en su pueblo –la espantosa situación en Moa, la falta de cloacas en Nueva Gerona–. Sus discursos están más cerca de Cobbett que de Churchill, y en mi opinión tienen más grandeza. La enorme voluntad de educar está allí, como en las nuevas escuelas e institutos técnicos que están transformando el campo. No se detiene Fidel en decisiones ya tomadas: denuncia errores, describe sueños que más tarde demuestran ser equivocaciones: él es el cerebro revolucionario visiblemente en acción, como esos relojes con tapa de vidrio que dejan ver sus ruedas en movimiento. Una chica me dijo con anticipada excitación cuando Fidel empezaba a hablar el 29 de agosto: «Nunca sabemos de qué va a hablar». Difícilmente podríamos decir lo mismo de nuestros políticos. Este hombre, tan Paulino en sus obras y en sus escapadas del sufrimiento y de la muerte, tiene una generosidad tan grande que su corona es la lealtad (de los doce camaradas suyos que alcanzaron a llegar a sierra Maestra, dos han muerto, pero ninguno ha defeccionado). Un joven ministro en ese tiempo a cargo de la agricultura cometió un disparate administrativo que privó a La Habana temporalmente de leche. Fidel le dijo que si se respetaba a sí mismo se iría en exilio voluntario a isla de Pinos. Él se fue allí por seis meses y trabajó en una granja. «¿Qué habría pasado –le pregunté– si usted no hubiera ido?». «Nada –me dijo–, pero me habría sentido fuera de la revolución». «Todos los nervios están tensionados para el futuro y preparados para disfrutar del presente», escribió Sir Walter Scott acerca de una revolución muy diferente. ¿Todos? No, no todos. Dos aviones norteamericanos por día, provenientes de Miami, llegan a Varadero, el centro vacacional en las afueras de La Habana, y están llenos de refugiados, traídos al aeropuerto en buses Leyland. Dos veces por semana, el avión de Iberia, que ha llegado a La Habana casi vacío, parte con todos los asientos llenos tanto en primera clase como en clase turista. Quien quiera que no se halle en edad militar (de lo contrario, jóvenes cubanos podrían ser llamados a filas para el ejército en Vietnam) es libre de salir con su envoltorio o con su maleta. Un visitante simpático como es mi caso vive, naturalmente, en el esplendor de la revolución; estos cubanos que han escogido el exilio deben haber visto las sombras, algunas de ellas quizá imaginarias, algunas bastante reales. A Plena Voz 25
La fotografía de Liborio Noval La Habana 29 de enero de 1934. Comienza a trabajar como investigador de mercado en Publicitaria SIBONEY en 1952. En 1957 pasa al departamento de fotografía de esa agencia y trabaja como fotógrafo hasta febrero de 1960. Luego se incorpora como laboratorista en el periódico «REVOLUCION», pasando posteriormente a fotógrafo. En 1965 pasa al periódico «GRANMA», en el cuál trabaja hasta el 31 de Diciembre del 2002. Ha obtenido 32 premios y menciones en concursos nacionales e internacionales. Es fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ha viajado en función de trabajo a innumerables países, acompañando al Comandante en Jefe Fidel Castro.
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Visita del comandante Fidel al Cuartel San Carlos - 2003 Foto Sandro Oramas
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Fidel Castro con Miguel Otero Silva - 1959 Foto Edmundo Gordo PĂŠrez Propiedad: Archivo A. Oramas
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Che Comandante 1967 (Fragmento)
Nicolás Guillén
No porque hayas caído tu luz es menos alta. Un caballo de fuego sostiene tu estructura guerrillera entre el viento y las nubes de la sierra. No por callado eres silencio. Y no porque te quemen, porque te disimulen bajo tierra, porque te escondan en cementerios, bosques, páramos, van a impedir que te encontremos, Che Comandante, amigo. Con sus dientes de júbilo Norteamérica ríe. Mas de pronto revuélvese en su lecho de dólares. Se le cuaja la risa en una máscara, y tu gran cuerpo de metal sube, se disemina en las guerrillas como tábanos, y tu ancho nombre herido por soldados ilumina la noche americana como una estrella súbita, caída en medio de una orgía. Tú lo sabías, Guevara, pero no lo dijiste por modestia, por no hablar de ti mismo, Che Comandante, amigo.
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Estás en todas partes. En el indio hecho de sueño y cobre. Y en el negro revuelto en espumosa muchedumbre, y en el ser petrolero y salitrero, y en el terrible desamparo de la banana, y en la gran pampa de las pieles, y en el azúcar y en la sal y en los cafetos, tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron, vivo, como no te querían, Che Comandante, amigo. Cuba te sabe de memoria. Rostro de barbas que clarean. Y marfil y aceituna en la piel de santo joven. Firme la voz que ordena sin mandar, que manda compañera, ordena amiga, tierna y dura de jefe camarada. Te vemos cada día ministro, cada día soldado, cada día gente llana y difícil cada día. Y puro como un niño o como un hombre puro, Che Comandante, amigo. Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña. El de la selva, como antes fue el de la Sierra. Semidesnudo el poderoso pecho de fusil y palabra, de ardiente vendaval y lenta rosa. No hay descanso. ¡Salud Guevara! O mejor todavía desde el hondón americano: Espéranos. Partiremos contigo. Queremos morir para vivir como tú has muerto, para vivir como tú vives, Che Comandante, amigo.
¿Y Fernández? Roberto Fernández Retamar
A los otros Karamásov
Ahora entra aquí él, para mi propia sorpresa. Yo fui su hijo preferido, y estoy seguro de que mis hermanos, Que saben que fue así, no tomarán a mal que yo lo afirme. De todas maneras, su preferencia fue por lo menos equitativa. A Manolo, de niño, le dijo señalándome a mí (Me parece ver la mesa de mármol del café Los Castellanos Donde estábamos sentados, y las sillas de madera oscura, Y el bar al fondo, con el gran espejo, y el botellerío Como ahora sólo encuentro de tiempo en tiempo en películas viejas): «Tu hermano saca las mejores notas, pero el más inteligente eres tú». Después, tiempo después, le dijo, siempre señalándome a mí: «Tu hermano escribe las poesías, pero tú eres el poeta». En ambos casos tenía razón, desde luego, Pero qué manera tan rara de preferir. No lo mató el hígado (había bebido tanto: pero fue su hermano Pedro quien enfermó del hígado), Sino el pulmón, donde el cáncer le creció dicen que por haber fumado sin reposo. Y la verdad es que apenas puedo recordarlo sin un cigarro en los dedos que se le volvieron amarillentos, Los largos dedos en la mano que ahora es la mano mía. Incluso en el hospital, moribundo, rogaba que le encendieran un cigarro. Sólo un momento. Sólo por un momento. Y se lo encendíamos. Ya daba igual. Su principal amante tenía nombre de heroína shakesperiana,
Aquel nombre que no se podía pronunciar en mi casa. Pero ahí terminaba (según creo) el parentesco con el Bardo. En cualquier caso, su verdadera mujer (no su esposa, ni desde luego su señora) Fue mi madre. Cuando ella salió de la anestesia, Después de la operación de la que moriría, No era él, sino yo quien estaba a su lado. Pero ella, apenas abrió los ojos, preguntó con la lengua pastosa: «¿Y Fernández?» Ya no recuerdo qué le dije. Fui al teléfono más próximo y lo llamé. Él, que había tenido valor para todo, no lo tuvo para separarse de ella Ni para esperar a que se terminara aquella operación. Estaba en la casa, solo, seguramente dando esos largos paseos de una punta a otra Que yo me conozco bien, porque yo los doy; seguramente Buscando con mano temblorosa algo de beber, registrando A ver si daba con la pequeña pistola de cachas de nácar que mamá le escondió, y de todas maneras Nunca la hubiera usado para eso. Le dije que mamá había salido bien, que había preguntado por él, que viniera. Llegó azorado, rápido y despacio. Todavía era mí padre, pero al mismo tiempo Ya se había ido convirtiendo en mí hijo. Mamá murió poco después, la valiente heroína. Y él comenzó a morirse como el personaje shakesperiano que
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sí fue. Como un raro, un viejo, un conmovedor Romeo de provincia (Pero también Romeo fue un provinciano). Para aquel trueno, toda la vida perdió sentido. Su novia De la casa de huéspedes ya no existía, aquella trigueñita A la que asustaba caminando por el alero cuando el ciclón del 26; La muchacha con la que pasó la luna de miel en un hotelito de Belascoaín, Y ella tembló y lo besó y le dio hijos Sin perder el pudor del primer día; Con la que se les murió el mayor de ellos, «el niño» para siempre, Cuando la huelga de médicos del 34; La que estudió con él las oposiciones, y cuyo cabello negrísimo se cubrió de canas, Pero no el corazón, que se encendía contra las injusticias, Contra Machado, contra Batista; la que saludó la Revolución Con ojos encendidos y puros, y bajó a la tierra Envuelta en la bandera cubana de su escuelita del Cerro, la escuelita pública de hembras Pareja a la de varones en la que su hermano Alfonso era condiscípulo de Rubén Martínez Villena; La que no fumaba ni bebía ni era glamorosa ni parecía una estrella de cine, Porque era una estrella de verdad; La que, mientras lavaba en el lavadero de piedra, Hacía una enorme espuma, y poemas y canciones que improvisaba Llenando a sus hijos de una rara mezcla de admiración y de orgullo, y también de vergüenza, Porque las demás mamas que ellos conocían no eran así (Ellos ignoraban aún que toda madre es como ninguna, que toda madre, Según dijo Martí, debiera llamarse maravilla). Y aquel trueno empezó a apagarse como una vela. Se quedaba sentado en la sala de la casa que se había vuelto enorme. Las jaulas de pájaros estaban vacías. Las matas del patio se fueron secando. Los periódicos y las revistas se amontonaban. Los libros se quedaban sin leer.
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A veces hablaba con nosotros, sus hijos, Y nos contaba algo de sus modestas aventuras, Como sí no fuéramos sus hijos, sino esos amigotes suyos Que ya no existían, y con quienes se reunía a beber, a conspirar, a recitar, En cafés y bares que ya no existían tampoco. En vísperas de su muerte, leí al fin El Conde de Montecristo, junto al mar, Y pensaba que lo leía con los ojos de él, En el comedor del sombrío colegio de curas Donde consumió su infancia de huérfano, sin más alegría Que leer libros como ése, que tanto me comentó. Así quiso ser él fuera del cautiverio: justiciero (más que vengativo) y gallardo. Con algunas riquezas (que no tuvo, porque fue honrado como un rayo de sol, E incluso se hizo famoso porque renunció una vez a un cargo cuando supo que había que robar en él). Con algunos amores (que sí tuvo, afortunadamente, aunque no siempre le resultaran bien al fin). Rebelde, pintoresco y retórico como el conde, o quizá mejor Como un mosquetero. No sé. Vivió la literatura, como vivió las ideas, las palabras, Con una autenticidad que sobrecoge. Y fue valiente, muy valiente, frente a policías y ladrones, Frente a hipócritas y falsarios y asesinos. Casi en las últimas horas, me pidió que le secase el sudor de la cara. Tomé la toalla y lo hice, pero entonces vi Que le estaba secando las lágrimas. El no me dijo nada. Tenía un dolor insoportable y se estaba muriendo. Pero el conde Sólo me pidió, gallardo mosquetero de ochenta o noventa libras, Que por favor le secase el sudor de la cara.
Tich Raúl Valdez Vivó
(Fragmento)
Vietnam ocupa un lugar destacado en la vida y en la obra de Raúl Valdés Vivo. Nacido en 1929, se incorpora muy pronto a la lucha revolucionaria orientada por los comunistas cubanos contra la dictadura de Fulgencio Batista. Surge como periodista, en 1946, en las páginas de la revista Mella, que dirigirá en su etapa clandestina, y colabora en otras publicaciones como La última Hora, siendo perseguido por la dictadura batistiana._ Tras el triunfo de la Revolución, dirige un noticiero nacional de radio y colabora en la TV, fue subdirector del periódico Hoy y trabajos suyos aparecen en Granma, Bohemia, Cuba Socialista, Verde Olivo, Unión, La Gaceta de Cuba, etcétera. En 1965 visitó las zonas liberadas de Vietnam del Sur, como representante del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam, y en 1966 estuvo en Vietnam del Norte y en la zona liberada de Laos. En esa misma fecha aparecen sus 12 pequeños relatos vietnamitas que inician su apasionada y apasionante dedicación a la causa del Vietnam heroico. En 1967 es designado Embajador de Cuba en Cambodia y en 1969 publica Embajada en la selva y antes: Paralelo 17, valioso testimonio escrito con ágil y apasionado estilo periodístico. José Antonio Portuondo
Y
o pensaba que en la selva el animal más peligroso tenía que ser el tigre. Y en efecto, él es particularmente feroz. Pero si posee la ventaja de moverse con relampagueante rapidez felina y dar dentelladas mortales por necesidad -vi varias de sus víctimas en la selva de Nam Bo, en Vietnam del Sur-, sin embargo, tiene un punto débil: le teme al fuego. Basta levantar una tea
encendida o colocarse uno junto a la llamarada de un haz de leñas para provocar su huida. -Mira, huellas de tigre- me dijo una mañana, al alba, aquel hombre flaco en extremo, de mediana estatura y cabeza como bola de billar -ni un pelo en toda su redondez brillosa-, mirada dulce, sotana color azafrán y pies en sandalias. Me lo dijo en vietnamita -lengua que empezaba yo a estudiary luego en francés, por si no le había entendido. -¿Dónde, Tich? -Ven -y mi mano se dejó conducir por una más suave-. ¿Ves ahora? Nunca hubiera podido por mí mismo adivinar que aquellas marcas en la arcilla mojada fueran hechas por las patas del gran rival del resto de los animales salvajes y si dije que sí fue porque prácticamente todo el grupo guerrillero que me acompañaba, con mil gestos, confirmaba el hallazgo. Los más viejos de los combatientes, detrás de sus Al‹, refirieron entonces anécdotas sobre la cacería de tigres para sobrevivir en la selva en los días iniciales de la primera guerra de resistencia, contra los colonialistas franceses, cuando todavía faltaba el suministro de las aldeas cercanas. Y los más jóvenes -uno tenía apenas 13 años---- oían embelesados aquellas historietas salpicadas de exageraciones que los veteranos me revelaban con guiños de sus ojos almendrados. Las dos muchachas que auxiliaban al cocinero, comentaron casi al unísono
--en señal de ensayo previo- que la carne del tigre sabía más a camello que a gato. -Yo lo sé -dijo la más regordeta- porque he comido muchos gatos. -LY tigres? -le preguntó un viejo guerrillero. Ninguno... Tampoco he probado jamás el camello. Ajeno al chiste, preocupado, indagué por qué si rondó un tigre no me atacó mientras dormía, ya que las huellas estaban a menos de diez metros de la casita sin paredes en que vivía, entre los árboles que medían veinte y treinta veces el tamaño de un hombre. Por una sencilla razón -explicó Tich por el mosquitero que cubría la hamaca. Los tigres creen que la blancura del mosquitero es una llamarada. En la selva sudvietnamita de 1965 y en las otras ocasiones en que viví en ella
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---primero como corresponsal de guerra y luego como embajador de Cuba-, el tema de los animales compartía con los referidos combates, el interés de todos. Durante las marchas bajo la lluvia que bendecíamos más mientras más copiosas fueran, porque significaba que no volarían los aviones enemigos teníamos presentes dos peligros: la caída de los árboles, sembrados por nadie tal vez siglos atrás, y que en sus ramas aparecieran tigres o leopardos o, que de golpe, entre las malezas, surgieran búfalos salvajes, jabalíes, osos. El elefante resultaba temible si se encontraba en celo, en especial si era hembra. Sin embargo, se le domestica fácilmente. En una ocasión presencié la pelea de un ratón contra un elefante y aquel ganó. Un vietnamita lo colocó cerca de la oreja del elefante y el ratón atraído por el cerumen de esta penetró más y más, al punto que enloqueció al paquidermo. -En la jungla ---me había dicho Tich-- hay que cuidarse de las serpientes aunque de por sí no son malas, y los budistas las aprecian y toleran. Las suponen seres mansos que se defienden de cuantos no sienten que se arrastran como ellas. Hipersensible, la «dos pasos» no permite dar el tercero. Y más que a las serpientes grandes o medianas, había que combatir las de tamaño mínimo. -Son estas -y diciéndolo el bonzo extrajo sonriente, varias sanguijuelas de mi piel, en el momento de un alto de media hora para tomar té y comer la yuca y el arroz cocido que llevábamos a nuestras espaldas, dentro de alforjas llamadas «intestinos de elefante». Cada sanguijuela -explicó Tich enseriándose-puede robar al día hasta un centímetro cúbico de sangre. El problema es que se adhieren por docenas a todas las partes del cuerpo, hasta las más íntimas, y llega un momento en que uno se acos tumbra a la picada inicial y luego ni cuenta se da de que alberga numerosos de esos anélidos. -¡Son peores que los tigres! -dije a Tich. --Mucho peores... Y no saben ni a camello ni a gato y miró hacia las muchachas que ayudaban al cocinero, ya desternilladas de la risa-. Sin embargo, aquí las utilizamos para lograr evacuaciones de sangre enferma.
