Caperucita se fue de la Casa de Marcelo Beltrand Opazo

Page 1


caperucita se fue de la casa Marcelo Beltrand Opazo

Mundo de Papel | Ediciones


Título de la obra: Caperucita se fue de la casa. © Marcelo Beltrand Opazo, año 2014 Primera Edición: mayo de 2011 Segunda Edición: febrero de 2014 Edición y diagramación: Mundo de Papel Servicios Editoriales Corrección: Mundo de Papel Servicios Editoriales Diseño de portada: Marcelo Beltrand Opazo

caperucita se fue de la casa

© Editorial Planeta de Papel Ltda., 2016 © MUNDO DE PAPEL EDICIONES Errázuriz 1178, Of. 75, Valparaíso planetadepapel@gmail.com

Marcelo Beltrand Opazo RPI: 193.270 ISBN: 978-956-9289-01-9

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o transmitida, mediante cualquier sistema —electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o de recuperación o almacenamiento de información—, sin la expresa autorización del autor.

Impreso en Chile / Printed in Chile


Prólogo

C

aperucita se fue de casa, Editorial Planeta de Papel es el libro que nos reúne hoy para acompañar al autor, Marcelo Beltrand Opazo, en un acto que tiene mucho de despedida. Cada vez que un escritor lanza un libro, algo de él se desgarra en este rito de pasaje. Lo creado se va a caminar por su cuenta, a tocar en lo íntimo a otros y sabremos de él solo por los comentarios. Esta obra nos habla de reflejos y trizaduras en la profundidad interior, donde todo es recordado en un diálogo diferido y superpuesto. El mismo título nos lleva a los años primeros y nos pone frente a las dualidades que han poblado nuestras pesadillas. Vida y muerte, bestia y hombre, infancia y madurez, van ~7~


pasando en los rápidos parpadeos de la microficción, trabajados en el zapato chino de esta técnica ya consolidada. Esta edición agrupa cuarenta y cinco cuentos breves e hiperbreves. Segmentados en tres partes, la primera, mantiene el título de la obra y despliega una serie de personajes en un desfile que empieza con aires de circo y fiesta para terminar intervenido por la realidad siempre vulgar y cambiante. La segunda titulada Pequeños Suicidios está constituida por once textos cuyos personajes establecen un coqueteo tenaz con la Muerte, una relación casi amorosa, casi perversa, que nos interpela como lectores conscientes de nuestra propia mortalidad. El Mundo de Esteban, tercera y última parte, también once textos, el personaje se interroga a sí mismo sobre el mundo, su yo interior y los planos de la realidad en la que vive. De paso, nos pone un espejo en que no podemos dejar de mirar nuestras propias contradicciones.

prevenido obligándolo a volver atrás y a repensar su propio mundo. Cada microcuento de Marcelo Beltrand Opazo busca esa zona sensitiva sin edad que ocultamos de la mirada ajena porque nos permite ser lo que creemos que somos. Pero el autor tiene oficio y, como en el brevísimo cuento que lleva ese nombre, lanza con pericia las palabras al blanco. Estimados lectores, quedan ustedes advertidos.

Susana Sánchez Bravo Escritora

Los invito a leer este libro, este mundo de Marcelo Beltrand Opazo, donde la Caperucita es feminista activa y lee a Simone de Beauvoire y Batman debe afiliarse a Fonasa como indigente al no poder constatar sueldo. No es un libro humorístico aunque propicie alguna carcajada y muchas sonrisas. Como todo aparato cultural el libro es peligroso, asocia, reconecta, busca y atrapa en una palabra o frase al lector des~8~

~9~


caperucita se fue de la casa


Confesiones de un Lobo

S

entado frente al analista, lo confiesa, despuĂŠs de muchos rodeos, subterfugios, caretas y tartamudeos. Lo dice de una vez, lo suelta, devela el secreto mejor guardado: Caperucita es ninfĂłmana.

