Hubo una vez en un lugar que todos conocemos, un niño, era un niño con ojos de cristal. En un comienzo el mundo de este niño estaba rodeado de personas, él era muy feliz. Pero un día esa felicidad se detuvo por un tiempo y se quedo solo, aunque no del todo. Mi historia comienza un día en el que todo era natural, el clima era tibio, el tiempo transcurría con tranquilidad, pero algo en mi vida no calzaba con la vida del resto de las personas. Yo no tenía nada especial, era una chica, con características normales. Aunque la soledad me inundaba a diario. Creo que cada día me sentía más vacía y llena de angustia que me costaba retener. Caminando, creo que no, no fue así, creo que corría, vi a un chico, era diferente, por un instante
me pareció que algo me estaba mostrando con sus pensamientos, algo que iba dirigido a mí. Fue muy extraña esa sensación de saber que no estaba tan sola, que alguien no me estaba hablando, pero que quería ser visto, por mi. Era un niño con ojos de cristal, un cristal muy fino, muy limpio y transparente, que dejaba filtrar la luz y mostraba a quienes querían mirar una secuencia de imágenes y sonidos hermosos. Después de este suceso, no lo vi por mucho tiempo, hasta que volvió a aparecer en mi camino. Creo que fui yo la que quiso iniciar una conversación con él, no soportaba perderme la oportunidad de conocer a alguien tan especial. Al parecer nos agradamos y seguimos viéndonos, cada día que pasaba sus ojos me mostraban más de ese universo que nadie más quería ver.
Sabía muy en el fondo lo que estaba pasando, la verdad no intente impedirlo, quise seguir, aunque el final de la historia, que por cierto se las contare en su momento, no fuera el que yo esperaba. El sol calentaba el cemento en una ciudad calurosa, nos divertíamos mucho, al menos ese pensaba. Creo que le quite muchas sonrisas, y él me hacia enrojecer todo el tiempo. Cada palabra, cada evento, cada mirada, parecía haberse quedado grabada en una roca, difícil, muy difícil de borrar. Recuerdo que a veces sentía ganas de robar sus ojos y huir, quería saber que escondía esa mente casi creada científicamente en un laboratorio. La verdad no recuerdo como era físicamente, era alto, flaco, gordo, bajo, no lo sé, creo que su
mente trascendía todo lo material. Como un vapor respirable, como una medicina inyectable, se impregnaba en el ambiente. La historia no es perfecta, él seguía siendo infeliz. Como yo no entendía el porqué, una noche robe sus ojos y hui. Cuando quise mirarlos desafortunadamente no había nada dentro. Ningún recuerdo, solo paisajes vacios. Yo no estaba en su memoria. Sentí rabia, mucha y llore. Llore todo el otoño y seguí llorando a comienzos del invierno. Un día le recrimine como sus maravillosos ojos de cristal no habían sido capaces de captarme. Pero el ya no me recordaba, había sido parte de unos ojos, sus ojos en su cuerpo. Fuera de su cuerpo sus ojos no eran nada.
La última vez que lo vi creo que era feliz, ya no estaba solo, ya no quería ser visto por mí, no me transmitía nada, ni imágenes, ni sonidos, todo eso era parte de mi imaginación. Ahora él no tiene ojos de cristal. Ahora camina con el resto de la gente. A veces pienso que sí recuerda algo de esta historia imaginaria, que yo arruine solo por un capricho. Ojala no lo hubiera hecho, ojala siguiera caminando conmigo, pero en realidad prefiero que sea así, todo como esta, él es feliz, y yo no podría haber contado esta historia de no haberlo conocido, como un niño con ojos de cristal.
Fin