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-La sanguijuela es, pues, la reina absoluta de la selva -dije como haciendo un gran descubrimiento-. El enemigo número uno. -No -y la afirmación negadora la hizo el Presidente del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur (FNL), Nguyen Huu Tho--. Ella tiene su lado nocivo, pero cuando una serpiente envenena, hay que aplicar sanguijuelas. Para mí el verdadero rey de reyes aquí, y él peor enemigo, es el mosquito. Como vi morir de malaria (paludismo) a muchos combatientes, sin que la quinina pudiera hacer otra cosa que aliviarles la angustia de la garganta reseca, la fiebre intermitente y altísima dentro de los ojos, la dificultad para respirar, estuve de acuerdo. En la selva, cuando en ella habita la guerra, más valioso que un mosquitero es un amigo. Y Tich lo fue para mí desde nuestro primer encuentro, recién llegado yo a la morada embrujadora verde. Recuerdo que me despertó al traerme a la hamaca una taza de té. -¿Hablas francés? -me dijo en ese idioma-. Yo me llamo Tich y algún día hablaré contigo en cubano. -Será en español -le respondí en francés-. Cubano soy yo pero no tenernos un idioma propio... Empecé a estudiar el vietnamita, quizá en él hablaremos. Durante varias semanas estuvimos juntos y por Tich aprendí de inmediato que en la selva todo tiene su propio encanto, incluso las fieras. Me enseñó a venerar cada árbol, en particular el bambú, que ofrece los materiales para hacer casitas, ropas rústicas, trampas para soldados invasores -mediante púas con veneno de serpientes en sus puntas-, sopas. También Tich intentó enseñarme -sin éxito- a imitar con silbidos el canto de los pájaros. Lo más trascendente que descubrí a través del bonzo fue el gran diapasón de la presencia de religiosos junto a los comunistas. Y pude intimar, tomándolo a él de puente, con sacerdotes de otras sectas de creyentes que compartían con los revolucionarios- materialistas, tanto la guerra en la selva como en las ciudades y poblados en manos del régimen antinacional saigonés. Bajo la dirección
de tales sacerdotes se desarrollaban expresiones de tres movimientos que mantenían el contenido religioso no obstante su actividad insurreccional. El Cao Da¡, en el delta del caudaloso río Mekong, el Hoa Hao, asentado en los límites de Vietnam con Cambodia, y el Binh Xuyen, propio de la región de la capital sureña. Partidarios de estas sectas, desde luego, como del propio budismo y del catolicismo, estaban en las filas enemigas, pero lo nuevo era su fervor revolucionario. Durante mis estancias en las regiones selváticas liberadas carecí de tiempo suficiente para estudiar con amplitud tales religiones y sus vertientes populares y reaccionarias, pero constaté pronto que, a diferencia de las religiones universales búdica y católica, las tres sectas mencionadas tenían un carácter vietnamita y, a lo sumo, indochino. Al concluir una velada artística en un «teatro» cuyo «techo» lo formaban paracaídas capturados a los aviadores norteamericanos derribados, mientras sus «paredes» eran los propios árboles, sostuve una noche un vivaz diálogo con Tich y otros sacerdotes de diferentes creencias. -Mi hermano y señaló Tich para uno vestido de gris y negro y barba rala es del Cao Dai. Habla inglés. -Si -dijo el aludido . Mi religión agrupa a más de un millón de adeptos. Tenemos una catedral, ricamente ornamentada, aquí cerca, en Tay Ninh. -Lo sé -respondí . Y me dijeron al cruzar por la zona en que se halla que era muy bella antes de ser dañada por la aviación de Estados Unidos. -Mi religión no excluye ninguna fe que tenga Estados Unidos. Emplea enseñanzas del budismo -y la mirada de aquel hombre bajito y cincuentón se volvió hacia un Tich de rostro beatífico semisonriente--, del catolicismo y con el índice mostró a un joven cura al que no había identificado como tal pues no llevaba sotana: la trajo, pero se le destrozó ya en la primera marcha por una región virgen de la selva--. Y también cultivamos de China el taoísmo, el confucionismo y los cultos de toda la historia hacia los espíritus: los de los antepasados y los presentes.
LIBRO DE HÉROES
Edmundo Aray, Efraín Hurtado, Víctor Joaquín Ortega, Mauro Bello
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JOSÉ MARTÍ Edmundo Aray
Nuestros destinos serán nuestros. No quedaremos dando vueltas en el aire, ni embutidos en sayones blancos. ¡Echada está la suerte! La decisión de combatir. Luchar hasta vencer. La primavera amiga viene sin miedo al frío. Hemos oído la campana de la suelta en el molino. —Guerreros, el fusil dispara. Por sus cantos se sabe de los pájaros. Por la Revolución el modo de trocar la vida. Ya nadie dirá: ¡fuera ese que habla, que es un socialista! Echada está la suerte. Es la hora de los hornos, y no se ha de ver más que la luz.
JULIO ANTONIO MELLA Víctor Joaquín Ortega
¿Usted conoce a aquel nadador mulato de espaldas anchas? Es Julio Antonio Mella. Juega también basquet y fútbol. Y parece que ha nacido con los remos pegados a las manos. No sé cómo tiene tiempo de estudiar, de escribir, de denunciar a los burgueses, de enseñar a los obreros, de romperse la cabeza en las manifestaciones, de estar siempre en la primera fila de la violencia. Después de los vendajes batea, encesta, corre, rema. Así es Julio Antonio Mella. No en balde ha hecho el equipo con los héroes. Víctor Joaquín Ortega
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ABEL
Edmundo Aray Tomamos, Abel, la misma carta para el amigo muerto y la promesa de vivir los días que faltaron al héroe y cumplirlo. En la pelea ratificamos. Nos dimos cuenta. Podíamos vernos en tus o|os. (Yo no voy a nombrar su color. Ciertamente es nuestro). De seguro que Fidel lo sabía o que Haydée ya se miraba. Joven el más amado, los elegimos para cambiar la isla. La revolución anda suelta por ciudades y montes.
FRANK
Edmundo Aray Columbramos la salida del sol sobre Santiago Dimos vueltas por la ciudad. —No hubo para Frank tiempos difíciles. Tal se dijera. A tu casa nos trajo el mediodía. Geranios de malva en las ventanas. En Santiago fue el pregón. Tú. furtivo pregonero.
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CAMILO CIENFUEGOS Efraín Hurtado
Patria o Muerte era la decisión nacida en los pantanos, en medio de los montes para combatir al yanki explotador. Era un pacto del tamaño de Cuba hecho contra los vaticinios de los perros de presa del Pentágono, de la CÍA y del FBI. Era también el coraje y el riesgo de Camilo, del Che y de Fidel. En un año rompieron la ilusión del país sometido al pillaje de los imperialistas. Surgió finalmente el desafío de un pueblo que se entregó a luchar. Pacto de vida o muerte fue creciendo bajo todas las bocas, entre las multitudes hasta que se erigió en voluntad común. Después Cuba fue un gran volcán que sacudió a la historia. .. Camilo está vertido en la raíz más honda de su pueblo, bajo la conmoción que produjo un huracán de azúcar sobre esa humanidad que ahora ha comenzado a andar.
AL CHE A LOS CAIDOS EN LAS LUCHAS DE LIBERACIÓN CANCIÓN DEL CHE Edmundo Aray
Los pueblos pueden liberarse y pueden mantenerse libres. Lo dice el hombre sobre la tierra, los humillados del mundo. Los pueblos pueden liberarse y pueden mantenerse libres. Pero se requiere tener fe en los propios destinos y decisión irrenunciable de luchar hasta la muerte en defensa del país y de la revolución Queremos el derecho a la plena independencia contra todas las formas de opresión colonial. Cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra. Esto dice el pueblo por boca de Fidel Nuestros ojos libres se abren hoy a nuevos horizontes y son capaces de ver lo que ayer nuestra condición de esclavos coloniales nos impedía observar: que la «civilización occidental» esconde bajo su vistosa fachada un cuadro de hienas y chacales. Animal carnicero que se ceba en los pueblos inermes; eso es lo que hace el imperialismo contra el hombre, eso es lo que distingue al blanco imperial. No hay fronteras en esta lucha a muerte. No podemos permanecer indiferentes a lo que ocurre en cualquier parte del mundo. Una victoria de cualquier país sobre el imperialismo es una victoria nuestra. La derrota de una acción cualquiera es una derrota para todos. A nosotros, explotados del mundo, cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos de tres continentes observan y aprenden su lección en Vietnam. 52 A Plena Voz
JOSÉ ANTONIO ECHEVERRÍA Edmundo Aray
Demos vuelta al reloj, José Antonio. Demos vuelta a la patria humillada que nadie perturbará nuestra melancolía si caemos ni la alegría de morir si caemos. Me va a ser difícil contar cómo llegar a tí ¿Qué tú dices? Un hombre está caído y bañado en su sangre Un hombre es una calle. Una calle es el día más feliz de nuestras vidas es un lugar para ser enorme prado. Una calle se hizo para transitar Una calle para ir al trabajo ¡Así es caballero! Una calle es una florería es un jalón es un miremos frente a frente Una calle se hizo para cumplir un vasto papel para morir por la patria para que a la patria se le haga una borradura para que la caminen otros hombres y la pinten otra vez Una calle puede ser la calle Jovellar —vamos a llamarla Jovellanos José Antonio—• Una radio para anunciar la muerte de un dictador Una radio para encender la loma Una radio para quemar el llano para enrojecer los ojos brillantes de los burgueses Una radio se hizo para dar la señal Un palacio, un palacio para que entre un sargento y salga un sargento para que los hijos de los padres se arranquen y disparen contra la muerte y para que la muerte los mate y el pais alegre y melancólico se encorajine y meta a su pueblo como si fuera una ventana para asomarse a la historia que es una elegía, que es un caballo, que es un guerrillero, que son doce por doce por mil veces doce por mil que es una muchacha que vende flores porque abril que viene mayo y en esta parada de marzo José Antonio que es enero nos paramos sobre la calle que es como estar sobre el camión y con la mano alta damos vuelta al reloj qué hermosa la mano alta la muchacha José Antonio olivar del pueblo que tú eres héroe que el pueblo escoge poderoso y alto otra vez José Antonio desconsolado de no estar ahora satisfecho ahora soldado para siempre a una historia brava.
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Tres Cartas
José Martí
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A la Madre Montecristi, 25 marzo, 1895 Madre mía: Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Vd. Yo sin cesar pienso en Vd. Vd. se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Vd. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo, de Vd. con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición. Su: J.Martí Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que Vd. pudiera imaginarse. No son inútiles la verdad y la ternura. No padezca. Jurisdicción de Baracoa, 16 de abril de 1895
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Carmita querida y mis niñas, y Manuel, y Ernesto: En Cuba les escribo, a la sombra de un rancho de yaguas. Ya se me secan las ampollas del remo con que halé a tierra el bote que nos trajo. Éramos seis, llegamos a una playa de piedras y espinas, y estamos salvos, en un campamento, entre palmas y plátanos, con las gentes por tierra; y el rifle a su lado. Yo, por el camino, recogí para la madre la primera flor, helechos para María y Carmita, para Ernesto una piedra de colores. Se las recogí, como sí los fuese a ver, como si no me esperase la cueva o la loma, sino la casa, la casa abrigada y compasiva, que veo siempre delante de mis ojos. Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriaga de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad. Pero en todo instante le estoy viendo su rostro, piadoso y sereno, y acerco a mis labios la frente de las niñas, cuando amanece, cuando anochece, cuando me sale al paso una flor nueva, cuando veo alguna hermosura de estos ríos y montes, cuando bebo, hincado en la tierra, el agua clara del arroyo, cuando cierro los ojos, contento del día libre. Ustedes me acompañan y rodean, las siento, calladas y vigilantes, a mi alre dedor. A mí, sólo ellas me faltan. A ellas, ¿qué les faltará? De sus angustias nuevas, ¿podrán irse salvando? De poca ayuda, ¿cómo la habrán repuesto? Cuba ya tiene escritos sus nombres con mis ojos en muchas nubes del cielo y en muchas hojas de árboles. Mi dicha de hombre útil hace mayor el pesar de que no me lo vean. ¿Recordarán así a su amigo, con tanta lealtad, con tanta vehemencia? ¡Ah, María, si me vieras por esos caminos, contento y pensando en ti, con un cariño más suave que nunca, queriendo coger para ti, sin correo con que mandártelas, estas flores de estrellas, moradas y blancas, que crecen aquí en el monte. Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mí mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato. El papel se me acaba, y al correo no puede ir mucho bulto. Escribo con todo el sol sobre el papel. Véanme vivo y fuerte y amando más que nunca a las compañeras de mi soledad, a la medicina de mis amarguras. De acá no teman. La dificultad es grande, y los que han de vencerlas, también. Carmita pedirá a Gonzalo que le deje leer lo que hay de personal en la carta que le envío. Manuel bueno, trabaja. Carmita, escríbele a mamá. Carmita hija y María se educan para la escuela. Una palma y una estrella vi, alto sobre el monte, al llegar aquí antier, ¿cómo no había de pensar en Carmita y en María? ¿Y en la amistad de su madre, al ver el cielo limpio de la noche cubana? Quieran a su Martí
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Cerca de Guantánamo, 26 de abril de 1895 En el rancho de un campesino escribí mi primera carta, hace unos doce días, en que contaba nuestra llegada feliz, el desembarco de los seis en un bote, y yo, de remero en la lluvia oscura, y la hermandad y la alegría de los cubanos alzados que salieron a recibirnos. Ahora escribo en la zona misma de Guantánamo, en la seguridad y alegría del campamento de los trescientos hombres de Maceo y Garzón, que salieron a recibirnos aquí. Y ¿quién creen que vino al escape de su caballo a abrazarme de los primeros, todavía oliendo al fuego de la pelea? Rafael Portuondo, que desde ayer no se aparta de mí. Por bravo y juicioso lo quieren y respetan, y yo por abnegado y previsor; díganlo a Ritica. Su amigo íntimo es el hijo de Urbano Sánchez. Por el momento veníamos muy seguidos ya por tropa española y contentos y a píe, con la custodia de cuatro tiradores y un negro magnífico, padre de su pueblo y hombre rico y puro, Luis González, que se nos unió con diecisiete parientes, y trae a su hijo; veníamos y estalló a pocos pasos el gran tiroteo de las dos horas: allí cruzaron por nuestras cabezas las primeras balas; momentos después rechazado el enemigo, caíamos en brazos de nuestra gente: allí caballos, júbilo, y seguimos la marcha admirable, a la luz de hachas del monte y árboles encendidos; la marcha de ocho horas a pie, después de dos de combate y de cuatro de camino, de la noche entera, sin descanso para no comer de día ni de noche. Yo me acosté a las tres de la mañana, curando los heridos. A las cinco en pie, todos alegres; luego duermen, hablan en grupos, pasan cargados de viandas y reses, me traen mi caballo y mi montura nueva; ¿pelearemos hoy? Organizamos y seguimos rumbo; el alma es una: algunas armas cogidas al enemigo. Yo escribo en mi hamaca, a la luz de una vela de cera, sujeta junto a mis rodillas por una púa clavada en tierra. Mucho tengo que escribir... Sentía anoche piedad en mis manos, cuando ayudaba a curar a los heridos... Y no les he dicho que esta jornada valiente de ayer cerró una marcha a pie de trece días continuos, por las montañas agrias o ricas de Baracoa, la marcha de los seis hombres que se echaron sin guía, por la tierra ignorada y la noche, a encararse triunfantes contra España. Éramos treinta cuando abrazamos a José Maceo. Dejamos atrás orden y cariño. No sentíamos ni en el humor ni en el cuerpo la angustiosa fatiga, los pedregales a la cintura, los ríos a los muslos, el día sin comer, la noche en el capote por el hielo de la lluvia, los pies rotos. Nos sonreíamos y crecía la hermandad. Gómez me ha ido cuidando en los detalles más humildes con perenne delicadeza. He observado muy de cerca en él las dotes de prudencia, sufrimiento y magnanimidad. Nuestros Remingtons van sin un solo tropiezo, rápidamente a su camino. Llama a silencio la corneta: mi trabajo no me permite silencio; en voz baja cuenta cerca de mí Rafael las fuerzas, grandes de veras, de la revolución en Oriente. Los hombres de la guerra vieja se asombran, del atrevimiento franco de la gente y su ayuda en ésta... envío del cielo libre, un saludo de orgullo por nuestra patria, tan bella en sus hombres como en su naturaleza... No soy inútil ni me he hallado desconocido en nuestros montes; pero poco hace en el mundo quien no se siente amado.
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LIBERTAD PARA LOS CINCO CUBANOS PRESOS EN ESTADOS UNIDOS Desde hace diez años, Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, cinco ciudadanos cubanos, permanecen encarcelados en los Estados Unidos. Sobre ellos pesan extensas condenas que suman 4 cadenas perpetuas más 77 años, resultado de un juicio parcializado, celebrado en la ciudad de Miami. Los Cinco ayudaban a monitorear planes terroristas organizados contra Cuba desde la Florida por grupos cubanos de ultraderecha. El Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detenciones Arbitrarias, basado en los hechos y las circunstancias bajo las cuales se llevó a cabo el juicio, la naturaleza de los cargos y la severidad de las sentencias, declaró arbitraria su detención e instó al gobierno de Estados Unidos a tomar las medidas necesarias para rectificar esa arbitrariedad. En el 2005 el Panel de tres jueces, encargado de examinar el caso por la Corte de Apelaciones de Atlanta, acordó por unanimidad revocar sus condenas al considerar que estos cinco hombres no tuvieron un juicio justo en Miami y ordenó un nuevo juicio. Con posterioridad, el pleno de la Corte, en votación dividida revocó esa decisión. Desde el año 2001 su caso se mantiene en apelación. Los Cinco han permanecido en 5 diferentes prisiones de Estados Unidos, bajo crueles condiciones de reclusión, en violación de sus derechos humanos y de las propias leyes estadounidenses. A dos de ellos se les ha privado del derecho a recibir visitas de sus esposas, incorporando un castigo adicional a sus injustas condenas. Sumamos nuestras voces a todas las que en el mundo reclaman el cese inmediato de esta enorme injusticia. Seguiremos exigiendo su libertad hasta que la verdad se abra paso y estos hombres retornen a su país y a sus familias.
