Mi mejor amiga La conciencia
Sofía Velásquez
Me encontraba sentada en mi silla de madera. Gotas de lluvia cayendo afuera. Miraba fijamente la ventana, veía como las gotas de lluvia acariciaban las flores ya hacían pequeños agujeros en la tierra. Adentro una voz tenue me hablaba, me susurro al odio, sentí escalofríos y no entendía lo que la voz trataba de comunicarme.
Simplemente la ignore, y volví a ver la ventana. Dentro de unos segundos sentí que algo helado toco mi hombro. Mire hacia atrás, un ser extraño estaba ahí, mirándome, era blanco, un poco desvanecido y no tenía rostro, tenía atrás de él unas cosas como alas. Cuando lo ví, fue como si hubiese vuelto a vivir todas las experiencias pasadas.
Me tomó de la mano, y todo a mi alrededor empezo a desaparecer, ni la silla, ni la habitación, ni la ventana, ni las ventanas ya no estaban, todo había desaparecido. Estaba completamente sola, el cuarto blanco, sin nada de color, la única compañia que tenía era ese ser extraño, apenas y lo veía. No sabía reconocerlo, no sabía su nombre, no sabía como hablar con él, no mostraba expresiones, ni sonrisas, ni lagrimas y ni una expresión de preocupación, era como si le hubieran borrado su identidad, su rostro, sus sentimientos, todo su ser.
No encontraba palabras ni gestos para tratar de comunicarme con él, luego me abrazó y sentí un gran una gran paz y tranquilidad, como que me hubiera encontrado conmigo misma. Era como si me viera en un espejo, mi alma gemela, un clon de mi ser, se podría decir.
Esos pequeños momentos los sentí tan largos, y los más profundos, momentos que marcaron mi corazón y me hicieron recordar que existen miles de problemas a mi alrededor, pero, el nuevo ser desde auquella vez había comenzado a ser parte de mi cuerpo, todo lo que pensaba yo, lo pensaba él, era como que estuvieramos conectados.
Simplemente sentía que tenía un hermano gemelo, alguien a quien contarle mis cosas y que sabía que me entendería porque el era igual que yo, tenía a un ser que me escuchaba en los buenos y malos momentos, me daba consejos, cuando lloraba él era el que me decía: no llores, limpiate las lágrimas, tú puedes hacer todo lo que te propongas. Y al mismo tiempo me brindaba su amor y apoyo, sin importar lo que fuera.
Eran de esas personas que nunca quieres dejar de hablarles, que siempre quieres a tu lado, aunque a veces te traiciona en fin forma parte de ti. Pero siempre busca la manera de ayudarte y hacerte mejor persona cada dĂa. Es como una segunda mamĂĄ o mĂĄs bien, como una mejor amiga; conoce todo de ti.
En un momento diferente, volvĂo a abrazarme, y miles de recuerdos volvieron a mi mente, comenzaron a penetrarse en mĂ, sentĂ una gran fatiga y multiples colores comenzaron a rondar a mi alrededor. Estaba mareada. Era como si hubiese transportado dentro de un arcoiris.
Luego apací en un jardín tan hermoso, lleno de flores, bancas de madera, con una brisa suave que acariciaba mis mejillas, me sentí muy bien, era emoción y al mismo tiempo estaba confundida. No sabía porque razón estaba en ese lugar, ni que proposito tenía mi nuevo amigo con llevarme ahí. Después de un tiempo me desesperé, porque mi amigo no estaba conmigo, estaba completamente sola, rodeada de un lugar desconocido, aunque no había nadie más, dentro de mí, había temor, miedo a algo o alguien.
No sabía que hacer, ni adónde ir, de un momento para otra se me vino una grandiosa idea, esta era observar todo el lugar y buscar una solución para salir de ese lugar. Encontrar una salida de aquel jardín que tenía apariencia hermosa, y tranquila, pero en la profundidad no era más que un lugar oscuro y sin vida. Se lograba percibir esa sensación después de un tiempo de haber permanecido ahí, sin embargo no había encontrado nada extraño en aquel lugar. Nada más que bancas, miles de bancas, árboles, hijas secas, pasto muy verde, no encontré ni un hormiguero, ni un nido de pájaros en las ramas de los frondosos árboles, ni siquiera una lombriz en la tierra.
