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EDITORIAL

Fotografía: Dignity Memorial

JUSTICIA + INJUSTA

El caso de Preston Lord conmovió a todo Arizona. El adolescente golpeado en forma brutal por una “horda” de enloquecidos jóvenes que no se detuvieron sino hasta acabar con su vida, despertó la solidaridad pero sobre todo la indignación de toda una comunidad que exigía justicia.

Justicia, ese fue el clamor por varios meses de los padres, los amigos, los vecinos, la gente de su barrio, de su condado y de todo el estado. Era lo menos que podían pedir ante tan demencial acto criminal.

Fotografía: Dignity Memorial

Tuvieron que protestar, luego marchar, después presionar y hasta poner contra la pared al gobierno de la ciudad de Gilbert y a su departamento de policía que inicialmente no demostró interés en querer avanzar con el caso, pero que ante la presión social tuvo que actuar y entregar resultados.

Vinieron las capturas y con ellas la aparición en sociedad de los “Gilbert Goons” una pandilla integrada por adolescentes, muchos de ellos de familias con mucho dinero, que sembraron el terror en buena parte del oriente del valle del sol en Arizona.

La justicia parecía estar llegando. Con los principales sospechosos tras las rejas y hablando de juicios y la obligación de tener que responder ante la ley, muchos sentían que Preston Lord podía descansar en paz y su familia recibir el alivio ante tanto dolor.

Pero, ¡Oh sorpresa! Cuando se creía que los culpables iban a pagar con un castigo ejemplar e iban a recibir la condena que merecían, entonces la comunidad empezó a ser testigo de que varios de los implicados recibían el beneficio de pagar una fianza (rebajada), tener casa por cárcel y tan solo un monitoreo electrónico.

“Son una amenaza para la sociedad, repetidamente golpearon y aplastaron la cabeza de mi precioso hijo” dijo en medio de las lágrimas Autum Curiel, la madre de la víctima reclamando justicia.

Pero su clamor parece no ser escuchado. De los siete acusados, tres ya están en libertad. Todos se han declarado no culpables y aunque van a ser juzgados como adultos por asesinato y secuestro, se siente que la justicia ha sido muy benevola con ellos.

La sensación ahora es que no se está haciendo justicia. Que los criminales se están saliendo con la suya y que, una vez más, la justicia es bien injusta.

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