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Por la liberación de los 5 Carta al Presidente de Estados Unidos de América Barack Obama Señor BARACK OBAMA Presidente de los Estados Unidos de América. De nuestra consideración: El 30 de octubre pasado, antes que culminaran las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica, un grupo de intelectuales peruanos se dirigió a Ud. en términos que hoy queremos ratificar. En el escenario internacional nos preocupa particularmente el despiadado bloqueo a Cuba y ciertamente el caso de los ciudadanos René González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, encarcelados desde hace diez años en los Estados Unidos, y víctimas de una sentencia crudelísima que incluye hasta dos cadenas perpetuas, por delitos que no han cometido. Los firmantes de la presente misiva, señor Presidente, renovamos nuestra solicitud, conscientes del escenario internacional agudizado hoy en día por profundas crisis económicas y sociales, de poner fin al bloqueo injustificado contra Cuba, así como también de ordenar la inmediata libertad de los cinco patriotas cubanos, encarcelados desde hace diez años, víctimas de un proceso judicial viciado y una sentencia inhumana. Como le fuera recordado en el mensaje del 30 de octubre, se trata de personas inocentes, que estaban en ese país procurando recoger información destinada a prevenir y evitar acciones terroristas en contra de su patria, y preservando también la vida de ciudadanos de los Estados Unidos y de otras nacionalidades, que han caído en distintas circunstancias víctimas del accionar terrorista que el mundo condena. Hacemos votos para que su Administración retome el camino justo en bien de los más necesitados y se inscriba en una corriente pacifista en pro de la condición humana. Lo saludamos atentamente Lima, 20 de enero del 2009
Nota:
La misiva fue redactada por intelectuales miembros del Capítulo Peruano de la Red En Defensa de la Humanidad y ha sido refrendada por el Premio Nobel de Literatura, Wole Soyinka, Noam Chomsky, prestigioso intelectual norteamericano, y Frei Beto, teólogo brasileño. También la rubricaron Fatima Cleide, senadora brasileña, Cesar Brito, presidente de la Orden de Abogados de Brasil, Danny Rivera, afamado artista puertorriqueño, y Jean Marie Binoche, destacado teatrista francés, entre otros. A Plena Voz 59
EN LOS CAMPOS DE REFUGIADOS PALESTINOS Luis Britto García
1 El relámpago perfila en la noche la mezquita en la entrada de Burg el Baragneh, uno de los tres campos de refugiados palestinos en Beirut y de los doce en el Líbano. Nos internamos por laberintos de callejuelas resbalosas. Llueve; esquivamos telarañas de cables y mangueras de gas y agua que gotean en la oscuridad. Chispean como luciérnagas las linternitas de los peatones; encandilan faros de motonetas que ascienden o descienden; desmaya el único anuncio
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luminoso: el del Hospital Haifa del Red Crescent Society, la Cruz Roja islámica. Administran el campo organizaciones palestinas como Al Fatah, Jidah o Hamas, que se reparten tareas por consenso de los refugiados. 2 En Burg el Baragneh se hacinan 20.000 refugiados en un kilómetro cuadrado: el campo crece hacia arriba, superponiendo pisos taraceados de ventanucos. Por una estrecha escalera des-
cendemos hasta la salita donde nos recibe la señora Zeinab Mohamad Achuah sentada sobre multicolores alfombras. Está enferma del corazón y no deja de fumar. Su hijo pinta casas. Sus parientes están en Gaza y hace cinco días que no sabe de ellos. El café y los informes son amargos. Los refugiados sólo pueden residir en el campo y trabajar dentro de él. No pueden adquirir propiedades ni contratar. No pueden ejercer 73 profesiones, entre ellas Medicina, Derecho, Ingeniería. Sus hijos que nacen en el país huésped no tienen la nacionalidad de di-
cho país y no gozan, por tanto, de derechos políticos. Los campos no disponen de servicios y compran la electricidad, el agua y el gas que circulan por las madejas de tubos. Rara vez hay corriente por más de ocho horas diarias. De repente, se va la luz. Zeinab se yergue, alzando en su mano un cirio parpadeante. Parece la Estatua de la Libertad, en un mundo donde la libertad ya casi no es más que una estatua. 3 La luz del día revela lo que la noche cubre. Custodian la entrada del campo milicianos designados por las organizaciones palestinas mayoritarias. Las paredes están cubiertas de carteles y consignas revolucionarias en caracteres árabes. En el centro cultural destempla el alma una exposición de fotografías del genocidio en Gaza. En un tarantín de reparaciones eléctricas cuelga enmarcado un afiche con las efigies de Bolívar, el Che, Alí Primera, Chávez. Ascendemos escaleras estrechas hasta otra salita alfombrada. En las paredes cuelgan rosarios musulmanes, un bajorrelieve con la primera página del Corán, una efigie del Che. Habla la señora de la casa, rodeada de nietos y nietas. Tiene un hijo en Tel Aviv; una de sus hijas vivió dos años en Maracaibo. A través del intérprete nos cuenta que en Palestina nunca hubo problemas con los judíos residentes. En Najariya tuvo sus hijos asistida por una doctora judía, que era magnífica persona. Quienes los persiguieron y obligaron a huir fueron los sionistas, que llegaron después. Agradece al Líbano el refugio que les brinda. Ora por Hugo Chávez, que rompió relaciones con Israel. Prefiere morir que ser toda su vida una refugiada. Al despedirnos, en las ventanas sonríen niños que no conocen la patria de sus padres ni pertenecen a aquella en que nacieron. En un taller del tamaño de un clóset languidece un zapatero o más bien un patriarca de blanca barba expulsado de Palestina cuando tenía veintidós años. Una hora de exilio es interminable; sesenta años son la eternidad. 4 El autobús asciende entre áridas colinas con rocas despedazadas, que
los agricultores acumulan en terrazas. Las casas están acribilladas de balas. En 2006 los israelíes invadieron el Líbano, bombardearon en Qana un edificio y aniquilaron a sus 27 ocupantes civiles, 17 de ellos niños, y huyeron ante la contraofensiva del Hezbolá. Apoyándose en un bastón, una enlutada anciana recorre las lápidas del mausoleo. Los retratos de los niños sonríen desde la eternidad. Seguimos hacia el sur, hacia la Puerta de Fátima, hasta avistar la trocha de la frontera y las fortalezas de los israelíes en las alturas del Golán y los restos de un pueblo que los libaneses reconstruyen lentamente. Sopla un aire helado. 5 Se quiere representar el genocidio de Gaza como choque de civilizaciones o confrontación entre tradicionalismo islámico y posmodernidad talmúdica. En realidad, Estados Unidos subsidia el militarismo de Israel para tener bajo amenaza constante el Medio Oriente. En la costa de Gaza se han descubierto yacimientos de hidrocarburos, y el partido sionista de gobierno intenta ganar las próximas elecciones masacrando árabes. Según el diario israelí Haaretz del 9 de enero de 2009, la invasión a Gaza se planificó desde marzo de 2008. Violando la tregua con Hamas, el 5 de noviembre los israelíes refuerzan el bloqueo de Gaza y asesinan a siete árabes. La resistencia palestina contesta con cohetes artesanales que liquidan a tres judíos. El 27 y 28 de diciembre arranca la matanza de los inocentes. Con casi un centenar de cazabombarderos F-16 y helicópteros de fabricación estadounidense y 10.000 efectivos protegidos por columnas motoblindadas, Israel dispara bombas de racimo, fósforo blanco y uranio empobrecido contra millón y medio de civiles palestinos bloqueados en los 360 km2 de la Franja de Gaza. Es la más sucia de las limpiezas étnicas. 6 Tanta omnipotencia militar es inútil. Los motoblindados no pueden contra Hamas. El Time del 19 de enero señala que para 2008 viven en Israel unos 5.500.000 árabes y 5.400.000 judíos; para 2020 serán 8.500.000 árabes y
unos 6.400.000 judíos. De aplicarse reglas democráticas, el gobierno de Israel ya sería árabe. A menos que intensifique la limpieza étnica, inevitablemente lo será. Si se respetara la resolución 194 de las Naciones Unidas, que garantiza el retorno de los refugiados, la mayoría árabe hoy sería abrumadora. 7 Se nos dice que en la Shoá (el Holocausto) fueron deportados y perecieron cinco millones de judíos; se culpa de esta atrocidad a quienes pretendieron ignorarla o nada hicieron ante ella, y se los obliga a resarcir los daños. Según las Naciones Unidas, para 2002, de 8.270.509 palestinos, 5.248.186 eran refugiados; dos tercios del total, distribuidos entre los países árabes y el resto del globo. Suman la tercera parte de los refugiados del mundo; la mitad son niños menores de 15 años. Tras la Nakba (la ocupación israelí de Palestina en 1948) Israel confiscó sus propiedades. Se los mata u hostiga y bombardea para obligarlos a huir cada vez más lejos. Nadie ignora este holocausto; nadie puede disculpar su indiferencia; nadie indemniza a sus víctimas. En El País, el caricaturista «El Roto» dibuja una horrible fosa negra y una figurita humana que dice: «Aquí yacen 1.500 palestinos y la imagen de Israel». No es como para echarles tierra. 8 Camino por el desierto de escombros donde hubo una ciudad. Despierto en el hotelito de Beirut y sé que esa Caracas devastada es quizá un sueño. Los venezolanos tenemos las mayores reservas de hidrocarburos del hemisferio; un país vecino mantiene sobre las armas medio millón de efectivos, está sembrado de bases estadounidenses, sus paramilitares cobran vacuna, montan alcabalas, dominan empresas de transporte, instalan casinos y asesinan dirigentes sindicales de un extremo a otro de Venezuela. Personas con dobles o triples nacionalidades pueden hacer nuestras leyes, gobernarnos, juzgarnos y dirigir nuestros cuerpos de defensa. Hemos dado todo a quienes podrían dejarnos sin nada. En la terrible hora que se avecina, ¿quién nos recibirá? A Plena Voz 61
¡No olvidemos a Gaza! Balance y perspectivas de acción Michel Collon / Traducción de Patricia Parga-Vega
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l alto el fuego no representa ni la victoria de Israel ni la paz, pero sí la preparación de una nueva agresión de aquí a uno, dos o tres años más. Nuestra responsabilidad radica en aprender del balance de estas tres semanas de sufrimientos. Y sobre todo cómo hacer para proteger a la gente de Gaza; para trabajar por una paz verdadera y para elaborar una información más precisa para nuestros conciudadanos. Algunas reflexiones rápidas redactadas en urgencia desde Beirut, donde he sido invitado para participar en el Foro Social Mundial en su primera sesión celebrada en el mundo árabe...
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1. Israel prosigue un plan a largo plazo –Hasta hoy, yo era partidario de Israel al 100%, pero ahora, me pregunto: ¿qué Estado es éste? –Un Estado racista que quiere aumentar su territorio. –Sí, ahora, lo veo perfectamente bien. Este diálogo entre dos padres, oído por un amigo en la puerta de una escuela de Luxemburgo, es típica. La crueldad de la agresión contra Gaza abrió los ojos de numerosas personas. Disparar contra mujeres, niños, hospitales, ambulan-
cias, escuelas, de manera tan repetida no son «excesos». Se cometieron algunos hechos similares en 1948, 1967, 1982, 1987-1993, 2000, 2006... En realidad, Israel prosigue la realización de un plan a largo plazo: aumentar su territorio invadiendo Palestina, lo que implica aterrorizar a la población y forzarla a evacuar la región. Ése era el objetivo real del ataque contra Gaza. Ciertamente, Israel pretendía eliminar a Hamás, pero todos los analistas saben que eso era inalcanzable. Había también un objetivo inmediato y sórdido: evitar una derrota en las elecciones. ¿Cada niño palestino
matado le informará de cuántos votos, Sr. el carnicero Barak? Por supuesto, para persuadir a la opinión pública, el Gobierno israelí pretende estar deseoso de negociar. Pero eliminó cuidadosamente a todos aquellos que estaban dispuestos a negociar con él. Encarceló a perpetuidad a Marwan Bargouti, un laico, líder justo y popular de Al Fatah; encarceló por treinta años a Ahmed Sadaat, un laico, secretario-general del Frente Popular de Liberación de Palestina; ahora pretende eliminar a Hamás. ¿Y después con quién negociará? ¿Con Al Qaeda? 2. Una guerra made in USA Cada año Israel recibe cuatro mil millones de dólares de ayuda militar y otras de los Estados Unidos. Más que el conjunto de los países en vías de desarrollo. Aun cuando no haya dejado de violar todas las resoluciones de la ONU y todas las normas del derecho internacional, y sea condenado por esas razones por casi todos los países del mundo. ¿La razón? Los Estados Unidos siempre han considerado que el Oriente Medio les pertenecía debido al petróleo. Para monopolizarlo, multiplicaron los chantajes, golpes de Estado e invasiones militares. Mantienen dictaduras salvajes en Arabia Saudí, Kuwait o Egipto, pretendiendo al mismo tiempo defender la «democracia» en Oriente Medio. En realidad, Israel es su portaviones, el «policía del petróleo». Encargado de ayudar a contrarrestar todo país que quiera ser independiente y utilizar el dinero del petróleo, no para las cajas fuertes de Exxon, sino para el desarrollo de una economía autónoma. Como lo decía aquí, ayer, el sacerdote belga François Houtart, cofundador del Foro Social Mundial: «Israel forma parte de un proyecto imperial de soberanía del Norte sobre el Sur». 3. Una guerra de Europa también Europa pretende aparecer como neutra y «equidistante» entre Israel y los palestinos. ¿«Neutra» entre agresores colonialistas y sus víctimas? Pero en realidad, apoya profundamente a Israel, a quien trata como un casi miembro de la Unión Europea, calificando de terroris-
ta el Gobierno palestino democráticamente elegido y proporcionando a Israel millones de euros en armamentos. Así es de hipócrita, mi país, Bélgica, que pretendió ser humanitario enviando un avión para repatriar niños palestinos heridos, olvidando solamente precisar que ¡habían sido heridos con armas, en particular, belgas! Además, Sarkozy hizo algo parecido al negociar (¡con una sola de las partes!), exactamente para ganar tiempo y permitir a Israel terminar su sucio trabajo. Su pequeño perro Bernard Kouchner mintió sobre esta masacre, como mintió cada vez que se producía una guerra de Occidente (Irak, Yugoslavia, Afganistán). ¡De ninguna manera neutros, respaldando a Israel! Detrás de Israel, están sus padrinos: los EE.UU. y la UE. Ésta también es una guerra por el petróleo. Es la más larga guerra de Occidente, que dura desde 1948. Es el apoyo al último colonialismo del mundo. ¡Quizá la peor, porque se trata de vaciar un territorio de sus habitantes! En realidad, se está preparando a la opinión pública europea, ella también tiene la idea que será necesario –quizá un día– hacer la guerra contra «el peligro musulmán». 4. ¿Medios de comunicación en guerra? Si los europeos pudieran ver Al Jazeera, habrían estado en la calle a partir del primer día e Israel habría debido detenerse. No me digan que nosotros estamos muy bien informados en Europa y son los árabes los que se equivocan. Hablen entonces con franceses o belgas de origen árabe: vieron otra guerra, no la de ustedes. Vieron la atrocidad de los crímenes, y eso desde el principio. Oyeron las declaraciones de las distintas partes de la resistencia palestina y saben que un acuerdo de paz era posible a condición de ser equilibrado y justo. Ellos conocen la historia que se nos oculta, esa que no se puede decir en ningún telediario europeo o norteamericano: a saber, que el conflicto comenzó cuando Israel expulsó a los palestinos de sus tierras. ¿Entonces, está usted bien o mal informado?
5. ¿Y podemos hacer algo? En Bruselas, el 11 de enero, se pudo ver un fenómeno asombroso. Los grandes partidos que siempre han sostenido Israel, incluido un partido que mantiene estrechas y «fraternales» relaciones con el partido laborista israelí, estaban con todo en la calle, participando en una manifestación de cincuenta mil personas para exigir el alto a la agresión. ¿La explicación a este misterio? El «factor Al Jazeera + Internet», principalmente. El factor electoral a continuación. Los árabes de Bélgica, informados gracias a la cadena qatarí, se movilizaron. Me invitaron a hablar en dos mezquitas, en Bruselas y Lille, tuve la ocasión de sentir su resistencia, y también su voluntad de no seguir siendo marginalizados y pasivos. La opinión de los no inmigrantes también evolucionó bajo la influencia de las informaciones de Internet; el monopolio de información ya no es tan absoluto como antes. Los grandes partidos (habrá elecciones en junio en Bélgica) debieron sentirlo también, pues se ha constatado una evolución, en tres fases, en los partidos y también en los medios de comunicación que los siguen: Fase 1: durante los primeros días, se dice que Israel tiene «el derecho a defenderse». Fase 2: cuando la crueldad de la ofensiva israelí no puede ya ocultarse, se critica a Israel por su «respuesta desproporcionada» (lo que disculpa aún la agresión). Fase 3: cuando la opinión pública se revuelca delante del horror, se llega a condenar los crímenes. Solamente en palabras... Nada de actos, ni sanciones, no hay suspensión de los increíbles privilegios concedidos a los que cometen estos crímenes, que no son suspendidos. Eso muestra el impacto de una información verdadera y sobre todo el impacto de una población, incluso minoritaria al principio, que se moviliza. Nos muestra también que es posible ir más lejos. ¿Bajo qué condiciones? 6. La acción no puede venir sino desde abajo: ¡boicot! La solución no puede venir desde la cúpula, ya que nuestras multinacionales A Plena Voz 63
y nuestros gobiernos apostaron sobre Israel y la alianza con los EE.UU. Me encuentro con mucha gente que quiere hacer algo. Entre las distintas propuestas, pienso que el boicot es una acción accesible a todos, muy fácil de practicar en una campaña de larga duración y que hará mal a la billetera; por lo tanto, al nervio de la guerra. La máquina de guerra israelí es costosa, es financiada por las rentas de las frutas, verduras, flores y otros productos que Israel vende, en particular, en Europa en los supermercados. En mi juventud, participé en la campaña de boicot que forzó a los racistas blancos de Sudáfrica a renunciar al apartheid y a la opresión de los negros. Este método de acción es eficaz, pero lo es más aún si se organiza colectivamente. 1) Con comités por país y comités locales de acción a la base; 2) no dispersando los esfuerzos, pero concentrándose sobre algunos productos (israelíes o incluso de sus cómplices EE.UU. y europeos) a determinar juntos; 3) todo esto acompañado de un trabajo regular de información a la población, de manera concreta, pedagógica y paciente. Eso puede ser agrupando todas las buenas voluntades en los barrios, y también las escuelas, las empresas, las asociaciones, por todas partes. Lo ideal sería comenzar con una llamada de personalidades y movimientos.
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7. Necesitamos la unidad En Beirut, donde me encuentro, he conversado durante tres días con decenas de personas venidas de numerosos países de la región. Hombres, mujeres, jóvenes, menos jóvenes, creyentes o laicos. Y, ya sé que me lo preguntarán, sí, con mujeres con velo; y yo les puedo garantizar que yo no sentí diferencia en cuanto al compromiso, la reflexión o la independencia de espíritu. Una dama marroquí velada vino a buscarme después de una exposición, y hablamos. Un poco más tarde, me entrevisté con su marido, un parlamentario marroquí que me dice: «Ahí está mi esposa, o más bien, yo soy su marido, ¡fui yo quien la acompañe!». Pues ella, como muchos otros y otras, desbordaba en ideas y actividades. Tregua a las bromas, es la hora para Europa de salir de los tópicos y prejuicios. Todos mis interlocutores, aquí, estaban chocados por la timidez de la izquierda europea ante los crímenes de Israel. Y para mí fue muy difícil explicarlo. El tiempo me falta ahora, antes de nuevos encuentros. Pero será necesario volver de nuevo sobre esta curiosa «izquierda», la cual, para la mayoría, no se mueve lo necesario para poner fin al último colonialismo. Esta izquierda que se impacienta mucho de una posible subida del
antisemitismo, condenable por supuesto, pero que no reacciona ante la subida real de una islamofobia completamente paranoica lanzada por Bush y que estigmatiza a nuestros conciudadanos inmigrados. ¿Esta izquierda no debería salir de su torre de marfil y de sus complejos de superioridad? ¿No debería tomar distancias de sus medios de comunicación y sus dirigentes para ir al encuentro de los pueblos del Sur? ¿Preguntarse por qué, en Oriente Medio, y también en América Latina, África, Asia, están todos contra Israel? ¿Intentar comprender mejor las razones de esta cólera que invade al Sur? Y antes de dar lecciones de democracia al mundo entero, nosotros los europeos, quienes ayudamos a la instalación de gobiernos como los de Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Mobutu, Suharto y la mayoría de las dictaduras que tienen ensangrentado el planeta, antes –simplemente– preguntarnos: ¿qué podemos aprender de estos pueblos del Sur? Todo ha sido muy rápido, son sólo algunas reflexiones que someto a ustedes. Pido a cada una y cada uno asumir sus responsabilidades, allí donde está y según sus medios. ¡No olviden a Gaza! Tendrán necesidad de ayuda humanitaria inmediata. Pero sobre todo, para evitar la vuelta de las bombas, tendrán la necesidad de una información verdadera. ¡No olvidemos a Gaza!