~ 13 ~


Caperucita se fue de la casa

E

sa mañana, cuando la madre le pidió a la niña, ya mujer, que fuera a ver a su abuelita, la niña tenía planeada toda una estrategia para abandonar la casa. —Caperucita —le dijo la madre—, quiero que vayas a ver a tu abuelita. Lleva esta canasta con la torta, un tarro de miel y un poco de mantequilla. —Si mamá, llevaré todo eso —contestó la niña—mujer, por enésima vez. —¡Ah! Y no te detengas por el camino porque tienes que prepararle la leche calienta a ~ 15 ~


tu abuelita y no quiero que regreses tarde a casa. Caperucita se deja llevar por la rutina de la historia, mientras la madre le pone la capa con la caperuza y, con un leve rictus en sus labios intenta verse lo más alegre posible. Una vez fuera de la casa, se acercó a la ventana de daba a la calle y se aseguró que la carta estuviera sobre la mesa, la carta que le explicaba las razones de su partida. Tragó saliva y se alejó. A unas cuantas leguas de distancia, la esperaba nervioso el Lobo, ya viejo y sin dientes. La divisó a lo lejos, era una mancha roja entre el verdor del bosque. La miró pensativo, no lograba entender las razones de la Caperucita para dejar su casa y con ella el cuento. Las instrucciones habían sido claras: una mochila con un abrigo que no fuera rojo, una blusa y un jeans. Cuando la niña llegó a su lado, el Lobo tenía lágrimas en sus ojos, no quiso decir nada, solo le extendió la mochila y observó como se desprendía de sus ropas. Impetuosa e impúdica, Caperucita se despojó de todo lo que fuera rojo, excepto, de sus diminutas bragas, pues, ~ 16 ~

eran el símbolo del cambio en su cuerpo y en su vida; tiro de la caperuza dejando libre su larga cabellera rubia, se subió la falda y se coloco los jeans gastados. Después, miró fijamente al Lobo y dijo: —Por favor no llores, ya te expliqué las razones de mi partida, estaré bien… El Lobo la miró con tristeza, agachó la cabeza y no dijo nada, se guardó todo el discurso preparado durante la noche, la besó en la frente y la despidió. La vio alejarse entre matorrales y árboles. Mientras tanto, en la casa, la mamá de Caperucita ordenaba todo. Pero. Pero cuando se acercó a la mesa del comedor para retirar las tazas del desayuno, se percató del sobre rojo. Lo tomó con curiosidad y lo abrió. Leyó en silencio, concentrada. A medida que avanzaba en la lectura, su cara se transformaba, adquiriendo distintas tonalidades, pasando del rojo al morado más intenso. Luego, se desfiguro totalmente, arrugó la carta con violencia y lanzó un grito desesperado. ~ 17 ~


Sin saber que hacer, recorrió la casa chocando con los muebles. Descontrolada, tomó el teléfono y llamó a la Abuelita. El número estaba ocupado. Después marcó el número del Cazador, pero habló tan rápido que el otro no entendió nada. Cortó. Nuevamente llamó a la casa de la Abuelita, seguía ocupado. Qué hacer se pregunta en voz alta y claramente alterada. El Lobo dijo. Marcó su celular, pero este, previsor, lo tenía apagado. Desconsolada y con los ojos en mar, sale a la calle sin rumbo, se aleja. Y con suspiros entre cortados entiende de golpe, que el fin de cuento, había llegado.

~ 18 ~

Ccaperucita se fue de la casa ii

T

ragó saliva y miró el bosque por última vez, la decisión estaba tomada. Avanzó con paso firme, bordeando los márgenes, pisando sin huella entre matorrales. Atrás quedaba su madre y su abuela, el bosque y toda la historia mil veces contada. Atrás queda la capa y sus zapatos. Decidida, levantó el largo cuello del abrigo para cubrirse del frío matinal y recordó. Recordó con profundo pesar. Pero no estaba arrepentida de haber decidido independizarse, porque ella sabía que la mujeres se habían emancipado hacía mucho, que ya votaba, que iba a la universidad, que ocupaba altos ~ 19 ~


cargos, que incluso gobernaba naciones. Sabía que estaba bien lo que hacía, pero no podía evitar las lágrimas. Así, con callado sollozo se alejaba del cuento y se acercaba a un mundo nuevo. Cuando llegó a lo alto de la colina se detuvo y miró hacia atrás y pensó en Marilyn Monroe, Isidora Dunkan, en Juana de Arcos, en Simón de Beauvoir, pensó en todas las mujeres de la historia y se imaginó al lado de ellas. Sería una más de las que cambian la historia de los hombres, se dijo. Entonces, volvió a tragar saliva y emprendió el viaje a lo desconocido, decidida a dejar de ser, la Caperucita Roja.

