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El Honor de Héctor

La tragedia cobra realidad cuando a pesar de lo desgraciado del contexto, se sale a la lucha, entregado al destino. Cuando Héctor, príncipe de Troya, se despide de Andrómaca, su esposa, y de su pequeño hijo Astianacte, justo en esas murallas que atestiguarían el terrible paseo que a su desgraciado cuerpo ofrecería Aquiles, sumerge sus dedos en los rizos del niño que sería arrojado por Neoptolomeo desde las torres de la ciudad tomada por los aqueos.

Héctor, sale a la lucha contra el semidiós que lo despedaza sin misericordia, pero al paso de los milenios de la narración homérica, la grandeza del derrotado no ha perdido el lustre que el mismo Aristóteles le reconoce en La Poética. Héctor es el valiente, el honorable, el amoroso padre, el príncipe que no se esconde como su hermano Paris Alejandro, secando sus cobardes lloriqueos en el hombro de Helena.

Jos Garc A S Nchez

Postigo

de este incendio donde por desgracia murieron 39 migrantes. Pero la investigación debe ser más complicada y profunda aún, porque la insistencia de los opositores para colocar el caso entre buenos y malos, a través de un nado sincronizado que pareciera intenta ocultar el fondo del asunto, acusa una inexplicable prisa por cerrar el caso. Si en realidad fueron los responsables del incendio los propios integrantes del Instituto Nacional de Migración, dos federales y uno estatal, pudieron ser contratados para hacerlo. A nadie conviene una desgracia de esta magnitud. Aunque haya quienes creen que se fortalecen debilitando al contrincante.

La aparición simultánea de frases, palabras y consignas en diferentes medios, a través de las palabras de los críticos de siempre dan mucho de qué pensar respecto a este lamentable hecho. No basta con responsabilizar a alguien, con sancionarlo sino encontrar las causas, saber, a la perfección si fue intencional.

Porque ante la reiteración de las frases simultáneas hay una intención orquestada desde un mismo epicentro para señalar, culpar y denostar al gobierno federal, desde el INM hasta Segob, pasando por la Secretaría de Relaciones Exteriores y la propia Presidencia de la República.

Un hecho que debió servir para que la política estadounidense abriera un poco más las puertas a la migración procedente del sur de su país, se convirtió no sólo en un caso político, sino hasta de división interna dentro del partido en el poder y de parte de la sucesión presidencial.

Hay interesados en que se piense que los ataques a cualquiera de los mencionados como sucesores del actual Presidente crean que son agresiones internas. Al desgastar a uno, desgastan a los tres. Y eso sólo conviene a la oposición, aunque no por ello las simpatías de los votantes precisamente recaen en sus líderes, propuestas o candidatos, que simplemente no existen en ninguno de los tres casos. La oposición quiere que el actual régimen pierda, aunque ellos no ganen, y para lograrlo no se limitan.

•Analista político. @Josangasa

Luis Alberto Monteagudo Ochoa

COLUMNA INVITADA

El cobarde huye tras provocar una lid en su nombre. Se guarece entre discursos pendencieros que le evitan asumir la responsabilidad de su derrota. Busca el pretexto más adecuado para hacer de su repugnancia, la justificación de su fracaso: enamoró a una mujer casada y después hundió a su pueblo en una guerra.

Héctor, el pŕincipe de la armadura dorada que se arrodilló a su padre Príamo pidiéndole morir por su amada tierra, elevando su rostro al cielo de su invadida patria de la que gozó sus bienes, y llegada la hora, cumpliendo con el deber del ciudadano, tomó la espada para luchar por sus leyes y por sus libertades. Encarna el honor del gobernante, y la conciencia del hombre libre.

El cobarde insulta (mata desde lejos). Jamás asume los costos de sus acciones. Envilece al honrado con su leporina boca, que arriesga la estabilidad de su tierra en pos de esconder sus crímenes y de los suyos: ese séquito infame de ignorantes y aduladores que se envuelven con el manto de la perfidia y la violencia.

La Iliada es un transmisor de valores que sustenta los códigos más sagrados del Occidente precristiano que también es el nuestro, y que constituye el eje del humanismo como tradición del pensamiento grecolatino que tiene a la filosofía como principal vértice, y no como eje propagandístico de la manipulación demagógica, dirigida a los más infames de una sociedad carente de referentes objetivos, medrando entre la mentira y el abuso.

El humanismo hereda los principios críticos del pensamiento indomable que no busca justificar a los cobardes, pues es el monumento a lo que de mejor nuestra civilización pudo crear precisamente para evitar que los peores se hagan de las riendas de la vida pública. La gloria de un Héctor qué bien nos haría en medio de las tinieblas de la tiranía.

•Catedrático de la Universidad del Pedregal.

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