Discurso ante el parlamento europeo con ocasión del día internacional de la mujer. Estrasburgo 8 de marzo de 2006
Nurit Peled Elhanan
Nurit Peled Elhanan no es solamente israelí. Es una opositora israelí, cuya hija de 14 años murió hace varios años en un atentado suicida. Fundó la asociación de familias israelíes y palestinas víctimas de la violencia. Sus dos hijos son refuzniks. Éstas son sus palabras pronunciadas ante el Parlamento Europeo el 8 de marzo de 2006 con ocasión del Día Internacional de la Mujer.
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racias por haberme invitado a esta jornada. Siempre es un placer y un honor estar aquí, entre vosotros. Sin embargo, debo admitir que creo que deberían haber invitado a una mujer palestina en vez de a mí, porque la mujeres que más sufren la violencia en mi país son las mujeres palestinas. Y quisiera dedicar mi discurso a Miriam R’aban y a su marido Kamal, de Bet Lahiya en la Franja de Gaza, cuyos cinco hijos fueron asesinados por los soldados israelíes cuando recogían fresas en el fresal familiar. Ninguna persona pasará nunca por un juz-
gado por este crimen. Cuando pregunté a quienes me habían invitado aquí que por qué no invitaban a una mujer palestina, su respuesta fue que eso haría que la discusión estuviera «demasiado localizada». No sé qué es la violencia no localizada. El racismo y la discriminación pueden ser conceptos teóricos y fenómenos universales, pero su impacto es siempre local y bien real. El dolor es local. La humillación, los abusos sexuales, la tortura y la muerte son todos ellos muy locales, lo mismo que las cicatrices. Desgraciadamente, es cierto que la violencia local inflingida a las mujeres palestinas por parte del Gobierno y el Ejército israelíes se ha extendido a todo el planeta. De hecho, la violencia de Estado y la violencia del Ejército, la violencia individual y colectiva, son hoy el sino de las mujeres musulmanas, no sólo en Palestina, sino allí donde el mundo occidental ilustrado pone su bota imperialista. Es una violencia que
casi nunca se aborda y que la mayoría de las personas en Europa y Estados Unidos apenas excusan. Ocurre así porque el denominado mundo libre tiene miedo del útero musulmán. La grande France de la liberté l’égalité et la fraternité [La gran Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad] está aterrorizada por unas jóvenes que llevan pañuelo en la cabeza; el Gran Israel judío tiene miedo del útero musulmán que sus ministros califican de amenaza demográfica. El todopoderoso Estados Unidos y Gran Bretaña contaminan a sus respectivos ciudadanos con un miedo ciego a los musulmanes, que son descritos como viles, primitivos y sedientos de sangre –además de no demócratas, chovinistas, machistas y productores en masa de futuros terroristas–. Y ello a pesar del hecho de que quienes destruyen hoy el mucho no son musulmanes. Uno de ellos es un cristiano devoto, otro es anglicano y el tercero es un judío no piadoso. A Plena Voz 65
Nunca he vivido el sufrimiento que las mujeres palestinas padecen a diario, a cada hora. No conozco el tipo de violencia que hace de la vida de una mujer palestina un constante infierno. Esta tortura física y mental cotidiana de las mujeres a las que se les priva de los derechos humanos fundamentes y de sus necesidades fundamentales de una vida privada y de dignidad; mujeres a cuyas casas se entra con una orden judicial a cualquier hora del día o de la noche, a quienes se ordena bajo la amenaza de un arma quedarse desnudas y quitarse la ropa delante de extraños y ante sus propios hijos; cuyas casas son destruidas; que son privadas de sus medios de existencia y de toda vida familiar normal. Todo esto no forma parte de mi experiencia personal, pero soy una víctima de la violencia contra las mujeres en la medida en que la violencia contra los niños es de hecho una violencia contra las mujeres. Las mujeres palestinas, iraquíes, afganas son mis hermanas, porque todas nos encontramos atrapadas en el asedio de los mismos criminales sin escrúpulos que se denominan dirigentes del mundo ilustrado libre y que en nombre de esta libertad y de esta ilustración nos roban a nuestros hijos. Además, las madres israelíes, estadounidenses, italianas y británicas han sido, la mayoría de ellas, violentamente cegadas y descerebradas hasta el punto de que ya no se pueden dar cuenta de que sus hermanas, sus únicas aliadas en el mundo, son las madres musulmanas, palestinas, iraquíes o afganas cuyos hijos son asesinados por nuestros hijos o que se hacen explotar en pedazos junto con nuestros hijos e hijas. Todas ellas están infectadas por los mismos virus engendrados por los políticos. Y todos los virus son iguales, aunque tengan diversos nombres ilustres, como democracia, patriotismo, Dios, patria. Forman parte de ideologías falsas y trucadas cuya intención es enriquecer a los ricos y dar poder a los poderosos. Todas nosotras somos víctimas de la violencia mental, psicológica y cultural que hace de nosotras un solo grupo homogéneo de madres enlutadas o potencialmente enlutadas. Las madres occidentales a quienes se les enseña a creer que sus úteros son una baza na-
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cional, lo mismo que se les enseña a creer que el útero musulmán es una amenaza internacional. Se les educa para que no exclamen: «Yo lo he traído al mundo, lo he amamantado, es mío y no dejaré que sea aquel cuya vida vale menos que el petróleo, cuyo futuro vale menos que un pedazo de tierra». Cada una de nosotras está aterrorizada por una educación que infecta el espíritu para que creamos que lo único que podemos hacer es rezar para que nuestros hijos vuelvan a casa o estar orgullosas de sus cuerpos muertos. Y todas nosotras hemos sido educadas para soportar todo esto en silencio, para contener nuestro temor y nuestra frustración, para tomar Prozac contra la ansiedad, pero nunca para aclamar en público a Madre Coraje. Nunca ser verdaderas madres judías o italianas o irlandesas. Yo soy una víctima de la violencia de Estado. Mis derechos naturales y civiles en tanto que madre han sido violados porque temo el día en que mi hijo cumpla 18 años y me sea arrebatado para ser el instrumento del juego de unos criminales como Bush, Blair y su clan de generales sedientos de sangre, sedientos de petróleo, sedientos de tierra. Viviendo en el mundo en el que vivo, en el Estado en el que vivo, en el régimen en el que vivo, no me atrevo a ofrecer a las mujeres musulmanas ninguna idea, sea del tipo que sea, sobre la manera de cambiar sus vidas. No quiero que se quiten los pañuelos o eduquen a sus hijos de otra manera, ni las presionaré para que constituyan democracias a imagen de las democracias occidentales que las desprecian tanto a ellas como a quienes corren su suerte. Sólo quiero pedirles humildemente que sean mis hermanas, expresar mi admiración por su perseverancia y su valor, que sigan teniendo niños y que mantengan una vida llena de dignidad a pesar de las imposibles condiciones en las que las hace vivir mi mundo. Quiero decirles que todas estamos unidas por el mismo dolor. Que todas somos las víctimas de los mismos tipos de violencia, aunque ellas sufran mucho más y porque son ellas quienes son maltratadas por mi Gobierno y su Ejército, y con ayuda de mis impuestos.
El islam en sí, como el judaísmo en sí y el cristianismo en sí, no es una amenaza ni para mí ni para nadie. Lo que son una amenaza son el imperialismo estadounidense, la indiferencia y la cooperación europeas, y el racista y cruel régimen israelí de ocupación. El racismo, la propaganda en la educación y la xenofobia inculcada es lo que convence a los soldados israelíes de ordenar a las mujeres palestinas, amenazándolas con sus fusiles, que se denuden delante de sus hijos por razones de seguridad. La más profunda falta de respeto por el otro es lo que permite a los soldados estadounidense violar mujeres iraquíes, lo que da una licencia a los carceleros israelíes para mantener a las jóvenes en unas condiciones inhumanas, sin la ayuda higiénica necesaria, sin electricidad en invierno, sin agua limpia o colchones limpios, y para separar a las madres de sus bebés y de los niños a los que están amamantando. Para cerrarles el camino a los hospitales, para bloquearles el camino a su educación, para confiscar sus tierras, para arrancar sus árboles e impedirles cultivar sus campos. No puedo comprender completamente a las mujeres palestinas o sus sufrimientos. No sé cómo habría sobrevivido yo a tales humillaciones, a tal falta de respeto por parte del mundo entero. Lo único que sé es que la voz de las madres ha permanecido silenciada durante demasiado tiempo en este planeta devastado por la guerra. No se oye el grito de las madres porque no se invita a las madres a los foros internacionales como éste. Esto lo sé, y es bien poco. Pero es suficiente para que me acuerde de que estas mujeres son mis hermanas y que merecen que yo grite y luche por ellas. Y cuando ellas pierden a sus hijos en los campos de fresas o en las mugrientas carreteras cerca de los check points, cuando sus hijos son abatidos en el camino al colegio por hijos de israelíes que han sido educados para creer que el amor y la compasión se ejercen dependiendo de la raza y de la religión, lo único que puedo hacer es permanecer a su lado y al de sus bebés traicionados, y preguntar lo que Anna Akhmatova, otra madre que vivió en un régimen de violencia contra las mujeres y los niños, peguntó: «¿por qué este hilillo de sangre desgarra el pétalo de tu mejilla?».
¡
Señor, Dios mío, si cometí alguna bajeza, o hay crímenes en mis manos; si he pagado con traición a mi amigo o he despojado sin razón a mi adversario: que el enemigo me persiga y me alcance, que aplaste mi vida contra el suelo y deje tendidas mis entrañas en el polvo. Salmo 7:4-76
Cese el fuego en la Franja de Gaza! Rezaba la primera página de un periódico local. «Israel declaró el alto el fuego unilateral que comenzaría a regir anoche, pero que de ser atacados por Hamás se sentirán con la libertad de responder» ¡Cese el fuego! Gritaba alborozada una señora que, frente al televisor, había derramado lágrimas diarias por la masacre que se estaba desarrollado en la Franja de Gaza. Otros muchos celebraron la noticia. Alguno hasta suspiró: «se acabó la guerra». Triste suspiro. Los bombardeos, el Estado de sitio, las matanzas, la persecución feroz, las violación a mujeres, el estado de terror no han cesado en la Franja de Gaza. Lo que está suspendido –hasta nueva excusa– es el recrudecimiento del plan de exterminio. Así que es difícil saber si llorar o reír ante un gesto de alivio que presume que se acabó la guerra o tan siquiera que se acabaron los bombardeos. Escritos, documentales audiovisuales, testimonios de palestinos y de periodistas, fotógrafos de guerra y hasta los mismos noticieros del poder económico tienen décadas hablándonos de los crímenes de guerra cometidos permanentemente por la barbarie sionista. El problema es que es muy difícil recordar una infamia cuando ocurre cada segundo. No hay marcas, no hay un acento como el ataque despiadado que se inició el 27 de diciembre al mediodía en la Franja de Gaza, Shabat para mejor seña, marcas digo, que te permitan dar
un grito de alerta o dar un paso solidario contundente. El oprobio de Estado, del Estado israelí, es como un martilleo, como una sombra permanente. Y entonces tienes que olvidar. No se puede vivir con el tormento. Hasta los palestinos, que sufren el asedio cada segundo de sus vidas, asumen una existencia cotidiana distinta a la violencia. Se enamoran, se casan, tienen hijos. Hijos que nacen acostumbrados a sufrir y a detestar los puntos de control, a ver cómo llegan unos soldados y desnudan a su familia (tanto a hombres como mujeres) en busca de armas o propaganda, o simplemente para mantenerlos en situación de humillación. Hijos que ven morir, con demasiada frecuencia, a un hermano, a un tío o un vecino de manera violenta, por la única razón de ser palestinos. Hijos que el sionismo y el poder israelí consideran una amenaza, por ende, son niños que se saben amenazados. De hecho, el poder económico y militar estadounidense-israelí amplía el espectro de amenaza a los vientres palestinos. Razón suficiente para el uranio empobrecido, el fósforo blanco, las violaciones sexuales perpetradas sistemáticamente. Los que vivimos a cientos de kilómetros de Palestina, que no escuchamos el traqueteo diario, ni percibimos el olor de carne quemada, ni temblamos a cada asalto o bombardeo rutinario, olvidamos más rápido y suspiramos con más prisa cuando se anuncia un fingido cese al fuego. Casi pasamos por alto la coletilla que aclara que el Ejército permanecerá en la zona para responder a los ataques de Hamás. Casi lo pasamos por alto con el ansia de que el homenaje israelí a la asunción de la presidencia de Obama se parezca a la paz. Aunque nadie, absolutamente nadie cree que se parezca a la paz. Todos sabemos que es apenas una disminución del asalto brutal para volver al ataque permanente. Todos sabemos que es una vuelta a la rutina de sangre y confinación de un pueblo.
El mundo entero, incluyendo miles de judíos dentro y fuera de Israel, se pronunció contra el aceleramiento de la política de exterminio que perpetró la armada israelí y la norteamericana en la Franja de Gaza ese 27 de diciembre. Nos movilizamos airados en todos los rincones del planeta, hasta los inútiles comediantes de las Naciones Unidas balbucearon su tímido pronunciamiento. La condena fue mayoritaria, y aunque el poder estadounidense e israelí se pasó por el forro las protestas, se produjo un movimiento mundial. Algo pasó que no podemos dejar que se pierda. Tenemos que seguir el correaje, tenemos que seguir con las protestas, tenemos que continuar uniendo a la gente del mundo para que siga tratando de parar el asedio y la matanza israelí contra los palestinos. Tenemos que explicar una vez más, entre otras cosas para que no crean que somos idiotas o para que sepan que no lo olvidamos, que nadie se creyó (aunque algunos fingieron que sí) el cuento de que el Estado de Israel reaccionaba a los cohetes de Hamás porque ponían en peligro al país con el Ejército más poderoso del mundo: esa nefasta combinación norteamericana-israelí. Como ya lo hemos expresado, se trata de una masacre que se realiza de manera metódica y constante, cuyo fin es exterminar al pueblo palestino para terminar de adueñarse de la tierra, del agua y del petróleo de la región. Frente a esa constancia minuciosa, nuestra minuciosidad y nuestra constancia; frente a su grito de guerra, nuestro grito de paz; frente a sus acusaciones de terrorismo, hacer peso para que sean condenados por crímenes de guerra; frente a su asedio que impide el libre fluir de medicinas y alimentación, nuestro boicot decidido a la industria israelí. Frente a su decisión de sometimiento y vejación, nuestra irreducible vocación de solidaridad y libertad. A Plena Voz 67
La casa negra Wilfredo Machado
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ara el Gobierno bolivariano no debería ser ningún asombro las primeras declaraciones que sobre Venezuela hiciera el recién investido presidente de los EE.UU.: Barak Obama. Ése es un guión elaborado que ya conocen bastante bien la mayoría de los venezolanos que apoyan el proceso de cambios que lidera el presidente Hugo Chávez. Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención en torno a la investidura del nuevo inquilino de la Casa Blanca, y es que el acto de investidura en sí mismo sea presentado como la gran fiesta de la democracia, como la gran celebración del mundo civilizado, como la gran victoria del pueblo norteamericano, quién sabe sobre qué o sobre quién. Al fin y al cabo, el eje del mal también lo inventaron ellos. Si a ver vamos, ¿qué es lo que celebra? ¿La grave crisis financiera de la economía más poderosa del mundo? ¿Los millones de desempleados y de puestos de trabajo a causa de la gran recesión económica que azota a
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ese país? ¿La pérdida de miles y miles de viviendas en manos de hipotecas impagables? ¿El apoyo irrestricto e inmoral al Gobierno genocida de Israel y, por ende, su mayor cómplice en la masacre a que ha sido y es sometido el pueblo palestino? Es, en el marco de este singular escenario, que se realizó, hay que decirlo, una especie de acto de «coronación» del primer presidente negro de los Estados Unidos. Ésta fue una fiesta al mejor estilo hollywoodense, con alfombras rojas, grandes personalidades, cantantes de godspel, rock, Ophra; todo al mejor estilo de los grandes show mediáticos que tanto le han vendido al mundo. Sin embargo, para los que aún mantenían algún tipo de esperanzadora señal sobre el nuevo presidente y las relaciones con sus vecinos, sus primeras y lacónicas declaraciones sobre Venezuela y Cuba, y su grave silencio ante la criminal masacre perpetrada en Gaza por el Gobierno de Israel, son, como mínimo, un baño de agua fría para cualquier acercamiento y han comenzado a asomar el
perfil de lo que será la «nueva política de los EE.UU.» para América Latina y el Caribe; algo así como más de lo mismo a lo que ya estamos acostumbrados. Por esta razón, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela no deben hacerse grandes ilusiones con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. No olvidemos que los oscuros hilos de toda esta compleja telaraña política siempre se tejen detrás del escenario. Por lo demás, continuarán las agresiones y amenazas contra los países progresistas de este lado del continente que luchan por su verdadera liberación e independencia, continuarán las agresiones al derecho soberano del pueblo venezolano a elegir sobre la enmienda constitucional y a trazar su propio rumbo, y, por supuesto, continuarán y se multiplicarán las agresiones al presidente Hugo Chávez. Por cierto, es importante resaltar que la prensa internacional ha dicho muy poco sobre las recientes declaraciones del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, a todas luces, a favor de la
enmienda venezolana. Pareciera que la hipocresía sigue siendo una de las mayores virtudes de la media internacional. En fin, como público de galería, asistiremos a la gran fiesta de coronación de su majestad Obama, aunque no fuimos invitados a ella. Veremos la pompa, los desfiles, los bailes, las lágrimas de felicidad; escucharemos las palabras edificantes sobre un mundo que no existe más allá de la imaginación y la utopía. La fiesta norteamericana está servida, pero no todos tendrán lugar en la mesa. Los discursos llenos de esperanza sobre el futuro, la libertad, la dignidad, la democracia y los derechos humanos. Pero la memoria es frágil. Nadie recordará en esa hora de ilusoria felicidad y esperanza a Guantánamo, a Abu Ghraib, a Irak, Afganistán, al pueblo palestino, a Katrina, los prisioneros cubanos. Nadie recordará que los fuegos que caían sobre Gaza hace poco más de una semana no eran artificiales. No hay que ser un genio de la política para saber lo que vendrá después de la gran fiesta. Frente a las difíciles condiciones del norteameri-
cano medio se esperaba un poco de austeridad y no aquel derroche de fantasía y ensoñación que ya tuvimos los venezolanos durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y que precipitaron los terribles acontecimientos del «Caracazo» en 1989. Los políticos cambian, pero las políticas imperiales permanecen inmutables. Cambiar para que todo siga siendo lo mismo es la nueva consigna. Nuevos rostros, viejos intereses. Desde esa casa siniestra y oscura que no sé por qué extraña razón llaman la Casa Blanca (me imagino que sólo por razones del color de la pintura) se gestan y generan las peores políticas de intervención y las agendas más perversas contra nuestros países. Obama no va a ser diferente. Ese delgado afroamericano con aspecto de jugador de baloncesto y de muchacho bueno se leyó al pie de la letra la cartilla de sus mayores, del verdadero poder imperial. Pero a toda gran fiesta le sigue una gran resaca. Tarde o temprano la realidad se impondrá sobre la ensoñación y hasta los muertos clamarán por un poco de justicia. Los verdaderos cam-
bios no vendrán desde un gobierno que, desde ya, prefiere pasar la página sobre las actuaciones y desmanes del gobierno más torpe que ha tenido los EE.UU. en su historia. Los verdaderos cambios –que fue uno de los eslóganes más recurrentes durante la campaña demócrata–, si acaso van a ocurrir, vendrán desde el propio pueblo estadounidense cansado de nadar en el lago de los espejismo y de las promesas tantas veces postergadas de sus políticos. El presidente Obama tiene algo a su favor y es que, difícilmente, podrá hacerlo peor que George Bush. Por lo pronto, se hace necesario darle el compás de espera necesario que se le otorga a cualquier boxeador inexperto que entra en este movido ring de la política internacional con ínfulas de saberlo todo. Nadie sabe si peleará con su sombra en la calma que precede a las tempestades. Pero mientras aguardo con las manos en los bolsillos vacíos en cualquier esquina –siempre en ebullición– del Tercer Mundo, hago mías las viejas palabras de Vladimir Lenin: «Desechar las ilusiones y prepararse para la lucha».