~ 20 ~

La demanda

L

o único que le quedaba, era una demanda. Cuando era una niña no se daba cuenta de las insinuaciones, ni de los toqueteos, pero ahora, ahora ya era una mujer y no iba a permitir que el Lobo se la comiera cada vez que visitaba a su abuelita.

~ 21 ~


Viviendo

N

o siempre pensaba, pero vivĂ­a igual entre los hombres.

~ 23 ~


Superhéroe

D

espués de una gripe fulminante, luego de haber frustrado un asalto en una noche lluviosa, Batman decide afiliarse a una ISAPRE, pero este al no poder demostrar sueldo como superhéroe, debe inscribirse en FONASA, como indigente.

~ 25 ~


Solo una palabra

D

ijo acepto, y la vida le cayรณ de una.

~ 27 ~


Pensamiento abstracto

M

is pies creen en la reencarnaciĂłn de las uĂąas, yo no.

~ 29 ~


Sin palabras

T

artamudeó antes de pronunciar la primera palabra. Luego entro sin decir más, solo caminó entre las persona que esperaban, al igual que él, por un sueño.

~ 31 ~


Lulú

E

staba nerviosa, después de tanto, por fin Toby se operaría la obesidad mórbida.

~ 33 ~


La contradicciรณn

E

ra contradictorio, amaba la libertad, pero coleccionaba pรกjaros en hermosas jaulas.

~ 35 ~


La bella Durmientes

C

on un leve gemido de la Bella Durmientes, el prĂ­ncipe supo que estaba viva. Y acabo, el cuento.

~ 37 ~


Celos

Y

es necesario mi amor, dijo su marido, que cada vez que visitas a tu abuela el Lobo te coma.

~ 39 ~


Descanso

C

aperucita se acomodรณ y esperรณ a que el Lobo hiciera lo suyo. No dijo nada, solo cerrรณ los ojos y se dejรณ llevar. Total, pensรณ, no todo es trabajo.

~ 41 ~


Noticias de última hora

F

ue formalizado personaje de cuentos por asesinato de dos mujeres y una niña. La defensa del imputado dijo que las víctimas sabían a lo que se exponían y que su defendido solo hizo lo que decía el guión de la obra para la que fue contratado. Por otra parte, el autor de la obra Caperucita Roja, niega cualquier participación en los hechos.

~ 43 ~


Confesión

P

rácticamente lo había visto todo, menos a él mismo, se confesó el Vampiro frente al espejo.

~ 45 ~


Otra vez

M

e prometiĂł tres kilos de besos, pero no traĂ­a ninguna bolsa con ĂŠl, solo sus labios me dijo. Hombres.

~ 47 ~


Buceando

M

ojado de ella, navega entre sus piernas buscando el centro de la tierra.

~ 49 ~


Deporte aventura

S

e deslizó por entre sus piernas como serpiente, enrollándose en su cintura hasta colgar de sus pechos. Se acomodó, y saltó al vacío.

~ 51 ~


Alas delta

C

ontempló el silencio, y con la mirada perdida en el vacío, saltó. Saltó a la vida.

~ 53 ~


Oficio

C

oncentrado, el escritor lanzó las palabras al blanco‌

~ 55 ~


La creación

E

n el mismo instante en que abrió sus ojos, la duda lo abrumó y sin mediar en mayores cuestionamientos, Adán creó a Dios, y con él, el pecado. Del miedo a la duda eterna.

~ 57 ~


Una noche más

C

uando llegó a la casa, la mujer estiró la mano y exigió el dinero. La niña, callada, vació todo lo que había recaudado esa noche, no dejó nada en la bolsa. Sin mirar a su madre, caminó hacia el baño y, con la puerta cerrada, se desnudo, lentamente tiró de la pequeña falda roda, el peto rojo, las medias rojas, el corpiño rojo y las pequeñas bragas rojas. Se desprendió de todo. Ya no quería, ya no soportaba ser, todas las noches, la Caperucita Roja.