Me pregunté que tenía de interesante ese lugar, mire hacia todos lados, no pasaba nada. Me senté bajo la sombra de un enorme árbol, que por cierto era muy particular a los demás, su tronco tenía pequeñisímas priedecillas de colores, su tallo era color café claro, más bien, combinación de varios tonos cafés. Su follaje era entre rojo y anarajando, también poseía unas hojas amarillas en la torre de su copa, pero al igual que los demás no observaba ningún ser que viviera en él.
Lo observé varios minutos y luego una rafaga de viento se vino sobre mí, lo único que se me ocurrió fue abrazar y aferrarme al tronco del árbol, para que el fuerte no llevara con él, a un lugar aún más desconocido para mí. De pronto, todos los cristales incustrados en el tallo del árbol comenzaron a brillas, y a hacer miles de colores, estaba muy confundida, cerré los ojos. Me sentía mareada, muy mareada. Cuando los abrí, todo era como antes, el mismo árbol, el mismo lugar, solo que esta vez con un poco de variación, ahora había un pequeño nido, en el árbol. Trepé el árbol, y ví a los pequeños pajaritos bebés, eran de un color celeste con verde, tenía el pico color amarillo y café claro, y unos ojitos muy chiquitos y profundos.
Tomé uno en mis brazos, y sentí ganas de protegerlo siempre, era indefenso y tenía miedo de que algo malo le pasara, pero luego recordé que éste tenía a su madre que siempre lo cuidaría y apoyaría para todo, le enseñaría a volar, y a ser sus propias cosas, a ser independiente, un día el tendrá que hacer su propia vida y familia, extender sus alas y volar alto, muy alto, hasta dónde el quisiera. Rápidamente se me vino la imagen de mi madre, que con tanto esfuerzo me ha brindado todo su amor y apoyo, me ha moldeado para ser una mujer exitosa en un futuro y ser una persona feliz.
Bajé del árbol y seguí buscando una salida de aquel lugar tan raro. Caminé, caminé y caminé, pero la búsqueda era en vano, no encontraba ni siquiera una pista de como regresar a mi hogar. Me sentía desolada, triste, y ya no sabía a que lugar ir, de pronto ví un destello de luz que venía del cielo, a parar a una colina, enseguida fui a ver que era esa inmensa luz, y porque estaba ahí.
El camino fue tardío, a medida que me iba acercando al lugar hacía mucho calor, todo se sentía seco, pero al mismo tiempo fresco, era un clima raro. Continué con mi camino, me tropecé con una pequeña piedra que estaba tirada en la tierra, era color azul, y tenía unos toques color turqueza, me pareció muy interesante y decidí recorgerla y meterla en uno de mis bolsillos.
El calor era muy fuerte, solo quería llegar rápido a la luz, mis deseos de descubrir que era aquella luz eran muy grandes. Por fin llegué, todo estaba tan calmado, aún sentía ese gran calor en mi cuerpo, pero nada se comparaba a lo hermoso que se encontraba dentro de la luz, estaban mi familia, mis amigos, todos mirándome, sonriéndome, dandome animos para todo.
Lloré de felicidad, cerré fuertemente mis ojos y tenía gran desesperación por regresar a mi hogar, lloré, lloré y lloré; solo ví que la luz cada vez se hacía más grande y más brillante, esa luz fue como abarcando todo mi cuerpo, y cubriéndome completamente. Cuando abrí los ojos todo había vuelto a la normalidad, la silla, la ventana, la lluvia, la casa, todo era como antes. Había soñado despierta, me deje perder por la lluvia, su sonido, y todo el entorno.
Afuera, alguien tocando, regrese a mi vida normal, había una parte de mi que ya no era igual a la anterior, después de ese viaje, todo había cambiado, sentía un diferente pensamiento, me sentía nueva, como que si hibiese vuelto a nacer.
Todo era raro, pero me dí cuenta después de un tiempo, que ese ser no era más que yo misma. Sí, yo. Mi verdadera esencia, lo más importante...
Mi conciencia.
Sofía Catalina Velásquez Morales, 18 de diciembre de 1997. Centro Escolar Refugio de la Paz. La conciencia humana, lo más importante, nos hace reflexionar, es un mejor amigo. Hace que siempre hagamos lo correcto, nos da buenos consejos y para mí, fue un factor muy importante para lograr ser quien soy. Cada uno tiene una conciencia distinta, todos tenemos un tiempo para conocerla más a profundidad.