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El discurso de Obama Freddy J. Melo
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l 44° presidente de los EE.UU. ha tomado posesión en medio de la inmensa expectativa mundial resultante de la crisis sistémica en desarrollo, el fin del gobierno más desastroso que recuerden los anales de la Casa Blanca y las peculiares características del nuevo mandatario, afrodescendiente, carismático y de imagen atractiva en medida igual a la repulsiva del otro. El hecho da para el júbilo interior norteamericano y el alivio planetario, aunque el entramado de poder real, que permite juego de contradicciones pero sólo bajo inexorable control, está allí para confrontarnos con la realidad y evitar desbordamientos optimistas. Y ese doble carácter se halla inconfundiblemente presente en el discurso de investidura leído el 20 de enero, así como en los pronunciamientos y decisiones iniciales y en la composición del gabinete inaugural. Tales movimientos, en mi opinión, empiezan a mostrar que la vuelta de la ilusión a ese país, proclamada por la hija de John Kennedy, será en el sentido estricto de la palabra una quimera, y no en el figurado de esperanza que ella le imprimió, restando por descifrar la incógnita de cuanto le llevará al encanto hundirse en el tremedal gatopardiano. Cuando se leen expresiones como «una nación no puede funcionar durante mucho tiempo si favorece sólo a los ricos», «rechazamos como falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales», «el mundo ha cambiado y tenemos que cambiar con él», «nos comprometemos a colaborar con las naciones más pobres», «fieles a los ideales y las demandas fundacionales», «nuestro poder solo no puede protegernos ni nos da derecho a hacer lo que nos place», «lealtad», «honestidad», «juego limpio», y se recuerdan las promesas dichas en un ambiente de tan deprimida conciencia social, no es sorprendente la eclosión de tanto feliz augurio y anhelante espera.
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Pero cuando el mismo texto nos golpea con afirmaciones que no por edulcoradas ocultan su inquietante meollo, como: «en guerra contra una red de alcance de violencia y odio», «volver a la tarea de rehacer a los Estados Unidos», «no vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida, ni vamos a vacilar en su defensa», «comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán», y se observan, de bulto, la absolución automática de la agresión sionista y el trato agresivo a nuestro gobierno sin averiguaciones ni pruebas, Bush no se ha ido, la línea de choque entre las prioridades de signo imperial y las ofertas democráticas y reivindicativas se divisa nítida. ¿Violencia y odio? Véase la viga en el ojo propio, búsquesela en los ocupantes israelíes. ¿Rehacer a los Estados Unidos? ¿Será, acaso, como cuando se diezmó a las etnias originarias, o se cercenó más de medio México, o se birló la victoria anticolonial a Cuba, o se colonizó a Puerto Rico, o se arrancó Panamá para el canal, o se pusieron y depusieron sargentones sangrientos y lacayos como presidentes, o se hicieron decenas de expediciones de marines a costas nuestramericanas y a otras latitudes, en desprecio del derecho ajeno, todo para succionar los recursos de los pueblos y amasar desproporcionada riqueza sobre la pobreza de ellos, construyendo de ese modo su dilapidador y antinatural estilo de vida? Irak, ¿cuánto
rodeo habrá para finalmente quedarse, clavada en el alma de ese pionero de civilización la «embajada» más grande del planeta? Afganistán, ya está dicho, a lo Bush, que seguirá el martirio de ese pueblo. Permítanos, Barack Obama, creerle suspendiendo el bloqueo a Cuba y estableciendo con ella, así como con Venezuela y el resto de Nuestra América y del mundo, incluyendo Irak, Afganistán y Palestina, relaciones de igualdad y mutuo respeto. Digo, es un decir, él sólo es un gerente y quienes disponen son otros. Además, él puede ser sincero, Fidel avala esa cualidad, pero es un representante de la burguesía negra, más cercano de los wasp que de las gentes «de color»; más afín a Condoleezza y a Powel, aunque sensible, bondadoso, inteligente y menos papista que a Martin Luther King o a Muhamad Alí; tal vez, mucho diera por equivocarme, más en la línea del Tío Tom que de los luchadores de Harlem. El imperio necesita cambiar de cara y éste parece el hombre a la medida.
NOOO ES NOOO! LA BRUTALIDAD Y LA IGNORANCIA CABALGAN POR LAS CALLES DE CARACAS Luis Darío Bernal Pinilla
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s difícil encontrar, como lo afirma William Ospina, «una edad que haya cambiado tanto su entorno como la nuestra. A mediados del siglo XIX, el mundo no difería sustancialmente de lo que había sido durante siglos. Los hombres todavía se desplazaban a la velocidad de los caballos y del viento. Lo que caracterizaba el devenir de la historia humana era una suerte de laboriosa lentitud. Su impulso lo dictaban el comercio y la guerra: las velas fenicias y las cabalgaduras napoleónicas. Los chaskis inkas y las hordas de Gengis Kahn. Fue entonces cuando llegó el motor. A partir de la Revolución industrial –continua Ospina– los motores entraron en la historia. Los trenes devoraron las distancias. Dostoievski no lo sería sin esos trenes silbando por las llanuras rusas y sin esos príncipes neurasténicos y arruinados que conversaban en sus vagones con funcionarios estatales y viajantes de comercio». Pero la nueva era, la de las dos últimas décadas, sin desplazar completamente el motor, se inventa un nuevo elemento: la telemática. La cibernética revoluciona las relaciones humanas, pone a todo el mundo en contacto con todo el mundo. El globo terráqueo se mundializa absolutamente. Todo lo que sucede en cualquier parte del planeta, es visto al instante. Se rompen todas las barreras de distancia y de tiempo. Se publican todas las intimidades, se conocen todos los secretos. Y bueno, como dicen nuestros amigos argentinos, todo tiene que ver con todo. Pero todos estos avances, toda esta ruta maravillosa de la ciencia, de la tecnología, de la sociedad de la información, de la era virtual, que nos permite ver cuándo un presidente se juramenta con la misma definición de cuando un soldado israelí asesina a un niño en una calle de la Franja de Gaza, también nos permite ser testigos, de primera mano, en el plano doméstico, de cómo esa ciencia, esa tecnología, ese conocimiento han pasado, sin romperlos ni mancharlos, por el cerebro y por el espíritu de una manada (es desafortunadamente la expresión exacta, como veremos) de niños, niñas y adolescentes de los sectores burgueses de nuestro país. Jugando a hacer política, simulando ser agitadores sociales, disfrazados de
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conductores de masas, la conducta y la actitud de la muchachada derechista en las calles de Caracas durante los días preenmienda daban la imagen de enajenados mentales que simplemente acertaban a dar alaridos tipo King Kong y a prender criminalmente los cerros del Ávila, como cualquier monito con fósforos. Daba vergüenza escuchar, a presuntos estudiantes universitarios de las universidades privadas y de la UCV responder a un periodista en torno a su oposición a la enmienda, con gritos desaforados: «¡NOOO!», ante el desconocimiento de lo que significa la enmienda y asumiendo la más peligrosa actitud política, la del bruto con poder, la del déspota ignorante. Eso, en el diccionario de la modalidad, se llama fascismo. No había, en las marchas contra la enmienda, un solo muchacho que pudiera hacer un análisis reflexivo, hondo, justo, de peso, que pudiera llamar a un debate. Para debatir se necesitan muchas cosas, pero hay dos fundamentales: el conocimiento sobre lo que se está debatiendo y la racionalidad. Pero cuando la muchachada marchista, en su mayoría, afirmaba que el 23 de enero era el aniversario de la independencia, cuando no sabía ni uno sólo de los artículos de la enmienda y cuando pensaban que la enmienda era para cambiar la Constitución y nombrar a Chávez de por vida, no sólo no puede haber dialogo, sino que no puede haber jamás entendimiento. No puedo dialogar con las serpientes. No porque se arrastren solamente, sino porque se arrastran y muerden al mismo tiempo. Siempre fuimos claros en que a los dueños del poder político en estas sociedades burguesas jamás les ha gustado educar al pueblo. Un pueblo educado no es juguete brutal de sus pasiones, ni esclavo servil de sus tiranos, como afirmaba el caudillo liberal bogotano Jorge Eliécer Gaitán. Pero lo que nunca supimos hasta la noche del 23 de enero pasado, después de ver a los infantes y jóvenes escuálidos rebuznar por la televisión, es que la burguesía venezolana, en el colmo de la torpeza, tampoco ha querido educar, instruir, formar a su propia generación de relevo. Las consignas, las actitudes, las maneras, las respuestas de la mayoría de los muchachos y muchachas entrevistados
por otro joven periodista eran prácticamente animales, bestiales, onomatopéyicas, como las de los loros, los monos, las vacas, los chivos: «¡NOOO es NOOO!». Afortunadamente, y fue algo que nos devolvió la salud emocional, escuchamos a la juventud del otro lado. A decenas de jóvenes de liceos, de universidades, de movimientos juveniles por el Sí. Y confirmamos a quema ropa cómo este proceso bolivariano ancló ya en el alma no sólo del pueblo venezolano, sino de su juventud. Respuestas inteligentes, coherentes, reflexivas, pacíficas; verbos elaborados, discursos válidos, análisis basados en el conocimiento. Mientras los bestiales de la derecha quemaban el Guaraira Repano, y lo negaban a pesar de los numerosos vídeos que los habían registrado, los muchachos de la izquierda bolivariana sembraban plantas en dicha reserva natural. En tanto los niños bien de la clase mala marchaban con odio, violencia y agresividad, los jóvenes bolivarianos de ambos sexos caminaban derramando alegría, amor, inteligencia. Daba gusto escuchar una muchachada sana, luchadora, preparada, patriota, honesta, estudiosa, respetuosa, bastión y cimiento de este proceso de transformación. Ahora, hay algo que preocupa. Y es el apoyo irrestricto, irresponsable, criminal, torpe, cómplice y sobre todo anticristiano, de la cúpula de la Iglesia católica. Esos señores, los curas, que siguen vestidos de señoras, que viven en lujosas mansiones, que viajan por el mundo con dinero del pueblo, que se bañan en las piscinas de los más costosos hoteles, mientras hablan de Dios, de pobreza, de austeridad, se han dado a la tarea, aprovechando la ignorancia de la feligresía joven, su entusiasmo y ocio improductivo, de lanzar a esa feligresía de niños, niñas y jóvenes a las calles de Caracas y de otras ciudades del país a vociferar, a gritar, a lanzar piedras, a incendiar automóviles y montes, a insultar camarógrafos, a cometer actos vandálicos y criminales, a pisotear la bandera nacional y bañarla en sangre de animales. Esos señores, los curas, que siguen vestidos de señoras, que se supone son profesionales de la paz, de la bondad, de la espiritualidad, de la verdad evangélica, esconden a criminales en sus sedes
y justifican sus acciones. Pero además, están oficiando de dirigentes políticos, utilizando los más criminales métodos usados en el pasado por los regímenes fascistas. Han preparado a sus huestes en el más oscuro racismo, en la más torpe intolerancia y en las más variadas formas de violencia. Esos señores, los curas, que siguen vestidos de mujer, que hacen parte de la más antigua, antidemocrática, rica y criminal transnacional del planeta, son los responsables de un movimiento estudiantil que además de hacer gala de ignorancia, lo cual dice muy poco de la educación cristiana y burguesa, pero no sería tan peligroso, son los patrocinadores, además, de una irresponsable manipulación de la conciencia juvenil.
Estos jóvenes de hoy, de las capas medias y altas de la población, formados en el odio al pueblo, al negro, al indio, al campesino, al pobre, son solamente el resultado y la responsabilidad de la alta jerarquía católica que aquí en Venezuela y en Bolivia atacan a los pobres y a los indios, respectivamente. En Colombia avalan a los paramilitares y a los militares asesinos de niños con problemas mentales, y en Centroamérica matan campesinos. Habría que concluir estas líneas que así como no hay un sector social más proclive a las grandes acciones, como lo es la juventud, por cuanto este segmento no tiene demasiados intereses creados, ni posesiones, ni pasados oscuros, así también, y lo dice la historia (las juventudes del nacionalsocialismo hitleriano, los camisas negras jóvenes de Mussolini), no hay un
segmento de la sociedad que pueda ser manipulado más honda y peligrosamente que el juvenil, con el agravante que, por ser la juventud la reserva moral de una sociedad, es bien negativo formarlos, educarlos, en la violencia y el odio, ya que la sociedad va a ser víctima de ese tipo de educación. Sólo resta agregar que es necesario sancionar no solamente a los delincuentes materiales responsables de las acciones cometidas por esta manada de muchachos y muchachas del este de Caracas, fundamentalmente, sino a los señores curas que, vestidos aún de mujeres, son los autores intelectuales del vandalismo y de la ignorancia juveniles. NOOO a la impunidad de la juventud derechista, NOOO a la impunidad de la cúpula de la Iglesia católica.