~ 59 ~


PEQUEÑOS SUICIDIOS


Confesiones de un suicidio

A

yer me suicidé. Fue un golpe a la cátedra, directo, artero. Y no es que la vida me decepcionara, no, solo fue un acto de agravio, de quiebre en mi rutina. Fue como enfrentarme a mis miedos, a mis fantasmas. Recuerdo que estaba leyendo no sé que libro, cuando la vida, mi vida, se aclaraba, mejor dicho, todas mis dudas quedaban resueltas, como si el horizonte se acercará y se pudiera tocar con la mano. Me paré y tomé el revólver 44 que tenía escondido. Pesado y frío, el arma estaba como esperándome. Se posó en mi mano, y con fuerza la sostuve apuntándome, justo en mi corazón. ~ 63 ~


Después pensé que mejor sería disparar al rostro, ya que no quería verme muerto. Así, apunté decidido a mi boca y con fuerza, disparé. Todo se trizó, el mundo quedó esparcido en mil pedazos sobre el piso de mi casa. Ya todo había terminado, ahora, solo quedaba limpiar, los pequeños vidrios, del espejo asesinado.

Hombre de negro

V

~ 64 ~

estía de luto, siempre de negro, listo para su funeral.

~ 65 ~


Intento

T

omé el vaso con agua entre mis manos, con sumo cuidado, como si fuera el santo grial, un recipiente sagrado. Lo dejé sobre la mesa y busqué con paso firme en la gaveta superior de la cocina, el frasco oscuro, opaco, casi negro. Lo dejé junto al vaso y los observé como esperando algo, como si en cualquier momento cada uno, fuera a volver a su lugar de origen. Como si me fueran a decir algo, con voz ronca, cuestionando mi decisión. Todo eso esperé que ocurriera esa tarde de invierno. Pero nadie dijo nada, ninguno de los dos hizo ni el más mínimo movimiento, nada. Mientras ~ 67 ~


la noche caía implacable sobre la ciudad. Ya cansado de la espera, tomé el vaso y el frasco y los guardé, desilusionado, dije en voz alta, para que todos me escucharan, mañana lo volveré a intentar.

Segundo Intento

T

omé nuevamente el vaso con agua entre mis manos, igual que ayer, con sumo cuidado, como si fuera el santo grial con el elixir de la vida, un recipiente sagrado. Esta vez, no lo dejé sobre la mesa, busqué con paso firme en la gaveta superior de la cocina con el vaso con agua en la mano, el frasco oscuro, opaco, casi negro, que hoy, parecía más oscuro, más opaco, más negro. Lo dejé junto al vaso pero no esperé nada, no esperé a que ellos me hablaran o volvieran a su lugar de origen. No esperé la voz ronca de cuestionamiento de mi decisión. Hoy, no esperaré nada. Todo eso ocurrió ~ 68 ~

~ 69 ~


esa tarde de invierno, igual que ayer, y antes de ayer, igual que hace mucho. Pero como sabía que nadie diría nada, ni haría algún movimiento, nada y mientras la noche caía implacable sobre la ciudad y sobre mí, ya cansado de la espera, de tanta espera, de meses de espera, tomé el frasco y vacié su contenido en el vaso con agua y dije en voz alta, para que todos me escucharan, mañana será el día.

La esperanza

-N

o hay mal que por bien no venga.

guillotina.

~ 70 ~

Se dijo Dantón antes de subir a la

~ 71 ~


El plan

V

einticuatro horas antes, se miraba al espejo, sin pensar en nada, más que en él, en su rostro, en su pelo. Todo caminaba como lo había planeado, las hojas sobre la mesa, el revolver cargado, todo estaba donde debía estar. Dieciocho horas antes ya se encontraba frente al cementerio, dispuesto a cumplir lo prometido a su madre. Colocó las flores en las macetas dispuestas junto a la lápida y limpio la loza cuidadosamente. Finalmente, frente a la tumba de sus padres, les explicó, hasta los más mínimos detalles, su plan. ~ 73 ~


Catorce horas antes, entraba al mejor restaurante de comida francesa y pidió aquellos platos que jamás había probado. Luego, caminó sus pasos, lentamente, sin apuro. Se detuvo frente a la casa de su ex mujer y gritó con todas sus fuerzas, todo lo que jamás le había dicho, de una solo vez, sin interrupciones. Le dijo todo. Tres horas y media antes de lo planeado, entraba a un motel con la secretaria de su oficina, y sin mediar en promesas y detalles, le hizo el amor sin respiro, sin pasión, lo largo de las tres horas que le restaban. Treinta minutos antes de que el plazo se cumpliera, salía del motel y se despedía de ella con un largo beso, y corría calle a bajo, en busca de un taxi. Tres minutos antes, entraba a su casa, mojado en sudor, se sacaba la camisa, se sentaba en el sillón y tomaba el revolver. Y justo cuando se cumplía la hora, en el mismo momento en que el reloj tocaba las doce del día elegido, en el último segundo de ese minuto, justo, justo, decidía nuevamente, aplazar, la hora de su muerte. ~ 74 ~

Decisión

V

ivía en un abismo, esperando caer en cualquier momento.

