Quito, 14 de enero del 2014
Estimado Señor Spurrier, He leído con detenimiento su columna titulada “Caballo de Troya” en la edición de El Universo del 12 de enero de 2014, en la que usted hace referencia a la entrevista que me hizo el Diario El Telégrafo el 9 de enero de 2014 sobre las negociaciones comerciales del Ecuador con la Unión Europea. Me permito reflexionar sobre lo que considero son graves errores lógicos y metodológicos que usted comete en su análisis y realizar comentarios de carácter más empírico sobre algunas aseveraciones imprecisas. No quisiera dejar de mencionar, para empezar, que usted tergiversa mis declaraciones. Jamás dije que “lo primordial para el Ecuador en las negociaciones con Europa es lo relativo a la propiedad intelectual”, sino claramente “en el sector Conocimiento y Talento Humano [sector del que soy Ministro Coordinador], el tema más sensible es la propiedad intelectual.” Eso sí, estoy convencido que el capítulo propiedad intelectual de la negociación resulta fundamental para el Ecuador, si queremos convertirnos en un país innovador. No habrá emparejamiento tecnológico, ni cognitivo, hasta poder competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo, si no defendemos un régimen de propiedad intelectual que permita la circulación temprana del conocimiento. Un régimen de sobrepatentamiento y sobreprivatización cognitiva tendría como efecto la infrautilización de este bien público llamado conocimiento, lo que, en el contexto de un país con bajos niveles de innovación, sería social y económicamente ineficiente. Aclarado esto, paso a comentar el tema bananero que usted plantea; empezando por el error que comete al atribuir a la falta de un acuerdo comercial con la Unión Europea el hecho que “en enero-‐octubre del 2011, el Ecuador vendió 1,8 millones de toneladas de banano a la UE. En enero-‐octubre del 2013, solo 1,2 millones. Una pérdida de 600 mil toneladas, el 33,6%”. Como cualquier productor de banano sabrá indicarle, esta situación se debió en gran parte a un marcado descenso en la producción nacional de banano. Ya en 2012, producimos cerca de 400,000 toneladas menos que en 2011, debido en gran medida a la temporada invernal y a la proliferación de la sigatoka negra. En 2013, padecimos un bajón productivo aún mayor. En julio pasado, el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP) ya anunciaba la reducción de la producción en un 5% a 6% debido al invierno y a la plaga ya mencionada. En septiembre, el Banco Central del Ecuador estimó que “para fines de año, el volumen de producción [registraría] un decrecimiento, en el orden de -‐12%”.1 1
Banco Central del Ecuador (2013), Encuestas de coyuntura a sector agropecuario, septiembre. Av. Patria y 10 de Agosto, esquina Télf.: + (593 2) 3946800 www.conocimiento.gob.ec
Estamos esperando las cifras finales sobre la producción del 2013, pero a todas luces serán dramáticamente inferiores a las del 2011. Sumado a esto, en Ecuador, existe una reducción general del área dedicada al cultivo de banano. En 2013, fueron 50 mil hectáreas menos de producción que en 2012. La reducción del hectareaje es una tendencia que – con ciertas fluctuaciones – se ha venido consolidando desde 2005, y se debe principalmente a que muchos productores están combinando la producción de banano con la de otros productos como el maíz, el cacao y la palma africana. Usted tampoco hace referencia a la crisis económico-‐financiera global. Costa Rica, uno de los países signatarios del Acuerdo de Asociación entre Centroamérica y la Unión Europea de 2011, vio deprimidas sus exportaciones a Europa en un 5,6% en los primeros nueve meses del año pasado. La desaceleración de sus exportaciones, al igual que en el caso de varios países de América Latina (la CEPAL acaba de emitir varias alertas en ese sentido), comenzó en 2010, cuando la debacle del primer mundo sacudía los mercados y los principales puertos de ingreso se contraían. Según la propia Organización Mundial del Comercio, el comercio global decreció en un 2% en el año 2012. En realidad, son muchos los factores, algunos sistémicos, que debemos analizar a la hora de determinar los motivos detrás de la reducción de nuestras exportaciones de banano a la Unión Europea, antes de atribuirlo de forma ligera a la ausencia de un acuerdo comercial. En cuanto a mi referencia a la elasticidad de la oferta/demanda, insisto que no resultaría fácil prescindir del primer exportador mundial de banano, responsable de cerca del 30% de la oferta global. No obstante, también considero que es necesario seguir buscando mercados no tradicionales para la colocación de nuestras exportaciones primarias, que, afortunadamente, este Gobierno está explorando de forma decidida. Un buen ejemplo de aquello es el crecimiento de un 168% de nuestras exportaciones de banano a Turquía en el 2013, nuestra importante presencia en el mercado ruso, etc. Para terminar, quisiera referirme a lo que considero es el error más grave de su columna: resumir el asunto del acuerdo comercial con la Unión Europea al tema de los aranceles sobre el banano, y abstraerlo de cualquier otra consideración económica y de un proyecto productivo nacional. ¿Quién en su sano juicio puede estar en desacuerdo con que se luche para que el banano ecuatoriano sea más competitivo en el mercado europeo? Ciertamente yo no. Es una verdad de Perogrullo sugerir que debemos dotar de máxima competitividad a nuestros productos de exportación. Es por este mismo motivo, entre varios otros, que el Gobierno nacional, del que soy parte, está sentado en la mesa de negociaciones. Pero el banano es solamente un aspecto del proceso de negociación en Bruselas. Usted comete un burdo error – quiero pensar que se trata de un defecto en la construcción del silogismo o un desafuero metodológico y no una expresión de
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intereses concretos – cuando confunde “la parte” con “el todo”. Le ecuación que usted establece, Ecuador = banano, no deja de ser asombrosa. La pregunta que debemos hacernos al plantear el problema del acuerdo comercial es ¿qué debe ceder Ecuador? ¿Qué beneficios debemos otorgar a los europeos para lograr nuestro propósito y cómo éstos nos pueden afectar? ¿Cuál es el costo? Usted no hace alusión a esta dimensión de la negociación; no aparece en su raciocinio ninguno de los potenciales efectos, positivos o negativos, de tener que abrir el país a las importaciones de los productos europeos, entre otros tratos preferenciales que debamos otorgar. Como economista, usted sabe que no puede haber proceso de toma de decisión sin establecer los costos de las ganancias. ¿Dónde está entonces esa parte tan elemental del análisis? Lo plantearé de otra forma más provocadora: ¿Qué se negaría usted a aceptar para que nuestro banano pueda entrar sin aranceles a la Unión Europea? ¿Tiene usted alguna línea roja? Yo seré el primero en aplaudir un acuerdo que beneficie nuestras exportaciones primarias actuales y no frustre el sueño que nos hemos planteado los ecuatorianos de cambiar nuestra matriz productiva, de pasar de ser un país primario-‐exportador y secundario-‐importador a ser un país que diversifique su producción y sus exportaciones, con una mayor prosperidad, soberanía y democratización como consecuencia de aquel cambio estructural. Seré el primero en celebrar un acuerdo comercial que no frene de manera irreversible el desarrollo de una potente industria nacional y de una economía social del conocimiento. Cuente absolutamente conmigo para apoyar un tratado que no nos condene a ser Banana Republic Forever. Atentamente, Guillaume Long Ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano
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