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El pasajero de Truman aterriza en la enmienda Tulio Monsalve
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o en vano, el Dr. Escalante se llamaba Diógenes, quien por razones diferentes al filósofo de Laercio tuvo por suerte o desgracia que vivir fuera de su país. La contradicción entre ambos personajes es notable: mientras el filósofo era insolente e implacable, nuestro Diógenes era «diplomático», o sea, acomodado a la cultura de los salones a donde la zalamería, la genuflexión y los «buenos» pero cínicos modales tienen obligado territorio. El filósofo comía hasta basura, y el nuestro prefería las lentejas del amo que lo manejaba. En su soliloquio, a lo mejor, repitió aquello de que si ellos lo condenaron a vivir fuera de Venezuela él los condenó a vivir en ella. Estamos hablando del personaje Diógenes Escalante y vamos a comentar impresiones del libro que Francisco Suniaga le dedica: El pasajero de Truman (Mondadori, 2008). Debo reconocer que la tranquilidad de los días de diciembre dio viento para impulsar mis ánimos de lectura, amén de la gloriosa asistencia de uno que otro trago de tinto que atizaron felizmente mi inclinación y favorecieron el interés por el libro, nada de lo cual hubiera sido posible de no haberse contado con la inteligente armazón literaria creado por el escritor. Suniaga narra y logra algo que me anima: oír un buen cuento, sobre todo si éste tiene que ver con la historia contemporánea del país y de paso se le presenta, como en este caso, con un estilo narrativo, de lenguaje directo, preciso y amable. Es una literatura que por ordenada y limpia anima a ligarse al texto, a no querer dejarlo, circunstancia 74 A Plena Voz
que crea esa deseable magia y complicidad que sucede entre los momentos que temporalmente dejamos el libro y el reinicio de la lectura, donde sin quererlo volvamos pensar en lo leído o iniciar lucubraciones sobre el destino de la trama que nos subyuga, que de paso la tiene como otro atractivo. El texto recoge una serie de entrevistas entre el periodista Ramón Velandia, ex ministro, ex senador y ex presidente de la Republica y Humberto Ordóñez, quien fue asistente de Diógenes Escalante hace sesenta años. Ambos se conocieron, pero nunca habían vuelto a hablar. Ahora, deseando aclarar circunstancias sobre el hecho histórico, convienen volverse a reunir. Los ciclos no cerrados en la memoria los obliga a retomar sus cuitas. La razón es discutir las causas reales que produjeron el episodio de locura que dio al traste con la vida política de Escalante. ¿Cómo fue su existencia después de que los médicos detectaron en Caracas en 1945 su insondable estado psíquico y tuvo que regresar penosamente a Washington? Sin duda que la obra cobra interés, porque, entre diversos aportes, es evidente como intento por acercarnos a entender aspectos de eso que llamamos la moldura de la idiosincrasia del venezolano, en especial cuando de conductas políticas se trata. En nuestra historia muchos han sido los intentos recurrentes por «discutir» el problema e incontables las erróneas tesis producidas. Pensadores lo han abordado en ángulos diferentes, desde la política (Vallenilla Lanz), la filosofía (Mario Briceño Iragorri, Mariano Picón Salas), la historia (Gil Fortoul, César Zumeta) hasta la literatura (Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri). Todos se las han visto duras al escoger los rasgos distintivos del carácter de la identidad nacional, que Suniaga describe como malediciente, envidioso y por manía conspirador. Ninguno alcanza al nivel de Octavio Paz de atreverse a marcar uno, la soledad, como signo sobresaliente en el carácter del mexicano. Quizás quien llegó a más fue Francisco Herrera Luque (Los viajeros de Indias, 1961; La huella perenne, 1969), al destacar que nuestras falencias son provenientes de la herencia maldita de los viajeros de Indias: españoles ex presidiarios y malvivientes que durante la
Colonia realizaron cruces y produjeron prole en indias o negras, además de dejarnos indeseables taras sociales. En parte de allí se originan aspectos tanto positivos como negativos de nuestro mestizaje étnico. Aceptado por ser factor que moldea nuestra pertenencia a la cultura occidental; herencia que se enmascara en la expresión inconsciente de algunos excesos de la sociedad criolla, allí se gestan zonas oscuras, visibles luego en la práctica política del venezolano. Pueden tenerse como causa de la maledicencia la envidia, el sectarismo con grandes dosis de racismo que produce los hábitos que, entre otras «rarezas», dan forma a nuestros sobresalientes «escaladores sociales» y golpistas de oficio. Equilibristas de la insensatez y plaga con la más extrema falta de juicio. Temas escamoteados en los discursos correctos sobre el país. ¿Llegarán a ser éstos elementos distintivos del perfil del criollo venezolano? (pág. 195). Difícil que haya consenso sobre este tema. Sin duda, algo de lo que menos comprendió y que más afectó la vida del personaje que fue Diógenes Escalante. Pero conozcamos un poco al protagonista. Su memoria «es engañosa y está llena de huecos por donde se escapa la verdad» (pág. 24); aun así, se inicia con el primer contacto con Caracas y sus visitas a la pensión de Teodosia Vivas, andina como él, que vive en La Pastora (pág. 32), a donde Escalante va a sosegar nostalgias tomando «pisca andina». Muy joven sale de Venezuela e inicia su carrera en la diplomacia. Su figura, modales y destacado porte con un metro noventa de estatura lo hacen aparecer bien diferente a sus coterráneos y a los jóvenes de Caracas. Característica de handsome que lo disponen como aventajado y disparan sus competencias para actuar en diplomacia. Es tempranamente nombrado en 1905 cónsul en Liverpool, Inglaterra. Ése será su karma de allí en adelante: hacer vida fuera del país, circunstancia que lo aleja del mundo de las intrigas propias de la sociedad venezolana. Embajadas a donde logra la tranquilidad y la paz artificial de quien vive fuera pero necesita la nutricia energía de esa droga criolla que es el chisme y la eterna conspiración de quienes están fuera de los anillos del
poder. A lo largo de su vida padecerá la fuerza de la envidia de sus paisanos. Ellos a través del tiempo le han de cobrar con voracidad su éxito en el servicio exterior. La vida de Escalante está signada desde siempre por el fantasma del poder. En este camino reconoce que nuestros grandes intelectuales Vallenilla Lanz, Zumeta, Parra Pérez, Gil Fortoul, todos nombres ilustrados del gomecismo, podían tener influencia mas no poder; por tanto, carecen de la divisa que hace la diferencia (pág. 55). En esta búsqueda sufrió tres reveses. En 1931 Juan Vicente Gómez lo manda a traer con la intención de nombrarlo presidente de la Republica. Desde adentro se confabularon contra él, acusándolo de ser un extranjero en Venezuela y tener poco conocimiento del país. En su lugar sale favorecido Juan Bautista Pérez. Luego le sucede lo mismo en 1941 cuando compite y pierde mediante un proceso elecciones indirectas la posición con Isaías Medina Angarita. La maledicencia le vuelva a cobrar su estadía como ex patriado. Finalmente ya el drama deviene en tragedia y en 1945, por tercera vez, no sólo deja de alcanzar la nominación como presidente, sino que, debido a múltiples causas, su aparato psíquico se descompone de forma tal que pierde absolutamente la razón. Es declarado en entredicho y no podrá lograr lo que tanto anheló. Se produce la dramática situación: declara desde el Hotel Ávila de Caracas que no puede asistir a la cita con el presidente Medina, donde se produciría su nombramiento, porque: «alguien la había robado sus camisas». Triste fin para una vida dedicaba a capturar la silla presidencial. Su demonio preferido –el poder– por fin lo abandona: «que estaba allí, vivo, resentido, inconforme, megalómano, esperando una oportunidad» (pág. 114), mismo que en este encuentro de 1945 por fin lo dejó a su suerte. Descanse en paz. La novela acude a recursos para discurrir sobre pasajes de la vida de Escalante, cuya orientación parece motivada para demostrar algunas tesis políticamente muy sesgadas. A través de pequeños contrabandos trata de apuntarle no a la construcción del personaje y su realidad, sino a hacer proselitismo A Plena Voz 75
contra el poder político vigente en Venezuela. Por ejemplo, reitera, subrepticiamente e insinúa de soslayo, posiciones relacionadas con la campaña actual sobre la enmienda. Derecho tiene de hacerlo su militancia, así habrá de exigírselo. Válido en su fin, pero engañoso como recurso literario. Allí copia formas directas, con lenguaje y argumentaciones propias de los cronistas que diariamente gritan su contrariedad contra Chávez en cualquiera de los cuarenta periódicos o canales que la oposición controla en el país. No se puede desconocer que en política cualquier hueco es trinchera, pero disfrazarlo y tratar de pasarlo como mercancía buena, cuando está averiada, le quita veracidad al relato y calidad al acto narrativo, además de que ese «gato por liebre» es muy partidista, muy grueso, poco adecuado e incompatible con las otras señales literarias, muy bien logradas por cierto, que la novela posee. Glorifica a Escalante por sus ideas cercanas al «conservadurismo democrático» y defiende el rol de nuestra pequeña burguesía criolla y engrandece el papel de los industriales de Venezuela en la construcción de país (págs.119121). Hace crítica al populismo, «un juicio al populismo en este país sigue pendiente», infatigablemente defiende a Eugenio Mendoza («nuestra viabilidad dependerá de cuantos empresarios tipo E. M. puedan surgir en el corto plazo», pág. 118) como «paladín de las industrias» y, por supuesto, muy para el gusto del amigo de Escalante, Mr. Truman, y nuestra derecha neoliberal. Refuerza esta posición al criticar al marxismo por sus tesis sobre el tema de la propiedad privada. Para dibujar el porvenir expone betancourianamente: «necesitamos un Estado con una burocracia tecnificada» (pág. 119). El modelo (no sé si de Suniaga, Escalante, los adecos de la época o de la delirante oposición actual) era: «poner los primeros bloque de una democracia que frene los desafueros de nuestros mandatarios militares» (pág. 123). ¿Habla hoy del ayer? ¿Discurre tal cual lo haría Carmona, sobre el hoy… bajo la mampara del pasado? Sin embargo, también en esto del apoyo u ocultamiento del uso de las categorías de las tesis marxista se contra76 A Plena Voz
dice, puesto que en la pág. 235 expresa, hablando del período de la colonia venezolana: «Nadie se detuvo a considerar, con paciencia y sensatez las divisiones sociales: los intereses opuestos de mantuanos monárquicos y republicanos». Esto es tema clásico de la teoría marxista, pues de lo que habla el personaje no es otra cosa que lucha de clases. Ocúltelo como pretenda, llámelo como lo desee, en el fondo es lo mismo: contradicciones de clase no resueltas. En síntesis, principios populares de la literatura socialista. En su afán por favorecer una visión partidista del protagonista, lo hace confesar que: «la política es magia»; «la popularidad de AD a veces no resulta lógica» (pág. 133) y acude a exponer los encantamientos y hechizos que usaba Betancourt para ganar popularidad y respaldo. En esa parábola de AD explica, además, cómo el partido blanco inició su agonía en 1970 (al montar Betancourt una trampa para imponer la candidatura presidencial de Gonzalo Barrios contra aquello que la masa adeca mayoritariamente pedía, la postulación de Luis Beltrán Prieto Figueroa. Su error inicia las fiebres y luego los estertores del partido que hoy es menos que carro chocado (pág. 135). Otro episodio que pone el autor en boca del personaje para ganancia de su posición partidista la tenemos cuando, en límite que encrespa la paciencia del lector al borde del enfado, escribe: «La alternabilidad en el poder no es un valor creado por los teóricos de la democracia, sino que se debe a un invento de Dios para que los gobernantes se salven, para que puedan seguir siendo humanos» (pág. 226). ¡Por favor! Paradójicamente considero que el texto debería ser lectura obligada para quienes desde ARS están
preparando la propaganda contra la enmienda. Pero aceptemos: ¿cómo saber lo que Dios tiene por bueno o tolerable? Imagino que será leyendo la Biblia o las sagradas escrituras de otras religiones, lo cual resulta una fuente que, a pesar de su importancia, aparece en este caso como artificiosa. Finalmente, otra cita: «Un buen político busca [...] lograr equilibrio entre su concepción de lo ético y sus emociones» (pág. 263). Creo que eso mismo ha debido aplicarse a un buen escritor: que use pero no abuse de sus emociones y ventajas para dejar colar apreciaciones emotivas sobre temas para dispararle por mampuesto a la diatriba política actual. Eso, reitero, es fraude. A pesar de dar alertas al lector sobre estos «escollos», no puedo dejar de reconocer y recomendar la lectura de esta novela de Suniaga. Celebro que la gente lea, porque es la única forma de soñar, pero evitemos que nos quieran engañar. Es injusto.
Selección de poemas del libro
«Fragmentos para una memoria» de José Javier Sánchez
Fotos: Davi DáviVoz la 77 Ad Plena
Pero llegó Pero llegó la luz la luz A los alcohólicos que tomaron las plazas por asalto.
Alguna vez creí en los acantilados me sentí eternamente satisfecho por mis odres fuí pederasta, paria, ateo, soñé con la belleza del gamelote Amé los charcos los orinales y la lástima Rogué a dios que se apiadaran de mí los transeúntes que sintieran pena que yo no era nada despotriqué de dios y sus imágenes defequé sobre los testimonios calvinistas vi en Jesús a otro más de la plaza de harapientos Renegué de mis padres y sentí pena por mis abuelos vi en el suicidio un boleto hacia el futuro Adoré a las prostitutas en silencio Mis ídolos fueron los alcohólicos de la vieja cantina Coleccioné las miserias de mis amigos en sucias servilletas Soñé con niñas lindas de cabellos claros, rizados y de mentes huecas Estudiar era lo más estúpido del mundo hacerse un título un capricho burgués Ser intelectual era como ser medio marico Escribir poesía un acto feminista Un cuchillo oxidado era el poder Una nueve milímetros el imperialismo Consumir bazuco la etiqueta social Pero llegó la luz El entendimiento El saber Y avancé con lápiz y papel a redescubrirme con una camisa vieja pero limpia con un Blue Jean desgastado y con planchados filos con el rostro enjabonado y enjuagado por el jabón azul y el agua Me levanté para demostrarle al mundo que no seré mas nunca su carne de cañón Y aquí voy a escribir esas verdades y a vomitarme en la moral neocolonial que me acusa de pobre por vivir en el barrio de hombre peligroso por ser extrovertido de sucio y de curtido por lavar mi franela cada semana Que se atreve a etiquetarme de mísero porque a veces mis zapatos agujeran su suela para besar el piso de esta tierra de Dios, de Mí, de Todos
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Sábado en el Sábado en el barrio barrio A la comunidad de Las Torres
El mundo abre mis ojos con la rumba Las calles de mi barrio son escena Algunos salen tempranito a hacer mercado Otros llegan del bonche olorosos a fiesta Sale el sol y llegan los colores Las calles son barridas por las queridas viejas que borran con su escoba las huellas de la noche colillas de cigarro, fragmentos de botellas, chapas multicolores pero la esencia queda Las cornetas de un viejo 3 en 1 Sobre salen por una antigua ventana y de una casa sale agua jabonosa que perfuma el viejo callejón Llegan los ancianos cargados de esperanza con carretillas repletas de cajas de cerveza que animaran la tarde y encenderán la noche en un festival que cada instante empieza Las señoras descienden la loma en sus carrozas de dos ruedas llevadas por sus príncipes van hacia los mercados, las licorerías, los bazares para llenar los ranchos de esperanza Los abuelos preparan las verduras Y los jóvenes acomodan la mesa para los dominóes La cancha esta repleta de todos los niñitos que apuestan la esperanza ante un balón y un aro A llegado el gran combo a pasar un verano En las grandes barriadas así como en new york. El viejo Ricardo saca sus congas para el porche, y el pana cocolia afina sus timbales seguro que abra rumba otro día comienza dicen que pabloco y sanoja llegarán un poco tarde pero para la rumba y la vida siempre será temprano también para otra pieza para cambiar el disco variar las melodias ligaremos los tragos todos haremos coro a Héctor y a Maelo llenaremos la sala de las hermanas compota para iniciar la fiesta de nuevo se los juro bailaré hasta el cansancio. Es sábado en el barrio. El barrio está de fiesta.
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Una Abuela Una Abuela es una casa es una casa A la memoria de Isola Linares de Sánchez, Mi abuela
Yo también tuve una casa como las que obsequia el poeta Luis Alberto Pero jamás un padre como el Inmigrante de Gerbasi Mi Infancia transcurrió junto a mi abuela Quien llevaba consigo una inmensa biblioteca adherida a la memoria. Mi casa era un jardín encerrado en ruinas marginales de techos de zinc repletos de goteras... Mi abuela trajo al mundo diez lumbreras Que en el transcurso de la vida se le fueron convirtiendo en cosas inferiores a mecheros de kerosén, de los que he visto en algunos caseríos de Lara. En esa casa el sol se llamaba mi abuela. Lo más hermoso de mi casa era el jardín, el altar de los santos y su cuarto, los cuales edificó a fuerza de ilusiones. Ella me dio a probar el algarrobo Y me enseñó a desenterrar lombrices y misterios de la tierra; Me presentó al Ángel de la guarda Y aprendí a amar a las mujeres a través de María, A convertir cristianos con el agua bendita, Y a luego en un novenario expulsarlos de tierra. Con ella construí pesebres Y lloré por más de cinco años la muerte de Cristo. Ella me enseñó que el marxismo Era el cristianismo sin Jesús y sus apóstoles. Mi abuela era mi casa./ Mi casa era mi abuela. Cuando ella murió, supe también que ella era el hogar; el techo, el piso, las paredes, las ventanas y hasta las mismas cuerdas donde colgaba mi espíritu cuando era derrotado Y con su brisa me secaba los dolores Y me reanimaba con la gran oración de sus abrazos En mi casa Con mi abuela.
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Los jardines desaparecidos (Cuarta entrega) HĂŠctor Seijas
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La conciencia jamás podrá ser otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso vital real. K. Marx El mundo en particular
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a última recompensa que me brinda la soledad se la debo a William Saroyan y a sus Cartas desde la Rue Taitbout. He participado de las descripciones de cada uno de sus momentos. He celebrado la sencillez de su prosa. Me he sentido, leyendo las cartas de Saroyan, escritor. Un escritor que busca el pan, escribiendo. Me he sentido escritor. He llorado por ello. Leyendo a ese gran armenio llamado William Saroyan me he sentido escritor en la medida en que Saroyan es protagonista postrero de una cultura que tiene en su haber las calles de la diáspora armenia en Nueva York, Dublín, París, Acarigua. Buscando el pan de escritor, Saroyan, deseo escribirte una carta. La posibilidad de comunicarme contigo radica en la posibilidad ficticia y no menos real de comunicarme contigo; no espero un segundo más para hacerlo, donde quiera que estés. No te diré lo que yo crea que no pueda decirte. Te diré de mí desde lo que soy: una suma de huesos que admira y detesta a la vez la porción de paisaje que le toca. Un mapa del paisaje que transito. Un mapa de mi país que me duele. Me duele tanto que su espina, sin flor, marca el mapa de mis manos. Así me dueles, Saroyan. Tú que llevaste tu nación armenia legible en cada línea de tu mano de escritor que conoció distintos oficios. Repartidor de diarios. Alistado en la guardia nacional norteamericana. Todo por una paga y la promesa de ser escritor. De ganarte el pan y el vino escribiendo. La prueba de amistad que mi corazón permite está representada por el momento de la celebración final. He soñado el funeral de cada uno de mis amigos. Yo, como tú, deseo en esta carta en homenaje a ti escribir mi homenaje a los amigos que están y que se irán, y que se fueron, como el poeta Luis Sutherland. Y tú sabes que cada quien tiene la muerte que se merece. Que cada quien tiene su secreto de última hora. Que cada quien es el protagonista de su existencia, de su propia y única existencia. Es la última reunión
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en torno a un ataúd la que invoco al nombrar a mis amigos; reunión de los ausentes que invocas en tus cartas. Te adivino en el As de Corazones, amante como fuiste del juego. Me pasa con mi hija: sabrá Dios dónde está; un buen día te encontraste con tu hijo. Subías por la Quinta Avenida. Venías de la Calle 44. Cuando lo viste bajar por la Quinta Avenida sabías que aquél era tu hijo; pero no importaba, y decidiste seguir andando y dejar las cosas como estaban. No había nada que decir. Está ocurriendo a todas horas. ¿Quién es el padre de quién? ¿Es alguien el padre de alguien? ¿No será alguna descabellada idea del mundo el padre de todos los hombres? Y pensaste, a propósito de tu hijo: Ya ha cumplido quince años, es tan alto como yo y está bajando hacia mí por la Quinta Avenida; pero yo no me pararé. Yo le habré visto y él a mí no. Adrede habías omitido escribir para decirle que irías a Nueva York, porque él casi nunca contestaba tus cartas y, cuando lo hacía, sus cartas te parecían extrañas. Nadie vuelve del sueño profundo Las retaliaciones de la vida tienen en la muerte un balance final. A partir de ese momento lo que hicimos y lo que dejamos de hacer juega, como el saldo de última hora, a nuestro favor o en contra. Por eso, ahora que escucho, encerrado en la habitación de mi abuela, el mantra del rosario, entiendo que debo prepararme para el día pautado por esa figura romántica llamada providencia. Pero la muerte, alojada en mi inconsciente, dejándose notar apenas por lo que tiene de ajeno, de emoción que no me pertenece, actúa, sin que advierta su presencia. Así, mis palabras me conducen, o es Ella quien me conduce, al sitio para el cual abundan las calificaciones y las metáforas y las comparaciones y las formas que adquiere el lamento. Siempre que tuve un amigo, una especie de nostalgia, cuando menos lo esperaba, detenía mis pensamientos y abría los cielos ante la imagen imponente de un féretro, coronado de afecto: Yo tengo un amigo muerto que suele venirme a ver, mi amigo canta y llora, canta con voz que ha de doler, escribe, impulsado por el conocimiento de lo que sucede detrás del espejo de las mañanas, José Martí. Cada día avanzo
en mi escrutinio y saludo con la sonrisa renovada por el calendario, y me da pena decirlo, pero he pensado en ellos, sintiendo, como Antonio Machado, un golpe seco de ataúd. Como en las páginas de El libro de los muertos prosigo mi viaje acompañado de un pez de escamas doradas, arrojando al agua las monedas necesarias a la transición de un espacio que la poesía, hasta donde llegan las palabras, es capaz de sugerir por lo que Ella tiene de invisible, de sombra que recoge su peinado, sonríe como si del otro lado fuese alegría y libertad y silencio: me inclino ante la tumba de mi padre y compruebo que desde Sófocles, el bosque ritual donde la hija de Edipo vela como sacerdotisa funeraria es el bosque que transito haciendo equilibrio para no caer y darle gusto a quienes se empeñan en ignorar el dictado: el rosario cambia de ritmo y ahora la anciana que dirige el coro termina el Dios te Salve y comenta el Segundo Misterio: el Toro aparece en el ruedo de la Media Luna y muestra sus patas cubiertas de estrellas. Recuerdo las palabras del Ungido y encuentro a mi familia en cualquier parte. De modo que no estoy solo: mi memoria recupera la presencia de mi hermano muerto, lo instala en su laberinto de velas y flores, le pide un comentario de las miserias que asumimos por el olvido de la muerte, en un siglo de huesos y baladas infernales que corroboran las prácticas de la maldad y las pesadillas y el demonio que rige el ciclo de las decapitaciones: la Pelona, la de las Tetas Arrugadas, la del Diezmo y la que Diezma, la Compañera de Orfeo, la Llorona, la Chingada, la que en este momento se para en medio del coro de viejas convencidas de que la vida es un milagro que merece ser apreciado desde la compasión y el afecto y el amor, pues, el odio, dice mi hermano desde su lecho de hormigas, no tiene sentido. El trabajo del enterrador se convierte en un oficio solemne, apegado, contradictoriamente, a la indiferencia: unas cuerdas, un balde de cemento son suficientes: la mejor crítica de la existencia, dirigida a la fulminación de los rencores y la materialización de la codicia. Tomados de la mano, ebrios, enceguecidos por la euforia, danzando a medianoche en la montaña, a pocos pasos de la fuente, admirados por el reflejo de las constela-
ciones, vamos, acompañados por una banda de ángeles negros que interpretan arremetidas jazzísticas con la fuerza de Louis Amstrong transfigurado sobre una nube. Es la Gloria, la refutación del absolutismo nazi que quiso implantar sobre la tierra la burocracia de la muerte, luego que la idea del absoluto estallara en la cabeza de Nietzsche. Los muertos me acompañan de noche y de día. Son mi oración, el pan que arranco de la boca. Mi hermano abandonó los bongós y bajó con el traje que había adquirido pensando en un matrimonio que lo alejara de la vida junto a mujeres que no lo quisieron, drogas que laceraron sus brazos, preocupaciones y humillaciones llevadas en silencio, ofreciendo siempre la risa estruendosa, el ritmo de una canción que su voz, cercana al suburbio y al ron, modulaba de tal modo que su corazón, enorme como su gordura, nos dejaba la certidumbre de una alegría cuya traición, entre sueños de marihuana y bocanadas de crack, permitía el mutismo cómplice, la complacencia en el momento de la rumba. Las metáforas se convierten a cierto prosaísmo jurídico: una de sus mujeres, por orgullo de viuda o por reconocimiento social, prefiere la exhumación, antes de compartir un lecho mortuorio con otros desconocidos que también descansan debajo de su tumba. Por sus amistades, por el estilo de su existencia, por la manera como llevó el reloj sin que se advirtiera lo íntimo de su renuncia, escucho, como si mi conciencia fuese una caja de resonancia, la letra de un guaguancó interpretado por Tito Rojas: Nadie vuelve del sueño profundo. Esta mañana, mientras me rasuraba frente al espejo, preparando mi apariencia para asistir a las exequias, pensaba, involuntariamente, en el entierro de Paddy Dig-
nam y en la enormidad de ese monstruo verbal que es el Ulises de James Joyce. Las campanas vibrando como un caracol de acero: Dig... nam... Dig... nam. La escena del burdel, cuando el muerto se presenta a sus amigos y les confiesa lo que ha visto. El dolor cede a medida que los recuerdos del difunto se deshacen en la orilla: lugar de lamentos que pegan como el tiempo: Corre, Támesis, hasta que acabe mi dolor, dice el anciano Tiresias, invocado por T.S. Eliot. La herencia del difunto: seis camisas, cuatro pantalones, tres pares de zapatos, siete correas, cuatro pañuelos, un casco de seguridad, una pequeña lámpara, libros de cálculo matemático y otros sobre construcción de represas y estudios de suelos, un reloj, un bolígrafo, unos lentes, ocho cápsulas de vitaminas, tres chaquetas, medias, interiores, un álbum de fotografías que requiere descripción aparte, un vehículo rústico que utilizaba en su trabajo recorriendo extensiones cultivadas de palma africana, los bongós que siempre le acompañaron: al momento en que la urna lucía por última vez la ventanilla abierta, sus amigos golpearon los cueros como postrero homenaje a su alegría. Una hija de cinco años, deudas menores que todavía nadie sabe quién pagará, dos mujeres desconsoladas, tres hermanos que siguen y se preguntan ¿quién será el próximo?, amigos de farra que seguramente lo recordarán al azar de un trago en su nombre, un pequeño maletín de mano donde permanecen dos cucharillas, una papeleta de bicarbonato y una pipa improvisada: objetos fieles al destino de su dueño: huyen de la soledad y cobran otro esplendor. Soy yo quien ahora viste sus camisas y busca su olor y camina con sus zapatos y mira las estrellas para conservar la altura que conviene a su mirada.