~ 75 ~


Silencio en la casa

S

e levantó muy despacio, tratando de hacer el menor ruido posible, para que ella no despertara. Calentó el agua en la tetera y dispuso la tasa para el café. Mientras esperaba a que hirviera, observó a su esposa desde la cocina, tranquila en su quietud de perpetua durmiente, estaba en la misma posición de la noche anterior, suspiró. Con parsimonia se sentó frente a la biblioteca con el café humeante entre las manos, y como buscando calor, sostuvo la taza uno minutos más, y vivió el silencio de la casa. Pensó en lo bien que se estaba en ese lugar. Cuando hubo terminado el desayuno ~ 77 ~


se preparó el baño, ordenó la ropa que vestiría ese día y se sumergió en una enorme tina de agua tibia. Ya vestido, se perfumó y entró al dormitorio, despacio, para no perturbar el sueño eterno de su mujer. Después de ordenar todos los rincones, se recostó junto a ella, le quitó los cabellos que caían sobre su rostro y descolgó el teléfono, dispuesto a llamar al médico, pues, el olor de la muerte, ya llenaba todos los rincones del silencio y de la casa.

La gota

T

odos los días una gota. Poco a poco. Estaba convencido, que así moría.

~ 78 ~

~ 79 ~


Era como una sombra

E

ra como una sombra, imitaba todos sus movimientos. Cuando niño fue todo un descubrimiento saber que compartía con ella, día a día, los juegos y aventuras de infancia. Recuerda, como a lo lejos, aquella vez en el árbol, esa tarde de sábado, durante las vacaciones. Estaba saltando sobre la rama, mientras abajo, el río torrentoso, como cuncuna gigante avanzaba monótono, emitiendo un ruido atonal de piedra y agua. Y justo antes que el largo brazo del árbol se desprendiera, apareció ella, mirándolo con sus ojos negros, tórridos, como desde el fondo de un pozo. Ese día supo ~ 81 ~


que no eran amigos, pues, trato de asirse a su oscuridad, pero ella dio media vuelta y se alejo, dejándolo caer al vació húmedo del río, que lo arrastró corriente abajo. O aquella vez, en los años en que el mundo y él eran una sola cosa, que se lanzó en una carrera por las calles de la ciudad, en aquel tiempo de incertidumbre e ingravidez. Todo ocurrió tan rápido. El ruido tronador, el crujir de los hierros y la bocina que no paraba de sonar. Esa vez, igual que en el río, estaba junto a él. Le pidió ayuda, le suplicó auxilio, pero no encontró respuesta. La vio alejarse como sombra de la sombra. Sus ojos negros se fueron perdiendo lentamente en el espesor de la noche.

Suicida

E

ra un suicida. Todos los días se fumaba un cigarrillo en la mañana y otro antes de acostarse.

Hoy, en esta cama fría, de este día, el más frío de este invierno, se sienta junto a él. Le habla como de lejos, con una voz negra y opaca, también fría. Y le cuenta historias antiguas, le relata guerras de fuego y sangre. Le ayuda con su dolor. Hoy, cuando la enfermedad ya lo ha conquistado y su cuerpo ya no le pertenece, ella le susurra al oído, como sortilegio, mañana, mañana es tu día. ~ 82 ~

~ 83 ~


Esperanza

L

a esperanza de no despertar, la mantuvo hasta su muerte.

~ 85 ~


Reconocimientos

M

e busco en los obituarios, todos los dĂ­as, como un acto de reconocimiento y certeza. Porque, siempre siempre, cabe la posibilidad, de que hayamos muerto, y no lo sepamos.

~ 87 ~


EL MUNDO DE ESTEBAN


Eesteban y la memoria

Esteban pensó: —Tarde o temprano tendré que volver por aquellas calles que ayer caminé... Dio la vuelta, y emprendió el viaje por las calles de su memoria.