Decálogo del sigiloso UNO El principal apoyo sensible de un sigiloso es el sentido del tacto. Para el sigiloso, el universo está sembrado de presencias que se frotan continuamente. DOS El sigiloso puede llevar una vida normal. Acompañar a sus hijos al mercado. Ir a misa. Asistir a los museos. Bañarse dos veces en el mismo río. TRES No deja rastros. No tropieza. Nunca pierde el horizonte. No utiliza instrumentos. Aborrece las brújulas. Tantea las paredes sin tocarlas. Palpa. Respira. CUATRO Escritores sigilosos: el Marqués de Sade; Alejandro Dumas, autor de El Conde de Montecristo; Miguel de Cervantes, cautivo en los baños de Argel; el autor de Diario de un ladrón, Jean Genet; Jorge Luis Borges, desdoblado protagonista de La secta del Fénix; Fernando Pessoa, solitario bebedor de vino; Julio Cortázar, intérprete de los desaguaderos domésticos, nocturnos y fantásticos; San Juan de la Cruz, cuya alma viaja sin ser notada a través de la noche mística. CINCO Dijo el rabí a sus discípulos: Sed mansos como ovejas y sigilosos como serpientes. SEIS Lecturas sigilosas: La Biblia. El valle de Josafat, escrito por Eugenio D´Ors. Los Diarios de Kafka. La tumba sin sosiego de Cyril Connolly. Los Escritos burlescos de Francisco de Quevedo. SIETE Se dice que Sócrates fue el hombre más sigiloso de la antigüedad. OCHO Paso es el paso del sigiloso en el abismo. NUEVE Novela sigilosa del siglo XX: Viaje al fin de la noche de Ferdinand Céline. DIEZ Sé sigiloso hasta el final.
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VOCES DE LA CALLE
WILLIAM OSUNA
San José Blues 1923 (Fragmentos)
MADRE cuando tu cuerpo no da razón en estos campos de acero y yo estoy en mi fantasía de empujar una puerta en la multitud entre papeles y hojas que van por el aire y mi noche crece porque voy montado en mi luna oyendo las voces de las grandes ciudades y hay un aro negro como la sombra de Dios donde soy un niño de los cincuenta que juega y se disipa en tu sueño como cable quemado entre las chimeneas Mírame Vamos a la velocidad de los vientos lejos de casa abandonados como añosas neveras en una estación de gasolina Soy un asno atado al ruido de un perol vacío que hace equilibrio sobre alambres de púas Quiero visitar mi barrio apretarles las tuercas a los muchachos de la manzana «Q» en las últimas entradas de mi partido de béisbol ¿Son ellos cachos abrillantados girando como carneros en el fondo de su edad? ¿O soy yo recién cortado de ti peinándome
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con el filo de una piedra? ¿Acaricias a tu animal? Variaciones que junto y dejo en tu hierba por eso hablo de ti y contigo frente al espejo. No hago otra cosas que hablar de ti rezar de ti rabiar con tus alimentos botellas de sangre en tu desayuno y en tu cena tanques de oxígeno agua para la noche Con esta dieta brotan semillas de tu cuerpo pareces un huerto rosas en tu frente, claveles en tus pies tu estómago un enjambre de abejas y mariposas Es inútil Me siento como un espantapàjaros en un campito de plátanos Yo prefiero caminar sobre tus aguas. HE AQUÍ mi anécdota Si me dieran a escoger por esta tierra humillada sus cuatro puntos y ríos y la gente de la vía bajo los edificios puntiagudos y sus poetas como viejas cucarachas ascendiendo por la torre de sus vanidades y aquel tombo que pide la cédulas a las puertas de la estación Plaza Venezuela
quemando números en la suerte de su pistola Si me dieran a escoger De pasada no cabe duda Que prefiero arrearle un puñetazo en la nariz a quien pregunta semejante descompuesto Prefiero tener una venta de hot dogs a un lado del stadium o ser gerente de un estercolero de chivo en el desierto de Coro Fabla del momento Evito tu elegía Son mis años no los tuyos ya no voy al cine recuerdo que en la época pasada John Wayne me caía muy mal No lo puedo olvidar nunca tuvo un revés murió en la Batalla del Álamo abandonado por Richard Widmark a la sombra de su sicomoro y resucitó en Río Bravo sin sus muelas de oro Dick se las robó poco antes de morir Mamá nunca te dije madre puro adorno nomás ¿comprendes? Sin sentirme héroe de ninguna desgracia ni poeta de los míos Cuando en las brasas arde por un día de labor olla sin nada el esqueleto de un pez podrido Voy ordenando mi sueño en las altas rejas del sitio que da nombre a esta tierra. A modo de payaso sin empleo fuera de la gran carpa del cielo me sostengo en el abismo de las palabras que llevo como romance de patria bajo mi lengua
NO MÁS milagro de los panes Te fuiste aquí seguimos montando en el caballo enceguecidos por las habitaciones buscando las puertas donde guardabas los pájaros ¿Vuelan aún sobre tus torres? ¿Te rompiste como tren de lata? Mira me pongo sentimental llevo en mis hombros tus huesos niños de 1923 y un arrepentimiento de lobo escondido en el patio De sitio en sitio Con las alas rotas, el pico quebrado mendigo de mí mismo comprendo el dolor de mi tribu te miento, me mientes, por hacerte reír me burlo de tus doctores: aquel que parece a Agustín Lara a esa primero le llega la lengua a un lugar que el resto del cuerpo aquel otro, este otro y ése Deberían entregarse al zoológico de Caricuao la enferma lunar baila can-can de noche en la sala de los locos Me río te ríes Fatuas maromas y la sangre es poca y la muerte es perpetua
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TE DIJE que la muerte era una jalea vaporosa En el horizonte, que venía montada en un caballo, Sobre el viento, forrada en unos pantalones de pana Y una camisa a lo Roy Rogers. Te hablé que no llevaba sombrero, sino un pañuelo De lunares rojos amarrados en al cabeza a lo Carmen Miranda. Te señalé que ahora nadie le temía: La otra noche un camionero colombiano la vio en un callejón de Catia Bebiendo guarapita. Aprovechando que estaba curda y enmachichada La bombió contra unos peroles de basura, y tirándole un collarín De ajo, le gritó en fuga: «bien lejos contigo, híjole, a’ su madre» Con ese ajiley». «Será que la muy bacana no respeta».
EN LA ESTACIÓN de su corazón Y para siempre Hablaba como desde un radio. Yo cerré fuerte la boca Y miré a un lado imaginándome Al plasma perro y desordenando su cuerpo. Y los doctores quebrándose el coco «Quizá en el 2000 sí arreglaríamos Este bello ejemplar Pero hoy es plaza tomada». Y mis hermanos hablaron de brujos Y de llevársela a casa Para ponerla a comer monte sagrado. Y la habitación que le reservamos Quedó como un estadio de fútbol vacío Y vino la navidad y quedamos arrinconados Cogiendo palos en el ángulo de un recuerdo Y nos vemos en la piedra tatuada del almanaque. Hasta siempre En la hora nimbada de los vientos que regresan.
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PENA CON PENA retrocedo un paso Estás vestida con traje de boda 1940 Han estallado en el aire los primeros zepelines Mi papá alto y flaco como un palo de billar Lentes tipo Harold Lloyd sube a su bicicleta Y entrega casa por casa los primeros telegramas De la Gran Guerra toma sus heladas espumosas En la cervecería Doncella El espectro del General Gómez Juan Vicente cuelga los guantes Sobre el tranvía de Gradillas La Muerte huía a caballo Por los corredores de Miraflores Vieja mentirosa te esperaba cuerenta años después Para atarte a sus grillos en una cama Del Clínico de la Ciudad Universitaria Con una gran bola de acero Habían derribado el Majestic el balcón donde Carlitos Gardel Te cantaba con Betty, July y Mary cabello de tinte amarillo como Rubia de New York Esto lo escribí como joven poeta Y en el circo me creyeron Estamos en 1940 risueña y feliz muchacha de aries El cangrejo que alimentó tu estómago no era ni siquiera una lámina de cobre.
DÉCADA del 50 mi papá subía a tus colinas Engendrando niños La fiesta era con nosotros Y estábamos bonito y sabroso Deslizándonos por el piso en una pista De salsa y talco Celebrando por el nuevo sargento De la tropa Nadie se hacía el malacara Si abrías la boca salían pompas de jabón Que cubrían toda la casa En la calle la pólvora se llevaba con elegancia Cuando limitaba entre el cuello de la camisa Y la nuca Los muchachos imitaban a Sadel Cantando Escríbeme Según el gusto y las ganas el bonche Reventaba con Billo La Sonora Los Panchos El Beny El general Pérez Jiménez se retrataba Con los paralíticos en las puertas de los Hospitales Bomba camará por toda Caracas De vez en cuando ocurrían apagones En el barrio El fantasma de mi abuelo desenchufaba La luz por la avenida Roosevelt Mi papá y mi mamá se reían Yo tenía miedo Mi abuela también su corazón Saltaba como gato escaldado.
MAMÁ pirada conmigo hasta la Patagonia Traje rojo boca roja cuerpo de rumbera De película mexicana canción que espantó La recluta cuando nos requería en sus filas Doncella de los años 30 peineta de Lola Flores Patio de escuela casa blanca calle de San José Puerta de Caracas zapato patente ojo del mayor Bello perdido en las montoneras de oriente Taxi nocturno útero de acure plan cósmico Que prometió regresar en uno de sus nietos Moneda de yodo feudal obrera sin sindicato Alfabetizadora en libro de uva y vaca pintona Ley de hormiga amamantando toda la noche Naturaleza muerta.
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5.000.000 88 A Plena Voz
La palabra solidaria se escribe Libia Guerrero Castellón
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n el mes de febrero del año 2004, siempre febrero de amores, apareció la primera edición de la revista A Plena Voz, la cual desde su inicio contó con un amplio tiraje de cien mil ejemplares, en un claro esfuerzo del Estado venezolano por difundir contenidos esenciales del ámbito político y social con carácter pedagógico. Cuenta su editor, el poeta William Osuna, que un día domingo en casa del poeta Farruco, en tertulia amena con Gustavo Pereira, Miguel Márquez y otros del solar, buscaban la aguja dorada en el pajar y en un instante entre libros que se abrían en la mesa se encontraron con el poemario del camarada Mayakowski, de donde se tomó el nombre de A Plena Voz. Desde ese momento la revista se lanzó a conquistar esa fiesta de colores, de papeles y de tinta con el esmerado cuidado de sus hacedores: William Osuna, Héctor Seijas, Libia Guerrero, Glenn Díaz, el artista plástico Pájaro, Iván Lira y Leya Olmos. En sus cinco años de circulación, la revista que ha calado hondamente en el colectivo nacional, pondera la sencillez del lenguaje. Es una publicación que enfoca con escritura comunicativa temas referentes a los procesos actuales, no solo en cuanto a Venezuela sino con respecto al mundo en su conjunto. Desde los escenarios de la realidad concreta, los temas exigen presencia y divulgación. Esta peculiaridad ha facilitado su incursión en las bases sociales y otros colectivos, que demandan con urgencia la visión de la realidad descifrada bajo nuevos códigos de lectura y percepción. Por ello, distintas organizaciones, instituciones educativas, militantes de base y un amplio público que confluyen en la posibilidad de una publicación didáctica, política e informativa, solicitan con rigurosidad ejemplares de la revista para su discusión y lectura. Lo curioso es que este público de lectores es diverso en sus intereses, edades y compromisos. Al arribo de este aniversario, A Plena Voz cuenta con la publicación de 50 ediciones, que en números de ejemplares se multiplican por los cuatro horizontes de nuestro cielo, en más de 5 millones de revistas distribuidas de manera gratuita a nuestros fraternos lectores. En ese transitar la edición de ejes temáticos ha resultado una fórmula exitosa. Se recordarán los números especiales dedicados por ejemplo, a la Lucha de los trabajadores, Las guerras y su condenatoria, Centenario de Salvador Allende, Burocracia, Soberanía Petrolera y recientemente los dossier Puerto Rico Libre, Homenaje a Miguel Acosta Saignes y 50 años de la revolución Cubana. Esa revista sube cerro –dicen en la esquina–.
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s e r A PLENA VOZ o t c e l s o n r e t a r f sus Y
Estimados señores «A plena voz»: Mi nombre es Arturo Aguilera y soy estudiante de diseño gráfico de la Universidad de Chile. Hace un par de semanas un amigo que participó del encuentro de escritores por el ALBA realizado el año recién pasado me regaló un par de ejemplares de su revista, la cual comencé a leer inmediatamente y con mucho agrado. Esta me ha servido bastante para comprender aún mejor el proceso bolivariano que lleva adelante el pueblo venezolano y para seguir enterándome de las artimañas del gobierno de los EEUU para seguir metiendo sus manos en Latinoamérica. Lamentablemente, al contrario de ustedes, mi país cada día sigue olvidando las lecciones que nos heredó el presidente Salvador Allende y vuelve la mirada hacia los EEUU y no hacia Latinoamérica, amarrándonos a ellos con tratados comerciales que venden nuestras riquezas a los capitales «gringos». Desearía pensar que con la elección de Barack Obama las cosas van a cambiar un poco, pero creo que es muy difícil, desde siempre los gobiernos yankis han demostrado su inclinación a oprimir y gobernar en base al robo y al temor de los pueblos, incluido el suyo. Por lo mismo les envió una pequeña colaboración que expresa de manera muy honesta el sentir de muchos de nosotros los chilenos, que vemos con agrado y un poco de envidia lo que realizan ustedes en su hermoso país, mientras que acá día tras día las «oligarquías rancias» como dijo el comandante Fidel Castro hace unos días, tratan de ser más y más poderosas a costa de vender su alma (y la de nosotros) a los «pitiyanquis». Les adjunto un collage realizado por mi titulado «Burn in the USA», espero que les guste y que si encuentran un rinconcito en su revista lo puedan publicar. Los felicito sinceramente por su revista, sigan luchando por difundir el pensamiento del pueblo venezolano, que tan bien le hace a este continente que poco a poco va despertando de su letargo y va cayendo en la cuenta de que su riqueza más importante y la que nunca será comprada es la riqueza de su gente. Se despide de ustedes un, desde ahora, asiduo lector y eterno servidor. Arturo Aguilera Universidad de Chile
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Todo venezolano interesado en política debería leerla. Antonio Pasquali. La cultura del régimen. El Nacional (17-07-2005)
Un cordial saludo al super equipo de redacción de A Plena Voz, por el excelente trabajo que hacen con ética y pulcritud. Estoy interesada en establecer contacto con el escritor colombiano Álvaro Marín, puesto que en la entrevista que le hicieron en la edición Nº 47-48, hace un planteamiento interesante en relación al tema de la Diversidad Cultural. Soy profesora de la Universidad Bolivariana de Venezuela, donde participé en el Concurso de Oposición sobre el tema, coincidiendo con el planteamiento del escritor. Agradeceré la obtención del correo de Álvaro Marín. ¡Saludos revolucionarios y que continúen los éxitos! Sandra M. Velásquez D.