~ 91 ~


Esteban y el espejo

Esteban se sentó frente al espejo, y mirándose detenidamente en el, pensó: —¿Y s ese no fuera yo?

Esteban y la muerte

Esteban pensó: —La muerte llega tarde o temprano. Es inevitable... Se acomodó en su silla y esperó.

~ 92 ~

~ 93 ~


La decisión de Esteban

Un día cualquiera, de un mes también cualquiera, de un años que ya paso. Esteban decidió fríamente, dar un paso al vacío, y dejando el presente en el pasado, vivió solo en el futuro. Desde ese día, para Esteban, cada momento del presente, se convertía en futuro. Logrando hacer todo lo quiso, ya que lo pensaba... y lo hacía.

~ 94 ~

Esteban y sus recuerdos

Esteban pensó: —¿Qué habrá pasado con los recuerdos de mis recuerdos... y que ya no recuerdo? Y con melancólica desdicha, se dio a la tarea de la remembranza... de la pena y la alegría.

~ 95 ~


Esteban y sus pasos

Esteban y el baño

Caminando cabizbajo por el parque, Esteban pensó:

—... caí en medio de la nada, sobre el todo explanado, ¿en qué me convertí? En un sueño, en un ideal, en un ser que busca el sentido de su vida...

—Si ya caminé por las calles de mi memoria, ¿qué me queda por caminar? Y sin pensar más, dobló por una esquina, y entró en la avenida del presente con dirección al futuro.

Sin mediar en mayores reflexiones, Esteban dejó de leer la pared y terminó de orinar, y salió del baño rumbo a la mesa en que estaban sus amigos.

~ 96 ~

~ 97 ~


Esteban nuevamente frente al espejo

Esteban, en otro impulso incontenible, se miró al espejo, y pensó: —Qué hay más allá de las miradas... de los hombres?

~ 98 ~

Esteban y la guerra

Esteban pensó: —Y si en vez de pensar, llorara? Entonces, llorando trató de no pensar en la Guerra.

~ 99 ~


Esteban y la praxis

Esteban y la TV

Esteban se sintió tan grande, creyó ser Dios. Estaba tan admirado del mundo, de la naturaleza, de todo, que se dijo:

Mientras miraba la TV y observaba lo que ocurría, desastres desastrosamente destructivos para todos en el mundo, Esteban pensó:

—Haré lo que nunca nadie hace. Tomó la manguera, hizo una gran poza de agua y desnudo saltó de alegría.

~ 100 ~

—Alguien, que no se quién, escondió la brújula...

~ 101 ~


Índice Prólogo Caperucita se fue de la casa Confesiones de un Lobo Caperucita se fue de la casa Caperucita se fue de la casa II La demanda Viviendo Superhéroe Solo una palabra Pensamiento abstracto Sin palabras Lulú La contradicción La Bella Durmientes Celos Descanso Noticia de última hora Confesión Otra vez Buceando ~ 103 ~

|7 |11 |13 |15 |19 |21 |23 |25 |27 |29 |31 |33 |35 |37 |39 |41 |43 |45 |47 |49


Deporte aventura Alas delta Oficio La creación Una noche más

|51 |53 |55 |57 |59

Pequeños suicidios Confesiones de un suicidio Hombre de negro Intento Segundo Intento La esperanza El plan Decisión Silencio en la casa La gota Era como una sombra Suicida Esperanza

|61 |63 |65 |67 |69 |71 |73 |75 |77 |79 |81 |83 |85

Reconocimientos

|87

El mundo de Esteban Esteban y la memoria Esteban y el espejo Esteban y la muerte

|89 |91 |92 |93

La decisión de Esteban Esteban y sus recuerdos Esteban y sus pasos Esteban y el baño Esteban nuevamente frente al espejo Esteban y la guerra Esteban y la praxis Esteban y la TV

|94 |95 |96 |97 |98 |99 |100 |101


C O L O F Ó N Un libro no es un objeto, es un mundo. Este libro se terminó de imprimir en los talleres de la imprenta GSR en Valparaíso. En el interior se utilizarón las fuentes Garamond, Georgia y Minion Pro, sobre papel bond ahuesado de 80 gramos. La portada fue impresa en couché de 300 gramos, termolaminado opaco. Se imprimieron 300 ejemplares.



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.