Camaradas descubrí su revista en una oficina pública de la Gobernación de Mérida, dirijo una unidad para personas con discapacidad en la cual estamos trabajando para motivar y reinsertar en la vida laboral. Como actividades complementarias tenemos un círculo de lectura que se vería beneficiado al recibir su publicación. «tenemos alguna discapacidad pero ella no nos tiene a nosotros» Otto Fernández Molina
Estoy muy atento a la publicación mensual de A Plena Voz, porque constituye una abundante y variada referencia, a través de los trabajos que divulga, sobre el acontecer nacional e internacional, en Ciencias Sociales, en cuanto a crítica literaria, poesía. Así como también el material de contenido científico y humanístico, que considero de alto valor formativo, generando avidez y curiosidad por los próximos números. Es un loable trabajo comunicacional el que realiza el equipo responsable. Les extiendo modesto y fraterno abrazo y felicitaciones. A paso de vencedores de sombras.
Soy estudiante de Estudios Políticos y Gobierno en la UBV, he publicado algunos ensayos en portales como Aporrea y Abrebrecha; les adjunto un ensayo para que consideren su posible publicación con la intención de hacer un aporte al debate de las ideas, batalla en la que considero viene haciendo un trabajo fundamental la revista A Plena Voz. Amaury González
Saludos fraternales a personas como ustedes que están en la búsqueda de los hechos o sucesos diarios. Tengo el gusto de invitarles a la parroquia La Pastora, a la presentación del Proyecto de la Aldea Universitaria Agustín Aveledo, el 7 de febrero de 2009. El Proyecto es referido al Marco Jurídico de la Prevención y participación a la no delincuencia de niños, niñas y adolescente; presentado por los futuros Abogados de la República Bolivariana de Venezuela. Esperamos contar con su apoyo. Shirley Anderson
Les extiendo mis felicitaciones por ese arduo y fecundo trabajo informativo, opinativo y cultural que difunden a través de A Plena Voz, concienciando a los venezolanas y venezolanos sobre los matices de nuestra identidad, y abriendo espacio no sólo a la reflexión, sino a la acción efectiva, en el marco de este proceso revolucionario. Deseo obtener información sobre cómo publicar en la revista tengo unos poemas de mi autoría. Que continúen los éxitos. Susana Moncada González
Reciban un cordial saludo bolivariano y socialista en la oportunidad de solicitarle algunos ejemplares de la revista A Plena Voz, ya que estamos trabajando en la parte ideológica del PSUV y la revista ha sido de mucha utilidad. Estamos en la siguiente dirección: calle segunda entrada entre calle Alfonzo Lopez y calle 6 # 70 Las Mercedes. San Felipe, estado Yaracuy.
Larry González Rojas Activador cultural- Corazón Adentro
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Movimientos indĂgenas latinoamericanos: un desafĂo Marcelo Colussi
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Echamos por la borda las teorías racistas y/o paternalistas que, con distinto nombre y en épocas sucesivas, presentaban a las poblaciones indígenas [...] como un problema irresoluto al que había que darle una solución definitiva, por el exterminio o por el mestizaje programado, amén de la proletarización que exigían los pensadores estalinistas de las izquierdas ortodoxas para limpiar el camino que conduciría a la revolución. […] Sin embargo, en el último tercio del siglo XX todas esas teorías fueron perdiendo terreno ante un hecho real: «la indiada» no sólo no se acababa, sino había crecido en número y en la toma de conciencia de su situación. Alzó la voz, participó en los movimientos revolucionarios y exigió derechos, respeto y participación activa en la vida social global. Carlos Guzmán Böckler
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n el artículo 68 de la Constitución de la República del Ecuador de 1830 se establece que: «Este Congreso constituyente nombra a los venerables curas párrocos por tutores y padres naturales de los indígenas, excitando su ministerio de caridad a favor de esta clase inocente, abyecta y miserable». Casi dos siglos después, la situación ha cambiado bastante. Al respecto, en el informe Tendencias Globales 2020 – Cartografía del futuro global, del Consejo Nacional de Información de los Estados Unidos, dedicado a estudiar los escenarios futuros de amenaza a la seguridad nacional de ese país, puede leerse: «A comienzos del siglo XXI, hay grupos indígenas radicales en la mayoría de los países latinoamericanos, que en 2020 podrán haber crecido exponencialmente y obtenido la adhesión de la mayoría de los pueblos indígenas […] Esos grupos podrán establecer relaciones con grupos terroristas internacionales y grupos antiglobalización […] que podrán poner en causa las políticas económicas de los liderazgos latinoamericanos de origen europeo […] Las tensiones se manifestarán en un área desde México a través de la región del Amazonas». Para enfrentar esa presunta amenaza que afectaría la gobernabilidad de la región poniendo en entredicho la hegemonía continental de Washington y afectando sus intereses,
el Gobierno estadounidense tiene ya establecida la correspondiente estrategia contrainsurgente, la «Guerra de Red Social» (guerra de cuarta generación, guerra mediático-psicológica, donde el enemigo no es un ejército combatiente, sino la totalidad de la población civil), tal como décadas atrás lo hiciera contra la Teología de la Liberación y los movimientos insurgentes que se expandieron por toda Latinoamérica. Hoy, como dice el brasileño Boaventura Sousa Santos refiriéndose al caso colombiano en particular y latinoamericano en general, «la verdadera amenaza no son las FARC. Son las fuerzas progresistas y, en especial, los movimientos indígenas y campesinos. La mayor amenaza [para la estrategia hegemónica de Estados Unidos] proviene de aquellos que invocan derechos ancestrales sobre los territorios donde se encuentran estos recursos [biodiversidad, agua dulce, petróleo, riquezas minerales], o sea, de los pueblos indígenas». Así, quienes durante los siglos de colonialismo español fueron la «raza inferior», con cuya inmisericorde explotación se contribuyó en buena medida a la acumulación originaria del capitalismo europeo, ahora pasan a constituirse en un peligro para la seguridad hemisférica. Los movimientos indígenas de Latinoamérica están vivos y en pie de lucha. Pero esto abre una serie de planteamientos: ¿qué son en realidad los movimientos indígenas en Latinoamérica? De hecho, el término se aplica a una variada y bien heterogénea realidad donde confluyen puntos de vista muy diversos, a veces opuestos. De todos modos, más allá de esa dispersión, hay un común denominador de fondo: la reivindicación de una identidad cultural de base: «como indios nos conquistaron, como indios nos liberaremos». No cabe la menor duda de que esos movimientos, con diversidades dentro de cada Estado nacional, vienen creciendo, cobrando más fuerza, más solidez. En algunos países son ya actores políticos de la mayor importancia, y dentro de la lógica de democracias representativas «vigiladas» –para decirlo de alguna manera tolerable– que barren hoy Latinoamérica, no pueden ser ya excluidos del diálogo nacional como lo fueron durante siglos en las agendas de las aristocracias verná-
culas, supuesta representación del «progreso» europeizante frente al «atraso» de los pueblos originarios. De hecho, en Bolivia existe el primer presidente de origen indígena de la historia: el aimara Evo Morales, producto de la movilización de las bases en históricas jornadas de lucha. Y en Ecuador, Perú, Guatemala, Chiapas en el sur de México son los actores más dinámicos del panorama político. Vale hacer una consideración: el término «indígena», incluso, por tan amplio puede terminar no siendo preciso y contribuir a la exclusión. Por eso no faltan quienes plantean su eliminación: «Utilizar los nombres propios de cada pueblo (kiché, quechua, cuna, sami, etc.) eliminando el concepto «indígena», que generaliza y a la vez destruye nuestra identidad, es decir, construir un mundo sin indígenas y reconocer los nombres propios de los pueblos», según se propone en las Conclusiones del Encuentro «Proyecto Pueblos Indígenas», de la Organización Internacional del Trabajo, de 1996, realizado en la ciudad de Chimaltenango, Guatemala. La aparición de los pueblos indígenas como nuevos actores políticos en el escenario latinoamericano, con una dinámica muy particular como no la habían tenido durante los siglos de colonialismo ibérico padecido, se caracteriza por un conjunto de dinámicas propias que no tienen otros movimientos sociales: 1) la reivindicación por sus derechos específicos como pueblos indígenas con su cultura y su autonomía, 2) la territorialización de su presencia, 3) el desarrollo de estructuras organizativas cada vez más complejas, 4) la dimensión nacional de sus demandas, 5) las relaciones que están tomando sus luchas con los Estados nacionales donde las mismas ocurren. Podría decirse que es un pedido generalizado, desde Chiapas hasta la Patagonia, el reclamo de reconocimiento del derecho a la diferencia, a que se reconozca y respete su especificidad étnico-cultural, a que no se les reduzca a algunas categorías sociales de la sociedad capitalista dominante, como la de «campesinos». Las reivindicaciones más sólidas y articuladas de algunos movimientos indígenas se han encaminado hacia el planteamiento de Estados plurinacionales. Ello apunta a la modificación estructural de los Estados nacionales nacidos luego A Plena Voz 93
de la independencia formal de la Corona española a principios del siglo XIX como «grandes fincas» manejadas por aristocracias criollas sin proyecto propio de nación –como sucedió, por el contrario, en la naciente Unión Americana en Norteamérica, que desde el inicio (eliminando a todos los pueblos originarios, valga agregar)– se planteó una real independencia política y económica. En Latinoamérica, donde en general los pueblos originarios –salvo algunas excepciones donde fueron prácticamente desaparecidos, como en Argentina y Uruguay– siguieron resistiendo la conquista en una interminable puja, estos nuevos planteamientos de plurinacionalidad buscan su representación efectiva en las naciones modernas; naciones en las que se da la paradoja que, teniendo mayorías de población indígena que no pudieron ser totalmente asimiladas ni doblegadas, presentan Estados calcados sobre los modelos liberales europeos, desconociendo y marginando a los pueblos autóctonos; Estados centrados en las ciudades capitales y que tomaron el español como lengua oficial, siempre mirando hacia Europa o Estados Unidos, abominando de su composición aborigen. La demanda de plurinacionalidad implica, en definitiva, el final del asimilacionismo político y cultural del que los pueblos indígenas han sido víctimas por cinco siglos. «El problema del indio no es asunto de asimilación o integración a la sociedad «blanca, civilizada»; el problema del indio es problema de liberación», decía taxativo el líder indígena Fausto Reinaga en la década de los setenta del siglo pasado. Y agregaba, refiriéndose a esa posibilidad liberadora: «Europa nos ha impuesto su lenguaje, su religión, su historia, su moral, su cultura, su arte. Ahora pretende imponernos su versión de la revolución, sus estrategias y tácticas «correctas» de lucha». Desde hace ya algunas décadas los pueblos indígenas de diferentes regiones de Latinoamérica –la tradicional mano de obra barata y sin organización sindical para las grandes fincas de las burguesías nacionales agroexportadoras, y por otro lado, el personal doméstico de las clases medias y altas urbanas– vienen llevando a cabo una serie de luchas en defensa de sus derechos plenos y de sus territorios, bajo distintas condiciones y valiéndose
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de estrategias variadas. En esa dinámica política encuentran como sus enemigos directos a los Estados nacionales donde habitan, que más que acogerlos como ciudadanos los han marginado y reprimido históricamente. En esa lógica se enfrentan a las fuerzas armadas y policíacas de los mismos países de los que son parte; a los terratenientes y sus grupos armados privados; a las empresas petroleras (en general extranjeras y afincadas en territorios que los Estados nacionales –excluyentemente racistas y capitalinos– les otorgan pasando por sobre los pueblos originarios); a las empresas forestales y mineras, así como a las empresas fraccionadoras y consorcios hoteleros, en un marco reivindicativo que va desde lo político hasta lo cultural. Sin idealizaciones simplistas ni glorificaciones mistificantes, no hay dudas de que todos estos movimientos indígenas constituyen un reto al discurso hegemónico capitalista occidental. Sin plantearse una opción revolucionaria en términos clasistas según la concepción marxista clásica, son una «piedra en el zapato» para la concepción dominante. Con una tradición que viene de sus siglos de resistencia a la dominación española, los pueblos indígenas evidencian una democracia de base más genuina que las raquíticas democracias representativas surgidas en Europa y transplantadas al continente americano en una deslucida copia. Si las poblaciones indígenas, mayoritarias en varios de los actuales países latinoamericanos, profundizan esas prácticas de democracia directa en la forma de sus autoridades políticas, inmediatamente se tornan desafíos a los poderes tradicionales de sus países y al imperialismo estadounidense, pudiendo confluir con las tendencias más contestatarias de otros sectores sociales, como la clase obrera industrial, los desocupados urbanos y, en definitiva, todos los sectores que el sistema capitalista –y más aún las políticas neoliberales de los últimos años– han venido segregando y empobreciendo. En otros términos, los movimientos indígenas vienen emergiendo en el mismo nuevo horizonte común de cambio social y político que levantan otros colectivos igualmente marginados, apostando por nuevas formas de democracia directa, participativa, todo lo cual es un reto abierto al statu quo, tradicio-
nalmente conservador y racista y con un profundo sentimiento «antiindio». Al respecto, es interesante considerar la Declaración de Quito, con la que concluyó el encuentro continental «500 Años de Resistencia India», en julio de 1990, preparatorio de la contracumbre de celebraciones que tuvieron lugar con motivo del «encuentro» (¿o encontronazo?) de dos mundos en 1492: «los pueblos indios, además de nuestros problemas específicos, tenemos problemas en común con otras clases y sectores populares tales como la pobreza, la marginación, la discriminación, la opresión y explotación, todo ello producto del dominio neocolonial del imperialismo y de las clases dominantes de cada país». Sin ser una opción marxista en sentido estricto, los movimientos indígenas de Latinoamérica tienen un potencial de cambio social enorme. O, al menos, son una confrontación abierta para los poderes capitalistas dominantes, sean las aristocracias locales o los capitales transnacionales, especialmente los estadounidenses. Sus reivindicaciones específicas como pueblos ancestrales los convierten de inmediato en sujetos políticos de cambio, en tanto reivindican cosas que los años de colonia y luego de capitalismo periférico cuando las independencias formales de los Estados en que se desarrollaron, les ha negado. El sólo hecho de pedir respeto a su identidad, y más aún: el acceso a la tierra o a los servicios mínimos de las sociedades modernas (salud pública, educación pública de calidad, otros servicios que trajo aparejado el desarrollo de la tecnología capitalista como viviendas más confortables, agua potable, comunicaciones, etc.), los ha transformado en otro colectivo más que, sin ser el «proletariado industrial urbano» que levantaba el socialismo clásico, también es un factor de protesta no menor, con un gran poder de convocatoria y movilización. Para muestra: la cantidad de presidentes que sus luchas han contribuido a deponer en estos últimos años (en Bolivia, en Ecuador), creando situaciones francamente prerrevolucionarias. Las izquierdas tradicionales de Latinoamérica –en general inspiradas en cosmovisiones europeizantes de marxismo ortodoxo, salvo chispazos alternativos como José Mariátegui en Perú o Carlos Guzmán Böckler en Guatemala, que han
propuesto nuevas interpretaciones de la cuestión indígena, siempre como marxistas, pero entendiendo de otro modo el fenómeno– han tenido muchas reticencias para aceptar teórica y prácticamente el hecho de una «movilización política indígena» como una entidad propia, y de hecho su accionar político siempre se ha encaminado a integrar los movimientos indígenas en la lógica de lucha campesina. Como claramente lo expresa el pensador guatemalteco Guzmán Böckler, en la izquierda latinoamericana por años se esperó «la proletarización que exigían los pensadores estalinistas de las izquierdas ortodoxas para limpiar el camino que conduciría a la revolución». El «problema indígena» fue para la izquierda en muy buena medida justamente eso: un problema. No encajaba en la teoría, era un «obstáculo» para la revolución proletaria. Pero si bien es cierto que las izquierdas mantuvieron una interpretación que subsumía a los grupos étnicos dentro de la categoría «campesinado», en los últimos años puede apreciarse cierto cambio hacia una valoración más positiva respecto a las reivindicaciones de los pueblos indígenas por parte de algunos intelectuales y organizaciones políticas. Aunque es cierto que los pueblos indígenas en su mayor medida son campesinos, mantienen en sus reivindicaciones puntos específicos que, más allá de la globalización uniformante que se expande sobre el planeta, les confiere un perfil propio como colectivo. Y es ese perfil propio, esa defensa irrestricta de su identidad, esa reivindicación cultural de sus raíces lo que, precisamente, los pone en marcha en tanto nuevo sujeto político que alza la voz. Sin irse al extremo de un pintoresquismo romántico –o ingenuo– que ve en los pueblos originarios sólo una suma de bondades (con lo que se estaría reeditando el mito del «buen salvaje», mito eminentemente racista en definitiva), también es cierto que el fenómeno de los pueblos indígenas de Latinoamérica no se agota con una lectura desde los parámetros del economicismo marxista ortodoxo. Sin duda, los indígenas son campesinos, en muchos casos con limitado acceso a la tierra y con los mismos problemas que agobian a cualquier campesino pobre del continente, pero también
tienen otras demandas específicas que no van a deponer. De ahí aquella expresión: «como indios nos conquistaron, como indios nos liberaremos». En definitiva, el colectivo «pueblos indígenas» encierra un gran potencial de cambio. La resistencia histórica de cinco siglos viene esperando en silencio. Por lo pronto, su reivindicación de territorialidad es ya un desafío al gran capital, en tanto cuestiona el paso avasallador de las grandes empresas petroleras, mineras o explotadoras de la biodiversidad que justamente apuntan a los lugares donde ancestralmente habitan esos colectivos. Por el sólo hecho de plantear una pertenencia histórica de esas tierras, eso ya constituye un obstáculo a la lógica de los grandes capitales. Mucho más aún si esas reivindicaciones van de la mano de organización política y articulación con «problemas en común con otras clases y sectores populares», tal como pedía la Declaración de Quito. La geoestrategia hemisférica de Washington ya lo intuyó, de ahí la caracterización de «peligroso» para los nuevos escenarios que le desafían su hegemonía en los próximos años con los movimientos indígenas en crecimiento. La opción, como siempre, es la represión. Pero también la asimilación. En esa lógica aparecen las «ayudas» que el Banco Mundial y otros organismos internacionales similares vienen otorgando para impedir que se consoliden sujetos colectivos indígenas, al menos en tanto opción alternativa real. El ecuatoriano Pablo Dávalos lo expresó con claridad: «Cuando los indios emergen en el 90 empieza también la cooperación para el desarrollo. Las ONG del desarrollo aterrizan en el corazón del movimiento [...] La cooperación rompe las solidaridades e inaugura rivalidades entre las comunidades con la creación de organizaciones de segundo grado que empiezan a disputar los recursos de la cooperación». El indigenismo por el indigenismo puro puede derivar en folclore o en fundamentalismo. De eso no cabe duda. Pero negar la especificidad de las luchas de los pueblos indígenas convirtiéndolos de manera mecánica en campesinos es un déficit en la acción política que pretende transformar la actual realidad políticosocial. Como siempre, la realidad es mucho más verde que el gris de la teoría. A Plena Voz 95
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